TikTok y la formación política de los jóvenes: ¿educación o entretenimiento?

Maykel Navas 

En los últimos años, TikTok ha emergido como una de las plataformas digitales más influyentes entre la juventud latinoamericana. Con su formato de videos cortos, dinámicos y altamente personalizables, ha captado la atención de millones de usuarios, convirtiéndose en un espacio donde se mezclan el humor, la creatividad y, cada vez más, la política.

En Venezuela, como en otros países de la región, TikTok se ha convertido en un foro informal de debate. La juventud venezolana utiliza la plataforma para expresar frustraciones ante la crisis económica, la migración, la censura y la falta de oportunidades. A través de denuncias ciudadanas sobre servicios públicos, parodias del discurso oficial, y reacciones a eventos electorales, se generan conversaciones públicas y presión social.

Este modelo de comunicación política informal contrasta fuertemente con los medios tradicionales. La exposición al contenido político, en la referida red social, no requiere de una búsqueda intencionada, ya que los discursos aparecen integrados en tendencias, formatos humorísticos o análisis breves.

Este fenómeno plantea un dilema crucial: ¿puede TikTok considerarse una herramienta válida para la formación política de los jóvenes, o se limita a ser un canal de entretenimiento superficial? La respuesta exige una mirada crítica sobre cómo se construye el discurso político en entornos digitales y qué implicaciones tiene para la ciudadanía juvenil.

Comparativa regional: distintas visiones

Esta integración política/entretenimiento ha demostrado ser eficaz para captar la atención juvenil. Un estudio realizado en Guayaquil, Ecuador, con adolescentes tardíos (18-25 años) reveló que una proporción considerable de participantes reconoció a TikTok como un canal adecuado para la comunicación política (60% de los encuestados). Además, el 65% de esos jóvenes afirmó haber desarrollado un mayor interés en temáticas políticas luego de ver videos en la plataforma.

Expertos en comunicación digital señalan que “el contenido que más conecta con los jóvenes es aquel que humaniza al político o presenta los problemas sociales de forma cotidiana y cercana». En este sentido, la plataforma modifica la percepción tradicional de los candidatos al humanizarlos mediante formatos lúdicos y accesibles.

Aunque los adolescentes tardíos en Ecuador mostraron un incremento en su interés político, la confiabilidad percibida en la información política fue baja (solo el 15% la consideró confiable). Esto implica que la red actúa más como un detonador emocional que como un canal de opiniones fundamentadas. Los usuarios a menudo necesitan contrastar el contenido político con otras fuentes o medios tradicionales para asumirlo como veraz.

En la búsqueda del «voto joven», los actores políticos a menudo cometen errores estratégicos al intentar replicar forzadamente el lenguaje juvenil, lo que genera un alto nivel de «cringe» (vergüenza ajena).

En el caso de Argentina, por ejemplo, la adaptación de políticos mayores al formato de challenge o coreografía es percibida como artificial y contraproducente. Esto sucede porque existe una subestimación de ese público joven. Los jóvenes no quieren ver al político haciendo una «pavada» (tontería); quieren información relevante.

Influencers y la construcción de vínculos parasociales

En el ecosistema venezolano, influencers y creadores humorísticos contribuyen a la formación política de maneras distintas. Los videos que muestran espontaneidad o un lenguaje informal son percibidos como más auténticos que aquellos con producción profesional.

Esta percepción de autenticidad se ve reforzada por los vínculos emocionales unidireccionales que los jóvenes desarrollan con estos creadores, fenómeno conocido como “relación parasocial”. Estos creadores, a menudo independientes de partidos, funcionan como auténticos referentes ideológicos para su audiencia[1].

La adhesión ideológica que se consolida en TikTok se basa más en el vínculo y la confianza construida que en el razonamiento estructurado o el contenido argumentativo. El creador no solo informa; acompaña, interpreta y valida.

Algunos influencers han ganado notoriedad por abordar temas políticos con seriedad, mientras que otros lo hacen desde la sátira. Ambos tipos de creadores contribuyen a la formación política, pero de maneras distintas. ¿Quién educa más? Depende del contenido, la intención y la capacidad del espectador para decodificar el mensaje.

El algoritmo como curador de contenido ideológico

El algoritmo de TikTok prioriza contenido que genera interacción, lo que favorece discursos emocionales, polarizados o humorísticos. Esto plantea preguntas sobre qué tipo de ideologías se viralizan, si son, en efecto, las más informadas o, por el contrario, las más provocadoras El riesgo es que el algoritmo actúe como filtro ideológico, reforzando burbujas de pensamiento y limitando la diversidad de perspectivas.

Ejemplos recientes incluyen denuncias ciudadanas sobre servicios públicos, parodias del discurso oficial, y reacciones a eventos electorales. En algunos casos, estos videos han alcanzado millones de visualizaciones, generando conversación pública y presión social.

No obstante, el entretenimiento puede ser educativo, especialmente cuando el contenido humorístico incorpora crítica política. La sátira puede ser una herramienta poderosa para cuestionar el poder, visibilizar injusticias y fomentar el pensamiento crítico. Sin embargo, su efectividad depende de la capacidad del espectador para distinguir entre burla y análisis.

Aunque TikTok no garantiza pensamiento crítico, puede estimularlo si se combina con educación formal, alfabetización mediática y espacios de reflexión. El reto está en enseñar a los jóvenes a evaluar fuentes, contrastar opiniones y construir argumentos propios.

La clave no reside en censurar la plataforma, sino en educar sobre su uso. Brindar las herramientas para que se desarrollen las habilidades críticas necesarias para discernir entre información legítima y contenidos manipulados. Esto permitirá que la capacidad de la red social para generar interés e involucramiento cívico no se traduzca en una ciudadanía superficial, manipulable o apática. Promover la alfabetización digital y la responsabilidad comunicativa es esencial para que la plataforma contribuya a la formación política y no solo al consumo pasivo de contenido.

En conclusión, es indispensable recurrir a una perspectiva que sitúe el fenómeno no solo en el entorno digital, sino en el contexto histórico de la comunicación. Lo que estamos presenciando con TikTok en Venezuela, y globalmente, no debe entenderse como un simple capricho tecnológico o una moda pasajera. Es, en esencia, el reflejo de una transición más profunda en la forma en que los jóvenes se informan, interactúan y construyen su visión del mundo.

El impacto de TikTok es el resultado de una transformación en el panorama mediático que nos aleja del modelo tradicional. Hemos pasado de un modelo de medios centralizados (como la televisión y la prensa) que tradicionalmente estructuraban el debate político, hacia un entorno digital inherentemente fragmentado y personalizado. Este fenómeno intensifica la forma en que los jóvenes consumen información, donde la exposición al contenido político ya no requiere de una búsqueda intencionada, sino que aparece integrado en formatos humorísticos o tendencias.

En este sentido, la plataforma no solo redefine las estrategias de campaña, sino que altera la propia construcción de la opinión pública, segmentando los discursos en microgrupos cerrados y ajustados a la experiencia individual de cada usuario. Por ello, es crucial comprender que lo que observamos hoy en TikTok –con sus challenges políticos, sus burbujas de afinidad algorítmica y sus influencers funcionando como auténticos referentes ideológicos— es ya parte de nuestra historia en tiempo real, un campo de estudio necesario para entender la dinámica de la ciudadanía digital.


[1] Universidad Simón Bolívar, Relaciones parasociales: apreciaciones de jóvenes VS adultos. Barranquilla: Editorial Unisimon, 2022

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