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Pablo Stefanoni: “no alcanza con deconstruir todo”

Por: Federico Fuentes

Pablo Stefanoni es jefe de redacción de la revista latinoamericana Nueva Sociedad e investigador asociado en la Fundación Carolina de España. Es autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha?, un libro sobre mutaciones de las extremas derechas y los obstáculos a los que se enfrentan las izquierdas. En esta entrevista, habló con Federico Fuentes sobre la situación en América del Sur tras las elecciones brasileñas, los desafíos que plantean las nuevas derechas, el impacto de la guerra de Ucrania y las perspectivas para las izquierdas regionales.

Las recientes elecciones en Brasil se pueden analizar desde dos lecturas diferentes. De un lado, se puede hablar de la confirmación de una nueva ola de gobiernos progresistas -o Pink Tide- ya que el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva al gobierno sigue los pasos de los triunfos progresistas en Chile, Perú, Colombia, Honduras y Bolivia. Del otro lado, se puede ver la consolidación de la nueva derecha –o mejor dicho nuevas derechas, dado las diferencias que existen entre ellas– que en varios países viene desplazando a la derecha tradicional y mejorando su performance electoral. ¿Cuál es tu análisis del resultado en Brasil y cuánto énfasis pondrías en estas dos visiones al analizar la actual dinámica política en el subcontinente?

En mi opinión, ambas lecturas son correctas, y ambas requieren de matices. Por un lado, en Brasil vimos el triunfo de una alianza electoral muy amplia en torno de la figura de Lula da Silva, que abarcó desde la izquierda socialista hasta sectores de centroderecha y de la elite económica, mediática y judicial, distanciada de Bolsonaro. Eso fue en parte el resultado de la imposibilidad del centro de armar una oferta electoral atractiva. El de Lula fue un proceso de resurrección política muy impresionante, pero su victoria estuvo lejos ser resultado de un clivaje pueblo/oligarquía o izquierda/derecha. Lo que ganó fue una suerte de frente democrático, liderado por Lula, contra el enorme deterioro de la vida cívica, social e institucional que constituyó el bolsonarismo y la derecha lúmpen y pandillera que encarnaba. Y si bien Lula “resucitó”, el PT sigue siendo muy cuestionado. Hay sectores dinámicos a su izquierda como el Partido Socialismo y Libertad (Psol), pero son partidos aun relativamente pequeños. Con esta victoria, los principales países de la región son gobernados por el progresismo.

Pero es cierto que Bolsonaro mostró que es la expresión de un sustrato de derecha radicalizado en estos años, de amplio alcance, y que lo trasciende. Un movimiento que rechaza los avances de género y raciales de los últimos tiempos y representa posiciones negacionistas en el ámbito climático. Además vimos un voto muy regionalizado, con el PT muy dependiente de los sectores más pobres del Nordeste. Detrás del bolsonarismo hay intereses concretos: agroindustriales, milicias y sectores de las fuerzas de seguridad, evangélicos conservadores… lo que se llama en Brasil las tres B: Buey, Bala y Biblia. Bolsonaro es la cuarta B que federó a todos esos sectores desde 2018. Veremos si puede sostener su liderazgo en el futuro -ni siquiera pudo crear un partido en estos años- o surgen otros liderazgos de derecha en competencia con él; pero en el Parlamento y las gobernaciones quedó claro que estos sectores mantienen una fuerte presencia institucional.

 El de Lula fue un proceso de resurrección política muy impresionante, pero su victoria estuvo lejos ser resultado de un clivaje pueblo/oligarquía o izquierda/derecha. Lo que ganó fue una suerte de frente democrático, liderado por Lula

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Hay varias razones para explicar por qué la nueva derecha ha logrado estos resultados. Las explicaciones más corrientes se enfocan en el papel de los medios de comunicación (tradicionales y alternativos, como las redes sociales), la circulación de fake news o el crecimiento de las iglesias evangélicas. ¿Cuánto peso das a estos factores? ¿Habría que sumar además el impacto del neoliberalismo sobre la sociedad, que ha venido creando un sujeto social receptivo de las ideas y visiones de estas nuevas derechas? ¿Cómo explicas la cosecha electoral que ha logrado la nueva derecha? ¿Llegaron para quedarse estas derechas radicalizadas?

En el caso de Brasil, muchos de los grandes medios apoyaron a Lula. Hay videos de periodistas de grandes diarios festejando la derrota de Bolsonaro. Al mismo tiempo, el bolsonarismo se mostró eficiente como fábrica de fake news, en redes, en WhatsApp, que en Brasil es muy importante, y mucha de esa guerra sucia virtual tiene como terreno fértil de cambios en la sociedad como el crecimiento del evangelismo. Había infinidad de fakes news que decían que Lula iba a cerrar iglesias e incluso que tenía un pacto con el diablo, y la campaña del PT debió salir a “desmentirlo”. También los discursos anticorrupción siguen siendo importantes para desacreditar al PT. Bolsonaro se refiere siempre a Lula como “ex reo”, por su paso por la prisión.

Pero en efecto, hay cambios societales sobre los que hay que profundizar. Transformaciones en el mundo religioso, movilizad social truncada, mejoras bajo los gobiernos del PT sostenidas en el consumo más que en los servicios públicos, los bienes comunes y el Estado de bienestar… todo eso generó a menudo frustraciones en sectores de las llamadas “nuevas clases medias” y reacciones en otros, contra la “invasión” plebeya de universidades, aeropuertos, centros comerciales. Aunque el PT promovió una distribución sin lucha de clases -darle a los pobres sin quitarle a los ricos-, en el plano simbólico sí hubo, según varios estudios, reacciones clasistas contra las transformaciones en curso. Adicionalmente, como recuerda en un artículo el académico Roberto Andrés, el período lulista también supuso un salto en la importancia de la agroindustria en el país. La desindustrialización en el sureste fue acompañada por el crecimiento de la producción de commodities y la consolidación de un fuerte sector agrícola en el centro-oeste. En esa zona, Bolsonaro obtuvo sus mejores resultados. La regionalización del voto fue muy importante en la elección, y en la resistencia electoral de Bolsonaro.

Finalmente, a escala más regional, no hay que olvidar que casi la mitad de la población latinoamericana trabaja de manera no registrada. Dentro de esa economía existe un capitalismo popular que es permeable a los discursos meritocráticos, contrario a la asistencia social, e incluso anti-Estado. Hay un discurso contra los “vagos” pero también de gente que no quiere ser tratada como “asistida”. En América Latina, muchos se consideran pequeños empresarios, incluso en el marco de economías de la precariedad, que hace que los discursos de estas nuevas derechas, mezcla de libertarianismo y conservadurismo, tengan una base más grande de lo que a veces la izquierda imagina (el apoyo de los libertarios de Javier Milei entre la clase media baja e incluso en los sectores populares de Argentina es un buen ejemplo de ello). Todo esto no se resuelve diciendo que votan contra sí mismos o que tienen “falsa conciencia”. La propia izquierda en la región, y en Brasil en particular, ha hecho del consumo la base de su política, sin fortalecer al mismo tiempo los bienes comunes y los servicios públicos. No es casual que las protestas contra Dilma Rousseff en 2013 comenzaran con el transporte y pidieran “servicios públicos calidad FIFA”, en referencia a los gastos por el mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos.

 Creo que hoy hay un agotamiento significativo de los discursos “populistas” -sobre todo, los de matriz bolivariana- del primer ciclo. Y el horizonte de cambio se ha reducido. Dicho eso, el triunfo de la izquierda en Chile y Colombia, con sus problemas, ha redefinido la geopolítica regional

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Mientras el establishment apoyó a Bolsonaro cuatro años atrás para evitar una victoria del PT, hoy en gran parte apoyó a Lula. A esto se puede añadir el hecho que los nuevos presidentes progresistas fueron elegidos con un programa más moderado comparados con los candidatos de la primera ola (Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, etc.). Hasta el mismo Lula de 2022 no es el mismo que fue electo por primera vez en 2002. ¿Qué nos dice esto del estado de la izquierda hoy? ?Y que quisiste decir en tu libro cuando escribiste que las izquierdas podrán seguir ganando elecciones, pero sienten que pueden muy poco cuando ganan?

Con Bolsonaro pasó algo parecido a lo ocurrido Trump, terminó siendo una suerte de derecha vulgar y violenta que además acabó con la reputación internacional de Brasil y obstaculizó el desarrollo del propio sistema (ni siquiera las derechas regionales miraron con demasiada simpatía a Bolsonaro, salvo pequeños grupos). Hay una dimensión en estas derechas “alternativas” que termina siendo antisistema dentro del sistema, cuestionando las instituciones y a parte de las elites, y generando incertidumbre por arriba. Solo eso explica que sectores que odiaban a Lula lo “amnistiaran” ahora.

Pasando a la segunda parte de la pregunta, es cierto que hoy la izquierda parece tener menos energía ideológica, digamos, que en la primera pink tide o marea rosa de los años 2005-2015. De todos modos, creo que es importante volver sobre la supuesta radicalidad de ese momentum. Es cierto que en varios países hubo transformaciones importantes, sobre todo cambios de elite que habilitaron la llegada al poder de sectores tradicionalmente excluidos, y eso fue muy importante. Al mismo tiempo, creo que el clivaje reforma/radicalidad para analizar ese periodo debe ser relativizado. El país más “radical”, el único nuevo que se definió socialista después de la caída del Muro de Berlín, que fue Venezuela, acabó con una mezcla de ineficiencia, corrupción y autoritarismo, con servicios públicos derrumbados, particularmente el sistema de salud, y una economía dolarizada, una desigualdad muy alta y en crecimiento y una enorme ola migratoria. En el caso de Bolivia, aunque el gobierno de Evo Morales fue muy eficiente en el ámbito de la economía, combinando nacionalización del gas con prudencia macroeconómica, en términos de Estado social los avances fueron mucho más modestos, y el propio Morales reconoció hacia el final de su tercer mandato que la deuda del “proceso de cambio” respecto al sistema de salud (algo central para la vida de los sectores populares, que hace la diferencia entre la vida y la muerte).

De manera más general, los discursos más radicales que vimos en la primera ola a menudo no tuvieron capacidad para plasmar los cambios en nuevas instituciones, y hubo muchas políticas ad hoc del Estado, como las “misiones” en Venezuela, y, al mismo tiempo, parte del discurso “revolucionario” se tradujo en formas de autoritarismo o visiones antipluralistas de la política. Hay que recordar que Evo Morales desconoció el resultado del referéndum de 2016 por su reelección, lo que le entregó la bandera democrática a la derecha, que al final logró derrocarlo por una vía antidemocrática, o que el presidente boliviano le entregó la máxima condecoración del Estado al dictador de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang (que está en el cargo desde 1979) y dijo que quería aprender del “hermano Teodoro” cómo ganar con 90% de los votos (todos sabemos cómo se logra eso). Venezuela entró en formas de autoritarismo mucho más graves -que hoy denuncia incluso el Partido Comunista venezolano- y Nicaragua directamente se transformó en una dictadura.

A diferencia del primer ciclo, hoy hay un sector de la izquierda que denuncia estas derivas, sobre todo Gabriel Boric en Chile, pero también Gustavo Petro en Colombia, y sectores de las izquierdas radicales que vienen de tradiciones disidentes del comunismo oficial. También vemos una izquierda que ha tomado la bandera ambiental, ausente en los populismos de izquierda. Esas transiciones no son fáciles pero es necesario comenzar a discutirlas. En resumen: sí creo que hoy hay un agotamiento significativo de los discursos “populistas” -sobre todo, los de matriz bolivariana- del primer ciclo. Y el horizonte de cambio se ha reducido. Dicho eso, el triunfo de la izquierda en Chile y Colombia, con sus problemas, ha redefinido la geopolítica regional. Ya no existe la Alianza del Pacífico como espacio liberal conservador que se postulaba como alternativa a la izquierda, y las extremas derechas fueron frenadas en Brasil y Chile. Es cierto que el horizonte “utópico” de los cambios, y los discursos refundacionales se han debilitado, pero creo que hay que evitar contraponer estas dificultades a una supuesta edad de oro de la izquierda en los primeros años 2000.

 Parte de las dificultades que tiene la izquierda para cambiar el mundo las tienen también las derechas radicales. No estamos en los años 30 aunque encontremos algún aire de familia con algunos aspectos de aquellos años

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Al hablar en mi libro de lo “poco” que pueden las izquierdas cuando ganan me refería a un clima más global, a las decepciones en Grecia, en parte en España, con las fuerzas a la izquierda de la socialdemocracia que llegaron al gobierno. Hay, en mi opinión, una discusión pendiente sobre cómo repensar la economía política del cambio social más allá del discurso contra los mega ricos; el discurso de Oxfam es atractivo pero en mi opinión limita la discusión. La escritora argentina Mariana Heredia escribió sobre eso en un libro reciente.

Has escrito que las nuevas derechas se han construido sobre las bases de un antiprogresismo o suerte de Frente Único Antiprogresista. También se podría decir que sectores de la izquierda han intentado movilizar a sus bases sobre una suerte de antifascismo, intentando etiquetar todas las nuevas derechas como una amenaza fascista. ¿Creés que esto ha tenido logros hasta ahora? ¿O ves debilidades en esa estrategia?  

Creo que el antiprogresismo (ahora anti-wokeísmo) es el pegamento de extremas derechas muy diversas entre sí pero que funcionan -no sin tensiones- en un terreno común (el libro de Steven Forti explica de manera pedagógica esas diferencias). La idea de que hay una dictadura woke (término usado por la extrema derecha contra la izquierda que se expandió desde Estados Unidos a otros países), que las elites son de izquierda, que el marxismo cultural ha capturado los cerebros y los espíritus, circula entre el Norte y el Sur, entre las derechas partidarias y derechas virtuales. El problema de hablar de fascismo es que no permite captar las diferencias entre estas derechas y el fascismo clásico. Hoy, como recuerda Forti, no hay milicias, estos movimientos no son palingenésicos (no se busca el “hombre nuevo”) y juegan de una manera compleja y ambivalente en la democracia.

Dicho eso, los frentes democráticos han logrado frenar a las extremas derechas en muchas partes, en particular en Francia, Brasil, Chile… Lo que ocurre es que el “todos contra el fascismo” puede confirmar las denuncias de las derechas de que esos “todos” son parte del mismo bloque, y a menudo coloca a la izquierda a remolque de fuerzas neoliberales. De todos modos, las extremas derechas han logrado avanzar en su desdemonización: en Francia, el lepenismo rompió los cordones republicanos en las legislativas y pasó de 8 a 89 diputados; Giorgia Meloni llegó a la primera magistratura de Italia aliada al centroderecha; Vox se alió al Partido Popular en varias regiones; José Antonio Kast en Chile consiguió el voto se vastos sectores de las derechas “moderadas”.

Entonces, al no verse a los camisas negras marchando por las calles, muchos se preguntan: ¿dónde está el fascismo del que habla la izquierda? Hay en esto algo paradójico: es cierto que la normalización de la extrema derecha corre los límites de lo pensable, rompe acuerdos tácitos de la posguerra, pero al mismo tiempo pone a estas derechas ante el riesgo de ser demasiado “normales”, parte del sistema, de la elite o la “casta” política. Parte de las dificultades que tiene la izquierda para cambiar el mundo las tienen también las derechas radicales. No estamos en los años 30 aunque encontremos algún aire de familia con algunos aspectos de aquellos años. En el caso europeo, esto ocurre por la propia Unión que pone muchísimos límites, para mal y para bien. Todos tienen menos poder hoy frente al “sistema” si tomamos por sistema el capitalismo globalizado que vivimos en la actualidad. Y todos parecen decepcionar a quienes esperan cambios profundos, no solo la izquierda.

Analizando la respuesta de la izquierda a la guerra en Ucrania en abril, el traductor y editor Marc Saint-Upéry escribió que “como ideología movilizadora de masas y brújula unilateral para proyectos de desarrollo nacional creíbles, el antiimperialismo antiestadounidense está muerto y enterrado en América Latina”. ¿Cómo definirías las posiciones de la izquierda -y de las nuevas derechas- en América Latina frente a la guerra? ¿Crees que es tal como dice Saint-Upéry en cuanto al antiimperialismo? ¿O más bien prevalece, como dicen otros autores, una visión de no alineación donde la región se niega a ser parte de la cruzada de OTAN contra Rusia?    

El antiimperialismo antiestadounidense tiene sin duda una rica tradición en la región, que por razones obvias debió resistir la injerencia de Estados Unidos, que consideraba a América Latina, y sobre todo México y América Central, su patio trasero. El problema es que el antiimperialismo, como sabemos, puede tener muchas declinaciones. Por ejemplo, la dictadura militar argentina de Videla también denunció la injerencia de Estados Unidos, a la OEA, a la CIDH que investigaron las desapariciones e incluso se acercó a la URSS. El problema no es el antiimperialismo sino usarlo para contrabandear cualquier cosa. En el caso de la izquierda, a menudo más que antiimperialismo hay “campismo”: pensar la política como dos campos en el que hay que tomar partido, en piloto automático, por quien se opone a Estados Unidos.

Se trata de una versión degradada del viejo campismo, que dividía el mundo entre el campo capitalista y el campo socialista. Si la URSS proyectaba, a su manera, desnaturalizando viejas utopías, la perspectiva de un mundo alternativo al capitalismo, el campismo post-1989 sirve solo para justificar a tiranos puros y duros, como Bachar el Asad, Gadafi, o sistemas como el iraní. Varios referentes de las izquierdas latinoamericanas llenan de flores a estos “antiimperialistas”. Así, Evo Morales pudo felicitar a Vladímir Putin para su cumpleaños, con un tuit que vale la pena citar completo: “Muchas felicidades al hermano presidente de Rusia, Vladímir Putin en el día de sus cumpleaños. Los pueblos dignos, libres y antiimperialistas acompañan su lucha contra el intervensionismo armado de EEUU y la OTAN. El mundo encontrará paz cuando EEUU deje de atentar contra la vida”. Que Putin financie a la extrema derecha europea, que plantee la guerra de Ucrania como una guerra santa contra el Occidente satánico, no tiene importancia para estas izquierdas que compraron el discurso de la “desnazificación” o la idea de que todo esto es producto de la “expansión de la OTAN”, sin analizar las propias dinámicas imperialistas de Rusia ni el hecho de que para muchos vecinos entrar en la OTAN sea bastante racional si Rusia opera como el matón grandote del barrio. Es una izquierda que tampoco dice nada sobre Nicaragua, donde cada vez más disidentes están presos, incluso reconocidas figuras de izquierda. El caso nicaragüense es interesante porque Daniel Ortega desarrolló buena relaciones con el Comando Sur, el FMI y otras instituciones “imperiales”.

 Todos tienen menos poder hoy frente al “sistema” si tomamos por sistema el capitalismo globalizado que vivimos en la actualidad. Y todos parecen decepcionar a quienes esperan cambios profundos, no solo la izquierda

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Por otro lado, como mostró el mismo Saint-Upéry, y mostramos también en otro artículo, en última instancia y a la hora de fijar el sentido del voto en Naciones Unidas y otros organismos, las posiciones de los gobiernos de la región han respondido mayoritariamente a la tradicional visión normativa de las relaciones internacionales que ha caracterizado a la cultura política y su visión del mundo latinoamericanas, y en particular a la tradición de política exterior de las cancillerías y la diplomacia. De manera sumaria, las políticas exteriores latinoamericanas están enraizadas, en primer lugar, en los principios de respeto de igualdad soberana de los Estados y no intervención.

Pero no es solo la izquierda la que se muestra ambivalente con esta cuestión. Como señalaba un artículo de la BBC en portugués, “el ala más radicalizada de la derecha brasileña está dividida en este conflicto, ya que una parte coquetea con la derecha ucraniana, mientras que otra admira a Putin”. Al viajar a Moscú, Bolsonaro declaró que “Putin es conservador, gente como nosotros”. De hecho, la segunda parada ideológica de la gira fue una visita a Viktor Orbán donde señaló que “los gobiernos de Brasil y Hungría comparten ideas que pueden resumirse en cuatro palabras: dios, patria, familia y libertad”.

Por último, las izquierdas radicales en general suelen decir que la respuesta a las nuevas derechas está en las calles y en los movimientos sociales. ¿Creés que en la situación actual eso es suficiente? ¿Qué le falta a la izquierda de hoy? O, dicho de otra manera, ¿cuál es el desafío más grande que enfrenta la izquierda que verdaderamente quiere implementar cambios?

En mi opinión, el desafío es rearticular de otro modo la dupla reforma/revolución. Sin la revolución como horizonte disponible (para mal y para bien, dados los resultados de las experiencias que conocemos), es necesario dar nueva vida a la reforma social, abandonada por los reformistas. Hay una serie enorme de problemáticas para abordar: cambio climático, nuevas formas de alienación -¿cómo pensar las nuevas tecnologías?- y precariedad, necesidad de reconstruir de alguna forma los Estados de bienestar. En Madrid se movilizó medio millón de personas hace unos días por la sanidad pública: para conseguir una cita con un especialista se puede esperar meses, y hasta un año. Eso posiblemente no se pueda hacer bajo parámetros de hipercorrección política ni sedimentando identidades de nicho, sino combinando perspectivas emancipatorias en temas como el feminismo y las diversidades sexuales con capacidad para atraer sectores populares más amplios con sensibilidades diversas y contradictorias sobre una multiplicidad de problemas societales. En un mundo precarizado y con un futuro amenazante no alcanza con deconstruir todo, es necesario construir imágenes de cómo puede ser una vida mejor.

Es necesario, creo, cierta des-hipsterización del progresismo, reconectar con los de abajo, volver sobre cuestiones económicas “duras” -hoy se habla de pos capitalismo casi sin hablar de economía, salvo en círculos muy especializados-. El catastrofismo puede ser pedagógico pero no creo que nos ayude a refundar proyectos emancipatorios. No sé cómo se hace todo esto, dependerá de experiencias concretas que permitan cierta universalización, formas de reconstruir comunidad, espacios de deliberación… El ecosocialismo, en este contexto, podría proporcionar algunas imágenes para reconstruir imaginarios positivas y deseables del futuro que trascienda el mero colapsismo.

A pesar de haber escrito un libro que parece pesimista yo no creo que la derecha esté ganando todo, incluso creo que su radicalidad es menudo es porque está perdiendo. Pero quien “gana” es un capitalismo desigualitario y al mismo tiempo “progresista” en sus discursos sobre género, raza, minorías sexuales… por eso hay una gran confusión. El problema, en todo caso, es que parte de la izquierda se ha centrado en discursos que ha abandonado en gran medida una perspectiva más universalista/de clase. Si bien se habla todo el tiempo de interseccionalidad, la dimensión de clase de esa ecuación de las desigualdades es la menos abordada. Sin recuperar algún tipo de identidad de clase —que no será como las del pasado ni se resuelve asumiendo posiciones conservadoras o anti-woke— no parece fácil enfrentar los combates que nos esperan.

(Una versión en inglés de esta entrevista fue publicada en la revista LINKS International Journal of Socialist Renewal).

Fuente de la información e imagen: https://panamarevista.com

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Mujeres movilizadas en América Latina

Por: Dora Barrancos. Ana Buquet

En movimiento.
ISBN 978-987-813-296-9
CLACSO.
Buenos Aires.
Septiembre de 2022

*Disponible sólo en versión digital

Por tercera vez en su historia, el feminismo se ha convertido en un movimiento de masas: las mujeres salen a las calles, toman las plazas y las avenidas, sus reclamos ocupan el espacio y el debate públicos. En las distintas ciudades y países de América Latina, se asiste a formas ampliadas de feminismo, con inéditas adhesiones y la participación mayoritaria de jóvenes. Este libro presenta un conjunto de escenarios de la región en lo que va del siglo XXI, caracterizado por movilizaciones masivas con reclamos y prerrogativas que buscan la conquista de sociedades más igualitarias.

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Fuente de la información e imagen:  https://clacso.org.ar

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Entrevista a Ramón Grosfoguel: «La decolonialidad ha muerto: ¡que viva la decolonialidad!»

POR:  GONZALO ARMÚA, LAUTARO RIVARA

ALAI conversó en exclusiva con el sociólogo puertorriqueño Ramón Grosfoguel sobre la muerte ¿y posible resurrección? de la perspectiva decolonial.

Fue en su último paso por Buenos Aires, invitado a la Feria Internacional del Libro, que nos encontramos con Ramón Grosfoguel. Conversamos allí sobre una serie de temas que le desvelan tanto como a nosotros: el antiimperialismo, la actualidad del pensamiento crítico, la caracterización del gigante asiático, el sombrío panorama social de los Estados Unidos y las complejas perspectivas de futuro para nuestra región, que aún no tiene garantizado un pedazo de sol bajo el cielo del nuevo orden mundial que comienza a emerger.

Varias cosas fueron singulares en ese encuentro: desde la duración inusitada de una entrevista que discurrió por diversos temas a lo largo de casi 3 horas de duración, hasta la beligerancia del polemista que encarna Grosfoguel, tan a contramano de los usos y costumbres que uno podría imaginar en un académico de la Universidad de California en Berkeley.

Grosfoguel fue uno de los fundadores y principales animadores del llamado Grupo Modernidad/Colonialidad, que pasó a mejor vida sacudido por los recurrentes cismas que la política latinoamericana y caribeña impone de forma recurrente a sus intelectuales, o al menos a los que aún se preocupan de participar, de vez en cuando, de lo que hacen los mortales afuera de la torre de cristal. Como él mismo se encargará de explicar, la fractura se produjo por una auténtica «guerra de solicitadas» en torno a la candente cuestión venezolana. 

Grosfoguel es autor de numerosos libros y artículos sobre descolonización, racismo, interculturalidad, economía política, migraciones y tantos otros tópicos. Su último libro, “De la sociología de la descolonización al nuevo antiimperialismo decolonial” (Akal, 2022), aborda muchos de los temas de la primera parte en que decidimos dividir la siguiente entrevista, exclusiva para ALAI.

Gonzalo Armúa y Lautaro Rivara: En varias ocasiones planteaste una crítica a una corriente de intelectuales y académicos que llamás los “decoloniales coloniales”. ¿Cuál crees que es o debería ser el vínculo entre decolonialidad y antiimperialsimo? ¿Por qué se produjo esa ruptura entre un sector de la academia crítica y diferentes procesos populares del continente como los de Venezuela o Cuba?

Ramón Grosfoguel: Siempre he asumido, quizás ingenuamente, que cuando uno dice decolonial presupone allí el antiimperialismo. Porque, ¿de qué te estás descolonizando si no eres antiimperialista? Yo fui en gran medida responsable de la organización de la Red Modernidad/Colonialidad. Pero esa red murió en Venezuela. Hubo allí una división insalvable, porque un sector de la red, encabezada por [Edgardo] Lander, tomó partido por una posición inadmisible, firmando un documento escrito en medio de una agresión imperialista contra Venezuela, durante las llamadas guarimbas. Las guarimbas eran grupos paramilitares que estaban por ese entonces matando gente en las calles, como lo pude ver en el verano de 2019 con mis propios ojos. Esto no solo lo han hecho en Venezuela: lo hicieron en Siria, en Ucrania en el 2014 durante el golpe de estado, en muchos otros lugares. Fue en ese marco que apareció un documento repitiendo las mismas tesis del imperio. Lo mismo volvió a suceder en enero de 2019, cuando el intento de golpe de [Juan] Guaidó. Incluso este grupo se reunió con él, afirmando a la prensa que Guaidó era democráticamente más legítimo que Nicolás Maduro.

Pero hubo mucha otra gente de la izquierda o seudo-izquierda latinoamericana que firmó los documentos también. Pude ver a Lander en Democracy Now, un programa de la izquierda estadounidense, afirmando que lo que Trump decía del gobierno de Venezuela, que era autoritario, que era una dictadura, pues era cierto. Estaba minando el apoyo de la izquierda, el único que queda a Venezuela. Esta gente se dedica a socavar estos apoyos, a desmovilizar a la izquierda.

“Yo fui en gran medida responsable de la organización de la Red Modernidad/Colonialidad. Pero esa red murió en Venezuela. Hubo allí una división insalvable”.

Once meses después, en noviembre de 2019, fue el golpe de Estado a Evo [Morales]. Otra vez aparecieron los mismos documentos contando la misma historia: aduciendo muchos de ellos que no era un golpe de Estado, que era una rebelión popular, blanqueando en suma el golpe de estado imperialista. Incluso hubo tesis risibles que decían que Evo era un machista y que el golpe de estado se produjo porque era un machista. En medio de un golpe, no estaban denunciándolo, no estaban saliendo a la calle a defender al presidente democráticamente electo. Estaban tirándole fuego a la víctima. Entonces, ¿de qué decolonialidad estamos hablando?

Todo esto me llevó a pensar que ya no puedo decir que soy decolonial a secas, habiendo una serie de intelectuales «decoloniales coloniales». Por eso afirmo que soy «decolonial antiimperialista». Para mí aquí hay un antes y un después. ¿Por qué? Aquí estuvimos un grupo de personas, entre ellos la Escuela Descolonial de Caracas, en aquel momento con Juan José Bautista, con Karina Ochoa, Enrique Dussel, que tomamos partido por Venezuela y su gente. Yo siento la responsabilidad de llamar la atención sobre este monstruo de siete cabezas que se llama Modernidad/Colonialidad. Por eso decidimos trazar una línea roja. Por eso digo que la red murió en Venezuela. Ya no podemos trabajar juntos.

G.A y L.R: ¿Por qué crees que esos intelectuales llegaron a esos posicionamientos? ¿Cuál es la razón de fondo?

R.G: Intenté dar respuesta a eso en una serie de videos que llevan por título «La bancarrota de la izquierda». Lo que intento allí es tratar de no caer en el reduccionismo de «esta gente se vendió», de complejizar el asunto y entender que les llevó a esas posiciones. ¿Cómo es que esas personas que en cierto momento de sus trayectorias estuvieron de este lado, cruzaron la avenida y ahora están disparando desde la otra trinchera? Esa gente ya no es parte de la decolonialidad. Hay que dejar de referirse a ellos de esa manera: Dussel me llamó la atención sobre eso. Entonces, ¿qué los llevó allí?

Pensando en el marco categorial, podemos señalar varias cosas. El primero es el abandono de la comprensión de lo que es el imperialismo. Ellos abandonaron esa categoría, o ven al imperialismo como una cosa puramente exterior, abstracta. Algo parecido a lo que hacían [Fernando Henrique] Cardoso y [Enzo] Faletto en su ensayo «Teoría de la dependencia». La teoría de la dependencia tenía dos vertientes: la de Cardoso daba mucho énfasis a las situaciones internas de cada país, debilitando el análisis internacional del imperialismo, priorizando las relaciones de fuerza dentro de los propios estados. Pero tú no puedes desvincular lo que sucede dentro del Estado de las estrategias globales del imperialismo. La otra vertiente provenía de la escuela brasilera: Theotônio dos Santos, Ruy Mauro Marini, Vânia Bambirra y el mismo André Gunder Frank: ellos nunca perdieron de vista la relación centro-periferia, la propia dialéctica de la dependencia, el hecho de que la acumulación de capital a escala global está mediada por el sistema imperialista de super-explotación de las periferias. Yo me identifico, por supuesto, con esta segunda corriente. Entonces, el primer problema de esta línea decolonial-colonial es que carece de una teoría del imperialismo. O a lo sumo ésta aparece de forma laxa.

“[Lo primero] es el abandono de la comprensión de lo que es el imperialismo. Ellos abandonaron esa categoría, o ven al imperialismo como una cosa puramente exterior, abstracta”.

El segundo problema es una tendencia de tipo culturalista, donde todo aparece reducido a la epistemología y se pierde de vista la economía política. Aclaro que soy de los que han llamado la atención sobre la necesidad de descolonizar los paradigmas de la economía política, de hacer una cartografía crítica del legado de diferentes corrientes marxistas. Pero no se trata de tirar a la basura la economía política. Este culturalismo, al estilo del de [Walter] Mignolo, termina en una concepción muy identitaria -en su sentido más colonial- en donde las relaciones de dominación de la economía política no aparecen, o lo hacen de modo muy tangencial.

En tercer lugar, hay un problema con el Estado: son fundamentalmente antiestatistas. El propio [Aníbal] Quijano, que tuvo una enorme influencia en esta red, era antiestatista, anarquizante. Entonces, cualquier cosa que tú hagas dentro del Estado o con el Estado invalida desde ya cualquier proyecto, y se supone que tú no lo puedas apoyar, porque se trataría de un “proyecto de poder”. Pero la cuestión es mucho más compleja, más cuando hablamos de procesos antiimperialistas en nuestra región. El propio Lander hablaba -hace ya casi 20 años- de un apoyo crítico a Hugo Chávez y la revolución bolivariana. Pero había mucha más crítica que apoyo.

Una vez invité a Lander a debatir con un opositor al chavismo, un alemán radicado en Venezuela, en la Universidad de Berkeley. No hubo ningún debate, porque Lander terminó diciendo casi lo mismo que el alemán. Fue realmente muy decepcionante. De hecho, la manera como hablaba Lander de Chávez era, como dicen los venezolanos, bien sifrina. Me refiero a la manera despectiva con la que hablaría un blanco rico de un sujeto popular que no tenía las formas sociales propias de las élites. El decía que prefería que a veces Chávez cerrara la boca, que le daba vergüenza su manera de hablar. Lo mismo que tiempo después le diría el mismo Rey de España, cuando le exigió que se callase. Yo me quedé sorprendido de escuchar a quien se asumía como un decolonial, diciendo cosas tan racistas, elitistas, clasistas y coloniales como aquella. Si algo ha sostenido al pueblo venezolano hasta el día de hoy es la educación antiimperialista que proporcionó a su pueblo la palabra de Hugo Chávez, en programas como Aló Presidente, del que tanta gente se burlaba. En síntesis, aquel antiestatismo anarquizante impregnó todas las concepciones de aquel grupo.

Otro tema es el liberalismo: tienen en el fondo una visión liberal, individualista. Parten de un concepto demoliberal que les impide comprender la política imperialista. No pueden ni quieren ver otras formas de democracia, de democracia popular: creen que el eje principal es autoritarismo-democracia (liberal), y desde allí se terminan posicionando con el imperialismo.

Hay también un anti-extractivisto extremo y ahistórico, como si los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina y el Caribe hubieran creado el extractivismo, cuando es una herencia de la división colonial e imperialista del trabajo. El extractivismo no fue un invento de Chávez, [Rafael] Correa ni Morales. Puede llevar 30, 40 o más años superar este fenómeno. Veamos sino a Corea del Sur: le tomó 40 años abandonar una economía agrícola y reemplazarla por una economía industrial altamente tecnologizada. ¡40 años! Y con el apoyo político y los subsidios de Occidente, que no hemos tenido en nuestros países. Imagínate el esfuerzo y el tiempo que llevaría abandonar una economía monoexportadora con la embestida del imperialismo, en un contexto de bloqueo y una guerra permanente de sanciones. Esto va a llevar tiempo. No puedes simplemente eliminar la materialidad de la economía política con un decreto presidencial o una ley en el parlamento. Si no lo haces, pasas a ser considerado cómplice de la destrucción planetaria y enemigo de la humanidad, y al mismo nivel que cualquier multinacional o gobierno imperialista.

“No pueden ni quieren ver otras formas de democracia, de democracia popular: creen que el eje principal es autoritarismo-democracia (liberal), y desde allí se terminan posicionando con el imperialismo”.

No es que estemos ciegos a los problemas de los gobiernos progresistas. Soy muy consciente de las críticas que es necesario hacer. De hecho pueden ver esas mismas críticas en las clases de la Escuela Descolonial de Caracas. Pero las críticas tienen que ser dentro de la revolución, no contra la revolución. Las críticas son para mejorar los procesos, no para destruirlos. Tenemos que trazar una línea roja con estas posturas destructivas.

G.A y L.R: Incluso se coloca mucho más énfasis en la crítica a los gobiernos populares que en aquellos alineados con la geopolítica de los Estados Unidos y comprometidos con las políticas económicas ultraneoliberales…

R.G: Exacto. Si te fijas, nunca dedicaron atención ni solicitadas contra el gobierno de [Sebastián] Piñera en Chile, ni contra el gobierno narco-paramilitar de [Álvaro] Uribe en Colombia. No: el foco está siempre puesto en la denuncia de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Veamos sino lo que pasó en Ecuador: no quisieron apoyar a Correa porque era extractivista, y terminaron apoyando la política pro-imperial y oenegeista de Yaku Pérez, un tipo apoyado por los Estados Unidos para dividir los votos de la izquierda. Cuando se produjo la segunda vuelta, esta vez entre el candidato de Correa y Guillermo Lasso, ni siquiera llamaron a votar en contra del banquero. Lo mismo sucedió con la instrumentalización de la crítica al patriarcado por parte de cierto feminismo imperialista, cuando se retiró el apoyo a Evo Morales por “machista” en medio de un golpe de Estado, como lo hizo Rita Segato. ¿Qué decolonialidad es esa? ¿Cuál es la descolonización posible si no tienes en claro la cartografía del poder en la región y el rol que juega en ella el imperialismo estadounidense?

Por eso hay que preguntarse por los intereses detrás de estos personajes que desmovilizan a las izquierdas en América Latina. Por eso siempre me pregunto quién es el que paga. Si buscamos y trazamos la ruta del dinero y los apoyos vamos a encontrar varias fundaciones alemanas. En Asia por ejemplo éstas tienen ya un historial de más de 50 años de actuación. Estas fundaciones socialdemócratas canalizan el dinero que el imperialismo norteamericano no puede entregar directamente. La Fundación Willy Brandt, por ejemplo, cumplió ese papel en los años 50, 60 y 70, dado que a la CIA le interesaba y le interesa producir una seudo-izquierda: su rol no es sólo el de apoyar a las derechas y los golpes de Estado.

Yo sabía por ejemplo que se venía un golpe de Estado en Bolivia dos meses antes. ¿Por qué? Porque empecé a constatar las movilizaciones que en toda Europa comenzaban a instalar que Evo Morales había quemado el Amazonas. No Bolsonaro, sino Evo Morales. Circuló toda una campaña internacional en Europa y los Estados Unidos asociada a estas mismas fundaciones alemanas. Esto es un hecho, más allá de que esta gente sea o consciente o no de quien pone ese dinero. Obviamente es gente que ha escrito cosas importantes, interesantes, que pueden ser útiles. Pero, ¿para qué me sirve un intelectual que a la hora de la verdad se posiciona en la otra trinchera? ¿Para qué sirven sus teorías?

G.A y L.R: ¿Y qué hay de las condiciones materiales que impone el propio ámbito académico, incluso más allá del sostén económico? ¿No hay una colonialidad específicamente universitaria? ¿Por qué se da este alejamiento de la praxis por parte de una intelectualidad latinoamericana y caribeña que en otras épocas formaba políticamente a los sindicatos, hacía parte orgánica de los movimientos populares y hasta ejercía roles de conducción y liderazgo?

R.G: Definitivamente. Todo el sistema académico está organizado para la cooptación de pensadores radicales. Es un sistema que ofrece buenos salarios, otorga privilegios y lleva compulsivamente a publicar en revistas indexadas del Norte Global. Para cuando el intelectual abrió los ojos, ya dejó de ser radical: de pronto escribe lo que hay que escribir para ser publicado, promocionado y premiado. Esta decolonialidad descafeinada es el precio a pagar para tener una carrera académica exitosa. La idea es preservar cierta distancia y pureza que otorga prestigio, permanecer en un limbo y no tomar posición de forma decidida ni por esto ni por aquello. Pero yo no lo veo solo como un solapamiento entre conveniencia y convicción. Yo lo veo como un problema profundamente ideológico, ligado al marco categorial equivocado que ya mencioné.

“Si buscamos y trazamos la ruta del dinero y los apoyos vamos a encontrar varias fundaciones alemanas […] Estas fundaciones socialdemócratas canalizan el dinero que el imperialismo norteamericano no puede entregar directamente”.

Yo me relaciono con la decolonialidad de una manera política. Siempre fui un activista antiimperialista en Puerto Rico, durante toda mi vida. Para mi la decolonialidad es un proyecto político de transformación del mundo, no una moda académica.

G.A y L.R: Hecho el diagnóstico, ¿cómo crees que esta corriente, esta agenda decolonial y antiimperialista se puede masificar? ¿Cómo puede arraigar en movimientos de masas, como lo hizo el marxismo, el nacionalismo popular, el indianismo y otras tradiciones revolucionarias? ¿Cómo llegar a una educación recíproca entre intelectuales y organizaciones populares?

R.G: Hay numerosos movimientos decoloniales que existen y operan actualmente en el mundo. Por ejemplo los movimientos indígenas en Bolivia, que no necesitan de intelectuales decoloniales para ser decoloniales. Los hay indígenas, los hay afrodescendientes, de todo tipo: por ejemplo el del pueblo nasa en Colombia, el de pobladores en Venezuela o Chile, etcétera. Independientemente de que hayamos incidido o no en su formación y debates, como lo hizo Juan José Bautista en Bolivia, lo decolonial nos precede, por supuesto. Debemos tomarnos muy en serio el pensamiento crítico que se produce desde esos movimientos para hacer jirones el pensamiento hegemónico colonial y eurocéntrico. Metodológicamente debemos pensar junto con los movimientos y no sobre ellos: no son algo objetivable.

En Sudáfrica, por ejemplo, construimos una Escuela Decolonial que tuvo un impacto enorme sobre el movimiento social sudafricano: allí lo decolonial ya es sentido común en diferentes sectores de la sociedad. Ha habido huelgas estudiantiles llamando a descolonizar las universidades sudafricanas. En Venezuela también hemos sido una influencia a partir de las Escuelas Decoloniales, contando ahora con un Instituto Nacional para la Descolonización dentro del Ministerio de Cultura, incidiendo en el sistema escolar, en las universidades. Incluso el Plan de la Patria incluyó como uno de sus ejes la descolonización.

Siempre estamos buscando cómo hacer ese vínculo entre la producción intelectual y la producción de luchas políticas y sociales. Yo lo considero un mandato de la huelga que creó mi departamento en la Universidad de Berkeley: nosotros estamos ahí como un caballo de Troya para potenciar los movimientos antiimperialistas en el mundo. Nosotros utilizamos esa brecha en la universidad blanca imperialista, una de las mejor posicionadas en el mundo, y la usamos como plataforma para tener un impacto. Quienes protagonizaron esa huelga en el año 69 eran del Frente de Liberación para el Tercer Mundo: eran estudiantes negros, latinos, asiáticos e indígenas estadounidenses. Nosotros nos consideramos como el Tercer Mundo dentro del Primero.

G.A y L.R: Si tuvieras que sintetizar la agenda decolonial antiimperialista, ¿cuáles serían sus puntos esenciales?

La agenda decolonial tiene diferentes registros. En primer lugar, tiene que ser necesariamente antiimperialista. Ese es el horizonte. Tenemos que ir contra la civilización de muerte que reproduce el mundo que vivimos. Esa civilización a combatir tiene nombre y apellido: es el sistema imperialista mundial. Cuando estos decoloniales de los que hablamos antes hablan de lo civilizatorio nunca lo vinculan a este sistema concreto: la civilización no es una cosa abstracta. El horizonte tiene que ser trans-moderno, debe superar la civilización moderna, capitalista y occidental. Este sistema tiene por supuesto varios ejes de dominación: patriarcales, racistas, pedagógicos, cartesianos, etcétera. Yo identifico 16 jerarquías de dominación distintas. Lo que intento es descolonizar paradigmas como los de la economía política: lo que antes se identificaba como superestructuras son en realidad jerarquías de dominación, principios organizadores de la acumulación de capital. El carácter genocida, racista, feminicida, ecologicida, epistemicida, anticomunitarista, es consustancial al proceso de acumulación y al proyecto civilizatorio occidental. En otras palabras: el capitalismo es el sistema económico de una civilización.

“Debemos tomarnos muy en serio el pensamiento crítico que se produce desde esos movimientos para hacer jirones el pensamiento hegemónico colonial y eurocéntrico”.

El problema con el paradigma del socialismo del siglo XX es que siempre concibió la relación entre el capitalismo y otras formas de dominación como infraestructura-superestructura. Por eso no sólo no se superaron diversas formas de dominación, sino que ni siquiera se pudo resolver lo que se planteaba: la transformación radical del sistema económico. Esto, de nuevo, porque no estamos haciendo frente sólo a un sistema económico, sino a una civilización. Por eso es que jamás vas a lograr destruir el capitalismo histórico reproduciendo sus mismas lógicas sexistas, egocéntricas, dualistas, etcétera. Es por esto que la decolonialidad no es una discusión académica, teórica, es una discusión política que nos plantea una nueva cartografía del poder. Es ahí en dónde Chávez estaba clarísimo. Él decía que había que aprender de los problemas y errores del socialismo del siglo XX para pensar el socialismo del siglo XXI. Eso es lo que Dussel llama la transmodernidad: aún no podemos darle nombre, porque estamos en un proceso de transición. ¿Cuál será finalmente la civilización emergente? Lo veremos en el proceso.

Fuente de la información e imagen:  https://www.alai.info

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Reflexión sobre desafíos que enfrentan los feminismos en América Latina

Por: Leonardo Frías Cienfuegos

 

Si algo nos han enseñado los movimientos feministas, es que los temas sobre los que se debate son siempre los más actuales en el sentido de la demanda por la igualdad y la equidad, la erradicación de la violencia contra las mujeres o la no discriminación por asuntos de género.

Así lo manifestó Guadalupe Valencia García, coordinadora de Humanidades de la UNAM, al poner en marcha la Tercera Conferencia Anual Latin American Interdisciplinary Gender Network (LAIGN), “Irrupciones Feministas Anti-Sistema en América Latina”, realizada en conjunto entre el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), la Universidad de Yale y UNAM-Boston.

En realidad, destacó, siempre se está hablando de derechos humanos, de libertad, de justicia, de ética, de política, y para tratar cada uno de estos temas no hay mejor manera que el trabajo interdisciplinario. Esto asegura, continuó, que a través de los diversos discursos disciplinarios, de las discusiones, del debate, y desde las narrativas de los activismos feministas, se puedan construir microcomunidades enredadas que desemboquen en una reflexión colectiva, una visión de conjunto, y así veamos cuáles han sido nuestros alcances y cuáles son los desafíos.

La Conferencia Anual LAIGN, agregó Valencia García, llega a su tercera edición en la búsqueda de su consolidación como parte de las actividades interinstitucionales de la UNAM, en la que intervinieron 120 integrantes de la red, provenientes de 35 instituciones de América Latina.

Las calles latinoamericanas se inundan con pañuelos verdes y morados, y pancartas demandando justicia. Las feministas provocan a través de la escritura, las artes y la reflexión colectiva; se hacen escuchar en calles, aulas, mercados, parlamentos y redes sociales; se apropian de espacios y de sus cuerpos; resignifican la memoria; intervienen el lenguaje y los símbolos patrios; proponen antimanuales y antimonumentas, así se lee en la introducción y bienvenida del CIEG a dicho cónclave.

Y continuó: “cada movilización es única, pero todas forman parte de un proceso más amplio de luchas antisistema. La tercera conferencia abre un espacio para discutir los desafíos que enfrentan los feminismos y analizar posibles antídotos para estos tiempos de conservadurismo”.

Al respecto, Marisa Belausteguigoitia, titular del CIEG, enfatizó: “estos movimientos son críticos, y la crítica se hace con lo que se deja fuera y desordena el centro, es ese orden de lo que quedó fuera: reflexión desde lo anti, que produce efectos críticos”.

En su oportunidad, Benjamín Juárez Echenique, exdirector del Centro de Estudios Mexicanos (CEM) de la UNAM en Boston, Estados Unidos, dijo que nadie se resiste a la convocatoria de la red que cuenta con una marca irresistible: UNAM-Yale.

Ante esto, añadió que el feminismo no es algo que compete sólo a las mujeres, sino a todos, y tampoco únicamente a la interdisciplina, pues además a los estudios intersección en los que vemos género, junto con situaciones de clase, geografía, economía e ideas políticas.

“Porque no se trata de hablar para quienes tienen las mismas ideas, sino dirigirnos a aquellos que no las tienen, y llegar a construir consensos y acciones; es por eso que el primer motor para la creación de esto fue romper geografías, porque estamos en uno de los centros más importantes del mundo de pensamiento y de acción”.

Finalmente Claudia Valeggia, directora del Council on Latin American & Iberian Studies (CLAIS) de la Universidad de Yale, manifestó que la unión de la mencionada red, así como de la universidad que representa y la UNAM, se dio para generar conocimiento a través de contenidos académicos, culturales y activistas que faciliten un diálogo y ofrezcan posibles soluciones a temas respecto al género.

Se realizaron, detalló, labores en siete grupos de trabajo: Género y educación; Teoría del género y feminismo; Género, economía, pobreza y salud; Género en las artes y las humanidades; Género en la ciencia, la tecnología y la innovación; Género y derechos humanos; y Foro de género y políticas.

Fuente de la información e imagen:  Gaceta UNAM

 

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El emprendimiento: un salvavidas para millones de mujeres en el mundo

El 19 de noviembre se celebró el Día Internacional de la Mujer Emprendedora, impulsado por la organización internacional Women’s Entrepreneurship Day Organization (WEDO). En estos momentos de dificultad e inestabilidad, millones de mujeres tienen que optar por poner en marcha sus propios negocios, a veces pequeños emprendimientos, que resuelven la economía de muchas familias en todo el mundo.

En América Latina, la aportación de las emprendedoras es fundamental para el desarrollo económico, como se ha puesto de manifiesto durante la celebración de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, el principal foro intergubernamental regional de las Naciones Unidas sobre los derechos de las mujeres y la igualdad de género, coorganizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y ONU Mujeres.

Allí los debates se han centrado en la importancia de “la sociedad del cuidado”, ya que las mujeres asumen en gran medida esta función (cuidado de los hijos, de los mayores, del hogar), fundamental para un futuro “que ubique la sostenibilidad de la vida humana y del planeta en el centro del desarrollo”, según ha señalado la CEPAL. Sin embargo, esta labor no está remunerada y en muchas ocasiones impide a las mujeres acceder a sus propias fuentes de ingresos.

Un tema que también ha abordado María-Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, que ha afirmado, en declaraciones a la Fundación Microfinanzas BBVA: «La incorporación plena de las mujeres al mercado laboral -por medio de oportunidades que incluyan, por ejemplo, el financiamiento efectivo de sus emprendimientos- transformará radicalmente el modelo de desarrollo, hará crecer las economías y mejorará sustancialmente las sociedades. La creación de sistemas integrales de cuidados es fundamental para transitar por ese camino, y, al mismo tiempo, reducir la pobreza y eliminar las desigualdades».

Mujeres emprendedoras de la FMBBVA

Los datos obtenidos por el área de Medición de Impacto Social de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA), que atiende a más de un millón y medio de mujeres en la región, corroboran que “el número de mujeres ocupadas en trabajos que requieren más interacción personal, como el comercio minorista, la hostelería, el cuidado de personas o el turismo, es muy superior al de los hombres”. Además, el 56% de las emprendedoras a las que atiende la FMBBVA viven solas (son solteras, separadas o viudas) y con personas dependientes a su cargo.

Carmen Matus es una de ellas. Esta chilena trabajaba en una fábrica de zapatos cuando tuvo un accidente que le impidió continuar. Aunque podía haber esperado a recuperarse, decidió que tenía que valerse por sí misma, y empezó a vender ceviche que ella misma cocinaba, en su propia casa. Cuando finalmente cerraron la fábrica, su esfuerzo ya había dado sus frutos. Podía vivir de su negocio, elaborando “comida al paso, casera y con amor”, según sus palabras.

Carmen Matus, emprendedora chilena de Fondo Esperanza, entidad de la FMBBVA

Carmen Matus, emprendedora chilena de Fondo Esperanza, entidad de la FMBBVA

Carmen convirtió la terraza de su casa en cocina, y creó, de la nada y con escasos recursos, La cocina de Abuelita Carmen, con la ayuda de su sobrina y su hijo. A su abuela  paterna le encantaba cocinar: “Una vez que empecé esto me encomendé a ella. Pensé que estas manos tenían que estar bendecidas, igual que las de ella porque cocinaba exquisito”.

La responsable de Empoderamiento de la Mujer de la Fundación, Laura Fernández Lord, ha destacado que “las mujeres tienen mayores barreras para acceder a una fuente de ingresos propia, y la probabilidad de estar desempleada es especialmente alta en países emergentes”. Esto hace que poner en marcha sus propios negocios, emprender, sea la mejor salida para ellas, aunque no exenta de dificultades, entre otras, el acceso al sistema financiero.

Ambar Michelle Almonte, emprendedora de Banco Adopem (República Dominicana)

Ambar Michelle Almonte, emprendedora de Banco Adopem (República Dominicana) – FMBBVA

Por eso la FMBBVA tiene entre sus prioridades llevar a estas emprendedoras soluciones que les permitan atender sus necesidades económicas, fortalecer su confianza y crear redes de apoyo. De todas las personas bancarizadas por primera vez en las entidades de la FMBBVA en 2021, el 54% eran mujeres, según datos del Informe de Desempeño 2021 de la Fundación.

Son mujeres que viven en situaciones de pobreza o vulnerabilidad, y que salen adelante, con mucho esfuerzo y dedicación, con pequeños negocios que dan de comer a sus familias o permiten a sus hijos aspirar a una vida mejor. Según Fernández Lord, “de las mujeres nuevas atendidas por la FMBBVA en 2021, un 90% se encuentra en situación de vulnerabilidad (frente al 81% de los hombres). Esto se debe, en parte, a que tienen que asumir íntegramente las tareas del hogar y a que su ocupación es en sectores de baja productividad (el 48% del total de mujeres trabaja en comercio al por menor)”.

El papel de las mujeres emprendedoras es fundamental para conseguir cambios. Ellas son las que construyen el futuro de América Latina y con su esfuerzo lograrán una sociedad más justa y con más oportunidades.

Fuente: https://www.google.com/search?q=El+emprendimiento:+un+salvavidas+para+millones+de+mujeres+en+el+mundo&source=lmns&bih=489&biw=1024&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwiIw_zzs8T7AhV2wikDHYaVBfIQ_AUoAHoECAEQAA

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Cuando la escuela se convierte en un gueto: América Latina tiene las primarias más segregadas del mundo

Cuando la escuela se convierte en un gueto: América Latina tiene las primarias más segregadas del mundo.

América Latina es la región del mundo con mayores tasas de segregación escolar por ingresos entre los estudiantes de primaria. Es decir, es muy poco frecuente la mezcla de niños ricos y pobres en las aulas. Así lo muestra el estudio Segregación escolar por nivel socioeconómico en educación primaria en América Latina y el Caribe publicado a principios de noviembre en la Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación. La investigación, que recopila los datos heterogéneos e incompletos de 16 países del continente y los compara con los índices de PISA, muestra como ocho de los diez países con peores tasas del globo son latinos. Panamá, Perú, El Salvador, Honduras, Colombia y Guatemala lideran la lista. La segregación escolar provoca que los alumnos de entornos más desfavorecidos se concentren en los mismos colegios, conocidos como escuelas gueto, y perpetúen sociedades más desiguales.

Pero la imagen no es muy alentadora. Panamá es el país con mayor brecha, con un índice de segregación de Gorard de 0,471. Este marcador muestra el porcentaje de alumnos que tendrían que ser reubicados en colegios de un nivel socioeconómico más alto para lograr un escenario igualitario en las escuelas del país. Es decir, habría que trasladar a casi la mitad de los estudiantes panameños de primaria a mejores colegios para no tener segregación. Le siguen Colombia (0,414), Perú (0,388) y Honduras (0,382).

Sin embargo, en la región conviven países con cifras completamente antagónicas. Mientras que Colombia, Costa Rica y Ecuador son los que más han visto aumentar la segregación en sus aulas, Argentina, Nicaragua y República Dominicana son los que más la han reducido. Les separan entre un 10 y 20%. “No necesariamente por políticas públicas enfocadas a paliar esta situación directamente”, explica Javier Murillo Torrecilla, director del Instituto de derechos humanos, democracia y cultura de paz y no violencia (Demospaz). “Es un tema que ha estado muy olvidado, pero es una zancadilla. Es la primera de muchas, ya que se les impide a los niños acceder al derecho a la educación de calidad. Si la base de la educación no está, es muy difícil que el menor salga de la exclusión o el círculo de pobreza al que pertenece”.

Pero este continente encarna realidades muy diferentes. Aquí conviven los países con mayor segregación escolar con República Dominicana, con una tasa prácticamente igual a la media de la OCDE, y Cuba, con una de las educaciones menos segregadas, a la altura de los países nórdicos. “Una cosa positiva que sacamos es que la segregación no es inevitable. Y que hay países con situaciones complejas están logrando tener unos niveles muy positivos”, apunta Murillo.

Pensar en soluciones y en políticas públicas para cerrar estas brechas requiere de brocha fina. “No hay una solución que sirva por igual”, zanja Martínez. “Lo que hemos visto en España es que la creación de escuelas de alto rendimiento o centros de élite y la mayor financiación de instituciones privadas está aumentando la presencia de escuelas gueto, pero cada país latinoamericano tiene que tener en cuenta qué está fallando: si es la orografía, el acceso…”.

Aunque Cuba y República Dominicana tengan porcentajes muy similares, los datos desgranados muestran dos realidades completamente diferentes. Mientras que en el primero hay menos de un 10% de escuelas sin un solo estudiante pobre, en la isla dominicana, los centros elitistas superan el 15%. “Cada país tiene sus propias fórmulas”, dice la experta.

Alejandra Meglioli, directora del programa regional de calidad e impacto de Save the Children, apunta que la exclusión y la deserción escolar son dos de los “grandes retos del continente”: “Es el reflejo de que vivimos en sociedades muy desiguales. Y una condición retroalimenta a la otra. Los niños que van a escuelas precarias no suelen encontrar mejores oportunidades y son los que necesitan trabajar; necesitan ingresos. Los centros educativos se han convertido en espacios en los que se discrimina, se segmenta y se segrega a la infancia”.

“Estamos condicionando el futuro de nuestros países”

Las escuelas gueto o centros de alta complejidad son aquellas instituciones en las que más de la mitad de su alumnado tiene condiciones económicas complejas. Suelen ser escuelas de bajo rendimiento por las características —ubicados en barrios conflictivos, con población migrante que se incorpora a destiempo y bajos recursos—. “El profesorado está pendiente de apagar otros fuegos, más allá de que saquen mejores o peores notas”, cuenta la experta. “A muchos les preocupa, por ejemplo, que sus chicos no pasen hambre. Por eso es común que los planes de estudio ni siquiera se concluyan”.

La segregación escolar y la desigualdad son dos caras de la misma moneda. Los países cuyas brechas sociales están más pronunciadas suelen tener sistemas educativos similares. Aunque cuando se habla de segregación escolar puede estar vinculada a las capacidades del estudiante, a su grupo cultural o a su idioma, la variable económica es la que suele vertebrar todas las demás inequidades.

El perfil del alumno más desaventajado suele ser parecido en todo el continente: rural e indígena o afrodescendiente. Ítalo Dutra, asesor regional de Educación para Unicef, lamenta la falta de inversión pública. “Existe una enorme crisis de aprendizaje en la niñez y adolescencia de nuestro continente, que afecta siempre a esta población más desfavorecida y vulnerable”. Para el funcionario, los motivos detrás de estas cifras tienen que ver con la obligatoriedad tardía de la enseñanza en la región (a partir de los ochenta) y con el olvido de los pueblos campesinos. “Los colegios rurales suelen ser centros sin infraestructuras, con maestros peor cualificados… Y es ahí donde merece una inyección de presupuesto. Estamos condicionando el futuro de nuestros países”, advierte.

Fuente: https://elpais.com/america-futura/2022-11-21/cuando-la-escuela-se-convierte-en-un-gueto-america-latina-tiene-las-primarias-mas-segregadas-del-mundo.html

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Venezuela: Comparando en Educación

Comparando en Educación (I)

Lourdes de Urbáez

Para comenzar este artículo es bueno recordar que al ser humanos siempre le ha servido comparar, sobre todo en el momento de la toma de decisiones. Establecer diferencias y/o semejanzas entre un fenómeno y otro; determinar cuáles aspectos de esos fenómenos se van a comparar, establecer el propósito de esa comparación, van perfilando a la comparación, que si se utiliza aplicando el rigor científico, como una metodología de Investigación, la cual no es simplemente establecer una comparación, pudiera ser un aporte para evaluar y mejorar desde el desempeño en el aula hasta el diseño de políticas educativas

La utilización del método comparativo no es de muy reciente data, ni exclusivo de la educación. Bonilla y otros (2011) expresan:

Comte, Spencer y Durkelei, asignaron el método comparativo a la historia, llamándolo método histórico comparado, según el cual la comparación debía ayudar a la obtención de leyes precisas, relaciones determinadas de cualidades. (p.21)

De acuerdo a este planteamiento, ya autores como  Comte(1798 – 1857), Spencer (1820 – 1903) Durkeleim (1858 – 1917), estaban en la reflexión del método comparativo considerándolo pues ya era una práctica de importancia grande en los estudios de Historia.

No toda comparación es científica, ni puede considerarse como una metodología científica de investigación. Hay ciertas condiciones a tomar en cuenta para esta consideración, de acuerdo a los mismos autores citados:

La comparación debe responder a una reflexión, a un ejercicio del pensamiento, a inferencias de los datos que se comparan, con criterios cualitativos y/o cuantitativos pero previamente establecidos y de allí se desprenden las diferencias y semejanzas de los fenómenos comparados o a las variaciones de un mismo fenómeno, si éste es el objeto de la comparación (IDEM p.23 al 24).

Cuando los fenómenos comparados son educativos, entonces se está hablando de Educación Comparada, que por supuesto, involucra lo histórico, geográfico, político, económico, social, entre otros., y en su fin último destaca agrupar, integrar, proponer algunos esfuerzos que beneficien el desarrollo del proceso educativo.

Siendo tan complejo el tema educativo, complejos también serán los ámbitos abordados por la educación comparada, que pueden referirse a políticas educativas, formación docente, ámbitos educativos, proyectos educativos ámbitos locales, virtualidad, presencialidad, por mencionar algunos.

El amplio abanico de posibilidades de la Educación Comparada se expresa, además en diferentes tipos de estudios comparativos como los clasifica y explica Rosa María Masson, 2007 (Anexo), en el cual señala cuatro niveles en los que se estudian países, políticas educativas, tendencias educativas, comparación entre países y regiones, contextos educativos locales.

La Educación Comparada, entonces, en sus investigaciones requiere establecer un claro objetivo y definir qué se va a comparar, pues como expresa Masson, es muy amplio el campo de estudio y requiere definir cuáles son las áreas específicas que se van a comparar y analizar.

Unido a esto, son diferentes los enfoques en los que se insertan los estudios comparativos en educación, los cuales presentan características específicas que requieren de una selección cuidadosa para cada nivel a investigar.

Por tanto es todo un mundo de posibilidades investigativas que ofrece la Educación Comparada; permite abordar el proceso educativo desde sus diferentes factores y elementos, ya que su incidencia va más allá del aula, la escuela, la enseñanza, incluso; pues su acercamiento a la educación es global y compleja.

La Educación Comparada requiere de una búsqueda de información muy completa y densa, una indagación científicamente sustentada, que interprete los fenómenos a la luz de otras disciplinas, de diversas miradas de un mismo fenómeno, con la objetividad propia de la ciencia.

Por la complejidad, que no es complicación de la Educación Comparada, ésta tiene nexos con los campos de otras disciplinas, tal como lo afirma Epstein (2010) compilado por Navarro:

Aún más, la educación comparada depende y tiene lazos fundamentales con los campos de la historia, la filosofía, y todas las ciencias sociales. La educación comparada usa y adapta las teorías, métodos, y perspectivas analíticas de las ciencias del estudio del ser humano. (p.9)

Y es que precisamente, uno de los nudos de discusión que se generan en torno a la Educación Comparada es con relación al campo de estudio. La educación está entretejida con muchas ciencias, de las cuales se nutre pero que también se dejan nutrir por ella, sus campos, objetos, principios, teorías y perspectivas.

Ya Castellanos (1968) destacaba esta importancia multirelacional de la Educación Comparada con otras disciplinas cuando expresa:

“El ámbito  de estudio de la Educación Comparada es muy amplio. Actualmente la opinión dominante es que su núcleo debe ser: el estudio de las tendencias y de las teorías educacionales; el proceso de enseñanza-aprendizaje y los sistemas educacionales de los distintos países; el todo con proyección al futuro.” (p.25)

Esta autora venezolana, estudiosa de la Educación Comparada y la Educación Universitaria, reconoce la amplitud de los campos de la Educación comparada, pero no para quedarse en la mera comparación, sino con miras a una toma de decisión futura que tribute al desarrollo de la educación.

Hay en el ámbito internacional expresiones de inquietud y dedicación por la Educación Comparada en todas partes del mundo; aún así, Fernández Lamarra y otros (2005) en un balance de la Educación Comparada en América Latina considera que aún es limitada la producción de los mismos, con relación a esto manifiestan:

“Sin embargo, la mayor parte de los trabajos de carácter comparado que se han tenido en cuenta para realizar este balance, fueron y son llevados a cabo por organismos internacionales, en especial la UNESCO… Los mismos han sido elaborados a partir de estudios de casos nacionales y además como contribuciones a conferencias y reuniones internacionales. El balance regional de la producción académico-científica y la enseñanza de la disciplina, por lo tanto, es todavía deficitario. A la escasa producción de investigaciones de educación comparada se agrega el limitado intercambio entre investigadores y especialistas de la región.” (p.162)

Aún siendo de real importancia los trabajos que puedan realizar los organismos internacionales, se requiere de una formación a nivel académico que estimule la producción investigativa y el intercambio que propenda a ampliar enfoques y teorías, políticas y tendencias de la educación a nivel nacional en los diferentes países.

Autores como Alexander López (2008) consideran que la Educación Comparada está íntimamente relacionada al proceso de globalización, pues requiere acercarse a los diferentes países y regiones con amplitud de criterios a sabiendas de que cada vez se amplían más las fronteras y esto permite realizar los estudios comparados entre países y regiones y además construir consensos globales.

“Un gran reto para el método comparativo es desarrollar las estrategias para explorar la especificidad de la globalización como fenómeno emergente. Esto equivale a enriquecer su consistencia lógica y empírica para transformarse y ser capaz de atender la ampliación de las fronteras tanto hacia lo internacional como hacia el propio individuo.” (p. 5)

Un reto metodológico que el autor considera fundamental para la Educación Comparada en la actualidad,  está relacionada con el abordaje de lo internacional, lo mundial, propio de la globalización pero que al mismo tiempo otorgue igual importancia al abordaje de lo individual puesto que los supuestos nacionales no pueden ser arropados por lo que a nivel global está ocurriendo en el mundo.

Es por ello que en párrafos anteriores Fernández Lamarra expresaba su preocupación por la escasa producción de investigaciones en el nivel nacional por parte de investigadores y académicos interesados en el estudio de la educación en sus propios países y regiones.

Se infiere, entonces, de acuerdo a los autores citados en este artículo, que la Educación Comparada se erige como una importante disciplina para conocer los procesos educativos en el mundo que permita construir alternativas a nivel internacional, regional y nacional.

BIBLIOGRAFÍA

CASTELLANOS, María y Otros. La Educación Comparada. Aportes para la Educación Superior Comparada: Venezuela – Cuba. Compilado por: Castellanos. UCV – Litopar – Artes Gráficas. Caracas. 1968.

EPSTEIN, Erwin. Complilado: Marco Aurelio Navarro. Educación Comparada, perspectivas y casos. Sociedad Mejicana de Educación Comparada. Méjico. 2010.

FERNÁNDEZ L y Otros. La Educación Comparada en América Latina. Revista Española de Educación Comparadada. No. 11. 2005. Disponible en: www.uned.es/undex.php/REEC/article/view/7408/7076

LÓPEZ, Alexander. Retos Metodológicos de la Educación Comparada en la Sociedad Global. Revista Universidad Sociedad del Conocimiento. 2008. Disponible en: www.uec.edu/rusc/5/1/dt/esp/lopez.pdf

MASSON, Rosa María. Una visión integradora para realizar estudios comparados en educación. (Ponencia) II Encuentro Nacional I Latinoamericano de Estudios Comparados en Educación. Buenos Aires 2007

MOLLIS, Marcela. Compilado: BONILLA, Luis y Otros. Educación Universitaria para el Siglo XXI. Centro Internacional Miranda y Ministerio del Poder popular para la Educación Universitaria. Caracas.2011.

 

ANEXO

Tipos de estudios comparados
Nivel Características
Primero ·         Estudios monográficos.

·         Caracterizan la educación en un país o países.

·         La finalidad es obtener conocimientos de todo el sistema de educación o de un nivel de educación en específico.

·         Valoran comparativamente la relación que existe entre la política declarada (nivel de aspiración) y la realidad educativa.

Segundo ·         Estudios comparativos entre países y regiones.

·         La finalidad es establecer semejanzas, diferencias y las perspectivas de desarrollo de la manifestación de la educación escolarizada que se estudie en el marco de las interacciones existentes entre la educación y la sociedad.

Tercero ·         Estudio de localización de los problemas, las corrientes y las tendencias educativas en el contexto internacional y/o regional.

·         Caracteriza, establece las regularidades y valorar la relación causa– efecto en el marco de las interacciones existentes entre la educación, la política, la economía y la sociedad de la región que se estudie y de los países que se incluyan en la muestra.

Cuarto ·         Valora la relación entre lo establecido en la política y el sistema educativo y las diferentes alternativas teóricas y prácticas que desde los contextos educativos locales proponen los sujetos que en ellos participan.

Fuente: MASSON, Rosa María. (2007. p.16)

Continuaremos….

Fuente de la Información:  Centro Internacional de Investigación Otras Voces en Educación / CII OVE

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