Por: Luis Bel
Los y las docentes han venido sufriendo ataques constantes de parte de todos los gobiernos desde la vuelta de la democracia. Uno de los principales objetivos es la degradación de la tarea docente para así también atacar las condiciones de vida de los trabajadores.
La escuela es una de las tantas que se construyeron en los 80, aunque el verde musgo del hormigón premoldeado ya no muestra el “esplendor” de otros tiempos.
Empujé la puerta antes de leer el cartelito con la flecha que rezaba “Toque timbre”. Toqué. Una portera bajita me preguntó qué necesitaba:
─ Busco a la profe Julia ─le dije con cierto temor a que no me dejara pasar.
─ Está en el aula ─me dijo con cara de vuelva más tarde.
─ Sí, lo sé ─le dije y me imaginé sacando el ancho de espadas y pegándolo con saliva a mi frente─ me dijo que la esperara en la sala de profesores.
La portera (que después supe se llamaba Mercedes) me hizo pasar y señalándome el pasillo me dijo: ─ Al final, a la derecha, la segunda puerta a la izquierda.
En el recorrido esquivé uno de esos lampazos gigantes con los que limpian el piso. Siempre me llamaron la atención. De niño, pensaba que si me compraba uno podía terminar más rápido de barrer mi dormitorio para salir a jugar. Y en más de un recreo me puse a barrer el salón llevando el aserrín de una punta a la otra, cuidando que no se perdiera ni un poquito en el camino.
Las y los auxiliares escolares son unos de los sectores más precarizados de todo el sistema educativo. Una precarización que es implementada directamente desde el estado por Unión por Córdoba.
En la sala había 3 profesoras y un profesor. Les comenté que tenía que esperar a una docente y me hicieron pasar.
El profesor, de prolija barba candado, y una de las docentes, corregían una pila bastante considerable de exámenes. Otra profesora llenaba unas planillas, mientras se acomodaba los lentes con el dedo índice a cada rato murmurando por lo bajo, y la última (y la que más me interesaba) preparaba unos mates.
Se ve que mi mirada finalmente la conmovió porque extendió la mano ofreciéndome uno. “Es el primero” me dijo, lo agarré mientras le agradecía y en ese agradecimiento iba incluido un implícito: “no importa qué número sea”. Ya sentir el calorcito del mate en la mano me hizo revivir un poco el cuerpo.
─ ¿A qué profe buscás? ─me preguntó mientras le devolvía el mate. Era alta y tenía el pelo muy lacio.
─A la profe Julia… le vengo a hacer una pequeña entrevista.
Los que estaban corrigiendo levantaron su mirada curiosos.
─ ¡Es famosa la Juli! ─sonrió mientras me pasaba otro mate─ ¿Y para qué medio?
─ Para La Izquierda Diario.
─ Ah sí, lo conozco. Yo los voté en las últimas elecciones ─aseguró metonímicamente.
Afuera comienza a oírse el murmullo de los chicos saliendo al recreo. Recibo un tercer amargo y la cebadora se sienta y comienza a acomodar unos apuntes. “Tengo que preparar la clase ─me dice─ cebá vos”.
Un alumno ingresa a la sala y se esconde detrás de la puerta. Se lleva el dedo índice a la boca pidiendo que no lo delate. Pero es inútil, otro entra, lo descubre y comienzan las risas. El profesor se levanta y con tono paternal los invita a salir: “Acá no, chicos”.
Julia aparece abrazando unos rollos de cartulina. Me saluda afectuosamente.
─ Perdón, ¿hace mucho que esperás? Me demoré porque los chicos tenían algunas dudas.
Le digo que no, que cuando quiera empezamos.
Me hace una seña: “Seguime, vamos a dar una vuelta”. La sigo.
En el camino, Julia me muestra el estado de las aulas, de los bancos, los pizarrones y los baños. Humedad y grietas en las paredes, aulas sin calefacción, baños clausurados; la falta de medidas de seguridad básicas, como los matafuegos, son una constante.
Durante el recorrido los alumnos la saludan, le acusan cosas, preguntan por alguna evaluación. Ella habla con todos, llamándolos por su nombre.
Regresamos a la sala de profesoress, me reciben con otro mate.
─ ¿Terminaron? ─nos pregunta la docente que estaba corrigiendo mientras se prepara un té.
─ Faltan algunas preguntas, pero pensaba hacerlas acá ─me tiro el lance.
Recibo el consentimiento generalizado.
En marzo Macri dijo que existía “una terrible inequidad” entre los que pueden pagar una escuela privada y aquellos alumnos que deben “caer” en la escuela pública, ¿cómo tomaron estas declaraciones en medio de la gran lucha que estaban dando por abrir la paritaria nacional y en defensa de la educación pública?
─ Con mucha bronca e indignación ─primereó la profe cebadora de mates─ los que trabajamos todos los días en el sistema sabemos que somos los trabajadores de la educación los que sostenemos la escuela pública.
─ La educación pública ─agrega Julia─ hace décadas que viene recibiendo ataques de todos los gobiernos. Fue Cristina la que nos trató de vagos y la que dijo que teníamos 3 meses de vacaciones. Una mentira terrible.
─ Lo que muchos no saben es que en la escuela pública no solo se enseña la currícula de cada materia. Acá también tenemos que contener a los chicos de otras problemáticas sociales que se van profundizando. Muchos vienen a la escuela sin desayunar, su primera comida del día es el almuerzo que comen acá ─relata enfática la profe mientras remueve su té con una cucharita de plástico
─ ¿Cómo puede incorporar conocimientos un chico con el estómago vacío? En lo único que piensa es en que llegue la hora de ir al comedor.
A pesar de toda esta situación que relatan, el sentido común que se quiere instalar desde arriba es que el “bajo rendimiento” de los alumnos es a causa de la falta de formación docente. ¿Cómo responden a ese sentido común?
─ Antes que nada hay que aclarar que todo esto forma parte de un nuevo ataque a los docentes ─dijo rompiendo el silencio el profesor, que aún seguía corrigiendo exámenes─ el vergonzoso “Operativo Aprender” fue parte de lo mismo.
─ El principal problema de la educación pública ─agrega Julia─ es el desfinanciamiento constante desde el Estado.
─ A través de estos ataques, lo que quieren hacer es justificar que tengamos que ganar poco, que miles sigan precarizados y tengan que correr todos los días de una escuela a la otra para poder tener un salario que más o menos nos permita llegar a fin de mes ─cerró el profe, mientras se rascaba la barbilla.
Lo que se señala no es menor. Según una encuesta que realizó la agrupación Docentes D-Base en decenas de escuelas provinciales, un alto porcentaje debe trabajar en más de una escuela para poder llegar a fin de mes. Y a pesar de lo que se quiso instalar desde la presidencia, el 80% de los alumnos del nivel primario y alrededor del 50% del nivel medio asisten a escuelas públicas.
Sin dejar de señalar que los docentes que dan clases en ambos sistemas, público y privado, son los mismos y están formados en las mismas instituciones.
El desfinanciamiento estatal que citó Julia es una de las claves de la desigualdad, que en los hechos se transforma en desigualdad de clase. Mientras desde el estado se financia la educación católica y privada, adonde mientras una gran parte del pueblo trabajador hace un enorme esfuerzo para que sus hijos puedan acceder a una “educación de calidad”, otra gran mayoría precarizada queda afuera por las inalcanzables cuotas que se cobran; al mismo tiempo se reduce el presupuesto a la educación pública, donde la situación edilicia de los establecimientos educativos es, en algunos casos, de emergencia y donde las maestras y los maestros deben dar clases en aulas superpobladas, en condiciones precarias y muchas veces con falta de elementos.
La profesora termina de lavar la taza y la cucharita de plástico, se acomoda los lentes y mirando la hora en su celular nos avisa a todos que está por terminar el recreo.
Cada uno comienza a guardar prolijamente sus papeles. Les digo que me falta una última pregunta y terminamos, recibo un “sí” a coro.
El Frente de Izquierda está planteando en la campaña que todos trabajemos 6 horas diarias, 5 días a las semana, para repartir las horas laborales y que todos tengamos trabajo. ¿Conocían la propuesta? Y si es así, ¿qué les parece?
El profe se adelanta.
─ Uno de los problemas que tenemos es que no se nos reconoce el trabajo que realizamos fuera del ámbito escolar, ese trabajo invisible, es un trabajo extra que no se reconoce.
─ Primero, aclarar que sí conocía la propuesta, ─agrega Julia─ y coincido, a pesar de lo que se quiere instalar, una llega a su casa y tiene que preparar clases, corregir, leer, formarse, etc.
─ Yo no la conocía, ¡pero cómo estar en contra! ─dice enfática la profesora con la que compartí mates estos minutos.
Miro a la docente que falta responder
─ Yo sí escuché de la campaña de la izquierda, vi algunos afiches en mi barrio, pero la verdad que no sé muy bien cómo se aplicaría. Por ahí que en las 6 horas se engloben todas las tareas…
Todos comienzan a ponerse de pie. Me apuro y tiro una última mientras también me incorporo.
Y si trabajaran 6 horas nomás, ¿qué harían con el tiempo libre que tendrían?
Piensan unos segundos y dan una respuesta casi al unísono. Colectiva.
─Talleres de arte, literatura, música y teatro…
─ Asistiría a conferencias, charlas, cine …
─ Pasar tiempo con mi familia…
─ Disfrutar a mi nieta…
─ Capacitarme…
─ Hacer más prácticas, estudiar…
El timbre interrumpe la cadena de respuestas. El profe me da la mano y sale al pasillo, se escucha un “Vamos chicos, al aula…”. Las otras profes me saludan con un beso y se pierden en la marea de alumnos que comienza a dispersarse. Julia me agradece.
─ No ─respondo sorprendido─ gracias a ustedes.
Prometo mandarle la nota cuando esté lista y camino mirando las esteras hacia la salida. Algunas tienen trabajos de los alumnos en defensa de la educación pública, otras son sobre el Ni Una Menos.
Antes de llegar a la puerta me la cruzo a Mercedes que palmea las manos al grito de “Rápido chicos…”. La saludo y con una sonrisa me informa.
─ Está abierto.
A medida que me alejo el murmullo de la escuela se va apagando. Adentro quedan los alumnos, y los trabajadores y trabajadoras que a pesar de todos los ataques, siguen día a día poniendo sobre sus hombros a la escuela pública.
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Somos-los-que-sostenemos-la-educacion-publica