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The World Will Change? Yeah Right

By:  Ilka Oliva Corado

 

Translated  by Katrina Hassan

We see the calamity and shamelessness, the same as we have witnessed many other times. What has this time of pandemic taught us? Nothing. Of all the lessons to learn, we chose not to learn any of them. You say the world will change  after this? Yeah right!  That people will become more humane? Not that either. We are the predator species. We eat each other without squeamishness, without respite, the law of the strongest, meanest, and the biggest scoundrel. It’s just as it always is, everyday. We don’t even flinch to others’ pain and we encourage the disdain from those squads of criminals we choose as governors.

What good are lectures, books on shelves, in our home libraries,  university titles on display when people that help out those in need are the ones who have had the least opportunities? With or without the pandemic, they are the ones that keep putting their hands in the fire.

They are the type of people that instead of giving their food a bite, they give that bite to someone else. They donate their harvest. Yes, they are the farmers. We praise the educated and make them feel famous. Wow, such an intellectual, what a good lecturer, film maker, artist, singer, public speaker, great thinker! Hats off !! The farmers, put their hands in the fire, while the artists and great thinkers come and go with their fancy words and their flowery carpets. No more! All this for the same little world that mingles with those that constantly compliment each other. The people who work all day in the sun, outdoors, hauling water, are the ones who value a loaf of bread, in times of hunger and necessity.

Ah yes, there are experts and specialists taking advantage of others’ misery to make personal gains. They give conferences about subjects such as humanities, songs, poems, sculptures, books, movies, documentaries at the expense of those who clamoured for help and they chose not to see. They are incapable of raising their voice like an everyday citizen, indignant to the terrible treatment of their government.

As an example we have a massive amount of images of policemen in Latin America violating citizens that have to break quarantine to feed themselves. Thousands of people taking to the streets with red or white flags, asking for help with medicine or food. The working class has always been exploited and has always suffered. They live day to day and without a single penny saved. It must be nice to be all comfy at home and to tell people “you must stay home.” Where are all the great thinkers, the university graduates? Where are the artists demanding that the government responds like they should to the collective need for the most underprivileged?

Now that the shit has hit the fan, the ones helping out are the ones that we always reject. The exploited, the illiterate, the plagued, the ignorant, the off cast ones. Crises always show the best and the worst in all of humanity. If we have humility to observe properly, the people that give, are quiet. Their hand will stay down, no fuss will be made and no recognition is needed. These are the people that know what time it is just by looking at the sun or by the noise of nocturnal animals.

We should have more humility and balls to recognize those that have been carrying the world on their shoulders since time immemorial. We should leave all the fuss of titles, books read, artist and intellectual meetings, because in a life or death situations, those things are worthless. Those essential workers, are the people that have kept this planet breathing.

What will change after this? Bah! Only kicks in the butt my grand uncle Lilo would say; a farmer.

 Source:   https://cronicasdeunainquilina.com

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Guatemala: Las vendedoras de la aldea

Las vendedoras de la aldea

Ilka Oliva Corado

Este texto pertenece a la serie Las Insurrectas.

Siempre vienen a mi mente cuando las flores de las diez comienzan a abrir sus pétalos en las mañanas tibias del verano. Y con la brisa tenue de los días de sol y canícula, aparecen las panadas de agua regando el patio empolvado de aquella casita fue el nido que abrigó la inocencia de mi niñez. Y el olor a tierra mojada llega hasta la ventana de mi habitación, aquí en esta tierra lejana donde hoy planto ajos, semillas de tomates y acomodo las ramas de las parras de hierbabuena que se expanden galantes como enredaderas entre las flores de chiliguas, los tiestos y mi pequeña parcela en mi pueblo rentado.

Aparecen entre la bruma fina de los últimos minutos del rocío de la alborada, cuando el calor comienza a despuntar para darle paso al medio día. Las veo bajar por la calle principal de la aldea, con sus caites empolvados de tanto caminar, con sus canastos en la cabeza llenos de hierbas, verduras y flores. Con queso, crema y huevos de pato, chumpe y gallina. Son niñas y adolescentes que se fajan el día entre cuidar a los animales, moler el máiz en la piedra, echar las tortillas, lavar la ropa, cuidar las siembras, estudiar (algunas) y bajar a Ciudad Peronia, la colonia vecina recién creada a vender la cosecha.

La imagen aparece en una secuencia de tiempo, con la armonía de sus pasos equilibrando sus cuerpos que cargan los enormes canastos que blanquean de flores de izotes, güisquiles sazones espinudos y peruleros. Con ramitas de pascuas, velo de novia, dalias y crisantemos. Medidas de nísperos, limones frescos recién cortados y guayabas de carne roja, galanas.

Las lechugonas que se siembran en los terrenos que colindan con la casona del segundo estanque, que parece una casa patronal de una fincona, sobresale entre las otras de adobe. Con la tienda en el centro, el mostrador grande lleno de bandejas de pan, dulces de rapadura con ajonjolí de a cuatro por cinco len puestos en hojas de tusas. Y el refrigerador a la entrada con las aguas frías y bolsas de fresco de tamarindo y nance. Las bolsas de roscas y alborotos, las espumillas en pequeños canastos de mimbre y las trenzas de cabezas de ajo colgadas atrás de la puerta junto a una herradura de caballo y un manojo de siete montes, para las malas vibras.

Como pequeñas tomas corre el agua entre los surcos de flores y verduras, las zanahorias grandes y el culantro que esparce su aroma hasta la aldea el Calvario y Sorsoyá. A las patojas las esperan siempre como agua de mayo en Peronia, (una colonia que no tiene todavía su carácter y personalidad bien formados, pero los tendrá con los años, debido a la diversidad del origen de su población), es suficiente que caminen dos o tres cuadras para que vendan el contenido de sus canastos. Luego bajan al mercado para comprar sal, azúcar, canela, aceite, candelas, gas, pedazos de tela, las cosas que no pueden producir en la aldea.

No ofrecen, no tocan las puertas de las casas, solo caminan en medio de la calle con sus canastos, con sus espaldas erguidas y su yagual, sus grandes delantales. Bien aseadas, sus cabellos recogidos en trenzas, sus vestidos hechos por las mujeres de su familia, tímidas, hablan poco, lo absolutamente necesario para la venta. Eso es suficiente para que se alboroten las cuadras y salgan las vecinas a comprar lo que en un santiamén se termina. Y se queda la gente con las ganas de verlas regresar con sus canastos llenos de la belleza y esencia de la aldea que en mis años de infancia fue el horizonte que dio libertad a mis alas de chicharra.

Fuente de la Información: https://www.aporrea.org/internacionales/a292344.htm

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El vacío que deja un trabajador esencial

Ilka Oliva Corado.

¿Se recuerda del señor que trabajaba ahí? Me dice el hombre que coloca lechugas y hierbas sobre la estantería, montado sobre una tarima de cajas con hielo en una mano sostiene una pequeña pala y con la otra señala el lugar donde están las semillas y los chocolates. Llevamos unos minutos conversando, ayer fui a comprar mi comida de la semana y no me sorprendió para nada encontrar a varias personas que andan ya por la vida sin su mascarilla, aunque el estado no está activo aún completamente y hay orden gubernamental de usar mascarilla al entrar a cualquier tienda. Pareciera que son los jóvenes los irresponsables, pero no, he visto personas de todas las edades rompiendo las normas de salubridad y no son personas empobrecidas como para decir que no tienen los medios económicos para comprar una mascarilla de 99 centavos de dólar.

El ambiente en el supermercado cambió, cambió la dinámica. Hoy frente a las cajas de pago hay una ventanilla de plástico que seguramente se quedará ahí por siempre y también señales puestas en el piso para mantener la distancia. Hay una caja de guantes desechables a la entrada y  un bote de desinfectante para quien quiera usar. Todos los trabajadores usan mascarilla. Varios adultos mayores con documentos que se jubilaron y que trabajan ahí medio tiempo se guardaron solos al inicio de la pandemia y no han salido de sus casas, volverán al trabajo solo cuando se sientan seguros. En su lugar apareció un puñado de jóvenes de los que regresaron de la universidad y están ganando dinero extra. Pero eso solamente con quienes tienen documentos, los indocumentados han estado ahí trabajando hasta doble turno para mantener el supermercado sobre ruedas y estos son los que laboran en las estanterías colocando el producto, jalando los carritos o carretillas, haciendo limpieza, limpiando el pescado, descargando los camiones. Los que tienen documentos tuvieron una ayuda económica mínima, pero la tuvieron, por parte del gobierno, los indocumentados quienes no fueron despedidos tuvieron que trabajar.

Durante la pandemia se puso de moda la palabra esencial. Trabajadores esenciales. Esencial: fundamental, sustancial, básico, principal, primario, importante, necesario. Y entonces las luces fueron puestas sobre médicos y enfermeras, pero no sobre las personas que limpian los hospitales, por ejemplo. Es muy raro que un trabajador indocumentado no sea esencial en tiempo de pandemia o no, porque solo otro indocumentado hará el trabajo que este hace.  Los jornaleros del campo, las niñeras, las empleadas domésticas, jardineros, gente que coloca producto en las estanterías de los supermercados son en su mayoría latinoamericanos indocumentados.

De esta agua revuelta los que más resultaron perdiendo fueron los indocumentados, por ser los más expuestos al trabajo y no contar con seguro médico y por ser también, en tiempo de emergencia los últimos en la cola.

La famosa frase  “quédate en casa” se puede decir desde la comodidad económica, pero no desde la necesidad. Porque quien vive al día tiene que salir a trabajar, porque o se muere por el virus o se muere de hambre. El indocumentado en cualquier lugar del mundo, está por debajo del ser humano, no se cuenta como persona más que como el lomo que hay que reventar a punta de trabajo.

Volteo hacia la estantería donde están los chocolates y las semillas y está un joven de no más de 18 años colocando el producto nuevo. Me quedo sin palabras. El señor que estaba en ese puesto era  un  indocumentado, un trabajador esencial, expuesto durante la pandemia como millones, que se la rifó para llevar comida a sus hijos. Y murió por el virus.

Los trabajadores esenciales, obreros, jornaleros del campo, indocumentados, también dejan un vacío en sus familias, en su círculo de amigos, entre sus conocidos en sus lugares de trabajo, en su comunidad, aunque no sean reconocidos y no se les vea como personas, no se les trate como seres humanos y se les nieguen los derechos.

Otra historia es la del retorno del cuerpo de un indocumentado a su país de origen, mucho más en tiempos de pandemia.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com

@ilkaolivacorado

Artículo enviado por su autora a la redacción de OVE

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Come cambierà il mondo? Solo storielle

Di:  Ilka Oliva Corado

Tradotto da Monica Manicardi

Stiamo vedendo la calamità e la sfrontatezza come l’abbiamo vista altre tante volte. Cosa ci ha insegnato questo periodo di pandemia? Niente. Delle tante lezioni che avremmo potuto apprendere non ne abbiamo apprese nessuna. Come cambierà il mondo dopo questo? Solo storielle. Nessuno è diventato più umano. Siamo la specie predatrice. Ci mangiamo a vicenda, senza smancerie, senza tregua, la legge del più potente, del più cattivo, del più mascalzone. Insomma, come sempre, come ogni giorno. Rimaniamo impassibili  davanti al dolore degli altri e nascondiamo il disprezzo per le squadre di criminali che eleggiamo come governanti.

A cosa ci serve la lettura, gli scaffali di libri nelle biblioteche delle nostre case, uno straccio di laurea, se quelli che  fanno sempre sono coloro che meno hanno avuto opportunità di sviluppo? Con o senza pandemia sono quelli che continuano a mettere le loro forze. Sono quelli che  si tolgono il  cibo dalla bocca e lo danno ad altri. Sono quelli che donano i loro raccolti. Anche i contadini. Perché rendiamo famosi gli avvocati e li lodiamo, questo è un intellettuale, questa è una lettrice, un cineasta, un’artista, una cantante, un gran oratore, un gran pensatore, ‘sto cavolo! I contadini che lavorano mentre l’arte e i grandi pensatori vanno e vengono con le loro chiacchiere di tappeti fioriti. Precisamente. E’ lo stesso ambiente di quelli che vivono sulle spalle di altri. Sarà perché colui che porta il sole e l’acqua nelle intemperie sa quello che vale un pezzo di pane e la fame  nel bisogno.

Ma sì, sono specialisti nell’approfittarsi della miseria altrui per trarre profitto personale, ecco perché  tengono conferenze parlando di temi sull’umanità, delle canzoni, di poemi, di sculture, di libri, di film o documentali alle spalle di coloro che hanno invocato aiuto e loro non hanno voluto vedere. Incapaci di alzare la voce come un cittadino qualsiasi, indignato per il maltrattamento di un cattivo governo.

Per esempio le innumerevoli immagini di poliziotti in lungo e in largo dell’America Latina controllando i cittadini che si sono trovati obbligati  a infrangere la quarantena per uscire a prendere un pezzo di pane.  Migliaia di persone che scendono in strada con bandiere rosse e bianche reclamando l’assistenza alimentare e medica, la classe operaia,  la classe dei lavoratori che essendo quella che ha più sofferto lo sfruttamento da sempre, vive di giorno in giorno e senza alcun risparmio come quello che comodamente dalla sua casa dice: resta a casa. Dove sono i grandi pensatori, i laureati e gli artisti che chiedono  ai governi di rispondere adeguatamente di fronte a questa necessità collettiva dei più indifesi? Ma sì, appena finisce il chiasso della pandemia arriveranno i film, i recital, le conferenze, i documentali, dove parleranno di numeri, dove presenteranno immagini strazianti dei tempi del virus… Come la zappa: solo per un verso!

Ma adesso, adesso che ce n’è bisogno, quello che stanno assistendo sono i rifiutati di sempre, gli sfruttati, quelli segnalati come analfabeti, puzzolenti, ignoranti, perseguitati. Le crisi mostrano sempre il meglio e il peggio dell’umanità e se abbiamo l’umiltà di osservare attentamente vedremo che quelli che  danno, tengono la bocca chiusa  e abbassano la mano, con discrezione e senza cercare alcun  riconoscimento, sono quelli che sanno che ore sono solamente guardando il sole o per il rumore degli animali notturni.

Dovremmo avere più umiltà e più coraggio per riconoscere coloro che hanno da sempre portato questo mondo sulla schiena. E lasciare il trambusto delle lauree e dei libri letti e i motti degli artisti e intellettuali,  che la verità nell’emergenza di vita o di morte non servono a niente. Sono gli indispensabili di sempre quelli che hanno mantenuto questo pianeta finora.

Come cambierà il mondo dopo  ciò? Mah, calci nel sedere, direbbe mio zio Lilo: contadino.

Fonte: https://cronicasdeunainquilina.com/2020/05/18/come-cambiera-il-mondo-solo-storielle/

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Mundo pandêmico: comportamentos e ações revelam melhor e pior da humanidade

De: Ilka Oliva Corado

Tradução do Beatriz Cannabrava, Revista Diálogos do Sul

Estamos vendo a calamidade e o descaramento como vimos outras tantas vezes. O que nos tem ensinado esse tempo de pandemia? Nada. Das tantas lições por aprender, não quisemos aprender nenhuma.

Em que mudará o mundo depois disso? Só histórias. Mais humanos ou não sei o que? Tampouco.

Somos a espécie depredadora. Comemos uns aos outros sem melindres, sem descanso, a lei do mais poderoso, do pior, do mais canalha. Ou seja, como sempre, como no dia a dia. Não nos crispa um nervo diante da dor do outro e solapamos o desdém dessas quadrilhas de criminosos que escolhemos como governantes.

De que nos servem as leituras, os montes de livros nas bibliotecas de nossas casas, a coleção de títulos universitários, se os que agem sempre são os que menos tiveram oportunidades de desenvolvimento?

Com ou sem pandemia são os que continuam pondo o peito. São os que tiram o bocado da boca e o dão a outros. São os que doam suas colheitas. Sim, os camponeses. Porque tornamos famosos os letrados e os elogiamos – que intelectual, que boa leitura, que cineasta, artista, cantora, grande oradora, grande pensador, meu ídolo!

Os camponeses dando tudo, enquanto a arte e os grandes pensadores vão e voltam com seu palavrório de tapete florido. Apenas. Para o mesmo mundinho dos que vivem se elogiado e atirando flores. Será porque o que leva sol e água na intempérie sabe o que vale um pedaço de pão e a fome na necessidade.

Mas isso sim, são especialistas em se aproveitar da miséria alheia para tirar vantagem pessoal, por isso andam dando conferências com temas de humanidade, canções, poemas, esculturas, livros, filmes ou documentários pelas costas dos que clamaram por ajuda e eles não quiseram ver. Incapazes de levantar a voz como um cidadão qualquer, indignado com os maus tratos de um governo ruim.

Por exemplo, as inumeráveis imagens de policiais por toda a América Latina violentando cidadãos que se viram obrigados a romper a quarentena para sair a buscar um pedaço de pão.

As milhares de pessoas saindo às ruas com bandeiras vermelhas e brancas clamando por ajuda alimentar e médica, gente operária, a classe trabalhadora que dado a exploração que tem sofrido desde sempre vive dia a dia e sem poupança alguma, como aquele que na comodidade de sua casa diz: fique em casa.

Onde estão os grandes pensadores, os diplomados na universidade e os artistas exigindo dos governos que respondam como se deve diante desta necessidade coletiva dos mais desamparados?

Mas isso sim, logo que passe a pandemia virão os filmes, os recitais, as conferências, os documentários, onde falam de cifras, onde apresentam imagens desgarradoras dos tempos do vírus… Como o enxadão: só pra dentro!

Mas agora, que a coisa está quente, os que estão socorrendo são os rechaçados de sempre, os explorados, os chamados de iletrados, de pestilentos, de ignorantes, de carregados.

As crises sempre mostram o melhor e o pior da humanidade, e se tivermos a humildade de observar detidamente veremos que aqueles que dão, quietos e modestos, sem alarde e sem buscar reconhecimento algum são os que sabem as horas apenas vendo o sol ou escutando os animais noturnos.

Deveríamos ter mais humildade e mais coragem para reconhecer quem carregou nas costas esse mundo desde sempre. E deixar pra lá a parafernália dos títulos e dos livros lidos e os montes de artistas e de intelectualidade, que a verdade é que em emergências de vida ou morte não servem para nada. São os imprescindíveis de sempre os que têm mantido ainda a este planeta respirando.

No que mudará o mundo depois disso? Bah, mais chutes no traseiro, diria meu avô tio Lilo: camponês.

Fonte:  https://cronicasdeunainquilina.com

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Isabel, Isabel, qué desdicha haber nacido en Guatemala.

Por: Ilka Oliva Corado

 

Que la poeta guatemalteca Isabel de los Ángeles Ruano vive en la miseria y necesita ayuda, ¡bah!, ya se sabía desde hace décadas. Pero en Guatemala nos encantan las llamaradas de tusa. Nos encanta también aparentar, vivimos de las apariencias y del qué dirán y regimos nuestras vidas alrededor de lo que puedan decir los demás de nosotros. Entonces por eso vamos con la corriente, de ahí que se formen las grandes revoluciones de redes sociales: bocanadas nada más.

Por eso es que hoy el nombre de la poeta más grande que ha tenido Guatemala resuena en las redes sociales, no porque nos importe ni como poeta ni como adulto mayor, mucho menos sus circunstancias de vida. Porque la gran Isabel lleva décadas caminando ida, como idos caminan los que se suben a los buses al pedalazo a ofrecer sus productos, productos que nadie quiere comprar, personas a las que no quieren escuchar, porque en la modorra del cansancio, del desvelo o de la madrugada también está la angustia del día a día propia del obrero sin pisto. Como idos caminan los que tienen hambre y llevan días sin comer. Como idos se atreven a soñar los vendedores de chicles con poner una abarrotería y no tener que andar llevando agua, sol y frío para vender diez quetzales en un día. Como idas van las mujeres junto a sus hijas y hermanas a vender atoles a las plazas anhelando un día con tener un comedor. Pero, bah, a quién le importa lo que pueda soñar una mujer de tercera edad que se suba a un autobús a vender lapiceros y un folleto con poemas de su autoría.

¿Qué de hermoso puede escribir un patojo de canillas cenizas y charraludo que ofrece sus dibujos en papel bond en un autobús, en docenas de autobuses durante el día? ¿El payaso que cuenta sus chistes y ríe por no llorar porque en casa lo esperan sus hijos, con hambre? El mismo payaso que implora que lo dejen subir al bus, solo un momento para ver si puede ganarse por lo menos lo de la cena de sus hijos, que ya mañana será otro día, otra ruta, otros buses, otras humilladas, otra desgalillada.

Hoy ¿duele? Isabel de los Ángeles Ruano, solo hoy, solo unas horas mientras dura la llamarada en las redes sociales, mañana será otra la goma, otro el lomo donde se suban los que se cuelgan de todo, porque solos no pueden sostenerse en pie. Y los comentarios van y vienen con las conjeturas de que si es enferma mental, que si por eso es así. Ese ser así de humana, de pueblo, de mujer de a pie, de lomo curtido, de tobillos inflamados de tanto caminar. De mujer obrera, con hambre, sin dinero más que para el bocado de comida de vez en cuando. De necesidades como todos. Todo se reduce a que si es enferma mental, la gran poeta, la poeta más grande que ha parido Guatemala, porque no hubo, no hay ni habrá nadie más grande que Isabel. Pero pues, hablar de una poeta que camina calle tras calle, sin ínfulas, sin buscar codeos ni aplausos, ni exigir reconocimientos, que camina vendiendo sus lapiceros y sus libros con sus poemas, una obrera, una vendedora ambulante. Como el vendedor de calcetines, como los que venden dulces, como los que venden tijeras y ofertas de lápiz labial y desodorantes.

Una vendedora ambulante como los señores que cargan a mecapal sus escobas y los trapeadores que van ofreciendo de casa en casa, que tocan puertas que no se abren ni para ofrecerles un vaso de agua mucho menos para darles un plato de comida y no digamos comprarles una, una simple escoba y no porque la necesiten, pero para ayudar. Ayudar a la pobre economía de ese vendedor, a que descanse su espalda por el peso. Pero la solidaridad de muchos solo existe en las bocanadas de las redes sociales, donde galantean con las fotos y los aplausos de los que igual que ellos van y vienen con la corriente. La solidaridad del pueblo, ésa está bajando la ladera.

Hay mucho que decir, por la situación de vida de la poeta más grande del país, por el Estado ausente en todos los sentidos, por la sociedad inhumana que somos. Porque Isabel de los Ángeles Ruano refleja la situación de miles de adultos mayores en Guatemala que se tienen que ver obligados a exponerse de tal manera para lograr un bocado de comida. Ella es poeta, pero hay campesinos, obreros, jornaleros, aquellos que se pudren cortando caña, olvidados, los que sucumben en las fincas de café, los que se muelen la espalda cortando hortalizas, sembrando frutas para los finqueros adinerados. Los que se ampollan las manos ordeñando vacas para que otros se atraganten y se emboten el bucul de tanto, de la gula, del desperdicio.

Porque la poeta con sus pasos cansados lleva el caminar de las familias a donde no llega el agua, allá en el oriente de niños desnutridos, de abuelos muriendo de hambre. De milpas enteleridas que no llegan ni al metro de estatura Y no logran ni dar jilotes. Duele como una herida viva, el olvido, el descaro, el abuso y la indolencia de una sociedad incapaz de salir de su burbuja de comodidad para poner los pies en el suelo y caminar junto a los que han caminado siempre, descalzos.

Isabel se sube a los buses y se para enfrente y anuncia su producto, como anunciados son los migrantes deportados, que quién por ellos. Ella ante un público muerto en vida, los deportados ante una sociedad podrida. No merecen a una Isabel de los Ángeles Ruano, ni a los millones de campesinos, jornaleros, obreros y migrantes que luchan día con día, cargando en sus lomos, lomos curtidos a una sociedad canalla.

Isabel, Isabel, qué desdicha haber nacido en Guatemala.

Fuente: https://insurgenciamagisterial.com/isabel-isabel-que-desdicha-haber-nacido-en-guatemala/

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¿Qué cambiará el mundo?, puros cuentos

Por: Ilka Oliva Corado

Estamos viendo la calamidad y el descaro como lo hemos visto otras tantas veces. ¿Qué nos ha enseñado este tiempo de pandemia? Nada. De las tantas lecciones por aprender no hemos querido aprender ninguna. ¿Que cambiará el mundo después de esto? Puros cuentos. ¿Qué más humanos no sé qué? Tampoco. Somos la especie depredadora. Nos comemos los unos a los otros, sin remilgos, sin respiro, la ley del más poderoso, del más ruin, del más canalla. Es decir, como siempre, como el día a día. No se nos crispa un nervio ante el dolor del otro y solapamos el desdén de estas cuadrillas de criminales que escogimos como gobernantes.

¿De qué nos sirven las lecturas, las perchas de libros en las bibliotecas de nuestras casas, las perchas de títulos universitarios, si los que hacen siempre son los que menos han tenido oportunidades de desarrollo? Con y sin pandemia son los que siguen poniendo el pecho. Son los que se quitan el bocado de la boca y se lo dan a otro. Son los que donan sus cosechas. Si pues, los campesinos. Porque afamamos a los letrados y los ensalzamos, vaya que qué intelectual, que qué buena lectora, cineasta, artista, cantante, gran oradora, gran pensador, ¡mi sobrero! Los campesinos poniendo el pecho mientras el arte y los grandes pensadores van y vienen con su palabrería de alfombra enflorada. Nomás. Para el mismo mundillo de los que viven de codearse y tirarse flores. Será porque el que lleva sol y lleva agua en la intemperie sabe lo que vale un pedazo de pan y el hambre en la necesidad.

Pero eso sí, son especialistas en aprovecharse de la miseria ajena para sacar ventaja personal, de ahí que anden dando conferencias con temas de humanidades, que canciones, poemas, esculturas, libros, películas o documentales a costillas de los que clamaron por ayuda y ellos no quisieron ver. Incapaces de levantar la voz como un ciudadano cualquiera, indignado del maltrato de un gobierno ruin.

Para ejemplo las innumerables imágenes de policías a lo largo y ancho de Latinoamérica violentando ciudadanos que se han visto obligados a romper la cuarentena para salir a buscarse un pedazo de pan. Las miles de personas saliendo a las calles con banderas rojas y blancas clamando por ayuda alimentaria y médica, gente obrera, la clase trabajadora que dado a la explotación que ha sufrido desde siempre vive al día a día y sin ahorro alguno como quien desde la comodidad de su casa dice: quédate en casa. ¿En dónde están los grandes pensadores, los graduados de universidad y los artistas exigiendo a los gobiernos que respondan como corresponde ante esta necesidad colectiva de los más desamparados? Pero eso sí, nomás pase la bulla de la pandemia vendrán las películas, los recitales, las conferencias, los documentales, donde hablen de cifras, donde presenten imágenes desgarradoras de los tiempos del virus… Como el azadón: ¡solo pa’ dentro!

Pero ahora, ahora que las papas queman, los que están socorriendo son los rechazados de siempre, los explotados, los señalados de iletrados, de apestosos, de ignorantes, de acarreados. Las crisis siempre muestran lo mejor y lo peor de la humanidad, y si tenemos la humildad de observar detenidamente veremos que quienes dan, calladita la boca y bajita la mano, sin aspavientos y sin buscar reconocimiento alguno son los que saben qué hora es con solo ver el sol o por el ruido de los animales nocturnos.

Deberíamos de tener más humildad y más agallas para reconocer a quienes han llevado este mundo en el lomo desde siempre. Y dejar la bullaranga de los títulos y los libros leídos y los motes de artistas e intelectualidad, que la verdad en emergencias de vida o muerte no sirven para nada. Son los imprescindibles de siempre los que han mantenido a este planeta respirando aún.

¿Qué cambiará el mundo después de esto? Bah, pero patadas en el culo, diría mi abuelo tío Lilo: campesino.

Fuente: https://www.aporrea.org/internacionales/a290258.html

 

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