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La tensión fundamental

Por: Carlos Ornelas

En mi colaboración del miércoles destaqué el malestar que existe entre el magisterio y las escuelas normales. Ayer, sábado, el colega Jesús Priego tomó el toro por los cuernos. No voy a repetir su argumento, pero rescato una frase con la que coincido por completo. Refleja la tensión primordial que viven los docentes:

“Los maestros, hoy, ya no saben qué hacer. Están desesperados. Si amonestan, se exponen a una demanda; si no amonestan, se exponen a que el grupo haga lo que le venga en gana. Los alumnos se han vuelto demasiado susceptibles, demasiado conscientes de sus derechos, y demasiado inconscientes de sus deberes”, (Excélsior, 17 de junio, p. 18).

Por supuesto que hay excepciones, pero en términos generales, perdimos la noción de orden escolar. De una escuela disciplinaria pasamos a una de relajamiento completo. Antes el docente era un dictador, hoy es víctima de alumnos y padres. Antes él era el centro del proceso de enseñanza, hoy es una veleta en manos de los alumnos.

La situación es mucho más compleja, cierto. El cúmulo de relaciones sociales de la escuela pone a los maestros en el centro del vendaval. A ojos de padres de familia, burócratas y cierta prensa, son los culpables de las imperfecciones del sistema escolar. Tienen pocos defensores fuera del mismo gremio y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación no se ocupa de este asunto.

La consigna de la mayoría de las reformas en boga en el mundo, insiste que debe haber un cambio profundo. Del énfasis en la enseñanza se debe pasar al aprendizaje significativo. La significación es que los estudios sean útiles para aprender otras cosas, crecer el intelecto y desarrollar habilidades que perduren a lo largo de la vida.

Sin embargo, ¿cómo podrán los maestros lograr ese cambio si no hay manera de imponer disciplina en las aulas? No se trata sólo de padres permisivos con la conducta de sus hijos, es un asunto institucional. Se debe a la coronación del corporativismo que sobrevivió al desmoronamiento del régimen de la Revolución Mexicana.

A partir de los años 90, con la descentralización de la educación, el SNTE se convirtió en el mando superior del aparato de Estado. Sus dirigentes no sólo controlaban la trayectoria de los maestros, también se convirtieron en la fuerza hegemónica de la política educativa. Esa hegemonía, como diría Antonio Gramsci, impregnó con su esencia los hábitos y las costumbres del magisterio. La corrupción era el meollo, caló hasta las entrañas de las relaciones escolares.

A los líderes sindicales y a la burocracia les importaba poco lo que pasaba en las aulas. Les incumbía obtener más recursos. Los maestros, cada vez con menos verdadera vocación —unos compraban, otros heredaban la plaza— comenzaron a dejar de hacer. La disciplina en el salón, en alguna época la piedra angular del trabajo en el aula, comenzó a debilitarse al tiempo que se daba un relajamiento de la moral pública, empezando por los altos mandos del Estado llegando a los niveles ínfimos en la toma de decisiones.

El Modelo Educativo para la educación obligatoria, que tanto pregona la Secretaría de Educación Pública, plantea asuntos interesantes. Dice, con corrección, pienso, que los maestros son el eje de la educación donde se cimentarán las bases del progreso educativo. Pero, salvo que se me haya escapado en la lectura de los documentos, no expresa gran cosa sobre la disciplina, aunque hable de elevar la moral de los docentes.

Estoy convencido de que los maestros andan en búsqueda de algo más que buenas palabras, más que una buena formación inicial, más que una actualización dinámica. También quieren la estima social y el respeto de los padres de familia. Pero nada de eso se logrará si no se recupera el orden y hay un mínimo de disciplina escolar.

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Malestar de las normales y de los normalistas

21 de junio de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx/

Por: Carlos Ornelas

Los hechos que inquietaron a Aguascalientes la semana pasada son el síntoma de una desazón mayor. Las alumnas de la Escuela Rural Justo Sierra Méndez, de Cañada Honda, protestaron contra el gobierno local y la Secretaría de Educación Pública por dos causas. Primera, las autoridades limitaron la convocatoria de inscripción a 100 candidatos, cuando era de 120. Segunda, la quieren hacer una escuela mixta, cuando, por tradición, es para mujeres.

Brigadas de estudiantes de otras escuelas rurales se manifestaron junto con sus compañeras, desquiciaron el tráfico en una ciudad ya congestionada y rechazaron la oferta de diálogo con el gobierno. Los estudiantes de la Normal Rural de Tenería, Estado de México, retuvieron más de 40 autobuses y usaron unos cuantos para trasladarse a Aguascalientes. Otros, de la Normal Rural de Tiripetío, se enfrentaron con la policía, que arrestó a alrededor de 25 de ellos porque el autobús que habían secuestrado se impactó contra una patrulla y otro automóvil particular. Tras esos hechos, ganaron las normalistas, el gobierno cedió.

Otros resienten la caída de la matrícula como un efecto de una maquinación destinada a disipar a las normales del panorama. Rogelio Alonso, un maestro de Colima, manifiesta: “…al inicio del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, durante el ciclo escolar 2012-2013, se registró una matrícula de 131 mil 25 alumnos en todas las escuelas normales del país. Para el ciclo escolar 2016-2017, disminuyó a 93 mil 766 estudiantes, es decir, 37 mil 259 (28.5%) menos que en 2012”. Relata que la decadencia de la matrícula “pudo haber sido motivada por las campañas de desprestigio hacia la figura del docente y la precarización de las condiciones laborales magisteriales a partir de la promulgación de la Ley General del Servicio Profesional Docente en 2013”. Educación futura, 2 de junio.

Además, seguido escucho quejas de maestros —involucro a algunos de mis estudiantes que cursaron su licenciatura en escuelas normales— sobre las relaciones con los alumnos y sus padres. Ven como un desafío de titanes imponer algo de orden en ciertos grupos; los directores los conminan a no emplear ningún método disciplinario y, si lo usan, se arriesgan a sufrir maltrato por parte de papás o mamás que toleran las faltas de sus hijos. Incluso, sufren amenazas de recurrir a las comisiones defensoras de derechos humanos. Hoy, acusan, los niños tienen derechos, los maestros no. Se sienten víctimas. Ellos también padecen de violencia escolar.

A graduados de escuelas normales no les agrada que egresados de universidades u otras instituciones de educación superior compitan con ellos por las plazas docentes de primaria, que es donde los normalistas tenían el monopolio hasta 2015. En secundaria, desde la fundación de las primeras escuelas, imparten clases profesionales de otras disciplinas ajenas a la pedagogía.

Manuel Navarro Weckmann reclamó: “No se trata de ver con ojos lastimeros la profunda crisis en que la profesión está cayendo de manera intencional por el actual gobierno federal, se trata de exigir, en cada espacio y en cada oportunidad, el respeto por la profesión docente que le ha dado a México las más valiosas, representativas y profundas raíces de su historia nacional y de su pueblo”. Educación futura, 7 de junio.

En resumen, aunque también hay maestros que apoyan la Reforma Educativa, identifico un descontento del gremio con los cambios y con el gobierno de Peña Nieto. La reforma atacó santuarios del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, puso orden en un sistema caótico, impuso límites a la herencia, venta y renta de plazas docentes y hoy los egresados de universidades compiten con ellos por puestos que antes eran de su “propiedad”.

La moral de los normalistas va a la baja, no nada más la matrícula. Los compromisos del gobierno, planteados desde 2014, de diseñar y poner en marcha un programa de fortalecimiento de las escuelas normales se pospone a cada rato. El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación emitió en 2015 cuatro directrices para la formación inicial de docentes, pero no hay noticias de que se pongan en práctica.

Aunque la autocrítica no se da entre los normalistas descontentos —no ven las fallas de su subsistema, la culpa siempre es de otros, del gobierno en particular—, no extraña que el malestar cunda entre sus filas y alimente posturas contra la Reforma Educativa. ¡Se sienten los objetivos de un ataque demoledor!

Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/06/14/1169631

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La CNTE y la estima pública de los maestros

14 de junio de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx

Por: Carlos Ornelas

Juan Carlos Tedesco —quien falleció hace poco y dejó una herencia intelectual perdurable— fue defensor de los maestros. En lo que tal vez fue su último libro como autor individual, Educación y justicia social en América Latina (Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica y Universidad Nacional de San Martín, 2012), plantea las paradojas del entorno del gremio.

Yo espero que en algún momento, cuando nos sentemos con los sindicatos, cualquiera que sea en el ámbito educativo, hablemos de educación.
Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán

Por un lado, nos dice, todos reconocen que la calidad de la educación depende de la calidad de los docentes. Pero, por otro lado, los gobiernos nacionales —acaso bajo la tutela de corrientes que impulsan organismos intergubernamentales, como el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos— aplican medidas que provocan desprestigio en la profesión docente. Se refiere a exámenes estandarizados, rankings, exigencias de realizar tareas que van más allá de sus labores ordinarias.

Asuntos que influyen para que los maestros sufran de pobre autoestima y estén desmoralizados. La visión de Tedesco no es complaciente ni echa toda la culpa a los gobiernos. Para él, esos fenómenos se asocian “al creciente corporativismo de las organizaciones gremiales y la debilidad de sus saberes profesionales”.

No conozco alguna encuesta reciente que mida la estima que la ciudadanía siente por los maestros. En las que conozco, que datan de la década pasada, los padres de familia manifiestan aprecio por el magisterio y sus tareas. La más completa, a mi juicio, fue la “Encuesta nacional sobre creencias, actitudes y valores de maestros y padres de familia de la educación básica en México: Encrave” (Este País/165/abril de 2005).

En la Encrave, “85% de los padres de familia están satisfechos con la educación que reciben sus hijos en la escuela donde estudian. Califican la educación que reciben sus hijos con 8.3 puntos de un máximo de 10, y consideran que los maestros están bien preparados (muy bien, 19%; bien, 61%), incluso mejor que cuando los padres fueron a la escuela (76%)”.

Esto contrasta con perspectivas de expertos y resultados de las evaluaciones del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Desentona más todavía con los titulares de cierta prensa.

Las percepciones se modifican, no pienso que los padres de hoy ratifiquen sus posiciones de hace 12 años. Mucha agua ha corrido bajo el puente: la Alianza por la Calidad de la Educación; concursos por las plazas; evaluaciones para la permanencia en el empleo, y más demandas de profesionalización con la Reforma Educativa del gobierno de Peña Nieto. Sin embargo, conjeturo que, con excepción de las regiones donde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación es la fuerza dominante entre los maestros, los padres seguirían aprobando, como en 2005, a los docentes y la educación pública.

En los territorios de la Coordinadora no se nota lo que hacen las escuelas y los buenos maestros. En Quadratín (4 de junio) aparece una entrevista con el gobernador de Michoacán, a raíz de un plantón de maestros de la Sección 18 frente a la Secretaría de Finanzas y Administración, en Morelia.

Silvano Aureoles, en tono de reclamo, expresó: “Si escuchan sus discursos, los maestros nunca hablan de educación, nunca hablan de los niños, nunca hablan de la problemática; hablan de bonos y de deudas pendientes y de rechazo a la Reforma Educativa”.

Pienso que el gobernador tiene razón. Los maestros disidentes hace mucho que abandonaron sus preocupaciones por la educación (que sí las tenían en los comienzos de la CNTE), pero, cuando lograron éxito con su estrategia de movilizaciones, colonizaron la administración de la educación en sus territorios y tuvieron poder, olvidaron su magisterio. ¡El poder corrompe! Hoy, sus cantaletas, “Defensa de la escuela pública”, “no a la Reforma Educativa”, suenan huecas.

El problema es que, al realizar actos de sabotaje a la convivencia ciudadana, los maestros disidentes no sólo abonan a su desprestigio, la plaza pública se lo carga a todos los maestros.

No se trata de corregir la plana a Tedesco —su argumento es sólido como la roca— sino de agregar un componente que, en un análisis que cubre todo el bosque latinoamericano, se pueden perder de vista algunos árboles: las movilizaciones de la CNTE fertilizan el desprestigio y la baja moral del magisterio como un todo.

Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/06/07/1168241

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Violencia escolar: un conflicto en crecimiento

Por Carlos Ornelas

Para resolver un problema —reza una proposición de política— primero hay que conocerlo. Y reconocer que existe, pudiera agregarse. Informes de la Secretaría de Educación Pública, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, incluso del Poder Legislativo, documentan que la violencia escolar va en aumento. La prensa y los medios se encargan de divulgar los hechos extremos; algunos con amarillismo y hasta morbo.

En la academia también crece el interés por estudiar la violencia escolar. Cada institución, académicos —y sus estudiantes— escogen estrategias de análisis diversas y se enfocan en un asunto en particular. Todos construyen conocimiento, pero es parcial, de casos o sólo de uno o pocos aspectos de la violencia.

En enero de este año, el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo, que rastrea la labor de los Estados miembros de la UNESCO para conseguir Las Metas del Milenio, publicó un informe, “Decidamos cómo medir la violencia en las escuelas”. Es un llamado a gobiernos e instituciones nacionales para documentar, cuantificar y catalogar los actos de violencia escolar. El propósito: diseñar estrategias locales y globales para combatir ese desarreglo social.

Este informe no se centra en un solo aspecto de la violencia escolar. El inventario es amplio: intimidación, castigo corporal, abuso verbal y emocional, hostigamiento sexual y agresión. Además, actividad de pandillas y presencia de armas en los recintos escolares.

También llama la atención en el hecho de que las formas más comunes y generalizadas suelen pasar desapercibidas, aunque son las que causan mayor daño a la experiencia educativa de niños y adolescentes. En una sola oración, sintetiza el drama de por qué no se adquiere mayor conocimiento ni se divulga más información: “a menudo involucrar tabúes”. Como agresión a docentes, que casi no se menciona en estudios nacionales.

El informe de la UNESCO sintetiza datos de pesquisas nacionales e internacionales que presentan un panorama calamitoso. Por ejemplo, cita una encuesta nacional representativa sobre la violencia contra los docentes en Alemania: alrededor de 23% de los encuestados había sido objeto de abuso, difamación, intimidación, amenazas o acoso, al menos una vez en los últimos cinco años. Según la encuesta, durante este periodo, seis por ciento de los profesores había sido agredido por estudiantes.

Si eso pasa en Alemania, donde el Estado monopoliza la violencia legítima, ¿qué podemos esperar en México?

Si bien es cierto que las teorías de la reproducción de las relaciones sociales por medio de la escuela ya no tienen el atractivo que tuvieron hasta los 80, la escuela no es una institución aislada de la sociedad. Buena parte de la violencia que se observa entre niños y adolescentes nace en la familia, el entorno de las comunidades y los medios de comunicación.

En amplias zonas de la geografía de México impera la brutalidad; no sólo la violencia criminal: pleitos entre y al interior de las comunidades, riñas entre vecinos, linchamientos de ladrones pobres diablos —a los grandes y de cuello blanco nunca los atrapan— reyertas por cualquier accidente de tránsito. Aunque recelo, sé que hay policías buenos y competentes. Pero otros participan en actos que se supone deben prevenir y sancionar.

La violencia es un embarazo del Estado mexicano. Es un asunto en el que las instituciones y los mandos han fallado. La impunidad y la corrupción abonan a la violencia que se reproduce en las escuelas, aunque —vaya ironía— es allí donde puede encontrarse la solución de plazo largo. Digo, si en lapsos breves el Estado hace su tarea, genera conocimiento, reconoce el problema y ataca de frente la violencia en el ámbito social.

Fuente del Artículo:

Violencia escolar: un conflicto en crecimiento

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SEP-CNTE: tirantez y distensión

07 de junio de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx/

Por: Carlos Ornelas

La contienda entre la Secretaría de Educación Pública y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación por el destino del sistema escolar en Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero, está lejos de concluir. Sin embargo, la SEP avanza en la aplicación de evaluaciones del Servicio Profesional Docente (SPD). Parece que la tecnología del poder que administra el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, le reditúa ganancias.

En el boletín de prensa 139, la SEP ofrece cifras de maestros y directivos que desde abril y hasta julio presentan exámenes, pues, “por diversas razones, habían quedado pendientes de evaluarse en procesos anteriores. Hasta este domingo, dos mil 868 docentes han participado”.

El tono del mensaje de la SEP es de satisfacción, habla de la tranquilidad con que se realizaron las evaluaciones, aunque los maestros de Chiapas y Oaxaca tuvieron que hacerlo fuera de sus estados. En Michoacán, el gobierno local se aplicó, los sustentantes presentaron sus pruebas en Morelia.

Convencer a casi tres mil maestros de territorios de la disidencia de participar en exámenes (algunos para regularizar su situación, otros para concursar por una promoción) insinúa que la parte silenciosa de la tecnología del poder ofrece resultados. Detrás de ese avance, me imagino, hubo negociaciones arduas —pero discretas— entre altos mandos de la burocracia y dirigentes de la Coordinadora, labor de convencimiento de docentes de base más allá de la propaganda masiva y la oferta de cierta garantía de que los concursantes obtendrán beneficios. De otra manera, no se atreverían a desafiar a los líderes que mantienen el discurso antiReforma Educativa.

Me pregunto qué motivó a esos docentes y a otros 36 mil que, a comienzos de este mes, presentaron exámenes para promoción a puestos directivos. Conjeturo que la CNTE no se rinde, que entre los maestros de banquillo persiste desconfianza e incertidumbre y, sin embargo, aceptan las evaluaciones.

No he platicado con alguien que se haya presentado a estos exámenes, no tengo un asidero —aunque sea anecdótico— para responder a esa duda. Empero, con base en conocimiento previo y el seguimiento que he dado a la pugna por la educación en este sexenio, puedo aventurar conjeturas.

Es probable que un porcentaje de docentes que aceptan la propuesta de evaluación lo hagan por convencimiento. Ve en ello un mecanismo legítimo de ingreso a —o promoción en— la carrera docente. Son maestros que sienten “vocación” por la docencia. No que acepten todas las premisas de la Reforma Educativa, pero perciben que es una vía de profesionalización.

Otra porción, acaso acepte participar en busca de un provecho, una palanca para ingresar o promoverse en su carrera. Este segmento, por una parte, obtiene beneficios —si aprueba los exámenes— y, por otra, legitima el hacer la SEP y las consignas del SPD.

Un tercer sector tal vez lo haga por adhesión a los mandatos de la autoridad, por cumplir con la norma o por hábito. Les enfada el conflicto, quieren realizar su práctica con la menor interferencia posible y, por lo tanto, acatan las instrucciones de la SEP.

Cualquiera que sea el motivo, la realización de los exámenes del SPD —con relativa calma, además— exhiben que la institucionalización de los cambios camina y que el gobierno quiere consolidarlos lo más que se pueda en lo que le resta al sexenio.

La SEP trata de no tensar mucho los hilos de la tecnología del poder, el secretario Nuño ha bajado el tono de enfrentamiento; si bien todavía de vez en cuando habla de que se desterró la herencia y venta de plazas, ya no lo hace con la enjundia que mostró cuando llegó al cargo.

En la casa de enfrente, aunque no abandonan la retórica contestataria y las acciones de protesta, perciben que sus márgenes de autonomía disminuyen. Las fuerzas de la CNTE tienen experiencia y quizá no quieran arriesgar mucho. Aún tienen bastantes cosas que perder y saben que éste no es su mejor momento. Malicio que esperan a finales de este año, cuando las candidaturas para la Presidencia ya se hayan definido, para retomar sus exigencias.

La SEP haría mal en cantar victoria por este logro; es una etapa —importante, pero nada más un paso— de un camino largo por recorrer. No obstante, el hecho indica que el secretario Nuño mantiene la dialéctica del control. Aunque disguste a los opositores, paso a paso, reduce los márgenes de autonomía relativa de la CNTE. ¿Tendrá tiempo suficiente para consolidar la reforma?

Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/05/31/1166721

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Más universitarios: una parábola

Por:

Un amigo mío usa una frase para analizar cualquier asunto: “Hay amores que causan penas”. Otros dos amigos, unos 20 años menores que yo, en una charla reciente estaban entre orgullosos y preocupados: sus hijos, por fin, habían concluido la licenciatura, pero no sabían qué hacer, no hay empleo disponible y no les gustaría laborar en alguna otra cosa que no fuera su profesión, menos aceptar un trabajo que no esté a la altura de sus expectativas. A sus 25 y 26 años de edad, esos hombres siguen siendo hijos de familia; de vez en cuando consiguen trabajos eventuales e ingresos, pero viven en los hogares paternos.

Desde hace unos 40 años comenzó en México la fiebre por incrementar las inscripciones (y después el número de graduados) de las universidades y de otras instituciones de educación superior. Académicos y funcionarios públicos convirtieron el crecimiento de la matrícula en su amor. Con el enamoramiento no se le veían defectos a tan noble novia; no se vislumbraba (tal vez no se podía) que podría traer penas consigo; una de las primeras fue lo que se denominó la masificación de la educación superior. Algunos, los más fríos y tal vez ya no aptos para el enamoramiento, se negaban a aceptar las bondades de ese crecimiento; señalaban que la universidad era para las élites, para pocos, que estaba reservada a la aristocracia del conocimiento y que las masas deberían estudiar otra cosa (recuerdo los artículos de Marcos Moshinski en el Excélsior de mediados de los años 70).

El aumento de la matrícula era democrático y ampliaba las oportunidades de educación a segmentos sociales antes desfavorecidos; incluso, decían, a mayor escolaridad promedio de la población, mayor solidez del tejido social. Atributos que hacían más atractiva a la novia y hasta la vestían de galas democráticas. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzaron a notársele defectos que engendraron penas. Pero el enamoramiento siguió porque el amor es ciego. No importaba mucho que los escépticos señalaran que la inscripción no era todo; mencionaban a una rival, llamada eficiencia terminal, que se encargaba de echarle malas vibras a la cobertura. Los incrédulos decían que los enamorados no miraban los defectos más o menos visibles de la deserción, la reprobación y, lo más grave, que la inscripción era testaruda.

La matrícula siguió concentrada en las profesiones prestigiosas del pasado (hay más de mil 300 escuelas de derecho), otras de empleo más o menos seguro, aunque no necesariamente bien remunerado (contaduría pública y administración en sus diversas variantes) y en unas cuantas más de relumbrón; se negaba a las demás. Las ciencias naturales, por ejemplo, no rebasan tres por ciento de las inscripciones totales en licenciatura; en las humanidades las universidades expulsan temprano a la mayoría de los que llegan a las aulas y es veleidosa con las nuevas profesiones.

A pesar de los defectos todavía hay algunos enamorados de la expansión casi sin límites, exigen la apertura de más espacios en las carreras tradicionales. A los adeptos a la matrícula en incremento constante el afecto les impide ver los problemas o, si ya se les acabó el amor, predican por conveniencia que siga habiendo escuelas tradicionales, no les importa mucho: las penas de su cariño se las causan a otros, son ajenas.

En los debates sobre educación superior no he encontrado posiciones acerca de la relevancia de muchas profesiones; se habla de saturación y hay cierta preocupación por la devaluación de algunas carreras, pero no hay propuestas serias para cerrar o limitar el ingreso a algunas de ellas.

Mis dos amigos eran de aquellos enamorados; la pena para uno de ellos es mayor, ya que sus dos hijas estudian para ser abogadas.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/mas-universitarios-una-parabola/

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Salud escolar e incorrección

31 de mayo de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx

Por: Carlos Ornelas

Debe haber, aunque no la conozco, alguna definición de lo “políticamente correcto”. Pienso que se refiere a manifestaciones públicas libres de malicia, pero también exentas de razonamiento. En otro sentido, es seguir la corriente mayoritaria —hegemónica, dirían algunos de mis estudiantes que conocen a Habermas— en la plaza pública. La incorrección política, por tanto, quizá sea la opinión hereje, la que no se amolda a una tendencia establecida.

En los últimos tres años, digamos a partir de 2014, la corrección política reside en criticar al presidente Peña Nieto, a la política del gobierno —ya porque se ejecuta, ya porque no— y, en el campo que trabajo, al secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, y la Reforma Educativa. Cierto, la SEP no ha estado lisiada y poco a poco ha propagado los haberes que le supone a la reforma y a la política educativa. La oposición, en consecuencia, ha disminuido, si bien puede resurgir en cualquier momento.

Este lunes, los secretarios de Salud, José Narro, y el citado de Educación Pública, Aurelio Nuño, escribieron un artículo en nuestro Excélsior, “Salud en tu escuela: niños sanos y listos para el siglo XXI”. Mis jóvenes colegas, Laura Toribio y Ximena Mejía, entrevistaron a los altos funcionarios y el panorama del nuevo programa piloto “Salud en tu escuela”, quedó completo (pp.14 y 15, 22/V/17).

Hoy voy a pecar de incorrección política. Me parece bien que la SS y la SEP emprendan dicho programa. Define los problemas de salud pública que padece un buen porcentaje de nuestra niñez, como sobrepeso y obesidad, que afectan a uno de cada tres niños y adolescentes. “Esta situación — escriben Narro y Nuño— aumenta la probabilidad de padecer diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Muchos niños, niñas y jóvenes también enfrentan desafíos como las adicciones, el embarazo adolescente, la depresión y el acoso escolar, los cuales afectan su rendimiento escolar e impiden que tengan una vida sana”.

El diagnóstico del problema es nítido. Las dificultades de la pobre calidad de la educación nacen fuera de la escuela —por más que unos quieran echarle la culpa nada más a los maestros— tiene raíces en la familia y en la vida social. El programa que Narro y Nuño anunciaron ataca el asunto de la salud precaria de manera frontal, con énfasis en la prevención y la supervisión. Además, no se echa a andar al parejo. En la primera fase se aplicará en 11 estados, bajo el seguimiento riguroso del Banco Interamericano de Desarrollo que, me imagino, es la organización intergubernamental que se hace cargo del financiamiento.

A juzgar por lo dicho en la entrevista, el enfoque del programa es exhaustivo, incluye salud física, mental y prevenciones. Involucra a otras instituciones del Estado (IMSS e ISSSTE), universidades públicas y privadas y a organizaciones de la sociedad civil, incluso a la Federación Mexicana de Futbol. La participación de las familias me provoca escepticismo, aunque hablan de una estrategia de “padres educadores”.

Narro sintetizó la expectativa de que, pienso, es realizable en el corto plazo: “Queremos tener bien determinadas una serie de actividades para valorar los niveles de salud de nuestra niñez, preocuparnos por ellos, sí, el peso; sí, la talla, pero también en temas básicos que influyen en el aprendizaje, la capacidad visual, la capacidad auditiva, y aprovechar toda la infraestructura que se tiene en la actualidad para prevenir, para detectar tempranamente y para tratar como deban tratarse los problemas que encontremos”.

El programa define los cinco pilares y seis acciones concretas; además, prevé que se orientará a los maestros con acciones de acompañamiento. Este punto me preocupa. No obstante que la mayor parte del trabajo de prevención y diagnóstico estará a cargo de profesionales de la salud y estudiantes de medicina, se incrementará la carga de los maestros. No se trata nada más de ofrecerles entrenamiento específico para detectar problemas, implica más trabajo, desarrollo de nuevas capacidades y la jornada escolar seguirá siendo del mismo tiempo.

El programa se ve promisorio. De seguro que habrá problemas en su ejecución, por eso el pilotaje y la evaluación son cruciales. En lugar de criticar de antemano y asegurar que es una oferta demagógica, pienso que debemos darle seguimiento, vigilar que las secretarías de Salud y de Educación cumplan e informen a tiempo y con veracidad.

Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/05/24/1165336

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