Page 1743 of 2493
1 1.741 1.742 1.743 1.744 1.745 2.493

4 libros para aplicar el método Montessori de forma asequible

24 de mayo de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Por: Tania Pasarín Lavín

Hace un siglo la primera mujer graduada en medicina en Italia descubrió un método educativo basado en la ciencia, que ayudaba a niños con alguna deficiencia. Ella era María Montessori, la educadora que se dio cuenta que su método resultaba igualmente válido para niños sin problemas específicos, lo que le proporcionó el éxito obtenido hasta hoy.

Este método, tan puesto de moda actualmente, se basa en la actividad dirigida por el niño donde es necesario un ambiente y un material adecuado con el propósito de sacar lo mejor de cada niño/a produciendo una normalización de la libertad, el movimiento y la disciplina interior.

Actualmente podemos encontrar planteamientos metodológicos “Montessorianos” en la escuela, como que el alumno sea parte activa en el aprendizaje, la individualización del alumno en cuanto a ritmos e intereses o la colaboración familia-escuela.

Esta influencia ha tenido y tiene un impacto a nivel global tan inmenso que podemos ver que existen miles de centros que se basan en esta metodología en todo el mundo. Pero aquellos que quieran impartir el método de manera legal tienen que ser aprobados por la Fundación Montessori y el Consejo Montessori, lo que requiere tener formación, unos materiales, un espacio adecuado para el desarrollo del método, etc., lo que implica un gran desembolso.

La formación que se requiere para abrir una escuela Montessori es la posesión del título de graduado en Educación Infantil o Primaria junto con la formación de guía y el espíritu Montessori. Esta formación puede rondar desde los 200 euros por los cursos AME introductorios hasta 750 euros cada Curso AMI de “Asistente casa de niños”(0-3 años/3-6 años). En el siguiente enlace podéis encontrar formaciones relacionadas con el método.

Debido a estos requisitos formativos y materiales y a la gran demanda, el método se ha encarecido, solo siendo accesible en muchos casos para las clases más favorecidas. Por este motivo nos encontramos normalmente que son escuelas privadas las que lo utilizan.

Pero, ¿es posible Montessori con un presupuesto ajustado?

Gracias a la tecnología, las redes sociales y el mundo actual del progreso podemos encontrar millones de libros y guías en las que muestran que “montessorizarse” es posible sin tener un sueldo millonario. En contra de lo que mucha gente piensa y muchos educadores imaginan, Montessori puede ser un método accesible.

Para muestra os dejo cuatro libros sobre el Método en los que se ve como aplicarlo de una manera fácil, accesible y también en casa:

  • Montessori explicado a los padres de Charlotte Poussin: Un libro que se centra en explicar la teoría y la práctica del método, contando en él con fichas de actividades que pueden utilizarse. Parte de cómo se trabaja este método en la escuela para poder aplicarlo también en casa, dando importancia a la autonomía y la confianza en uno mismo como punto fuerte del método.
    Charlotte nos muestra que nuestros pequeños tienen habilidades superiores a las que cualquier padre piensa y por ello debemos fomentar el desarrollo de cada una de ellas. Por este motivo incide en la importancia de la familia y la estrecha colaboración de esta en la escuela.
  • Montessori en casa. El cambio empieza en tu familia de Cristina Tébar: Un libro que te enseña cómo elegir el camino que quieres seguir en la educación de los más pequeños. Es un libro que se basa en el método aplicado en casa, pero que se puede extrapolar al aula, ya que tiene aportes muy buenos y lo explica de una manera accesible para cualquier lector. Esta autora se basa en el desarrollo de la autonomía, la independencia, la responsabilidad y el espíritu crítico para sentar la base para convertir al niño en la mejor persona que pueda ser.

4 libros montessori

  • Enséñame a hacerlo sin tu ayuda de Maja Pitamic: Este libro no nos habla tanto de la filosofía Montessori, pero nos sorprende con actividades prácticas para llevar a cabo paso a paso. Estas actividades se basan en el desarrollo de las aptitudes cotidianas y el desarrollo sensorial, el desarrollo del lenguaje, la concepción de los números y los conocimientos de índole científica. Está enfocado a padres, pero se podrían utilizar de igual modo en el aula. El libro se basa en uno de los lemas más importantes de la pedagogía Montessori en la etapa de la infancia: “Ayúdame a hacerlo yo mismo”.
  • Cómo educar niños maravillosos con el método Montessori de Tim Seldin: Este autor es el presidente de la Fundación Montessori y escribe este libro desarrollando un programa para educar a los niños con el método Montessori desde que nacen hasta los 6 años. Se basa en la creación de la felicidad en la familia ofreciendo un amplio bagaje de actividades para fomentar el descubrimiento, la concentración, el respeto… Realiza una pequeña introducción para explicar lo básico de este método y por qué recomienda utilizarlo. Seguidamente comienza con la parte más práctica en la que podemos encontrar imágenes ilustrativas sobre actividades, materiales, etc.

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/4-libros-aplicar-metodo-montessori-forma-asequible/

Comparte este contenido:

España: Las Humanidades fueron, son y serán

Por: Luisa Rodriguez Moreno

Partiendo del hecho de que un lápiz es tecnología y que con la tecnología de Johannes Gutenberg las humanidades se diseminaron en masa y popularizaron el conocimiento por toda Europa, es fácil comprobar que, gracias a la tecnología, aquellas viven una época dorada.

Sin la filosofía no podría existir la lógica matemática; sin la historia no podría existir la memoria de los descubrimientos; sin la poesía no podría existir la comunicación; sin las humanidades no podrían existir las ciencias. Parecen afirmaciones excesivamente contundentes, pero el homo laborans, el homo faber, sólo han sido posibles a partir del homo sapiens.

¿Por qué parece que las humanidades van de baja? Esa percepción -mero espejismo- es la que la ciudadanía siente cuando se dicotomiza el saber en parcelas separadas por motivos pragmáticos, académicos o laborales. Es una estrategia fácil que ayuda a clasificar, ordenar, priorizar, seleccionar los saberes. Pero de hecho el saber es un sistema sólido, congruente e indivisible. No obstante, para orientar y guiar a las personas jóvenes se organizan las profesiones en variopintas clasificaciones que parecen excluyentes.

La tecnología no sólo no va a reducir el valor de las humanidades, sino que va a facilitar el progreso intelectual y la sabiduría en cualquier ámbito, sea el denominado  «de ciencias», sea el denominado «de letras». Son numerosos los ejemplos de científicos experimentales que se han interesado por la literatura (arquitectos, poetas, matemáticos músicos, químicos, literatos, ingenieros historiadores, médicos psicólogos)  que han cursado paralelamente carreras de ciencias y de humanidades porque necesitaban vivir la complementariedad.

Las Humanidades y la Tecnología son hermanas. Recorren la historia de bracete.

Fuente: http://www.educaweb.com/noticia/2017/04/27/humanidades-fueron-son-seran-13917/

Comparte este contenido:

Brasil: Temer ya no les sirve

Por: Alfreso Serrano Mancilla

En los golpes del siglo XXI en América Latina han cambiando mucho las cosas. El nuevo formato ya no tiene una cara visible militar. Estos nuevos golpes son parlamentarios, con el poder judicial-comunicacional-económico haciendo su trabajo. Sin embargo, esto no es lo único que es novedoso. El otro aspecto crucial, que quizás haya pasado más desapercibido, es que estos nuevos golpes siempre cuentan con un ejecutor que se queda en el cargo mientras la derecha gana tiempo para buscar al verdadero candidato que debe gobernar el periodo posterior.

En el 2009 en Honduras fue Roberto Micheletti quién se quedó como Presidente transitorio luego de sacar a Manuel Zelaya de su legítimo cargo. Pero duró poco. Se logró la interrupción democrática, se sacó al Presidente electo, y luego vino Porfirio Lobo por la vía electoral, y más tarde Juan Orlando Hernández. Algo similar ocurrió en Paraguay en 2012. Se dio el golpe contra Fernando Lugo, y Federico Franco se quedó en su puesto sin necesidad de acudir a elecciones. Pero éste no se iba a quedar por mucho tiempo porque la idea era abrir la cancha para que llegara rápidamente el verdadero candidato de la derecha, Horacio Cartes, para darle estabilidad al proceso de restauración conservadora.

Lo mismo es lo que sucede hoy en Brasil. Michel Temer fue el ejecutor del golpe contra Dilma Rousseff. Asumió el 31 de agosto del 2016 sin necesidad tampoco de acudir a las urnas para implementar un conjunto de medidas económicas neoliberales en tiempo record. Privatizaciones y recortes que fueron ejecutados a gran velocidad para asentar las bases del nuevo modelo económico y social. Todo esto, unido a ser el verdugo más visible contra la democracia, le llevó a tener una popularidad por debajo del 10%. La ofensiva de la derecha es salvaje pero no estúpida. Por ello, ahora le toca sacrificar a Temer porque ya no sirve. Fue de usar y tirar.

Es por ello que el emporio O Globo, verdadero actor ordenador del Brasil, le hace la jugada para sacarlo rápidamente del tablero. La derecha necesita orden y estabilidad en Brasil, y por ello, se necesita un nuevo Presidente, resplandeciente e impoluto, con mayor respaldo popular. Temer hizo el trabajo sucio y ahora toca limpiarle la cara al golpe.

Y entonces ya se atisba a los nuevos candidatos para gestionar la ofensiva neoliberal con una cara más amigable. Uno, Joan Doria, y dos, Cármen Lúcia Antunes. El primero ganó elecciones el pasado octubre para ser Prefecto de Sao Pablo con un alto caudal de votos. Se presenta como representante de la pos política aunque tuvo algunos cargos públicos menores. Este supuesto outsider de la política, publicista, empresario televisivo y presentador de programas, parece que es el elegido por los mercados para dirigir a Brasil hacia el abismo. Seguramente no aceptará ser interino y querrá acudir a la batalla electoral. La otra persona elegida por el establishment es Cármen Lúcia Antunes, representante del aparato judicial, presidenta de la Corte Suprema, a quién le tocaría asumir mientras que se convoquen elecciones. Quizás, sea también la próxima candidata para cuando se abran las urnas.

De esta maquiavélica forma, se lustra la fachada democrática tras un golpe. Temer desaparecerá como por arte de magia como así lo hicieron Micheletti en Honduras y Franco en Paraguay. Este es el rol que tienen los operadores transitorios para poner fin al régimen democrático y abrir otro que debe aparentarlo. La nueva época golpista tiene sus propios manuales con su modus operandi. Temer ya cumplió su trabajo. Que pase el siguiente.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226892&titular=temer-ya-no-les-sirve-

Comparte este contenido:

La “Peste Blanca” del siglo XXI

Por: James Petras

Exterminio del proletariado blanco y pobre en los Estados Unidos

Traducido del inglés para Rebelión por César P. Guidini Joubert

Presentación

En el curso de los dos decenios pasados en los Estados Unidos se registraron cientos de miles de fallecimientos prematuros [i] por culpa de médicos que recetan de forma totalmente irresponsable calmantes y demás depresores del sistema nervioso central, como los tranquilizantes, los cuales provocan enviciamiento, y también a causa de las contraindicaciones de tales medicamentos, cuyas consecuencias son mortales. El hecho innegable es que esos fallecimientos corresponden en su inmensa mayoría a individuos que son raza blanca y pertenecen a la clase trabajadora y a la clase media baja que vive en las regiones rurales y en las ciudades en las que cerraron las fábricas [ii] . La clase dirigente y los grandes mandamases de la oligarquía decidieron, con toda discreción, desprenderse de esa parte del país porque consideran que “sobra”. La víctima y los parientes que la sobreviven carecen de la más mínima posibilidad de conseguir que se les indemnice para reparar la negligencia general y la codicia que llevan al enviciamiento y a la muerte. El gobierno en su conjunto y la prensa, que obedece a la oligarquía, omiten deliberadamente informar de las causas últimas de la epidemia e investigarlas en consecuencia, y lo único que se puede leer y escuchar son las clásicas peroratas, pomposas y superficiales, sobre el problema.

Se examinarán en primer término las proporciones y los pormenores de la epidemia y se señalarán las causas últimas, tras lo cual se expondrán soluciones.

Cotejo de cifras

En el concierto de los países adelantados de Europa y Asia los Estados Unidos pueden reivindicar la dudosa distinción de que cuentan con la tasa más elevada de aumento del fallecimiento prematuro de individuos jóvenes y adultos de extracción obrera y de clase media baja [iii] ; ese aumento de la mortalidad prematura no se registra siquiera en los países que no son tan adelantados, salvo en los tiempos de guerra. Tal devastación, que es exclusivamente propia de los Estados Unidos, se concentra en la población blanca, pobre y con escasos estudios que vive en los pueblos y ciudades pequeñas y en las regiones rurales.

El fenómeno ya no se puede ocultar: en el curso de los dieciséis años pasados (2000 a 2016), la tasa de fallecimiento del obrero norteamericano que tiene de 50 a 54 años de edad se duplicó y pasó de 40 a 80 por 100.000 [iv] . Por el contrario, en Alemania la tasa de mortalidad del individuo de características semejantes descendió de 60 a 42 por 100.000 y en Francia lo hizo de 55 a 40 por 100.000 (2). Además, en los Estados Unidos la tasa de mortalidad del obrero blanco marginado aumentó en comparación con la cifra correspondiente a la población negra y a la procedente de América Latina. Dicho aumento de la muerte prematura señala un notable deterioro de las condiciones de vida de una fracción descomunal de la población de los Estados Unidos. Los fallecimientos se atribuyen fundamentalmente a la notable alza del suicidio, a las complicaciones que acarrean la obesidad y la diabetes, y muy particularmente, al “envenenamiento”, concepto genérico en el que, además del alcohol, los estupefacientes, y, sobre todo, los analgésicos narcóticos que receta el médico, cabe un amplio espectro de contraindicaciones.

A juicio de algunos pretendidos “especialistas” que “dominan” el problema del vicio con medicamentos, el alza de la tasa de mortalidad del obrero de los Estados Unidos se atribuye a “la mundialización y la automatización” (3). Eso es un ejemplo de lo que se denominan explicaciones “superficiales” o “falsas”, y se llaman así porque el fenómeno no se registra en los demás países industrializados; en efecto, incluso si se consideran el Japón, el Canadá y el Reino Unido, cuya economía se transformó por causa de la “mundialización” y de la moderna automatización, en ninguno de ellos se observa que aumente la mortalidad de la parte fundamental de la población.

La mortalidad del obrero del Reino Unido, Canadá y Australia se mantiene estable en unos cuarenta fallecimientos por cien mil, o sea, la mitad de la tasa de los Estados Unidos, pese a que esos países no presentan grandes diferencias en lo que respecta a las características demográficas y a la cuota del mercado mundial. La clave para comprender el presente fenómeno radica en la atención que el capital y la estructura dominante de los Estados Unidos prestan a las necesidades de la mano de obra, que ya no resulta necesaria por causa de la transformación que se opera en la economía

En los Estados Unidos el obrero blanco adulto, mal remunerado y que, con suerte, cursó la enseñanza secundaria, sobre todo el que cumple labores manuales, registra una mortalidad que cuadriplica la de aquel otro que fue a la universidad. El aumento espectacular de la mortalidad en dicha categoría demográfica se corresponde con la mayor proporción de obreros y sus familias que ya no gozan de la debida atención médica a cargo del patrón. La desaparición de los puestos de trabajo seguros y bien remunerados de la industria fabril provoca que se extiendan los fallecimientos prematuros en dicha capa de la sociedad.

En otras palabras, las muertes evitables en el mundo del trabajo aumentan de forma paralela al éxodo de fábricas al extranjero, la automatización y la contratación de obreros inmigrantes y de obreros autóctonos sin seguro y que trabajan por horas, todo lo cual acarrea que desaparezca la atención médica completa que recibe la clase trabajadora, pero precisamente gracias a eso es que la tasa de ganancia del gran de capital puede aumentar sin pausa. En otras economías capitalistas adelantadas de Europa y Asia se mantienen intactas las instituciones de salud pública y previsión social, que son de carácter universal y cumplen debidamente la misión de aliviar el daño que causan a la salud del obrero la mayor inseguridad del puesto de trabajo y el deterioro de las condiciones de vida. Dichas instituciones de salud pública salvan millones de vidas y ése es uno de los contrastes más marcados que separan a la medicina de los Estados Unidos de la que está vigente en el resto del mundo industrializado.

El “OxyContin” [v] , la Peste Blanca

La causa última de la descomunal alza de la mortalidad de obreros en los Estados Unidos es, ante todo, la decisión que tomó la clase capitalista de suprimir la atención médica general y en buenas condiciones de que gozaba el trabajador a la vez que se rebajaba el salario y se enviaban al extranjero muchos puestos de trabajo. Por esa causa, y en vista del descenso de su ingreso, el obrero no puede darse el lujo de pagar para sí y para su familia las sumas astronómicas que representan la prima del seguro de salud, la consulta al médico y la receta y la franquicia. Tampoco tiene para pagar la abultada factura de la “terapia física y rehabilitación” cuando sufre un accidente, todo lo cual explica que prefiera que le receten un analgésico narcótico gracias al que podrá soportar el dolor crónico [vi] mientras sigue trabajando.

En segundo lugar, el personal médico (médicos, enfermeras y auxiliares médicos) está sometido a fuertes presiones del patrón para que dedique el menor tiempo posible tiempo al paciente que padece de dolor crónico y lesiones por accidentes del trabajo, sobre todo, los que cuentan con recursos limitados. El salario y la retribución extraordinaria dependen generalmente del número de pacientes que se atienden por día. La clásica receta, especialmente cuando se prescriben narcóticos, sedantes, ansiolíticos y somníferos, ahorra tiempo y dinero al médico y al hospital privado. Muy rara vez recibe el obrero accidentado y el que sufre de dolor crónico el examen detenido de la historia, el debido reconocimiento, el diagnóstico serio y el consiguiente tratamiento y vigilancia posterior, pues todo eso cuesta mucho dinero.

Las sociedades farmacéuticas fabrican miles de millones de opioides de síntesis [vii] , de muy bajo costo de producción, pero cuya ganancia es descomunal, pues rinden muchísimo más que los denominados “medicamentos estrella”. Los multimillonarios dueños de los laboratorios que se dedican a los analgésicos narcóticos contratan a legiones de vendedores que visitan a los médicos y a las clínicas del dolor, aprovechando que operan en un ramo que carece prácticamente de reglamentación y que es ajeno por completo a la intervención y vigilancia del Estado capitalista. Los valedores de la industria farmacéutica gastan cientos de millones de dólares en los políticos y jerarcas públicos para proteger su ganancia, aún a costa de que aumente el número de muertes por sobredosis de quienes no pueden vivir sin el opioide que le receta el médico. La falta absoluta de intervención del Estado en la presente epidemia no tiene parangón en el mundo industrializado. Esa malévola indiferencia prueba que existe un darwinismo social, tácito, pero de carácter oficial, y que opera en las más altas esferas; es la misma ideología y práctica que antes era patrimonio exclusivo de los más ardientes defensores del fascismo y de las teorías de la eugenesia.

¿Qué da al gran capital impunidad para el asesinato?

El envenenamiento con los narcóticos recetados y con la mezcla de tranquilizantes, alcohol y estupefacientes, de consecuencias mortales, es la primera causa de fallecimiento prematuro, y evitable, en el mundo del trabajo. También debería figurar en la categoría de fallecimiento por sobredosis el obrero que pasa del vicio del estupefaciente que le receta el médico al estupefaciente que se vende en la calle, pues, en última instancia, el vicio que padece comienza en el hospital que lo atiende. Aunque nunca lleguen a conocerse, el traficante de la calle es socio del mundo de la empresa privada y de esas clínicas del dolor, que siempre están relucientes de limpias.

Las muertes prematuras por sobredosis causan increíble sufrimiento a los amigos y parientes de la víctima, pero a los ojos del “gran capital” constituyen un hecho favorable, y por esa razón la epidemia ha permanecido casi oculta por espacio de dos decenios. La prensa de los pueblos de provincia acostumbra dedicar extensos y conmovedores párrafos en recuerdo del abuelito fallecido en los que no faltan tiernas palabras acerca de la enfermedad que se lo llevó, mientras que la muerte por sobredosis del padre adulto o de la madre que fue despedida del trabajo es llorada en el anonimato y en silencio.

El fallecimiento prematuro del obrero por sobredosis engrosa considerablemente la ganancia del patrón, pues así disminuyen los gastos generales en concepto de despido, pensión, medidas de seguridad en el trabajo y cuantos otros gastos en atención médica corran de cuenta de la empresa. Se extingue el subsidio de paro y la contracción de la población trabajadora hace que bajen los tributos municipales destinados a sufragar la enseñanza y los servicios y provoca que se contraiga también la demanda de servicios sociales. No es coincidencia alguna que el marcado aumento de la muerte prematura de obreros coincida con la increíble concentración de riqueza en manos de los grandes oligarcas de los Estados Unidos.

En tales circunstancias, la fuerte merma del salario y de los derechos sociales sumada a la mayor inseguridad del puesto de trabajo hace cundir un miedo profundo en el mundo del trabajo. La mayor parte de las veces el obrero que ve con terror la pobreza en que quedará sumida su familia por la pérdida de un puesto de trabajo decente continúa trabajando a pesar de que se encuentre accidentado o enfermo y para llegar a duras penas al fin de la jornada tiene que tomar estupefacientes legales y de otro tipo. Combate el estado de inseguridad, la ansiedad y el insomnio con otros medicamentos que, a su vez, agravan el riesgo de sobredosis. El miedo y el clima envenado que reina en el lugar de trabajo lo obligan a abstenerse de solicitar la licencia de enfermedad y una buena terapia física rehabilitadora por la vía del seguro de salud de la empresa.

Los calmantes más “eficaces” y que están respaldados por una enorme propaganda, como el OxyContin, suelen ser los que provocan un enviciamiento más veloz y de consecuencias mortales. Los representantes de la industria farmacéutica que visitan clínicas y hospitales se encargan de ocultar deliberadamente la peligrosa naturaleza enviciante de esos “medicamentos milagrosos”. La víctima de tales fármacos enviciantes es casi siempre el obrero mal pago y el que no tiene trabajo, y el médico que hace la receta es un fiel servidor del patrón capitalista y de las grandes farmacéuticas. Los laboratorios cuentan con la protección de las altas esferas del Estado y, a su vez, los funcionarios de jerarquía “media” se encargan de proteger a los propietarios y al personal médico de los hospitales y las clínicas del dolor, que están en manos privadas.

Los autores de ese asesinato colectivo por sobredosis sacan un provecho descomunal y con total impunidad del caos que se provoca, pero no ocurre lo mismo con el pequeño traficante callejero que puebla las atestadas y gigantescas prisiones de los Estados Unidos. No hay un solo organismo federal, policial o de seguridad que siquiera se atreva a perseguir y enjuiciar a los propietarios de esas enormes sociedades farmacéuticas. En efecto, el brazo de la seguridad y la justicia del Estado hace de cómplice del enviciamiento colectivo, aunque los agentes de policía no son más inmunes a los narcóticos con receta que las enfermeras y demás personal médico que deben tratar a las víctimas de los accidentes de trabajo. En realidad, el problema de la muerte por sobredosis de medicamentos narcóticos que afecta al personal médico y del servicio de seguridad (incluidos los frecuentes casos de suicidio por sobredosis de quienes pierden el puesto de trabajo por culpa del consumo de narcóticos) constituye una tragedia pública de la que no se tiene noticia y por la cual nadie llora. Tampoco escapan al problema los soldados que regresan de las guerras imperiales en el Medio Oriente y el Sudeste Asiático.

Las contradicciones de una sociedad que otorga impunidad a los capitalistas que perpetran esa epidemia de muerte (la “guerra del opioide” [viii] contra la clase obrera sobrante) y, al mismo tiempo, gasta miles de millones de dinero del Estado para encarcelar al pequeño traficante de la calle y al cliente ilustran que el gobierno federal y el de los estados se encuentran sumidos en el caos y les resulta imposible intervenir como se debe en favor del ciudadano.

Con oportunidad de las elecciones internas y presidenciales del año pasado y la difusión por radio y televisión de las respectivas campañas (por primera vez) los políticos nacionales fueron interpelados en numerosas ocasiones por los ciudadanos de los pueblos de provincia que estaban alarmados por la devastación que sufren por culpa de los medicamentos narcóticos y la muerte por sobredosis. El candidato Trump hizo varias declaraciones sumamente emotivas acerca de la cuestión y, por su parte, resulta interesante destacarlo, la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, no hizo la más mínima mención al problema a lo largo de la campaña, a pesar de que no cesó de pregonar y vanagloriarse de los “logros” que ella había conseguido en el campo de la salud.

En los últimos meses las proporciones que reviste el fallecimiento por sobredosis en los pueblos pequeños y en el campo provocaron movilizaciones populares que reclaman que el Estado haga algo. Como era de esperar, entonces se reunió rápidamente un pequeño ejército de catedráticos, especialistas y entendidos, y asociaciones privadas (ONG) y se presentó para reclamar más fondos para “investigación, formación y tratamiento”. Los mismos propietarios de las clínicas del dolor, que llevan a tantos a caer en el vicio de los medicamentos, decidieron ampliar el campo comercial y ahora se denominan “clínicas de rehabilitación”, cuyo fin es complementar la labor de las asociaciones de apoyo a la víctima y que proliferan como hongos después de la lluvia.

Ninguna de esas empresas oportunistas, más que discutibles, se propone “instruir” políticamente y movilizar al obrero enviciado con medicamentos y al resto de la ciudadanía para reclamar que se cree una institución nacional de salud pública universal como hay en otros países en los que no existe el problema del envenenamiento por medicamentos. Ni siquiera se encargan del problema de los accidentes de trabajo y de que el obrero sea tratado con opioides porque no se le presta un servicio de rehabilitación y terapia física. Los profesionales de la medicina prefieren remitir al paciente a los centros de tratamiento, en los que el problema del vicio se tratará con medicamentos que lo agravan, como la metadona, en vez de hacer frente a las consecuencias devastadoras de la quiebra de las instituciones de salud pública de los Estados Unidos, que están en manos de los seguros de salud privados que buscan el lucro a toda costa, y en consecuencia, organizarse para atender como se debe al paciente.

Del mismo modo, las instituciones de trabajo y los sindicatos del ámbito federal y estatal omiten cuidadosamente hablar de los estragos que la epidemia causa en la mano de obra. En un editorial del New York Times del 16 de octubre de 2016 se señala que millones de hombres en edad de trabajar se encuentran totalmente fuera del mercado de trabajo por causa de “dolor e incapacidad” y una parte considerable de ellos vive con analgésicos narcóticos. El efecto prolongado es obvio: el tratamiento enviciante con dichos medicamentos destruye la disciplina interna del obrero, que es imprescindible para que la industria produzca. Sería inimaginable que los industriales y los gobernantes de Alemania y de China aceptaran las consecuencias prolongadas de tal fenómeno. Ése es apenas un brillante ejemplo que revela la actitud arrogante y displicente con que la oligarquía y el mundo de la política de los Estados Unidos tratan a la mano de obra del propio país.

Los asesinos y sus víctimas se califican por su clase social y no por los “estudios” o los “conocimientos de informática” que posean. Los capitalistas de la industria farmacéutica producen mortíferas mercancías que se distribuyen con astronómicos recargos en decenas de miles de farmacias. Los destinatarios de esa mercadería son el trabajador y el individuo de clase media baja que cae víctima del envenenamiento.

Por su parte, los capitalistas y los oligarcas no tienen la más mínima necesidad de recurrir al seguro de salud, pues tienen a su disposición sus propias y exclusivas clínicas de lujo que son atendidas por el correspondiente cuadro de médicos de renombre y enfermeras que les brindan la mejor atención que se conoce. A ellos jamás se les ocurriría permitir que sus parientes fueran tratados con esos medicamentos enviciantes que devastan la vida de millones y millones de ciudadanos inferiores y los cuales les hacen ganar enormes sumas de dinero. Aunque uno nunca pueda ver y, mucho menos, visitar esas clínicas de lujo, no es difícil entender las consecuencias mortíferas que provoca ese apartheid en el campo de la medicina.

Haciendo gala de un optimismo que no es extrañar, la prensa de los Estados Unidos da cuenta de que, gracias al problema de la mortandad por sobredosis, los hospitales que realizan trasplantes cuentan ahora con numerosas partes del cuerpo que son necesarias. ¡No se consuela quien no quiere!

La clase capitalista que ha desencadenado esa “guerra del opioide contra la clase obrera” no tiene el menor problema en donar decenas de millones de dólares a los candidatos a la presidencia y los demás dirigentes de los partidos políticos para asegurarse de que las autoridades que designen en los denominados organismos de inspección del Estado se esfuercen por proteger sus ganancias en vez de la salud pública del ciudadano. Los oligarcas gozan de inmunidad casi total y eterna de dichos organismos fiscalizadores. Si, alguna vez el escándalo de las inmensas pérdidas de vidas humanas que causan los medicamentos que envenenan llega por casualidad a afectar su vida refinada del mundo de la filantropía de las bellas artes y demás actividades de la élite, tienen a su disposición legiones de “moralistas” de la prensa y del mundo oficial que se encargan de culpar a las víctimas por los hábitos malsanos que les arruinan la vida.

Una de esas compañías es Purdue Pharmaceuticals, que fabrica el OxyContin y que es propiedad de la familia Sackler, cuyos fundadores pertenecen a la cúpula de los filántropos de la cultura de los Estados Unidos. Desde que, en 1995, comenzó a girar en el ramo de los calmantes, lucrativo como no hay otro, el OxyContin redituó a la Purdue 35.000 millones de dólares y los Sackler pudieron entrar en el Olimpo de los archimillonarios del país. A ninguno de los conservadores de las Galerías Sackler y del ala Sackler del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York se le ocurriría hacer una exposición de “realismo social” que ilustre el inmenso sufrimiento y muerte que los medicamentos de sus patrones causan a millones de individuos de clase baja; pero ocurre que los gustos cambian y el “realismo social” ya no está de moda en el apartheid de clase que los Sackler y sus amigos impusieron en el país.

Los estudios serios y rigurosos sobre la evolución demográfica también han quedado anticuados. Un antiguo director de la Administración de Alimentación y Farmacia (FDA) sostiene que la moda de recetar opioides de forma indiscriminada constituye uno de los “mayores errores de la historia de la medicina moderna”, pero no hizo nada para contener la epidemia durante el período en el que estuvo al frente del organismo (1990 a 1997) ni para llamar la atención acerca de sus devastadoras consecuencias después de que dejara el cargo. En efecto, el doctor David Kessler [ix] esperó hasta hace muy poco para sumarse al coro de quienes lamentan la epidemia de opioides a raíz del sonado fallecimiento por sobredosis de Prince, la estrella del rock, y fue solamente entonces que escribió un artículo de opinión en el New York Times del 6 de mayo de 2016 [x] .

Los profesores de universidad reciben subsidios de las grandes fundaciones nacionales para “estudiar el problema de los opioides” con el fin de elucidar particularmente los trastornos psicológicos que padece la víctima de sobredosis y las patologías sociales del traficante de la calle. Eso desvía la atención de los laboratorios farmacéuticos, que lucran con la epidemia, y de los gobernantes del capitalismo, que prepararon el terreno para ese envenenamiento colectivo en todo el país. Pero, el ascenso en la universidad, el reconocimiento de los colegas y los jugosos subsidios de investigación no son para quien cometa la tontería de señalar con el dedo a las farmacéuticas asesinas, las peligrosas condiciones de condiciones de trabajo, las horas extras, la escasa paga, el aumento de los accidentes de trabajo y las enfermedades y la desesperación que hacen que el obrero pase de manos de la empresa asesina a manos del “papá laboratorio”, ni tampoco para el que se atreva a denunciar a los médicos que estimulan al trabajador a que recurra al veneno de los calmantes en vez de reivindicar aumento de salario, mejor atención médica, mejores condiciones de trabajo y un futuro de verdad para su familia.

Es urgente que se tomen medidas en serio. La realidad de los cientos de miles de fallecimientos por culpa de la “receta de la muerte” y de los millones de víctimas del vicio de los medicamentos deben reclamar que se cree una fiscalía especial nacional que se dedique de forma exclusiva a desentrañar las causas últimas de esta epidemia que no remite y las cuales radican en el ánimo de lucro que mueve a la élite social y económica del país. La investigación deberá encaminarse a perseguir a la extensa red de chantajistas y propiciadores, en la que caben desde los valedores de los laboratorios farmacéuticos y los jerarcas del Estado corruptos hasta los médicos y los periodistas, porque la presente epidemia afecta a decenas de millones de trabajadores y a su familia, amigos, compañeros de trabajo y al medio en el que viven. ¿Y dónde están los defensores del niño que representen los intereses de los miles de hijos de madres de las comarcas rurales atrapadas por el OxyContin que nacen con el síndrome de abstinencia neonatal y que desbordan la capacidad de los hospitales del campo y de los pueblos?

Soluciones

La cadena que forman el enviciamiento con medicamentos y la muerte por sobredosis obliga a hacer algo más que propaganda con las típicas fotos de los centros de tratamiento de los pueblos. En efecto, hay que encarar decididamente el problema de los opioides con receta y enjuiciar en consecuencia a los laboratorios criminales, y perseguir, sobre todo, a los capitalistas que explotan al obrero vulnerable, le niegan protección, condiciones de trabajo seguras y la atención médica debida. Se impone una transformación fundamental de la relación del capital y el trabajo en este país.

Los planes del capital, que merman el salario y la seguridad del obrero, obligan a contar con un ejército de reserva más numeroso, que forman los desocupados y los trabajadores mal pagos. Habiendo tantos obreros autóctonos que sufren incapacidad por accidentes y otros que están apartados del mundo del trabajo por culpa del enviciamiento, se debe recurrir a la mano de obra zafral procedente del extranjero, cuyo país de origen se encargó de que esa mano de obra creciera, estudiara y se preparara para la vida, con el consiguiente gasto. En otras épocas eso se llamaba “éxodo de cerebros”, pero ahora es el “éxodo de cerebros y de músculos hábiles”. Gracias a los recursos que gastan otros países para criar e instruir a la mano de obra que luego emigra, el capitalismo y los gobernantes de los Estados Unidos pueden recortar drásticamente el gasto social que se destina a instruir y cuidar la salud del trabajador autóctono.

No hay otra forma de contrarrestar ese fenómeno en los Estados Unidos que instaurar una norma de inmigración que sea racional, calibrando bien previamente el número, composición y condiciones de la mano de obra nacional. Hay que poner límites al poder que tiene el capital de contratar y despedir libremente al obrero estadounidense y de arrasar en consecuencia pueblos y regiones enteras.

Los valedores de los grandes laboratorios farmacéuticos y los organismos oficiales de inspección, que lucraron o simplemente pasaron por alto el gigantesco problema del vicio de los medicamentos y la muerte por sobredosis, deberán recibir el mismo trato que el delincuente que mata y el que causa lesiones.

Los médicos, que deciden recetar grandes dosis de medicamentos narcóticos muy potentes que llevan al enviciamiento y a la sobredosis mortal, deberán ser reeducados y sometidos a vigilancia, si no quieren perder la licencia y verse obligados a responder ante la justicia. Desde los primeros momentos de la epidemia, conocían la naturaleza de dichos medicamentos que provocan enviciamiento. No son pocos los propios médicos y personal auxiliar que quedan “enganchados”. Los que explotan las denominadas “fábricas de píldoras”, en las que se recetan y venden alegremente toda clase de remedios, deberán ser castigados con severas penas, es decir, largos años de reclusión. Los profesionales de la medicina podrían haber decidido pelear para que el paciente accidentado tuviera la rehabilitación y terapia física necesarias, pero por su avaricia y voracidad contribuyeron al desastre actual. ¿En qué se distinguen, realmente, de los psicólogos de renombre que contrata el gobierno de los Estados Unidos para inventar métodos de tortura?

Sin embargo, hay otros que intentaron dar la alarma. No se puede dejar de reconocer y recompensar a los farmacéuticos, médicos, enfermeras y organismos de inspección que resistieron la presión de recetar y estimular el consumo de los opioides con meros fines de lucro y, en vez, procuraron intervenir para proteger al paciente vulnerable y alertar del problema. Muchos de ellos sufrieron represalias en la vida profesional por su conducta de “denunciante”. La medicina de los Estados Unidos se rige por el lema “primero el lucro y después el paciente”, lo cual explica que sea la única nación industrializada en la que ocurre el presente fenómeno demográfico; eso debería servir de moraleja a aquellos países que piensen instaurar los principios yanquis en el campo de la medicina y, en particular, los métodos lucrativos que se aplican para tratar el “dolor” crónico, con las consecuencias mortales ya conocidas. En un artículo de investigación aparecido hace poco en Los Angeles Times y que se titula OxyContin goes global – “We’re only just getting started” [xi] [“El OxyContin al asalto del mercado internacional: ‘Esto es apenas el principio’”] (18 de diciembre de 2016) se explica con detalle la multimillonaria campaña emprendida por los laboratorios que fabrican opioides para radicarse en otros mercados y se documenta el abrupto aumento de los fallecimientos por sobredosis.

El elemento imprescindible para resolver esta crisis descomunal radica en que se instaure en todo el país un régimen universal de salud pública y que el Estado se haga cargo de él. ¿De dónde saldría el presupuesto necesario? De suprimir las exenciones tributarias a los ricos y de repatriar y gravar los billones (1.000.000.000.000) de dólares de beneficio que las sociedades yanquis guardan en los paraísos fiscales y, también, de gravar las grandes herencias. Ésa sería una medida redistributiva que iría en contra de la inmensa acumulación de riqueza y gracias a la cual habría oportunidades en el campo de la enseñanza, la movilidad social y la promoción en el puesto de trabajo. Sólo entonces se vería que disminuye el consumo desenfrenado de opioides entre los obreros que descienden en la escala social, el número de muertes por sobredosis y también el alza de la mortalidad.

Habría que gravar a las sociedades que se trasladan al extranjero para combatir la fuga de capitales y también imponer un gravamen del uno por ciento a las operaciones de carácter especulativo, como las que se hacen en la Bolsa.

Una institución nacional de salud pública que brindase atención completa rebajaría drásticamente los onerosos gastos generales de administración. También se reducirían notablemente los tratamientos y métodos innecesarios y poco éticos y demás formas de estafa que son endémicas en las actuales instituciones médicas “con fines de lucro”. Los recursos que se consiguiesen con dichos ahorros se destinarían a mejorar la atención médica y los servicios correspondientes.

Con esas reformas de los servicios sociales, la justicia y la tributación se conseguiría sustentar un servicio universal de salud pública para todo el país que se apoyaría en la estructura del actual Medicare [xii] , que ha dado tan buen resultado para la población mayor en los últimos decenios. Además, así se podría fortalecer la mano de obra nacional, que contaría con un obrero sano, bien remunerado, eficiente y que tuviese el puesto de trabajo asegurado.

Los gobernantes y demás dirigentes políticos de los Estados Unidos, actuales y del pasado, dilapidan billones de dólares del presupuesto público en numerosas guerras contra el terrorismo y operaciones de “cambio de régimen” y en sufragar las instituciones carcelarias más descomunales de la historia de la humanidad, pero dejan de lado la muerte prematura y la destrucción de sus propios ciudadanos, provocadas por los métodos “legales” que aplican los laboratorios farmacéuticos y los profesionales de la medicina. Las soluciones se dejan en manos de las generaciones futuras, que deberán meditar lo que se hace, pero ahora los de abajo reclaman con fuerza que se ponga fin a esta crisis. El obrero marginado y los pobres del campo que votaron en masa por primera vez contra la “candidata de las grandes farmacéuticas” Hillary Clinton y eligieron al oportunista “multimillonario” Donald Trump se concentran en las mismas zonas que han sido devastadas por la epidemia de los opioides (y el suicidio de obreros). Esas capas marginadas que siempre fueron despreciadas por los políticos tradicionales y a las que la candidata Clinton tachó de “miserables” [xiii] no necesitarán grandes discursos para convencerlas de que apoyen la creación de un servicio nacional de salud pública, que es el primer paso para encarar el actual problema de la vida y la muerte que sufre el obrero de los Estados Unidos.

Además, la evolución actual de la industria, con el recurso a los adelantos técnicos, como los autómatas y la inteligencia artificial, sirve a la ganancia del capitalista, pues se consigue prescindir del obrero y explotar mejor a los quedan, amén de recortar el oneroso gasto en atención médica y en pensiones. Esa nueva relación del capital y el trabajo puede y se debe substituir por otra, en la que técnica esté al servicio del obrero, ya que se lograría mejorar las condiciones de trabajo y reducir la semana de trabajo de cuarenta a treinta horas con igual salario, que era la reivindicación general del movimiento obrero en la década de 1950.

Pero esos cambios no vendrán de la mano de los proyectos de investigación “neutrales” que llevan a cabo las universidades gracias a los fondos que aporta la patronal ni tampoco de los vacuos seminarios que dictan los “especialistas” de las famosas asociaciones privadas (ONG).

La verdadera oposición a esta “guerra de clase con receta médica” dependerá de la solidaridad y la lucha. El obrero debe librarse de este flagelo. No tiene nada que perder, salvo el peligroso y degradante vicio de los medicamentos, pero tiene en cambio un mundo y un verdadero futuro que ganar. Parafraseando a Trump [xiv] , ¡solamente los obreros pueden hacer que los Estados Unidos se vuelvan a levantar!



Notas del Traductor

[i] Según datos de los Centros de Erradicación y Prevención de Enfermedades, se registraron más de medio millón de fallecimientos en el período comprendido entre los años de 2000 y 2015:

https://www.cdc.gov/drugoverdose/epidemic/?utm_source=Bruegel+Updates&utm_campaign=50f07a51aa-Blogs+review+25%2F03%2F2017&utm_medium=email&utm_term=0_eb026b984a-50f07a51aa-278510293

[ii] Han aparecido últimamente numerosos artículos que dan cuenta del problema en la prensa de los Estados Unidos:

“The Enemy is Us: The Opioid Crisis and the Failure of Politics”  

https://www.dissentmagazine.org/online_articles/opioid-crisis-failure-politics-fda-neoliberalism

“The American opioid epidemics”  

http://bruegel.org/2017/03/the-american-opioid-epidemics/  

“American Carnage: The New Landscape of Opioid Addiction ”

https://www.firstthings.com/article/2017/04/american-carnage

“Mortality and morbidity in the 21st century”

https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2017/03/6_casedeaton.pdf

Why Connecticut’s drug overdose crisis isn’t slowing down

https://overdose.trendct.org/

Why Did The Death Rate Rise Among Middle-aged White Americans?

http://www.newyorker.com/news/john-cassidy/why-is-the-death-rate-rising-among-middle-aged-white-americans

How Government Enables the Opioid Epidemic and Tax-Payers Help Fund It

http://articles.mercola.com/sites/articles/archive/2016/03/16/opioid-addiction.aspx

[iii] Ellen Meara y Jonathan Skinner (“Losing ground at midlife in America”) comparan el fenómeno con el ocurrido tras la disolución de la URSS, en cuya oportunidad la tasa de fallecimiento de varones fue aún más elevada que la actual en los Estados Unidos.

http://www.pnas.org/content/112/49/15006.full

[iv] Shawn Donnan: “White ‘deaths of despair’ surge in US”, Financial Times, 24 de marzo de 2017 https://www.ft.com/content/34637e1a-0f41-11e7-b030-768954394623

[v] http://www.narconon.org/es/informacion-drogas/oxycontin.html

[vi] Se cifra en cien millones el número de pacientes que sufren de dolor crónico:

http://nationalacademies.org/hmd/Reports/2011/Relieving-Pain-in-America-A-Blueprint-for-Transforming-Prevention-Care-Education-Research/Report-Brief.aspx

[vii] http://www.eldiario.es/theguardian/Fentanilo-potente-heroina-New-Hampshire_0_483652257.html

[viii] http://www.eldiario.es/theguardian/historia-opiaceos-Unidos-infantil-militar_0_495900433.html

[ix] https://en.wikipedia.org/wiki/David_A._Kessler

[x] https://www.nytimes.com/2016/05/07/opinion/the-opioid-epidemic-we-failed-to-foresee.html?ref=opinion

[xi] http://www.latimes.com/projects/la-me-oxycontin-part3/

http://www.latimes.com/projects/oxycontin-part1/

http://www.latimes.com/projects/la-me-oxycontin-part2/

[xii] https://es.wikipedia.org/wiki/Medicare

[xiii] https://www.nytimes.com/2016/09/11/us/politics/hillary-clinton-basket-of-deplorables.html

https://en.wikipedia.org/wiki/Basket_of_deplorables

[xiv] El autor parafrasea el lema que presidió la campaña de Donald Trump: “Make America great again!”.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226907&titular=la-%93peste-blanca%94-del-siglo-xxi-

Comparte este contenido:

Gratuidad en América Latina: deserción y financiamiento marcan los desafíos

Por: Flor Guzmán y Myriam Bustos

En 2016 estudiaron gratis 139 mil alumnos en la educación superior chilena. Para este año, se proyecta llegar a los 240 mil, ampliando la gratuidad a los estudiantes del sistema técnico. Pero nuestro país no es el único que ha implementado esta política de financiamiento. En México, cerca de 2,4 millones de estudiantes cursan sus estudios universitarios sin costo, mientras que en Argentina hay cerca de 1,5 millón y en Ecuador son alrededor de 500 mil. Todos los casos son emblemáticos: en el país transandino y en el mexicano, la educación sin costo es un emblema desde hace décadas, mientras que en Ecuador el referéndum constitucional instauró en 2008 la gratuidad como un derecho.

Pero, ¿cómo es el acceso gratuito en América Latina? En Argentina se puede estudiar sin costo desde 1983 y para ingresar a la universidad basta con el certificado de cuarto medio. Así, la gratuidad allí se concentra solo en las universidades del Estado, y en las privadas no existe ninguna otra ayuda estudiantil. Con ello, 1.470.000 alumnos cursan su formación sin costo en universidades estatales, por lo que el 74% de los universitarios no paga por sus estudios. “Actualmente la gratuidad es absoluta, independiente del nivel socioeconómico del alumno en todas las universidades públicas del país”, explica Marcelo Rabossi, académico de la Universidad Torcuato di Tella, de Argentina.

Según el experto, en las instituciones con gratuidad argentinas el índice de abandono de estudios supera el de las privadas; y, además, comparativamente, es mucho más alto que en Chile. “La deserción en las universidades con gratuidad es de alrededor del 73%. En las de no gratuidad, de alrededor del 60%. La variación es grande dentro de cada sector. Hay universidades nacionales con tasas de deserción cercanas al 80% y 90%”, explicó Rabossi.

En tanto, en México la educación superior pública es gratuita desde la década de los 70 y se aplica a las universidades e institutos estatales y federales. Y para poder ingresar al sistema “se debe realizar un examen de ingreso, por medio del cual se evalúan conocimientos de acuerdo con las áreas de conocimiento de la carrera seleccionada, así como aspectos de comprensión lectora y pensamiento matemático”, señaló Mario Rueda, director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Al menos un 70% de los alumnos termina su carrera, dijo Rueda.

En Chile, si bien aún no hay cifras oficiales respecto de la deserción de los alumnos con gratuidad, según estadísticas del Servicio de Información de Educación Superior, del Mineduc, un promedio de 28,7% de los estudiantes de universidades, centros de formación técnica e institutos profesionales abandona sus estudios. Sólo en universidades, la deserción es 22,8%.

Respecto de los requisitos socioeconómicos, en Chile el estudiante debe estar dentro de los cinco primeros deciles de ingreso. Desde 2018 eso se extenderá al 60% más vulnerable de la población. Además, sólo se puede optar a la gratuidad en 32 universidades y 12 instituciones técnicas. En México, Ecuador y Argentina, la gratuidad es universal en las instituciones públicas y no depende del nivel de ingreso del alumno.

Para Rabossi, uno de los puntos complicados de la gratuidad en Argentina es que “los alumnos demoran su graduación, ya que permanecer como tales no les implica ningún costo monetario. Alrededor del 40% de los alumnos en las universidades públicas termina el año con uno o ningún curso completado. Así, se demora su graduación y la probabilidad de no terminar y/o abandonar es muy alta. No hay ninguna penalidad que genere en los alumnos alguna motivación para esforzarse”.

En Ecuador se encontraron en el mismo problema y, por ello, explicitaron la responsabilidad académica de los beneficiados. En 2010 se promulgó la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), que reconoce como un derecho de los estudiantes “acceder, movilizarse, permanecer, egresar y titularse sin discriminación conforme a sus méritos académicos”. En dicha normativa, según explica el libro “Gratuidad de la Educación Superior del Ecuador” -escrito por Lorena Araujo, subsecretaria de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de dicho país (Senescyt)-, se definen los deberes académicos de los subsidiados. “La gratuidad será para los estudiantes regulares que se matriculen en por lo menos el 60% de todas las materias o créditos que permite su malla en cada período”, consigna dicha publicación, la que agrega que además deben titularse en el período ordinario establecido y que pierden la ayuda si reprueban el 30% de los ramos.

En Argentina, ninguna condición similar existe, mientras que en Chile solo se pide que el beneficiario esté dentro de la duración formal de su carrera, a diferencia de las becas, las que sí requieren aprobación del 50% de los ramos.

Financiamiento

En Argentina, según explicó Rabossi, “aproximadamente el 90% del ingreso total que obtienen las universidades nacionales proviene de transferencias directas desde el Estado Nacional. Las instituciones privadas no reciben fondos públicos directos, como sí ocurre en Chile con las del Consejo de Rectores, o indirectos, a través de becas o préstamos”.

Además, en la nación vecina, el mecanismo de financiamiento es de “modelo incremental”, es decir, se toma como base el presupuesto anterior y luego el Estado aumenta esa cantidad para el año siguiente, según la disponibilidad de fondos que tenga. “En general se busca como mínimo cubrir la inflación, la que en la Argentina ronda el 25% y 28% desde hace al menos 10 años”, enfatizó Rabossi.

En cambio, en Ecuador se hace un estudio de costos de carreras, el cual arroja los montos que se transferirán. Y, de hecho, reconocen que “uno de los aspectos cruciales en el futuro próximo, que además tendrá permanencia en el tiempo, es el de la sostenibilidad financiera del modelo”, consigna.

Y ¿cómo se financia la educación pública en México? Según Rueda, “el Estado asigna un porcentaje del presupuesto para la educación pública, que considera el gasto realizado en licenciatura, posgrado, y ciencia y tecnología”.

Uno de los planteles que recibe este aporte es la Universidad Nacional Autónoma de México, donde cada año ingresan cerca de 40 mil alumnos. De acuerdo con su rector, Enrique Luis Graue, el presupuesto para este año fue de US$ 2.100 millones, y aunque “quisiéramos que fuera más, el Estado se preocupa de sus escuelas. Es quien tiene que financiar la educación para que todos tengan acceso”.

Rueda señaló que la gratuidad ha tenido efectos positivos, ya que “estudiantes pobres tienen la oportunidad de acceder a la educación superior y tener la posibilidad de movilidad social”. Sin embargo, el experto agregó que se presentan problemas en las instituciones “por la insuficiencia de recursos para resolver las problemáticas que se generan en las universidades, lo que deriva en que no sea posible cubrir completamente la demanda de ingreso al nivel superior”.

Fuente: http://www.latercera.com/noticia/gratuidad-america-latina-desercion-financiamiento-marcan-los-desafios/

Comparte este contenido:

EEUU: Crímenes y delitos de Donald Trump

Por: Amy goodman y Denis Moynihan

El presunto intento del presidente Donald Trump de socavar la investigación del FBI sobre su ex asesor de seguridad nacional, el teniente general Michael Flynn, y su posterior despido del director del FBI , James Comey, ha inspirado un sin fin de especulaciones en los medios de comunicación hegemónicos sobre la posibilidad de que sea sometido a juicio político. Sin duda, las pruebas presentadas por el periódico The New York Times, junto con todo lo ocurrido durante los primeros meses de gobierno de Trump, amerita una investigación independiente.

Tal vez, como en el escándalo de Watergate de 1974, que forzó al presidente Richard Nixon a renunciar caído en desgracia para evitar el proceso de juicio político y destitución, el encubrimiento del delito termine siendo mayor que el delito mismo. ¿Pero qué pasaría si a Donald Trump se le hiciera rendir cuentas por sus verdaderos delitos, como matar civiles en ataques con aviones no tripulados, causarles sufrimiento o la muerte a los refugiados al negarles asilo y conducir el planeta hacia una catástrofe climática? ¿Qué sucedería si Donald Trump mantuviera sus promesas de campaña, tan indignantes como incendiarias, que, de ser implementadas, en su mayoría constituirían crímenes? Lamentablemente, el poder presidencial excesivo, y a menudo letal, ahora se considera algo normal.

A los pocos días de asumir el cargo, el presidente Trump, durante una cena con su yerno Jared Kushner y otros asesores, aprobó un operativo militar del equipo especial SEAL 6 de la Marina estadounidense en Yemen. El ataque le costó la vida al integrante de los SEAL “Ryan” Owens, así como la pérdida de un helicóptero estadounidense. ¿Pero qué se supo de las bajas civiles? Pese a las declaraciones del gobierno de Trump de que la ofensiva recopiló amplios datos para inteligencia, han surgido informes de al menos 30 muertes de civiles; entre ellos, varios niños. Según Reuters, autoridades militares de Estados Unidos dijeron: “Trump aprobó su primera operación encubierta de antiterrorismo sin suficiente información de inteligencia, apoyo terrestre ni preparativos de respaldo adecuados”. Esto fue solamente un operativo militar en Yemen entre miles, en una devastadora guerra civil exacerbada por el armamento y apoyo de Estados Unidos a Arabia Saudí, que está arrasando Yemen. Trump visitará Arabia Saudí esta semana, el primer país extranjero al que irá como presidente. Donald Trump es el comandante en Jefe, y su orden casual en medio de esa cena condujo a la muerte violenta de decenas de personas inocentes. ¿Acaso no se trata de un crimen?

A mediados de abril, el ejército estadounidense lanzó una bomba sobre un presunto objetivo del autoproclamado Estado Islámico ( ISIS , por su sigla en inglés) en Afganistán, que estos días no atrae la atención de los medios, a pesar de que la guerra más larga en la historia de Estados Unidos ha llegado a su 17º año, con promesas de Trump de extenderla y enviar miles de tropas terrestres más al terreno. Pero esta no era una bomba común. Trump dejó caer sobre territorio afgano lo que el Pentágono ha calificado como “la madre de todas las bombas” ( MOAB , por su sigla en inglés). La bomba GBU -43/B es la mayor bomba no nuclear del mundo. Se encuentra en el arsenal estadounidense desde principios de la guerra en Irak, pero nunca se había usado hasta que el comandante en jefe Donald J. Trump asumió el cargo.

El Dr. “Hakim” es un médico que ha hecho trabajo humanitario en Afganistán durante más de una década. Hakim trabaja en Voluntarios por la Paz en Afganistán, un grupo interétnico de jóvenes afganos dedicados a crear alternativas no violentas a la guerra. Recientemente dio su opinión sobre el primer despliegue de la MOAB en una entrevista con Democracy Now!. En declaraciones desde Kabul, se mantuvo de espaldas a la cámara por temor a sufrir represalias si era identificado:

“Creo que es un insulto llamarla ‘La Madre de Todas las Bombas’. Esta mañana, cuando estaba hablando con un integrante de Voluntarios por la Paz en Afganistán, Ali, él dijo: ‘¿Alguna madre le haría eso a la Madre Tierra? ¿O se lo haría a algún niño?’ El efecto es lo que el ejército estadounidense o lo que los ejércitos de todo el mundo quieren infligirles a los ciudadanos comunes; es decir, miedo, pánico, hambre, ira”.

Los medios de comunicación hegemónicos han asumido un tono más opositor desde que Donald Trump asumió el cargo, sin embargo, vuelven a alinearse cuando Trump se involucra en acciones militares. Entonces, los medios declaran, que Trump está actuando como un “presidente”.

El mismo artículo del periódico The New York Times que sostenía que Trump interfirió en la investigación sobre las relaciones entre Flynn y Rusia contenía otra sorprendente revelación. El medio informó que “según uno de sus asesores, el señor Comey debería considerar encarcelar a los periodistas por publicar información clasificada”. La libertad de prensa es la base de nuestra sociedad democrática. Trump también se ha comprometido a ampliar las leyes de difamación para que sea más fácil perseguir a quienes lo critican.

Rod Rosenstein, vicefiscal general, acaba de nombrar al ex director del FBI Robert Mueller como asesor especial para supervisar la investigación en curso de la presunta influencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016. Mueller debería evaluar los hechos enérgicamente y hacer públicas sus conclusiones. Pero la investigación completa de los crímenes de Donald Trump debería ir mucho más lejos.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226860

Comparte este contenido:

Atilio Borón: No callar, pero para decir la verdad

Por: Atilio Borón

En varios trabajos recientes diversos analistas y observadores de la vida política latinoamericana han reprochado a los intelectuales y militantes de izquierda su silencio ante lo que está ocurriendo en Venezuela. Ese silencio, dicen, sólo refuerza los peores rasgos del gobierno de Nicolás Maduro. Este reclamo lo hizo hace unas pocas semanas un destacado intelectual venezolano, Edgardo Lander, y más recientemente, en una producción especial de Página/12, lo reiteraron dos colegas de Argentina: Roberto Gargarella y Maristella Svampa. [1]

Nadie podría estar más de acuerdo que el autor de estas notas sobre la necesidad de hablar acerca de lo que realmente está aconteciendo en Venezuela. Tras las huellas de los fundadores del materialismo histórico Gramsci decía, con toda razón, que “la verdad siempre es revolucionaria”. Y el aforismo del fundador del PCI es más importante hoy que nunca antes, cuando el virus posmoderno ha instituido a la “posverdad” ¡como un criterio de verdad!, abriendo paso a cuantas tergiversaciones y mistificaciones puedan ocurrírsele a quienes precisamente quieren ocultar tras una cortina de sofismas y falsedades lo que está sucediendo en nuestras sociedades –y muy especialmente en Venezuela- y, de ese modo, favorecer a los planes de la contrarrevolución en marcha.

Desafortunadamente las buenas intenciones de Gargarella y Svampa de hablar sobre Venezuela y decir lo que allí está sucediendo termina con una frustración. Y esto es así porque en su nota no hablan de lo que en verdad ocurre en ese país sino que reproducen con pequeñas variantes el relato que la oposición ha construido para decir lo que ella necesita que se diga que está ocurriendo en Venezuela. Esa narrativa tramposa, que desfigura a sabiendas la realidad para promover su agenda restauradora, ha contado con la inestimable ayuda de los sempiternos agentes sociales y políticos de la reacción, que jamás se equivocan al elegir amigos y enemigos: los medios hegemónicos a nivel mundial (vulgo: “prensa libre”), perros guardianes del orden capitalista; la internacional de la derecha dirigida, con dinero de Estados Unidos, por José M. Aznar y Álvaro Uribe y toda su parafernalia de políticos y periodistas comprados y tanques de pensamiento alquilados y, por si lo anterior no bastara, apoyada también por el gobierno de Estados Unidos desde el nacimiento mismo de la Revolución Bolivariana. No sorprende por lo tanto constatar que en las tres o cuatro páginas escritas por nuestros autores se acumulen numerosos errores de apreciación así como llamativas ausencias. Comencemos por estas.

Ausencias

Primera ausencia: el gobierno de Estados Unidos. Un análisis sobre cualquier país de las Américas que no mencione ni una sola vez –no digamos analice, apenas mencione- al gobierno de Estados Unidos y al imperialismo es insanablemente erróneo. De allí jamás podría brotar un análisis correcto de la situación. Es un error tan grave e irreparable –obliterado empero por el prejuicio que informa al paradigma dominante en las ciencias sociales contemporáneas- como el que cometería un astrónomo que al analizar al sistema solar obviara cualquier mención o análisis del papel de Júpiter en la dinámica global del sistema, haciendo caso omiso del hecho que su masa equivale a casi dos veces y medio la suma del total de los demás planetas que componen el sistema. ¿Qué diríamos de nuestro astrónomo? Que pese a sus buenas intenciones no tiene nada serio para decir; es más, no puede tener nada serio para decir, porque su análisis ha soslayado lo principal. No lo único que importa pero sí lo más importante.

A estas alturas del siglo veintiuno me dispenso de la necesidad de explicar, por archiconocido, lo que es el imperialismo y como actúa en lo que amablemente sus agentes y voceros califican como “nuestro patio trasero.” El capitalismo contemporáneo lo que ha hecho es exacerbar hasta lo indecible su carácter imperialista y no sólo en Latinoamérica. Recuerden el escarmiento sufrido por el pueblo griego cuando se “equivocó” al rechazar el brutal programa de ajuste que le proponía la Troika en Europa, “error” que fue corregido en una reunión a puertas cerradas en Bruselas; o la gigantesca multa que el banco francés Paribás tuvo que pagar por transgredir una ley del Congreso de EEUU que penalizaba a cualquier institución bancaria del mundo, estadounidense o no, que mediara en las relaciones comerciales entre Irán, Sudán y Cuba con el resto del mundo. Es decir, la ley estadounidense es la ley del mundo. O las casi mil bases militares que Estados Unidos tienen en todo el mundo, caso absolutamente único en la historia. Eso es un imperio, desde Roma hasta hoy. Y el centro hegemónico del imperio es Estados Unidos, “la nación indispensable” para mantener vivo al capitalismo en la faz de la tierra. Por supuesto, sus teóricos y estrategas prefieren obviar el término imperialista por su desagradable olor, pero la realidad del imperialismo es inocultable y por eso se esmeran en referirse a ella con nombres más amables. Los expertos del Pentágono y del Departamento de Estado, la CIA o el Consejo Nacional de Seguridad prefieren hablar de “primacía”, “superioridad” y, los más audaces, de “hegemonía” porque son conscientes que palabras como imperio o imperialismo son indigestas para el delicado estómago de la opinión pública estadounidense. El eufemismo puede jugar con las palabras e intentar enturbiar la visión de la cosa, pero esta sigue allí. No por casualidad uno de los más incisivos estrategos del imperio, Zbigniew Brzezinski, inicia su más reciente libro sobre la situación actual de Estados Unidos en el sistema internacional con una sorprendente sección dedicada a la “declinante longevidad de los imperios”, tácita asunción de que Estados Unidos lo es pues de lo contrario no se entiende la razón por la cual ese autor se enfrasca en una discusión que es marginal al objetivo de su trabajo. [2]

De lo anterior se sigue que los imperios -aunque se autodenominen, como en el caso de Estados Unidos, “líder del mundo libre” o “primacía americana”- forjan una relación radicalmente asimétrica con los países sometidos a su jurisdicción y a los que controlan por diversos medios. El corolario de esta lógica imperial es que Washington siempre juega un papel, mayor o menor según las circunstancias y la naturaleza de los países, en los procesos políticos de los países subordinados, máxime cuando, como en el caso de Venezuela, esta nación reposa sobre la mayor reserva comprobada de petróleo del planeta y se sitúa en la Cuenca del Gran Caribe, esa que los militares norteamericanos creen que es un mar interior de Estados Unidos. Sólo si la Casa Blanca y sus agencias estuvieran pobladas por imbéciles o por individuos completamente irresponsables, desconocedores del interés nacional norteamericano, podría el gobierno norteamericano ser indiferente o mantenerse al margen de lo que ocurre en Venezuela. La historia latinoamericana en los últimos dos siglos, desde la Doctrina Monroe (1823) en adelante, ofrece cientos de ejemplos de esta constante intervención de la política exterior norteamericana hacia nuestros países. Intervención que va desde una discreta pero eficaz monitoreo político hasta el golpe militar y la invasión militar, como lo prueban los casos de Panamá y República Dominicana, entre muchos otros. Que hoy se hayan olvidado de Venezuela y no se interesen por el desenlace de su crisis es absolutamente inverosímil. No obstante, algo tan elemental como esto pasa increíblemente desapercibido en la nota de Gargarella y Svampa y por lo tanto en el drama que se desenvuelve en ese país se asume que Estados Unidos no juega papel alguno. Esto sólo bastaría para desechar ese artículo, imposibilitado de ofrecer una visión realista de las cosas.

Pero no es la única ausencia, hay otra más. Al analizar la crisis y los antagonismos que enervan a Venezuela sólo se habla del gobierno de la Revolución Bolivariana. Es un análisis muy curioso porque se lanzan diversas conjeturas e interpretaciones sobre un conflicto institucional muy grave pero sólo aparece una de las partes del enfrentamiento. La otra, la oposición, es un fantasma o una sombra que nunca se alcanza a visualizar. Ni una palabra sobre la génesis y conformación de la oposición y sus principales personajes; del golpe de Estado que protagonizaran en abril del 2002; nada sobre el paro petrolero de finales del 2002 hasta los primeros meses del 2003; ni una palabra sobre las sangrientas «guarimbas» de febrero del 2014. Nada sobre el líder e instigador del plan sedicioso de «la salida», el señor Leopoldo López, de quien se dice es un «prisionero político» cuando en realidad es un «político preso» por haber hecho apología de la violencia, instigado asesinatos, incendios de edificios públicos, saqueos a comercios y producido ingentes daños a las propiedades públicas y privadas. No se dice, por ejemplo, que si López hubiera hecho en Estados Unidos lo que hizo en Venezuela habría sido condenado como mínimo a prisión perpetua, y probablemente a la pena capital. La justicia venezolana, en cambio, esa que descalifican llamándola “chavista”, fue tan benigna que sólo lo condenó a 13 años y 9 meses de prisión. Nada se dice tampoco de que los líderes de esa oposición se rehúsan a dialogar o acordar nada con el gobierno. Que sus principales dirigentes viajan a Estados Unidos a persuadir al gobierno de ese país que invada al suyo propio y que derroque al presidente constitucional Nicolás Maduro. O que Julio Borges, el presidente de la ilegítima Asamblea Nacional, que se resiste a convocar a una nueva elección para reemplazar a los tres «diputruchos» que fraudulentamente fueron incorporados a ella, se reúne con el Almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur, para suplicarle que invada a su país, con el derramamiento de sangre que él y sus compinches de la oposición saben que esto produciría. En suma, la nota escrita bajo los influjos maliciosos del “relato” opositor cae en el maniqueísmo político: hay un villano (Maduro) y un bueno (la oposición) de la cual ni se habla, ni se analiza su trayectoria. Pobre, muy pobre como análisis político.

Errores

Y por último pasaré revista a unos cuantos errores puntuales, demasiados para un texto tan breve.

1) La democracia es un régimen en donde “podemos escucharnos mutuamente”, dicen nuestros autores. Eso debería ser así pero en Venezuela no lo es por culpa del gobierno. Pero, un momento: ¿dónde se produce ese maravilloso «escucharnos mutuamente»? ¿Se produjo entre Hillary y Trump; o entre Macron y Le Pen; o entre Rajoy y Pablo Iglesias? ¿No es esto una interpretación demasiado angelical sobre lo que realmente es la democracia como expresión de la lucha social?

2) Se dice que la «pérdida de la mayoría electoral del chavismo generó una respuesta de no-reconocimiento y de deriva autoritaria por parte de Maduro.» Pero ¿cómo ignorar que el chavismo admitió sin chistar las dos elecciones en las que fue derrotado, sobre un total de 19? La derecha, en cambio, ni una sola vez aceptó haber perdido. Si hay alguien que jamás reconoció la superioridad electoral del chavismo fue la oposición. Luego de su victoria en las elecciones a la Asamblea Nacional de Diciembre del 2015 sus líderes arrojaron por la borda toda la institucionalidad del estado y proclamaron a voz de cuello que la misión de la AN no sería convertirse en uno de los poderes del estado sino simplemente culminar la “Operación Salida” de Maduro. Como no podía ser de otro modo, esta declaración de guerra de uno de los poderes del estado contra el ejecutivo produjo un endurecimiento del oficialismo, algo que puede constatarse en los más diversos países en los que alguna vez se constituyó un conflicto entre el Legislativo y el Poder Ejecutivo.

3) El Ejecutivo no desconoció a la Asamblea Nacional electa en diciembre del 2015. Sólo denunció que tres diputados habían sido elegidos fraudulentamente, como fue comprobado de modo inobjetable. Ante ello, el Consejo Nacional Electoral solicitó a la AN que revocara la designación que hizo de esos diputados, pese a su origen espurio, a lo cual el presidente de la AN, Henry Allup Ramos, se negó y ratificó la integración de los impugnados. El CNE exigió que la AN convocase a nuevas elecciones para sustituir a los tres impostores, pues de lo contrario ese órgano quedaba ilegalizado por el fraudulento acceso de tres de sus miembros tal como fue establecido en un fallo del Tribunal Superior Constitucional. De no hacerlo la AN caería en desacato y sus actuaciones serían insanablemente nulas. ¿Qué hizo la AN? Desconocer no sólo el dictamen del CNE sino también del máximo órgano judicial de Venezuela. Entonces, ¿quién desconoce a quién? Les recuerdo a nuestros autores que en la Argentina se presentó una situación parecida (aunque no tan grave) cuando en los años del menemismo y en la crucial votación de la Cámara de Diputados para privatizar la compañía estatal Gas del Estado un individuo ajeno al cuerpo se sentó en una banca y levantó su mano aprobando el proyecto. Descubierto el “diputrucho” por los periodistas que cubrían esa votación su resultado fue declarado insanablemente nulo y tiempo después, con los diputados legalmente habilitados para votar se procedió a realizar una nueva votación. Siguiendo el razonamiento de Gargarella y Svampa en la Argentina debería haberse dado por buena la primera votación, lo que constituye un principio absolutamente inaceptable en este país tanto como en Venezuela.

4) El referendo revocatorio no fue bloqueado ni postergado por decisión del gobierno sino por graves vicios procedimentales de la oposición, que inscribieron niños, difuntos, falsificaron firmas, etcétera. Hay leyes, reglamentos, disposiciones que cumplir. No es cuestión de poner cualquier nombre, una firma y ya. Además, en contra de las advertencias del gobierno, iniciaron el trámite del revocatorio cuando los plazos estaban vencidos. El gobierno en un gesto de buena voluntad solicitó al CNE que igualmente tomara en cuenta la solicitud opositora. Pero ante los vicios de forma y fondo arriba señalados la solicitud de referendo tuvo que ser desestimada. ¿De quién es la culpa?

5) ¿Fallido autogolpe del Ejecutivo? ¡Por favor! El Ejecutivo necesitaba la autorización de la AN para sellar un convenio de cooperación entre PDVSA y una empresa extranjera para la explotación del petróleo en la Faja del Orinoco. Era y es un asunto de interés nacional, que hace al bienestar público porque los ingresos petroleros redundan en políticas sociales muy activas. Por ejemplo, el artículo que estamos criticando debería reconocer que el gobierno bolivariano entregó en poco más de cuatro años más de un millón y medio de viviendas, record absoluto en la historia latinoamericana y, probablemente, mundial. La AN, buscando paralizar al gobierno para hacerlo caer, no se reunió y cayó en la transgresión caracterizada por la Constitución Bolivariana como «omisión inconstitucional parlamentaria». Aquella prescribe que, en casos como ese, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, puede, tal como lo establece la Constitución de 1999, asumir algunas de las atribuciones de la AN y autorizar o convalidar algunas acciones del Ejecutivo. ¿Que el TSJ se excedió en apropiarse de las atribuciones de la AN? Seguro. Pero informado de este hecho por la Fiscal General el “dictador” Maduro exhortó al TSC que acotara las atribuciones transitoriamente tomadas de la AN, y las cosas volvieron a la normalidad. [3]

Claro que sí hubo un golpe de Estado fallido, y fue cuando la AN declaró en enero de este año que el presidente Maduro había hecho abandono de su cargo y que debía llamarse de inmediato a elecciones presidenciales. Esto en cualquier país se llama «sedición”: tentativa de quebrar el orden institucional vigente y sus autoridades al margen de la ley, y nuestros autores lo saben. Imagínense el escándalo que se produciría si en Estados Unidos, o mismo en la Argentina, el Congreso emitiera una ley de ese tipo. Aparentemente, para Gargarella y Svampa esta fallida tentativa golpista es una minucia El relato de la oposición, que hacen suyo nuestros autores, dice que el golpista es Maduro y punto.

6) ¿»Represión institucional cada vez mayor»? Algo raro debe estar sucediendo en Venezuela para que la gran mayoría de las víctimas sean, como en febrero del 2014, personas ajenas al conflicto (como esa señora a la cual los mientras de la “oposición democrática” mataron arrojándole desde un edificio de altura una botella de plástico con agua congelada en su interior), chavistas o personal policial. Si algo se le puede reprochar al gobierno de Maduro ha sido su excesiva contemplación en la aplicación de toda la fuerza represiva del estado a quienes toman las calles por la fuerza para incendiar hospitales de niños, saquear comercios y apalear a personas que no se solidarizan con sus actos violentos. El mapa de los incidentes violentos y las guarimbas demuestra inequívocamente que estas se producen, en la casi totalidad de los casos, en los 19 municipios controlados por la oposición, y que los revoltosos cuentan con la protección de las autoridades municipales y sus policías. Es más, el 60 por ciento de las víctimas de la violencia son gentes que no participaban en las manifestaciones, y otra proporción la aportan los muertos de las fuerzas de seguridad bolivarianas. Ante esto, ¿qué proponen Gargarella y Svampa? ¿Que el gobierno se quede de brazos cruzados mientras bandas armadas destruyen el país, matan a inocentes y cometen toda clase de desmanes? ¡Por favor, donde vieron una cosa así! ¿Qué fue lo que tantos gobiernos federales o estaduales hicieron en su tan admirado Estados Unidos ante manifestaciones mucho menos violentas de los afroamericanos en la época de la lucha por los derechos civiles o durante las grandes manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam? Recuerden la brutalidad represiva de la policía y la Guardia Nacional de Estados Unidos en esa época, y compárenla con la de los policías sin armas de fuego que velan por la tranquilidad y el orden en Venezuela con gases lacrimógenos y cañones de agua. ¿Es posible que ignoren algo tan elemental? Por otra parte, ¿quiénes trajeron a los paramilitares colombianos a Venezuela? ¿Los chavistas o sus opositores, aliados a Álvaro Uribe? Sería conveniente que exploraran este asunto.

7) ¿Desabastecimiento? Sí, claro, pero desabastecimiento programado porque Venezuela subsidia alimentos y medicamentos, cosa que no hacen sus vecinos. Entonces redes mafiosas se dedican a contrabandear lo que se produce en Venezuela, que es mucho, pero que es contrabandeado a países vecinos, sobre todo Colombia, con la abierta complicidad de Bogotá. El problema principal de Venezuela no es que no se produce; ha venido produciendo cada vez más, aunque un pequeño número de artículos esenciales (harina pan, café, azúcar, etcétera) es producido por grandes oligopolios que regulan la oferta en función del cronograma electoral y de los altibajos de las luchas opositoras para crear malestar en la población tal como se hiciera en el Chile de Allende. [4] Además, buena parte de lo que se produce es exportado ilegalmente, vía contrabando, fuera del país, casi siempre a Colombia. El medicamento que en Venezuela cuesta un dólar se vende a cinco en Colombia; el litro de nafta que vale un centavo de dólar en Venezuela se vende a un dólar y monedas en Colombia, con la complacencia del gobierno colombiano que debería ayudar a combatir este flagelo, cosa que por supuesto no hace porque precisamente sus siete bases militares entregadas a fuerzas armadas de Estados Unidos están allí para acelerar el derrumbe de la Revolución Bolivariana. Y la “guerra económica” es uno de sus instrumentos.

8) ¿Corrupción? Sí, pero allí hay funcionarios gubernamentales y también miembros de la oposición. ¿Qué es esto de hablar de los corruptos sin hablar de los corruptores? Es un reflejo del viejo pensamiento liberal que sostiene que el Estado, todo Estado, es la esfera de la corrupción mientras que el mercado es el ámbito de la virtud, el sacrificio y la innovación. Que alguien pueda creer en este cuentito a esta altura de la historia no deja de ser una asombrosa comprobación. Salvo, claro está, que en tiempos tan “interesantes” (Eric Hobsbawm) como estos se haya producido una fenomenal mutación sociogenética en virtud de la cual hay corruptos sin que haya corruptores; los primeros están en el estado, los segundos en la sociedad civil. Obviamente, en la nota que estamos analizando solo se habla de los primeros. Los otros son ángeles.

9) ¿»Un régimen crecientemente deslegitimado y autoritario»? Indudablemente que un caos provocado por una “guerra económica” impiadosa, una ofensiva diplomática brutal (con un personaje de los bajos fondos como Luis Almagro llevando la batuta de esta pandilla golpista desde la OEA), un ataque sistemático de los grandes medios, la condena de desprestigiados y fracasados ex presidentes latinoamericanos, que sumieron a sus países en la pobreza, la dependencia y el desamparo, y la omnipresente presión de Washington (recordar la Orden Ejecutiva de Barack Obama) no puede sino erosionar la legitimidad de un gobierno, de cualquier gobierno. Pero aún así lo oposición teme la potencia electoral del chavismo.

En lo que hace a su autoritarismo ¿cómo negar que la oposición a esta peculiar “dictadura” de Maduro hace y deshace a voluntad? Controla a su antojo los grandes medios de comunicación y difunde cuantas mentiras se les viene en gana las 24 horas del día y aplica el “terrorismo mediático” sin escrúpulo alguno; abandonan sus responsabilidades institucionales y paralizan a la Asamblea Nacional sin que esta sea disuelta por el Ejecutivo o revocados los mandatos de los asambleístas; sus dirigentes salen del país para invitar a líderes de EEUU que el imperio invada Venezuela y derroque a su legítimo gobierno o para hablar pestes del gobierno bolivariano ante terceros países; sus jefes hacen campaña apoyando a cuanto candidato presidencial de derecha extrema compita por un cargo presidencial en América Latina, y así sucesivamente. Pese a esto no sufren molestia alguna. ¿Hay presos? Seguro: pero no por manifestarse en las calles, hablar, opinar, difamar, conspirar contra la patria sino por instigar a la violencia y ejecutar toda suerte de actos vandálicos. ¿Qué clase de autoritarismo es este? Dado que muchos se regodean hablando de la “dictadura” de Maduro sólo les pido que me digan que opositor pudo hacer todo esto bajo los gobiernos de Videla, Pinochet, Garrastazú Medici, Stroessner, Somoza y compañía.

10) Se critica «el apoyo incondicional de la izquierda al chavismo». Pero qué pretenden, ¿que apoyemos a la ofensiva destituyente dictada por Estados Unidos y ejecutada por sus peones locales? Entre el imperialismo y un gobierno, por deficitario e imperfecto que sea, ¿se nos pide que optemos por el Comando Sur, por la señora Liliana Ayalde (artífice de los golpes «blandos» en Paraguay y Brasil y ahora número dos del Comando Sur), por la impresentable dirigencia opositora de Venezuela? ¿Eso se nos pide? La respuesta es: ¡jamás cometeríamos tan imperdonable error! Quienes por sus prejuicios y su empecinamiento en despotricar contra la Revolución Bolivariana –cuyos aciertos superan ampliamente sus errores- terminen apoyando la estrategia insurreccional violenta del imperio y sus agentes locales descenderán con deshonor a los anales de la historia, cubiertos de lodo y sangre. Y no habrá sofismas ni alambicados argumentos pseudoteóricos capaces de rescatarlos de tan innoble lugar.

11) “Nadie debe morir por pensar distinto”, se nos dice. Correcto. Pero los que están muriendo por pensar distinto son los chavistas o simples venezolanas o venezolanos que no participaban en ninguna manifestación. De hecho, los que mataron a 43 personas en Febrero del 2014 y a otros tantos en la actual ofensiva ha sido, principalmente, la oposición sediciosa. Los que pueden morir por pensar distinto son los chavistas, no los artífices de la contrarrevolución.

13) Se dice, al concluir el artículo de Gargarella y Svampa, que hay que entender «que enfrente no están los enemigos sino los que no piensan como nosotros, pero que en lo que importa son iguales a nosotros: seres humanos dignos, que piensan y sienten y sufren y se emocionan, y que merecen, como nosotros, igual consideración y respeto.» Este pseudo humanismo por más que entibie nuestros corazones pensando en la fraternidad universal es, cuando se lo baja a la coyuntura actual de Venezuela, un razonamiento que no tiene el menor asidero empírico. Y no sólo en este país. Los que amputaron las manos de Víctor Jara y luego lo asesinaron a sangre fría en Chile, ¿era gente como nosotros? ¿Los militares argentinos que violaban a mujeres embarazadas, las torturaban introduciéndoles botellas de vidrio roto en sus vaginas, les robaban sus niños y luego las tiraban desde un avión al mar, ¿eran como nosotros? Los escuadrones de la muerte que asolaron tantos países de la región ¿eran gentes como nosotros? Y los que en la Venezuela de hoy reclutan paramilitares o lúmpenes para incendiar hospitales, tender «guayas» para decapitar motoqueros desprevenidos, arrojar bombas molotov contra policías que no portan armas de fuego, destruir todo lo que encuentran a su paso y moler a golpes a vecinos que quieran atravesar la guarimba para ir a trabajar o comprar alimentos, esos, ¿son iguales a nosotros? Tremendo error. ¿Cómo se defiende una sociedad de tan arteros ataques? ¿Rezando siete Ave Marías o descargando sobre ellos –los violentos, no los sectores pacíficos y minoritarios de la oposición- toda la fuerza represiva del Estado?

Termino diciendo que aquel razonamiento, aquella bella exhortación a la fraternidad universal y al humanismo -que evoca figuras entrañables como Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro e Inmanuel Kant- termina siendo mala filosofía, peor teología y pésima sociología cuando esos principios éticos son trasladados sin mediaciones al barro y la sangre de la Venezuela actual, Es imposible entender a los sujetos de la contrarrevolución y sus agentes con esas bellas categorías. Estoy absolutamente seguro que Gargarella y Svampa, al igual que el autor de estas líneas, jamás haríamos algo como los horrores descriptos más arriba. O como lo que hacen Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional, Lilian Tintori, Henry Allup Ramos o María Corina Machado, gentes que se arrastran para lograr que el Comando Sur invada a Venezuela so pretexto de la “crisis humanitaria” que ellos en buena medida han creado. Todas estas son gentes de una incurable perversidad y no son iguales a nosotros. Ni son iguales al pueblo chavista que ha sobrevivido con abnegación y heroísmo a tantas malevosías. Ni tampoco son iguales a la enorme mayoría de la dirigencia chavista, que trata de gobernar un país que la oposición ha tratado de convertir en ingobernable con el infame propósito de reconquistar el poder y usufructuarlo a favor de los intereses que por siglos sojuzgaron a Venezuela. ¿Hablar de Venezuela? Sí, por supuesto, pero diciendo la verdad.

Notas:


[1] El dossier está disponible en https://www.pagina12.com.ar/36336-encrucijada-venezolana e incluye también dos breves notas de Modesto Guerrero y el autor de este trabajo.

[2] Cf. Zbigniew Brzezinski, Strategic Vision. America and the Crisis of Global Power (New York: Basic Books, 2012).

[3] Recuérdese que el Tribunal Supremo de Justicia dictaminó que en Abril del 2002 no hubo un “golpe de estado” contra Chávez sino que se produjo un milagroso “vacío de poder”. La “dictadura chavista” no objetó esa escandalosa sentencia del TSJ ni tampoco disolvió el organismo.

[4] Sobre este tema de la “guerra económica” los datos duros que aporta Pascualina Cursio en su magnífico libro son demoledores del argumento opositor. Ver su La mano visible del mercado. Guerra económica en Venezuela (Caracas: MinCI, 2017)

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226565

Comparte este contenido:
Page 1743 of 2493
1 1.741 1.742 1.743 1.744 1.745 2.493