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Una pedagogía emancipadora para Nuestra América

Por Pablo Imen*

El siglo XIX fue un siglo de grandes sueños y realizaciones. También el prólogo de derrotas -algunas trágicas- así como el anuncio de otros futuros deseables y posibles. En Europa, Marx informaba que un fantasma –el del comunismo- advertía, sin medias tintas, que el sistema capitalista estaba históricamente condenado.

 

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La entonces denominada América española emprendía sin desmayo una gesta emancipadora. Precisemos: en nuestra lectura de la historia ha sido la Revolución de Haití la que inauguró la gran empresa de nuestra independencia originaria como proyecto colectivo1. En 1791 la más próspera colonia francesa iniciaba un movimiento de significación y alcance tan profundos que jamás serían perdonados por los poderes imperiales. En el marco de la naciente Revolución Francesa, en que la metrópolis agitaba las banderas de libertad, igualdad y fraternidad, se libraba una inédita e impensable insurrección en su seno que culminó en 1804 con una Constitución que proclamaba en su artículo 14° que todos los ciudadanos de Haití serían denominados negros. Los afrodescendientes que regaron con su sangre el proceso libertador en la isla, pusieron el nombre de Haití a la naciente república en homenaje a los originarios que fueron exterminados en el “proceso civilizatorio” de la España realista primero y de la Francia monárquica más tarde. Esos mismos insurgentes haitianos apoyaron a Bolívar en la campaña emancipadora ofreciendo hombres, armas y dinero con la condición de que donde triunfara la revolución se declarara el fin de la esclavitud. Esa es la marca de origen de Nuestra América, toda una lección histórica, una verdadera pedagogía de la emancipación.

Nuestro camino, en aquel contexto, transitó lejos de la independencia de EE.UU. y, con ella, nos alejamos y denunciamos las posteriores evoluciones de ese país –autoproclamado como Pueblo Elegido- en dirección a una suerte de “anexionismo panamericanista”. Muy tempranamente, en 1823, Estados Unidos declaró a través de Monroe la célebre sentencia: “América para los (norte) americanos”, que Bolívar denunció de modo clarividente poco después cuando le afirmó en una misiva a Patricio Campbell, encargado de Negocios de EE.UU., que «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad». El texto está fechado en agosto de 1829. También Simón Rodríguez advirtió que “la sabiduría de Europa y la prosperidad de Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América.”

Esos llamados a la independencia, a la autonomía, a sociedades plenas de justicia fueron desoídos durante doscientos años por la mayoría de los gobiernos –dictatoriales o electos democráticamente- de la región. Casi dos siglos después se retoma el proyecto interrumpido de Patria Grande.

Hoy los pueblos y sus gobiernos cuestionan y revisan, para superar definitivamente, aquel proyecto de pequeñas repúblicas confrontadas entre sí y sometidas a los poderes imperiales metropolitanos. Y visto a doscientos años, el siglo XXI resulta un escenario donde circulan otros espectros –parecidos y diferentes- a los que vislumbró Marx en Europa hace 166 en su Manifiesto Comunista.

En la región resurgen hoy, en promisorios inicios de este siglo XXI, las apuestas de Bolívar, San Martín, Artigas, Bartolina Sisa, Juana Azurduy, Manuelita Sáenz. Y detrás de ellas y ellos Pueblos y Repúblicas que reavivan el gran sueño nacional que adquiere, hoy, nuevas perspectivas. Este momento del proceso histórico largo2 fue abierto con el triunfo de Hugo Rafael Chávez Frías en 1998. Cierto es que esta etapa “institucional” de la lucha por la segunda emancipación nuestroamericana se asienta en la acción rebelde y resistente de los movimientos sociales que en muchos países encontraron un cauce político e institucional. Pero nada de esto puede comprenderse sin la persistente práctica de oposición y proposición que fueron desplegando las mayorías sociales frente a la predominancia de la entonces denominada Nueva Derecha. Así, la región vivió bajo la hegemonía neoliberal-conservadora desde mediados de los setenta hasta fines de los noventa, coyuntura que, como advertimos, abrió un nuevo tiempo latinoamericano y caribeño. Por vía electoral se fueron instalando gobiernos que, como nunca antes, se parecieron a sus pueblos. Brasil, Uruguay, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, El Salvador, se convirtieron en actores de una nueva realidad en proceso: la renovada reconstrucción por la unidad de Nuestra América.

La unidad tiene expresiones concretas y también desarrollos complejos. La sepultura del ALCA en 2005 (Mar del Plata); la reformulación y ampliación del MERCOSUR; la creación de UNASUR, CELAC, ALBA; el ensayo del Banco del Sur, constituyen marcas de una construcción inconclusa que ha permitido a nuestra región sostener posiciones de autonomía desde una posición de soberanía colectiva.

Frente a estas novedades, la derecha continental siempre estimulada por EE.UU. y sus fracciones monroístas más acendradas, de sus grupos más conservadores3, dentro y fuera del Estado, impulsaron la creación de la Alianza del Pacífico como contrapeso de las demás iniciativas progresistas y transformadoras  a favor de los intereses de los pueblos.

La construcción de este proyecto de unidad tiene sus rasgos contradictorios: el hecho de que haya diversidad de proyectos nacionales en curso –que van desde los que sostienen políticas neoliberal-conservadoras a los que asumen el desafío de construir el socialismo del siglo XXI- convierten en un verdadero de-safío el proceso de integración.

Si el primer punto del programa emancipador del siglo XXI es la construcción de la  Patria Grande, el segundo es la superación definitiva del neoliberal-conservadurismo y el avance, hasta donde sea posible, de nuevas formas de organización social que establezcan sociedades igualitarias, profundamente democráticas, formadoras de hombres y mujeres libres, solidarios, capaces de construir un proyecto común de presente y de futuro. En este marco cobra sentido la discusión (y la creación) de una pedagogía emancipadora nuestroamericana. Si las apuestas colectivas avanzan a un orden social fundado en la justicia, dicha organización requerirá un proyecto político educativo congruente, descolonizador, emancipatorio, diverso.

¿Dónde iremos –se preguntaba Simón Rodríguez- a buscar modelos? El “inventamos o erramos” que proponía en el siglo XIX tiene plena validez. Pero esa invención no parte de cero, reconoce un acervo de pedagogías y pedagogos que han sentado las bases de una pedagogía nuestroamericana.

Simón Rodríguez, José Martí, Pedro Figari, la Escuela Rural Mexicana y José Vasconcelos, Florencia Fossatti,  Luis Iglesias, Jesualdo Sosa, las hermanas Olga y Leticia Cossetini, Paulo  Freire, constituyen fuentes en las que abrevar para construir una pedagogía propia, sin negar los valiosos aportes que puedan incorporarse desde otras latitudes. 4

Llegados a este punto nos planteamos dos interrogantes. En primer lugar, ¿para qué educación debiéramos consultar a nuestros antecesores? En segundo término, ¿en qué fuentes abrevar para construir esa pedagogía adecuada a los desafíos de Nuestra América en este esperanzado siglo XXI?

Este planteo y estas preguntas no son abstractas sino que responden a muy concretas condiciones históricas heredadas del último cuarto del siglo XX. El neoliberal-conservadurismo ha sido un proyecto civilizatorio integral que tuvo su propuesta de política pública y de política educativa. Estas propuestas fueron aplicadas con tenacidad durante décadas con sus efectos devastadores. Nunca hubo tanta injusticia, tanta exclusión y tanta desigualdad (tras la ruptura colonial y el inicio de las realidades neocoloniales), como en la transición del siglo XX al XXI. Es desde esta realidad histórico-política concreta que resulta imperioso pensar una respuesta.

 

¿Qué Educación Emancipadora?

El neoliberalismo ha exacerbado un proyecto político educativo que, hasta hoy, goza de enorme consenso no solo en el mundo capitalista desarrollado sino inclusive entre muchos de nuestros gobiernos populares. Ocurre la paradoja de que mientras la ortodoxia de los economistas ha sido desalojada de las casas de gobierno, muchos tecnócratas educativos gozan de prestigio y escucha entre presidentes y ministros de indudable compromiso igualitario y democrático. Paradojas del momento histórico -y desafío esencial de la batalla de ideas en el campo educativo- prima la idea de que la “calidad educativa” es equivalente a buenos resultados de operativos estandarizados de evaluación de conocimientos elaborados por tecnoexpertos, traducidos por manuales, operativizados por docentes (aplicadores de esos paquetes pedagógicos) absorbidos por “alumnos” (traducido como “sin luz” del griego a-luminis) y medidos por el Ministerio de Educación que se convierte en un Tribunal cuya función es esencialmente la vigilancia y la adecuada rotulación de ganadores y perdedores a partir del rendimiento en dichos exámenes.

Ese modelo pedagógico supone un tipo de relación pedagógica enajenada: conocimientos que son vividos por los estudiantes como lejanos, sin anclaje en sus propias necesidades y demandas y, para peor, amenazantes de su continuidad escolar. Para los trabajadores de  la educación se convierten en verdaderos yugos que no solo dicen lo que los “alumnos” deben aprender sino lo que los docentes deben enseñar, y cómo hacerlo. Esta idea de evaluación como sinónimo de examen y acreditación supone al mismo tiempo una escisión entre la educación y la vida, entre teoría y práctica, una subordinación de lo pedagógico a lo burocrático, un estímulo a la idea de aprendizaje como mera repetición, la aceptación de un tipo de vínculo y regla basada en la competencia y el rendimiento sin atender a los procesos. En suma: una combinación trágica de autoritarismo, mercantilismo y tecnocracia.5 Una recorrida por la política educativa de Chile o de la propia Ciudad de Buenos Aires puede dar acabada cuenta de estos proyectos que existen no como promesas sino como duras realidades. Las pruebas del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes –PISA por su denominación en inglés- constituyen un dispositivo ejemplar del modelo que se está proponiendo como parámetro universal de esta pedagogía de la opresión, la desigualdad, la enajenación y la injusticia.

Frente a este modelo es preciso entonces oponer una alternativa pedagógica contrahegemónica. Formar para la soberanía cognitiva (entendida como capacidad de pensar con cabeza propia); desplegar todos los aspectos de la personalidad (saber pensar, saber decir, saber sentir, saber hacer, saber convivir); educar gobernantes y productores libres son elementos que, muy resumidamente, deben aportar a una pedagogía emancipadora latinoamericana. Estas definiciones no son invenciones de escritorio, sino, más bien, la conclusión que se desprende de un análisis que mira la perspectiva histórica nuestroamericana y las necesidades de formación para un proyecto colectivo de dignidad, soberanía y justicia.

 

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Una primera dimensión política de la educación es su aporte a la construcción de un cierto modelo de ciudadanía, de democracia, de lo público. Los procesos nacionales más transformadores apuntan a una expansión sostenida de la democracia a todos los resquicios de la vida social. La esfera institucional pero también la de la producción y distribución de riquezas llegando al ámbito más íntimo de las relaciones familiares. Una democracia integral que haga de cada sujeto un gobernante de sí mismo y un activo constructor de una sociedad emancipada e igualitaria.

Una segunda dimensión política es el vínculo de la educación con el trabajo. Las alternativas de la educación neoliberal aspiran a la formación de sujetos ideológicamente dóciles y con competencias prácticas para elevar su productividad como fuerza creadora de riqueza. O, como alternativa funcional a un orden competitivo e injusto, variantes orientadas a la formación de “emprendedores” a través de programas como Junior Achievement6, u otras puestas de manifiesto en la voz de funcionarios de la educación que impulsaron proyectos neoliberales, como el caso de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires.7

Frente a esta propuesta hay otras concepciones que cuestionan lo que la perspectiva neoliberal naturaliza (y aquello que oculta): que la producción, distribución y apropiación de riqueza no es un proceso “naturalmente” fundado en relaciones de explotación, dominio y desigualdad sino que es materia de debate y de combate. Qué se produce, para qué y cómo constituyen8 aspectos que ameritan esclarecerse. No es lo mismo transformar la naturaleza a través del esfuerzo humano para satisfacer necesidades que promover una explotación sin límites del medio ambiente para asegurar la acumulación capitalista. No es similar organizar democráticamente la producción de la riqueza que someterla a la tiranía del capital sobre los trabajadores; ni es igual todo modelo de desarrollo económico y social.

Las dimensiones de la formación del ser humano como productores libres y ciudadanos-gobernantes es una opción política. Y también lo es su alternativa antagónica: la formación de ciudadanos conformistas, trabajadores enajenados y consumistas seriales.

También hay una dimensión en torno a la cultura y los conocimientos que deben tener lugar en la institución escolar. Mientras la escuela tradicional reduce la actividad cognitiva legítima a una versión lineal y reduccionista del conocimiento científico, una educación distinta contempla, primero, una visión crítica del conocimiento científico, promueve su comprensión situada y ensaya modos de imbricación de dicho conocimiento con el interés, necesidades y demandas de educandos y educadores. Segundo, amplía el campo de los saberes legítimos, incorporando otras perspectivas, saberes que integran el acervo de la vida comunitaria. Tercero, se amplía el campo de cosas que deben aprenderse, se involucran las dimensiones éticas, expresivas, productivas subvirtiendo la perspectiva unilateral, teoricista, jerárquica de la educación capitalista y proponiendo una nueva educación, fundada en una lógica distinta: formar hombres y mujeres libres, íntegros e integrales, para un proyecto colectivo fundado en la justicia.

Ahora, estas palabras dibujan un modelo deseable y plausible de educación (emancipadora) que reconoce las marcas del pasado y la existencia de elementos fragmentarios disueltos hoy en muchas prácticas pedagógicas y dinámicas institucionales. Es preciso reconocer un largo período de investigación-acción, sistematización, formación; comunicación y organización que oriente el esfuerzo individual y colectivo hacia ese proyecto pedagógico que reivindicamos. Se trata de un arduo proceso creador, que podríamos denominar “pedagogía de la transición”. La tozuda decisión de sostener el paso asume los tiempos, los errores, los límites a expandir en el trabajo de parto. Si hacia aquí marchamos, la pregunta que sigue nos conduce a las fuentes en las que abrevar para avanzar en este proceso creador.

 

¿De dónde surgirá esta pedagogía emancipadora?

La creación de esta pedagogía reconoce diversas fuentes, que deben complementarse y articularse. En primer lugar, el rescate crítico y actualizado del acumulado pedagógico emergente de nuestra propia historia y la de todos los pueblos del mundo. El inventario, necesariamente, debe comenzar por nuestras propias experiencias. No se espera, claro está, que Simón Rodríguez tenga todas las respuestas para la educación que necesitamos en este contexto de segunda emancipación americana. Pero resulta imperioso conocer su visión, su práctica, sus sueños porque constituyen asignaturas pendientes y porque muchos de sus aportes tienen una indudable vigencia.9

Un segundo e imprescindible elemento es la sistematización de la práctica de los actuales docentes: no hay posibilidad de construir ningún proyecto pedagógico – y menos de inspiración emancipadora- si no es con la activa intervención consciente de los colectivos laborales docentes en diálogo con las comunidades donde las instituciones educativas hacen vida.

Se trata de construir una práctica pedagógica reflexiva, con docentes investigadores que construyan conocimiento sobre su práctica y que produzcan nuevas conceptualizaciones que profundicen la imbricación de teoría y práctica. Docentes que pongan en diálogo múltiples culturas, que generen nuevo conocimiento y que en ese proceso se produzcan nuevas propuestas pedagógicas. Con ello resulta fundamental desplegar tanto estrategias comunicacionales10 como organizativas. La reciente creación del Movimiento Pedagógico Latinoamericano va en esa dirección.

Resulta claro que estas características que proponemos para los y las docentes son hoy realidades parciales: la “pedagogía de la transición” que mencionamos arriba lo es en varios sentidos. Primero, ya vimos, porque ese proyecto pedagógico (pendiente y en construcción) solo existe hoy de manera difusa, fragmenataria. Segundo, porque el propio colectivo laboral docente es un verdadero territorio de disputa. Muchos trabajadores y trabajadores de la educación generan prácticas democráticas, solidarias, de inspiración emancipadoras. Muchos otros y otras, por el contrario, reproducen relaciones fundadas en la lógica excluyente de la escuela liberal o de la educación neoliberal. Lo cierto es que los dispositivos sistémicos tanto habilitan prácticas fundadas en la justicia como en la injusticia y ese hecho revela la complejidad de la batalla y la construcción. Se trata, así, de trabajar con la subjetividad de los y las docentes, pero también de operar sobre las políticas educativas subvirtiendo aquellos dispositivos, estructuras, dinámicas, vínculos,  procesos y resultados reproductores de la desigualdad educativa. Tercero, el involucramiento de las mayorías populares, sus organizaciones y las comunidades territoriales donde las instituciones hacen vida resulta  un apoyo insustituible para avanzar en el cambio profundo de la educación pública. Se verá, entonces, la magnitud de un desafío complejo, prolongado y sin ningún éxito asegurado de antemano.

 

Herencias y porvenires

Nuestros pedagogos han dejado una marca indeleble en las tradiciones democráticas y emancipadoras de la América, al menos desde Simón Rodríguez en adelante. No es posible resumir en breves líneas todo ese acervo con los que de manera imperiosa hay que contar como punto de partida de esta construcción colectiva: una educación emancipadora, un Movimiento Pedagógico Latinoamericano en una Patria Grande que construye un orden social, económico, cultural y pedagógico descolonializado y de plena justicia.

 

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Simón Rodríguez defendía una educación pública y popular: “El único medio de establecer la  buena inteligencia es que TODOS PIENSEN en el bien común y que este bien común es la REPÚBLICA. Sin Conocimientos el hombre no sale de la esfera de los BRUTOS y sin conocimientos sociales es ESCLAVO. El que manda pueblos en este estado se embrutece con ellos. En creer que Gobierna porque Manda prueba ya que piensa POCO. En sostener que solo por la ciega obediencia subsiste el Gobierno prueba que YA NO PIENSA. (…) Los Conocimientos son PROPIEDAD PÚBLICA”11

El Estado debía asumir una responsabilidad indelegable: “Asuma el GOBIERNO las funciones de PADRE COMÚN en la educación, GENERALICE la instrucción y el arte social progresará, como progresan todas las artes que se cultivan con esmero.”12 Y esa definición se acompañaba con una aguda crítica a la noción de educación como mercancía: “Hacer NEGOCIO  con la EDUCACIÓN es… diga cada Lector todo lo malo que pueda, todavía le quedará mucho por decir.”13

Su idea era una educación omnilateral: “Piénsese en las cualidades que constituyen la Sociabilidad, y se verá que, los hombres deben prepararse al goce de la ciudadanía con cuatro especies de conocimiento: por consiguiente, que han de recibir cuatro especies de instrucción en la primera y segunda edad. Instrucción social, para hacer una nación prudente. Instrucción corporal, para hacerla fuerte. Instrucción técnica, para hacerla experta. Instrucción científica, para hacerla pensadora…”14

La soberanía cognitiva y la descolonialización de la educación nuesetroamericana aparecía en estas notables definiciones: “No será ciudadano el que para el año de tantos no sepa leer y escribir (han dicho los Congresos de América), está bueno; pero no es bastante: ¡Ideas! ¡Ideas! Primero que Letras. La Sabiduría de Europa y la prosperidad de los Estados-Unidos son dos enemigos de la Libertad de pensar, en América. Enseñen, enseñen: repítaseles mil veces: enseñen.”15

¿Para qué educar? Diría José Martí: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido. Es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive. Es ponerlo al nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote. Es preparar al hombre para la vida.”16

Estos maestros y maestras, sus ideas, sus apuestas, sus sueños, han trascendido en el tiempo. Hoy perviven y se  prolongan en prácticas que, de manera colectiva o individual, florecen aquí y allá en nuestras escuelas públicas. Son retomadas, recreadas y se van organizando alrededor del Movimiento Pedagógico Latinoamericano en construcción.

Queremos cerrar con el testimonio de un maestro que se reconoce discípulo de Luis Iglesias, y que escribió un texto de enorme profundidad y belleza: “Diario de Ruta”.

Cuando se pregunta para qué hay que educar asumiendo la injusticia del actual orden de cosas, responde con el derecho de enseñar a soñar y a luchar. Horacio Cárdenas cuenta que en el pizarrón dibuja cada día un gatito que va reflejando el día. Se lo dibuja con paraguas cuando llueve, con anteojos para el sol, con bufanda cuando hace frío. “Hoy se nos ocurre pintarle una almohada, porque reina un silencio parecido al sopor. De ese letargo surge la voz de Melisa que comenta:

 

¡Ah, ese gatito es remillonario!

 

¿Por qué?- le pregunto perplejo

 

Porque tiene almohada

 

Y sentimos el puñal despiadado de la injusticia, sin anestesia. Las almohadas son lujo en la vida de Melisa, joyas añoradas para Ivana, bienes preciados en los que tal vez algún día descansará Agustín. Si estos pibes sueñan mucho, aunque sea sin almohadas, puede ser que algún día la consigan.” 17

Horacio –como tantos otros- construye y disputa, cuestiona y se pregunta, y ensaya y crea: “Como nos preocupa la enseñanza, pensamos el aprendizaje. Si consideramos que aprender es atajar pelotazos que manda el mundo, entonces practicamos penales. Si pensamos que es jugar al ‘cerebro mágico’ hasta que suene la luz roja, entonces regalamos pescaditos por el triunfo. En cambio, si sabemos que aprender es construir creando, entonces procuramos que la escuela sea un taller de trabajo e intercambio, una comunidad alegre donde nos encontramos con la realidad para conocerla y transformarla.”18

En esa gigantesca batalla cultural, política y pedagógica nos encuentra la actual coyuntura histórica mundial y nuestroamericana. Educar para la libertad, educar para la igualdad y educar para la justicia son los horizontes que orientan nuestros pasos, desde el fondo de la historia a las esperanzas de un porvenir que venimos construyendo hace al menos 500 años.

 

REFERENCIAS

1 Podríamos señalar que hubo, desde luego, acciones anticipatorias como la fuerte resistencia de los Caribes en el siglo XVI o Tupac Amaru y Tupac Katari en 1781.

2 El inicio se plantea en términos institucionales, pues reconoce antecedentes mediatos (citados en nota al pie anterior) e inmediatos (como el Caracazo ocurrido en 1989 o la insurrección cívico-militar en 1992).

3 Nos referimos a aquellas fuerzas que promovieron las sucesivas oleadas de golpes de Estado que asolaron a la región a lo largo de todo el siglo XX. Los ejemplos abundan.

4 No contamos con el espacio para abordar el delicado tema de lo propio y lo ajeno… Nuestra América se reconoce como parte de la Humanidad, y quienes asumimos la identidad propia leemos con atención los innumerables aportes construidos en otras geografías con la misma pasión liberadora: la apuesta del anarquista Ferrer y Guardia con su Escuela Moderna; Makarenko, Lunacharsky y los ensayos de la pedagogía soviética o el cooperativismo en la escuela de Freinet constituyen valiosas fuentes en las que abrevar para pensar y hacer una pedagogía propia. El propio Simón Rodríguez vivió veinte años en su exilio europeo, de donde extrajo indudables influencias para pensar y hacer su pedagogía. En suma, con la misma apertura con la que aprendemos de y compartimos con otras corrientes del mundo la búsqueda de esa educación liberadora, defendemos con todo derecho, tras siglos de colonialismo y neocolonialismo a ser nosotros mismos, a pensar un mundo más justo desde nuestra identidad latinoamericana y caribeña. La tensión queda por tanto informada y requiere una “vigilancia epistemológica permanente” para superar las viejas perspectivas neocoloniales o un nacionalismo miope y estrecho que nos empobrece.

5 Autoritario porque se aplica, como vimos, sin atender y aún en contra de las necesidades e intereses de docentes y estudiantes. Mercantilista porque se basa en una relación de competencia entre alumnos y entre docentes. Más aún, a su sombra crecen oportunidades de negocios como agencias de evaluación educativa y otras opciones rentables. Tecnocrática en cuanto reduce el acto educativo a la incorporación y medición de un conocimiento “científico” o “cientificoide” cuya rigurosidad es materia de controversia.

6 Ver Imen, Pablo, “Junior Achievement o la pedagogía del capital”, publicado en Revista Realidad Económica N° 271, 1° de Octubre-15 de Noviembre de 2012. Disponible en Internet.

7 La directora de Planeamiento Educativo Porteño, Mercedes Miguel afirmó en INFOBAE, en edición del 29 de mayo de 2014, que “Estamos frente a un desafío muy grande que consiste en el emprendizaje; de generar tanto en docentes como en estudiantes, la capacidad de ser emprendedores”.

8 Parecidos y distintos debates y disputas ocurren en las esferas de la distribución/apropiación de la riqueza socialmente producida y privadamente apropiada.

9 En 1793 esto proponía Simón Rodríguez sobre el trabajo colectivo: “El día último de todos los meses deberán los maestros (…) presidiendo el director juntarse en la escuela principal, a tratar sobre lo que cada uno haya observado así en el método como en la economía de las escuelas; y según lo que resulte, y se determine, quedarán de acuerdo para lo que deban practicar al mes siguiente. A este efecto, se hará un libro foliado y rubricado por el director, y en él se escribirán todas las consultas y providencias que se dieran autorizándose con las firmas de todos. El encabezamiento de este libro debe ser La Nueva Construcción, régimen y método en las Escuelas, para tener un principio seguro en qué fundarse, y una noticia de las materias que deben tratarse.” (En Imen, P. “Educación Rodrigueana para el Siglo XXI, p. 51).

10 En el marco de contextos de fuerte ofensiva de la derecha neoliberal en su prédica contra la escuela pública resulta imprescindible – al paso de la creación de esa pedagogía emancipadora- dar a conocer las novedades que hacen a los avances de ese proyecto político educativo en proceso de creación.

11 Rodríguez, S. “O inventamos o erramos”, pgs. 91-92. En “1840. Luces y Virtudes Sociales”.

12 Rodríguez, S. “O inventamos o erramos”, p. 60 En “1840. Luces y Virtudes Sociales”.

13 Rodríguez, S. “O inventamos o erramos”, pgs. 75. En “1840. Luces y Virtudes Sociales”.

14 Rodríguez, S. “O inventamos o erramos”, pgs. 68-69. En “1840. Luces y Virtudes Sociales”.

15 Rodríguez, S. “O inventamos o erramos”, p. 63 En “1840. Luces y Virtudes Sociales”.

16 Martí, J. Ideario Pedagógico. En Escuela de Electricidad- “La América”, Nueva York, noviembre de 1883, OC.,T.8, pp. 281-284; p. 68.

17 Cárdenas, Horacio. Diario de Ruta. Enseñar y Aprender en Tiempos del Renacer Indoamericano, Ediciones Colihue, Colección Nuevos Caminos, Buenos Aires,  2013, p. 19.

18 Cárdenas, Horacio, Ob. Cit., p. 173.

 

Este articulo fue originalmente publicado en Anduma Revista.

 

 

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Mafalda y la esperanza

Pablo Gentili

 

En marzo Mafalda cumple años.

Me disponía a festejarlo recorriendo páginas y portales que, durante los últimos días, han recopilado frases, tiras, dibujos, historias de esta genial creación de Quino. Dicen que Mafalda es una de las imágenes que más ha circulado y circula por el mundo y, junto con la de otro ícono argentino, el Che Guevara, ha ilustrado millones y millones de camisetas, cuadernos escolares, pósters, adhesivos, revistas, periódicos y agendas, en un aquelarre iconográfico que revela admiración, respeto y la más absoluta devoción por esa niña de cabellos rebeldes y frases de una inteligencia demoledora.

MAFALDA 1

Me disponía a festejarlo, decía, cuando me topé con uno de los recientes vídeos de una excelente serie producida por UNICEF, 2 Lifes: 2 Miles Apart, donde se presenta un contrapunto entre la vida de dos niños o niñas separadas por dos millas de distancia, en una misma ciudad, en una única realidad, pero en dos mundos diferentes. La historia de este nuevo capítulo transcurre en Mumbai, India, donde conviven sin saberlo dos niñas. Manisha es muy pobre, realiza trabajos domésticos, ha abandonado la escuela, aunque quizás sospecha que fue la escuela la que la abandonó a ella. Maansi, es una entusiasta y animada pequeña que ama su colegio, pertenece a una familia de clase media y, como tantas otras niñas de su edad, llena su armario con adhesivos de princesas. El video construye el contraste polifónico entre esas dos vidas pequeñas, en las que se refleja un futuro de injusticias y un futuro de oportunidades.

Manisha llora. Llora cuando recuerda que tuvo que abandonar la escuela, porque ella quiso, porque ella no pudo, porque ella tuvo que hacerlo, porque en las condiciones en las que vivía su familia no pudo evitarlo. Llora como llora cualquier niña, pero sus lágrimas nos pertenecen a todos, mojan nuestras mejillas a más de dos millas de distancia. Sus lágrimas son como las de cualquier niño, cualquier niña. Lágrimas que parten el corazón e interpelan nuestra perezosa conciencia. Cuando una niña llora, en cualquier lugar del planeta, lo hace de la misma forma. Cuando llora por una injusticia, su dolor es universal.

Me disponía a festejar el cumpleaños de Mafalda, decía. Después de todo, aunque ella se mantenga bastante mejor que yo, tenemos casi la misma edad. Las lágrimas de Manisha me habían conmovido. No sabía cómo hacerlo. Las frases certeras de esa pequeña que odia la sopa y dialoga con su tortuga Burocracia, atravesaban mi cabeza buscándole alguna explicación a la barbarie que supone negarle a un niño, a una niña sus derechos.

Pensé que Manisha quizás jamás conocería a Mafalda. Y pensé que era eso lo que Mafalda tanto trataba de hacernos entender: las lágrimas de Manisha no pueden derramarse en vano. Las lágrimas de Manisha deben ser nuestra guía, nuestra energía. Negarle a un pequeño el derecho a la palabra, el derecho a escribir su propio nombre, a leer el mundo, a contarlo, es una de las más brutales injusticias que aún se perpetúan en un planeta indiferente al sufrimiento de los más débiles.

Mafalda, esa niña que hace 50 años nos aguijonea con su inteligencia, lo sabe.

Cómo me gustaría celebrar el cumpleaños de Mafalda con Manisha. Sus nombres suenan tan dulces, tan tiernos, tan parecidos.

No entraré hoy en ninguna página, en ningún portal o periódico que recuerde a Mafalda. Con esto me basta.

Lo entendí.

Mafalda vive en las lágrimas y en las risas de todas las Manishas que habitan sobre la faz de la tierra. Y es a ellas a las que debemos todo nuestro esfuerzo y todo nuestro compromiso.

Mafalda, una vez más, se salió con la suya. No hay mejor festejo que luchar para que todos los seres humanos tengan derecho a la palabra. No hay mejor festejo que luchar por la comunión de la esperanza, donde hombres y mujeres se anidan en el compromiso de hacer que las lágrimas de Manisha no nos sean indiferentes.

Festejemos este cumpleaños, construyendo un mundo donde sea posible, como alguna vez lo recordara Gianni Rodari, “el uso total de la palabra para todos. No para que todos sean artistas, si no para que nadie sea esclavo.”

 

(Desde Río de Janeiro)

 

OVE: Este hermosos texto fue publicado originalmente en Contrapuntos para celebrar los 50 años de Mafalda. Al estar nuevamente en el mes de Marzo nos pareció oportuno retomar este texto para nuestros lectores de Otras Voces en Educación, con una pequeña modificación.

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En Argentina piden libertad para los docentes Santiagueños detenidos

BASTA DE REPRESIÓN. LIBERTAD A LOS DOCENTES SANTIAGUEÑOS DETENIDOS.

SUTEBA QUIILMES

Prensa SUTEBA QUILMES

SUTEBA QUILMES repudia la represión sufrida hoy por docentes de Santiago del Estero, mientras se movilizaban. Fueron ATACADOS APALAZOS Y CON GAS PIMIENTA, detenidos y golpeados por fuerzas policiales y de seguridad.

El delegado docente de Sumampa de CISADEMS junto con un auto convocado están detenidos e incomunicados. EXIGIMOS SU INMEDIATA LIBERTAD.

Hacemos responsable al gobierno provincial, QUE SE APOYA EN EL PROTOCOLO DE BULRICH (derivado dela Ley Antiterrorista) y exigimos el cese de toda represión a quienes reclaman por sus legítimos derechos.

Al mismo tiempo, reclamamos a la CTERA que se expida de inmediato y llame a acciones de solidaridad con los docentes santiagueños.

Lidia Braceras, secretaria general de SUTEBA QUILMES

Lorena Aguirre, secretaria de Derechos Humanos de SUTEBA QUILMES

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LASA distingue a Norberto Fernández Lamarra con el Premio Paulo Freire a la investigación

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Edu-Comp (noticias)   Norberto Fernández Lamarra ha sido distinguido con el Premio Paulo Freire a la Trayectoria de investigación de la Educación en América Latina de la Latin American Studies Association (LASA)  en el que se reconoce su amplia trayectoria en la investigación, sus aportes al conocimiento del campo de la educación superior, su compromiso con la enseñanza universitaria y su estrecha vinculación con el desarrollo de la educación en América Latina.

​Este importante reconocimiento le será entregado en el marco del Congreso de LASA 2016 en la ciudad de Nueva York, durante la sesión de la Sección de Educación, el 29 de mayo a las 7:45 p.m.
​Creemos que el valor de esta distinción, sin embargo, es un reconocimiento también al campo de los estudios comparados en educación ​y al ámbito iberoamericano al que Norberto aporta significativamente. Así, al menos lo valoran los colegas que trabajan con él.
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Dispar comienzo de las clases en Argentina

ctera
Finalmente, y después de un amplio debate, la conducción nacional de CTERA reunida en Congreso Extraordinario, decidió el pasado viernes aceptar la propuesta del Gobierno Nacional para la Paritaria Nacional Docente, acompañar los reclamos de los gremios provinciales que no reciban propuestas satisfactorias a sus demandas y mantener el Congreso en sesión permanente para reaccionar rápidamente si los conflictos provinciales se prolongan y no alcanzan las respuestas que los docentes están reclamando.
Como efecto práctico de esta medida, hoy han comenzado las clases en la Ciudad y en la Provincia de Buenos Aires y en unas 11 provincias más, a la vez que otras 10 provincias están en conflicto y sostienen medidas de fuerza que han implicado el no comienzo de las mismas.
En el marco de la actual coyuntura nacional, el acuerdo al que se llegó a nivel nacional implica un avance importante y una «señal» para el resto de los trabajadores que tienen que negociar sus paritarias. Los aumentos otorgados varían en su interpretación pero están superando claramente los 30 puntos porcentuales y, en algunos casos, hasta el 40%.
El aumento en los salarios docentes implica al gobierno nacional una inversión educativa muy importante para auxiliar a los fondos provinciales, que son los que cubren estas erogaciones.
Al mismo tiempo, el acuerdo nacional exige al gobierno revisar sus anuncios de suspender o discontinuar varios proyectos socioeducativos que han tenido buenos efectos en los alumnos de todo el país.
De cualquier manera, la situación actual es delicada porque los anunciados aumentos en las tarifas de servicios públicos pueden tener un impacto fuerte en la inflación, licuando rápidamente estos esfuerzos por mantener el poder adquisitivo de los salarios docentes.
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La aportación del aprendizaje-servicio en el mundo. ¿De qué calidad educativa hablamos?

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Autora: Profesora María Nieves Tapia, Directora, CLAYSS (Argentina). info@clayss.org

Texto publicado en Cuadernos de Pedagogía, N° 450. Madrid, Noviembre 2014. pp. 54-56.

 

Cada vez que se anuncian los resultados PISA, periódicos de todo el mundo publican lamentaciones apocalípticas sobre la decadencia de la educación. Pareciera que la calidad educativa fuera una suerte de Copa del mundo donde sólo cuenta el ranking, y nadie está conforme con los resultados de su equipo. Probablemente, en la mismísima Finlandia haya cartas de lectores sosteniendo que los educadores podrían hacerlo mejor…

Quienes nos movemos en el ámbito educativo sabemos, naturalmente, que la cuestión no es tan simple, y que el debate sobre en qué consiste la ansiada “calidad” educativa sigue abierto. ¿Qué implica en la vida real de las aulas ofrecer una educación “de calidad”? ¿Que nuestros estudiantes puedan responder exitosamente a exámenes estandarizados? ¿Que estén preparados para el mundo del trabajo? ¿Que desarrollen su pensamiento crítico? ¿Que sepan actuar como ciudadanos participativos y solidarios? ¿Que sean capaces de vivir armoniosamente con gentes diversas y respetando al planeta? ¿O todo lo anterior y más?

Especialmente para quienes vivimos en el Sur del planeta, la pregunta que se agrega es “¿calidad para quiénes?”. ¿Es realmente “calidad” si no está al alcance de todos? ¿Si no incluye a la diversidad de los más vulnerables? ¿Un país puede estar satisfecho si los que más aprenden son sólo quienes más tienen?

Podría decirse que una de las respuestas más sintética y abarcadora a la pregunta de en qué consiste educar con calidad en el siglo XXI sigue siendo la que se sintetizó en “Aprender a aprender, a hacer, a ser y a vivir juntos” (Delors, 1988). Sin embargo, quienes tenemos horas de aula a las espaldas sabemos que esta máxima de UNESCO, como tantas otras, es más fácil de prescribir que de practicar en la cotidianeidad escolar.

La dificultad para pasar de las teorías a las buenas prácticas no es exclusiva de las Ciencias de la Educación, pero en los últimos años se ha comenzado a advertir más claramente la apremiante necesidad de acercar las grandes ideas de los especialistas a la vida real de las escuelas, en un diálogo más horizontal, que rescate, valore y sistematice los aprendizajes y hallazgos desarrollados con creatividad e iniciativa por los propios maestros y estudiantes. De hecho, algunas políticas educativas comienzan a desarrollarse a partir de experiencias de escuelas innovadoras o de organizaciones de la sociedad civil, y no ya exclusivamente “descendiendo” de los escritorios de los Ministerios a las aulas (PNES, 2013:53).

Es en este marco en que podríamos ubicar la rápida difusión mundial del “aprendizaje-servicio” (APS) en las últimas décadas. En las palabras de Brynelson: “El aprendizaje-servicio es la única reforma educativa que normalmente crece de abajo hacia arriba, y en la que son los docentes y los alumnos los primeros en saber cómo funciona.” (EYC, 1999:121)

En los últimos veinte años, algunos países de América y Europa han comenzado a desarrollar políticas de promoción del APS. Pero mucho antes, educadores de los más diversos puntos del planeta han descubierto que aplicar lo aprendido en las aulas al servicio de los demás sirve simultáneamente para contribuir con la resolución de problemas locales y para motivar a niños y jóvenes a indagar, a aprender más, a comprometerse con la realidad y a valorar al espacio educativo como un lugar con sentido personal y social. En otras palabras: que la solidaridad puede ser también un camino hacia la calidad y la inclusión educativa.

 

El APS, un movimiento pedagógico mundial

Fruto del esfuerzo de miles de educadores y estudiantes creativos, de múltiples influencias teóricas y de diversas políticas educativas, hoy se desarrollan buenas prácticas de APS en todos los continentes, protagonizadas desde niños de 4 años hasta jóvenes universitarios, y tanto en instituciones educativas como en organizaciones juveniles o en asociaciones de adultos mayores.

Numerosos autores coinciden en señalar entre las raíces del aprendizaje-servicio a la pedagogía de John Dewey y a pedagogías europeas del siglo XX (Giles&Eyler, 1994; Puig, 2009), y es universalmente aceptado que el término aprendizaje-servicio («service learning«) fue acuñado por los norteamericanos Robert Sigmon y William Ramsey entre 1966 y 1967. Pero es también reconocido que “la historia de la práctica del aprendizaje-servicio data de mucho antes que el término mismo” (Titlebaum, 2004:4).

De hecho, los orígenes y fundamentos del APS no son necesariamente los mismos en todo el planeta. En la India, el Servicio social universitario (“National Service Scheme”) se fundó en 1969 a partir del pensamiento de Gandhi y la Satyagraha (Nagar, 2002). En China, el APS se funda en conceptos propios de la tradición oriental, como “Ren” -benevolencia- y “Yi” –justicia- (OSL, 2012:5). Sesenta años antes del nacimiento formal del “service-learning”, la Constitución mexicana ya establecía la obligación para todos los graduados universitarios de aplicar sus conocimientos prestando un Servicio Social. En América Latina la influencia de Paulo Freire y la educación popular, y de tradiciones tan antiguas como las de las comunidades originarias, el movimiento de la Reforma Universitaria de 1918 o el pensamiento social cristiano han sido tanto o más significativas para el desarrollo del APS que las influencias teóricas provenientes del Norte del planeta (Perold y Tapia, 2007; Tzhoecoen, 2010).

La multiplicidad de orígenes y raíces teóricas hace que no todas las experiencias de APS se denominen así. Utilizando una metáfora farmacéutica, podría decirse que en la última década “aprendizaje-servicio” es un “genérico” que puede encontrarse en diversos países -o aún dentro del mismo país- con diferentes denominaciones o “marcas”: “voluntariado educativo” en Brasil, “Active learning in the community” en Gran Bretaña o “educación para el buen vivir” en Ecuador. En Japón el APS es denominado tanto “Borantia” -voluntariado- como “hoh-shi”, un concepto históricamente vinculado al servicio del Estado y el Emperador y al auto-sacrificio (Masayuki, 2003). Dentro de España, en catalán se optó por la traducción literal de “aprenentatge-servei”, mientras que en Euskadi se dice “zerbikas” (literalmente aprender y servir), pero se lo traduce al castellano con la expresión más común en Latinoamérica de “aprendizaje y servicio solidario”, una diferencia con no poca carga conceptual (Zerbikas, 2014; Tapia, 2003).

En función de los consensos más generalizados en Iberoamérica, en este artículo definimos como APS a prácticas que reúnen simultáneamente al menos tres características: la prestación de un servicio solidario a la comunidad; el protagonismo de los propios estudiantes en la ejecución del proyecto, y la clara articulación de las actividades solidarias con el aprendizaje y la aplicación de saberes y competencias (PNES, 2009:38). En base a estos tres criterios, pueden identificarse experiencias de APS en muy diversos contextos y bajo distintas “marcas”.

En Barcelona y en Tucumán hay niños de 9 años que leen cuentos a niños menores y promueven la lectura en su comunidad, mejorando al mismo tiempo sus propias competencias comunicacionales. En Estados Unidos y en Argentina hay adolescentes que han contribuido con sus investigaciones y con su acción comunitaria a combatir la contaminación del agua en sus localidades, desarrollando altos niveles de conocimiento científico. En Cali, en Ciudad del Cabo y en Kuala Lampur hay estudiantes universitarios de Ciencias Económicas que aplican sus conocimientos para capacitar y brindar herramientas para la mejor gestión de microemprendedores y organizaciones sociales. La lista podría seguir…

 

Aportes del APS a la calidad y la inclusión educativa

Una de las grandes fortalezas del APS reside justamente en superar las viejas antinomias entre formación científica y formación ética, entre aprender contenidos o desarrollar competencias, entre excelencia académica e inclusión educativa.

Es cierto que no se requiere de grandes conocimientos para reunir alimentos o ropa y entregarlos a una organización benéfica. Pero atender con seriedad a una problemática social o ambiental requiere poner en juego saberes que se confronten con la realidad, competencias para comunicarse, planear, resolver situaciones imprevistas… Los adolescentes de una escuela técnica que en las horas de taller diseñan y construyen sillas de ruedas para discapacitados sin recursos no sólo prestan un valioso servicio solidario. A diferencia de las tradicionales simulaciones en laboratorio, las sillas de ruedas tienen que funcionar de verdad, por lo que su producción involucra más conocimientos y destrezas que los que exigiría aprobar un trabajo práctico con la nota mínima. Trabajar para personas reales, por otra parte, genera un tipo de motivación que no surge cuando se estudia “para aprobar”, y que es parte fundamental de la potencia inclusiva del APS (CLAYSS, 2012:21ss).

El APS permite establecer un “círculo virtuoso” entre aprendizaje y solidaridad: los aprendizajes sistemáticos enriquecen la calidad de la actividad social, y el servicio solidario impacta en la formación integral y estimula una ulterior producción de conocimientos (Tapia, 2009:46).

A nivel mundial, en las últimas décadas se han multiplicado las investigaciones que muestran que las experiencias de APS no sólo permiten aplicar lo ya aprendido en contextos reales, sino además favorecen el aprendizaje de nuevos conocimientos y desarrollar competencias para la vida, el trabajo y la participación ciudadana (Furco, 2005; Billig, 2004; 2006; PNES, 2007; Ierullo, 2012).

Investigaciones desarrolladas en Estados Unidos y en América Latina sugieren también que el APS protagonizado por estudiantes con mayor vulnerabilidad socio-educativa no sólo permite realizar una contribución concreta y evaluable a la vida de sus comunidades, sino también impacta positivamente en la calidad e inclusividad de la oferta educativa formal y no formal. (Eroles, 2007; PNES, 2007).

Hay consenso entre los especialistas en cuanto a que no cualquier actividad solidaria genera estos efectos. La duración e intensidad de la experiencia incide significativamente en sus impactos educativos. La adecuada planificación y la clara definición de los “rasgos programáticos” del APS son también decisivos a la hora de generar resultados mensurables. La experiencia indica que cuanto más desafiante y significativo sea el servicio solidario, más significativos y pertinentes podrán ser los aprendizajes.

Investigaciones y estudios de casos en los cinco continentes están mostrando, en definitiva, que las buenas prácticas de APS generan “un aprendizaje que cambia las perspectivas” (Eyler y Giles, 1999). Permiten “aprender a aprender”  en base a la resolución de problemas reales, desarrollando aprendizajes realmente contextualizados,  relevantes y significativos. Permiten “aprender a hacer”, porque facilitan el desarrollo de competencias para la inserción en el mundo del trabajo y también para la participación ciudadana. Contribuyen a “aprender a ser”, porque facilitan la reflexión y el desarrollo del sentido de responsabilidad personal, de una actitud más positiva hacia los pares, mayor sentido de los derechos humanos y de la responsabilidad ciudadana, y el fortalecimiento del sentido moral. Y finalmente, facilitan el “aprender a vivir juntos” porque facilitan el encuentro entre diversos, el trabajo colaborativo y el establecimiento de vínculos prosociales, incluso con personas que nuestros estudiantes quizás nunca llegarían a conocer de otra manera.

La multiplicación, en los últimos años, de políticas educativas que promueven el APS (Ochoa, 2010) muestra que, en un proceso “de abajo hacia arriba”, la experiencia de miles de docentes y estudiantes solidarios comienza a mostrarse como un camino eficaz hacia la calidad educativa con inclusión.

 

 

 

Referencias bibliográficas.

Nota: Todos los sitios web fueron consultados el 28 de abril de 2014.

Cuadernos de Educación-Referencias bibliográficas.

Nota: Todos los sitios web fueron consultados el 28 de abril de 2014.

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Zerbikas. Qué es AySS. http://www.zerbikas.es/es/definicion.html

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Situación educativa argentina en el filo de una crisis impredecible

Ctera
La negociación paritaria docente, en la que se definen los salarios de los maestros en todo el país, entró en una situación de gran confusión que la hace peligrar y pone a todos los gremios docentes de Argentina en el umbral de un paro con consecuencias impredecibles.
Un diálogo que comenzó en diciembre de 2015 y había llegado a las puertas de una solución muy importante que garantizaba el comienzo de las clases a partir de garantizar un piso salarial razonable, fue ahora complicado con una intervención del mismo presidente Macri, que exige que los aumentos de salarios no superen el 25% de lo cobrado el año anterior.
La inflación en los primeros meses del año se ha descontrolado en Argentina y los principales sindicatos exigen que los salarios no pierdan el poder adquisitivo logrado durante el gobierno kirchnerista. Esta situación está provocando miles de despidos en la administración pública y ya comienzan a observarse los primeros despidos y suspensiones en la actividad privada, lo que complica aún más el horizonte de las negociaciones.
Mientras tanto, los principales dirigentes de los sindicatos de maestros se sienten desconcertados por esta situación insólita en la cual, quienes rechazan la oferta salarial del ministro de educación son los miembros del mismo gobierno que él integra.
El viernes pasado todos los gremios docentes, en conferencia de prensa, han hecho responsable al gobierno nacional de lo que suceda a partir de ahora.
Pero este lunes será un día clave para el proceso. El Ministro de Educación, Esteban Bullrich, ha dicho que los maestros lo «entendieron mal», pero sus declaraciones están grabadas y todo el país ha podido escucharlas.
Se está jugando más que el aumento del salario docente: está en juego la política salarial del gobierno de «Cambiemos» que estrena así su acción concreta derivada de su ideología neoliberal, desnudando qué hay detrás de los «globos amarillos» y del anuncio de que se estrena la «revolución de la alegría».
Alberto Croce
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