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Libia: Ministro de educación saluda el aprendizaje interactivo

Africa/Libia/libyaobserver.ly

El ministro de Educación, Othman Abdul Jalil, dijo que el programa de aprendizaje interactivo traerá un salto cualitativo que abordará los errores pasados ​​y presentes en el sistema educativo y traerá a Libia al grupo de estados desarrollados en el mundo.

En un seminario realizado sobre el panorama educativo en Libia, el ministro enfatizó que la educación en Libia está progresando de acuerdo con un plan cuidadosamente pensado que mejorará las calificaciones de los estudiantes y llevará la educación en Libia a etapas avanzadas.

Abdul Jalil aseguró a los estudiantes que las medidas de reforma son de su interés y que promueven la realidad educativa, a fin de generar una generación creativa e intelectual que pueda dar y construir, como él lo expresó.

Fuente: https://www.libyaobserver.ly/inbrief/education-minister-hails-interactive-learning

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De botella de plástico a colegio en Costa de Marfil

África/Costa de Marfil/22 Agosto 2019/El país

En Costa de Marfil, sobran residuos plásticos y faltan colegios. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), aliado con la empresa social colombiana Conceptos Plásticos, ha logrado cuadrar esta ecuación: construir clases con plástico reciclado. Ya hay nueve en uso. Y se planea construir al menos otras 519, que en total acogerán unos 25.000 estudiantes (50 como máximo por aula, en vez de los 90 o 100 que son habituales ahora).

“Estamos muy a gusto en las nuevas clases en comparación con las antiguas, que estaban hechas con materiales provisionales que, desafortunadamente, fueron destruidos por fuertes vientos”, asegura por teléfono Koffi Konan, director de uno de los primeros colegios en albergar esta iniciativa. Situado en Sakassou, una localidad rural a tres horas de Abiyán (la capital económica y la ciudad más poblada del país), este centro fue seleccionado por ser uno de los que tenían carencias más urgentes.

Como en la escuela de Konan, la necesidad de infraestructuras educativas en Costa de Marfil es apremiante. De acuerdo con Unicef, en total hacen falta unas 15.000 clases. “En ciertas áreas, por primera vez, los niños de preescolar en los vecindarios pobres no tendrán que compartir el espacio con otros 100 estudiantes», plantea en un comunicado Aboubacar Kampo, representante hasta hace poco de Unicef en este país y uno de los impulsores del proyecto.

Problema global, oportunidad local

¿Por qué plástico? “La contaminación por este material es un problema global, que genera grandes riesgos para el medioambiente y la salud, también aquí”, explica en conversación telefónica Sophie Chavanel, jefa de comunicación de Unicef en Costa de Marfil. Además, agrega, «en este país, como en muchos otros de África occidental, aún hay muchas desigualdades y carencias«.

Según la ONU, la gestión inadecuada de los desechos provoca el 60% de casos de malaria, diarrea y neumonía en los niños, afecciones que destacan entre las principales causas de mortalidad infantil en esta zona. Al obstruir alcantarillas y proporcionar lugares de cría para los mosquitos y las plagas, los plásticos contribuyen a la propagación de estas enfermedades. Solo en Abiyán, Unicef estima que se producen más de 280 toneladas de desechos de este tipo al día y se recicla apenas el cinco por ciento.

“Hay exceso de residuos plásticos y necesidad de aulas, y existe una tecnología que permite producir ladrillos de plástico reciclado de gran calidad; es una oportunidad para abordar a la vez estos problemas”, detalla Chavanel. Además, se añade un efecto secundario positivo: “Se ofrece a personas en situación vulnerable una mejor manera de ganarse la vida”.

Se trata de quienes recolectan residuos plásticos, que suelen ser mujeres. Como Mariam Coulibaly, que a sus 33 años lleva nueve desarrollando esta tarea. “Salgo a las cinco de la mañana, buscando plástico por la calle, especialmente botellas, y vuelvo a casa sobre las diez, para atender a mis hijos. Voy de nuevo por la tarde, desde las seis hasta las ocho o las nueve”, explica telefónicamente desde Abobo, el barrio al norte de Abiyán donde vive con sus cuatro hijos, su marido y dos de sus hermanos, un poco más jóvenes que ella.

Coulibaly comenzó a recoger plásticos siguiendo el ejemplo de su madre, por no encontrar otro trabajo. Su marido es taxista y su hermano tiene pequeños empleos, como ofrecer servicios telefónicos desde su móvil, así que entre todos suman. Ella consigue unos 20.000 francos CFA de África occidental (XOF) por semana, equivalentes a unos 30 euros.

Nueva fábrica

La recolectora se muestra muy esperanzada con la puesta en marcha de la futura fábrica de ladrillos de plástico reciclado que se está construyendo en Abiyán. Hasta ahora, las primeras clases se han construido con ladrillos exportados de Colombia. A partir de finales de año, cuando se prevé que la nueva planta comenzará a funcionar, recuperará unas 9.600 toneladas de residuos anualmente y se espera que mejorará las condiciones de mujeres como Coulibaly.

“Ya nos hemos reunido con la gente de Conceptos Plásticos, que nos han explicado cómo funcionará la venta y creo que será más fácil”, detalla la marfileña. “Nos asociamos con Unicef en este proyecto porque queremos que nuestro modelo de negocio tenga un impacto social. Al convertir la contaminación plástica en una oportunidad, queremos ayudar a sacar a las mujeres de la pobreza y dejar un mundo mejor para los niños”, afirma Isabel Cristina Gámez, cofundadora y directora ejecutiva de Conceptos Plásticos.

Según detallan desde la empresa colombiana, su tecnología convierte el plástico usado en ladrillos modulares, tipo bloques de Lego, que se ensamblan fácilmente. Una casa para una sola familia, aseguran, se puede construir, entre cuatro personas sin experiencia, en solo cinco días.

Asimismo, son duraderos y tienen un bajo coste. Estiman que son un 40% más baratos y un 20% más livianos y, por tanto, más fáciles y económicos de transportar que los materiales convencionales. También son impermeables, retardantes del fuego, aislantes del calor y están diseñados para resistir fuertes vientos y terremotos.

“Al principio había dudas porque jamás habíamos escuchado hablar de ladrillos de plástico, pero la realidad hoy es que los reparos han desaparecido”, afirma Konan, el director del colegio de Sakassou. Ahora, apostilla, “niños, hombres y mujeres están todos convencidos y felices” con los nuevos edificios.

Konan se muestra seguro de la durabilidad del material: “Con un martillo se pueden romper fácilmente los ladrillos de hormigón, pero con los de plástico es imposible”. Y, para posibles escépticos, confirma que aíslan mejor de las altas temperaturas: “Hace verdaderamente fresco, no calor al mediodía como en el edificio de hormigón”.

Junto con las de Sakassou, de momento, se han construido aulas en Divo, otra localidad rural, y Gonzagueville, un barrio de Abiyán. “Esperamos conseguir más financiación para seguir expandiendo este proyecto, tan necesario y exitoso”, asegura Chavanel, de comunicación de Unicef en Costa de Marfil.

Además, a nivel general, esta agencia de la ONU planea también extender la iniciativa a otros países de África occidental y central. Según sus datos, de todos los niños no escolarizados en el mundo, un tercio de los que están en edad de cursar la primaria y un quinto de los que están en el primer ciclo de secundaria viven en esta región.

Una pésima cifra que ha comenzado a reducirse en Costa de Marfil, como señala Kampo, el exrepresentante de Unicef en este país: “Los niños que nunca pensaron que habría un lugar para ellos en la escuela podrán aprender y prosperar en un aula nueva y limpia». Y 100% reciclada.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/08/16/planeta_futuro/1565955740_596199.html

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Recursos matemáticos que consiguen que los niños adoren las matemáticas

Noticia/22 Agosto 2019/El país

Un recurso educativo es una ayuda o un medio para favorecer el aprendizaje. Los recursos matemáticos no son magia

Un recurso educativo es una ayuda o un medio para favorecer el aprendizaje. Los recursos matemáticos no son magia, pero facilitan enormemente que los niños aprendan matemáticas. Para entender el papel que representan es necesario comprender la importancia que tienen las emociones en todos los procesos de aprendizaje.

Cuando una persona está aprendiendo, antes de que la información sea absorbida de manera intelectual, es procesada por el sistema límbico donde se encuentran las emociones. Esto nos sugiere que el aprendizaje está condicionado por las emociones positivas o negativas que se producen en el momento de aprender. Todos sabemos que somos principalmente seres emocionales y en segundo lugar seres racionales.

Por tanto, la emoción abre las puertas al proceso de aprendizaje y por ello es tan importante despertar la curiosidad y el interés en los niños y las niñas. Los niños prestan atención a aquello que les interesa porque les proporciona una recompensa emocional positiva y dejan de atender a lo que les produce una compensación emocional negativa.

Así cuando uses un recurso matemático ten esto en cuenta. Tienes que generar situaciones que causen un impacto emocional positivo, es decir, que motiven, ilusionen o diviertan. Si además implican a varios sentidos mejor, dejarán mayor huella emocional eficaz facilitando el aprendizaje.

Además, para que puedas asegurarte de que aprenden matemáticas es imprescindible que las propuestas pongan en marcha su razonamiento lógico-matemático. Es decir, no se trata de utilizar un recurso porque sí o porque está de moda, sino que tienes que acompañarlo de una pregunta o un reto. De otra forma, el cerebro se acomoda y no “se esfuerza” por aprender.

Existen cientos de recursos que puedes usar en casa o en el aula, y te voy a indicar mis tres grupos favoritos.

1. MATERIALES MANIPULATIVOS

Están diseñados para que los niños puedan visualizar muchos conceptos matemáticos. Sin ellos las matemáticas son abstractas y, en muchos casos, incomprensibles para los niños. Hay una gran diversidad yo te recomiendo tres de los más utilizados:

1. Las regletas numéricas

Son una colección de barritas de madera que representan los números del 1 al 10, cada número tiene una longitud y un color diferente. Con ellas se puede consolidar la noción de número, descubrir relaciones numéricas y también investigar sobre medidas y geometría. Las recomiendo usar desde los 5 a los 16 años.

2. Los policubos

Son unos cubos encajables útiles para entender las tablas de multiplicar, las fracciones o los gráficos estadísticos. Se puede utilizar a partir de los 5 años y hasta los primeros cursos de secundaria.

3. Los bloques lógicos

Permiten hacer actividades para desarrollar el razonamiento lógico como series, clasificaciones y cambio de cualidades. Ideales para niños de 3 a 12 años.

2. JUEGOS DE MESA

Para aprender matemáticas de forma duradera se necesita activar la memoria alargo plazo; es decir, no se trata de aprender las tablas de multiplicar para el examen de la semana que viene, sino que es necesario que los niños las aprendan para siempre. Aquí es cuando entran los juegos de mesa: sirven para consolidar aprendizajes.

Cuando los niños juegan en casa o en clase con juegos, están afianzando aprendizajes. Hay cientos de juegos desde el clásico parchís a juegos tremendamente matemáticos como Código secreto.

3. LIBROS Y CUENTOS

Dispones de muchas obras literarias para que los niños se acerquen a las matemáticas desde la lectura. Algunas permiten repasar o ampliar conocimientos matemáticos a través de los juegos, retos y curiosidades que proponen.

Si quieres comenzar tu biblioteca matemática te sugiero tres títulos para tres rangos de edades diferentes.

1. Por cuatro esquinitas de nada (de 3 a 6 años)

2. Cuentacuentos (a partir de 3 años, si se lo leemos nosotros, y hasta 7 años)

3. Matemática Mente (a partir de 7 años)

Los recursos matemáticos son elementos básicos en la enseñanza de las matemáticas y deberían estar en todas las casas y aulas ya que permiten que los niños aprendan disfrutando.

Para elegir las propuestas más adecuadas para tus hijos o tus alumnos te recomiendo que tengas en cuenta la versatilidad del recurso ya que así lo podrás usar para diferentes contenidos o distintos grados de dificultad.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/07/23/mamas_papas/1563878699_183234.html

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Las necesidades invisibles de las niñas y mujeres en emergencias

Por: Alba Cuadra Garrido

Dedicar tiempo para conocer y hacer frente a los riesgos específicos que corren las chicas, incluyendo el enfoque de género y edad en el trabajo huanitario, es fundamental para responder en crisis

En marzo de 2019, el ciclón Idai, considerado uno de los peores desastres naturales de la historia del hemisferio sur, devastó amplias zonas de Mozambique, Malaui y Zimbabue, provocando fuertes inundaciones, destruyendo casi todo a su paso y dejando miles de víctimas mortales. Llegué a Beira, una ciudad costera de Mozambique, con una población de unos 500.000 habitantes, un par de semanas después de que su paso la devastara en un 90% y quedara prácticamente incomunicada.

Se estima que, solo en Mozambique, el ciclón afectó a unos 1,8 millones de personas, incluidos 900.000 niños y niñas. En situaciones de emergencia humanitaria como estas, las menores corren, dada su vulnerabilidad debido a su edad y género, un alto riesgo de contraer enfermedades o de convertirse en víctimas de tráfico infantil, violencia y abusos sexuales.

Las estructuras sociales se derrumban, las niñas y adolescentes pierden sus espacios de referencia y, muchas veces, se rompe el contacto con sus padres, que tan importantes son en esta etapa de la vida. Es necesario poner el foco en ellas, que muchas veces son las más silenciadas, apartadas e invisibles en estos momentos. Por eso viajé a Mozambique como coordinadora de género en la respuesta de Plan International a la emergencia.

Aunque los profesionales que trabajamos en ayuda humanitaria contamos con los conocimientos y las herramientas para trabajar teniendo en cuenta todo ello, lo cierto es que la emergencia arrasa con los tiempos. Las organizaciones y agencias humanitarias llegamos a Beira y Buzi con prisa, las personas necesitan asistencia inmediata. El ciclón ha arrasado con todo y hay que distribuir comida, mantas, tiendas, medicinas, agua, jabón, ropa… incluso cosas que quizá no son tan evidentes, como compresas.

El mandato es salvar vidas, cubrir las necesidades básicas. En esa vorágine es difícil encontrar el tiempo para escuchar y hablar con las personas para que se sientan seguras y nos expliquen qué necesitan, pero debemos hacerlo porque, de lo contrario, habrá gente que se quede atrás, y las niñas y adolescentes seguirán siendo las grandes olvidadas en los planes de respuesta humanitaria.

Tomarnos el tiempo suficiente para conocer y hacer frente a los riesgos específicos que corren las chicas, incluyendo el enfoque de género y edad en nuestro trabajo, es fundamental no solo para responder a las emergencias en un primer momento, sino para establecer espacios seguros y conseguir resultados positivos a medio y largo plazo.

Durante el mes que trabajé en Beira, uno de mis objetivos como especialista de género en emergencias era encontrar esos espacios y tiempos para sentarme con las mujeres y hablar de sus necesidades, algunas de ellas no tan visibles a primera vista: la menstruación en estas situaciones se convierte en un reto añadido a todos los demás. En contextos de crisis, además, ellas se ven expuestas a un mayor riesgo de violencia, especialmente sexual; embarazos adolescentes o matrimonios tempranos forzados; y además, las niñas y mujeres se enfrentan a serios desafíos a la hora de gestionar sus periodos.

Los tabúes, mitos y la vergüenza que rodea la menstruación pueden conducir al malestar, a la exclusión de las actividades diarias y tener un efecto negativo en los sentimientos y la dignidad de las afectadas. En Beira, las chicas lo habían perdido todo, salieron corriendo de casa cuando el río Buzi comenzó a inundar sus casas. La mayoría no tenían ropa interior, ni prendas para cambiarse, ni jabón para lavarse.

Considerando esta realidad, necesitábamos saber cómo gestionaban ellas la menstruación para responder adecuadamente a sus necesidades, teniendo en cuenta siempre sus capacidades. Las chicas me contaron que, diariamente, se enfrentaban a múltiples barreras durante la menstruación debido a la pérdida de privacidad y la seguridad del hogar. Las letrinas y baños de los campamentos donde vivían, además de ser muy escasos, no eran cómodos para ellas, por lo que se iban al bosque bien alejadas del campamento o esperaban a que oscureciera para ducharse, lavar y secar las pocas compresas y que nadie las viera.

«¿Entonces, ¿cómo hacéis cuando tenéis la menstruación?», les pregunté. Me respondieron que comparten las capulanas (falda tradicional mozambiqueña) y con ello hacen paños en forma de compresa, esa es la forma tradicional que tienen las mujeres en las zonas rurales para hacer compresas. «Pero no tenemos suficientes, así que cuando nos viene la regla nos quedamos sentadas en el campamento sin poder movernos porque estamos manchadas, esperamos a que se haga de noche para ir a lavarnos con la poca agua que tenemos, pero no hay ni jabón para asearnos bien«, me contó una de ellas.

Según datos oficiales, un tercio de todas las mujeres de Mozambique han sido víctimas de violencia en algún momento desde que tenían 15 años. Además, el 12% de las mujeres declararon haber sido obligadas a tener relaciones sexuales en algún momento de su vida. De las personas encuestadas que fueron supervivientes de violencia sexual, el 59% nunca buscó ayuda o informó a nadie. Esta es la realidad a la que se enfrentan cuando tienen que esconderse en el bosque para asearse o lavar las compresas.

Por todo esto es tan importante sentarse a hablar con mujeres y niñas, escucharlas, poner el foco en sus necesidades, porque el ciclón tiene impactos muy diferentes en las personas afectadas. Porque es necesario escuchar sus voces y conocer cómo gestionan la menstruación, sin asumir que distribuyendo compresas desechables hemos solucionado el problema. En las zonas rurales de Mozambique no hay gestión de residuos, las compresas desechables contaminan los campos y ríos porque no hay recogida de basura, y son poco sostenibles porque se acaban: si no pueden comprarlas, mujeres y niñas dependen de la ayuda mes a mes, esperando a recibir otro paquete de compresas. Sin embargo, si les preguntamos a ellas, sabemos que las compresas de tela reutilizables, o una capulana, y algunas pastillas de jabón van a solucionar una cosa tan natural como es menstruar todos los meses.

Al mejorar la salud menstrual y abordar la vergüenza, los tabúes y los estigmas, también contribuimos a la mejora de la calidad de vida de mujeres y niñas en una emergencia. También esto es importante: romper tabúes y conceptos erróneos en torno al período puede prevenir la violencia de género, aumentar la autoestima de las niñas y mujeres y permitirles participar plenamente en todos los aspectos de la sociedad, siendo agentes activos de la recuperación y reconstrucción de sus comunidades.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/08/14/planeta_futuro/1565792458_542151.html

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170,536 hawkers, almajiri get free education in Oyo

Africa/ Nigeria/ 20.08.2019/ Source: guardian.ng.

 

Oho State Government has expressed its readiness to deploy the World Bank-assisted Better Education Service Delivery (BESDA) takeoff grant in educating about 170, 536 out-of-school children in 23 councils of the state and ensure their retention in schools.

Chairman of the State Universal Basic Education Board (SUBEB), Dr. Nureni Adeniran, said this yesterday after a two-day interactive session in Ibadan on the implementation of the project.

Adeniran reiterated the state government’s resolve to rid the streets of all out-of-school children and put them in public schools, saying the programme would cater for even hawkers and the almajiri in the state.

Source of the notice: https://guardian.ng/news/nigeria/170536-hawkers-almajiri-get-free-education-in-oyo/

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El acceso a la anticoncepción no es una «bala de plata» para detener el crecimiento de la población en África

Redacción: Europa Press

Un importante estudio demográfico publicado este jueves en la revista ‘PLOS ONE’ ha revelado que un mayor desarrollo económico en África en los próximos años podría hacer que su población crezca a un ritmo aún más rápido que las proyecciones actuales y que la anticoncepción y el acceso a la planificación familiar no frenará ese crecimiento.

Según estimaciones de la ONU, la población del África subsahariana se duplicará para 2050, lo que podría sumar mil millones de personas adicionales a la población mundial. Sin embargo, los nuevos hallazgos argumentan que la cifra eventual podría ser aún mayor, desafiando los conceptos erróneos comunes sobre las razones del cambio de la población en África.

La investigación, de la demógrafa de la Universidad de Bath, en Reino Unido, la doctora Melanie Channon, sugiere que un enfoque en la anticoncepción y el acceso a la planificación familiar como un medio para frenar el crecimiento de la población, si bien es importante, no aborda los factores culturales importantes que afectan las decisiones de las mujeres en toda África.

Aunque muchos creen que el aumento de los niveles de prosperidad económica y los niveles más altos de educación deben equipararse con las mujeres que desean automáticamente menos hijos, los resultados de África están desafiando este supuesto. En todo el África subsahariana y, a pesar del aumento de la prosperidad y el aumento de la educación, muchas mujeres todavía quieren familias numerosas.

Los investigadores sugieren que las razones para esto son complejas, sin embargo, apuntan a factores como los niños que proporcionan estatus y seguridad social como posibles razones por las cuales las mujeres aún pueden desear familias más grandes.

La investigación analizó el desajuste entre la cantidad de hijos que quieren las mujeres y la cantidad de hijos que realmente tienen. El equipo utilizó datos de encuestas de 58 países de ingresos bajos y medios de África, América Latina y Asia.

El acceso a la anticoncepción no es una «bala de plata» para detener el crecimiento de la población en África

Según estos, en el África subsahariana en su conjunto, las mujeres tienen poco más de 5 hijos (pero quieren 5,9). Para la misma región, en promedio, las mujeres con educación superior tienen 2,7 hijos (quieren 3,7).

Además, no hay países en África donde las mujeres quieran menos de 2,5 hijos y en la mayoría quieren más de 4 hijos. Estos hallazgos contrastan con los resultados observados en Asia y América del Sur, donde la fertilidad y el crecimiento de la población son mucho más bajos, donde el acceso a la anticoncepción es generalmente mejor y donde es mucho más común que las mujeres tengan más hijos de los que quieren.

En promedio, las mujeres en África sin educación quieren 2,4 hijos más que en otras partes del mundo; Las mujeres en África con educación superior quieren 1 niño más que las mujeres en una posición equivalente en otros países de ingresos bajos y medios.

Al describir esta situación como ‘desconcertante’ y un ejemplo de ‘excepcionalismo africano’, el equipo detrás del estudio sugiere que los altos niveles de mujeres que desean tener más hijos podrían explicar la inusual transición de fertilidad en el continente, que comenzó más tarde y continúa más lentamente que en otras regiones.  Destacan cómo la disminución de la fertilidad no solo ha sido modesta en África, sino que la disminución de la fertilidad se ha estancado en varios países, algo raramente visto en otros contextos.

La doctora Melanie Channon, del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Bath, explica que, «si bien es cierto que las mujeres en muchos países africanos están empezando a tener menos hijos, es común que esto suceda a pesar de sus preferencias y no de ellos».

«Puede haber muchas razones por las que existe una discrepancia entre el número deseado de hijos y el número real de hijos que tienen las mujeres, pero sobre la base de estos resultados, no debemos ignorar la posibilidad de que las mujeres en África puedan realmente elegir tener más hijos si sus circunstancias mejorar», apunta.

Según el documento, un pequeño grupo de países africanos (República Centroafricana, Chad y Níger) se destacan en que, incluso cuando tienen educación superior, muchas mujeres aún quieren 5 hijos o más. Esto se describe en el estudio como «un número extraordinariamente alto para un nivel tan alto de educación» y sugiere que lo que está sucediendo en África en términos de crecimiento de la población es único en el resto del mundo.

El acceso a la anticoncepción no es una «bala de plata» para detener el crecimiento de la población en África

La doctora Channon destaca que «hay una fuerte tendencia, en particular en Occidente, a suponer que las mujeres africanas tendrían menos hijos si tuvieran un mejor acceso a la anticoncepción y una educación de alta calidad y que el aumento de la población se deba a una planificación familiar insuficiente. Pero este concepto erróneo presupone que las mujeres quieren tener menos hijos, lo que según nuestra investigación a menudo no es el caso.  El mayor acceso a la anticoncepción y la educación son importantes, pero puede que no den lugar a una disminución de la fertilidad tan importante como hemos visto en otras partes del mundo».

«Dados los desafíos que presenta el crecimiento de la población en África, debemos escuchar por qué las mujeres quieren tantos hijos. Debemos reconocer que el acceso a la anticoncepción no es la ‘bala de plata’ para enfrentar el crecimiento de la población que muchos creen», concluye.

Fuente: https://www.infosalus.com/actualidad/noticia-acceso-anticoncepcion-no-bala-plata-detener-crecimiento-poblacion-africa-20190725065944.html

 

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«La mujer descalza» es el primer libro traducido al castellano de Scholastique Mukasonga, la escritora del genocidio de Ruanda

Redacción: Página 12

“Me tomó diez años encontrar la fuerza para volver a casa, a Ruanda, a Nyamata, donde mi familia había sido deportada en 1960 y de donde salí hacia el exilio en 1973. Ahí es donde toda mi gente fue asesinada en 1994. Pero cuando finalmente regresé, no encontré nada. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo era el único recuerdo de todos los que habían sido exterminados en mi pueblo”.

Cae la tarde en Normandía, Francia, y en la cocina de su casa, la escritora franco-ruandesa Scholastique Mukasonga ha apoyado la computadora sobre la mesada para responder la entrevista y volver a contar su historia. La primera vez que lo hizo fue en 2006 y, desde entonces, esa memoria hecha libros fue reconocida con uno de los dos galardones literarios galos más importantes: el Premio Renaudot por su novela Notre-Dame du Nil en 2012. Ahora, Editorial Empatía incluyó la traducción al castellano de su novela La Femme aux pieds nus (La mujer descalza) en una colección que se propone “dar a conocer historias que nos acerquen a tiempos y geografías sobre las que, hasta ahora, han circulado escasas ficciones”. Así llega por primera vez a la Argentina la voz de esta mujer que, dice, se transformó en escritora “por un deber de memoria”.

“Mis dos primeros libros, Inyenzi ou les cafards La Femme aux pieds nus, son totalmente autobiográficos. En los recuerdos de mi infancia, cuento la deportación de mi familia con muchos otros tutsis en el hostil monte de Nyamata, cerca de la frontera con Burundi, y la lucha de estos ‘exiliados internos’ para sobrevivir a pesar de la persecución y las repetidas masacres que sufrieron”, señala la autora mientras la acompaña el rugido del mar. Aunque no pueda verlo desde su casa, el agua helada del canal de la Mancha enmarca sus días desde que llegó al norte de Francia tras dejar Burundi, tras dejar Nyamata, tras dejar Ruanda. Porque el genocidio que los sectores hutu emprendieron para exterminar a sus coterráneos minoritarios no se explica solo en el millón de personas de origen tutsi liquidadas entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994: esos machetazos que asesinaron a la mayor parte de las victimas fueron amasados durante décadas de enfrentamientos, de atentados, de deportaciones y de sometimientos. Desde las entrañas de ese camino de odio es que narra Scholastique Mukasonga.

“Cuando yo muera, cuando ustedes me vean muerta, tendrán que cubrir mi cuerpo. Nadie debe verlo, el cuerpo de una madre no puede quedar expuesto. Serán ustedes, hijas mías, las encargadas de cubrirlo, solo a ustedes les corresponde hacerlo”. Así comienza La mujer descalza, con un mandato ancestral que quedó trunco. Cuando la madre de la escritora fue masacrada, ella ya estaba refugiada en Francia. De modo que no pudo cubrirla ni tampoco despedir al resto de su familia: los 27 miembros de su estirpe fueron asesinados en las semanas que duró el genocidio. Solo ella queda. Y con todo, el libro no tiene la sordina de un lamento: por el contrario, es un cofre de memoria y de identidad que recupera saberes, tradiciones, una lengua y una cultura rica y añeja de la que apenas permanecen unos pocos sobrevivientes. “En este libro, rindo homenaje a la valentía incansable de mi madre y, a través de ella, a todas las madres de Nyamata que nunca se rindieron, inventaron y reinventaron todos los medios para salvar a sus hijos”.

La autora también es madre. Tiene dos hijos franceses que nunca se vieron empujados a los padecimientos y humillaciones que poblaron la infancia de su mamá. A cambio, quedaron huérfanos de historia familiar. “Nacieron en el exilio. No se les permitió conocer a su familia materna ni dejarse arrullar por el amor de una abuela. Con el tiempo, se enteraron del genocidio pero nunca hicieron preguntas. Por eso, sin duda, escribí: les debía su historia. Fueron mis primeros lectores”, anota en su teclado la escritora. Hay en sus palabras, en las que enlaza para esta entrevista pero también en las que pueblan sus libros, la música de las narraciones orales. Son los cuentos que le escuchaba a su propia madre y a las otras mujeres tutsis, en las tardes comunes en las que todas compartían tareas domésticas y conocimiento. “Escuchando a mi madre, sus recuerdos, sus proverbios, su respeto por los rituales antiguos, su preocupación por salvar y preservar las variedades de plantas antiguas, pude reunir algunos elementos de esta rica y despreciada cultura ancestral combatida por el cristianismo y falsificada por una antropología racista. Muchas de estas mujeres, como mi madre, fueron asesinadas. Uno de los deberes de quienes trabajan en la reconstrucción de Ruanda es recuperar esta riqueza. Por mi parte, lo hago a través de la escritura”, explica.

SALVACIÓN POR LA LENGUA

El manual periodístico señala que, tras las presentaciones del caso, es posible referir a la protagonista solo a través de su apellido. Sin embargo, el manual no contempla la singularidad de esta escritora que tiene dos nombres de pila y ningún patronímico. “Me llamo Mukasonga. No es un apellido. En Ruanda, las denominaciones no se transmiten de una generación a otra. El padre asigna solo un nombre de pila a cada uno de sus hijos. Un niño o una niña, llevará este nombre toda su vida y no lo transmitirá a sus hijos”, ha explicado alguna vez. Por su parte, Scholastique es el nombre del bautismo, el que imponen las costumbres del colonizador. “En Gitagata, casi todos los niños iban a la escuela. Los únicos que no asistían eran los que no estaban bautizados. Para ser admitido en el curso había que tener un nombre cristiano”, cuenta en La mujer descalza. A ella, a Mukasonga, fue su nombre cristiano y el idioma francés los que la salvaron de los machetes.

“En los años 60, los niños ruandeses ya aprendían francés en la escuela primaria. Luego, en la secundaria, ese idioma era el único permitido”, recuerda desde su cocina en Normandía. La ola de calor está asfixiando a los franceses, pero en la zona norte del país las temperaturas ni siquiera llegan a los 30 grados. En dos horas será de noche. Pero ahora, cuando todavía entra luz por las ventanas, Mukasonga anota que fue esa lengua la que le salvó la vida. Lo dice así: “Si mis padres querían que me exiliara en Burundi, no era solo porque mi vida en Ruanda estaba amenazada, sino también porque tenían una oportunidad excepcional: la de salvar al menos a uno de sus siete hijos. Yo había asistido a la escuela y, por lo tanto, tenía un pasaporte internacional: la lengua francesa. Así resultó que soy perfectamente francófona y mi relación con este idioma es amable, después de todo, le debo el ser una sobreviviente”. Con todo, las palabras que la enlazan a su estirpe no desaparecieron: “No he olvidado mi lengua materna: el kinyarwanda. Como todos los exiliados, la he conservado como mi posesión más preciada. Mi padre se aseguró de que sus hijos hablaran una lengua kinyarwanda hermosa: al menos de nuestra lengua, nadie podía privarnos”, dice. Y cuenta que cuando regresa a Ruanda (“voy siempre que puedo”), los jóvenes se sorprenden con su manera de hablar a mitad de camino entre lo elegante y lo demodé.

Pero antes de volver por primera vez a su país y al monte en el que estuvo deportada con su familia, antes de sentir el deber de escribir y legar su memoria ancestral, antes incluso de casarse con un francés y ser madre, antes de todo eso, Mukasonga ya era asistente social. “Ser asistente social ha sido siempre mi vocación, si se puede llamar así. Habiendo tenido la oportunidad de formar parte de la cuota del 10 por ciento tutsi que, según el apartheid impuesto por el régimen, permitía el acceso a la educación secundaria, esperaba, gracias a esto, volver a las aldeas a trabajar con las mujeres campesinas para mejorar sus condiciones de vida”, explica. Sus años de formación están narrados en su última novela, Un si beau diplôme: la llegada al instituto, las clases y su huida para salvarse de los linchamientos de sus compañeros hutus. Con todo, se graduó en Burundi, donde trabajó con agricultores para Unicef y para la FAO. En Francia, a donde llegó en 1992, su diploma no valía nada. De modo que volvió a estudiar y trabaja como asistente social en Normandía desde hace casi veinte años.

Has ganado premios muy importantes en Francia y podrías dedicarte solamente a tu carrera literaria. ¿Por qué seguir trabajando como asistente social?

– Escribo sobre las experiencias de la gente. Si he seguido trabajando no es solo por una cierta seguridad económica, sino también porque, gracias a esta profesión, sigo teniendo contacto con el mundo real, el de la pobreza, la soledad de los desatendidos, las mujeres solteras con hijos, los jóvenes desempleados, los drogadictos. Ese es mi trabajo: apoyarlos, defenderlos.

No solo con pobres, madres solteras y desempleados trabaja Mukasonga. También con decenas de jóvenes africanos que se amontonan en las playas de Normandía imaginando un camino que los lleve al Reino Unido. “Ouistreham es una playa frecuentada especialmente los fines de semana por los habitantes de la ciudad de Caen –que está a sólo 10 kilómetros– y por los parisinos –a menos de 200 kilómetros–. Es un pequeño puerto pesquero: a menudo voy allí a comprar mi pescado. En el muelle, se encuentra sobre todo la imponente masa blanca del Ferry que llega a Inglaterra dos o tres veces al día. Es este espejismo el que atrae irresistiblemente a los emigrantes: pasar a Inglaterra donde han puesto todos sus sueños y sus esperanzas. Es casi imposible embarcarse clandestinamente, pero su sueño es más fuerte, son jóvenes, nada los desanimará y si, según los acuerdos, son devueltos a Italia, donde la mayoría de ellos han desembarcado de África, regresarán. ¿Cómo podría no identificarme con ellos? Yo que, a su edad, vagaba sola y perdida en esa ciudad desconocida que era para mí Bujumbura. Me duele que estas generaciones de África se vean obligadas a emigrar, pero sus ojos están llenos del deseo inquebrantable de un futuro mejor”.

Son las 18 en Normandía. Y como es verano no anochecerá hasta las 22. “Eso siempre me hace sentir extraña: no puedo evitar pensar que en Ruanda, la noche siempre cae a las 6 de la tarde”, escribe ahora Mukasonga. Y cuenta que La mujer descalza es su primer libro traducido al castellano. Primero lo hizo Acnur en España, que repartió gratis el libro en escuelas y centros comunitarios como parte de una campaña para visibilizar a las escritoras africanas en la península Ibérica. Y ahora Editorial Empatía lo ayuda a cruzar el mar. En cambio, casi toda la obra de la autora se puede conseguir en portugués y ella misma ha visitado Brasil más de una vez. “Tengo buenos recuerdos de mi conversación con Conceiçao Evaristo y de mi encuentro con Marinete da Silva, la madre de Marielle Franco, asesinada por su acción política a favor de las mujeres y los jóvenes negros de las favelas”, menciona.

Si el odio no la hubiera arrancado de su patria primero y de los suyos más tarde, probablemente Scholastique Mukasonga habitaría ahora su propio inzu, la tradicional gran casa de paja de la Ruanda de antaño. “Entonces, aquí, intenté reconstruir el uruhimbi, un vestidor de cañas que seguía la curva de la cabaña y en el que se exponían los objetos más preciados”, escribe y recorre las piezas de cestería geométricamente decorada, las grandes calabazas, una tiara de hojas de maíz, una corona que las madres usan en los días festivos, un tambor, una espada, “y toda una colección de peines adaptados al pelo de nuestras mujeres africanas”, puntualiza. De toda esa colección, ella se detiene en un objeto especial: “Es para mí el tesoro más preciado: una pequeña jarra de leche para bebés. Está tallada en madera, como deben ser todas las jarras de leche. Y como todas, padeció bastante: fue pegada con savia y se afirmó su estructura con grampas de cobre. No es mi jarra de leche, la que dejé escapar con pánico en medio de los empujones con los que los soldados nos cargaban en camiones para ser deportados a un lugar desconocido. Pero tampoco es un simple sustituto: ahora, esta jarra de leche es para mi el símbolo de mi exilio”.

Afuera de su uruhimbi, la costa de Normandía está salpicada de cementerios militares. “Son los memoriales del desembarco del 6 de junio de 1944, americanos, ingleses, canadienses e incluso alemanes. Mis primeros libros, puedo decir que los escribí en uno de estos cementerios”.  Y describe un pequeño cementerio canadiense con pocos visitantes, a 3 kilómetros de su casa en el que había encontrado un hueco en la entrada por el cual colarse. Cae la noche en la cocina de la autora cuando recuerda: “Lo convertí en mi lugar de escritura. Entonces, me imaginaba que las tumbas sin nombre podrían ser las de los míos”.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/210692-la-mujer-descalza-es-el-primer-libro-traducido-al-castellano

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