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No odio

No odio

Fernando Buen Abad Domínguez

Entre las muchas emociones retrógradas, con que convivimos obligadamente, el odio despunta por su irracionalidad y estulticia. Para la especia humana es una emboscada inútil, es siempre contraproducente y degradante. Quien odia desciende drásticamente los niveles de humanización, acepta una condición de vida social mutilada y pacta, de modo tácito y explícito, una esclavitud perversa e intensa de la que suele no haber escapatoria. Algunos la disfrutan mucho.

Odiar es, principalmente, una herida moral que nos propina la lucha de clases cuando nos desorientamos y perdemos vista el lado al que pertenecemos, objetiva y subjetivamente. En el odio se expresa la pulsión de impotencia que empuja a destruirlo todo para simplificar las contiendas por la fuerza de la peor negación. Quien odia trueca el modo de la lucha por espejismos con soluciones mágicas. Siempre es más fácil embriagarse en odio -y obrar aturdido- aunque resulte más riesgoso y más costoso.

Bajo la presión de la lucha de clases se producen muchas distorsiones si se carece de método científico y consensuado. Una fragilidad teórica y práctica deriva fácilmente en odio porque se renuncia a la razón argumental y organizativa a cambio de catarsis negacionistas en extremo infectadas por violencia estúpida, silogismos “viscerales” y derrumbes éticos bañados en sangre. Pura inutilidad para la especie humana. Algunos “progresismos” reivindican un odio al que suponen con fuerza aglutinante y movilizante. Viven de un error teórico y práctico que no sólo no permite avanzar sino que es sospechoso porque desplaza de su eje la formación humanista que permite organizar fuerzas para superar los odios con las armas de la crítica.

Hay tantos tipos de odio como distorsiones en el método transformador. Tal variedad nace y se reproduce en los vacíos que deja la ignorancia y la falta de rigor para la praxis, en todos los niveles y en todos los frentes de la lucha. Sea de nuestro lado o del otro. Nadie está a salvo, aquel que se siente dueño de objetos, personas o conceptos (como botines de su “propiedad privada”) comete un error (a veces voluntario) que lo conducirá a odiar tarde o temprano. Es ingrediente del odio sentir que se ha sido despojado de alguna propiedad. Y hay tantas mezclas de despojo, combinadas con aprehensión propietaria, que ha ido multiplicándose y profundizándose la complejidad del repertorio de los odios. En el odio de la clase opresora se coagulan -y sinceran- todas las patologías del capitalismo. Es uno de sus espejos más nítidos. Es odio “refinado”, que se ha sofisticado, instrumentalizado y maquillado hasta parecer, incluso, “amor al prójimo” o filantropía para anestesiar insurrecciones populares. Mientras los odiadores ponen cara de “buenos”.

Por eso, odian más quienes más roban. Odian por lo creen que pierden, o por la simple sospecha de ser expropiados. Odian a sus expropiadores pero más odian la idea y la práctica que convierten lo expropiado en posesión colectiva. Existen odiadores expertos que han cultivado extensiones enormes de odio y las atienden con esmero como si se tratara de “nuevas propiedades”. Han hecho escuelas de odio muy refinadas. Cuentan con estructuras jurídico-políticas a granel. Tienen religiones, universidades y entretenimientos donde se perfecciona el odio de clase, se lo esparce como “sentido común” (y como identidad) y se le reconoce valor de uso y valor de cambio en el mercado del control social, del monopolio del poder político y del poder militar. Odio miserable pero, eso sí, muy rentable. En el relato de las burguesías el “odio” reviste récords de época muy convenientes para la apropiación del producto del trabajo ajeno. Con el beneplácito de algunos “expertos” y de sus jefes, convierten el odio en una corriente desenfrenada, cargada con “nuevas clasificaciones”, donde reina -sin tapujos- la idea de que odiar es condición de los seres humanos capaces, incluso, de odiarse a sí mismos con odio funcional y contra su propia clase… y por cuenta propia. Determinismo del odio que no tiene horarios. No permitas que los noticieros burgueses te convenzan de odiar a tu propio pueblo. No te tragues el odio oligarca como si fuese tuyo.

Odiar implica desaparecer al oponente, exterminarlo. Incluso con violencia ignota. Con odio se cancela el debate, los diferendo, el “agón” griego. Se suprime el trabajo de argumentar racionalmente para convencer con evidencias. Se suprime la contrastación de criterios o experiencias y se impone el individualismo aberrante de “la razón soy yo”, aunque para eso haya que usar palos y plomo, cárcel y persecución. El odio cancela la igualdad, la libertad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y a la autonomía del otro. Es impensable una sociedad igualitaria y digna mientras haya gente produciendo odio y vendiéndolo como uno de los más grandes negocios de la Historia. Propagar odio debería ser considerado Delito de Lesa Humanidad.

Hay víctimas del odio que no devuelven odio. Víctimas que han sabido dignificar su dolor sin permitir que se degrade en odio. Espíritus y luchas ejemplares que, por el contrario, han ascendido a la praxis de las batallas reivindicatorias, apasionadamente y a salvo de los odios. Es imprescindible entender la naturaleza del odio, sus raíces, causas y efectos… combatirlo en sus más diversas facetas e impacto en las visiones y conductas deformadas por las ideologías del odio y con odio (racistas, sexistas, integristas que la fomentan) Es una tarea central derrotarlo… en y con todo lo que tengamos a mano, incluyendo la literatura, las artes, el cine y los “mass media”. Hay que llamar a todos los frentes dignos, y en pie de lucha, a frenar la propagación del discurso del odio contra migrantes y contra todos los grupos llamados “minoritarios”. Desterrar el odio a los líderes sociales, a los movimientos emancipadores, a los mandatarios de las naciones progresistas o revolucionarias. Combatir el odio desatado y cultivado en las “redes sociales”.  Frenar el odio generalizado para amenazar a la voluntad democrática de los pueblos. Desterrar el odio creado para sofocar el disentimiento legítimo, la libre expresión popular, el derecho a vivir sin violencia…  y, además, exigir que cesen los caminos por donde transita el odio de clase y la violencia burguesa disfrazada, también, de “libertad de expresión”.

Dr. Fernando Buen Abad Domínguez. Director del Instituto de Cultura y Comunicación y del Centro Sean MacBride, Universidad Nacional de Lanús. Miembro de la Red en Defensa de la Humanidad. Miembro de la Internacional Progresista. Miembro de REDS (Red de Estudios para el Desarrollo Social)

Fuente de la Información: https://rebelion.org/no-odio/

 

 

 

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No odio

Semiótica de ciertas bajas pasiones. Campaña mundial para erradicar la cultura del odio en los medios de comunicación.

Entre las muchas emociones retrógradas, con que convivimos obligadamente, el odio despunta por su irracionalidad y estulticia. Para la especia humana es una emboscada inútil, es siempre contraproducente y degradante. Quien odia desciende drásticamente los niveles de humanización, acepta una condición de vida social mutilada y pacta, de modo tácito y explícito, una esclavitud perversa e intensa de la que suele no haber escapatoria. Algunos la disfrutan mucho.

Odiar es, principalmente, una herida moral que nos propina la lucha de clases cuando nos desorientamos y perdemos vista el lado al que pertenecemos, objetiva y subjetivamente. En el odio se expresa la pulsión de impotencia que empuja a destruirlo todo para simplificar las contiendas por la fuerza de la peor negación. Quien odia trueca el modo de la lucha por espejismos con soluciones mágicas. Siempre es más fácil embriagarse en odio -y obrar aturdido- aunque resulte más riesgoso y más costoso.

Bajo la presión de la lucha de clases se producen muchas distorsiones si se carece de método científico y consensuado. Una fragilidad teórica y práctica deriva fácilmente en odio porque se renuncia a la razón argumental y organizativa a cambio de catarsis negacionistas en extremo infectadas por violencia estúpida, silogismos “viscerales” y derrumbes éticos bañados en sangre. Pura inutilidad para la especie humana. Algunos “progresismos” reivindican un odio al que suponen con fuerza aglutinante y movilizante. Viven de un error teórico y práctico que no sólo no permite avanzar sino que es sospechoso porque desplaza de su eje la formación humanista que permite organizar fuerzas para superar los odios con las armas de la crítica.

Hay tantos tipos de odio como distorsiones en el método transformador. Tal variedad nace y se reproduce en los vacíos que deja la ignorancia y la falta de rigor para la praxis, en todos los niveles y en todos los frentes de la lucha. Sea de nuestro lado o del otro. Nadie está a salvo, aquel que se siente dueño de objetos, personas o conceptos (como botines de su “propiedad privada”) comete un error (a veces voluntario) que lo conducirá a odiar tarde o temprano. Es ingrediente del odio sentir que se ha sido despojado de alguna propiedad. Y hay tantas mezclas de despojo, combinadas con aprehensión propietaria, que ha ido multiplicándose y profundizándose la complejidad del repertorio de los odios. En el odio de la clase opresora se coagulan -y sinceran- todas las patologías del capitalismo. Es uno de sus espejos más nítidos. Es odio “refinado”, que se ha sofisticado, instrumentalizado y maquillado hasta parecer, incluso, “amor al prójimo” o filantropía para anestesiar insurrecciones populares. Mientras los odiadores ponen cara de “buenos”.

Por eso, odian más quienes más roban. Odian por lo creen que pierden, o por la simple sospecha de ser expropiados. Odian a sus expropiadores pero más odian la idea y la práctica que convierten lo expropiado en posesión colectiva. Existen odiadores expertos que han cultivado extensiones enormes de odio y las atienden con esmero como si se tratara de “nuevas propiedades”. Han hecho escuelas de odio muy refinadas. Cuentan con estructuras jurídico-políticas a granel. Tienen religiones, universidades y entretenimientos donde se perfecciona el odio de clase, se lo esparce como “sentido común” (y como identidad) y se le reconoce valor de uso y valor de cambio en el mercado del control social, del monopolio del poder político y del poder militar. Odio miserable pero, eso sí, muy rentable. En el relato de las burguesías el “odio” reviste récords de época muy convenientes para la apropiación del producto del trabajo ajeno. Con el beneplácito de algunos “expertos” y de sus jefes, convierten el odio en una corriente desenfrenada, cargada con “nuevas clasificaciones”, donde reina -sin tapujos- la idea de que odiar es condición de los seres humanos capaces, incluso, de odiarse a sí mismos con odio funcional y contra su propia clase… y por cuenta propia. Determinismo del odio que no tiene horarios. No permitas que los noticieros burgueses te convenzan de odiar a tu propio pueblo. No te tragues el odio oligarca como si fuese tuyo.

Odiar implica desaparecer al oponente, exterminarlo. Incluso con violencia ignota. Con odio se cancela el debate, los diferendo, el “agón” griego. Se suprime el trabajo de argumentar racionalmente para convencer con evidencias. Se suprime la contrastación de criterios o experiencias y se impone el individualismo aberrante de “la razón soy yo”, aunque para eso haya que usar palos y plomo, cárcel y persecución. El odio cancela la igualdad, la libertad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y a la autonomía del otro. Es impensable una sociedad igualitaria y digna mientras haya gente produciendo odio y vendiéndolo como uno de los más grandes negocios de la Historia. Propagar odio debería ser considerado Delito de Lesa Humanidad.

Hay víctimas del odio que no devuelven odio. Víctimas que han sabido dignificar su dolor sin permitir que se degrade en odio. Espíritus y luchas ejemplares que, por el contrario, han ascendido a la praxis de las batallas reivindicatorias, apasionadamente y a salvo de los odios. Es imprescindible entender la naturaleza del odio, sus raíces, causas y efectos… combatirlo en sus más diversas facetas e impacto en las visiones y conductas deformadas por las ideologías del odio y con odio (racistas, sexistas, integristas que la fomentan) Es una tarea central derrotarlo… en y con todo lo que tengamos a mano, incluyendo la literatura, las artes, el cine y los “mass media”. Hay que llamar a todos los frentes dignos, y en pie de lucha, a frenar la propagación del discurso del odio contra migrantes y contra todos los grupos llamados “minoritarios”. Desterrar el odio a los líderes sociales, a los movimientos emancipadores, a los mandatarios de las naciones progresistas o revolucionarias. Combatir el odio desatado y cultivado en las “redes sociales”.  Frenar el odio generalizado para amenazar a la voluntad democrática de los pueblos. Desterrar el odio creado para sofocar el disentimiento legítimo, la libre expresión popular, el derecho a vivir sin violencia…  y, además, exigir que cesen los caminos por donde transita el odio de clase y la violencia burguesa disfrazada, también, de “libertad de expresión”.

Fuente: https://rebelion.org/no-odio/

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América Latina: Carta de la Verdad. Disputas semióticas en los territorios de la Realidad

Carta de la Verdad. Disputas semióticas en los territorios de la Realidad

Fernando Buen Abad

“¿No es el primer deber del que busca la verdad dirigirse directamente a la verdad sin mirar a diestra o siniestra?” K. Marx

Conquistar la verdad es un trabajo… es una lucha. La verdad no es una moneda que pueda darse y recibirse, sin más, en el mercado de la información. No nos cuenten que la verdad es “incognoscible”, o subjetiva, porque el estado actual del conocimiento esté limitado, mientras fabrican escondites, o mentiras retorcidas, para dificultar el camino del saber. La verdad se alcanza, y se defiende, con el esfuerzo militante del pensamiento y la acción organizados. Se alcanza en la dialéctica tensional entre el error y la certeza. En el debate capital-trabajo. Al margen de reduccionismos. El problema de la verdad (tanto como la mentira) es un problema humanista de nuestro tiempo. Sólo se resuelve en la praxis.

Para nosotros es fundamental una concepción totalizante, e indisoluble, de la especie humana y el universo, en función, objetiva y subjetiva, transformadora del mundo. Para nosotros es fundamental un método crítico de toda información (sentido amplio) que produce la sociedad en que vivimos; por tanto, en función de esa crítica, como resultado de ella, necesitamos un plan de acción superadora, con un programa de transformación revolucionaria, para la creación de un tipo nuevo de relaciones entre los seres humanos hacia un nuevo orden mundial de la información y la comunicación. Con un punto de no retorno lógica y políticamente. La verdad al alcance de todos. La mejor contribución al proceso revolucionario es la crítica inspirada por la lealtad, la crítica científica que empodera a la razón de la lucha para profundizarla. La crítica sin complacencia, sin torpeza. La que alimenta a la revolución y esmerila al capitalismo. La verdad sea dicha.

Empeñarse en la búsqueda de la verdad, sobre una base semiótica concreta y científica es, en más de un sentido, un cambio histórico que revoluciona a la historia misma. Transforma a la búsqueda, y sus métodos, en un instrumento magnífico. No esperemos “bienvenidas” por parte de los poderes hegemónicos expresados en sus trincheras políticas, económicas ni académicas. La bienvenida deben darla, si se ofrecen resultados potentes, las bases en pie de lucha. Quienes asumen el deber de estudiar y defender el problema de la verdad, trabada en las luchas de clase que se verifican en sus entrañas, deben desarrollar métodos, hipótesis y teorías correctas capaces de ascender a la praxis correcta que no es otra más que la praxis emancipadora dirigida desde las bases.

Las premisas de una semiótica científica están íntimamente vinculadas al desarrollo histórico, a las condiciones objetivas de la economía y de la vida material determinadas por leyes objetivas y cargadas, a su vez, de significación histórica, aunque sea imperfectamente, explicado en su praxis misma. La base del carácter científico de la semiótica que debemos desarrollar exige, desde su definición, capacidades predictivas (y preventivas) sobre el destino marcado por el modo de producción de sentido que interesa a las clases dominantes y sus componentes esenciales. ¿Cómo están pensando y proyectando la “manipulación simbólica”?

Falsificar la realidad es una actividad sistémica del capitalismo, una religión en la que las falacias son esencia y necesidad vital para poner, fuera de la vista de la clase trabajadora, los modos y los medios de hurto contra el producto del trabajo. No sólo invisibilizan la plusvalía, además nos embriagan con ilusiones o espejismos que hacen de las víctimas cómplices solidarios de sus verdugos. La producción de embrutecimientos, borracheras y anestesias simbólicas tiende a expandirse y a producir mutaciones aberrantes, afamadas porque son muy rentables. A cualquier costo. No nos cansaremos de repetirlo.

Es una necesidad imperativa prever a dónde quiere llevarnos la maquinaria fabricante de falacias. Identificar sus horizontes, sus métodos, sus recursos y sus consecuencias. Es crucial la tarea de producir anticuerpos y desplegar de inmediato fuerzas para la defensa y para la vanguardia en el estudio de la realidad y la búsqueda de la verdad. Sin los relativismos tóxicos de las filosofías con sordina, sin las baratijas ideológicas de los individualismos ni las metafísicas del cangrejo. Ya está en el horno “el nuevo orden”, la “nueva normalidad”, el “happytalism” (capitalismo feliz y progre). Matrices teóricas y “categorías nuevas” de donde se desprenderán cifras y paisajes para anestesiarnos a golpes de silogismos espurios y “entretenimiento familiar”.

Hoy, la “clase dirigente” sabe bien lo que necesita para darse sobrevida y prepara lo necesario para frenar a las fuerzas revolucionarias que se mueven desde abajo. Es tarea de la semiótica emancipadora, luchar en cualquier frente de disputa simbólica para descubrir, explicar y combatir, toda forma de esclavitud. El cuento de que tanto la realidad como la subjetividad, son incognoscibles e impredecibles, debe combatirse con herramientas científicas que permitan probar cómo operan las herramientas de dominación económico-ideológicas y explicar cómo derrotarlas. La verdad, que no es propiedad privada, es un espacio de trabajo y lucha permanentes donde debe desplegarse una creatividad metodológica capaz de generar información correcta, con rigor ético, y sin esclavitudes mercantiles. La verdad no es un ente intocable ni místico, es una construcción social que reclama intervención colectiva, debate y consenso. Es una responsabilidad colectiva. Requiere fuerza científica y vigilancia irrestricta, sin amos, sin reformistas, sin oportunistas ni sectarios. Cultiven el santoral que cultiven.

No debemos temerle a la verdad, ni a los mitos fabricados para desfigurarla, ni a sus acólitos. No temerle a la verdad, mejor aún interrogarla, socializarla, democratizarla, re-politizarla y hacerla patrimonio de la humanidad bajo una práctica de acción directa y organización revolucionaria. Desatar todos los velos que la cubren y encierran, desmentir todas las falacias que la acorralan, desarticular los templos y los calabozos que la encierran. Emancipar a la verdad y combatir a las falacias, vengan de donde vengan, valgan lo que valgan, beneficien a quién beneficien. La verdad es un organismo social vivo, es dinámica y pertenece a todos. Hay que conocerla. ¿Por qué las mentiras de unos cuantos han de valer más que las verdades de millones?

Fuente de la Información: https://www.telesurtv.net/bloggers/Carta-de-la-Verdad.-Disputas-semioticas-en-los-territorios-de-la-Realidad-20201008-0001.html

 

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Próximo estreno: Una delgada línea pandémica

Por:  Fernando Buen Abad Domínguez

 

Todo es predecible. Pronto (antes de lo que uno imagine) aparecerá en las pantallas de las salas cinematográficas (cada día más convertidas en tele-salas caseras) o en sus variantes de exhibición “bajo demanda” (on demand), el show de la pandemia en manos de la ideología dominante. No es difícil adelantarse a las productoras fílmicas.

Protagonizado por alguno de los “galanes” más taquilleros y alguna de las mujeres más objetualizadas por el mercado de la imagen audiovisual (en ese orden) veremos el drama desgarrador de una “historia de amor” atravesada por nociones científicas de moda y la “fatalidad” de una guerra inter-imperial entre chinos, rusos y yanquis, por el control de una vacuna milagrosa y planetaria, donde “el bien y el mal” de disputan el mercado farmacéutico trasnacional. Tendrá condimentos fuertes de horror.

Habrá escenas de alcoba y desnudez al límite, tensión dramática, violencia con sangre e insultos, diálogos perversos, miradas cándidas, vestuarios de lujo y contrastes de clase. Habrá persecuciones en automóviles en las avenidas más imposibles de las capitales mundiales más saturadas. Efectos especiales a granel, impactos sonoros, música planeada para manipular emociones y gran derroche de recursos con procedencia ignota: limusinas, aviones, yates, motocicletas y mansiones infestadas de lujuria burguesa. Podría ser una coproducción triple.

Es de esperarse que la pandemia sea usada, como todo lo que el capitalismo es capaz de manosear, a su impúdico e impune antojo sempiterno. Es de esperarse que al COVID-19 termine siendo inoculado ideológicamente y que para culpar y exculpar aberraciones de toda especie, aparezca en las pantallas como un género nuevo de maldad que amenaza a “la vida feliz burguesa” agazapada ya en algunos proyectos de “nueva normalidad”.

Y, desde luego, los mercachifles de la industria cinematográfica ya deben estar adelantando propuestas para comerciar con el número de contagios, muertes y devastaciones sufridas por causa del virus y por causa del sistema económico que hizo letal. Unos pensarán en largometrajes de acción y otros ya estarán diseñado series de 5, o más, temporadas. Quizá algunos “reality shows”, obras de teatro, novelas, cuentos y “stand up”. Nadie querrá quedarse afuera de un negocio que ayude a sublimar, con tramas cursis, el drama crudo de un sistema económico putrefacto que ha exhibido sus entrañas inhumanas.

No han tenido pudor para usar los muertos de Hiroshima y Nagasaki, los campos de exterminio financiados por los nazis, los golpes de estado y el asesinato de lideres y movimientos sociales… no hay límite para la voracidad de los mercachifles del espectáculo y sus patrocinadores. Y no hay sanción imaginable contra el abuso desaforado que somete las desgracias humanas al negocio de unos cuantos empresarios de la farándula.

La obscenidad no está sólo en el oportunismo (predecible), no está sólo en el hecho de comerciar con las tragedias humanas, tampoco está sólo en la desfachatez de acusar, en los “otros”, los defectos propios, ni en buscar compulsivamente, a quién echar la culpa de las canalladas vernáculas. La barbarie se expresa, con toda su amplitud, en el empeño desmesurado por inundar las cabezas de los pueblos con ideología chatarra basada en anestesiar conciencias con sobredosis de entretenimiento burgués. Y hacer de eso un negocio.

La obscenidad es despilfarrar dinero para fabricar historias cuyo “glamour” de mercado tiene por objeto aniquilar la crítica y suplantarla con solidaridad de clase. Empatías con el verdugo para mejorar sus ganancias. Muy mal. Pero con todo y lo obsceno, no se trata sólo de un problema moral. Se trata de una guerra semiótica, se trata del despojo y de la usurpación simbólica orquestada por los latifundistas de los “mass media” contra una población mundial ensimismada en sus miedos y en las fragilidades que se nos han multiplicado a raíz de la pandemia declarada sin consulta.

Toda esa parafernalia mediática, amasada por los monopolios de la información y las mafias de las farmacéuticas, militares y bancarias… tendrá, tarde o temprano, expresión en una y varias películas o “series” cargadas con el recetario nauseabundo del éxito mediático burgués. Repetirán su cursilería melosa, sus re-manidos  gestos de dolor, alegría y éxtasis; sus trabucadas frases, de corte psicótico y supremacista, con ambición de “slogan”. Harán lo imposible por comprimir una pandemia de magnitudes inmensas en una cápsula ideológica “pay per view”.

Todo eso ya lo sabemos, todo eso es predecible y adivinable. Quizá nos sorprendan con algún hallazgo tecnológico o algún efecto “3D”. Por lo demás será más de lo mismo. Ya lo sabemos antes de que lo filmen. El gran desafío radica en estar, nosotros, preparados para dar la batalla semiótica. Estar alertas y en guardia intelectual y creativa, con el pensamiento crítico afilado y las precauciones indispensables para no quedar contaminados por una ideología tóxica y paralizante, como es la ideología de clase dominante. Otra pandemia para la cual aún no contamos con vacunas suficientes y al alcance de las luchas sociales. Preparémonos.

Fuente: https://rebelion.org/proximo-estreno-una-delgada-linea-pandemica/

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Estados Unidos: Los hijos de la violencia

Los hijos de la violencia

Fernando Buen Abad Domínguez

9 de agosto día Internacional de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad.

¿Hay un plan para encubrir los crímenes contra la Humanidad? Sí, se llama Capitalismo.

Quedarse quieto es hacerse cómplice. Ésta no es una denuncia cómoda para tranquilizar conciencias pequeño-burguesas. Es denuncia y es autocrítica. Mientras Trump y sus jaurías criminales reprimen, humillan y encarcelan a familias de “inmigrantes”; todos los Crímenes Estadounidenses se coagulan en las injusticias fronterizas, la inmensa mayoría de nosotros aporta su cuota de ignorancia, indolencia e inutilidad funcionales. Algunos claman a cielo y oran, otros se subliman mentando madres, algunos hacen donativos, limosnas y gestos compungidos. Otros más, alzan los hombros y siguen viendo sus noticiero favorito.

La única solidaridad concreta ocurre desde abajo, de la mano del pueblo que mira en el que sufre sus propios sufrimientos. Para no importunar al magnate de La Casa Blanca, cientos de funcionarios se cosen la boca con hilos de burocracia y silencian lo que les queda de consciencia para que el horror no les quite el sueño. Algunos abogados fabricaron trincheras de “jurisprudencia” a prueba de toda vergüenza, desde ahí pontifican deyecciones leguleyas expelidas por el “Estado de derecho” y los “tratados internacionales”.

Se exhiben muy pulcros para el tecnicismo y muy puntuales para la cobranza. Van y vienen de congreso en congreso, de conferencia en conferencia, de burocracia en burocracia… mientras los niños aprenden, tras las rejas, que viven en un mundo donde ser pobre se castiga, no importa de dónde vengas ni qué edad tengas. Castigo inclemente sin delito, sin juicio sin defensa. “La única forma de salvar la vida de las personas detenidas es su liberación”, dice el periodista Jacob Soboroff, que ingresó a estas cárceles del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) donde, ya en 2008, vio niñas y niños encerrados en jaulas. Soboroff lo relata en su nuevo libro “Separated: Inside an American Tragedy” (Separados: una tragedia estadounidense).

Es uno más de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad, convertido en mercancía “mediática”. Mercancía del horror prefabricado por intereses de clase a cuyo servicio está el Estado, para venderla en el mercado de la dominación de una clase sobre otra. Esta vez usando a los niños, sin clemencia, sin defensa, sin piedad. En el alma de esa violencia la complacencia de gobiernos reformistas y oportunistas escupiendo a mansalva discursos legalistas. Se descargan, minuto a minuto, ráfagas de violencia ideológica para esconder la tortura a que son sometidos los más indefensos en el imperio oligarca de la indefensión social. No importa el horario, no importa el tema y no importa el impacto… siempre hay violencia a destajo contra niñas y niños victimados tras las rejas del imperio. Y parece tan “natural”. “Según diferentes cables, en mayo ICE tenía a unos 184 menores, pero los activistas creen que pueden ser más, después de trascender que el gobierno federal está deteniendo a los niños en hoteles de Texas y Arizona antes de deportarlos a sus países de origen.”

Esto no es una arenga contra la solidaridad genuina, es una reflexión contra esa violencia infiltrada en las cabezas de los pueblos para naturalizar todo lo que  el capitalismo impone como modelo para mentalidades dóciles, cómplices de las aberraciones del saqueo y la explotación que reinan planetariamente. “Casi 2.000 niños han sido separados de sus padres desde que el fiscal general, Jeff Sessions, anunció la política que determina que los funcionarios de seguridad interna deriven todos los casos de ingreso ilegal a los EE.UU. para procesamiento.

Esto es un llamado de atención no sólo sobre el papel que cumple el aparato de Estado y gobiernos gerenciadores de esclavitudes a diestra y siniestra, sino también contra las jaurías de burócratas que, con toda impunidad, violan los derechos humanos. El plan de exterminio contra las “familias de inmigrantes”, desatado por Trump, es una declaración de guerra a la que debemos presentar frentes de lucha de todo tipo y a toda costa. Los niños y las niñas enjaulados no pueden defenderse y menos si encuentran otra forma de violencia agazapada en la indiferencia, la ignorancia y la apatía nuestras.

Dr. Fernando Buen Abad Domínguez, Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride, Universidad Nacional de Lanús, Miembro de la Red en Defensa de la Humanidad, Miembro de la Internacional Progresista,Miembro de REDS (Red de Estudios para el Desarrollo Social)

Fuente de la Información: https://rebelion.org/los-hijos-de-la-violencia/
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Los hijos de la violencia

9 de agosto día Internacional de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad.

¿Hay un plan para encubrir los crímenes contra la Humanidad? Sí, se llama Capitalismo.

Quedarse quieto es hacerse cómplice. Ésta no es una denuncia cómoda para tranquilizar conciencias pequeño-burguesas. Es denuncia y es autocrítica. Mientras Trump y sus jaurías criminales reprimen, humillan y encarcelan a familias de “inmigrantes”; todos los Crímenes Estadounidenses se coagulan en las injusticias fronterizas, la inmensa mayoría de nosotros aporta su cuota de ignorancia, indolencia e inutilidad funcionales. Algunos claman a cielo y oran, otros se subliman mentando madres, algunos hacen donativos, limosnas y gestos compungidos. Otros más, alzan los hombros y siguen viendo sus noticiero favorito.

La única solidaridad concreta ocurre desde abajo, de la mano del pueblo que mira en el que sufre sus propios sufrimientos. Para no importunar al magnate de La Casa Blanca, cientos de funcionarios se cosen la boca con hilos de burocracia y silencian lo que les queda de consciencia para que el horror no les quite el sueño. Algunos abogados fabricaron trincheras de “jurisprudencia” a prueba de toda vergüenza, desde ahí pontifican deyecciones leguleyas expelidas por el “Estado de derecho” y los “tratados internacionales”.

Se exhiben muy pulcros para el tecnicismo y muy puntuales para la cobranza. Van y vienen de congreso en congreso, de conferencia en conferencia, de burocracia en burocracia… mientras los niños aprenden, tras las rejas, que viven en un mundo donde ser pobre se castiga, no importa de dónde vengas ni qué edad tengas. Castigo inclemente sin delito, sin juicio sin defensa. “La única forma de salvar la vida de las personas detenidas es su liberación”, dice el periodista Jacob Soboroff, que ingresó a estas cárceles del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) donde, ya en 2008, vio niñas y niños encerrados en jaulas. Soboroff lo relata en su nuevo libro “Separated: Inside an American Tragedy” (Separados: una tragedia estadounidense).

Es uno más de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad, convertido en mercancía “mediática”. Mercancía del horror prefabricado por intereses de clase a cuyo servicio está el Estado, para venderla en el mercado de la dominación de una clase sobre otra. Esta vez usando a los niños, sin clemencia, sin defensa, sin piedad. En el alma de esa violencia la complacencia de gobiernos reformistas y oportunistas escupiendo a mansalva discursos legalistas. Se descargan, minuto a minuto, ráfagas de violencia ideológica para esconder la tortura a que son sometidos los más indefensos en el imperio oligarca de la indefensión social. No importa el horario, no importa el tema y no importa el impacto… siempre hay violencia a destajo contra niñas y niños victimados tras las rejas del imperio. Y parece tan “natural”. “Según diferentes cables, en mayo ICE tenía a unos 184 menores, pero los activistas creen que pueden ser más, después de trascender que el gobierno federal está deteniendo a los niños en hoteles de Texas y Arizona antes de deportarlos a sus países de origen.”

Esto no es una arenga contra la solidaridad genuina, es una reflexión contra esa violencia infiltrada en las cabezas de los pueblos para naturalizar todo lo que  el capitalismo impone como modelo para mentalidades dóciles, cómplices de las aberraciones del saqueo y la explotación que reinan planetariamente. “Casi 2.000 niños han sido separados de sus padres desde que el fiscal general, Jeff Sessions, anunció la política que determina que los funcionarios de seguridad interna deriven todos los casos de ingreso ilegal a los EE.UU. para procesamiento.

Esto es un llamado de atención no sólo sobre el papel que cumple el aparato de Estado y gobiernos gerenciadores de esclavitudes a diestra y siniestra, sino también contra las jaurías de burócratas que, con toda impunidad, violan los derechos humanos. El plan de exterminio contra las “familias de inmigrantes”, desatado por Trump, es una declaración de guerra a la que debemos presentar frentes de lucha de todo tipo y a toda costa. Los niños y las niñas enjaulados no pueden defenderse y menos si encuentran otra forma de violencia agazapada en la indiferencia, la ignorancia y la apatía nuestras.

Fuente: https://rebelion.org/los-hijos-de-la-violencia/

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Argentina: Signos vitales

Signos vitales

Por Fernando Buen Abad Domínguez

 

Filosofía de la semiótica para una revolución del “sentido” deseable, posible, realizable y perfectible.

Fuente: Rebelión

Mientras tengamos las cabezas humanas convertidas en millones de campos de batalla, necesitamos un cuerpo científico, de nuevo género, para intervenir críticamente en la producción de los signos y solucionar, de raíz, muchos problemas semióticos impuestos a nuestros pueblos. Eso implica una tarea dialéctica que mientras desactiva la maquinaria sígnica hegemónica, contribuya a gestar un “nuevo orden mundial” en la producción de sentido. Necesitamos un instrumental científico capaz de impulsarse con la vanguardia del pensamiento descolonizado y descolonizador; que tenga el “don” de la ubicuidad y de la velocidad; que interpele todo y se interpele, a sí mismo, en la praxis que moviliza la nueva producción social del conocimiento. Ciencia contra la dictadura del mercado y contra los vicios más odiosos en los campos de la investigación. Ciencia del movimiento general de los procesos de significación y sus metabolismos. Ciencia semiótica emancipadora al servicio de las luchas sociales. Estamos bajo peligro si permanecemos como un archipiélago inmenso de semiósferas inconexas. Basta de ilusionismo.

“Semiótica” aquí, significa: ciencia para la praxis que interviene en los procesos de producción, distribución y consumo de “sentido”, en sus causas y en sus fines, en las redes de signos y los procesos dialécticos de significación, decodificación y transmisión. Que evidencie los fondos y trasfondos de toda significación, de sus raíces económicas y de los mecanismos sígnicos que las expresan. Que analice y denuncie las técnicas de la “manipulación simbólica” y produzca, críticamente, hipótesis, tesis y movilizaciones con modelos para un “nuevo orden mundial” de la semántica, la sintaxis y la dialógica emancipadoras contra el contexto de hegemonía económica e ideología opresora.

Es una trampa separar la economía de la ideología, la infraestructura y la superestructura. Entre la infraestructura y la superestructura existe una relación dialéctica, desigual y combinada, caracterizada por tensiones y luchas complejas que no admiten simplismos ni linealidades bobas ante el amasijo de intereses, objetivos y subjetivos. Esas tensiones y contradicciones -de la lucha de clases- producen también “signos” que son productos sociales determinados históricamente para “representar” intereses, hechos, fenómenos o acciones concretas. Muy pocos objetos, naturales o culturales, (y sus mezclas) han quedado, en su desarrollo histórico, exentos de significados (directos o indirectos).

Quizá el ejemplo más acabado de nuestro tiempo, donde se ejemplifica mejor la convergencia sígnica de todas las tensiones de clase en disputa, sea la mercancía. En toda mercancía habita un corpus de “sentido” ideológico que ha sido convertido en mercancía, incluso el Trabajo ha sido convertido en mercancía y en signo. Y también las materias primas que se han convertido en mercancía, han sido tocadas por la producción hegemónica de sentido que, a u vez, también se ha convertido en mercancía. “La devaluación del mundo de los hombres”, pensaba Marx “está en proporción directa con el creciente valor del mundo de las cosas”.

Que la Semiótica no se reduzca a mercancía ella misma porque la necesitamos “emancipada” y capaz de revelar la trama ideológica que es nervadura de las mercancías bajo el capitalismo. No una semiótica para la ocultación. Si la ideología de la clase dominante se basa en adoctrinar al mundo bajo el dogma de “acumular” mucho, a bajo costo y con poca ética, acumular con base en el trabajo de otros y hacer que crean que es por su bien; nuestra Semiótica debiera ser ciencia de la producción de sentido emancipador, de sus medios y de sus modos. Semiótica que desmonte los comunes denominadores ideológicos (falsa consciencia) de las máquinas hegemónicas de producción de sentido: religión, familia, estado, derecho,  educación, moral, filosofía, ciencia, arte, etcétera… impuestos por el capitalismo, porque no son más que modos especiales de la producción y reproducción del sistema sujetos a la ley general de producir plusvalía para unos pocos, cada vez más pocos y más poderosos. “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio” Einstein

Sabemos bien que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”. Sabemos que no existe una ciencia inmune a las ideologías que la rodean. Que no hay ciencia “inmaculada”. Por eso aquí preferimos que identifique y declare sus marcos filosóficos, esta vez humanistas de nuevo género y emancipadores, en oposición al viejo método de traficar ideologías “bajo la mesa”. Necesitamos una Semiótica emancipadora que asuma su responsabilidad de dirección y de fuerza social para intervenir en el modo de producción y en las relaciones de producción del conocimiento científico, también, porque en el presente el modo de producción dominante del conocimiento científico ha sido reducido a símbolo del conocimiento-mercancía.

Es un error creer que para superar al capitalismo es suficiente con desactivar sus resortes económicos y es falso que sólo combatiendo las ideas de la clase dominante se debilita la estructura de la contradicción capital-trabajo. Necesitamos una instrumental científico que no sólo sirva para analizar sino que, también, sirva para transformar. Ciencia incubada por la praxis dialéctica del pensamiento y la acción críticos. Ciencia emancipadora y emancipada de la dictadura del mercado. Ciencia interdisciplinaria, multidisciplinaria, trans-disciplinaria capaz de nutrirse con los problemas objetivos y producir soluciones para el corto, mediano y largo plazo. Desmontar los anti-valores del consumismo, del individualismo, de la moral burguesa basada en la hipocresía que hace pasar por filantrópica su pulsión alevosa por la plusvalía y la alienación.

Ciencia, además, que desactive la historia, el desarrollo y las consecuencias de la guerra psicológica desatada para intoxicar la mente de los pueblos con dispositivos ideológicos esclavizantes. Miedos, anti-política, odios, banalidades, vulgaridades, mentiras, complejos, adicciones…Ciencia parida por la Filosofía de la Praxis (Sánchez Vázquez). Explicación objetiva del universo, sus formas y procesos, sus enlaces internos y sus conexiones, sus acciones recíprocas y la intervención humana posible en las condiciones y medios necesarios. (Eli de Gortari). Necesitamos una Semiótica emancipada y para la emancipación, que entienda que la base económica no determina mecánicamente a la superestructura pero que son indisociables y eso importa mucho porque la vida simbólica de la sociedad, sometida a los procesos acelerados de monopolización de “medios” y de discursos, ha convertido las cabezas humanas en millones de campos de batalla. La Guerra Simbólica.

Dr. Fernando Buen Abad Domínguez, Director del Instituto de Cultura y Comunicacióny Centro Sean MacBride Universidad Nacional de Lanús

Fuente de la información: https://rebelion.org/signos-vitales-2/

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