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Hablemos del golpe en Brasil, hijo

Son las cuatro y media de la madrugada. Me despierto ansioso, angustiado y con una profunda sensación de impotencia. Tengo ganas de salir corriendo, de gritar por la ventana, de acurrucarme en un rincón, de hacerme invisible, de ponerme a llorar. En casa, por ahora, todos duermen. He dado vueltas y más vueltas. La cama, estos días, me ha parecido una montaña rusa, más bien un abismo, el borde afilado de un acantilado infinito. Y yo estoy del lado del vacío, queriendo llegar a tierra firme, allí, a pocos centímetros, inalcanzable. Sé que si miro hacia abajo, caeré. Mejor, ignorar que mis pies descansan en un inmenso precipicio. Pienso en vos, hijito querido. Pienso en tantos compañeros y compañeras, amigos entrañables de estos 25 años que llevo en Brasil. Pienso que no puedo, que no podemos iniciar este día de la infamia, de la ignominia y de la vergüenza mostrando desazón o desconcierto. Pienso que no puedo, sé que no quiero, que este sea el primer día de nuestra derrota, sino el primero de nuestra próxima victoria.

Quiero y necesito escribirte esto antes de que termine una jornada que será recordada como una de las más funestas y deshonrosas de la historia democrática de América Latina: el día que derrocaron a Dilma Rousseff sin otro argumento que la prepotencia de la mentira, sin otro mecanismo que la infamia, sin otro objetivo que seguir haciendo de Brasil una tierra de privilegios, de abusos y de impunidad. Sé que no necesito explicarte nada, que a tus dieciocho años ya sabes muy bien qué está pasando en este país que por ser tuyo, se volvió entrañablemente mío, aunque a veces no entiendas cómo, después de tantos años, aún sigo sin aprender a pronunciar ciertas palabras en portugués.

(…)

 

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Democracia sin justicia…

CAROLINA VÁSQUEZ ARAYA

Muchas veces las personas se sienten agredidas ante la realidad de la violencia cuando se reproduce en los medios de comunicación y las redes sociales. “Es innecesario” dicen, “arrojarnos a la cara toda esa tragedia que ya conocemos”. Pero no es cierto, no se conoce porque se ha construido todo un imaginario para ignorar los dramas ajenos, fantasía de negación muy útil hasta cuando nos asesinan a un ser querido, nos extorsionan o nos golpean la ventanilla del automóvil con una escuadra calibre 44 Magnum adquirida en el mercado gris, solo para robarnos el celular.

Así es como nos vamos adaptando a una realidad paralela a nuestro espacio personal, cada vez más reducido en términos de espacio pero también de experiencias. Ya no socializamos, no conocemos a nuestros vecinos y somos incapaces de comprender toda la dimensión del absurdo escenario en el cual transcurre nuestra vida.

En el transcurso de unos pocos días, hemos visto el asesinato de un ciudadano por no ceder el paso a uno de esos energúmenos que utilizan el vehículo como arma de destrucción masiva. Hemos visto cómo el cuerpo de una joven fue a estrellarse contra el pavimento después de haber sido salvajemente agredida por su conviviente. Por supuesto, no ha sido la única ni será la última a pesar de los esfuerzos de algunos internautas para hacer visible el feminicidio, de algunas organizaciones para socorrer a las potenciales víctimas y de algunos ciudadanos para denunciar las agresiones.

Pero eso es solo una parte de la ecuación, la otra es la ausencia de seguimiento a esta clase de crímenes por la incapacidad del sistema de administración de justicia para hacer frente a esta debacle social, cuyo impacto supera largamente las posibilidades de reacción de las instituciones del Estado. Los expedientes se acumulan tras las oleadas de denuncias, provocando un sentimiento de enorme frustración en las víctimas por la imposibilidad de resguardarse de posibles represalias. Y el sistema colapsa con un escandaloso porcentaje de casos no resueltos mientras se llenan las instalaciones del sistema penitenciario con individuos en prisión preventiva.

A todo esto, el concepto de democracia no ha sido objeto de un proceso consciente, colectivo y de participación ciudadana capaz de reformularlo. Eso provoca una ilusión de estabilidad en algunos sectores urbanos, cuya visión no va más allá de las barriadas populares. Por lo tanto, lo que sucede en el resto del país: el conflicto agrario, la destrucción provocada por las grandes compañías extractivas, la ausencia de instituciones del Estado y la miseria en la cual se desarrolla la vida de millones de seres humanos carentes de lo mínimo para subsistir, les resulta ajeno.

A ello se suma una especie de gobierno paralelo liderado por los capos del tráfico de droga, del contrabando y la trata de personas, quienes dominan grandes áreas del territorio y se pasean en sus vehículos blindados con la más absoluta impunidad, conscientes de poseer una fuerza superior a la de cualquier otra instancia de seguridad nacional. El terror generado por estos grupos en las comunidades es algo desconocido para los citadinos, quienes solo tienen atisbos de esa realidad.

¿En dónde está, entonces, la democracia? ¿A cuáles definiciones responde un sistema incapaz de proporcionar la menor esperanza de seguridad y justicia para sus ciudadanos? Los avances en la persecución de los delitos de alto impacto, aun con su enorme relevancia para la consolidación del sistema de justicia, no son suficientes para garantizar la paz en Guatemala.

elquintopatio@gmail.com @carvasar 

Fuente de la imagen:
http://4.bp.blogspot.com/-4OuxFn5SL7Q/T-uk1776BCI/AAAAAAAAIFo/lxs9RXYhc5I/s1600/justicia+en+el+suelo.jpg
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¿Para qué la educación?

Escrito por  odríguez
Es bien sabido por toda la humanidad, que el fin y razón de la Educación tiene como objetivo principal, que se dén los CIMIENTOS a todos y cada uno de los de los niños y jóvenes del mundo, del planeta, y que estos cimientos, sean los soportes de la humanidad, de los Estados, de las Organizaciones Internacionales y del futuro humano.
Estos cimientos deben basarse en una concepción filosófica pragmática, que lleve a la juventud a través de la experiencia y la investigación, a tomar conciencia de su realidad y, a prepararse para vivir la vida y construir el futuro: La Concepción Filosófica une el potencial de la experiencia al potencial de la juventud.La Educación da los cimientos para cubrir las necesidades humanas, sociales, familiares y personales; da los cimientos para cubrir las necesidades de alimento, vivienda, salud, techo, recreación, vivencia, comprensión y proyección socio –natural; debe dar los cimientos para garantizar un ser recto, una sociedad recta, con principios y sensibilidad, con libertad y unidad: Consciente y Racional. En otras palabras, en manos de la EDUCACIÓN, está el presente y el futuro humano, de lo cual se deduce, ante la anarquía humana, que es necesario e imprescindible CONSTRUIR UNA CULTURA – COMUN – GLOBAL – HUMANA, que direccione la humanidad, al futuro. Esta es la tarea sublime de los Padres y Docentes, en razón a que la cultura humana, vigente y sus frutos, nos permiten apreciar cuál será el camino a seguir, por los días que le quedan a esta generación y las venideras, en caso de no darse la corrección.

La Educación, tiene gran incidencia en la marcha humana; en la realización personal; en la estabilidad y bienestar tanto social, como mundial; tiene incidencia en los Estados, en la proyección humana, en la evolución genética. Con una Educación, como resultante de una nueva cultura, formaremos seres que se interrelacionen con la sociedad, la naturaleza, y la civilización a través de la acción y el trabajo; seres que se guíen y proyecten por el conocimiento de los fenómenos humano – naturales – de la civilización: Racionales.

Construir un nuevo diseño cultural humano, sería el primer paso para que la Educación, se exprese en este contexto. ¿Sin ese diseño cultural, cuál es la función actual de la Educación?

¿Sobre qué elementos estructurales y determinativos, se requiere soportar la Educación?:

Maestros – Filósofos, a la dirección: del Mundo, del Estado, de la Educación. (Se es Maestro cuando se dispone de una amplia experiencia e interrelación dialéctica; multifacética, multidimensional, y profunda. Ver tema: Maestros – Filósofos).

Ideales y Necesidades comunes humanos, para así, imprimir una direccionalidad común, a toda la actividad y el trabajo humano, que a la vez arroje Unidad Global, dándose como resultado la Unidad – Solución, al gravísimo problema humano: dispersión mental y de acción: unidad y libertad; unidad e intereses, conforman unidad de contrarios complementarios

Visión Global: filosófica ( Ver tema: Visión de lo Político y lo no Político)

El trabajo, y la actividad, fuentes del conocimiento y de la conciencia, en la relación directa con la naturaleza, la sociedad, la civilización.

El anteponer la experiencia a la teoría, en todos los casos, ya que la Educación solo teórica está arrasando la genética – la cultura – la vida.

Dar prelación a lo filosófico – cultural, frente a lo científico – tecnológico – productivo, para disponer de direccionalidad común humana.

Darle a la niña, al niño y al joven, las condiciones para una actividad espontánea natural, en la tierna Edad y posteriormente, para la actividad y el trabajo en un medio social – natural, variado, para poder de allí, desprender su cultura, su sensibilidad, su adaptación al medio, su capacidad, su gusto, e iniciar su personalidad y proyección.
La humanidad puede encontrar futuro,
El recorrer el camino rumbo a los ideales, es plenitud.

¡En manos de la Educación, la Juventud y los Maestros, está el presente y el futuro humano!
Fuente: http://www.lanacion.com.co/index.php/opinion/item/270320-para-que-la-educacion
Imagen: http://www.futurohumano.org/img/imagenes/Lightbox/imagen1.JPG
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Los retos de las universidades japonesas

Por: Suzuki Kan (Hiroshi)

El desconcierto sigue reinando en la educación superior japonesa, acuciada por problemas como la falta de salidas laborales para los nuevos doctores (el llamado problema posdoctoral) o el fracaso de las escuelas de posgrado de derecho. La universidad se encuentra ante la necesidad de reformar sus estrategias con medidas como adaptar los exámenes de acceso al panorama global. En este artículo el experto en políticas educativas Suzuki Kan analiza el trasfondo y la dirección de las reformas universitarias en Japón.

Reformas que provocan confusión

Antes de empezar permítanme realizar un apunte sobre la idiosincrasia de las políticas educativas en Japón: aunque las nuevas políticas suelen aplicarse con éxito cuando pueden ejecutarse exclusivamente en el seno del Ministerio de Educación, los comités educativos o la comunidad escolar, la confusión reina cuando se trata de introducir nuevos sistemas abiertos que implican a terceras partes. Los nuevos sistemas educativos conllevan desconcierto porque se introducen sin un buen plan de acción concreto que defina variables cuantitativas como a cuántos estudiantes se aplicarán o qué resultados se esperan.

Un buen ejemplo de política que se ha llevado a cabo con éxito dentro de la comunidad educativa es la mejora del nivel académico de los estudiantes de 15 años. En 2012 Japón obtuvo la puntuación global más alta de los 34 países que participaron en el informe PISA —un estudio sobre el nivel académico que realiza la OCDE cada tres años—, superando a Finlandia en todas las materias evaluadas. Las actividades de lectura matutina que se llevan a cabo con diligencia en las escuelas primarias de todo el archipiélago han rebajado la tasa de estudiantes de primaria que no leen (es decir, niños que no leen ni un libro al mes) hasta el 3,8 %. La media de lectura de los niños de primaria japoneses es de 11 libros al mes, dato que ilustra la exhaustividad de las medidas de fomento de la lectura.

Los problemas de las escuelas de posgrado de derecho y los posdoctorados

Las dificultades que actualmente experimentan las escuelas de posgrado de derecho y los posdoctorados son ejemplos de políticas educativas de tipo abierto fracasadas. Primero el intento de ampliar la escasa plantilla de abogados del país mediante una serie de medidas aprobadas por el Gabinete falló por la oposición de la Federación de Colegios de Abogados de Japón. Y luego se rebajaron los requisitos para la constitución de nuevas escuelas de posgrado de derecho confiando en que la competitividad regularía la situación, pero se acabó generando un exceso de centros poco cualificados.

Algo parecido sucedió con la ampliación de los programas de posgrado. La iniciativa iba bien encaminada, ya que en el mundo hay cada vez más trabajos que requieren una formación doctoral. Sin embargo, las estrecheces financieras del Gobierno frenaron la creación de plazas en las universidades y los centros de investigación para los nuevos doctores, que tampoco encontraron su lugar en la empresa privada ni lograron abrirse camino como emprendedores. Así surgió lo que en Japón se conoce como el problema posdoctoral, que es la falta de salidas laborales con las que los nuevos doctores puedan explotar sus competencias.

Así pues, aunque al principio el lanzamiento de los nuevos sistemas educativos atrajo a un buen número de estudiantes con potencial, la falta de oportunidades laborales de los nuevos graduados acabó sembrando un clima de decepción que ahuyentó a los estudiantes cualificados de las siguientes generaciones. También el sector empresarial acabó decepcionado ante la escasez de graduados bien preparados para los puestos que habían creado.

En el trasfondo de este problema yace la costumbre de elaborar los presupuestos de educación de año en año y el protagonismo excesivo que otorgan las autoridades y los medios de comunicación a las políticas más “vistosas”. En su primer año de lanzamiento las políticas estrella suelen recibir los fondos necesarios, pero a partir del año siguiente el presupuesto se empieza a limar para fundar la siguiente remesa de políticas abanderadas. Eso obliga a lanzar políticas sin contar con la preparación suficiente. Sería mejor asignar los presupuestos de educación por quinquenios, pero el Ministerio de Finanzas se niega a adoptar ese sistema.

La priorización de las ciencias

Como desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Japón ha venido dando prioridad a la financiación de la educación científico-técnica, los departamentos de ciencias e ingeniería de las universidades nacionales han conseguido mantener una proporción entre estudiantes y profesores a la par con la de los países líderes del mundo. Además el sistema de seminarios de investigación, en que los investigadores veteranos tutorizan a los novatos, ha permitido formar investigadores muy bien preparados.

Desde el año 2000 Japón ha cosechado una buena remesa de premios Nobel, algunos de los cuales procedían de universidades públicas regionales; son ni más ni menos que los frutos de décadas de generosa inversión en la educación y la investigación científico-técnica.

Las universidades públicas japonesas se mantienen entre las primeras del mundo en el número de citaciones de artículos científicos: la Universidad de Tokio es la tercera en el campo de la física, la Universidad de Kioto es la cuarta en química, la Universidad de Osaka es la cuarta en inmunología y la Universidad de Tōhoku es la quinta en ciencia de materiales. Pero existen fuertes dudas sobre si Japón podrá mantener estos niveles en el futuro. Hoy en día los estudiantes más prometedores se marchan a trabajar a la industria tras terminar la maestría, y solo un 9,9 % continúa estudiando el doctorado. Mientras que otros países impulsan su inversión en educación superior e investigación, el presupuesto japonés lleva 15 años congelado, por lo que las universidades y los centros de investigación no han podido crear nuevas plazas para las nuevas horneadas de doctores.

Para que los posdoctorados japoneses puedan participar en la empresa privada, ser emprendedores y competir en el mercado internacional (en las universidades, instituciones de investigación y empresas de los países emergentes), Japón debe mejorar la calidad de su formación doctoral, no solo en términos de capacidad investigadora sino también en la capacidad de comunicación en un entorno global, el diseño y la gestión de proyectos, y la aplicación a la resolución de los problemas de la sociedad. Con ese fin se lanzó el Programa para Escuelas de Posgrado Líderes, que ofrece apoyo a 62 programas de 33 universidades japonesas. La primera promoción de los 3.300 estudiantes matriculados hasta la fecha se graduará en 2017.

Humanidades y ciencias sociales: las grandes olvidadas

Los estudios universitarios de humanidades y ciencias sociales arrastran aún más problemas que los de ciencias. Para empezar, Japón dedica un presupuesto raquítico a la educación superior comparado con los países occidentales; mientras que EE. UU. invierte un 2,6 % del PIB, Japón solo un 1,5 %. Como además Japón ha venido priorizando la inversión en los estudios científico-técnicos, los de humanidades y ciencias sociales llevan varias décadas pasando penurias.

La paupérrima situación de los estudios de humanidades y ciencias sociales se pasó por alto hasta mediados de los años noventa porque las grandes empresas se encargaban de suplir la falta de preparación de los jóvenes que reclutaban formándolos en su propio seno. Sin embargo, tras el estallido de la burbuja económica y la llegada del temporal de los despidos en masa, las empresas se quedaron sin margen para formar a los nuevos empleados. Al mismo tiempo la relajación de las regulaciones de subcontratación de personal impulsó la contratación de personal no regular, en el que las empresas no invierten ningún recurso formativo.

Los recortes de inversión en la formación del personal nuevo por parte de las empresas hicieron que la preparación de los jóvenes trabajadores cayese en picado, y con ello empezaron a crecer las expectativas y las exigencias de la educación superior en las ramas de humanidades y ciencias sociales. Aunque correspondía al Gobierno suplir el vacío formativo dejado por la empresa, las dificultades financieras, la carencia de liderazgo político y la falta de apoyo por parte de los contribuyentes impidieron asignar la inversión necesaria a la formación de las nuevas generaciones de mano de obra.

Una reforma a tientas para las letras

El sector industrial no comparte una opinión unánime sobre qué formación hay que exigir a las universidades ni de qué parte deben encargarse las propias empresas. Existe una postura que aboga por clasificar las universidades en dos tipos, globales y locales, y designar a las locales para impartir la formación vocacional práctica. En una publicación de septiembre de 2015 tituladaEnfoque sobre la reforma de las universidades nacionales, la Federación Empresarial de Japón (Keidanren) señala lo siguiente: “Lo que buscan las empresas no son recursos humanos que estén listos para trabajar de inmediato, sino personas que tengan cierta resistencia física y sentido moral, y que en la escuela primaria y secundaria hayan adquirido una educación amplia y capacidad para identificar y resolver problemas, comunicarse en idiomas extranjeros y expresar sus ideas y opiniones de forma lógica. Una vez en la universidad, esas personas deberán adquirir conocimientos especializados y conocimientos sobre la diversidad cultural y social mediante experiencias como las estancias en el extranjero”.

El Ministerio de Educación debate con tesón reformas educativas relacionadas con la conexión entre el bachillerato y la universidad. En agosto de 2015 el Ministerio señaló la necesidad del aprendizaje activo dirigido a la identificación y la resolución de problemas, así como la urgencia de medidas para mejorar la calidad y la cantidad de personal docente de bachillerato. También lanzó una política para cambiar el enfoque de los exámenes de acceso a la universidad y pasar de los actuales exámenes tipo test, que evalúan conocimientos y técnicas, a exámenes de redacción que evalúen la capacidad de reflexión, juicio y expresión. Paralelamente, en septiembre de 2015 la Asociación de Universidades Nacionales de Japón acordó ampliar al 30 % el cupo de estudiantes admitidos por recomendación del centro de bachillerato, con el objetivo de no limitar la admisión al examen de acceso y otorgar mayor valor a los méritos cosechados durante la secundaria.

El Ministerio de Educación también trabaja en una reforma del currículum universitario para introducir el concepto del aprendizaje basado en proyectos (PLB, por sus siglas en inglés), que nutre las capacidades de resolución de los problemas del mundo real.

Se buscan profesores preparados

La clave para materializar las reformas de las que hablábamos es captar un personal docente cualificado en humanidades y ciencias sociales y mejorar la proporción entre estudiantes y profesores en esas ramas que se han descuidado durante décadas. Para ello es imprescindible aumentar el presupuesto público, la inversión privada y las tasas de matrícula. Sin embargo, en Japón sigue existiendo un estereotipo muy arraigado de la educación universitaria como un período de vacaciones de cuatro años que impide reunir consenso sobre la necesidad de aumentar los fondos para los estudios de humanidades y ciencias sociales.

Por otro lado las empresas no reconocen las universidades de letras (humanidades y ciencias sociales) japonesas como el destino de su contribución. También un sector de los estudiantes de bachillerato más brillantes y los docentes e investigadores más reputados ha despreciado estas instituciones, y cada vez son más los que eligen desarrollar su carrera en universidades estadounidenses.

Ahora bien, las tasas de matrícula de las universidades privadas más prestigiosas de Estados Unidos cuestan diez veces más que las de las universidades nacionales japonesas de humanidades y ciencias sociales. Y además de que en países como Reino Unido, EE. UU. o Australia las tasas universitarias de las universidades públicas son más altas para los estudiantes japoneses que para los autóctonos, las becas también se otorgan prioritariamente a los estudiantes del país. Así que solo los japoneses de mejor nivel económico o académico pueden acceder a estudios de humanidades y ciencias sociales reconocidos internacionalmente. Por eso es crucial garantizar en Japón una educación universitaria a la que puedan acceder cuantos más estudiantes mejor. Y los medios de comunicación deben encargarse de difundir este problema.

La universidad requiere una gestión estratégica

La única forma para las universidades y el Ministerio de Educación de recabar la comprensión y el apoyo necesarios para mejorar el sistema de la educación superior es llevar a cabo iniciativas que engendren éxitos visibles. La gestión estratégica de la universidad levanta grandes expectativas en ese sentido. El Ministerio de Educación ha emprendido acciones como el proyecto Mejores Universidades Globales, el proyecto de apoyo a las universidades investigadoras y el refuerzo de la autoridad de los rectores universitarios (enmienda de la Ley de Educación), con las que se espera imprimir un carácter propio que haga destacar a las universidades japonesas.

A pesar de todo, ¿es posible o conveniente aplicar a la universidad una estrategia de “selección y concentración” como la del sector empresarial? ¿Quién debe hacerse cargo del coste de la reforma y cómo debe hacerlo? Se impone someter estas cuestiones a un debate serio y minucioso entre los distintos actores sociales implicados. Las universidades no deben esperar a que sea el Gobierno quien prepare la mesa para debatir, sino que deben tomar las riendas para emitir su propio discurso, educar la opinión pública y liderar un debate fructífero.

Suponiendo que se lograse decidir la estrategia a seguir, actualmente las universidades carecen de las herramientas necesarias para buscar, formar, explotar, evaluar y gestionar al personal necesario para llevar la empresa a buen puerto. Además, antes que nada urge analizar la gestión universitaria e identificar en qué se parece y en qué difiere de la gestión empresarial y la gubernamental.

En la década de los ochenta el sistema universitario estadounidense se enfrentó a problemas parecidos a los que ahora afronta Japón. El presupuesto nacional de defensa y energía sufrió grandes recortes, y hubo que cambiar radicalmente el modelo de gestión de las universidades. En aquellos tiempos la gestión universitaria empezaba a establecerse como profesión con estudios reglados. Ahora que Japón se ve ante la necesidad de diseñar y poner en marcha un nuevo modelo de gestión universitaria, puede tomar el caso estadounidense como referencia e identificar los puntos que tienen en común y aquellos en los que divergen a causa de los factores contextuales. En cualquier caso, parece que la dolorosa transición del sistema de la educación superior japonesa todavía va a alargarse una buena temporada.

*Fotografía del encabezado: Ceremonia de graduación celebrada en marzo de 2015, en el campus de Hongō de la Universidad de Tokio, con 3.160 participantes. (Cortesía de Jiji Press.)

*Articulo tomado de: http://www.nippon.com/es/in-depth/a05101/?pnum=2

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Mitos sobre la custodia compartida

Por Diana García Bujarrabal.

La custodia compartida sigue siendo un régimen excepcional en España, así como un asunto controvertido, que levanta ampollas. Sin embargo, en los últimos años se ha ampliado su uso y en algunas comunidades autónomas se ha convertido incluso en la opción preferente.

Todo lo que rodea a un divorcio es doloroso. Desde la ruptura sentimental en sí hasta el vértigo que da emprender una nueva vida. Pero si además hay hijos en la pareja las dificultades y el drama se acrecientan. El régimen de guarda y custodia de los hijos es siempre fuente de conflictos, incluso cuando no hay grandes desavenencias entre los progenitores. Y es que el miedo a perder el contacto con los hijos y las posibles responsabilidades económicas que se deriven del régimen acordado o establecido por el juez generan diferencias a veces muy difíciles de limar.

A pesar de las reticencias que despierta en muchos sectores por considerarlo un ataque a los derechos de las mujeres, o bien por el posible perjuicio de convertir al menor en un ‘niño maleta’, lo cierto es que el régimen de custodia compartida es cada vez más habitual en nuestro país. Según los último datos del INE, en 2014 se produjeron un total de 100.746 divorcios, y este régimen fue otorgado en el 21,3 por ciento de los casos. El año anterior, en 2013, fueron el 17,9 por ciento. Al final, «depende mucho de los juzgados», precisa Álvaro Soto, letrado de ABA Abogadas especializado en derecho de familia.

Por otra parte, existen muchos mitos en torno al régimen de custodia compartida que hacen que disuaden a las partes a la hora de pedirlo. Desgranamos junto con el abogado algunos de ellos.

Mito: Obtener la custodia compartida es imposible si no hay acuerdo entre las partes.

Es cierto que el Código Civil establece este régimen como excepcional si no hay acuerdo entre las partes. Sin embargo, Soto precisa que desde 2013 la situación ha cambiado a raíz de una sentencia del Tribunal Supremo que crea jurisprudencia y que establece que este régimen debe considerarse normal e incluso deseable porque permite que sea efectivo el derecho que los hijos tienen a relacionarse con ambos progenitores.

Diferencias por Comunidades Autónomas:

Las posibilidades de obtener una custodia compartida son mayores en comunidades como Aragón o Cataluña donde existen leyes autonómicas que establecen este régimen como preferente. En Cataluña no se habla de custodia compartida, sino de ‘responsabilidad parental compartida’, y se desliga el uso de la vivienda de la custodia, otorgando ésta a quien quede en peor situación económica.

La importancia de la opinión del menor:

Más allá de las interpretaciones judiciales, Soto señala la importancia que los jueces suelen conceder una gran importancia a la opinión del menor. «A partir de los nueve o diez años se les somete a una exploración judicial en la que se le pregunta directamente». Antes de esa edad es el equipo psicosocial adscrito al juzgado el que emite un informe que también suele tener mucho peso. «Se trata de comprobar que son personas equilibradas, que efectivamente podrán ejercer la custodia compartida, y que no van a transmitir al menor odio por su expareja«.

Mito: La custodia compartida siempre se regula por meses, quincenas o semanas

Es éste otro mito bastante extendido y que desde ABA Abogados se esfuerzan por desmontar. Hay profesiones (médico, piloto…) que por sus peculiares características no tienen unas jornadas y horario fijos y que llevan a pensar que son incompatibles con la custodia compartida. Sin embargo, Soto señala que «el juez puede estipular que se facilite el calendario de trabajo un mes antes y se adapte el régimen«. Señala además que la custodia compartida no significa que los niños pasen exactamente el mismo número de días con cada progenitor. «Puede existir un reparto de un 60% – 40% de días y seguir considerándose una custodia compartida«.

Por otra parte, señala que cada vez es más habitual que se establezca un régimen de visitas tan ampliado que a efectos prácticos sea casi como una custodia compartida.

Mito: los gastos que generen los hijos se pagarán siempre a la mitad

Soto recuerda que el Código Civil lo que prioriza es que no descienda el nivel de vida del menor. No obstante, respecto a quién debe asumir los gastos y cómo se trata de que cada progenitor contribuya en función de su capacidad económica.

Mito: El uso de la casa familiar será siempre compartido

Compartir la casa familiar, de forma que los progenitores entren y salgan en función de cuando les toque convivir con el menor, es solo una de las opciones posibles. De esta forma se evita que el niño o los niños tengan que hace constantemente las maletas para pasar de una casa a otra. No obstante, si la vivienda es en propiedad dice Soto que habitualmente «intenta que se liquide esta vivienda» para que cada uno de los progenitores pueda establecerse por su cuenta en viviendas cercanas.

Por otra parte, si la vivienda es propiedad de uno solo de los progenitores, puede reclamar su uso en exclusiva.

La custodia compartida en el extranjero:

Los ejemplos en nuestro entorno son diversos, no obstante la custodia compartida es la norma recomendada en países como Alemania, Francia, Italia y Reino Unido. En otros, como Portugal o Noruega, la práctica es más parecida a España, es decir, se concede sobre todo en caso de acuerdo entre las partes.

Publicado originalmente en: http://www.que.es/ultimas-noticias/sociedad/201602110801-mitos-sobre-custodia-compartida.html

Imagen: http://www.que.es/archivos/201602/custodia_nor-672xXx80.jpg

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Matar o no matar los comentarios en los medios, he ahí la cuestión

Por Javier Pastor.

¿Tenemos los comentarios que nos merecemos? Esa es una de las preguntas que los medios se plantean hoy en día. Lo hacen los mismos que apostaron por abandonar ese diálogo unidireccional de la era pre-internet para acometer uno de los proyectos más importantes de la nueva etapa de la comunicación: la de escuchar por fin a los lectores y la de convertirlos en parte de la conversación. Los monólogos habían acabado.

Aquello no funcionó. Al menos, no como todos esperábamos. Los comentarios se convirtieron pronto en un problema para quienes creyeron que iban a ser una revolución. La conversación ya no era tal: era -a menudo- ruido. La culpa no era en realidad de los lectores, sino de unos medios que no han (hemos) sabido adaptarse a este escenario. La situación es ahora compleja, y hemos hablado con varios de los grandes medios de nuestro país para entender el fenómeno de los comentarios.

¿El fin de los comentarios en los medios?

El debate llega en un momento singular en el segmento de los medios de comunicación. Varios medios estadounidenses han ido sumándose a una tendencia singular: la de cerrar sus secciones de comentarios y redirigir la conversación a las redes sociales. Popular Science, The Chicago Sun-Times,Reuters, Re/code, The Week, Mic, Bloomberg, The Verge (parcialmente), The Daily Dot, The Daily Beast y hace tan solo unos días Motherboard han tomado una decisión que ahora plantea más que nunca el debate sobre la validez de los comentarios.

En todos esos casos el mensaje ha sido similar: el esfuerzo no compensa, y de todos modos la conversación está cada vez más presente en las redes sociales y no en las ingobernables secciones internas de comentarios. NiemanLab, oráculo de quienes hacemos periodismo (sea tecnológico o no), analizaba esa tendenciahablando con los responsables de las publicaciones.

Kara Swisher ya explicaba las razones en aquel adiós de Re/code a los comentarios: «creemos que las redes sociales son el nuevo ámbito de los comentarios«. Su visión sobre esta situación iba de hecho más allá: «no está claro por qué los comentarios son una parte particularmente buena de la experiencia en un sitio web«.

VARIOS MEDIOS ESTADOUNIDENSES HAN IDO SUMÁNDOSE A UNA TENDENCIA SINGULAR: LA DE CERRAR SUS SECCIONES DE COMENTARIOS Y REDIRIGIR LA CONVERSACIÓN A LAS REDES SOCIALES

La conversación parece haberse vuelto insostenible para muchos. Nilay Patel, editor jefe de The Verge, también lo dejaba claro: «podemos implementar un millón de herramientas para ayudarnos a encargarnos de los malos usuarios, pero lo que realmente necesitamos hacer es construir una comunidad que desde el primer momento impida que esos malos usuarios logren destacar«. Otros como Reuters habían llegado a la conclusión de que su trabajo era hacer periodismo. Dan Colarusso, editor ejecutivo de este medio, explicaba que «no buscamos iniciar un debate. Buscamos contar las noticias. Sentíamos que ya que buena parte de la conversación sobre nuestras historias ya había gravitado hacia las redes sociales, ese era el mejor sitio para que ese discurso tuviese lugar«.

Los argumentos de los editores de estos prestigiosos medios transmiten una idea clara: los comentarios no merecen la pena. No son los únicos: el debate sobre la validez de los comentarios se ha visto claramente sacudido por el uso de estos sistemas de forma tóxica. Jessica Valenti escribía en The Guardian como para los escritores lidiar con los comentarios no tiene (¿a menudo?) sentido: «es como trabajar en un turno doble en el que te prestas voluntariamente a ataques de gente con la que nunca te has encontrado y que esperas no encontrarte nunca. Especialmente si eres una mujer«.

«LO QUE REALMENTE NECESITAMOS HACER ES CONSTRUIR UNA COMUNIDAD QUE DESDE EL PRIMER MOMENTO IMPIDA QUE ESOS MALOS USUARIOS LOGREN DESTACAR»

Algunos simplemente argumentarían que esta periodista y todos aquellos que no entienden el valor de los comentarios tienen una fácil solución: no leerlos. Pero Valenti iba más allá y también atajaba esa cuestión. «Cierto, simplemente podría dejar de leer comentarios. Pero no debería tener que hacerlo. Ignorar cosas odiosas no hace que desaparezcan«. Otra editora en Salon, Mary Elizabeth Williams, se mostraba de acuerdo con esa reflexión que sitúa a los comentarios como una herramienta para que muchos lancen ataques personales y contaminen una conversación en las que las «minorías gritonas» suelen arrastrar al resto de la comunidad.

A aquellos de vosotros que, tras leer los reportajes, escriben respuestas en los comentarios y ofrecen una perspectiva sana e ilustrada -tanto si estáis de acuerdo con el autor como si no- os saludo. A aquellos que leéis los comentarios porque encontráis allí una conversación informativa e intelectualmente desafiante, mazel tov. A todos los demás, disculpadme, pero sospecho poderosamente que sois trolls, masoquistas, o ambas cosas.

Pero como en todo, es necesario buscar otras perspectivas. Y desde luego, hay quien lo hace. Muchos, en realidad.

En defensa de los comentarios

El responsable último de la calidad de la conversación es el medio. El problema, claro, es que los medios jamás vieron lo que se les venía encima. Todos abrieron (abrimos) alegremente la caja de Pandora cuando permitieron a sus lectores expresar sus opiniones libremente. Sin registro y sin demasiada atención inicial a la moderación. Entrad y comentad, decíamos desde nuestra posición privilegiada. Y entrasteis. Y comentasteis. Y llegó el caos.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Ramón Salaverría, José Manuel Rodríguez, Marlilín Gonzalo, Virginia Pérez, Adrián Segovia, Chema Martín, Guiomar del Ser, y Emilio Contreras

Los medios -y los lectores- hemos aprendido a base de tropezar en distintas piedras una y otra vez. Y uno de los que mejor ha aprendido es The New York Times, referente de medios impresos y digitales y que lleva mucho tiempo investigando sobre esta cuestión en particular. En el reciente Computation + Journalism Symposium -tenéis el vídeo con las larguísimas jornadas del día 1 y del día 2 en YouTube- participaba por ejemplo Bassey Etim, responsable de la comunidad en este diario. Este experto defendía el valor de esta parte del negocio: «tenemos que tratar los comentarios como contenido«, afirmaba. «No podemos ceder el mundo social a las grandes empresas«.

«TENEMOS QUE TRATAR LOS COMENTARIOS COMO CONTENIDO»

En The New York Times no están solos en esa defensa de los comentarios: los analistas y responsables de estas secciones en los principales medios de nuestro país también creen que el balance es muy positivo. Hemos podido contar con la participación de:

Y esto es lo que nos han contado. Comienza la conversación sobre la conversación.

La moderación, tan compleja como fundamental

El primer gran tema sobre el que hablábamos con este grupo de expertos y responsables de medios de comunicación era el de la moderación de comentarios. Los sistemas de moderación manual (humana) no pueden lidiar con el enorme volumen de mensajes que la mayoría de grandes medios reciben, así que la solución pasa por, como decía Ramón Salaverría, «combinar la moderación automática con la manual«, algo en lo que coincidía también Jose Manuel Rodríguez, que añadía que «los sistemas de moderación automático sirven para activar alertas tempranas, detectar conductas, pero luego viene la intervención humana, que permite cortar metáforas racistas o cosas que devalúan el debate«.

En esa labor han aparecido por supuesto tecnologías y servicios que permiten asistir a los medios en las tareas de moderación: Disqus o Livefyre se encuentran entre los más conocidos para externalizar esa gestión y hacerla más cómoda gracias a la integración de distintas opciones de inicio de sesión (login) social o de gamificación.

«LA GENTE NO ENTIENDE UN VOTO NEGATIVO: NO SE DIFERENCIA LA DENUNCIA (RACISMO, VIOLENCIA) CON TEMAS CON LOS QUE UN LECTOR ESTABA EN CONTRA DE LA OPINIÓN DE OTRO Y LE VOTABA NEGATIVO»

En eldiario.es también tuvieron que lidiar con el problema de la moderación, y Marilín Gonzalo nos contaba como bajo su experiencia «lo que más funciona es que la comunidad se modere a sí misma«. El año pasado este medio tuvo que afrontar un cambio importante en un sistema de comentarios que comenzaba a írseles de las manos, y en junio compartieron con los lectores las posibilidades para que ellos también participaran. En diciembre la decisión estaba tomada, y allí explicaban cómo todos los lectores podrían comentar y votar, pero solo los socios de forma conjunta podrían moderar comentarios inapropiados. Tanto los votos como las denuncias serían públicas, en un sistema que aprendía de la colaboración con Menéame, que precisamente lleva años lidiando con un problema similar.

Esos sistemas de votos tratan de evitar, como decía Gonzalo, que la sección se convirtiera en un chat: «eso creaba mucho ruido y nos alejaba de lo que queríamos, que es que cada noticia generase un debate sobre el que se estaba hablando«. Además, explicaba, la gente no entiende un voto negativo: «no se diferencia la denuncia (racismo, violencia) con temas con los que un lector estaba en contra de la opinión de otro y le votaba negativo«.

«ANTES SE POSTMODERABA TODO, PERO HOY EN DÍA ESA LABOR ES IMPOSIBLE»

Los servicios que han planteado alternativas a los integrados dentro de los sistemas de gestión de contenidos (CMS) de los medios han seguido avanzando, y hubo intentos valientes de transformar esos debates en conversaciones que tuvieran sentido por sí solas. Branch lo intentó sin éxito, y tras tres años de lucha acabaría siendo adquirida por Facebook y finalmente desapareció. Atentos, por cierto, al esfuerzo de The Coral Project, una iniciativa que ofrecerá herramientas para replantear esa conversación online y que es fruto de la colaboración de The Mozilla Foundation, The Washington Post, The New York Times y The Knight Foundation, aunque sus desarrollos serán productos software Open Source.

En un terreno distinto tenemos a Discourse, un sistema creado por Jeff Atwood (@codinghorror). Este desarrollador ya fue co-fundador de la red de preguntas y respuestas Stack Exchange, pero acabó dejando aquel proyecto para tomarse un tiempo que le serviría para preparar su siguiente meta. Discourse -que entre otras cosas es Open Sourcefunciona de forma similar a los tradicionales foros de debate, pero se ha convertido en una poderosa alternativa para gestionar esos debates gracias a sus completas opciones y a la experiencia de este desarrollador, que ya tuvo que afrontar todo lo relacionado con las comunidades online en la red que fundó junto a Joel Spolsky.

Discourse hace uso de la ludificación (o gamificación) para fomentar el debate civilizado y para ofrecer herramientas que la comunidad utiliza para expulsar a los trolls y los «malos actores», y ese concepto también se usa en cierta medida en diversos sistemas de comentarios en estos medios. Adrián Segovia, CDO en As.com, nos explicaba como aunque en este medio no se utilizaba de forma amplia este tipo de técnicas sí se aprovechan en El País, del mismo grupo, donde hay niveles de superusuario que una vez en ese estado no necesitan esa minuciosa moderación que otros usuarios sí requieren: a esos usuarios, como ocurre en The New York Times con ciertos usuarios «de confianza», no se les modera porque su experiencia en el sitio demuestra que su aportación es constructiva.

«SE LLEGAN A HACER COMENTARIOS XENÓFOBOS CON UN TONO EXQUISITO»

Guiomar del Ser confirmaba esa apreciación, y nos contaba cómo en El País «trabajamos en refuerzos positivos: la visibilidad [de los «superusuarios»] es mayor, con ellos hay post-moderación, mientras que con los demás hay pre-moderación«. Antes, afirmaba la responsable de redes sociales de este diario, se postmoderaba todo, pero hoy en día esa labor es imposible, algo que ha hecho que en El País -como en otros muchos medios- hayan acudido a los servicios de Interactora, una empresa que gestiona este tipo de temas, y con cuyos responsables también tuvimos la oportunidad de hablar.

Lo hicimos con Joan Llorach, fundador y CEO de la firma, que nos comentaba cómo la empresa trabaja con diversos medios de gran calado. Para su labor hacen uso de herramientas automáticas que utilizan junto a la moderación humana. Llorach no pudo darnos detalles en temas como los filtros semánticos que utilizan para descartar mensajes que de primeras saben que van a introducir ruido, pero afirmó que en este apartado hay límites respecto a lo que la tecnología puede detectar y filtrar.

«Se llegan a hacer comentarios xenófobos con un tono exquisito que no se pueden pillar con tecnología«, explicaba, añadiendo que esas herramientas automáticas sirven para determinar con mucha precisión «si los comentarios son positivos o negativos«. En ese análisis hay verdaderos tesoros: por ejemplo, puede ser muy relevante para monitorizar las opiniones sobre un hotel determinado.

Sin embargo Segovia incidía en el problema fundamental de este apartado: «la moderación buena es cara, porque tiene que ser humana. Si tienes que moderar mucho a lo mejor tienes que cerrar los comentarios«. Mientras que en blogs y medios de pequeña entidad esa labor de moderación es asumible por parte del responsable o responsables, la cosa cambia en medios de esta dimensión, en los que el volumen de comentarios es enorme.

«LA MODERACIÓN BUENA ES CARA, PORQUE TIENE QUE SER HUMANA»

Emilio Contreras, de Marca, coincidía en esa apreciación: los 20.000 comentarios que reciben a diario pueden llegar a ser 50.000 en temas candentes -clásicos Madrid-Barça, por ejemplo-, y «gestionar eso cuesta mucho dinero«. En el caso de Marca hay postmoderación, lo que implica que suelen aparecer trolls y comentarios xenófobos y racistas, con mucho usuario que como nos comentaba «hace mucho ruido«. Y sin embargo, eso sería lo ideal, señala Segovia: el periodista debe contestar y participar de la conversación, pero en estos medios esa labor impediría precisamente hacer periodismo.

Usuarios anónimos y usuarios con seudónimo

«El anonimato es una excusa para comportarse a una forma distinta a como lo harías cara a cara«, afirmaba Jose Manuel Rodríguez, que añadía que uno de los problemas asociados a ese anonimato es que «retiran la responsabilidad de lo que dicen«, aunque apuntaba a otro efecto importante de ese anonimato: «también protege a usuarios marginados o amenazados«.

Ramón Salaverría apuntaba a los problemas legales derivados de esos comentarios anónimos, que pueden hacer que el medio sea susceptible de ser demandado legalmente. «En las redes sociales hay menos problemas«, indicaba Salaverría, que nos hablaba de los esfuerzos e iniciativas que han tratado deimpulsar temas como el DNI digital o esos mecanismos de registro universales propuestos por Facebook o Google. «Por eso los medios piden cada vez más datos de los usuarios«, señalaba Rodríguez al hablar de este aspecto del anonimato.

LOS COMENTARIOS A MENUDO SE HACEN CON FINES QUE NO SON NI LIMPIOS NI TRANSPARENTES. A MENUDO HAY GRUPOS DE PRESIÓN QUE CONDICIONAN LA CONVERSACIÓN

De hecho Rodríguez no asociaba anonimato con una mala calidad de los comentarios. Más bien al contrario: «en determinados asuntos la gente quiere expresarse, y si le das la oportunidad de hacerlo en tu medio, lo hacen«, y ponía el ejemplo de Menéname, donde nos decía, «encuentras gente preparadísima«.

La reflexión algo más personal venía de Virginia Pérez, de El Mundo, que nos comentaba cómo en el tema del anonimato “he cambiado mi visión con los años:Los comentarios a menudo se hacen con fines que no son ni limpios ni transparentes. A menudo hay grupos de presión que condicionan la conversación«. En su opinión, el anonimato debería tender a desaparecer en los medios salvo en esas situaciones especiales de colectivos marginados o amenazados.

La validez del anonimato en los comentarios contrasta con el uso de seudónimos(que según Fundeu no hay que confundir con apodos o alias), utilizados por artistas y escritores a lo largo de la historia y que ahora han tenido también clara repercusión en foros, redes sociales, blogs y por supuesto medios en los que ciertas personas prefieren ofrecer ese pseudónimo como identidad alternativa, aunque lo mantengan incluso en diversas plataformas y escenarios online.

«UNO DE LOS GRANDES ERRORES ES ASUMIR QUE LOS SEUDÓNIMOS SE USAN EN MODO DEFENSIVO PORQUE LA GENTE TIENE COSAS QUE ESCONDER»

En Wired aparecía hace tiempouna reflexión sobre el tema por parte de Daniel Ha, CEO y co-fundador de Disqus, que afirmaba que estos seudónimos «permiten a la gente expresarse más libremente, con mayor autenticidad y con mayor impacto«. Los datos de esta empresa revelaban que el 65% de los que comentan lo hacen bajo seudónimo, y que estos usuarios contribuyen siete veces más que los que comentan de forma anónima y cinco veces más que los que se identifican con Facebook.

«Uno de los grandes errores es asumir que los seudónimos se usan en modo defensivo porque la gente tiene cosas que esconder. En lugar de eso, los usuarios se han expresado y está claro que los seudónimos habilitan una mayor conversación, no lo contrario«, destacaba Ha, que añadía que los seudónimos «eliminan los prejuicios y permiten que la calidad de un argumento y la profundidad de los conocimientos de un usuario hablen por sí solos«.

Es por lo tanto conveniente separar el anonimato del uso de seudónimos que permiten asumir una personalidad alternativa de forma permanente, algo muy común por ejemplo en Twitter -yo mismo soy «javipas» allí-, donde muchos usuarios utilizan nombres de usuarios que suelen ser sus seudónimos en otras plataformas incluidos los comentarios en otros medios. El anonimato está a menudo relacionado con esa protección de la identidad no solo para contaminar conversaciones en foros, medios y blogs, sino también para evitar posibles presiones y amenazas muy reales. El software Tor es un buen ejemplo de cómo aprovechar este concepto para que periodistas o «soplones 2.0» (los famosos «whistleblowers«) puedan realizar su labor sin miedo a represalias.

¿Son los comentarios un truco para ganar tráfico?

Echar una ojeada a los comentarios en diversos medios y sobre todo en diversos temas plantea una reflexión. ¿Por qué permitir que todo ese ruido forme parte del contenido? Muchos podrían pensar en un argumento coherente: a mayor número de comentarios, mayor tráfico y mayor tiempo en página. Métricas que contribuyen a que los anunciantes valoren ese medio para sus campañas publicitarias.

Preguntamos a nuestros interlocutores por esta cuestión, y Ramón Salaverría se mostraba especialmente crítico con este apartado: muchos medios, nos decía, «no tienen un criterio claro sobre cuál es su principal prioridad: u ofrecer calidad en la información o utilizar estrategias para lograr el máximo tráfico posible. Es relativamente fácil multiplicar el número de visitas, pero eso no contribuye a mejorar su reputación informativa. En España los medios tienen un doble rasero, una doble deontología profesional«.

Los responsables de los medios aclaraban la cuestión y defendían la validez de los comentarios aun cuando hay situaciones en las que efectivamente el aporte de valor es discutible. José Manuel Rodríguez explicaba cómo para El Confidencial hay tres responsabilidades: la ética (nada de insultos y amenazas en los comentarios), la legal (no pueden existir comentarios constitutivos de delitos como amenazas o revelación de datos confindenciales), y la estética (que los comentarios aporten valor a la conversación), pero además trataba de ponerse en el lado del lector: «en una comunidad además te interesa la opinión de los que comentan y eso te incita a aportar«. Chema Martín no veía la vinculación, y afirmaba que «no es algo que tengamos presente de cara a pedir más opinión«. De hecho, añadía, «los comentarios dependen de la noticia, ciertos temas hacen que la conversación hacen que ésta esté más o menos polarizada«.

«EN ESPAÑA LOS MEDIOS TIENEN UN DOBLE RASERO, UNA DOBLE DEONTOLOGÍA PROFESIONAL»

Marilín Gonzalo nos explicaba cómo en la inclusión de los comentarios «no intervienen solo objetivos comerciales, sino también la visión del medio: ahí es donde alineas los comentarios, el debate es necesario«. Por su parte Adrián Segovia sí reconocía que al menos al principio sí que los medios «fueron un poco majaderos: todos le sacábamos partido. Generábamos impresiones publicitarias, pero a medida que metías más páginas vistas el impacto publicitario«. El responsable de estas estategias en As hacía autocrítica sobre aquella etapa: «No hemos sabido liderar ese tipo de cosas, hemos vivido un poco mojigatos, y teníamos que haber mantenido la estrategia y no cambiarla a cada poco con miedo, siguiendo tendencias«. De hecho, concluía Segovia, lo que le ha quedado claro es que «la conversación la debes capitanear tú«.

La relevancia de los comentarios va mucho más allá del tráfico también para Guiomar del Ser, y afirmaba que en El País «el tráfico es un argumento, pero no el definitivo. Se trata de establecer una relación de fidelidad con los usuarios, muchos se lo toman muy en serio y se sienten muy implicados con esa labor en la conversación«. Aquí del Ser nos destacaba cómo los comentarios no solo aportan valor a la conversación: «muchas veces nos permiten corregir errores«.

«LA CONVERSACIÓN LA DEBES CAPITANEAR TÚ»

En esa misma línea estaba Emilio Contreras, que afirmaba que para este medio los comentarios «son una manera de dar protagonismo al usuario, y creemos que estamos obligados a desarrollar esa vía«. El redactor jefe de Marca afirmaba que los comentarios han cambiado para siempre a los medios: «la gente ha dejado de ser el sujeto pasivo que compraba el periódico y lo tiraba luego

Psicología de los comentarios

Pero, ¿por qué la gente comenta en medios online? Es lo que se preguntaba Maria Konnikova en un fantástico artículo en The New Yorker en el que precisamente hablaba del cierre hace dos años de los comentarios en Popular Science. Los editores del medio afirmaban que los comentarios, particularmente los anónimos, «socavan la integridad de la ciencia y llevan a una cultura en la que la agresión y la burla dificultan el debate de fondo«.

Konnikova aludía a lo que el psicólogo John Suler llama «efecto de deshinibición online«: la desconexión entre la identidad del que comenta y lo que está diciendo. En algunos estudios como este de Arthur Santana -profesor de comunicación en la University of Houston- la relación entre el anonimato y la comunicación incivil era evidente, aunque también promovía la participación e incluso el pensamiento creativo.

Para José Manuel Rodríguez la tentación era demasiado alta: «En España nos gusta opinar de todo, aunque no tengamos ni idea de nada. Si lo haces en Twitter, cómo no lo vas a hacer en los comentarios. Es una cuestión de querer figurar. Los tertulianos cobran por hablar y los tuiteros pagarían por ser escuchados«. Rodríguez hacía referencia a la célebre pirámide de Maslow o la jerarquía de las necesidades humanas, que es la que precisamente entra en juego con las técnicas de ludificación de las que hablábamos anteriormente.

«LOS TERTULIANOS COBRAN POR HABLAR Y LOS TUITEROS PAGARÍAN POR SER ESCUCHADOS»

De hecho, nos contaba Adrián Segovia, muchos usuarios dan especial relevancia a los comentarios, e incluso pasan directamente del titular a esos comentarios -y a la participación- sin leer el texto de la noticia o reportaje con detenimiento. Eso puede generar todo tipo de efectos: desde cómo los comentarios condicionan nuestra percepción de lo que leemos hasta el fenómeno conocido como la realidad compartida en la que nuestra experiencia en estas situaciones está afectada por la forma en la que la compartimos (o no) socialmente.

Konnikova lo explicaba en el artículo anteriormente citado: «elimina los comentarios completamente, y te llevarás contigo parte de esa realidad compartida, que es precisamente por lo que a menudo queremos compartir o comentar desde el primer momento. Queremos creer que otros nos leerán y reaccionarán ante nuestras ideas«. Como decía Emilio Contreras, de Marca, «la gente se siente reflejada en sus opiniones«.

Quitar los comentarios «es de hecho un acto de censura«, explicaba Segovia, que añadía que los diarios se han convertido «en una conversación pública con sus lectores: internet ha hecho que se conviertan en medios bidireccionales«. Marilín Gonzalo aportaba precisamente la visión contraria, la del periodista: «el choque que se da en un periodista que escribió en papel y pasa a digital es muy fuerte: ve lo que comentan en los textos, y eso les afecta: muchos incluso pensaron en dejar de escribir«. Para la jefa de producto de eldiario.es la gestión de los comentarios es determinante: «hay que cuidar los comentarios no solo de cara hacia fuera, sino hacia dentro: hay que enseñar al periodista a manejar lo que eso le genera«.

«QUEREMOS CREER QUE OTROS NOS LEERÁN Y REACCIONARÁN ANTE NUESTRAS IDEAS»

También hay otro factor esencial en esa psicología de los comentarios: el sentimiento de pertenencia a una comunidad, de tener esa aceptación social que es también parte de la pirámide de Maslow. Guiomar del Ser nos hablaba de cómo en temas polarizadores en El País los comentarios se convierten a menudo en un chat, algo que tratan de evitar pero que es extremadamente difícil. En esos y otros temas, no obstante, se nota la existencia de una comunidad de usuarios con grupos de personas afines: «son un punto de encuentro para mucha gente que puede llevar años comentando noticias«.

Las redes sociales como alternativa (o amenaza) a los comentarios tradicionales

Todo el debate propuesto en este reportaje se cimentaba en una tendencia: la de esos medios que han eliminado sus secciones de comentarios «locales» y que de un tiempo a esta parte han trasladado la conversación a las redes sociales.

En Reuters tomaron esa decisión en noviembre del año pasado, y sus editores explicaban como «durante los últimos años han cambiado muchas cosas en la forma en la que los lectores interactúan con las noticias«, y añadían que la decisión de eliminar los comentarios en su sitio estaba argumentada en un cambio de tendencia:

Buena parte de los debates articulados y bien informados en las noticias, además de la crítica o la alabanza por esas historias, se ha trasladado a las redes sociales y a los foros de discusión. Esas comunidades ofrecen una conversación vibrante y, algo importante, están autogobernadas por los participantes que mantienen al margen a aquellos que intentan abusar del privilegio de comentar.

Ese razonamiento es el compartido por otros medios que han tomado la misma decisión, pero los participantes de nuestro debate no veían ventajas definitivas en esa estrategia, aunque reconocían la relevancia de unas redes de las que cada vez les llega más tráfico: Emilio Contreras nos explicaba cómo «el impacto de las redes sociales es cada vez mayor. Antes Marca vivía del tráfico directo y de buscadores, y ahora la mitad llega ya de estas redes«.

«YO PREFIERO SABER SI ESTÁN HABLANDO MAL DE MÍ O NO EN MI PROPIA PLATAFORMA»

Para José Manuel Rodríguez la diferencia entre una plataforma de debate (los comentarios dentro del medio) y otra (las redes sociales) estaba clara: «en un medio la opinión de la gente con la que comentas puede interesarte o no, pero en redes sociales comentas las noticias con la gente de tu entorno, no con los usuarios del medio«. Aquí Rodríguez volvía a incidir sobre la relevancia de esa «marca personal» que uno construye en redes sociales: «articulas un discurso ante personas que sabes quién eres«.

Como en ese caso, para Marlín Gonzalo lo ideal era aprovechar ambas vías de conversación, y advertía de una desventaja de las redes sociales: la conversación en Twitter y Facebook deja de ser tuya y «pasa a ser de otros«. Gonzalo añadía además que veía lógico que «algunas publicaciones lleven la conversación a Facebook, pero lo que no entiendo es que no combines ambas cosas«. Virginia Pérez, de El Mundo, entendía que esa migración de los comentarios hacia redes sociales era hasta lógica por los recursos que impone gestionar la conversación, pero también veía peligro en esa dependencia de esas plataformas: en redes sociales «pierdes el control del usuario para que esté en tu medio, y no solo en la red social«.

«EN REDES SOCIALES COMENTAS LAS NOTICIAS CON LA GENTE DE TU ENTORNO, NO CON LOS USUARIOS DEL MEDIO»

La utilización de las redes sociales como plataforma de conversación también tiene otra ventaja para Adrián Segovia: en ellas «no se potencia el anonimato, tienen donde ir a por ti. En un comentario [local] no tienes nada, solo la responsabilidad legal de que tu comentario forma parte del contenido que estás publicando«. Y aún así, señalaba también, lo ideal era combinar ambas: «puedes aprovechar las redes sociales, pero también formar comunidad en tu medio«.

En 20minutos hace tiempo que tratan de potenciar esa conversación en ambas plataformas y Chema Martín nos explicaba cómo por ejemplo ellos hacen uso del llamado índice Eco de actividad Social, pero que tratan de avanzar en formas mejores de mezclar ambas alternativas: «quizás la solución sea integrar esa conversación de Facebook por ejemplo en tu página«, algo que en lo que Guiomar del Ser se mostraba de acuerdo y que de hecho la propia Facebook ofrece desde hace tiempo con su propia plataforma de comentarios. Aún así, Martín insistía en algo de lo que también hablaban sus colegas en otros medios: «hay comentarios que ya nos estamos perdiendo todos [los medios] porque están en zonas privadas, como en las publicaciones que comparten los lectores en sus propios perfiles de Facebook, que no son las mismas que las que aparecen en nuestras páginas. Yoprefiero saber si están hablando mal de mí o no [en mi propia plataforma]«, aclaraba.

Comentarios invivibles, pero insustituibles

Concluíamos este debate preguntándoles a nuestros participantes dos cosas: una,qué pasaría si en sus medios eliminasen las secciones de comentarios, y dos, si creen que efectivamente los comentarios tienen validez en los medios o no.

Para Ramón Salaverría la cuestión no estaba en los comentarios en sí, sino en el tipo de comentarios. De hecho, nos decía, «estoy a favor de los testimonios«, aquellos comentarios que aportan información añadida, pero no los comentarios sin argumentación del tipo «yo opino, a mí me parece«. José Manuel Rodríguez, de El Confidencial, explicaba que los comentarios tienen sentido para este medio, que tiene «una comunidad pequeña pero fiel, y preferimos no ceder en esas opiniones, y desarrollar esa comunidad propia«.

Marilín Gonzalo, de eldiario.es, era contundente: «un medio sin comentarios no tiene ningún sentido, la conversación debe ser de ida y vuelta, la gente tiene tanto que aportar que nunca nos hemos planteado cerrar esos comentarios para siempre«. En esa misma línea se situaba Chema Martín, que explicaba que sin comentarios «creo que 20minutos perdería su esencia. Los comentarios nos sirven como **ejercicio interno de crítica y autocrítica«.

«UN MEDIO SIN COMENTARIOS NO TIENE NINGÚN SENTIDO»

En este punto es en el que Virginia Pérez prefería aportar su opinión personal con una reflexión distinta: si los medios eliminaran los comentarios, nos decía, «ganaríamos en credibilidad«, pero iba más allá y afirmaba algo especialmente revelador, aunque de nuevo lo hacía a título personal:

Basta que uno lo haga [eliminar los comentarios] para que el resto vaya detrás. No muchos lo admiten, me encantaría tener en el medio en el que trabajo una participación de calidad, que el medio se nutra de la aportación al igual que pasa al revés, pero eso no pasa. Es muy difícil que nadie vaya a admitir que los comentarios son un dolor de cabeza para los medios.

Aún así, aclaraba Pérez al evaluar ese posible cambio en El Mundo: «creo que no soportaría una gran pérdida de datos, pero esto no podría ir solo, habría que acompañarlo con otras cosas: refuerzo informativo, activar el tiempo de permanencia, mejora de otros aspectos«. De hecho, concluía, «sí a los comentarios,siempre y cuando el medio actúe de una manera activa en su canalización«.

En As creen que los comentarios son muy importantes, y Adrián Segovia nos explicaba que «en términos numéricos no pasaría nada, seguiríamos generando muchísimo tráfico» si cortaran los comentarios. Pero también aclaraba que «desde el punto de vista de enriquecimiento del contenido se perderían cosas, hay comentarios muy válidos y que aportan visiones distintas«. Emilio Contreras, de Marca, también creía que eran una parte fundamental de su medio: «Si no fuera por los comentarios aquí no entraría nadie«, y nos adelantaba cómo en este diario ya están preparando mejoras notables en esa parte en la que quieren dar «mayor protagonismo al usuario«.

«ES MUY DIFÍCIL QUE NADIE VAYA A ADMITIR QUE LOS COMENTARIOS SON UN DOLOR DE CABEZA PARA LOS MEDIOS«

En El País tampoco contemplaban la posibilidad, y como afirmaba Guiomar del Ser, «quitar comentarios no está planteado ni a corto ni a medio plazo. No queremos renunciar a ello, sino combinarlo y cuidar las comunidades en otras redes«. Pero es que además nos descubría otro factor relevante para los medios que no habíamos tenido en cuenta: los comentarios generan negocio. Su comunidad es, nos decía, «casi como una “clientela” con la que te relacionas, a la que sirves y que es parte de tu negocio. A la hora de establecer comunicaciones, suscripciones, servicios para el cliente, esa información es valiosa«.

Publicado originalmente en: http://www.xataka.com/especiales/la-transformacion-de-los-comentarios-en-medios-online-la-conversacion-evoluciona

Imagen: http://i.blogs.es/ac90fc/audiencia/2560_3000.jpg

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Problemas psiquiátricos: los grandes desconocidos, también en el aula

España/05 mayo 2016/Autor:María Jesús Mardomingo Sanz/Fuente:El Correo Gallego

Los problemas psiquiátricos de los niños y adolescentes son uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo, sin embargo, el desinterés, los prejuicios y el desconocimiento general de esta realidad son notables. La afirmación de que los niños sufren problemas psiquiátricos produce casi siempre sorpresa, escepticismo y rechazo. ¿Cómo es posible? Si los niños no captan la desgracia y las circunstancias adversas de la vida ¿pueden padecer estas enfermedades? La respuesta es sí. En primer lugar porque las enfermedades psiquiátricas no solo se deben a factores ambientales desfavorables y en segundo lugar porque los niños “sí que captan la realidad”.
El 10 % de los niños y el 20 % de los adolescentes sufren un problema psiquiátrico. Son cifras que se constatan en los países occidentales con muy escasas variaciones entre unos y otros. Son cifras, por tanto, que requieren la atención de la medicina, la escuela, la familia y la sociedad. Estos problemas psiquiátricos, además, pueden diagnosticarse, tratarse y evolucionar favorablemente en numerosas ocasiones, con enorme alivio para el paciente y la familia y con un ­cambio completo de la perspectiva vital del sujeto.
El temor a las enfermedades mentales, a la “locura”, y la visión idealizada de la infancia como una etapa feliz de la vida, contribuyen a esta actitud de prevención y negación de estos problemas, con gran  perjuicio para los niños y sus familias.
¿Y cuáles son los tres grandes pilares para la detección y el diagnóstico? La familia, la escuela y el sistema sanitario. Por lo que se refiere a la escuela, son los profesores quienes muchas veces captan que al alumno le pasa algo, que ha cambiado de carácter, que ha disminuido su rendimiento académico, que está distraído o ausente en clase, que presenta problemas de disciplina que antes no tenía o que se están incrementando, que no aprende de forma adecuada. Y es el profesor quien habla con el niño o el joven y advierte a los padres para que consulten, favoreciendo el diagnóstico y el tratamiento ­temprano, que es la base de la buena evolución.
Esto requiere que el profesor conozca estos problemas y que los padres, y por tanto la sociedad, acepten que los trastornos psiquiátricos no son un motivo de vergüenza o deshonra del paciente y de la familia sino que son entidades médicas, iguales al resto de las enfermedades. Y como tales se pueden diagnosticar, tratar, curar, y siempre mejorar.
El papel del colegio puede ser esencial para diagnosticar el autismo, los trastornos del espectro autista y los retrasos del desarrollo en los niños pequeños. Para los problemas de aprendizaje, la fobia escolar, la depresión, los trastornos de ansiedad, el TDAH y los problemas de conducta en Primaria. Y para los trastornos de la alimentación, el consumo de drogas, el absentismo escolar, la depresión, el trastorno obsesivo o el trastorno disocial en la ESO y el Bachillerato.
Como psiquiatra de niños he tenido la suerte de estar en contacto con los profesores de mis pacientes. Ellos han sido muchas veces la clave para saber que un adolescente comenzaba con un nuevo episodio de depresión o que otro, que tenía un TDAH, había dejado de tomar la medicación.
Quiere esto decir que los ­profesores, por si no tuvieran poco con su trabajo, ¿también tienen que ser psiquiatras infantiles? ­Muchos se echarán las manos a la cabeza. Y con  razón.
No, los profesores no tienen que ser psiquiatras infantiles, pero deben conocer aspectos generales de los trastornos psiquiátricos de los niños, no para hacer un diagnóstico, sino para detectar signos de alerta o motivos de preocupación. Estos conocimientos deberían formar parte de la formación continuada del profesorado, una formación que es imprescindible no solo para estar al día, sino para sentirse motivados en el desempeño de una de las tareas más exigentes y destacadas a la que uno puede dedicar la vida: enseñar y educar a los niños y a los jóvenes.
Los profesores son uno de los grandes valores de nuestro país, pues en sus manos está una de las tareas más trascendentales. Necesitan aprecio, reconocimiento y que se les proporcionen los medios para su enriquecimiento intelectual. También en el tema de los problemas psiquiátricos de los niños.

Fuente noticia:

http://www.elcorreogallego.es/galicia/ecg/problemas-psiquiatricos-grandes-desconocidos-tambien-aula/idEdicion-2016-05-05/idNoticia-995500/

Fuente imagen:

http://www.fundacioncadah.org/web/articulo/-como-captar-la-atencion-de-los-ninos-hiperactivos-en-el-aula.html

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