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¿Volver a la normalidad?

Por: Atilio A. Boron

Los gobiernos que apostaron a la “magia de los mercados” para atender los problemas de salud de su población exhiben índices de mortalidad por millón de habitantes inmensamente superiores a los de los Estados socialistas que conciben a la salud como un inalienable derecho humano.

La cruel pandemia que azota a la humanidad ha despertado reacciones de todo tipo. Unos pocos la ven como la cruel pero fecunda epifanía de un mundo mejor y más venturoso que brotará como remate inexorable de la generalizada destrucción desatada por el coronavirus. Si Edouard Bernstein creía que el solo despliegue de las contradicciones económicas ineluctablemente remataría en el capitalismo, sus actuales (e inconscientes) herederos apuestan a que el virus obrará el milagro de abolir el sistema social vigente y reemplazarlo por otro mejor  El trasfondo religioso o mesiánico de esta creencia salta a la vista y nos exime de mayores análisis. Otros la perciben como una catástrofe que clausura un período histórico y coloca a la humanidad ante un inexorable dilema cuyo resultado es incierto. Quienes  abrevan en este argumento están lejos de ser un conjunto homogéneo pues difieren en dos temas centrales: la causalidad, o la génesis de la pandemia, y el mundo que se perfila a su salida.

En relación a lo primero hay quienes adjudican la responsabilidad de su aparición a una entelequia: “el hombre”, como los ecologistas ingenuos que dicen que aquél -entendido en un sentido genérico, como ser humano- es quien con su actividad destruye la naturaleza y entonces el Covid-19 habría también sido causado por “el hombre.” Pero la verdad es que no es éste sino un sistema, el capitalismo, quien destruye naturaleza y sociedades como lo demuestra el pensamiento marxista e, inclusive, aquellos que sin adherir a él son analistas rigurosos de la realidad, como Karl Polanyi. Sistema que con sus políticas privatizadoras y de “austeridad” (para los pobres, más no para los ricos) hizo posible la gran expansión de la pandemia. Pruebas al canto: el Covid-19  desnudó la responsabilidad de las clases dominantes del capitalismo y sus gobiernos, comenzando por el de Estados Unidos y sus “vasallos” en  el resto del mundo.

Cuando se compara el número de muertes ocurridas en los países con gobiernos capitalistas con los que se registran en Estados socialistas, como China, Vietnam, Cuba, Venezuela, los resultados son espeluznantes. En China los muertos por millón de habitantes son 3; en Vietnam hasta el 18 de mayo no había muerto nadie a causa del virus, y eso que tiene una población de 96 millones de personas; Cuba, con poco más de 11 millones tiene una tasa de muertos por millón igual a 7 y en la República Bolivariana de Venezuela esta ratio es de 0,4. En Argentina, con un gobierno acosado por el sicariato mediático y la gran burguesía el número es 9, pero se triplica cuando se observa al “oasis neoliberal” de Sebastián Piñera, con una ratio de 27 muertos por millón de habitantes. México, cuyo gobierno al principio cometió el error de subestimar al coronavirus está con 44 decesos por millón, por encima del promedio mundial que es 41,8.  Pero luego viene el escándalo: Ecuador, donde manda el más rastrero lamebotas de Donald Trump, se lleva todas las fúnebres palmas de Nuestra América con  161 muertos por millón de habitantes, 54 veces más que China y 23 más que en Cuba. Suiza, la elegante guarida fiscal europea, registra una obscena ratio de 219 muertos por millón y Estados Unidos 283 por millón, o sea, 95 veces más que China y unas 40 veces mayor que la agredida y bloqueada Cuba. No les va  mejor a la rica Bélgica, campeona mundial con un escandaloso récord de 790 muertos por millón de habitantes y a quienes le siguen en el podio: España con 594, Italia con 532 y el Reino Unido con 521.

Conclusión: los gobiernos que apostaron a la “magia de los mercados” para atender los problemas de salud de su población exhiben índices de mortalidad por millón de habitantes inmensamente superiores a los de los Estados socialistas que conciben a la salud como un inalienable derecho humano. Esto se comprueba aún en países como Cuba y Venezuela pese a padecer múltiples sanciones económicas y los rigores del criminal bloqueo impuesto por Washington. En las antípodas se encuentra Brasil que con sus 18.130 muertos ocupa el sexto lugar en la luctuosa estadística de víctimas del coronavirus y con sus 85 muertos por millón de habitantes registra una incidencia 12 veces mayor que Cuba y 28 mayor que China. A su vez Chile, paradigma neoliberal por excelencia, tiene una tasa 9 veces mayor que la de China y casi cuatro veces superior a la de la acosada isla caribeña. Párrafo aparte merece el Uruguay, que gracias a los quince años de activismo estatal de los gobiernos frenteamplistas, en los cuales la inversión en salud pública fue prioritaria, registra una tasa de 6 muertos por millón de habitantes. Es de esperar que su actual presidente,  Luis Lacalle Pou, confeso admirador de Jair Bolsonaro y Sebastián Piñera, tome nota de esta lección y se abstenga de aplicar sus letales fantasías neoliberales al sistema de salud público del Uruguay.

Esta disímil respuesta ofrecida por los Estados capitalistas y socialistas (más allá de algunas necesarias precisiones sobre esta caracterización, que deberían ser objeto de otro trabajo) es suficiente para fundamentar la necesidad de que el nuevo mundo que se asomará una vez concluida la pesadilla del Covid-19 se caracterice por la presencia de rasgos definitivamente no-capitalistas. Es decir, un ordenamiento socioeconómico y político que revierta el desvarío dominante durante cuatro décadas cuando al impulso de la traicionera melodía neoliberal casi todos los gobiernos del mundo se apresuraron a seguir las directivas emanadas de la Casa Blanca y privatizar y mercantilizar todo lo que fuera privatizable o mercantilizable, aún a costa de violar derechos humanos, la dignidad de las personas y los derechos de la Madre Tierra. Un mundo que, siguiendo algunos razonamientos de Salvador Allende, podría ser caracterizado como “protosocialista”; es decir, como una  imprescindible fase previa para viabilizar la transición hacia el socialismo. Este período es requerido para robustecer al estado democrático; introducir rígidas limitaciones al “killing instinct” de los mercados y su descontrolada actividad, especialmente de su fracción financiera; la nacionalización y/o estatización de las riquezas básicas de nuestros países; la estatización del comercio exterior y los servicios públicos; la desmercantilización de la salud y los medicamentos; y una agresiva política de redistribución de la riqueza que supone una profunda reforma tributaria y una muy activa política social de eliminación del flagelo de la pobreza. Habida cuenta del tendal de víctimas que ha dejado el Covid-19 (que está lejos de haber llegado a su pico) sería una monumental insensatez intentar “volver a la normalidad”. Sólo espíritus pervertidos por un insaciable afán de lucro pueden pretender reincidir en sus crímenes y volver a sacrificar a millones de personas y a la propia naturaleza en el altar de la ganancia,  considerando a tales crímenes como una “normalidad” que no puede ni debe ser puesta en cuestión.
¿Cómo pensar que un holocausto social y ecológico como el que produjo el capitalismo, potenciado hiperbólicamente por la pandemia,  pueda ahora ser concebido como algo “normal”, como una situación beneficiosa a la cual deberíamos retornar sin mayor demora? Una “normalidad” como esa debe ser definitivamente desterrada como opción civilizatoria. Solo podría ser impuesta por una recomposición neofascista del capitalismo, poco probable ante el desprestigio y la deslegitimación que éste ha sufrido en tiempos recientes y la acumulación de fuerzas sociales alineadas en contra de los verdugos del pasado.

Claro que la historia no está cerrada pero estoy seguro, volviendo a las palabras de Salvador Allende, que luego de la pandemia “se abrirán las grandes alamedas para que pasen hombres y mujeres para construir una sociedad mejor.”

Fuente e imagen: https://rebelion.org/volver-a-la-normalidad-2/

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Enseñanza y aprendizaje en contingencia

Por: Eduardo Gurría B.

 

Todo proceso educativo conlleva dos elementos inherentes y complementarios uno del otro: por un lado, tenemos la enseñanza y sus múltiples facetas, sea cual fuere el tipo o el nivel de la enseñanza de que se trate, y otro aún mas importante, el aprendizaje que se pretenda adquirir al final del proceso.

Las teorías pedagógicas aportan diversos paradigmas educativos a los que se pueden adaptar didácticas mas o menos funcionales, según la diversidad de contextos que se presentan dentro del pluralismo social, económico y cultural

Pero hoy por hoy, vivimos cambios en la enseñanza históricos y relevantes que, como todo fenómeno de gran magnitud, repercutirán, inevitablemente, en el futuro a mediano y largo plazo y, aunque aún no podamos vislumbrar el grado de esa relevancia, si nos es posible adivinar que esos cambios serán trascendentales como, de hecho, ya lo son.

Los procesos educativos que se han tenido que implementar constituyen, queramos o no, una improvisación que queda muy lejos de lo que se puede considerar como un sistema, ya que un sistema es algo establecido, aunque no sea inamovible, ningún sistema lo es; recordemos que el sistema geocéntrico (Ptolomeo, siglo II d.C.) fue aceptado como verdad durante, aproximadamente, mil cuatrocientos años, hasta la revolución heliocéntrica de Copérnico (año 1507), y, aun así, hubo que ir mucho mas allá.

Las circunstancias actuales han llevado a las escuelas y a los docentes a generar estrategias para que los estudiantes no dejen de serlo, esto es, la educación en línea, pero ello no representa un paradigma educativo a implementarse en el futuro, sino que solo se trata de una medida emergente de la que hubo de echar mano ante una situación de contingencia inevitable.

Cierto es que la oferta educativa basada en las Tic’s se expande cada día mas, de ahí la proliferación de las plataformas virtuales, sin embargo, los resultados generales finales están muy lejos de ser considerados como efectivos, aunque indudablemente, hay resultados parciales, como podría ser el caso de los tutoriales, cuya efectividad está determinada por intereses personales y específicos.

Ante la improvisación, existe gran cantidad de maestros que ni están preparados para hacer llegar los contenidos mediante plataformas, ni cuentan con la infraestructura tecnológica que garantice la funcionalidad.

Por otro lado, la propia SEP no cuenta con los recursos necesarios y suficientes para desarrollar la educación a distancia, ya que también, y en primer lugar, ha tenido que improvisar.

Queda por mencionar el aspecto en el que mas debemos centrar nuestra atención: el aprendizaje. Sabemos que miles de estudiantes tampoco cuentan con la tecnología y/o las habilidades que se requieren para estudiar a distancia y si, aun al interior del aula el aprendizaje no es evidente, por mucho que se generen carpetas de evidencias, menos podremos garantizar el éxito, aunque sea parcial, al final del ciclo escolar que, como está visto, cerrará como va, como educación a distancia.

No se trata de minimizar la importancia del esfuerzo; malo habría sido que nada se hubiera hecho, de lo que se trata es de plantear una realidad que nos alcanzó hace mucho tiempo, antes de la calamidad pandémica y que se resume en la pregunta ¿los estudiantes, realmente están aprendiendo, o solo están cumpliendo, en el mejor de los casos, con las actividades con el propósito de acceder a una calificación que tranquilice a los padres de familia y a nuestras conciencias y, por fin, darle carpetazo al año escolar 2019-2020?

Otro punto de importancia es el hecho de que los docentes permanecen mucho mas tiempo frente a sus dispositivos ahora, que el que el que ocupaban frente a grupo en sus horas-clase, esto sin mencionar el tiempo de calidad, y sin pago, que siempre se ha empleado en preparación, revisión y calificación, lo que implica mayor desgaste y cansancio, además del desembolso que se ha tenido que hacer para hacerse de los recursos tecnológicos necesarios; el hecho de no tener que trasladarse al lugar de trabajo, a la escuela, y del tiempo y dinero que se puedan ahorrar en ello,  no compensa el esfuerzo y el gasto que día con día se realiza desde casa, que se ha convertido en una ventana a la que asoman, muchas veces, también,  los ojos inquisidores de los padres de familia.

Se ha vuelto imperativa la búsqueda de herramientas, como videos y actividades y estrategias diversos con el fin de que los maestros y los alumnos cumplan con un programa que no queda muy claro hasta dónde llegará.

De ahí que no podemos esperar que la educación en línea se convierta en un modelo pedagógico, no lo es ni lo será; la escuela física siempre será necesaria por su trascendencia social y para la evolución histórica de los pueblos, es un espacio para el desarrollo físico y mental, para las relaciones humanas y la interacción entre individuos.

Sin embargo, debemos generar las estrategias necesarias para enfrentar de la manera correcta las problemáticas que se puedan presentar, como la que vivimos en la actualidad, y debemos estar preparados para que, en el futuro, cercano o lejano, estemos en la posibilidad de asumir la responsabilidad de la educación en tiempos de crisis y, para ello, tanto los particulares, como el gobierno deberán invertir en la capacitación y actualización, tanto de maestros como de alumnos y en los recursos materiales adecuados, con el fin de no dejar toda esta carga a los maestros y, en última instancia, a los padres de familia.

Por ello, es necesario reconocer la labor de los maestros, pero de los que no se han quedado cruzados de brazos, de los que día a día, se sientan frente a sus dispositivos y no se levantan hasta entrada la tarde porque, si bien, ellos no son los responsables de la contingencia de salud, sí serán los responsables de que la educación no se convierta, también, en una contingencia.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/ensenanza-y-aprendizaje-en-contingencia/

Imagen: pixabay.com

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Escuelas y universidades: ¿Abrirlas o mantenerlas cerradas?

Por:  Héctor Rodríguez Cruz 

 

La epidemia del COVID-19 se ha dejado sentir más profundamente en la vida cotidiana a nivel mundial, intensificando las perturbaciones y daños a la educación de más de 360 millones de estudiantes en todo el mundo, de acuerdo con las Naciones Unidas. Por su importancia e impacto, en todos los países del mundo el tema se ha convertido en un asunto de “seguridad nacional”.  ¡Aquí deberá suceder lo mismo!

La abrumadora preocupación está más que justificada porque las escuelas y universidades brindan una estructura y soporte para las familias, comunidades y economías enteras. ¡El efecto de cerrarlas durante días, semanas y meses podría tener repercusiones incalculables en los estudiantes, profesores, padres y las sociedades en general!

Sobre  la apertura de las escuelas y universidades del país, se tienen más preguntas que respuestas. Pero unas y otras gozan de igual  importancia porque impulsan la reflexión que deberá aportar pautas para tomar la mejor decisión, que no puede ser, como tampoco puede serlo en los demás sectores, producto de un decreto, una autorización presidencial o de una medida unilateral de las instituciones educativas. La responsabilidad de su apertura debe ser producto de la decisión concertada del gobierno, las autoridades educativas y todos los sectores del país. ¡Ni más ni menos!

Sin embargo, en este sentido no estamos partiendo de cero.  Resultan alentadores los esfuerzos logísticos y financieros que ha venido desarrollando el Ministerio de Educación desde el inicio de la pandemia. En el marco de su “Plan Nacional  Orientación Preventivo del COVID-19”, fueron distribuidos unos tres millones de brochures y otros materiales gráficos informativos en las 18 regionales y  los 122 distritos escolares del país. También hizo la transferencia de cerca de 380 millones de pesos a los centros educativos, colegios católicos, politécnicos y a las juntas de regionales y distritos escolares, para que dispusieran de los recursos necesarios en el plan preventivo.

Lo que sigue ahora de cara a la apertura resulta ser más complejo, amplio, delicado y costoso. Requerirá  duplicar, o más, los esfuerzos técnicos, logísticos y colaborativos y los recursos financieros. No se trata de una simple “apertura de las puertas”,  sino de la “reconstrucción” mancomunada de “la nueva normalidad” de la educación dominicana. Pongamos en “pause” las urgencias, prejuicios, intereses particulares y autoritarismos. ¡Constituyámonos en una “comunidad pensante y dialogante” para proteger la salud en las aulas y elaborar un  vigoroso plan resiliente para su apertura!

Para todo el país la apertura de las actividades educativas, tiene una dimensión comparable a la apertura de las  actividades económicas.  Se trata de la defensa del derecho a la salud en el aula de una población educativa de  más de 5 millones compuesta por estudiantes, profesores, investigadores, laboratoristas, bibliotecarios, personal administrativo, personal de limpieza, de apoyo al almuerzo escolar, animadores culturales y deportivos;  padres, madres, tutores y amigos de la escuela, así como grupos empresariales, religiosos y comunitarios comprometidos con una educación de calidad para todos los dominicanos. 

No se trata simplemente de volver al  segundo “dulce  hogar” con las manos en los bolsillos, sin planes ni proyectos de vida. De lo que se trata es de regresar con esperanza al templo de la sabiduría donde se  forman  los hombres y mujeres para construir una sociedad digna, justa, transparente, solidaria y democrática.  De lo que es   volver a aprender y vivir la “nueva realidad” de la educación dominicana,  pero sin miedo al contagio y a la muerte que trae el COVID-19. ¡Se trata de volver a las escuelas y universidades garantizando la salud en el aula de la mitad de la población  dominicana!

Por eso es esencial que las escuelas y universidades del país reabran sus puertas con todas las garantías para asegurar la salud en el aula y de que todas las autoridades educativas trabajen para hacerlo posible y que cada comunidad educativa, los sectores económico y social,  cada uno de sus miembros, se haga responsable de las medidas necesarias para una vuelta a las aulas con todas las garantías sanitarias, higiénicas, de salud y seguridad. ¡Aquellas escuelas y universidades que no estén en condiciones para garantizarlas, mejor será que permanezcan cerradas hasta puedan hacerlo!

La estrategia para la apertura de las escuelas y universidades deberá ser por etapas. Debe enfocarse en la metodología  de  una estrategia “progresiva y escalonada”.  El proceso debe cumplir con los criterios y requisitos de claridad, seguridad y certidumbre; y privilegiar siempre la salud y la vida. En algunas zonas y poblaciones  con alta letalidad y alto riesgo de contaminación se dificultará más la apertura. Así, la apertura de las escuelas y universidades de estas zonas sólo podrá realizarse cuando las condiciones sanitarias se lo permitan.  ¡Por eso, no todas podrán abrir al mismo tiempo!

La apertura puede realizarse siguiendo el paradigma del “semáforo actualizable de cuatro colores”: rojo, anaranjado, amarillo y verde. ¡El rojo representa las mayores restricciones y el verde la apertura de todas las actividades! El anaranjado permite realizar más actividades esenciales. Es moverse un poquito de la situación del rojo; las personas vulnerables podrán incorporarse a las actividades, pero con máximo cuidado. El semáforo amarillo implica una ampliación de las actividades sin restricción, podrán operar todas las actividades esenciales y no esenciales, pero con restricciones en espacios abiertos y cerrados.

Según este paradigma las escuelas y universidades en color rojo, es decir, de  zonas geográficas y poblaciones muy afectadas por el COVID-19, no podrán abrir.   Aquellas en color verde, situadas en zonas no afectadas y poco afectadas por el COVID-19, podrán abrir sin restricciones. Las situadas en las franjas anaranjadas y amarillas podrán abrir con restricciones y riesgos calculados. Todos los “colores” deben ir acompañados y administrados  por “protocolos y guías” para el cumplimiento de la medidas de prevención y control del COVID-19.

Las escuelas y las universidades del país no pueden detenerse durante el COVID-19, ya que constituyen una parte esencial de la recuperación en una crisis: aporta normalidad, un sentido de la rutina, conocimientos y habilidades necesarias para el desarrollo, la resiliencia en casos de especial vulnerabilidad social y económica y sirve de puente para salvar las distintas brechas sociales, económicas y educativas a las que se enfrenta parte de la población. ¡Pero el COVID-19 no puede dejarse  suelto, hay que prevenirlo y controlarlo!

Para evitar contagio y muertes en las aulas debido al COVID-19,  y facilitar su pronta apertura aboguemos por la estrategia de la  “apertura escalonada y progresiva” de las escuelas y universidades, siguiendo el paradigma del “semáforo actualizable de cuatro colores”.  Hasta ahora nos hemos centrado en la acción inmediata, en la atención de las “urgencias”, en la improvisación  y en el exceso de un optimismo  que da ánimos y reconforta en medio del desconcierto  pero, cuanto antes, hemos de dar paso a la “planificación”  y  la “preparación” de la “nueva realidad” de la educación dominicana. 

Es conveniente que el COVID-19  encuentre a las escuelas y universidades del país abiertas. ¡Pero sólo aquellas que llenen las condiciones para estar abiertas! Las que puedan garantizar y defender la salud y la vida de los más de 5 millones que componen la comunidad educativa nacional.  Las que no lo estén deberán ajustarse a un programa para adecuarse para la apertura. No nos dejemos contagiar  por  el espíritu conformista del “todo va a salir bien”. Hagámoslo posible. ¡Hagamoslo juntos!

Fuente:  https://acento.com.do/2020/opinion/8819100-escuelas-y-universidades-abrirlas-o-mantenerlas-cerradas/

Imagen: https://pixabay.com/photos/nurse-stethoscope-medicine-2141808/

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Gatopardismo educativo

Por: Leonardo Díaz

La tendencia a anclarnos en nuestras creencias hace difícil el cambio de nuestras perspectivas y esto dificulta aprovechar las oportunidades que pueden presentarse como las que emergen de la crisis actual.

Pensemos en el caso de la educación, donde muchos burócratas, encargados de políticas educativas, autoridades universitarias y profesores se resistían a la educación virtual desde antes de la pandemia. La educación presencial, consistente en cátedras magistrales, es su único referente de la educación posible, su zona de confort epistémico. La pandemia los ha forzado a aceptar a regañadientes otro modelo educativo, pero solo lo ven como el medicamento amargo que se toma por un periodo establecido de tiempo hasta que todo vuelva a la normalidad.

El anclaje es tan poderoso que, aún muchos que supuestamente han asumido el modelo de educación virtual, no comprenden sus supuestos, creyendo realmente en un modelo de educación presencial sincrónico por INTERNET. Cuando las clases no se dan de esta manera, una parte importante de la burocracia educativa, del profesorado y del estudiantado piensan que no se han impartido las clases.

No es casualidad entonces creer que un curso de educación virtual consiste en el monólogo de un profesor por Google Clasroom o Google Meet durante tres horas todas las semanas de un cuatrimestre y no un modelo caracterizado por la flexibilidad y la diversidad de recursos de aprendizaje, los cuales pueden ir desde conectar al estudiantado con la entrevista a un académico de otro país y cultura con una mirada distinta del mundo, pasando por presenciar un video de YOU TUBE que incite a la reflexión, presenciar el conversatorio de un académico en el auditorio de una universidad lejana, o discutir en un foro sobre una situación problemática, entre otras múltiples herramientas.

Todos estos recursos pueden ser usados de modo intercalado en distintos módulos y sobre todo, en las sesiones de clase sincrónicas, porque la actual investigación cognitiva nos enseña que el cerebro humano tiende a perder la atención en una disertación después de una cantidad de minutos muy limitada. Entonces, ¿Por qué seguimos insistiendo en monólogos de tres horas consecutivas como el modelo paradigmático del proceso enseñanza-aprendizaje?

Anclados a este modelo, desaprovechamos las oportunidades que nos proporciona la crisis para transformar la educación y hacerla más acorde con lo que sabemos hoy sobre la naturaleza del cerebro y del aprendizaje. No cambiamos, o asumimos el gatopardismo político como filosofía educativa: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».

Fuente:  https://acento.com.do/2020/opinion/8820061-gatopardismo-educativo/

Imagen:  https://pixabay.com

 

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Historias humanas y resiliencia

Por: Rubí Román

“Más que seres de carne y hueso, las personas somos seres hechos de emociones que se convierten en una narrativa” – Regina Freyman

Los educadores son mentores que acompañan y forman a los héroes del futuro. Todos los días, maestras y maestros se arriesgan a través de una pantalla a motivar a su alumnado a ser la mejor versión de su propia historia. De acuerdo con la experta Regina Freyman, más que seres de carne y hueso, las personas somos seres hechos de emociones que se convierten en una narrativa, la cual hace posible que nos levantemos todos los días para escribir nuestra historia de vida. Así lo explicó Regina en nuestro webinar. Si no tuviste oportunidad de seguirlo en vivo lo puedes consultar aquí, cada segundo de este webinar vale oro.

La pandemia por COVID-19 y el confinamiento que vivimos, nos ‘quitaron’ la libertad de salir de casa para realizar las actividades que nos gustan, para reunirnos con la gente que más amamos, la familia y los amigos. Nos sentimos atemorizados de perder la salud o la vida misma. Hoy más que nunca nos aferrados a vivir y comprender, ¿por qué un virus nos tiene encerrados? Esto nos hace replantearnos la vida, el trabajo y nuestro papel en esta nueva realidad.

Si aprendemos a contar una historia de unidad y resiliencia saldremos victoriosos de la crisis que vivimos por COVID-19 y de cualquier otra. La humanidad necesita recuperar la posibilidad de contar historias colectivas que nos ayuden a comprender que somos uno con el entorno y que entre nosotros estamos ligados como neuronas de un gran cerebro colectivo, así lo explica Regina en esta sesión de gran inspiración para todos lo que seguimos el webinar.

“La idea de narrar nos da coherencia poniendo al dolor en palabras, sacándolo de ti lo puedes ver con claridad y perspectiva, convirtiéndolo en algo manejable que tiene límites y rostros. Narrar un suceso traumático nos hace superar la agonía”.

A continuación, te comparto un resumen de los conceptos principales que nos compartió Regina en la sesión en vivo o también puedes revisarlos con mayor profundidad en el video.

  • La resiliencia es un concepto que proviene de la Física. Es la capacidad que tienen los metales para amoldarse fácilmente a la estructura que los contiene. En este sentido, la resiliencia es la capacidad que tiene una persona de adaptarse a nuevas situaciones.

  • El relato es la única forma de reconstruir y poner orden al dolor sin palabras. Sin ser conscientes de ello, todos los días nos relatamos algo que nos ayude a salir adelante y darle sentido a la situación que vivimos.

  • Un maestro es un tutor explícito de resiliencia. Por ello su labor es tan importante.

  • Existen tres factores que impiden la resiliencia: el aislamiento afectivo, la falta de sentido y la vergüenza.

  • Tipos de resiliencia: nula, recuperación de la capacidad de vivir y compensatoria.

  • Antes de contar algo, en la mente revolotean mil ideas y en el cuerpo mil señales, a eso se le llama relato preverbal. ¿Qué te dicen los relatos preverbales de tus alumnos y el tuyo mismo? ¿Cómo manifiesta el cuerpo y el lenguaje no verbal el relato por venir?

  • Una vez que las ideas se ordenan y escuchamos a nuestro cuerpo, surge una voz interior que se expresa, a eso se le llama relato solitario. Los maestros, las familias y los líderes podemos influir enormemente en la construcción de esa historia.

  • Una vez que exteriorizamos la historia de lo que somos, de nuestros sueños y anhelos nos sentimos capaces de compartirlos. Todos nos necesitamos para contar una historia, a esto se le llama relatos compartidos.

  • La cultura es un murmullo, miles de voces que se acomodan para contar nuestra historia social, la de familia, la de la comunidad, la del país, la del mundo incluso. A eso se le llaman relatos colectivos.

Revive este webinar (video)que nos ayudó a descubrir por qué la inteligencia emocional se sostiene sobre la capacidad de contar la mejor historia posible cada vez que nos enfrentamos a un conflicto o a una crisis. Una historia es capaz de cambiar al mundo. De hecho, es lo único que siempre lo ha logrado.

Regina Freyman es adicta… a las historias. Sabe por experiencia que las historia salvan, desde el divorcio de sus padres hasta la dolorosa muerte de su hermana. En busca de palabras estudió letras en la UNAM, se especializó en cuento en la IBERO y tiene 15 años narrando la vida desde el TEC.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/historias-humanas-y-resiliencia

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Educación emocional Resiliencia en tiempos de pandemia

Por: Educación 3.0.

 

Una buena autoestima, autonomía, empatía y un entorno familiar afectivo son claves para desarrollar la resiliencia, una cualidad necesaria en estos tiempos de crisis sanitaria. Silvia Arribas, Joana Jauregizar e Itziar Kerexeta, profesoras de la Universidad Pública del País Vasco y colaboradoras de airea-elearning, ahondan en el significado y claves de este concepto.

El concepto de ‘resiliencia’ procede de la palabra latina ‘resilio’ (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997), que significa volver atrás o rebotar. Se trata de un concepto originariamente utilizado en el ámbito de la física para hacer referencia a la capacidad de un material para recobrar su forma original o su resistencia a un golpe, choque o percusión. Posteriormente, el concepto fue adaptado a las ciencias sociales para hacer referencia a la resistencia al sufrimiento y a la capacidad de, además, salir fortalecido de dichas experiencias de sufrimiento.

Así, el origen del estudio de la resiliencia en el ámbito de la Psicología y Psiquiatría se centró en investigaciones que trataban de entender por qué algunos niños que vivían en contextos muy adversos (enfermedades mentales de los padres, problemas perinatales, abandono, abuso, guerra, hambre…) no desarrollaban problemas psicológicos.

Precisamente, fue en uno de estos contextos extremadamente adversos en el que vivió Boris Cyrulnick, autor de múltiples publicaciones sobre la temática, que fue testigo del holocausto nazi durante su infancia. Nacido en Burdeos en 1937 en una familia judía, Boris Cyrulnik sufrió la muerte de sus padres en un campo de concentración nazi del que logró huir cuando sólo tenía 6 años. Tras la guerra, deambuló por centros de acogida hasta acabar en una granja de la beneficencia. Por suerte, unos vecinos le inculcaron el amor a la vida y a la literatura y pudo educarse y crecer superando su pasado.

Resiliencia en tiempos del COVID-19

Resiliencia en tiempos de pandemia

Sin caer en la ingenuidad y siendo conscientes de que las situaciones traumáticas o las crisis globales como la que estamos atravesando a raíz del COVID19 afectan en mayor medida a personas más vulnerables, vemos en el ejemplo de Boris Cyrulnick una llamada a la esperanza y a creer en lo positivo de estos procesos.

Existen algunos factores personales que favorecen la resiliencia como es una buena autoestima, la orientación y motivación al logro, la conciencia de la auto-capacidad para la superación, la autonomía y la empatía. A nivel socio-cultural también será de ayuda contar con una buena red de apoyo, una figura o tutor de resiliencia y un entorno familiar cohesionado y afectivo.

Pero, ¿qué es un tutor de resiliencia? Es una persona que, siendo consciente de ello o sin percatarse, es investido de una influencia orientadora sobre la persona que vive alterada su seguridad después de un trauma. En palabras de Boris Cyrulnik (1999), “un tutor de resiliencia es alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento o una obra de arte que provoca un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Casi siempre se trata de un adulto que encuentra al menor y que asume para él o ella el significado de un modelo de identidad, el viraje de su existencia. No se trata necesariamente de un profesional”. Un encuentro significativo puede ser suficiente “para permitir a la persona desarrollar sus fortalezas internas, su capacidad de resolver problemas y de entablar relaciones con los demás”, añadiría Grotberg (2006), “desarrollándose de manera óptima a pesar de su vulnerabilidad”.

¿Recuerdas quién pudo jugar este papel de tutor de resiliencia para ti cuando eras menor? ¿Crees que estás siendo el modelo de alguno de tus alumnos menores con los que te relacionas?

Fuente del artículo: https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/educacion-emocional/resiliencia-en-tiempos-de-pandemia/

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“Quédense en casa, sigan vivos y organícense”

Por: Amy Goodman. 

El reverendo Barber es copresidente de la Campaña de los Pobres y presidente de la organización sin fines de lucro Repairers of the Breach. Junto a otros líderes ha lanzado una convocatoria a personas de todos los ámbitos sociales a participar de una asamblea virtual y una multitudinaria marcha de los pobres on line el próximo 20 de junio a través de la página web june2020.org. Barber imploró “No crean en las mentiras que estos gobernadores nos están diciendo sobre que es el momento de abrir todo de nuevo. Quédense en casa, sigan vivos y organícense”.

Actualmente estamos entre dos épocas históricas: AC y DC; antes de la Covid-19 y después de la Covid-19. Las instituciones ya establecidas, los regímenes arraigados y las corporaciones poderosas se encuentran bien posicionadas para navegar por las aguas desconocidas de este tiempo intermedio, el del “durante la Covid-19”. Menos equipados están los pobres y la clase trabajadora, que no pueden reunirse para protestar o manifestarse en busca de mejores condiciones de vida sin ponerse en riesgo. El nuevo coronavirus ha amplificado la enorme desigualdad que domina nuestra sociedad. Basta con observar la desconexión entre el mercado de valores y la difícil situación de los trabajadores. Parece que con cada anuncio de pérdida histórica de empleos, el índice Dow Jones y el Standard & Poor’s 500 se disparan hacia arriba. En Wall Street cuentan ganancias mientras que en el resto de la ciudad cada día se cuentan más tumbas.

El miércoles, el reverendo William Barber II concedió una entrevista a Democracy Now!: “Estos son tiempos difíciles. Gran parte del dolor es por elección. No tendría que ser así. No es por el virus per se. Es a causa de la pandemia de codicia y la mentira de la teoría económica del derrame que nos condujo a movernos en la dirección equivocada desde el principio. Incluso antes de que llegara el nuevo coronavirus, demasiadas personas en cargos de poder estaban muy cómodas con la muerte de otras personas. Tenemos 140 millones de personas pobres y de bajos ingresos en el país, el 43% de la nación, 700 personas al día que mueren por la pobreza o por no contar con suficientes recursos económicos. Ya antes de la llegada de la Covid-19, teníamos dos millones y un cuarto de personas al año y 80 millones de personas en total sin seguro de salud o con seguro de salud limitado”.

El reverendo Barber es copresidente de la Campaña de los Pobres y presidente de la organización sin fines de lucro Repairers of the Breach (“Reparadores de la brecha”, en español). Él y la copresidenta de la campaña, la reverenda Liz Theoharis, del Seminario Teológico de Unión, han lanzado una convocatoria a personas de todos los ámbitos sociales a participar de una asamblea virtual y una multitudinaria marcha de los pobres on line el próximo 20 de junio a través de la página web june2020.org. Barber imploró “No crean en las mentiras que estos gobernadores nos están diciendo sobre que es el momento de abrir todo de nuevo. Quédense en casa, sigan vivos y organícense”.

Pese a las increíbles dificultades, pese a las demandas de no salir de los hogares (para aquellos que tienen la suerte de poder quedarse en casa), la gente se organiza y se manifiesta de manera creativa y valiente. Como ha sucedido a lo largo de la historia de Estados Unidos, los movimientos populares son los que impulsan el cambio. Este momento no es la excepción.

Poco después de su entrevista para Democracy Now!, Barber habló en una manifestación virtual, una huelga nacional organizada por trabajadores de la cadena de restaurantes McDonald’s. Los trabajadores de McDonald’s y de otras cadenas de comidas rápidas han estado organizando campañas por un salario digno durante años. La campaña “Lucha por 15” reclama un salario mínimo de 15 dólares por hora. Varios trabajadores hablaron en la transmisión de video en vivo y detallaron las dificultades y los riesgos que enfrentan diariamente como parte de la fuerza laboral esencial mal paga, prácticamente ignorada y en crecimiento.

Estas son las palabras de Fred Marion: “Soy un trabajador de McDonald’s aquí, en Kansas City, Missouri. Hago huelga porque, como pueden ver y escuchar, soy un humano como ustedes. Puede que no sea médico o paramédico, pero estoy aquí en el frente como ellos, y soy humano como ellos. Nos merecemos equipos de protección, pago de riesgos, atención médica y ganar 15 dólares la hora: es apenas un salario digno. Nosotros no tenemos un salario digno. Solo merezco ser tratado como un ser humano y es por eso que estoy en huelga”.

Angélica Hernández habló en español. Un compañero de trabajo que contrajo Covid-19 y actualmente está conectado a un respirador fue quien la inspiró a sumarse a la huelga. Según ella, McDonald’s no mostró interés en brindarles equipos de protección a los trabajadores. Katerra Wilkins agregó: “La gente puede contraerlo, [al coronavirus]. A cualquiera le puede tocar. Así que creo que es un poco peligroso y estamos arriesgando nuestras vidas por 7,25 dólares la hora”.

En solidaridad con los trabajadores en huelga hubo oradores como Mary Kay Henry, presidenta del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU, por su sigla en inglés) y el epidemiólogo David Michaels, quien se desempeñó como director de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional durante la presidencia de Barack Obama. La senadora demócrata de Nueva York Kirsten Gillibrand señaló lo siguiente: “Incluso después de que el Congreso aprobara en marzo una ley de emergencia de licencia paga por enfermedad, el 75% de los trabajadores quedaron desamparados por la exclusión de grandes empresas como McDonald’s. Si ellos o un ser querido se enferman, tendrán que enfrentar una elección imposible entre la seguridad económica de su familia y su salud. Ninguno de nosotros debería verse obligado a tomar esa decisión. Es un fracaso de la política. Si uno no puede permitirse quedarse en casa cuando está enfermo, es un problema para uno y para todas las personas con las que entre en contacto cuando esté en el trabajo. Asegurarse de que todos puedan permitirse quedarse en casa cuando presenten más riesgo de contagiar es crucial para combatir este virus”.

Mientras tanto, los activistas montaron una protesta simbólica frente a la sede central de McDonald’s en Chicago, con siluetas de cartón que representaban a los trabajadores en huelga. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por su sigla en inglés) salió a recorrer las calles del centro de Chicago con un camión con una cartelera electrónica que transmitía el mensaje de los trabajadores con la demanda por un salario digno.

Estamos viviendo tiempos difíciles y peligrosos. Mientras los autoproclamados “justicieros” armados de derecha, mayormente blancos, inundan las capitales de los estados, los indocumentados, los pobres y las comunidades de color, quienes están en mayor riesgo, mantienen nuestra economía en movimiento: cultivan nuestros alimentos, trabajan en mataderos y almacenes, entregan paquetes y comidas, limpian nuestros hospitales y cuidan de nuestros ancianos. Ellos se exponen a contraer Covid-19 a diario, prácticamente sin redes de contención. Independientemente del futuro que forjemos colectivamente en la era después de la Covid-19, las necesidades de los pobres y de estos trabajadores esenciales deben ser una prioridad.


© 2020 Amy Goodman

Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Fuente del artículo: https://rebelion.org/quedense-en-casa-sigan-vivos-y-organicense/

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