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Día de las mujeres: acciones, no felicitaciones ni más leyes

Blanca Heredia

Llega nuevamente el 8 de marzo y, con ello, un alud de publicaciones y pronunciamientos que nos celebran con mucho ruido, tinta y aplausos a las mujeres. Profusas y adornadas felicitaciones por el Día Internacional de la Mujer, mientras se sigue matando, desapareciendo y violentando cotidianamente a las mujeres en México, sin que pase nada.

La distancia entre las palabras y los hechos se ha vuelto en nuestro país cada vez más abismal e insoportable. Lo mismo ocurre, con consecuencias crecientemente desastrosas, en lo que hace a la distancia entre las leyes y la realidad. Marcos jurídicos y reglas de diversa índole, progresivamente más sofisticadas y de ‘avanzada’, para combatir la violencia contra las mujeres en un país con un aparato de justicia carente de las capacidades mínimas indispensables para hacer efectivos los derechos más elementales.

Más leyes, más reglamentos, más protocolos claman al unísono, como pretendida solución al aumento imparable de la violencia en contra las mujeres, las voces bien intencionadas de expertos y activistas. Más y mayores penas para los perpetradores de esas violencias, claman igualmente numerosas y bien intencionadas conciencias.

¿Sirve de algo, ha servido de algo, todo ese furor legislativo? ¿Ha disminuido, como resultado de ello, la discriminación y el abuso de poder en contra de las mujeres en los centros de trabajo? ¿Ha bajado el número y frecuencia de mujeres vejadas en la vía pública? ¿Se ha reducido la violencia doméstica que experimentan las mujeres mexicanas? ¿Ha disminuido el asesinato de mujeres por el hecho de serlo? ¿Ha aumentado la capacidad de las mujeres para exigir el cumplimiento de sus derechos? ¿Disfrutamos hoy las mujeres en México de mayor tranquilidad y seguridad?

Los datos disponibles no lo indican así. Lejos de mejorar, las cosas parecen estar empeorando. En el camino, y por si fuera poco, sigue erosionándose a velocidades vertiginosas la legitimidad de todas las normas y se multiplican las ocasiones para que, desde el poder político, pueda usarse el incumplimiento de leyes difícilmente ejecutables para todos como recurso para someter a los opositores o los inconformes.

En el proceso electoral en curso las propuestas sustantivas de acciones de gobierno tenderán al poco peso en general, sobre todo si se refieren a temas distintos a la corrupción y la seguridad. A los asuntos de la equidad de género y la violencia contra las mujeres no parece muy probable que los candidatos a la presidencia de la República vayan a dedicarle mucho tiempo, atención o recursos. Al respecto y si acaso, algún maquinazo de sus equipos de asesores, algunos gestos simbólicos, colecciones de frases trilladas y de promesas huecas.

Más que pedirles propuestas muy elaboradas y, desde luego, lejos de pedirles más leyes, normas y penas más severas, lo que habría que demandar de los candidatos son tres cosas concretas. Primero, posicionamiento público sobre feminicidios y desapariciones forzadas de las mujeres en el país y grandes líneas de acción (distintas a más leyes) que emprenderían para combatirlos en caso de resultar electos. Segundo, cargos de responsabilidad (no sólo de adorno o de relleno) en sus equipos de campaña y en sus propuestas de equipo de gobierno para mujeres competentes y dispuestas a dar la batalla a favor de la seguridad, el bienestar y el desarrollo de todas las mujeres. Tercero, mecanismos institucionales específicos para hacer posible el ejercicio de derechos básicos de las mujeres. Entre otros, una reforma a fondo del Instituto Nacional de la Mujeres que lo dote de las capacidades y recursos indispensables para poder actuar como voz y responsables del tema dentro de la administración pública federal, que pudiesen incluir el ofrecer asesoría legal y abogados a las mujeres que lo requieran.

Fuente del articulo:http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/blanca-heredia/dia-de-las-mujeres-acciones-no-felicitaciones-ni-mas-leyes

Fuente de la imagen:https://www.google.co.ve/search?q=dia+de+la+mujer&source

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Asignatura pendiente: aprendizajes básicos

Por: Blanca Heredia

Un estudio independiente y riguroso sobre aprendizajes básicos en lectura empleó la siguiente pregunta (nivel segundo de primaria) para evaluar la comprensión lectora en una muestra de niños/jóvenes entre cinco y 16 años en Puebla, Quintana Roo, Veracruz y Yucatán, entre 2014 y 2016.

Juanito siempre estaba serio. Nada podía ocurrir a su alrededor que le arrancara una sonrisa siquiera. Aunque mirara payasos muy graciosos que contaban chistes, hacían actos de magia y hacían bromas muy divertidas, nada, el niño seguía muy serio. Un día temprano, despertó a su mamá diciendo: ¡Ya me salieron mis nuevos dientes! Desde ese día, Juanito es el niño más sonriente que conozco. Pregunta: ¿Por qué no quería reír Juanito?

Poco más de la mitad de los estudiantes de cuarto de primaria evaluados no pudo resolver correctamente esta pregunta. Lo mismo ocurrió con 17 por ciento de los alumnos de tercero de secundaria, así como con 13 por ciento de los jóvenes nivel bachillerato.

Ese mismo estudio utilizó dos divisiones simples (por ejemplo: 225/5) para evaluar si los niños/jóvenes sabían hacer divisiones nivel de cuarto de primaria. Los resultados que arrojó la medición fueron los siguientes: poco más de la mitad de los alumnos de quinto de primaria no pudo resolver correctamente la pregunta. En igual situación se ubicaron tres de cada diez jóvenes nivel de tercero de secundaria y dos de cada diez de nivel bachillerato.

Para valorar la capacidad para resolver un problema aritmético expresado en palabras, igualmente nivel cuarto de primaria, el estudio empleó la siguiente pregunta:

Sofía compró dulces para sus 15 alumnos y a cada uno de ellos le dio 1 chocolate, 2 chicles y 1 paleta. Si los chocolates cuestan 7.00 pesos, las paletas 2.00 pesos y los chicles 6.00 pesos. Pregunta: ¿Cuánto gastó por todos los dulces que compró?

Estos fueron los resultados: 87 por ciento de los niños nivel quinto de primaria no pudieron contestar correctamente el ejercicio. Tampoco lo consiguieron 58 por ciento de los jóvenes de tercero de secundaria y 45 por ciento de los jóvenes de bachillerato evaluados.

El estudio Medición Independiente de Aprendizajes (MIA) del CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social) y la Universidad Veracruzana, coordinado por Felipe Hevia, es parte de un movimiento internacional de evaluaciones educativas independientes y rigurosas realizada por ciudadanos, que surgió en India. Dicho estudio no es el primero en alertarnos sobre nuestras muy serias carencias en calidad educativa. Lo que lo distingue es que pone el lente justo donde se ubican algunos de nuestros problemas más graves y apremiantes en la materia. En específico: en aprendizajes básicos en lectura y aritmética.

Está bien y es importante ser ambiciosos y exigentes en lo que le pedimos al sistema educativo mexicano. Muy bien aspirar a colocar la educación nacional en posición de afrontar los retos que vivirán sus egresados en el siglo XXI.

Resulta, sin embargo, de elemental honradez y sentido común reconocer que sin habilidades de comprensión lectora aritmética mínimas no habrá progreso educativo posible. No lo habrá, pues una proporción excesivamente alta del estudiantado y de la población toda carece de los saberes y destrezas indispensables para poder aprender cosas progresivamente más complejas. En esas condiciones, promesas educativas muy ambiciosas se parecen a ofrecerle a alguien que no sabe caminar la posibilidad de ganar una competencia de salto de altura.

No se trata ni estoy argumentando aquí a favor de concentrarnos única y exclusivamente en lectura y matemáticas. Lo que sí es urgente es darle la más alta prioridad en la acción y el debate educativo a la pregunta en torno a cómo asegurar que las escuelas mexicanas les ofrezcan capacidades habilitantes mínimas a todos los estudiantes del país.

Para entrarle en serio a ese problema no bastan pretendidas balas de plata tipo el aumento en el gasto educativo o la evaluación docente. El asunto es peculiarmente complejo y requerirá voluntad política, conocimiento sólido e involucramiento social amplio y sostenido. Dado que, sin esos tres ingredientes, seguiremos donde estamos, resultaría muy importante que los candidatos presidenciales nos dijeran qué piensan sobre esto y qué piensan hacer al respecto.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-tejido-institucional-de-la-escuela-problematicas-y-algunas-propuestas-de-mejora/

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México, una experiencia no compartida

Blanca Heredia

¿Qué experiencias concretas compartimos los mexicanos en la actualidad? ¿El México que vive una estudiante de la Universidad Anáhuac de la capital del país, tiene algo que ver con el que experimenta diariamente una joven de la misma edad en Tláhuac? ¿Qué tienen en común la experiencia del país que le toca navegar todos los días a un hombre mayor de clase trabajadora en Chiapas, con la que vive un hombre, también de edad avanzada, en un barrio de altos ingresos de Tapachula? ¿Se parece en algo la vida de un niño de primaria que estudia en el colegio Americano de Monterrey con la de un niño chiapaneco que asiste a una escuela Conafe?

A juzgar por el aumento en la desigualdad (muy especialmente entre los minúsculos sectores de altísimos ingresos y el resto de la población) de México, entendido como experiencia compartida en los hechos, debe quedar más bien poco. Seguramente y aunque vivido con intensidad y cercanía diferente, nos vincula (por desgracia, cada vez más) el espanto común frente a la inseguridad creciente. También el enojo frente a la corrupción rampante y progresivamente más visible. Nos sigue vinculando asimismo el alto aprecio por la familia, así como el gusto por los afectos intensos y cercanos. Eso nos queda del México en común, poco más, poco menos.

Con niveles de desigualdad objetiva y subjetiva tan gigantescos, cabe preguntarse sobre de cuál México hablarán nuestros políticos en general y, muy particularmente, aquellos que aspiran a colocarse sobre el pecho la banda presidencial en diciembre de este año. ¿En cuál México, vivido y conocido efectivamente, estarán pensando?

Las fuentes de nuestra desigualdad abismal son diversas y de larga data. Destacan, entre otras, la brutal concentración de la riqueza, las escasas oportunidades de movilidad social a través del esfuerzo, el trabajo y el mérito, y, muy especialmente, un aparato de ‘justicia’ que pareciera diseñado no para igualar la cancha, sino para perpetuar las enormes distancias que nos separan. Distancias producto, con excesiva frecuencia, de azares del destino (en qué lugar de la pirámide mexicana te tocó nacer), y de la posibilidad de acceder o no a cercanías provechosas con los que detentan el poder político, mismos que de una y mil maneras organizan y gestionan (llevándose para sí y los suyos una tajada variable de beneficios) la desigualdad imperante.

Contribuyen, en lo cotidiano, a configurar experiencias de vida radicalmente disímiles entre los mexicanos en general y entre el grueso de la población y sus élites, tanto económicas como políticas; además de las mencionadas, la escasez de ocasiones para experimentar lo ‘público’ (en principio y a cuenta de los impuestos de todos, aquello que es o debiera ser común) de forma mínimamente comparable. Me refiero a los espacios públicos (calles, parques y demás), pero también y en especial a los servicios públicos.

¿Cuándo fue la última vez –si acaso alguna– que nuestros candidatos presidenciales hayan hecho una cola en el ISSSTE, en el IMSS o en cualquier oficina pública? ¿Habrán tenido que tronarse los dedos alguna vez para pagar una cuota para que su hijo/a pudiera tomar un examen en su escuela pública? ¿Cuál de ellos habrá padecido la falta de agua en su colonia, la angustia de una hija teniendo que caminar sola todas las tardes o noches a la escuela/trabajo en un barrio difícil, o a la impotencia completa de enfrentarse a la ‘justicia’ en el caso de un abuso por parte de la policía?

Si bien no lo resolvería todo, ayudaría mucho tener gobernantes para quienes los servicios públicos no fuesen algo que padecen otros, sino una experiencia cotidiana que los conectase con la que la vive la inmensa mayoría del país. Por ejemplo, ¿no tendría la política educativa mejores resultados si la escuela de los hijos o nietos de nuestros gobernantes fuese la escuela pública?

Para creerles alguna cosa de las muchas que nos prometen, sería muy útil también saber qué tanto nuestros candidatos presidenciales estarían dispuestos a depositar del cuidado de su seguridad y su salud y la de sus familias, por ejemplo, en manos del gobierno que aspiran a encabezar. Muy útil, pues no es lo mismo gobernar una casa efectivamente compartida (en la que todos usan, por ejemplo, el mismo baño) que una en la que los gobernantes viven en una casa y el resto del país en otra.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/mexico-una-experiencia-no-compartida-5.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/07/20/578f138b3c38f

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Muchas pruebas educativas… pocas nueces

Blanca Heredia

Durante este 2018 habrán de aplicarse muchas evaluaciones del aprendizaje de los alumnos mexicanos. Se aplicarán, en concreto, siete pruebas distintas para conocer qué tanto saben y pueden hacer con ello nuestros estudiantes de educación básica, en especial en lenguaje y matemáticas.

De esas siete evaluaciones, cinco son diferentes versiones de la prueba Planea (la que sustituyó a la prueba ENLACE) aplicadas a diversos subconjuntos de alumnos de educación básica. Otra será una evaluación piloto (Estudio Regional Comparativo y Explicativo, ERCE) del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación de la UNESCO para alumnos de primaria (48 planteles, en tres entidades federativas). Y finalmente, este año también se aplicará la prueba PISA a una muestra de estudiantes de 15 años, como cada tres años.

Cabe señalar que, de todas estas pruebas, sólo una (la Evaluación Diagnóstica Censal) se aplicará a todos los estudiantes de un determinado ciclo/grado (en este caso alumnos de cuarto de primaria). Conviene apuntar, con todo, que la aplicación de este examen estará a cargo de los propios docentes y no de evaluadores externos, y que sus resultados no serán públicos (son para uso exclusivo de las propias comunidades escolares). Las seis pruebas restantes serán administradas a distintas muestras de estudiantes y/o de escuelas de preescolar, primaria y secundaria.

Adicionalmente a estas siete evaluaciones de logro en la escuela, el INEE y la SEP llevarán a cabo otros siete ejercicios de evaluación durante 2018. Estos incluyen el estudio TALIS de la OECD (encuesta a maestros y directores de secundarias), así como un conjunto de trabajos indagatorios sobre la cultura de la evaluación en escuelas primaria, así como sobre la oferta educativa en planteles tanto de primaria como de secundaria.

Por evaluaciones educativas, claramente, no paramos. Hacemos muchas, de muchos tipos y las hacemos con alegre frecuencia. El problema es que, a pesar de invertir una considerable cantidad de tiempo, y de recursos humanos y financieros en ello, cada vez resulta más difícil saber (especial y específicamente en el caso de las pruebas nacionales de logro) qué nos dicen, por no hablar de para qué sirven.

La prueba ENLACE tenía deficiencias, mismas que se fueron agudizando con el tiempo. Durante los años en los que se aplicó (2006 a 2013 en el caso de educación primaria y secundaria), al menos teníamos resultados más o menos comparables año con año para todos los alumnos. Con la suspensión de ENLACE y su sustitución por Planea dejamos de tener resultados para el universo completo de estudiantes y, sobre todo, perdimos comparabilidad temporal hacia atrás (se pueden comparar los resultados de ENLACE y Planea, pero hay que ser superexperto en evaluación educativa para hacerlo). Por otra parte, y dado que Planea tiene distintas modalidades (muestreo por escuela o por alumnos), se aplica a diferentes grados escolares en diferentes años y, además, su esquema y calendario de aplicación ha cambiado (el original anunciado en 2015 y luego modificado en 2017), con lo que perdimos también datos anuales y, en especial, información clara, asequible y usable sobre la evolución del nivel de logro de los estudiantes matriculados al final de los distintos ciclos escolares hacia adelante.

De todo esto, dos resultados claros. Primero, un panorama crecientemente confuso en términos de medición nacional de aprendizajes para aquellos que carecen de expertise técnico en evaluación educativa, en parte como resultado de decisiones técnicas cuidadosas, pero también de decisiones políticas orientadas a tranquilizar a distintos grupos (en especial al magisterio organizado). Segundo, y de acuerdo con los datos rigurosos y comparables a lo largo del tiempo disponibles (fundamentalmente, los de PISA), hay pocas o nulas ganancias en aprendizajes efectivos a pesar de toda la febril actividad evaluatoria de carácter público de las instancias nacionales responsables (INEE y SEP) a lo largo de casi 20 años.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/muchas-pruebas-educativas-pocas-nueces.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/12/07/5848b0367b180.j

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La educación y el final del sexenio

Por: Blanca Heredia

La prioridad concedida a transformar la educación nacional marcó el inicio de la administración Peña Nieto. En el derrotero de ese cambio, el gobierno en turno se juega parte importante de cómo se escribirá su legado y su historia. 

Durante 5 años, las autoridades educativas, el magisterio organizado, los directivos y los docentes han desplegado un sinfín de acciones en torno al proyecto a favor de una educación de calidad con equidad. Pocas veces antes, la educación había ocupado un lugar tan relevante y visible en la agenda gubernamental y en el debate público.

Mucho del trabajo de las autoridades ha sido técnico, una parte muy grande ha sido político. Para impulsar el cambio, resultó indispensable administrar enormes y variadas resistencias, ofrecer incentivos para la cooperación, generar alianzas. Había y hubo así que echar mano de la política y esta se empleó con creces –a ratos mejor, a ratos peor– para sacar adelante la reforma.

A la fecha, se registran avances significativos. Destacan entre ellos, la alta prioridad concedida al tema educativo en la agenda gubernamental y el tránsito hacia un sistema basado en reglas claras para el acceso, promoción y permanencia en cargos docentes. El nuevo sistema dista mucho de ser perfecto (en particular, en materia de evaluación del desempeño). Con todo, la instalación de criterios transparentes y parejos orientados a distinguir entre los que cuentan o no con la capacidad para ocuparse de las tareas educativas, ofrece un mejor método para seleccionar a personas interesadas en realizar esas tareas que el viejo entramado clientelar y discrecional que tendía a premiar la disciplina y la lealtad sindical por sobre la capacidad docente.

Otro avance importante ha sido la formulación de un nuevo mapa para la educación nacional. El “nuevo modelo educativo” explicita el destino buscado (ciudadanos libres y creativos), renueva contenidos y métodos pedagógicos, y especifica otros apoyos y condiciones requeridos para alcanzar las finalidades propuestas. En lo estrictamente educativo, el nuevo modelo plantea novedades valiosas: énfasis en aprendizajes clave en sustitución del viejo esquema enciclopédico, involucramiento activo de los alumnos en sus aprendizajes, e incorporación de un espacio para que las propias escuelas decidan parte de sus contenidos curriculares.

No queda tiempo para que el gobierno intente aterrizar la reforma educativa en todas las aulas del país. Mal haría, por otra parte, en enfocarse en el cumplimiento proforma de la ruta de implementación y en diluir el cambio para intentar captar el voto de los maestros. Para afianzar el impulso transformador y evitar que se disipe, haría falta un empujón final. Uno capaz de inspirar y, simultáneamente, ofrecer a sus operadores en tierra herramientas concretas para el aterrizaje del cambio.

Resultaría vital, en primerísimo término, comunicar mejor el porqué de la reforma a los maestros en un lenguaje que los interpele de forma directa, así como dotar a docentes y directivos de guías y ejemplos concretos sobre lo que se espera de ellos (nuevas rutinas para la gestión; ejemplos vivos de una buena sesión de clase; tipos de evaluaciones que más contribuyen al aprendizaje, saberes; actitudes y habilidades específicos con los que se aspira egresen de los diversos ciclos de la educación obligatoria los estudiantes). Sería deseable, asimismo, buscar conformar una masa crítica de docentes, autoridades locales y líderes sociales diversos interesados en impulsar una educación relevante y significativa. Un cambio tan amplio y complejo, mismo que tomará varios años y muchísimas voluntades requiere apóstoles y consensos que atraviesen clases, regiones, sectores y preferencias electorales. Para formar un grupo así, se requerirá un relato fuerte y conciso capaz de mover emociones, así como invertir tiempo e inteligencia en su conformación.

Al gobierno de Enrique Peña Nieto le queda muy poco tiempo. Ojalá que, en materia educativa, no quede todo en libros blancos confeccionados a toda velocidad, en concesiones que vulneren lo alcanzado y/o en estratagemas puramente electoreros.

Fuente del Artículo:

La educación y el final del sexenio

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¿Y si pensamos en lo posible?

Blanca Heredia

En términos de pensar un mejor país, concentrarse en lo ideal suele ganarle la partida a enfocarse en lo posible. Se entiende. Lo ideal es más bonito que lo posible.

Sin demérito alguno a la búsqueda de lo más exigente y perfecto como motor de cambio, hay que decir que éste ofrece, frente al posibilismo, ventajas adicionales. Permite, entre otras cosas, evitar tener que lidiar, negociar y ensuciarse con el mugroso mundo real. Con ese mundo nuestro de todos los días en el que un número minúsculo de empresas y empresarios dominan la mayor parte de la economía, y hacen y deshacen a su antojo porque tienen los dineros y los conectes para defender y avanzar sus intereses en todos los niveles y ramas del gobierno. Con esa realidad cotidiana en la que las fronteras entre el crimen organizado (el hijo sicario) y el no crimen (la mamá que trabaja de cajera en Walmart) son cada vez más porosas y fluidas. Con ese orden político y social precario en el que conviven los líderes sindicales que organizan la obediencia de los pocos integrantes de las clases trabajadores formales que quedan a cambio de cuantiosos privilegios, las organizaciones criminales que controlan porciones crecientes del territorio del país y producen formidables cantidades de cash que sirven para aceitar los engranes de una economía que crece poco y excluye a las mayorías, y los operadores de las vastas redes clientelares que le dan gobernabilidad al país en la práctica y movilizan apoyos y votos para los políticos interesados en permanecer o acceder a los resortes y las palancas del gobierno.

¿Es presentable todo esto en público? ¿Es bonito? ¿Dan ganas de ocuparse de ello? Respuesta: NO.

Reitero, se entiende perfectamente que muchos de los expertos, activistas y pensadores interesados en pugnar por un México próspero, justo y democrático se aboquen a plantear objetivos grandes y encomiables, y a proponer como medio para alcanzarlas leyes y estrategias de política pública inspiradas en los más altos estándares internacionales. Resulta también muy comprensible el que este grupo (llamémosle el grupo ‘Dinamarca’ dada su propensión a buscar en países como ese sus ideales y referentes centrales) tienda a preferir no ocuparse mucho de las restricciones y las (siempre limitadas y, con frecuencia costosas) oportunidades de mejora que ofrece nuestra realidad concreta.

Si bien el grupo Dinamarca contribuye a elevar expectativas y generar nuevos contextos de exigencia (por ejemplo, en temas de corrupción y derechos humanos), conviene reconocer que, desafortunadamente y con frecuencia, sus afanes terminan produciendo leyes incumplibles o diseños institucionales inoperantes que le aportan a nuestro sistema político profundo (ese cuya piedra angular es la aplicación selectiva de la ley) nuevas oportunidades para que los que lo controlan puedan seguir repartiendo discrecionalmente protección y privilegios a sus amigos, aliados y partidarios.

Para salir del atasco y avanzar hacia un país en el que, por ejemplo, el salario mínimo alcance para lo básico, la inseguridad no sea un problema tan acuciante, una enfermedad seria en la familia no implique la bancarrota patrimonial, y un joven pobre y muy listo no tenga como única opción si quiere avanzar en la vida sumarse a las filas del crimen organizado, requerimos metas deseables e imposibles, pero también necesitamos arremangarnos y ver cómo le hacemos para armar estrategias viables y factibles para ir mejorando las cosas a lo seguro (aunque sea gradualmente).

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/y-si-pensamos-en-lo-posible.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/08/24/57bd2b8

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La educación y las elecciones presidenciales de 2018

Blanca Heredia

Resulta muy difícil pronosticar si habrá rupturas serias en los procesos de transformación del sistema y la política educativa impulsados desde fines de 2012. En extremo difícil, pues dependerá, en mucho, de quién gane la presidencia de la República el año entrante y eso, hoy por hoy, nadie lo sabe.

El que pueda detenerse o revertirse la reforma educativa llena, seguramente, de júbilo a sus detractores y de zozobra a sus apoyadores. Más allá de estas posiciones encontradas, el hecho mismo de que exista la posibilidad de una ruptura importante en la conducción de la política educativa, habla de que la reforma educativa no ha conseguido los apoyos sociales requeridos y los amarres institucionales suficientes para asegurar su estabilidad en el tiempo.

Ello es, en parte, resultado de la falta de empate temporal entre la producción de perdedores importantes y poderosos (corto plazo) y la generación de beneficios para gran número de personas (mediano plazo), que suelen generar los procesos de transformación, como la reforma educativa en curso. También es el resultado, sin embargo, de la notoria debilidad de la demanda social en México por una educación escolarizada que sea exigente, relevante y significativa.

La explicación de la falta de demanda mayoritaria y activa por una educación de calidad, tiene que ver con dos factores clave. Primero, condiciones estructurales –desigualdad alta y sobre todo rígida, aunada a bajo crecimiento económico y muy baja generación de empleo calificado– que hacen que (especialmente para los más ricos y para los más pobres) invertir recursos y esfuerzo en obtener una educación de calidad resulte irracional. ¿Para qué me esfuerzo, si, haga lo que haga, la situación económica y social de mis padres es la que determinará dónde termino?

Segundo, condiciones institucionales marcadas por fallas agudas en la representación política de los grupos poblacionales con mayores carencias y que más podrían beneficiarse de una educación sólida y posibilitante. Dicho de otra manera: entre el interés de un joven mexicano de bajos recursos y/o de sus padres por obtener aprendizajes en la escuela que le abran oportunidad y los que reparten los recursos, los puestos y toman las decisiones en materia educativa, hay un verdadero laberinto de aduanas y una maraña de arreglos corporativos y clientelares de densidad infranqueable.

Frente a la debilidad de la demanda por escuelas exigentes y relevantes, tenemos grupos de intereses concentrados oponiéndose abierta o veladamente a la reforma, el muy entendible enojo de miles de docentes a quienes se les cambiaron las reglas del juego, y más de un político interesado en lucrar con el enojo movilizado y en aprovecharse de la no movilización y la no representación de los millones de mexicanos que más podrían beneficiarse de buenos aprendizajes en la escuela.

La reforma educativa en curso dista muchísimo de ser perfecta. En su empeño a favor del mérito y el esfuerzo en una sociedad marcada y ahogada por el privilegio, constituye colectivamente, sin embargo, nuestra mejor apuesta. Una apuesta firme y, al mismo tiempo, llevada a cabo de manera cuidadosa; es decir, sin poner la gobernabilidad en riesgo.

Tendremos que esperar a ver por dónde se van en lo educativo los contendientes a suceder a Enrique Peña Nieto: mérito o privilegio. En lo inmediato, lo más importante será mirar con especial atención por dónde se decantan los factores reales de poder y los diversos sectores de la sociedad mexicana en relación con el tipo de sistema educativo que les parece deseable y aceptable. Básicamente, pues de ello dependerá en alguna medida no trivial el resultado de las presidenciales de 2018.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/la-educacion-y-las-elecciones-presidenciales-de-2018.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/10/25/59f036573bb28.j

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