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La admirable campaña de Cristina

Por: Emir Sader

Arriba de la tarima del  estadio, cercada por el pueblo, fue arrimándose gente que llegaba a mostrar cómo sus vidas habían cambiado –mucho y para peor– sin su gobierno. Vestida de azul, con el fondo azul de la bandera, recordaba como Néstor y ella habían rescatado el país de la peor crisis de su historia.

Fue de la mano de ellos que Argentina prácticamente renació. No se recuperó gracias a los bancos, ni gracias a los medios, ni a los partidos de derecha. Fue gracias a la confianza que lograron hacer renacer en todos los argentinos, de hacer resurgir el potencial extraordinario del país, que fue posible la recuperación de una Argentina desecha por políticas de mercado, de especulación financiera, de euforia engañosa, de sometimiento carnal a la dominacion externa.

Hoy Cristina hace una campaña electoral admirable. Modestamente, recorre los lugares donde la gente vive, sufre, trabaja, para oírles, para conversar con ellos. Con el espíritu militante de los que luchan junto al pueblo, que saben que el destino de éste depende de que vuelvan a creer que el país es posible, que sólo se puede volver a tener empleo, sueldos, esperanza, confianza, orgullo, autoestima, si el país es lidereado por los que quieren al país, que tienen confianza en el pueblo, que saben que no hay alternativa que no sea uniendo y no dividendo al pueblo, juntando a la gente y no aislándola, hablando y oyendo y no sólo trasmitiendo consignas marqueteras.

Ya no los recibe en la Casa Rosada, donde los chicos le coreaban lindamente canciones de amor a ella, a Néstor y a Argentina, como nunca antes la casa de gobierno había vivido. Ya no les despide en la plaza llena como nunca había estado.

Ahora es también la Cristina atacada diariamente por los chacales de los medios, que buscan y rebuscan formas de producir rechazos, intentando hacer que la gente se olvide de todo lo que ha conquistado bajo su gobierno. Es necesario producir y reiterar la imagen de otra Cristina que nos abrazaba todos los días por donde caminaba.

No son tiempos fáciles, ni para Cristina ni para el pueblo argentino. Tiempos propicios para distintos tipos de oportunismo, desde el silencio de los que hacen como si no estuviera tanto en juego en Argentina, en el destino del pueblo. Como si el destino de todos no dependiera del destino de Cristina. Como si los ataques a ella no sean ataques a la democracia argentina, al derecho del pueblo argentino de decidir libremente su destino. Ausentes del debate y de la lucha política, como si todo lo que el país ha vivido en este siglo, desde su peor crisis a su gran rescate, no tuviera que ver con la vida de todos: trabajadores, médicos, intelectuales, profesores, gente de todo tipo.

La intensa lucha de ideas que se desarolla en Argentina es la gran lucha por la agenda fundamental del país. La crisis actual es resultado de los gastos excesivos de los gobiernos antineoliberales o es, al contrario, resultado de la restauracion liberal, que desarticula el Estado argentino, promueve la recesión y el desempleo, tira la gente al abandono y a la desesperación, multiplica por mil el endeudamiento del país, pone a Argentina de nuevo de rodillas frente a Estados Unidos, intenta desmoralizar el poder de lucha del pueblo, reprime sus manifestaciones, impone el poder de los medios monopólicos privados, rebaja la imagen del país en el mundo.

De esa lucha de ideas depende el futuro de Argentina. Nadie que tenga conciencia de cuanto ella importa para el destino del país, nadie que tenga el privilegio de vivir de las ideas, tiene el derecho de abstenerse, de dejar libremente que el monopolio cobarde de los medios se abata sobre la población desesperada por la pauperización accelerada que se abate de nuevo sobre Argentina.

Cristina hace una campaña militante, yendo de barrio a barrio, pasando por los lugares que habían recuperado el orgullo de ser argentinos, de pertenecer a un pueblo de luchas formidables, que había derrotado a la cruel dictadura militar, a los antinacionales gobiernos neoliberales y que ahora es convocado por Cristina para, de nuevo, revertir una brutal ofensiva sobre la patria. Su campaña es emocionante, es vibrante, toca el alma de los que sufren los ataques cotidianos de un gobierno de banqueros y de sus ejecutivos y voces.

Desde otras partes de América Latina, estamos con Cristina, con su gente, con su pueblo, con todos los que pelean por sus derechos, por la libertad de expresión y de organización, por la integración lationamericana, por el futuro de Argentina y de todo el continente.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229932&titular=la-admirable-campa%F1a-de-cristina-

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El futuro de Brasil depende siempre de Lula

Por: Emir Sader

La derecha brasileña ha engendrado el golpe en contra de los gobiernos del PT, pero ahora no sabe qué hacer con su Gobierno. La izquierda ha producido a Lula y la derecha no sabe qué hacer con Lula. La derecha no sabe si intenta seguir con Temer como presidente o si encara la delicada operación de sustituirlo.

Muchos sectores de la derecha brasileña ya consideran a Temer un cadáver político, pero su mal olor no ha sido hasta ahora suficiente para que se genere una nueva unidad entre los golpistas para sustituirlo.

Con Lula también la derecha no sabe qué hacer. Puede intentar condenarlo, con el riesgo de hacerlo todavía más popular y objeto de apoyo aún más generalizado en el país, como víctima de un proceso sin fundamento ni pruebas. Y con el riesgo de no lograr mantener la condena y el tiro salir por la culata, de la peor manera para la derecha brasileña. O tener que enfrentar a Lula como candidato, con todas las posibilidades de perder de nuevo.

Porque una figura como la de Lula no se elimina así, como le gustaría a la derecha, mágicamente, mediante una penada de un juez de quinta categoría.

Lula ya está inscrito definitivamente en la historia de Brasil, como su presidente más popular, más importante, de más trascendencia en la vida de todos los brasileños. Asimismo, Lula es el más importante líder político de la izquierda contemporánea en escala mundial.

Cualquiera que sea el desenlace jurídico de los procesos en contra de Lula, él seguirá siendo el personaje decisivo para el futuro de Brasil. Sea como candidato favorito y como presidente de Brasil una vez más, sea como dirigente fundamental para las futuras en Brasil. Nada de importante sucederá en Brasil sin la presencia y la posición determinante de Lula, de tal forma su imagen es omnipresente en el país.

La derecha, muy incomodada, siempre tendrá que referirse a Lula, como su mayor enemigo. La izquierda, como su líder fundamental. Los medios, como la figura más conocida y reconocida en Brasil. El pueblo brasileño, porque deposita en él su esperanza y la confianza de volver a conquistar sus derechos y su autoestima.

La historia brasileña sigue y Lula tendrá en ella siempre un rol fundamental. Si como candidato tiene todas las posibilidades de ganar de nuevo y, como él dice, hacer más y mejor en el Gobierno. Si quedase impedido de candidatizarse, dirigirá a las fuerzas de la izquierda en sus combates futuros.

No se puede aprisionar a la esperanza, no se puede condenar a la voluntad del pueblo de retomar el camino de las transformaciones democráticas en Brasil.

La historia no cabe en una sentencia arbitraria de un juez fantoche de la derecha y del imperio. El destino de Brasil no cabe en las campañas de los medios oligárquicos.

Lula y la izquierda brasileña son resultados de las luchas del pueblo por sus derechos. La miseria, la pobreza, el hambre, la desigualdad, la exclusión social, producidos por la derecha brasileña a lo largo de los siglos, que habían hecho de Brasil el país más desigual del continente, más desigual del mundo, han generado también las luchas por la justicia social y por los derechos de todos, el liderazgo de lucha y las fuerzas de la izquierda brasileña.

Por más que intenten descalificar a la figura de Lula, por más que intenten condenarlo, aun sin pruebas, la influencia, la capacidad de convencimiento de Lula hacia los brasileños solo aumenta, conforme el Gobierno surgido del golpe intenta deshacer todo lo bueno que hicieron los gobiernos del PT.

Hoy la gran mayoría ya considera, de nuevo, la cuestión social como la más importante del país. El rechazo al paquete cruel de proyectos del gobierno de Temer es aplastante y, con él, el incremento del apoyo a Lula, como contraposición a todos los derechos que se está quitando del pueblo. La ilusión de que jurídicamente la derecha puede abolir la imagen de Lula de la cabeza de las personas y del propio Lula como líder político y de masas de la historia de Brasil es eso: una ilusión.

Él soporta cualquier sentencia, cualquier acusación sin pruebas, pero la vida real es distinta. El país real se hace con conciencia política, con lucha por los derechos sociales y por la democracia.

En el país real, Lula tiene un lugar fundamental en la historia pasada, presente y futura de Brasil. (Para comprobar, la derechista revista Veja hizo una encuesta entre sus lectores sobre el futuro de Lula y aún ahí el resultado es elocuente: Será preso: 14%. Será presidente de Brasil: 86%).

Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/el-futuro-de-brasil-depende-siempre-de-lula

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La judicialización antidemocrática de la política

Por: Emir Sader

Además de las imputaciones contra grandes líderes populares latinoamericanos, como Lula y Cristina Kirchner, de supuesta participación en casos de corrupción, para imponer la idea de que todos los políticos son corruptos, también se les hacen otras acusaciones, igualmente significativas, que en los hechos criminalizan actos de gobierno.

En el caso de Cristina, se intenta transformar en caso judicial la política cambiaria, que puede ser discutida como política de gobierno, pero nunca criminalizada. Para hacerlo, intentan hacer pasar la idea de que esa política habría traído ventajas financieras para la expresidenta y para su exministro de Economía. Se trata de ir acumulando sospechas que, aunque sin fundamento, vayan generando niveles de rechazo a estos grandes líderes, para intentar ponerle techo a su popularidad y hacerlos aparecer como cómplices o partícipes en irregularidades.

En el caso de Lula pasa lo mismo. Como no han encontrado ninguna prueba de algún tipo de involucramiento en actos de corrupción y su popularidad no deja de crecer, buscan condenarlo, sin pruebas, como confiesan no tener, sino por sus “convicciones”, como si estas pudieran fundamentar alguna condena judicial. En contra de Lula suman políticas de su gobierno, de promoción de los intereses de las grandes compañías brasileñas con financiamientos públicos y con promoción internacional de esas empresas. Como no pueden concebir que Lula lo haya hecho por el interés del país, tratan de adjudicarle alguna ventaja a cambio de esas promociones: un departamento que Lula nunca compró, que nunca fue de su propiedad, algo que pudiera demostrar que Lula actuó en función de intereses personales –como suele ser el caso de los gobernantes de derecha.

Para confirmar esa forma antidemocrática de intentar excluir a políticos de gran arraigo popular de la disputa electoral, arrebatando al pueblo el derecho de decidir sobre su destino, también en Colombia surgió un caso similar. El exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, candidato de la izquierda a las elecciones presidenciales, es blanco de un no menos espantoso proceso que intenta sacarlo de las próximas elecciones, además de llevarlo a la bancarrota personal, con multas de varias decenas de millones de dólares por una política de tarifas diferenciadas en transporte urbano, aplicada cuando fue alcalde de la capital colombiana.

Al igual que en los casos de Cristina y de Lula, se pueden discutir las políticas públicas de Petro, pero nunca criminalizarlas, menos aún porque tienen un carácter claramente popular y democratizador.

Además de los ataques personales a esos líderes, se suman los intentos por criminalizar políticas de carácter público, judicializar programas de gobierno y atacar políticas de Estado, aduciendo que perjudican los intereses del país. ¿Quiénes son los que acusan? ¿Quién les dio representación democrática en el estado de derecho, para intentar descalificar a gobiernos y políticas sostenidas por el voto popular y por la vida democrática?

Es una nueva vía para inviabilizar gobiernos democráticos. En los tres casos, Cristina, Lula y Petro, representan las alternativas de izquierda en las próximas elecciones de Argentina, Brasil y Colombia, tres países fundamentales en la región. Argentina y Brasil fueron los ejes de los procesos de integración regional, que tantas molestias han producido en la derecha de nuestros países, así como en los EE.UU. Colombia tiene como alternativa de la derecha a Vargas Lleras o al candidato que lance Uribe. Petro aparece en segundo lugar en algunas encuestas y en otras incluso empatado en el primer lugar.

La democracia parece que, cada vez más, ahoga a la derecha, la condena a la derrota. Sus políticas neoliberales se chocan no solo con los intereses de la gran mayoría de la población, sino también con la misma democracia.

En Brasil, un denominado Instituto Millenium advirtió esta semana que las elecciones de 2018 ponen en riesgo las (contra) reformas que la derecha ha tratado de aplicar mediante un golpe y por medio de un gobierno que tiene el dos por ciento de apoyo (en el margen de error, puede tener cero o menos que cero). El neoliberalismo se choca frontalmente con la democracia y con los intereses de nuestros pueblos. De ahí que busquen, ahora de nueva forma, mediante la judicialización de la política, hacerle trampa a la democracia y a la voluntad popular., sin embargo son atacados desde cualquier posición y seguro estoy que hay laboratorios trabajando para crear

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El pensamiento crítico latinoamericano hoy

Por:Emir Sader

Siempre habían coincidido períodos históricos importantes para el continente y auges del pensamiento crítico latinoamericano. El período vivido por varios países del continente en este siglo configura, sin ninguna duda, un período especial en que, a pesar de los efectos negativos vividos por el continente como resultado de las grandes trasformaciones regresivas vividas por el mundo en las últimas décadas y por las tendencias negativas predominantes en el mundo actualmente, tuvimos países que han reaccionado positivamente, a contramano de lo que pasa en el mundo.

No solo fue un período importante por ello, sino por el surgimiento, como una de sus expresiones, de una generación de líderes políticos excepcionales, como Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, entre otros. Bastaría ello para confirmar que es un período extraordinario.

Sin embargo, tampoco se puede negar que el pensamiento crítico no ha estado a la altura de los desafíos políticos enfrentados por esos gobiernos, no se ha generado un período de auge de nuevas construcciones teóricas muy importantes para el pensamiento latinoamericano. ¿A qué se debe ello?

Sin duda una de las dificultades es la misma complejidad de ese período, su carácter contradictorio. Globalmente es un período de retrocesos, con el paso de un mundo bipolar a un mundo unipolar bajo la hegemonía imperial norteamericana; con el paso de un ciclo largo expansivo del capitalismo a un ciclo largo recesivo; con el paso de la hegemonía de un modelo de bienestar social a la de un modelo de competencia libre en el mercado. América Latina vivió esos cambios de forma concentradamente negativa, marcados por la crisis de la deuda a finales de los años 1970; dictaduras militares en algunos de los países más importantes del continente; y por ser la región del mundo que tuvo más gobiernos neoliberales y en sus modalidades más radicales.

Las dificultades para comprender cómo, en un marco negativo como ese, fue posible el surgimiento de gobiernos progresistas, es un problema teórico que hay que descifrar, para poder enfrentar los dilemas del nuevo período, así como las herencias como Estados mínimos y economías desindustrializadas, con la soya y la extracción de productos primarios con un rol importante, con la mayor parte de los trabajadores sin contrato de trabajo, con profundas desigualdades sociales, entre otras.

Gobiernos antineoliberales

Comprender el carácter antineoliberal de las izquierdas en nuestro tiempo, así como el carácter de esos gobiernos, que han tenido como prioridad las políticas sociales y no los ajustes fiscales; los procesos de integración regional y el intercambio Sur-Sur y no los Tratados de Libre Comercio con los EEUU; el rescate del papel activo del Estado como inductor del crecimiento económico y como garante de las políticas sociales, en lugar de la centralidad del mercado, es condición para comprender la era neoliberal del capitalismo.

Las dificultades para esa comprensión han llevado a que algunos intelectuales y corrientes de pensamiento hayan sido llevados a rechazar el rol del Estado y a centrar su reflexión y las formas de acción en la “sociedad civil”, en contra del Estado, de la política, de los partidos. Han propuesto la “autonomía de los movimientos sociales” respecto a la política, recayendo en posiciones corporativas y que han relegado a los que han adoptado esa posición a la defensiva permanente, a la impotencia en la disputa política y finalmente a la intranscendencia e incluso a la desaparición de algunos movimientos, como fue, por ejemplo, el caso de los piqueteros.

Una vez surgidos gobiernos con los rasgos apuntados, esa dirección de pensamiento ha desconocido su importancia, empezando por disminuir profundamente las desigualdades sociales en el continente más desigual del mundo, el fortalecimiento de los Estados en la lucha por la superación del neoliberalismo, el fortalecimiento y expansión de procesos de integración regional independientes de los EEUU, como única región del mundo que tuvo un conjunto de gobiernos antineoliberales y procesos de integración con esos rasgos.

Reducir a gobiernos como los de Bolivia y Ecuador a “modelos extractivistas” es un reduccionismo economicista radical. Los gobiernos de Perú han sido eso. Los de Bolivia y Ecuador no pueden ser reducidos a eso, incluso porque sus rasgos fundamentales son otros –sociales, étnicos, políticos, culturales, económicos–, que van mucho más allá de una caracterización tan reductiva y simplista como esa.

Como resultado, una parte de la intelectualidad latinoamericana ha quedado aislada de los más importantes procesos políticos que sus países y Latinoamérica han vivido. El sectarismo, el intelectualismo, la falta de contacto con la realidad concreta de los países y de los pueblos de nuestro continente, los ha reducido a producir artículos críticos, a una incapacidad de pensar lo nuevo, impidiéndoles ir más allá de las teorías clásicas.

Pero una parte del pensamiento crítico ha sabido comprender los rasgos innovadores del nuevo período histórico, de la lucha por superar el neoliberalismo, a contramano de las tendencias dominantes del capitalismo en escala mundial. Han comprendido la naturaleza de esos gobiernos, sus particularidades y por ello, entre otras cosas, han hecho los mejores balances críticos de esos gobiernos. (Como se puede ver en el libro Las Vías Abiertas de América Latina, en sus ediciones ecuatoriana, argentina, venezolana y boliviana, y luego en la brasileña). La obra de Álvaro García Linera, el más importante intelectual latinoamericano contemporáneo, es la mejor expresión de esa capacidad de comprender esos fenómenos y de cómo ellos permiten la mayor creatividad teórica, los mejores balances y las mejores proyecciones del futuro posible del continente.

En el momento en que incluso los organismos que tradicionalmente habían representado el pensamiento crítico han perdido representatividad, capacidad de aglutinación y de convocatoria del pensamiento crítico, es hora de que nuevas generaciones de intelectuales críticos ocupen el lugar de destaque y produzcan, apoyados en lo mejor que se ha generado, un nuevo pensamiento crítico latinoamericano, a la altura de los desafíos que el continente enfrenta.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229274

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América Latina contra el pensamiento único

Por: Emir Sader

Hay que borrar las políticas que han caracterizado a cierto número de países de América Latina, porque ellas desmienten el pensamiento único. Hay que borrar de la consciencia de la gente que es posible hacer políticas distintas a las que todavía dominan el mundo.

Hay que hacer que las personas olviden que no se debe naturalizar el mercado, que los derechos deben ser garantizados, si queremos sociedades menos injustas, con menos exclusión social, miseria y pobreza. Para ello hay que hacer como si Argentina no hubiera superado la peor crisis de su historia, a comienzos del siglo XXI, no haciendo que el peso de la crisis recayera sobre la gran masa del pueblo. Como si Brasil –hasta hace poco el país más desigual del continente, del mundo– no solamente haya dejado ese puesto, como ha salido, por primera vez en su historia, del mapa del hambre. Como si Bolivia no hubiera pasado de ser una de las naciones más pobres de América Latina a ser la más ejemplar en desarrollo económico, social, político, étnico y cultural. Y todo lo que ha pasado también en países como Ecuador, Uruguay y Venezuela.

Hay que hacer como que América Latina –o al menos algunas naciones del continente– deja de ser punto fuera de la curva y vuelve a su rol de países injustos, endeudados, humillados y ofendidos. Que no tengan soberanía externa y tampoco estados fuertes y legitimados por el voto democrático del pueblo.

Me dí cuenta recientemente, cuando participé en un seminario sobre políticas de inclusion, en el cual, para mi espanto, de que las políticas sociales de los gobiernos progresistas de América Latina han estado ausentes, aun si el seminario tenía 17 conferencias. Pero una sola sobre América Latina, sobre la exclusión social en algunas naciones del continente.

Hasta hace poco las políticas sociales brasileñas, bolivianas, venezolanas, uruguayas, agentinas y ecuatorianas eran el centro de cualquier evento o debate sobre cualquier aspecto social del mundo contemporáneo. Como ejemplos que contrastan con lo que pasa en Europa, Estados Unidos, Asia, África y países de América Latina. Eran ejemplos concretos de cómo es posible, aun en un mundo dominado por el neoliberalismo, remar contra la corriente y disminuir la desigualdad, la injusticia, el hambre, la miseria y la pobreza. Eran malos ejemplos para el pensamiento dominante. Habría que derrotar a esos gobiernos y borrar de la consciencia de los pueblos de esas naciones y de los otros esas políticas. Habría que destruir las imágenes de los líderes de esas políticas. Campañas feroces de ataques personales se desarrollan en contra de Luiz Inácio Lula da Silva, Evo Morales, Cristina Fernández, Pepe Mujica y Rafael Correa, entre otros, para complementar el cierre de un capítulo que debería pasar a la historia como un breve paréntesis populista, de locura política contra la indefectible lógica económica.

Largas exposiciones sobre la exclusión y la pobreza en el mundo y en todas sus regiones no se complementan con alternativas sociales concretas, resultado de gobiernos populares y democráticos. Todo, como se ha hecho siempre: en eventos sobre cuestiones de carácter social. Pero ahora se trata de mantener el debate a nivel teórico, en constataciones sobre la concentración de la renta, la exclusión social, etcétera, pero sin desembocar en alternativas concretas. Todo se queda envuelto en un escenario desalentador, en el que el mundo va para lo peor, caso inevitable porque no se mencionan opciones concretas de superación de esos problemas.

Es que el cuestionamiento de la supuesta condenación de la humanidad al pensamiento único había dejado de ser un tema teórico para residir en el plano concreto de países determinados, que ha hecho la opción de atacar las raíces de esos problemas –el modelo neoliberal.

Es un mal ejemplo para el sistema financiero internacional, para los ideólogos del fin de la historia, para los adeptos del Consenso de Washington, para los que –en particular, economistas– creen todavía en el pensamiento único como política económica dictada por los mercados. Un mal ejemplo que hay que eliminar como gobiernos, como políticas, como derechos y como memoria de la cabeza de los pueblos.

La historia no ha terminado. El pensamiento nunca es único. Consensos sólo hay impuestos por Washington. La historia es siempre un proceso abierto, en el que la consciencia y la organización de los pueblos definen los caminos hacia una dirección u otra. Nunca la historia de la humanidad ha estado tan abierta, tan indefinida. Ni siquiera la globalización neoliberal es un camino sin vuelta. En América Latina es donde esa disputa está más abierta que nunca. Elecciones en los próximos dos años en países como Chile, Colombia, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, México, Honduras, Paraguay y Venezuela, entre otros, van a definir futuros en el continente, en el que las luchas populares y por ideales son los escenarios que preparan los futuros, siempre abiertos, del continente. América Latina puede dar nuevos pasos definitivos para enterrar definitivamente las ilusiones del pensamiento único.

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228934

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Los retos del pensamiento crítico

Por: Emir Sader

Las grandes transformaciones, en general de carácter regresivo, de las últimas décadas se han constituido en grandes desafíos para el pensamiento crítico. Verdades consideradas estabelecidas fueron desmentidas rotundamente, una de ellas la idea de que la historia tenía una tendencia evolutiva de tipos de sociedad, por lo cual después del capitalismo nos aguardarían el socialismo y el comunismo. Aunque no se orientara estrictamente por esa visión, había un sentimiento evolutivo de los procesos históricos. Un gran tema de los años 70 era sobre el fin del capitalismo, considerado ineluctable, la discusión que se centraba en cómo y cuándo ello se daría.

Otros temas, como el rol positivo del Estado, los rasgos retrógrados y conservadores de la derecha, la centralidad de la clase obrera constituían un conjunto de referencias para el pensamiento social, que se se han disuelto en el aire. La comprensión del nuevo periodo histórico se ha vuelto el más grande reto para el pensamiento de la izquierda. Incluso porque ese desafío se planteaba bajo la influencia de un nuevo auge del liberalismo y de desprestigio del socialismo y de corrientes teóricas que siempre habían girado alrededor de ese tipo de sociedad.

La vida académica se ha vuelto más burocratizada, las modas de ruptura con la izquierda y adhesión a nuevos modelos ideológicos, el aislamiento de la fuerzas de izquierda y de sus corrientes de pensamiento fueron rasgos del nuevo periodo, globalmente caracterizado por tendencias conservadoras. El mismo pensamiento crítico no ha dejado de sufrir consecuencias de las grandes transformaciones de las relaciones de poder a escala mundial.

En su seno, las corrientes se han adherido a la idea de rechazo del Estado, en nombre de la sociedad civil o hasta a plantear que sería posible transformar el mundo sin acceder al Estado, todos bajo influencia del liberalismo. Del otro lado del espectro ideológico, en el marco del pensamiento sectario, se consideraba que, como el neoliberalismo es la supra suma del capitalismo, sólo se saldría de ese modelo hacia el socialismo.

Demostraba las dificultades del pensamiento social para comprender un cambio de periodo hacia uno de carácter regresivo, pero que se presentaba como inovador, rechazando al Estado, al socialismo, a la política, a las soluciones colectivas, a los movimentos sociales, a los partidos, a las mismas ideologías y a la izquierda, como conservadores, superados, agotados.

Un nuevo periodo histórico profundamente contradictorio, sólo puede ser comprendido valiéndonos de la máxima de Lukács: lo único que hay de ortodoxo en el marxismo es el método, esto es, la dialéctica. Porque ese nuevo periodo ha representando, a la vez, un inmenso retroceso, con el fin del socialismo y el desgaste de un conjunto de referencias progresistas, con la llegada de un mundo unipolar bajo la hegemonía estadunidense. Pero, a la vez, esa hegemonía no trajo aparejada ni la retomada de un ciclo de expansión económica del capitalismo, ni un periodo de paz mundial, bajo la acción del imperialismo estadunidense.

La globalización del modelo neoliberal ha significado el paso a un ciclo largo y recesivo del capitalismo que ya ha durado varias décadas y no tiene plazo para terminar. La multiplicación de focos de guerra es otro rasgo del nuevo periodo. Lo cual, a su vez, ha permitido el surgimiento de gobiernos antineoliberales en América Latina y de BRICS, en escala mundial, como contrapuntos a la hegemonia estadunidense y del modelo neoliberal.

La comprensión contradictoria de esos factores es indispensable para que el pensamiento crítico se ponga a la altura de los desafíos presentes, especialmente en América Latina, donde ese pensamiento necesita recuperar la capacidad de análisis creativa que tuvo en el pasado, para poder contribuir a la superación de los problemas que la lucha antineoliberal enfrenta.

No habrá superación del neoliberalismo sin una participación activa y creativa del pensamiento crítico, en estrecha relación con la práctica política de las fuerzas del campo popular, porque se trata de desafíos nuevos, en un periodo histórico nuevo, que requiere no repetir las fórmulas esquemáticas del pasado, ni tampoco adherir a las formas superadas del liberalismo.

Por casualidad, el pensamiento crítico latinoamericano tiene en Mariategui uno de sus fundadores, porque fue quien más ha renovado el pensamiento social del continente, echando raíces en nuestra propia historia. Es hora de que el pensamiento crítico latinoamericano agarre un nuevo vuelo, a partir de la comprensión de nuestra realidad específica y aprendiendo de los avances y los errores cometidos en este siglo.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/06/22/opinion/019a2pol
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Un intelectual revolucionario

Por: Emir Sader

Fernando Martínez  Heredia, muerto esta semana en La Habana, fue el intelectual más importante de la revolución cubana. Su trayectoria, su obra, su actuación en Cuba y en toda América Latina, han hecho de él y de sus pensamientos, una presencia insustituible en la lucha de ideas.

Fernando dirigió la revista Pensamiento Crítico, la más importante del continente en los años 60, que hacía llegar a Cuba y a muchísimos países de América Latina lo más nuevo y relevante que producía la nueva izquierda mundial. Se mezclaban textos del Che, discursos de Fidel, con artículos de Ernest Mandel, de Althusser, de líderes de la izquierda latinoamericana, junto a la redición de textos clásicos del marxismo.

Más adelante, Fernando fue un activo participante del Centro de Estudios de América (CEA), que reagrupó lo mejor y lo más importante de la intelectualidad cubana, publicando textos determinantes para entender la realidad en Cuba y de todo el continente.

En el momento de su muerte, trato de rescatar su trayectoria personal, su formación política, para que se tenga una idea de cómo se formaba la intelectualidad cubana en los comienzos de la revolución. Siempre uno llegaba a La Habana y buscaba a Fernando para enterarse de cómo andaba la isla, a qué se dedicaba él, cuáles eran sus grandes preocupaciones. Y puedo decir que siempre, a lo largo de tantas décadas transcurridas desde el comienzo de la revolución, hemos coincidido siempre en nuestras visiones políticas y preocupaciones teóricas.

En uno de esos viajes le hice una larga entrevista para la revista Crítica y Emancipación (año 9, número 5) que yo fundé y dirigí en sus primeros años, cuando dirigía Clacso. Así él se refería a sus orígenes: “Nací en el pueblo de Yaguajay, en la antigua provincia de Las Villas. Mi padre pedía limosna en la calle cuando era niño y no fue nunca a una escuela. Mi madre hizo sólo el primer año de primaria y de ahí pasó a ser una niña obrera en la industria del tabaco. Eramos seis hermanos pero sólo cuatro llegamos a adultos. Yo nací en 1939. Estudié siempre en escuelas públicas. Comencé a leer cosas politizadas en Bohemia, la revista semanal cubana más famosa, de extraordinaria calidad. Tiraba más de 300 mil ejemplares. Enviaba 700 ejemplares a Buenos Aires por avión.

En Santa Clara participé en las protestas estudiantiles. Por primera vez oí hablar de Fidel. Asaltaron al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y ello me causó un impacto decisivo. Yo tenía entonces 14 años y mi mamá me había llevado a ver unos familiares a un poblado. Al salir vimos el cuartel con todos los soldados en guardia. Preguntamos a alguien, que nos dijo que habían peleado en Santiago de Cuba y que el ejército estaba movilizado. Al día siguiente el dictador habló al país, lo escuché y pensé que había dicho muchas mentiras, y que los asaltantes al Moncada eran unos héroes revolucionarios. Para hacer algo comencé a anotar en una libreta los pocos nombres de los muertos que iban apareciendo, para evitar que cayeran en el olvido.

Cómo viviste el primero de enero del 1959, le pregunté: “Yo estaba en Santa Clara, se estaba combatiendo ahí desde el 28 de diciembre. Es la famosa batalla que dirigió el Che. Recuerdo al Che con un brazo fracturado, con una seguridad absoluta en sí mismo, caminando por una vía principal, la calle Independencia, ancha y recta. El ejército trataba de avanzar como a 700 metros, venía con dos tanques; sus disparos eran lejanos, pero en línea recta el fusil es efectivo a esa distancia y más. El Che se detuvo delante de una vidriera destrozada del Ten Acentos, y llegó bajo el fuego hasta la esquina siguiente, donde había cinco o seis rebeldes. Yo estaba a unos 50 metros, con bastante miedo, pegado a la acera. Ahora pienso que actuaba así para darles confianza a los que veían, porque los cañones de tanques en una ciudad hacen un ruido espantoso.”

Así Fernando tuvo las primeras noticias y los primeros contactos con Fidel y con el Che, así empezó a integrarse a la revolución en su país. La primera lectura de marxismo que le dieron fue el Manual de Economía Política, de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Y reaccionó rápido: Si esto es el marxismo, yo no sigo, esto es insoportable. Felizmente para el marxismo cubano pocos meses después le dieron El Estado y la Revolución, de Lenin, cuya lectura le encantó. Pero su maestra principal del marxismo era la revolución. Yo absorbía todo lo que Fidel decía.

En la entrevista Fernando relata cómo nació la idea de la revista Pensamiento Crítico, cómo surgió su primer número a finales de 1966, sobre las luchas armadas en América Latina. A partir de ahí Fernando Martínez Heredia se proyectó como un líder de vanguardia del pensamiento crítico cubano y latinoamericano. En los últimos años se dedicó a un balance de la historia cubana del siglo XX, retomando temas como la cuestión nacional, su articulación con la lucha por el socialismo, así como un balance del pensamiento y de la vida de Fidel, su última obra.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=228006

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