Por: Teresa Ortuño
En 2016, cerca de la mitad del territorio del país está en elecciones. Partidos Políticos y candidatos sin partido recorren las comunidades pidiendo el voto.
La Ciudad de México estrenará Constitución, eligiendo a 60 de los 100 voluntarios que integrarán el Constituyente. Baja California va a elecciones intermedias, es decir, no elige al titular del Ejecutivo estatal, mientras que Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas elegirán a sus Gobernadores, 548 Ayuntamientos y 388 Diputados a congresos locales.
Más de 37 millones de mexicanos podremos elegir en estas 14 entidades, es decir, el 44.5 por ciento de los ciudadanos que estamos en el listado nominal.
Además de los Partidos, aspiran por la vía llamada independiente, 10 candidatos a Gobernador, 62 a Diputados Locales, 8 a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México y 158 Alcaldes, con sus respectivos Ayuntamientos; en algunos casos, además, Síndicos.
Las elecciones son la sustitución de la guerra. Estamos en una ocasión propicia para sembrar las diversas agendas. La de educación no es la excepción.
Tras de cada candidatura hay ciudadanos tratando de convencer a los demás de ser la mejor opción.
Antes de que nos coqueteen pidiendo nuestro voto, vamos planteando a los aspirantes que, de llegar, establezcan un mínimo de compromisos en aquello que nos parezca relevante y trascendente.
Planteo una propuesta de agenda en Educación, que ningún aspirante acualquiera de esos cargos pueda ignorar, ni rechazar, y gane o no, se comprometa a empujar. Es muy sencilla y elemental, pero de ella puede derivarse una profunda transformación en este campo, que todos dicen prioritario:
1.- Poner en el centro al estudiante. Los docentes, autoridades y demás actores deben tener presente para quién ejercen su función. La educación debe servir para sacar la mejor versión de cada persona y su compromiso con la comunidad a la cual servirá.
2.- Cuidar que el gasto educativo se ejerza eficiente. Así de simple y así de contundente.
3.- Apoyar la labor de los docentes. Sin ellos no hay educación. Que lleguen y prosperen los mejores. Buscar en todo el respeto a su función, apoyar su permanente desarrollo profesional, así como el reconocimiento a su invaluable profesión, derivada de su altísima vocación.
4.- Combatir la deserción escolar. Atacar sus múltiples causas, especialmente la de la pertinencia. Que el estudiante perciba la vinculación entre lo que aprende y lo que requiere.
5.- Fortalecer el federalismo educativo. Que las decisiones se tomen lo más cercano posible a donde se generen sus efectos.
Es tiempo de elecciones. Es tiempo de exigir.
Publicado primeramente en: http://www.educacionfutura.org/educacion-campanas-y-elecciones-cual-es-la-agenda-minima/
En el momento en que la reforma o la evaluación se confunden, y sus promotores pierden de vista que son medios para algo, y no fines en sí, tanto el intento de transformación de las condiciones para aprender, como la estrategia que procura que se haga de manera más interesante y creativa el trabajo en el aula, pierden sentido. Se vacían y, huecas, ya no median para resolver un problema: son elementos del discurso oficial, estadísticas lucidoras y, sobre todo, fuente de confusión.
Dadas las condiciones, no tiene sentido: se “estudiará” para “pasar” los exámenes, y se ajustará a lo que se solicite en ellos, sin que implique modificar nada en el espacio del aula. La vida escolar y el proceso de evaluación tienen poco o nada que ver. El medio, evaluar, convertido en fin de alto impacto: contar con, o permanecer en el trabajo, se convertirá en la guía, el manual. Ayuna de sentido transformador, la evaluación genera un comportamiento en serie indiferenciado, vacuo: repetir lo que sea necesario para aprobar a toda costa, y qué mejor, con hartos puntos para ser destacado o excelente.






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