Por: Carlota Fominaya
Alberto, Lara, Elena… se mueven como peces en el agua entre sus clases y la cafetería de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Forman parte de la tercera promoción de Liceo Achalay, el programa de formación para personas con discapacidad intelectual que se desarrolla bajo el paraguas del mayor centro universitario de nuestro país. Se trata, explica Ramón Pinna, presidente de la Fundación Achalay y motor del proyecto, «en algo único en su enfoque, en lo inclusivo, en lo vocacional, y en la implicación de facultades y profesores universitarios». El cambio de paradigma que supone esto, remarca Pinna, «es brutal. No solo porque el estudiante elige lo que quiere estudiar, y no le viene impuesto como hasta ahora, sino porque el lugar al que vienen a estudiar a diario, y la mayor parte de forma autónoma (metro o autobús), es la Universidad. Nuestros alumnos terminan con un diploma como estudiantes de la UCM».
Liceo pone el foco en la idea de que si estos muchachos se forman en aquello que de verdad les gusta, alcanzarán mejores niveles competenciales. De ahí que en el Liceo, añade el presidente de Achalay, la orientación curricular la hayan ido acomodando los propios alumnos y se hayan determinado tres especialidades: Comunicación e Imagen, Trabajo con Animales, y Cuidado de personas dependientes. El primer año las asignaturas son comunes para todos los estudiantes, y en el segundo eligen su trayectoria. «Este proyecto surge con la idea de abrir un abanico de oportunidades a estos chicos. Hasta hace bien poco solo se pensaba que podían acabar como reponedores de mozo de almacén, o haciendo ciertas labores de jardinería, pero hay ámbitos laborales que hasta ahora no habíamos pensado y que a ellos les interesan».
Todo esto es posible gracias al compromiso de maestros como David Tanarro, pedagogo y maestro de Educación Primaria y master en Educación Especial, o Juan Antonio Fernández, maestro en Audición y Lenguaje. quienes explican que esta formación dura dos años. «El primer año tienen asignaturas comunes, como Matemáticas, Nuevas Tecnologías, Comunicación… pero con un enfoque que da respuesta a las características de estos alumnos. Ellos eligen su especialidad en el segundo curso, pero durante ambos años hay talleres cognitivos que tratan de estimular todas las áreas del cerebro», explica Tanarro.
¿Quién puede optar a estas plazas?
Para acceder a Liceo no hay que acreditar un nivel cognitivo alto (dentro de la referencia de la discapacidad intelectual). Hay alumnos con Síndrome de Down, otros que están dentro del espectro autista… «El acceso se limita cuando se observan trastornos serios en la conducta de un joven que hacen compleja su inclusión en el entorno universitario», explica Tanarro.
Si un alumno quiere cursar Liceo y no tiene recursos… también lo puede hacer becado por Achalay, ya que tal y como explica Pinna, «consideramos que la discapacidad intelectual y la pobreza –cuando concurren juntas- son dramáticas… y ahí tenemos que estar nosotros. En 2020 el Presupuesto del Programa Liceo de Achalay superará los 200.000 euros. Más de un tercio de los recursos casi 75.000 euros directos, los pondrá Achalay a financiar becas completas o parciales de jóvenes que desean acceder a esta formación».
Por último, Liceo no abre a los padres de los jóvenes con discapacidad las puertas de una contratación segura. No obstante procuramos ayudarles a encontrar un empleo vinculado a su vocación y a sus gustos… y ahora nos estamos apoyando en la Fundación Adecco para ello.