Los censores uruguayos de Eduardo Galeano

El Confidencial/ 13 de abril de 2016/ Por: El Confidente

A un año de su partida…

El escritor y tótem de la izquierda latinoamericana dejó abundantes y
sabrosas pistas sobre su vida en su obra póstuma, ‘El cazador de
historias’, que hoy se presenta en Madrid.

En la primavera de 2014, apenas un año antes de morir, el escritor
uruguayo, Eduardo Galeano soltó la bomba. Confesó entonces, para decepción de su legión de admiradores, que
cuando escribió su gran ‘bestseller’, esa Biblia del izquierdismo posmoderno que es «Las venas abiertas de América Latina», no tenía la formación suficiente para hacerlo. Aún más, la obra hoy le
parecía «un coñazo»: “No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado.
Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico
no aguantaría. Sería «ingresado en el hospital”.

Hoy se presenta en Madrid la obra póstuma del autor y tótem de la
izquierda latinoamericana -y española- que, con el título de «El cazador
de historias» (Siglo XXI, 2016), ofrece sabrosas pistas sobre su vida.

Por ejemplo. Galeano relata que, cuando fue publicada en 1970, «Las venas
abiertas de América Latina» fue inmediatamente prohibida en todas las
entonces pujantes dictaduras del continente… menos en la suya natal,
Uruguay. ¿Razón? Parece ser que los censores uruguayos eran aún más
estúpidos que la media del gremio y creyeron que estaban frente a un
tratado de anatomía, «y los libros de medicina no estaban prohibidos; poco
duró el error», concluye.

Por cierto que Galeano admite que, sin la censura, probablemente su
libro, una historia de la explotación económica y política de
Latinoamérica, no habría logrado el estatus de ‘bestseller’: «La verdad es
que de ahí le viene el prestigio, porque hasta entonces no había vendido
ejemplares, ni la familia lo compraba». Qué cosas. Más de tres décadas
después, «Las venas» fue el título que Hugo Chávez decidió regalarle a
Barack Obama en la Cumbre de las Américas de 2009. No es la única
confesión. En las páginas finales del libro, Galeano admite haberse
inventado citas de «Marx». «La frase es suya, pero se olvidó de
escribirla», argumenta.

Otras confesiones del libro le sirven a Galeano para escenificar ese poder
mágico de las historias que tanto le obsesionó. Como cuando los
secuestradores del diputado mexicano Víctor Quintana suspendieron la paliza
que le estaban dando para enzarzarse en una discusión futbolera.
Entonces, el diputado, «más muerto que vivo», les interrumpió para
contarles historias de uno de los libros que Galeano dedicó a su otra gran
pasión, titulado «El fútbol a sol y sombra». «Las horas y las historias fueron
pasando. Y por fin los asesinos lo abandonaron, atado y aporreado, pero
vivo. Le djieron: *Nos caíste bien*, y se marcharon con sus balas a otra
parte».

No todos estos despieces de la vida de Galeano son felices. En 2009, un
jugador de fútbol admirador suyo le llamó porque «tenía algo para darme».
Se trataba de una vieja edición de ‘Las venas’ *atravesada por un balazo*.
Un capitán del ejército de El Salvador lo había encontrado en la mochila de
un guerrillero muerto en la batalla de Chalatenango, en 1984. No había nada
más en la mochila. «Es lo único que queda de aquel muchacho sin nombre.
Este libro fusilado es su cuerpo».

Fuente:
blogs.elconfidencial.com/espana/el-confidente/2016-04-13/los-estupidos-censores-uruguayos-de-eduardo-galeano_1182734

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