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La salida no es hacia dentro

Por: Fernando Balius 

Los problemas psicológicos surgen en las relaciones y en ellas se encuentra su solución. Por eso creo de corazón que la salida a la asfixia provocada por una arquitectura individualista se llama solidaridad.

Foucault ya nos explicó aquello de que la locura existe necesariamente en sociedad. El sufrimiento psíquico, en sus distintos grados, tiene lugar dentro de un determinado conjunto de normas y relaciones. Lo que sucede en nuestras cabezas no puede ser considerado fuera del mundo en el que vivimos. No al menos si queremos intentar comprenderlo, si queremos atenuarlo.

Vivimos en un orden social capitalista y llevamos prácticamente un año atrapados en una pandemia que ha modificado nuestra existencia de formas que jamás nos habíamos planteado. Por descontado, ambas realidades están profundamente conectadas. La existencia de una crisis sanitaria planetaria no ha logrado desplazar la centralidad del dinero en todos los aspectos de la organización social, y la gestión de las patentes de la vacuna contra la covid-19 es quizás el exponente más cruel de ello. No es de extrañar entonces que, frente a un futuro que sin lugar a dudas se plantea oscuro y cuesta arriba, la angustia que nos atraviesa ofrezca un campo de negocio sin precedentes para una industria que vende eternos procesos de crecimiento personal, desarrollo espiritual y reinvención profesional. Sea cual sea la parcela desde la que se opere, la promesa siempre es idéntica: construir una existencia más plena y llena de sentido. Y para ello la consigna es replegarse en uno mismo, porque la salida es hacia dentro: un asunto íntimo de cada cual, una responsabilidad particular que hay que afrontar con la colaboración de profesionales cualificados para arrojar luz sobre las penumbras del ser humano.

El repliegue forzoso al que estamos siendo sometidos no ha mejorado la salud mental de nadie en mi entorno

La transformación individual como camino para acabar con nuestro sufrimiento psíquico es una idea que casi se vende sola. Encaja con todo cuanto nos han enseñado desde que tenemos uso de razón. Si te esfuerzas lo suficiente, si inviertes el capital necesario, puedes triunfar y alcanzar un estadio superior, y en el caso de no ser así, has sido educado de mil maneras para sentirte culpable y único responsable de la caída. Sin embargo, el repliegue forzoso al que estamos siendo sometidos no ha mejorado la salud mental de nadie en mi entorno. El confinamiento y el conjunto de restricciones que le han seguido no han traído de la mano ninguna iluminación, sino más bien letargo y pesadumbre. El tiempo pandémico que conozco transcurre mayoritariamente entre la pena y la ansiedad. Una vez hemos sido privados de nuestras relaciones con los demás y nos hemos quedado hurgando en nuestro interior, somos multitud quienes hemos experimentado un tipo u otro de colapso. Descartada la posibilidad de salir mejores de esta, aspiramos tan solo al mínimo daño posible. Precisamente cuando se han dado las presuntas condiciones objetivas para que una gran parte de la población pudiera emprender un viaje de autoconocimiento hacia el bienestar emocional, la realidad ha venido a recordarnos lo determinante que resulta el ambiente material y social en aquello que creemos que somos.

Supongo que hay quienes dirán que no nos estamos mirando a nosotros mismos de la manera adecuada, que no contamos con el asesoramiento correcto y necesario para poder alcanzar la transformación. Incluso que no la hemos deseado lo suficiente. Por mi parte, todo lo que respondería es: 2020. Un argumento tenaz –y quizás definitivo– contra toda forma de  atomización social. El despertar de mi conciencia no constituye ahora mismo ninguna prioridad en mi vida, no tengo intención alguna de conocerme mejor ni anhelo desarrollar un potencial oculto. Pero cuando echo de menos lo hago con una intensidad que ya apenas recordaba. Y me pierdo en los recuerdos para estar menos solo. Tengo más presentes que nunca a las personas que quiero, precisamente porque la mayoría no están y no hay perspectiva cercana de que lo estén. Lamento las amistades que descuidé y hago inventario de mis errores. En definitiva, pienso en el otro. Le necesito y a estas alturas ya estoy cansado de mí. Quizás por eso hace poco desperté pensando en cómo durante las primeras semanas del 15M salía al trote de la oficina para cruzar Madrid en la línea 1 de Metro y llegar a una plaza atestada en Vallecas. Eso es lo que realmente añoro. Y si ya lo hacía antes de que esta crisis estallase, ahora lo hago más y con mejores motivos.

La soledad es una experiencia central de las sociedades occidentales

¿No es acaso el aislamiento una de las características que definen este mundo que tanto daño nos hace? ¿No está en la base de todo ese espectro informe conocido como “trastornos mentales”? Hace algunos años presencié una ponencia de un psicólogo e investigador finlandés llamado Jaakko Seikkula, quien lleva décadas diseñando e implementando proyectos de intervención comunitaria con personas que tienen experiencias psicóticas. Su notoriedad internacional se debe a que dichos proyectos se asocian a un descenso en las tasas de diagnóstico de esquizofrenia en la población y a un incremento en las de recuperación (tal y como se refleja, por ejemplo, en Five-year experience of first-episode nonaffective psychosis in open-dialogue approach). Recuerdo que en un momento dado de su exposición afirmó que él no había conocido jamás a ningún “esquizofrénico”, que, frente a ese constructo que llamamos “esquizofrenia”, lo que realmente existe es un fracaso social y el aislamiento progresivo de algunas personas. Esta es una idea que comparto y extiendo a la mayor parte de diagnósticos psiquiátricos, y desde luego no lo hago a modo de especulación teórica, sino basándome en mi propia experiencia –así como en mis propios diagnósticos– y en la considerable cantidad de realidades que he conocido durante las más de dos décadas que llevo relacionándome con otras personas psiquiatrizadas. A mayor ensimismamiento y mayor deterioro relacional, más jodidos estamos.

El marketing nunca juega a perder. Siempre te va a hablar de cómo esa mierda está a punto de llegar a tu cuello, y de que si te valoraras lo suficiente, buscarías-comprarías todos los recursos posibles. Pensarías en ti, que sin duda te lo mereces. Disponer de recursos y herramientas es importante, sobre todo cuando son reales (y la mayor parte de ellos son básicamente humo, aunque ese es otro tema), pero algún día habrá que hablar de la mierda en sí. De lo contrario se corre el riesgo de que la vida pase entre bocanada y bocanada de aire, sin llegar a saber que se trata de un problema común.

No hay mecanismo de alienación que pueda ocultar por completo el hecho de que nuestra individualidad se configura a través de la relación social. Son demasiadas las pistas que nos llevan a ello. Los problemas psicológicos surgen en las relaciones y en ellas se encuentra su solución. Por eso creo de corazón que la salida a la asfixia provocada por una arquitectura individualista se llama solidaridad.

Fuente e imagen: https://ctxt.es/es/20210401/Firmas/35590/salud-mental-solidaridad-relaciones-Jaakko-Seikkula.htm

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Distancia Social


Por: Luis Durán


Uno de los conceptos más perversos que ha traído aparejado la crisis del coronavirus es, sin duda, el de “distancia social”. La “nueva normalidad” no es otra que la aceptación de la necesidad del distanciamiento social. Pero el hombre es un ser social. Pedirnos, por consiguiente, que renunciamos, aunque sea temporalmente, a nuestra dimensión social es pedirnos que abdiquemos de la condición humana misma. “El otro ha sido abolido”, sentencia apocalíptico Agamben, el filósofo más crítico con las medidas tomadas por el gobierno de su país para frenar al virus.

Confinada, la ciudadanía se ve impotente para luchar por sus derechos en el espacio público, el lugar donde históricamente la humanidad doliente ha ganado su dignidad frente a los abusos del poder. La “distancia social” supone la culminación de la neutralización liberal estatal de lo político. Amordazado, el hombre pierde su derecho a la palabra confinándosele a la mera preservación de su vida desnuda. La victoria del Leviatán sobre las personas singulares es total. El Estado se desvela de este modo en su esencia totalitaria.

¿Cómo podemos aceptar tan alegremente una consigna que atenta directamente contra lo humano? ¿No oculta la celebrada resiliencia de nuestra especie en este caso la bajeza de un conformismo autoculpable? La “distancia social” que se nos pide hoy sólo pone en evidencia la descomposición de los pueblos históricos de Occidente. Nada más fácil, en efecto, que disolver a las masas en un individualismo privado de toda capacidad de reacción. Ortega y Gasset no podía prever que la “distancia social” sería el dispositivo que acabaría impidiendo la propia rebelión de las masas. El aislamiento del hombre es la otra cara de la masificación contemporánea.

El uso del lenguaje no es nunca neutral. Si se habla de “distancia social”, en lugar de “separación física”, por ejemplo, es porque a alguien le interesa que nos concienciemos sobre la necesidad de renunciar a nuestra relación con los otros, lo único que puede hacer a la vida digna de ser vivida. La “distancia social” es inhumana. Exigirla a la ciudadanía, sea por el motivo que sea, constituye un crimen de lesa humanidad. No resulta, pues, extraño, que tras el aparente incivismo de las conductas de una parte de la población, sobre todo de los jóvenes, se oculte en realidad una más que comprensible desobediencia civil de quien no acepta normalizar un mundo inhabitable.

Las secuelas del distanciamiento son ya palpables. Dejando a un lado las psicológicas, es preciso abordar ahora las sociales y políticas. El miedo al otro es la más evidente. Para el filósofo croata Srećko Horvat, un virus no es sólo un virus, sino una forma ideológica de construir al “otro” en tanto enfermedad. Agamben, por su parte, nos advierte del peligro de denunciar a cualquier ciudadano “con el pretexto de llevar la peste a lo privado y a lo público”. Cuando la delación y la desconfianza se instalan en la sociedad, la vida en común, el objetivo principal de la política, sólo puede desembocar en una inmensa catástrofe colectiva.

Pero lo que la “distancia social” destruye es la noción misma de espacio público. Sin reunión no es posible la vida en común. Pensar que los medios de comunicación, las redes sociales e Internet, pueden suplir la condición política de posibilidad de la vida humana, la cual no es otra que la comunidad de los cuerpos en las calles de la ciudad, es llamarse necesariamente al engaño. En efecto, si algo quieren los visionarios del transhumanismo bioideológico que viene es que renunciemos a lo que nos hace sencillamente humanos.

Luis Durán Guerra, Licenciado y Diploma de Estudios Avanzados en Filosofía.

Fuente e imagen: https://ficciondelarazon.org/2021/03/17/luis-duran-distancia-social/

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Villa de Vallecas se moviliza para reclamar su derecho a una plaza educativa pública de calidad y sin masificaciones

Por: Tercera Información

  • La Agrupación Ciudadana por la Educación Pública de Villa de Vallecas (ACEPVIVA) denuncia la falta de plazas escolares públicas de Educación Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional en el distrito y reclama, al menos, la construcción de dos institutos que den respuesta a la demanda actual y futura de un barrio en crecimiento.
  • La plataforma, en la que participan AMPAs y la Asociación Vecinal PAU del Ensanche de Vallecas organizará una concentración en la parcela 6.47, que ha sido cedida por el Ayuntamiento de Madrid para poner en marcha un instituto, con el fin de simular su construcción. Realizará la colocación simbólica de su primera piedra.

Madrid, 9 de abril de 2021. El modelo educativo de la libertad de elección de centro, tan defendido en los últimos tiempos por el Gobierno de la Comunidad de Madrid, no funciona en Villa de Vallecas. Año tras año, al llegar el periodo de admisión escolar, las familias que apuestan por la educación pública se enfrentan a la misma realidad: centros sin terminar, masificados, a más de 5 kilómetros de su domicilio o, incluso, inexistentes, tal y como llevan años denunciando desde ACEPVIVA, plataforma constituida por las AMPAs y AFAs de los centros públicos del distrito y la Asociación Vecinal del PAU del Ensanche de Vallecas.

El Ensanche de Vallecas es un barrio joven, en crecimiento, con más de 50.000 habitantes, pero sin servicios públicos sanitarios, culturales, deportivos, sociales y educativos. Cuenta con un solo instituto público frente a cuatro concertados, en una de las autonomías con menor gasto público en el futuro de las nuevas generaciones y donde el dinero de los impuestos se dedica, sin disimulo, hacia una educación concertada que perjudica la oferta de la pública.

No existe oferta de FP pública en todo el distrito de Villa de Vallecas, por lo que las y los chavales que quieran cursar estos estudios deben desplazarse a otros distritos de la capital.

Desde el curso escolar 2008/2009 la plataforma alerta a la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid sobre la necesidad de elaborar un plan de construcción de centros educativos que se adelantara a la necesidad. Primero con la etapa de Infantil y Primaria, donde las familias han sufrido verdaderos dramas para poder escolarizar a sus hijos e hijas, y ahora, todo ese baby boom se traslada a la Secundaria, debido a esa falta de interés en la planificación de la oferta educativa pública en el barrio.

La Comunidad de Madrid ha hecho oídos sordos y, lejos de planificar, improvisa y lo hace en detrimento de la calidad educativa de los centros públicos, anunciando la apertura de nueve aulas de primero de la ESO en el único IES público del Ensanche de Vallecas para el alumnado que se le ha asignado en adscripción única bilingüe de los tres CEIPs públicos que terminan sexto de primaria este año. De las 26 aulas con las que cuenta este centro, en el curso 2020/21 se encuentran ocupadas 28 (no es un error, el centro ya está masificado). La admisión del nuevo alumnado en el IES María Rodrigo sólo puede suponer dos cosas: más masificación y pérdida de calidad educativa.

Por todo lo anterior, ACEPVIVA convoca una concentración el próximo 11 de abril a las 12:00 en la parcela que hace años el Ayuntamiento de Madrid cedió para la construcción de un nuevo centro de secundaria, que se ubica en la calle del Arte Hiperrealista esquina con la calle Escuela de Vallecas, para exigir la inmediata construcción de un IES público en el Ensanche de Vallecas, procediendo a su creación administrativa por la vía de urgencia y la construcción de otro centro de secundaria más a medio plazo. Con ayuda de la empresa Construcciones DESFA.S.A.DAS pondrá la primera piedra del tan deseado instituto.

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Los factores ambientales marcan el comportamiento de los niños

La capacidad de controlar su propio comportamiento y de gestionar la denominada función ejecutiva no depende únicamente del desarrollo cerebral de los niños: una nueva investigación propone que se manifiesta a partir de diversas influencias externas y ambientales, combinadas con factores internos.

Un nuevo estudio realizado en la Universidad Estatal de Washington sugiere que la habilidad para controlar el comportamiento o función ejecutiva en los niños no se encuentra ligada solamente al desarrollo cerebral. Las influencias ambientales y externas también juegan un rol preponderante, a la par de los aspectos internos e individuales.

Basado en la teoría de sistemas dinámicos, originada en la matemática y la física y que ha influenciado a muchas ciencias, el nuevo enfoque determina que el comportamiento de los niños se encuentra fuertemente marcado por las influencias del entorno. El trabajo de los científicos estadounidenses ha sido publicado recientemente en la revista Perspectives on Psychological Science.

De acuerdo a un comunicado, este cúmulo de factores ambientales y sociales marcaría el desarrollo de la función ejecutiva, que desempeña un papel crucial desde la preparación de los niños para la escuela hasta sus relaciones sociales, estando vinculada además con resultados a largo plazo que impactan en la vida adulta. La nueva concepción se contrapone con la idea establecida de relacionar dicha función ejecutiva con el desarrollo cerebral y otros factores internos.

Según Sammy Perone, director del grupo de investigación, “proponemos que la función ejecutiva utiliza señales del entorno para guiar el comportamiento. Como seres humanos, usamos nuestra experiencia y nuestras normas para decidir cuál es el camino apropiado a seguir. Para fomentar el desarrollo de la función ejecutiva en los niños es imprescindible construir conexiones entre las señales externas y los comportamientos apropiados», indicó.

Cambio de paradigma

El punto de vista dominante indica que la función ejecutiva se sostiene sobre tres procesos neurocognitivos. El primero es la memoria de trabajo, que es la información almacenada para ser utilizada en el corto plazo. El segundo factor sería el control inhibitorio, que es la capacidad de dejar de hacer algo cuando así lo decidimos. Y el tercero es la flexibilidad cognitiva, que le permite a los niños pasar de una actividad a la siguiente con la solvencia necesaria.

Esta perspectiva ha sido cuestionada y puesta en duda, ya que si la función ejecutiva dependiera únicamente de estos factores internos podría «inculcarse» mediante programas de entrenamiento y funcionaría en todos los casos. Sin embargo, la realidad muestra lo contrario: los niños actúan en un entorno concreto que los modifica, y en consecuencia sus comportamientos también dependen de factores externos, ambientales y sociales.

Trabajar en contextos cotidianos

Precisamente, la concepción de la teoría de sistemas dinámicos establece una visión holística de los problemas a abordar, entendiendo además que los sistemas evolucionan y cambian a lo largo del tiempo. De esta forma, para estimular la función ejecutiva en los niños se deben tener en cuenta una multiplicidad de factores: desde el diseño de un aula escolar hasta si descansan y comen lo suficiente cada día.

Es así que los científicos proponen en su estudio la necesidad de articular la teoría de los sistemas dinámicos a esta problemática social, estableciendo nuevas implicaciones que logren fomentar la capacidad de los niños para comportarse de una manera dirigida a objetivos en contextos cotidianos.

Para concluir, los especialistas expresaron que es crucial entender a la función ejecutiva como un comportamiento dirigido a objetivos en el mundo real. En otras palabras, para lograr que los niños controlen su propio comportamiento es vital que estén posicionados desde su realidad cotidiana y puedan interactuar sanamente con padres, docentes y todas las personas que conforman su red de vínculos más cercanos.

Referencia

A Dynamical Reconceptualization of Executive-Function Development. Sammy Perone, Vanessa R. Simmering, Aaron T. Buss. Perspectives on Psychological Science (2021).DOI:https://doi.org/10.1177%2F1745691620966792

Fuente. https://tendencias21.levante-emv.com/los-factores-ambientales-marcan-el-comportamiento-de-los-ninos.html

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Ni criadas ni carceleras: compañeras. Cómo aprender a relacionarse con mujeres libres

Cuando mis ex me preguntan cómo pueden los hombres disfrutar más del amor, y cómo contribuir a derribar el patriarcado y apoyar la causa feminista, les digo siempre que pueden empezar por transformar las relaciones que tienen con las mujeres de su vida, en su día a día.


A ellos y a todos los amigos que tienen ganas de trabajarse los patriarcados, y de mejorar sus relaciones sexuales, sentimentales, y afectivas con mujeres, les dedico este post donde explico por qué lo romántico es tan político:

Ni criadas ni carceleras: compañeras. Cómo aprender a relacionarse con mujeres libres.

Ahora que nosotras estamos despertando y todo está cambiando, ¿qué podéis hacer los hombres para aprender a relacionaros con mujeres libres?
Nosotras ya llevamos tiempo trabajándonos los patriarcados, rompiendo con los mitos, desobedeciendo los estereotipos, los roles y los mandatos de género, estamos aprendiendo a querernos y cuidarnos, estamos luchando por la igualdad, y nos estamos poniendo muy creativas para imaginar otras formas de relacionarnos que nos permitan disfrutar más del sexo y del amor.

Estamos cambiando el mundo.

Cada vez somos más las mujeres que hemos tomado conciencia de cómo lo romántico es político: tenemos claro que ya no queremos más relaciones de abuso y explotación en nombre del amor. 

Nos liberamos el día que comprendemos que las mujeres no hemos nacido para:

Servir – vigilar – castigar – controlar –  aguantar – sufrir

A continuación os cuento cómo estamos rompiendo con los roles de mujeres buenas, de criadas y carceleras para poder amar en igualdad y en libertad. Y os doy pistas para que podáis desobedecer vosotros también.
Mujeres buenas/mujeres malas A unas mujeres las tratáis muy bien, y a otras no. Y es porque os han educado bajo la idea de que hay mujeres de primera y de segunda categoría.

En el imaginario colectivo, las mujeres buenas son aquellas que viven para complacer a un hombre y a sus hijos varones. Son mujeres discretas, obedientes, bondadosas, inocentes, sensibles, amorosas, entregadas, cuidadoras, complacientes, abnegadas, generosas, que viven por y para el amor romántico y el amor de madre. Son buenas esposas, buenas madres, buenas hijas. Son mujeres respetables.

Son el pilar de la familia feliz. 

Las demás son todas mujeres malas. Mujeres para divertirse y tener sexo: a ellas nunca debes ofrecerles el trono del matrimonio. A algunas las enamoráis, a otras les pagáis, pero no les concedéis el status de persona, sino de objeto sexual, por eso tenéis varias.

Para el patriarcado, las mujeres malas son mujeres libres a las que les gusta el sexo, son mujeres que hacen elecciones y toman decisiones, mujeres difíciles de domesticar y someter, mujeres poderosas y dominantes. Mujeres de las que no puedes enamorarte: los hombres son educados para desconfiar de todas las mujeres, menos de su madre.

Y hasta que no desalojes de tu mente la idea de que el mundo está lleno de mujeres malas que quieren destrozarte el corazón, aprovecharse de ti y dominarte a través de sus encantos, no vas a cambiar mucho. Hay que llegar a la raíz para liberarte de la idea de que te mereces una mujer buena que te cuide y se desviva por ti. Y entiendas que las mujeres no somos santas ni putas, buenas ni malas: todas merecemos el mismo respeto, y buenos tratos. No importa si la relación es fugaz o duradera: ninguna mujer vale menos o más que otra. La pista es acabar con las jerarquías y las etiquetas que oprimen a las mujeres.

Mujeres carceleras

Esto viene de muy lejos: ya Zeus era un dios promiscuo y mentiroso que hacía sufrir a su esposa Hera con su obsesión por ponerle los cuernos. Según la cosmogonía de la Antigua Grecia, Zeus vivía obsesionado con serle infiel a Hera, y Hera, se desvivía obsesionada con descubrirle y castigarle. Sus historias están basadas en este juego del gato y el ratón en el que él cumple el papel de hombre casado que necesita una carcelera, y ella es el de la esposa que trata de domesticar al marido, sin conseguirlo nunca del todo.

Desde entonces hasta ahora, han pasado muchos siglos, pero muchos de vosotros seguís creyendo que podéis encerrar a las mujeres en la monogamia, y mientras llevar una doble vida como solteros y como casados, haciendo lo que os apetece y disfrutando de vuestra libertad.  

Las mujeres no nacimos para actuar como «freno de mano» de nuestra pareja masculina.

Se nos ha hecho creer que nuestro deber es vigilar, controlar y castigaros para que no os desboquéis como caballos salvajes. Nuestra función como novias y esposas, nos dice el patriarcado, es sustituir a vuestra madre, domesticaros y guiaros por la senda del bien para que no se os desviéis del camino.

Es el mismo patriarcado que nos encierra en la cárcel de la monogamia para que intentemos que los hombres vivan encerrados con nosotras, cumpliendo la misma condena. Nos meten ahí para que nos rebelemos ante la injusticia que supone que vosotros podáis tener una vida sexual y amorosa diversa, y nosotras no, y para que os arrastremos hacia el nido familiar.

Pero es realmente difícil mantener a un hombre encerrado: siempre encontráis la manera de escaparos y hacer «travesuras». Luego volvéis con las orejas agachadas pidiendo perdón y haciendo propósito de enmienda, mientras planeáis la siguiente escapada. Muchos se aprovechan de una mujer que les ama y sueña con poder cambiarle con su amor.

Es otra trampa del patriarcado: la idea de que el amor todo lo puede.
No necesitáis carceleras, ¿por qué buscáis entonces a una mujer que os controle? Porque a los hombres os educan para que creáis que no tenéis responsabilidad sobre vuestros  actos, y no podéis controlaros ni auto regularos a vosotros mismos con el sexo, el alcohol, las drogas, el juego y las apuestas, las actividades de riesgo en las que ponéis en peligro vuestras vidas, y las fiestas de hombres.

Os tratan como eternos menores de edad para que necesitéis una mujer que os  haga «sentar la cabeza», porque vosotros solos no podéis madurar, ni respetar las leyes, ni cumplir vuestra palabra, ni asumir la responsabilidad de vuestros actos.

Cuando accedéis a casaros para dejar la eterna gloria de la juventud, vosotros sois responsables de traer el dinero a casa, y os veis obligados a trabajar para cumplir con vuestro rol de proveedor.
Nosotras, mientras, somos las responsables de que nuestra relación vaya bien y que el esposo viva esposado.

¿Qué ocurre si pese a nuestra vigilancia, nuestro marido busca a otras mujeres? El patriarcado nos dice que es culpa nuestra porque:  -no sabemos complacerle, no le damos lo que necesita y tiene que buscarlo en otras mujeres,-no sabemos controlarle, no le vigilamos bien, no cumplimos con nuestro deber de carceleras-el mundo está lleno de mujeres deseando robarte el marido, y el pobre no puede resistir la tentación por sí solo, porque es un hombre.

Para nosotras la culpa, para vosotros la disculpa.

La doble moral os atribuye a los varones humanos un apetito sexual insaciable e infinito. Por eso, muchas mujeres saben que a pesar de su férrea vigilancia y sus métodos de castigo, siempre los hombres encuentran sus momentos especiales para escaparse. A nosotras nos enseñan a resignarnos y mantenernos alerta. A la infidelidad masculina le llaman echar canas al aire», y se castiga a los hombres como si fueran chiquillos: les toca dormir tres días en el sofá, y al cuarto pueden volver al lecho conyugal.

Las mujeres, además de vigilar al mentiroso, tenemos que vivir en guerra constante con la mujer a la que hemos sustituido: nuestras relaciones entre suegras y nueras están basadas en la competencia de a ver quién os cuida más y mejor.

Es un estrés vivir siempre en alerta, como si fueras una mujer soldado en una guerra. Nos hacen creer que los hombres no pensáis con el cerebro y no tenéis voluntad propia, y por eso no podemos confiar en vosotros: vuestra palabra no vale nada porque debido a vuestras bajas pasiones y falta de control, no paráis de mentir.  Tenemos que resignarnos a vivir con miedo constante a que nos pongáis los cuernos y nos dejéis por otra mejor.

Si somos demasiado celosas, nos decís que estamos locas. Se supone que todas tenemos que vivir con nuestros cuernos con dignidad, y sin protestar. Muchas mujeres nos compadecemos de vosotros pensando que sois incapaces de ser adultos y necesitáis ayuda, pero también ocurre que en nuestro papel de salvadoras y cuidadoras, nos sentimos útiles y necesarias.

El patriarcado nos ha hecho creer que si nos convertimos en mujeres imprescindibles, tendremos más poder sobre vosotros. Pero en realidad es una trampa para todas nosotras: nunca podremos ser libres ni disfrutar del amor en relaciones de dependencia, ni en relaciones basadas en la dominación y la sumisión, y atravesadas por luchas de poder.

Mujeres criadas y sirvientas

Otro rol patriarcal de las mujeres es el que nos mueve al sacrificio y al trabajo gratis «por amor». El amor es el único instrumento capaz de doblegarnos y de someternos, sólo por amor nos desvivimos por  hacer feliz a un hombre.  Ahora que en muchos países se reconoce que las mujeres somos libres y tenemos derechos, sólo nos podéis explotar en beneficio propio si nosotras lo hacemos voluntariamente, y si creemos que entregarse por completo a un hombre es un acto de amor. 

¿Cuál es el resultado? Que en todo el mundo las mujeres tenemos doble y triple jornada laboral, porque sobre nosotras recaen las tareas básicas para la supervivencia: cuidado de la familia, crianza y trabajo doméstico. Y eso tiene un impacto directo en nuestra salud y nuestra calidad de vida. A vosotros no os enseñan a cuidaros, ni quieren que tengáis autonomía para que necesitéis siempre una mujer a vuestro lado que os cuide y os cubra vuestras necesidades básicas. Primero se ocupa mamá y luego le toca a la esposa. Y si no, siempre se ocupará una hermana, una sobrina, una hija.

Los hombres de todo el mundo vivís como reyes en vuestros hogares: hasta el hombre más pobre del planeta es el amo de su casa y tiene una criada gratis a su disposición. Sólo tiene que enamorarla, hacerle muchos hijos, y mantenerlos a todos.

En todo el planeta los hombres tenéis más tiempo libre que las mujeres: en algunos países, el doble. Esta enorme diferencia del uso del tiempo libre pone al descubierto la explotación en la que vivimos las mujeres, una explotación emocional, sexual, doméstica y reproductiva que nos lleva a vivir como sirvientas de un rey en un sistema que funciona por absolutismo. Os gusta vivir en un país en democracia, pero no hay democracia en la mayoría de las parejas: hay desigualdad y sistema de servidumbre disfrazado de amor.

Las cosas están cambiando: las mujeres nos estamos hartando. 

Atentos a este dato: si antes el principal motivo de divorcio en los países desarrollados era la infidelidad, ahora el principal motivo es el desigual reparto de la energía y el tiempo dedicado a las tareas domésticas, de crianza, y de cuidados. Esto significa que necesitáis un cambio radical en vuestras vidas si queréis adaptaros a los nuevos tiempos y si queréis que vuestras relaciones funcionen.

Mujeres compañeras 

Somos cada vez más las mujeres conscientes de la colosal dimensión de la estafa romántica que nos somete a los hombres por amor. Hemos aprendido que no hay otro camino para la liberación que abandonar nuestros roles de mujer soldado y de mujer sacrificada. Ya sabemos que tenemos derecho al placer, y que nos merecemos disfrutar de la vida, rodeadas de gente que nos quiere y nos cuida.  Las mujeres nos hemos dado cuenta de que no queremos ser criadas, ni carceleras de los hombres: sólo queremos relacionarnos con vosotros como compañeras, de tú a tú, de igual a igual. Ahora os toca a vosotros entender que el amor ha de ser recíproco, y los cuidados, mutuos. 

¿Qué cambios tenéis que hacer en vuestras vidas para dejar de aprovecharos de las mujeres que os quieren?, ¿qué podéis hacer para cuidar las relaciones con las mujeres de vuestras vidas?

Hombres compañeros 

No podéis mantener por más tiempo vuestra condición de reyes: la monarquía doméstica está llegando a su fin. Os tenéis que quitar la corona y bajaros del trono con humildad. Si queréis relacionaros con mujeres libres, lo primero es trabajaros la autonomía y la honestidad. 

Y además:

  • desmontar los mitos de la masculinidad-hacer autocrítica amorosa, individual y colectiva-desobedecer los roles y los mandatos patriarcales-cuestionaros vuestros privilegios y vuestra forma de ejercer el poder, -romper con el pacto de silencio que protege a los hombres, -asumir vuestras responsabilidades y obligaciones en el hogar-comprometeros con vuestra responsabilidad en la crianza y los cuidados,  -caminar hacia la igualdad, aboliendo la explotación de vuestras relaciones,-aprender a relacionaros de una forma horizontal, y tratar a las mujeres como compañeras-trabajaros por dentro para crecer y evolucionar, -aprender a cuidaros a vosotros mismos,-cuidar vuestros vínculos y relaciones con hombres y con mujeres.

Nosotras ya hemos empezado a transformar el mundo: estamos en la cuarta ola feminista. Estamos haciendo crítica y autocrítica, denunciado y visibilizando la explotación y la violencia patriarcal de la guerra contra las mujeres, estamos despertando conciencias, estamos luchando por nuestro derecho a tener una buena vida.

Lo personal es político es uno de nuestros lemas principales: si cambiamos todos y todas, si cambiamos nuestra forma de relacionarnos y de organizarnos, si ponemos en el centro los cuidados, cambiamos el mundo, de arriba a abajo. Empezando por la pareja, y siguiendo por la familia, las amistades y la comunidad, podemos cambiar la sociedad entera. Se trata de dejar de explotarnos, y de aprender a relacionarnos desde el respeto, la cooperación, el disfrute, el apoyo mutuo, la responsabilidad afectiva, la ternura radical y los cuidados compartidos.

Las mujeres y los hombres podemos compartir la vida y disfrutar del amor si somos compañeros, si nos relacionamos en libertad, si nos cuidamos con amor, si nos tratamos siempre de tú a tú, siempre de igual a igual.

Fuente: https://rebelion.org/ni-criadas-ni-carceleras-companeras-como-aprender-a-relacionarse-con-mujeres-libres/

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Papúa Occidental: Violar a las mujeres para expoliar la tierra

Por: Daniel Raventós, Julie Wark

Papúa Occidental* suele describirse como un lugar “remoto”, adjetivo práctico que expresa dos significados: un lugar inmaculado para unas vacaciones exóticas y demasiado lejano para que a alguien le importe un bledo.

El diario indonesio Jakarta Post da como primera razón para visitar este lugar maravilloso el poder “bucear con amigables tiburones ballena”. En el número 8 de su lista de motivos cita quedarse embobado observando a los indígenas amistosos, incluyendo a “algunos que no han sido nunca contactados” (para los aspirantes a gran explorador). Es exótico pero seguro, al menos si hacemos caso al motivo número 9: “nadar entre miles de medusas sin tentáculos urticantes”. Desgraciadamente el ejército indonesio no es tan inocuo como las gelatinosas criaturas marinas. Para confirmar esta afirmación basta con leer el informe de la Escuela de Derecho de Yale titulado “Las violaciones de derechos humanos de Indonesia en Papúa Occidental: Aplicación de la ley sobre genocidio a la historia del control indonesio”. Ese genocidio continúa en nuestros días, principalmente porque la “comunidad internacional” y sus medios de comunicación son tan poco firmes como las medusas. El Guardian, por ejemplo, culpa solapadamente a los papúes de su sufrimiento porque “llevan decenios promoviendo la secesión [de Indonesia]”.

El hecho de que los lugares remotos dicten sus propias normas, o al menos que las dicten los hombres fuertes que los dirigen, tiene un gran atractivo para personas como Elon Musk, a quienes gusta hacer su voluntad sin tener que dar cuentas de ello. Y para un régimen como el indonesio es muy útil contar con un famoso multimillonario con un proyecto extravagante para poner algo del brillo que concede la celebridad a su barbarie militarizada, o para desviar la atención de la misma. El pasado diciembre, el presidente indonesio Joko Widodo ofreció a Musk parte de la isla Biak (con una población de más de 140.000 habitantes) para que juegue con su proyecto SpaceX (y acabe con los terrenos de caza tradicionales que serán destrozados en el proceso de lanzamiento de 12.000 satélites, si finalmente consigue que funcionen los lanzamientos).

Pero ¿cómo consiguió Indonesia las tierras de Papúa Occidental para regalarlas tan despreocupadamente? Para explicarlo en pocas palabras, porque la fraudulenta “Acta de Libre Elección” de 1969, reconocida por la ONU, otorgó a Indonesia (a su ejército, para ser más precisos) un acceso descontrolado a los inmensos recursos naturales de Papúa Occidental. Y, como una parte considerable del presupuesto militar procede de su control de las industrias extractivas, estos hombres se dedican a profanar y a violar la tierra y, naturalmente, a sus pobladores. Se calcula que al menos medio millón de papúes occidentales ha sido asesinados, pero no a causa de las pretensiones “secesionistas” de la población (léase derecho a la autodeterminación) sino del proceso de acaparamiento de tierras y de enriquecimiento de los militares para mantener su poder. En el lado receptor, los papúes se basan en sus cada vez más escasas tierras para la supervivencia económica, social y cultural.

Un aspecto poco conocido del genocidio que tiene lugar en Papúa Occidental es que gran parte de la violencia general que está expulsando a la población de sus tierras es violencia sexualizada. Lo cual encaja en el modelo general (por tanto no remoto) de las violaciones de guerra. Un pene es un arma de guerra biológica fácilmente transportable, por lo que en las últimas décadas se han registrado violaciones sistemáticas en las guerras de los Balcanes, Bangladés, Ruanda, Uganda, Myanmar, Timor Occidental, Congo, Sierra Leona,  Liberia, Kosovo, Darfur, Papúa Occidental y otros lugares. Es una estrategia que socava la dignidad y la moral de la población víctima al destruir, a largo plazo, el tejido básico de la sociedad. Es también un instrumento sádico de tortura cuando se obliga a los hombres a presenciar la violación de sus mujeres y de sus hijas, un modo de burlarse de su masculinidad por ser incapaces de proteger a sus mujeres.

Conseguir información sobre lo que sucede en Papúa Occidental es muy complicado pues hablamos de un territorio vedado a periodistas e investigadores independientes. Si consiguen entrar en el país, todos sus movimientos son vigilados por funcionarios, y la gente teme por sus vidas si hablan con extraños. No obstante, tras denodados esfuerzos, la Relatora Especial de la ONU sobre la Violencia contra la Mujer consiguió hacerse una idea de lo que allí ocurría y concluir en 1999 que las fuerzas de seguridad indonesias utilizaban “la violación como instrumento de tortura e intimidación”. Más recientemente, al menos un estudio ha documentado “un sadismo sexual ferozmente creativo (contra los genitales de hombres y mujeres, y habitualmente con público forzado a contemplarlo)”. ¿Qué es el sadismo sexual creativo? Por poner un ejemplo, un informante “presenció cómo cortaban el pene a una serie de hombres en su aldea. Otro informante fue testigo de cómo cortaban la vagina a una mujer y obligaban a su marido a comérsela”. Este terror aparentemente aleatorio se convierte en terror absoluto, pues cualquier mujer puede ser una víctima, por lo que los pueblos indígenas huyen de sus tierras. Luego, los militares las reclaman, creando catástrofes sociales y medioambientales con todo ello.

Pero el terror no es realmente aleatorio. Es deliberado. La relación entre las industrias extractivas y la violencia sexual es evidente en los informes de violaciones sistemáticas de mujeres en los alrededores de Grasberg, donde se localiza la mayor mina de oro del mundo y la segunda mayor de cobre (de la tristemente célebre sociedad minera Freeport-McMoRan), que durante 30 años ha estado arrojando millones de toneladas de desechos de metales pesados al sistema fluvial del Ajkwa, que han destruido las tierras bajas y los bosques de manglar antes de contaminar el mar de Arafura. La policía y el ejército utilizan la violación para torturar a las mujeres cuando las interrogan sobre el paradero de sus maridos, sospechosos de ser miembros o simpatizantes del Movimiento Papúa Libre. Un testigo describe el horror que permanece en la memoria de las personas y aterroriza a poblaciones enteras durante generaciones:

“Una muchacha de doce años de la etnia amungme fue víctima de violencia sexual continuada. […] Una patrulla llegó hasta la casa donde vivía con un hermano mayor y sus padres. Cuando los soldados vieron a la víctima la invitaron a ir a su base. Como se negó a hacerlo, uno de ellos la violó delante de sus padres y luego otros soldados siguieron haciéndolo por turnos. A resultas de la violación, la muchacha quedó embarazada y dio a luz a un bebé. Posteriormente, cuando se produjo un reemplazo de tropas en la aldea, la misma muchacha volvió a ser violada, y todo esto continuó durante cinco reemplazos. Al final, la víctima parió cinco hijos”.

Si el pene se convierte en un arma en Papúa Occidental, lo mismo ocurre con los cuerpos de las mujeres. Según la oenegé Survival International, los índices de infección por VIH en la “remota” Papúa Occidental son 15 veces superiores a la media nacional, e incluso mayores en los alrededores de la mina Grasberg. “Algunos papúes creen que el ejército lleva deliberadamente prostitutas infectadas con el virus a las áreas tribales. Se sabe de soldados que ofrecen alcohol y trabajadoras sexuales a los jefes tribales para tener acceso a sus tierras y a sus recursos”.

Por lo general el régimen indonesio se las arregla para encubrir sus atrocidades, pero puede deducirse el modo en que esta violencia sexual sistemática actúa en Papúa Occidental a partir de otros casos. En Bosnia-Herzegovina, por ejemplo, las violaciones de guerra a mujeres musulmanas y croatas fueron una política oficial, violaciones controladas. “Son violaciones hasta la muerte, violaciones como forma de masacre, violaciones para matar y para que las víctimas deseen estar muertas. Es la violación como instrumento para provocar el exilio forzado, la violación para obligarte a abandonar tu hogar y que no desees regresar jamás. Es también una violación para otros la contemplen y la escuchen: la violación como espectáculo. Es la violación de la xenofobia liberada por la misoginia y desencadenada por orden oficial”. Se trataba, además, de violar con planes de futuro: fecundar a muchachas y mujeres musulmanas y croatas para construir supuestamente el Estado serbio con bebés “serbios” que se “infiltren” en el grupo de la madre. Los bebés también se convierten en víctimas cuando son rechazados o estigmatizados por el pueblo natal. En este crimen de procreación forzada, se utiliza a los hijos para envenenar a las comunidades al recordar a todos su terrible origen.

La violación a esta escala socava el sistema de valores de todo un grupo. Las víctimas, que han sufrido agresiones a causa de su identidad, sienten repugnancia por ello y no quieren vivir con ese estigma. En el contexto colonial, la violación se convierte en genocida cuando ataca a las mujeres indígenas por ser indígenas. En su estudio de la violencia sexual, Andrea Smith escribe que “todas las indígenas supervivientes a las que he orientado me has dicho en un momento u otro que desearían no ser indígenas”. La violación ha sido utilizada de forma generalizada para instilar un sistema patriarcal en las culturas indígenas. “Con el fin de colonizar a pueblos cuya sociedad no era jerárquica, los colonizadores deben en primer lugar naturalizar la jerarquía institucionalizando el patriarcado. La violencia de género patriarcal es el proceso mediante el cual los colonizadores inscriben la jerarquía y la dominación en los cuerpos de los colonizados”. Los hombres atacan al “sexo débil”, pero en cierto modo saben que deben destruir el poder de las mujeres en la comunidad. Al escribir sobre Darfur, Sarah Clark Miller observa: “La abominable eficacia de la violación genocida corrompe el papel de las mujeres como cuidadoras de las relaciones, transmisoras de las prácticas culturales y sustentadoras de significado, al utilizar estas funciones habitualmente integradoras contra la comunidad”.

Si se unen los fragmentos de información disponibles puede observase que estos son los efectos que la violación sistemática está teniendo en Papúa Occidental. Un estudio descubrió que cuatro de cada diez mujeres habían sufrido violencia por parte del Estado indonesio. Y, dado que ningún tipo de violencia se produce en solitario, no es accidental que la violencia sexual ocurra en regiones con industrias extractivas “estratégicas”, como la minería, la agroindustria de la palma de aceite o la pesca. La violencia sexual y la violencia contra la Tierra están íntimamente relacionadas.

En el campeonato del Antropoceno, Indonesia ha conseguido, mediante métodos brutales, dos primeros puestos: tener la mayor mina de oro del mundo y la mayor producción de aceite de palma del mundo. Otro probable primer puesto sería el de la “utilización de los métodos más brutales”. Impertérrita ante los avisos de la crisis climática, Indonesia continúa con sus megaproyectos, entre los que se encuentra la construcción de una carretera de más de 4.300 kilómetros a través de Papúa, una red vial que causaría daños irreparables en regiones montañosas cubiertas de espesa selva, incluyendo el Parque Nacional Lorenz, Patrimonio de la Humanidad, en busca de mayor acceso a minerales, combustibles fósiles, madera y tierra para inmensas plantaciones de palma de aceite. Esto supone, claro está, pérdida de biodiversidad, pérdida y fragmentación forestal y emisiones de gas de efecto invernadero. Una hectárea de bosque húmedo puede producir 6.000 toneladas métricas de dióxido de carbono cuando se convierte en una plantación. Los incendios de turberas en Indonesia provocan gran parte de la neblina irrespirable que ha asfixiado gran parte del sudeste asiático en los últimos años, hasta el punto de que se estima que estos fuegos han podido causar hasta 100.000 muertes prematuras, solo en 2015.

Las mujeres son violadas en Papúa Occidental para que los militares puedan mantener el poder expoliando y profanando la tierra y todo el planeta. Hace ya mucho tiempo el antropólogo Franz Boas (despojado de su doctorado en Kiev por los nazis, que también quemaron sus libros) insistía en que, dentro de la indiscutible unidad de la humanidad, no existía jerarquía alguna de “razas” (un concepto que él aborrecía), lenguas o culturas, sino una multitud de pueblos; que ninguna cultura puede pretender su superioridad natural. El término “remoto” encubre muchas cosas y sirve para crear un “nosotros” superior y un “ellos” explotable. Mientras tanto Occidente, en su superioridad, se llena la boca hablando de derechos humanos universales a la vez que ignora alegremente la extinción de modos de vida mucho más compatibles con la coexistencia en este planeta. El Banco Mundial considera que las grandes infraestructuras son un “burdo instrumento” de progreso. En Papúa Occidental, el burdo instrumento de la violación representa el tipo más perverso de progreso. Y a nadie le importa un bledo (excepto a los violadores).

* También denominada Nueva Guinea Occidental (Irian Jaya hasta 2001) es la mitad occidental de la isla de Nueva Guinea e islas adyacentes en Oceanía. Fue incorporada al Estado de Indonesia en 1969, en una decisión controvertida que sigue siendo motivo de conflictos. La mitad oriental de la isla es parte del Estado independiente de Papúa Nueva Guinea. (N. del T.)

Daniel Raventós es profesor de economía de la Universidad de Barcelona y miembro del comité de redacción de la revista Sin Permiso. Presidente de la Red Renta Básica y miembro del consejo científico de ATTAC. Su último libro es La renta básica, ¿por qué y para qué? (Catarata, 2021).

Julie Wark es miembro del consejo editorial de la revista Sin Permiso, socióloga, antropóloga y especialista en sudeste asiático: Como autora ha publicado, entre otros Indonesia: Law, Propaganda and Terror (Zed Press, 1983)

Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/03/21/west-papua-rape-the-women-to-rape-the-land/

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Tsotsiles en Puebla: infancias indígenas migrantes y trabajadoras

Tsotsiles en Puebla: infancias indígenas migrantes y trabajadoras

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Miguel Ángel Rodríguez

El 26 de febrero pasado, hace casi un mes, Juan Villoro escribió un artículo memorable sobre la migración europea, pues dio cuenta de nuestra condición de seres ficticios bajo el signo de la pandemia. El modo virtual de nuestras relaciones, de las que “carecemos de suficiente evidencia pública para demostrar que somos reales”, nos sitúa en una pausa ontológica en la que dejamos temporalmente de ser.

El pensador mexicano juega con la ontología y nos descubre, a propósito de la negación del ser, una palabra que revela el angustiante estado de excepción que abandona y reduce a muchos migrantes varados temporalmente en Alemania, por causa de la pandemia (no hay vuelos) y por algunos problemas burocráticos con sus pasaportes (las oficinas están cerradas), digo, los coloca en una situación que no es legal ni ilegal, por lo que el Estado alemán les otorga un documento que pasará a la historia de la migración mundial como el primer reconocimiento oficial a seres de ficción.

Con un extravagante e impronunciable vocablo Fiktionsbescheinigung, que literalmente significa Certificado de ficción, los burócratas germanos despacharon la cuestión. Un papel del gobierno que  “acredita la condición ficiticia de quien lo porta”. Es la expresión más cristalina de las degradantes maneras en que funciona el estado de excepción en el primer mundo, incluyen legalmente a los migrantes para desincluirlos, para recordarles su otredad.

Me pregunto aquí, siguiendo a Juan Villoro, por el eufemismo castellano que nombre la circunstancia ominosa que viven las infancias indígenas migrantes y trabajadoras de nuestro país, y, en particular, por las familias migrantes tsotsiles que, desde hace más de tres lustros, viajan como sombras, en un trajín sin descanso, en un vaivén constante, de Mitontic, Chiapas, a la Ciudad de Puebla.

San Miguel Mitontic es un pueblo prehispánico fundado por los tsotsiles, una comunidad indígena de origen maya en la que el 98.7 por ciento de la población habla la lengua originaria. En la actualidad es un municipio de la Región V de los Altos de Chiapas, misma que está conformada por 18 ayuntamientos: San Cristóbal de las Casas, Mitontic, Teopisca, Altamirano, Chalchihuitán, Chanal, Chamula, Pantelhó, Chenalhó Oxchuc, Las Rosas, Tenejapa, Amatenango, Zinacantán, Aldama, Huxtán, Larráinzar y Santiago. Mitontic es una ciudad con una población de 13 mil 755 habitantes según el último censo de población y vivienda (2020) y suele aparecer entre los diez municipios más pobres del país.

La mayoría de los seres de maíz que migran cíclicamente a las ciudades de México, Yucatán, Oaxaca, Qunitana Roo, Veracruz, Tabasco, Campeche y Puebla no tienen  siquiera un certificado de ficción, un Fiktionsbescheinigung que los acredite como sujetos de derecho en proceso de probar su existencia real, porque existen sin ser valorizados jurídicamente. Vamos, ni siquiera están registrados en alguna dependecia local de Chiapas, y, desde luego, menos aún existe constancia legal de su presencia en la Angelópolis.

Los migrantes viven en un eterno estado de excepción que, con frecuencia, los enfrenta a graves sufrimientos familiares, porque las autoridades del sistema DIF (Desarrollo Integral de la Familia) de los estados y ciudades a las que migran suelen hacer generalizaciones descriptivas y normativas que estereotipan, estigmatizan y criminalizan las estrategias de supervivencia de las familias tsotsiles.

Sin comprender, sin escuchar siquiera los múltiples sentidos que el trabajo infantil migrante adquiere como constructo comunitario sociohistórico entre los pueblos indígenas, porque, como en el caso de Puebla, no cuentan con un traductor tsotsil autorizado que interprete los sentimientos y deseos de los niños y las niñas, con ese juicio universalista y paternal que infantiliza a las poblaciones indígenas y afrodescendientes, las familias tsotsiles son cruelmente separadas hasta por más de medio año. Y ahora pende como espada de Damocles sobre sus vidas un proyecto de ley para erradicar el trabajo infantil en el estado de Puebla, una normatividad de buenas intenciones que, sin embargo, debe dialogar con las otras formas de existencia para conocer el sentido de su verdad, escuchar las voces y significados de los propios niños y niñas tsotsiles y, por supuesto, los argumentos y narrativas de sus padres.

Las acusaciones siempre son las mismas, que no son sino ordinarios lugares comunes: explotación del trabajo infantil y violencia familiar. Vamos a ver, entiendo que se han registrado, lamentablemente, algunos casos que pueden calificar para los delitos arriba señalados, lo que quiero enfatizar es que a partir de esos acontecimientos, más bien extraños entre la población tsotsil que migra a la ciudad de Puebla, el acendrado racismo poblano los ha generalizado y, en consecuencia, los ha validado como “estereotipos contingentes y despectivos” contra ellos. Un lugar común que, entre otras cosas, despoja a los niños y a las niñas de su propia iniciativa, porque los convierte en seres sin voluntad y sin voz y, por si fuera poco, condena a los padres y las madres tsotsiles, que ya cargan en sus vidas con todos los acoplamientos imaginables de desventajas sociales que, a mi parecer, ninguna interseccionalidad ha sido capaz de pensar siquiera, a representar todavía, para acabarla de chingar, el trágico papel de crueles verdugos de su propia progenie.

Como la imagen siniestra y torva de los mexicanos que Donald Trump dibujó al principio de su gobierno para justificar la necesidad del famoso muro fronterizo, un estereotipo que es común escuchar y leer entre los conservadores supremacistas de los Estados Unidos, el mismo molde grotesco que se usó contra los afrodescendientes para criminalizarlos, para negarles los derechos humanos más elementales, una deshumanización tan brutal que encendió, hasta la rabia, la indignación del movimiento de liberación afrodescendiente. Una digna rabia que Martin Luther King inmortalizó el 28 de agosto de 1963 con la maravillosa pieza retórica pronunciada bajo la sombra simbólica de George Washington: “I have a dream”.

Y así podemos hablar pestes de los judíos, los musulmanes, los chinos, los gallegos, los indígenas y afrodescendientes, sin saber, sin comprender un ápice la construcción del sentido y esencia de su verdad, vamos por ahí repitiendo lugares comunes, generalizaciones descriptivas que devienen estereotipos humillantes contra los diferentes, son clichés derivados de la proverbial soberbia occidental y de la pretensión logocéntrica, estandarizada, meritocrática y universalista del proyecto ilustrado y capitalista de desarrollo.

Los alemanes estrenan la palabra Fiktionsbescheinigung para acreditar el ser de ficción de los migrantes varados en Alemania, hasta nuevo aviso existen en un estado de excepción ontológica, se trata a todas luces de un proceso provisional que se resolverá pasada la pandemia. No hace falta decirlo, los indígenas chiapanecos de Mitontic viven en un estado de excepción permanente, no tienen derecho a la salud, ni a la educación, ni a un trabajo digno y bien remunerado, baste decir que el censo de población y vivienda del 2020 registra un elocuente 0.1 por ciento entre la población de 12 años y más no económicamente activa que está pensionada o jubilada. En otras palabras, llegan a la vejez sin tener garantizado los derechos sociales fundamentales, pues nunca fueron registrados formalmente como sujetos de derecho por sus empleadores.

Otros datos que vale la pena consignar son que apenas el 25 por ciento de las viviendas de Mitontic cuentan con agua entubada y, de ellas, menos del 2 por ciento tiene cisterna. No es momento de detenerse a pensar, por la escasez del agua, en el carácter sacro que la Coca-Cola adquirió desde hace años en las tierras tsotstiles, en las que el tóxico líquido aparece como vino de consagrar en todas las ceremonias civiles y religiosas de relevancia social.

Por otra parte, apenas el 6.6 por ciento de ellos tiene servicio de telefonía celular y una tercera parte cuenta con el servicio del seguro popular (censo de población y vivienda 2020). Hablamos de un espacio que suele figurar entre los diez municipios más pobres del país.

Como si fuera posible imaginar más desgracias, la situación económica de la comunidad ha sufrido un deterioro considerable durante los últimos cinco años, especialmente si la evaluamos a la luz de las variaciones en el porcentaje de la población de 12 a 14 años y de 15 a 24 años que asiste y abandona la escuela.

Veamos, mientras durante el 2015 el 72.6 por ciento de estudiantes de ese rango de edad asistía a la escuela, tenemos que para el censo del 2020 ese porcentaje se redujo a un 54.6 por ciento. Un incremento del abandono escolar de 18 puntos porcentuales en cinco ciclos escolares que no puede ocurrir como si nada estuviese pasando, pues si lo comparamos con el promedio nacional de asistencia a la escuela en esa edad de 12 a 14, que asciende a un 90.5 por ciento (2020), hablamos de un incremento radical de la brecha de la desigualdad educativa entre los estudiantes tsotsiles y el resto de los estudiantes mexicanos, son 36 puntos porcentuales de desventaja educativa.

¿Dónde están los miles de niños, niñas y adolescentes tsotsiles que ya no están en las aulas?

Sin embargo, aunque usted no lo crea, no es el escenario peor para la vida de los estudiantes de Mitontic, Chiapas, ni para las altas aspiraciones, siempre nobles y lúcidas, del sistema educativo mexicano, pues, cuando los estudiantes tsotsiles alcanzan los 15 años de edad, el porcentaje de ausencia es una dolorosa tragedia humana y el abandono escolar reduce la matricula de manera crucial. Así encontramos que para el año 2015 solo el 15.2 por ciento de la población entre 15 y 24 años asiste a la escuela, una tendencia a la baja en la asistencia escolar que alcanzó a gatas el 13 por ciento en el 2020. Esto es, 30 puntos porcentuales de desventaja con respecto a la asistencia escolar promedio de los alumnos del país que alcanzó un 45.3 por ciento según el censo del 2020.

De esa manera, durante el 2015, al transitar de la secundaria (72.6) a la preparatoria (15.2)  se observa una reducción brutal del 54.7 por ciento de los estudiantes inscritos en el ciclo educativo anterior. Y lo mismo pasa para el 2020, pues del 54.6 por ciento de la población que asiste a la escuela entre 12 y 14 años desciende drásticamente al 13 por ciento de quienes asisten a la escuela entre los 15 y los 24 años de edad. Se observa aquí, igualmente, un abandono escolar de 41. 6 por ciento. Esa es la dimensión de la deuda que el sistema educativo nacional mantiene con las comunidades indígenas tsotsiles.

¿Dónde están los miles de jóvenes tsotsiles que ya no están en las escuelas?

Como les decía, después de un recorrido de más de 700 kilómetros en un viejo autobús pirata, sin seguro de vida y buena parte del camino viajando de pie, con las criaturas a las espaldas, arriban las endeudadas y fantasmales familias tsotsiles a La Loma, una colonia de alta marginación situada a un lado del Mercado Hidalgo, en la Ciudad de Puebla.  Migran desde hace más de tres lustros, son hombres y mujeres jóvenes, en edad laboral, vienen en busca de mejores horizontes de futuro inmediato. Los primeros migrantes tsotsiles encontraron ahí las mejores condiciones para morar sin sufrir severamente la discriminación, quizá porque mucha de la gente que habita en el vecindario también proviene de otras diferentes culturas indígenas de Puebla, Oaxaca, Chiapas y Guatemala.

El Atlas de los pueblos indígenas de México del 2015 registra la presencia de 554 tsotsiles en el estado de Puebla, la inmensa mayoría en la ciudad capital. Vale la pena tener siempre presente que la mediana de edad de los habitantes de Mitontic, Chiapas, es de 16 años –según el censo de población y vivienda 2020– por lo que hablamos de familias muy jóvenes con hijos e hijas en edad escolar que usualmente migran con ellos, por lo que es muy complejo pensar, como veremos, en una educación formal a la manera tradicional.

Cuando uno pasea por las calles de La Loma es posible encontrar una gran variedad de pequeñas tiendas de abarrotes y una oferta muy plural de alimentos regionales, son negocios atendidos, en su mayoría, por migrantes indígenas del interior del estado que encontraron ahí, cerca del mercado, un buen lugar para construir su casa. Se trata de un fenómeno sociodemográfico creciente que no ha recibido, lamentablemente, la atención estatal que un enfoque de derechos sociales fundamentales y un sentido estricto de justicia social demandan con urgencia.

En ese contexto sombrío emerge un proyecto salvífico que, contra viento y marea, pretende construir un proyecto cooperativo y educativo, un espacio termotópico, una esfera para el cuidado del ser de los niños, niñas y jóvenes tsotsiles migrantes, en donde la pluralidad epistemológica y ontológica de los tsotsiles adquiera carta de naturalización: Yo´on Ixim ( corazón de maíz A.C.).

Samantha, la fundadora de la organización civil, nos platicó a Sandra Aguilera Arriaga y a mí, que fue en el 2014 cuando vio por primera vez a un grupo de indígenas, adultos, niñas y niños, con una indumentaria hermosa, pues eran blusas preciosamente bordadas sobre tela de color morado que usaban las niñas y las mujeres que vendían chicles en las esquinas y grandes cruceros de la ciudad: “¿qué hacen ahí?, ¿cómo es su vida?, ¿cómo es que llegaron a estar así…?” -se interrogaba.

El proyecto cooperativo es el paraguas que cubre y protege al proyecto educativo. Consiste fundamentalmente en la posibilidad de crear un espacio productivo consolidado por mujeres tsotsiles que “participan en un proceso de auto-definición y producción cultural” (Ferreiro, 2016, p.53). Las prendas bordadas se venden en un mercado justo para los saberes y habilidades textiles que, por tradición, practican las indígenas tsotsiles, son tejedoras maravillosas de una selva cósmica. Ahora las mujeres también bordan capas, vestidos, blusas, cachuchas, fundas para celulares, etc., y producen mermeladas de frutas para vender en el Sagrado Mercadito, un dominical centro alternativo de comercio ubicado en San Andrés Cholula. Con ese ingreso pueden dedicarse también a estudiar y, sobre todo, sus hijos conocen y aprenden en la escuelita.

Las artesanas del Corazón de Maíz proponen y crean nuevos diseños textiles que bordan con sus saberes tradicionales, se sienten revaloradas porque pueden alcanzar, con la apropiación del proceso de trabajo, que está vinculado a la recreación de su cultura y cosmovisión, cierta autonomía que les permite, en principio, tomar la decisión de abandonar las calles para vivir, provisoriamente, como son sus propias existencias, la experiencia de la escuela.

En la denominada “escuelita” los profesores comprenden y aprovechan muy bien las ventajas de que los estudiantes tsotsiles hayan sido vendedores en la calle, porque el proyecto educativo reconoce y valora las experiencias y los aprendizajes que los niños, niñas y jóvenes adquieren en el trato diario, en los estados de ánimo que es necesario adivinar en los transeúntes para no despertar la ira del racismo, discriminación clasista y patriarcal. Y no se diga en las habilidades matemáticas, un área en la que, según la opinión de los profesores, suelen desarrollar capacidades y habilidades singulares.

De la misma manera, mientras en otros estudios nacionales e internacionales similares, con los que pretendemos hacer un análisis comparativo, los juicios de algunos profesores insisten en que la lengua originaria es un obstáculo para el mejor aprovechamiento escolar, en la escuelita Yo´on Ixim encontramos que la mayoría de los docentes valoran alto la lengua tsotsil y se encuentran inmersos en su aprendizaje, el cual, podría decirse, es la lengua que prevalece en las actividades escolares. Van más allá, pues una de las profesoras explora con paciencia el intrincado mundo de los sentimientos y las emociones de los y las migrantes tsotsiles, un trabajo de investigación hermenéutica que nació como un problema del aula, de la docencia con niños y niñas tsotsiles.

Podría continuar hablando de la educación prometeica, termotópica y hospitalaria del Corazón de Maíz, pero sería adelantarme un poco al diálogo comunitario que deseamos proponer en el conversatorio de mañana 26 de marzo del 2021 a partir de las nueve de la mañana, es un encuentro para pensar, junto a ellos, con la presencia de los protagonistas, en un mundo donde las infancias indígenas migrantes y trabajadoras, como los tsotsiles de Puebla, puedan alcanzar, lejos de tanta miseria, el ser que son y que les hemos negado secularmente.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/tsotsiles-en-puebla-infancias-indigenas-migrantes-y-trabajadoras/

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