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Colombia: La Ley de Comida Chatarra: ¿qué falta para que finalmente sea aprobada?

América del sur/Colombia/Octubre 2020/semana.com

Aunque esta semana se aprobó en segundo debate la ley que busca que los alimentos que impactan de manera negativa la salud de las personas tengan un sello que indique sus componentes, el artículo que buscaba prohibir la publicidad de comida chatarra para los niños se cayó. Este es el panorama.

Con frecuencia se utiliza el término comida chatarra para referirse a alimentos no saludables. Pero la línea que determina qué es saludable y qué no, muchas veces es difusa. Por eso es importante saber exactamente cuáles alimentos se consideran chatarra y qué se puede hacer cuando ese tipo de comida predomina en nuestra dieta.

Pero, ¿qué es exactamente la comida chatarra? Es la que incluye todos aquellos alimentos que no aportan valor nutricional, pero que sí suman calorías, azúcar, sal y grasa saturada, además de conservantes como las sales de nitro y nitritos.

Sin embargo, esto no es un tema fácil de entender. Por esta razón, el proyecto de Ley 167, también conocida como la Ley de Comida Chatarra, de autoría de la bancada parlamentaria por la salud pública, busca que los productos que impactan de manera negativa la salud de las colombianas y colombianos porten un sello que indique los componentes que pueden causar enfermedades a largo plazo, para que los consumidores, y especialmente los padres, puedan tomar una decisión informada.

Esta iniciativa no es nueva. Desde hace varios años asociaciones de padres como RedPapaz han luchado por sacar adelante esta iniciativa en el Congreso, pero no han tenido éxito. En junio de 2019, tras años de lucha por poner en la agenda legislativa esta ley de etiquetado, el proyecto se hundió sin haber pasado el primer debate.

Hoy la industria de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas usan la tabla nutricional para mostrarle al consumidor la cantidad de grasas, azúcar, sodio y calorías que contienen sus productos. Sin embargo, para Red PaPaz este etiquetado no es suficiente, ya que el promedio de los colombianos no sabe qué porcentaje es dañino ni cómo funcionan estos nutrientes.

La columna vertebral del proyecto propone exigir a las industrias revelar el contenido real de los productos que consumen, en su mayoría los niños, mediante sellos frontales en los empaques. Es decir, que las industrias informen si el producto ultraprocesado es “alto en azúcares”, “alto en sodio” o “alto en grasas saturadas”.

Más de un año después del naufragio del primer proyecto, la iniciativa por el etiquetado frontal recibió la aprobación de la mayoría de los representantes, con lo que la Ley de Comida Chatarra pasa a tercer debate y queda a dos de volverse ley. Nunca antes el proyecto había llegado tan lejos.

“Siempre es bueno avanzar en la discusión y más cuando es en favor de la salud pública. Debemos ahora en el Senado lograr las mejoras que protejan la salud de las niñas, niños y adolescentes», fueron las palabras con las que el senador Juan Luis Castro, uno de los ponentes, destacó la aprobación del proyecto.

Sin embargo, tanto Castro como algunos congresista del Partido Verde, como Juanita Goebertus, señalaron que en este debate se modificaron y suprimieron algunos artículos de la versión original del proyecto, como lo es el artículo 9, el cual prohibía la publicidad de comida chatarra para niñas, niños y adolescentes.

En 2010, la Organización Mundial de la Salud emitió un conjunto de recomendaciones sobre la promoción de alimentos y bebidas dirigida a los niños, estableciendo que “la publicidad y otras formas de mercadotecnia de alimentos y bebidas dirigidas a los niños tienen un gran alcance y se centran principalmente en productos ricos en grasas, azúcar o sal. Muchos datos muestran que la publicidad televisiva influye en las preferencias alimenticias y las pautas de consumo de la población infantil. Además, para promocionar esos productos se recurre a una amplia gama de técnicas que consiguen llegar a los niños en las escuelas, las guarderías y los supermercados, a través de la televisión y de Internet, y en muchos otros entornos”.Por esta razón, en el Congreso avanza el paquete de ‘proyectos saludables’, una serie de medidas con las que la bancada parlamentaria por la salud busca generar políticas de promoción de hábitos saludables y prevención de enfermedades. Carolina Piñeros, directora de Red Papaz, explicó que dentro de estas medidas se encuentra la Ley de Escuelas Saludables, la cual busca prohibir la venta de estos productos en las instituciones educativas.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/la-ley-de-comida-chatarra-que-falta-para-que-finalmente-sea-aprobada/202004/

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Victoria popular en Bolivia: Una lección de valentía y dignidad

Javier Tolcachier|

Los sectores populares de Bolivia han dado una nueva lección al mundo. El triunfo apabullante del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) no deja dudas sobre la voluntad mayoritaria de su población.

Las difíciles circunstancias en las que se dio está elección realzan la valentía de quienes no se dejaron amedrentar. A la persecución y encarcelamiento por motivos políticos, a las graves vulneraciones de derechos humanos, frente a la intimidación y agresión, las y los bolivianos respondieron con dignidad y convicción, sin retroceder ni ceder en la presión para recuperar la democracia.

Es preciso recordar las sucesivas postergaciones de la elección, que finalmente se logró gracias al temple en la movilización activa de las comunidades y la firmeza de liderazgos y parlamentarios, que impidieron que el régimen de facto se perpetuara.

Pese al manejo desastroso de la pandemia por parte del gobierno, envuelto en pocos meses en graves hechos de corrupción, las y los bolivianos salieron a votar, en paz y conscientes de que les iba en ello su destino.

El abultado margen de más de 20 puntos porcentuales con el que el binomio de Luis Arce y David Choquehuanca aventajó al segundo, Carlos Mesa, representante del neoliberalismo y las ambiciones de recolonización extranjera, tiene un doble efecto.

Por una parte, disipa toda duda sobre el carácter de golpe de Estado dado en Noviembre en base a la acusación de un fraude inexistente. Golpe que lleva el sello conspirativo del Departamento de Estado estadounidense a través de su brazo de control “hemisférico”, la OEA y su secretario general.

Golpe cuyas responsabilidades atañen también a sectores de poder económico – en especial los ligados a la oligarquía cruceña – y a transnacionales con apetencias sobre los recursos naturales nacionalizados.  Golpe que tuvo como partícipes necesarios a los medios de comunicación privados, propiedad de estos mismos conglomerados o transnacionalizados, a las iglesias católica y pentecostales y también a muchas organizaciones no gubernamentales eurodependientes, desplazadas en su función asistencialista por las políticas públicas del gobierno revolucionario de Evo Morales. Golpe en el que la responsabilidad directa recayó sobre los altos mandos de las Fuerzas Armadas y la Policía, un asunto de relevancia estratégica que el nuevo gobierno de Arce deberá sin duda abordar.

La inobjetable victoria, por otro lado, obra el milagro de dificultar toda intentona de fraude electoral -esta vez sí altamente posible, estando el aparato institucional en manos de un régimen de facto- o la reedición violenta de golpe, cortando de cuajo en esta ocasión toda apariencia de legalidad o legitimidad.

Si bien la sombras oscuras de resistencia a entregar el poder político todavía podrían estar sobrevolando las mentes de algún que otro agente foráneo, funcionario o militar, los pronunciamientos públicos han sido prácticamente unánimes en convalidar la clara voluntad del pueblo, cerrando el camino a posible aventuras desesperadas de la derecha.

Las razones del triunfo

El desgobierno de facto hizo todo lo que tuvo a su alcance para sepultarse. La obligación contraída con las fuerzas que manejaron sus hilos hizo que en pocos meses se pretendiera desmontar aceleradamente la construcción del Proceso de Cambio. Sobre todo en el aspecto económico y geopolítico. Y ésta fue su perdición.

El manifiesto racismo que destiló la gestión de Añez tocó el nervio histórico de la comunidad de naciones que luego de siglos lograron respeto, un importante grado de autodeterminación y valoración cultural y social. Ante ello, se levantó el clamor profundo de la rebeldía frente a la violencia instalada, logrando cimentar nuevamente la unidad que había comenzado a resquebrajarse en el último período de gobierno de la Revolución Democrática y Cultural.

Al mismo tiempo, la figura de Luis Arce, principal responsable en la implementación del crecimiento económico de la mano de Evo Morales como responsable político, proyectó la posibilidad de lograr una nueva estabilidad en medio de la tempestad de la pandemia y el futuro incierto.Áñez reconoce la victoria del MAS y felicita a Arce y Choquehuanca

Por otra parte, fue un gran acierto la fórmula de sustitución y de unidad, única táctica posible ante la proscripción y persecución contra el líder histórico. La misma estrategia se ensayó en Brasil con Fernando Haddad, en Argentina exitosamente con Alberto Fernández y es la perspectiva que moviliza la reconstrucción de un bloque progresista en Ecuador a través de la candidatura de Andrés Aráuz.

En el caso boliviano, la vicepresidencia de un dirigente indígena de talla histórica como David Choquehuanca acompañando a Arce, simboliza una vez más el intento de unir las dos vertientes del Proceso de Cambio, la visión del Buen Vivir y la desarrollista de izquierda, bajo el objetivo común de la soberanía del pueblo frente a un peligroso y desalmado adversario.

Pero más allá de los argumentos de coyuntura, el 53 o más por ciento de Lucho Arce representa un agradecimiento al Proceso de Cambio liderado por Evo Morales Ayma. Un periodo de casi catorce años en el que se emprendió un curso de desarrollo económico en base a la recuperación de los recursos naturales para generar inéditas mejoras sociales en el descenso de la pobreza, la eliminación del analfabetismo, el acceso a la salud y la educación de manera universal, la protección de la ancianidad y la infancia, entre muchas más.

Junto a los logros sociales, el Proceso de Cambio produjo innovadores y revolucionarios cambios en el imaginario y la práctica política. En el marco estructural de una sociedad plutocrática y racista logró hacer manifiesto un mundo que quiere nacer y dar paso a lo multicultural y plurinacional frente al otro decadente y moribundo, que solo favorece a un grupo de privilegiados supremacistas, herederos de la colonia.

El Proceso de Cambio, senda que ahora retomará Bolivia en un nuevo ciclo creativo, posibilitó la emergencia de las culturas ignoradas y sometidas durante centurias, dándole protagonismo político y dignidad identitaria, promocionó la creciente participación y los derechos de las mujeres, suplantó una institucionalidad republicana excluyente, convirtiéndola en democracia participativa.

Las y los bolivianos valoraron con su voto la Nueva Constitución Política lograda con enorme esfuerzo en 2009, que hace efectiva una nueva visión del Estado, pluricultural y plurinacional, laico, pacifista, humanista, rescatando reivindicaciones y consagrando nuevos derechos para todos los sectores sociales postergados.

Es un voto necesario, justo e históricamente consciente.

El significado de la victoria popular para América Latina y el Caribe

Una vez más, la unidad de los sectores desposeídos logró derrotar con amplitud la mezquindad de los opulentos. Al igual que antes sucediera con las primarias en Argentina, los resultados excedieron largamente las previsiones de las encuestas. A pesar de las directivas del Norte, que obligaron a bajar a Áñez su candidatura y la irrelevancia de Tuto Quiroga, que hizo lo propio, la derecha concurrió dividida. Eso reitera un antecedente evidente. En tiempos de zozobra y fragmentación, la unidad del campo popular es imprescindible, aún con ciertas contradicciones.

Los espíritus emancipadores de Latinoamérica y el Caribe recibieron el desenlace electoral con esperanza y finalmente desahogo y alegría, entreviendo ya la posibilidad de reforzar el bloque de países que como México, Venezuela, Argentina, Cuba, Nicaragua y varias naciones del Caribe que defienden la integración, la soberanía y la solidaridad entre los pueblos como bandera.

Sin duda que se abre con la presidencia de Luis Arce la posibilidad de reactivar el camino hacia la unidad sudamericana a través de una versión quizás reducida de UNASUR, que con el tiempo y la reversión de la relación de fuerzas políticas en Ecuador, Chile, Colombia o Brasil, pueda completarse, esta vez con una mayor inserción de las fuerzas vivas de la sociedad civil.

En el corto plazo, sin duda que Bolivia se re-acoplará al ALBA y fortalecerá el trabajo que viene realizando el gobierno de López Obrador en la CELAC. Del mismo modo, construyendo un eje con el gobierno argentino, mejorará la actual versión nuevamente neoliberal del MERCOSUR.

De mucha importancia es destacar que la asunción de Luis Arce a la presidencia debilita al Grupo de Lima y la posición belicista e injerencista de EEUU en la región, aportando una importantísima posición en defensa de la paz como bien inapreciable y logro común.

El mandato: Volver mejores

En el inicio de su gestión de gobierno, Arce tendrá que actuar para atender las urgencias. La pandemia, la desocupación y el desastre que deja el desgobierno golpista no dejan margen de maniobra para otras prioridades. Lo primero será reencaminar el esfuerzo hacia la protección del pueblo y afirmar la certidumbre que nuevamente se está en el buen camino.

Pero no solo habrá que sanar las heridas del cuerpo, sino intentar curar las heridas del alma, luego de un período cargado de odio, venganza y resentimiento. Por lo que el nuevo gobierno, intentará tender puentes hacia los diversos sectores con mensajes de conciliación en el marco de la fortaleza política que le otorga la mayoría recibida en el ejecutivo y ambas cámaras legislativas.La estabilidad boliviana, resistencia frente a la tempestad geopolítica — CELAG

Sin embargo, en términos de proyección transformadora ¿Qué significa volver mejores? ¿Alcanza con avanzar en la transformación de la matriz productiva extractiva? ¿O con la desburocratización y descentralización comunitaria de la revolución?

El primer ciclo de catorce años del Proceso de Cambio respondió con creces al mandato de la Agenda de Octubre de 2003, ante la deuda de siglos con el pueblo que el modelo de saqueo neoliberal prolongó y profundizó.

Si bien la deuda de despojo está lejos de haber sido saldada por completo, ¿Cuál es la nueva agenda para volver mejores? ¿Cuál el modo de acoplar las nuevas sensibilidades jóvenes emergentes, cuyos paisajes se formaron en este siglo, muchos de ellos en el marco de la revolución?

Es obvio que la revolución, en tanto transformación profunda de estructuras socioeconómicas y mentales, constituye la única salida a la entropía que genera el estertor de un modelo social caduco. Sin embargo, es posible que las nuevas revoluciones en el momento histórico actual estén demandando la inclusión de nuevos tópicos y una profundización del cambio educativo cultural que favorezca la comprensión de que toda construcción social requiere partir del ser humano como preocupación central y de la intencionalidad humana como característica constitutiva de todo sentido social evolutivo.

El Proceso de Cambio ha visibilizado e implementado derechos para las mayorías, generando conquistas en la superación de la marginalidad y enarbolando la valorización de las propias culturas y su diferencia. ¿Será posible ahora dar un paso más hacia la convergencia consciente de los distintos mundos culturales sin que éstos resignen su identidad? ¿Será posible mirar a la propia cultura en un sentido dinámico, en el que cada una tiende a transformarse conservando sus mejores atributos? Si se mira en detalle, en un mundo interconectado como el actual, esa identidad civilizatoria en proceso de síntesis es mucho más cercana de lo que se piensa. En Bolivia y en todas partes.

El objetivo común de esta nueva agenda, desde un punto de vista humanista, debe tener como horizonte mayor la superación de toda forma de violencia, discriminación y  marginación, no solo a nivel social, sino también a nivel cotidiano interpersonal y en la actitud individual.

¿Podrá surgir entonces el nuevo ser humano, especie tan ansiada por los revolucionarios de todos los tiempos? Esto solo será posible si se atiende, en simultáneo al cambio social también al desarrollo interior, rescatando lo verdaderamente esencial de cada cultura, sus experiencias profundas, para que se exprese una nueva sintonía entre los seres humanos y entre el ser humano y su entorno.

Posiblemente así, seremos mejores. No es de revolucionarios conformarse con menos.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/10/20/victoria-popular-en-bolivia-una-leccion-de-valentia-y-dignidad/

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Carlos Skliar: «Las escuelas son lugares, tiempos y formas que no debieran parecerse a ningún otro»

Por: Pablo Gutiérrez de Álamo

El pensador, pedagogo e investigador argentino, Carlos Skliar, define la escuela como un lugar, un tiempo y unas formas «de hacer cosas juntos» que no debieran parecerse a ningún otro sistema, en perpetuo movimiento por no ser algo acabado. Lugares, tiempos y formas de hacer que son, también y necesariamente, «públicos multiples y colectivos».

La pandemia y el confinamiento ha golpeado a todo el mundo. Está suponiendo importantes crisis en muchos sistemas como el sanitario y el económico. Y desde luego, la escuela no se ha librado de este duro golpe. Durante estos meses, siete ya, para Carlos Skliar ha sido un momento para conversar y pensar, junto a otros colectivos (docentes, familias, alumnado, artistas, pensadores…) qué es la escuela, qué es «hacer escuelas».

Invitado por Arquitectos sin Fronteras-Galicia, participó en una conferencia en la tarde de ayer, por videoconferencia, bajo el título «Entre Paradigmas: espacios y tiempos para la vida y la educación» en la que intentó explicar su forma de entender la escuela y el oficio de maestras y maestros.

Desde su punto de vistas, las escuelas son «lugares, tiempos y formas de hacer que no debieran parecerse a ningún otro lugar, tiempo y forma» que pueda pensarse. Lugares, tiempos y formas, en continuo movimiento y que, necesariamente, han de ser públicos, múltiples y colectivos.

Para Carlos Skliar estos son los atributos generales de los sistemas educativos. Pero dichos atributos deben ser teñidos, es decir, llevan aparejados una serie de «condimentos» relativos a las «formas de definir el por qué de lo educativo, de lo formativo en esos lugares tiempos y formas».

El primero de ellos sería el principio de igualdad. Pero no la igualdad como un fin al que hay que llegar a través de la educación («¿Por qué en la formulaciones más técnicas, jurídicas de la educación aparece la igualdad como destino, conclusión de proyecto?»). Para Skliar la igualdad es una «atmósfera que permita a cualquiera, quien quiera que sea, crear la imagen de un comienzo». Es decir, generar las oportunidades para que supere «la dificultad de un comienzo común» marcado por las diferencias de edad, de condición de nacimiento, la pobreza, el hambre.

Para el pensador argentino, lo habitual es el intento de «limar las desigualdades hasta llegar a la igualdad» pero «algunos pensamos que si la igualdad solo aparece como promesa final nunca se alcanzará». Y esta «condicion de igualdad de entrada» ha de ser asegurada por los docentes. Se trataría de que los educadores consigan que «cualquiera tenga la sensación de poder participar en igualdad de condiciones al interior de es tiempo, lugar y forma» de hacer.

Si los proyectos educativos no parten de esa igualdad de inicio como fundamento del propio proyecto, este «cae en una trampa de replicar el tejido social existente en otro tiempo, lugar y hacer». En este punto, Skliar establece que hay que hacerse la pregunta de si la escuela debe replicar el tejido social que se desarrolla fuera de ella o si bien «hacer escuela significa hacer otros tejidos sociales». Para él es «la gran pregunta» que obliga a las y los docentes a preguntarse si deben replicar el mundo adulto, marcado por el homo economicus y el sistema neocapitalista.

El gesto de enseñar es igualitario pero produce efectos singulares en cada quien

Una vez establecida la igualdad como condición de inicio de la acción educativa, «sigue el salir al mundo», es decir, «soltar el mundo que te ha tocado, de la familia, para salir al mundo de lo múltiple y lo colectivo, de la diferencia».

Este salir al mundo tiene que ver con encontrar aquellas cosas que le apasionan a uno del mundo, pasiones individuales y colectivas. Un aprender qué es aquello de que debemos cuidar del mundo al tiempo, según hemos aprendido durante estos últimos tiempos, un aprender a cuidarnos de ese mismo mundo también.

Y este salir al mundo que se hace desde la escuela, más allá de la igualdad inicial de posibilidad, tiene sus efectos singulares. «El gesto de enseñar es igualitario, resume el pensador, pero produce efectos singulares en cada quien» que, además, prosigue, «necesita su tiempo lugar y forma para expresarse, para darse cuenta». «Leemos juntos, pensamos, jugamos, paseamos juntos, escribimos juntos, pero los aprendizajes son siempre singulares».

Para Carlos Skliar, el hecho de que los efectos de la enseñanza sean singulares, individuales y diferentes en cada persona, supone el «desmoronamiento de una idea de sistema que pretende regular en un tiempo y forma lo que se enseña y se aprende» porque, además de singulares, los efectos de la enseñanza son diferidos.

Hacer escuela, para Skliar, además de la condición de igualdad inicial y el salir al mundo también tiene que ver con la obligación de preservar la infancia. Es decir, la escuela ha de ser un tiempo libre, «que no quiere decir sin contenido, vaciado, sino liberado de la ocupación de la vida adulta», del mundo del trabajo. «La escuela es resguardarse de este tiempo y forma» de hacer del mundo adulto en un ejercicio de «profanación» de la idea de normalidad. «La escuela debería profanar lo sagrado de una cultura determinada».

Este profanar la normalidad lo relaciona Skliar con la ética, «es una cuestión de responsabilidad», que lleve a las «respuestas justas» que se salgan de «mandamientos generalizados» que siempre entrarán en conflicto con las necesidades singulares de cada cual.

Y para que esto sea posible, para él y tomando las palabra de Hanna Arendt, hay que introducir el concepto de amor «desinteresado, gratuito, contra la mercancía, amor a una materia de estudio, que se apasiona por algo». «El amor educativo al mundo para que no se extinga y a los demás, para que no queden a su suerte».

¿Y la pandemia?

Toda esta definición de lo que supone o debe suponer el «hacer escuela» se chocó violentamente con la aparición de la pandemia y el confinamiento de la población y el cierre de las escuelas en gran cantidad de países del mundo. «Si algo no se sostuvo fue la escuela como forma de hacer, tiempo y lugar», aseguró Skliar.

Al inicio de la pandemia se produjo ‘la desmesura en la acción pedagógica’ y la ‘ilusión de continuidad’

Desde su punto de vista, al principio de la pandemia ocurrieron dos cosas: por una parte, «la desmesura en la acción pedagógica» y, por otra, «la ilusión de continuidad» necesaria desde el punto de vista de la gestión del sistema educativo pero «impracticable desde la posición subjetiva».

Al mismo tiempo, la pandemia ha producido una suerte de amnesia sobre «qué éramos antes, sobre si las vidas tenían entonces sentido virtuoso y el virus ha destruido un paraíso terrenal». «No está mal preguntarse dando pasos atrás», aseguró, para enumerar algunos de los elementos sobre los que la pandemia ha generado esta especie de amnesia: «Aquella humanidad económica anterior, autodestructiva y que afectaba a la formación: aceleración del tiempo, autoaprendizaje competitivo, reinado del cerebro, demandas ambiguas al sujeto, transformación del mundo en mercado, de la vida en ganarse la vida, separación y la pérdida de la infancia».

Para Skliar, antes de la llegada del virus lo importante era el conocimiento utilitario, lucrativo. Una tensión, definía, «entre la experiencia liberadora de la educación y le exigencia de rendimiento».

Cuatro o cinco ideas quedaron patentes en el momento del surgimiento del virus y Skliar reflexionó sobre ellas. Por un lado la de la continuidad, fundamentada en la elaboración de tareas, el ejercicio de dichas tareas y su evaluación, finalmente. Para el pedagogo, hacer escuela quedó supeditado a esta trilogía. La continuidad ha supuesto, en definitiva, «que no hemos perdido el tiempo, les hemos tenido ocupados».

Frente a esto, se encuentra el hecho de que en este tiempo entraron en a la escuela elementos como el arte, la filosofía o la literatura, con acciones más discontinuas que permitieron a la comunidad educativa estar junta, a pesar de la separación impuesta por el confinamiento.

La escuela no es solo hacer la tarea, sino estar con otros

En paralelo a esta idea de continuidad, Skliar ve que ha habido una interrupción que ha demostrado que «las escuelas no pueden hacerse en cualquier tiempo, lugar o forma». No se puede hacer cualquier cosa, ni hacerse 24/7 «como el tiempo laboral». Y esto lo han vivido las y los niños que se han dado cuenta también que «la escuela no es solo hacer la tarea, sino estar con otros».

Y ahora, lo que queda es conversar sobre lo extraño que es todo en este momento. Conversar con educadores, familias, artistas, filósofos… dice Skliar, porque si no conversamos sobre «lo extraño es posible que deseemos volver a la normalidad anterior, a la que ya tildé de autodestructiva, a la normalidad que ha perdido a su infancia».

Es necesario hablar de lo «extraño y de lo que se extrañó (en este tiempo). Estas son las dos claves, aunque parezcan insuficientes, para reinventar el sistema».

Con dos frases de un niño y una niña terminó Carlos Skliar su intervención en un intento de reflexionar sobre aquello que se perdió durante el tiempo de confinamiento. La primera: «Sí, durante este tiempo aprendí a sumar… y a extrañar» y, la segunda: «Quiero la escuela en la escuela».

Fuente e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com/2020/10/23/carlos-skliar-las-escuelas-son-lugares-tiempos-y-formas-que-no-debieran-parecerse-a-ningun-otro/

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¿Por qué volvió a ganar el MAS? Lecturas de las elecciones bolivianas

Por: Fernando Molina, Julio Córdova Villazón, Pablo Ortiz,Verónica Rocha Fuentes


Contra todos los pronósticos, el Movimiento al Socialismo (MAS) se impuso en las elecciones bolivianas con más del 50% según todos los conteos rápidos. ¿Qué explica este resultado a solo un año de la caída de Evo Morales?


El triunfo del binomio Luis Arce-David Choquehuanca en primera vuelta, con más de 50% de los votos, acabó abruptamente con muchos de los análisis vertidos durante toda la campaña y le permite al Movimiento al Socialismo (MAS) volver al poder a solo un año de haber sido ejecutado por unas movilizaciones combinadas con un motín policial y, finalmente, el aval de las Fuerzas Armadas.

¿Qué explica está victoria y el fracaso de la candidatura de centroderecha de Carlos Mesa? ¿Qué nos dice este proceso electoral, que logró desarrollarse en orden y con un rápido reconocimiento de los resultados, aún preliminares, por parte de todas las fuerzas políticas? Para responder a estas preguntas, Nueva Sociedad pidió la opinión de analistas e investigadores sociales, que proyectan sus miradas más allá y más acá de las elecciones del pasado 18 de octubre.

Pablo Ortiz (periodista)

Un año después de su caída, el MAS vuelve a ser el partido hegemónico de la política boliviana. Es el único realmente estructurado, con una militancia y un voto fidelizado, que resiste incluso la salida del escenario político de su máximo líder y fundador: Evo Morales.

La elección general de 2020 es la primera elección sin Evo Morales desde 1997 y es la primera votación que cumple con el referendo del 21 de febrero de 2016, que le dijo a Morales que no podía aspirar a una nueva reelección. Durante toda la campaña se había hablado del siguiente quinquenio presidencial como un ejercicio de transición antes de llegar al posmasismo, pero las urnas decidieron contradecir a los pronosticadores de la política y dictaron sentencia: no era el proyecto del MAS el que estaba agotado, sino el mando único, la repetición sin fin de la figura de Morales como presidente.

Luis Arce Catacora concluirá primero cuando se termine de contar los votos y habrá logrado entre seis y diez puntos más que Morales en las elecciones fallidas de 2019. Para eso necesitó algunas herramientas que lo llevaron a un triunfo con una ventaja insospechada.

La primera fue la estrategia correcta. Mientras que Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otras fuerzas menores apostaron al clivaje MAS/anti-MAS (todos se presentaban como la mejor opción para que el anterior partido de gobierno jamás volviera), el MAS puso el acento en la crisis económica y la estabilidad como ejes de discurso y apostó a consolidar su voto duro como objetivo público número uno. El MAS desarrolló una campaña en los márgenes de las ciudades, con caminatas y concentraciones pequeñas, mezclando reuniones sindicales con conferencias académicas para alejarse de la imagen que predominó en la última campaña de Morales.

Arce y sus estrategas apostaron por las barrios alejados, por los pobres y los empobrecidos del coronavirus; por quienes pasaron de la pobreza a la clase media durante los 14 años de gobierno de Morales y volvieron a caer en la pobreza por el coronavirus; por la nostalgia que el agravamiento de la crisis (a principios de mayo, 3,2 millones de bolivianos no tenían lo suficiente para comprar alimentos, por culpa de la pandemia y la cuarentena) creó de los años de bonanza del MAS.

Para eso tuvo aliados involuntarios, ambos llegados desde el Oriente boliviano, las regiones del país que siempre se le resistieron a Morales. La primera «ayuda» fue la del gobierno de transición. El gobierno de Jeanine Áñez era leído como la continuación de la llamada «revolución de las pititas», la revuelta ciudadana que precedió al motín policial y la «sugerencia» de renuncia de la Fuerzas Armadas a Evo Morales. La presidenta, surfeando sobre los 100 días de luna de miel, se animó a lanzar su candidatura en enero pasado para unas elecciones que debían ser en mayo, y con ello destruyó las bases de su gobierno: un pacto no escrito entre todas las figuras del antievismo para asegurar una transición que finalizara con un partido distinto del MAS en el poder, y la colaboración de los dos tercios de diputados y senadores del MAS en la Asamblea Legislativa, que entendían que colaborando con Áñez llegarían antes a unas elecciones que los devolverían al poder.

Con el inicio de la campaña, cayó el coronavirus. Al tiempo que familiares y ministros de Áñez comenzaban a disfrutar de las ventajas del poder (aviones, fiestas), sus aliados de retiraban dejando un reguero de hechos de corrupción que destruyeron uno de los primeros mitos fundacionales del antievismo: ellos eran capaces de cometer los mismos actos de corrupción y abuso de poder que el MAS. El tiro de gracia a la popularidad de Áñez llegó en plena cuarentena: se compraron más de 100 respiradores de origen español que no solo se pagaron cuatro veces más de su precio de lista, sino que no servían para terapia intensiva. Así, los reemplazantes de los supuestos corruptos y fraudulentos no solo eran corruptos, sino también altamente ineficientes. En pocos meses, y en medio de la pandemia, cayó un ministro de Salud tras otro.

Pero hubo una «ayuda» más. De las calles surgió un liderazgo potente y que prometía victoria: Luis Fernando Camacho, el hombre que había liderado la «revolución de las pititas» e incluso había forzado a Morales a abandonar Bolivia (tras la renuncia del presidente, él mismo anunció que estaban buscándolo para arrestarlo, lo cual precipitó la evacuación hacia México), se postuló para presidente aprovechando su gran popularidad en Santa Cruz.

El MAS y Arce aún eran hegemónicos en La Paz y Cochabamba, pero necesitaban que la renuente Santa Cruz, la segunda región con mayor cantidad de votantes de Bolivia e históricamente antimasista, no se inclinara por Mesa, el candidato que más cerca estaba de Arce. En 2019 se había dado un escenario parecido. Morales lideraba las encuestas y Santa Cruz estaba controlada por Óscar Ortiz, candidato local que aspiraba a ser presidente, pero en la última semana la estrategia de «voto útil» de Mesa le dio 47% de los votos cruceños y lo acercó lo suficiente a Morales como para discutir si había ganado en primera vuelta o no.

Esta vez, Camacho no sufrió el mismo efecto de desgaste. Surgido de las calles, religioso y con un discurso que exuda testosterona, tiene una impronta más emocional que propositiva y se planteó a sí mismo como el garante de que Morales no volvería al país. Pero esa no fue la clave para que se impusiera ante la estrategia del voto útil de Mesa, sino que logró exacerbar el orgullo identitario del cruceño y convertirlo en voto. A diferencia de Ortiz, Camacho no trató de «nacionalizarse» para conquistar votos, sino que apostó por convertir al resto de los bolivianos en cruceños. Eso, sumado a la juventud del votante cruceño, convirtieron a Camacho en una fuerza local e irreductible que cerró el territorio de Santa Cruz a Mesa y polarizó el voto con Arce, lo que le permitió a este una victoria más holgada.

Eso sí, nadie se esperaba que Arce, que no es caudillo sino tecnócrata, superara el 50% de los votos. Para ello tuvo que hacer algunas jugadas finales, que lo acercan a priori a ser el primer presidente del posevismo antes que la continuidad de Morales. Lo primero fue tener la capacidad de criticar la gestión de Morales y cuestionar el entorno con el que gobernó el «primer presidente indígena». Arce ha prometido un gobierno de jóvenes, de nuevas figuras. Lo segundo fue alejar del votante boliviano esa idea de que el MAS viene a eternizarse en el poder. Arce ha prometido gobernar solo cinco años y «reencaminar el proceso de cambio». Y la tercera promesa fue desterrar la idea de que con el MAS volverían las persecuciones políticas y el revanchismo. Arce ha prometido también que no perseguirá a policías ni a militares involucrados en la renuncia de Morales.

Así, el tecnócrata logró resetear el proceso de cambio y podrá gobernar con mayoría absoluta en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa. Sin embargo, para saber si de verdad el MAS entró en la era posevista, habrá que ver cuál será el rol de Morales cuando regrese a Bolivia. De ello no solo dependerá la autoridad que podrá ejercer Arce sobre su bancada y sobre el país, sino también su estabilidad política. Para ganar, para cerrar el territorio cruceño a Mesa, el MAS hizo crecer a golpes a Camacho. Ahora, con todo el poder territorial conseguido en el Oriente, este será el único opositor con capacidad de movilización con el que tendrán que lidiar.

Julio Córdova Villazón (sociólogo, investigador sobre movimientos religiosos y cultura política)

Según los conteos rápidos no oficiales, el MAS obtuvo una contundente victoria en primera vuelta con 52% de los votos. ¿Por qué el desempeño electoral del MAS fue tan exitoso, excediendo las expectativas, incluso de los más optimistas? Por tres razones principales.

Primero, por la emergencia de un «voto de resistencia» de sectores urbano-populares y campesinos. Estos sectores fueron objeto de varias violencias en los últimos meses: a) la violencia electoral: su voto por el MAS en 2019 fue escamoteado a raíz de una falsa denuncia de fraude avalada por la Organización de Estados Americanos (OEA); b) la violencia simbólica: hubo constantes descalificaciones desde el Estado y en las redes sociales pobladas por sectores conservadores de clases medias, se difundió la imagen de «hordas de violentos e ignorantes» en referencia a estos sectores populares, y en noviembre de 2019 algunos policías quemaron la wiphala (bandera indígena reconocida constitucionalmente); c) la violencia militar-policial, concretada principalmente en las masacres de Sacaba (en los valles) y de Senkata (en el Altiplano); d) la violencia económica: las medidas de cuarentena frente al covid-19 fueron tomadas en desmedro del sector informal de la economía.

Segundo, por la rearticulación de las organizaciones sindicales y campesinas. En los últimos años estas organizaciones resultaron debilitadas por su propia relación clientelar con el gobierno de Evo Morales. Después de la renuncia del presidente en noviembre de 2019, estas organizaciones lograron rearticularse rápidamente, en un tejido social vigoroso, que mostró su musculatura paralizando Bolivia a principios de agosto de este año para impedir el prorroguismo del gobierno de transición. Este tejido organizacional fue la base de un renovado apoyo electoral al MAS.

Tercero, por la propia debilidad política y electoral de los competidores de derecha del MAS, fragmentados y enfrentados entre sí. El candidato de centroderecha Carlos Mesa no logró articular un proyecto de país ni un discurso electoral capaz de seducir a los indecisos del Occidente boliviano. El candidato de la derecha empresarial, Fernando Camacho, tampoco logró convencer a los indecisos del Oriente del país. Hasta una semana antes de las elecciones, en el bastión electoral de Camacho, en el departamento de Santa Cruz, había 28% de indecisos, que representan 7,5% del padrón electoral total. Son personas de sectores pobres que fueron excluidos por los empresarios a los que representa el líder cruceño, y que fueron violentadas en las movilizaciones que lideró este empresario contra Evo Morales hace un año. En la elección del 18 de octubre, estos indecisos de tierras bajas optaron por el MAS, en rechazo a una elite empresarial incapaz de incluirlos en su «modelo de desarrollo». Por eso el MAS obtuvo 35% de los votos en esa región.

El próximo gobierno del MAS, con Arce a la cabeza, estará signado por la crisis económica, el conflicto social y la emergencia sanitaria por el covid-19. El apoyo de 52% del electorado no significa una sólida base social necesariamente. El MAS no logrará controlar los dos tercios de la Asamblea Legislativa como lo hizo en los últimos años. La coyuntura política requiere de una cultura democrática de construcción de acuerdos con otros actores políticos. Y tal cultura es muy débil, casi inexistente, en un MAS acostumbrado a un tipo de hegemonía política que ya no existe en Bolivia.

Verónica Rocha Fuentes (comunicadora social)

Durante toda la campaña para las elecciones del 18 de octubre se evidenció la existencia de una categoría de voto que había tenido poca relevancia en otras elecciones anteriores, aquella que se denominó «voto oculto». Esa categoría de votos, junto con la de «voto indeciso», fue determinante para establecer una diferencia que, según todas las proyecciones, es de más de 20 puntos en favor de Luis Arce Catacora. Los múltiples estudios de opinión que se presentaron durante el periodo de campaña electoral habían logrado detectar la existencia de ese voto con una prevalencia mucho mayor a los datos históricos. Lo que no lograron las instituciones de estudios de opinión fue detectar a dónde se iba a dirigir esa votación. En las primeras horas de conocerse esta tendencia, todo parece indicar que fueron esas categorías de voto las que terminaron definiendo la amplia victoria del MAS en primera vuelta.

Un voto que se llamó oculto durante el periodo de campaña y que, tras la jornada electoral, bien podría apellidarse «paciente» podría ser útil para graficar no solo el inesperado virtual resultado, sino además el proceso electoral más largo y difícil de la reciente historia democrática de Bolivia. El voto oculto y paciente no habría sido otro fenómeno distinto de aquel que durante el periodo de la democracia pactada y neoliberal se conocía como el de la «Bolivia profunda». La misma que, habiendo «salido a la superficie» en los últimos años –proceso constituyente de por medio– casi desapareció por completo durante el año de gobierno transitorio en el que se desarrolló el proceso electoral de 2020, y cuya presencia se extinguió en la maquinaria simbólica, institucional, mediática y empresarial que suele establecer las narrativas en pugna política. Tras un año de cotidiana y sistemática estigmatización del «masismo» (o cualquiera que «pareciera» pertenecer o adherir al MAS), todo apunta a que sus partidarios optaron por ocultarse y esperar las urnas. Ocultarse por miedo, ocultarse por vergüenza o quizá hasta ocultarse por estrategia.

Voto oculto sí, pero también inusitadamente paciente. Ese voto que terminó definiendo una virtual pero amplia e indiscutible victoria en primera vuelta tuvo que atravesar una crisis institucional, un gobierno transitorio, una pandemia, un inicio de crisis económica, cuatro cambios de fecha de votación, una jornada electoral bajo amenazas del gobierno, cambios en los planes del Tribunal Supremo Electoral de ultimísima hora, votar bajo un país militarizado y no contar con ningún resultado durante la jornada electoral para, finalmente, con una paciencia que varias veces rozó el límite pero no cedió, aferrarse a lo último que le quedaba a Bolivia antes del precipicio: las urnas.

Así, en menos de un año, bajo la narrativa de un fraude electoral, Bolivia ha transitado abruptos, forzados y violentos reacomodos de su tejido político, institucional y mediático; todo esto a la sombra de un complejo tejido social que, aunque dañado, pareciera haber mantenido sus estructuras en pie. Y que, oculta y pacientemente solo, parecía esperar la oportunidad legítima para volver a dejarse ver. Al menos, ese pareciera, por ahora, el principal resultado de las recientes elecciones que, sin duda, van mucho más allá de una virtual victoria del MAS, pues establecen los mínimos sobre los cuales tocará establecer un urgente proceso de reconciliación nacional.

Fernando Molina (periodista y escritor)

No cabe duda de que los adversarios del MAS subestimaron el potencial electoral de este partido y de su candidato Luis Arce. Por un lado, las encuestas –que no detectaron la verdadera intención de quienes se presentaban como indecisos– los despistaron. Por el otro lado, esta subestimación se debió a la incapacidad de estos grupos políticos, que representan a las elites tradicionales, de reconocer al MAS como una expresión genuina de los sectores sociales menos pudientes y más indígenas del país. En cambio, normalmente han visto al MAS como «marioneta del chavismo», «organización delincuencial», «grupo de narcoterroristas» y han considerado la adhesión que despierta como un fenómeno puramente clientelar.

En esta miopía existe una fuerte carga de racismo. Desde siempre, los sectores tradicionalmente dominantes del país han concebido la politización de los subalternos –que socava los pilares meritocráticos y hereditarios de su poder– como una irrupción de la irracionalidad y la codicia. Esto viene desde el siglo XIX, cuando los representantes de la oligarquía de la época, los septembristas, se quejaban por «tener que descender» a la actividad política a causa de la invasión de esta por el «cholaje belzista» (por los seguidores de Isidoro Belzu), que era tanto como decir la «barbarie».

La subestimación de la que hablamos estuvo presente en el candidato Carlos Mesa, que fue incapaz de construir un partido con incidencia en el mundo indígena. También estuvo presente en el gobierno interino de Jeanine Áñez, que gobernó con la mente puesta en las clases sociales más elevadas, las cuales querían vengarse del MAS y estaban acostumbradas a ver a los indígenas exclusivamente como empleados o incordios sociales.

Las elites se han revelado incapaces de analizar por qué Evo Morales les ganó en 2005, las razones del predominio político de este durante tantos años y las causas por las que el MAS no se hizo trizas después de su caída en noviembre de 2019. Bolivia no es censitaria desde 1952, pero la mentalidad de sus elites tradicionales sigue siéndolo.

De este modo, pese a que estas triunfaron sobre Morales el año pasado y tenían posibilidades de construir una hegemonía –contaban con el apoyo de la parte más educada y económicamente acomodada de la población, así como con un respaldo «intenso» de las Fuerzas Armadas y la Policía–, perdieron el poder que tanto anhelaban solo un año después de haberse hecho de él.

Unas elites oligárquicas y racistas gobernaron el país de 1825, fecha de su nacimiento, hasta 1952, año de la Revolución Nacional. Lo hicieron sobre la base de la imposición ciega y violenta de su voluntad sobre una mayoría ignorante y a menudo silenciosa. Las condiciones de este dominio fueron desapareciendo en el último medio siglo, pero la elite misma solo cambió superficialmente. Hasta hoy sigue siendo «tradicional» y con tendencias a oligarquizarse. Esta es la «paradoja señorial» de la que hablaba René Zavaleta.

La transformación más importante en las condiciones de dominio se dio cuando los sectores subalternos encontraron la forma de crear su propia expresión político-electoral: el MAS. Desde ese momento, la acción electoral ha resultado manifiestamente adversa a los partidos de las elites tradicionales. Teóricamente hablando, la forma en que estas podrían recuperar el poder de una manera algo más durable sería por medio de la fuerza bruta, como en los años 60 y 70, pero esta vía es imposible hoy por las características «epocales».

Por otra parte, una reforma de las elites tradicionales parece imposible. Si no aprendieron la lección después de que Morales se aprovechara de sus errores, abusos y excesos durante el neoliberalismo para derrotarlas, es difícil pensar que aprenderán alguna vez. En efecto, apenas tuvieron una oportunidad de prevalecer nuevamente, desnudaron los mismos vicios y la misma miopía que tenían en los años 90, o unos vicios y una miopía peores aún, porque en este tiempo no impera el neoliberalismo sino una forma particularmente perversa del conservadurismo, el populismo de derecha.

Al mismo tiempo, el MAS haría mal si también menospreciara a sus adversarios en el futuro. Aunque esta no parece capaz de generar un proyecto sostenible de poder en un país insumiso y mayoritariamente indígena como Bolivia, de todas formas está furiosa, resentida, acumula gran parte del capital económico y casi todo el capital cultural y, como demostró en el último año, tiene fuerza suficiente, en alianza con las clases medias militares y policiales, para destrozar las bases de sustentación del proyecto antagónico. Puede salirse del marco democrático cuando esto le sea posible.

Las elites tradicionales pueden aprovechar las deficiencias y fallas del bloque popular (como hizo con el narcisismo de Morales y la corrupción de su gobierno) y atacar justo cuando este pierda pie, se equivoque, se confunda y entonces deje de ser 50% más uno del pueblo boliviano.

Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/Bolivia-Luis-Arce-Evo-Morales/

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Sin Evo y con un pueblo en resistencia, el MAS vuelve al poder de la mano de Lucho Arce

Por: Aram Aharonian

Lo importante, más allá de los contundentes resultados, es que en los once meses que duró el gobierno de facto de Jeanine Áñez, el Movimiento al Socialismo (MAS) logró entender la nueva etapa, revisar sus propios errores y generar nuevos apoyos y alianzas y nuevos liderazgos. Ni siquiera unida la derecha hubiera logrado imponerse en Bolivia, pero quizá hubiera logrado acercarse a una segunda ronda.

El “voto útil” del mundo rural y urbano popular periférico fue para el candidato masista Lucho Arce, y eso definió su ventaja final. El nuevo desafío del MAS será gobernar sin el poder que tuvo entre 2006 y 2019, un periodo épico de la revolución que no podrá repetirse. Sin embargo, su gobierno no será nada fácil en un escenario regional posprogresita y una economía muy complicada, aunque las elecciones en Argentina y ahora en Bolivia, así como las tendencias en Chile, Ecuador y Colombia parecen marcar un proceso de reajuste, del alineamiento progresivo a un eje progresista que no termina de definirse ni consolidarse.https://www.nodal.am/wp-content/uploads/2020/10/luis-arce-bolivia1.jpg

El triunfo del MAS muestra que sí era posible ganar con un candidato que no fuera Evo Morales, y que sus esfuerzos reeleccionistas terminaron llevando a su gobierno a un callejón sin salida, sobre todo por el rechazo a la reelección indefinida. La asonada programada por la derecha y sus patrocinantes de Washington terminó en un golpe, lo que no excluye una fuerte crisis interna  que explica la salida del MAS del poder.

La represión y la vuelta al llano insufló una nueva mística a la campaña electoral del MAS, de la que careció en 2019, cuando la confianza en el aparato estatal y en la figura patriarcal de Evo Morales, reemplazó la movilización desde abajo.

El alejamiento de Morales y la crisis también permitió la emergencia de una nueva camada de dirigentes. Entre ellos, Andrónico Rodríguez, sucesor de Morales en los sindicatos cocaleros cochabambeños, un campesino con una licenciatura en Ciencias Políticas, que expresa la nueva sociología del mundo rural, cada vez más interconectado con las ciudades.

En esta campaña, destaca un análisis de Le Monde diplomatique, aparecieron muchos “Andrónicos” que permitieron desplazar del primer plano a varios dirigentes sociales desgastados y con visiones prebendalistas de la política y el Estado.En Bolivia, el MAS actuó con una autonomía relativa respecto a las posiciones de Evo Morales, limitado en sus movimientos por su exilio argentino. En los últimos meses, los parlamentarios masistas, con Eva Copa a la cabeza, eligieron la moderación frente a los llamados a la lucha que llegaban desde Argentina.

▷ Andrónico: El MAS respetará el resultado de las elecciones - Noticias  BoliviaA diferencia de parte del apoyo solidario internacional antigolpista, perdida en consignas tan viejas como vacías, el MAS logró entender la nueva etapa y apostar a la salida electoral, con los compromisos que ésta requirió, por encima de la resistencia en las calles”, señala el analista Pablo Stefanoni.

Quienes se quedaron en Bolivia entendieron la complejidad de lo ocurrido en noviembre: el proceso que terminó en una “sugerencia” militar armada para que Morales renuncie, un golpe, fue parte de una crisis con más dimensiones, incluida la de la popularidad inicial de Áñez y el propio desgaste de Morales.

En las manifestaciones populares de los últimos meses no se vio un reclamo de que volviera Evo, sino un rechazo a la agresión constante y racista del gobierno y de las bandas ultraderechistas, con las quemas de wiphalas, por ejemplo, después de las masacres de Senkata y Sacaba, y las continuas referencias a las “hordas del MAS” y las columnas en la prensa sobre el “enemigo público número uno” o el “cáncer de Bolivia”.

Desde un comienzo y siguiendo un guión prefabricado en Washington, el gobierno de facto buscó demonizar al MAS, al que intentó reducir a una fuerza “narcoterrorista”, caracterizando su gestión como una mezcla infame de autoritarismo, corrupción y despilfarro de recursos públicos, alejado de las imágenes de éxito económico resaltadas incluso por organismos internacionales.La autonomía relativa frente a Evo amplió el margen de acción del MAS en el país, al tiempo que el tenor moderado de Arce, sumado a su prestigio como gestor de la economía, permitía responder, sin sobreactuaciones, a los ataques de la derecha.

El MAS, pese a haber sufrido una desbandada once meses atrás, logró reconstituirse desde el Parlamento –donde conservó su mayoría de dos tercios– y desde las calles, manteniendo su lugar de fuerza de base popular en el país, junto a la Central Obrera Boliviana y asociaciones de pobladores.

El gobierno de facto no entendió que el MAS seguía expresando un bloque étnico-social de matriz plebeya  amenazando con cárcel y persecución no solo a sus dirigentes y militantes, sino a referentes de expresiones más amplias de los movimientos sindicales y sociales.

La nueva gestión del MAS deberá desarrollarse en un escenario posprogresista y marcadamente neoliberal en la región. Desde antes de asumir, los vencedores hablan de sumar fuerzas, lo que obligará a transformarse en un partido dispuesto a compartir el poder y aceptar en mayor medida la alternancia.

Sin dudas, la amplia ventaja es un capital fundamental para el binomio ganador en un contexto de polarización. La “revolución de las pititas” cívico-militar parece diluirse en menos de un año, pese al relato de la “liberación” inserto en el bombardeo publicitario en los medios concentrados apoyados por el gobierno de facto, los suplementos especiales de los periódicos y diarios, las agresivas campañas en redes sociales.

Los onces meses de zozobra

Desde que Evo Morales fue desalojado cruentamente del poder, con la complicidad de las Fuerzas Armadas y de la policía, se abatió contra sus partidarios una feroz persecución política que incluyó masacres, encarcelamientos, exilios e inhabilitaciones judiciales.

La administración de Jeanine Áñez y los cabecillas civiles del golpe, Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) y Fernando Camacho (de la racista Creemos), realizaron intensas campañas para desacreditar al presidente derrocado y a su partido, y por minimizar la fuerza del MAS en las urnas.

En tres ocasiones postergaron la realización de los comicios, de forma inicial previstos para marzo, intentando ganar tiempo adicional para neutralizar al MAS. Pero el tiro  les salió por la culata.

El golpe contó con el abierto y descarado apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA) y su secretario general, Luis Almagro, quien emprendió por su cuenta una campaña propagandística orientada a presentar las frustradas elecciones del 20 de octubre del año pasado, en las que Evo buscaba su tercera relección, como fraudulentas.

Obviamente nunca demostró fraude alguno, pero sirvió de pretexto a los golpistas y dio pie a varios gobiernos de derecha para dar, unos días más tarde, su reconocimiento al régimen de facto, tal como esperaba el gobierno de Estados Unidos. Es evidente que Almagro utiliza el cargo para promover golpes de Estado y destruir las instituciones democráticas en los países de la región que no se pliegan a las directrices de Washington.

Durante once meses el MAS fue acosado por la policía, sus dirigentes fueron criminalizados y gobernantes y medios de comunicación hegemónicos integrantes de la internacional del terror mediático  de otros países presentaron a su máximo líder como narco, corrupto y hasta dictador. Pero el pueblo logró remontar la brutal y sanguinaria ofensiva de la derecha, se enfrentó al gobierno de facto en las calles y ganó la elección presidencial del domingo, por mayoría absoluta –lo que descarta el escenario de una segunda vuelta–, recuperando la democracia y el proyecto social, progresista y soberanista que el MAS aplicara desde 2005.

¿Reconciliación?

Evo Morales, en rueda de prensa desde Buenos Aires, afirmó que buscarán un encuentro de reconciliación para la reconstrucción: “no somos vengativos, revanchistas”, afirmó. Pero ni él ni ninguno de los dirigentes masistas saben cuáles serán los derroteros de los diferentes actores de los meses golpistas.Áñez seguramente viaje a Colombia. Antonio Murillo, quien había sido censurado por la Asamblea Legislativa Plurinacional en días recientes, fue destituido del gobierno de facto.

Carlos Mesa, nuevamente derrotado, afirmó que será “cabeza de oposición”, aunque no resulta claro cómo podrá articularla. En cuanto a Camacho, es probable que intente consolidar un liderazgo en oriente, apoyado por factores internacionales, e incluso trate nuevamente de dividir el país.¿Cómo se articulará la paz con la justicia? Ese pueblo que dio la cara en las calles y en las rutas para enfrentar la dictadura sabe que sin justicia será imposible la reconciliación, por más que la reciten los dirigentes. En un hecho de gran simbolismo, resultó electa senadora por el MAS Patricia Arce, alcaldesa de Vinta que había sido secuestrada, golpeada y pintada de rojo durante los días del golpe.

Lo que vendrá

Pese a que el amplio triunfo del MAS fue reconocido por la presidenta de facto Jeanine Áñez, el expresidente derechista Carlos Mesa -candidato de Comunidad Ciudadana, quien quedó segundo a casi 20 puntos por debajo- e incluso el secretario general de la OEA, Luis Almagro, el Tribunal Supremo Electoral tiene siete días para dar resultados, y la toma de posesión de Arce será entre el 31 de octubre y el 14 de noviembre.

Arce anunció que su primera medida de gobierno será otorgar un bono contra el hambre de unos 144 dólares, aprobado por el Parlamento para enfrentar la pandemia del Covid-19, y que la mandataria golpista Jeanine Áñez se negó a pagar. En su declaración televisiva, reiteró el anuncio de un gobierno de ”unidad nacional para todos los bolivianos” que hiciera tras su amplia victoria en las urnas.Asimismo, reiteró su propósito de ampliar la política de bonos a la ciudadanía como uno de los ejes de su plan de reactivación de la economía, golpeada por las medidas del gobierno de facto, la crisis internacional y la pandemia del Covid-19.

David Choquehuanca en Radio Gráfica: “El pueblo boliviano ha perdido el  miedo” “Para nuestro modelo es importante fortalecer la demanda interna vía bonos y transferencias. En paralelo vamos a empezar la reconstrucción de la producción, que eso también ha sido afectado por las medidas que el gobierno golpista ha tomado” explicó. Hemos recuperado las esperanzas, dijo Lucho Arce al proclamar su triunfo junto a su vicepresidente, David Choquehuanca, ex canciller.Arce contará con mayoría en el Congreso, según proyecciones, pero no alcanzaría las dos terceras partes que requiere para que se aprueben leyes sin necesidad de pactar con otras fuerzas políticas.

Desde Buenos Aires, donde está exiliado, Morales atribuyó la victoria de su ex ministro de Economía a la conciencia de la revolución democrática cultural, y agregó: el resultado demuestra que en noviembre pasado no hubo fraude: “sí hubo golpe”.Morales ganó los comicios del 20 de octubre de 2019, y la entonces oposición de derecha alegó, sin presentar una sola prueba, que hubo fraude, acusación avalada también por la Organización de Estados Americanos (OEA). Las protestas impulsadas entonces por el líder ultraderechista Luis Fernando Camacho dejaron 30 muertos. Morales fue conminado por la cúpula militar a renunciar.

Evo sostuvo que el delito de su gobierno fue haber sido antiimperialistas y haber identificado a enemigos internos y externos, y manifestó su deseo de volver a su tierra natal tarde o temprano. Expuso que le gustaría volver a Cochabamba y ser un agricultor o pequeño productor.Definió a Arce como uno de los mejores economistas de América Latina, y recordó que fue un ministro de Economía por casi 12 años, con mucha calidad humana, muy solidario y honesto.

Con la promesa de volver a instalar los grandes planes de industrialización del gas natural y de los grandes yacimientos de litio y diversificar la matriz productiva del país, Arce tendrá la tarea de recuperar la senda del crecimiento.El Banco Mundial estima que la economía de Bolivia, dominada por la agricultura y el gas, caerá alrededor de 6 por ciento este año, después de más de tres décadas de crecimiento.

Nacido en La Paz hace 57 años, el presidente electo se graduó en Economía en la Universidad Mayor de San Andrés, y estudió una maestría en la Universidad de Warwick, en Inglaterra. Trabajó 18 años en el Banco Central, donde ocupó diversos cargos. Tiene un perfil más tecnócrata que político, pero el perfil no es todo: en la campaña ha mostrado su buena muñeca política.

En el gobierno de Morales, Bolivia elevó su PIB de 9 mil 500 millones de dólares anuales a 40 mil 800 millones y redujo la pobreza de 60 a 37 por ciento, según datos oficiales. La bonanza permitió otorgar bonificaciones a miles de embarazadas, estudiantes y ancianos, e inversiones millonarias para intentar industrializar la explotación del litio y el gas natural.

Durante su gestión, Bolivia creció a un ritmo anual de 4.6 por ciento. Con la mirada puesta en la demanda interna como motor del crecimiento económico, Arce promovió la nacionalización de empresas estratégicas y el desarrollo de inversión pública, así como políticas redistributivas.

En su campaña, Arce propuso inyectar ocho mil millones de dólares al Estado que saldrían de créditos internacionales, negociar el no pago de la deuda externa, crear un impuesto a los más ricos, que representan uno por ciento de la población, y sustituir importaciones con producción nacional.

Arce deberá construir su propio liderazgo presidencial, con un Evo Morales que volverá a Bolivia mucho menos fuerte que antes, y un vicepresidente, David Choquehuanca, distanciado de Morales y con base propia entre las dirigencias aymaras del altiplano paceño.

Lucho Arce deberá mostrar que su exitoso modelo sirve también en tiempos de crisis económica e incertidumbre profundizada por la pandemia. Tras el triunfo, se mostró humilde, sugirió una autocrítica y prometió la unidad nacional. Todavía no asumió.

Fuente e imagen:  http://estrategia.la/2020/10/21/sin-evo-y-con-un-pueblo-en-resistencia-el-mas-vuelve-al-poder-de-la-mano-de-lucho-arce/

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Fratelli tutti: la política como ternura y amabilidad

Fratelli tutti: la política como ternura y amabilidad

Leonardo Boff

 La nueva encíclica del Papa Francisco, firmada sobre la sepultura de Francisco de Asís, en la ciudad de Asís, el día 3 de octubre, será un marco en la doctrina social de la Iglesia. Es amplia y detallada en su temática, buscando siempre sumar valores, hasta del liberalismo que él critica fuertemente. Ciertamente va a ser analizada en detalle por cristianos y no cristianos pues se dirige a todas las personas de buena voluntad.

Resaltaré en este espacio lo que considero innovador respecto al magisterio anterior de los Papas.

En primer lugar tiene que quedar claro que el Papa presenta una alternativa paradigmática a nuestra forma de habitar la Casa Común, sometida a muchas amenazas. Hace una descripción de las “sombras densas”, que equivalen, como él mismo afirmó en varios pronunciamientos, “a una tercera guerra mundial por partes”.

Actualmente no hay un proyecto común para la humanidad (n.18), pero un hilo conductor pasa por toda la encíclica: «la conciencia de que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos» (nº 32). Este es el proyecto nuevo, expresado en estas palabras: Entrego esta encíclica social como una humilde contribución a la reflexión para que frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a los otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social (nº 6).

Debemos comprender bien esta alternativa. Venimos y estamos todavía dentro de un paradigma que está en la base de la modernidad. Es antropocéntrico. Es el reino del dominus: el ser humano como dueño y señor de la naturaleza y de la Tierra, que sólo tienen sentido en la medida en que se ordenan a él. Cambió la faz de la Tierra, trajo muchos beneficios pero también creó un principio de autodestrucción. Es el actual impasse de las “densas sombras”. Frente a esta visión del mundo, la encíclica Fratelli tutti propone un nuevo paradigma: el del frater, el hermano, el de la fraternidad universal y la amistad social. Desplaza el centro: de una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de preservación y cuidado de toda la vida. Esta es la intención original del Papa. En este viraje está nuestra salvación; superaremos la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza, de que podemos y debemos cambiar de rumbo.

Para eso necesitamos alimentar la esperanza. El Papa dice: «Os invito a la esperanza que nos habla de una realidad arraigada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y de los condicionamientos históricos en que vive» (nº 55). Aquí resuena el principio esperanza, que es más que la virtud de la esperanza, es un principio, un motor interior para proyectar nuevos sueños y visiones, tan bien formulado por Ernst Bloch. Destaca «la afirmación de que los seres humanos somos hermanos y hermanas, que no es una abstracción sino que se hace carne y se concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones» (nº 128). Como se deduce, se trata de un nuevo rumbo, de un viraje paradigmático.

¿Por dónde empezar? Aquí el Papa revela su actitud básica, repetida a menudo a los movimientos sociales: «No esperéis nada de arriba porque siempre viene más de lo mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos». Por eso sugiere: Es posible comenzar desde abajo, desde cada uno de nosotros, a luchar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo (nº 78). El Papa sugiere lo que hoy es la punta de la discusión ecológica: trabajar la región, el biorregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad y la humanización de las comunidades y articula lo local con lo universal (nº 147).

Tiene largas reflexiones sobre la economía y la política, pero subraya: «la política no debe someterse a la economía y la economía no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia» (nº 177). Hace una contundente crítica al mercado: «El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, como único camino para resolver los problemas sociales» (nº 168). La globalización nos hizo más cercanos pero no más hermanos (nº 12). Crea sólo socios pero no hermanos (nº 102).

De la mano de la parábola del buen samaritano, hace un análisis riguroso de los diversos personajes que entran en escena y los aplica a la economía política, culminando con la pregunta: «¿con quién te identificas (con el herido del camino, con el sacerdote, con el levita o con el extranjero, el samaritano, despreciado por los judíos)? Esta pregunta es cruda, directa y decisiva. ¿A cuál de ellos te pareces?» (nº 64). El buen samaritano se convierte en modelo del amor social y político (nº 66).

El nuevo paradigma de fraternidad y amor social se despliega en el amor en su concretización pública, en el cuidado de los más frágiles, en la cultura del encuentro y del diálogo, en la política como ternura y amabilidad.

En cuanto a la cultura del encuentro, se toma la libertad de citar al poeta brasileño Vinicius de Moraes en su Samba da Bênção en el disco Encuentro en Al bon Gourmet de 1962 donde dice: La vida es el arte del encuentro aunque haya tantos desencuentros en la vida (nº 215). La política no se reduce a la disputa por el poder y a la división de poderes. Afirma de manera sorprendente: Incluso en la política hay lugar para el amor con ternura: a los más pequeños, a los más débiles, a los más pobres; ellos deben enternecernos y tienen el ‘derecho’ de llenar nuestra alma y nuestro corazón; sí, son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos de esta manera (nº 194). Se pregunta qué es la ternura y responde: es el amor que se hace cercano y concreto; es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos (nº 196). Esto nos recuerda la frase de Gandhi, una de las inspiraciones del Papa, junto con San Francisco, Luther King, Desmond Tutu: la política es un gesto de amor al pueblo, el cuidado de las cosas comunes.

Junto con la ternura viene la amabilidad que nosotros traduciríamos por gentileza, recordando al profeta Gentileza que en las calles de Río de Janeiro proclamaba a todos los que pasaban: Gentileza genera gentileza y Dios es gentileza, muy al estilo de San Francisco. Define así la amabilidad: un estado de ánimo que no es áspero, duro, rudo, sino afable, gentil, que sostiene y conforta. La persona que posee esta cualidad ayuda a los demás a hacer más llevadera su existencia (nº 223). Este es un desafío para los políticos, hecho también a los obispos y sacerdotes: hacer la revolución de la ternura.

La solidaridad es uno de los fundamentos de lo humano y lo social. Se expresa concretamente en el servicio que puede adoptar formas muy diferentes y asumir para sí mismo el peso de los demás; es en gran medida cuidar de la fragilidad humana (nº 115). Esta solidaridad demostró estar ausente y sólo después ser eficaz en la lucha contra la Covid-19. Impide que la humanidad se bifurque entre mi mundo y los otros, ellos, ya que muchos dejan de ser considerados seres humanos con una dignidad inalienable, y pasan a ser sólo ‘ellos’ (nº 27). Y concluye con un gran deseo: Ojalá que al final ya no estén ‘los otros’ sino sólo ‘nosotros’ (nº 35).

Para ese desafío de dar cuerpo al sueño de una fraternidad universal y de amor social convoca a todas las religiones, pues ellas ofrecen una valiosa contribución en la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad (nº 271).

Al final evoca la figura del hermanito de Jesús, Charles de Foucauld, que en el desierto del norte de África junto a la población musulmana quería ser definitivamente el hermano universal (nº 287). El Papa Francisco observa: Sólo identificándose con los más pequeños llegó a ser hermano de todos; que Dios inspire este sueño en cada uno de nosotros. Amén (nº 288).

Estamos ante un hombre, el Papa Francisco, que, siguiendo a su fuente inspiradora, Francisco de Asís se ha convertido también en un hombre universal, acogiendo a todos e identificándose con los más vulnerables e invisibles de nuestro cruel e inhumano mundo. Él suscita la esperanza de que podemos y debemos alimentar el sueño de la fraternidad sin fronteras y del amor universal.

Él ha hecho su parte. Nos corresponde a nosotros no dejar que ese sueño sea sólo un sueño, sino el principio fundamental de una nueva forma de vivir juntos, como hermanos y hermanas más la naturaleza, en la misma Casa Común. ¿Tendremos el tiempo y la sabiduría para dar este salto? Seguramente las densas sombras continuarán, pero tenemos una lámpara en esta encíclica de esperanza del Papa Francisco. No disipa todas las sombras, pero es suficiente para vislumbrar el camino a ser recorrido por todos.

Leonardo Boff

Fuente de la Información: http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1005

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Perú: Aprueban plan de emergencia de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo

Aprueban plan de emergencia de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo

25/10/2020 El objetivo es presentarse a un nuevo proceso de licenciamiento de la Sunedu.

Una buena noticia para la comunidad educativa de la región Lambayeque, mediante la Resolución Ministerial N° 431-2020, el Ministerio de Educación (Minedu) aprobó el plan de emergencia de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo (UNPRG), cuya ejecución permitirá a esa casa de estudios el cumplimiento de las condiciones básicas de calidad para que pueda presentarse a un nuevo proceso de licenciamiento ante la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu).
Como se recuerda, el 20 de agosto de este año, la Sunedu denegó la licencia institucional a la UNPRG para ofrecer el servicio educativo superior universitario en el territorio nacional.
Investigación y gestión académica.
El plan de emergencia plantea el logro de siete hitos relacionados con la revisión y modificación del modelo educativo, el estatuto, el Reglamento de Organización y Funciones y reglamentos específicos para la mejora de los procesos, así como con la ejecución de inversiones.
La mejora de los procesos está enfocada principalmente en la investigación, gestión académica y responsabilidad social, servicios complementarios, mantenimiento de infraestructura y equipamiento, inversiones, entre otros.
En relación al ejercicio del desarrollo docente, el plan de emergencia se enfocará en los planes de capacitación a partir de las necesidades identificadas en la evaluación docente.
Por último, en inversión de equipamiento e infraestructura, se ha previsto la culminación de obras y la adquisición de equipamiento de laboratorios.
Durante todo este proceso, el Minedu se encargará del seguimiento al cumplimiento de los hitos del plan de emergencia, así como de brindar asesoría y asistencia técnica, en el marco del Decreto Supremo N° 016-2019-MINEDU.

Fuente de la Información: https://elperuano.pe/noticia/105967-aprueban-plan-de-emergencia-de-la-universidad-nacional-pedro-ruiz-gallo

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