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A. Latina, una de las regiones con mayor índice de violencia contra los defensores ambientales

América Latina/22-03-2020/Autor y Fuente: www.elespectador.com

Por: Zoraida Portillo – SciDev.Net

De las 304 personas asesinadas en 2019 en el mundo, América Latina registró 208, y de ellas 106 fueron en Colombia. Allí, la mayoría de asesinatos fueron cometidos contra líderes indígenas, afrodescendientes y campesinos.

Latinoamérica es la región más peligrosa del mundo para los defensores de los derechos humanos y, específicamente, para quienes protegen los derechos a la tierra, el territorio y el ambiente, señala el informe anual 2019-2020 de Amnistía Internacional (AI).

En particular, “las mujeres negras cada vez corren más peligro en las provincias occidentales donde se concentra la población afrodescendiente de Colombia”, alerta AI, un movimiento internacional que agrupa a más de siete millones de personas en el mundo que hacen campañas a favor del respeto de los derechos humanos.

La violencia a causa del conflicto armado interno, que no ha cesado a pesar de la firma del Acuerdo de Paz de 2016, y las disputas por el control territorial parecen ser los condicionantes principales de la extrema violencia en Colombia, según el documento presentado en la capital peruana el 27 de febrero.

Desde Colombia, Diana Sánchez, directora de la Asociación Minga y coordinadora de Somos Defensores —espacio de protección de derechos humanos y ambientales— precisa que en su país hay muchos conflictos que históricamente se han tapado con el conflicto armado, entre ellos, el derecho a la tierra. “Pareciera que el conflicto armado fuera el origen, la causa, la consecuencia y el resultado de todas las violencias, y tampoco es así”, comenta a SciDev.Net.

“Tenemos 103 pueblos indígenas y todos enfrentan conflictos porque están en la zona periférica del país que en el pasado fueron fronteras y que hoy las empresas multinacionales y nacionales necesitan para extraer los recursos naturales y sembrar monocultivos agroindustriales”, afirma.

Brasil, Guatemala, Honduras y México son otros países de la región que han experimentado altas tasas de violencia contra líderes indígenas que luchaban por preservar sus derechos de acceso a la tierra, sus territorios o evitar daños al ambiente o la biodiversidad.

La justicia y los recursos naturales

El hostigamiento judicial o el debilitamiento de las leyes de protección ambiental han sido otras maneras de violentar a los indígenas o reducir su acceso a la justicia. El informe cita explícitamente los casos de Paraguay —donde se apeló a procesos penales para criminalizarlos— y de Perú, donde se promulgaron leyes que socavan el derecho de esos pueblos al consentimiento libre, previo e informado y disminuyen la protección de muchos derechos a la tierra y territorios. Y en Venezuela, las comunidades indígenas denunciaron los impactos de la extracción de minerales del llamado ‘arco minero del Orinoco’, sin encontrar eco en las autoridades.

“El desarrollo del arco minero del Orinoco es un megaproyecto de minería a gran escala que impulsa el gobierno en la zona sur del país y está afectando los ecosistemas de la Amazonia”, explicó a SciDev.Net Carlos Lusverti, miembro del Comité Ejecutivo de AI de Venezuela.

Sin embargo, la falta de acceso a información por parte del estado, en algunos casos porque no existe y en otros casos por la negativa del estado a entregarla, hace muy difícil cuantificar sus daños sobre todo el ecosistema, dijo Lusverti. Para Marina Navarro, directora de AI en el Perú, la situación regional en términos de derechos ambientales “es muy compleja”.

Preocupación y esperanza

El hecho de que dos terceras partes de los asesinatos contra activistas ambientales hayan ocurrido en América Latina es tan preocupante para ella como el aumento del 30% en 2019 de los incendios forestales en la Amazonía brasileña respecto a 2018. “Pero que a pesar de esta situación adversa los líderes, activistas, hombres y mujeres sigan reclamando sus derechos y movilizándose es esperanzador”, afirma.

Sánchez concuerda. Según ella, es rescatable “la conciencia ambiental que ha adquirido un sector muy importante de Colombia, hay movilizaciones que en el pasado no se hacían, la juventud tiene mucho más conciencia del cambio climático y de la tragedia de la tierra”.

La base de datos del portal Tierra de Resistentes —un esfuerzo investigativo de 30 periodistas, desarrolladores y foto/videógrafos de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Perú— ha documentado 1.356 hechos victimizantes entre 2009 y 2018 contra líderes y comunidades de esos países que defienden el ambiente y sus tierras ancestrales. Sin embargo, advierten que el subregistro de casos es muy grande. Brasil y Colombia presentan las mayores tasas.

Aunque en muchos casos los líderes ambientales intentan proteger más de un recurso natural, en este gráfico solo se tomó en cuenta el principal recurso defendido./ Fuente: Tierra de Resistencia.

“Son personas que por vías no violentas reclaman sus derechos comunitarios y quedan expuestas”, refiere Josefina Miró Quesada, investigadora de temas de género y derechos humanos y asesora del gabinete en la Defensoría del Pueblo del Perú.

Las mujeres y el acceso a la información

A ella le preocupa particularmente la vulnerabilidad de las mujeres rurales. “[Ellas] luchan por la protección de sus territorios y tierras, y eso las hace más susceptibles de sufrir otros tipos de violencia. La hostilización no queda en palabras —son calificadas de oponerse al desarrollo y hasta de terroristas— o enfrentamientos físicos, sino en procesos judiciales, promovidos por las empresas y por el propio estado”, señala.

Sostiene que las mujeres rurales al confrontar experiencias muy diferentes a las activistas urbanas “tienen que ser protegidas de maneras diversas”. Tierra de Resistencia ha documentado 216 ataques contra mujeres en la década estudiada.

Fuente e Imagen: https://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/latina-una-de-las-regiones-con-mayor-indice-de-violencia-contra-los-defensores-ambientales-articulo-907985

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Alerta que camina: La lucha de científicas en América Latina

Alerta que camina: La lucha de científicas en América Latina

Por Nadia Luna

Por Nadia Luna (*)

Suena el teléfono: “No voy a parar hasta sacarte del CONICET”, dice una voz. “Si yo fuera tu jefe, te haría venir en minifalda”, dice otra. Así comienza el spot realizado por la colectiva “Ciencia sin Machismo“, formada por trabajadoras del Centro Nacional Patagónico (CENPAT–CONICET), de Puerto Madryn, Chubut. Las frases provienen de una encuesta que realizaron en el año 2018 dentro del instituto, donde relevaron que al menos el 53% experimentó alguna vez violencia machista en su lugar de trabajo.

“La violencia machista es aquella ejercida sobre mujeres y disidencias sexuales por el mero hecho de serlo, en el marco de una relación desigual de poder. El sistema científico, parte de esta sociedad sexista y patriarcal, no está exento de estas situaciones”, explican las investigadoras del CENPAT en el spot, que fue lanzado este martes 11 de febrero, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Esta fecha fue establecida por la ONU en el año 2015 para visibilizar el trabajo de las mujeres que hacen ciencia y tecnología, así como también las barreras que deben enfrentar en el ámbito laboral.

2015 también fue el año del primer “Ni Una Menos en la Argentina”, que marcó una nueva etapa en la cronología de los movimientos feministas y de mujeres en América Latina, transversales a todos los sectores y regiones del continente. En el ámbito científico, esto generó la proliferación de organizaciones de científicas, tecnólogas e ingenieras. En Agencia TSS, charlamos con integrantes de colectivos de Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Colombia para conocer sus objetivos, acciones y logros. Tienen muchas similitudes y también varias diferencias pero a todas las une un hecho: la salida siempre es colectiva.

Ciencia sin Machismo se formó en en el CENPAT (Puerto Madryn) en el año 2018, a partir de la necesidad de varias investigadoras de visibilizar las violencias a las que eran sometidas de forma cotidiana.

Ciencia sin Machismo se formó en en el CENPAT (Puerto Madryn) en el año 2018, a partir de la necesidad de varias investigadoras de visibilizar las violencias a las que eran sometidas de forma cotidiana.

Argentina: Una usina de ciencia feminista

En el mundo, solo tres de cada diez personas que hacen ciencia son mujeres, mientras que, en América Latina, el porcentaje asciende al 45%. En la Argentina, las investigadoras del CONICET son el 53% pero esta mayoría proviene de la base de la pirámide jerárquica. Las becarias son el 60% y, a medida que se sube de categoría, el número de mujeres comienza a decrecer hasta llegar a la cima, donde las investigadoras superiores son solo una de cada cuatro en la categoría.

Este mecanismo de segregación se conoce como “Techo de cristal” y se traduce en menor reconocimiento y bajos salarios. También existen las “paredes de cristal”, con disciplinas más masculinizadas que otras, como es el caso de Física, Matemática, Informática e Ingeniería.

Ciencia sin Machismo se formó en en el CENPAT en el año 2018, a partir de la necesidad de varias investigadoras de visibilizar las violencias a las que eran sometidas de forma cotidiana. “Empezamos con la encuesta y de a poco fuimos evolucionando hacia una organización más proactiva, que busca generar herramientas para lograr no solo eliminar las violencias, sino también igualar las condiciones con nuestros compañeros varones”, le dijo a TSS la bióloga Soledad Leonardi, integrante de la colectiva. Hace poco, lograron la conformación de un Comité Institucional de Políticas de Género dentro del CENPAT y la aprobación de un dispositivo de atención en casos de violencia de género. Además, forman parte de la Comisión Interdisciplinaria del Observatorio de Violencia Laboral y de Género del CONICET.

“Hay varias políticas que se podrían implementar en el corto plazo para disminuir la desigualdad de género en ciencia, como considerar a las maternidades en los procesos de evaluación, ampliar licencias por maternidad y paternidad, implementar lactarios en los lugares de trabajo y garantizar los jardines maternales”, señaló Leonardi, y destacó el valor de la lucha colectiva para conquistar nuevos derechos.“Una de las pocas cosas que rescato de estos años de macrismo es la organización de trabajadores y trabajadoras de la ciencia. Empezamos a salir más del laboratorio y a luchar por nuestros derechos”, afirma.

El colectivo “Mujeres en CyT” está conformado por estudiantes, becarias, docentes, investigadoras, personal administrativo y de servicios del Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

El colectivo “Mujeres en CyT” está conformado por estudiantes, becarias, docentes, investigadoras, personal administrativo y de servicios del Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

Otro colectivo de científicas argentinas de reciente formación es “Mujeres en CyT”, conformado por estudiantes, becarias, docentes, investigadoras, personal administrativo y de servicios del Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), en Buenos Aires. Surgió en 2018 con el objetivo de promover el estudio de la situación de mujeres y disidencias en ciencia y tecnología, y proponer actividades que estimulen la participación de niñas, niños y adolescentes en esta área. Una actividad reciente fue “Mirá la Ciencia Que Hacemos”, que convocó a estudiantes secundarios del Barrio Itatí a participar de una jornada con diversas experiencias científicas.

“El vínculo entre la comunidad científica y la sociedad continúa siendo una cuestión de élites o grupos particulares. Por eso, consideramos que la divulgación científica ocupa un rol central para correr este eje y poder generar mayor cercanía con la población. Trabajar en el conurbano tiene la gran ventaja de poder conocer mejor las problemáticas del territorio y tomar acciones de intervención. En los próximos dos años, vamos a trabajar en estimular vocaciones científico-tecnológicas en jóvenes, con énfasis en mujeres y disidencias”, explicó la biotecnóloga Sandra Goñi, integrante de Mujeres en CyT.

En los últimos años, surgieron numerosos colectivos de científicas argentinas que buscan enfrentar la desigualdad de género y estimular vocaciones científicas. La lista es larga y crece. Algunas son Las De Sistemas, Las Curie, Mujeres Trabajadoras del Centro Atómico Bariloche y el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu, Amautas Huarmis, Chicas en Tecnología, Women in Engineering Argentina, y las comisiones de género de diversas instituciones, entre muchas otras. Merece mención especial la pionera Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT), fundada en los noventa por las investigadoras Diana Maffía, Silvia Kochen y Ana Franchi, esta última hoy presidenta del CONICET.

Chile: Sacarle el parche al acoso sexual

A fines de noviembre, la bioquímica chilena Adriana Bastías fue reconocida con el Premio “100 Mujeres Líderes 2019”, otorgado por el diario El Mercurio y Mujeres Empresarias de Chile. Tras dudar si aceptar el premio de un medio de comunicación muy criticado por la cobertura de las protestas sociales que comenzaron con el estallido del 18 de octubre, decidió aprovechar la oportunidad y asistió con un parche en el ojo para homenajear a los cientos de chilenos que perdieron la vista al ser reprimidos por la policía (carabineros).

Adriana Bastías recibió el premio 100 Mujeres Líderes con un parche en el ojo para homenajear a los cientos de chilenos que perdieron la vista al ser reprimidos por la policía.

Adriana Bastías recibió el premio 100 Mujeres Líderes con un parche en el ojo para homenajear a los cientos de chilenos que perdieron la vista al ser reprimidos por la policía.

Bastías es docente en la Universidad Autónoma de Chile y presidenta de la Red de Investigadoras (RedI), una asociación que busca promover la equidad de género en el sistema científico y visibilizar las barreras que deben enfrentar las mujeres para hacer ciencia y tecnología. Nació en Puerto Natales, al sur del país, y estudió en la Universidad Austral, en la provincia de Valdivia. Fue allí cuando empezó a observar ciertos comportamientos sexistas por parte de compañeros y profesores. “Cuando empiezas a despertar y mirar las cosas a través de la lupa violeta, ya no hay vuelta atrás. El hecho de poder organizarnos y apoyarnos es muy importante porque, aunque no estemos de acuerdo en todo, siempre va a haber alguien ahí para acompañarte”, afirma Bastías.

En Chile, solo el 27% de los subsidios FONDECYT (principal fuente de financiamiento de proyectos individuales de investigación) y FONDEF corresponden a proyectos presentados por mujeres, según datos aportados por la investigadora. En tanto, las que dirigen centros de investigación son apenas el 17%. El año pasado, la ingeniera Natacha Pino, miembro de RedI y rectora de la Universidad de Aysén, se convirtió en la primera rectora electa en la historia de las universidades estatales de Chile.

La Red de Investigadoras se creó en el año 2016 y una de las iniciativas más importantes tiene que ver con un movimiento que surgió en 2018 por denuncias de acoso sexual en el ámbito universitario. Por eso, desde RedI, junto con senadoras y senadores de diversos partidos, presentaron un proyecto de ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en educación superior. El proyecto ya obtuvo media sanción y este año se discutirá en la Cámara de Diputados. Además, la red publicó el libro “A mí también”, con testimonios anónimos de violencia de género en contextos académicos como: “Mi profesor dijo ‘no se preocupe, las mujeres solo vienen a la universidad a buscar marido’; y “Me ofreció sexo a cambio de posiciones laborales en diferentes instituciones” (puede descargarse acá).

La Red de Investigadoras de Chile se creó en el año 2016 y una de sus iniciativas fue presentar, junto con senadoras y senadores de diversos partidos, un proyecto de ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en educación superior, que ya tiene media sanción.

La Red de Investigadoras de Chile se creó en el año 2016 y una de sus iniciativas fue presentar, junto con senadoras y senadores de diversos partidos, un proyecto de ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en educación superior, que ya tiene media sanción.

Bastías señaló que, por ahora, no existe una política de género integral impulsada desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. “Si bien se lanzó una hoja de ruta de lo que sería en el futuro una política de género, por ahora solo son buenas intenciones. Creemos que es importante que haya una política transversal e intersectorial porque, si bien después del mayo feminista de 2018 se generaron protocolos en algunas instituciones, observamos que muchos no se cumplen”, dijo. Otra iniciativa que la RedI apoya fuertemente es que haya paridad de género en el proceso que atraviesa el país trasandino en la discusión por una nueva Constitución Nacional.

Perú: Herederas del silencio

Estefanía Pomajambo es socióloga especializada en género y se desempeña como tutora-coordinadora de Humanidades en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Sin embargo, la primera carrera que estudió pero no logró terminar fue Ingeniería Informática. Quizás haya tenido que ver con la primera barrera que, según ella, deben enfrentar las niñas y mujeres para hacer ciencia: la construcción cultural de roles de género. “Cuando somos niñas, nos crían con juguetes rosados y vinculados con tareas de cuidado, mientras que a los niños les dan juguetes constructivos y de ingenio. En Perú, además, tenemos otra dificultad: por nuestra fuerte historia de dominación y racismo estamos muy acostumbradas a quedarnos calladas y no opinar en clase”, cuenta.

A veces, los techos de cristal se convierten en techos de cemento: “En muchas zonas rurales, las niñas ni siquiera llegan a ir al colegio, ya que se considera que es una pérdida de tiempo darle educación a una niña si después va a quedar embarazada. En tanto, quienes sí logramos ir, enfrentamos la barrera de que ya en la pubertad se nos incentiva más a tener pololos (novios) que a estudiar ciencias”, explicó Pomajambo. Para combatir esas barreras, junto con la física María Luisa Cerón y la socióloga Alizon Rodríguez Navia decidieron crear la Red Peruana de Ciencia, Tecnología y Género, que se lanzará oficialmente el próximo 20 de febrero en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

La Red Peruana de Ciencia, Tecnología y Género se lanzará oficialmente el próximo 20 de febrero en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

La Red Peruana de Ciencia, Tecnología y Género se lanzará oficialmente el próximo 20 de febrero en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

La iniciativa surgió a partir de la interacción con otras organizaciones vinculadas a la temática de ciencia y género. Entre ellas, Mujeres Peruanas en Ciencias Matemáticas, +Mujeres en UX, Women in Physics, FemDevs (desarrolladoras de videojuegos) y la Red Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Género (RICTyG). Las investigadoras comenzaron a juntarse a mediados de 2019 y luego abrieron las reuniones a quienes quisieran participar. Los objetivos principales son reducir la desigualdad de género en el sistema científico, contribuir a eliminar los estereotipos de género en el ámbito educativo e impulsar iniciativas legislativas que contribuyan a la paridad en ciencia y tecnología.

Pomajambo destacó que el CONCYTEC, principal organismo peruano de ciencia y tecnología, tiene por segunda vez en su historia una presidenta mujer, la bióloga Fabiola León-Velarde, quien creó el Comité Pro Mujer en CTI para impulsar la participación de más mujeres en las ciencias. Sin embargo, todavía queda trabajo por hacer, no solo en cuestión de género sino en el ámbito científico en general. “Actualmente, solo hay 4000 investigadores registrados en CONCYTEC, que es muy poco para una población de 33 millones de habitantes. De esos, solo el 30,8% son mujeres. También es necesario que los y las científicas se involucren más en la atención de conflictos sociales, como explotación minera y de recursos naturales, precariedad laboral y daño a la Amazonía peruana. Involucrarse en este tipo de cuestiones es algo que le cuesta no solo a los científicos, sino a la población en general”, enfatiza.

Ecuador: El poder de las redes

Cuando empezó a estudiar biología, Claudia Segovia no sintió que tuviese que atravesar obstáculos por ser mujer. Su perspectiva cambió cuando se fue a Estados Unidos para hacer el doctorado,  junto con su marido y sus dos hijos. Habló con otras colegas y descubrieron que compartían ciertas frustraciones. Las tareas de cuidado recaían más en ellas y tenían que luchar contra el estereotipo a la hora de ir a una entrevista laboral. “Ahí empecé a ver los obstáculos que tuve en mi carrera y que había naturalizado. Con mis compañeras creamos el grupo ‘PhD moms’ para apoyarnos y tratar de combatir los micromachismos y la falta de autoestima que eso nos termina generando”, cuenta.

Las científicas Patricia Castillo Briceño y Melani Peláez Jara propusieron crear un colectivo de científicas ecuatorianas a través de un intercambio por Twitter en 2016. Enseguida se sumaron Segovia y Marcela Morales Hidalgo y fundaron la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI). Uno de sus puntos fuertes es la interacción en redes sociales, donde difunden tanto el trabajo de las mujeres en ciencia como datos sobre la desigualdad de género en el área. “Llegamos a unas 100.000 personas al mes y eso nos llevó a darnos cuenta de la capacidad de empoderamiento que tiene formar estas redes”, dijo Segovia.

“En Ecuador todavía no se percibe como un problema la falta de mujeres en ciencia", dice Claudia Segovia, cofundadora de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI).

“En Ecuador todavía no se percibe como un problema la falta de mujeres en ciencia”, dice Claudia Segovia, cofundadora de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI).

A partir de alianzas fueron realizando diversas iniciativas. Por ejemplo, las dos ediciones del Seminario Internacional “Impacto de las Mujeres en la Ciencia”, impulsado junto a la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL). Este año, además, Quito será sede del XIII Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género. Las integrantes de REMCI también elaboraron y presentaron una solicitud a la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT) para que se tome en cuenta la maternidad al momento de evaluar la producción científica de las investigadoras.

Más allá de los avances, Segovia advirtió: “En Ecuador todavía no se percibe como un problema la falta de mujeres en ciencia. De hecho, no se le da suficiente valor al desarrollo de ciencia y tecnología, y eso lleva a que no tengamos un número y nivel adecuado de producción científica en el país. Además, el sistema no tiene la capacidad de absorber a todos los investigadores y termina provocando una fuga de cerebros. Otro punto a trabajar es que la ciencia no siempre está asociada a los problemas de la sociedad. Se necesitan más canales de comunicación de la ciencia y eso es algo que hemos estado trabajando en la red por medio de la divulgación. Los científicos y científicas tenemos que salir de nuestros laboratorios y hablar más con la comunidad”.

Uno de los puntos fuertes de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI) es la interacción en redes sociales, donde difunden tanto el trabajo de las mujeres en ciencia como datos sobre la desigualdad de género en el área.

Uno de los puntos fuertes de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI) es la interacción en redes sociales, donde difunden tanto el trabajo de las mujeres en ciencia como datos sobre la desigualdad de género en el área.

Colombia: Ciencia para la Paz

El 11 de febrero, Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, amaneció con una buena noticia para Colombia: el Gobierno creó el “Fondo+Mujer+Ciencia” para apoyar económicamente la participación de las mujeres en este ámbito. Esta iniciativa comprende una serie de compromisos, entre ellos, garantizar equidad en el otorgamiento de becas y subsidios para investigación; desarrollar un programa de mentorías para niñas y jóvenes; incorporar el enfoque de género al sistema de evaluación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; e implementar un protocolo nacional para la actuación frente a casos de acoso sexual en espacios educativos y laborales.

El documento fue presentado este martes por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, la ministra de Ciencia, Mabel Torres, y las jefas de otras carteras nacionales de un país que ostenta el quinto lugar en el mundo en porcentaje de mujeres en cargos ministeriales (52.9%). Sin embargo, el ámbito científico y académico no está exento de la desigualdad de género: solo hay un 7,7% de rectoras universitarias y, de los 13.000 investigadores registrados, las mujeres representan el 37%.

La Red Colombiana de Mujeres Científicas surgió en 2016 con la misión de estimular y visibilizar la participación de las mujeres en ciencia y tecnología, y promover políticas para garantizar dicha participación.

Ángela Camacho (segunda desde la der.), presidenta de la Red Colombiana de Mujeres Científicas, formó parte de la elaboración y presentación del Fondo +Mujer +Ciencia, el pasado 11 de febrero, junto a otras científicas y funcionarias.

Una participación importante en la elaboración del documento lo tuvo la Red Colombiana de Mujeres Científicas. Se trata de un colectivo formado en 2016 con la misión de estimular y visibilizar la participación de las mujeres en ciencia y tecnología, y promover políticas para garantizar dicha participación. Actualmente tiene 59 integrantes organizados en seis nodos territoriales. “Nos planteamos la necesidad de apoyar el libre desarrollo de la mujer mediante la educación técnica y el apoyo al emprendimiento empresarial femenino, que permitan que la mujer logre independencia económica y de manera progresiva tome un papel más activo en la economía del país”, indica la física Ángela Guzmán, secretaria de la Red, que está presidida por su colega Ángela Camacho.

Guzmán explica que uno de los objetivos de la red era constituirse como órgano consultor del Gobierno en asuntos de género vinculados a la ciencia y la educación. “Parece que lo estamos logrando”, se alegró. La organización tiene miembros de todas las disciplinas y forma parte de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. “Queremos contribuir a la construcción de un país más equitativo en oportunidades y en remuneración para las científicas. También, aportar nuestra experiencia y perspectiva para un desarrollo social sostenible, que creemos es la base para la construcción de una paz duradera”, finalizó.

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2020/02/alerta-que-camina-la-lucha-de-cientificas-en-america-latina-por-nadia-luna/

Autora: Nadia Luna – Periodista

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América Latina. El agotamiento del desarrollo: la confesión de la CEPAL

América Latina. El agotamiento del desarrollo: la confesión de la CEPAL

Análisis

Lo que puede ser interpretado como la confesión de una derrota que afecta a toda América Latina, ha pasado casi desapercibida. Se acaba de admitir que todas las estrategias de desarrollo implementadas en la región están agotadas. No sólo eso, sino que además se fracasó en todas ellas. Esa es la confesión de la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

A pesar de la gravedad de la declaración, no reaccionaron ni los gobiernos, ni la prensa, ni los actores ciudadanos directamente vinculados a la temática del desarrollo. Es más, la secretaria de CEPAL, Alicia Bárcena, avanzó más afirmando que el extractivismo, o sea la exportación de materias primas, es el que está agotado porque “concentra riqueza en pocas manos y apenas tiene innovación tecnológica” (1).

Estamos ante la confesión de la máxima autoridad del organismo económico más importante del continente, el que por un lado tendría que haber contribuido a evitar ese fracaso, y por el otro, haber asegurado el camino hacia lo que ellos conciben como un desarrollo virtuoso que reduce la pobreza y la desigualdad. Reconocer que nada de eso ha sucedido es admitir que la CEPAL no tenía estrategias realmente efectivas para ese propósito, o si se asume que sus propuestas eran las adecuadas, entonces los gobiernos serían los culpables por no haberlas seguido. Cualquiera de las dos posibilidades tiene muy graves connotaciones.

La admisión del fracaso

Resulta sorprendente que semejante confesión pasara desapercibida. Habría que preguntarse si la secretaria ejecutiva de la CEPAL reconoce eso en público porque ya todos los saben, y como muchos que son responsables de un modo u otro, nadie se ofenderá ni exigirá asumir las responsabilidades por ese fracaso. Es que hay un aire de fatalismo creciente en el continente que se siente en estas y otras situaciones que hacen a las estrategias de desarrollo.

Esto contrasta con el entusiasmo con que se discutía sobre desarrollo en el pasado reciente, tanto por políticos como académicos y militantes. Desde inicios de los años 2000 proliferaron en América Latina todo tipo de ensayos sobre otros modos de organizar el desarrollo, incluyendo cambios en el papel del Estado, la regulación de los mercados y las políticas públicas. Aquel ímpetu estuvo directamente asociado con los gobiernos progresistas, y a medida que éstos languidecieron, las expectativas con sus versiones del desarrollismo también menguaron.

La CEPAL navegó bajo distintas tensiones y ambigüedades frente a los ensayos desarrollistas del siglo XXI. Nunca fue una promotora entusiasta de algunas de sus versiones, coma la bolivariana, pero contribuyó a legitimar los modos más moderados, como el de Brasil bajo Lula da Silva. No abandonó sus propias propuestas, como las que en los años noventa postulaban la “transformación productiva” o la inserción en la globalización comercial. Más allá de los énfasis, la CEPAL se mantuvo fiel al credo del crecimiento económico como motor indispensable del desarrollo, y ponía su esperanza en ciertas regulaciones para educir la pobreza y la desigualdad.

Crecimiento económico y extractivismos

Asegurada la adhesión al crecimiento económico, se hacen concesiones que no lo pongan en riesgo. En ello está el origen de la aceptación de los extractivismos.

En efecto, la CEPAL apoyó el concubinato de los extractivismos con todo tipo de planes y estrategias de desarrollo, conservador o progresista, enfocándose sobre todo en que se mejorara la gestión tecnológica (que fueran más limpios), se aumentara el dinero recaudado (que resultaran económicamente más beneficiosos), y que se apaciguara la protesta ciudadana (que fueran menos conflictivos). Toleró los extractivismos a pesar que ello iba en contra de la temprana prédica cepalina que cuestionaba un desarrollo basado en exportar materias primas. Lo hizo porque esperaba que permitiera acumular capital que de alguna manera sirviera a cambios estructurales y a reducir la desigualdad. Como consecuencia, la CEPAL nunca fue una voz enérgica en denunciar sus severas consecuencias negativas.

Por ello, es tremendamente llamativo que ahora, en 2020, se reconozca que los extractivismos concentran la riqueza, apenas tienen innovación tecnológica y son parte de ese desarrollo que fracasó. Todo eso es lo que han dicho las organizaciones ciudadanas, unos cuantos políticos y un puñado de académicos, desde hace más de una década, sin ser reconocidos por la CEPAL.

Por el contrario, la comisión contribuyó a un nacionalismo de los recursos naturales, que sobre todo desde el discurso progresista insistía, en las exportaciones de materias primas para asegurar el crecimiento económico, y desde allí desplegar planes sociales. La discusión se centró, por ejemplo, en la recaudación fiscal sobre los extractivismos y no en el tipo de desarrollo que éstos implicaban. No se entendió que ese modo de apropiación de recursos naturales tiene impactos locales de todo tipo, pero que además generan condiciones que impiden una diversificación productiva.

Como ya se adelantó, esta situación es llamativa porque esa adhesión a los extractivismos en cierto modo contradice la prédica inicial de la CEPAL a favor de la industrialización y la autonomía comercial. Recordemos que el mandato fundacional de la comisión, en 1948, y luego bajo Prebisch en la década de 1950 y parte de 1960, se volcó a defender una industrialización, la revisión de los términos de intercambio, e incluso un mercado común continental. No es que estuvieran en contra de grandes emprendimientos mineros o petroleros, sino que consideraban como condición de atraso que éstos sirvieran únicamente al papel de proveedores de materias primas hacia el mercado internacional. Los extractivismos, en cambio, debilitan las opciones para una industrialización y a la vez imponen subordinaciones en el comercio externo, ya que deben aceptarse todas sus reglas si se quieren seguir exportando materias primas.

Cambio de rumbo y vuelco estructural

Con el paso del tiempo, la CEPAL poco a poco se apartó de aquellos propósitos para atender otras prioridades en el desarrollo. Por ejemplo, las propuestas cepalinas de la década de 1990 de una “transformación productiva con equidad” sumó un abanico tan enorme de metas, que varias de ellas terminaron siendo contradictorias entre sí (2). Por ejemplo, su adhesión a la globalización entorpecía su propuesta de industrialización, mientras que la insistencia en el crecimiento económico hacía imposible una sustentabilidad real. El “regionalismo abierto” de la CEPAL acentúo esos problemas (3). Las propuestas cepalinas nunca tuvieron un contenido teórico ni un apoyo político que permitiera atacar los obstáculos a la industrialización o a otra inserción comercial.

Más recientemente parecería que la CEPAL se recuesta más sobre el debate global acerca del desarrollo, como el que ejemplifica la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible o los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sin duda, nadie puede estar en contra de perseguir algunas de las metas en esas plataformas, como asegurar el agua potable o el saneamiento, pero esos esquemas no suplantan ni resuelven las especificidades latinoamericanas.

Entonces no puede sorprender que la CEPAL tenga muchas dificultades en lidiar con la coyuntura actual y se sienta más cómoda en el pasado reciente. Se lanzan múltiples estudios sobre asuntos muy actuales, como el impacto de China en el continente, pero a la vez se sigue apuntando al neoliberalismo de las décadas de 1980 y 1990 como explicación de los problemas de hoy. Es así que cuando Bárcena admite que América Latina perdió las opciones de industrializarse, de promover la innovación y de reducir la brecha de desigualdad (otra confesión demoledora), lo explica culpando al neoliberalismo, que a su vez refiere a Milton Friedman y el Consenso de Washington.

Al hacerlo de ese modo, es como si se olvidara que en siglo XXI la región pasó por una fase de fenomenal crecimiento económico y en varios países se desmontaron unas cuantas de aquellas reformas de mercado. En sus explicaciones se desvanece la variedad de regímenes políticos que se sucedieron en el continente, cada uno con su ensayo sobre el desarrollo, desde Néstor Kirchner en Argentina a Juan Manuel Santos en Colombia, o desde Hugo Chávez en Venezuela a la irrupción de la extrema derecha en Brasil. Cualquier análisis del desarrollo actual requiere analizar estas circunstancias latinoamericanas.

Del mismo modo, no está nada claro si realmente se entienden todas las implicancias que tiene confesar el agotamiento del programa extractivista en particular y del desarrollo en general. Es que Bárcena afirma que hace falta una “vuelta estructural del modelo” para revertir ese agotamiento. Ese es otro propósito compartible, pero la duda está en qué entienden por “estructural” y por cambio en la CEPAL. Una reversión en las estructuras que resultan en las exportaciones de materias primas implicaría, por un lado una desvinculación selectiva de la globalización, y por el otro una integración regional dentro de América Latina aunque bajo otras premisas en organizar la industrialización. Es necesaria una postura muy distinta frente a la globalización, a los mercados globales y a su institucionalidad, como los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio. La CEPAL nunca avanzó decididamente en ese tipo de cuestionamientos y alternativas, y por ello no está claro cuán estructural es el cambio que pregonan.

Los fantasmas de Prebisch

¿Qué dirían los fantasmas de Prebisch y sus compañeros de aquella CEPAL si escucharan que hoy se reconoce que todas las opciones de desarrollo fracasaron? ¿Qué sentirían al constatar que las materias primas siguen siendo los principales rubros de exportación de América Latina? ¿Cómo reaccionarían al observar la sucesión de planes de industrialización que no llegan a consolidarse?

Estas y otras interrogantes están vigentes porque la mirada de aquel estructuralismo inicial y los debates sobre el desarrollo de cuño prebischiano siempre criticaron la dependencia en exportar materias primas propia de los extractivismos. Una y otra vez intentaban apartarse de esa adicción.

No puede negarse que la situación actual de América Latina es muy distinta a la de 1948, cuando se creó la CEPAL. Por lo tanto es comprensible que las propuestas actuales difieran de las de aquellos años. Del mismo modo, las ideas de Prebisch de aquel tiempo, enfocadas en un “desarrollo hacia adentro”, no pueden ser trasladadas a la actualidad como un todo, aunque muchos de sus aportes siguen vigentes, y varios de los que fueron desechados merecerían ser resucitados. Tampoco puede olvidarse que el mismo Prebisch actualizó sus concepciones sobre el desarrollo, como lo hizo en 1981 en uno de sus últimos libros, “Capitalismo Periférico” (4).

Pero lo que sí se echa de menos son actitudes como las de Prebisch y su equipo en aquella CEPAL, avanzando en análisis críticos y rigurosos, independientes pero a la vez comprometidos con América Latina, y enfocados en buscar alternativas. Decía Prebisch en 1963: “Es todavía muy fuerte en América Latina la propensión a importar ideologías, tan fuerte como la propensión de los centros a exportarlas”, y para ser más claro agregaba: “Ello es residuo manifiesto de los tiempos de crecimiento hacia afuera”. No rechaza el aporte desde otros ámbitos y regiones, pero insistía en que “nada nos exime de la obligación intelectual de analizar nuestros propios fenómenos y encontrar nuestra propia imagen en el empeño de transformar el orden de cosas existente” (3).

Aquella “vieja” CEPAL producía ideas novedosas como respuestas a los problemas más agudos de su tiempo, y muchas de ellas fueron muy incisivas y por ello fueron tan resistidas. Los gobiernos no eran indiferentes, algunos las rechazaban otros intentaban aplicarlas cada uno a su manera. Había una visión, una aspiración y hasta un sueño de una gran narrativa de cambio, el “empeño” en transformar el orden actual, y es ese talante el que se fue desvaneciendo con el paso de los años.

Es esa postura, esa intransigencia en buscar el camino propio, la que más se necesita hoy en día dado que se reconoce que la propia idea de desarrollo está en crisis. No solo ha colapsado la concepción del crecimiento económico perpetuo, sino que eso también ha arrastrado en su caída a la categoría desarrollo. La confesión muestra que la CEPAL de alguna manera lo comprende, y que seguramente también lo entienden muchos dentro de unos cuantos gobiernos latinoamericanos. Es insostenible la tesis simplista de un crecimiento económico que asegura el desarrollo, ya que casi todos los países pasaron recientemente por una fase de expansión pero sin solucionar problemas como formalidad del empleo, equidad o industrialización. Hoy también es evidente que la propia idea de desarrollo está agotada. Se ha probado de todo, y el resultado final ha sido muy magro.

Este reconocimiento sería una oportunidad notable para abordar otro tipo de alternativas que estén ubicadas más allá del desarrollo. Pero como todos son más o menos responsables de este agotamiento, parece ser que siguen operando las barreras que impiden dar ese paso. Tal vez sea necesario rescatar del olvido a los fantasmas de Prebisch para, como él decía, “encontrar nuestro propio camino”.

Notas

1. América Latina ha perdido el tren de la política industrial y la innovación, I. Fariza entrevista a A. Bárcena, El País, 7 febrero 2020.

2. La transformación productiva con equidad. La tarea prioritaria del desarrollo en América Latina y el Caribe en los años noventa. CEPAL, Santiago, 1990.

3. El regionalismo abierto en América Latina y el Caribe. La integración económica al servicio de la transformación productiva con equidad. CEPAL, Santiago, 1994.

4. Capitalismo periférico. Crisis y transformación. R. Prebisch. México, Fondo de Cultura Económica, 1981.

5. Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano. R. Rebisch. México, Fondo de Cultura Económica, 1963 (2da ed., 1971), pág. 20.

 

 * Eduardo Gudynas es analista en temas de ambiente y desarrollo en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). La versión completa de este artículo está disponible en EconomiaSur.com Twitter: @EGudynas

 

Foto: bloglemu.blogspot.com

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/america-latina-el-agotamiento-del-desarrollo-la-confesion-de-la-cepal/

Fuente de la Imagen: bloglemu.blogspot.com

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Estudio: Uso de las tecnologías digitales para el proceso de enseñanza-aprendizaje en Latinoamérica

América/México/12/02/2020/Autor y fuente: observatorio.tec.mx

 

Participa en esta encuesta dirigida a docentes y directivos con experiencia docente en educación superior.

 

El objetivo de este estudio es identificar el uso de las tecnologías digitales para el proceso de enseñanza-aprendizaje en las organizaciones de educación superior de Latinoamérica. La información que nos brinde en esta encuesta será tratada de manera confidencial y anónima. En ningún caso sus respuestas serán presentadas acompañadas de su nombre o de algún dato que lo identifique.

Su participación es totalmente voluntaria y puede darla por terminada en cualquier momento. La información que nos pueda brindar será de gran ayuda.

Sigue la siguiente liga para ir a la encuesta: Uso de las tecnologías digitales para el proceso de enseñanza aprendizaje en Latinoamérica.

También puedes acceder a la encuesta con el siguiente código QR:

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Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/encuesta-uso-de-las-tic-en-latinoamerica
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Sistemas educativos, formación docente y desenfoque epocal

Por: Luis Bonilla-Molina 

Los sistemas educativos de América Latina y el Caribe, especialmente escuelas, liceos, universidades y ministerios de educación fueron concebidos y construidos para responder a las necesidades y requerimientos de la primera y segunda revolución industrial, en un contexto de dinamización del capitalismo.  El desarrollo desigual y combinado de las economías nacionales, le daba a la escolaridad su “toque” nacional dentro de marcos y parámetros mundiales.

¿Cuál fue el papel de las primeras legislaciones educativas y los ministerios de educación?   Las legislaciones educativas de primera generación en América Latina y el Caribe (ALC), así como la conformación de los ministerios de educación, tenían como tareas centrales la homologación epistemológica, conceptual y paradigmática de los individuos.  La divulgación del conocimiento científico asociado a la primera y segunda revolución industrial era una de sus tareas centrales, a lo que se añadía el desarrollo de una cultura de consumo y la construcción de ciudadanía para el impulso del modelo de democracia liberal que caracterizó a la ideología capitalista en sus inicios. El llamado desarrollo integral de la personalidad estaba asociado a las anteriores premisas.

En sus orígenes el funcionamiento de los sistemas educativos, las escuelas, liceos y universidades estaban mediados por el patriarcado, la homofobia, el racismo, la segregación por origen de clase, que eran expresiones residuales en la educación de la transición entre el feudalismo y el capitalismo moderno.

¿Cuál fue el modelo de escuela qué  se impuso y su relación con el mundo productivo desde la construcción de conocimiento?

La escuela en el capitalismo de la primera y segunda revolución industrial, funcionó como una emulación de la fábrica, de la producción industrial en lo que respecta a la generación y reproducción de conocimientos.  Los grados de primaria o bachillerato y, las secciones de ellos, eran concebidos como grupos de trabajos y tareas, con dinámicas estructuradas (horarios, recesos, carga horaria, actividades de aprendizaje) a la usanza de una cadena de producción. La “escuela-máquina” funcionaba como un engranaje productivo. La promoción y la repitencia funcionaban como mecanismos de control de calidad en la reproducción del conocimiento.

La escuela, como fábrica, era vista dentro de una cadena productiva, en este caso de cultura. La escuela fue impactada por los distintos enfoques fabriles; por ello, vivió sus periodos de taylorismo, fordismo, toyotismo pedagógico, entre otros. Esta correspondencia armónica entre escuela y fábrica funcionó de manera relativamente eficaz para el capitalismo, en el marco de las dos primeras revoluciones industriales (1730-1960).

No obstante, en este periodo no todo era plano, por el contrario, las resistencias de maestros(as) y estudiantes creaban fisuras en la homogenización cultural y la hegemonía ideológica del capital.  En muchos casos, estas resistencias fueron el campo de cultivo para la construcción de mentalidades críticas. El pensamiento crítico fue construyendo el corpus epistémico y de identidad de las pedagogías críticas.

Esta escuela requería un modelo de docente reproductor, de pedagogía estructurada como insumos/productos, de formación docente centrada en la alienación del trabajo pedagógico y un enfoque de perfil de egreso orientado a una dócil inserción laboral.

¿Cuál fue la relación del modelo de formación docente con este tipo de escuela?

La formación docente, si partimos de las definiciones conceptuales, debió tener como columna vertebral a la pedagogía.  Sin embargo, el concepto fabril de segmentar y evaluar los procesos en sus partes fragmentó la formación docente al desarticular las pedagogías. En consecuencia, los componentes de las pedagogías fueron desarticulados y enseñados cada uno, como técnicas auto contenidas.  La formación docente convirtió a los componentes de las pedagogías en materias separadas, desarticulados entre sí. Se enseñó currículo como técnica de construcción de relaciones entre contenidos, mientras la didáctica se convirtió en tecnología de la enseñanza y la evaluación en control de procesos de enseñanza-aprendizaje; la planeación y la supervisión se estructuraron alrededor del seguimiento de los objetivos instruccionales o conductuales, con un tiempo y duración de cada uno, determinado previamente. Cada uno por su lado sin un espacio de integración epistémico, disolviendo la perspectiva pedagógica integral e integradora.

El modelo de formación docente llegó a tal nivel de desarticulación que lo que se enseñaba como “novedad” didáctica no tenía correspondencia con el modelo curricular o el enfoque de la supervisión, menos aún con los criterios evaluativos. Esto fue generando una pérdida de sentido, de orientación estratégica de la actividad pedagógica. El sistema sostuvo y reforzó este caos en el marco de la primera y segunda revolución industrial, porque ello favorecía la enseñanza reproductora y el aprendizaje mecánico, que requería el modo de producción y el modelo de gobernabilidad en ese momento histórico.

La especialización, la multiplicación exponencial de campos del conocimiento, cada uno dedicado a un detalle de cada “cosa”, fue el rasgo distintivo de la formación docente en los dos primeros ciclos de innovación científico tecnológica.

¿Cuál fue el rol de la pedagogía?

Las pedagogías recibieron el impacto de un conjunto de modas que expresaban la desarticulación señalada en el punto anterior. A comienzos del siglo XX, el psicologismo se convirtió en un torpedo contra el carácter científico de las pedagogías. Los aportes de la psicología para comprender cómo aprende el cerebro pretendieron no ser integrados a las pedagogías, sino, colocados en su contra, lo cuál no tenía otra razón de ser que quebrar el carácter holístico e integrador de las ciencias pedagógicas.

A pesar de ello, las pedagogías se mantienen en el centro del debate educativo como lo evidencian los documentos fundacionales de la UNESCO a mediados del siglo XX. Pero esta recuperación del papel protagónico de las pedagogías colocaba en riesgo los esfuerzos por convertir la escuela, el liceo, la universidad en epicentros de la reproducción del conocimiento, la cultura y la ideología.

Y comienza un proceso de despedagogización del hecho educativo que tiene dos aristas claras.  La primera, el quiebre en las dinámicas de recuperación colectiva del saber pedagógico que habían caracterizado la praxis educativa y segundo, descentrar definitivamente los componentes de las pedagogías de su estructura integradora. En el primero de los casos, se desvaloró la noción de colectivos pedagógicos, de equipos pedagógicos de escuelas, liceos y universidades que discutieran y analizaran los “cuellos de botella” en el ejercicio profesional y encontrarán en la fusión de teoría y práctica el mecanismo de seguir aprendiendo juntes, mejorando la práctica pedagógica y afirmando el carácter científico-reflexivo-práctico-analítico-generador de teoría y praxis alternativas de la profesión docente.

En el segundo, las modas educativas fueron desdibujando la pedagogía como epicentro. En la década de los cincuenta del siglo XX, se señaló que, las pedagogías eran en realidad didácticas, es decir, se pretendió simplificar las pedagogías a uno de sus componentes. A pesar de lo avieso de esta afirmación, causo confusión en el magisterio y los formadores de formadores; aún muchas tesis replican esta premisa señalando de manera errónea que pedagogías es igual a didácticas. En los sesenta del siglo XX, la moda de la planeación y la dirección escolar pretendieron convertirse en sinónimo de eje de las pedagogías y hasta en su sinónimo.

En los setenta, el debate sobre evaluación cualitativa versus evaluación cuantitativa colocó a lo evaluativa como el corazón y la razón de ser de las pedagogías.  Ya casi nadie hablaba de pedagogías como la ciencia de la convergencia de cada uno de sus componentes en el que hacer educativo.

Para colmo, en los ochenta desembarca la moda de más larga duración, la curricular; se nos dice que el corazón de lo educativo, de los pedagógico está en el currículo, que el currículo contiene todo, pero al final se enseña por currículo tecnología de correlaciones y ordenamiento de contenidos.

Los institutos pedagógicos no hablan de pedagogías en un sentido integrador y los ministerios de educación tienen direcciones de planeación, currículo, didácticas, gestión, pero no un espacio de integración pedagógica. En medio de esta pulsión disolutiva de la pedagogía desembarca en el año 2008, la moda es la calidad educativa, una denominación sin conceptualización, pero que sirve para justificar todo cambio irracional de lo educativo.

Cada vez que se habla de una reforma educativa, ello suele terminar en nuevos contenidos a adicionar en manuales que ya apenas si dejan espacio para lo contingente.  Cada día tiene marcado lo que se debe enseñar y el cambio no es una dinámica que se trabaja en el aula. Los modelos didácticos están centrados en paradigmas del pasado y no en la complejidad y el caos del presente.

Los perfiles de egreso, el orgullo de los sistemas escolares, muestra su absoluto desfase: hoy un profesional lineal es una especie en desuso, pero aún cuesta que los perfiles de egreso contengan elementos disímiles como la biología digital, metadatos y la programación informática en carreras como sociología que hoy, se hacen obsoletas como muchas profesiones estructuradas para otro momento histórico.

La física que se enseña en los liceos es la newtoniana, no la cuántica, la química que aprenden los muchachos está centrada en los requerimientos de la primera y segunda revolución industrial no en el presente, la biología que se enseña en muchos casos ya ha sido rebasada por el nuevo conocimiento científico.  Por primera vez, las escuelas no son capaces de enseñar cómo funcionan la mayoría de cosas que tenemos en casa: control remoto, DVD, vídeo juegos, microondas, inteligencia artificial en el teléfono.  No enseña el presente porque su lógica está en el pasado.

La pedagogía recibe la tercera revolución industrial en medio de un caos de fragmentación, propio de la primera y segunda revolución industrial. Pero la burocracia timorata es incapaz de escuchar las voces de las pedagogías críticas, de los colectivos pedagógicos que plantean rutas compartidas para salir del atolladero en el cual esta la escuela y la formación docente.

¿Cuál fue la perspectiva progresista sobre estas dinámicas?

En el periodo (1810-1960) la progresiva expansión de la cobertura escolar fue expresando las tensiones entre necesidades de orientar el consumo y construir ciudadanía para el modelo de gobernabilidad liberal versus la lucha por el derecho a la educación, entendido este último por los revolucionarios y progresistas como un mecanismo para democratizar el conocimiento y garantizar la movilidad social[1].  Sin embargo, el progresismo educativo pecó muchas veces de carencias para tener una visión de la escuela integrada a la economía y la política.

¿Y la mirada religiosa qué música toca en esta fiesta?

En el interciso, entre el paso de la primera y segunda revolución al tercer ciclo de innovaciones científicas y tecnológicas, las religiones y el neo empirismo presionaban para restarle el papel de divulgación científica asignado a la escuela, a la cual culpaban del ocaso de la otrora hegemonía de la fe y el imperio del practicismo. En ese sentido y dirección, la fragmentación de las pedagogías se convierte en uno de los blancos preferidos del oscurantismo religioso.

De repente, muchas escuelas de ALC se convirtieron en escenarios de oficios religiosos, de cánticos de fe, de oraciones, en cuya dinámica la ciencia comenzó a ser arrinconada. Con un discurso de la escuela como espacio para escuchar todas las formas de pensamiento, se desdibujó el papel asignado a la escuela en el marco de la primera y segunda revolución industrial, se abandonó cualquier iniciativa para entender las instituciones educativas en las nuevas dinámicas de la tercera revolución industrial y se puso en riesgo la utilidad social de la escuela.  La falta de comprensión de la relación de la economía, la política, las dinámicas sociales con la escuela, liceo y universidad ha colocado a las instituciones al borde su colapso que amenaza su propia existencia

A ello se le adiciona,  el creciente neo empirismo impulsado por sectores que se auto definen como progresistas, cuyas premisas centrales residen en un localismo entrópico revestido de “pertinencia” que desubica a la escuela como espacio de democratización del conocimiento científico.  La escuela debe recuperar y trabajar todos los elementos de la memoria histórica local, pero ello no lo debe llevarla a abandonar su tarea de espacio privilegiado para democratizar el conocimiento. Una escuela que construye pensamiento crítico construye las habilidades necesarias para vincular armónicamente saber comunitario con saber científico. Esto adquiere especial relevancia en el marco de la tercera revolución industrial.

Tercera revolución industrial, sistemas escolares, pedagogía y formación docente

A la crisis civilizatoria actual y la incapacidad de los sistemas escolares para construir alternativas, se le adiciona el desfase de lo escolar con el performance del modo de producción y el consumo que traen la tercera y cuarta revolución industrial. Tenemos una escuela que trabaja con las rutinas, estética, discurso e imaginario de la primera y segunda revolución industrial y un mundo externo a ella, que sufre las viejas y nuevas opresiones en el contexto de una realidad que expresa el giro inherente a los nuevos ciclos de estas revoluciones industriales.  Veamos

En 1960 se inicia la tercera revolución industrial, la cual se caracteriza por el uso de la informática, la robótica de segunda generación, la automatización a una escala singular, el emerger de los paradigmas binarios y cuántico para la construcción de equipos y maquinarias, la contingencia en la producción derivada de la aceleración de la innovación, la internet, redes sociales digitales, la inteligencia artificial, la big data, el procesamiento para diversos fines de los metadatos, entre otros elementos.

El requerimiento del capital para los procesos de enseñanza aprendizaje, está asociada con la ruptura de la fragmentación y el inicio de la transdisciplinariedad como elemento de trabajo en la complejidad del cambio incesante.

El problema es que la formación docente, las escuelas y liceos entienden que lo que está en juego es un tema de equipamiento de las escuelas, con computadoras e internet y, no una ruptura con los formatos de enseñanza aprendizaje. Ahora el capital requiere una convergencia caótica en permanente mutación y no procesos estructurados, fijos e inamovibles en corto plazo.  Pero, este requerimiento está también asociado a la defensa del mundo del trabajo, a la formación para evitar o disminuir el impacto del desempleo por desfase formativo.

Un ejemplo patético del desfase escolar lo constituye el currículo. El viejo modelo de currículo por objetivos está obsoleto, se corresponde a un modelo de producción fabril caduco y en proceso de desaparición.  Es urgente retomar el sentido común pedagógico que nos permita identificar que es lo que se debe enseñar en un año escolar, semestre o curos.  Los viejos modelos curriculares parecieran que deben ser sustituidos por estándares (no estandarización), es decir por los enunciados centrales de lo que se debe aprender.  Un currículo así no solo cabe en media hoja, sino que demanda una nueva forma de enseñar y aprender (en otro artículo profundizaré al respecto).  Sin embargo, la universidad que forma docente tiene que aprender a trabajar de esa otra forma que recoloca a la pedagogía y a la actividad del docente como científico social en el centro del que hacer educativo.

Cuarta revolución industrial una agenda que nos encuentra sin comprensión de la historia y sin horizonte

La primera y segunda revolución industrial enfatizaron en la especialización, en la atomización del saber. La tercera revolución industrial demandó transdisciplinariedad, complejidad en la integración de saberes, aprendizaje en caos y modelos de enseñanza-aprendizaje disruptivos.  La cuarta revolución industrial pareciera demandar simplificación de saberes, caos convergente del conocimiento y las disciplinas (mucho más allá de la transdisciplinariedad), así como un nuevo papel del docente como integrador de conocimientos que los estudiantes ya traen al aula.

Pero es imposible que la escuela, el liceo, la universidad emprendan esa ruta si quienes modelan, los formadores de formadores no inician una revolución epistemológica y paradigmática en su hacer. Esta no es una discusión menor, en ello nos estamos jugado el futuro de las instituciones educativas

Epílogo: la era de las pedagogías de la autoayuda evidencian una formación docente eclipsada por la ignorancia supina

Para concluir, quiero llamar la atención sobre las modas:  ”nueva era” de pedagogías que solo son una frase bonita, de sentido común.  Una nueva forma de despedagogizar lo constituye el emerger de seudo pedagogías, o pedagogías de auto ayuda, que se hacen llamar del abrazo, de la ternura, del salto, de la caricia, y pare de contar.  Estas propuestas recuperan algún sentido común de las pedagogías, pero evidencian una absoluta desarticulación con sus correlatos en materia de evaluación, didáctica, currículo, gestión, supervisión. Lo triste es que, ante la pérdida de orientación y sentido estratégico de las instituciones de formación docente, estos textos están pasando a ser de referencia y consulta en la formación inicial y continua.  Es menester denunciar su carácter anti pedagógico, a la par que recuperamos el sentido común de estas categorías manoseadas por los mercaderes de ideas.

[1] En este artículo no entraré en el debate sobre movilidad social, solo enunciare la caracterización que al respecto se hace

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*Fuente:https://luisbonillamolina.wordpress.com/2020/02/10/sistemas-educativos-y-desenfoque-epocal/

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Entrevista a Bernardo Kliksberg: Déficits en educación en la región

Redacción: El Universal

Hay significativos progresos educativos en la región, particularmente en cobertura, pero las brechas son muy altas, y la alejan fuertemente de las necesidades del siglo XXI.

Hay consenso en América Latina en el papel decisivo de la educación.

Pero mientras en Finlandia, y otros países como China y los tigres asiáticos, el discurso común sobre la educación se plasmó en altas inversiones, la institución de carreras docentes jerarquizadas, y exigentes políticas de calidad educativa, en América Latina el discurso difiere de los hechos.

En la mayoría de los países la inversión en educación con avances está lejos del promedio de los países de la OCDE, 5.2% del producto bruto. La del Perú, 3%, y la de República Dominicana aún menor. La asignación de los recursos sigue en muchos casos los patrones agudos de desigualdad. Así UNESCO estima que un estudiante de nivel socioeconómico inferior, tiene en Perú 7 veces más probabilidad de bajo rendimiento que los de los estratos superiores. Chile, uno de los de más alta inversión en educación, tiene un sistema establecido por la dictadura de Pinochet, con tan agudas desigualdades internas, que ha sido objeto de protesta permanente, y fue uno de los detonantes de la sublevación social masiva reciente.

El discurso proeducación muestra también una pronunciada asimetría con la situación del pilar fundamental de la misma, los maestros. Mientras que en Finlandia, Corea o Canadá, ganan más que el promedio de sueldos, en la región están por debajo del mismo. Los maestros de primaria perciben una cuarta parte menos que otras profesiones. Los incentivos para la carrera docente son asimismo débiles, y son subvalorados socialmente.

Estos y otros factores llevan a rendimientos limitados. De acuerdo a UNESCO, el 50% de los estudiantes están entre los niveles más bajos de desempeño.

¿Cuánto saben los estudiantes de América Latina en comprensión lectora, matemáticas, y ciencias?. En la última edición de la prueba internacional PISA que lo mide, participaron 76 países. Los rendimientos más elevados fueron alcanzados por China, Singapur, Estonia, Canadá, Finlandia, Irlanda, Corea del Sur, Polonia, Suecia y Nueva Zelandia. Todos los países latinoamericanos figuran después de la mitad de la tabla. El primero es Chile 43 (que arrastra la fuerte crisis de desigualdad antes señalada), Uruguay 48, y Costa Rica 49. En los últimos 15 puestos están Perú, 64, Panamá, 71, y República Dominicana, 76.

Entre otros aspectos, los estudiantes de Pekín y Shanghái trabajan 55 horas semanales, casi el doble que los de América Latina.

Medidos con otra dimensión, conocimientos sobre derechos humanos, también hay un déficit pronunciado. El 68% de los educandos apenas conocen la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

A los temas de recursos, desjerarquización de la carrera docente, niveles de deserción y aprendizaje mayores en los niños pobres, en un Continente donde la pobreza ha tendido a subir en los años recientes, y es hoy según CEPAL, el 30.8% de la población, se le suma una carga adicional. Según un nuevo informe UNESCO, el bullying crece. El 32% de los alumnos fue objeto de acoso físico, sexual o psicológico, por lo menos una vez en el último mes. Afecta seriamente el desempeño escolar, eleva el ausentismo, y genera abandonar la educación después de finalizar la secundaria.

Hay significativos progresos educativos en la región, particularmente en cobertura, pero las brechas son muy altas, y la alejan fuertemente de las necesidades del siglo XXI. Es urgente salir del solo discurso, y hacer reformas de fondo que enfrenten problemas como los planteados.

Fuente: https://www.eluniversal.com/el-universal/61129/deficits-en-educacion-en-la-region

 

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La exhibición de fotografía “Women: Poder Femenino en Foco” de National Geographic llega por primera vez a Latinoamérica

Redacción: National Geofraphic

La colección, que busca mostrar una crónica mundial de la vida de las mujeres a lo largo del último siglo, estará disponible del 7 de febrero al 24 de marzo en la Ciudad de Buenos Aires.

En 2020, el rol de la mujer seguirá siendo un eje clave en la programación anual del espacio cultural porteño Usina del Arte, con el foco en la revalorización de su papel como hacedora en el mundo del arte. En ese contexto, el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, invita a disfrutar en este establecimiento de la exhibición “Women: poder femenino en foco”, que toma material de los aclamados archivos fotográficos de National Geographic.

La exposición ilumina los lugares por donde pasaron las mujeres, aquellos que ocupan actualmente y a los que se dirigen. Más de 60 imágenes que representan a mujeres de más de 30 países.

La muestra está dividida en seis ejes que evocan diferentes emociones: alegría, belleza, amor, sabiduría, fortaleza y esperanza. Desde la fotografía de Amy Toensing, que retrata la alegría de dos mujeres que participan en el tradicional festival Holi de la India, hasta la imagen de Lynn Johnson, que transmite la fuerza de las mujeres que atraviesan las planicies en el desierto de Kenia para llevar agua a sus familias, las fotografías invitan a reflexionar y reconocer el hecho de que, a pesar de las diferencias y la distancia, todos experimentamos emociones similares.

En la exhibición también se destacan los icónicos retratos de Sharbat Gula, conocidos como “niña afgana” y “mujer afgana”, una huérfana fotografiada por primera vez en 1984 por el periodista Steve McCurry cuando vivía en el campo de refugiados de Nasir Bagh en Pakistán durante la época de la ocupación soviética de Afganistán. La identidad de la protagonista de la foto no se conocía inicialmente, y en 2002 el equipo de National Geographic la identificó mientras se encontraba en una remota región de Afganistán, tras regresar a su país natal desde el campo de refugiados en 1992, confirmando su identidad mediante el reconocimiento del iris.

En toda la exposición hay fascinantes paneles intercalados con el nombre de Through the Lens (A través de la lente), que muestran anécdotas tras bambalinas de los fotógrafos relacionadas con sus experiencias al captar algunas de sus tomas más cautivadoras.

El libro Women: The National Geographic Image Collection (Mujeres: La colección de imágenes de National Geographic) es el puntapié de esta colección, y  da a conocer la vida de las mujeres de todo el mundo, acompañada de entrevistas reveladoras y retratos de pioneras contemporáneas, ofreciendo un testimonio convincente sobre lo que significa ser mujer en distintas culturas alrededor del mundo.

La exhibición estará abierta en los siguientes horarios: de martes a jueves de 14:00 a 19:00 y los viernes, sábados, domingos y feriados de 10:00 a 21:00.

"Women: Poder Femenino en Foco"

«Women: Poder Femenino en Foco»
FOTOGRAFÍA DE NATIONAL GEOGRAPHIC

Proyección “The Cave”

El próximo 8 de marzo, en la Usina del Arte también se realizará la proyección del documental The Cave, nominado a los premios Oscar® 2020. Este trabajo del reconocido cineasta Feras Fayyad cuenta la historia de un grupo de mujeres y doctoras que luchan contra los bombardeos diarios, la escasez crónica de suministros y la amenaza de ataques químicos a un hospital subterráneo llamado “The Cave”, en una Siria devastada por la guerra. A su vez, se incluirá en un especial de programación que llegará a partir de marzo a la pantalla de este canal, en el contexto del “Mes de la Mujer”.

Fuente: https://www.nationalgeographicla.com/historia/2020/02/la-exhibicion-de-fotografia-women-poder-femenino-en-foco-de-national-geographic

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