Por: Luz Palomino*
La revolución virtual-digital y la inteligencia artificial (AI) han irrumpido y se han popularizado usando el espectáculo y la farándula como vehículos de difusión, despertando novedosas formas de vivir lo colectivo, con particularidades que no estaban presentes en el reino de lo impreso o la televisión. La era digital, cambió la “caja fija de los canales” por los dispositivos celulares móviles, la trama larga por la brevedad conceptual e interpretativa, elevó dramáticamente la fusión de colores, luces y sonidos en la construcción de narrativas, y simplificó la síntesis discursiva; brevedad y comprensión unidimensional de un contenido, cambiando el horizonte comunicacional.
La interrogante que surge, es si lo virtual-digital convertido en fenómeno narrativo de masas, logrará escapar a la banalidad del espectáculo, para adentrarse en los territorios de conciencia propia de una subjetividad reflexiva, que sea capaz de aproximarse a las desigualdades sociales más allá de imagen exógena, para despertar pensamiento crítico sobre atrocidades como las que ocurren hoy, con el genocidio palestino y la desigual guerra en el medio oriente, la explotación infantil en las minas africanas para extraer los minerales que requieren el brillo de la tecnología de punta, la tragedia de los osos polares ante el calentamiento global, o la denuncia respecto a los millones de seres humanos que hoy no tienen acceso al agua potable ni a la electricidad.
Harvey (2018) señala que la comprensión de la tecnología -y su uso cultural- son esenciales para entender las dinámicas del modo de producción y acumulación capitalista en cada momento histórico. Pero esto no esconde ni impide las resistencias, los intersticios en los cuales la palabra, el sonido, la imagen, la estética y las representaciones abren fisuras por donde dejar fluir otras formas alternativas, utópicas, contrahegemónicas de entender y situarse en el mundo. Esto lo vemos en la narrativa venezolana en sus distintos momentos, unas veces como novela, otras como cuento, otras como historias de vida, otras como cotidianidad que confronta.
En este sentido, en siglo XX en Venezuela la novela como género literario se tornó contestaría de la pluma del socialdemócrata Rómulo Gallegos y el comunista Otero Silva, ahora se mostraba en las telenovelas con una crítica creativa que conectaba con el pueblo, y mostraba que la televisión también puede ser un espacio para resistir (Giroux, 1988). Ya para finales del siglo XX la telenovela venezolana se convirtió en una mercancía de exportación que promovía la imagen de una Venezuela saudita y de progreso material permanente.
Sin embargo, la crisis económica generada por los precios del petróleo de comienzos de los ochenta, el desembarco de la globalización neoliberal, dieron inicio a lo que Bonilla-Molina (2024) denomina como el gran periodo de crisis en Venezuela (1983-2024), aún no resuelto.
Precisamente en febrero de 1992 comienza a desarrollarse el internet en Venezuela. Poco a poco el tejido digital se va extendiendo del centro al oriente, occidente y sur del país. La idea de atomización y fragmentación social fue decantando en la necesidad de pertenecer a alguna tribu digital, con la cual compartir intereses, gustos e identidades. Fue el momento de la llegada de las redes sociales al país con Myspace (2000).
Actualmente, las redes sociales más usadas en Venezuela son WhatsApp (79,3% población), Facebook (43,8%), Instagram (33,4%), YouTube (25,9%), TikTok (22.1%) y X (5%), es decir por lo menos el 80% de la población tiene acceso a una red social. Esta realidad impacta en todos los ámbitos, especialmente en el político, social, económico y cultural.
En lo político, vimos como en las elecciones presidenciales de 2024 el gran difusor de contenidos fueron las redes sociales; la batalla electoral se libró más en las redes sociales que en las propias calles. Una vez concluidos los comicios y, a partir de las dudas surgidas por la precaria publicación de los resultados desagredados por mesa y centro de votación, el propio presidente de la República Nicolás Maduro culpó de toda la campaña de denuncias a las redes sociales, instando a sus seguidores a desinstalar WhatsApp, bloqueando X de Elon Musk, cuestionando el bloqueo que le hizo tik tok por el carácter de sus contenidos.
Con la llegada de ChatGPT (2022), Wall-e (2021) para elaborar imágenes y SORA (2024) de OpenAI para la edición de videos, además de toda la batería de IA para elaborar contenidos audiovisuales estamos entrando en una era en la cual “el verbo crea” y el ser humano dispone de una limitada capacidad de acción. Sin embargo, las imágenes y videos que se producen por esta vía, así como las narrativas parecieran ser producidas sin los giros y calidez humana, correctos pero carentes de la emocionalidad subjetiva de la creación humana. Esto está generando un sentimiento de vuelta a lo físico, a las imágenes concretas, a los diálogos cara a cara.
Rompiendo el mito de los adultos como próximos a los libros impresos y los más chicos apegados a lo digital, es más, se está dando un fenómeno que aquellos libros que son leídos en digital e impactan por su contenido, luego son comprados en físico, en libro impreso. Es como si lo físico fuera una nueva identidad ante la vorágine de lo digital.
Lo impreso parecía una muerte anunciada y, sin embargo, las estadísticas muestran, curiosamente, un aumento del papel gráfico, el destinado a la prensa, la impresión y libros, que aumenta respecto a 2021 un 11%. Estudios sobre el tema afirman que la forma de consumir cambió radicalmente en 2020 durante el confinamiento.
Los medios audiovisuales no son simple tecnología, o espacio para el desarrollo de técnicas de comunicación. Son un espacio en disputa entre dos formas de entender el mundo, la vida y la convivencia. Una que se relaciona con el otro y la otra como parte de una unidad indisoluble que es la humanidad, para lo cual la crítica transformadora y el pensamiento crítico son fundamentales. La otra que entiende a la tecnología como supremacía, como régimen de verdad (Sadin, 2020), que entiende el encuentro como circunstancial y efímero. Son dos formas de entender y relacionarse con la producción audiovisual, que en ningún caso son neutras. En Venezuela esta disputa ocurre en medio de una terrible situación material de vida de la población y de limitaciones para el ejercicio de la libertad, más allá de la dicotomía entre democracia y autoritarismo, encarnadas por dos facciones en disputa, que usan los medios para esconder sus reales intenciones de control y poder.
*Luz Dary Palomino Mayorga Licenciada en comunicación social. Esp. En Gerencia de los procesos educativos y en políticas públicas del cuidado. Maestrante en asesoramiento y desarrollo humano, y estudiante de la maestría en comunicación digital audiovisual. Profesora universitaria y directora del Centro internacional de investigación Otras Voces en Educación.
Lista de Referencias
Acosta C. (2007). Venezuela es una telenovela. Venezuela: Melvin
Sadin, Eric (2020). La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Primera edición editorial caja negra.
Franco Berardi (2019). Futurabilidad: La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad. Caja negra.
Giroux, H (1988) Las resistencias y la reproducción, Ediciones siglo XXI. México
Tiempos de tormentas para una comunicación audiovisual crítica