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Educación e incertidumbre

Por: Manuel Gil Antón

La siguiente sístole nunca es segura. Puede ocurrir, o no. La fragilidad de la vida es tan cierta que más vale vivir como si no lo fuera, apresados en la angustia. Así vamos, vulnerables siempre sin hacernos cargo de permanecer vivos casi de milagro.

Hay etapas en la historia cuando la conciencia de la finitud se impone: como personas, sociedades y especie. Desde hace más de un año, está abollada, tal vez rota, la soberbia humana del control sobre las condiciones del futuro. La incertidumbre desvanece aquello de “querer ser como dioses”.

¿Acabará la pandemia? ¿Tiene fecha de caducidad? ¿Cuánto dura la protección de la vacuna? ¿Cubrirá todas las variantes? ¿Otro repunte? Si países con tasas de vacunación muy grandes tienen que encerrarse, ¿qué nos depara lo que viene? Añada las preguntas que quiera sobre esta temporada de agobio y la respuesta será semejante: ¿quién sabe?

Cada día averiguamos cómo van los procesos de inmunización; si los primeros vacunados, la vanguardia, aún generan anticuerpos. ¿Va a ser como la del sarampión, que es para siempre? ¿O habrá que vacunar a toda la humanidad cada año?

Pedimos a las autoridades de todos los niveles y campos que digan lo que hay que hacer. Reclamamos la falta de respuesta certera como incumplimiento, pero en muchos casos no lo es: de veras estamos en los tiempos del “no se sabe”.

En materia educativa: ¿cuándo volvemos a clases presenciales? En agosto para iniciar el ciclo 2021-2022. ¿Seguro? No, realmente no, es lo más probable. Depende de cómo vayan los contagios y la vacunación. ¿Será el curso presencial para todos, o salteados, o a veces, o para ciertas asignaturas y no otras? Vaya usted a saber.

Dos cuestiones surgen de los tiempos que vivimos: por una parte, un gran tema para quien concibe a la educación como algo más, mucho más, que la instrucción para el empleo y los exámenes estandarizados; se trata del tema mismo de la incertidumbre, como problema que viene cosido al bies de la falda o la valenciana de los pantalones de quien ha nacido. ¿Qué significa el momento único, la situación límite en que no es posible planear nada por la multitud de factores que intervienen para estabilizar, o no, un contexto social, un proyecto personal? En cada nivel de estudios, el dilema de la contingencia de la vida humana y social ofrecen una veta rica para la lectura, la escritura, el cálculo, la coherencia lógica en la argumentación y una serie de saberes y capacidades que son pilares del conocimiento en la vida: tenemos tema y capacidad para generar proyectos de estudio que lo incluyan, uniendo la experiencia vital, el desarrollo de la reflexión ordenada sobre el asombro de vivir.

Y por el otro, dada la incertidumbre, desechar la idea centralista y miope de un retorno de todos a todas las escuelas, con programas de estudio uniformes el mismo lunes en que la autoridad lo decida. El país es diverso y, en contextos de incertidumbre, lo más adecuado es unir a las y los maestros, las familias y las autoridades locales en zonas escolares específicas, para generar, y probar con paciencia y seriedad, distintas estrategias de recuperación de la escuela como espacio donde se aprende, pero sobre todo se generan las bases de un ánimo y esperanza colectiva en el futuro a través de la educación. No hay mal que por bien no venga: hagamos de la necesidad virtud, de la incertidumbre espacio para la generación de diversos caminos, confiando en el buen sentido de las comunidades escolares. Sería, sin más, extraordinario.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

Fuente: http://www.educacionfutura.org/educacion-e-incertidumbre-2/

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Era un secreto

Por: Manuel Gil Antón

Ya no. Gracias al trabajo y compromiso ético de quienes integran la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia A.C. (ODI), la explotación sexual infantil en escuelas ha tomado otro cariz y tenemos que hacernos cargo, aunque cale. Hay indicios suficientes para establecer una conjetura plausible: se cruzan los linderos de la terrible experiencia que han vivido ¿decenas, centenas, millares? de niñas y niños al ser objeto de abuso sexual en planteles escolares, porque es probable que exista un fenómeno más grave aún al añadir al abuso sexual infantil tan solo una palabra: organizado.

El 31 de mayo se dio a conocer el informe “Es un secreto: el abuso sexual infantil en escuelas” (https://dispensariodi/es-un-secreto). Elaborado por la ODI, fue noticia de primera plana en este diario y se dio a conocer por muchos medios de comunicación tradicionales y modernos.

Sobrio, pero sin eludir las descripciones necesarias, el informe da cuenta cómo, a lo largo de más de una década de litigar casos de abuso sexual ocurridos en planteles escolares, fueron apareciendo patrones semejantes en distintas escuelas. No se trataba sólo de la aterradora experiencia sufrida por las niñas y los niños ubicados entre los 3 y los 7 años de edad, a la que se añadía el padecer de sus familias por esos hechos y el largo transcurso de los procedimientos penales, sino de la ocurrencia de formas similares en que este delito se cometía en planteles públicos y privados. ¿Casualidad acaso?

A partir de las declaraciones de las víctimas, se fueron reiterando características inusuales: no eran acciones aisladas. “Se trata de patrones delictivos marcados por acciones organizadas entre varios adultos y perpetradas de manera masiva dentro de un plantel escolar”. En uno de los casos, 19 niñas y niños fueron agredidos por 10 adultos de manera sistemática y cotidiana; en otro, 49 asediados por 11 adultos.

Esto ocurre no solo en salones o sitios cerrados, sino en pleno patio. Hay personas que ¡toman fotos o videos! A no pocas criaturas les dieron un refresco que “da mucho sueño” – las sedaron – y fueron trasladadas a otros lugares. El uso de máscaras y realizar ritos extraños eran recurrentes: “En 6 escuelas presencian sexo entre adultos. En 7 escuelas son obligados a realizarse tocamientos entre sí. En 16 escuelas se denuncian prácticas ritualistas y grotescas.”

La ODI amplía su mirada y encuentra denuncias, sustentadas, con procedimientos semejantes en 18 escuelas situadas en 7 estados de la república. Y denuncian, con la pulcritud propia de quienes respetan el estado de derecho, la probable existencia de una red en que el abuso sexual infantil está organizado. En otras palabras, la sospecha fundada de la captura de escuelas para la explotación sexual infantil en línea.

No se acusa al magisterio, sino a quienes, ostentándose como tales, o como empleados de los planteles, usurpan esos puestos para cometer crímenes. Esta distinción es muy clara. La colusión de tantos adultos en un solo plantel no se explica como algo casual y es incorrecto que la SEP atienda estos casos sin dar vista a las autoridades judiciales. ¿Omisión, encubrimiento para “no dañar a la educación”, cambiar a quien agrede a otra escuela? ¿Es una red que medra con la venta de las imágenes? Preguntas válidas.

La SEP, la Fiscalía General y las de los estados, y otras instituciones, sin demora, deben realizar una investigación a fondo. Ya no es un secreto. ¿Habrá una respuesta del tamaño de la posible afrenta? Más nos vale.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/era-un-secreto/

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Otra mirada a la educación en México

Por: Manuel Gil Antón

“Por experiencias anteriores, escribe Sábato en “Informe sobre ciegos”, sabía que llegado a un punto no vale la pena repetir los mismos razonamientos porque se forma una huella mental que impide salidas laterales.” Con independencia del contexto en que esta reflexión fue escrita, tiene miga en nuestros días.

¿Cómo pensar y diseñar el regreso a clases presenciales luego del confinamiento? Advierto una tendencia dominante en las autoridades: volver, cuanto antes, a lo mismo con modalidades que se ajusten a la precaución sanitaria – personal educativo vacunado; de manera voluntaria y escalonada; tras reparar en lo posible los daños a la infraestructura derivados de meses sin uso ni mantenimiento (con el esfuerzo y no pocos recursos del personal docente y las familias); usando filtros para detectar contagios, y combinar actividades en los planteles con sistemas de escolarización remota. El anuncio oficial es que será, en la mayor parte del país, si los indicadores de la epidemia no varían, el lunes 7 de junio.

Urge volver a clases. Se necesita retornar a la cercanía física con los otros, si bien cuidadosa, parte fundamental del proceso formativo, luego de tantos meses en que se decidió cerrar los planteles.

El problema central, a mi juicio, es que la orientación es “regresar a lo mismo”. Empleamos razonamientos semejantes en cuanto a lo que hay que recuperar, sin advertir que estamos operando con una huella mental inamovible que cancela salidas laterales. Volver, con precaución al pasado, sin hacernos cargo de lo sucedido ni acusar recibo del impacto que sobre los procesos educativos ha tenido la pandemia.

¿Acaso no ha sido palmario que los planes y programas de estudio están repletos de información irrelevante, con muy poca atención a los procesos cognitivos fundamentales que hacen factible el aprendizaje? Por eso lo que se trasladó a las casas, con el falso nombre de aprender en ella, fue el añejo vicio de inundarlas de tareas que atarean y atarantan. A fuer de hacer de cuenta que no pasaba nada más que un “cambio” en el formato de la enseñanza desde arriba, con el uso de sistemas digitales (cuando era posible por acceso a ellos), la tele o cuadernillos, se desperdició la oportunidad de abrir espacios a la creatividad del magisterio con el fin de fortalecer las estructuras intelectuales que dan cimiento al saber: leer, escribir, reflexionar, argumentar con orden, así como dar solidez a un sistema lógico que está en la base del proceder matemático. Para ello, hubiera sido necesario zafar nuestro entendimiento de los procedimientos escolares acostumbrados y, no sin fallas, intentar caminar por otras sendas. No fue autorizado: predominó remedar, ¿remendar?, la senda trillada.

Del mismo modo que renunciamos a pensar de otra manera frente a un acontecimiento inédito, corremos el riesgo de hacer lo mismo sin atrevernos a sacar un saldo reflexivo de lo vivido en estos largos meses.

Otras maneras de volver a las escuelas no son parte de la discusión. Las pantallas que son ventanas para comunicarnos, al mismo tiempo están siendo espejos donde se refleja nuestra forma de enfrentar el vínculo pedagógico. Y lo que vimos, en general, fueron hábitos y formas cristalizadas de lanzar mensajes, los que saben, para que los cacharan los ignorantes.

Decía Machado: “Se miente más de la cuenta/ por falta de fantasía: / también la verdad se inventa”. El control aplastó a la libertad: la huella mental, tan cómoda y conocida, impide trazar otras salidas. ¿No hay de otra?

Fuente: educacionfutura

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México: Otra mirada a la educación en México

Otra mirada a la educación en México

Manuel Gil Antón

“Por experiencias anteriores, escribe Sábato en “Informe sobre ciegos”, sabía que llegado a un punto no vale la pena repetir los mismos razonamientos porque se formåa una huella mental que impide salidas laterales.” Con independencia del contexto en que esta reflexión fue escrita, tiene miga en nuestros días.

¿Cómo pensar y diseñar el regreso a clases presenciales luego del confinamiento? Advierto una tendencia dominante en las autoridades: volver, cuanto antes, a lo mismo con modalidades que se ajusten a la precaución sanitaria – personal educativo vacunado; de manera voluntaria y escalonada; tras reparar en lo posible los daños a la infraestructura derivados de meses sin uso ni mantenimiento (con el esfuerzo y no pocos recursos del personal docente y las familias); usando filtros para detectar contagios, y combinar actividades en los planteles con sistemas de escolarización remota. El anuncio oficial es que será, en la mayor parte del país, si los indicadores de la epidemia no varían, el lunes 7 de junio.

Urge volver a clases. Se necesita retornar a la cercanía física con los otros, si bien cuidadosa, parte fundamental del proceso formativo, luego de tantos meses en que se decidió cerrar los planteles.

El problema central, a mi juicio, es que la orientación es “regresar a lo mismo”. Empleamos razonamientos semejantes en cuanto a lo que hay que recuperar, sin advertir que estamos operando con una huella mental inamovible que cancela salidas laterales. Volver, con precaución al pasado, sin hacernos cargo de lo sucedido ni acusar recibo del impacto que sobre los procesos educativos ha tenido la pandemia.

¿Acaso no ha sido palmario que los planes y programas de estudio están repletos de información irrelevante, con muy poca atención a los procesos cognitivos fundamentales que hacen factible el aprendizaje? Por eso lo que se trasladó a las casas, con el falso nombre de aprender en ella, fue el añejo vicio de inundarlas de tareas que atarean y atarantan. A fuer de hacer de cuenta que no pasaba nada más que un “cambio” en el formato de la enseñanza desde arriba, con el uso de sistemas digitales (cuando era posible por acceso a ellos), la tele o cuadernillos, se desperdició la oportunidad de abrir espacios a la creatividad del magisterio con el fin de fortalecer las estructuras intelectuales que dan cimiento al saber: leer, escribir, reflexionar, argumentar con orden, así como dar solidez a un sistema lógico que está en la base del proceder matemático. Para ello, hubiera sido necesario zafar nuestro entendimiento de los procedimientos escolares acostumbrados y, no sin fallas, intentar caminar por otras sendas. No fue autorizado: predominó remedar, ¿remendar?, la senda trillada.

Del mismo modo que renunciamos a pensar de otra manera frente a un acontecimiento inédito, corremos el riesgo de hacer lo mismo sin atrevernos a sacar un saldo reflexivo de lo vivido en estos largos meses.

Otras maneras de volver a las escuelas no son parte de la discusión. Las pantallas que son ventanas para comunicarnos, al mismo tiempo están siendo espejos donde se refleja nuestra forma de enfrentar el vínculo pedagógico. Y lo que vimos, en general, fueron hábitos y formas cristalizadas de lanzar mensajes, los que saben, para que los cacharan los ignorantes.

Decía Machado: “Se miente más de la cuenta/ por falta de fantasía: / también la verdad se inventa”. El control aplastó a la libertad: la huella mental, tan cómoda y conocida, impide trazar otras salidas. ¿No hay de otra?

 

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/otra-mirada-a-la-educacion-en-mexico/

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¿Cuándo será el Día de las y los Maestros?

Por: Manuel Gil Antón

Dicen que es hoy. En 1917, el Congreso acordó conmemorar el 15 de mayo a quienes laboran en las aulas del país. Las crónicas señalan que se hacía coincidir el festejo con el día que, en 1867, se tomó la ciudad de Querétaro para dar fin al Segundo Imperio. Hace, ya, 104 años.

Dados a tener días para celebrar, conmemorar, festejar o evocar cientos de cuestiones, variopintas en importancia y sentido, se acumularán en los diarios, y todos los medios, odas a las personas dedicadas a la docencia. El arco para la veta declamatoria es amplio: aparecerá la idea del sentido apostólico de su trabajo y la atribución rimbombante de ser la guía de la niñez, el faro que ilumina el futuro del país. Los discursos por parte del poder político, sindical y económico no serán pocos ni escatimarán toneladas de reconocimientos. Palabras, ceremonias, declaraciones, remembranzas y elogios. Inició ya la consabida cohetería desde los altos atriles, mas la pirotecnia es, por definición, fuego artificial.

No es lo mismo el abrazo o la gratitud sencilla de las niñas y niños, sus madres, padres y abuelos, o la de cada quien en su recuerdo a esas maestras y maestros que nos ayudaron a entender las cosas y, no pocas veces, a tratar de entendernos.

Me refiero a esa otra maniobra, hipócrita y repleta de oropel, más falsa que un billete de cuatro pesos: celebrar al gremio un día, sin que llegue el día en que se le respete como una profesión crucial para el desarrollo y consolidación de las condiciones intelectuales y afectivas en nuestra tierra, necesarias, sobre todo, para ya no tolerar más la pobreza y la desigualdad en el acceso a lo que se requiere para vivir con dignidad.

¿Cuándo será el día en que la voz del magisterio será escuchada, y se acallarán por fin las palabras de quienes dicen hablar por él, ostentando un sitio de autoridad educativa o laboral inmerecida, producto de la soberbia del ladrillo en que se encaraman, ignorantes, y la antidemocracia que han hecho costumbre y privilegio?

¿Cuándo será el día en que a las y los docentes se les dejará de concebir como apóstoles menesterosos o rufianes que distan de ser o parecer finlandeses?

¿Cuál será le fecha en que reconoceremos, todos, su labor como una profesión en todo el sentido de la palabra, y dejarán de ser vistos como operadores de los designios y consignas que emiten quienes ocupan un escritorio burocrático apolillado y confunden educar con instruir satisfechos con que millones aprendan a repetir a costa de dejar de preguntar?

¿Cuándo amanecerá el día en que las instituciones en que se forman serán las más importantes en la educación superior, habida cuenta de la enorme complejidad del saber que implica contar con el dominio pedagógico del contenido a enseñar, ese saber teórico y práctico, la forma más alta del conocimiento humano, que genera ambientes donde el aprendizaje es posible?

¿Cuándo será el día en que el pago sea justo, puntual, adecuado y la organización de la docencia no equivalga al sistema administrativo propio de repartir latas de atún?

¿Cuándo –hay que decirlo– los que nos dedicamos a esto haremos un esfuerzo crítico para mejorar nuestros conocimientos, la capacidad de abrir espacios para la educación como práctica de la libertad, y anudaremos demandas con compromisos de hacernos cargo de nuestras fallas y carencias, no menores?

El verdadero día de las maestras y maestros está por venir. No será fecha precisa, sino un proceso largo y complicado. Ojalá sea hoy ocasión de iniciarlo. Urge.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/cuando-sera-el-dia-de-las-y-los-maestros/

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Docentes de tiempo parcial: un conjunto diverso y complejo

El tema del personal académico contratado exclusivamente para impartir clases en la educación superior mexicana, ha salido a la luz a partir de la inconformidad y las movilizaciones que ocurren en la UNAM por la falta de pago a secas (o a destiempo e incompleto) de su salario y prestaciones durante la pandemia.

En números redondos, de las 400 mil personas que integran la planta académica en el país, 80% (320 mil) mantienen vínculos laborales de tiempo parcial con las instituciones. El resto cuenta con modalidades contractuales de tiempo completo o equivalentes.

Es un error considerar a este enorme universo de docentes un todo homogéneo. Los unifica, sí, un tipo de vínculo centrado en la coordinación de cursos, pero es crucial entender que la lógica de su participación en la enseñanza es variada.

Consideremos, a guisa de ejemplo, dos grupos: uno obtiene en los espacios del ejercicio profesional su fuente principal de experiencia e ingresos. Aportan, en las asignaturas que imparten, elementos que derivan de su práctica cotidiana. Una abogada litigante, especializada en derechos humanos; un arquitecto que en el despacho donde trabaja diseña viviendas y supervisa su realización, o un ingeniero mecánico electricista ocupado en una empresa que produce transformadores, cuentan con el saber teórico de su campo, sin duda, al que añaden las circunstancias específicas que se presentan en el espacio laboral donde los egresados aplicarán su saber. El contacto docente con este tipo de profesionistas enriquece la formación de quienes aprenden y no suelen dedicar muchas horas a esta actividad.

Sostengo, como conjetura, que son una cantidad muy grande dado que la mayor parte de nuestras licenciaturas son profesionalizantes y, por ende, el grueso de la matrícula ahí se concentra. En los cursos dedicados a los conocimientos básicos, el personal de tiempo completo sería adecuado, no así en los que la práctica de la profesión es imprescindible.

Otro sector, tampoco menor a mi juicio, está conformado por maestras y maestros que, merced a la cantidad de horas-clase que acumulan, tienen su eje de trabajo fundamental, o único, en las instituciones de educación superior, y deriva de ello la totalidad o la parte más significativa de sus ingresos. No tienen contrato de tiempo completo, mas se dedican, por completo, a las tareas de la enseñanza. Para distinguirlos del grupo de profesionistas con labores parciales de docencia, así como de los tiempos completos, se les puede denominar de “tiempo repleto”.

Estas dos formas de vinculación no son las únicas. Son polares y, quizá, mayoritarias. Pero hay más subconjuntos que clasificar (incluyendo la perspectiva de género en todos) con el fin de distinguir sus condiciones laborales y pedagógicas actuales, y las que serían necesarias para el adecuado desempeño de sus tareas en instituciones que requieren, ya, pensar y reorganizar su función docente tan abandonada a la inercia. Por supuesto, todas y todos han de contar con condiciones dignas, necesarias y legales para desempeñar su labor.

En el debate actual, no se ha tomado en cuenta la investigación realizada desde el siglo pasado sobre la diversidad de la actividad académica en México. Tal vez por eso, la simplificación burda derivada de la ignorancia, predomina.

No contribuye ni a la comprensión del problema ni a la diferenciación de sus demandas agruparlos en el mismo saco. Intelectual, y políticamente, es imprescindible hacernos cargo de la diversidad. Urge hacerlo ya.

Fuente:  educacionfutura

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¿Chelas sí, pupitres no?

Por: Manuel Gil Antón 

¿Cómo es posible que estén abiertas las cantinas y las escuelas no? ¿Es la prioridad que tiene el gobierno? ¿No importa más la educación que las cubas y el cubilete?

Expresiones semejantes circulan en los medios de comunicación. El contraste, así expuesto, es un escándalo. No hay quien, en su sano juicio, esté de acuerdo en abstracto con esta preferencia, pero la comparación no es válida.

La preocupación por el aprendizaje y la estabilidad emocional de los “parroquianos” de los espacios educativos es incuestionable. El efecto del confinamiento en casa, cuando ha sido posible, es múltiple y negativo. La complejidad del retorno a las aulas merece un análisis menos superficial: si es necesario hay que hacerlo bien.

Se suele partir de un supuesto falso: los niños brotan en las escuelas. Ahí están como si no hubieran ido de su domicilio a la escuela. La movilidad asociada al arribo y salida de los planteles se pasa por alto. Es enorme: 35 millones de estudiantes de todos los grados se trasladan diario a clases, más 2 millones de docentes y personal administrativo. Equivale al 30% de la población. Si añadimos a 12 millones de personas que acompañan a quienes lo requieren por su edad o condición, son casi 40% del total. ¿Cuál es el impacto, en la movilidad y su consecuente carga en los medios de transporte, así como en la reducción de la sana distancia que esto acarrea? Gigantesca. Incomparable a la que se produce en el traslado a fondas, restaurantes o antros.

El cierre de las escuelas en México, y en todo el mundo, no derivó de que en ellas hubiese una tasa de contagio mayor que en otras actividades. No. La razón es que era, y es, el mecanismo más eficaz para reducir de manera significativa la movilidad y, eso sí, cortaba en buena medida la contigüidad que favorecía la transmisión del virus.

En consecuencia, y dada la persistencia hoy de altas tasas de contagio, los ejes elementales de la planeación y proceso de retorno paulatino a las aulas son, creo: los diferentes índices de aumento en la movilidad dada la diversidad del país, las condiciones adecuadas en los planteles en cuanto a espacio, recursos de higiene y ventilación, y la protección de las y los docentes y empleados, sobre todos los mayores, con la vacuna, y la misma con respecto a quienes rebasan los 60 en el entorno familiar de quienes asistan.

¿Se puede? Sí, de manera diferenciada de acuerdo al contexto de la escuela y las modalidades del arribo y retiro de alumnos y personal. ¿Qué se requiere? Modificar el nivel de observación de esas condiciones (no tener como referencia el semáforo estatal, sino la situación de regiones específicas que rebasan los límites entre entidades), propiciar el intercambio de pareceres entre el personal docente, directivos y los padres de familia, para diseñar distintas formas adecuadas, seguras y paulatinas de retorno a los patios e instalaciones escolares, o a otros lugares abiertos que permitan el reencuentro y la continuidad del lazo social y pedagógico que la educación implica.

¿Cómo? Dar la palabra, y la iniciativa apoyada por las autoridades de salud, a quienes conocen las condiciones y contextos de sus escuelas. Los regresos serían variables, con modalidades diferentes. Sí. Pero más seguros, inteligentes y atentos a lo posible, que los derivados por las autoridades desde su escritorio. De nuevo: escuchar la voz de los que saben, en lugar de imponer soluciones equivocadas, quizás, esas sí, acordadas por los funcionarios en la mesa de un bar.

 

Profesor del CES de El Colegio de México.
mgil@colmex.mx
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