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La Universidad Nacional de Colombia quiere volver a alzar la voz

América del Sur/Colombia/24 de enero de 2017/Fuente y autor: internacional.elpais.com/Ana Marcos

El laboratorio político de la izquierda busca recobrar la importancia de antaño tras el acuerdo de paz con las FARC

Marcharon en contra de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla en los años cincuenta. Se envolvieron en la bandera de la Revolución Cubana en los sesenta con el acompañamiento de líderes guerrilleros como el cura y profesor, posterior representante de la guerrilla del ELN, Camilo Torres. Empujaron en el proceso constituyente que cambió la carta magna en 1991. A principios de los 2000, pactaron un nuevo modelo de lucha. Y cuando los colombianos creían que sus estudiantes universitarios se habían callado, recuperaron la voz al día siguiente de que el país le dijera no a los acuerdos de paz firmados con las FARC en el plebiscito del 2 de octubre.

La Universidad Nacional de Colombia, la institución pública de mayor calidad educativa, puja por volver a ser la conciencia crítica del país en un momento trascendental de su historia moderna: el final de medio siglo de guerra con las FARC. “Hemos dejado de ser vistos como esos jóvenes rebeldes, ahora muchos sectores consideran que tenemos una opinión sensata para transformar la sociedad”, opina Alejandra Rojas, estudiante de la maestría en Salud Pública y Secretaria General de la Federación de Estudiantes Universitarios en la Nacional. Lo dice en la plaza del Che, el lugar que todo colombiano identifica con este centro. Ahora comparte nombre con el humorista asesinado Jaime Garzón. Ambos iconos, de distintas luchas, miran de frente a las serigrafías del cura, profesor y guerrillero Camilo Torres. Y otros tantos grafitis que van y vienen en las paredes blancas de la biblioteca y el resto de edificios que conforman este espacio.

Andrés Salazar y Alejandra Rojas, alumnos y representantes estudiantiles de la Universidad Nacional.
Andrés Salazar y Alejandra Rojas, alumnos y representantes estudiantiles de la Universidad Nacional. JUAN CARLOS ZAPATA

Los símbolos que lideraron al movimiento estudiantil desde los sesenta en adelante siguen vigilantes. Es el único papel que juegan en este momento entre un colectivo que para el rector de la Nacional, Ignacio Mantilla, “es muy débil, sin liderazgo real, con poca credibilidad y con agendas políticas externas”. Han pasado seis años desde que en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil se propusiera una carta de navegación para el movimiento universitario: una nueva identidad con nuevas maneras de expresión. En aquel momento, miles de alumnos salieron a las calles en contra de una reforma educativa, en lo que para parte de la sociedad se consideró el último gran movimiento estudiantil en Colombia. “Ya no se trataba de hacer la revolución para cambiar la universidad como sucedió en los sesenta”, explica Jairo Rivera, de 27 años, exalumno de la Nacional y miembro de Voces de Paz, el partido que vigilará en el Parlamento que lo pactado con las FARC se cumpla hasta que la insurgencia forme su propia agrupación política. “Sino de transformar a través de la movilización y de la invitación a la ciudadanía a un debate sobre la educación superior”.

Desde entonces, la Nacional ha vivido en una suerte de época de barbecho en el que parecía que el silencio reinaba entre el alumnado. Muchos de los 32.000 estudiantes que tiene este centro educativo han abandonado el activismo. No hay cifras de cuántos conforman estos colectivos, entre otras razones, porque no cuentan con un carné para identificarlos. “Es una minoría, pero sí hay una dinámica activa muy diversa”, plantea Rojas.

El último de resquicio de esperanza al que se aferran ahora los estudiantes es el cambio de percepción que sienten los ciudadanos después de que lideraran las marchas que exigieron a todas las autoridades, con independencia del color político, que volvieran a la mesa a negociar los acuerdo de paz con las FARC. No querían más guerra. “Salimos con consignas creativas y renovadoras que rompieron con ese pasado que ha tintado de homogeneidad a la universidad, se vio mucha diversidad”, explica Rivera. Además de las manifestaciones y los mítines que históricamente han reclamado una solución política al conflicto en Colombia, en esta universidad funcionaba el Centro de Estudios sobre Seguridad y Defensa que “asesoraba al Estado, en concreto, al Ministerio de Defensa con información sobre las guerrillas”, apunta Andrés Salazar, estudiante de Ciencia Política y actual representante estudiantil ante el Consejo Superior de la Universidad Nacional. Este organismo se ha transformado en el Centro de Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de Paz. Una vez que comience la implementación, se encargará, entre otras funciones, de realizar el censo de los excombatientes de las FARC.

De la Nacional también han salido cinco de los seis miembros del partido Voces de Paz. Para estos tres representantes estudiantiles es la mejor expresión del trabajo histórico que su universidad ha hecho por la paz. Para una parte de la sociedad colombiana, son el brazo político de las FARC, guerrilleros. Por eso Jairo Rivera tiene que llevar seguridad y recibe cada día amenazas por redes sociales. Aun así, estos jóvenes confían que con el final de la guerra, su país, en el que “las ideas distintas se persiguen, se atacan y se asesinan”, dice Rojas, deje de condenarlos. “Ahora que la universidad pasa por una de sus peores crisis, que estas personas formen parte de esta plataforma y estén en la transformación del país, amerita que vuelva a recuperar su reconocimiento”, dice Salazar.

Con 22 años, Salazar tiene la tarea de liderar un cambio generacional. “Cuando los canales de participación no existen o no se incentivan desde la institución es difícil motivar a la gente: ‘Si a nosotros no nos toman en cuenta para nada, ¿para qué participar?’, dicen muchos alumnos”, explica. Aunque al mismo tiempo reconoce su responsabilidad frente a la inactividad o la baja movilización. “Se debe a disputas entre las organizaciones por tener ciertos controles, la hegemonía de algunas universidades, los debates políticos que se alejan de las necesidades reales de la comunidad estudiantil”, acompaña Rojas.

El rector Mantilla cuenta que con cada inicio escolar aparecen en la universidad banderas de partidos tradicionales . “Hay muchos políticos, a los que llamo pedófilos, que quieren captar la atención de los jóvenes”, dice, “y los muchachos abandonan los intereses de los estudiantes y se preocupan más por los temas del Congreso. No hay líderes con un discurso propio y autónomo”. Aunque la presencia de formaciones de izquierda como el Polo Democrático es evidente en la Nacional, el nivel de politización que vivió en los sesenta y en los setenta, o el auge del movimiento bolivariano en la institución, es menor.

De aquellos años pervive la identificación con la insurgencia. La excusa perfecta para que en los noventa y en los 2000 comenzara la descapitalización de la institución. “Desfinanciar la universidad es una forma de contribuir a esa imagen”, opina Salazar. La Nacional cuenta con un presupuesto de un billón de pesos (algo más de 340.000 dólares). “De manera directa se transfiere el 50% que es insuficiente para cubrirlo los gastos del funcionamiento, como por ejemplo las nónimas”, explica el rector. “Como dijo el presidente Santos: ‘Los cariños del Gobierno se manifiestan en los presupuestos”.

Parece que la Nacional no ha sentido ese amor presidencial por el momento. Y se ve en el campus de Bogotá. Es el recuerdo de una época en la que esta instutición recibía reconocimientos arquitectónicos por sus edificios. Los espacios verdes y esa sensación de aislamiento en mitad de una megaurbe ahogada en contaminación y ruido, no consiguen evadir la duda de en cuánto tiempo algunas de estas facultades se vendrán abajo.

La falta de financiación también ha contribuido a que la institución haya perdido hasta cierto punto su condición de centro simbólico. “Las discusiones de temas importantes de la vida nacional se ven más en la Universidad de los Andes, la del Externado o la Javeriana”, opina Alejandra Rojas en referencia las tres instituciones privadas donde se forma la élite política colombiana. “Somos el secreto mejor guardado de este país. Se pone el huevo, pero no se cacarea”, reconoce Mantilla, consciente de que no están haciendo la promoción necesaria de la institución.

Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/01/21/colombia/1484954236_456392.html

Imagen: ep01.epimg.net/internacional/imagenes/2017/01/21/colombia/1484954236_456392_1484955206_noticia_normal_recorte1.jpg

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Colombia ha fracasado en educación ciudadana

Colombia/23 enero 2017/Fuente: Semana

Cada vez que se quiere solucionar un problema se hace una cátedra, pero lo que ha demostrado la historia que se necesita un cambio estructural.

En cada una de las Constituciones Políticas, en las reformas educativas, en especial, cuando ocurre una guerra se habla de formar los valores. Durante el siglo XIX, cuando la iglesia Católica detentaba casi que mayoritariamente el poder de la educación, hablaban de formación del espíritu y del cuerpo. Pero el siglo XX recibió al país con la Guerra de los Mil Días. Después de cada enfrentamiento, el país se planteaba cómo resolver el problema, cómo educar para no matarnos, pero no había respuestas.

A partir de la violencia desencadenada después del 9 de abril de 1948, empezaron a hablar de la cátedra de ciudadanas; y cuando se enseñaba en las aulas, los partidos políticos se repartían la burocracia en el Frente Nacional, excluían a otros sectores que no fueran Liberales o Conservadores, mientras se formaban guerrillas y surgía el narcotráfico. La clases de ciudadanas fueron una medida que no disminuyó la violencia de los ochenta, ni sirvió para que el país dejara de ser unas de las naciones con mayores índices de homicidios y desplazamiento del mundo. La escuela no enseñó al país a tolerar ni hacer trampa.

La Constitución del 91 hizo del país un Estado Social de Derecho. Habría mayor apertura ciudadana en el país y eso debería reflejarse en las instituciones educativas: los colegios debían incentivar las prácticas democráticas en el gobierno escolar, en la elección de personeros y habría una clase de democracia, vinculada al área de Ciencias Sociales. Pero los años noventa fueron los años del paramilitarismo, de las famosas masacres; también fue la década de los secuestros de las guerrillas, de las tomas de pueblos, de los cilindros bomba y de las minas antipersonales.

Ahora viene otro proceso que le está apostando a acabar el conflicto con las Farc. La solución son las Cátedras para la Paz, como si el país no hubiese aprendido que con una clase no se enseña el respeto. A pesar de que la inversión ha aumentado sostenidamente en los últimos años, el enfoque general ha sido mejorar en las pruebas Pisa y Saber. Las políticas se han concentrado en aprender a llenar bolas en un examen de selección múltiple para mejorar en los estándares internacionales o nacionales y no en formar ciudadanos éticos.

  El problema es que contestar una prueba estandarizada no significa ser un país mejor formado, según la doctora en Educación Tessa Jolls. Subir un puesto en un ranking, estar entre los mejores de la región en educación (una de las más rezagadas del mundo), o ser el mejor colegio en Saber no nos sirve si nos nos respetamos. La profesora de la Universidad Pedagógica Elsa Amanda Rodríguez solía decir que a Colombia no le sirve un población más educada que miente y que mata. Si la cátedra de religión, ciudadanas, democracia, no funcionó para formar a una sociedad diferente, la cátedra de paz no necesariamente será la alternativa.

Desde luego, la educación no es la única culpable ni tampoco la responsable de las competencias ciudadanas de las generaciones futuras. Pero es un escenario privilegiado para cambiar las prácticas sociales de violencia y de trampa que han marcado al país. Eso no se resuelve con una clase, ni con una cifra de infraestructura, ni con repartir una becas o construir un índice de calidad.  Hay estrategias transversales y se ha producido una gran bibliografía sobre el tema: hay investigaciones sobre las competencias socioemocionales, la psicología positiva, que hay que incluir dentro del debate educativo.

Según Andrea Ortega, graduada en psicología positiva aplicada de la Universidad de Pensilvania, con maestría en psicología positiva social y organizacional de la London School of Economics, “lo que ha faltado es liderazgo en política pública. La persona a cargo no se debe enfocar Pisa o Saber, sino en qué capacidades socioemocionales se van a enseñar para que los niños del futuro estén preparados para la paz. Esa debería ser la máxima prioridad del gobierno: los niños del posconflicto no pueden ser los mismos que se han formado a lo largo de la historia del país, tienen que tener una sensibilidad diferente. Los futuros líderes no pueden ser corruptos, es necesario formar un carácter diferente y una ética diferente”.

Fuente:http://www.semana.com/educacion/articulo/formacion-ciudadana/512592

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Educación y desarrollo

Por: Rosalía Nalleli Pérez-Estrada

Cuando se piensa en la educación para el desarrollo no puede uno evitar pensar en la propuesta inicial que se hacía en los años 50´s cuando se invitaba a considerar a la educación en sus diferentes vertientes:  formal, no formal e informal  y  pensar en cómo ha ido evolucionando y que entre sus objetivos se encuentra el que se logre a ciudadanos que estén informados, que creen conciencia y que participen en sus comunidades contribuyendo con sus fortalezas para que el proceso educativo siga evolucionando constantemente.

La propuesta intentó adaptarse en los diversos contextos y niveles educativos  pero ha faltado profundizar en algunos de sus factores importantes, como buscar explicar la realidad mediante la investigación  aplicada y que esta sea un fenómeno total, de mayoría;  que tenga el mismo impacto de repetitividad como lo tienen el rumor y el caos que se generan en las redes sociales, por gente sin escrúpulos que busca un beneficio directo.

Otra manera de saber que hace falta profundizar en los objetivos para actualizarlos y cumplirlos, es cuando descubrimos que todavía el pensamiento crítico permanece, en algunos contextos,  en su etapa arcaica de pensamiento criticón, y que falta dar un paso gigante para poder analizar, reflexionar y actuar ante cualquier situación que genera incertidumbre. Todavía existen millones de personas que repiten rumores sin cerciorarse de su veracidad porque es más fácil repetir que dedicar tiempo a la indagación mediante la lectura.  Por otro lado, a pesar de que esta educación busca también que exista la igualdad y que se eviten las diferencias sociales,  y que el proceso educativo busque reforzar los conocimientos, las actitudes y los valores que llevan al ciudadano a  convivir y a insertarse de mejor manera en el ámbito laboral,  reforzando las competencias cognitivas, procedimentales y actitudinales para lograr la movilidad social, aún predomina el discurso abierto, poco concreto o asertivo, que lleva a la discusión e incluso a veces hasta a la guerra. Prueba de esto es la publicación reciente de la UNESCO,  del 2015 en el que muestra que aún hace falta que se atiendan aspectos como una mayor inversión educativa que en armas, pues reporta que el gasto militar mundial es el mismo desde el año 2000, y son 1742,000 millones de dólares que se invierten en EEUU y que muchos países dedican gran parte de su PIB a gastos militares que a su educación.

Otro aspecto que no se ha logrado completar en esta educación para el desarrollo es la atención a grupos vulnerables, sugiriendo que se atiendan aspectos de género, pero retomando nuevamente el escrito de la UNESCO, este presenta que la mayoría de las personas viviendo en pobreza extrema son mujeres. Menciona también, que ocupan menos del 20% de los escaños parlamentarios del mundo entero y que tienen menores oportunidades de empleo, con empleos precarios y no cuentan con ninguna protección frente a conmociones de tipo económico. Todo esto se suma a la discriminación contra la mujer en materia de salarios y de desarrollo profesional, Con estos resultados, se pierde el saber ser que proponen seguir considerando,  para que se atiendan en todo el planeta los valores y actitudes relacionados con la solidaridad, la justicia social, la búsqueda de vías de acción para alcanzar el desarrollo humano  y lograr así la posibilidad de una ciudadanía global, donde exista Justicia, equidad y  ordenamiento en  los derechos humanos, pero seguimos inmersos en una brutalidad que asusta, al leer encabezados de periódicos sensacionalistas que prefieren vender que informar.

Si esto continua así, se seguirán repitiendo  patrones del que manda y obedece sin que haya propuesta, pues jamás se logrará profundizar en una educación que verdaderamente desarrolle en todos los aspectos propuestos, y será mucho más difícil lograr resultados positivos, que atiendan problemáticas que se han repetido tras varias generaciones;  por lo que se hace necesario revisar y trabajar en el curriculum desde educación básica y en todos los niveles,  que haga que se respeten sus propuestas iniciales y se les de atención, pero además que se incluyan aspectos urgentes del siglo XXI, como son desarrollar el liderazgo, la toma de decisiones, la inteligencia emocional, la inteligencia financiera, el emprendimiento o el aprendizaje de una lengua extranjera.  Mientras tanto, los que amamos la docencia, debemos de dar nuestro mayor esfuerzo, rebelándonos y trabajando mejor y el doble, mediante la motivación y la actualización constante, en un diálogo que mueva conciencias y que genere actitudes; para lograr mejores resultados en los que si confían en nosotros: los alumnos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/educacion-y-desarrollo/

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Colombia garantiza transporte a venezolanos que estudian en Cúcuta

Colombia/Enero de 2017/Autora: Eleonora Delgado/Fuente: El Nacional

Este lunes 23 de enero comienzan las clases en territorio colombiano para el lapso académico 2017 por lo que autoridades gubernamentales del departamento Norte de Santander, anunciaron que facilitarán transporte a los alumnos venezolanos que cursen estudios en la localidad de Cúcuta.

La medida es notificada al inicio de otro año escolar tras el cierre de los puentes internacionales Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y Unión, a propósito del bloqueo ordenado el 19 de agosto de 2015 por el presidente Nicolás Maduro. El 15 de septiembre fue habilitado un corredor humanitario estudiantil entre Colombia y Venezuela para que los estudiantes pudieran cruzar la frontera y acudir a los salones de clases.

“De manera urgente atender el transporte escolar de los niños que viven en Venezuela y que inician clases el próximo lunes en colegios ubicados en el área metropolitana de Cúcuta”, dijo William Villamizar, gobernador del Norte de Santander, al término de una reunión con funcionarios del ministerio de Educación, de la secretaría departamental y municipal de Educación y la cancillería de Colombia.

Aunque el paso en la frontera entre Colombia y Venezuela sigue bloqueado, se mantiene el tránsito de personas. Villamizar explicó que a los estudiantes procedentes de nuestro país se les asignarán un documento.

“Para que los niños que vienen desde Venezuela a estudiar no tengan inconvenientes, se les va a entregar una especie de tarjeta que les va a permitir tener algo así como una visa estudiantil y no haya inconvenientes en el paso por los puentes internacionales”, explicó Villamizar.

Agregó que con la asignación del documento podrán identificar a los niños que estudian en Cúcuta y garantizarles el transporte escolar. Al momento esto está en fase de elaboración.

Unos 2.000 niños que viven en los municipios fronterizos del Táchira, cursan estudios de educación primaria en la localidad de Cúcuta. Se espera por los anuncios de los gobiernos nacional, regional y municipal venezolanos respecto de la coordinación de acciones para hacer el traslado de los estudiantes hasta la mitad de los puentes.

Fuente: http://www.el-nacional.com/noticias/sociedad/colombia-garantiza-transporte-venezolanos-que-estudian-cucuta_76926

 

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Colombia: ‘No fui a Washington por estar en este colegio de Cajicá» Santos

América del Sur/Colombia/22 Enero 2017/Fuente: El tiempo/Autor:Vida-Educación

Mientras en Washington se posesionaba Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos, en Cajicá, a media hora de Bogotá, cientos de niños esperaban en el coliseo de la Institución Educativa Departamental Pompilio Martínez al presidente Juan Manuel Santos.

Una vez llegó el presidente, niños con trajes típicos empezaron a bailar, otros con uniforme de karate a hacer su demostración, otros a tocar instrumentos y la gran mayoría a inclinarse para poder ver de entre las cabezas de sus compañeros a Santos. Estos niños son unos de los 10’203.233 que iniciarán clases la próxima semana y también una de las razón por la que el presidente estuvo en Cajicá y no en Washington.

Tenemos que hacer lo necesario para los estudiantes este año entren al colegio y no desistan, crean en los principios y valores, aprendan a respetar y tolerar; y para que reciban los mejores conocimientos porque son ellos, nuestros niños y jóvenes, los que van a consolidar y disfrutar la paz”, puntualizó el Jefe de Estado.

Este anuncio lo dio en compañía de la ministra de Educación, Yaneth Giha, cuando entregaron de manera simbólica a los estudiantes del colegio, en representación de todos los niños y jóvenes en edad escolar, una serie de textos de lenguaje y matemáticas.

De igual forma, entre algunos de los logros del 2016 que Santos destacó está que desde su gobierno se prioriza la destinación de recursos para la construcción de nuevas aulas para que todos los niños y jóvenes puedan estudiar en Jornada única.

“Vamos a construir 30.000 nuevas aulas hasta el año 2018; al ritmo que el país venía hace seis años nos habría tomado 80 años construirlas y lo estamos haciendo en tres. Ya tenemos contratadas 23.000 y estamos en proceso de contratar las 7.000 que nos hacen falta”, aseguró.

El presidente Santos también resaltó el impacto del programa Ser Pilo Paga. Mientras lo hacía, un grupo de 11 estudiantes se paró de entre el público, y el mandatario dijo, “felicito a la rectora porque este es uno de los colegios del país donde hay más pilos del programa ‘Ser Pilo Paga’”, mientras señalaba a los jóvenes, y agregó, “este programa ha sido realmente exitoso, está siendo señalado a nivel mundial”.

Así mismo, como uno de los avances, explicó que decretó la gratuidad educativa del grado cero al 11 en los colegios oficiales para que los padres “no tengan ninguna excusa y matriculen a sus niños en el colegio”.

“Si hay equidad y hay educación, habrá paz. Esa paz que hemos conseguido con tanto trabajo, con tanto esfuerzo, se vuelve duradera y permanente si podemos atacar los orígenes de la violencia, las causas de la inseguridad. Y el mejor antídoto contra esa inseguridad, la mejor forma de atacar esas causas, es la educación”, sostuvo.

Por último, Santos concluyó el evento diciendo, “qué suene el timbre de la educación”, y los niños en el coliseo respondieron gritando, “qué nota volver al colegio”, mientras del techo cayeron bombas de colores.

En su intervención, Santos destacó que durante sus seis años de Gobierno se han entregado 37 millones de textos escolares y que la meta para este año es distribuir cerca de 11 millones más adicionales en todo el territorio nacional.

Fuente de la noticia: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/presidente-juan-manuel-santos-dio-la-bienvenida-a-estudiantes/16797362

Fuente de la imagen: http://images.et.eltiempo.digital/contenido/estilo-de-vida/educacion/IMAGEN/IMAGEN-16797369-2.jpg

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Colombia ha fracasado en educación ciudadana

América del Sur/Colombia/21 de enero de 2017/Fuente: semana

Cada vez que se quiere solucionar un problema se hace una cátedra, pero lo que ha demostrado la historia que se necesita un cambio estructural.

En cada una de las Constituciones Políticas, en las reformas educativas, en especial, cuando ocurre una guerra se habla de formar los valores. Durante el siglo XIX, cuando la iglesia Católica detentaba casi que mayoritariamente el poder de la educación, hablaban de formación del espíritu y del cuerpo. Pero el siglo XX recibió al país con la Guerra de los Mil Días. Después de cada enfrentamiento, el país se planteaba cómo resolver el problema, cómo educar para no matarnos, pero no había respuestas.

A partir de la violencia desencadenada después del 9 de abril de 1948, empezaron a hablar de la cátedra de ciudadanas; y cuando se enseñaba en las aulas, los partidos políticos se repartían la burocracia en el Frente Nacional, excluían a otros sectores que no fueran Liberales o Conservadores, mientras se formaban guerrillas y surgía el narcotráfico. La clases de ciudadanas fueron una medida que no disminuyó la violencia de los ochenta, ni sirvió para que el país dejara de ser unas de las naciones con mayores índices de homicidios y desplazamiento del mundo. La escuela no enseñó al país a tolerar ni hacer trampa.

La Constitución del 91 hizo del país un Estado Social de Derecho. Habría mayor apertura ciudadana en el país y eso debería reflejarse en las instituciones educativas: los colegios debían incentivar las prácticas democráticas en el gobierno escolar, en la elección de personeros y habría una clase de democracia, vinculada al área de Ciencias Sociales. Pero los años noventa fueron los años del paramilitarismo, de las famosas masacres; también fue la década de los secuestros de las guerrillas, de las tomas de pueblos, de los cilindros bomba y de las minas antipersonales.

Ahora viene otro proceso que le está apostando a acabar el conflicto con las Farc. La solución son las Cátedras para la Paz, como si el país no hubiese aprendido que con una clase no se enseña el respeto. A pesar de que la inversión ha aumentado sostenidamente en los últimos años, el enfoque general ha sido mejorar en las pruebas Pisa y Saber. Las políticas se han concentrado en aprender a llenar bolas en un examen de selección múltiple para mejorar en los estándares internacionales o nacionales y no en formar ciudadanos éticos.

El problema es que contestar una prueba estandarizada no significa ser un país mejor formado, según la doctora en Educación Tessa Jolls. Subir un puesto en un ranking, estar entre los mejores de la región en educación (una de las más rezagadas del mundo), o ser el mejor colegio en Saber no nos sirve si nos nos respetamos. La profesora de la Universidad Pedagógica Elsa Amanda Rodríguez solía decir que a Colombia no le sirve un población más educada que miente y que mata. Si la cátedra de religión, ciudadanas, democracia, no funcionó para formar a una sociedad diferente, la cátedra de paz no necesariamente será la alternativa.

Desde luego, la educación no es la única culpable ni tampoco la responsable de las competencias ciudadanas de las generaciones futuras. Pero es un escenario privilegiado para cambiar las prácticas sociales de violencia y de trampa que han marcado al país. Eso no se resuelve con una clase, ni con una cifra de infraestructura, ni con repartir una becas o construir un índice de calidad.  Hay estrategias transversales y se ha producido una gran bibliografía sobre el tema: hay investigaciones sobre las competencias socioemocionales, la psicología positiva, que hay que incluir dentro del debate educativo.

Según Andrea Ortega, graduada en psicología positiva aplicada de la Universidad de Pensilvania, con maestría en psicología positiva social y organizacional de la London School of Economics, “lo que ha faltado es liderazgo en política pública. La persona a cargo no se debe enfocar Pisa o Saber, sino en qué capacidades socioemocionales se van a enseñar para que los niños del futuro estén preparados para la paz. Esa debería ser la máxima prioridad del gobierno: los niños del posconflicto no pueden ser los mismos que se han formado a lo largo de la historia del país, tienen que tener una sensibilidad diferente. Los futuros líderes no pueden ser corruptos, es necesario formar un carácter diferente y una ética diferente”.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/formacion-ciudadana/512592

Imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2016/5/18/474093_1.jpg

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Colombia: ¿A qué deberían ir los niños a la escuela?

Por: Julián De Zubiría

En Colombia hemos aplazado el debate en torno a los fines de la educación. Sin abordarlo, no será posible mejorar la calidad de la educación, y mucho menos que logremos convertirnos en el país más educado de América Latina

En Colombia hemos carecido de política pública en educación. Andamos como inmigrantes: a la deriva. Cada nuevo ministro llega con una nueva agenda. Tenemos políticas de gobierno, pero no de Estado. Y por ello, como país no hemos abordado las reflexiones esenciales sobre los fines de la escuela, los modelos pedagógicos, los fundamentos y la pertinencia del currículo, la formación de docentes o la naturaleza de la educación inicial, entre otros. El más serio intento por abordar estas temáticas fue en 1994, cuando la gigantesca movilización de docentes culminó con una Ley General de Educación. Sin embargo, el peso desproporcionado que alcanzaron los aspectos administrativos durante los gobiernos de Pastrana y Uribe hizo abortar este esfuerzo inicial. Doce años continuos de abandono de lo pedagógico produjeron una gran contrarreforma educativa que a la postre terminó por anular las grandes discusiones pedagógicas que se habían gestado durante el gobierno de Ernesto Samper. También a ello contribuyó el abandono de FECODE del movimiento pedagógico que había impulsado en los años 80 del siglo pasado y su casi exclusiva dedicación a la reivindicación gremial del magisterio. Es por ello que en las dos últimas décadas el país no ha vuelto a pensar en serio en torno a un proyecto educativo de largo aliento. De esta manera, la reflexión pedagógica se ha concentrado excesivamente en aspectos coyunturales. En estas líneas me referiré a uno de los debates pedagógicos pendientes: El currículo.

La visión fragmentada, informativa y desarticulada que ha dominado la educación en Colombia ha conducido a una idea totalmente equivocada a nivel curricular y es que, ante cualquier nuevo problema, debe aparecer una nueva asignatura. La idea mágica que subyace es que la cátedra creada lo resolverá. Así aparecieron múltiples asignaturas en la última época: La de tránsito, finanzas, cooperativismo, educación sexual, paz o emprendimiento, para citar algunas de ellas.  Sólo en las dos últimas legislaturas del Congreso se promovieron iniciativas para crear 16 nuevas cátedras.  La gran mayoría de ellas fueron pensadas y diseñadas por congresistas que carecen de los mínimos elementos para realizar una reflexión pedagógica que amerite ser comentada en estas líneas. Una y otra vez se ha impuesto esta visión en el currículo nacional. Y por ello, hoy los jóvenes tienen que enfrentar hasta quince asignaturas en cada uno de los grados.  Y también por ello, matemáticas no tiene nada que ver con sociales, ni educación física está relacionado con artes; como tampoco lo está lenguaje con ciencias naturales. Son congregaciones de islas o pequeños árboles de navidad recargados de adornos, según el símil del senador Juan Manuel Galán en el reciente debate que promovieron quienes quieren retornar a una Constitución más clerical, excluyente y discriminante.

La idea que sustentaré en estas líneas es en extremo sencilla. En lugar de quince asignaturas desligadas, toda la educación básica debe estar concentrada en desarrollar tres esenciales competencias transversales: pensar, comunicarse y convivir. En últimas, los estudiantes deberían ir al colegio a aprehender a pensar, comunicarse y convivir. Todo lo demás es superficial al lado de esas tres esenciales competencias en la vida. Por ello, todas las asignaturas de todos los grados y todas las áreas deben desarrollarlas. Así se garantizaría que desapareciera uno de los factores que más explica la baja calidad: el trabajo desarticulado de los docentes en las instituciones educativas.

De esta manera, el desarrollo de la competencia para interpretar puede considerarse la meta cognitiva más importante del proceso educativo durante la educación básica.  No se requiere tener en la cabeza la información exacta sobre los accidentes geográficos, los presidentes, los algoritmos, la gramática o los símbolos químicos, como equivocadamente había supuesto la escuela tradicional. Ahora bastará con una tecla de un computador o un celular para acceder a cualquier información necesaria. Lo que sí necesitamos es que los jóvenes sepan dónde y cómo encontrar la información y que tengan los conceptos previos para interpretarla. Que puedan trabajar hipotética y deductivamente con ella; es decir, requerimos competencias para argumentar, deducir, inferir e interpretar. Así como los deportistas necesitan ejercitar sus músculos, niños y jóvenes tienen que ejercitar una y otra vez sus procesos para pensar. La escuela tendríamos que convertirla en un verdadero gimnasio para pensar.

Pero, por importante que sea, la finalidad cognitiva no basta. Necesitamos que los niños y jóvenes desarrollen competencias que les faciliten la comunicación con los demás. La escuela tiene que ser un lugar para aprender a hablar, escribir, escuchar y leer. Estas son competencias sin las cuales no se puede convivir de manera adecuada en el siglo XXI.

Hoy estas competencias tendrán que desarrollarse con diferentes lenguajes y discursos, ya que los niños no sólo se enfrentan a textos escritos. Niños y jóvenes están diariamente expuestos a comunicaciones visuales en afiches, propagandas y en el cine. Varias veces al día interactúan de diversas formas en la red. En este contexto, no tiene sentido que la escuela siga mediando exclusivamente el lenguaje escrito.

Finalmente, pero no por ello menos importante, habría que desarrollar las competencias para convivir con los otros; en muchísimo mayor medida en un país que por primera vez en décadas tiene la histórica oportunidad de decidir si continúa la guerra o si comienza a respetar y valorar las diferencias y a convivir en paz. Si le seguimos apostando a la exclusión, la ira y la amargura, o si nos decidimos por la alegría y la esperanza. Estas competencias están asociadas a lo que Gardner llamó la inteligencia intra e interpersonal. Es decir, son las competencias que nos ayudan a conocernos, comprendernos y a convivir con los otros de manera civilizada. Por ello, algunos pedagogos las llaman competencias ciudadanas.

La escuela tiene que enseñarnos a convivir con quienes son diferentes a nosotros porque tienen diversas razas, idiomas, religiones, culturas, estratos, géneros o inclinaciones sexuales. La escuela no puede concentrarse únicamente en la dimensión cognitiva y no debe trabajar exclusivamente algunas zonas del cerebro. Necesitamos que se convierta en un espacio en el cual desarrollemos intereses y fortalezcamos la autonomía y la solidaridad. Necesitamos formar individuos que se comprendan a sí mismos, a los otros y al contexto. Necesitamos individuos más éticos, sensibles e integrales, y eso sólo lo resolveremos si entendemos que el trabajo en la dimensión ética, valorativa y ciudadana es una responsabilidad de todos los docentes.

Pero nada de lo anterior será posible si no resolvemos de manera colectiva, reflexiva y argumentada la pregunta central en educación: Hoy en día, ¿a qué deberían ir los niños y jóvenes a las escuelas? Y ello no es posible responderlo si no garantizamos un currículo más pertinente para formar los niños y jóvenes que requiere la sociedad del siglo XXI. En este debate, diversos países de América Latina nos llevan una ventaja casi inalcanzable. Precisamente, por ello, hay que iniciarlo cuanto antes.

http://www.semana.com/educacion/articulo/para-que-sirve-estudiar/489542

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