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Estado Docente y Democracia Participativa

Por Ana De Abreu

Con la puesta en práctica del proyecto de país, que se encuentra contemplado en la carta magna, y la irrupción de la democracia participativa en Venezuela como modelo político-social hegemónico, han surgido interminables debates referidos a la viabilidad de la implementación de dicho modelo en el marco del tipo de Estado que aún se mantiene vigente y de cómo la transformación del mismo (Estado) minimizaría los obstáculos para materialización del modelo societal antes referenciado.

La apertura de espacios para la actuación de nuevos sujetos sociales en la gestión pública puso en evidencia la perentoria necesidad, por parte de ese nuevo Estado emergente, de crear los mecanismos que por obligatoriedad constitucional debían aparecer para lograr dicha transformación. Al respecto, la Constitución ha sido muy clara cuando establece en su artículo 62 que todos los ciudadanos pueden participar en la formulación, ejecución y control de la gestión pública; lo cual significa, que para la conducción de este modelo democrático, la participación ciudadana es la base primordial para la definición, aplicación y evaluación de las decisiones públicas que los gobiernos locales, regionales y nacional elaboran para darle respuesta ala diversidad de problemas que surgen en las comunidades.

La presencia de este principio en el ámbito de las políticas públicas venezolanas puede dar suficientes pistas para el abordaje de la política educativa, la cual se ha caracterizado desde hace un extenso período (casi por dos siglos) por la actuación preponderante del Estado Docente, quien se ha abrogado para sí el papel rector de todo lo relativo al proceso educativo del país. Ante este hecho, es pertinente continuar preguntándose ¿si con la implementación del principio de la participación ciudadana en la educación en estos últimos años, se ha visto afectada esta doctrina política en el país? ¿Si los mecanismos que se han ejecutado en este ámbito han fortalecido al Estado Docente tal y como lo ha caracterizado en los últimos años? O ¿si es posible encontrar algún vestigio de un nuevo Estado “Docente” que sea expresión de los nuevos sujetos sociales organizados que participan en dicho ámbito?

Con esta máxima participativa fueron materializándose mecanismos impulsados por las diversas autoridades ministeriales,como fueron desde la convocatoria a la Constituyente Educativa hasta la publicación de la Resolución 058, lo que ha redundado en inyección de calidad a la apertura de las puertas de la gestión escolar a la comunidad. Tales dispositivos, para su ejecución están sustentados en la actuación de un ciudadano fortalecido, organizado, consciente de la tarea a cumplir y del estar en sintonía con el concepto de bienestar colectivo. Al respecto, señala Rinesi (2015) que en el desarrollo de la historia latinoamericana se ha observado permanentemente la conformación de un Estado que le antecede a la sociedad, por lo tanto, para la aparición de los ciudadanos indispensables para el desarrollo de la democracia participativa se estaría en presencia de la construcción de una sociedad desde arriba por el Estado. En el caso venezolano, la creación de mecanismos institucionales por un lado y la formación ciudadana por el otro son parte del camino escogido que garantizan la participación ciudadana, con lo cual se avanzará en la conformación de un nuevo Estado Docente, incluso de un nuevo Estado. Con esas opciones, ¿será posible que surja esa sociedad educadora, nuevo sujeto corresponsable de la política educativa? ¿Será esa sociedad educadora la única opción para superar al Estado Docente? o ¿podrán los movimientos populares, las comunidades y los sectores organizadoscapaces darle respuesta a la problemática educativa desde otra perspectiva social, clasista, popular, comunal y local sin perder el componente nacional?

Rinesi, E. (2015). “Nuestras ciencias sociales tienen el gran desafío de repensar el Estado en su complejidad”. En Cambio de época Voces de América Latina. Brito y Lewit (Coordinadores). Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana

Fuente del Artículo: http://www.aporrea.org/educacion/a227190.html

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=Estado+Docente+y+Democracia+Participativa&biw=1024&bih=489&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwik0Y3twLzMAhXGJR4KHflaB94Q_AUIBigB&dpr=1#tbm=isch&q=Estado+Docente++&imgrc=WBlNJc_NJbn-SM%3A

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El racismo y el sexismo en la publicidad Mundial de hoy en día, se parecen mucho a la serie «Mad Men»

Incluso en 2016, el racismo y el sexismo están vivos y bien en la publicidad.

Crédito de la imagen: Nejron foto / Shutterstock

La demanda presentada a principios de este año por Erin Johnson, el director de comunicaciones de J. Walter Thompson, que llevó a la renuncia posterior del gerente general, Gustavo Martínez, no sorprenderá a ninguna mujer que ha trabajado en la publicidad. Una veterana ejecutiva de Comunicaciones de J. Walter Thompson, Erin Johnson, presentó una demanda ante la corte federal de Manhattan contra Gustavo Martínez, CEO de la red, y contra WPP, por someter a los empleados «a una corriente interminable de comentarios racistas y sexistas, así como contacto físico no deseado y otras conductas ilícitas», que incluyen chistes sobre violación y la comparación de los afroamericanos con los simios. En un vídeo utilizado como prueba contra él, Martínez dice que «se encontró con importantes personajes diferentes y extrañas en el ascensor» en un evento en Miami «Estaba pensando que iba a ser violada en el ascensor, y no de una manera agradable.» Los asistentes dicen que una de las partes, en gran parte a la que asistieron los afroamericanos, estaba teniendo lugar.

Como redactora que trabaja para una agencia de publicidad que más tarde se convirtió en parte de McCann Erickson, personalmente fui testigo de las actitudes de sexismo y racismo al estilo de Mad Men, describió Erin Johnson. Donde trabajaba, todos los hombres tenían oficinas, mientras que todas las mujeres tenían cubículos, eso paralelo a la estructura de pago en el que las mujeres ganaron una ínfima fracción de lo que los hombres recibían. Hubo dos excepciones: una mujer solitaria vicepresidente que me dijo que alcanzó su puesto por «mantener la boca cerrada» y una directora de artes que tenía una oficina en la que había un agujero sin ventanas, mientras que el director de arte masculino tenía una gran oficina con ventanas.

A las mujeres representantes ejecutivas se les prohibió el mantenimiento de las cuentas principales, porque consideraban que los clientes se podrían ofender si se les asignaba una mujer y pensarían que estaban recibiendo un menor trato al que estaban acostumbrados a tener. Una vez tuvo una reunión en la que un cliente le preguntó a un ejecutivo de cuentas  «¿Por qué la rubia tonta en la oficina?», refiriéndose a una empleada.

En el cumpleaños de un Vicepresidente, hombre nos pidieron a las las mujeres nos pidió colocaramos cupcakes iluminadas en  nuestros pechos para que soplara las velas, e hicieramos un circulo alrededor de él en la sala. ¿Por qué? Porque era un «hombre de boobies», nos dijeron. Otra mujer y yo nos negamos. «No es que no tengo sentido del humor,» dijo mi amiga la que se rehusó. «Es porque en mi cumpleaños no voy a tener religiosas para soplar».

Cuando se cerraba la puerta del director general, por lo general significaba que la gerente de la oficina iba allí a proporcionar un servicio al estilo Monica Lewinsky. Ella saldría radiante, y me hablaba de la «relación». Al igual que con los días  de la serie»Mad Men», las únicas mujeres con potencial para poder aspirar a un alto cargo era a través de su relación con un hombre poderoso.

No había empleados afroamericanos. El único hombre negro en el local era un señor que asistía cada dos semanas para atender a las plantas. Los empleadores no tomban el ascensor después que él lo hacía y, literalmente, se tapaban la nariz cuando el hombre negro se presentaba en la empresa, lo que implicaba que olía mal. Deseo que fuera una broma.

Las mujeres y las minorías no eran los únicos ridiculizado y abusado por los chicos frat anuncio. Los clientes también eran burlados y engañados, como si no estaban apoyando a la agencia y con ello a nuestros salarios. Como si no estábamos comiendo las comidas de lujo suministrados por nuestros clientes con un restaurante y alojandonos en habitaciones de lujo suministrados por nuestros clientes con un hotel. Una vez que un cliente distribuidor de coche le preguntó cuánto costaría hacer un cambio menor en su anuncio de televisión, todos sabíamos que era varios cientos de dólares, pero el ejecutivo de cuenta dice al cliente con una cara seria varios miles de dólares. ¿Qué es un añadido cero o dos?

Hablando de los excesos financieros, empresas de producción y otros proveedores que querían nuestro negocio siempre estaban listos para empacar una nariz o dos con la cocaína y la snortola trabajó.

¿Por qué las mujeres preparadas académicamente, de mentes sanas podrían asumir que colocarse cupcakes  encendidos en frente de sus pechos, formara parte de su trabajo? Por la misma razón un Ana Hill siguió trabajando con un Clarence Thomas -esa es la forma en que los trabajos eran en ese entonces ante la alternativa era el desempleo ¿Cómo usted se queja a sus superiores sobre el abuso cuando los de arriba están siendo los que abusan?

En las campañas ofensivas en la década de 1970, eran comunes las campañas creadas por hombres sexistas cuyos anuncios avergonzaban a las mujeres, como la propaganda del «anillo de sucio alrededor del cuello» y «la campaña de líneas de las medias visibles», sin embargo la demanda de Erin Johnson, la renuncia de Gustavo Martínez y mi propia experiencia revela que estos hombres siguen dominando la industria.

Fuente: http://www.alternet.org/culture/racism-and-sexism-todays-advertising-world-are-lot-mad-men-era

Fuente de la magen: http://www.elquintopoder.cl/wp-content/uploads/2014/08/OCAC-Cosificaci%C3%B3n_mujer-600×364.jpg?dddb19

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Trabajadores, ¿unidos?

Juan J. Paz y Miño Cepeda

A mediados de la década de 1980, un grupo de investigadores unidos a través del proyecto ‘Historia del movimiento obrero ecuatoriano: proceso sindical y proceso político”’, auspiciado por varias instituciones académicas y, sobre todo, con la participación directa de las centrales de trabajadores, pudimos entregar al país una serie de estudios inéditos sobre la Cedoc (1938), CTE (1945) y CEOSL (1962).
Estas confederaciones de trabajadores, otrora enfrentadas por razones ideológicas, lograron converger en sus posturas clasistas y crearon el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), que ya luchó contra las dictaduras petroleras de los setenta. Sin embargo, a partir de 1979, con los gobiernos constitucionales, el FUT realizó impactantes huelgas nacionales, ampliamente apoyadas en el país.
Las “plataformas de lucha” del FUT tuvieron fuerza no solo por la unidad de acción sindical, sino también por el claro e importante liderazgo de sus dirigentes, el respaldo de las izquierdas (excepto los ‘chinos’ del PCML) y la vigencia teórica y política que aún tenían el marxismo y los ideales socialistas del triunfo proletario, que movilizaban a distintos sectores académicos y sociales.
El autoritarismo del gobierno de León Febres Cordero (1984-1988), el derrumbe del socialismo en el mundo a raíz de la perestroika, el incontenible avance del modelo empresarial de economía en la década de los noventa, la flexibilización laboral y el agotamiento de los liderazgos y formas de lucha obrera, afectaron gravemente al proceso sindical y político de los trabajadores.
Para el año 2006, el FUT, así como todas las centrales de trabajadores, incluida la UGTE (1994, ligada a los ‘chinos’) eran membretes débiles, sin la fuerza ni la presencia del pasado. Incluso la academia fue impactada, pues hasta la historia del movimiento obrero pasó a ser un área relegada.
Pese a quienes hacen gala de un vehemente criterio contrario, desde 2007, con la superación del modelo empresarial y la reorientación del Estado, se abrió el espacio para el resurgir del movimiento de los trabajadores, que pasó de la crisis sindical y política a la presencia activista.
Sin embargo, de la antigua unidad igualmente se cayó en el fraccionamiento, incluso por la formación de otras organizaciones como la CUT y el Parlamento Laboral. En el ambiente polarizado de la política nacional, también entre las organizaciones sindicales y los trabajadores, hay divisiones entre ‘correístas’ y ‘anticorreístas’.
Se ha privilegiado así la coyuntura por sobre la visión de largo plazo, que debía enfatizar en la fortaleza organizativa y en la lucha contra el poder real del capitalismo que todos cuestionan en teoría, y que se ubica del lado de los sectores de la derecha económica y política que, en cambio, tienen muy claros sus objetivos de clase y saben bien a quiénes deben enfrentar para retomar el Estado.
Sobre la base de las experiencias históricas solo cabe esperar que el movimiento obrero se fortalezca y replantee críticamente su unidad, para detener el avance de quienes manejan el poder real.

  • Artículos recientes de Juan Paz y Miño en «El Telégrafo»: http://goo.gl/eHLSGQ

  • Fuente de la imagen: http://archivo.e-consulta.com/blogs/salario/pronunciamiento-de-apoyo-al-sindicato-de-trabajadores-unidos-de-honda-mexico-stuhm/

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Una semana para la educación… por los niños y el futuro

Por: Teresa Ortuño

Si todas las mujeres tuvieran acceso a educación primaria se reduciría en un sexto el número de matrimonios infantiles y la mortalidad de este sector.

Se evitarían dos tercios de las muertes maternas y también podrían prevenirse siete millones de casos de VIH/SIDA en la próxima década si cada niño recibiera educación.

Cada año más de escolarización puede aumentar los ingresos de un individuo en un 10 por ciento. Si todos los niños disfrutaran de igualdad en el acceso a la educación, el ingreso per cápita podría aumentar.

Los beneficios económicos de la educación primaria universal superarían con creces el aumento en el gasto público necesario para lograrlo.

En México, mucho se ha avanzado. En el año 2000, sólo el 32.8 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años iba a la escuela. En 2015, con una población mayor, el 44 por ciento de ellos acude a estudiar. Sí, estupendo. Pero aún nos falta el 66 por ciento en Educación Media Superior y Superior.

En el mundo, hay 57 millones de infantes que no acuden a la Primaria. 57 millones de vidas, de personas que difícilmente romperán el círculo de la pobreza. A ellos hay que añadir otros 69 millones que no van a Secundaria.

Es por ello que la UNESCO lanza una campaña para que, en todo el mundo, durante la última semana de abril, se forme conciencia acerca de la importancia de destinar financiamiento a la Educación para cerrar estas brechas.

La Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME) es una semana de movilización ciudadana, fundamentalmente de niños, niñas y jóvenes, que pretende acercar las reivindicaciones de la Campaña a la sociedad en general y a los responsables políticos de cada país, y llamar su atención sobre la necesidad de hacer real el derecho a una educación básica de calidad.

salon-clasesMéxico es un país que gasta en Educación el porcentaje recomendado. Pero no gasta del todo bien. La Reforma Constitucional de 2011, que establece la obligación del Estado de brindar Educación Media Superior a todo el que la solicite, requiere, obviamente, que el alumno haya terminado la Secundaria. Se estableció un artículo transitorio en esa Reforma, a fin de que para 2021 (diez años después de emitida), las autoridades mexicanas pudieran estar en condiciones de brindar un espacio a todos los jóvenes.

Sin embargo, no parece que esa expectativa vaya a poderse cumplir cabalmente.

Para ello es que sirven estas campañas, para acentuar la insistencia no sólo en destinar los recursos financieros necesarios, sino para gastarlos bien. Que no se desperdicien.

La Semana de Acción Mundial por la Educación es un momento en que las Organizaciones de Sociedad Civil, como SUMA POR LA EDUCACIÓN, pueden alzar la voz para formar conciencia en el Poder Legislativo y Ejecutivo, así como en los tres órdenes de Gobierno, para analizar y proponer el Gasto Educativo como vía de acceso a una mejor calidad de vida para nuestros jóvenes.

Los gobernantes saben que no alcanza para todo, deben tomar decisiones y priorizar. Sin embargo, no basta el monto. Se ha señalado el desperdicio, y en ocasiones el despilfarro, en algunas partidas. Eso también forma parte de la agenda de exigencias ciudadanas al hablar de destinar mayores fondos a la educación.

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Elogio de la sultana

Con admiración de televidente, entusiasmo de sociólogo y fanatismo por la historia, confieso que he sido he sido cautivado por la telenovela turca llamada Muhtesen Yüsyil, que significa «El siglo magnífico», y que en Latinoamérica se ha conocido como El Sultán.  Soy parte de miles de personas que en Panamá han sido ganadas por esta teleserie, con quienes en reuniones familiares, tertulias espontáneas, incluso debates en las aulas, se arman apasionadas discusiones sobre la trama y los personajes de El Sultán.

 

Esta serie televisiva tiene como trasfondo los acontecimientos que hicieron la historia turca y europea del siglo XVI, en que se cimentaron las bases de la modernidad capitalista a sangre y fuego. Fue la época de conformación de los grandes estados nacionales europeos, regidos por monarquías absolutas, que sometieron a la nobleza medieval centralizando los feudos bajo su poder.

 

En el primer plano, la telenovela narra la vida del sultán Suleimán (1494-1566) y de su familia, durante su largo reinado de casi 50 años. Suleimán, apodado «El Magnífico», consolidó el imperio turco, conquistando con su espada desde la actual Hungría y Croacia, hasta los límites de Irán, gran parte del Mediterráneo y el norte de África. Suleimán fue el rival por excelencia del emperador Carlos V, del Sacro Imperio Romano Germánico, conocido como Carlos I en España (Charclen en la telenovela). Ambos se disputaron el control del mundo europeo.

 

El siglo XVI, constituye el nacimiento del capitalismo con toda su racionalidad instrumental. Esto se reflejó en que las monarquías absolutas, como la de Suleimán,  modernizaron sus estados con una burocracia eficiente e informada. Suleimán se le conoce por su labor codificadora. Fue un protector y estimulador de las artes, en particular de la poesía, a la que él mismo se dedicaba bajo el seudónimo de «El Amante» (Muhibbi). Todo esto sin renunciar al consejo de Maquiavelo, cuya obra El Príncipe es múltiples veces citada en la teleserie, de preferir ser más temido que amado.

 

El siglo XVI en que vivieron, constituyó una especie de primera «ilustración» en todos los ámbitos de la cultura. Aunque en momentos diferenciados, es cuando vivieron Leonardo, Shakespeare, Cervantes, entre tantos otros. En esta centuria gobernaron Isabel I de Inglaterra, Francisco I de Francia, y los emperadores Carlos V y Suleimán. Es el siglo de la lucha entre la reforma protestante y la contrarreforma católica.

 

Disgreciones históricas aparte, la verdadera protagonista de esta maravillosa telenovela es un personaje sorprendente, que en la vida real también hizo aportes novedosos para la época, casi heréticos, y que también reflejaban el inicio de la modernidad en el seno de la familia y de las relaciones entre los géneros: la sultana Hurrem, interpretada magníficamente por la actriz Meryem Uzirli.

 

Por ser Hurrem el verdadero personaje central, por la revolución que introdujo en las costumbres de la sociedad turca, y por ser magistralmente interpretado, es que pensamos que la teleserie debió llamarse, con justicia, La Sultana.

 

Hurrem, el personaje histórico, llegó al harén de Suleimán como una esclava extranjera, de origen ruso o ucraniano. Desarrollando habilidades personales de astucia y conspiración, logró convertirse en la favorita del sultán y luego en su esposa formal, incluso pudo quedarse a vivir junto al emperador cuando sus hijos alcanzaron la mayoría de edad. A pesar de lo establecido por la tradición, según la cual, ella como madre de príncipes,  debía acompañarlos a gobernar una provincia lejana y salir del palacio del sultán..

 

No bastando con eso, Hurrem no se limitó a regir en el ámbito familiar y de la corte del  palacio, sino que influyó notablemente en la política del estado turco, excediendo las atribuciones tradicionales que, como mujer, la circunscribían al manejo interno del harén, un submundo con sus propias intrigas.

 

Lo más atrayente de la telenovela, es que no se trata de una historia o biografía plana, como muchas veces vemos en televisión. Sino que permite apreciar la realidad compleja de las relaciones personales y sociales de la época, no solo entre las clases dominantes y dominadas, sino entre los géneros masculino y femenino. La telenovela no se queda en el esquematismo habitual de dominados pasivos y obedientes; dominantes activos y actuantes;  o de mujeres sometidas y víctimas, buenas como princesas de cuento, o malas como brujas o madrastras.

 

Esta telenovela tiene el mérito de  mostrarnos la complejidad de las relaciones humanas, en las que las personas pueden nacer bajo un determinismo social impuesto por su condición de clase, de género, o de pertenencia a cierto tipo de familia, pero también pueden operar activamente, influir, cambiar parcial o totalmente su destino, a través de determinadas acciones, conspiraciones y alianzas.

 

En ese sentido, la vida de Hurrem, principalmente, pero también de otros personajes de la novela, muestra cómo las mujeres conspiraban entre sí, y contra sí, junto a miembros de clases inferiores o superiores, con sus hijos e hijas, para consolidar o mejorar su posición social. Así mismo, muestra cómo los miembros, varones y mujeres de clases inferiores, podían escalar si elegían bien sus alianzas con miembros, mujeres u hombres, de la clase gobernante. El mundo crudo y duro de la política, en el que todos son agentes activos y terminan influyendo de una u otra manera en los acontecimientos.

 

Manteniéndose fiel a la historia real de la época, y de las vicisitudes de esta dinastía osmanlí, en los trazos generales, por supuesto que la ficción corresponde a  los conflictos interpersonales y grupales, así como los sentimientos subjetivos de los personajes. Pero la grandeza de los directores (Yagmur y Durul Taylan, Mert Baykal y Yagiz Alp Akaydin) y los libretistas (Meral Okay y Yimaz Sahin) está en que podemos suponer que en la vida real, más o menos como aparecen representados, debieron producirse los conflictos políticos, familiares e interpersonales.

 

En la vida real y en la novela, Hurrem debe vencer los obstáculos de clase, de género y familiares (segunda concubina) para imponerse dentro del harén, alcanzar legitimidad social como esposa del sultán y, finalmente, asegurar la sucesión del trono para uno de sus hijos. En el marco de que, en la tradición turca de entonces, según diversas fuentes históricas a las que alude la teleserie, los hijos que aspiraban al trono debían asesinar a sus hermanos y hermanastros para que no hubiera disputa por la legitimidad del gobierno.

 

De ahí la complejidad sicológica del personaje, que a ratos nos simpatiza como heroína que vence los obstáculos y las conspiraciones en su contra, y que en otros momentos  nos repugna por su frialdad criminal. Amorosa hacia sus hijos, pero capaz de asesinar a sus enemigos. Enemiga a muerte de su rival, Mahidevrán (concubina del sultán antes que ella) y su hijo Mustafá, con quien disputa el trono y el derecho de sucesión. Enemiga también de sus cuñadas, quienes la odian por exceder sus límites sociales, y quienes le reprochan que, pese a ser esposa del sultán, sigue siendo una sirvienta, pues no tiene sangre real.

 

En la vida real y en la ficción odiada por muchos, que la llamaban «Roxolana», para remarcar su origen. Pero amada por el sultán – poeta, que le dedicó muchos versos, algunos de los cuales recoge la serie, como los que dicen: «Trono de mi mihrab solitario, mi bien, mi amor, mi luna./ Mi amiga más sincera, mi confidente, mi propia existencia, mi sultana, mi único amor».

 

Esta novela es excepcional, por alejarse del maniqueísmo habitual, por crear personajes sicológicamente complejos, no solo los principales, sino toda la amplia gama que se va sucediendo a lo largo de la telenovela, desde los pashás (la otra vida interesante y paralela a la Hurrem es la de el Pashá Ibraim), beyes, efendis, comerciantes, soldados, eunucos, prostitutas, concubinas, sirvientas, jueces, etc.

 

Junto a la trama, lo otro destacable de esta telenovela, que salta a la vista de inmediato, es la calidad de los actores, que son capaces de representar los cambios de humor o actitud con gestos de la cara sin tener que recurrir a las gesticulaciones exageradas, ni al melodrama o la sobreactuación de los culebrones mexicanos o venezolanos.

 

La calidad de la actuación y la elección adecuada del elenco por los directores, producen la impresión de cada actor nació para encarnar exactamente el personaje que le tocó, y la sensación de que nadie más lo hubiera representado mejor. De entre decenas de personajes que discurren a lo largo de la serie, todos tan notables, se destaca la actuación del eunuco Sumbul, interpretado por Selim Bayraktar.

 

Otro elemento impresionante es el vestuario, en el que se aprecia una inversión millonaria. Según la información disponible en la web, la televisión turca invirtió aproximadamente 500 mil dólares por episodio, y algo más de 2 millones de dólares en vestuario y escenarios. La producción total rondó los 5 millones de dólares, en cuatro temporadas que duró la serie.

 

El Dr. Juan Carlos Mas, en un artículo reciente sobre esta telenovela, sostiene que el objetivo de ella, y de las otras que están de moda (fenómeno llamado por la televisión panameña, como la «turcomanía»), es el de vendernos la grandeza del imperio otomano para legitimar la política exterior del actual régimen turco. Algo de cierto debe haber en ello, pues la televisión turca y los productores que la financiaron no arriesgan presupuestos millonarios en una serie apostando a la incertidumbre de que se va a vender bien, lo cual en este caso ha sucedido. Muchas veces, detrás de los proyectos culturales se esconden inconfesados proyectos políticos.

 

Sin embargo, la realidad es más compleja, pues contrario a lo que supone nuestro amigo, el Dr. Mas, el actual gobernante de Turquía, el Sr. Erdogán, de ultraderecha religiosa, al igual que los sectores más conservadores de la sociedad turca, se opusieron y repudiaron esta teleserie. Bien pensado el asunto, la estructuración de la telenovela, con todas las características descritas, no puede haber sido producto de la mente cuadrada de algún fundamentalista.

 

Se requiere cierto grado de cultura y «modernidad», para armar una trama como la descrita. Apostamos por la hipótesis de que los productores, directores, libretistas y actores están más cerca del espectro político liberal, socialdemócrata e incluso marxista (que es grande en Turquía).

 

Probablemente los responsables de esta teleserie pertenecen a los sectores liberales que aspiran a que la Unión Europea rompa sus prejuicios medievales de «cruzados», que pretenden dividir  a Europa y al mundo entre cristianismo e islamismo. Que exigen de Bruselas, que acepte en sus filas a un país de mayoría musulmana, como Turquía. Después de todo ya comparten en la OTAN, donde son socios, junto a ingleses, franceses y alemanes para masacrar a los pueblos de la región, desde Siria a Irak, pasando por Kurdistán.

 

En ese sentido, la telenovela muestra un imperio Otomano bastante tolerante en el cual, pese a ser el Islam la religión oficial y mayoritaria, se respetaron las costumbres y creencias de los súbditos cristianos y judíos; en una época en que la católica España expulsaba u obliga a la conversión forzada a moros y sefarditas, y mediante la contrarreforma combatía a los protestantes.

 

El Sultán supera en todos los sentidos a otra teleserie creada por Radio y Televisión Española (RTVE),  para narrar la vida del emperador Carlos V, el alter ego de Suleimán, que se estrenó el año pasado bajo el nombre de «Carlos, Rey Emperador«.  Ésta también fue una gran superproducción, con gran elenco, vestuario y escenarios. Pero no lograron la magia cautivadora de la teleserie turca.

 

Lo peor de la serie española, que me hizo cambiar de canal enojado, es que pretendieron que Hernán Cortés fue víctima de los aztecas. Al menos los turcos le dieron un tratamiento menos hipócrita a los crímenes de Ibrahim Pashá, de Hurrem y del propio Suleimán.

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La Tecnología como Fuerza Productiva Social: Implicancias de una Caracterización

El artículo presenta una definición de la tecnología como una fuerza productiva social y precisa el significado de esta caracterización frente a otras interpretaciones. Analiza la doble finalidad de la tecnología, su componente universal y sus rasgos derivados de las leyes del capital. Distingue la tecnología de la técnica por el uso de procedimientos científicos y la incidencia del criterio de rentabilidad. Subraya el impacto diferencial del proceso de valorización sobre la ciencia y la tecnología. Explica como se relaciona la ideología de las clases dominantes con las culturas tecnológicas. Propone analizar el contenido social de la innovación en relación a los conflictos de clase. El autor plantea una hipótesis sobre el lugar de los estudios de la tecnología en las ciencias sociales y naturales. Finalmente formula una propuesta de utilización provechosa de la tecnología, dentro de un proyecto emancipatorio

 

LA TECNOLOGIA COMO FUERZA PRODUCTIVA SOCIAL: IMPLICANCIAS DE UNA CARACTERIZACION.

La caracterización de la tecnología como una fuerza productiva social distingue al marxismo de otras concepciones teóricas contemporáneas. La tecnología es analizada como una fuerza productiva porque encarna todo conocimiento científico aplicado a la producción, que se materializa en objetos -máquinas y artefactos- o en sistemas de gestión y organización de la actividad económica. Pero además esta fuerza productiva tiene un carácter explícitamente social, por su dependencia directa de las normas de funcionamiento del sistema capitalista.

La tecnología actúa en dos dimensiones: sirve al cumplimiento de una finalidad práctica y contribuye a la valorización del capital. Viabiliza de esta forma la creación de valores de uso que operan en el mercado como valores de cambio. Tomando una clasificación de Dussel se puede denominar a la primera función «tecnología en general» y a la segunda «tecnología como capital».

Partiendo de esta caracterización, el cambio tecnológico puede definirse como toda modificación introducida en la actividad económica por nuevos productos, procesos de trabajo y formas de organización de la producción, que corresponden a las posibilidades técnicas («tecnología en general») y a los principios del beneficio («tecnología como capital»). Una invención es un descubrimiento que cumple los requisitos de utilidad (primer aspecto) y una innovación es la aplicación productiva que satisface las exigencias de rentabilidad (segundo aspecto).

Al entender a la tecnología como una fuerza productiva social se facilita la comprensión de sus aspectos universales y de sus rasgos específicamente capitalistas. El estudio que realizó Marx de los tres componentes de la máquina (fuerza motriz, mecanismos de transmisión y máquinas-herramientas) corresponde a la «tecnología en general», mientras que su investigación de la máquina como instrumento de generación de plusvalía relativa se ubica en el marco de la «tecnología como capital». El concepto fuerza productiva social tiene en cuenta este doble carácter de la maquinaria, como medio para fabricar más y mejores bienes y como herramienta de la explotación de los trabajadores.

En cualquier tecnología particular -un sistema informático, una máquina textil, o un tipo de gestión administrativa- siempre está presente una función universal y un rol en la valorización del capital. La noción fuerza productiva social subraya esta determinación simultánea, que sitúa al cumplimiento de una tarea y a la creación de beneficios como los dos parámetros con que se mide la efectividad de una tecnología.

 

TECNOLOGIA Y TECNICA.

Desde el punto de vista histórico, la noción fuerza productiva social facilita la distinción de la tecnología con respecto a la técnica. A diferencia de esta última actividad, que se desenvuelve con métodos pre-industriales a través de los oficios, la tecnología constituye un sistema de acciones orientadas a transformar objetos en forma eficiente, que exige un grado de conocimiento organizado muy superior a la destreza técnica. Requiere no solo «saber hacer», sino también «saber como hacer». Este aprendizaje se logra con la utilización de conocimientos científicos, que no estaban disponibles cuando prevalecía el uso de la técnica empírica .

La tecnología es «la técnica que pasa por la ciencia, se asocia al laboratorio y se utiliza en la fábrica» . Históricamente la tecnología surgió de la técnica con la profesionalización del ingeniero y el abandono de la actividad artesanal. La sustitución de una destreza subjetiva por una labor formalizada marcó el punto de ruptura entre ambas otra disciplinas . Pero a esta caracterización -muy desarollada por autores racionalistas como Bunge – debe añadirse el sometimiento de la tecnología a las reglas del capital, que se manifiesta en el traslado de los criterios de rentabilidad a la enseñanza técnica y en la fusión de la ingeniería, el management y las finanzas en la preparación de los ingenieros como directivos de empresa.

Al definir a la tecnología como una fuerza productiva social se evita extrapolar las características contemporáneas del cambio tecnológico a cualquier modo de producción. Este defecto es particularmente visible en los economistas neoclásicos, que se refieren al «progreso técnico», como un acontecimiento que navega en modelos imaginarios fuera del tiempo y del espacio. Pero también historiadores como Gille , utilizan la noción «sistema técnico», para investigaciones de la antiguedad, el medioevo o el capitalismo, sin establecer una diferencia cualitativa entre la «concatenación de estructuras y conjuntos técnicos» de los «sistemas» egipcio-mesopotámico, clásico-renacentista o industrial y contemporáneo.

En esta contrastación entre «sistemas» quedan oscurecidas las peculiaridades de la tecnología, determinadas por el componente científico, indicado por los racionalistas y por la influencia del proceso de valorización, señalada por los marxistas.

Este mismo problema aparece en el análisis de los impulsos psicológicos, lúdicos o irracionales, que subyacen en el proceso innovador, realizado por autores culturalistas que también tienden a identificar técnica con tecnología. La indagación del aspecto subjetivo de la innovación requiere diferenciar ambos conceptos y contextualizarlos adecuadamente.

 

CIENCIA Y TECNOLOGIA.

Al realzar las conexiones entre la tecnología y las leyes de la acumulación, el concepto fuerza productiva social ayuda a delimitar la frontera que separa a la ciencia de la tecnología.

Tradicionalmente se consideró a la tecnología como una simple aplicación de la ciencia, carente de dimensión intelectual propia. Pero a partir del rechazo del «modelo unilineal» – que atribuía total primacía a los descubrimientos en relación a las aplicaciones- se ha demostrado que esta última secuencia no es de ninguna manera única ni predominante. Por el contrario, prevalece una interacción entre las preguntas teóricas que formula la ciencia y las soluciones prácticas que encuentra la tecnología. La ciencia y la tecnología constituyen dos ámbitos separados por instituciones, reglas y tipos de conocimientos, que se influyen mutuamente sin preeminencia de uno sobre otro . Esta diferencia se expresa en la aparición de una sociología y una filosofía de la tecnología delimitadas de sus equivalentes tradicionales en la ciencia.

En la tecnología se estudia cómo y porqué se desarrollan objetos útiles con finalidades prácticas, mientras que en la ciencia se analizan diversas teorías con el objetivo de alcanzar la verdad. Existe una diferencia de propósitos entre «conocer por conocer y conocer para hacer». A la tecnología le interesa la aplicabilidad y se desenvuelve por medio de la creación de artefactos, mientras que la ciencia se desarrolla a través de la publicación de artículos. Por eso Price dice que la primera es «papirofóbica» y la segunda es «papirocéntrica».

En oposición a la idea que la tecnología constituye una simple aplicación de la ciencia, Perrin destaca que el conocimiento teórico depende de los instrumentos disponibles y que la investigación científica está condicionada por el desarrollo de los objetos. En la misma linea, Basalla reivindica el papel del pensamiento visual sobre el verbal y la gravitación de la acción práctica sobre las intuiciones teóricas.

Aplicando la noción de fuerza productiva social podría afirmarse que la ciencia mantiene una mayor autonomía de las exigencias inmediatas del proceso de valorización y su acción está menos determinada que la tecnología por los requerimientos sociales de la acumulación. Lo que distingue la actividad de preguntarse por la validez de una teoría de la acción de construir un prototipo, es la mayor influencia del principio de rentabilidad sobre esta última labor.

En la división de tareas entre la ciencia pura que estudia las propiedades de un fenómeno, la ciencia aplicada que los transforma en objetivos humanos y la tecnología que concreta su aplicación productiva, las reglas de la competencia y el mercado tienden a reforzarse en los últimos eslabones de la cadena .

Sin embargo, la creciente mercantilización contemporánea de la ciencia pone un legítimo signo de interrogante en estas distinciones entre ciencia y tecnología. Lander por ejemplo afirma que con la consolidación de los laboratorios en las grandes compañías, la privatización de la universidad y el estricto control comercial de las patentes, la ciencia asume objetivos utilitarios, mientras que la tecnología se desliza hacia problemas más teóricos. Vessuri considera que esta «cientifización de la tecnología e industrialización de la ciencia» tiende a reunificar la ciencia pura con la tecnología industrial.

La fusión actual de las «tecno-ciencias» es muy visible en algunas ramas, como la ingeniería química o la biología molecular y en ciertas industrias, como la farmaceútica, en dónde las reglas de costo-beneficio gobiernan todas las etapas de la investigación.

Pero es cierto también que este tipo de convergencia no se ha generalizado a todos los sectores, ni se ha consumado en todas las industrias. El surgimiento de nuevas disciplinas teóricas recrea además, la diferenciación entre ciencia y tecnología. Lo que fusiona el laboratorio se vuelve a desdoblar en la investigación ulterior. La linea demarcatoria entre ciencia y tecnología se ha vuelto más borrosa y por eso el concepto «fuerza productiva social» abarca también a todas las actividades científicas sometidas directamente a las leyes del capital.

FACTIBILIDAD TECNICA Y VIABILIDAD ECONOMICA.

En los estudios específicamente económicos de la tecnología es frecuente la distinción entre el rasgo «técnico» y el aspecto propiamente «económico» de la innovación. Se estama que la factibilidad del primer elemento debe converger con la viabilidad del segundo . Pero esta caracterización se limita a distinguir la función útil de la función rentable de la tecnología (personificadas en la figura del ingeniero y el economista) y es por lo tanto, puramente descriptiva. No esclarece cual es el patrón de funcionamiento que guía el uso de la tecnología y cuales son los principles condicionantes de su aplicación.

Para entender porqué el cambio tecnológico adopta en el capitalismo un carácter convulsivo e incierto, para explicar la predilección por innovaciones que refuerzan el control patronal del proceso de trabajo y para comprender porqué la introducción actual de nuevas tecnologías de la información viene acompañada de la masificación del desempleo, el estancamiento de los salarios y la expansión de la pobreza, la noción fuerza productiva social resulta irreemplazable. Este concepto explica de qué forma en la acumulación se produce un choque entre la optimización técnica y la maximización del beneficio, que se manifiesta en la sobreproduccción y el sub-empleo de los recursos económicos.

En algunos enfoques los componentes «técnico y económico» de la tecnología son presentados como los criterios interno y externo de su evaluación . Se considera que la eficiencia es un parámetro del primer tipo, mensurable por la capacidad para gobernar cierta propiedad en función de un objetivo buscado. En cambio los patrones que fija cada sociedad para evaluar la idoneidad de cada tecnología, son interpretados como indicadores del segundo tipo.

Esta distinción entre criterios internos y externos tiene puntos en común con los conceptos «tecnología en general» y «tecnología como capital», ya que en ambas intepretaciones se acepta que la eficiencia depende de parámetros objetivos e independientes de las metas del capital. Pero para los marxistas el principio rector de la «evaluación externa» son las leyes del capital y no criterios políticos, económicos o culturales establecidos por cada sociedad. Suponer que la «sociedad» es una entidad homogénea que fija las reglas de la tecnología en forma colectiva y consensuada, equivale a ignorar que las decisiones de innovación son patrimonio exclusivo de la clase capitalista. Solo este sector social detenta la propiedad de los recursos tecnológicos y cuenta con el poder para definir su utilización.

EL SIGNIFICADO SOCIAL.

El concepto fuerza productiva social implica una caracterización sociológica de los procesos de cambio tecnológico, muy diferente de los enfoques más difundidos en la actualidad. Los autores deterministas tecnológicos , constructivistas y co-evolutivos (Gille) suelen discutir si la «tecnología impacta a la sociedad», si por el contrario la «sociedad configura a la tecnología», o si predomina un proceso de «co-evolución» entre ambos fenómenos .

Lo «social» se refiere en el primer caso, al impacto de las nuevas tecnologías sobre las costumbres. En el segundo enfoque indica la influencia que tienen distintos grupos en la «negociación de un artefacto». En un caso se alude a transformaciones humanas derivadas de la tecnología y en el otro a la influencia de diversos agrupamientos en la forma final que adopta un objeto. Los co-evolucionistas intentan aunar ambas visiones. En los tres casos lo «social» alude a conflictos generados en la innovación, pero no se explicita la naturaleza de estos choques, ni se aclara tampoco cual es el papel de las clases sociales en estos procesos. La simple enumeración de «actores relevantes» (consumidores, usuarios, fabricantes, etc) no alcanza para conceptualizar los tres tipos de conflictos centrales que acompañan al proceso innovador.

Enfrentamientos derivados del aumento de la tasa de explotación, rivalidades por la apropiación de la renta tecnológica, y choques surgidos de la oposición entre utilidad social de la innovación y el imperativo de la ganancia.

Estudiar el cambio tecnológico a través de las clases permite interpretar cuales son los intereses en juego en la «configuración de la tecnología» y comprender las diversas formas de expropiación que se desenvuelven por medio del cambio tecnológico. A través de la innovación se procesa un aumento de la extracción de plusvalía en el proceso productivo y una apropiación de rentas, en favor de los empresarios y en desmedro de los creadores de nuevas tecnologías.

Este conflicto ha sido estudiado en la historia de la tecnología, como una oposición de objetivos entre inventores e innovadores. El ejemplo clásico es el contraste entre Watt -que concibió la máquina de vapor desinteresándose de su comercialización, Boulton -que se ocupó de negociarla y patentarla- y Arwkright que la convirtió en un instrumento de explotación fabril . La diferenciación no responde solamente a tipos psicológicos distintos – como subrayaba Schumpeter- sino a una división de tareas asociada a la extracción, la transferencia y la realización de la plusvalía.

El análisis de la tecnología como fuerza productiva social involucra el estudio de este tipo de confiscación del conocimiento, que se institucionalizó desde el momento en que el inventor independiente quedó absorbido por los laboratorios de las grandes compañías. Mediante el sistema de patentes se vehiculiza una apropiación de los derechos de los inventores sobre cualquier innovación realizada en la empresa . Estudiar a la tecnología como una fuerza productiva social permite relacionar este tipo de conflictos con la lógica objetiva de la innovación.

CULTURA.

Tener presente el contenido de clase en el análisis, sirve por otra parte, para contextualizar adecuadamente el fundamento cultural de ciertas habilidades, formas de organización laboral, o tipos de maquinarias, que ha son generalmente investigados por los autores de la revista «Technology and Culture» . Estos análisis destacan que la gran diversidad de características culturales de la innovación son dependientes de las singularidades nacionales, regionales o sectoriales.

Sin embargo solo explican parcialmente el origen de los éxitos y los fracasos tecnológicos y no dan cuenta debidamente del propósito lucrativo primordial de la innovación. Los patrones de novedad y selección tecnológica nunca son primordialmente culturales. Están antecedidos y condicionados por los intereses materiales de las clases dominantes, que imponen la adaptación de la tecnología a los principios de rentabilidad, mercado y explotación.

El concepto de fuerza productiva social ubica a las culturas tecnológicas, en el marco de las necesidades y los intereses de las clases dominantes. De esta forma se contextualiza la «vitalidad innovadora» en un país, o la «ausencia de ímpetu tecnológico» en otra comunidad, sin desdibujar las finalidades centrales de la innovación en el capitalismo.

No existe ninguna contradicción entre realzar la importancia del contexto económico y subrayar la relevancia de la cultura. El concepto fuerza productiva social facilita la integración de ambas explicaciones, evitando una antinomia ociosa entre la primacía de las normas culturales o el mercado en la determinación del cambio tecnológico. La burguesía ejerce dominación ideológica del proceso de innovación porque es propietaria material de los recursos tecnológicos. Este enfoque unitario surge del planteamiento propuesto por el marxismo.

LA MIRADA DESDE EL OBSERVATORIO.

Desde el punto de vista metodológico, el concepto fuerza productiva social induce el estudio de la tecnología como una disciplina de las ciencias sociales, situada en el límite con las ciencias naturales. La tecnología no es asimilable a la ingeniería, a la física o a la química, pero depende significativamente de los conocimientos de estas y otras disciplinas. La estrecha relación con las ciencias naturales diferencia a los estudios generales de la innovación de otras ciencias sociales clásicas, como la economía, la sociología o la política. La tecnología es un área de investigación rodeada por disciplinas «duras» y «blandas». Se asienta en las matemáticas, se nutre de las humanidades e influye sobre el arte.

Se encuentra en la «frontera caliente» de las ciencias sociales con las ciencias naturales. Recibe criterios de análisis la economía o la sociología, pero no está totalmente regida por este tipo de principios.

El concepto fuerza productiva social tiene en cuenta esta determinación múltiple y esta diversidad de vasos comunicantes de la tecnología con otras ramas del saber. La distinción entre «tecnología en general» y «tecnología como capital» permite justamente distinguir, los aspectos universales de la tecnología derivados de su cercanía con las ciencias naturales, de la innovación como proceso social e interpretable con los parámetros de las ciencias sociales.

Pacey conceptualiza esta diferenciación, distinguiendo a la «tecnología en un sentido restringido» de la «tecnología en un sentido abarcativo». Considera que se trata de una situación equivalente a la medicina, en dónde también resulta conveniente discriminar entre la «ciencia médica universal» y la «práctica médica específica». La primera sintetiza principios de validez general, mientras que la segunda se refiere a aplicaciones dependientes de condiciones organizativas, económicas y culturales particulares. Las categorías «tecnología en general» y «tecnología como capital» cumplen una función semejante, con la ventaja de situar estas determinaciones socio-históricas en las leyes del capital.

Cualquier enfoque de la innovación refleja una concepción del mundo, que se corresponde con intereses sociales particulares y puntos de vista de clase. No existen teorías «puras» y exclusivamente experimentales de la tecnología. Las preguntas que plantea y los temas de investigación que propone cada concepción, siempre se relacionan con la «mirada» de un sector y con su «conciencia posible», es decir con el recorte de la realidad que espontáneamente tiende a realizar una clase social.

Al buscar desligarse explícitamente de los intereses de las clases dominantes, al jerarquizar el análisis de la explotación y al asociar las contradicciones de la innovación a las del capitalismo, el marxismo encara una «mirada» crítica y desmistificadora. Su posicionamiento en el campo de los oprimidos le permite alcanzar una comprensión más integral de la tecnología. En un observatorio que captara todo el escenario de la innovación, los marxistas estarían ubicados en los pisos superiores del mirador, frente a otras teorías situadas en los niveles inferiores. El auto-ocultamiento de la explotación es la principal limitación cognitiva que impone el punto de vista de las clases dominantes a estas últimas concepciones .

Es igualmente cierto que una posición más favorable en el mirador no asegura una mejor asimilación de lo que se está observando. De la misma forma que un retrato depende de las cualidades del pintor, la acertada interpretación del cambio tecnológico depende de la capacidad de los investigadores, su conocimiento, sensibilidad y amplitud intelectual, con relativa independencia de la posición ideológica que adopten.

Desde cualquier escalón del observatorio se pueden formular interpretaciones valiosas o inútiles, contribuciones críticas o apologías irrelevantes. La distinción entre pensamiento científico y vulgar, que trazó Marx hace 100 años, está vigente para el análisis de la tecnología. El mismo abismo que separaba a Ricardo de Say en el campo de la economía política, divide aguas en la actualidad, en la sociología y en la filosofía de la innovación. El marxismo solo brinda una plataforma más favorable para encarar esta investigación, que se enriquece con el contacto, la asimilación y la re-elaboración de los puntos de vista opuestos.

UN PROYECTO EMANCIPATORIO.

El concepto fuerza productiva social tiene un claro significado político, al poner de relieve el carácter de clase que tiene el uso de ciertas innovaciones, asi como la ideología justificatoria de esta instrumentación. La tecnología no es un instrumento neutral del progreso. Los capitalistas la utilizan para maximizar sus beneficios, extendiendo incluso este principio al propio diseño de los artefactos. El concepto de fuerza productiva social subraya este aspecto de la «tecnología actuando como capital», que se evidencia nítidamente por ejemplo en la cadena de montaje taylorista.

La otra dimensión política de la noción fuerza productiva social es el proyecto que implícitamente contiene, en favor de la utilización socialmente provechosa de la tecnología. Esta propuesta surge del rechazo de la imagen racionalista del «progreso técnico», como una evolución ascendente de la humanidad garantizada por la simple aplicación productiva de los descubrimientos científicos.

La «tecno-euforia» es tan desacertada como la creencia espiritualista opuesta, en el «autodireccionamiento» de la tecnología . Los efectos nocivos del cambio tecnológico no tienen causas transhistóricas, ni se originan en la naturaleza del hombre, o en la rebelión de su alma. Tienen raíces sociales y no constituyen ninguna fatalidad.

El proyecto emancipatorio parte del reconocimiento del radio de posibilidades objetivas del cambio tecnológico. Una vez comprendidas estas potencialidades son los hombres, estructurados en torno a las clases sociales y en acuerdo a sus intereses y convicciones, quienes definen siempre la dirección del proceso innovador. Este curso es un resultado de confrontaciones sociales, que no viene pre-establecido por determinaciones tecnológicas.

Una propuesta socialista se nutre de la rica tradición de innovadores que concibieron sus aportes buscando favorecer el bienestar general y sin ninguna finalidad de lucro. «Inventar para cooperar, no para competir» ha sido el principio que históricamente impulsó la conducta de numerosos innovadores utopistas, cooperativistas, románticos, sindicalistas y socialistas.

Esta misma actitud también caracteriza la acción espontánea de la mayoría de los técnicos, ingenieros y científicos, que inventan bajo el impulso de la curiosidad y la propensión natural a mejorar las formas de trabajo . Este impulso no mercantil al cambio tecnológico, que apunta al logro de mayores satisfacciones en la vida social y laboral, ha estimulado la búsqueda de tecnologías alternativas a las dominantes actualmente. En el terreno del cambio tecnológico el proyecto socialista se nutre tanto de las tradiciones de resistencia a la explotación, como de las propuestas de emancipación social. La defensa de los derechos de los trabajadores contra las «flexibilizaciones laborales» y los proyectos de un nuevo uso de la tecnología están indisolublemente ligados. Constituyen dos momentos de un mismo proceso de ruptura del desenvolvimiento tecnológico con las exigencias de la ganancia. Otro tipo de sociedad y de tecnología pueden erigirse en base a este objetivo emancipatorio.

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Keynes y Bretton Woods, 70 años más tarde

Esta semana hace 70 años de la muerte de John Maynard Keynes. Y pasados 70 años, expiran los derechos de autor de todos los trabajos de Keynes. Keynes es el economista más famoso e influyente de la corriente principal nunca. Y es el origen de toda una escuela o sector de la teoría económica llamada keynesianismo. Y 70 años más tarde, el keynesianismo sigue siendo el motor del pensamiento económico en la izquierda del movimiento obrero internacional. Lo que se puso de manifiesto de nuevo este mes en la última conferencia de la serie de seminarios titulada Nueva Economía de la oposición laborista del Reino Unido,  una conferencia de Paul Mason.

Mason es un conocido productor y periodista de la televisión británica y formalmente un marxista a su manera. Es autor de un libro titulado Post-capitalismo, que critica el capitalismo y propone una sociedad alternativa futura. Pero Mason, el marxista, en su intervención presentó una visión claramente keynesiana del estado de la economía británica y mundial y ofreció soluciones de política que el propio Keynes hubiera defendido de estar con nosotros. En realidad, probablemente no hubiera asistido a los seminarios ya que nunca fue partidario del Partido Laborista o de la clase obrera. Para él, el Laborismo era «un partido de clase y esa clase no es mi clase. La guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía educada». (P371 Skidelsky). (Para más información sobre Marx y Keynes, ver mi  Contributions of Keynes and Marx).

Mason presentó un conjunto de políticas económicas totalmente en línea con las opiniones de los actuales dirigentes de izquierda, incluyendo gasto público para inversión, independencia del banco central del control democrático y un banco para la gente con inversión financiada mediante la impresión de dinero. De hecho, Mason defendió la financiación del sector capitalista privado para impulsar la inversión en vez del gasto público directo; «Y en una economía altamente mercantilizada, la inyección de dinero en el sector privado en realidad puede impulsar las reformas estructurales que necesitamos mejor que cambios específicos en el gasto público». Así que no se trata de sustituir el modo de producción capitalista, sino de buscar la manera de que funcione mejor. La economía y las opciones políticas keynesianas todavía predominan 70 años después, incluso entre marxistas declarados.

Para recordar el 70 cumpleaños de Keynes, otros keynesianos han recordado recientemente a los lectores del diario británico The Guardian (ese bastión del pensamiento económico keynesiano) que en 1944, un año antes de que Keynes muriese, había dirigido el equipo negociador británico que alcanzaría un acuerdo con los estadounidenses y otros para crear un nuevo orden económico mundial después de la guerra. Lo que se llamaría el acuerdo de Bretton Woods.

Los autores de este artículo en el Guardian, ex asesores del Partido Demócrata estadounidense, consideran el acuerdo de Bretton Woods uno de los grandes éxitos de la política keynesiana que permitió la clase de cooperación global que la economía mundial necesita para salir de su actual depresión. Lo que se necesita, ya ven, es que todas las principales economías del mundo se reúnan para elaborar un nuevo acuerdo sobre comercio y divisas, con unas normas que garanticen que todos los países trabajan para el bien global. El objetivo de la cooperación mundial ahora, afirman, debe ser «alejarse de un sistema económico caracterizado por el aumento de la desigualdad, la devastación ambiental y la falta de responsabilidad, y hacer lo mismo que Keynes intentó hace 70 años: imaginar un nuevo Bretton Woods«.

Es evidente que nuestros dos keynesianos demócratas tienen razón en que «la necesidad de una visión global del mundo nunca ha sido más evidente. Basta con echar un vistazo a cualquiera de los problemas de nuestra época, desde el clima a la desigualdad y la exclusión social … El diseño de un nuevo marco económico global requiere negociaciones a escala mundial«.

Pero ¿es Bretton Woods el ejemplo a seguir de como lograr ese orden mundial? y ¿puede hacerse cuando la dinámica misma del capitalismo es la competencia y la rivalidad entre potencias económicas imperialistas? Me temo que este tipo de utopía es lo que a menudo nos ofrecen los keynesianos. Se expresa en la contribución de Mason y en la de Joseph Stiglitz en una conferencia anterior en la misma serie de seminarios laboristas.

De todos modos, la idea de que Bretton Woods es un modelo de cooperación para el comercio mundial, la desigualdad, las divisas y el bienestar económico es ridícula. Incluso los autores citados admiten que el acuerdo de 1944 fue nada de eso. Según ellos, Keynes encontró que su «idea originaria de unanueva institución que equilibrase de manera más equitativa los intereses de los países acreedores y deudores fue rechazada«. En su lugar, los autores nos dicen que «lo que conseguimos por el contrario fue el FMI, las políticas de ajuste estructural y más de medio siglo de dolor y sufrimientos innecesarios para los países más pobres del mundo«.

Así que no fue para tanto. Sin embargo, los autores también se equivocan en algo más. Keynes no dirigió la delegación británica en Bretton Woods con la intención de conseguir una mayor igualdad y una mayor cooperación entre las principales economías en beneficio de todos, incluidos los países pobres del mundo de post-guerra. Fue allí para asegurar que los intereses nacionales del capital británica quedasen protegidos en un nuevo orden dominado por EE UU.

Como biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky, señala, que el objetivo de Keynes era obtener el mejor acuerdo para Gran Bretaña, como importante prestatario de fondos de capital, de Estados Unidos, el principal prestamista de capital. «Los británicos querían un esquema que les permitiese pedir prestado sin condiciones, mientras los americanos querían uno en el que los prestamos fueran condicionados. Keynes representaba la perspectiva de los deudores y White (el negociador estadounidense) la de los acreedores«. (P671) Skidelsky describe las negociaciones de Bretton Woods como una operación de acceso a los fondos americanos: «lo que los delegados comprendían es que había una gran cantidad de dólares estadounidenses disponibles y querían para si cuantos más mejor«. (p764). Sí, muy idealista.

Skidelsky resume el resultado. Naturalmente, los estadounidenses se salieron con la suya debido a su poder económico. Gran Bretaña cedió su derecho a controlar las monedas de su antiguo imperio, cuyas economías se encontraban ya bajo el control del dólar, no a la libra (P817). A cambio, los británicos consiguieron crédito para sobrevivir – pero con intereses. Keynes dijo al parlamento británico que el acuerdo no era «una afirmación de poder estadounidense, sino un compromiso razonable entre dos grandes naciones con los mismos objetivos; restaurar una economía mundial liberal«. (P819). En otras palabras, la economía capitalista. Las otras naciones fueron ignoradas, por supuesto.

Bretton Woods no fue un éxito keynesiano, sino un punto de inflexión de la hegemonía imperialista estadounidense. EE UU estableció su dominio económico en Bretton Woods. El dólar se fijó con el oro y se convirtió en la moneda dominante en el mundo para el comercio y el crédito. Para controlar el nuevo orden económico mundial, se crearon el FMI y el Banco Mundial bajo control estadounidense y con sede en Washington. Los capitales en dolares americanos llovieron sobre Europa (el Plan Marshall) y Japón con el fin de restaurar la industria capitalista, para que estas economías destruidas por la guerra pudiesen comprar las exportaciones estadounidenses en dólares.

Pero Bretton Woods no salvó al capitalismo mundial para siempre. El acuerdo, con sus tipos de cambio fijos, la supremacía del dólar y de las instituciones internacionales bajo control de los EE.UU. parecieron funcionar durante la Edad Dorada de 1946 a 1965, principalmente debido a que la rentabilidad del capital estadounidense después de la guerra fue muy alta, y también aumentó rápidamente en Europa y Japón, con su excedente de mano de obra barata y nueva tecnología americana.

la hegemonía económica de Estados Unidos comenzó a declinar en la medida en que su relativa superioridad comercial y de crecimiento decayó paulatinamente desde mediados de la década de 1960 por el coste de la guerra de Vietnam, y el éxito comercial franco-alemán y japonés. Cuando la economía de Estados Unidos dejó de tener un superávit comercial y fue sustituido por un déficit cada vez mayor, el dólar sufrió una presión creciente y, finalmente, tuvo que abandonar su norma cuasi-oro en la década de 1970, lo que marcó el final de la era de Bretton Woods.

Con el colapso de la rentabilidad del capital en las principales economías desde la mitad de la década de 1960, todo el mundo luchó por su cuota de comercio y devaluó sus monedas. El FMI lo intentó y forzó con crisis financieras a varios gobiernos para mantener un régimen cambiario anclado en el dólar mediante la austeridad (la «devaluación interna»). En la subsiguiente era neoliberal a partir de la década de 1980, se redujeron los aranceles comerciales en beneficio de Estados Unidos, pero la «globalización» del capital permitió la “emergencia” de Japón, Corea y China como competidores de EE UU y Europa en los mercados mundiales. El sueño keynesiana de «dos grandes naciones” que organizasen la cooperación global y de un nuevo orden económico mundial quedó solo en un sueño.

El siguiente gráfico muestra como EE UU exportó capitales a nivel mundial en el período de post-guerra. Pero con el tiempo el capital norteamericano tuvo que financiar sus inversiones en el exterior no gracias a su superávit comercial, sino con créditos. Las empresas estadounidenses siguieron invirtiendo en el extranjero de manera rentable y Japón y Europa reciclaron sus excedentes comerciales mediante bonos en dólares, manteniendo así barato el coste del endeudamiento de Estados Unidos. Fue una gran manera para que EE UU mantuviese la rentabilidad a través de su hegemonía del dólar.

«Esencialmente, la economía de Estados Unidos ha sido capaz de endeudarse a bajo precio en el resto del mundo, y luego invertir esos fondos en empresas en todo el mundo. La rentabilidad de los activos financieros promedio durante períodos prolongados de tiempo es superior a la rentabilidad de la deuda. La brecha anual ha sido de entre 2.0% y 3.8% desde 1973». Pierre-Olivier Gourinchas analiza este patrón en «La Estructura del Sistema Monetario Internacional».

La realidad que no reconoce la economía keynesiana cuando analiza la economía mundial es que, bajo el capitalismo, el desarrollo puede ser “combinado” (globalización, tratados comerciales, etc.), pero también es “desigual” (desigualdad, monopolio del crédito, etc.), como muestra el ejemplo de Bretton Woods. Los autores del Guardian quieren un nuevo Bretton Woods, a partir de las ideas de Keynes. Pero es una ilusión bajo el capitalismo e incluso un espejismo que Keynes nunca sufrió.

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