Por: Julio C Valdez/ Venezuela
De lo que tratamos aquí
Queremos señalar la posibilidad de asumir un ensayo social de transformación –desde adentro- de organizaciones comunitarias y de gestión pública, mediante un proceso profundo de aprendizaje organizacional. Tal transformación puede lograrse –entre otras vías- si todas/todos o buena parte de sus integrantes dedican parte de su tiempo a generar y comunicar aprendizajes y saberes práctico-teóricos desde y para la praxis cotidiana. Partimos de la hipótesis siguiente: si las personas que militan en instituciones del Estado (en este caso venezolano) y en las organizaciones comunitarias aprenden a sistematizar y comunicar eficientemente sus experiencias vitales, de modo continuo y progresivo, generarán la claridad de propósito compartido y los medios y recursos apropiados para transformar progresivamente tal praxis, y por ende ayudar a mutar la organización total. Este ensayo social al que nos referimos presume que los miembros de una organización dada, incluidos protagónicamente en procesos constantes de revisión y evaluación de los planes y procesos en marcha, así como en la reorientación y reapropiación de modos de mejorar la práctica diaria, y la generación de espacios educomunicacionales cada vez más fluidos y consistentes, irán reconstruyendo progresivamente los tejidos organizacionales internos, así como los vínculos con otras organizaciones, ampliarán sus posibilidades de cumplir mejor su misión social y política.
¿Sobre cuál piso normativo nos apoyamos?
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) nos señala que en la creación de un estado democrático social de derecho y de justicia… enfatizaremos en los valores de vida, libertad, justicia, solidaridad, democracia y responsabilidad social (Art. 2).
Ello implica que hemos de asumir un proceso de transformación constante desde este estado de cosas plagado de injusticias, asimetrías, inequidades, para buscar –o crear- un nuevo estado, que satisfaga las necesidades y propicie el despliegue de las potencialidades de todos/todas sin excepción.
Por otra parte, la CRBV expresa claramente que la soberanía reside en el pueblo (Art. 5). Para que eso se materialice nos vemos en la necesidad de transformar el estado venezolano heredado de históricos patrones coloniales (jerárquico, vertical), para que sea el pueblo el verdadero gobernante. Pues, es desde el Poder Popular de donde ha de provenir la democratización del saber y la participación comunitaria, para la reconstrucción del espíritu público en los nuevos republicanos y en las nuevas republicanas con profunda conciencia del deber social (art. 103 CRBV).
Por otra parte, la Ley Orgánica de Educación (LOE) vigente en Venezuela nos abre la posibilidad de avanzar como pueblo. Bajo la rectoría del Estado y mediante el diálogo de saberes, marcharemos hacia la construcción colectiva del conocimiento, la valoración ética y social del trabajo, y la integralidad y preeminencia de los derechos humanos, de cara a la formación de los nuevos republicanos. Ello conlleva la participación activa, consciente y solidaria del Poder Popular en los procesos de transformación individual y social, consustanciada con los valores de la identidad nacional, con una visión latinoamericana, caribeña, indígena, afrodescendiente y universal generando acciones de investigación, creatividad e innovación.
Así, la construcción de un estado pleno de justicia, equidad, auténticamente democrático, pasa por la generación de condiciones, pautas y formas para propiciar y desplegar aprendizajes, saberes, valoraciones éticas que viabilicen el ejercicio de los Derechos Humanos, por parte del pueblo como protagonista del verdadero poder y del acontecer histórico. Ante esto, cabe preguntar si nuestras instituciones de estado están preparadas para avanzar en este sentido. Y si no, ¿qué hay que transformar en ellas? ¿O hay que transformarlas radicalmente?
¿Qué instituciones y organizaciones tenemos?
Las instituciones del estado venezolano –no es ningún secreto- se han originado en distintos momentos históricos, atendiendo con fuerza a requerimientos de control y sometimiento del pueblo. Corresponden, sin duda, al orden colonial desde donde fueron forjadas. A ello se debe su verticalidad y sistemas jerárquicos, su atomización, que sumados a la alta rotación de sus directivos y a la complejidad de asuntos por atender las pueden hacer sumamente lentas y pesadas. El tiempo al interior de las instituciones se consume en procesos rituales y fragmentados que poco tienen que ver con las necesidades de respuesta de las personas a quienes la institución debiera servir.
Por otra parte, a lo largo de su historia, en cada institución tienden a conformarse redes internas de afinidades y parentescos que pasan a constituir micropoderes, que por su facultad de agilizar o ralentizar procesos, o mostrarlos u ocultarlos, pueden ser factores de avances en unos casos y de irregularidades y corrupción en otros. A partir del desarrollo creciente de estos micropoderes la institución puede ser deformada, de un modo en que se aleja de sus funciones y de su capacidad de servir al poder popular.
Conviene que aclaremos que, a pesar de las dificultades que conlleva el funcionamiento de las instituciones oficiales, no estamos desmeritando los esfuerzos que muchas personas dedicadas, altamente comprometidas, realizan para servir al pueblo. Hablamos de grandes esfuerzos que usualmente tienen que atravesar las limitaciones y las barreras de contención que existen al interior de tales instituciones.
Lo anterior expresa una contradicción entre las políticas de estado y el comportamiento de muchos funcionarios públicos. En Venezuela, desde hace década y media, el Estado ha promulgado políticas claras que impulsan la participación y el protagonismo popular. Se han construido leyes (Cooperativas, Consejos Locales de Planificación Pública, Consejos Comunales, Ley Orgánica de Educación), que amparan la organización colectiva del pueblo, y les dan espacio y sentido en el marco de esta sociedad en tránsito. Por otra parte, existen programas (las Misiones, en toda su diversidad), creados fuera de la tradicional burocracia y de las mafias que operan dentro de la administración pública, en una búsqueda de alternativas al quehacer institucional. No obstante, en el poder constituido (Ministerios, Gobernaciones, alcaldías, la misma Asamblea Nacional), se han venido afianzando, asumiendo con frecuencia antiguas prácticas y modos de ejercer el poder, donde predominan la burocracia, el autoritarismo y la exclusión. En ocasiones, el poder constituido apoya hechos de corrupción, llegando también a practicar la destrucción ambiental. El cuerpo jurídico predominante, que preexiste al gobierno actual, aún ampara el antiguo estado de cosas. Una consecuencia directa de esto, puede ser la consolidación de una nueva y privilegiada élite socioeconómica, que pondría en jaque los intentos de consolidar la revolución.
No obstante, en Venezuela han venido surgiendo y afianzándose miríadas de colectivos y organizaciones que apuntan a la conformación de cada vez más fuertes movimientos sociales. Caben en una categoría conocida como poder constituyente. Este poder enfatiza la construcción del poder local, y la articulación con otras organizaciones para el apoyo mutuo, y para la generación de un espacio político más amplio, una fuerza que pueda dialogar horizontalmente con el poder constituido.
Estos colectivos y movimientos prefieren la diversidad, la pluralidad y el ejercicio permanente del diálogo, antes que la uniformidad y la verticalidad. Tienen frecuentes conflictos con los poderes constituidos, y sospechas históricas sobre los aparatos políticos “creados de la nada”. Requieren de mucho tiempo, de una formación progresiva, de ensayos, de idas y venidas, para construir nuevas formas de poder democrático, que den respuesta a los requerimientos surgidos de las vivencias cotidianas de la gente. Muchas veces, se dedican más a lo local, y a desarrollar su vida interna (cómo se toman decisiones, cómo legitiman sus acciones en las comunidades, etc.), que a lo nacional e internacional. Dependen de las instituciones para existir y sostenerse, y muchas veces estas instituciones tratan de ponerles condiciones, con lo cual se inician los conflictos, puesto que las instituciones, como hemos dicho, responden a otras lógicas.
¿Qué podemos hacer ante esto?
Visualizamos, ante la situación descrita, dos grandes horizontes, que perfectamente pueden integrarse en uno solo:
1. Una política y estrategia de Estado, a mediano y largo plazo, tendente a la transformación radical del cuerpo institucional nacional, estadal y municipal, de modo que pueda cumplir expeditamente con los requerimientos de la CRBV, las leyes de la República y las necesidades de los grandes contingentes humanos.
2. El desarrollo constante y sistemático de múltiples estrategias de transformación desde el interior de las propias instituciones, con la participación protagónica del propio personal y de aliados de otras instituciones y organizaciones.
A continuación nos referiremos a este segundo camino, que constituye UNA posibilidad entre otras tantas…
¿Y cuál es nuestra propuesta?
Nuestra propuesta supone un doble propósito:
1. Por una parte, se trata de desarrollar un proceso de comprensión profunda y aprendizaje compartido que apunte al mejoramiento sustancial de la gestión pública y de la organización popular a través de un proceso constante de sistematización de experiencias.
2. Por otra parte, esta propuesta (sometida a inclementes revisiones, críticas, falsaciones) intenta convertirse en una posible referencia (que no modelo) para la transformación progresiva de la gestión instituciones oficiales y en organizaciones populares.
Esta propuesta, por otra parte, implica un camino de formación permanente de servidores públicos y sujetos populares en la comprensión y apropiación del enfoque, conceptos, lenguajes, estrategias y técnicas de sistematización, con el fin de que puedan comprender más y mejorar la práctica cotidiana y desarrollar saberes alternativos hacia la transformación progresiva de la gestión pública.
¿Y por qué la sistematización?
La sistematización, como tal, nace en tierra nuestramericana.
El pueblo latinoamericano y caribeño, desde los 70 y 80 del siglo pasado, se vuelve muy prolífico en la generación de movimientos sociales y de propuestas de reflexión-acción. Era necesario –como ahora- enfrentar las estrategias imperiales, las aventuras totalitarias y los conflictos endógenos que amenazaban (y siguen amenazando) nuestra región.
Las fuerzas imperiales del mundo imponían un supuesto liberalismo económico que favorecía realmente a los grandes empresarios internacionales y a sus aliados en cada nación. La eliminación de normas de comercio internacional (la famosa des-regularización) que buscaba una presunta libertad de mercado, y una estrategia deliberada de endeudamiento creciente, hacía más poderosas y más ricas a las grandes corporaciones económicas e iban empobreciendo eventualmente a muchos pueblos y comunidades en todo el mundo.
La vía más expedita y simple para llevar a cabo este proceso, minimizando las posibles protestas y revueltas sociales, era la conformación por todas partes de gobiernos militares de extrema derecha. De este modo, Nuestramérica se pobló de feroces y sangrientas dictaduras militares que protegían los intereses del gran capital mientras desplegaban acciones represivas a la población en general, que incluían ejecuciones selectivas, desapariciones, prisión sin juicio previo, y otras.
No obstante, nuestra geografía empieza a poblarse de movimientos sociales que enfrentan graves problemas en diversos ámbitos, a partir de diversos sujetos: indígenas, campesinos, obreros, estudiantes, militantes de lucha de género, comunidades urbanas, entre otras. No son sólo organizaciones para realizar meras luchas reivindicativas, sino también para proponer nuevos modos de vivir en sociedad, enfatizando la solidaridad y la cooperación (JARA, 2005). Por otra parte, y también de la mano con estos movimientos, en los últimos años ha ido surgiendo -profundo, diverso y plural- un pensamiento emergente latinoamericano. Este pensamiento se opone a todas las formas posibles de sometimiento, coloniaje, injusticia e inequidad. Y propone miradas desde la historia que se va tejiendo en América Latina, desde ese despertar libertario que nos cruza y las utopías creadoras de nuevos amaneceres sociales.
La sistematización de experiencias es una corriente de acción-reflexión (es decir, práxica) que surge de las luchas populares en América Latina, de la mano con universitarios comprometidos con la liberación de los pueblos. Señala que…
El pueblo (es decir, todos los seres humanos, sin excepción) somos los protagonistas de la Historia (como integralidad) y de las historias (como procesos específicos, únicos, particulares)…
La sistematización nos ayuda como pueblo a desplegar acciones conscientes y altamente organizadas que se contraponen a procesos e instituciones que tienden a subyugarnos, a oprimirnos, a explotarnos….
Al sistematizar, generamos formas alternas de comprender y de actuar –personal y colectivamente- por la emancipación total (cognitiva, política, social, cultural, económica)
Tiende a la transformación profunda de la sociedad…
La sistematización, entonces, pasa a ser un enfoque/herramienta alternativa que permite generar un saber vivencial, organizado, contextualizado, compartido, entre seres humanos que –en este caso- asumen un trabajo en una organización, con el fin de comprender más y mejorar la práctica diaria, y constituir conocimientos referenciales para otros sujetos sociales en situaciones y con propósitos similares.
Nos referimos, sin duda, a una óptica enraizada en una dimensión política, que replantea la forma como pensamos/actuamos coherentemente sobre la realidad para transformarla. Al mismo tiempo, aporta interesantes aprendizajes para la construcción de sujetos y sujetas sociopolíticos/as autónomos/as, individuales y colectivos, capaces de transformarse y transformar el contexto en el cual interactúan, es decir que fortalece las capacidades necesarias para constituirnos en sujetos de nuestras historias y convierte este método de sistematización en un instrumento político: esta dimensión política conciente es la principal diferencia con otras propuestas de sistematización (BICKEL, s/f)
Pero, además, la sistematización tiene que ver con nuevos modos de relación entre seres humanos, lejos de las fórmulas tradicionales donde unos crean conocimientos y los otros los consumen. La sistematización de experiencias sólo admite relaciones humanas en carácter de igualdad, equidad y cooperación en la construcción de historias y relatos compartidos que apunten tanto a resolver problemas concretos como a visualizar nuevas posibilidades de vida.
Si bien la sistematización de experiencias implica un proceso de generación de conocimiento válido y socialmente pertinente, lo hace desde la vivencia y para la vivencia. Se trata de conocimientos generados a partir del diálogo colectivo, teñidos de experiencias cotidianas, de sentires, de sueños por explorar. Ese conocer, vertido en un informe, un video, un esquema, o cualquier otro producto, es susceptible de ser socializado, compartido con otras comunidades como un saber referencial, incluso inspirador.
Finalmente –y sabiendo que estamos muy lejos de agotar el tema-, la sistematización de experiencias tiene también un sentido metodológico. Ello se orienta –si se nos permite la simplicidad- a la construcción permanente de relatos colectivos que propicien una mirada profunda a la realidad que vivimos y a los modos como la vamos construyendo. Si bien existen pautas y propuestas de secuencias para hacer esto, cada proceso de sistematización de experiencias es único, particular, específico, por lo que asistimos a un método que permanentemente requiere ser reconstruido.
Desde lo anterior tenemos que la sistematización de experiencias implica una práctica política desde la cual colectivos humanos desarrollan una narrativa compartida que propende a la emancipación de situaciones de injusticia y buscan transformar la realidad que viven mediante la generación de nuevos vínculos de equidad y cooperación recíproca que incluye la generación y socialización de conocimientos vivenciales, contextualizados, sintientes, que permiten visualizar tanto el horizonte como los modos de alcanzarlo.
Un proceso de sistematización implica, entonces:
Un saber colectivo ligado a la experiencia (aprendizaje experiencial, vital) que intenta resolver problemáticas ínsitas en situaciones cotidianas, mediante la construcción compartida de relatos de vida personales/ colectivos (unidad sujeto-objeto), críticos, de cara a la búsqueda de una transformación social profunda. Dicho de otra manera, la sistematización implica la interrogación permanente a lo que hacemos, sentimos y pensamos, de cara a la generación de espirales de saberes y sentires compartibles, socializables, en un proceso constante de hacer/ saber dialogado, desde las comunidades de aprendizaje.
Decíamos antes que la sistematización de experiencias es un proceso primordialmente político: propende a la transformación de realidades específicas (usualmente cargadas de injusticia, inequidad, segregación) en espacios sociales más dignos, justos, equitativos, solidarios, mediante una progresiva comprensión de nuestros seres y haceres humanos, desde la construcción de relatos de vida compartidos.
No obstante, un auténtico proceso de sistematización de experiencias tiende a imbricar acciones de investigación (conocimiento profundo, vital, cotidiano, de la realidad presente y la realidad posible), éticas (promueve comportamientos en términos de igualdad y solidaridad), artísticas (se trata de construir una narración compartida, lo que nos remite a escribir literatura no ficcional), formativas (genera aprendizajes personales-colectivos integrales, conscientes y sistemáticos) y tecnológicas (requiere de la construcción de modos de trabajo colectivos armónicos, bien administrados y productivos).
En este sentido, pensamos que tenemos que asumir la sistematización en toda su complejidad, atendiendo a todas y cada dimensión de modo simultáneo. Aunque, por razones prácticas, sea necesario enfatizar uno u otro aspecto, pero hemos de desarrollarlo sin abandonar los otros. Pensamos, a tal efecto, en el modelo de la fotografía holográfica (tridimensional), en la que proyectada una imagen dada, cada punto que la conforma contiene la referida imagen en su totalidad… Sin embargo, el objeto final de la sistematización de experiencias, como veíamos antes, conlleva una intencionalidad política, una propuesta transformadora de una realidad que es necesario superar.
¿Cuáles son los requerimientos fundamentales para un proceso de sistematización de experiencias?
Emprender una sistematización de experiencias -desde nuestros espacios institucionales u organizacionales- nos coloca ante un conjunto de ámbitos de posibilidad, que nos plantean retos que hemos de abordar para sustentar el proceso. Tenemos que atender a estas condiciones de partida y avanzar en su resolución para asumir la sistematización como tal.
1. Lo primero que debemos clarificar es si es necesario emprender un proceso de sistematización de experiencias, en vez de cualquier otro. Si se trata de hacer un diagnóstico, o una evaluación de proceso, o un informe de gestión, es mejor asumir otro procedimiento directo. En cambio, si pretendemos sumergirnos en un proceso colectivo, apreciarlo en profundidad y aprender de él para reorientar acciones; si queremos aventurarnos a encontrar elementos que pueden ser reconfortantes, pero también aquéllos de los que no hemos querido saber; si queremos arriesgarnos a descubrir y tratar de superar fuentes de tensiones, conflictos en movimiento… entonces vale la pena hacer sistematización.
2. Debemos tener claridad si entre las personas de la institución (o en cierto espacio de ella, como una Dirección o una Coordinación), o de la organización (consejo comunal, sala situacional, comuna) existe disposición favorable para emprender la sistematización de experiencias. Es posible que haya discrepancias en cuanto a la necesidad de sistematizar, o posiciones encontradas en cuanto a cómo abordarla. El colectivo que promueva la sistematización de experiencias tiene que estar convencido de que existe una disposición mínima para llevarla a cabo.
3. Es necesario contar con un equipo de trabajo que ha de promover, organizar, administrar acciones y recursos necesarios, para asumir colectivamente la sistematización de experiencias. Conviene que las personas que conformen este equipo estén altamente identificadas con la institución u organización, y sean aptas/os para visualizar el alcance político (transformador) de los procesos y los modos de sustentarlos, y en lo posible que puedan llevarse bien entre sí.
4. Se requiere una visión inicial de lo que se quiere lograr, es decir, de los alcances esperados y los posibles beneficios para todas/os. Este horizonte de partida deberá discutirse luego con el colectivo mayor, derivando los propósitos definitivos de la sistematización.
5. Conviene –desde un inicio- tener una idea aproximada de la secuencia a seguir para desarrollar de modo conveniente el proceso de sistematización de experiencias. Esta visión inicial ha de ser confrontada de modo permanente con el colectivo, según las realidades que se vivan y las posibilidades y los recursos de la institución u organización.
6. Sería saludable prever los aprendizajes que se requieren para desarrollar el proceso, y cómo han de lograrse. Por ejemplo, aprendizajes relativos a la preparación y ejecución de dinámicas grupales específicas, o para llevar registros adecuados, o para facilitar la interacción entre las personas protagonistas de los procesos de sistematización.
7. Es necesario discutir desde el principio (entre todas/os) la factibilidad del proceso en toda su extensión. Tal factibilidad depende de las respuestas más claras posible a todos los planteamientos anteriores: disposición institucional/ organizacional, equipo humano promotor, claridad de propósitos compartidos, prever futuras acciones y su posible secuencia y buscar las formas propicias de aprender todo lo necesario para desarrollar la sistematización de experiencias.
¿Y cómo se asume la sistematización en una institución u organización?
Un proceso de sistematización implica simultáneamente la posibilidad de asumir la solución a una problemática concreta y la posibilidad de crear una situación nueva que tal vez apunte a mejorar condiciones de vida (TAPELLA, 2009). Ello permite visualizarla como una herramienta de gestión, vinculada al aprendizaje organizacional propuesto por Donald Schön (FANTOVA, s/f).
Una forma (entre otras tantas) de asumir la sistematización es comenzar el trabajo desde cada unidad, convocando a todo su personal a construir un relato personal, crítico, de su trabajo en un lapso dado. Cuando hablamos de relatos críticos (y autocríticos) nos referimos a una descripción de acciones y situaciones vitales acompañada de preguntas y cuestionamientos: ¿qué se hizo? ¿Por qué se tomó tal decisión y no otra? ¿Cómo fue entonces la participación de los equipos de trabajo? ¿Estoy contento(a) con mi papel ante tal situación?…
Luego, los relatos son leídos en cada unidad, donde los demás han de escuchar con atención. Luego, comentar desde cada relato la situación de la unidad, derivando de ello diversos temas significativos para ese colectivo. Posteriormente, el colectivo de cada unidad propondrá y elegirá el tema central (que considere entonces más relevante), y lo formulará en términos de una gran interrogante.
Desde este interrogante, cada colectivo (cada unidad, en este caso) desarrollará un relato colectivo, integrador e integrado, de las vivencias comunes en torno al asunto formulado. Este relato también ha de estar sembrado de preguntas y respuestas que describan, analicen e interpreten integralmente un proceso vivido en un tiempo dado, al mismo tiempo que apunte hacia futuros y compromisos posibles. El objeto de estas construcciones de relatos es comprender y mejorar la práctica compartida, optimizar las relaciones interpersonales y, en fin, transformar los modos de trabajar (la gestión).
¿Qué podremos derivar de esto?
La práctica permanente de este ejercicio de sistematización –con la menor interferencia posible con respecto a las otras tantas tareas que desempeña cada unidad- puede generar diversos saldos, como estos:
Creación de colectivos de sistematización en diversos ámbitos, investigando a fondo su propia práctica y sus posibilidades de cambio…
Producción permanente de teorías, métodos, ensayos, y su integración reticular en espacios compartidos de intercambio y enriquecimiento recíproco…
Conformación progresiva de una red de colectivos interinstitucionales proclives a la transformación del Estado.
Generación de propuestas novedosas en la conceptualización y las estrategias vivas para lograrlo.
DOCUMENTOS DE REFERENCIA
Bickel, Ana (s/f). La sistematización participativa para descubrir los sentidos y aprender de nuestras experiencias. Red Alforja – FUNPROCOOP – El Salvador C.A. pi.ning.com/files/X1EAZPnUE769bWmoGgE*JiiJqH1bBpyyVHtG2WLUl5nrMCWyHZnN1STgDSn*VOkAT0uwfQvOeh0AAffG*wWEnCjCucZHhcwr/articulo_ceaal.pdf
Fantova, Fernando (s/f). La sistematización como herramienta de gestión. http://www.documentacion.edex.es/docs/1311FANsis.pdf.
Jara, Oscar. (2005). El desafío político de aprender de nuestras prácticas. Dialnet, Vol. 2, Nº. 42-43, 2005. http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1355676
República Bolivariana de Venezuela. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Tapella Esteban. ¿Cómo aprender desde la práctica? Aproximaciones conceptuales y metodológicas para la sistematización de experiencias de desarrollo. Perspectivas em Políticas Públicas | Belo Horizonte | Vol. II | Nº 4 | P. 69-94 | jul/dez 2009. http://revistappp.uemg.br/pdf/artigo4ppp4.pdf.
[Publicado en el libro:
Procesos comunicacionales, educación y ciudadanía en las luchas de los pueblos/ VIII Seminario Internacional de Metodologías Transformadoras de la RED AMLAT / organizadores / compiladores: Padilla F., Adrián; Gamboa V. Norah; Maldonado, Alberto Efendy – Caracas: Fondo Editorial CEPAP-UNESR, 2015]