«La lectura de este libro constituye un desafío en varios sentidos, ya que representa una mirada reflexiva sobre la actual situación política, económica y social de América Latina y el Caribe, así como también un llamado urgente desde las ciencias sociales y las humanidades a los Estados y a las instituciones para posicionarse ante una realidad devastadora.
A lo largo de estas páginas se propone asediar la compleja situación que atraviesan las sociedades latinoamericanas a partir de sus especificidades históricas constitutivas, las reiteradas crisis políticas, económicas y ambientales, y la gravitación de la crisis sanitaria visibilizada por la pandemia y la post-pandemia.» (Prólogo, p. 13)
Chávez y la emergencia del pensamiento emancipatorio latinoamericano
Por Aram Aharonian*
A diez años de su muerte
Hugo Chávez, la locomotora que impulsó la construcción diaria de la Patria Grande, la de los pueblos, dejó hace 10 años una nación huérfana. Simbolizó (y simboliza) la emergencia del pensamiento regional emancipatorio del cambio de época, con críticas anticapitalistas de cuño marxista, con una concepción humanista. Y rescató la idea de socialismo como horizonte utópico.
Fueron 14 años que transformaron Venezuela pero también Nuestramérica, La pobre. Primero, considerando que nuestras grandes mayorías, los invisibilizados por las elites y los medios hegemónicos, no solo eran objeto sino que se transformaron en sujetos de política. La vida digna para todos. Atreviéndose a hacer lo que muchos consideraban (o creíamos) imposibles, como enfrentarse al imperialismo, o romper con las buenas costumbres de la democracia formal y liberal, institucional y declamativa, entendiendo que había que empoderar a los pobres, dándoles acceso a la educación, vivienda, salud, para todos. Comprendiendo que había que pasar de la etapa de más de 500 años de resistencia a una etapa de construcción de naciones soberanas, de una verdadera democracia participativa, de construcción de poder popular, mediante una revolución por medios pacíficos, avanzando hacia la integración y la unidad de nuestros pueblos –y no de nuestro comercio-, mediante la complementación, la cooperación y la solidaridad, lejos de los dictados del Consenso de Washington.
Los avances económicos y sociales experimentados por el pueblo venezolano, hoy atacados con feroz salvajismo por el desenfreno estadounidense y la incapacidad (por no usar otros adjetivos) de sus lugartenientes locales, son importantes pero no son lo esencial, que radica en que Chávez produjo una revolución en las conciencias, cambió la cabeza de nuestros pueblos. La inmensa popularidad de Chávez en toda la región y en el Tercer Mundo reveló la revolución de esos cambios en el imaginario popular.
Del “ALCa-rajo” marplatense –junto a sus “socios” Néstor Kirchner y Lula da Silva- que enterró la pretensión libre comercial estadounidense, al pensamiento boliviariano que da sustento a lo que denominó Socialismo del Siglo XXI. Leyó que Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, señalaba que era necesario crearse un símbolo ideológico propio. Y Chávez lo pensó basado en un Estado eficaz, que regule, impulse, promueva, el proceso económico; la necesidad de un mercado, pero que sea sano y no monopolizado ni oligopolizado y por sobre todo el hombre, el ser humano. En su propuesta de ruptura con el capitalismo hegemónico, aparece un modelo humanista con bases marxistas y esto responde a la pretensión y necesidad de construcción de un modelo ideológico propio, de verse con ojos venezolanos y latinoamericanos. “La democracia (formal) es como un mango, si estuviese verde hubiese madurado. Pero está podrida y lo que hay que hacer es tomarlo como semilla, que tiene el germen de la vida, sembrarla y entonces abonarla para que crezca una nueva planta y una nueva situación, en una Venezuela distinta”, solía decir.
Hace 10 años murió Hugo Chávez, el hombre que cambió el rumbo de Venezuela y América Latina, a quien le bastó con pronunciar dos palabras en 1992 para entrar en la historia de su país y convertirse en un nuevo referente político. Las imágenes televisivas, de apenas un minuto y 15 segundos, transmitidas a las 10:30 del 4 de febrero de 1992 dejaron a la posteridad su reconocimiento del fracaso de la intentona revolucionaria que coprotagonizaba: “por ahora”.
Una década después -siendo presidente- sería objeto de un golpe de Estado, el 11 de abril de 2002, que culminó con su restitución –con el pueblo en la calle exigiendo el retorno de su presidente constitucional- dos días después. Sobrevivió al sabotaje petrolero y al paro patronal de 62 días. El cáncer –dicen- terminó con su vida cuando iba a comenzar un nuevo mandato, y dio inicio al mito.
Algunos aseguraron que con su muerte el “ciclo progresista” había concluido. Desde Washington hicieron todo lo posible para finiquitarlo; sanciones económicas, bloqueo, invento de un presidente títere, invasiones, intentos de magnicidio contra su sucesor, Nicolás Maduro. Y desde Europa volvieron los vendedores de espejitos de colores, disfrazados de “asesores”, para cambiar el rumbo de la Revolución Bolivariana, pacífica, camino al socialismo. Mataron a Chávez, quisieron destruir al chavismo.
Las últimas instrucciones
La misma noche de su último triunfo electoral, el 8 de octubre de 2012, anunció desde el “balcón del pueblo” (en el palacio de Miraflores) el inicio de un nuevo ciclo en la construcción del socialismo venezolano, con un llamado a la crítica y la autocrítica, a multiplicar la eficiencia, terminar con el burocratismo -una nomenclatura que acata pero no cumple- y, sobre todo, fortalecer el poder comunal. Doce días después, el 20 de octubre, en el primer consejo de ministros del nuevo ciclo, Chávez dejó sus instrucciones -”el golpe de timón” lo llamó- para el período 2013-2019, donde insiste en la necesidad de un poder popular que desarticule la trama de opresión política, la explotación del trabajo y la dominación cultural. “La autocrítica es para rectificar, no para seguirla haciendo en el vacío, o lanzándola como al vacío. Es para actuar ya, señores ministros, señoras ministras”, señaló, instándolos a dar un golpe de timón
Antes de iniciar el nuevo ciclo, Chávez señaló la necesidad del debate de fondo para afrontar una lógica de la llamada institucionalización de la revolución y sus efectos de derechización y burocratización: «Alguien debe organizar un gran foro sobre la vía al Socialismo. Allí se discutirá, por ejemplo: ¿Se puede ir al Socialismo en conchupancia con el capitalismo? ¿Se puede separar la relación económica de la formación de la conciencia del Deber Social, fundamento del socialismo? ¿Se pueden construir nuevos empresarios capitalistas sin conciencia capitalista, como proponen algunos? La ausencia de discusión nos lleva al fracaso». Chávez era consciente de que en las bases -que exigían participación y debate- había malestar por un reforzamiento de sectores, prácticas e ideologías funcionales al capital en importantes voceros políticos (ministros, diputados, gobernadores, candidatos a alcaldes, cuadros de dirección partidista), orientados a sacarle el cuerpo a la teoría y práctica del socialismo. Habló de configurar una nueva socialidad desde la cotidianidad, con nuevos modos de planificar y producir la vida material, basada en la solidaridad, pulverizar el viejo Estado burgués, inventar nuevas formas de gestión pública, e insistió en la irreversibilidad de la transición socialista. Ya el Che Guevara había denunciado los vanos intentos de «construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo: propiedad privada, mercado, dinero, mercancías, competitividad».
Chávez, en tono de autocrítica, puso en la mesa la posibilidad de perder el rumbo de un gobierno revolucionario. «La comuna, el poder popular, no es desde Miraflores ni es desde la sede del ministerio tal o cual desde los que vamos a solucionar los problemas. No creamos que porque vamos a inaugurar la fábrica de Cemento Cerro Azul o la fábrica de fábricas en Guanare, o la fábrica de computadoras, o la fábrica de satélites, o la fábrica ésta y aquella, o porque nacionalizamos cementos, ya estamos listos, no”. ¡Cuidado!, alertó a su equipo: “Si no nos damos cuenta de esto, estamos liquidados y no sólo estamos liquidados, seríamos nosotros los liquidadores de este proyecto. Nos cabe una gran responsabilidad ante la historia a los que aquí estamos. Véanse las caras, véanse los ojos en el espejo cada vez que vayan al baño o a donde haya un espejo. Yo de primero”.
¿Hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general?, planteaba, mientras repetía que la «máxima felicidad posible» pasaba por discutir el consumo alienado y las necesidades artificiales, superación del «tener» por el «ser».
El 30 de agosto de 1992, en la cárcel de Yare -donde estaba preso tras fallar el intento revolucionario del 4 de febrero- le dijo a José Vicente Rangel: “Soy un subversivo amoroso, contumaz e impenitente, en pos de la felicidad de mi pueblo y en la plena concreción de la patria bolivariana y socialista”. El soñador, a veces ingenuo, perdonavidas, el guerrero, el que siempre quiso ser beisbolista, que sufrió también la soledad del poder, supo combinar el pensamiento político e ideológico con lo pragmático. Y hace diez años se nos fue de repente. Su pueblo repitió en las calles: “Todos somos Chávez”. Dejó su Plan de Gobierno 2013-2019: la senda estaba trazada. Lo difícil era recorrerla.
Hace una década vivimos el dolor de la partida. Inmenso dolor de todo un pueblo desolado en las calles. ¿Quién, chavista o escuálido (antichavista), podía imaginar a Venezuela sin Chávez, a Latinoamérica sin él? Pero, como decía Alí Primera, el cantautor revolucionario venezolano, a los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos. Dejó un país huérfano, una Patria Grande huérfana. “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”, diría César Vallejo. ¿Será que la muerte de Chávez cambió el devenir de la región? Hoy se recita chavismo, bolivarianismo, cuando el mundo ha cambiado y vuelve a estar en guerra, y cada vez se hace más difícil soñar con una América (Latina y del Caribe) unida. La muerte de Chávez fue una puñalada trapera al futuro posible, que se venía diseñando.
* Aram Aharonian. Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
Con el impulso arrollador que ha tenido en los últimos años el sistema neoliberal, los datos han confirmado que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de un país no es sinónimo de igualdad social para sus habitantes.
Para comprender mejor este concepto económico, es necesario conocer que el PIB no es más que el valor total de la producción corriente de bienes y servicios finales dentro del territorio nacional durante un período de tiempo determinado, que generalmente abarca un año y se calcula según el precio de los factores o el precio de mercado.
Aunque el PIB representa la forma más importante para estimar la capacidad productiva de una economía, tiene varias deficiencias como la de ofrecer datos imprecisos sobre el nivel de bienestar y de equidad entre la población pues calcula la producción de bienes y servicio sin determinar su finalidad.
O sea, se ha convertido en un hecho casi irrefutable para muchos economistas, instituciones y organizaciones, que cuando en el año un país aumenta su PIB, por carácter transitivo, sus ciudadanos gozarán de mejor bienestar social para satisfacer las principales necesidades básicas como alimentación, acceso a la educación, salud y disminución de la pobreza.
Numerosos analistas contradicen esa ecuación al asegurar que el cálculo del crecimiento de una nación por el PIB obtenido se convierte muchas veces en una cortina para ocultar la realidad que vive la mayoría de sus habitantes pues no mide la desigual distribución de las riquezas, la extracción de las ganancias por las transnacionales y las políticas socio-económicas de los diferentes gobiernos.
Según un informe de la organización Reporte Mundial de Desigualdad, publicado en diciembre de 2022, el 10 % más rico del planeta se beneficia del 52 % de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre alcanza únicamente el 8 % de los bienes económicos generales.
El estudio señala que «en promedio, un individuo del 10 % más alto de la distribución de riqueza global gana 122 100 dólares al año, mientras que uno de la mitad más pobre de la escala, genera 3 920 dólares al año».
En cuanto a Latinoamérica, subraya que el 10 % de los sectores más ricos concentran el 55 % de la riqueza total.
Destaquemos algunos casos. En Honduras el PIB creció 4,8 % en 2017 y 3,7 % en 2018. Datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística de la nación centroamericana, publicados por el diario La Prensa, informa que casi seis millones (71 %) de los 8,5 millones de habitantes son pobres.
De esa cifra, 4,2 millones están en situación de extrema pobreza que tratan de sobrevivir con solo un dólar al día.
Se estima que después del golpe de 2009 contra el legítimo presidente Manuel Zelaya, más de 500 000 personas pasaron a integrar esa categoría, sobre todo en las zonas urbanas con un 77,8 % de pobreza e indigencia.
La desigualdad también ha ido creciendo en espiral debido a las políticas neoliberales impulsadas por los últimos regímenes lo que han ayudado a que 15 familias controlen el 80 % de las riquezas, mientras que el 80 % de la población recibe menos del 10 %.
Paraguay obtuvo crecimiento del PIB de 5 % en 2017 y 3,7 % en 2018 lo cual no se corresponde con los niveles de pobreza pues el 29 % de sus 6 700 000 habitantes se encuentran en esa desafortunada categoría que se convierte más preocupante en las zonas rurales al situarse en 39,72 %.
Tras un respiro social que tuvo ese país durante la presidencia de Fernando Lugo (2008-2012) con aumento de programas de salud, educación y empleos, sobrevino un golpe parlamentario de derecha y seguidamente la imposición de los presidentes neoliberales, Federico Franco y Horacio Cartes, ligados a intereses oligárquicos, a las transnacionales y al narcotráfico. Ambos impulsaron una bondadosa política neoliberal de entrega de recursos naturales, económicos y financieros a las empresas privadas nacionales y extranjeras.
Otro mal ejemplo es el de Perú que aunque creció como promedio un 4,5 % entre 2010 y 2019, el 10 % de la población adinerada es 50 veces más rica que el 20 % de los más necesitados; cerca del 60 % de sus habitantes están catalogados como pobres; uno de cada tres niños sufre desnutrición; el 40 % de la población carece de acceso al agua potable y el 70 % a los servicios sanitarios.
En cuanto a Argentina, que había logrado una estabilidad económica durante los años de gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la situación se revertió debido a las políticas neoliberales impuestas por Mauricio Macri (2015-2019). Al término de su mandato, el 48,1 % de los menores del país eran pobres, mientras que los niveles de indigencia y de hambruna alcanzaban el 10,2 %. En los tres últimos años de su gobierno el PIB aumentó alrededor del 2 % y a la par la pobreza alcanzó al 32 % de los habitantes.
Con un simple análisis se puede comprender que sin voluntad política por parte de los gobiernos para aplicar beneficios sociales, el PIB servirá para calcular transacciones y evaluaciones comerciales de una nación determinada pero no para dignificar a una gran mayoría de los pueblos.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Fuente de la Información: https://rebelion.org/el-pib-no-es-sinonimo-de-igualdad-social/
La comunidad universitaria de siete países de la región se une para erradicar el racismo
La comunidad académica de siete países se une para erradicar el racismo
Representantes de universidades e institutos de educación superior de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador y México denunciaron que el racismo y la discriminación son prácticas vigentes en este nivel educativo en toda Latinoamérica. Esto provoca inequidades en el acceso a la formación y afecta, principalmente, a comunidades indígenas y afrodescendientes. Por ello, es necesario visibilizar, denunciar y emprender transformaciones institucionales y acciones pedagógicas no solo para incluir a integrantes de estos pueblos en la educación superior sino, también, para integrar sus visiones de mundo, valores, conocimientos, modos de aprendizaje y propuestas de futuro en los planes de estudio.
A través de esta llamada, fueron seleccionados 20 equipos de siete países, cuyas propuestas abarcaron seminarios, encuestas, talleres y cursos virtuales, conversatorios, foros, producciones audiovisuales y campañas de sensibilización que fueron exhibidas durante cuatro encuentros virtuales que se transmitieron por el Canal de YouTube de la UNTREF. Vale aclarar que a estos equipos se sumaron otros seis grupos que iniciaron sus acciones en el marco de la campaña realizada el año pasado y que decidieron continuar trabajando durante este 2022.
“Lamentablemente debemos admitir que no nos sorprende el racismo vigente en Latinoamérica, así como tampoco la represión que sufren algunos pueblos, como el mapuche en países como Chile y Argentina, entre otras comunidades en diversos lugares del mundo. No nos sorprende, pero nos indigna. Estos problemas expresan la continuidad de una larga y vergonzante historia a lo largo de la cual las instituciones de educación superior jugaron un papel muy importante para reproducir y naturalizar el racismo y la discriminación en nuestras sociedades. Pero también sabemos que pueden jugar un rol fundamental para erradicar estas prácticas porque en la educación superior se forman profesionales y técnicos que toman decisiones significativas en las respectivas sociedades, así como las y los docentes de todo el sistema educativo y diversos formadores de opinión pública”, dijo el director de la Cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina, Daniel Mato. Asimismo, el investigador de la UNTREF elogió los trabajos presentados en esta convocatoria y consideró “indispensable mantener los vínculos y trabajar en red en la búsqueda de la construcción de sociedades más justas y democráticas”.
En las jornadas, los disertantes coincidieron en que la falta de información sobre la existencia de prácticas discriminatorias y racistas debe ser una de las primeras cuestiones a trabajar. En este sentido, destacaron que la visibilización de las mismas juega un rol central para desterrar estas acciones. Tal como expresaron los miembros de la Universidad del Magdalena, Colombia: “El conocimiento es la clave para vencer al racismo porque no basta con ser anti-racista, hay que denunciar aquellas prácticas cotidianas que parecen inofensivas pero no lo son”. Con un taller y dos conversatorios para más de 120 asistentes, reivindicaron a los pueblos kogui e iku y a las comunidades afrocolombianas y llamaron a “desafiar el racismo en lo cotidiano”.
Tal como mencionaba Mato, uno de los pueblos que sufre mayor discriminación y violencia institucional es el mapuche. En este sentido, integrantes de la Universidad Nacional de Río Negro; de la Universidad de Flores, sede Comahue; y de la Universidad Nacional del Comahue presentaron el trabajo ¿Qué universidad para los habitantes de Wajmapu en el siglo XXI? Los expositores, para denunciar un colonialismo histórico hacia la nación mapuche en el sistema educativo, organizaron un seminario para más de 80 personas en el que difundieron la historia, la lengua y el territorio de este pueblo. Además, plantearon un futuro en el que el idioma mapuche (mapuzugun) sea una lengua oficial y propusieron que su bandera sea izada en los establecimientos educativos de la región.
Por su parte, los expositores de la Universidad Nacional del Chimborazo, Ecuador, continuaron sus acciones que se iniciaron en la 2a Campaña y desarrollaron el Programa de Acción Integral contra el Racismo. Definiendo su institución como una universidad “plural e intercultural”, organizaron talleres, videos, infografías para redes sociales y grupos focales para dar cuenta de la discriminación que viven los estudiantes de grupos minoritarios. Tan importantes son las acciones que efectúan que el Consejo Universitario reconoció a la institución como una universidad en permanente lucha contra el racismo y la discriminación. “A partir de prácticas transdisciplinarias, buscamos construir un ambiente de equidad y seguridad para conformar una sociedad sin exclusión”, destacaron los miembros de esta casa de altos estudios.
La importancia de la unión entre instituciones fue explícita en el trabajo realizado conjuntamente por la Universidad Veracruzana, la Universidad Intercultural de Chiapas y la Universidad Intercultural del Estado de México, a través de un seminario interinstitucional para 280 personas. En modalidad virtual entre las universidades pero presencial en cada una de ellas, se desarrollaron cinco sesiones en las que se generó un espacio de intercambio dialógico sobre el racismo en el contexto universitario desde los enfoques de equidad, derechos humanos y educación para la paz. Este proyecto les permitió analizar cómo el racismo no solo afecta a la educación superior sino, también, a los niveles educativos precedentes.
Una de las características de esta Campaña es que las acciones emprendidas no solo fueron dirigidas a estudiantes y docentes, además se orientaron a los no docentes de las instituciones y a estudiantes secundarios. En tal sentido, el equipo de la Universidad Nacional de Cuyo presentó su proyecto para erradicar la discriminación en el ámbito educativo de Mendoza. A partir de cursos sincrónicos y asincrónicos para el claustro no docente, identificaron las prácticas discriminatorias en 12 dependencias de la universidad y mediante un taller y un libro de producciones se preguntaron qué piensan, sienten y dicen los adolescentes sobre el racismo. En este último proyecto participaron casi 300 estudiantes de entre 13 y 15 años.
Lo que se comenzó a sembrar gracias a los trabajos realizados en la 2a Campaña puede cosecharse en esta 3a edición y esto quedó claro en las palabras de Gabriela Czarny de la Universidad Pedagógica Nacional de México. “No es fácil hablar del tema, por eso pedimos ´hablemos sobre el racismo´ para empezar a entenderlo entre todos. Por ello es necesario intervenir desde diversas dimensiones, desde lo académico, desde el activismo, desde el arte. Tras el trabajo en la campaña anterior, nuestro objetivo ahora es que este tema se introduzca en todos los programas educativos que existen en nuestra institución”, manifestó.
Por último, los representantes de la Universidad del Estado de Santa Catarina, Brasil, pusieron especial énfasis en que la denuncia y erradicación del racismo no quede únicamente en manos de docentes y estudiantes sino que las autoridades y gestores de las instituciones se comprometan a aplicar políticas anti-racistas en el interior de cada universidad. A su vez, remarcaron la importancia de este tipo de campañas para la construcción de alianzas y redes entre casas de altos estudios de diversos países y regiones.
Precisamente, Daniel Mato invitó a los equipos a sumarse a la Red ESIAL, orientada a documentar y analizar experiencias de universidades y otros tipos de instituciones de educación superior de América Latina dedicadas a responder a necesidades, demandas y propuestas de pueblos indígenas y afrodescendientes, así como a sentar bases para recomendaciones de políticas en la materia, a desarrollar mecanismos sostenibles de colaboración con y entre las instituciones estudiadas y otras con intereses afines y a facilitar la formación de investigadores y gestores en este campo. “Debemos fomentar relaciones duraderas y trabajar en conjunto”, concluyó.
-Estamos en comunicación con Laura Marrone, algunos se preguntarán cómo seguimos con una columna de educación si no hay clases, ¿no?
-Pero como vos me dijiste que tenía que hacer el balance del 2023 me pasé trabajando todo el día. El 2022, perdón.
-Te estás anticipando… ya querés que pase el 2023.
-No, no por favor que la vida es corta y quiero que dure un poco.
-Bueno, entonces ¿cuáles son los hechos más importantes de acuerdo a tu criterio?
-Decidí que voy a centrarme en el ángulo del derecho a la educación. Hemos trabajado bastante en el año con la lucha docente, entonces estuve rastreando un poquito bajo el tema ‘¿Qué pasó con la educación este año?’. Bueno, hay un informe del 2022, y partí de los organismos internacionales, de la UNESCO, UNICEF y otros organismos, titulado: ‘Situación de la pobreza de aprendizaje a nivel mundial. Actualización 2022’.
En este informe se dice que la crisis educativa que vive América Latina y el Caribe se agravó durante la pandemia y que las medidas adoptadas pospandemia no han logrado revertir. Y según ese informe, y eso me sorprendió, nuestra región es la segunda peor del mundo después de la región subsahariana de África. En África la parte más pobre es la subsahariana.
-No me extraña porque la verdad todos los indicadores de pobreza, de desigualdad, esto que planteás vos de educación, etc., ubican a Latinoamérica en el último lugar o en el anteúltimo.
-Anteúltimo lugar en este caso con respecto con la región subsahariana.
-Claro, con respecto a una región muy particular de África, ni siquiera todo África.
-Hay zonas que no están. Datos que dan: 9 de cada 10 estudiantes no podrían comprender un texto al terminar la escuela primaria. En el marco de esto señala la cantidad de población que no tiene conectividad dado que está en zonas rurales y aun las escuelas que les falta conectividad, eso lo hemos trabajado acá.
Un dato que me está preocupando más, que lo da UNICEF, y que después lo vamos a trabajar a nivel nacional, es el problema de salud mental de la niñez y la adolescencia. Para el caso de adolescentes de entre 10 a 19 años señala que 1 de cada 7 sufre algún trastorno de salud mental y que los Estados están dedicando solo un 2% del presupuesto de salud a este tipo de problemas.
Lo voy a tomar y lo dejo acá en el tintero porque el gran drama de las maestras y los docentes son los problemas de salud mental que están teniendo en el aula y no tienen recursos para derivarlos al sistema de salud. No tengo estadísticas precisas de nuestro país para comparar, por ejemplo, con estas que da el documento internacional, pero podemos decir que el diagnóstico es compartido en los grandes temas. Por ejemplo, es una preocupación muy grande hoy de las maestras y los docentes en general pospandemia que no logran recuperar el atraso en los contenidos que produjo todo el proceso de la pandemia.
Los problemas de aprendizaje prepandémicos no se solucionaron y se agravan. Hay problemas de sociabilidad entre los pibes, hay problemas de concentración y de hábitos para estudiar y, por supuesto, esto que te decía, agravamiento en los problemas de salud mental. Por ejemplo, me comentaba una maestra con la que estuve antes de que terminaran las clases de 1º grado, estaba angustiada porque para el año que viene el jardín le traslada de preescolar a 1º grado tres casos de niños con autismo.
Fijate un dato que comentábamos con un amigo, que es también más grave en la adolescencia porque en la adolescencia se combina con elementos de autoflagelación, de mutilaciones. Un dato curioso a indagar es que no hubo festejos del 21 de septiembre en las calles. Habrás estado en tu lejana juventud, yo también, el Día del estudiante era algo muy importante. Aunque sí lo hubo después para el mundial, en un marco escolar no lo hubo. Estos temas son para preocuparnos, sobre todo porque no estamos teniendo las herramientas para poder encararlos. Es decir, los organismos internacionales recomendaron a los gobiernos invertir más en educación como una agenda prioritaria, priorizar la enseñanza de la matemática y la lectura, evaluar el nivel de aprendizaje y tener programas para recuperar los aprendizajes perdidos, pero a gran escala, y abordar las necesidades psicosociales de la población tanto de estudiantes como de docentes, y atender las brechas digitales.
Terminé de leer ese informe y decía ‘qué hipocresía’ porque son los mismos organismos que luego sostienen los tremendos ajustes que le hacen los gobiernos a la población para poder pagar las deudas externas. Porque está reconocido el carácter usurario que tienen estas deudas y que hacen muy difícil cumplir con estas cuentas que se señalan.
-Deudas que, por otra parte, los ajustes se hacen generalmente en áreas como educación y salud.
-Una de las que más ajustaron en el presupuesto. Vamos ahora a que medidas hubo este año, qué pasó en educación, qué cosas nuevas presentaron los gobiernos, la quinta hora. Nosotros hemos trabajado esto durante el año, pero pongámosla como parte de la síntesis. No hubo mayores inversiones como lo que requeriría el diagnóstico que hemos analizado antes. Ya lo vamos a analizar luego en los presupuestos de este año. Pero los dos lineamientos en disputa en la escena nacional en el gobierno del Frente de Todos a nivel nacional y sus gobernadores, y el gobierno de Juntos por el Cambio en CABA, Mendoza y Jujuy el 2022 pasó sin que hayan desplegado iniciativas acordes a la gravedad que hemos denunciado.
En el caso del ministro de educación nacional, Jaime Perzcyk, que se desempeñó este año, su propuesta más publicitada fue la extensión de una hora de la jornada escolar del nivel primario, al mismo tiempo que redujo el presupuesto del 2022 en un 5%. Recordarás que redujeron el programa Conectar Igualdad, el fortalecimiento de inicio de jardines de infantes y la inversión en infraestructura y equipamiento. Una contradicción con lo que se suponía era su propósito. Con mucho ruido mediático en la página web del ministerio de Educación se señala que 6.727 escuelas ya convinieron instalar una hora más de clase sobre un total de 18.024 escuelas primarias que hay en el país.
-O sea un 30%.
-Hablamos de 1 cada 3. Pero ojo que dice convinieron, no sabemos si las realizaron o no. Pero efectivamente si nosotros comparamos la carga horaria de nuestras escuelas con la de los países del norte, el llamado mundo desarrollado, hay una diferencia. La nuestra es claramente menor. Pero la medida fue inconsulta para la familia, para los docentes, en medio del año escolar, no fue acompañada de una verdadera inversión en infraestructura y en los salarios docentes para que la hicieran productiva. ¿Qué pasó realmente? En los países del norte los edificios escolares coinciden con la unidad educativa, en cambio, en nuestro país en su gran mayoría los edificios son compartidos por varias instituciones. Entonces no había tiempo para la famosa quinta hora con espacios acordes. Materialmente era muy dificultoso, en algunos casos fue un fracaso, las clases se desarrollaron en espacios comunes, de paso, con docentes que no eran del ciclo del estudiante, con propuestas que no completaban las necesidades del nivel y se transformaron en una hora recreativa o de contención social de niñez con familias con problemas laborales que les venía bien una hora más.
Esa fue la gran propuesta del año de Jaime Perzcyk. En CABA la novedad fueron las ACAP, las aproximaciones al mundo laboral que implementó el gobierno de Larreta y Acuña que anunciaron también con bombos y platillos. Impuso un régimen de pasantías laborales para el 5º año donde les estudiantes deberían asistir 80 horas de clase a instituciones industriales, comerciales, culturales, a empresas privadas o públicas de la Ciudad. Ochenta horas que equivalen a casi un mes escolar. La propuesta es en realidad una versión desteñida del proyecto inicial de la Escuela secundaria del futuro, que en 2017 presentó Acuña, que comprendía además un 30% más de horas de clase a cargo del docente y un 70% en actividades en plataformas digitales.
Esa Escuela secundaria del futuro no pasó en su verdadera dimensión porque fue resistida por estudiantes secundarios que tomaron las escuelas y te acordás que fue una gran lucha. La táctica de Juntos por el Cambio es amenazar con todo y avanzar con lo que puede. Esa experiencia fue resistida por estudiantes, familias y sindicatos.
Este año con esta nueva ACAP también hubo una resistencia de estos tres sectores, también hubo una toma de estudiantes y se realizó la marcha más grande desde la prepandemia a la Jefatura de Gobierno acompañada por tomas de escuelas y paros docentes. Se cuestionó el carácter improvisado sin relación con la formación que pretendían los estudiantes, desprovisto de un carácter pedagógico, sin docentes a cargo y en algunos casos reducidos a la repetición de tareas que responden más a un trabajo de mano de obra no paga que a una formación profesional. Veremos qué pasa este año.
-Esta señora Acuña en su carácter de precandidata a jefa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ¿se va a tomar licencia este año?
-No tengo la menor idea. Tampoco sabemos si va a ser precandidata.
-Por lo menos es una idea fuerte.
Dos propuestas educativas que dejaron un sabor amargo
-Señalemos, y acá viene esto, tanto la medida de la ACAP como el tema de la quinta hora fueron dos propuestas que dejaron un sabor amargo. Estaban ofreciendo una carrera de competencia desde los dos lados de la grieta abismal, quién ofrecía algo que era más en términos de impacto electoral que educativo. Esa fue la sensación que tuvimos.
-Bueno, Larreta se la pasa haciendo campaña en las escuelas.
-Sí, y le da mucha importancia en sus campañas a la educación.
-Hay que ver Laura, para la próxima te dejo una tarea, de qué se trata este programa de JxC que ha trascendido.
-Lo estuve mirando, lo que pasa es que está anunciado, pero no está desarrollado y no logré en las páginas web…
-Dicen que es un documento de 40 páginas dividido en 6 ejes.
-El tema es que yo me metí en la página de la fundación con la que acordaron ese documento, que sería, para nuestra audiencia, la plataforma de Juntos por el Cambio para las elecciones del 2023. Lo elaboraron en forma conjunta las fundaciones que componen la coalición. La fundación Alem de los radicales, la fundación Pensar del Pro y el centro Hannah Arendt de la Coalición Cívica…
-Y la fundación Encuentro Federal. Te olvidás de Susana Decibe, ex ministra de Educación de la nación.
-Así es, me pareció que no tenía relevancia y no lo quise poner, pero tenés razón. Está también la fundación donde está Susana Decibe que fue parte del gobierno de Menem. Ellos ponen el eje de su campaña electoral en la educación y dentro de esta la reforma en la formación docente y en una Universidad flexible con bimodalidad, presencial y digital, y con movilidad internacional. Esto es el tema de las acreditaciones internacionales, los convenios internacionales. Vamos a tener que estudiarlo, pero todavía no tengo las 40 páginas. Pero sí destacar la preocupación de Juntos por el Cambio por el tema de reformar la formación docente.
Y acá volvemos sobre una nueva cuestión que estuvimos trabajando la semana pasada o la anterior, ya no recuerdo, en otro programa, que fue y es el ataque que persiste todavía, y vamos a ver si lo vamos a derrotar, del Pro en CABA para el cierre de profesorados. Aquí hay dos lógicas en el ataque a la formación docente, una es política. El contenido de lo que se enseña en sentido de la formación docente porque es el nodo central para cualquier reforma educativa. Esto ya lo venimos estudiando. Desde el Banco Mundial se promueven profesores excelentes, un documento que hemos estudiado mucho desde el 2018 hasta ahora que en general lo que tiende es a condicionar la formación docente a las nuevas demandas del mundo productivo en el marco de la 4ª revolución industrial y las nuevas relaciones laborales que de ellas se desprenden, como trabajadores sin derechos haciendo home office a cambio de contratos a término, no de salarios o relaciones laborales estables.
Bueno, reformar los profesorados viene siendo anunciado desde la época de Esteban Bullrich. Compartió también declaraciones el Frente de Todos, lo que pasa es que yo creo que la debilidad del gobierno actual le ha impedido a la fecha presentar un proyecto para su debate en el Congreso Nacional, pero está en carpeta.
Y esto también lo hacen los gobernadores del Frente de Todos. Zamora en Santiago del Estero fue uno de los que más avanzó en el cierre de profesorados en esa provincia. Y acá estamos en CABA con que amenazan cerrar el Profesorado de Lengua y Literatura en el profesorado del Mariano Acosta y el de Física en el Alicia Moreau de Justo. Así como la reducción de carreras, por ejemplo, al profesorado Romero Brest le redujeron muchísimo la currícula y, en general, tienden a focalizar y a destacar materias del tipo instrumental y quitar las que tienen que ver con formación humanística, filosofía, historia, todo aquello que desarrolle el pensamiento crítico.
-Laura, la seguimos en 15 días.
-¿Terminó? Bueno, me había quedado el capítulo del aumento de la desigualdad.
Pablo Stefanoni es jefe de redacción de la revista latinoamericana Nueva Sociedad e investigador asociado en la Fundación Carolina de España. Es autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha?, un libro sobre mutaciones de las extremas derechas y los obstáculos a los que se enfrentan las izquierdas. En esta entrevista, habló con Federico Fuentes sobre la situación en América del Sur tras las elecciones brasileñas, los desafíos que plantean las nuevas derechas, el impacto de la guerra de Ucrania y las perspectivas para las izquierdas regionales.
Las recientes elecciones en Brasil se pueden analizar desde dos lecturas diferentes. De un lado, se puede hablar de la confirmación de una nueva ola de gobiernos progresistas -o Pink Tide- ya que el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva al gobierno sigue los pasos de los triunfos progresistas en Chile, Perú, Colombia, Honduras y Bolivia. Del otro lado, se puede ver la consolidación de la nueva derecha –o mejor dicho nuevas derechas, dado las diferencias que existen entre ellas– que en varios países viene desplazando a la derecha tradicional y mejorando su performance electoral. ¿Cuál es tu análisis del resultado en Brasil y cuánto énfasis pondrías en estas dos visiones al analizar la actual dinámica política en el subcontinente?
En mi opinión, ambas lecturas son correctas, y ambas requieren de matices. Por un lado, en Brasil vimos el triunfo de una alianza electoral muy amplia en torno de la figura de Lula da Silva, que abarcó desde la izquierda socialista hasta sectores de centroderecha y de la elite económica, mediática y judicial, distanciada de Bolsonaro. Eso fue en parte el resultado de la imposibilidad del centro de armar una oferta electoral atractiva. El de Lula fue un proceso de resurrección política muy impresionante, pero su victoria estuvo lejos ser resultado de un clivaje pueblo/oligarquía o izquierda/derecha. Lo que ganó fue una suerte de frente democrático, liderado por Lula, contra el enorme deterioro de la vida cívica, social e institucional que constituyó el bolsonarismo y la derecha lúmpen y pandillera que encarnaba. Y si bien Lula “resucitó”, el PT sigue siendo muy cuestionado. Hay sectores dinámicos a su izquierda como el Partido Socialismo y Libertad (Psol), pero son partidos aun relativamente pequeños. Con esta victoria, los principales países de la región son gobernados por el progresismo.
Pero es cierto que Bolsonaro mostró que es la expresión de un sustrato de derecha radicalizado en estos años, de amplio alcance, y que lo trasciende. Un movimiento que rechaza los avances de género y raciales de los últimos tiempos y representa posiciones negacionistas en el ámbito climático. Además vimos un voto muy regionalizado, con el PT muy dependiente de los sectores más pobres del Nordeste. Detrás del bolsonarismo hay intereses concretos: agroindustriales, milicias y sectores de las fuerzas de seguridad, evangélicos conservadores… lo que se llama en Brasil las tres B: Buey, Bala y Biblia. Bolsonaro es la cuarta B que federó a todos esos sectores desde 2018. Veremos si puede sostener su liderazgo en el futuro -ni siquiera pudo crear un partido en estos años- o surgen otros liderazgos de derecha en competencia con él; pero en el Parlamento y las gobernaciones quedó claro que estos sectores mantienen una fuerte presencia institucional.
El de Lula fue un proceso de resurrección política muy impresionante, pero su victoria estuvo lejos ser resultado de un clivaje pueblo/oligarquía o izquierda/derecha. Lo que ganó fue una suerte de frente democrático, liderado por Lula
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Hay varias razones para explicar por qué la nueva derecha ha logrado estos resultados. Las explicaciones más corrientes se enfocan en el papel de los medios de comunicación (tradicionales y alternativos, como las redes sociales), la circulación de fake news o el crecimiento de las iglesias evangélicas. ¿Cuánto peso das a estos factores? ¿Habría que sumar además el impacto del neoliberalismo sobre la sociedad, que ha venido creando un sujetosocial receptivo de las ideas y visiones de estas nuevas derechas? ¿Cómo explicas la cosecha electoral que ha logrado la nueva derecha? ¿Llegaron para quedarse estas derechas radicalizadas?
En el caso de Brasil, muchos de los grandes medios apoyaron a Lula. Hay videos de periodistas de grandes diarios festejando la derrota de Bolsonaro. Al mismo tiempo, el bolsonarismo se mostró eficiente como fábrica de fake news, en redes, en WhatsApp, que en Brasil es muy importante, y mucha de esa guerra sucia virtual tiene como terreno fértil de cambios en la sociedad como el crecimiento del evangelismo. Había infinidad de fakes news que decían que Lula iba a cerrar iglesias e incluso que tenía un pacto con el diablo, y la campaña del PT debió salir a “desmentirlo”. También los discursos anticorrupción siguen siendo importantes para desacreditar al PT. Bolsonaro se refiere siempre a Lula como “ex reo”, por su paso por la prisión.
Pero en efecto, hay cambios societales sobre los que hay que profundizar. Transformaciones en el mundo religioso, movilizad social truncada, mejoras bajo los gobiernos del PT sostenidas en el consumo más que en los servicios públicos, los bienes comunes y el Estado de bienestar… todo eso generó a menudo frustraciones en sectores de las llamadas “nuevas clases medias” y reacciones en otros, contra la “invasión” plebeya de universidades, aeropuertos, centros comerciales. Aunque el PT promovió una distribución sin lucha de clases -darle a los pobres sin quitarle a los ricos-, en el plano simbólico sí hubo, según varios estudios, reacciones clasistas contra las transformaciones en curso. Adicionalmente, como recuerda en un artículo el académico Roberto Andrés, el período lulista también supuso un salto en la importancia de la agroindustria en el país. La desindustrialización en el sureste fue acompañada por el crecimiento de la producción de commodities y la consolidación de un fuerte sector agrícola en el centro-oeste. En esa zona, Bolsonaro obtuvo sus mejores resultados. La regionalización del voto fue muy importante en la elección, y en la resistencia electoral de Bolsonaro.
Finalmente, a escala más regional, no hay que olvidar que casi la mitad de la población latinoamericana trabaja de manera no registrada. Dentro de esa economía existe un capitalismo popular que es permeable a los discursos meritocráticos, contrario a la asistencia social, e incluso anti-Estado. Hay un discurso contra los “vagos” pero también de gente que no quiere ser tratada como “asistida”. En América Latina, muchos se consideran pequeños empresarios, incluso en el marco de economías de la precariedad, que hace que los discursos de estas nuevas derechas, mezcla de libertarianismo y conservadurismo, tengan una base más grande de lo que a veces la izquierda imagina (el apoyo de los libertarios de Javier Milei entre la clase media baja e incluso en los sectores populares de Argentina es un buen ejemplo de ello). Todo esto no se resuelve diciendo que votan contra sí mismos o que tienen “falsa conciencia”. La propia izquierda en la región, y en Brasil en particular, ha hecho del consumo la base de su política, sin fortalecer al mismo tiempo los bienes comunes y los servicios públicos. No es casual que las protestas contra Dilma Rousseff en 2013 comenzaran con el transporte y pidieran “servicios públicos calidad FIFA”, en referencia a los gastos por el mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos.
Creo que hoy hay un agotamiento significativo de los discursos “populistas” -sobre todo, los de matriz bolivariana- del primer ciclo. Y el horizonte de cambio se ha reducido. Dicho eso, el triunfo de la izquierda en Chile y Colombia, con sus problemas, ha redefinido la geopolítica regional
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Mientras el establishment apoyó a Bolsonaro cuatro años atrás para evitar una victoria del PT, hoy en gran parte apoyó a Lula. A esto se puede añadir el hecho que los nuevos presidentes progresistas fueron elegidos con un programa más moderado comparados con los candidatos de la primera ola (Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, etc.). Hasta el mismo Lula de 2022 no es el mismo que fue electo por primera vez en 2002. ¿Qué nos dice esto del estado de la izquierda hoy? ?Y que quisiste decir en tu libro cuando escribiste que las izquierdas podrán seguir ganando elecciones, pero sienten que pueden muy poco cuando ganan?
Con Bolsonaro pasó algo parecido a lo ocurrido Trump, terminó siendo una suerte de derecha vulgar y violenta que además acabó con la reputación internacional de Brasil y obstaculizó el desarrollo del propio sistema (ni siquiera las derechas regionales miraron con demasiada simpatía a Bolsonaro, salvo pequeños grupos). Hay una dimensión en estas derechas “alternativas” que termina siendo antisistema dentro del sistema, cuestionando las instituciones y a parte de las elites, y generando incertidumbre por arriba. Solo eso explica que sectores que odiaban a Lula lo “amnistiaran” ahora.
Pasando a la segunda parte de la pregunta, es cierto que hoy la izquierda parece tener menos energía ideológica, digamos, que en la primera pink tide o marea rosa de los años 2005-2015. De todos modos, creo que es importante volver sobre la supuesta radicalidad de ese momentum. Es cierto que en varios países hubo transformaciones importantes, sobre todo cambios de elite que habilitaron la llegada al poder de sectores tradicionalmente excluidos, y eso fue muy importante. Al mismo tiempo, creo que el clivaje reforma/radicalidad para analizar ese periodo debe ser relativizado. El país más “radical”, el único nuevo que se definió socialista después de la caída del Muro de Berlín, que fue Venezuela, acabó con una mezcla de ineficiencia, corrupción y autoritarismo, con servicios públicos derrumbados, particularmente el sistema de salud, y una economía dolarizada, una desigualdad muy alta y en crecimiento y una enorme ola migratoria. En el caso de Bolivia, aunque el gobierno de Evo Morales fue muy eficiente en el ámbito de la economía, combinando nacionalización del gas con prudencia macroeconómica, en términos de Estado social los avances fueron mucho más modestos, y el propio Morales reconoció hacia el final de su tercer mandato que la deuda del “proceso de cambio” respecto al sistema de salud (algo central para la vida de los sectores populares, que hace la diferencia entre la vida y la muerte).
De manera más general, los discursos más radicales que vimos en la primera ola a menudo no tuvieron capacidad para plasmar los cambios en nuevas instituciones, y hubo muchas políticas ad hoc del Estado, como las “misiones” en Venezuela, y, al mismo tiempo, parte del discurso “revolucionario” se tradujo en formas de autoritarismo o visiones antipluralistas de la política. Hay que recordar que Evo Morales desconoció el resultado del referéndum de 2016 por su reelección, lo que le entregó la bandera democrática a la derecha, que al final logró derrocarlo por una vía antidemocrática, o que el presidente boliviano le entregó la máxima condecoración del Estado al dictador de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang (que está en el cargo desde 1979) y dijo que quería aprender del “hermano Teodoro” cómo ganar con 90% de los votos (todos sabemos cómo se logra eso). Venezuela entró en formas de autoritarismo mucho más graves -que hoy denuncia incluso el Partido Comunista venezolano- y Nicaragua directamente se transformó en una dictadura.
A diferencia del primer ciclo, hoy hay un sector de la izquierda que denuncia estas derivas, sobre todo Gabriel Boric en Chile, pero también Gustavo Petro en Colombia, y sectores de las izquierdas radicales que vienen de tradiciones disidentes del comunismo oficial. También vemos una izquierda que ha tomado la bandera ambiental, ausente en los populismos de izquierda. Esas transiciones no son fáciles pero es necesario comenzar a discutirlas. En resumen: sí creo que hoy hay un agotamiento significativo de los discursos “populistas” -sobre todo, los de matriz bolivariana- del primer ciclo. Y el horizonte de cambio se ha reducido. Dicho eso, el triunfo de la izquierda en Chile y Colombia, con sus problemas, ha redefinido la geopolítica regional. Ya no existe la Alianza del Pacífico como espacio liberal conservador que se postulaba como alternativa a la izquierda, y las extremas derechas fueron frenadas en Brasil y Chile. Es cierto que el horizonte “utópico” de los cambios, y los discursos refundacionales se han debilitado, pero creo que hay que evitar contraponer estas dificultades a una supuesta edad de oro de la izquierda en los primeros años 2000.
Parte de las dificultades que tiene la izquierda para cambiar el mundo las tienen también las derechas radicales. No estamos en los años 30 aunque encontremos algún aire de familia con algunos aspectos de aquellos años
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Al hablar en mi libro de lo “poco” que pueden las izquierdas cuando ganan me refería a un clima más global, a las decepciones en Grecia, en parte en España, con las fuerzas a la izquierda de la socialdemocracia que llegaron al gobierno. Hay, en mi opinión, una discusión pendiente sobre cómo repensar la economía política del cambio social más allá del discurso contra los mega ricos; el discurso de Oxfam es atractivo pero en mi opinión limita la discusión. La escritora argentina Mariana Heredia escribió sobre eso en un libro reciente.
Has escrito que las nuevas derechas se han construido sobre las bases de un antiprogresismo o suerte de Frente Único Antiprogresista. También se podría decir que sectores de la izquierda han intentado movilizar a sus bases sobre una suerte de antifascismo, intentando etiquetar todas las nuevas derechas como una amenaza fascista. ¿Creés que esto ha tenido logros hasta ahora? ¿O ves debilidades en esa estrategia?
Creo que el antiprogresismo (ahora anti-wokeísmo) es el pegamento de extremas derechas muy diversas entre sí pero que funcionan -no sin tensiones- en un terreno común (el libro de Steven Forti explica de manera pedagógica esas diferencias). La idea de que hay una dictadura woke (término usado por la extrema derecha contra la izquierda que se expandió desde Estados Unidos a otros países), que las elites son de izquierda, que el marxismo cultural ha capturado los cerebros y los espíritus, circula entre el Norte y el Sur, entre las derechas partidarias y derechas virtuales. El problema de hablar de fascismo es que no permite captar las diferencias entre estas derechas y el fascismo clásico. Hoy, como recuerda Forti, no hay milicias, estos movimientos no son palingenésicos (no se busca el “hombre nuevo”) y juegan de una manera compleja y ambivalente en la democracia.
Dicho eso, los frentes democráticos han logrado frenar a las extremas derechas en muchas partes, en particular en Francia, Brasil, Chile… Lo que ocurre es que el “todos contra el fascismo” puede confirmar las denuncias de las derechas de que esos “todos” son parte del mismo bloque, y a menudo coloca a la izquierda a remolque de fuerzas neoliberales. De todos modos, las extremas derechas han logrado avanzar en su desdemonización: en Francia, el lepenismo rompió los cordones republicanos en las legislativas y pasó de 8 a 89 diputados; Giorgia Meloni llegó a la primera magistratura de Italia aliada al centroderecha; Vox se alió al Partido Popular en varias regiones; José Antonio Kast en Chile consiguió el voto se vastos sectores de las derechas “moderadas”.
Entonces, al no verse a los camisas negras marchando por las calles, muchos se preguntan: ¿dónde está el fascismo del que habla la izquierda? Hay en esto algo paradójico: es cierto que la normalización de la extrema derecha corre los límites de lo pensable, rompe acuerdos tácitos de la posguerra, pero al mismo tiempo pone a estas derechas ante el riesgo de ser demasiado “normales”, parte del sistema, de la elite o la “casta” política. Parte de las dificultades que tiene la izquierda para cambiar el mundo las tienen también las derechas radicales. No estamos en los años 30 aunque encontremos algún aire de familia con algunos aspectos de aquellos años. En el caso europeo, esto ocurre por la propia Unión que pone muchísimos límites, para mal y para bien. Todos tienen menos poder hoy frente al “sistema” si tomamos por sistema el capitalismo globalizado que vivimos en la actualidad. Y todos parecen decepcionar a quienes esperan cambios profundos, no solo la izquierda.
Analizando la respuesta de la izquierda a la guerra en Ucrania en abril, el traductor y editor Marc Saint-Upéry escribió que “como ideología movilizadora de masas y brújula unilateral para proyectos de desarrollo nacional creíbles, el antiimperialismo antiestadounidense está muerto y enterrado en América Latina”. ¿Cómo definirías las posiciones de la izquierda -y de las nuevas derechas- en América Latina frente a la guerra? ¿Crees que es tal como dice Saint-Upéry en cuanto al antiimperialismo? ¿O más bien prevalece, como dicen otros autores, una visión de no alineación donde la región se niega a ser parte de la cruzada de OTAN contra Rusia?
El antiimperialismo antiestadounidense tiene sin duda una rica tradición en la región, que por razones obvias debió resistir la injerencia de Estados Unidos, que consideraba a América Latina, y sobre todo México y América Central, su patio trasero. El problema es que el antiimperialismo, como sabemos, puede tener muchas declinaciones. Por ejemplo, la dictadura militar argentina de Videla también denunció la injerencia de Estados Unidos, a la OEA, a la CIDH que investigaron las desapariciones e incluso se acercó a la URSS. El problema no es el antiimperialismo sino usarlo para contrabandear cualquier cosa. En el caso de la izquierda, a menudo más que antiimperialismo hay “campismo”: pensar la política como dos campos en el que hay que tomar partido, en piloto automático, por quien se opone a Estados Unidos.
Se trata de una versión degradada del viejo campismo, que dividía el mundo entre el campo capitalista y el campo socialista. Si la URSS proyectaba, a su manera, desnaturalizando viejas utopías, la perspectiva de un mundo alternativo al capitalismo, el campismo post-1989 sirve solo para justificar a tiranos puros y duros, como Bachar el Asad, Gadafi, o sistemas como el iraní. Varios referentes de las izquierdas latinoamericanas llenan de flores a estos “antiimperialistas”. Así, Evo Morales pudo felicitar a Vladímir Putin para su cumpleaños, con un tuit que vale la pena citar completo: “Muchas felicidades al hermano presidente de Rusia, Vladímir Putin en el día de sus cumpleaños. Los pueblos dignos, libres y antiimperialistas acompañan su lucha contra el intervensionismo armado de EEUU y la OTAN. El mundo encontrará paz cuando EEUU deje de atentar contra la vida”. Que Putin financie a la extrema derecha europea, que plantee la guerra de Ucrania como una guerra santa contra el Occidente satánico, no tiene importancia para estas izquierdas que compraron el discurso de la “desnazificación” o la idea de que todo esto es producto de la “expansión de la OTAN”, sin analizar las propias dinámicas imperialistas de Rusia ni el hecho de que para muchos vecinos entrar en la OTAN sea bastante racional si Rusia opera como el matón grandote del barrio. Es una izquierda que tampoco dice nada sobre Nicaragua, donde cada vez más disidentes están presos, incluso reconocidas figuras de izquierda. El caso nicaragüense es interesante porque Daniel Ortega desarrolló buena relaciones con el Comando Sur, el FMI y otras instituciones “imperiales”.
Todos tienen menos poder hoy frente al “sistema” si tomamos por sistema el capitalismo globalizado que vivimos en la actualidad. Y todos parecen decepcionar a quienes esperan cambios profundos, no solo la izquierda
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Por otro lado, como mostró el mismo Saint-Upéry, y mostramos también en otro artículo, en última instancia y a la hora de fijar el sentido del voto en Naciones Unidas y otros organismos, las posiciones de los gobiernos de la región han respondido mayoritariamente a la tradicional visión normativa de las relaciones internacionales que ha caracterizado a la cultura política y su visión del mundo latinoamericanas, y en particular a la tradición de política exterior de las cancillerías y la diplomacia. De manera sumaria, las políticas exteriores latinoamericanas están enraizadas, en primer lugar, en los principios de respeto de igualdad soberana de los Estados y no intervención.
Pero no es solo la izquierda la que se muestra ambivalente con esta cuestión. Como señalaba un artículo de la BBC en portugués, “el ala más radicalizada de la derecha brasileña está dividida en este conflicto, ya que una parte coquetea con la derecha ucraniana, mientras que otra admira a Putin”. Al viajar a Moscú, Bolsonaro declaró que “Putin es conservador, gente como nosotros”. De hecho, la segunda parada ideológica de la gira fue una visita a Viktor Orbán donde señaló que “los gobiernos de Brasil y Hungría comparten ideas que pueden resumirse en cuatro palabras: dios, patria, familia y libertad”.
Por último, las izquierdas radicales en general suelen decir que la respuesta a las nuevas derechas está en las calles y en los movimientos sociales. ¿Creés que en la situación actual eso es suficiente? ¿Qué le falta a la izquierda de hoy? O, dicho de otra manera, ¿cuál es el desafío más grande que enfrenta la izquierda que verdaderamente quiere implementar cambios?
En mi opinión, el desafío es rearticular de otro modo la dupla reforma/revolución. Sin la revolución como horizonte disponible (para mal y para bien, dados los resultados de las experiencias que conocemos), es necesario dar nueva vida a la reforma social, abandonada por los reformistas. Hay una serie enorme de problemáticas para abordar: cambio climático, nuevas formas de alienación -¿cómo pensar las nuevas tecnologías?- y precariedad, necesidad de reconstruir de alguna forma los Estados de bienestar. En Madrid se movilizó medio millón de personas hace unos días por la sanidad pública: para conseguir una cita con un especialista se puede esperar meses, y hasta un año. Eso posiblemente no se pueda hacer bajo parámetros de hipercorrección política ni sedimentando identidades de nicho, sino combinando perspectivas emancipatorias en temas como el feminismo y las diversidades sexuales con capacidad para atraer sectores populares más amplios con sensibilidades diversas y contradictorias sobre una multiplicidad de problemas societales. En un mundo precarizado y con un futuro amenazante no alcanza con deconstruir todo, es necesario construir imágenes de cómo puede ser una vida mejor.
Es necesario, creo, cierta des-hipsterización del progresismo, reconectar con los de abajo, volver sobre cuestiones económicas “duras” -hoy se habla de pos capitalismo casi sin hablar de economía, salvo en círculos muy especializados-. El catastrofismo puede ser pedagógico pero no creo que nos ayude a refundar proyectos emancipatorios. No sé cómo se hace todo esto, dependerá de experiencias concretas que permitan cierta universalización, formas de reconstruir comunidad, espacios de deliberación… El ecosocialismo, en este contexto, podría proporcionar algunas imágenes para reconstruir imaginarios positivas y deseables del futuro que trascienda el mero colapsismo.
A pesar de haber escrito un libro que parece pesimista yo no creo que la derecha esté ganando todo, incluso creo que su radicalidad es menudo es porque está perdiendo. Pero quien “gana” es un capitalismo desigualitario y al mismo tiempo “progresista” en sus discursos sobre género, raza, minorías sexuales… por eso hay una gran confusión. El problema, en todo caso, es que parte de la izquierda se ha centrado en discursos que ha abandonado en gran medida una perspectiva más universalista/de clase. Si bien se habla todo el tiempo de interseccionalidad, la dimensión de clase de esa ecuación de las desigualdades es la menos abordada. Sin recuperar algún tipo de identidad de clase —que no será como las del pasado ni se resuelve asumiendo posiciones conservadoras o anti-woke— no parece fácil enfrentar los combates que nos esperan.
(Una versión en inglés de esta entrevista fue publicada en la revista LINKS International Journal of Socialist Renewal).
En movimiento.
ISBN 978-987-813-296-9
CLACSO.
Buenos Aires.
Septiembre de 2022
*Disponible sólo en versión digital
Por tercera vez en su historia, el feminismo se ha convertido en un movimiento de masas: las mujeres salen a las calles, toman las plazas y las avenidas, sus reclamos ocupan el espacio y el debate públicos. En las distintas ciudades y países de América Latina, se asiste a formas ampliadas de feminismo, con inéditas adhesiones y la participación mayoritaria de jóvenes. Este libro presenta un conjunto de escenarios de la región en lo que va del siglo XXI, caracterizado por movilizaciones masivas con reclamos y prerrogativas que buscan la conquista de sociedades más igualitarias.
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