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Emilio Lledó: “Lo importante es crear capacidad de pensar”

El profesor Emilio Lledó nació en Sevilla en 1927. A sus espaldas y en su cabeza, 90 años de filosofía, pensamiento, educación, libros, aprendizaje y enseñanzas. Es miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Foto: Deyanira López.

Es el filósofo de la memoria. Es uno de los nombres más queridos y admirados que ha dado la filosofía española en la última mitad del siglo XX. Es profesor, dice él, “y no un filósofo de verdad”. Es Emilio Lledó y punto. Con él hablamos largo y tendido sobre filosofía, libros, política, educación…

Por Gabriel Arnaiz, profesor de filosofía

Su magisterio ha adquirido un aura sólo comparable con la de los más grandes, y sus antiguos alumnos hablan de él con una devoción similar a la que mostraba Hanna Arendt por el “mago de Messkirch”. Si Safranski consideró a Heidegger como “el maestro de Alemania”, nosotros podríamos considerar a Lledó como uno de los “maestros de España”. Él dice que no es un filósofo de verdad (como sí lo son Platón, Aristóteles o su querido Gadamer), sino tan sólo “un profesor que ha dedicado parte de su vida a estudiar la filosofía y que lo ha pasado muy bien enseñando a los demás”. Pero en el fondo todo sabemos que es uno de los pocos grandes maestros (me atrevería a escribir incluso que uno de los pocos sabios) que hoy tenemos, y con esa actitud nos acercamos a él, para poder saborear una pequeña parte de su inmenso legado. Nos recibe en la biblioteca de la Real Academia de la Lengua, donde ocupa el sillón ele minúscula y a donde acude cada jueves.

En Los libros y la libertad habla usted de la importancia que tienen, o deberían tener, los libros para nosotros,  como personas y como sociedad. ¿Qué significan para usted los libros?
En esta biblioteca los libros significan algo esencial. Para mí, para cualquier persona que quiera adelantar en su vida, en sus conocimientos y en la fecundidad de su mente, los libros (estos libros que están aquí y otros que no) significan  la memoria. Yo creo que los seres humanos somos fundamentalmente memoria y lenguaje. Si no tuviéramos memoria, no sabríamos quiénes somos. Por eso, siempre he defendido la tesis de que tenemos que tener memoria, no solo individual sino también colectiva. Estos libros que usted ve aquí son parte de la memoria histórica de la vida intelectual de nuestro país y de la vida personal de aquellos que un día decidieron escribir su oralidad; escribir las palabras que pensaban, las palabras que deseaban, las palabras que buscaban.

Y los libros de filosofía, ¿qué pueden aportarnos frente a otro tipo de libros?Depende de qué libros. Para una persona que no se dedique a la filosofía puede haber libros que le resulten difíciles o casi indescifrables, pero el libro filosófico es la transmisión de lo que los seres humanos han querido entender sobre las grandes cuestiones de la existencia (como la justicia, la verdad, la belleza, la bondad, etc.) y también para saber qué es lo que somos, cuál es el futuro colectivo de una serie de personas que constituyen una nación, un pueblo o una humanidad (ahora que se globaliza tanto todo); y creo que una de las grandes globalizaciones que hay que tener es la de la cultura, la del progreso intelectual.

“Los seres humanos somos fundamentalmente memoria y lenguaje”

"El epicureísmo", de Emilio Lledó, publicado por Taurus.
“El epicureísmo”, de Emilio Lledó, publicado por Taurus.

Usted es especialista en filosofía antigua. ¿Qué nos pueden decir los libros sobre los filósofos griegos, como Platón, Aristóteles o Epicuro, de quienes, por cierto, ha hablado en obras suyas ya casi míticas recientemente reeditadas, comoMemoria del logos, Memoria de la ética oEpicureísmo?
Yo soy especialista en filosofía antigua porque estudié Filología Clásica, pero también me interesa mucho la filosofía moderna. He vivido muchos años en Alemania y eso me ha hecho interesarse por la filosofía del idealismo alemán (la filosofía posterior a Kant), lo que pasa es que tengo la suerte de poder leer en latín y en griego (aunque ahora eso no se lleve), y esa suerte la pongo sobre los grandes filósofos de la cultura griega, que efectivamente siguen estando vivos para nosotros, como Platón, Aristóteles, Epicuro o Plotino. Toda la cultura griega es una cultura de una riqueza tal que a mí me sorprende que aún podamos leer la República o el Fedón de Platón, o la Metafísica de Aristóteles, y que después de 25 siglos todavía nos sigan diciendo cosas. Alguna vez me pregunto qué quedará de lo que escribimos nosotros. A lo mejor, dentro de 30 o 40 años, se esfuma, pero todavía podemos leer (y aún pueden hacernos latir) a Sófocles, Tucídides, Herodoto, Platón, Horacio o Virgilio (o a cualquier otro autor de la cultura antigua), y los podemos leer realmente con pasión y con aprendizaje. Por eso me parece tan importante que se cultive que a los alumnos, cuando se les enseñe a leer, se les enseñe también a amar el lenguaje, a pensar en el lenguaje, dentro de los niveles de cada momento de la vida de los muchachos. Ese alimento de la sensibilidad es una cosa esencial para la educación de los niños, porque si no se les abre ese horizonte, quedarán siempre ceñidos a los pequeños problemas de su personalidad. Y esa personalidad debe enriquecerse con la lectura, porque así ampliamos el diálogo que tenemos con nosotros mismos con la voz de Cervantes, de Galdós o de Lorca, o de quien queramos.

“Los grandes filósofos griegos siguen estando vivos para nosotros”

Usted ha contado muchas veces la historia de ese maestro de primaria que le enseñó el aprendizaje de la libertad vinculado con la lectura.
Antes lo he dicho en otro contexto: uno no puede ser más que su propia memoria. Y creo que esta es una de las experiencias más hermosas que conservo de mi vida, y me parece que es un homenaje que debo rendir a don Francisco, que fue un maestro que yo tuve en Vicálvaro, un pueblecito de Madrid que hoy ya es un barrio de la ciudad. Los niños de mi clase tendríamos ocho, nueve o diez años y aquel maestro nos enseñó la libertad, y nos la enseñó de una manera muy concreta. Leíamos a otros autores, pero yo recuerdo sobre todo lo del Quijote. Después de leer una página nos decía: “Sugerencias de la lectura”. Eso me parece tan interesante que aún hoy no lo he olvidado. ¡Cuántas cosas de la vida, agradables o desagradables, olvida uno! Pero no la imagen de aquel joven maestro, que seguramente pertenecía a la Institución Libre de Enseñanza, en una escuela pública, obviamente. Yo creo decididamente en la enseñanza pública, en una enseñanza en la que no sea el dinero el que cambie las perspectivas o los tipos de enseñanza, porque además no suele cambiarlo. Yo creo que muchos de esos colegios “de excelencia”, por utilizar un sustantivo que me molesta mucho…

Emilio Lledó durante la entrevista con Gabriel Arnaiz en la biblioteca de la Real Academia de la Lengua, en Madrid, a donde acude cada jueves. Foto: Deyanira López.
El profesor de filosofía Emilio Lledó durante la entrevista con Gabriel Arnaiz en la biblioteca de la Real Academia de la Lengua, en Madrid (España), a donde acude todos los jueves. Foto: Deyanira López.

¿Por qué le molesta?
Pues porque es una cosa medio inventada. ¡Excelencia! ¿Qué es eso? La excelencia se demuestra andando, excelenteando (no sé si aquí en esta casa esa palabra caería), pero ninguno de esos colegios “de excelencia” podrían competir (y lo sé por experiencia, porque he pasado muchos años viviendo fuera de España) con un instituto público alemán o francés. He vivido cerca de ellos, aunque no he sido alumno de esos institutos, por desgracia, pero sí lo fui de don Francisco, lo que también es una compensación. Pero quiero decir que la protección de la enseñanza pública y que el dinero no sea lo que discrimine los niveles de aprendizaje, suponiendo que esos niveles de excelencia sean mejores (que, en mi opinión, no suelen serlo), es algo que hay que defender, que hay que alimentar y fecundar.

“Yo creo en la enseñanza pública, en una enseñanza en la que no sea el dinero el que cambie las perspectivas o los tipos de enseñanza”

"Sobre la educación", de Emilio Lledó, publicado por Taurus.
“Sobre la educación”, de Emilio Lledó, publicado por Taurus.

En Sobre la educación, usted recopila diversos artículos sobre educación en los que denuncia duramente el tipo de enseñanza dominante en España, basada en asignaturas y exámenes.
Sí, es que ese tipo de enseñanza, a la que yo llamo asignaturesca, es la enseñanza del aprendizaje. Yo creo que el aprendizaje no es importante, sobre todo ahora que tenemos tantos medios de conocimiento e información; lo importante es crear libertad intelectual y capacidad de pensar. Se habla muchísimo de la libertad de expresión. Qué duda cabe que eso es fundamental y característico de países democráticos, pero en mi opinión lo importante es la libertad de pensamiento; tener que pensar, saber qué pensar y no tener la mente aglutinada con pequeños coágulos que no te permiten entender, mirar o interpretar. Y en eso, la enseñanza tiene que ser ese estímulo continuo entre el profesor y el alumno. Cuando yo utilizaba este adjetivo asignaturesco me refería a esa concepción de exámenes, de controles continuos, de apuntes… Me llamó la atención la propaganda de una universidad privada que se montan ahora donde se veía a unos estudiantes en el campus sobre el césped, y el anuncio decía: “Estudiantes de la Universidad X preparando sus apuntes”. A mí eso me parece realmente patológico. Los apuntes no se preparan. En este sentido, recuerdo mi experiencia en Alemania. Llegué muy joven y me encontré en la Universidad de Heidelberg, donde no sólo no había apuntes, sino que ni siquiera había exámenes; tú te examinabas cuando querías.

Cuéntenos un poco cómo funcionaba la universidad alemana, cómo cambiaban los contenidos cada semestre.
Al llegar, me sorprendía que, por ejemplo, Gadamer hablase de la Fenomenología del espíritude Hegel y al semestre siguiente sobre el Banquete de Platón, y al siguiente sobre Nietzsche; y, claro, yo iba buscando la asignatura. Pero no había asignatura. ¿Dónde está el temario? ¿De qué tomo apuntes? Y después estaban los seminarios. Tú podías ir a esas clases, que eran libres y a las que podían acudir alumnos de otras facultades, pero en los seminarios tenías que hablar antes con el profesor para que te dejase asistir. Le decías, por ejemplo, “voy a hacer un curso sobre Píndaro en filología clásica”, y él te contestaba: “¿Y por qué no sigue antes un curso sobre sintaxis?”. Aquello era, como dice Walter Benjamin en un texto, “descubrir la Universidad como una pasión por el conocimiento”, por la libertad de inteligencia, por no tener grumos que te agarren las neuronas y te impidan fluir con ellas. Esa idea de creatividad lo ha expresado toda la gran tradición universitaria alemana. Recuerdo un texto de Benjamin, que viene de toda la tradición kantiana y de Guillermo Humboldt, que dice casi textualmente que “obsesionar a los muchachos con que estar cinco o seis años en la universidad para ganarse la vida es la forma más feroz de perderla”; y esto es algo que, en mi opinión, se suele hacer. Hay que dejar que los jóvenes se entusiasmen con la filología clásica, con el derecho romano, con la anatomía patológica, con lo que sea. Dejarles que realmente se interesen por eso, aunque después no vayan a ser investigadores, pero, al menos, que la época en la que estén en ese espacio tan maravilloso de libertad que debe ser la universidad no los acorralemos con la obsesión de que tienen que ganarse la vida. La vida se la gana uno o se la pierde, pero hasta ese momento en que salgas de allí, sueña un poco con los ideales que constituyen la cultura y la educación.

¿Aún cree que esos ideales tienen vigencia, que pueden seguir vivos hoy?
Porque también creo una hermosa frase kantiana, que “el ser humano es lo que la educación hace de él”. Ese es un texto espléndido de Kant y yo creo en esa tesis general. Somos, nos formamos, nos deformamos y nos transformamos por medio de la educación. Por lo tanto, las instituciones en donde esa educación es posible y el mimo a esas instituciones tiene que ser una característica decisiva de cualquier gobierno y de cualquier política. Y ya que he pronunciado la palabra “política” diré que la política es esencial en la cultura, y también los políticos. La política es, según decía un texto clásico, “lo más arquitectónico, lo más interesante de la vida social”, porque organiza, armoniza y orienta los distintos deseos e ideas de los seres humanos, a los que esos políticos tienen que facilitar su existencia (y no la de ellos mismos). Por eso es tan interesante crear instituciones donde esto sea posible, y por eso interesante la labor de los políticos. Hay algún texto de la filosofía griega en que Platón o Aristóteles se plantean incluso si los políticos pueden ser felices, porque su vida es darlo todo a los demás. Imagínate lo que significa eso en cuanto al cultivo de lo que llamaba Aristóteles el spoudaios, el hombre decente, el hombre justo que se entrega a los demás.

Lledó se define a sí mismo como “un profesor que ha dedicado parte de su vida a estudiar la filosofía y que lo ha pasado muy bien enseñando a los demás”.
Lledó se define como “un profesor que ha dedicado parte de su vida a estudiar la filosofía y que lo ha pasado muy bien enseñando a los demás”. Y ha debido de hacerlo muy bien, porque cuando se marchó de la Universidad de La Laguna a la de Barcelona, varios alumnos suyos le siguieron. Foto: Deyanira López.

Algunos dirán que esta idea es hoy una utopía. O peor: una quimera.
Es verdad que es un ejercicio difícil, pero el que se mete en política debería hacerlo desde esa directriz de la decencia, un concepto tan sencillo y tan bonito como ser decente. Entregarte a los demás y no buscar los compromisos con tu propia, cerrada y a veces entristecedora individualidad y egoísmo. Hay otro texto de la Ética nicomáquea que dice que el principio de las relaciones que tengamos con los demás empieza por la relación que tenemos con nosotros mismos, y para tener una buena relación con tu propia mismidad tienes que encontrarte digno de ti mismo, no engreído ni falsificador de tu propia personalidad, tienes que sentirte decente. Si yo me miro en el espejo y veo en mi historia algo negativo, sobre todo en relación con mi trato con los demás (y si soy político, ¡no digamos!), tendría que dimitir, pero no dimitir de un cargo, sino dimitir de ser humano, dimitir un poco de ti mismo.

“El que se mete en política debería hacerlo siempre desde la directriz de la decencia”

Cuando usted vino a España consiguió algo que yo no tengo conocimiento de que le haya sucedido a ningún otro filósofo español y fue que, cuando usted se marchó de la Universidad de La Laguna a la de Barcelona, varios alumnos suyos le siguieran (como ocurría con Heidegger).
Pues probablemente, aunque no lo hice de una manera consciente. Una parte de lo que has dicho es leyenda. Lo que pasa es que yo llegué muy joven a La Laguna, después de casi diez en Alemania y de tres años como catedrático de instituto, y para mí aquello fue un reto tan hermoso que me entregué por completo. Recuerdo que, en aquellos años, no escribía ni publicaba nada; no hacía más que preparar clases, pero era porque me parecía un privilegio el poder tener delante a aquellos jóvenes (que los sentí siempre como amigos, como compañeros), sólo que yo era algo mayor que ellos, y creábamos un espacio colectivo, público, en el que yo hablaba y ellos escuchaban  (y pensarían, me criticarían, me juzgaría, no me aceptarían…), pero se creaba un espacio público a través de las palabras, del lenguaje. Un lenguaje que les ayudara un poco, que les abriera la inteligencia dentro de lo que yo entonces podía, pues era más ignorante que ahora, porque era muy joven), aunque no es que después haya progresado mucho con los años, pero en fin, algo. Aunque eso que dicen de que los años te dan sabiduría, ¡no!; a veces los años te pueden engurruñir y estropear.

Tengo la intuición de que esa forma tan personal de concebir la enseñanza la aprendió allí, en Alemania.
El único mérito que tengo es que me interesaba lo que hacía. Me interesa, por supuesto, y me interesaba mucho, la filosofía: entender el mundo en el que estoy, entender el país en el que vivo, entender la literatura, entender las cosas e interpretarlas. Amaba todo eso, pero al mismo tiempo amaba a aquellos a quienes quería comunicarles mis pequeñas y personales (y muchas veces carentes de interés) experiencias, pero que eran mías. Y esa es, me parece, una función esencial del profesor. Y ese era el rompimiento (valga la expresión) del asignaturismo. Recuerdo que, recién llegado a La Laguna, se me acercaron unos alumnos a preguntarme (de forma sensata por su parte, aunque escandalizante para mí): “Lo que usted dice, ¿nos lo va a exigir en el examen? ¿Qué va a pedir, un manual o sus apuntes?”. Me lo preguntaron con gran inocencia y yo me quedé absolutamente descolocado, porque no se me había pasado por la cabeza, pero era lógico que ocurriera eso. Liberar a los jóvenes de ese estricto controlasignaturesco, examinador, me parecía importante. Yo les decía que escribiesen sobre los temas que más les hubiesen interesado de los que yo había hablado. Eso me bastaba y sobraba para saber la calidad e interés que mostraban en lo que estaban estudiando.

"La biblioteca, los libros, la lectura suponen un diálogo de mi individualidad con esa maravillosa explosión de diálogos que te ofrecen los autores. Yo creo que es una suerte para los seres humanos que, a través del lenguaje, podamos dialogar con todos esos grandes", nos dice Lledó. Foto: Deyanira López.
“La biblioteca, los libros, la lectura suponen un diálogo de mi individualidad con esa maravillosa explosión de diálogos que te ofrecen los autores. Yo creo que es una suerte para los seres humanos que, a través del lenguaje, podamos dialogar con todos esos grandes”, nos dice Lledó. Foto: Deyanira López.

Ahora que contemplo todos los libros que hay en esta majestuosa biblioteca me viene a la mente la importancia que en Sobre la educación da usted a las bibliotecas (quizás por ello en Salteras, un pequeño pueblo a medio hora de Sevilla, han bautizado una biblioteca con su nombre). En Alemania usted descubrió que no es posible una universidad sin una biblioteca muy dotada y que el trabajo del investigador (al menos en las humanidades) se hace sobre todo en las bibliotecas. Es decir, que la biblioteca no es solo un espacio físico donde se almacenan libros.
La biblioteca es un espacio de información, de préstamos de libros y también de ampliación de libros que tú no puedas tener. Sobre todo, a mí me llamaba mucho la atención la biblioteca en Heidelberg. Yo tenía veintipocos años y la biblioteca estaba casi siempre abierta, y no había dificultades para estar allí o pedir libros. Pero, sobre todo, porque la mayoría de los profesores con los que yo traté proporcionaban una bibliografía de libros interesantes sobre los temas que ellos iban a hablar (lo que era también una ruptura del asignaturismo), libros que “estaría bien que leyerais”, y eso incitaba el cultivo de la biblioteca. La biblioteca era un espacio enormemente vivo, abierto casi todo el año, para completar la enseñanza de los profesores; era una especie de simbiosis entre el profesor y la biblioteca. Recuerdo en un examen de Filología Clásica en que el profesor Regenbogen me preguntó qué había preparado y le dije que a Tucídides (era una época en la que me dio por estudiar la historia griega) y hablamos de eso, pero para ello yo no le reproducía apuntes de ninguna clase. Había consultado libros interesantes sobre Tucídides, Herodoto, o quien fuera. Había estado en la biblioteca “dialogando” con esos libros, porque la biblioteca, los libros, la lectura suponen un diálogo de mi individualidad con esa maravillosa explosión de diálogos que te ofrecen los autores. Yo creo que es una suerte para los seres humanos que, a través del lenguaje, podamos dialogar con todos esos grandes. O no tan grandes: no hace falta que sean figuras supremas de la literatura o la filosofía. Cualquiera nos puede abrir ese diálogo con nosotros mismos, que muchas veces llevamos muy empobrecido, muy controlado y muy angustiado. La lectura, la biblioteca, es un espacio de la libertad. Y esto no es una metáfora. Si cogiéramos uno de estos libros que hay aquí y leyésemos un párrafo, nos pondría en movimiento para pensar más, para ir más allá, y eso es algo que se tiene que enseñar desde la escuela, desde el diálogo con los niños. Hay que enseñarles a leer, pero sobre todo hay que enseñarles la sensibilidad que implica el conocimiento de un lenguaje, enseñarles a mirar las palabras, a entenderlas, a elaborarlas, a conectarlas. En una palabra, a amar las palabras.

“La personalidad debe enriquecerse con la lectura, porque así se amplía el diálogo que mantenemos con nosotros mismos”

En esa función formativa y transformadora de la educación (eso que los griegos llamaban paideia y los alemanes bildung) he recordado cuando usted enseñó alemán a algunos emigrantes andaluces que fueron a trabajar a Alemania y que, según sus propias palabras, eran gente “desposeída de todo”. Y cómo a usted le molesta tanto (igual que a mí) cuando oye de algún político el manido tópico de que los “andaluces son unos vagos”.
Esta idea me parece una injuria, porque yo le hablaba de mi experiencia de profesor universitario, pero una de mis experiencias más hermosas fue la que coincidió con mi llegada a Alemania, a principios de los años cincuenta, con las primeras oleadas de obreros españoles que llegaban a trabajar allí. La mayoría de esos muchachos eran andaluces. Y debe de ser muyperezoso el pueblo andaluz para coger una maleta e irse a un país del que no conocían la lengua; ellos, que habían nacido con un no escrito sobre la frente: no al pan, no a la comida, noa la cultura, etc. Que tuvieran valor, arrestos, energía y entusiasmo para ir a un país del que ya sólo el nombre de algunas ciudades (como Frankfurt) les debía atemorizar; y aquellos muchachos, la mayoría de ellos andaluces, fueron capaces. Porque, como creo que dice Lope (“¡Ay, dulce y cara España, madrastra de tus hijos verdaderos!”), aquellos eran hijos verdaderos de este país, el mismo entusiasmo con el que yo entré en la Universidad de La Laguna y que descubrí en los estudiantes, ese mismo entusiasmo, o más (porque estaban más desamparados), lo encontré en ellos. Ese deseo de aprender, de enriquecerse, lo encontré en las clases de gramática alemana que daba en una cafetería de Heidelberg a aquellos muchachos a quienes nadie había enseñado gramática española. Ese es, para mí, uno de mis recuerdos más intensos y más hermosos. Pienso en lo que habrían hecho aquellos jóvenes, no analfabetos, pero abandonados culturalmente, si hubieran tenido las posibilidades de tanto señorito satisfecho que ha pasado por la escuela y la universidad y que no han hecho casi nada después. Y esto tiene que ver con lo que decíamos antes, con la igualdad de oportunidades. Aquellos muchachos, para que España no fuera, efectivamente, “madrastra de sus hijos verdaderos”, tenían que haber tenido otras posibilidades y por eso es tan importante lo económico en un país. Yo no creo que la economía sea lo más importante (hay que ver qué obsesión hay ahora con ella), pero qué duda cabe de que tú no puedes enseñar a muchachos a gozar, por ejemplo, la música de Mozart o una página del autor que quieras si tienen hambre, si tienen miseria, si se crean en un espacio social deprimente, con angustias.

Recuerdo que leí una vez una especie de broma que se le hizo a Lula cuando ganó las elecciones en Brasil, en un periódico, no recuerdo cuál ni recuerdo quién, que dijo “tanto ganar las elecciones para decir que su ilusión es que los brasileños coman tres veces al día”. Me parece fantástico que puedan comer, porque si no, no hay cultura. Pero no podemos quedarnos solo ahí, porque quedaríamos reducidos a la más grande de las animalidades, al hombre que necesita solo su propio cuerpo para vivir. Nadie puede respirar con mis propios pulmones, pero ese es un estadio que hemos superado y esa superación se llama cultura, e implica que todos tenemos derecho a esa cultura, aunque cada uno la elabore a su manera.

Cómo es el buen maestro

“El maestro es imprescindible en la docencia universitaria. Un maestro no es aquel que explica, con mayor o menos claridad, conceptos estereotipados que siempre se podrán conocer mejor en un buen manual, sino aquel que transmite en la disciplina que profesa algo de sí mismo, de su personalidad intelectual, de su concepción del mundo y de la ciencia. Ser maestro quiere decir abrir caminos, señalar rutas que el estudiante ha de caminar ya solo con su trabajo personal, animar proyectos, evitar pasos inútiles y, sobre todo, contagiar entusiasmo intelectual. Este elemento estimulador, sugeridor, orientador, es la pieza esencial del mecanismo universitario”. Sobre la educación, EDIT. Taurus

Cambiando un poco de tercio, ¿nos puede enseñar la filosofía a ser felices? ¿Nos puede ayudar a vivir mejor? Lo digo por El elogio de la infelicidad. O se lo planteo de otra manera: ¿qué nos pueden enseñar los filósofos griegos para nuestra vida cotidiana?
Yo me doy cuenta, efectivamente, de que no vivimos ni vestimos como los griegos, pero, a pesar de todo, seguimos leyéndolos. ¿Qué quiere decir eso? Que todavía podemos dialogar con sus palabras, lo cual significa que estas no han envejecido, aunque ya no llevemos clámides ni coturnos. Ellos descubrieron una serie de palabras que constituyen lo que, con más o menos razón, llamamos cultura occidental. Y una de las palabras centrales de esa cultura griega era la palabra felicidad, eudaimonía, que significa algo así como tener un “buen diosecillo” o alguien supremo que te ha mirado con benevolencia y ha conseguido que tengas más ánforas que otro, y más vestidos y esclavos. Es decir, ser feliz era tener. Esto es, si tenías más bienes materiales, parece que eso te ayudaba a vivir. Pero hay un momento en la cultura griega (un momento genial) en que ya no se trataba de tener, sino de ser. Algo más sutil, más delicado, más interior, más personal. Y ese cambio significó un giro decisivo en la idea de libertad y de felicidad. Eras feliz si no te avergonzabas de ti mismo, si te sentías digno de ti mismo. Y eso tiene que seguir manteniéndose. Yo creo que la codicia es una de las muchas enfermedades que padece el hombre lobo, el hombre que cree que la vida es una lucha. ¡Naturalmente que es una lucha y una tensión! Pero siempre he defendido (y creo no equivocarme, aunque si alguien me demuestra lo contrario, lo aceptaría) que es más importante en la vida humana el afecto, el espacio amoroso, el espacio de la filia y de la cordialidad que el de la violencia y el odio. El odio no crea más que odio y, además, produce la muerte, no sólo individual o mental, sino la muerte de la sociedad en la que el odio sea el elemento enhebrador. Además, la frase de “el hombre es un lobo para el hombre” es una frase que luego se ha utilizado en la filosofía inglesa, pero que viene del teatro grecorromano y que tiene unos contextos mucho más inocentes que esos.

“La codicia es una de las enfermedades que padece el hombre lobo, el hombre que cree que la vida es una lucha”

Hablando de la felicidad, me ha venido un recuerdo muy vívido que usted ha comentado alguna que otra vez: el olor a carne quemada de la Guerra Civil cuando era usted un niño pequeño y cómo le fastidia la trivialización de la violencia que se produce en los medios de comunicación.
Era un día que mi padre me trajo a Madrid, y cuando estábamos en la Gran Vía, hubo una alarma de un ataque aéreo y nos metimos en un portal, pero hubo gente a la que no le dio tiempo a refugiarse; creo que fue la primera vez en mi vida que vi cuerpos destrozados. Me di cuenta entonces de lo que era la muerte de la violencia, y desde entonces soy pacifista. Descubrí que la sangre y la pólvora huelen; la imagen la tengo clarísima. Por eso me desagrada mucho la trivialización de la violencia. Me gustan las películas de gánsters y decowboys, pero no puedo ver esas películas que se recrean con la sangre, la violencia y el desgarro físico: me salgo o, mejor dicho, no voy. Esas películas trivializan la muerte y hacen que parezca que eso es una cosa tan natural como comerse un plato de espaguetis.

“Me desagrada mucho la trivialización de la violencia”

También aborrece usted los videojuegos violentos.
Sí. En una ocasión viajaba yo en el AVE y venían dos matrimonios con niños que jugaban con esas maquinitas y a mí me interesó mucho el fenómeno, porque los videojuegos forman parte de nuestra cultura. Los muchachos aquellos estuvieron durante dos horas matando marcianitos y, al llegar el tren a Atocha, me di cuenta de que aquellos niños no tenían una cara humana, de la tensión de todas las horas que pasaron allí tecleando y matando marcianitos (o jupiterinos, o lo que fuera). Y eso a mí me parece que es un aprendizaje, pues con esas teclitas se puede producir lo mismo que yo vi en el año treinta y siete.

La memoria de la Guerra Civil y la de los maestros de la república, ¿crees usted que está suficientemente presente?
Si no lo estuviera, sería una desgracia. Esa tesis repetida políticamente de que se abren heridas me parece falsa, un engaño. Yo lo que quiero es saber qué ha pasado en mi país, conocer su historia, y eso no es abrir heridas. Al contrario: es tomar conciencia de las cosas positivas, de las cosas negativas y de los caminos por los que (creo yo) no hay que seguir adelante en ese olvido. El alzhéimer colectivo es todavía mucho peor que el alzhéimer individual, y un país sometido a la falsificación de lo colectivo es un país condenado. En mi opinión, no hay futuro en un país si no ponemos el pasado por delante, para aprender de él.

“El alzhéimer colectivo es todavía mucho peor que el alzhéimer individual”

"Los libros y la libertad", escrito por Emilio Lledó y publicado por RBA.
“Los libros y la libertad”, escrito por Emilio Lledó y publicado por RBA.

En Los libros y la libertad he leído el análisis casi ontológico que hace usted de estos nuevos libros, los ebooks, y la volatilización o diferencia entre el libro tradicional y el ciberlibro.
Naturalmente que tener estos libros puede facilitar la lectura, qué duda cabe. Tú puedes meter en esta especie de cuartilla luminosa quinientos libros y eso me parece un prodigio tecnológico. Pero yo me imagino la biblioteca de mi casa (o esta de aquí) y que en lugar de todo esto que está aquí, hubiera 15 o 20 cuadraditos de estos en donde estuvieran metidos todos esos libros. Sería otra cosa. El tacto, el objeto libro es también un objeto de la cultura. Y naturalmente que el leer se puede hacer en estos nuevos libros, y a lo mejor se hace con más claridad, porque si tienes una letra pequeña la puedes agrandar, y qué duda cabe que eso tiene que ver con la democratización de la lectura, y eso es importante. Pero el mundo del libro es otra cosa, y yo lo he dicho, yo me siento en mi casa, son mis compañeros y los miro y sé hasta dónde los compré y sé por qué los compré.

Usted ha dicho muchas veces que “los libros nos leen”.
Es que a mí se me quejan algunos libros de que ya no los leo. Nietzsche se me queja: “Hace mucho que no coges El origen de la tragedia; a ver si me lees, que ya se te está olvidando”. O me dice Aristóteles: “Hace mucho que no trabajas en los libros de la Historia natural”. Eso es una especie de metáfora que yo me digo a mí mismo para indicar hasta qué punto yo dialogo con esos objetos, con esas realidades que no son valiosas, porque a mí nunca me ha interesado comprar primeras ediciones de Kant o de El Quijote; mis libros son los libros de mi trabajo y de mis intereses.

¿Puede ser la televisión pública un elemento de cultura en España? Lo digo porque usted formó parte de ese famoso comité de sabios que analizó la cuestión.
Hay que luchar para que lo sea. Lo voy a decir de manera un poco fuerte, pero una de las estupideces que tuve que soportar cuando asumí mi deber ciudadano cuando me ofrecieron ese cargo, porque sé muy bien para qué sirve la televisión, es que me criticaron porque decían: ¿cómo va a ser el presidente de ese comité de sabios un hombre que no tiene televisión? Pero he tenido televisión y he visto televisión en inglés, francés y alemán. Con ver un programa de televisión basta para ver lo que da de sí o lo que da de no el medio. Toda la comisión no quisimos cobrar del erario público español ni un céntimo. Entregamos diez meses de nuestra vida a ese trabajo y yo no podía hacer otra cosa. Tenía una mesa en mi casa donde estaban todos los informes y los libros sobre la televisión, y al acabar me di cuenta de que de lo que de verdad sabía no era de filosofía ni de historia, sino de televisión. Por eso, esa trivialidad de que “no tiene televisión” me parecía, aparte de estúpida, agresiva e injusta, cuando con todas nuestras limitaciones, nos habíamos entregado todos a esa tarea. Yo, al menos, no pude hacer otra cosa más que estudiar de eso de lo que soy un experto (aunque, por suerte, ya lo voy olvidando). Creo, efectivamente, que la televisión es un medio esencial en la cultura de nuestro tiempo, forma parte de todo ese mundo tecnológico que nos cerca, nos rodea, nos ciñe y nos aprisiona, pero que es nuestro mundo.

¿Es la televisión la caverna de Platón?
Yo creo que él intuyó lo que eran el cine y la televisión.

Usted ha dicho “todos sabemos lo que es en realidad la televisión” y para qué sirve.
La televisión sirve para ilustrar, o para manipular, o para engañar, o para tergiversar, o para mentir, pero también para crear. Una televisión un poco ilustrada es un elemento de educación esencial en nuestro tiempo. Por eso hay que mimarla y cuidarla. Lo que pasa es que también tenemos que cuidar la naturaleza. Vivimos en un mundo tecnológico, pero imagínate lo que sería que dijéramos “mañana no va a haber aire” o “mañana no va a haber agua”. Somos seres de la naturaleza y por dentro de ese maravilloso mundo tecnológico que hay que asumir, orientar y saber usar está lo que realmente es nuestro cuerpo, los latidos concretos, materiales y exactos de nuestro corazón.

Podría pasarme horas escuchando “al mago de Salteras”, pero él tiene que comer y yo que acostarme pronto (si quiero curarme esta gripe que me está matando). Me habría gustado tenerle como maestro cuando yo era un zangolotino descarriado y haber podido así disfrutar durante horas de su hipnótica conversación. Quizás entonces habría sido capaz de apropiarme un poco de su sabiduría.

¡Estúpidos exámenes!

“Es quizá en la transmisión de conocimientos en donde radica la mala organización de nuestros sistema educativo. […] Nuestros bachilleres, […] agobiados de exámenes, asfixiados de libros de texto que tienen que aprender, y que, por supuesto, acaban haciéndoles rechazar aquello que aprenden, sin apenas tener con el saber un contacto relajado y estimulador, memorizando de los idiomas modernos esquemas gramaticales que solo les sirven para mal traducir, acaban siendo víctimas de una inicua profanación intelectual. […] Es una idea distinta de enseñanza la que domina en los países europeos. Los alumnos utilizan el texto únicamente como consulta, como instrumento de trabajo, no como fichero de noticias, la mayoría de ellas inútiles y que, como ocurre en nuestro país, son objeto exclusivo de aprendizaje. El aspecto creativo, crítico, se cultiva fundamentalmente sobre la base de trabajos personales, de lecturas continuadas, de comentarios, en los que se deja crecer y esponjar la capacidad de cada alumno. Los exámenes apenas tienen importancia, porque el profesor, a lo largo del curso, ha ido reuniendo suficientes datos objetivos, y por supuesto no se cultiva esa liturgia del examen obsesivo que, en determinados meses del año, aflora como una enfermedad crónica y mortal de nuestra pedagogía. […] En un país donde es la asignatura la que marca la cota más alta del deber académico, ¿qué importa quién da la clase? Lo decisivo es que el plan de estudios se cumpla, que el grupo quede atendido y que, a su tiempo, tengan lugar los exámenes. Una Universidad que examina parece que es una Universidad que funciona, aunque el examen no sirva más que para consagrar la superficialidad, y el engaño, sobre la base de conocimientos muertos y de saberes sin sustancia.” Sobre la educación, edit. Taurus

Fuente: https://blogs.herdereditorial.com/filco/emilio-lledo-capacidad-pensar/

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María Betania Oreja Cerruti: “Las reformas educativas responden a las necesidades del capital”

 Por Yazmín Muñoz Sad/Secretaria de DDHH y género ATEN Capital

Macri, Vidal y los gobernadores iniciaron las sesiones legislativas atacando nuevamente a las y los docentes, diciendo defender la educación pública. Mientras tanto, promueven políticas tendientes a vaciar la escuela púbica y favorecer el negocio de la educación privada.

En esta entrevista la docente e investigadora María Betania Oreja Cerruti realiza un repaso por los orígenes y objetivos de estas políticas llamadas de “reforma” promovidas por los organismos internacionales.
 
Vos venís trabajando sobre las recomendaciones que promueven los organismos internacionales hacia la educación pública. ¿Cuáles son esas instituciones y de qué se tratan esas reformas?

 

  •  Los organismos internacionales vienen realizando recomendaciones para educación, entre otras áreas, desde hace décadas. Históricamente era la Unesco la organización que principalmente asumía este papel. Posteriormente, otras entidades se fueron involucrando de forma creciente. La OEA, la OEI, la CEPAL, el BID, el Banco Mundial y, más recientemente, la OCDE realizan informes, documentos y recomendaciones para los Estados nacionales y logran instalar lo que denominan la “agenda” de políticas educacionales, con determinados enfoques sobre los problemas y ciertas respuestas a esos problemas (y no otras).El Banco Mundial y el BID han financiado numerosos préstamos para educación en toda América Latina. El Banco Mundial otorgó un primer préstamo para educación en 1962. De forma paulatina fue asumiendo un enfoque cada vez más general sobre la educación, definiendo reformas estructurales, es decir, no centradas en aspectos parciales, como eran al inicio.

    La Cepal y Unesco publicaron un documento, a inicios de los 90, con recomendaciones para las reformas educativas que consideraban indispensables para América Latina, con un enfoque muy similar al del Banco Mundial. La OCDE, por su parte, promovió fuertemente la evaluación y los rankings de países, según resultados, a través de las pruebas PISA.

    Todos estos organismos, además, reúnen muchísima información e indicadores por país.

    En el caso del Banco Mundial, en la década del 90, sus principales recomendaciones se dirigieron al ajuste del gasto y a su uso “eficiente” a través del “uso intensivo de las instalaciones”, el incremento de alumnos por clase y materiales de construcción de bajo costo. Otras recomendaciones fueron el cobro de aranceles en el nivel superior y, de ser posible, en parte de la secundaria; la extensión de la educación en los primeros años de vida pero no a través de la oferta principal del Estado sino de organizaciones sociales y de cursos a las familias; la implementación de sistemas de evaluación para “medir resultados” de aprendizaje de los estudiantes y reasignar gasto; programas focalizados en las escuelas más pobres en lugar de políticas universales; sistemas de evaluación a docentes con pérdida de estabilidad en el cargo y generación de bonificaciones salariales “por mérito”, según resultados.

    Algunas recomendaciones fueron variando. Por ejemplo, en los 90 el Banco planteaba la necesidad de priorizar el gasto en la educación “básica” y, a partir de los 2000, fue confiriéndole centralidad al nivel secundario. En su última “Estrategia para Educación” plantea que se deben lograr “aprendizajes para todos” pero que ello no es responsabilidad única ni principal del Estado. La evaluación de los sistemas educativos es una de las medidas que se coloca como estrategia destacada para “mejorar la calidad”.
     
    Hay una idea muy difundida respecto de la presión de los organismos sobre los gobiernos. Por supuesto que hay presión, implícita o explícita, a través de generación de acuerdos, condicionamiento de reformas para el otorgamiento de créditos, formación de funcionarios, difusión de documentos pretendidamente técnicos, etc. Sin embargo, creo que es necesario revisar esa supuesta exterioridad de los organismos respecto de los Estados que se funda, a su vez, en el supuesto de que los Estados son autónomos.

    El proceso de acumulación del capital toma formas nacionales pero es mundial por su contenido. Ello nos permite comprender el surgimiento y desarrollo de los sistemas educativos públicos en los diversos Estados, desde fines del siglo XIX, mucho antes de que existieran organismos que recomendaran unas políticas u otras.
    Como parte de los procesos de centralización del capital, en la actualidad los organismos expresan, muy explícitamente, lo que el capital requiere para la formación de la fuerza de trabajo. Partiendo de estas consideraciones, no debiera sorprendernos que el Banco Mundial o la OCDE tengan objetivos claros en materia educativa y que los promuevan en cada espacio de acumulación nacional, según las necesidades específicas del capital.
     
    ¿Cuál es el impacto de estas políticas en Argentina y desde cuándo se están aplicando?

  •  En la reforma educativa de los ’90 se plasmaron numerosas recomendaciones de los organismos internacionales: acciones focalizadas en la población más pobre, transferencia del nivel medio de enseñanza y de los ISFD a las provincias, establecimiento de un sistema nacional de evaluación, aprobación de la Ley de Educación Superior con la posibilidad del cobro de aranceles, entre otras medidas. Durante las dos presidencias de Menem se aprobaron 15 proyectos, para el sector, financiados por el Banco, y otros tantos por el BID.Luego de la crisis de 2001, ambos organismos recomendaron a Argentina crear una “nueva generación de programas y políticas económicas y sociales”. En el caso del Banco Mundial, por ejemplo, la “Estrategia de Asistencia al País” de 2004 para Argentina propuso la implementación de políticas sustentadas en tres pilares: crecimiento sostenido con equidad, inclusión social y fortalecimiento de la gobernabilidad.

    Durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, los funcionarios plantearon un discurso de mayor autonomía respecto de los organismos internacionales, con diferencias objetivas respecto de la década anterior. No obstante, tanto en la legislación cuanto en las políticas que de ella derivaron, pueden identificarse numerosas coincidencias con la agenda de los organismos de esos años: el énfasis en la “inclusión” y en la “escuela secundaria”; el desarrollo de programas focalizados en las escuelas más pobres y de programas para adultos para finalización del secundario, con estructuras flexibles y en condiciones de trabajo precarias para los docentes; el establecimiento de 180 días de clase; los operativos nacionales y provinciales de evaluación de la calidad como estrategia para mejorar la educación. Los préstamos del Banco Mundial y del BID para educación continuaron, con una mayor cantidad de proyectos aprobados por el BID.

    En la actualidad, las políticas del gobierno de Cambiemos para educación presentan una fuerte coincidencia con recomendaciones de diversos organismos. Esto se evidencia, por ejemplo, en la centralidad conferida a la evaluación y en el avance hacia la evaluación docente, que es parte de una reforma laboral más general y que implica el abaratamiento de los salarios de los trabajadores en general y de los docentes en particular.

    Lo dicho no es más que una muy breve síntesis. Quienes defendemos una educación pública, gratuita, laica, científica, sin dudas debemos avanzar aún más respecto de las ideas generales que se plantean usualmente respecto de los organismos. Porque está claro que no alcanza con afirmar que “tal gobierno sigue las recomendaciones del Banco Mundial”. La cuestión reside en poder avanzar en el conocimiento respecto de por qué en determinados momentos la política educacional parece alinearse más que en otros con la agenda de los organismos y qué necesidades del capital global se expresan en esas recomendaciones. 
     
    Una de las cuestiones en debate respecto de estas reformas es la centralización de contenidos y la descentralización presupuestaria. ¿Cuál sería la alternativa para oponer a estas políticas? 

  •  Respecto de lo que planteás como centralización de contenidos es un proceso que considero que se asienta en la verticalidad del sistema educativo argentino y en la ausencia de participación de los docentes en la definición de las políticas, la organización institucional, el currículum, etc.; con diferentes situaciones según la provincia. Es un problema más complejo porque implicaría que pudiéramos plantear claramente cómo se seleccionan los contenidos que se enseñan en la escuela y qué se aprende efectivamente. Qué demandas de formación de la fuerza de trabajo existen, cómo se expresan y de qué formas se concretan.Tal como lo ha desarrollado Juan Iñigo Carrera en sus trabajos, desde la década del 70, debido a cambios técnicos en los procesos de trabajo y a las formas de la acumulación mundial, la formación de la fuerza de trabajo se da de manera cada vez más diferenciada, según cuán complejo o simplificado sean los procesos de trabajo. El capital, como relación social general, no precisa los mismos atributos productivos del conjunto de la clase: mientras amplía la formación de una parte de la clase trabajadora, degrada la de una enorme porción de trabajadores al tiempo que abarata sus salarios y precariza sus condiciones de vida.

    Esto se expresa, en parte, en las múltiples formas de desigualdad que podemos identificar en el sistema educativo argentino. Una muy clara es la desigual inversión por alumno según la provincia. Esto implica que en algunas jurisdicciones se invierte, por alumno, el quinto o el cuarto de lo que se invierte en otras, con una mejor posición de algunas de las provincias de la Patagonia, La Pampa y Ciudad de Buenos Aires.

    Esto genera condiciones muy diferentes para enseñar y para aprender. Pero además de las diferencias por jurisdicción, se pueden reconocer desigualdades entre escuelas públicas y privadas, escuelas céntricas y periféricas, exescuelas secundarias nacionales y las secundarias “conformadas” en el Conurbano o las sedes del FINES, etc.

    Ante esta situación, podríamos definir reivindicaciones inmediatas y otras que son más estructurales. En las primeras, podríamos plantear la necesidad de participación de los docentes y de los alumnos en la toma de decisiones del sistema. Y con esto no me refiero a una tibia representación sindical que se convierta en co-gestión acrítica de políticas del gobierno y que sirva para legitimar reformas sino a procesos de democratización del sistema mucho más profundos.

    En relación con el gasto desigual por provincia se hace necesario instalar mecanismos que permitan discutir nacionalmente el presupuesto para educación y que permitan revertir las enormes desigualdades por jurisdicción, pero no con el objetivo de igualarlas para que todas reduzcan su déficit, como plantea hoy el gobierno nacional. Eso, a su vez, nos lleva a la cuestión determinante que es la forma en se produce y se apropia la riqueza en el capitalismo y en nuestro país en particular.

    La educación pública se ha considerado históricamente como una institución tendiente a formar fuerza de trabajo. ¿Sigue siendo así? ¿Qué relación ves entre este rol histórico y las políticas tendientes a transformar la escuela en depósito de pobres?

  •  La principal determinación de los sistemas educativos, en el capitalismo, es la formación de la fuerza de trabajo. La educación no es un “ámbito” o “esfera” separada del “resto” de las relaciones sociales y no puede abstraerse del modo en que se produce la riqueza en el capitalismo. De lo contrario, nos moveríamos en un plano totalmente idealista y abstracto.Cuando decimos formación de la fuerza de trabajo no nos referimos a lo que comúnmente se denomina “formación para el trabajo” o exclusivamente a la modalidad específica de la educación técnica. Nos referimos a que el sistema educativo forma los atributos productivos de los futuros/as trabajadores/as. Esto no tiene otra forma de realizarse que no sea a través de la lucha de clases y, obviamente, adquiere formas diversas a lo largo de la historia.

    En Argentina, el poder adquisitivo del salario promedio de los trabajadores se redujo al 54 % del de 1974. Esto nos muestra, con contundencia, un proceso de pauperización general de la población trabajadora argentina y es lo que explica buena parte de la situación actual del sistema educativo argentino, con sus desigualdades y con la pérdida de centralidad del conocimiento científico que puede reconocerse. Educar a futuros trabajadores precarizados es también formar para el trabajo, sólo que para un tipo de trabajo muy distinto al que reivindicamos.

    Luego de casi una década de precios elevados de las commodities agrarias y de expansión de la renta extraordinaria, su retracción nos enfrenta, con crudeza, a la agudización del desempleo, la precarización, la caída de los salarios reales y la reducción del gasto social. Las reformas en curso se orientan claramente en ese sentido. Oponernos a que la escuela se transforme en depósito de pobres, parafraseando tu pregunta, implica, entonces, conocer y enfrentar el proceso de acumulación del capital y su especificidad nacional.

 

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Entrevista Adela Cortina: “No hay felicidad sin compasión”

Por Filosofía&Co

La filósofa Adela Cortina elimina de la compasión cualquier acepción negativa y la explica como el sentimiento de padecer con otro su tristeza y también su alegría. “En nuestro país –aclara Cortina– el alegrarse con el bien de otro es dificilísimo”. Y lo dice la gran experta en ética. Hablamos con ella de filosofía, ética, felicidad, justicia… y de pobreza, el tema central de su último libro, Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia.

Por Gabriel Arnaiz, profesor de filosofía

El filósofo José Antonio Marina ha dicho que todo lo que sabe de ética lo había aprendido de ella. Aunque este comentario es un cumplido quizá exagerado, refleja de manera muy clara una cosa: que quien quiera saber de qué va la ética necesariamente tendrá que empaparse del trabajo que ha venido realizando esta filósofa durante más de tres décadas. Adela Cortina fue una de las primeras introductoras en España de la ética del discurso de Habermas y Apel, aunque su proyecto de ética cordial pretende compensar las limitaciones de este enfoque con una ética de las virtudes, es decir, complementar el enfoque kantiano de esta ética procedimentalista con ciertas dosis de buen juicio aristotélico. Ella ha sido también uno de los primeros filósofos españoles en tomarse en serio el abigarrado universo de las éticas aplicadas, sobre todo de la ética empresarial, de la que es una de las representantes más destacadas en lengua española, con varias obras colectivas sobre este tema que son de consulta indispensable. Casi ningún otro filósofo en España, salvo Savater o Marina, puede presumir de que sus obras hayan sido reeditadas tantas veces: Ética mínima va ya por la decimoquinta edición; Ética sin moral, por la décima; Ética aplicada y democracia radical, por la quinta, y Ciudadanos del mundo y Neuroética y neuropolítica, por la tercera. Además, Adela Cortina es la única mujer que ha sido admitida hasta ahora en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

El libro "¿Para qué sirve realmente la ética?", de Adela Cortina, está editado por Paidós.
El libro “¿Para qué sirve realmente
la ética?”, de Adela Cortina,
está editado por Paidós.

Uno de sus últimos libros se titula ¿Para qué sirve realmente la ética?, y eserealmente ya presupone que la ética no sirve para nada realmente útil, si no no sería necesario haber incluido este escéptico realmente. Así que, antes de que me diga si la ética sirve realmente para algo, ¿podría explicarnos qué es la ética? Hay mucha confusión con otros términos parecidos, como moral o religión.
Un excelente profesor mío, Fernando Cubells, solía decir que “las cuestiones de nombres son también cuestiones sobre cosas”, y por eso importa tanto aclarar de qué estamos hablando cuando utilizamos la palabra ética. La palabra ética viene del griego, del termino êthos, que quiere decir carácter, y, en ese sentido, la ética está relacionada fundamentalmente con la forja del carácter de las personas.

Dice también allí que, si le obligasen a ser lacónica, diría que consiste en “conjugar justicia con la felicidad”.
Un carácter justo y la búsqueda de la felicidad con un buen carácter serían para mí los dos caminos de la ética. ¿Por qué nombro esos dos? Porque la filosofía siempre se ha preguntado por la felicidad, pero se ha entendido de muy diversas maneras. Y en los últimos tiempos se ha entendido de una manera que puede entrar en conflicto con la justicia, porque la felicidad, a mi juicio, se ha reducido a bienestar. Bienestar quiere decir tener una serie de sensaciones placenteras, como estar satisfecho con la vida o tener eso que se llama “una vida de calidad”, es decir, vivir en una ciudad pequeña, tener buenas relaciones, poder ir a conciertos, al teatro, etc. Lo cual, en principio, está muy bien, pero si la felicidad se reduce a bienestar, entonces puede entrar en conflicto con la justicia.

 

"Pobreza y libertad. Erradicar la pobreza desde el enfoque de Amartya Sen", de Tecnos.
“Pobreza y libertad. Erradicar
la pobreza desde el enfoque de
Amartya Sen”, de Tecnos.

¿Cómo puede ser eso?
Porque al que está bien le molestan los que plantean exigencias de justicia. En nuestra tierra se dice que el que estiga bé que no es menetge (el que esté bien, que no se mueva). Al que está bien y le vienen con que tiene que pagar impuestos, lo hará mientras haya coacción, pero si no, en absoluto. Además, pensará que el dinero es suyo y que por qué se lo han de reclamar. De igual modo, si viene un inmigrante en una patera, le parecerá muy molesto, porque él está bien y no entiende por qué el inmigrante ha de obligarle a moverse. Y si al bienestante le cuentan que en España hay ahora una gran cantidad de pobres, que muchas familias acuden a los comedores de Cáritas y que hay niños que sólo comen cuando les dan de comer en la escuela, se siente molesto, porque él está bien y eso le incomoda. Por eso creo que cuando la felicidad se convierte en bienestar (lo cual tiene mucho que ver con la sociedad de consumo), la justicia puede entrar en conflicto con ella. Es en ese sentido en el que digo que la justicia puede entrar en conflicto con una felicidad concebida como bienestar, pues entiendo que la justicia siempre es una exigencia y las exigencias de justicia no se pueden dejar de lado de ninguna manera, porque son las que nos caracterizan básicamente como seres humanos. Quien cae por debajo de los mínimos éticos está cayendo bajo mínimos de humanidad; esa es la idea. Entonces ¿qué debería ser la felicidad? La felicidad siempre tiene que ser una aspiración que incluya las exigencias de justicia, y por eso yo propongo la compasión como algo fundamental.

“La compasión no es la conmiseración que sienten los que están bien situados frente a los que no lo están”

Pero solemos tener una idea de la compasión más bien negativa. Nos recuerda al día del Domund y cosas así.
Es que la compasión no es la conmiseración que sienten los que están bien situados frente a los que no lo están. La compasión es el sentimiento de padecer con otro su tristeza y también su alegría, porque en nuestro país, donde la envidia es el pecado capital, el alegrarse con el bien de otro es dificilísimo. El otro día leí la noticia de una psicóloga que preguntaba a sus encuestados: “¿Cuándo se alegra usted más, cuando le salen las cosas bien a usted o cuando le salen mal a los otros?” ¡Y la gente contestaba que cuando le salían mal a los otros!

¡Hay que ver cómo somos!
Decía el economista Jeffrey Sachs, y también lo he recogido en el libro, que una de las causas de la crisis ha sido que la élite norteamericana no ha tenido civilidad y yo añadiría, que tampoco compasión. Banqueros, políticos y gentes relevantes, como no les importan los otros, han creído que no tenían por qué ser justos. A mi juicio, la justicia, sin esa compasión básica, no puede funcionar de ninguna manera. Si los demás no importan, la justicia carece de sentido. Por eso es por lo que yo creo que un proyecto de felicidad que incluya a los otros es el que puede plantear exigencias de justicia.

"Pobreza y libertad. Erradicar la pobreza desde el enfoque de Amartya Sen", de Tecnos.
“Aporofobia, el rechazo al pobre”
es el último libro de Adela Cortina
y está editado por Paidós.
rgente, Fundéu.

¿Esto tiene que ver con lo que usted llama la aporofobia, es decir, el rechazo a los pobres, de la que habla en su nuevo libro:Aporofobia, el rechazo a los pobres(editado por Paidós)?
A pesar de que se habla mucho de xenofobia, el extranjero no suele molestarnos cuando viene bien provisto de petrodólares. Por ejemplo, cuando vienen los alemanes a la Costa del Sol o a la Costa Blanca les ponemos la alfombra roja porque traen dinero. No nos molesta en absoluto que sean arios ni nada por el estilo. Entonces ¿quiénes son los que molestan? Los de la propia familia cuando son pobres; es de sentido común. Y ahora que hay muchísimos pobres, la gente lo oculta (que no se vea, que no se sepa), y se relaciona con los parientes que están bien situados. Y además, hasta el último gato presume del pariente bien situado y nadie te nombra al pariente más necesitado. Yo creo que la cuestión es que la aporofobia la tenemos al lado de la calle. Y es por eso que la justicia y la compasión son fundamentales. La pobreza es falta de libertad.

(La palabra aporofobia, acuñada por Adela Cortina, fue elegida “palabra del año 2017” por la Fundéu, Fundación de Español Urgente).

Usted ha sido la máxima exponente en España de una ética dialógica (siguiendo las aportaciones de Habermas y Apel) y ha defendido siempre la necesidad de una ética mínima en una sociedad plural. ¿Nos puede explicar qué es lo quieres decir con esta fórmula?
Quiero decir que la fórmula del pluralismo moral consiste en que convivan distintas éticas de máximos, distintas éticas que hacen ofertas de vida feliz, que hacen propuestas de vida buena, que aconsejan distintos proyectos de vida buena, siempre que dialoguen entre sí y puedan compartir por lo menos unos mínimos valores de justicia con los que no se puede vivir sin caer en inhumanidad.

¿Cuáles serían esos mínimos?
Fundamentalmente, la libertad (entendida como independencia, como participación, como autonomía y como no dominación), la igualdad, la solidaridad, el respeto activo y los derechos humanos de las tres primeras generaciones: es decir, la libertad de expresión, de asociación, de reunión, de conciencia, etc., pero también los derechos económicos, sociales y culturales, es decir, una asistencia sanitaria de calidad, una educación de calidad, un seguro de desempleo, unas pensiones a una edad razonable y la ayuda en tiempos de carencia, como cuando uno está discapacitado o en situación de dependencia. Todos esos derechos son unos valores mínimos sobre los que todos los grupos políticos deberían estar de acuerdo. Es verdad que esos mínimos no son estáticos, sino dinámicos, pero por lo menos debemos tener claro que hay unos mínimos de justicia que todos debemos compartir, porque, si no, los miembros de una sociedad no tienen nada en común y no pueden construir nada juntos. Y eso es lo que me fastidia de nuestra sociedad actual: que todo el mundo está protestando, unos contra otros, pero no hay modo de que esos mínimos salgan adelante. Y eso es algo de lo que se tienen que convencer todos los partidos políticos, todos los sindicatos y los ciudadanos de a pie.

Pero parece que ese consenso del Estado del bienestar, que era típico de Europa, se está dinamitando: hay que reducir las pensiones, privatizar la sanidad, recortar en educación, etc.
Yo escribí un artículo que se titulaba El corazón de Europa, en el que decía justamente que ese modelo que tenía Europa como propio era lo mejor que podía ofertar. Eso y la defensa de la democracia y de la dignidad humana. Cuando estos valores básicos se ponen en peligro con recortes económicos, aduciendo que los recursos son escasos, esto no es sino una coartada. Los recursos siempre son escasos, por eso hay que priorizar. Ya lo decía Hume: “¿Cuáles son las causas de la injusticia? Que los recursos son escasos y que los seres humanos son egoístas”.

¿Y cuál es el papel de eso que usted llama “éticas de máximos” en una sociedad plural?
Las éticas de máximos son los proyectos de vida feliz que proponen distintos grupos, religiosos o no. Si esas éticas de máximos ni siquiera pueden dialogar entre sí y encontrar unos mínimos de justicia, nos encontramos en una sociedad que no es pluralista sino politeísta, una sociedad de personas que no pueden construir nada juntos. Por eso los mínimos de justicia son fundamentales. Pero, a mi juicio, es importante que en una sociedad haya propuestas de éticas de máximos que cumplan los mínimos de justicia, porque en realidad las personas viven de sus proyectos de felicidad, pues a lo que todos aspiramos es a la felicidad. Si los proyectos de vida son muy débiles o poco entusiasmantes, entonces las exigencias de justicia también serán menores. Ahora bien, esos proyectos los tiene que aceptar cada uno personalmente, no se pueden imponer jamás. Eso nunca.

“¿Cómo vas a renunciar a la justicia o a la felicidad? Eso es inhumano”

Aristóteles sería filósofo de la felicidad y Kant el de justicia. ¿Con quién nos quedamos?
Con los dos. ¿Cómo vas a renunciar a la justicia o a la felicidad? Eso es inhumano. ¡Pero si son los dos grandes pilares de la ética! Además, eso es lo que yo intento hacer: unir a Kantcon Aristóteles en el terreno de la ética dialógica, pero no por afán de sincretismo, sino porque sencillamente es lo que toca.

Últimamente está hablando de “una ética de la razón cordial” (con el que obtuvo el Premio Jovellanos de Ensayo en 2007), que es un intento de unir la inteligencia con la compasión. ¿En qué consiste este enfoque?
Yo trabajé con Apel y con Habermas, y cuando conocí la ética del discurso me pareció el proyecto ético más interesante que había entonces (y sigo creyendo que es así), pero siempre le encontraba un fallo: que era excesivamente racional, procedimental, formal, que le faltaba la dimensión del sentimiento, de la cordialidad. Y creo que es muy difícil considerar al otro como interlocutor válido en realidad sin tener en cuenta la dimensión sentiente de los interlocutores. Creo, pues, que ese reconocimiento recíproco del que habla la ética en discurso no tiene que ser solamente lógico-formal, sino que tiene que ser también cordial. Y si no es cordial, es decir, si falla la compasión, va a ser muy difícil preocuparse por la justicia.

Es curioso cómo las mujeres filósofas (no sólo usted, sino también Nussbaum, Camps o Gilligan) hacen siempre hincapié en el tradicional olvido de las emociones por parte de los filósofos varones. Veo como una necesidad de compensar cierta obnubilación de la filosofía por una razón demasiado “geométrica”.
Es verdad que las mujeres tenemos en cuenta esa otra dimensión que sería la cordial. Pero como yo digo en este libro, y también lo dice Gilligan muy acertadamente, no se trata de que las mujeres tengan que ocuparse del corazón y los varones de la razón, sino que hay dos voces morales que tienen que complementarse. No son valores de hombres y de mujeres, sino que son valores de cualquier persona íntegra, tanto de varones como de mujeres. Unos y otras han de recurrir a la razón y al corazón. No se puede condenar a una parte de la humanidad a ser sólo racional o a ser sólo sentiente. Como decía Pascal, la razón geométrica se pierde muchas cosas importantes; a la razón humana le importan también las cuestiones cordiales. Es en ese sentido en el que hablo de una “razón cordial”, tanto en Ética de la razón cordial como enJusticia cordial, una idea que sigo manteniendo y que me gustaría desarrollar en el futuro.

Usted ha sido también una de las introductoras en nuestro país de las éticas aplicadas. ¿Cuál es su opinión sobre la clonación humana?
Afortunadamente, quienes se están ocupando de la clonación están distinguiendo muy claramente entre clonar tejidos y clonar a un ser humano completo y aseguran que no se proponen llegar a clonar seres humanos.

Entonces, en la polémica entre Sloterdijk y Habermas sobre estas cuestiones, ¿con quién está usted?
Habermas, en El futuro de la naturaleza humana, defiende posiciones con las que en parte no estoy de acuerdo y en parte sí. Él entiende que si hay una cierta manipulación genética, la persona que naciera de esa manipulación no sería autónoma, porque distingue entre lo crecido y lo hecho. Yo creo que esto no es así, porque si una persona ha nacido, la autonomía le constituye, tanto si se ha generado a partir de la manipulación como si no ha sido así. En lo que sí estoy de acuerdo con Habermas es en que es preciso ser muy cautos y evitar traspasar el límite de las intervenciones terapéuticas entrando en las de mejora.

¿Pero quién no va querer ser más inteligente si pudiera hacerlo?
Porque eso no garantiza en absoluto una vida buena. El niño necesitará incorporarse a clases para superdotados, necesitará enseñanza especial y sólo si tiene habilidades sociales podrá convivir con tranquilidad. Algo así trataba ya Unamuno en su espléndido Amor y pedagogía, que es todo un aviso para navegantes.

"Neuroética y neuropolítica. Sugerencias para la educación moral", de Adela Cortina, editado por Tecnos.
“Neuroética y neuropolítica.
Sugerencias para la educación moral”,
de Adela Cortina, editado por Tecnos.

En Neuroética y neuropolítica habla de un posible “chip moral”. Si pudieran ponernos un chip moral que nos convirtiera en personas más morales, ¿por qué no íbamos a hacerlo?
Porque no existe ese chip moral ni un GPS moral. Es verdad que Savulescu propone [en [¿Decisiones peligrosas? Una bioética desafiante] intervenir en las bases biológicas de los sujetos para mejorarles moralmente, por aquello de que la educación no parece tener mucho éxito. Pero eso lo plantea a muy largo plazo, y aún así, no comparto su opinión. También aquí conviene recordar La naranja mecánica.

También habla en ese mismo libro de Frankenstein…
Es que la figura de Frankenstein, que menciono en los dos libros, me parece fundamental. La novela de Shelley, más que de la creación de un ser superior, está hablando de la felicidad humana. No hay que empeñarse tanto en mejorar, porque puede ser que lo más importante en la vida para ser feliz no sea tener unas características maravillosas, sino tener unas características normales, pero saber degustar las relaciones humanas; es decir, saber que con la gente somos muchos más felices que con unas capacidades tan maravillosas. Y en eso es en lo que habría que insistir.

En ¿Para qué sirve realmente la ética? dice que es un error querer incrementar la calidad de la educación basándose “sólo en técnicas que permiten llegar a los más diversos fines sin ayudar a calibrar cuáles son los mejores fines”. Lo decisivo es saber discernir cuáles son los mejores fines y nada mejor para ello que la ética. ¿Por qué todo el mundo debería aprender ética?
Porque forjarse un buen carácter aumenta la probabilidad de lograr una vida feliz y justa. Y en la conformación del carácter conviene tener en cuenta que la naturaleza nos ha predispuesto para el cuidado, para la cooperación, y no para el egoísmo estúpido, y para saber valorar aquello que vale por sí mismo. La ética enseña a priorizar, a elegir los mejores valores, a cuyo servicio hay que poner técnicas y habilidades. Todos estos aspectos son fundamentales para una vida íntegramente humana, y los estamos descuidando peligrosamente.

“La política también tiene unos fines, que es conseguir el bien común”

En Ética aplicada y democracia radical escribe que “es imposible construir una sociedad auténticamente democrática contando únicamente con individuos técnica y socialmente diestros”. Parece que la educación actual lo único que busca es formar buenos técnicos, pero no ciudadanos justos. Y en ¿Para qué sirve la ética? se queja de que en esta crisis económica “se ha echado en falta la presencia de buenos profesionales”, especialmente en las entidades financieras.
En el capítulo en el que hablo de las profesiones lo que digo es que cada una de las actividades profesionales tiene una meta que le da sentido y legitimidad social. Por ello, sería muy importante que en todas las carreras hubiera una asignatura de ética en la que se reflexionase sobre la ética de esta profesión. La medicina tiene unos fines que le dan sentido: prevenir la enfermedad, curar lo que puede ser curado, ayudar a cuidar lo que no se puede curar y ayudar a morir en paz. Pero es que la política también tiene unos fines, que es conseguir el bien común, y también la economía tiene unos fines, que es conseguir una sociedad buena, como decía Amartya Sen. Entonces, cada una de las actividades tiene unos fines de los que se ocupa la ética. Por eso tendría que haber en todas las carreras una asignatura de ética donde se reflexionara sobre los fines de esa profesión y cómo alcanzarlos. Si no, tendremos técnicos, pero no profesionales, y es una de las razones por la que creo que la ética tendría que estar en el bachillerato y tendrían que recibirla todos los alumnos.

El rechazo a los pobres explicado por Adela Cortina

En su último libro, Aporofobia, el rechazo al pobre, Adela Cortina afirma:

“No repugnan los orientales capaces de comprar equipos de fútbol o de traer lo que en algún tiempo se llamaban «petrodólares», ni los futbolistas de cualquier etnia o raza, que cobran cantidades millonarias pero son decisivos a la hora de ganar competiciones. Ni molestan los gitanos triunfadores en el mundo del flamenco, ni rechazamos a los inversores extranjeros que montan en nuestro país fábricas de automóviles, capaces de generar empleo, centros de ocio, a los que se da el permiso de fumar en sus locales y bastantes privilegios más. Y todo ese largo etcétera de aportaciones extranjeras que aumentan el PIB.

Por el contrario, lo cierto es que las puertas se cierran ante los refugiados políticos, ante los inmigrantes pobres, que no tienen que perder más que sus cadenas, ante los gitanos que venden papelinas en barrios marginales y rebuscan en los contenedores, cuando en realidad en nuestro país son tan autóctonos como los payos, aunque no pertenezcan a la cultura mayoritaria. Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad.

El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza. Y lo más sensible en este caso es que hay muchos racistas y xenófobos, pero aporófobos, casi todos. Es el pobre, el áporos, el que molesta, incluso el de la propia familia, porque se vive al pariente pobre como una vergüenza que no conviene airear, mientras que es un placer presumir del pariente triunfador, bien situado en el mundo académico, político, artístico o en el de los negocios. Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, a las razas y a aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, no pueden ofrecer nada, o parece que no pueden hacerlo.”

Fuente: https://blogs.herdereditorial.com/filco/adela-cortina-pobreza-falta-libertad/

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“Tenemos un modelo de aula apilada que no vale para cinco horas al día, cinco días a la semana y así durante 15 años” Entrevista al sociólogo Mariano Fernández

Europa/España/15 Marzo 2018/Autor: Daniel Sánchez Caballero/Fuente: El diario la Educación

La insitución escolar está en crisis. Un modelo de organización que parece no servir bien para unos fines que son, hoy, más inciertos que nunca. Mariano Fernández Enguita aboga por una apertura del concepto de escuela y de aula.

Catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, Mariano Fernández Enguita está considerado uno de los principales expertos en educación de España. Enguita no se guarda ninguna opinión y es consciente de que, a veces, puede molestar a los maestros. Autor prolífico, acaba de publicar Más escuela y menos aula (Ediciones Morata), donde propone un cambio de concepto en la escuela y su disposición a través de lo que ha llamado el “hiperaula”. Enguita comparte despacho en la Facultad de Educación con Julio Carabaña, otro de los gurús educativos. “Tenemos buenas discusiones”, se ríe.

Le he leído decir que “la escuela sobrevive porque es obligatoria”. ¿Puede elaborar esto?

Alguien dijo que si creíamos que lo de los medios de comunicación es una crisis, esperen a ver la escuela. Se refería a la crisis de las instituciones broadcast. La escuela no solo es una institución broadcast, sino que antes de eso fue la lectio. Están todos los motivos para que eso entre en crisis, como cualquier institución, con el añadido de que estamos estirando cada vez más la escuela. Una persona pasa mínimo 15 años y con resultados poco claros. Antes la educación te llevaba a algo, si eras pobre te hacías maestro, cura, secretario del ayuntamiento. Ahora no está claro. Eso en conjunto es explosivo. Pero la gente no se puede ir. Es obligatoria, legalmente y de hecho, porque a los tres años —y antes— es difícil que una familia mantenga a los niños en casa. Para terminar con el mínimo hay que salir a los 18 y para salir con algo más hay que seguir. Esas son las condiciones de un abandono masivo si fuera posible o de una explosión si no es posible el abandono. En teoría política esto se llama exit y voice. Voice es que protestas ante una institución o un sindicato. Exit es que te vas. Aquí no hay salida, solo queda la voz y tampoco está muy reconocida, lo que es problemático. Por eso vemos cada vez más el rechazo de clase media, no lo que había antes de clase trabajadora. Ahora vemos alumnos que parecen tenerlo todo, pero no son buenos estudiantes.

El problema es que no parece que haya alternativa.

Sí hay alternativas. Yo no creo que la escuela per se sea mala, lo que es malo es el modelo que tenemos, pensado a medias entre la disciplina del convento y el porvenir de la disciplina de la fábrica. Puede funcionar de otro modo. Tener una escuela, un edificio bien equipado, bien dotado, con educadores, está muy bien. Las escuelas creo que deberían ser una mezcla de lo que son hoy, pero también de club social, etc. Se puede discutir, no es lo mismo una escuela primaria que de Secundaria, una ciudad u otra, pero hay mucho futuro y muchas posibilidades para la escuela, pero no para esta escuela que es un conjunto de aulas apiladas.

Igual me confundo, pero no da la sensación de que nadie hable de cambiar tanto el modelo-concepto sino de pequeñas cosas.

El concepto está muy metido en la sociedad. Una de las cosas que se ve en el libro y en las ilustraciones que tiene es que todos los conceptos del futurismo en la escuela es reproducir el aula en situaciones absurdas. Da igual que sea tipo Matrix con los alumnos conectados a cables o hiperconsolas medio atómicas, siempre tienes el aula, con sus pupitres, sus alumnos alineados. La idea ha calado profundamente y es difícil sacársela de la cabeza. Y luego hay una inercia. ¿Quienes nos convertimos en profesores? Los que mejor hemos sobrevivido a la escuela o nos ha gustado, incluso. Nos quedamos, es lo que hemos aprendido a hacer. Es difícil cambiar eso, sobre todo si no tienes señales. Un periódico, por ejemplo, recibe señales. Puede creer que lo está haciendo bien, pero si los lectores caen, algo pasa. A la escuela no se le va nadie, no tiene feedback más allá de ver a los alumnos suspender o aburrirse. Por eso hablo de público cautivo.

Su libro se llama Más escuela y menos aula” ¿Qué significa?

Significa que, hasta donde alcanza la vista, la escuela va a seguir ahí. A mí no se me ocurre una buena alternativa. No me opongo al homeschooling en ciertas circunstancias, pero no es una alternativa. La escuela que tenemos está montada sobre ese modelo del aula apilada. Lo explicaba con la web de un instituto que muestra sus aulas, orgulloso de ellas. Aula de música, aula de informática, aula de artes plásticas… y eran todas iguales, el esquema era el mismo. Es innecesario. No digo que no haya que tener una estructura tipo aula como la conocemos para algo. Para dar una conferencia a 500 personas lo mejor es un buen auditorio, pero no es eso lo que vale para todo cinco horas al día, cinco días a la semana y durante 15 años. Debemos y podemos conservar y cambiar la institución, y el cambio sustancial que hay que introducir es levantar el aula y reducirla a su justo papel.

¿En la línea de lo que han hecho los jesuitas?

Hay muchos ejemplos. En el libro lo llamo el hiperaula y en la web tengo un apartado dedicado en exclusiva a eso. La llamo hiperaula porque la forma más común es un aula más grande que se produce por la reagrupación de, típicamente, dos grupos que puede ser de un mismo nivel como en Jesuitas, puede ser los dos cursos un ciclo entero. Puede no tener nada que ver con eso, como se ha hecho en la Escuela da Ponte y otras. Puede ser, en otro nivel, los rinconcitos Montessori. Puede ser cosas como la red Teach for One, en EE UU, que reúne tres-cuatro aulas en una especie de campus party donde todo el mundo trabaja en pequeños grupos asistido por profesores. Hay muchas formas, pero en general se trata de romper con la idea de que un profesor deba tener simultáneamente a un número de alumnos y a continuación ponernos a discutir que son demasiados niños y sobre las ratios. Eso es un pozo negro sin fondo que no va a ninguna parte. Nunca habrá una ratio adecuada. Cuanto más personalices o diversifiques para unos alumnos, más te estás alejando de otros. Creo que ese modelo está acabado y por eso hablo del hiperaula. Lo más visible es que es grande, pero además se puede pasar sin transición del gran grupo a los pequeños equipos. No es solo el aula física, tiene su prolongación a través de la tecnología con aulas virtuales, equipos de trabajo, etc. Eso permite remodelar enteramente los tiempos porque requiere un equipo de profesores. No hace falta que se turnen, sino que cada uno coja un trocito del aula. Porque creo que cada vez más irá entrando la hiperrealidad, tecnologías que reproducen la realidad, simulaciones, videojuegos, hologramas… Eso es completamente distinto que 20 personas mirando a otra que habla, o escribe en la pizarra.

El libro no es una investigación, pero no sé si aún así ha encontrado algo que le haya sorprendido.

No es un libro de hallazgos, es el resultado de un proceso acumulado muy largo. Mi primera ponencia en un Congreso se llamaba Texto y contexto en la educación. Hablaba de que tan importante como el texto, el contenido, es el contexto: sentados, de pie, un horario, una organización del espacio, etc. Uno de los primeros libros más centrado en la escuela, La cara oculta de la escuela, de 1990, era sobre las tesis sociales de la educación. Decía que el contenido es una cosa, pero que lo que marca a la gente no es la lista de los reyes godos, sino un contexto, una situación en la que aprendiste esa lista. Este libro es una vuelta a lo mismo. Es una vuelta a que podemos discutir mucho sobre si debe haber más o menos humanidades, filosofía griega o computación, pero que prestamos muy poca atención a la organización del tiempo, del espacio, a la secuenciación de contenidos, a la relación del alumno con otros alumnos, con el profesor, consigo mismo, con la comunidad. Todo eso son las relaciones del proceso educativo y es lo que creo que penetra, empapa y atraviesa toda la escuela, que hoy está personificado en el aula, resumido en ella, y es lo que creo que hay que superar.

¿Por qué parece que, al menos en España, los grandes cambios educativos vienen de colegios privados o concertados? ¿por qué a la escuela pública le cuesta tanto?

Porque está muy burocratizada y hay una enorme autonomía del profesor. Pero no autonomía a más, simplemente, es a más y a menos. El profesor puede en este momento en la escuela pública innovar, y muchos lo hacen, pero es prácticamente imposible hacerlo, a no ser que haya un flechazo, en la misma dirección que tus 30 o 100 compañeros. A veces hay un proyecto muy atractivo o el centro toca fondo y la gente reacciona, o llega alguien muy carismático. Pero siempre es un problema. Los centros privados tienen alguna ventaja. La primera, no tienen el público descontado, tienen que tener las aulas llenas. De hecho, uno de los casos en los que los públicos reaccionan es cuando las aulas se vacían y hay amenaza de que se cierre el centro. El privado tiene que responder, o al menos aparentarlo. Segundo, tiene dirección: un profesor no puede decir que no a todo, y en la pública sí. Hay quien alardea de ello: “Que hagan las leyes que les dé la gana, que yo haré lo que quiera”. En tercer lugar, un centro concertado o privado, sobre todo los primeros, suelen ser parte de una red. Los Jesuitas solo en Cataluña tiene ocho centros. Los salesianos igual. Y eso da una escala, siempre es importante porque permite negociar mejor ciertas cosas, aprender más unos de otros, distribuir el riesgo de la innovación…

Pero más red que la pública…

Claro, pero la escuela pública tiene la red dada. Porque es territorial, mucho mejor, la otra es desterritorializada. Además, cubre distintas etapas. Y hay que hacerlo funcionar. Y esa condición no se da. Ni tienes dirección ni tienes la red, un centro no suele querer saber mucho qué hacen otros. Además, los privados y concertados han sido elegidos por las familias, y eso crea mucha comunidad. Hace mucho tiempo se hizo un estudio en EE UU sobre escuela secundaria y una de las conclusiones a las que llegaron, que les sorprendió a ellos mismos, es que los centros católicos tenían más valor añadido para los alumnos que los públicos o los otros privados. Estos centros tienen su origen en la población blanca pobre (italianos, irlandeses) porque creían que la otra estaba al servicio de los protestantes. La explicación que daban los autores, que se puede discutir, es que allí había una comunidad, que al haber cierto grado de afinidad entre profesor, centro y familia, hacía que funcionara mejor, y permitía explicar una circunstancia que por ningún otro factor habitual (riqueza de la familia, etc.) explicaba.

Ya que estamos con EE UU y dirección, allí los equipos directivos solo se ocupan de eso, de la dirección. ¿Cree que es un mejor enfoque?

No sé si es mejor ese modelo que el inglés, también profesionalizado pero que vienen de la enseñanza, o el francés, que depende mucho de la jerarquía, o el de aquí, la llamada participación democrática. Lo que sí tengo claro, sea cuál sea el origen del director, es que la dirección lo sea en materia de educación. Que el director no sea ni un administrador de cosas ni un representante de la administración o ante ella ni la muralla ante los padres. Que una vez haya un proyecto, haya una dirección detrás que lo lleve a cabo. Hace un par de años hice un trabajo sobre la implantación de la tecnología comparando datos europeos y me sorprendí. Los tres factores habituales que se contaban siempre para ver por qué se introduce la tecnología en los colegios eran que haya medios, que haya formación del profesorado y que haya soporte informático. Cuando no había uno, faltaba otro, y si no el tercero. Nada de eso asociaba con la introducción de la tecnología, solo la capacidad de dirigir de la dirección. Y, concretamente, no que el director pudiera despedir o cambiar los sueldos, que es lo que todo el mundo teme, sino si tenía competencias pedagógicas. Si tenía capacidad de decidir sobre cuestiones educativas.

Le he leído decir que no cree, respecto al profesorado, que el problema sea tanto la formación inicial, una opinión contracorriente, digamos.

Sí creo que tenemos un problema con la formación inicial: debe ser más sólida, más exigente, ganaríamos mucho si la universidad si librase del año de prácticum y hubiera un quinto año de estudio y las prácticas se hicieran más bajo el control del centro. Creo que hace falta más ciencia en la formación del profesorado, no porque piense que de la ciencia vamos a deducir qué hacer en el aula, sino que el profesor debe tener más capacidad de distinguir leyendas urbanas, mitos, ciencia, qué sabemos, qué sabemos que no sabemos… Es un sector muy dado a creerse muchas tonterías. Creo que debe ser una formación más sólida en el ámbito digital. Igual que desde el SXVI un maestro debe dominar la lectoescritura, en el SXXI debe dominar el entorno digital. Hay que saber trabajar en equipo.
Pero no creo que la formación inicial vaya a resolver los problemas para siempre. El mundo va a seguir cambiando y ese cambio debemos ser capaces de afrontarlo todos, pero particularmente los que formamos a quienes gestionarán ese cambio después. Y eso requiere una capacidad permanente de aprendizaje, reflexión, modificar la propia práctica, etc. Y eso depende de las condiciones de trabajo. Si el trabajo de un profesor es dar una lección, entonces la mejor manera de prepararla seguramente sea irse a casa. Ahora, si el trabajo de un profesor va a ser diseñar un ecosistema de aprendizaje y rediseñarlo una y otra vez según cambie el entorno escolar, necesita estar más tiempo en el lugar de trabajo y estar más con sus compañeros. Tener más tiempo que no sea de clase. El modelo del profesor debería parecerse más al de los profesionales en sus trabajos. Arquitectos, abogados, investigadores… Nadie les prohíbe irse a un congreso o a una biblioteca, pero normalmente están donde está su trabajo, sus compañeros, compartiendo ideas, tomando decisiones y tratando de mejorar lo que hacen en un entorno incierto. Ese sitio es el centro.

No sé si los maestros estarán muy de acuerdo con esto…

Casi seguro que la mayoría no, entre otras cosas porque una de las razones para ser maestro es el tiempo que pasan en el centro. Son cinco días por semana, en casi todos los centros es solo por la mañana y hay muchas vacaciones.

Pero los profesores sí se quejan de que no tienen tiempo para nada, de que van de clase en clase…

Depende de a qué llames tiempo y cuándo crees que acabe tu jornada. Oyes a los maestros decir que cuando tienen que formarse lo tienen que hacer en su tiempo. Cuando dicen su tiempo, ¿a qué se refieren? ¿A que se había marchado a casa y ya lo consideran su tiempo? Porque el tiempo de un maestro son 37,5 horas semanales 11 meses al año, no los nueve que dura el curso. No quiero discutir si los profesores deben dar menos clase, es posible, pero sí desde dónde lo discutimos. ¿Desde la idea de que para que tengan un rato para una reunión hay que quitarles una hora de clase porque el resto del tiempo está ocupado? ¿O es una ficción eso? Creo que en buena medida es una ficción. No digo que los profesores no trabajen, los hay que trabajan el tiempo de permanencia en el centro, el del contrato y más. Los hay entregados, pero también al contrario, no nos engañemos. El sistema no está en condiciones de decir quién hace qué, se ha dejado en manos del profesor. Creo que uno de los grandes motivos de la elección de ser profesor es el tiempo.

Estas opiniones, poco populares entre el profesorado, me llevan a pensar que los maestros se quejan mucho de los expertos que “nunca han pisado el aula”. ¿Qué le parece?

Es como si los peces se quejaran de que los oceanógrafos no hayan sido nunca pez. Es cierto que si eres “experto”, observador, investigador, no tienes la omnisciencia y se te pueden escapar cosas. Pero no creo que sea ese el experto que molesta, creo que es más el que habla de cosas internas. En mi larga carrera en esto, el artículo que más ha molestado fue uno que se llamaba ¿Es pública la escuela pública? Y no fue porque dijera nada desde fuera, es porque lo decía desde dentro. En ciencia, como en cualquier cosa, uno sabe que la distancia tiene un valor. Cuando estás demasiado cerca de una cosa, cuesta distanciarse de ella y creo que esto es muy cierto en la enseñanza. Si algo de lo que digo molesta, que me digan por qué. El argumento es “usted no ha pisado el aula”, no me parece un por qué.

No estaba personalizando…

Ni para mí ni para nadie. Por esa regla de lo militar solo podrían hablar los militares, de género una mitad de una cosa y la otra de la otra, y así con todo. Y no digamos ya la cantidad de cosas de las que hablan los maestros. Porque los “expertos” hablamos solo de una cosa, por eso nos llaman así, pero un maestro habla de todas a sus alumnos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/03/15/tenemos-un-modelo-de-aula-apilada-que-no-vale-para-cinco-horas-al-dia-cinco-dias-a-la-semana-y-asi-durante-15-anos/

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Entrevista al profesor Raul Landa: «Sin duda, la mejor forma de prevención es la formación»

Por: diariocordoba.com/Pilar L. Carmona/14-03-2018

Raúl Landa es doctor en Ciencias de la actividad física y el deporte. Ha trabajado durante 15 años como profesor de Educación Física y actualmente es asesor de formación en el CEP de Córdoba, ocupándose del ámbito artístico-deportivo.

-¿Son los primeros auxilios una asignatura pendiente en la docencia?

-Nuestro profesorado se forma en una gran variedad de temáticas usando su tiempo libre, pero es cierto que cualquier docente debería tener las nociones básicas sobre primeros auxilios con las que defenderse ante cualquier emergencia con su alumnado.

-¿Por qué considera necesario que los docentes tengan estos conocimientos?

-Al trabajar con un alumnado muy diverso y numeroso es muy probable que el profesorado tenga que enfrentarse a una emergencia que atender. Parte del profesorado que participa en nuestros cursos llega con un sentimiento de temor de encontrarse con una situación en la que no sabe cómo actuar. En la mayoría de los casos no cuenta con los conocimientos ni medios necesarios. Hay que pensar que una actuación incorrecta o negligente puede agravar el estado del accidentado o enfermo y acarrear problemas legales a la persona que la realiza. Por último, se necesitan adaptaciones de las normas básicas de primeros auxilios a las edades y características del alumnado que tiene el docente en las aulas.

-¿Qué tipo de situaciones de emergencias son más habituales en las aulas cordobesas?

-No dispongo de los datos sobre las situaciones producidas en los centros de la provincia, pero el profesorado y los ponentes se centran en temas que intentamos abordar en nuestras actividades formativas: el soporte vital básico, las heridas y hemorragias, las lesiones traumáticas y las alteraciones neurológicas.

-¿Qué medidas básicas debería conocer todo el mundo para actuar en situaciones emergentes?

-Los principios generales de actuación en una emergencia que todos deberíamos conocer son primero proteger, garantizando la seguridad del accidentado y en que lo atiende. En segundo lugar, avisar, pidiendo ayuda a los servicios de emergencia, y en tercer lugar socorrer, valorando la situación y prestando la atención inmediata.

-¿Qué papel tiene la prevención en los primeros auxilios?

-La prevención es fundamental. Existen muchas medidas que se llevan a cabo por parte de la administración: creación de servicios de prevención con equipos multidisciplinares, la elaboración de planes de prevención y formación, el registro de accidentes, la evaluación de riesgos o potenciar la toma de medidas de autoprotección de los centros educativos, pero sin duda, la mejor prevención es la formación.

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Entrevista a Rosan Bosch: “En una escuela cada espacio es una herramienta pedagógica”

Fuente: El Diario de la Educación

La arquitecta Rosan Bosch, holandesa afincada en Dinamarca, cree que los espacios de las escuelas pueden ser y deben cambiarse de la mano de docentes y alumnado, para conocer los usos presentes y posibles de los espacios escolares.

Rosan Bosch es una célebre diseñadora de interiores holandesa –si bien instalada en Dinamarca desde hace muchos años– que con sus soluciones imaginativas está revolucionando la forma de concebir los espacios de los centros educativos, a partir de la convicción de que estos ejercen una gran influencia sobre todos los procesos de aprendizaje. En 2011 creó Rosan Bosch Studios, que hoy cuenta con oficinas en Copenhague, Singapur y Madrid, y que ha llevado a cabo proyectos escolares en una larga lista de países. Hace unos días pasó por Barcelona para ofrecer una conferencia en el Museo del Diseño, en el marco de las jornadas Disseny per Viure (Diseño para Vivir), comisionadas por Oscar Guayabero.

¿Cómo entras en el mundo de la educación?

Pues como tanta gente, por mis hijos. Yo ya trabajaba en arte y diseño cuando mis hijos tuvieron edad para ir a la escuela; no hablo de jardín de infancia, en Dinamarca la escolarización en realidad empieza a los seis o siete años. Mi hijo expresaba un cierto rechazo a la escuela, y entonces vi que la ley en Dinamarca dice que cada niño tiene derecho a una educación individual y diferenciada, y así se lo recordé a sus maestras. La maestra, claro, me dijo que ella hacía todo lo que podía, pero que en el aula había 27 niños, y me explicaba sus limitaciones de espacio, y yo pensé “ostras, pues yo puedo ayudar a esta maestra”. Y empecé a buscar proyectos, ¡y fue súper difícil, porque nadie te deja ayudar!

¿Quién fue el primero en dejarte?

Yo ya empezaba a tener una carrera y en alguna entrevista me había quejado de esto, y un día el ayuntamiento de Ordrup, en Dinamarca, me propuso que analizara sus escuelas, ya que las iban a reformar un grupo de arquitectos locales, pero dos años después volvieron a llamarme porque tenían muchos problemas con las nuevas escuelas porque no funcionaban como querían, y ese fue en realidad mi primer proyecto. Entramos en la escuela y todo era nuevo pero los maestros estaban súper desmotivados, el director había renunciado por estrés, había padres que estaban quitando a sus hijos, y además tenían muy poco presupuesto.

¿En qué consistió tu intervención?

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Ese proyecto fue un poco especial. Los arquitectos habían hecho un buen trabajo, habían hablado con los maestros y tenían una visión innovadora de lo que tenía que ser la escuela. Pero el problema fue que en el interior volvían a trabajar como lo habían hecho siempre. Habían hecho las aulas más pequeñas para poder tener los pasillos más grandes, su intención era que las aulas fueran para ratos no muy largos para poder después usar los espacios comunes de forma más flexible, pero lo que en realidad ocurría es que volvían a sus aulas más pequeñas, y que algunas no se podían ni cerrar porque no había puertas. En definitiva, cuando llegamos los profesores estaban enfadadísimos, hartos de tanto parloteo con diseñadores.

Imagen de la Escuela VIttra Södermalm / Fotografía: Kim Wendt

Mala manera de empezar…

Nos instalamos en una habitación al lado de la entrada durante tres semanas, y cada día dábamos un encargo a alumnos y a profesores; por ejemplo les dimos unos post-it, de diferente color, para que los enganchasen en los sitios que más les gustasen de la escuela, y escribieran por qué. No coincidieron, y así pudimos ver los espacios desde el punto de vista del adulto y desde el punto de vista del niño. Estuvimos haciendo cosas así a diario, y al cabo de tres semanas nos volvimos a encontrar con los profesores y habían cambiado completamente su manera de vernos, habían entendido que en una escuela cada espacio podía ser una herramienta pedagógica para ellos, y así empezamos a conocer sus necesidades: querían espacios para trabajar bien en grupo, pero también espacios de concentración, etc. Este fue el primer paso.

¿Qué priorizáis en el diseño de una escuela o de un aula?

Nosotros no hablamos de aulas, sino de paisajes de aprendizaje. Cada paisaje es un espacio diferenciado, que hace posible situaciones diversas y distintos procesos pedagógicos. Concebimos la escuela como un organismo vivo y lo que buscamos no es solo una nueva forma de usar los espacios sino que queremos incidir en el ambiente educativo a fin de conseguir que los alumnos dejen de tener una actitud pasiva y pasen a tener una mentalidad activa. ¿Quién dice que la mejor forma en que aprenden los niños es sentados en una silla todo el día?

La tradición, supongo.

Todo nuestro sistema está construido siguiendo el paradigma del profesor que va metiendo conocimientos al alumno por la boca; lo que nosotros tratamos de llevar a cabo es un cambio de perspectiva, donde la responsabilidad del aprendizaje es compartida con los alumnos, y es función de la escuela y de los padres enseñar a saber manejar esa responsabilidad.

A los niños no siempre es fácil activarlos.

Una escuela que estimula la creatividad y la autonomía de los niños es una escuela a la que los niños quieren ir y de la que no quieren irse. Yo siempre cito a un neuropsicólogo español, José Ramón Gamo, que lo dice muy claro: “El cerebro necesita emocionarse para aprender”.

¿Y todo eso cómo se traduce en espacios y mobiliario?

Tenemos unos principios en los que se combinan ideas pedagógicas con ideas de diseño. Tuvimos que desarrollar este sistema porque si no la gente se sentía muy perdida. Necesitábamos encontrar la manera de comunicarnos con el lenguaje del maestro, teníamos que entender cómo se trabaja en la docencia y ellos tenían que entender qué quiere decir el diseño, ya que el diseño impacta en mis sensaciones pero también en cómo me comunico contigo, y por tanto el entorno físico puede ser una herramienta para la docencia. Por eso hablamos de paisajes. Al primero lo llamamos “la montaña”, es un espacio de comunicación de uno a muchos, en una dirección. Hay momentos de este tipo, también entre alumnos, momentos en los que uno explica y el resto escuchan. Luego está “la cueva”. Es aquel momento en el que no me quiero comunicar con nadie, sino que quiero estar concentrado. En nuestra cueva creamos diversos espacios porque cada uno de nosotros somos distintos a la hora de buscar esa concentración, pero lo importante es que si los demás saben que estás en una situación cueva lo que tienen que hacer es dejarte tranquilo.

Escuela Vittra Södermalm / Fotografía: Kim Wendt

¿Cuántos paisajes hay?

Seis en total. El tercero es “la hoguera”, es un espacio para trabajar en equipo, un lugar en el que cada uno tiene una responsabilidad y se coopera para ayudarnos mutuamente en el trabajo. El “abrevadero” es donde hacemos el intercambio de información informal, este es un espacio estratégico, muy usado en las empresas. “Manos a la obra” es un espacio donde podemos manipular materiales, y por último está el “Movimiento”, que es donde se activa el cuerpo, porque para activar nuestra mente necesitamos también activar el cuerpo. Todo un día de aprendizaje tiene esas seis distintas situaciones en distintas secuencias, el espacio sencillamente las facilita.

¿Habéis hecho una evaluación sobre los resultados de vuestro método?

Por supuesto, distintas escuelas han analizado el impacto del cambio de diseño, y coinciden sobre todo en su capacidad para motivar al alumno. Sobre esto, hay una cosa que me molesta mucho y la quiero decir. Las escuelas siempre quieren pruebas de si esto funciona, pero ¿qué quieren saber en realidad? ¡Normalmente se fijan sólo en las notas! Si han mejorado, si la prueba PISA sale mejor, etc. Pero esto es muy discutible a la hora buscar evidencias en educación, porque es muy difícil separarlo de otros condicionantes, como el ambiente socioeconómico familiar. En mi opinión, hay formas de evaluar mucho más acertadas que las notas, por ejemplo ver si tu hijo está contento yendo a la escuela o si está feliz leyendo un libro en casa.

¿Habláis con los alumnos antes de empezar un proyecto?

Por supuesto, ellos tienen ideas geniales. Hablamos con todos, también con la dirección, los maestros y los padres y madres. Pero las mejores ideas siempre han salido de los niños.

Explícanos ese proyecto que tienes con el gobierno argentino.

Estamos trabajando con el Ministerio de Educación para la transformación de los centros de secundaria. No hay mucho presupuesto, por lo que la clave va a ser encontrar qué es lo mínimo que tenemos que hacer para asegurar el máximo de cambio. Estamos hablando también de cambio de normativa, de organización, un cambio de chip, y entonces el mínimo de cambio de diseño. Estamos empezando con una red de escuelas piloto, que son las primeras que van a cambiar, trabajamos con arquitectos locales pensando lo que podemos hacer que encaje en el contexto local, con materiales locales, con diseños suyos inspirados en nuestros principios y manera de pensar. Nuestra responsabilidad es empujar la manera de pensar la pedagogía y el espacio para asegurar que el cambio sea explosivo.

Suena bien.

La verdad es que en países como Suecia o Alemania, o en España, se pasan años hablando de estos cambios y no hacen nada o muy poco, pero en un país como Argentina no se pueden permitir ser tan lentos, a veces esa necesidad es la que te permite que se puedan hacer cambios de verdad.

Escuela Vittra Södermalm / Fotografía: Kim Wendt

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/11/06/en-una-escuela-cada-espacio-es-una-herramienta-pedagogica/

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Entrevista a Carlos Malpica: “La educación superior debe tener propio ministerio”

-¿Qué opina de la posibilidad de que la educación superior deje de ser dependiente del Ministerio de Educación?

Existe este modelo educativo en muchos países desarrollados y en vías de desarrollo. Un ministerio de educación superior separado del ministerio de la educación básica, y muchas veces el ministerio de educación superior ligado con el desarrollo científico y tecnológico. En el caso peruano, tenemos a la Sunedu, que no es un organismo gubernamental sino un organismo técnico descentralizado que depende del Minedu. En el Perú podríamos comenzar separando, para empezar, creando dos viceministerios, uno para la educación básica y otro para la educación superior.

-¿La creación de un ministerio de educación superior permitiría al Minedu abocarse a la educación básica regular?

La Sunedu es una creación que se hizo en reemplazo de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) y su naturaleza es cuestionable porque no es una autoridad gubernamental sino que es un organismo técnico que depende del Minedu. Lo que se podría hacer es crear un viceministerio de educación superior y otro viceministerio de educación básica, y acabar con el problema actual de un viceministerio de asuntos pedagógicos y otro interinstitucional que no sirven ni uno ni otro. Los viceministerios los puede crear el Ejecutivo. Existe una ley orgánica del Poder Ejecutivo vía decreto supremo. La actual división de dos viceministerios data de la gestión del doctor Marcial Rubio en el gobierno de Valentín Paniagua.

-¿Por qué existe tanta resistencia en torno a la Sunedu?

La Sunedu tiene un defecto de nacimiento, porque es creada a través de la Ley Universitaria como un organismo técnico especializado. Es decir, la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo dice que los organismos técnicos dependen políticamente y están sujetos a los planes de trabajo que apruebe el ministerio respectivo. Entonces, la Sunedu es una oficina técnica del Minedu, no puede tener funciones para ejercer gobierno, no es una oficina gubernamental, es una oficina técnica.

-Y al ser una oficina técnica está circunscrita al Ministerio de Educación, ¿por lo que puede ser auditada?

Tiene que rendirle cuentas al Ministerio de Educación como toda dependencia. Entonces, el problema es que el Minedu no se puede desligar de la responsabilidad política que tiene sobre la educación superior en el Perú; por eso, mejor sería que exista un viceministerio de la educación superior. Actualmente tenemos más de 140 universidades en el Perú. La educación superior tiene que organizarse sobre la base de un esquema regional, así nace la universidad en el Perú, bajo el concepto de que las universidades deben servir a las regiones. Y algunas instituciones tienen más alcance nacional y tienen programas de cooperación. No se puede manejar todas las universidades desde Lima.

-¿Qué opina usted del nombramiento y destitución, en tiempo récord, de Flor Luna Victoria como titular de la Sunedu?

El superintendente de la Sunedu es una designación de confianza del ministro de Educación. No es un nombramiento por concurso público ni mucho menos un nombramiento para servidor permanente del Estado. Entonces, la confianza se otorga sin dar mayor explicación, y la confianza se pierde o se retira sin tampoco darse una explicación. Yo no sé por qué se ha armado todo un laberinto a raíz de ello.

UNIVERSIDADES PRIVADAS ESTÁN A SU SUERTE

-¿Qué problema ha identificado usted en las universidades privadas respecto a las públicas?

Hay universidades privadas que corren el riesgo de convertirse en grandes negocios donde se comercializa en el nivel superior. El problema es que las universidades privadas están un poco a su suerte y se convierten en empresas de lucro excesivo. Una vez que son creadas se multiplican en subsedes, crecen y se multiplican invirtiendo en negocios gigantescos.

POR: ROBERTO SÁNCHEZ R. – roberttosanchez7@gmail.com

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