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México: La tarea imposible: educar, aprender y evaluar en contingencia

La tarea imposible: educar, aprender y evaluar en contingencia

Alejandra Luna Guzmán 

Entre las crisis que se originaron de manera colateral a la contingencia sanitaria por la pandemia de la Covid-19, la educativa es la que tiene implicaciones más directas y profundas con nuestro porvenir y el de nuestras niñas, niños, adolescentes y jóvenes a corto, mediano y largo plazos. La tensión que se ha dado en las últimas semanas por el llamado urgente a volver al espacio escolar es reflejo sí, de la preocupación por la falta de aprendizajes y de socialización de las y los estudiantes, pero también toma a ratos los tintes peligrosos de una visión adultocéntrica. Los docentes están exhaustos. Las madres, padres y cuidadores que han acompañado –al menos físicamente– a los menores de edad no ven una salida clara a esa situación en la que los colocó la vida hace ya un año. Lo cierto es que, al principio, nadie sabíamos que nos estábamos imponiendo la tarea imposible de educar, aprender e incluso de evaluar bajo condiciones tan extraordinarias y por un periodo tan prolongado.

Tampoco las autoridades educativas lo sabían. Si bien fueron prontas a ponerse el cubre bocas y a lanzar el programa Aprende en Casa recuperando materiales que ya existían, se han caracterizado por tiempos de respuesta lentos que llegan al sinsentido sincrónico. Para muestra, basta la patente ausencia de las adaptaciones a la programación en infraestructura sanitaria en las escuelas en el Programa Sectorial de Educación que se publicara en julio de 2020. Grave en sí misma, esta ausencia ya avisaba que no se estaba realizando un trabajo de planeación que diera viabilidad estratégica al regreso a las aulas. El Estado, responsable de garantizar el derecho a la educación en todas sus dimensiones, no es un ente aislado ni está solo en esa tarea. A nivel constitucional, el Artículo 31 establece la corresponsabilidad de madres, padres y tutores en el proceso educativo de los menores de 18 años a su cargo.

Asimismo, es bien sabido y ampliamente estudiado y difundido que el binomio educar-aprender es previo a la existencia de los sistemas educativos y que es un proceso neurobiológico innato en las especies con funciones mentales superiores. A partir de ello, resulta imposible entonces que no se estén dando de manera natural una enseñanza y un aprendizaje incluso en quienes desde el inicio de la pandemia perdieran contacto con la escuela, o quienes la abandonaron en el proceso. Los saberes sociales son indispensables, el aprendizaje fuera de la escuela es valioso e innegable. Una investigación que ha llamado la atención sobre este aspecto es la de “Pedagogías diversas: la voz de las niñas y los niños”, diseñada especialmente para recuperar los sentires de esta población en esta pandemia. A manera de podcast, los primeros hallazgos que reportan López-Pereyra y Gómez dan cuenta del reconocimiento de saberes no formales por parte de las niñas y los niños, así como del proceso de reflexión que les ha llevado el no estar en el espacio escolar y sus sensaciones de malestar y tristeza que ello les produce.

Si bien el valor de estos saberes extraescolares es un hecho, relajarse bajo la premisa de que son suficientes es ingenuo, en el mejor de los casos. En el peor, es una actitud negligente. En pro de reducir las enormes brechas en términos de oportunidades que la pérdida de aprendizajes escolares implica, es imperante que quienes nos dedicamos a la educación desde cualquier trinchera, logremos una articulación orientada a identificar cómo hemos educado, qué se ha aprendido y cómo lo evaluamos.

Las experiencias de investigación han sido varias. Los primeros hallazgos de algunas ya se encuentran en revistas académicas que desde el cierre de las escuelas convocaron y publicaron números especiales. Otras, aún en proceso, avizoran líneas importantes. Entre éstas, destaca un esfuerzo conjunto de varias universidades y organizaciones que hacen un análisis del aprendizaje y la salud socioemocional de estudiantes, docentes y padres, madres y cuidadores en México en este periodo de pandemia. Este estudio se realiza con instrumentos que permiten que los participantes reciban un diagnóstico personalizado y completamente gratuito sobre sus características, oportunidades y dificultades, en su dimensión pedagógica, socioemocional y tecnológica, junto con una serie de recomendaciones. Un total de 277 mil 144 estudiantes y docentes que componen la muestra final ya habrán podido activar esas recomendaciones.

Entre los resultados que más destacan en un primer corte, se ha podido identificar que 80.4% de los alumnos reporta pérdida de aprendizajes. Asimismo, que el bienestar socioemocional de los docentes es un factor clave que impacta en las acciones pedagógicas, lo que a su vez afecta las percepciones de aprendizaje de los estudiantes y su propio bienestar. Cimenna Chao –integrante de MUxED y encargada de la dimensión socioemocional de esta investigación– destaca que el estrés, que se expresa en agotamiento extremo (burn out), permea sobre todo en las y los docentes. Sin embargo, “afecta con mayor énfasis… a mujeres docentes con hijos(as) en edad escolar, porque además de apoyar la educación de sus descendientes tienen bajo su responsabilidad los aprendizajes de sus estudiantes.” En cuanto a la manera en que han afrontado los niños de primaria el encierro y la educación a distancia, 83.49% reporta que es a partir del enojo.

Si los linderos que han cursado el educar y el aprender en este difícil periodo plantean retos importantes, qué decir de la evaluación de los mismos. A la pregunta ¿qué aprendimos en la escuela durante este año de pandemia? se orienta la investigación homónima que se propone evaluar los aprendizajes de las áreas de Matemáticas y Lenguaje y Comunicación, con un componente orientado a habilidades socioemocionales. La plataforma estará disponible entre abril y junio de este año, y los primeros resultados los obtendremos en julio, a tiempo para que Consejos Técnicos Escolares, Academias y demás los usen a manera de diagnóstico para proyectar su próximo ciclo escolar.

La tarea es tan grande, que parece imposible. Lo es si cualquier actor educativo se ve solo frente a ella. La autoridad educativa no debe pasar por alto todo el conocimiento que ya se ha aportado y que está en proceso. Los que estamos involucrados en los ámbitos educativos tampoco hemos de señalar con dedo acusatorio a quien no ha cumplido su labor sin exigir con base en los resultados de nuestro propio trabajo que sí lo haga. Bien observó Foucault que, en la microfísica del poder de las instituciones, como lo es la escuela, se han subestimado la materialidad y la fuerza de cada uno de sus individuos.

https://www.muxed.mx/post/la-tarea-imposible-educar-aprender-y-evaluar-en-contingencia

Alejandra Luna Guzmán es integrante de MUxED. Pertenece al Departamento de Educación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, donde se desempeña en la gestión editorial de revistas académicas arbitradas, además de cursar el Doctorado Interinstitucional en Educación. Sus líneas de investigación son el derecho a la educación y el análisis de la puesta en acto de políticas educativas en el espacio escolar, Tw: @EducaleNarte

Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/la-tarea-imposible-educar-aprender-y-evaluar-en-contingencia/

 

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Brasil: Durante la pandemia qué leer y cómo leer: Occidente abraza al Oriente, Chuang-tzu y Teresa de Ávila

Durante la pandemia qué leer y cómo leer: Occidente abraza al Oriente, Chuang-tzu y Teresa de Ávila

Leonardo Boff

Por más que el mundo moderno se haya secularizado, el hecho es que gran parte de la humanidad encuentra el sentido de la vida en los caminos espirituales de sus respectivas culturas. Los caminos espirituales son muchos. Sin desmerecer otros, quiero destacar dos que están en la base de dos grandes culturas: la de Occidente y la de Oriente. Cabe recordar que espiritualidad no es saber sobre la Suprema Realidad, sino experimentarla a partir de la totalidad de nuestro ser.

Occidente afirma: existe el camino de la comunión personal con la Suprema Realidad que incluye el Todo.

El Oriente sostiene: existe el camino de la comunión con el Todo que incluye la Suprema Realidad.

En Occidente predomina la comunión personal y dialogal con la Suprema Realidad, que en la tradición judeocristiana y musulmana se llama simplemente Dios. No se trata de una experiencia intelectual, de la cabeza, sino amorosa, del corazón que siente, ama y vibra, envolviendo todo el ser. Maestros de esta experiencia son, entre otros, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y Teilhard de Chardin.

Dice San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual refiriéndose a Dios: “Descubre tu presencia. / Matéme tu vista y hermosura. / Mira que la pena de amor no se cura / sino con la presencia y la figura” (verso 11). Santa Teresa de Ávila no es menos efusiva en sus Aspiraciones de vida eterna: “Vivo sin vivir en mí, después que muero de amor / porque vivo en el Señor / que me quiso para sí. / Cuando el corazón le di / puse en él este letrero: / que muero porque no muero” (verso 1).

Este modo de hablar es el del enamoramiento, el del encuentro íntimo y profundo con Dios. A partir desta comunión yo-tú, se entrevé Dios en el Todo y en cada ser, como aparece en la mística cósmica de San Francisco que emocionalmente llama a las criaturas mis hermanas y mis hermanos. San Juan abre su primera epístola así: “Aquel que nosotros tocamos, que hemos visto con nuestros ojos y hemos oido con nuestros oidos, ése os lo comunicamos”. Es una experiencia concreta, tocar, sentir y ver.

En Oriente la experiencia primera reside en el Todo. Nada está aislado. Todo está relacionado formando el Gran Todo. El maestro yogui responde a la pregunta: “¿Quién eres tú? Él señala el universo y dice: tú eres todo eso, toda la realidad, parte del Todo, tú eres el Todo”. Nuestro extravío se produce porque hemos perdido la memoria sagrada de que somos un eslabón de la única y gran corriente de la vida, parcela del Todo. No hacemos una experiencia de no-dualidad con todas las cosas: somos árbol, somos pájaro, somos las estrellas, estamos sumergidos en el Todo. Y el Todo se llama Tao, la Suprema Realidad presente en todo.

Tomas Merton que vivió en Occidente la experiencia del Oriente tradujo La vía de Chuang-tzu (Vozes 1993). Alguien preguntó a Chuang-tzu: ”Muéstrame dónde puede ser encontrado el Tao. A lo que él respondió: No hay lugar donde el Tao no pueda ser encontrado: está en la hormiga, en la vegetación del pantano, en el pedazo de ladrillo, en el excremento, y concluyó: el Tao es grande en todo, completo en todo, integral en todo. Estos aspectos son distintos, pero la Realidad es el Uno” (p. 158-159). Como se deduce, las cosas son diversas pero todas desaguan en el Uno, en el Tao.

¿Cómo se lleva a cabo una experiencia de no-dualidad? Los orientales proponen como primer ejercicio: la experiencia de la luz. Ella incide sobre nuestras cabezas, baña todo el organismo, atraviesa las paredes de la casa, el jardín, la ciudad, el océano, toda la Tierra y se extiende por todo el universo. La persona, hecha luz, se siente unida a cada cosa, al Todo.

Los caminos de Oriente y de Occidente no son antagónicos sino complementarios. Ambos intentan, fundamentalmente, crear en nosotros lo que tanto buscamos: un centro a partir del cual todo se liga y re-liga y nos permite vivir el Todo. Poco importa el nombre con el que llamamos a ese centro. Corresponde a lo que significa Dios, Tao, Alá, Yavé, Olorum. Ese centro está en nosotros pero también nos desborda. Es el misterio vivo e interior de nuestra vida y del universo.

Entre nosotros tenemos también la experiencia espiritual que subyace a las religiones afro-brasileras u otras que asimilan elementos africanos. Todo gira alrededor del axé, que corresponde más o menos al qi de los orientales o a la ruah, pneuma, spiritus de los occidentales: una energía cósmica que impregna toda la realidad y tiene sus principales portadores en los seres humanos. Exu, no es el demonio que se debe invocar, sino la principal expresión del axé. El axé actúa dentro de nosotros, como fuerza de irradiación y de captación de buenas energías, puestas al servicio de los demás. Por no entender la profundidad, ecológica incluso, de estas religiones de origen africano, son difamadas y hasta perseguidas por grupos neopentecostales que tienen poco de espiritual y de sentido de lo sagrado de todas las cosas.

Somos seres espirituales cuando nos sumergimos en nuestra profundidad y nos damos cuenta de que somos parte de un Todo que nos transciende. Estamos habitados por el espíritu, aquel momento de la conciencia por el cual tenemos la percepción de ser parte de un todo y que el Todo está en nosotros.

La espiritualidad occidental u oriental tiene que ver con la experiencia de la Suprema Realidad, no con un saber, expresado en doctrinas, dogmas y ritos. Todo esto es parte de la religiones que nacieron de una experiencia espiritual, pero que no son la espiritualidad. Pueden fomentarla, igual que pueden sofocarla por exceso de doctrinas. Son agua canalizada, no fuente de agua cristalina. De esa agua todos tenemos sed. Al beberla nos hacemos más humanos y abiertos unos a otros y al Todo.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1020

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Mundo: La vacuna es un bien público mundial

La vacuna es un bien público mundial

Boaventura de Sousa Santos
Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Hay un cierto consenso en torno a que la pandemia actual permanecerá con nosotros durante mucho tiempo. Vamos a entrar en un periodo de pandemia intermitente cuyas características precisas todavía están por definirse. El juego entre nuestro sistema inmunitario y las mutaciones del virus no tiene reglas muy claras. Tendremos que vivir con la inseguridad, por dramáticos que sean los avances de las ciencias biomédicas contemporáneas. Sabemos pocas cosas con seguridad.

Sabemos que la recurrencia de pandemias está relacionada con el modelo de desarrollo y de consumo dominante, con los cambios climáticos asociados a este, con la contaminación de los mares y los ríos y con la deforestación de los bosques. Sabemos que la fase aguda de esta pandemia
(posibilidad de contaminación grave) solo terminará cuando entre el 60% y el 70% de la población mundial esté inmunizada. Sabemos que esta tarea se ve obstaculizada por el agravamiento de las desigualdades sociales dentro de cada país y entre los distintos países, combinado con el hecho de que la gran industria farmacéutica (Big Pharma) no quiere renunciar a los derechos de patente sobre las vacunas. Las vacunas ya se consideran el nuevo oro líquido, sucediendo al oro líquido del siglo XX, el petróleo.

Sabemos que las políticas de Estado, la cohesión política en torno a la pandemia y el comportamiento de la ciudadanía son decisivos. El mayor o menor éxito depende de la combinación entre vigilancia epidemiológica, reducción del contagio a través de confinamientos, eficacia de la retaguardia hospitalaria, mejor conocimiento público sobre la pandemia y atención a vulnerabilidades especiales. Los errores, las negligencias e incluso los propósitos necrófilos por parte de algunos líderes políticos han dado lugar a formas de políticas de muerte por vía sanitaria que llamamos darwinismo social: la eliminación de grupos sociales desechables porque son viejos,
porque son pobres o porque son discriminados por razones étnico-raciales o religiosas.

Por último, sabemos que el mundo europeo (y norteamericano) mostró en esta pandemia la misma arrogancia con la que ha tratado al mundo no europeo durante los últimos cinco siglos. Como cree que el mejor conocimiento técnico-científico proviene del mundo occidental, no ha querido aprender de la forma en que otros países del Sur Global han lidiado con epidemias y, específicamente, con este virus. Mucho antes de que los europeos se dieran cuenta de la importancia de la mascarilla, los chinos ya la consideraban de uso obligatorio. Por otro lado, debido a una mezcla tóxica de prejuicios y presiones de los lobbies al servicio de las grandes compañías
farmacéuticas occidentales, la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Canadá han recurrido exclusivamente a las vacunas producidas por estas empresas, con consecuencias por ahora impredecibles.

Además de todo esto, sabemos que existe una guerra geoestratégica vacunal muy mal disfrazada por llamamientos vacíos al bienestar y a la salud de la población mundial. Según la revista Nature del pasado 30 de marzo, el mundo necesita once mil millones de dosis de vacunas (sobre la base de dos
dosis por persona) para lograr la inmunidad de grupo a escala mundial. Hasta finales de febrero, se confirmaron pedidos de unos 8.600 millones de dosis, de los cuales 6.000 millones estaban destinadas a los países ricos del Norte Global. Esto significa que los países empobrecidos, que representan el 80% de la población mundial, tendrán acceso a menos de una tercera parte de las
vacunas disponibles. Esta injusticia vacunal es particularmente perversa porque, dada la comunicación global que caracteriza nuestro tiempo, nadie estará verdaderamente protegido hasta que el mundo entero esté protegido.

Además, cuanto más se tarde en lograr la inmunidad de grupo a escala global, mayor será la probabilidad de que las mutaciones del virus se vuelvan más peligrosas para la salud y más resistentes a las vacunas disponibles.

Un estudio reciente, que reunió a 77 científicos de varios países del mundo, concluyó que dentro de un año o menos, las mutaciones del virus harán que la primera generación de vacunas sea ineficaz. Esto será tanto más probable cuanto más tiempo se tarde en vacunar a la población mundial.
Ahora, según los cálculos de la People’s Vaccine Alliance, al ritmo actual, solo el 10% de la población de los países más pobres se vacunará a finales del próximo año. Más retrasos se traducirán en una mayor proliferación de noticias falsas, la infodemia, como la llama la OMS, que ha sido
particularmente destructiva en África.

Existe consenso hoy en que una de las medidas más eficaces será la suspensión temporal de los derechos de propiedad intelectual sobre las patentes de vacunas para la Covid por parte de las grandes empresas farmacéuticas. Esta suspensión haría que la producción de vacunas fuera más
global, más rápida y más barata. Y así, más rápidamente, se lograría la inmunidad de grupo global. Además de la justicia sanitaria que permitiría esta suspensión, existen otras buenas razones para defenderla. Por un lado, los derechos de patente se crearon para estimular la competencia en tiempos normales. Los tiempos de pandemia son tiempos excepcionales que, en lugar
de competencia y rivalidad, requieren convergencia y solidaridad.

Por otro  lado, las empresas farmacéuticas ya se han embolsado miles de millones de euros de dinero público a título de financiamiento para fomentar lainvestigación y el desarrollo más rápido de vacunas. Además, existen precedentes de suspensión de patentes, no solo en el caso de retrovirales para el control del VIH / sida, sino también en el caso de la penicilina durante la
Segunda Guerra Mundial. Si estuviéramos en una guerra convencional, la producción y distribución e armas ciertamente no quedarían bajo el control de las empresas privadas que las producen. El Estado ciertamente intervendría.

No estamos en una guerra convencional, pero los daños que la pandemia hace a la vida y al bienestar de las poblaciones pueden resultar similares (casi tres millones de muertos hasta la fecha).
No es de extrañar, por tanto, que ahora exista una vasta coalición mundial de organizaciones no gubernamentales, Estados y agencias de la ONU a favor del reconocimiento de la vacuna (y de la salud en general) como un bien público y no como un negocio, y la consecuente suspensión temporal
de los derechos de patente.

Mucho más allá de las vacunas, este movimiento global incide en la lucha por el acceso de todos a la salud y por la transparencia y el control público de los fondos públicos involucrados en la
producción de medicamentos y de vacunas. A su vez, unos cien países, encabezados por India y Sudáfrica, ya han solicitado a la Organización Mundial del Comercio que suspenda los derechos de patente relacionados con las vacunas. Entre estos países no se encuentran los países del Norte
Global. Por ello, la iniciativa de la Organización Mundial de la Salud degarantizar el acceso global a la vacuna (COVAX) está destinada al fracaso.

No olvidemos que, según datos del Corporate Europe Observatory, la Big Pharma gasta entre 15 y 17 millones de euros al año para presionar las decisiones de la Unión Europea, y que la industria farmacéutica en su conjunto cuenta con 175 cabilderos en Bruselas trabajando para el mismo
propósito. La escandalosa falta de transparencia en los contratos de vacunas es el resultado de esta presión. Si Portugal quisiera dar distinción y verdadera solidaridad cosmopolita a la actual presidencia del Consejo de la Unión Europea, tendría aquí un buen tema de protagonismo. Tanto más si otro portugués, el secretario general de la ONU, acaba de hacer un llamamiento
para considerar la salud como un bien público mundial.

Todo apunta a que, en este ámbito como en otros, la UE seguirá renunciando a cualquier responsabilidad global. Con la intención de permanecer pegada a las políticas globales de Estados Unidos, en este caso puede ser superada por el propio EE. UU. La administración Biden está
considerando suspender la patente de una tecnología relevante para las vacunas desarrollada en 2016 por el Instituto Nacional de Alergias yEnfermedades Infecciosas.

Boaventura de Sousa Santos es Director Emérito del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra.

Fuente de la Información: CII OVE – CLACSO

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Los jóvenes españoles, más pesimistas que hace un año respecto a su futuro laboral

Por: ABC

El 43,3% de los estudiatnes cree que la situación será peor o mucho peor en los próximos meses.

Los jóvenes españoles se muestran cada vez más preocupados por su futura incorporación al mercado laboral. El 43,3% de los jóvenes se siente pesimista y cree que la situación será peor o mucho peor en un futuro, dato que contrasta con los resultados del año anterior, donde solo el 34% de los jóvenes se sentían preocupados, según se desprende del VII Informe Young Business Talents sobre las actitudes y tendencias de los jóvenes preuniversitarios españoles elaborado por Abanca, Esic, Herbalife Nutrition y Praxis MMT.

En este sentido, detalla Ep, las mujeres son las que se muestran más pesimistas al respecto (43,7%), aunque no lejos de la preocupación que sienten los hombres (42,9%). Los jóvenes de Aragón (57,4%), Castilla y León (52,9%) y Navarra (51,4%), son los más pesimistas de España en relación a la situación del empleo juvenil en los próximos cinco años, mientras que los de Canarias (50,7%), Andalucía (40,9%) y Murcia (40,5%), son los que ven el futuro con más optimismo.

«El último año ha despertado las inseguridades y miedos de los más jóvenes. La crisis sanitaria por el coronavirus ha disparado la preocupación que muestran por su futuro laboral. Si bien en años anteriores se veía un aumento en la esperanza por su situación laboral, este último año ha dado un cambio radical y la consecuencia es un aumento del pesimismo entre los más jóvenes, que tienen dudas sobre si podrán encontrar un empleo fácilmente cuando terminen sus estudios debido a la situación que estamos viviendo», afirma Mario Martínez, director del Informe Young Business Talents.

Más internacionales

Los factores que consideran más importantes para encontrar empleo son el interés y las ganas de trabajar (44,1%), tener un buen nivel de idiomas (42,9%), la experiencia (40,7%) y los conocimientos (39,3%). En cuanto a las condiciones que más valoran a la hora de entrar a trabajar en alguna empresa, las tres principales son: la estabilidad en el empleo (29,3%), las posibilidades de promoción (28,5%) y tener buen ambiente de trabajo y de trato (27,2%).

Como consecuencia de las actuales circunstancias, el 82% de los jóvenes españoles ha manifestado que estaría dispuesto a cambiarse de país para trabajar, siendo Estados Unidos (36,8%), Reino Unido (15,9%) y Alemania (12,1), sus destinos favoritos. Esto supone un aumento respecto al año pasado, cuando el 73,2% de los estudiantes mostraban sus ganas de cambiar de país. En este sentido, son las mujeres (43,9%) las que se muestran más dispuestas, frente al 80,5% de los hombres. Además, son los jóvenes de Cantabria (87,6%), Cataluña (86,9%), Madrid (84,9%) y País Vasco (84,8%), los que más ganas tienen de cruzar nuestras fronteras.

Más preparados que sus padres

Según los datos extraídos del estudio realizado a 9.708 alumnos de entre 15 y 21 años, el 76,5% de los jóvenes españoles creen estar mejor preparados que sus padres, aunque esta opinión desciende respecto al año anterior (82,4%). Son las mujeres (79,1%), las que se muestran más convencidas, frente al 73,7% de los hombres. Por comunidades autónomas, los jóvenes de las Islas Baleares (85,7%) son los españoles que sienten estar mejor preparados que sus padres, seguidos de los de Extremadura (81,3%) y Andalucía (79,5%).

La gran mayoría de los jóvenes (69,4%) tiene claro que cuando terminen sus estudios actuales, quieren estudiar una carrera universitaria. Las mujeres se muestran más seguras sobre su futuro académico (74,9%), respecto a los hombres (63,7%). Así, los estudiantes de País Vasco (83,8%), Madrid (81,8%), y Asturias (79,4%), son los más decididos a estudiar en la universidad.

El tipo de carrera universitaria que más interés les despierta a los jóvenes españoles son las relacionadas con ADE y empresariales (19,1%); economía y finanzas (18,8%), humanidades y sociales (17,8%) y Derecho (15,5%). Los hombres se decantan por carreras de empresariales y economía (21%), mientras que en las mujeres su carrera favorita sería de tipo humanidades y sociales (20%). Las carreras de derecho y educación también son más predominantes en el caso de las mujeres que los hombres.

Emprendedores

A pesar de la pandemia, el 50% de los jóvenes que tenía pensado emprender en un futuro manifiesta que va a continuar con sus planes de emprendimiento, y el 13% apuesta por emprender como una forma para garantizarse un empleo. En general, al 27% de los jóvenes españoles les gustaría en un futuro ser emprendedores y crear su propia empresa, frente a ser funcionarios (19,9%) o ser empleados en una empresa (13,8%). Respecto al año pasado, la tendencia por el emprendimiento muestra un ligero aumento (26,8%), mientras que bajan los deseos por ser funcionario (22,6%) o trabajar en una empresa (22,3%). Ser emprendedor es lo que más les gustaría a los hombres encuestados (32%), frente al 23% de las mujeres. A ellas les atrae más que a los hombres un empleo público (22% y 17,5% respectivamente).

Por comunidades autónomas los más emprendedores se encuentran en las Islas Canarias (36,8%), Melilla (35,5%) y Cataluña (33,5%), mientras que los menos serían los de Castilla y León (19,6%). Aunque la tendencia por el emprendimiento ha crecido en los últimos años, el 92% de los jóvenes considera que es muy difícil alcanzar el éxito en las empresas que se están creando en la actualidad. Entre los motivos por los que se lanzarían a montar su propia compañía destacan: poder enfocarse al 100% en lo que les gusta (44%), ser su propio jefe y más libre (41,1%) y obtener más ingresos que siendo un empleado en una empresa (36,2%).

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-jovenes-espanoles-mas-pesimistas-hace-respecto-futuro-laboral-202104081843_noticia.html

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La reducción del tiempo de trabajo en los tiempos de la pandemia

La crisis de la Covid ha provocado un descenso de la actividad y, por tanto, del número de horas trabajadas. Es un fenómeno global: según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), la caída en el número de horas trabajadas a nivel mundial en 2020 equivale a 255 millones de empleos equivalentes a tiempo completo, cuatro veces más que durante la crisis de 2009. Pero la repercusión en el empleo se ha visto atenuada por lo que la OIT llama una “reducción de las horas de trabajo en el interior del empleo”. Como se verá más adelante, Francia no es una excepción. Pero, previamente, resulta esclarecedor inscribir la coyuntura actual en una perspectiva histórica más amplia.

¡Todos a medio tiempo!

El gráfico de abajo da una evaluación de la duración media anual del trabajo en un amplio período. Ciertamente, tal ejercicio plantea numerosos problemas metodológicos (ver el anexo). Dos historiadores, Corine Maitte y Didier Terrier, acaban de publicar un libro magistral, Les Rythmes du labeur [Los ritmos del trabajo] (La Dispute, 2020), una encuesta sobre el tiempo de trabajo en Europa occidental desde el siglo XIV al XIX. Muestran hasta qué punto la definición misma del tiempo de trabajo es difícil e incluso escurridiza. Se puede consultar esta recensión de la obra y escuchar esta entrevista con los autores. Reconocen sin embargo el interés de los trabajos estadísticos que tienen el mérito “de plantear una cuestión que hasta entonces apenas se ponía en evidencia”. Sea como sea, la tendencia histórica a la baja es innegable: en la actualidad se trabaja aproximadamente la mitad del tiempo en relación con el inicio del siglo veinte.

Un declive secular de la duración del tiempo de trabajo

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Número total de horas trabajadas en Francia, por año. Fuente: Olivier Marchand y Claude Thélot, Pierre Villa, INSEE

El reparto del trabajo

El número total de horas trabajadas es el producto del empleo por la duración media del trabajo: esto es una igualdad contable. Ella plantea evidentemente problemas estadísticos de los que los principales son el campo de estudio (el conjunto de los empleos o solo los asalariados) y el tratamiento de los empleos a tiempo parcial o reducido. Se utilizarán aquí los datos del INSEE [Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos, ndt] sin entrar en esta discusión. Una mirada rápida sobre los cuatro últimos decenios a partir de las cuentas nacionales trimestrales lleva a las siguientes observaciones: entre el primer trimestre de 1980 y el cuarto trimestre de 2019, el número de personas en empleo ha aumentado en la cuarta parte. Esta progresión del empleo se hace en escalones en función de los diversos episodios de recesión. En este mismo período, el número de horas trabajadas solo ha aumentado en el 6%. La duración del trabajo ha disminuido el 17% pero esta caída se ha producido hasta 2002: desde el paso a las 35 horas, la duración del trabajo no se mueve. Es posible (en datos anuales) ensanchar más el foco para volver hacia la inmediata post-guerra. Se obtiene entonces la representación de aquí abajo.

El reparto del trabajo en un período amplio

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Empleo, número de horas trabajadas y duración del trabajo en Francia, base 100 en 1950. Fuente: INSEE, cuentas nacionales anuales

La principal constatación es que el número de horas trabajadas en Francia es hoy, aproximadamente, el mismo que hace 60 años: 43 mil millones en 2019, contra 46 en 1950, porque la productividad horaria del trabajo ha aumentado aproximadamente como el PIB en el conjunto de ese período. Al mismo tiempo, el número de empleos ha aumentado en casi la mitad, pasando de 19,5 a 28,5 millones. Esta progresión solo ha sido posible porque la duración del trabajo ha bajado.

Un volumen de horas constante, un empleo que aumenta la mitad (o sea 1,5 veces o 3/2) y una duración del trabajo que baja en un tercio (es decir, 2/3 de su nivel inicial): la cuenta (3/2 x 2/3=1) es correcta.

¿Una regla de tres simplista?

El 10% de reducción del tiempo de trabajo = 10% de empleo, ¿es una contabilidad simplista? Esa es la opinión dominante entre muchos economistas que se han dedicado a descalificar la aparición de las luchas sociales por la jornada de ocho horas. Lo atestiguan estas dos citas:

“Existiría una cantidad dada de trabajo y sería interés de los obreros trabajar menos, a fin de que este volumen de trabajo se reparta entre el conjunto de los trabajadores”.

“Los economistas condenan casi unánimemente el sofisma del empleo en cantidad fija, un concepto según el que el número total de empleos en una economía es fijo y, por lo tanto, debe ser repartido equitativamente”.

La primera cita proviene de 1891. Es del economista británico David F. Schloss. Observemos que se produce un año después de la primera fiesta del trabajo, celebrada el uno de mayo de 1890 a favor de la jornada de ocho horas. La segunda cita es de 2016 y su autor solo hace traducir al francés la expresión acuñada por Schloss, cuando habla del “sofisma del empleo en cantidad fija”. Este autor es Jean Tirole, nuestro premio del Banco de Suecia en economía, en su libro Economie du bien commun. Se atrevía a hacer una amalgama entre los partidarios de la reducción del tiempo de trabajo y las tesis del Frente Nacional, de la que mostramos en su tiempo que revelaba una burda confusión entre número de empleos y número de horas de trabajo. Imaginemos por un momento lo que habría podido pasar si ese volumen de horas de trabajo aproximadamente fijo (a pesar de que ello disguste a Schloss y Tirole) no hubiera sido repartido gracias a una reducción de la duración del trabajo: en ese hipotético escenario habría habido menos empleos y así más paro. Es un tal reparto lo que efectivamente ha tenido lugar en Francia desde hace medio siglo, ciertamente no siempre equitativamente, con altos y bajos, en función de las relaciones de fuerza, ya que no se trata de una ley económica sino de una cuestión social.

El choque del virus

Tras esta perspectiva histórica es el momento de volver a la coyuntura actual. El gráfico de abajo muestra que la caída de la duración del trabajo ha permitido de absorber la mayor parte del impacto en el empleo del retroceso del número de horas trabajadas. Es llamativo el paralelismo entre número de horas trabajadas y duración del trabajo. Más precisamente, el balance en un año (entre el último trimestre de 2020 y el de 2019) queda como sigue: el número de horas trabajadas ha bajado el 7%, la duración del trabajo el 5,7% y el empleo el 1,4%. Retengamos esta última cifra: la duración media del trabajo es hoy inferior en casi el 6% a la de hace un año, lo que equivale a un poco de más dos horas por semana.

Después del Covid: ¿aumentar el tiempo de trabajo o el empleo? 

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Empleo, duración del trabajo y número de horas trabajadas. Base 100 en el primer trimestre de 2018 Fuente: INSEE, cuentas nacionales trimestrales

Esta pequeña aritmética permite subrayar una de las cuestiones centrales que va a plantearse en los próximos meses. Imaginemos que el número de horas trabajadas colma el agujero y aumenta así el 7 %. Se puede entonces considerar dos escenarios. Si la duración del trabajo sigue en su actual nivel, el empleo puede aumentar el 7%. Pero si vuelve a su nivel de antes de la crisis, el empleo aumentará solo el 1 %. Se trata evidentemente de escenarios hipotéticos, pero que enmarcan la posible evolución. Entre los dos, la diferencia es considerable: son 1,7 millones de empleos cuya suerte depende de la trayectoria de salida de la crisis. La crisis actual podría ser entonces la ocasión de recuperar el tiempo perdido, no alargando la duración del trabajo como proponía el Institut Montaigne desde mayo de 2020, sino renovando con una caída interrumpida desde hace al menos quince años. La mera preservación de los empleos es a este precio.

Anexo

Además de las cuentas nacionales del INSEE, las fuentes utilizadas provienen de trabajos preciosos de los investigadores del Insee. El primero es el libre Deux siècles de travail en France de Olivier Marchand y Claude Thélot (1991). El segundo es la impresionante colección de Series macro-económicas reunida por Pierre Villa (1997). Marchand y Thélot suministran estimaciones de la duración anual para diversos años comprendidos entre 1831 y 1989. Esta duración es aproximadamente constante hasta 1896, fecha en la comienzan las estimaciones de Villa sobre la duración semanal. Se han intercalado los puntos de Marchand y Thélot con los datos de Villa, de forma que se obtiene una primera serie 1896-1989. Los datos del INSEE permiten calcular la duración anual del trabajo a partir de 1949. Se dispone así de dos series para el período 1949-1989, una coherente con las evaluaciones de Marchand y Thélot y otra del INSEE. No coinciden: la principal diferencia concierne a la inmediata postguerra, en la que la duración calculada por el INSEE es superior a la de Marchand y Thélot. Se ha procedido pues a un ajuste en silbido para el decenio de postguerra. La curva obtenida es pues el resultado de un ajuste razonado entre diferentes fuentes, de forma que se obtenga una trayectoria de largo plazo lo más coherente posible.

Evolución del tiempo de trabajo efectivo por semana en el Estado español

En el Estado español la población ocupada, mayoritariamente asalariada, realiza en torno a 600 millones de horas efectivas de trabajo semanal. Habiéndose alcanzado 720 millones antes de la crisis que se inició en 2008, el mínimo anterior a la pandemia en la serie disponible en el INE son los 520 millones de horas semanales tras la campaña de verano en 2013. En ese periodo, el número de ocupadas ha pasado de 16,5 millones en 2002 a casi 19,5 millones de personas en la actualidad, suponiendo las mujeres una gran mayoría de ese incremento, en torno al 90%. Es sabido que las mujeres perciben menores salarios y sufren una incidencia mucho mayor del empleo temporal y, sobre todo, de las jornadas a tiempo parcial. El tiempo parcial, en gran parte involuntario, afecta al 20% de las mujeres con contrato indefinido (solo al 4% de los hombres) y al 30% de las mujeres con contrato temporal.

Esa evolución relativamente estable del número de horas trabajadas, junto al aumento de la población ocupada por una fuerte activación de las mujeres de todas las generaciones, nos muestra una jornada efectiva decreciente, desde las 36 horas de media de hace casi 20 años a las 31 horas en la actualidad. Siendo el diferencial entre mujeres y hombres estable en unas 5 horas semanales, se puede ver una dualidad reforzada, con más mujeres trabajando a tiempo parcial y peores salarios, al tiempo que varios millones de hombres en empleos industriales y de la construcción perdían sus trabajos para siempre, mientras otros hombres que siguen ocupados hacen más horas extras, cada vez más no reconocidas ni pagadas.

La pandemia ha dejado una evolución del tiempo de trabajo por trimestres que merece ser también analizada. Si el 2019 terminaba en niveles altos de horas trabajadas y personas ocupadas, el primer confinamiento nos muestra que para final de junio se habían dejado de realizar más del 25% de las horas y se destruyeron más de 1,3 millones de empleos asalariados, con un impacto negativo leve sobre la cantidad de autónomos y empresarios. El impacto económico y social de esa primera ola se llevó casi el 8% del empleo, en el que históricamente ha sido siempre el mejor trimestre del año (el segundo). Un impacto relevante, a pesar del encarecimiento del despido por decreto y sin contar los más de 4 millones de personas que fueron protegidas del despido por la generalización del ERTE, habiendo resultado un mecanismo eficaz de nacionalización del salario y salvaguarda del empleo.

Para finales de 2020 y en relación a un año antes, el número de horas trabajadas solo ha caído un 6% y el total de ocupadas un 3%, 620.000 personas menos y a la espera de ver como se desenvuelve el desarrollo del trabajo y el empleo en la nueva normalidad actual. Indudablemente existe la posibilidad de que algunos ERTE deriven en otras modalidades de regulación de empleo y finalicen en despidos. Para minimizar o evitar esa posibilidad sería preciso derogar las últimas reformas laborales y promover la estabilidad en el empleo mediante el refuerzo de la negociación colectiva, lo que no está asegurado por la negativa de la mayoría del gobierno de coalición a implantar reformas que aseguren esos derechos. Esa evolución por trimestres muestra que más que despidos masivos, como en la anterior crisis, en el primer confinamiento más severo se dio una reducción del tiempo de trabajo a una media de 25 horas semanales en el segundo trimestre, habiendo recuperado una cierta normalidad en torno a las 31 horas para final del año. Quitando la hostelería y la cultura, que han perdido en torno a un 20% de sus efectivos asalariados, según datos de la Seguridad Social, el impacto sobre el resto de sectores ha sido en 2020 muy moderado, a la vista del fuerte impacto sobre la producción y la caída de un 11% del PIB (Redacción Viento Sur).

Fuente: https://vientosur.info/la-reduccion-del-tiempo-de-trabajo-en-los-tiempos-de-la-pandemia/

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¿Es importante que los niños vivan toda su etapa escolar en un mismo centro educativo?

Según los expertos, estudiar en el mismo colegio tiene grandes beneficios en la educación y desarrollo de los alumnos tanto académicamente como a nivel personal.

Cada vez son más las familias que optan por que sus hijos vivan toda su etapa educativa, desde Infantil hasta Bachillerato, en un mismo centro escolar. Además de la comodidad que puede suponer para ellos, estudiar en el mismo colegio tiene grandes beneficios en la educación y desarrollo de los alumnos tanto académicamente como a nivel personal. A continuación, os dejamos algunas de las principales ventajas que, según el British School of Valencia, tiene el vivir toda la etapa escolar en un mismo centro educativo.

Sentimiento de pertenencia. Estudiar desde Infantil hasta Bachillerato en un mismo centro escolar, ayuda a que se cree una relación muy especial entre los alumnos y el colegio convirtiéndose prácticamente en su segundo hogar durante más de diez años. Esto puede ser muy positivo ya que contribuye a que los alumnos no pierdan la motivación y las ganas de ir al colegio para continuar aprendiendo pues lo sienten como suyo.

Relación de confianza con el profesorado. El hecho de permanecer en un mismo colegio a lo largo de toda su vida académica permite que los alumnos tengan la oportunidad de conocer a prácticamente todos los profesores, aunque no les hayan dado clase. De este modo, empezar un nuevo ciclo académico no supone un cambio tan brusco y hace más llevadera la transición de una etapa de aprendizaje a la siguiente.

Acompañar en el desarrollo completo del alumno. Los colegios que ofrecen todas las etapas educativas en su proyecto educativo, como es el caso de BSV, tienen la oportunidad de vivir el paso de sus alumnos de niños a jóvenes adultos. De este modo, no ofrecen únicamente educación en conocimientos, tanto prácticos como teóricos desde pequeños, también les dotan con herramientas que van a favorecer su desarrollo integral como personas contribuyendo además a que el profesor se convierta en un guía en ese crecimiento personal de sus alumnos.

Amistades duraderas. Entablar relaciones de amistad puede ser una tarea complicada para algunos niños. El hecho de no conocer puede suponer un desafío para los alumnos a medida que van creciendo y más si a lo largo de ese camino educativo su vida está marcada por cambios de colegio. A estas edades, el vínculo que se establece entre compañeros puede llegar a convertirse en una amistad fuerte y duradera que marcará sus primeros años tanto en el plano académico como en el personal. Es importante que los niños tengan la oportunidad de crear estos vínculos afectivos, marcados por la confianza y el compañerismo para así poder crecer en materia de bienestar.

Fuente e imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-importante-ninos-vivan-toda-etapa-escolar-mismo-centro-educativo-202104090103_noticia.html

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La salida no es hacia dentro

Por: Fernando Balius 

Los problemas psicológicos surgen en las relaciones y en ellas se encuentra su solución. Por eso creo de corazón que la salida a la asfixia provocada por una arquitectura individualista se llama solidaridad.

Foucault ya nos explicó aquello de que la locura existe necesariamente en sociedad. El sufrimiento psíquico, en sus distintos grados, tiene lugar dentro de un determinado conjunto de normas y relaciones. Lo que sucede en nuestras cabezas no puede ser considerado fuera del mundo en el que vivimos. No al menos si queremos intentar comprenderlo, si queremos atenuarlo.

Vivimos en un orden social capitalista y llevamos prácticamente un año atrapados en una pandemia que ha modificado nuestra existencia de formas que jamás nos habíamos planteado. Por descontado, ambas realidades están profundamente conectadas. La existencia de una crisis sanitaria planetaria no ha logrado desplazar la centralidad del dinero en todos los aspectos de la organización social, y la gestión de las patentes de la vacuna contra la covid-19 es quizás el exponente más cruel de ello. No es de extrañar entonces que, frente a un futuro que sin lugar a dudas se plantea oscuro y cuesta arriba, la angustia que nos atraviesa ofrezca un campo de negocio sin precedentes para una industria que vende eternos procesos de crecimiento personal, desarrollo espiritual y reinvención profesional. Sea cual sea la parcela desde la que se opere, la promesa siempre es idéntica: construir una existencia más plena y llena de sentido. Y para ello la consigna es replegarse en uno mismo, porque la salida es hacia dentro: un asunto íntimo de cada cual, una responsabilidad particular que hay que afrontar con la colaboración de profesionales cualificados para arrojar luz sobre las penumbras del ser humano.

El repliegue forzoso al que estamos siendo sometidos no ha mejorado la salud mental de nadie en mi entorno

La transformación individual como camino para acabar con nuestro sufrimiento psíquico es una idea que casi se vende sola. Encaja con todo cuanto nos han enseñado desde que tenemos uso de razón. Si te esfuerzas lo suficiente, si inviertes el capital necesario, puedes triunfar y alcanzar un estadio superior, y en el caso de no ser así, has sido educado de mil maneras para sentirte culpable y único responsable de la caída. Sin embargo, el repliegue forzoso al que estamos siendo sometidos no ha mejorado la salud mental de nadie en mi entorno. El confinamiento y el conjunto de restricciones que le han seguido no han traído de la mano ninguna iluminación, sino más bien letargo y pesadumbre. El tiempo pandémico que conozco transcurre mayoritariamente entre la pena y la ansiedad. Una vez hemos sido privados de nuestras relaciones con los demás y nos hemos quedado hurgando en nuestro interior, somos multitud quienes hemos experimentado un tipo u otro de colapso. Descartada la posibilidad de salir mejores de esta, aspiramos tan solo al mínimo daño posible. Precisamente cuando se han dado las presuntas condiciones objetivas para que una gran parte de la población pudiera emprender un viaje de autoconocimiento hacia el bienestar emocional, la realidad ha venido a recordarnos lo determinante que resulta el ambiente material y social en aquello que creemos que somos.

Supongo que hay quienes dirán que no nos estamos mirando a nosotros mismos de la manera adecuada, que no contamos con el asesoramiento correcto y necesario para poder alcanzar la transformación. Incluso que no la hemos deseado lo suficiente. Por mi parte, todo lo que respondería es: 2020. Un argumento tenaz –y quizás definitivo– contra toda forma de  atomización social. El despertar de mi conciencia no constituye ahora mismo ninguna prioridad en mi vida, no tengo intención alguna de conocerme mejor ni anhelo desarrollar un potencial oculto. Pero cuando echo de menos lo hago con una intensidad que ya apenas recordaba. Y me pierdo en los recuerdos para estar menos solo. Tengo más presentes que nunca a las personas que quiero, precisamente porque la mayoría no están y no hay perspectiva cercana de que lo estén. Lamento las amistades que descuidé y hago inventario de mis errores. En definitiva, pienso en el otro. Le necesito y a estas alturas ya estoy cansado de mí. Quizás por eso hace poco desperté pensando en cómo durante las primeras semanas del 15M salía al trote de la oficina para cruzar Madrid en la línea 1 de Metro y llegar a una plaza atestada en Vallecas. Eso es lo que realmente añoro. Y si ya lo hacía antes de que esta crisis estallase, ahora lo hago más y con mejores motivos.

La soledad es una experiencia central de las sociedades occidentales

¿No es acaso el aislamiento una de las características que definen este mundo que tanto daño nos hace? ¿No está en la base de todo ese espectro informe conocido como “trastornos mentales”? Hace algunos años presencié una ponencia de un psicólogo e investigador finlandés llamado Jaakko Seikkula, quien lleva décadas diseñando e implementando proyectos de intervención comunitaria con personas que tienen experiencias psicóticas. Su notoriedad internacional se debe a que dichos proyectos se asocian a un descenso en las tasas de diagnóstico de esquizofrenia en la población y a un incremento en las de recuperación (tal y como se refleja, por ejemplo, en Five-year experience of first-episode nonaffective psychosis in open-dialogue approach). Recuerdo que en un momento dado de su exposición afirmó que él no había conocido jamás a ningún “esquizofrénico”, que, frente a ese constructo que llamamos “esquizofrenia”, lo que realmente existe es un fracaso social y el aislamiento progresivo de algunas personas. Esta es una idea que comparto y extiendo a la mayor parte de diagnósticos psiquiátricos, y desde luego no lo hago a modo de especulación teórica, sino basándome en mi propia experiencia –así como en mis propios diagnósticos– y en la considerable cantidad de realidades que he conocido durante las más de dos décadas que llevo relacionándome con otras personas psiquiatrizadas. A mayor ensimismamiento y mayor deterioro relacional, más jodidos estamos.

El marketing nunca juega a perder. Siempre te va a hablar de cómo esa mierda está a punto de llegar a tu cuello, y de que si te valoraras lo suficiente, buscarías-comprarías todos los recursos posibles. Pensarías en ti, que sin duda te lo mereces. Disponer de recursos y herramientas es importante, sobre todo cuando son reales (y la mayor parte de ellos son básicamente humo, aunque ese es otro tema), pero algún día habrá que hablar de la mierda en sí. De lo contrario se corre el riesgo de que la vida pase entre bocanada y bocanada de aire, sin llegar a saber que se trata de un problema común.

No hay mecanismo de alienación que pueda ocultar por completo el hecho de que nuestra individualidad se configura a través de la relación social. Son demasiadas las pistas que nos llevan a ello. Los problemas psicológicos surgen en las relaciones y en ellas se encuentra su solución. Por eso creo de corazón que la salida a la asfixia provocada por una arquitectura individualista se llama solidaridad.

Fuente e imagen: https://ctxt.es/es/20210401/Firmas/35590/salud-mental-solidaridad-relaciones-Jaakko-Seikkula.htm

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