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“El coronavirus no puede reinar en la escuela. Es el momento de construir colegios más humanos”

Por: Nacho Meneses

‘Caperucita y el CovidLobo’ es una historia gráfica dirigida a que niños y mayores aprendan a minimizar las consecuencias que la crisis sanitaria puede tener para el desarrollo de los pequeños

– “¿Por qué te lavas las manos cada vez que me tocas?”

– “Es para protegerme mejor”.

– “¿Y por qué llevas esa mascarilla tan fea?”

– “Es para protegerte mejor”.

Cuando, durante la crisis, se anunció la apertura de las escuelas de cero a seis años, se armó no poco revuelo entre madres, padres y maestros. ¿Podía garantizarse el distanciamiento social, prevenir el contagio, y desinfectar convenientemente los edificios y la ropa de menores y adultos? Urgía conciliar, sí, pero apremiaba aún más proteger tanto a los pequeños en las escuelas como a los mayores en casa: por aquel entonces, aún se creía que los niños eran grandes transmisores de la covid-19, algo que no se ha llegado a determinar, según la evidencia científica existente. Medidas sanitarias, sociales, económicas: los políticos se esforzaban por acertar con el paso siguiente ante un enemigo desconocido, pero pocos alcanzaban a preguntarse cómo se sentían los niños cuando toda su realidad cercana se desmoronaba.

A lo largo de media docena de viñetas, en Caperucita y el CovidLobo se repasa cómo sería esa vuelta a la escuela para los niños y niñas de la pandemia de coronavirus. “Lo escribí, como Tonucci con Frato, poniéndome en el lugar de lo que el niño o la niña puede sentir con esas medidas, lo que estamos transmitiendo con ellas. Y quería que los adultos tomaran conciencia de que no solo hablan las palabras; también lo hacen los gestos, y ese lenguaje no verbal es el primero que los niños perciben”, cuenta Heike Freire, autora del texto y experta en pedagogía verde. Un mensaje que se puede ver en cada página: “Yo procuré generar esas distancias sociales en prácticamente todas las viñetas. Cada cosa en un extremo del folio; estiro el brazo, pero no llego a mi amigo, que ni siquiera se inmuta… Eso, un adulto lo entiende a la perfección, y también el niño, a partir de una cierta edad”, añade Rocío Peña, su ilustradora.

El distanciamiento social también se practica en la escuela.
El distanciamiento social también se practica en la escuela. ROCÍO PEÑA

¿Es este un cuento para niños o para adultos? Pues depende de cómo se mire. Más allá de unas viñetas amables, y una niña, una escuela y unas estanterías con las que los niños van a sentirse familiarizados, “el cuento se dirige a los padres, para que puedan reflexionar sobre el miedo y la angustia que muchos pequeños están sintiendo con todo lo que está pasando”, explica Freire. Cuando esta reflexión se produce, cuando el adulto se lo ha leído y sabe lo que siente, puede entonces usarlo con los niños y las niñas. “La idea es que sirva para poder sacar miedos, porque creo que todos hemos pasado mucho durante el confinamiento y que todavía estamos asustados. Es importante que los niños se puedan expresar”, añade.

Hay que dominar los miedos

A falta de otros instrumentos, muchos padres han recurrido a la herramienta del miedo al virus hasta convertirlo, efectivamente, en el lobo del cuento. Pero esta dista mucho de ser la más adecuada. Para la Asociación Francesa de Pediatría, “es urgente que dominemos nuestros miedos y que sigamos adelante, por la salud y el bienestar de los niños y de las niñas”, a la vez que lamentan lo que consideran unas medidas excesivas de protección, “más ligadas a los temores de los adultos que a los hechos y a los resultados de las investigaciones en países como Dinamarca, Holanda, Islandia o Italia”, argumenta Freire. Unos estudios que ya han demostrado que los niños están lejos de ser esos grandes contagiadores que se creía que eran al inicio de la crisis, unos “transmisores silentes, que es lo que en repetidas ocasiones ha dicho la Asociación Española de Pediatría”.

En la misma línea, la autora de Caperucita y el CovidLobo, también psicóloga y filósofa, afirma que las medidas de distanciamiento, que sí pueden estar indicadas en aquellos mayores de 20 años que, por ejemplo, trabajan presencialmente, no se justifican en niños y niñas, en los que además pueden ocasionar traumas psicológicos, o como poco ansiedad y miedo: de hecho, una encuesta de Save the Children afirma que uno de cada cuatro niños sufre angustia y ansiedad por el encierro. “Todos tenemos miedo, y eso es normal. Nos faltan los argumentos para explicarles a los niños y las niñas cómo comportarse; por qué salir a la calle o por qué no hacerlo; por qué hacerlo a una hora sí y a otra no, o por qué podemos salir dos personas, pero no cuatro. De ahí que muchas familias necesiten recurrir al miedo, porque son cosas que ni nosotros mismos, los adultos, a veces comprendemos”, se cuestiona Freire.

Sin embargo, para dominar esos miedos, hay que saber reconocerlos y expresarlos, para poder tomar conciencia de ellos y que no te dominen a ti, sino al revés. “Y es urgente que lo hagamos por la vida de esos niños y niñas que tienen derecho a vivir su infancia, y porque, desde el punto de vista del desarrollo y del aprendizaje, una criatura angustiada y con miedo no se desarrolla ni aprende bien”, sostiene Freire. “Por millones de razones, pero sobre todo porque pierde la seguridad y la confianza en la vida, y entonces no se atreve a tomar riesgos; y uno no puede desarrollarse ni aprender sin arriesgarse. Si no te atreves a nada, ni te desarrollas, ni creces, ni aprendes”.

Para protegerse, conviene usar mascarillas.
Para protegerse, conviene usar mascarillas. ROCÍO PEÑA

Ser conscientes de nuestros propios temores hace a su vez que podamos ser transparentes con los niños, y que ellos perciban que es normal sentir miedo en circunstancias como las que vivimos. “Si yo le digo a mi hijo que tengo miedo por lo que está pasando, él podrá separarse fácilmente y decir, “es mi madre la que tiene miedo”. Pero si no digo nada y me comporto de una determinada manera, el niño puede recibir esos sentimientos sin saber si son suyos o de otra persona, y ocasionar muchos más conflictos a la larga”.

¿Una escuela más humana?

Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia de de la covid-19 representa también, para las autoras del cuento, una oportunidad única para construir una escuela más íntima y humana en la que, para empezar, no se gestione solo desde el punto de vista epidemiológico y a golpe de decreto, sino donde se tomen en consideración otras dimensiones del ser humano, que de alguna manera incluyan las opiniones y los criterios de las familias, los psicólogos o los pedagogos, “porque la salud no solo es el coronavirus, sino que es algo mucho más complejo, que tiene que ver con el bienestar y muchas otras cosas”, afirma Freire. “Ningún coronavirus puede reinar en la escuela”.

El debate sobre cuándo y cómo abrir las escuelas ha de extenderse, aseguran, a otros profesionales, empezando por un comité de expertos pluridisciplinar, a nivel nacional, que contemple a la infancia en todas las dimensiones que tiene, donde se comparta y debata. Un órgano que de unas pautas generales para que luego cada escuela, cada comité o cada pueblo pueda crear sus propias regulaciones: “Hay mucho que aportar desde las familias o desde otros grupos de trabajo. Se trata de ampliar el debate, la reflexión y las soluciones, porque saldrán propuestas concretas y soluciones viables. No sé hasta dónde estamos contando con estas redes, pero me parece, en principio, que muy poco”, asegura Peña.

En definitiva, se trata de implementar estrategias que se centren no solo en protegernos de la enfermedad, sino también en inyectar vida en una escuela renaturalizada y abierta al entorno, con grupos más pequeños que sirvan para aprovechar los espacios de la ciudad: “Es un enfoque que, por ejemplo, ya utilizaba la Institución Libre de Enseñanza antes de la Guerra Civil. Giner de los Ríos tenía una extensa lista de todos los lugares donde había que hacer escuela, aprovechando todo lo que tengas alrededor: una playa, un parque, un río, una montaña o un jardín público, pero también en una biblioteca, el centro de ocio y tiempo libre e incluso la cárcel”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/mamas_papas/1590462043_255092.html

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Tres ‘detectives’, un virus y el paciente que contagió a todo un hospital

Por: Patricia Peiró

Un trío de científicos de Durban, en Sudáfrica, relata de un modo casi novelesco cómo interrogaron durante semanas a sanitarios, pacientes y familiares para rastrear cómo se extiende la covid-19

Durban, Sudáfrica, 9 de marzo. Un hombre acude a urgencias del hospital San Agustín. Tose, le duele la cabeza. Le ingresan y comparte estancia con una mujer que ha sufrido un infarto. Ese hombre acaba de llegar de Europa, la señora vive en una residencia de ancianos. Hacía solo cuatro días desde que el país había confirmado su primer positivo de covid-19 y faltaban dos para que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia. Menos de un mes después, el virus se había detectado en 13 personas dentro de ese hospital y matado a tres, una de ellas, la mujer del infarto. El teléfono del profesor Salim Abdool sonó. Era el departamento de salud nacional.

—Reúne a un equipo para investigar qué está pasando en el hospital San Agustín

El 4 de abril se presentaron en el edificio tres detectives de enfermedades. El profesor Salim Abdool había encargado la tarea a Richard Lessells, Yunus Moosa y Tulio de Oliveira.

Lo que encontraron en ese centro hospitalario fue pánico. «Todo el mundo quería debatirlo todo, era imposible hablar con una sola persona. Pasamos las primeras cuatro o cinco horas pidiéndoles que se calmaran», explica De Oliveira en una conversación de Skype. En esta llamada a tres bandas también participa Moosa: «Los trabajadores tenían ansiedad, los pacientes y sus familiares estaban histéricos y la dirección no sabía muy bien cómo lidiar con todo esto». Les atiborraron a preguntas: ¿había que llamar a pacientes que podrían haber estado expuestos?, ¿qué hacemos si dan positivo?, ¿debemos decirles que se queden en casa?, ¿podemos volver nosotros a nuestra casa?, ¿tenemos que clausurar las salas en las que ha habido casos sospechosos?.

Los tres especialistas en enfermedades infecciosas estaban a punto de realizar un ejercicio pocas veces visto con semejante nivel de precisión: la radiografía de expansión del virus dentro de los muros de un centro hospitalario. «Esto no se podría hacer en un país como España, donde ya hay muchos infectados, solo es una investigación factible cuando el contagio está en sus primeros pasos», detalla De Oliveira, quien recuerda que Sudáfrica estableció un confinamiento tremendamente estricto desde el principio. «No es una investigación que se pueda llevar a cabo si cada día entran 100 nuevos pacientes que saturan las instalaciones», recalca. Sudáfrica es hoy el país del continente con más positivos, casi 24.500 infectados.

Las primeras personas con las que hablaron fueron tres enfermeras. «Eran las que más sabían sobre el alcance de las infecciones», apunta Moosa. Se encerraron con ellas durante varias horas en un despacho en una zona segura del complejo. A partir de entonces fueron ellos los que realizaron las preguntas y cotejaron todo con los datos almacenados en las bases de datos del hospital. Turnos del personal, labores asignadas, síntomas, distribución de los empleados y los pacientes en las habitaciones…

Los profesores Lessells y Moosa a la entrada del hospital, fotografiados por Oliveira.
Los profesores Lessells y Moosa a la entrada del hospital, fotografiados por Oliveira.

Se trata del estudio más completo y específico hasta la fecha sobre cómo se desenvuelve este virus dentro de un hospital. El colectivo sanitario ha sido uno de los más afectados por los contagios en todo el mundo. Su relato se extiende a lo largo de 37 páginas que cuentan de un modo casi novelesco esos días en los que hablaron durante horas con decenas de trabajadores sanitarios, pacientes y familiares. Desmenuzan cómo analizaron los planos del hospital, los historiales médicos, y los resultados de las pruebas genéticas. Cómo llamaron por teléfono a personas que habían pasado por las instalaciones y les pidieron volver a hacerse pruebas si habían presentado síntomas de covid-19. Un examen tan minucioso que el lector casi puede visualizar al virus saltando de persona a persona.

Tres semanas con jornadas de trabajo de 14 horas dentro de San Agustín. «Hemos disfrutado muchísimo cada paso, sabíamos que si no hacíamos bien nuestro trabajo, no serviría para proteger los hospitales», señala De Oliveira. Sus conclusiones arrojan luz sobre uno de los grandes interrogantes en los que los científicos de todo el mundo se han centrado desde el inicio de la pandemia: ¿cómo consigue transmitirse?. «El virus no vuela por el aire. Esta investigación determina claramente que el principal foco de contagio son las manos de los sanitarios que van tratando a diferentes personas y el material que emplean. Si la superficie de una máquina no ha sido desinfectada, es altamente contagiosa», sentencia Moosa.

Hasta el 30 de abril, fecha hasta la que abarca la investigación, este hospital confirmó 119 casos, 80 de ellos de sanitarios. Otra de las conclusiones interesantes es que ninguno de los sanitarios adquirió el virus en la zona de enfermedades infecciosas, sino en otras áreas. Esto puede ser debido a que las medidas se relajan si se considera que hay menos riesgo.

«El virus no vuela por el aire. Esta investigación determina claramente que el principal foco de contagio son las manos de los sanitarios que van tratando a diferentes personas y el material que emplean»

Las lecciones de este proyecto ya se aplican en este centro y en otros en el país, sus autores llevan semanas impartiendo seminarios de formación. Y también se pueden aplicar a otros contextos y para futuras epidemias. «Crear salas específicas de pacientes de covid-19, extremar al límite la limpieza de los utensilios, no mover a un paciente con el virus por todas partes…», enumera Mossa.

Los propios científicos implicados financiaron este proyecto con fondos de su departamento de la Universidad de KwaZulu-Natal para garantizar que fuera completamente independiente. «No queríamos ninguna sombra de duda sobre ingerencias ni del gobierno ni de la red de hospitales privados», puntualiza De Oliveira.

Este equipo ya contaba con experiencia previa en rastrear infecciones en centros hospitalarios, por eso fueron los elegidos. Hace 15 años estuvieron involucrados en el análisis de un caso de transmisión de VIH y hepatitis C a 400 niños en uno en Libia. También investigó cómo se había infectado un bebé de VIH cuya madre no lo tenía. Gracias a su rastreo averiguaron que lo había adquirido porque la tía, que sí era positiva, le había amamantado.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/27/planeta_futuro/1590576696_743324.html

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Educación pública más que nunca: entre el Estado y la comunidad

Por: Jaume Carbonell

Nadie duda que la salud es un servicio público imprescindible. Pero ¿existe la misma conciencia y percepción acerca de la educación? En la situación actual se precisan planes de choque preventivo para que sea accesible a toda la población.

«Los gobiernos que ahorran gastos en los últimos años recortando servicios de salud, ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia”, sostiene Ignacio Ramonet en “Un hecho social total”, un brillante y documentado artículo con toda suerte de datos y sólidas argumentaciones. En efecto, a partir de la crisis del 2008, las políticas antisociales de buena parte de los gobiernos -a quienes no les ha temblado el pulso a la hora de aplicar severos recortes en salud, educación y bienestar social- se han visto complementada con los procesos de privatización siguiendo la consigna sacrosanta de más mercado y menos Estado. Ahora pagamos las consecuencias y todo son improvisaciones y buenas promesas para lo que viene en llamarse “la nueva normalidad”.

Nadie discute, por razones obvias, que la sanidad es un servicio público esencial e imprescindible, ¿pero lo es la educación en las prioridades de la agenda política y en la conciencia de la ciudadanía? Nadie pone en duda que, por razones diversas, es importante y todo el mundo se atreve a opinar y a pontificar sobre cómo debería ser la educación y lo que debería hacer el profesorado, aunque muchos opinadores hace tiempo que dejaron las aulas. Pero, más allá de la retórica, la frontera entre lo importante y lo imprescindible es abismal.

Ahora en que buena parte de los analistas coinciden en que los Estados deben recuperar su protagonismo es la hora también de que la educación pública para toda la población, desde la educación infantil hasta la universidad y la educación de personas adultas -desde la cuna a la tumba-, merezca la estima y la dignificación que se merece. Para ello se requiere, sobre todo, asentar bien estos dos pilares: la acción del Estado -de sus administraciones centralizadas y descentralizadas- y el compromiso de la comunidad educativa: profesorado, alumnado, familia y otros profesionales educativos y actores sociales. Solo a partir de esta convergencia de sensibilidades y voluntades se puede construir la escuela pública comunitaria: la escuela del pueblo y para el pueblo.

Al Estado le corresponde, sobre todo, tener la convicción profunda que la escuela pública es un servicio esencial y obrar en consecuencia, construyendo y dotando a los centros con los recursos necesarios, bajando las ratios para garantizar un mejor cuidado y aprendizaje, y contratando más profesorado y otros equipos multiprofesionales que incluyan la atención psicológica, la orientación y la intervención social. Algo que únicamente puede lograrse si el porcentaje destinado a educación se acerca al 6% del Producto Interior Bruto. Es mucho dinero, claro, pero hay que entenderlo como la mejor inversión de futuro porque, al igual que sucede en la sanidad, el gasto que nos ahorremos ahora será mayor en el futuro, al tener que afrontar los costes cuantitativa y cualitativamente mayores que suponen el elevado número de fracasos, deserciones, carencias culturales y acentuación de todo tipo de desigualdades. De ahí la necesidad de planes de choque de carácter preventivo.

Por otro lado, el Estado, ha de garantizar el pleno derecho a la educación para todas y todas mediante la gratuidad para acceder a todos los niveles educativos sin restricciones, la calidad en los procesos de enseñanza y aprendizaje y la obtención unos resultados diversos pero exitosos para todo el alumnado. Porque la escuela inclusiva, de la que tanto se habla, no debería dejar a nadie en el camino. Pocas veces se ha expresado tan bien este deseo como en “Carta a una maestra”, escrita por los alumnos de la escuela de Barbiana donde se cuenta el empeño de su maestro, Don Milani, por demostrar que el éxito escolar es posible cuando se pone el acento en las altas expectativas y posibilidades del alumnado, y no en sus dificultades. Milani explicaba una y cien veces las cosas para que todo el grupo las entendiera, convirtiendo la clase en una animada y permanente conversación donde el lenguaje y el pensamiento conformaban el ADN del proceso educativo:”El aprendizaje ha de priorizar el razonamiento y el uso crítico de la palabra: si no se domina la palabra difícilmente se podrá participar y ser sujeto de derechos”. Una lección preciosa sobre la escuela que enseña a pensar de forma inclusiva y democrática, y que ponen el foco en tres conceptos inherentes a lo público y al bien común: equidad, calidad y éxito.

A la educación pública se le presenta un desafío mayúsculo que no siempre afronta adecuadamente: romper los muros físicos, ambientales mentales y simbólicos, así como los estereotipos y prejuicios culturales, étnicos y de género, para lograr una educación en valores y derechos democráticos que permita avanzar hacia una emancipación individual y colectiva. La escuela pública pierde su razón de ser cuando no logra acoger la más amplia heterogeneidad social del alumnado, provocando procesos de segregación y hasta guetos escolares. También la pierde cuando al tener que respetar y atender la necesaria diversidad del alumnado termina reforzando o reproduciendo la desigualdad. O cuando en nombre de la igualmente deseable autonomía pedagógica de los centros, se percibe una marcada diferenciación social. ¿A quién corresponde regular estos procesos? Ni es conveniente dejarlo solo en manos del Estado, mediante un intervencionismo demasiado reglamentista y burocrático, pero tampoco se puede dejar al socaire de cada centro. Se precisan poderes compartidos y coordinados de control democrático por parte del Estado y de la comunidad educativa, para hacer posible esa educación pública. Los contrapoderes comunitarios sirven para denunciar y controlar derivas burocráticas, economicistas y autoritarias que ponen en peligro el respeto a los Derechos Humanos y a la propia esencia de lo público y de la justicia social.

La escuela pública comunitaria, como se ha señalado, está financiada, regulada y controlada democráticamente por el Estado, pero quien le da vida y sentido es la participación cotidiana de toda la comunidad, con sus voces, relaciones, prácticas educativas e iniciativas de todo tipo. Con los proyectos educativos y pedagógicos de cada centro, con el capital cultural al servicio de la escuela y con las innovaciones pedagógicas que se nutren de la rica tradición pedagógica que tratan de enriquecer con las nuevas aportaciones de la modernidad y adaptar a cada contexto específico. Las metodologías son afortunadamente muy variadas, y siempre es bueno huir de la uniformidad y de la tentación de las modas, pero como dice el proverbio, no todos los caminos conducen a Roma.

Hay evidencias y suficiente experiencia acumulada para entender que hay modos de enseñar y aprender que favorecen más que otros el desarrollo de un pensamiento libre y crítico, de un conocimiento significativo y profundo y del desarrollo integral del alumnado en todas sus dimensiones. Que ayudan a detenerse en lo más básico del currículo -contendidos y competencias, que en ningún caso se oponen sino que se complementan-. Que llenan de vida las aulas, mientras se educa al propio tiempo en el entorno natural y social. Que favorecen la lectura y la comprensión del mundo, local y global, y la necesidad de transformarlo, al tiempo que mejoramos nuestros colectivos en los que intervenimos y nos transformamos como personas, porque como muy bien dice Tolstoi: “Todo el mundo quiere cambiar el mundo, pero nadie quiere cambiarse a sí mismo”.

Por último, cabe subrayar que en la escuela pública comunitaria se conjugan dos verbos harto emblemáticos: acompañar y participar. El primero comporta la acogida, la ayuda, el cuidado, el seguimiento y el acompañamiento cultural, social y emocional para que cualquier alumno o alumna progrese adecuadamente y encuentre en la escuela la estima que precisa en cada momento. Asimismo, supone el cuidado mutuo entre el profesorado y el acompañamiento que requieren sus intervenciones en el aula y los procesos de innovación colaborativos Y, por supuesto, comporta una estrecha relación e intercambio educativo con las familias. Sin olvidar, toda la contribución educativa del territorio, condensada en espacios naturales, sociales, artísticos y culturales.

Y el otro verbo genuino de toda comunidad democrática es la participación. Es a partir de ahí que se piensa, se vive y se actúa democráticamente. Que se comparten espacios de deliberación y toma de decisiones colectivas. Estas voces intergeneracionales construyen y enriquecen día a día la escuela comunitaria. Pero también estas voces, incardinadas en numerosos colectivos y redes educativas, piden ser escuchadas más allá de este espacio micro para que las políticas educativas que afectan a toda la población sean el resultado de este necesario compromiso democrático entre el Estado y la comunidad.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2020/05/27/educacion-publica-mas-que-nunca-entre-el-estado-y-la-comunidad/

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¿Vamos a seguir educando como si no pasase nada?

Por: Luis González Reyes

Si lo que tenemos por delante son tiempos de fuertes convulsiones sociales y ambientales, cobra todo el sentido abordar en las aulas una educación ecosocial que permita a nuestro alumnado conocer y sensibilizarse frente a la crisis sistémica, además de actuar como agente de cambio ecosocial.

Una época de cambios radicales

En lo que va de año (y no va mucho), hemos vivido cuatro fenómenos absolutamente excepcionales: los incendios en Australia, la tormenta DANA, la pandemia de la Covid-19 y la crisis económica que está generando.

Los incendios en Australia han sido de una magnitud en extensión y en virulencia extremadamente inusual en los últimos 12.000 años. Detrás hay varias causas, pero sobre todas destaca el cambio climático.

Cuando los veíamos desde nuestras pantallas, en general pensábamos: “Esto no nos va a pasar aquí”. Y nos equivocamos. Las probabilidades de que se produzcan incendios de este tipo en nuestra península son cada vez más altos.

También flotan ideas (tal vez inconscientes), del tipo de “esto no es tan importante”. Y nuevamente nos equivocamos, pues los bosques cumplen muchas funciones ecosistémicas absolutamente centrales para el sostén de nuestra existencia.

La tormenta DANA, que hundió por la nieve los invernaderos de Almería y destrozó la infraestructura costera de Levante, es de esas extremadamente extrañas. En este caso, detrás no hay muchos fenómenos, sino fundamentalmente uno: el cambio climático.

Los pensamientos mayoritarios a nivel social pudieron parecerse a: “Esto no se va a volver a repetir”. Pero es un pensamiento erróneo, pues los escenarios de calentamiento global indican que su frecuencia será cada vez mayor. De hecho, es probable que podamos vivir más de una tormenta de este tipo encadenadas, con todo lo que ello implica.

Las sociedades también hemos tenido la expectativa de que “esto lo podemos arreglar”, que con cemento y máquinas pesadas se reparan las infraestructuras sin mayor problema. En realidad, es un pensamiento que no entiende el momento de crisis múltiple en el que estamos, ni las capacidades limitadas del ser humano, ni los impactos de un cambio climático que va a seguir agravándose aunque tomemos las medidas más drásticas de reducción de emisiones (y si no las tomamos, obviamente se agravará más y más rápido).

En cuanto a la Covid-19, en noviembre de 2019, no pensábamos que una pandemia iba a parar medio mundo. Incluso cuando paró China, seguimos pensando que eso nunca sucedería aquí. Pero ha sucedido. Detrás vuelve a haber muchas causas, pero una determinante es la degradación ecosistémica masiva que sufre el planeta.

Ahora los pensamientos mayoritarios ya son distintos a los de los incendios y la DANA (y creo que mucho más acertados): “Esto sí es importante”, “esto nos puede volver a pasar” y “esto no está nada claro que lo podamos arreglar”.

Por último, hay que hablar de la actual crisis económica. En 2007-2008 se inició una de esas crisis económicas profundas del capitalismo que suceden una vez cada siglo. La anterior había sido el crac de 1929 y la Gran Depresión de la década de 1930. Tan solo doce años después afrontamos otra crisis sistémica profunda. Es más, una crisis en la que todo apunta que va a ser de mayor calado. Para explicarla, una vez más, tenemos que usar distintas causas. Una mucho más determinante de lo que la mayoría de personas cree es haber alcanzado el límite máximo de disponibilidad de petróleo.

Sorprendentemente, los pensamientos sociales se pueden parecer a esto: “Esto pasará, podemos reactivar el crecimiento”.

Esta crisis económica, que en realidad es continuación de la de 2007-72008, no va a pasar porque es parte de un proceso imparable de degradación de nuestro orden socioeconómico. Esta degradación tiene detrás (entre otros factores), el cambio climático, la degradación ecosistémica y la reducción en la disponibilidad material y energética. Lo que estamos viviendo en estos pocos meses del año no es una acumulación de casualidades increíbles, sino indicadores claros de que estamos asistiendo al colapso del capitalismo global y de la civilización industrial.

Un colapso socioeconómico y ecosistémico no es un hecho súbito, algo que suceda de golpe como el desmoronamiento de un edificio. Sino un proceso que dura décadas. Habrá momentos de cambios rápidos, como este 2020, otros más lentos e, incluso, otros (temporales) de vuelta a estadios anteriores. Probablemente, nos iremos acostumbrando a “nuevas normalidades” cada vez más alejadas de lo que vivimos a principios del siglo XXI (y no precisamente en el sentido de un desarrollo ultratecnológico).

Esto no es una suerte de “determinismo ambiental”. Una cosa es que haya órdenes sociales imposibles por las condiciones ambientales existentes en el futuro cercano (por ejemplo, sin petróleo en abundancia no es factible mantener grandes urbes), y otra muy distinta es cómo serán esos órdenes sociales posibles, que están totalmente abiertos. Es más, están más abiertos de lo que lo han estado en los últimos dos siglos, al menos.

En este proceso, las convulsiones sociales van a ser muchas y el sufrimiento de amplias capas de la población está casi garantizado. Por ello, una apuesta por la justicia y la democracia tiene más relevancia ahora que nunca.

Con la pandemia de la Covid-19, hemos vivenciado que lo que creíamos imposible está sucediendo. Los aprendizajes que hemos tenido, desgraciadamente a golpe de shock, han sido muchos y ricos. Hemos aprendido que para vivir necesitamos muchísimo menos que lo que nuestro entramado produce. Hemos descubierto que se puede poner el cuidado de la vida por encima de la generación de beneficios. Hemos vivenciado como en realidad sí se puede parar la economía. En todo caso, son aprendizajes frágiles, como están mostrando muchos de los pensamientos que afloran sobre la crisis económica y que, por lo tanto, necesitamos fijar.

¿Cómo se tienen que reformular nuestras prácticas educativas en este contexto?

La mayoría de reflexiones que se están produciendo en el mundo educativo giran alrededor de lo metodológico. En concreto, de la docencia a distancia. Creo que necesitamos contar con ella, pero no pensemos que la hiperconectividad va a durar siempre. Detrás tiene un consumo energético y material muy alto. Y, además de una emergencia climática, ecosistémica y energética, también la tenemos material. Empiezan a estar menos disponibles elementos centrales en el desarrollo de las TIC, que irán haciendo que cada vez haya menos conectividad, no más.

No estoy diciendo que no usemos las TIC ahora con profusión, sino que sería una mala estrategia pensar que van a estar ahí siempre y centrar las reformas metodológicas en su existencia.

Desde mi punto de vista, es más importante repensar los objetivos educativos que perseguimos. Si lo que tenemos por delante son tiempos de fuertes convulsiones sociales y ambientales, cobra todo el sentido abordar en las aulas una educación ecosocial que permita a nuestro alumnado conocer y sensibilizarse frente a la crisis sistémica, además de actuar como agente de cambio ecosocial. Pero probablemente esto no será suficiente, sino que necesitan aprender lo que va a ser necesario para sobrevivir en los tiempos por venir, que van a ser muy distintos de los presentes. Por ejemplo, a cultivar en las nuevas condiciones climáticas, a crear proyectos colectivos de satisfacción de necesidades básicas que sean replicables y/o escalables por las mayorías sociales, o a reparar herramientas sencillas y básicas. Esto son solo tres ejemplos de los muchos que se pueden ofrecer.

Por favor, no sigamos educando como si nuestro mundo no se estuviese transformando profundamente.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/25/vamos-a-seguir-educando-como-si-no-pasase-nada/

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El video de Bolsonaro desató un escándalo en Brasil

Por:  Eric Nepomuceno

La divulgación del video de la reunión ministerial del pasado 22 de abril expuso ante todo el país las manifestaciones groseras e incriminatorias del presidente, más las de algunos de sus ministros. Todo en el día que Brasil quedó como el segundo país con más contagiados de coronavirus a nivel mundial.

Un juez pidió que el presidente entregue su celular a la Justicia.

Desde Rio de Janeiro.

Brasil vivió el viernes una avalancha de tensiones. Autorizada por Celso de Mello, el más antiguo integrante del Supremo Tribunal Federal, la divulgación del registro en video de la reunión ministerial del pasado 22 de abril expuso manifestaciones tanto del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro como de algunos de sus ministros que sacudieron los pilares del ya muy polémica crisis vivida por el gobierno.

A raíz de la divulgación integral de lo ocurrido, se profundizaron en Brasil nuevas grietas institucionales, cuyas consecuencias se harán ver en breve.

Por si fuera poco, también el viernes el ministro-jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, general reformado Augusto Heleno, emitió una nota oficial criticando duramente la decisión de Celso de Mello de encaminar a la fiscalía general de la República un pedido de aprehensión del celular presidencial y el de su hijo Carlos.

Acorde a lo que determina la legislación, es responsabilidad precisamente del fiscal general de la República atender o no al pedido, y Mello no hizo otra cosa que cumplir con su obligación.

La nota extemporánea de Heleno, conocido por sus posiciones extremadamente reaccionarias, dice que pedir la entrega del celular de Bolsonaro podría provocar «consecuencias imprevisibles para el equilibrio institucional». Bolsonaro, a su vez, adelantó que no entregará su celular en el caso de que sea esa la determinación judicial.

Al ser conocido lo ocurrido en la conturbada reunión de gabinete de hace un mes, quedaron claras las posiciones de varios de sus ministros que, pese a no ser desconocidas, por primera vez aparecen documentadas.

Si en el campo jurídico es muy difícil prever cuáles serán los próximos pasos, en términos institucionales lo que se reveló al país es puro desastre.

De lo que dijeron al menos tres de sus ministros, lo que se oyó revela hasta qué punto se llegó, en términos de bajeza y manipulación, en la actuación de este gobierno. Y de lo que dijo Bolsonaro, ni hablar.

El centro de interés jurídico estaba en lo que denunció Sergio Moro, el ex juez que condenó a Lula da Silva sin pruebas, abriendo camino para la elección del ultraderechista, que lo compensó con el ministerio de Justicia.

Al renunciar de manera estrepitosa dos días después de la tumultuosa reunión, Moro acusó a Bolsonaro de pretender intervenir en la Policía Federal en Río de Janeiro para impedir que se profundizasen investigaciones que podrían involucrar a sus hijos y a personas cercanas a la familia presidencial. Y eso ahora se confirmó, al menos de manera indirecta, acorde a lo que dice la mayoría de los juristas.

Al quejarse duramente de la falta de información de parte de los órganos de seguridad, el ultraderechista confesó que confía solamente en las informaciones que le son transmitidas por su «sistema particular». Con eso, admitió que viola la legislación; está vedado a los presidentes armar esquemas de inteligencia paralelos al oficial.

Otro punto que llamó la atención fue la manera en que el ultraderechista trata a sus adversarios políticos.

Bolsonaro se refirió al gobernador de San Pablo, el derechista João Doria (que lo respaldó en las presidenciales de 2018), como «una bosta». Al de Río, Wilson Witzel, igualmente derechista y ex aliado, lo llamó «estiércol». Y al alcalde de Manaos, «una mierda».

No es difícil prever cuáles serán a partir de ahora las relaciones entre el presidente y los gobernadores de los estados más ricos y poblados del país.

Otro punto que podría, y seguramente lo hará, llevar a abrir nuevas denuncias contra Bolsonaro en la Corte Suprema, fue el énfasis con que defendió su política armamentista. Mezclando el derecho a la defensa personal con distintos llamados a la desobediencia judicial, defendió que cualquier ciudadano salga de casa armado para romper las medidas de aislamiento determinadas por alcaldes y gobernadores. «Si está armado podrá defenderse de quien pretenda esposarlo para impedir que ejerza su derecho de ir y venir», dijo.

Ya Abraham Weintraub, el ministro de Educación que comete errores de concordancia verbal cuando habla y de ortografía cuando escribe, responderá judicialmente por haber ofendido a integrantes de la Corte Suprema: pidió a sus pares y a Bolsonaro que «actuemos con más fuerza, empezando por detener a los once vagos del Supremo Tribunal Federal».

Ricardo Salles, de Medio ambiente, dio una clase magistral de cinismo: «Aprovechemos que los medios de comunicación están centrados en el coronavirus para cambiar las reglas de protección ambiental».

Paulo Guedes, de Economía, dijo que, si dependiese de él, «privatizaría esa mierda que es el Banco do Brasil».

Brasil se enteró de todo eso el mismo día en que se transformó en el segundo país con más infectados por el coronavirus en todo el mundo: casi 331 mil personas.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/267657-el-video-de-bolsonaro-desato-un-escandalo-en-brasil

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OPINIÓN | El colapso

Por: Tlachinollan

 

Ataviada con una extravagante prenda de bordados finos y con un porte muy bien cuidado, para mostrarse como una mujer jovial, la presidenta municipal Adela Román Ocampo, con el rostro angustiado, envió un mensaje el pasado jueves 21 de mayo, a las familias acapulqueñas: “estoy profundamente preocupada por la situación que estamos viviendo en nuestro municipio. Lamentablemente (…) el coronavirus se ha extendido en todo Acapulco. La situación es muy grave. El día de ayer el subsecretario el Hugo López Gatell, informó que la pandemia aún va para largo en Acapulco y que no podremos levantar la cuarentana en los próximos días. Es urgente que entendamos el peligro que corremos todas y todos, con esta pandemia (…) En Acapulco, 38 personas han perdido la vida, además hay casi 520 personas contagiadas. Los hospitales se encuentran llegando al 80% de su capacidad, con camas ocupadas por enfermos de coronavirus, y día con día ingresan más personas solicitando atención médica. Dentro de poco, si no logramos detener esta situación, los hospitales de Acapulco, colapsarán y no podrán seguir atendiendo más pacientes (…) Les informo que de los dos centros de incineración que tenemos en el puerto, uno de ellos está llegando a cerrarse y ya no se da abasto con los cadáveres que llegan. Se abrieron por esa razón más fosas en el cementerio, para dar cabida a los cuerpos, que también van llegando en mayor cantidad cada día (…) Guerrero ocupa el tercer lugar en el país, con mayor crecimiento de contagios, y Acapulco, es el centro de esta pandemia en la entidad”.

Este mensaje sintetiza el drama que enfrentamos no solo en el Puerto de Acapulco, sino en el estado de Guerrero. El mismo mapa del COVID – 19 lo ilustra, al mostrar a más del 50%, es decir 47 de los 81 municipios como contagiados, y solo a 11 que se encuentran supuestamente limpios: 5 de la Montaña y 6 de la Costa Chica. Estas cifras oficiales, nos dan una mera aproximación a la realidad devastadora del coronavirus. Mientras no se informe sobre el número de pruebas PCR, que se aplican diariamente en el estado, no podemos tener una radiografía detallada de las personas contagiadas. Solamente en Acapulco y Chilpancingo, existen laboratorios que aplican estás pruebas. Los mismos resultados se obtienen a cuenta gotas, ante las dificultades que existen para llevar y traer las pruebas y los resultados. No sabemos a ciencia cierta cuántas pruebas se han realizado a personas que se encuentran en los once municipios llamados de la esperanza. Lo que podemos afirmar es que son municipios que no cuentan con infraestructura hospitalaria, el poco personal médico y de enfermería que existe tampoco cuenta con equipo necesario para detectar los síntomas del COVID – 19.

Es difícil pensar que las personas de estas comunidades alejadas se mantengan en la inmovilidad. Por el contrario, por información del Concejo de Jornaleros Agrícolas de la Montaña, se cuenta con un registro de 2 mil 268 personas que han migrado a los estados de Chihuahua, Baja California, Zacatecas, Sinaloa, Michoacán, Sonora y Guanajuato, principalmente. En un periodo que va del primero de febrero al 20 de mayo del presente año. Han salido mil 108 mujeres y mil 160 hombres. De esta población, la migración infantil representa el 31%. De los niños y niñas de 6 a 12 años, el 23% no esta inscrito en alguna primaria. Los municipios de la Montaña, con mayor expulsión de familias jornaleras son Cochoapa el Grande, con un número de 921 personas que han salido para trabajar a los campos agrícolas; Metlatónoc reporta 229 jornaleras y jornaleros y Tlapa 532. En la región de la Costa Chica, se encuentra Tlacoachistlahuaca con 63 registros, principalmente. Es decir, que estamos ante municipios sumamente pobres cuya población está en constante movimiento ante el estado crítico que enfrentan, a causa de la pobreza extrema.

Recientemente registramos el caso de una madre de familia del pueblo Me’phaa, originaria de Santa María Tonaya, municipio de Tlapa, que fue atendida en un hospital de Fresnillo, Zacatecas, por complicaciones de su embarazo. La operación que le realizaron fue exitosa, sin embargo, cuando estaba en recuperación tuvo un ataque de tos. El personal médico procedió a hacerle la prueba del COVID – 19 y resultó positiva. Hasta el momento desconocemos si sus dos pequeños niños, su esposo y sus suegros, con los que viajó en un autobús de Tlapa al campo Río Florido en Zacatecas, estén también contagiados. Es de gran preocupación esta situación de alta vulnerabilidad, que enfrentan las familias jornaleras, que ante la amenaza del hambre ahora esta el gran riesgo del contagio por el coronavirus.

Por otra parte, en el plano federal las autoridades de salud nos muestran un panorama cargado de cierto optimismo. Para el doctor José Luis Alomía Zegarra, director general de epidemiología, “el incremento en la carga de enfermedad tanto de personas enfermas como hospitalizadas, está dentro de lo proyectado. Esto quiere decir, que, al estar dentro de lo proyectado, está precisamente dentro de lo que se programó y preparó para la atención. Esto se está trabajando directamente con las autoridades, para que haya acceso a la atención médica, y, además, haya camas disponibles”. Refiriéndose al caso de Acapulco comentó que esta localidad se está comportando de acuerdo a lo estimado. Vaticinó que el 30 de mayo es cuando se espera la mayor carga de personas hospitalizadas y sobre todo en la unidad de cuidados intensivos.

Con estos comentarios queremos entender que desde la mirada nacional la situación está controlada, sin embargo, la realidad guerrerense es más compleja de lo que se percibe desde el centro. Lo que sucede en los municipios supuestamente limpios de la Montaña y Costa Chica, es que hay un contagio marcado por esta movilidad humana que no está siendo registrada por las autoridades.

En la Zona Centro, concretamente en el municipio de Eduardo Neri, donde se encuentra la minera Equinox Gold, al siguiente día del anuncio presidencial, sobre el regreso a la nueva normalidad, funcionarios de esta empresa convocaron a los trabajadores subcontratados para que se presentaran a la mina. Este llamado movilizó a 500 trabajadores procedentes de varias comunidades. La empresa diseñó un protocolo de seguridad sanitaria para evitar la propagación del COVID – 19, entre los trabajadores. Sin embargo, la situación se salió de control porque desde el primer momento, en lugar de hacer un llamado progresivo a los trabajadores, se hizo de forma masiva. No previeron los lugares donde iban a instalar los campamentos para que, ahí permanecieran los trabajadores mientras les aplicaban las pruebas de PCR. Hubo comunidades como Carrizalillo, que no permitieron que se quedaran dentro de sus casas, por eso tuvieron que contratar hoteles para asegurar la estancia. En la primera toma de muestra aplicaron 170 pruebas, cuyos resultados fueron sorprendentes porque se reportaron 42 casos de personas contagiadas. Esta situación no solo alertó a la empresa, sino a los trabajadores subcontratados y a los sindicalizados. La preocupación es mayor porque dos superintendentes de la empresa, que han estado dentro de la mina, dieron positivo al COVID – 19. Lo desconcertante es que varias personas eran asintomáticas. Para este viernes se tenía el reporte de 50 personas contagiadas, sin que la empresa haya estado preparada para ponerlos en cuarentena. A todos ellos, los regresó en sus camionetas sin garantizar que se aíslen en los lugares donde permanecerán. Por el momento, las comunidades de Carrizalillo, Xochipala y Mezcala, han tenido que cerrar sus entradas para evitar mayor contagio entre la población que está llegando de otras regiones. Esta situación es grave porque la empresa minera diseñó su protocolo sin tomar en cuenta la opinión de las comunidades y sobre todo de tomar medidas preventivas para evitar mayores contagios. Ahora resulta que tanto en la mina como en las mismas comunidades el coronavirus ha entrado.

Las autoridades de salud tienen la obligación de atender con urgencia este foco de contagio. Es insuficiente emitir solamente lineamientos generales sobre seguridad sanitaria para estas empresas, se tiene que tomar muy en cuenta a la población, el contexto en que vive sobre todo por los graves daños que ha generado la minería a cielo abierto. En esas comunidades muchas personas padecen de asma y hay una población importante de adultos mayores que no cuentan con la atención médica adecuada. Los protocolos tienen que, en primer lugar, prevenir el contagio al interior de las comunidades y no solo centrarse en la seguridad del negocio minero. La empresa tiene que responsabilizarse de los trabajadores que resultaron positivos, no puede desentenderse de este problema de salud pública donde la actividad minera es sumamente peligrosa para la sustentabilidad ambiental y humana.

Los focos rojos del coronavirus están encendidos a lo largo y ancho del estado, la información que llega filtrada por las autoridades de salud, no está ayudando para que la población dimensione que los riesgos inminentes del contagio se han multiplicado y diversificado. Las autoridades de los tres niveles de gobierno tienen que coordinarse mejor y estar pulsando la multiplicidad de problemas que se están presentando en las diferentes regiones. Hoy es la prueba máxima que tienen enfrente, de lo contrario, el malestar de la sociedad se desbordará y el colapso será inminente.

 

Centro de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan”

Fuente e imagen: http://www.tlachinollan.org/opinion-el-colapso/

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Arabia Saudí, ¿en busca de la ‘normalización’ de sus relaciones con Irán?

Por: Alberto Rodríguez García

El nuevo gobierno iraquí formado por el primer ministro Mustafa al-Khadimi parece que va a tener mucha más relevancia regional de la que cabría esperar, y es que al parecer el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, le habría pedido mediar entre Riad y Teherán para acercar posturas y reducir la tensión de los últimos años.

Que los saudíes y los iraníes vean en Irak un escenario de mediación no es algo nuevo que debería sorprendernos. Cuando a principios de este año 2020 un dron estadounidense asesinó a Qassem Soleimani, el comandante y ahora mártir de la República Islámica terminaba de aterrizar en Bagdad para negociar con el entonces primer ministro, Adil Abdul-Mahdi, algo que pudiese facilitar la desescalada del conflicto entre tiranos wahabitas y ayatolás; entre chiíes y suníes. Mahdi reconoció que estaba haciendo de mediador entre ambos estados. No es de extrañar, teniendo en cuenta que en septiembre de 2019 Mohammed bin Salman afirmó en el programa ’60 Minutes’, de la CBS, que era preferible una solución diplomática con Irán a una militar.

Y Khadimi parece que ahora debe retomar el cometido de su antecesor, aunque ahora Arabia Saudí esté en una posición menos favorable que a principios de año. Con la crisis del coronavirus, los iraníes han dejado de ser ‘los malos’ para EE.UU., y es que su economía tremendamente dañada y la crisis sanitaria han forzado a la República Islámica a retroceder y ‘cerrar filas’ en el escenario regional, por lo menos hasta recuperarse. Eso hace que Donald Trump no necesite destinar tantos recursos al Golfo Pérsico para poder así centrarse más en su nuevo ‘boogeyman’, los chinos.

Arabia Saudí tampoco ha resultado útil para defender los intereses norteamericanos, participando en una guerra por la producción petrolera con Rusia que ha reventado el precio del crudo WTI y hecho mucho daño a la industria del fracking en EE.UU. Todo ello ha llevado al gobierno estadounidense a tomar la decisión de retirar cuatro baterías de defensa Patriot desplegadas en Arabia Saudí; dejando las instalaciones de Aramco –si no a merced de– más vulnerables a los ataques houtíes. Junto a los Patriot, dos escuadrones de aviones de combate de EE.UU. ya han abandonado la península arábiga. Un movimiento que era de esperar si ‘tirando de memoria’ recordamos que, en abril de este 2020, Trump amenazó a Mohamed bin Salman con retirar sus tropas del reino si no ponía fin de manera efectiva a la disputa de la OPEP con Rusia. Y es que si algo hemos visto en esta legislatura es que Trump puede parecer un charlatán, pero cuando amenaza cumple; sin importarle el torbellino de acontecimientos que pueda provocar, a veces dañinos incluso hasta para él.

El enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán, esta guerra de desgaste, no está beneficiando a nadie y demuestra que la mejor vía para el desarrollo de ambos países está en la normalización de las relaciones. Una normalización que no tiene por qué traducirse en una alianza.

Y además de los problemas estratégicos, a la monarquía saudí se le acumulan los económicos. El ministro de Economía, Jabel Mohammed al-Jadaan, alertaba a principios de mayo que se enfrentaban a la mayor crisis en décadas, algo que les iba a forzar a tomar medidas «dolorosas». Y es que Arabia Saudí se está quedando sin dinero demasiado rápido –con la amenaza de una crisis fiscal muy real–, lo que le ha llevado a adoptar medidas de austeridad por unos 26.600 millones de dólares, además de una subida de impuestos del 5% al 15%.

La crisis económica que enfrenta Arabia Saudí va a forzar al país también a paralizar proyectos como Visión 2030, con el que Mohamed bin Salman pretendía modernizar la economía para ser menos dependiente del petróleo; entrando ahora en un circulo vicioso de dependencia del crudo. Otra alternativa al petróleo, la peregrinación de millones de musulmanes a Medina y la Meca, que aporta 12.000 millones de dólares anuales al reino (7% de su PIB), se ha reducido al mínimo fruto del coronavirus y el confinamiento global.

El cambio como única esperanza

Pero no todo es malo, y cómo los líderes saudíes gestionen la crisis determinará si el país puede recuperarse. Goldman Sachs ve poco probable que vuelva a haber un desplome en el precio del petróleo como el de marzo y abril, gracias a los recortes en la producción a tiempo y la recuperación de la demanda que habrá tras el des-confinamiento por el covid-19.

La retirada de los Patriot norteamericanos puede ser una oportunidad para Arabia Saudí –ahora que tiene problemas para diversificar la economía– de diversificar su defensa (como planteaba MbS en su Vision 2030), siendo menos dependientes de los aliados. Del mismo modo que la vulnerabilidad frente a los ataques iraníes mediante sus aliados hutíes en Yemen, que llevan años de guerra defensiva contra Arabia Saudí y sus títeres, puede llevar a sus autoridades a re-plantearse la política exterior que llevan años ejerciendo.

En este momento y más allá de intenciones, saudíes e iraníes son irreconciliables. Los primeros buscan acercarse a Israel mientras los segundos mantienen su objetivo de ‘recuperar Jerusalén’ y destruir Israel. Los saudíes tratan a su población chií como ciudadanos de segunda y hasta tercera sin respetar sus derechos más básicos, mientras que los persas se han convertido en el referente del chiísmo y el Wilayat Faqih. Pero aun y con todo, este enfrentamiento, esta guerra de desgaste, no está beneficiando a nadie y demuestra que la mejor vía para el desarrollo de ambos países está en la normalización de las relaciones. Una normalización que no tiene por qué traducirse en una alianza. Un entendimiento que puede darse desde la discordia; como Irán y EE.UU., ‘el gran Satán’ para los persas, acordando la reducción de la tensión en Irak nominando a Mustafa al-Khadimi como primer ministro. Porque a veces toca dejar de lado la ideología para adoptar el pragmatismo de la realpolítica. Mohamed bin Salman lo sabe, y es que sin cambios, Arabia Saudí no puede sobrevivir.

Fuente: https://actualidad.rt.com/opinion/alberto-rodriguez-garcia/353629-arabia-saudi-iran-normalizacion-relaciones

Imagen:  https://pixabay.com/

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