Por: Adriana Berna
La enseñanza es la base del futuro, pero esta se ve en peligro cuando las emergencias humanitarias toman prioridad, ¿cómo asegurar un ambiente educativo estable en medio de la crisis?
“Cuando un país se ve afectado por un conflicto o un desastre, sus niños y sus jóvenes son víctimas por partida doble. A corto plazo, sus escuelas sufren daños, son destruidas, ocupadas por fuerzas militares o incluso atacadas deliberadamente. Debido a ello, se suman a los millones de jóvenes que no asisten a la escuela y que, a medida que pasan los años, rara vez regresan. A largo plazo, ellos y los países donde viven, seguirán enfrentándose a ciclos perpetuos de pobreza”, señaló Henrietta Fore, mientras se desempeñaba como directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés).
Situaciones de emergencia como la guerra, los desastres naturales causados por el cambio climático y el desplazamiento que también pueden resultar en trabajo infantil, la trata de blancas y matrimonios forzados son las causantes de que millones de niños alrededor del mundo pierdan su derecho a entrar al sistema escolar y sus oportunidades a futuro. De acuerdo con el estudio de Unicef ‘A Future Stolen: Young and out-of-school’, la educación puede hacer o deshacer el futuro de los niños y jóvenes, por lo que es necesario invertir de manera urgente en la seguridad de la enseñanza.
De acuerdo con este mismo reporte, 8,9% de niños en edades de escuela primaria no está yendo a clases, así como el 15,9% de niños con edades de escuela pre-media y el 36,3% de niños en edades de escuela media o bachillerato.
Según las últimas declaraciones del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, en la Conferencia de Alto Nivel sobre Financiación de la Fundación Education Cannot Wait (ECW) de este año, 78 millones de niños alrededor del mundo de edad preescolar hasta secundaria no han ido nunca a la escuela, mientras que 222 millones de infantes presentan carencia de una educación adecuada, ya que no llegan a los estándares mínimos de competencias en lectura o aritmética.
Una responsabilidad con el futuro
La guerra entre Rusia y Ucrania, el conflicto armado más reciente, ha sido el causante del deceso de la escolaridad en lugares como Kiev y otras zonas de Ucrania que han quedado reducidas a escombros.
Desde 2019, Rusia ha bombardeado centros educativos y al sol de hoy los ataques de la potencia europea, así como los cortes de electricidad en medio de las jornadas escolares son ocurrencias comunes tanto para profesores como para alumnos, reporta el periódico estadounidense The New York Times.
La situación entre ambas naciones ha afectado académicamente a los niños que están injustamente involucrados gracias al cierre obligatorio al que tuvieron que recurrir escuelas a lo largo de Kiev en enero de este mismo año. Algunos profesores han tratado de dar clases en línea para no atrasar a sus estudiantes, mientras que otras escuelas se han reincorporado, pero con una matrícula inferior a la usual. Mientras tanto, niños de zonas afectadas por los bombardeos también han sido trasladados a la capital de Ucrania para poder seguir asistiendo a clases.
Aunque no mucho ha cambiado en el currículum de las escuelas, ahora los niños de Ucrania reciben cursos de primeros auxilios entre clases para saber cómo ayudar en caso de un ataque aéreo por parte de los rusos.
En circunstancias como la de Ucrania, niñas se enfrentan a barreras como la violencia de género, la presión de ser las responsables por el cuidado del hogar, la falta de servicios básicos como el agua y saneamiento, y el matrimonio infantil, truncando sus futuros.
Por otro lado, a los niños se les presiona a ser proveedores desde muy jóvenes y se les sobreponen otros estereotipos de género que resultan en el ausentismo escolar. En tiempos de guerra, muchos jóvenes también terminan siendo soldados infantiles, lo que les impide reintegrarse al sistema educativo.
Según los datos proporcionados por la Unicef, menos del 4% de los llamamientos humanitarios que se realizan se dedica a la educación.
Esta realidad no permite que se invierta adecuadamente en una educación de calidad y capaz de brindar seguridad a los niños en países de crisis. De acuerdo con ‘A Future Stolen: Young and out-of-school’, la escuela es una forma de brindarles estabilidad a los infantes, también puede ser una estrategia de afrontamiento para el trauma que les deja la situación que viven actualmente y brindarles las herramientas a futuro para reconstruir sus países una vez el desastre haya terminado.
Iniciativas como Education Cannot Wait (ECW) son cruciales para devolver el derecho de la educación a los niños.
Hasta el momento, ECW ha impactado la vida de 6,8 millones de niños, con un 48% de estos siendo niñas. De estos, un 13% son niños de familias desplazadas, 30% son refugiados y más del 50% son niños afectados por otros tipos de crisis humanitarias de al menos 40 países, de acuerdo con la información del último reporte de la fundación.
Durante la pandemia, ECW también fue capaz de ayudar a 31,2 millones de infantes para retornar a sus estudios, de los cuales más de la mitad fueron niñas, y además de esto donó $45,4 millones a 32 países como respuesta a la covid-19 y las emergencias educativas del aislamiento social.
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