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El neoliberalismo necesita la militarización

El neoliberalismo necesita la militarización

Emir Sader

En el estado liberal clásico, las FFAA tenían la función de garantizar la soberanía nacional, proteger sus fronteras y liderar posibles guerras contra otros países. La representación política estaba reservada para los partidos.

Pero, con el tiempo, la FFAA se han convertido en un agente político de reserva para las clases dominantes. El caso del golpe de estado en Brasil, en 1964 se volvió típico, en el marco de la guerra fría y la Doctrina de Seguridad Nacional, asumida por la FFAA, a través de la Escuela Superior de Guerra, desde su fundación a fines de la década de 1940. A medida que el campo popular ascendía, a lo largo de la década de 1950 y principios de la década de 1960, la capacidad de la derecha de actuar a través de sus partidos tradicionales se debilitó -especialmente después del fracaso del gobierno de Jânio Quadros-, se pidió a la FFAA que interviniera, rompiera con el proceso democrático y estableciera una dictadura militar que duraría más de dos décadas.

Después de agotar este régimen, el proceso de transición democrática en Brasil no representó una derrota política abierta para la FFAA en nuestro país, al contrario de lo que sucedió en Argentina, Uruguay y Chile. Las FFAA han tenido que retirarse de la militarización del Estado con el que habían desempeñado un papel destacado en la historia política brasileña. Pero nunca asimilaron la democratización del país, la han tolerado, impotentes para evitarlo, y, sobre todo, nunca han hecho autocrítica de todo lo que habían hecho durante la dictadura.

No fue casualidad que la Comisión de la Verdad representara un duro golpe para la imagen de la institución. En la transición democrática, las FFAA habían logrado imponer su amnistía, que incluía el crimen no afianzable de tortura [N. ed.: el artículo 5.XLIII de la Constitución brasileña de 1988 considera que la tortura es un delito para el que no existe el derecho al pago de una fianza para eludir la prisión provisional, del mismo modo que no es susceptible de indulto ni de amnistía]. El carácter negociado de la transición, reflejado en la derrota de la campana por las elecciones directas para la presidencia de Brasil y en el papel central del Colegio Electoral, que produjo la fusión entre lo viejo y lo nuevo, con la elección de Tancredo-Sarney, conservó la amnistía impuesta por la FFAA. La Comisión de la Verdad se volvió inaceptable para la FFAA, porque se abrió ampliamente a toda la sociedad, la represión sistemática puesta en práctica por la dictadura, incluida la tortura como un método reiterado de acción por parte de los militares. Los testigos de sus víctimas revelaron a la sociedad, con nombres y rostros, las monstruosidades cometidas por las FFAA. Varios oficiales de alto rango revelaron su incomodidad, nunca pudieron contrarrestar las denuncias incuestionables. Las persecuciones políticas y legales que lanzó la derecha para tratar de desalojar al PT del gobierno, después de haber agotado los intentos de hacerlo democráticamente, con las repetidas derrotas electorales de los tucanos, fueron acompañadas por declaraciones con el tono de amenazas por parte de oficiales de las FFAA. En vísperas del juicio de hábeas corpus a Lula por parte del STF, el jefe del Ejército hizo una declaración amenazante, que tuvo un efecto en la decisión negativa del poder judicial. Más tarde justificaría esa declaración, alegando que, sin ella, «el proceso se habría salido de control». Se refería, por supuesto, a la libertad de Lula y su papel en el control del proceso político hasta los límites que consideren convenientes.

El gobierno de Temer, establecido por el golpe de estado de 2016, retomó de inmediato lo fundamental a la derecha, el modelo neoliberal, pero gobernó con los partidos tradicionales de la derecha. El gobierno de Bolsonaro tenía la intención de presentar una imagen de independencia de estos partidos. Inicialmente, su gobierno estaba respaldado por tres ejes: la política económica ultraneoliberal (que garantiza, hasta hoy, el apoyo de los grandes empresarios), la del estado policial de Moro (que tenía la intención de transformar Lava Jato en una política estatal, un proyecto debilitado hoy) y miembros de las FFAA. Estos eran indispensables porque, a diferencia de Temer, Bolsonaro no tenía un partido sólido, que se ha desmantelado con el tiempo. Después, los militares asumieron una gran cantidad de cargos gubernamentales, incluso en el Palacio do Planalto. Asumieron con los rasgos propios de una corporación, pero no de cualquier corporación, sino de una que concentra el uso de la fuerza militar y que representa los valores del orden y la jerarquía. Su discurso siempre garantizó la lucha contra la «subversión», identificada en los movimientos sociales y los partidos de izquierda.

El personal militar perteneciente a unas FFAA desmoralizadas por la democratización del país, el éxito de los gobiernos de izquierda y las revelaciones de la Comisión de la Verdad, se ha unido cada vez más a un gobierno elegido por la judicialización de la política y la manipulación del proceso electoral. Sin ideología o un proyecto político, aparte del control del proceso político en manos de la oligarquía, no dudaron en unirse al gobierno, individualmente. A medida que el presidente se debilitaba, debido a su incapacidad innata para agregar, priorizar y gobernar, y surgió la opción del derecho de sustituir al presidente por el vicepresidente, Bolsonaro decidió dar una demostración de fortaleza, que él es el jefe del gobierno, y despidió a varios militares. Los que quedaron fueron debilitados.

Pero a medida que el gobierno perdió el apoyo de muchos de sus promotores y el apoyo popular, a medida que el desgaste de las acciones del presidente y sus hijos, involucrados en la corrupción y otros crímenes, se intensificó, el presidente decidió reanudar el proceso de militarización del gobierno.

El modelo neoliberal ha perdido capacidad hegemónica, es incapaz de obtener bases de apoyo social que le den estabilidad, como lo demuestra el desgaste acelerado del gobierno de Macri en Argentina. Gobierna de acuerdo con los intereses del capital financiero. Una política que promueve la especulación financiera, sin favorecer ni la producción ni la creación de empleo. Es una política que reproduce sistemáticamente la exclusión social y que, por lo tanto, requiere represión, políticas de dominación, ya que no tiene capacidad de persuasión y conquista estable de las bases de apoyo popular.

Las FFAA son una garantía de resistencia contra el retorno del PT al gobierno, contra el protagonismo de los movimientos sociales. Representan una reserva de cuadros para un gobierno que no tiene partido y como reserva para la represión. Pero el ejército no está hecho para gobernar, en el sentido de convencer, dialogar, vivir con diferencias, discutir ideas. Están hechos para mandar (como las escuelas militares deben entrenar a los jóvenes para la guerra, a diferencia de otras escuelas, que sirven para formar a los jóvenes para la libertad, la democracia, la convivencia con la diversidad, el aprendizaje con el conocimiento). Tendrán dificultades para dialogar con el Congreso, enfrentar críticas, vivir con movilizaciones populares.

Pueden representar una mayor dosis de pragmatismo en el gobierno, reemplazando o silenciando a los ministros habladores, incompetentes y mediocres, buscando una mayor efectividad, tal vez incluso del ministerio de economía, educación y asuntos exteriores. Pero tendrán que vivir con el comportamiento intransigente del presidente y las acciones de las milicias de sus hijos. Tienen una dura prueba política. Quizás sea la última carta de ese gobierno, que necesita militarización, pero que pierde aún más capacidad política de dirección. Nadie puede extraer agua de la piedra y, al sentarse en las bayonetas, también corre el riesgo de ser víctima de ellas.

Autor: Emir Sader

Fuente de la Información: https://rebelion.org/el-neoliberalismo-necesita-la-militarizacion/

Fuente de la Imagen: Rebelión

 

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¿Por qué Davos ha sobrevivido a Porto Alegre?

¿Por qué Davos ha sobrevivido a Porto Alegre?

 

El Foro Económico Mundial de Davos reinaba soberano en los años de predominio eufórico del neoliberalismo en el mundo. Era la expresión del impresionante éxito con que surgía el modelo neoliberal en todo el mundo.El escenario preveía el cambio de tornas más impresionante en el mundo desde las reacciones a la crisis de 1929. Pero, a diferencia de aquel momento, que decretaba el funeral del liberalismo, considerado responsable de la crisis, esta vez era el renacimiento del liberalismo, bajo nueva forma, pero reafirmando sus principios básicos.

La emergencia espectacular del neoliberalismo, de la mano no solamente la derecha conservadora tradicional, sino también de las corrientes socialdemócratas e incluso de fuerzas nacionalistas. La tan pregonada superación de la polarización entre derecha e izquierda parecía concretarse, así como el fin de la historia y la imposición transversal del Consenso de Wáshington.

En aquel momento, lo máximo que se lograba era hacer manifestaciones frente al Forum de Davos, que era el escaparate mundial de las grandes personalidades globales. A lo más se lograba reunir un cierto número de personas abajo, mientras los otros subían hacia Davos y ocupaban los grandes espacios de los medios de comunicación del mundo.

De repente, conforme fueron surgiendo crisis en gobiernos neoliberales –México, Brasil, Argentina, Corea del Sur, entre otros- fue siendo posible levantar, modestamente, banderas alternativas. El mismo lema con que lanzamos el Foro Social Mundial de Porto Alegre, tan sólo insinuaba que “Otro mundo es posible”, simplemente combatiendo la idea de que la historia tendría un único cauce. Ni siquiera se decía que mundo era posible, a pesar de que se anunciaba que otro mundo, distinto al del neoliberalismo, era posible.

Convocamos al Foro Social Mundial de Porto Alegre para congregar a todos los que discrepaban del Foro Económico Mundial de Davos. La contraposición entre lo social y lo económico ya indicaba un horizonte distinto entre los dos Foros.

Porto Alegre fue escogido, en primer lugar, por estar en el Sur del mundo. En segundo, porque Brasil era el país de una izquierda que resistía al neoliberalismo, con el PT, la CUT, el MST, Lula. En tercer lugar, porque Porto Alegre proponía una forma distinta de administración publica, con los presupuestos participativos.

Cabían fuerzas distintas, de movimientos sociales a ONGs, pasando por intelectuales europeos, norteamericanos, latinoamericanos, asiáticos y africanos. Pero la Carta aprobada por el FSM ya anunciaba sus limites, relacionados con la ausencia de partidos políticos. Era la influencia liberal, promovida por ONGs y por intelectuales del Norte del mundo, que terminaría condenando el futuro del FSM.

Había una identificación con la “sociedad civil”, en contraposición al Estado, repitiendo lo esencial del pensamiento liberal. El antiestatismo era el responsable de la ausencia de partidos políticos y, mas tarde, de los gobiernos antineoliberales latinoamericanos.

El pensamiento que proponia “cambiar el mundo sin tomar el poder”, de John Holloway, intelectual europeo identificado con el zapatismo; las teses de Toni Negri, que condenaban al Estado como fuerza conservadora; las posiciones de otros intelectuales europeos, como Boaventura de Sousa Santos, entre otros, que proponían la centralidad de la sociedad civil en contra del Estado, asumidos por gran parte de las ONGs, se han impuesto y condenado al FSM a la intranscendencia y a la impotencia.

Fuerzas políticas que se sumaron a la polarización sociedad civil/Estado, propugnado mediante las tesis de la “autonomía de los movimientos sociales”, renunciando a la disputa hegemónica en la sociedad, como los piqueteros argentinos y el zapatismo mexicano, que han desaparecido o han perdido fuerza.

Pero la lucha antineoliberal avanzaba y seguía por otras vías. La elección de gobiernos como los de Hugo Chávez, de Lula, de Néstor Kirncher, del Frente Amplo, de Evo Morales, de Rafael Correa, apuntaba como la superación del neoliberalismo necesitaba del Estado. ¿Cómo promover la centralidad de las políticas sociales, sin gobiernos que se valieran del Estado para ponerlas en práctica? ¿Cómo afirmar la solidaridad internacional entre esos gobiernos, sin un Estado fuerte? ¿Cómo financiar las políticas sociales sin bancos estatales fuertes?

Mientras las corrientes predominantes en el FSM se confundían con las tesis del Estado mínimo del mismo neoliberalismo, gobiernos antineoliberales fortalecían al Estado y avanzaban en la construcción de políticas sociales, de desarrollo económico y distribución de renta, de soberanía externa.

En un mundo en que el neoliberalismo se ha agotado, se podría esperar que el FSM de Porto Alegre representara el antineoliberalismo. Pero el FSM ha desaparecido prácticamente, por las posiciones políticas equivocadas que han predominado, mientras el FEM de Davos se flexibilizaba, para incorporar temas ecológicos y hasta de lucha en contra la desigualdad. Mientras que las fuerzas que representan el proyecto original de Porto Alegre, son partidos políticos, gobiernos y Estados democráticos y populares.

Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=265426&titular=%BFpor-qu%E9-davos-ha-sobrevivido-a-porto-alegre?-

Autor: Emir Sader

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América Latina, epicentro de las luchas políticas mundiales en el siglo XXI

Por: Emir Sader.

Después de haber protagonizado algunos de los fenómenos históricos más importantes del siglo XX, América Latina ha sufrido una dura ofensiva por parte del capitalismo global en su contra en las ultimas décadas del siglo pasado. La crisis de la deuda ha cerrado -hasta ese momento-, el más largo ciclo de crecimiento de nuestras economías, iniciado en los años 1930. Dictaduras militares en algunos de los países políticamente más importantes del continente –Brasil, Uruguay, Chile, Argentina–, han golpeado duramente a las democracias y a las fuerzas populares de esos países. América Latina ha sido el continente que ha tenido la mayor cantidad de gobiernos neoliberales y en sus modalidades más radicales.

Es como reacción a todo ello que América Latina se ha proyectado como la única región del mundo que ha tenido gobiernos antineoliberales -en Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Ecuador- coordinados entre sí en procesos de integración regional. Han sido los únicos gobiernos en el mundo que han disminuido las desigualdades, la exclusión social, el hambre, la miseria y la pobreza, a contracorriente de las tendencias globales.

América Latina ha proyectado no solamente un modelo eficiente de combate y superación del neoliberalismo, con desarrollo económico y distribución de renta, como ha proyectado paralelamente a los grandes líderes de la izquierda a escala mundial: Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Pepe Mújica, Evo Morales, Rafael Correa, López Obrador. La izquierda del siglo XXI es antineoliberal y tiene en América Latina su epicentro.

Todavía después de que la derecha, coordinada internacionalmente, hubiese retomado la ofensiva, derrotado a gobierno progresistas en países como Argentina, Brasil, Ecuador, Uruguay o Bolivia, el continente sigue siendo el escenario de las más importantes luchas de nuestro tiempo, protagonizadas por fuerzas neoliberales y antineoliberales, democráticas y antidemocráticas, de soberanía nacional y vasallos de los EE.UU.

Argentina ha demostrado la capacidad de resistencia a políticas devastadoras de parte del gobierno neoliberal de Mauricio Macri, lo ha derrotado y ha retomado la vía de reconstrucción económica, social, política y cultural del país. México avanza en la vía de superación de tantos y tan desintegradores gobiernos neoliberales.

En Brasil, después de la monstruosa operación que destituyó a Dilma Rousseff del gobierno y condenó a Lula, ambos sin pruebas, y ha elegido, por mecanismos de manipulación absolutamente ilegales, a un gobierno vergonzoso, la oposición se reorganiza y reaparece como alternativa. La liberación de Lula lo coloca como centro de la oposición democrática al gobierno y proyecta la perspectiva de una victoria electoral similar a la argentina.

En Ecuador el gobierno de restauración neoliberal no logra ningún apoyo, proyectando una perspectiva de recuperación de la alternativa antineoliberal. En Uruguay, la derrota del Frente Amplio cambia el escenario político, pero no cambia el enfrentamiento central de nuestro tiempo, entre neoliberalismo y antineoliberalismo, y propicia las posibilidades de que el Frente Amplio se recupere, se reafirme como alternativa y dispute de nuevo el gobierno.

Bolivia es otro caso paradigmático, que afirma que la izquierda no es sólo alternativa al neoliberalismo sino también, igual que en el caso brasileño, es alternativa democrática. El gobierno de Evo Morales fue interrumpido por un golpe, con clara participación de las FF.AA., las policías, los medios y el gran empresariado. Sin alternativa, la derecha busca constituir un nuevo bloque de fuerzas, sin apoyo popular, valiéndose del poder judicial para perseguir a los opositores, en primer lugar a Evo y a Álvaro García Linera. Pero, aún así, la izquierda continúa siendo la alternativa que puede hacer que Bolivia salga de la crisis de forma democrática y con un gobierno de nuevo legitimo.

La primera década del siglo estuvo marcada por los gobiernos antineoliberales en America Latina. La segunda, por la ofensiva de derecha, no sólo aquí, sino también en EE.UU., Gran Bretaña y en otros países. La tercera década será de descarnada disputa a escala mundial, con la ascensión incontenible de China, en su alianza con Rusia, la recomposición de las fuerzas antineoliberales en América Latina, contando ahora con movimientos populares refortalecidos en Chile, Colombia y Ecuador, con la consolidación de gobiernos como los de México y Argentina, la dura disputa en Brasil entre el gobierno actual y la oposición, bajo el liderazgo de Lula. América Latina, ahora con un listado ampliado de países, seguirá siendo el epicentro de las luchas políticas en el mundo, dónde se decide la disputa central de nuestro tiempo, entre neoliberalismo y antineoliberalismo.

Fuente del artículo: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=264676

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La derecha latinoamericana ha fracasado

Por: Emir Sader
A medida que perdía su capacidad para controlar los movimientos populares, la derecha latinoamericana recurría a los golpes y dictaduras militares. Sometió a un país como Brasil a 21 anos de un régimen de terror, que extendió a Uruguay, Chile y Argentina durante muchos anos.Posteriormente, sometió a prácticamente todos los países del continentes a modelos neoliberales, que despilfarraron el patrimonio público, suprimieron derechos históricos de los trabajadores, promovieron la mayor exclusión social que conocieron nuestros países en los años 1990 y de nuevo en la segunda década de este siglo.

Pero han fracasado brutalmente. Los gobernantes de la primera ola neoliberal están malditos en sus países, algunos de ellos fueron encarcelados, nunca volvieron a elegir gobiernos. En su segunda ola, la derecha demostró que no tienen nada más que proponer a nuestros países distinto a ajustes fiscales, privatizaciones, exclusión social, hambre y miseria. Por eso fracasaron de nuevo.

Fracasaron en México, después de someter al país a tres décadas de neoliberalismo y de sometimiento a los EE UU, haciendo del país un inmenso desastre político, social y de violencia diseminada. López Obrador fue elegido como el presidente con mas apoyo en toda la historia del país.

Fracasaron en Argentina, después de volver a imponer el mismo modelo del pasado. En poco más de dos años fracasaron y fueron derrotados por el voto democrático de la mayoría de los argentinos, que prefieren un país con desarrollo económico y distribución de renta.

Fracasaron en Ecuador, al intentar hacer retroceder el país al modelo que ya había fracasado y había sido superado durante diez anos. Con movilizaciones populares que hicieron que el gobierno retrocediese en sus medidas antipopulares.

Fracasan en Brasil, cuando intentan liquidar todos los avances de los gobiernos del PT de los últimos 12 anos, recurren a un personaje inclasificable e implicado en casos de corrupción y asesinatos, que sólo mantiene menos de 1/3 del apoyo que tuvo en su primer año de gobierno, con Lula favorito para volver a ser presidente del país.

Fracasan en Chile, el país en el que el modelo neoliberal había tenido un mayor éxito, con el gobierno rechazado por la gran mayoría de la población, que no se desmoviliza a pesar de las promesas de concesiones absolutamente contrarias a las políticas neoliberales.

Fracasan en Colombia, con las mayores movilizaciones populares de rechazo a las medidas neoliberales del gobierno derechista, que no se frenan y se amplían, llevando a la derrota del gobierno uribista.

Para volver al gobierno en Bolivia, no compitieron democráticamente, ya que en ese terreno fueron derrotados, sino que recurren a un golpe, centrado en las FF AA, para sacar a un presidente que había sido elegido y reelegido siempre de forma democrática. Colocan en la presidencia a un personaje que ha tenido el 3% de los votos, sin legitimidad ni legalidad, que se sostiene en base a la represión violenta de la población que protesta y de la prisión de líderes opositores. Sólo así, rompiendo con la democracia, imponiendo un régimen de terror, la derecha logró volver al gobierno en Bolivia, evitando elecciones democráticas.

En Uruguay, la derecha ha ganado, por 28 mil votos, en elecciones democráticas, para lo cual tuvo que contar con la extrema derecha, que recurrió al tema de la seguridad pública, en un país que mejoró substancialmente en términos económicos y sociales, con conquistas democráticas inéditas en todo el continente. La derecha necesita de la extrema derecha para tener mayoría y gobernar, sin tener en cuenta el fracaso del modelo que pretenden restaurar en el país en los otros países del continente: México, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia.

La derecha latinoamericana ha fracasado, porque su modelo, el neoliberal, no logra ni la recuperación del crecimiento económico, promoviendo la exclusión social, el desempleo y la miseria. Y porque tiene enfrente a representantes de gobiernos que sí han logrado recuperar la expansión económico con distribución de la renta y reconocimiento de los derechos fundamentales de toda la población.

*Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/203611

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.La contraofensiva de la derecha pierde fuerza en el mundo Emir Sader

La contraofensiva de la derecha pierde fuerza en el mundo
Emir Sader

Después de una primera década marcada por gobiernos antineoliberales en América Latina, que han proyectado a Hugo Chávez, Lula. Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mújica, Evo Morales y Rafael Correa como los grandes líderes de la izquierda a escala mundial, la derecha retomó la iniciativa y la ofensiva en la segunda década del siglo.

Logró aislar el gobierno de Nicolás Maduro, elegir a Mauricio Macri, imponer una derrota a Evo Morales, hacer caer a Dilma Rousseff, apresar y condenar a Lula, elegir a Bolsonaro, revertir la victoria en Ecuador, elegir a Iván Duque y Sebastian Piñera. El escenario político latinoamericano ha cambiado radicalmente en la segunda década del siglo. Fueron cambios concomitantes con los que se daban en escala mundial, con la eleccion de Donald Trump, el brexit, gobiernos derechistas en Italia, en Polonia, en Hungria.

La ofensiva derechista perdió aliento, con Johnson perdiendo la mayoría en el Parlamento, con Trump teniendo que deshacerse de Bolton, su “señor de la guerra”, así como teniendo que pasar a la defensiva, con el impeachment. Con la derrota del gobierno derechista en Italia, con la elección de un gobierno socialista en España, a la vez que Netanyahu no logra organizar un gobierno en Israel. En la misma América Latina la situación volvía a tener cambios en la dirección progresista, con la elección de Lopez Obrador en México.

La agenda mundial, que había asumido tonos conservadores, con retrocesos profundos, con los dos liderazgos del bloque occidental hace más de un siglo en retirada respecto a la globalización, ha dejado un vacío de conducción, dando síntomas de agotarse. Trump tiene que cambiar las formas más radicales de enfrentar los conflictos externos. Johnson no puede implementar la salida salvaje del brexit. Un gobierno socialista en España rompe con el aislamiento del gobierno de Portugal.

En Argentina la espectacular victoria de Macri hace cuatro años, con el restablecimiento del modelo neoliberal, llevó a su gobierno a un no menos espectacular rechazo, confirmando la incapacidad de ese modelo de conquistar bases sociales estables de apoyo. Ha confirmado que la derecha no tiene alternativa a ese modelo, que promueve los intereses del capital financiero a expensas de los derechos de la gran mayoría de la población. Por ello se agota rápidamente y fracasa.

El escenario lationamericano vuelve a cambiar, con dos de los tres principales países latinoamericanos –Mexico y Argentina– con gobiernos progresistas, antineoliberales, aislando al gobierno de extrema derecha de Brasil. En Bolivia, Evo es favorito para ser reelegido en primera vuelta, mientras la disputa en segunda vuelta está abierta en Uruguay.

La contraofensiva conservadora va así perdiendo fuerza, demostrando que no tiene propuesta ni para que la economía global vuelva a crecer, ni para que los focos de guerra sean pacificados, tampoco para que las desigualdades disminuyan en el mundo y en cada país. Tenemos un mundo en que los focos de guerra se multiplican, en que un nuevo ciclo recesivo llega, en el que los gobiernos son cada vez más inestables, los organismos internacionales están cada vez más desgastados, un mundo cada vez más inseguro.

Las viejas potencias imperiales demuestran ser incapaces de conducir el mundo a un futuro mejor. Los discursos de odio y de guerra tienen como respuesta acciones violentas e inestabilidad política todavía más grande.

Nadie se ocupa del mundo. Cada gobernante de las grandes potencias piensa en los intereses inmediatos de su país. Los más fuertes saben defenderse. La gran mayoría de la humanidad se siente desvalida, entregada al hambre y a la miseria. Los conflictos bélicos siguen produciendo muertos e inmigrantes, rechazados por los mismos países responsables de esas guerras.

El impulso conservador pierde aliento, porque no tiene nada que proponer, a no ser más violencia y más beneficios para el capital financiero. Sus gobiernos se desgastan rápidamente y fracasan. Eso es lo que está pasando con Trump y con Johnson o con Salvini y con Macri.

Trump era favorito para ganar la reelección. A pesar del alto nivel de rechazo (48%), mientras la economía creciese, podría ser reelegido. Pero los síntomas de un nuevo ciclo recesivo en la economía internacional se harán sentir también sobre la economía norteamericana y el clima político tiende a revertirse. Los candidatos demócratas lo derrotan en las encuestas, proyectando un escenario de no reelección para Trump.

En el Reino Unido, el brexit no logra materializarse en los términos propuestos por la derecha, los conservadores se han dividido, hoy los laboristas aliados a los liberales, ganarían las elecciones.

En América Latina, la derrota de Macri revela el vuelo corto de la remontada neoliberal y hace prever que pasará lo mismo en Brasil.

En Europa, la derrota de la derecha en Italia y en España, confirma también el vuelo corto de los conservadores, aun antes de que la recesión económica vuelva a golpear sus economías, con la misma Alemania entrando en crisis.

Después del primer ciclo político en el siglo XXI, marcado por gobiernos antineoliberaies en América Latina, el segundo fue marcado por el ascenso de la derecha, con Trump y el brexit dando el tono. Macri y Bolsonaro eran coadyuvantes de esa tendencia.

El nuevo siglo llega al final de su segunda década con las disputas por la hegemonía mundial abiertas, con el desgaste del poderío norteamericano y el fortalecimiento de los BRICS. El neoliberalismo sigue como modelo predominante, pero su agotamiento es ahora reconocido hasta por algunos de sus defensores tradicionales, sin que el capitalismo encuentre modelo alternativo. El retorno de un gobierno antineoliberal en Argentina es un desafío importante para la apertura de un nuevo ciclo político en el siglo XXI.

La contraofensiva de la derecha en el mundo pierde fuerza y abre perspectivas para que una recuperación del ciclo antineoliberal pueda marcar la tercera década del nuevo siglo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Autor: Emir Sader
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Un pensamiento desconectado de la realidad

Por: Emir Sader
La separación entre teoría y práctica fue algo que acompañó a la izquierda a lo largo de casi un siglo. Quedaron atrás los momentos en que los grandes dirigentes políticos de la izquierda eran, a la vez, grandes intelectuales. Marx, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Gramsci, fueron ejemplos determinantes de aquel momento en que teoría y práctica se imbricaban mutuamente.

A partir de la estalinización de los partidos comunistas y del abandono por parte de la socialdemocracia del anticapitalismo, la teoría pasó o en el mejor de los casos tendió a quedar recluida en las universidades y centros de estudio, sin tener ninguna relación con la realidad, teorías sin trascendencia práctica. Mientras que la práctica política se fue amoldando a las estructuras existentes de los sistemas políticas, sin análisis más profundos de la realidad y sin capacidad de diseñar futuros alternativos.

Latinoamérica tiene una larga tradición de pensamiento crítico, que tiene en Mariategui, con su capacidad creativa de captar nuestra realidad en sus particularidades, en el marco del marxismo, a su fundador. En este siglo, la intelectualidad crítica vivió nuevos desafíos frente a la ola neoliberal, no solamente como proyecto económico, sino como modelo hegemónico renovador del capitalismo.

En un primer momento se trató de resistir a la ofensiva neoliberal, defendiendo las empresas públicas de las privatizaciones, los derechos de los trabajadores, las regulaciones estatales, la soberanía externa. Ello exigió solamente firmeza de principios. Pero incluso en el seno del Foro Social Mundial hubo quienes -especialmente intelectuales europeos- optaron por criticar al Estado desde el punto de vista de la sociedad civil, rindiéndose a tesis de carácter liberal. En lugar de proponer procesos de democratización del Estado, han preferido caracterizar al Estado como reaccionario, conservador, adversario de los movimientos sociales. Pero han sido posiciones minoritarias, que no han sobrevivido con fuerza al surgimiento de los gobiernos antineoliberales en América Latina.

En un segundo momento -después de haber participado activamente en los foros sociales mundiales desde la dirección de CLACSO-, fue el tiempo de construcción de gobiernos alternativos al neoliberalismo, con protagonismo de los nuevos liderazgos (Chávez, Lula, Néstor y Cristina, Pepe Mujica, Evo, Rafael Correa). Solamente una parte de la intelectualidad latinoamericana ha comprendido el carácter profundamente antineoliberal de esos gobiernos, que respondían concretamente a los desafíos de construir alternativas al neoliberalismo.

Otros han mantenido puntos de vista críticos y distancias, cuando no oposición frontal. Unos, afirmando que esos gobiernos no eran distintos a los gobiernos neoliberales que los habían antecedido y a los cuales se oponían. No veían cómo la Venezuela de Chávez era radicalmente distinta a la que él había heredado. Ni como el Brasil de Lula era absolutamente distinto, comparado con el país que Cardoso le había dejado. Ni que la Argentina de Menem era un país frontalmente diferente al que los Kirchner habían reconstruido. Ni que los gobiernos del Frente Amplio uruguayo habían cambiado radicalmente la sociedad del país. Ni que entre los gobiernos anteriores y el de Evo Morales había un abismo de diferencias. Ni tampoco que el Ecuador de Rafael Correa era otro país respecto a los gobiernos anteriores.

Otros han tratado de descalificar a esos nuevos gobiernos, caracterizados como modelos primario exportadores, dilapidadores de la naturaleza, sin darse cuenta de las trasformaciones económicas, sociales y políticas que esos países han tenido, por ejemplo, en comparación con países como Perú y México, que habían mantenido políticas neoliberales. Son intelectuales que se han alejado de la ola progresista que se había producido en el continente, no logrando ningún tipo de apoyo popular y tampoco logrando proponer alternativas de gobierno, consiguiendo que las alternativas a esos gobiernos hayan estado siempre a la derecha, como la crisis posteriores a esas administraciones han demostrado.

Aun la parte de la intelectualidad que se ha identificado con esos mandatos, en general, no ha tenido una participación activa en la formulación de las políticas antineoliberales, que han sido más mérito de los líderes de esos procesos. Gran parte de la intelectualidad de esos países ha votado por esos gobiernos, pero bajo la forma de un consenso pasivo -los han preferido a los de derecha o de ultraizquierda-, pero sin participar activamente en la construcción de las nuevas políticas y muchas veces sin siquiera participar en el intenso debate ideológico.

Un tercer período fue el del retorno de la ofensiva conservadora y crisis de gobiernos progresistas, sustituidos en varios casos -Argentina, Brasil, Ecuador- por gobiernos de restauración neoliberal o sometidos a duras ofensivas de la derecha, como en los casos de Venezuela, Bolivia e incluso Uruguay.

En este período, la distancia entre la práctica intelectual y los desafíos políticos concretos de la realidad latinoamericana ha sido más evidente. Los líderes políticos de la izquierda, los partidos y los movimientos populares no cuentan, en general, con contribuciones de intelectuales que puedan ayudar a hacer balances, ubicar las debilidades, apuntar hacia su superación y comprender el nuevo período político que tenemos por delante; estos líderes y colectivos tienden a sufrir el aislamiento respecto a la intelectualidad, a sufrir la falta del debate de ideas pertinentes con los desafíos concretos y los nuevos horizontes a dibujar y a encarar.

Una tendencia a encierro en las universidades, centros de estudio, instituciones, con los correspondientes procesos de despolitización, de burocratización en los medios intelectuales. Rasgos típicos de épocas de reveses, de repliegue de la izquierda, de pérdida de iniciativa y de ofensiva de la derecha. En el período actual es notoria la falta de participación de la intelectualidad en los debates públicos, la pérdida de perfil de la presencia de gran parte del pensamiento social latinoamericano, mostrando un período de retroceso en la creatividad teórica y el compromiso político.

Las tendencias críticas, que no valoran las conquistas de este siglo, tienden a predominar; el alejamiento de partidos y movimientos populares, la adhesión a otras alternativas. Pero, principalmente, la despolitización, el refugio en temas e intercambios académicos, lejos de las prioridades y las urgencias políticas de sus países, del continente y del mundo. Las críticas a los partidos y liderazgos de izquierda vuelven a encontrar espacio, a veces de forma muy coincidente, con las de la derecha, después de haber prácticamente desaparecido en los años de auge de los gobiernos progresistas, frente a los cuales habían perdido su discurso.

Es muy significativo que Álvaro García Linera, que fue considerado el más importante intelectual latinoamericano, reciba manifestaciones de rechazo en el medio intelectual del continente. Que Rafael Correa no sea reivindicado también por el medio intelectual, como si él no fuera, además de gran líder político, un importante intelectual latinoamericano, señales de que la contraofensiva conservadora hace sentir sus efectos, de forma directa o indirecta, también en la intelectualidad del continente.

Solamente la comprensión de la perspectiva histórica en que se ubica Latinoamérica, la naturaleza de los problemas que enfrenta la izquierda, el carácter de los reveses actuales, la dimensión de los nuevos retos, los elementos de continuidad con la lucha antineoliberal y los elementos nuevos, que exigen readecuaciones por parte de la izquierda, permiten un nuevo ciclo de compromiso de la intelectualidad latinoamericana con la historia contemporánea de nuestro continente. No caben más iniciativas que no se traduzcan en contribuciones concretas, en nuevas interpretaciones de lo que vivimos.

La intelectualidad del pensamiento crítico latinoamericano necesita más profundidad, creatividad, trabajo colectivo, compromiso político, ideas, acercamiento a los movimientos y partidos populares. Agregar a la resistencia al neoliberalismo la participación concreta, con análisis y propuestas, en la recuperación de las fuerzas antineoliberales, más allá de lo cual, la teoría se volverá a apartar de la práctica, se perpetuará como ideas sin trascendencia respecto a la realidad concreta y se facilitará la ofensiva política e ideológica de la derecha.

Sin teoría, la práctica se vuelve impotente. Sin práctica, la teoría se vuelve inocua.

*Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=250733

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La derecha latinoamericana dijo a qué vino

Por: Emir Sader
Después de años duros, en que parecía que el neoliberalismo había venido para quedarse en Latinoamérica, fuerzas populares lograron construir programas de gobierno antineoliberales, ganar elecciones y protagonizar los años más virtuosos de nuestra historia, en algunos de nuestros países.

Pero la derecha, aun derrotada, no ha dejado de maniobrar para intentar frenar a esos procesos, que representan el desenmascaramiento de todo lo que la derecha había dicho que era nuestro destino inevitable. Planteaba distintas cosas, pero su política económica siempre era el viejo modelo centrado en los ajustes fiscales, como medicamento en contra la enfermedad de los gastos estatales.

Después del período de gobiernos posneoliberales, la derecha ha vuelto a la carga, conquistando el gobierno en Argentina mediante elecciones, retornó a Brasil mediante un golpe. Y tuvo la posibilidad de decir a qué vino, porque peleó tanto, con todas sus fuerzas, legales e ilegales, para retornar al gobierno. ¿Qué es lo que tiene que proponer y realizar en América Latina?

En verdad, no fue necesario aguardar ese retorno. Porque podemos saber lo que la derecha latinoamericana tiene que proponer para la situación de países como México, por ejemplo, gobernado desde hace tantas décadas por la derecha, con su modelo neoliberal ya hace por lo menos dos décadas y media. El favoritismo de López Obrador para convertirse en el próximo presidente de México es el resultado directo del fracaso de los gobiernos del PRI y del PAN, que se han alternado en el gobierno, sin cambiar la política económica neoliberal, y llevando México a una situación catastrófica, desde todos los puntos de vista.

El país que iba a marcar la senda para los otros países del continente, habiendo sido el primero en firmar un tratado de libre comercio con EEUU (y también con Canadá, en este caso) representa, al contrario de lo propuesto, la falencia de esos tratados y de esas políticas. Los dos partidos de derecha sumados no tienen las preferencias de López Obrador, que aparece como la ruptura con la corrupta oligarquía tradicional en México.

Pero el retorno de la derecha al gobierno en Argentina y en Brasil podría significar una actualización de las propuestas de la derecha. Sin embargo, en los dos países se ha aplicado el mismísimo modelo que ya había fracasado en los años 1990. El mismo diagnóstico de que los problemas de nuestras economías son los gastos excesivos del Estado tuvieron el mismo tipo de respuesta: la centralidad del ajuste fiscal. Con las desastrosas consecuencias aparejadas: profunda y prolongada recesión, desempleo récord, desindustrialización de la economía, fuga de capitales, alza del déficit público.

¿A eso vinieron las derechas en Argentina y en Brasil? ¿Es eso lo que prometen? Por ello han luchado tanto en contra de los gobiernos populares, valiéndose de acusaciones falsas, de campañas de mentiras, de cerco a los gobiernos desde los medios y desde los capitales especulativos.

Esta es la demostración, para México, Colombia, Bolivia, y para otros países que están o van a entrar en procesos electorales, lo que pueden esperar de los partidos y candidatos de la derecha en Latinoamérica, cualesquiera que sean sus promesas. En Venezuela, se llegó a prometer la dolarización de la economía del país. En Brasil se privatiza los mejores patrimonios nacionales, los de Petrobras. En Argentina, se vuelve a la entrega a los brazos del FMI, volviendo a comprometer el futuro del país.

Las alternativas de retomar el desarrollo económico con distribución de renta suponen la ruptura con el modelo neoliberal, lo cual solamente gobiernos de izquierda pueden hacer, como se ha demostrado en este siglo. De la capacidad de la izquierda de volver a unificarse dónde está dividida, de superar los obstáculos jurídicos donde la derecha se vale de ellos en contra de líderes de izquierda, de reformular los proyectos que han dado resultados, adecuándolos a las condiciones internas y externas actuales, de rescatar los valores solidarios, cooperativos, humanistas, depende una solución positiva de la crisis actual que afecta a todo el continente.

Texto publicado originalmente en Alainet.org

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