Redacción: El País
Hablamos con psicólogos y con pacientes para conocer sus experiencias.
Como otras personas que padecen ansiedad o depresión, Adela G. (24 años) decidió buscar ayuda psicológica. Durante dos años, visitó a varios especialistas que, como cuenta la propia Adela, no parecieron ayudarla. «Uno incluso me diagnosticó en cinco minutos trastorno límite de la personalidad (TLP)», un complejo desorden mental que tiene que ver con comportamientos inestables y cambios frecuentes de estados de ánimo.
Ninguno supo ver que las emociones que experimentaba Adela eran fruto de una compleja lucha personal por definir su identidad de género y su orientación sexual. Finalmente, y por recomendación de una amiga, la joven madrileña acabó visitando a una psicóloga especializada en tratar a personas LGTBI. «Ella me acompañó en el proceso de esa búsqueda identitaria y me tranquilizó bastante cuando me dijo que no tenía TLP», cuenta Adela .
Massiel Valdez (30 años) también busca su lugar en el mundo y lo hace de la mano de otra psicóloga que trabaja bajo una perspectiva de raza y a la que accedió también por recomendación. «Es muy duro crecer en un ambiente de discriminación, ser siempre la diferente te hace sentirte muy sola», dice Massiel recordando su infancia en España –donde llegó con siete años desde República Dominicana–. «En mi colegio era la única niña racializada y sufría bullying constante, delante incluso de adultos que no hacían nada al respecto».
No fue hasta la adolescencia cuando Massiel identificó esa discriminación como racismo. «En una sociedad donde la inmigración de personas no blancas no está normalizada, esa sensación de ser diferente persiste, recordándote continuamente que no eres de aquí, aunque lleves casi toda tu vida en este país». Ella considera que la sociedad no está realizando los esfuerzos necesarios para integrar a personas de otras razas y etnias, por lo que la joven lleva un tiempo debatiéndose entre quedarse en España, junto a su madre, o volver a República Dominicana.
El racismo y la LGTBifobia siguen presentes en la sociedad, tal y como denuncian asociaciones como SOS Racismo o el Observatorio Madrileño contra LGTBIfobia en informes elaborados anualmente. Una discriminación que influye en muchos casos en la salud mental de las personas racializadas y LGTBI. Ante esta situación, algunos profesionales de la psicología están ampliando su formación para incorporar una perspectiva racial y de diversidad sexual y de género.
Si bien cualquier profesional puede formarse adecuadamente, los psicólogos consultados para este reportaje pertenecen al colectivo para el que prestan ayuda psicológica. Sus vivencias personales les hicieron comprender la necesidad de ofrecer una terapia especializada. «Pertenecer al colectivo te permite tener más empatía con estas realidades», afirma Cristina Pineda (38 años), psicóloga LGTBI en la clínica CEPSIM. Sin embargo, esa pertenencia no garantiza un correcto tratamiento de los pacientes. «Hay que formarse, adquirir herramientas, aprender conceptos básicos como que la orientación sexual no se elige o que la identidad de género se construye», añade Cristina.
¿Qué se trata en estas terapias?
La psicóloga antirracista Marian Nvumba (40 años y residente en Bilbao) nos habla de que hay muchos motivos que pueden llevar a que las personas racializadas sientan autorrechazo o, en otras palabras, un racismo interiorizado. «Están la falta de referentes, el enaltecimiento de lo blanco por encima de todo lo demás, la discrimación continua por tu raza o tu origen, la estereotipación de las personas migrantes o refugiadas…», afirma Marian.
También es común encontrar este miedo u odio hacia la transexualidad u homosexualidad propia en las consultas LGTBI. Jordi Gómez (47 años) lo experimentó en primera persona al descubrir, tras muchos años casado con una mujer, y con dos hijos fruto de ese matrimonio, que era gay. «Entré en una depresión por ello, y era incapaz de aceptar mi homosexualidad o de verme relacionándome con otros hombres», cuenta el propio Jordi desde Sabadell.
Como explica a Verne el psicólogo Gabriel J. Martín, especializado en psicología afirmativa (como se conoce de manera oficial a la terapia con pacientes LGTBI) para hombres homosexuales que ejerce en Barcelona, «la homofobia interiorizada se ve reflejada de varias formas: el no estar a gusto con uno mismo, la relación con los demás, la falta de confianza… la autoestima de esas personas está muy tocada cuando llegan a consulta».
Tras varias sesiones con su psicóloga LGTBI, Jordi consiguió aceptar su homosexualidad; tocaba entonces comunicárselo a su círculo más cercano. «Trabajé mucho ese aspecto con mi psicóloga. Recuerdo que mi madre se lo tomó fatal. Después de varios años sigue sin aceptarlo, pero quienes de verdad me sorprendieron fueron mis hijos de nueve y siete años. Se lo tomaron con una gran naturalidad, me dieron toda una lección de tolerancia», cuenta emocionado Jordi, que hoy vive con su pareja y lleva una vida «totalmente normalizada, gracias a esa terapia».
Las consultas sobre relaciones de pareja también son muy comunes en las terapias especializadas en LGTBI. Estela García (28 años) lleva asistiendo a una desde septiembre, cuando se mudó a Madrid desde Barcelona. Acude para aprender algunas cosas sobre cómo manejar su relación. «Con mi psicóloga trabajamos la identificación de conductas esterotipadas sobre las relaciones, generalmente basadas en el sistema heterosexual. Mi intención es corregirlas y así poder vivir una relación con mi novia lejos de esos estereotipos», cuenta. «Pero también tratamos otros temas más generales como mi adaptación a la ciudad, o cómo me está afectando el no encontrar trabajo».
Como explica la psicóloga Ana Adán, de la clínica Tú y yo Psicólogos LGTB, las relaciones psicoafectivas de las parejas homosexuales son diferentes de las parejas heterosexuales. «Las parejas homo se desarollan en ausencia de modelos, conviven en contextos homofóbicos, están sometidas a una visión externa llena de estereotipos y dentro de ellas se da lo que llamamos disparidad homofóbica, que somete a las parejas homo a más dificultades, estrés y conflictos que a las hetero», aclara Adán.
Incluso a la hora de abordar las relaciones de pareja homosexuales, Adán encuentra dinámicas distintas entre gays y lesbianas. «Las mujeres aún recibimos una educación en la que se da mucha importancia a estar en una relación, lo que hace que las participantes en una relación lésbica puedan vivirla con más dependencia, intensidad, sobreprotección, conocimiento excesivo de la otra y sobrecomunicación», afirma Adán.
Otra de las cuestiones que sale a menudo en las terapias es la de la violencia intragénero, que Adán califica como «la gran invisibilizada». Se trata de un tema delicado dentro del activismo LGTBI, ya que la violencia entre personas del mismo género se ha utilizado a menudo «para deslegitimar y desdibujar la lucha» contra la violencia machista. Pero tanto psicólogas especializadas, como la propia Ana Adán o Paula Alcaide, o personas que la han sufrido, coinciden en la necesidad de no ocultarla.
¿Cómo se especializa un psicólogo en terapia LGTBI o antirracista?
«La historia de una persona está determinada por cómo es leída racialmente y hay que tener esto en cuenta para abordar cualquier tema. Si no, en lugar de ayudarla terapéuticamente, se puede infligir mucho dolor», explica la psicóloga dominicana Jeannette Tineo (46 años) a Verne en conversación telefónica desde Madrid. Sin embargo, no existen muchas opciones profesionales para especializarse en la atención a personas racializadas, como tampoco abundan para cuestiones LGTBI.
La psicología LGTBI o psicología afirmativa no cuenta con una formación oficial y universitaria en España, aunque en los últimos años es cada vez más frecuente encontrar cursos especializados en psicología afirmativa en diversidad sexual y de género ofertados por asociaciones o instituciones como el Colegio de Psicólogos de Madrid. «La formación avanza al ritmo que avanza la sociedad, aquí todavía queda mucho por hacer en cuanto al reconocimiento y normalización de la diversidad sexual y de género», apunta Cristina Pineda.
Esta formación suele basarse en las directrices establecidas por la IPsyNet (International Psychology Network for Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender, and Intersex Issues), una red creada por la American Psychological Association (APA, la asociación estadounidense de psicología) de la que Gabriel J. Martín es representante en España. La institución americana fue la primera en impulsar la psicología afirmativa en la década de los setenta del siglo pasado, recomendando a los profesionales de la salud que dejasen de tratar la homosexualidad como una enfermedad, aunque la Organización Mundial de la Salud no la retiraría de su lista de enfermedades mentales hasta casi dos décadas después, en 1990. La transexualidad se mantuvo en esa lista hasta 2018.
La necesidad de abordar el impacto que el racismo ejerce en la salud mental de las personas racializadas también fue planteada en el siglo pasado por teóricos como el psicólogo y filósofo francés antillano Frantz Fanon, conocido también por su divulgación a favor de la liberación nacional de los pueblos coloniales. Su discurso influyó profundamente en las generaciones posteriores de pensadores y activistas antirracistas.
Sin embargo, como argumenta la psicóloga Tineo, «el hecho de que ni siquiera exista un debate social sobre el racismo en España hace que la vía a este tipo de formación se vea como algo prácticamente inimaginable». Para la psicóloga dominicana Yania Concepción (31 años), la psicología académica se basa en estudios y conocimientos únicamente de las personas blancas e ignora otras realidades como las de personas racializadas. Introducir esta especialización en la formación universitaria «conllevaría destapar lo racista que es la propia academia, como lo es la sociedad en general», añade Concepción.
«De momento, especializarse en una psicología antirracista pasa por ser activista y autoformarse: leer a Fanon, Grada Kilomba y tantos otros autores que ofrecen una mirada diferente a la europeísta blanca», recomienda Nvumba. «Y para aquellos profesionales que no sean racializados pero quieran ejercer bajo esta perspectiva, les recomendaría que al principio buscaran la supervisión de un psicólogo que sí lo sea», concluye.
Fuente: https://verne.elpais.com/verne/2020/05/14/articulo/1589438991_464630.html