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El segundo ciclo antineoliberal en América Latina

Por: Emir Sader

Cada país tiene sus propios caminos, pero, al estar insertado en la dinámica del capitalismo internacional, tiene que seguir formas de lucha y gobierno que se adapten a esta dinámica. Lo que significa que la lucha contra el neoliberalismo sigue como eje central, que sigue siendo la opción predominante de la derecha en el mundo y en nuestros países.

En el libro de ensayos “Las vías abiertas de América Latina”, se anunció que lo ocurrido en la primera década del siglo XXI en el continente había sido el primer ciclo de gobiernos antineoliberales. Que las condiciones para la lucha contra el neoliberalismo seguirían y, de forma similar o no, volverían en un nuevo ciclo.

Cuando regresó al gobierno, la derecha latinoamericana confirmó que no tiene otra alternativa que su modelo neoliberal original, con ajustes fiscales, privatizaciones, recortes de recursos públicos y políticas sociales, alienación de la soberanía nacional y endeudamiento externo. Fue así en Ecuador, en Argentina, en Brasil, en Bolivia. No aprendieron de su fracaso anterior, ni del éxito de los gobiernos antineoliberales.

Estos gobiernos demostraron lo que han prometido: que la lucha contra el principal problema latinoamericano, la desigualdad, solo se puede enfrentar con la prioridad de las políticas sociales, que distribuyan ingresos, generen empleo, promueven la democratización de la educación y la salud públicas, fortalecen al Estado en sus funciones públicas.

Es así como los gobiernos que asumieron programas antiliberales han reducido la desigualdad, la exclusión social, el hambre y la miseria en nuestros países como nunca antes, frente a lo que sigue sucediendo en el resto del continente y en el mundo.

Fue así como estos países lograron retomar el desarrollo económico, desarrollar procesos de integración regional e intercambio Sur-Sur, especialmente con China. Así fue como han logrado aislar, más que nunca, la influencia norteamericana en el continente. Fue un momento muy especial para América Latina, que proyectó a los principales líderes de izquierda en el mundo: Lula, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, Hugo Chávez, Nestor y Cristina Kirchner.

Este primer ciclo cumplió su rol, se agotó y fue reemplazado por gobiernos neoliberales, conservadores, cuando volvieron a aumentar las desigualdades, la miseria, el hambre, el endeudamiento externo y el desprestigio de los gobiernos. Fue un período corto, porque el neoliberalismo no logra un apoyo social duradero, ni la existencia de gobiernos legítimos. En Brasil y Bolivia la derecha regresó al gobierno mediante golpes de Estado, en Ecuador mediante la perversión de la voluntad popular.

Y cuando volvieron a haber elecciones democráticas, como en Argentina y Bolivia, después de que la gente de estos países vivió lo que significa el regreso del neoliberalismo y fue capaz de compararlo con gobiernos antineoliberales, no tuvo dudas y eligió, con amplia mayoría, gobiernos que retoman la dinámica antineoliberal. ¿Qué aprender del camino recorrido por Argentina y Bolivia? ¿En qué medida pueden seguir este camino Ecuador, Brasil, Uruguay y otros países del continente?

Cada país tiene sus propios caminos, pero, al estar insertado en la dinámica del capitalismo internacional, tiene que seguir formas de lucha y gobierno que se adapten a esta dinámica. Lo que significa que la lucha contra el neoliberalismo sigue como eje central, que sigue siendo la opción predominante de la derecha en el mundo y en nuestros países. Por tanto, nuestros gobiernos tienen su orientación fundamental en la lucha contra el neoliberalismo.

Lo que significa, por lo tanto, la reanudación de la centralidad de las políticas sociales como vía para combatir las desigualdades en el continente más desigual del mundo. Significa la reanudación del papel activo del Estado, de la soberanía nacional, de los procesos de integración regional.

Los procesos electorales en Argentina y Bolivia tienen elementos comunes. Los candidatos no fueron los presidentes anteriores, sobre todo porque Cristina y Evo fueron objeto de procesos de judicialización de la política, que buscaban sacarlos de la disputa electoral. Las fuerzas de izquierda fueron capaces de encontrar formas de pelear y ganar la batalla electoral, a través de otros candidatos, con Cristina como vice en un caso, con el apoyo de Evo desde el exterior, en el otro.

Los nuevos gobiernos encuentran un escenario regional distinto, con gobiernos conservadores en Ecuador, Brasil, Uruguay. Uno de sus objetivos es reiniciar los procesos de integración regional, para tener más fuerza a nivel regional e internacional. Sus aliados son la oposición en Ecuador, Brasil, Uruguay. Probablemente tendrán un presidente de Estados Unidos menos hostil, aislando aún más al actual gobierno brasileño, que se verá llevado a menos agresiones y la necesidad de convivir con un entorno más negativo para él.

Los nuevos gobiernos tendrán que afrontar problemas que, consensualmente, no se pudieron afrontar en el primer ciclo, como encontrar la vía de la democratización de los medios, la democratización del Poder Judicial, una reforma fiscal socialmente justa, la prioridad de la lucha de ideas, de elaboración de una política económica de integración regional, la búsqueda de nuevas alianzas a nivel internacional. Es una agenda densa y difícil, pero sin la cual el segundo ciclo enfrentará los mismos obstáculos que el primero.

Las elecciones de febrero en Ecuador y el desenlace de la crisis brasileña, que puede tener lugar solamente en 2022, serán los próximos pasos en este camino, que definirá el carácter de la tercera década del siglo XXI en América Latina.

(*) El autor del texto es un sociólogo y científico político brasileño, coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ).

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/opinion/El-segundo-ciclo-antineoliberal-en-America-Latina-20201027-0047.html

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El poder no está en el cañón del fusil

El poder no está en el cañón del fusil

Por Emir Sader

EEUU sufrió su más dura derrota militar en la guerra de Vietnam. Tras haber derrotado a varios enemigos, no habría de ser un pequeño país asiático, con un economía primaria, quien habría de derrotar a los EEUU. No por haber derrotado a los franceses, podría representar una amenaza para el poderío militar norteamericano.

Pero poco tiempo después de haber minado los puertos de Vietnam del Norte y de desplegar a más de 700 mil militares para ocupar militarmente el país, el último helicóptero salio de Saigon, con los últimos soldados disputando desesperamente un lugar que se había vuelto un infierno para ellos.

EEUU no sacó las debidas lecciones de esa derrota. La desaparición de la URSS renovaba el espíritu invencible de los norteamericanos, que ya no tendrían un gran enemigo a escala mundial. EEUU consagró su estrategia de militarizar todos los conflictos, transfiriendo el enfrentamiento al plano en el que su superioridad es indiscutible. El gasto militar de EEUU es más grande que el de los demás países.

Así EEUU retomó su estrategia en escala mundial. Víctima de los atentados de las Torres Gemelas, el imperio logro reunir apoyos generalizados para invadir Afganistán, considerado el responsable de los atentados, aun sin prueba alguna, que remitían más bien a su gran aliado en la región: Arabia Saudí. La invasión serviría no solamente para destruir el país, si no también para dar una lección a los talibán, identificados como el gran agente del terrorismo a escala mundial.

El mismo tipo de acción se repitió después en contra de Irak, acusado, igualmente sin pruebas, de poseer armas de destrucción masiva. Pero en esa ocasión EEUU ya no consiguió un apoyo tan generalizado, tuvo que contentarse con su aliado histórico: Gran Bretaña.

EEUU se enfrentaba al reto de ser capaz de enfrentar dos guerras a la vez. Los dos países fueron destruidos por la arrasadora superioridad militar norteamericana. Pero no ha logrado salir, hasta ahora, de ninguno de los dos países. La victoria militar no se traduce automáticamente en victoria política.

Solamente ahora, casi dos décadas después, los EEUU se retiran de Afganistán, pero no con la derrota de los talibán sino, al contrario, con un acuerdo y la retirada de sus tropas, política y militarmente derrotadas. Los EEUU se dan cuenta, dolorosamente, de que no es suficiente la superioridad militar. Tendría que tener una alternativa política para consolidar la victoria militar.

Los EEUU siempre se han comportado como si la abrumadora derrota que ha impuesto a Japón -con dos bombas atómicas de por medio-, pudiera repetirse. Un país tan lejano geográfica y culturalmente, derrotado militarmente, se ha trasformado en un gran aliado de EEUU.

Pero las condiciones y sobre todo los tiempos, son distintos. Irak y Afganistán no se han transformado en un nuevo Japón, sino más bien en nuevos Vietnam. EEUU ha puesto una fecha para la retirada de todas sus tropas de Afganistán. En Irak no consigue encontrar interlocutores para firmar un acuerdo similar, que es lo que más quiere el gobierno de Trump: abandonar ese país, que se ha convertido en un pantano para los norteamericanos.

El siglo XXI se confirma así como el siglo de la decadencia norteamericana. No es la superioridad militar lo que puede impedir esa tendencia. Con el agravante que ahora ya hay otros síntomas de que nace un mundo multipolar, en que el eje económico del mundo ya se ha transferido para Asia, con una decadencia no sólo de EEUU, sino de todo Occidente, incluyendo a Europa.

El siglo XXI se caracteriza también por una disputa y una transición hegemónica. En términos económicos ya es un siglo chino. Políticamente, las alianzas en torno al eje Rusia/China van aglutinando fuerzas que aceleran la decadencia norteamericana.

La salida de sus tropas de Afganistán representan, en este sentido, un símbolo evidente de la incapacidad de los EEUU para seguir definiendo los rumbos del mundo. Irak y Siria, entre otros países, son los epicentros de otros tantos conflictos que en el siglo XXI tienden a confirmar la más importante transición hegemónica desde hace más de dos siglos en el mundo.

Fuente de la Imagen: Rebelión

Fuente de la Información: https://rebelion.org/el-poder-no-esta-en-el-canon-del-fusil/

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El neoliberalismo necesita la militarización

El neoliberalismo necesita la militarización

Emir Sader

En el estado liberal clásico, las FFAA tenían la función de garantizar la soberanía nacional, proteger sus fronteras y liderar posibles guerras contra otros países. La representación política estaba reservada para los partidos.

Pero, con el tiempo, la FFAA se han convertido en un agente político de reserva para las clases dominantes. El caso del golpe de estado en Brasil, en 1964 se volvió típico, en el marco de la guerra fría y la Doctrina de Seguridad Nacional, asumida por la FFAA, a través de la Escuela Superior de Guerra, desde su fundación a fines de la década de 1940. A medida que el campo popular ascendía, a lo largo de la década de 1950 y principios de la década de 1960, la capacidad de la derecha de actuar a través de sus partidos tradicionales se debilitó -especialmente después del fracaso del gobierno de Jânio Quadros-, se pidió a la FFAA que interviniera, rompiera con el proceso democrático y estableciera una dictadura militar que duraría más de dos décadas.

Después de agotar este régimen, el proceso de transición democrática en Brasil no representó una derrota política abierta para la FFAA en nuestro país, al contrario de lo que sucedió en Argentina, Uruguay y Chile. Las FFAA han tenido que retirarse de la militarización del Estado con el que habían desempeñado un papel destacado en la historia política brasileña. Pero nunca asimilaron la democratización del país, la han tolerado, impotentes para evitarlo, y, sobre todo, nunca han hecho autocrítica de todo lo que habían hecho durante la dictadura.

No fue casualidad que la Comisión de la Verdad representara un duro golpe para la imagen de la institución. En la transición democrática, las FFAA habían logrado imponer su amnistía, que incluía el crimen no afianzable de tortura [N. ed.: el artículo 5.XLIII de la Constitución brasileña de 1988 considera que la tortura es un delito para el que no existe el derecho al pago de una fianza para eludir la prisión provisional, del mismo modo que no es susceptible de indulto ni de amnistía]. El carácter negociado de la transición, reflejado en la derrota de la campana por las elecciones directas para la presidencia de Brasil y en el papel central del Colegio Electoral, que produjo la fusión entre lo viejo y lo nuevo, con la elección de Tancredo-Sarney, conservó la amnistía impuesta por la FFAA. La Comisión de la Verdad se volvió inaceptable para la FFAA, porque se abrió ampliamente a toda la sociedad, la represión sistemática puesta en práctica por la dictadura, incluida la tortura como un método reiterado de acción por parte de los militares. Los testigos de sus víctimas revelaron a la sociedad, con nombres y rostros, las monstruosidades cometidas por las FFAA. Varios oficiales de alto rango revelaron su incomodidad, nunca pudieron contrarrestar las denuncias incuestionables. Las persecuciones políticas y legales que lanzó la derecha para tratar de desalojar al PT del gobierno, después de haber agotado los intentos de hacerlo democráticamente, con las repetidas derrotas electorales de los tucanos, fueron acompañadas por declaraciones con el tono de amenazas por parte de oficiales de las FFAA. En vísperas del juicio de hábeas corpus a Lula por parte del STF, el jefe del Ejército hizo una declaración amenazante, que tuvo un efecto en la decisión negativa del poder judicial. Más tarde justificaría esa declaración, alegando que, sin ella, «el proceso se habría salido de control». Se refería, por supuesto, a la libertad de Lula y su papel en el control del proceso político hasta los límites que consideren convenientes.

El gobierno de Temer, establecido por el golpe de estado de 2016, retomó de inmediato lo fundamental a la derecha, el modelo neoliberal, pero gobernó con los partidos tradicionales de la derecha. El gobierno de Bolsonaro tenía la intención de presentar una imagen de independencia de estos partidos. Inicialmente, su gobierno estaba respaldado por tres ejes: la política económica ultraneoliberal (que garantiza, hasta hoy, el apoyo de los grandes empresarios), la del estado policial de Moro (que tenía la intención de transformar Lava Jato en una política estatal, un proyecto debilitado hoy) y miembros de las FFAA. Estos eran indispensables porque, a diferencia de Temer, Bolsonaro no tenía un partido sólido, que se ha desmantelado con el tiempo. Después, los militares asumieron una gran cantidad de cargos gubernamentales, incluso en el Palacio do Planalto. Asumieron con los rasgos propios de una corporación, pero no de cualquier corporación, sino de una que concentra el uso de la fuerza militar y que representa los valores del orden y la jerarquía. Su discurso siempre garantizó la lucha contra la «subversión», identificada en los movimientos sociales y los partidos de izquierda.

El personal militar perteneciente a unas FFAA desmoralizadas por la democratización del país, el éxito de los gobiernos de izquierda y las revelaciones de la Comisión de la Verdad, se ha unido cada vez más a un gobierno elegido por la judicialización de la política y la manipulación del proceso electoral. Sin ideología o un proyecto político, aparte del control del proceso político en manos de la oligarquía, no dudaron en unirse al gobierno, individualmente. A medida que el presidente se debilitaba, debido a su incapacidad innata para agregar, priorizar y gobernar, y surgió la opción del derecho de sustituir al presidente por el vicepresidente, Bolsonaro decidió dar una demostración de fortaleza, que él es el jefe del gobierno, y despidió a varios militares. Los que quedaron fueron debilitados.

Pero a medida que el gobierno perdió el apoyo de muchos de sus promotores y el apoyo popular, a medida que el desgaste de las acciones del presidente y sus hijos, involucrados en la corrupción y otros crímenes, se intensificó, el presidente decidió reanudar el proceso de militarización del gobierno.

El modelo neoliberal ha perdido capacidad hegemónica, es incapaz de obtener bases de apoyo social que le den estabilidad, como lo demuestra el desgaste acelerado del gobierno de Macri en Argentina. Gobierna de acuerdo con los intereses del capital financiero. Una política que promueve la especulación financiera, sin favorecer ni la producción ni la creación de empleo. Es una política que reproduce sistemáticamente la exclusión social y que, por lo tanto, requiere represión, políticas de dominación, ya que no tiene capacidad de persuasión y conquista estable de las bases de apoyo popular.

Las FFAA son una garantía de resistencia contra el retorno del PT al gobierno, contra el protagonismo de los movimientos sociales. Representan una reserva de cuadros para un gobierno que no tiene partido y como reserva para la represión. Pero el ejército no está hecho para gobernar, en el sentido de convencer, dialogar, vivir con diferencias, discutir ideas. Están hechos para mandar (como las escuelas militares deben entrenar a los jóvenes para la guerra, a diferencia de otras escuelas, que sirven para formar a los jóvenes para la libertad, la democracia, la convivencia con la diversidad, el aprendizaje con el conocimiento). Tendrán dificultades para dialogar con el Congreso, enfrentar críticas, vivir con movilizaciones populares.

Pueden representar una mayor dosis de pragmatismo en el gobierno, reemplazando o silenciando a los ministros habladores, incompetentes y mediocres, buscando una mayor efectividad, tal vez incluso del ministerio de economía, educación y asuntos exteriores. Pero tendrán que vivir con el comportamiento intransigente del presidente y las acciones de las milicias de sus hijos. Tienen una dura prueba política. Quizás sea la última carta de ese gobierno, que necesita militarización, pero que pierde aún más capacidad política de dirección. Nadie puede extraer agua de la piedra y, al sentarse en las bayonetas, también corre el riesgo de ser víctima de ellas.

Autor: Emir Sader

Fuente de la Información: https://rebelion.org/el-neoliberalismo-necesita-la-militarizacion/

Fuente de la Imagen: Rebelión

 

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¿Por qué Davos ha sobrevivido a Porto Alegre?

¿Por qué Davos ha sobrevivido a Porto Alegre?

 

El Foro Económico Mundial de Davos reinaba soberano en los años de predominio eufórico del neoliberalismo en el mundo. Era la expresión del impresionante éxito con que surgía el modelo neoliberal en todo el mundo.El escenario preveía el cambio de tornas más impresionante en el mundo desde las reacciones a la crisis de 1929. Pero, a diferencia de aquel momento, que decretaba el funeral del liberalismo, considerado responsable de la crisis, esta vez era el renacimiento del liberalismo, bajo nueva forma, pero reafirmando sus principios básicos.

La emergencia espectacular del neoliberalismo, de la mano no solamente la derecha conservadora tradicional, sino también de las corrientes socialdemócratas e incluso de fuerzas nacionalistas. La tan pregonada superación de la polarización entre derecha e izquierda parecía concretarse, así como el fin de la historia y la imposición transversal del Consenso de Wáshington.

En aquel momento, lo máximo que se lograba era hacer manifestaciones frente al Forum de Davos, que era el escaparate mundial de las grandes personalidades globales. A lo más se lograba reunir un cierto número de personas abajo, mientras los otros subían hacia Davos y ocupaban los grandes espacios de los medios de comunicación del mundo.

De repente, conforme fueron surgiendo crisis en gobiernos neoliberales –México, Brasil, Argentina, Corea del Sur, entre otros- fue siendo posible levantar, modestamente, banderas alternativas. El mismo lema con que lanzamos el Foro Social Mundial de Porto Alegre, tan sólo insinuaba que “Otro mundo es posible”, simplemente combatiendo la idea de que la historia tendría un único cauce. Ni siquiera se decía que mundo era posible, a pesar de que se anunciaba que otro mundo, distinto al del neoliberalismo, era posible.

Convocamos al Foro Social Mundial de Porto Alegre para congregar a todos los que discrepaban del Foro Económico Mundial de Davos. La contraposición entre lo social y lo económico ya indicaba un horizonte distinto entre los dos Foros.

Porto Alegre fue escogido, en primer lugar, por estar en el Sur del mundo. En segundo, porque Brasil era el país de una izquierda que resistía al neoliberalismo, con el PT, la CUT, el MST, Lula. En tercer lugar, porque Porto Alegre proponía una forma distinta de administración publica, con los presupuestos participativos.

Cabían fuerzas distintas, de movimientos sociales a ONGs, pasando por intelectuales europeos, norteamericanos, latinoamericanos, asiáticos y africanos. Pero la Carta aprobada por el FSM ya anunciaba sus limites, relacionados con la ausencia de partidos políticos. Era la influencia liberal, promovida por ONGs y por intelectuales del Norte del mundo, que terminaría condenando el futuro del FSM.

Había una identificación con la “sociedad civil”, en contraposición al Estado, repitiendo lo esencial del pensamiento liberal. El antiestatismo era el responsable de la ausencia de partidos políticos y, mas tarde, de los gobiernos antineoliberales latinoamericanos.

El pensamiento que proponia “cambiar el mundo sin tomar el poder”, de John Holloway, intelectual europeo identificado con el zapatismo; las teses de Toni Negri, que condenaban al Estado como fuerza conservadora; las posiciones de otros intelectuales europeos, como Boaventura de Sousa Santos, entre otros, que proponían la centralidad de la sociedad civil en contra del Estado, asumidos por gran parte de las ONGs, se han impuesto y condenado al FSM a la intranscendencia y a la impotencia.

Fuerzas políticas que se sumaron a la polarización sociedad civil/Estado, propugnado mediante las tesis de la “autonomía de los movimientos sociales”, renunciando a la disputa hegemónica en la sociedad, como los piqueteros argentinos y el zapatismo mexicano, que han desaparecido o han perdido fuerza.

Pero la lucha antineoliberal avanzaba y seguía por otras vías. La elección de gobiernos como los de Hugo Chávez, de Lula, de Néstor Kirncher, del Frente Amplo, de Evo Morales, de Rafael Correa, apuntaba como la superación del neoliberalismo necesitaba del Estado. ¿Cómo promover la centralidad de las políticas sociales, sin gobiernos que se valieran del Estado para ponerlas en práctica? ¿Cómo afirmar la solidaridad internacional entre esos gobiernos, sin un Estado fuerte? ¿Cómo financiar las políticas sociales sin bancos estatales fuertes?

Mientras las corrientes predominantes en el FSM se confundían con las tesis del Estado mínimo del mismo neoliberalismo, gobiernos antineoliberales fortalecían al Estado y avanzaban en la construcción de políticas sociales, de desarrollo económico y distribución de renta, de soberanía externa.

En un mundo en que el neoliberalismo se ha agotado, se podría esperar que el FSM de Porto Alegre representara el antineoliberalismo. Pero el FSM ha desaparecido prácticamente, por las posiciones políticas equivocadas que han predominado, mientras el FEM de Davos se flexibilizaba, para incorporar temas ecológicos y hasta de lucha en contra la desigualdad. Mientras que las fuerzas que representan el proyecto original de Porto Alegre, son partidos políticos, gobiernos y Estados democráticos y populares.

Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=265426&titular=%BFpor-qu%E9-davos-ha-sobrevivido-a-porto-alegre?-

Autor: Emir Sader

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América Latina, epicentro de las luchas políticas mundiales en el siglo XXI

Por: Emir Sader.

Después de haber protagonizado algunos de los fenómenos históricos más importantes del siglo XX, América Latina ha sufrido una dura ofensiva por parte del capitalismo global en su contra en las ultimas décadas del siglo pasado. La crisis de la deuda ha cerrado -hasta ese momento-, el más largo ciclo de crecimiento de nuestras economías, iniciado en los años 1930. Dictaduras militares en algunos de los países políticamente más importantes del continente –Brasil, Uruguay, Chile, Argentina–, han golpeado duramente a las democracias y a las fuerzas populares de esos países. América Latina ha sido el continente que ha tenido la mayor cantidad de gobiernos neoliberales y en sus modalidades más radicales.

Es como reacción a todo ello que América Latina se ha proyectado como la única región del mundo que ha tenido gobiernos antineoliberales -en Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Ecuador- coordinados entre sí en procesos de integración regional. Han sido los únicos gobiernos en el mundo que han disminuido las desigualdades, la exclusión social, el hambre, la miseria y la pobreza, a contracorriente de las tendencias globales.

América Latina ha proyectado no solamente un modelo eficiente de combate y superación del neoliberalismo, con desarrollo económico y distribución de renta, como ha proyectado paralelamente a los grandes líderes de la izquierda a escala mundial: Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Pepe Mújica, Evo Morales, Rafael Correa, López Obrador. La izquierda del siglo XXI es antineoliberal y tiene en América Latina su epicentro.

Todavía después de que la derecha, coordinada internacionalmente, hubiese retomado la ofensiva, derrotado a gobierno progresistas en países como Argentina, Brasil, Ecuador, Uruguay o Bolivia, el continente sigue siendo el escenario de las más importantes luchas de nuestro tiempo, protagonizadas por fuerzas neoliberales y antineoliberales, democráticas y antidemocráticas, de soberanía nacional y vasallos de los EE.UU.

Argentina ha demostrado la capacidad de resistencia a políticas devastadoras de parte del gobierno neoliberal de Mauricio Macri, lo ha derrotado y ha retomado la vía de reconstrucción económica, social, política y cultural del país. México avanza en la vía de superación de tantos y tan desintegradores gobiernos neoliberales.

En Brasil, después de la monstruosa operación que destituyó a Dilma Rousseff del gobierno y condenó a Lula, ambos sin pruebas, y ha elegido, por mecanismos de manipulación absolutamente ilegales, a un gobierno vergonzoso, la oposición se reorganiza y reaparece como alternativa. La liberación de Lula lo coloca como centro de la oposición democrática al gobierno y proyecta la perspectiva de una victoria electoral similar a la argentina.

En Ecuador el gobierno de restauración neoliberal no logra ningún apoyo, proyectando una perspectiva de recuperación de la alternativa antineoliberal. En Uruguay, la derrota del Frente Amplio cambia el escenario político, pero no cambia el enfrentamiento central de nuestro tiempo, entre neoliberalismo y antineoliberalismo, y propicia las posibilidades de que el Frente Amplio se recupere, se reafirme como alternativa y dispute de nuevo el gobierno.

Bolivia es otro caso paradigmático, que afirma que la izquierda no es sólo alternativa al neoliberalismo sino también, igual que en el caso brasileño, es alternativa democrática. El gobierno de Evo Morales fue interrumpido por un golpe, con clara participación de las FF.AA., las policías, los medios y el gran empresariado. Sin alternativa, la derecha busca constituir un nuevo bloque de fuerzas, sin apoyo popular, valiéndose del poder judicial para perseguir a los opositores, en primer lugar a Evo y a Álvaro García Linera. Pero, aún así, la izquierda continúa siendo la alternativa que puede hacer que Bolivia salga de la crisis de forma democrática y con un gobierno de nuevo legitimo.

La primera década del siglo estuvo marcada por los gobiernos antineoliberales en America Latina. La segunda, por la ofensiva de derecha, no sólo aquí, sino también en EE.UU., Gran Bretaña y en otros países. La tercera década será de descarnada disputa a escala mundial, con la ascensión incontenible de China, en su alianza con Rusia, la recomposición de las fuerzas antineoliberales en América Latina, contando ahora con movimientos populares refortalecidos en Chile, Colombia y Ecuador, con la consolidación de gobiernos como los de México y Argentina, la dura disputa en Brasil entre el gobierno actual y la oposición, bajo el liderazgo de Lula. América Latina, ahora con un listado ampliado de países, seguirá siendo el epicentro de las luchas políticas en el mundo, dónde se decide la disputa central de nuestro tiempo, entre neoliberalismo y antineoliberalismo.

Fuente del artículo: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=264676

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La derecha latinoamericana ha fracasado

Por: Emir Sader
A medida que perdía su capacidad para controlar los movimientos populares, la derecha latinoamericana recurría a los golpes y dictaduras militares. Sometió a un país como Brasil a 21 anos de un régimen de terror, que extendió a Uruguay, Chile y Argentina durante muchos anos.Posteriormente, sometió a prácticamente todos los países del continentes a modelos neoliberales, que despilfarraron el patrimonio público, suprimieron derechos históricos de los trabajadores, promovieron la mayor exclusión social que conocieron nuestros países en los años 1990 y de nuevo en la segunda década de este siglo.

Pero han fracasado brutalmente. Los gobernantes de la primera ola neoliberal están malditos en sus países, algunos de ellos fueron encarcelados, nunca volvieron a elegir gobiernos. En su segunda ola, la derecha demostró que no tienen nada más que proponer a nuestros países distinto a ajustes fiscales, privatizaciones, exclusión social, hambre y miseria. Por eso fracasaron de nuevo.

Fracasaron en México, después de someter al país a tres décadas de neoliberalismo y de sometimiento a los EE UU, haciendo del país un inmenso desastre político, social y de violencia diseminada. López Obrador fue elegido como el presidente con mas apoyo en toda la historia del país.

Fracasaron en Argentina, después de volver a imponer el mismo modelo del pasado. En poco más de dos años fracasaron y fueron derrotados por el voto democrático de la mayoría de los argentinos, que prefieren un país con desarrollo económico y distribución de renta.

Fracasaron en Ecuador, al intentar hacer retroceder el país al modelo que ya había fracasado y había sido superado durante diez anos. Con movilizaciones populares que hicieron que el gobierno retrocediese en sus medidas antipopulares.

Fracasan en Brasil, cuando intentan liquidar todos los avances de los gobiernos del PT de los últimos 12 anos, recurren a un personaje inclasificable e implicado en casos de corrupción y asesinatos, que sólo mantiene menos de 1/3 del apoyo que tuvo en su primer año de gobierno, con Lula favorito para volver a ser presidente del país.

Fracasan en Chile, el país en el que el modelo neoliberal había tenido un mayor éxito, con el gobierno rechazado por la gran mayoría de la población, que no se desmoviliza a pesar de las promesas de concesiones absolutamente contrarias a las políticas neoliberales.

Fracasan en Colombia, con las mayores movilizaciones populares de rechazo a las medidas neoliberales del gobierno derechista, que no se frenan y se amplían, llevando a la derrota del gobierno uribista.

Para volver al gobierno en Bolivia, no compitieron democráticamente, ya que en ese terreno fueron derrotados, sino que recurren a un golpe, centrado en las FF AA, para sacar a un presidente que había sido elegido y reelegido siempre de forma democrática. Colocan en la presidencia a un personaje que ha tenido el 3% de los votos, sin legitimidad ni legalidad, que se sostiene en base a la represión violenta de la población que protesta y de la prisión de líderes opositores. Sólo así, rompiendo con la democracia, imponiendo un régimen de terror, la derecha logró volver al gobierno en Bolivia, evitando elecciones democráticas.

En Uruguay, la derecha ha ganado, por 28 mil votos, en elecciones democráticas, para lo cual tuvo que contar con la extrema derecha, que recurrió al tema de la seguridad pública, en un país que mejoró substancialmente en términos económicos y sociales, con conquistas democráticas inéditas en todo el continente. La derecha necesita de la extrema derecha para tener mayoría y gobernar, sin tener en cuenta el fracaso del modelo que pretenden restaurar en el país en los otros países del continente: México, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia.

La derecha latinoamericana ha fracasado, porque su modelo, el neoliberal, no logra ni la recuperación del crecimiento económico, promoviendo la exclusión social, el desempleo y la miseria. Y porque tiene enfrente a representantes de gobiernos que sí han logrado recuperar la expansión económico con distribución de la renta y reconocimiento de los derechos fundamentales de toda la población.

*Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/203611

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.La contraofensiva de la derecha pierde fuerza en el mundo Emir Sader

La contraofensiva de la derecha pierde fuerza en el mundo
Emir Sader

Después de una primera década marcada por gobiernos antineoliberales en América Latina, que han proyectado a Hugo Chávez, Lula. Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mújica, Evo Morales y Rafael Correa como los grandes líderes de la izquierda a escala mundial, la derecha retomó la iniciativa y la ofensiva en la segunda década del siglo.

Logró aislar el gobierno de Nicolás Maduro, elegir a Mauricio Macri, imponer una derrota a Evo Morales, hacer caer a Dilma Rousseff, apresar y condenar a Lula, elegir a Bolsonaro, revertir la victoria en Ecuador, elegir a Iván Duque y Sebastian Piñera. El escenario político latinoamericano ha cambiado radicalmente en la segunda década del siglo. Fueron cambios concomitantes con los que se daban en escala mundial, con la eleccion de Donald Trump, el brexit, gobiernos derechistas en Italia, en Polonia, en Hungria.

La ofensiva derechista perdió aliento, con Johnson perdiendo la mayoría en el Parlamento, con Trump teniendo que deshacerse de Bolton, su “señor de la guerra”, así como teniendo que pasar a la defensiva, con el impeachment. Con la derrota del gobierno derechista en Italia, con la elección de un gobierno socialista en España, a la vez que Netanyahu no logra organizar un gobierno en Israel. En la misma América Latina la situación volvía a tener cambios en la dirección progresista, con la elección de Lopez Obrador en México.

La agenda mundial, que había asumido tonos conservadores, con retrocesos profundos, con los dos liderazgos del bloque occidental hace más de un siglo en retirada respecto a la globalización, ha dejado un vacío de conducción, dando síntomas de agotarse. Trump tiene que cambiar las formas más radicales de enfrentar los conflictos externos. Johnson no puede implementar la salida salvaje del brexit. Un gobierno socialista en España rompe con el aislamiento del gobierno de Portugal.

En Argentina la espectacular victoria de Macri hace cuatro años, con el restablecimiento del modelo neoliberal, llevó a su gobierno a un no menos espectacular rechazo, confirmando la incapacidad de ese modelo de conquistar bases sociales estables de apoyo. Ha confirmado que la derecha no tiene alternativa a ese modelo, que promueve los intereses del capital financiero a expensas de los derechos de la gran mayoría de la población. Por ello se agota rápidamente y fracasa.

El escenario lationamericano vuelve a cambiar, con dos de los tres principales países latinoamericanos –Mexico y Argentina– con gobiernos progresistas, antineoliberales, aislando al gobierno de extrema derecha de Brasil. En Bolivia, Evo es favorito para ser reelegido en primera vuelta, mientras la disputa en segunda vuelta está abierta en Uruguay.

La contraofensiva conservadora va así perdiendo fuerza, demostrando que no tiene propuesta ni para que la economía global vuelva a crecer, ni para que los focos de guerra sean pacificados, tampoco para que las desigualdades disminuyan en el mundo y en cada país. Tenemos un mundo en que los focos de guerra se multiplican, en que un nuevo ciclo recesivo llega, en el que los gobiernos son cada vez más inestables, los organismos internacionales están cada vez más desgastados, un mundo cada vez más inseguro.

Las viejas potencias imperiales demuestran ser incapaces de conducir el mundo a un futuro mejor. Los discursos de odio y de guerra tienen como respuesta acciones violentas e inestabilidad política todavía más grande.

Nadie se ocupa del mundo. Cada gobernante de las grandes potencias piensa en los intereses inmediatos de su país. Los más fuertes saben defenderse. La gran mayoría de la humanidad se siente desvalida, entregada al hambre y a la miseria. Los conflictos bélicos siguen produciendo muertos e inmigrantes, rechazados por los mismos países responsables de esas guerras.

El impulso conservador pierde aliento, porque no tiene nada que proponer, a no ser más violencia y más beneficios para el capital financiero. Sus gobiernos se desgastan rápidamente y fracasan. Eso es lo que está pasando con Trump y con Johnson o con Salvini y con Macri.

Trump era favorito para ganar la reelección. A pesar del alto nivel de rechazo (48%), mientras la economía creciese, podría ser reelegido. Pero los síntomas de un nuevo ciclo recesivo en la economía internacional se harán sentir también sobre la economía norteamericana y el clima político tiende a revertirse. Los candidatos demócratas lo derrotan en las encuestas, proyectando un escenario de no reelección para Trump.

En el Reino Unido, el brexit no logra materializarse en los términos propuestos por la derecha, los conservadores se han dividido, hoy los laboristas aliados a los liberales, ganarían las elecciones.

En América Latina, la derrota de Macri revela el vuelo corto de la remontada neoliberal y hace prever que pasará lo mismo en Brasil.

En Europa, la derrota de la derecha en Italia y en España, confirma también el vuelo corto de los conservadores, aun antes de que la recesión económica vuelva a golpear sus economías, con la misma Alemania entrando en crisis.

Después del primer ciclo político en el siglo XXI, marcado por gobiernos antineoliberaies en América Latina, el segundo fue marcado por el ascenso de la derecha, con Trump y el brexit dando el tono. Macri y Bolsonaro eran coadyuvantes de esa tendencia.

El nuevo siglo llega al final de su segunda década con las disputas por la hegemonía mundial abiertas, con el desgaste del poderío norteamericano y el fortalecimiento de los BRICS. El neoliberalismo sigue como modelo predominante, pero su agotamiento es ahora reconocido hasta por algunos de sus defensores tradicionales, sin que el capitalismo encuentre modelo alternativo. El retorno de un gobierno antineoliberal en Argentina es un desafío importante para la apertura de un nuevo ciclo político en el siglo XXI.

La contraofensiva de la derecha en el mundo pierde fuerza y abre perspectivas para que una recuperación del ciclo antineoliberal pueda marcar la tercera década del nuevo siglo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Autor: Emir Sader
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