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Hiperrealidad: Docencia extendida

Por: Eduardo Hernández de la Rosa

 

Lejos de la condición fatalista para pensar a la hiperrealidad como una construcción ajena a nuestra realidad cotidiana es importante, reconocer que existen procesos paralelos que han impactado a muchas sociedades alrededor el mundo, claramente no se da igual para todos, lo que es una expresión natural de la globalización.

La hiperrealidad es un concepto trabajado por Jean Braudillard, refiriéndose a las realidades que pretenden ser realidad, pero no son realidad, sin embargo, nuestra postura respecto de este fenómeno es que al ser vivenciadas por algunos de nosotros es una realidad.

Existen saberes que nos dotan de horizontes de comprensión socio-cultural e histórica, estos horizontes nos han dotado de elementos que nos hacen pensar la realidad de una forma determinada, sin embargo, la realidad se ha encargado de mostrarnos que no todo encaja en nuestros marcos. La realidad está siendo de forma constante y le es imposible no ser. Esto es, si comprendemos que el ciberespacio esta construido por un conjunto de realidades que se pueden asemejar a la nuestra o no, con otras estéticas formas de sentir, de amar, de pensar, se interactuar y relacionarse, esto deberá considerarse también un aparato de realidad, mientras que lo realmente estamos observando es una realidad extendida.

Este preámbulo, nos permite tomar como punto de partida el papel de la docencia en el futuro próximo, precisamente aquí es importante reflexionar el futuro de la educación, aun cuando ésta siga teniendo como grandes urgencias la cobertura, equidad y acceso a la educación, el futuro deberá ser pensado. Desde una perspectiva básica, sencilla y limitada de experienciar un futuro de la educación, tratamos de proponer lo siguiente: El futuro tiene una docencia extendida.

Cuando hablamos de docencia extendida nos referimos a la necesidad que vivimos los docentes por acercarnos a nuevas formas de relación e interacción con nuestros estudiantes desde el espacio donde nos encontramos presentes. Desde esta perspectiva, cualquier espacio es formativo, cualquier espacio se convierte en un lugar idóneo para aprender. Sin duda alguna, de los cambios más significativos que ha traído la pandemia es pensar la educación desde contextos alternativos, desde dotar a los estudiantes de materiales en casa hasta pensar en la red como el medio más idóneo para continuar con la educación. Claramente cada uno de ellos conlleva un matiz distinto. Sin embargo, todos buscarán lo mismo, promover la educación aún pese a cualquier circunstancia.

Esta necesidad de promover la educación a costa de todo, quizá tenga su origen en la necesidad de pervivir como especie, sin embargo, también hemos sido testigos de las resistencias que ha traído este proceso, sin mencionar las desigualdades y por supuesto los límites, desafíos y condiciones con los que se ha hecho posible continuar la educación, un reto tanto para padres de familia como para docentes.

En el contexto universitario, muchas instituciones impulsaron el desarrollo de tecnologías de streaming para asegurar la conectividad “vis a vis” de sus profesores y estudiantes, sin que estos resultados tuvieran un efecto significativo, otras con mayor experiencia en procesos virtuales, implementaron diseños instruccionales sofisticados para promover el aprendizaje de los estudiantes a través de recursos como los Learning management system (LMS), uso de herramientas atractivas como la realidad aumentada y la inteligencia artificial, mientras tanto, otros más buscaron combinar estos procesos con la vinculación humanista del mindfulness. Por lo que los retos sin duda fueron desiguales. Pero entones ¿En qué va la docencia extendida? La docencia extendida es un ejercicio que los docentes de todo el globo identificaron como un proceso necesario frente a una contingencia y el aseguramiento de la continuidad educativa. De acuerdo al desarrollo tecnológico de cada institución o contexto, la docencia extendida pudo promover en los estudiantes acciones para tener acceso a recursos educativos. Por primera vez en la historia el ser humano echaba uso de toda su técnica para evitar que los estudiantes perdieran tiempo, claramente esto habla de la necesidad de continuar en un sistema social dinamizado por la economía del conocimiento.

Estos procesos de integración llevaron a desdibujar los límites entre la docencia presencial y la virtual, asegurando con ello la posibilidad de impactar de forma significativa en los estudiantes, por supuesto, los retos fueron evidentes, formación y habilitación de recursos humanos en el uso de tecnología en tres momentos: diseño, operación, comunicación y evaluación de los procesos educacionales existentes. Este ejercicio inversivo llevo a los docentes a generar estrategias que contribuyeran a extender sus efectos en todos los espacios posibles y desde una cantidad distinta de dispositivos empleados –por circunstancia- para el aprendizaje, esto fue desde Smartphone, laptop, tablets, smartwatch entre otros, siendo esta extensión no solo hacia los aspectos de hardware, sino también a los software, llegando a todas las redes conocidas por los estudiantes, las cuales también se convirtieron en laboratorios de aprendizaje.

Este ejercicio que acabamos de describir es lo que se denomina docencia extendida, un proceso pedagógico o andragógico que impacta en el quehacer cotidiano de los docentes haciendo uso de exopedagogías y exoandragogías que ayudarán al acompañamiento de nuestros estudiantes.

Sin duda alguna, pensar en la hiperrealidad también es pensar en todas las posibilidades existentes para promover en la educación cambios significativos, aquellos que nos ayuden a pensar en la relación estrecha que hay entre generaciones. En el cuadro 1, se puede observar el transitar de las nuevas generaciones y su relación con la educación, sin embargo, aun cuando el 2020 sea un parteaguas en la educación, es importante mencionar que nos acerca a comprender un verdadero salto en cuanto a tecnología se trata.

Cuadro 1. Generaciones
Generación Baby boomers Generación X Generación Y o Milenials Generación Z, Centenials o iGen Generación Alpha

 

Periodos 1940-1960 1961-1979 1980-2000 2001-2010 2011 en adelante
Características Educativas enseñanza-aprendizaje de manera

tradicional

Inician la vinculación con clases mixtas mediante el correo, radio y televisión Teleeducación Educación con realidad aumentada y activa Simbiosis con la tecnología
Icono Educativo Educación Tradicional y Conservadores Educación Pública y Radical y Liberal Educación Activa y No Educación Educación activa, Aprendizajes comunes Microlearning, edu-taiment or edublokcs y streaming
Fuente: Elaboración propia

La educación en tiempos de pandemia debe permitirnos ver que nos estancamos en la incorporación de tecnología, si bien las juventudes se adaptaron a los procesos de construcción de hiperrealidades que nos da el ciberespacio, la docencia genero una brecha bastante profunda. Por lo que la migración forzada que causo en muchas instituciones el pasar de educación presencial a virtual, fue un punto importante para hacer conscientes a las instituciones educativas sobre la relevancia de la educación virtual y sus oportunidades, aunque también de sus limitantes.

Pensar en la hiperrealidad, es decir en lo simultaneo de diversos mundos, es también pensar en la docencia y su capacidad de extenderse en pro de la pervivencia educativa. Queda mucho por reflexionar ¿Cómo construir docencias extendidas más adecuadas al contexto? ¿Cómo disminuir las brechas entre docentes extendidos y estudiantes? ¿Qué herramientas deberemos tener en cuenta para una docencia extendida? Por ahora, muchas instituciones tendrán que experimentar, otros buscaremos robustecer nuestras competencias digitales y construir rutas más efectivas lo cierto es que en este éxodo virtual, nuestro papel es ayudarnos mutuamente encontrando en el dialogo el mejor ingrediente para un laboratorio que construya otras alternativas para la educación.

Fuente: El autor escribe para OVE.

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El valor de la docencia en medio de la adversidad

Por: Julián Castro Miranda

 

Las medidas extraordinarias en torno a la educación, adoptadas a raíz de la expansión del COVID-19, no han funcionado de una manera adecuada en los países latinoamericanos. Hay evidencia de ello en distintos medios de comunicación. Antes que un derecho, la educación ha adquirido la forma de un continuo padecimiento; un lastre compartido, en mayor o menor medida, por docentes, estudiantes y padres de familia.

De acuerdo con algunos gobiernos e instituciones educativas, el problema central ha radicado en el paso a la virtualidad. Esto, por supuesto, tiene todo el  sentido del mundo. Si aceptamos que lo virtual es lo aproximado a lo real, es sencillo comprender por qué fracasa cualquier intento de educación remota en Latinoamérica: nada más aproximado a la realidad que un sistema educativo fallido, inequitativo e irrelevante. Ahora bien, mi interés particular en este escrito se aleja de cualquier análisis sistémico profundo acerca de la educación virtual, tiene alcances más humildes. Hoy, en honor a su día, quiero defender que los docentes cumplen un rol central en la superación de las condiciones adversas.

La docencia y la crisis social y política

Para comenzar, es importante resaltar que los docentes se han enfrentado en diversos momentos de la historia a situaciones sociales y políticas adversas. En estas condiciones límite, los docentes han puesto en riesgo su propia vida, así como la de las personas más cercanas a ellos, con el objetivo de contribuir a las causas más nobles. Lo han hecho y lo seguirán haciendo. Un ejemplo conocido a nivel mundial es el del fundador de las escuelas pías, San José de Calasanz, quien en el Siglo XVII luchó en contra de distintos poderes por la conformación de la primera escuela pública y gratuita de Europa.  En la historia reciente, se destaca la historia de Johan Van Hulst, un maestro holandés que salvó a 600 niños durante la ocupación nazi. Muchos años antes, la educadora popular anarquista Louise Michel defendió sus ideas  a muerte en la Comuna de París, siendo arrestada y maltratada en varias ocasiones.

A la anterior lista se suman miles de docentes latinoamericanos víctimas de diversos grupos armados, dictaduras, desapariciones, torturas, violaciones y maltratos. En la memoria colectiva latinoamericana está, por ejemplo, el caso del  educador y periodista uruguayo Julio Castro Pérez, desaparecido en plena dictadura en 1977. Recientemente, se conoció el caso de María Inocencia Balanta, una profesora colombiana que lideró una resistencia en contra de grupos armados paramilitares y guerrilleros. La lista continúa,  puesto que muchos docentes mueren en el ejercicio de su labor. Según datos de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode), entre 1980 y julio de 2018 se registraron 1.088 homicidios de profesores en el país. El patrón se repite en Honduras, que registró un total de 83 asesinatos de maestros entre 2009 y 2014. Por si estos datos aún parecen lejanos, a dos días del 15 de Mayo de 2020, en Oaxaca (México) se registró el asesinato de un maestro de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).  El corazón se encoge al leer estas cifras tan desalentadoras, hay que aceptarlo. No obstante, el valor de dichos docentes continúa siendo un ejemplo para superar tiempos adversos.

La educación salva, literalmente.

Hasta el momento, hemos visto algunos ejemplos claros de docentes que afrontaron situaciones sociales y políticas complejas. De la misma manera, es importante recordar que los docentes también se han enfrentado a epidemias y pandemias a lo largo de la historia. Muchos de ellos, infortunadamente, han muerto por causa de tales enfermedades.

Como es de esperarse, los momentos más críticos en la superación de las enfermedades han implicado el cierre de escuelas y la suspensión de clases. Una vez esto ocurre, los lugares adquieren una semblanza de desolación. A propósito, hay historias extraordinarias de maestros que afrontaron con un valor filantrópico dichas circunstancias. En un artículo de 1967 en torno a la Tuberculosis, publicado en Archives of Environmental Health, la pediatra Edith M. Lincoln relata que, con frecuencia, los docentes que infectaban con tuberculosis a sus alumnos mostraban un interés desmedido por cada uno y pagaban por su atención individual.  Este interés también se demostró durante la pandemia de la gripe española. En Costa Rica, según relata la historiadora Ana María Botey en conversación para el diario la Nación, se conformó un grupo de maestros voluntarios durante dicha pandemia: “Los maestros fueron un verdadero batallón”, en sus palabras.  Pero la historia no termina allí, en África se conocen reportes de docentes que, en conjunto con las entidades dedicadas a la Salud, lucharon en contra de la expansión del VIH. Todo ello es muestra del inmenso valor de los educadores en la superación de las crisis.

En efecto, hay muchos otros casos ejemplares, los cuales demuestran el inmenso valor de los docentes en circunstancias sanitarias críticas. En la actualidad, con todas las condiciones desfavorables posibles, los maestros se han mantenido en el cumplimiento de sus funciones: atienden a los miserables requerimientos burocráticos institucionales, luchan por adaptarse a las nuevas tecnologías, imparten clases en contextos inadecuados, ayudan a sus estudiantes a afrontar los problemas derivados del aislamiento, hacen recolectas y mercados, entre otras cosas que sólo la historia reconocerá. Como antes, muchos de ellos mueren en su propia lucha con la enfermedad. Estos profesores caen sin saber por qué las políticas públicas en torno a la educación siguen siendo precarias, pero con la tranquilidad de haber contribuido a un mundo mejor.

Para terminar, quiero resaltar que los extraordinarios son los docentes, no las medidas externas por las que atraviesan. Hoy recordamos a todos aquellos maestros que han realizado su labor en medio de la adversidad, a los que han contribuido con la construcción de un porvenir más cálido, a los que continúan en el ejercicio de su vocación, a los que han fallecido a lo largo de la historia, a todos los que sueñan con contribuir a la mejora de sus comunidades.  ¡Feliz día, a todos y cada uno de ellos!

Una última invitación: De ser posible, cada quien debería asumir el reto de escribir un bello mensaje a aquellos docentes que han marcado su vida. Que lo único viral sea nuestro amor por ellos.

Fuente:  El autor escribe para OVE

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El COVID-19 y la “resiliencia educativa” del Ministerio de Educación

Por: Héctor Rodríguez Cruz

La reapertura de las escuelas encabeza las prioridades de los gobiernos de todo el mundo y de sus Ministerios de Educación. Constituye también la preocupación fundamental de alumnos y padres, de los maestros y de otros miembros del personal educativo y de los actores vinculados al sector educativo, debido a la incertidumbre que genera la naturaleza y evolución del COVID-19 y  las decisiones que se mantienen en “suspenso”.

El regreso a las aulas requiere de un marco de políticas y de recursos financieros que permita poner en práctica las medidas necesarias para garantizar el funcionamiento seguro, continuar con el aprendizaje, atender las situaciones de vulnerabilidad y garantizar la protección, el bienestar y la seguridad. Los centros educativos deben asegurar el perfecto estado de las instalaciones de agua, saneamiento y gestión de residuos, las medidas sanitarias y seguir procedimientos de limpieza y desinfección de las aulas y espacios comunes.

En muchos países hay presión para la reapertura de las escuelas porque se considera que su cierre no hace sino profundizar la fractura social. Los alumnos provenientes de familias humildes o con problemas económicos son a quienes más negativamente está afectando el confinamiento, pues habitan en viviendas más pequeñas y muchos no disponen de la tecnología adecuada ni de condiciones objetivas para seguir  los cursos desde su casa.

Aquí en el país, a juzgar por los niveles de  controversia y rechazo que han despertado en amplios sectores las medidas anunciadas por el Ministerio de Educación, de febrero a la fecha, tales como la terminación  del año escolar antes de tiempo, al “pase automático curso” de todos los estudiantes sin ser evaluados y  la reapertura incierta de las escuelas, pareciera que el Ministerio “camina lento” y un tanto “perdido”, mostrando una baja capacidad de respuesta para establecer los principales parámetros e instrumentos educativos, técnicos y logísticos para la adaptación de la población  escolar a las circunstancias moldeadas por el COVID-19.

Las escuelas del país están cerradas por el COVID-19. Esta situación genera grandes perturbaciones a los  casi  3 millones  de estudiantes,  200 mil profesores y técnicos del sector público y del sector privado, así como los padres, tutores y suplidores esperan por un “protocolo”, de alcance nacional y local, que garantice la seguridad sanitaria y la “preparación integral” para el reinicio seguro de las actividades escolares. Urge que los niños dominicanos vuelvan a la escuela. Pero han de hacerlo con todas las garantías para su salud, su seguridad y su protección. ¡Más cualquier otra, debe ser la primera prioridad de la educación dominicana en estos momentos!

El COVID-19 encontró a la escuela dominicana pauperizada, acorralada, “confundida” y, quizá, hasta un poco abandonada a su propia suerte. Con muchas carencias y necesidades desatendidas. Si bien es cierto que encontró  cientos de escuelas seguras, vistosas y bien equipadas, también es cierto existen cientos de escuelas a las que el COVID-19 le hará mayores daños. 

Escuelas “enfermas” que funcionan en patios, casonas y almacenes y carecen de las condiciones mínimas  para el aprendizaje, la enseñanza y la convivencia escolar, a pesar de que el Ministerio de Educación  cuenta con  elevado presupuesto de unos 200 mil millones de pesos, que equivale el 4% del PIB de la nación. Urge dedicar esfuerzos recursos logísticos y financieros a la “liberación” de la escuela dominicana de las cadenas del COVID-19. Pero urge también sanar a tantas muchas de  las taras, incompetencias y perturbaciones generadas por los descuidos e irresponsabilidades de “ayer y de hoy”, y que son el vestigio de una “revolución educativa al revés”.

Para encarar las perturbaciones educativas y sociales y el impacto perturbador del COVID-19 en las escuelas públicas y privadas, así  como  lograr la apertura exitosa y segura de las escuelas, con  garantías para su salud, su seguridad y su protección públicas y privadas, el Ministerio de Educación,  conjuntamente con otros sectores de la sociedad deberá plantearse a corto plazo la necesidad de la elaboración de un “Plan de Resiliencia para las Escuelas Públicas y Privadas después del COVID-19” que contenga las estrategias preventivas, técnicas y logísticas para “preparar”  a los maestros, a los alumnos, las instalaciones, aulas, laboratorios, los libros de texto baños, comedores, cocina, bibliotecas y sala de TICS,  para la reapertura de las escuelas y  su “nueva normalización”,  con las debidas y rigurosas medidas sanitarias para adecuarse a las nueva realidad de la pandemia y para evitar el contagio, la contaminación, el estrés  y otros efectos contaminantes del proceso aprendizaje-enseñanza, la investigación y la convivencia.

El  “Plan de Resiliencia para la Nueva Escuela  Pública y Privada después del COVID-19”, deberá  el resultado del trabajo conjunto del Ministerio de Educación, los maestros, los estudiantes, los padres, la Asociación Dominicana de Profesores, ADP, la Asociación de Instituciones Educativas Privadas, AINEP, las iglesias, las autoridades sanitarias, las alcaldías y las gobernaciones, los empresarios, las universidades regionales y locales, los constructores, los suplidores, los editores de libros de textos, Educación INICIA, Acción Empresarial por la Educa, EDUCA, el Programa de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, OEI, y el Programa Mundial de Alimentos, PMA. Más otros que quieran sumarse.

El “Plan de Resiliencia para las Escuelas Públicas y Privadas”  deberá ir acompañado  del “Programa Aulas Felices”, para  potenciar el desarrollo personal y social de los estudiantes y de los profesores; para promover la felicidad de los alumnos, los profesores y las familias. Tendrá dos componentes: La Atención Plena o “mindfulness” y la Educación de las “24 fortalezas personales” (Peterson y Seligman, 2004), agrupadas en torno a 6 virtudes y a otras competencias vinculadas, tales como creatividad, curiosidad, apertura mental, amor por el aprendizaje y perspectiva; valentía, perseverancia, integridad ; amor, amabilidad e inteligencia social; ciudadanía, sentido de la justicia y liderazgo; capacidad de perdonar, modestia, prudencia y autocontrol; y la apreciación de la belleza y la excelencia, gratitud, esperanza, sentido del humor y espiritualidad.

De cara a la construcción de la “nueva educación pública y privada después del COVID-19”, y por tanto, del “Plan de Resiliencia para las Escuelas Públicas y Privadas” y el “Programa Aulas Felices”, el Ministro de Educación puede revestirse de autoritario “cacique” de una tribu morada, con sus propios rituales partidarios y sin mezclarse con otros en su “territorio”.  O bien, en el líder resiliente,  aglutinador, inclusivo, dialógico, y democrático de la educación dominicana, que ennoblece la oportunidad de hacer posible el derecho de todos los dominicanos a una educación de calidad. Como una oportunidad de ser “ministro” (minister/ “el que sirve”), de “servir” a los dominicanos desde su Ministerio para construir desde la familia y desde la escuela  un país libre, transparente, justo y democrático.    

Que lo decida el Ministro. Es tiempo de “bajar las hachas” y “levantar las banderas del diálogo y la concordia” para ganarle la batalla al COVID-19, en nombre de la Patria educativa.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8817597-el-covid-19-y-la-resiliencia-educativa-del-ministerio-de-educacion/

Imagen: https://pixabay.com/images/search/escuelas/

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El pesimismo de Agamben y América Latina

Por:  Raúl Zibechi

Las resistencias que se visibilizan durante la pandemia se asientan en comunidades y mercados, en prácticas de trueque y rituales de armonización, en trabajos colectivos que multiplican alimentos y cuidados en torno a fogones y ollas populares. Mundos trenzados por valores de uso, en base a relaciones que mantienen a raya la acumulación y el despojo. Prácticas que engendran mundos nuevos que, a su vez, resisten creando.

El filósofo italiano Giorgio Agamben es probablemente el analista que con mayor profundidad está exponiendo los mecanismos de dominación actuales, exacerbados durante la pandemia. Ha definido la forma de gobernarnos como un “estado de excepción permanente”, a lo que añade que “el campo de concentración y no la ciudad es hoy el paradigma político de Occidente”*.

Llega más lejos aún cuando sostiene que “desde los campos de concentración no hay retorno posible a la política clásica”, entre otras razones, porque el poder ha arrebatado los rasgos que diferenciaban al cuerpo biológico del cuerpo político. Algo que está resultando evidente durante el confinamiento global decretado por los poderosos, al reducirnos a cuerpos incapaces de hacer política, actividad que requiere del espacio público y del contacto humano.

Acuñó el concepto de “nuda vida” (vida desnuda, sin atributos) para analizar cómo el poder nos trasmuta de ciudadanos en “comatosos”: seres en coma que no hacen otra cosa que respirar, son alimentados, están “como si” vivieran, zombies como el “musulmán” en la jerga del campo de Auschwitz, nombre con el que los confinados se referían a aquellos que habían perdido la esperanza y se entregaban inertes a su destino, sin la menor resistencia**.

Encuentro el análisis de Agamben muy pertinente para describir una situación en la que toda resistencia parece, casi, imposible. Resulta, sin embargo, tan lúcido como demoledor.

En la entrevista que abre la edición argentina de “Estado de excepción”, Agamben es consultado si “ante la expansión totalitaria a escala global”, se puede apostar por la negatividad, el silencio y el éxodo. Su respuesta lo lleva a indagar en la historia europea, como no puede ser de otro modo, en particular en la relación entre el monaquismo (la vida en monasterios) y el imperio romano, y sus formas de resistencia a los poderes establecidos.

“El éxodo del monaquismo se fundaba de hecho sobre una radical heterogeneidad de la forma de vida cristiana”, razona Agamben, para rematar: “Hoy el problema es que una forma de vida verdaderamente heterogénea no existe, al menos en los países de capitalismo avanzado”. De este modo, cierra el círculo de su pesimismo, al sostener que no hay modo de frenar ni revertir el moderno totalitarismo en sociedades homogéneas.

En América Latina, luego volveré sobre Europa, las resistencias que asombran al mundo y nos llenan de esperanza, surgen y se sostienen, precisamente, en las formas de vida heterogéneas. En las hendiduras que los pueblos han abierto en la dominación, en esas rugosidades creadas por las resistencias durante cinco siglos (de los pueblos originarios y negros, de los campesinos y los pobres urbanos); fisuras dilatadas por las nuevas resistencias (protagonizadas por los feminismos y las rebeldías juveniles).

El sociólogo peruano Aníbal Quijano, consideró que uno de los rasgos distintivos de América Latina es la “heterogeneidad histórico-estructural de las relaciones capital-trabajo”. Entiende que existen cinco formas de trabajo articuladas al capital: el salario, la esclavitud, la servidumbre personal, la reciprocidad y la pequeña producción mercantil, denominada “informalidad” por el Estado y “economía popular y solidaria” por quienes lo resistimos.

Los pueblos, sectores sociales, clases y géneros que hoy resisten y crean mundos nuevos, están enraizados en territorios diversos y heterogéneos respecto a los espacios homogéneos del agronegocio y la especulación inmobiliaria. No son pocos, ni marginales, ni secundarios.

Pongamos el caso de Brasil. Las tierras de los pueblos originarios suman 110 millones de hectáreas, a las que se deben sumar otros 100 millones de las unidades territoriales de conservación, bajo control de poblaciones tradicionales (recolectores de látex, pescadores, ribereños, quebradoras de coco, comunidades de pastoreo, entre otras). Además de 88 millones de hectáreas de asentamientos de reforma agraria, 40 millones propiedad de quilombos reconocidos por el Estado y 71 millones de hectáreas de pequeños establecimientos campesinos (con menos de 100 hectáreas).

En base a estos datos, el informe 2018 del Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica, asegura que el 40% del territorio brasileño “es usado de forma directa por grupos que escapan al control de las oligarquías latifundistas”.

En las ciudades estos espacios en disputa son menores, pero en absoluto inexistentes como lo mostró el campamento del Movimiento Sin Techo, “Povo Sem Medo”: 8 mil familias acampadas siete meses, en plena ciudad, hasta conseguir tierra para construir viviendas.

Las resistencias que se visibilizan durante la pandemia se asientan en comunidades y mercados, en prácticas de trueque y rituales de armonización, en trabajos colectivos que multiplican alimentos y cuidados en torno a fogones y ollas populares. Mundos trenzados por valores de uso, en base a relaciones que mantienen a raya la acumulación y el despojo. Prácticas que engendran mundos nuevos que, a su vez, resisten creando.

Desde la crisis de 2008, en Italia, Grecia y el Estado Español se multiplican huertas y espacios colectivos, haciendas y fábricas recuperadas, y hasta barrios enteros como Errekaleor en Vitoria. Inmigrantes, pobres urbanos y personas desechadas por el capital por “improductivas”, enseñan que el viejo continente ya no es un mundo homogéneo, aplastado por la racionalidad capitalista.

La crisis de ayer y el colapso de hoy, nos permiten acercar y enhebrar las formas de vida que no caben en sus negocios ni en sus urnas. Si la humanidad emerge de este colapso conservando rasgos humanos no antropocéntricos, será en buena medida por las formas de vida alternas que los pueblos han sabido conservar y reproducir, como fuegos sagrados, en sus territorios de vida.

* En “Estado de excepción” y “El poder soberano y la nuda vida”, respectivamente.

** En “Lo que queda de Auschwitz”.

Fuente: https://zur.uy/el-pesimismo-de-agamben-y-america-latina/

Imagen: https://pixabay.com/images/search/pandemia/

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Pensar, para poder respirar

Por: Amador Fernández Savater

Vivimos entre situaciones saturadas donde respuestas sin pregunta luchan entre sí por imponerse. Pensar es agujerear esas situaciones.

Para Rita Segato, contra el juicio y la cicuta

Alguien, o algo, dice “es así”, y satura la situación.

Lo que hay, lo que existe, se cierra en una especie de cuadrado -o cuadrilátero, de boxeo- donde lo posible está acotado, donde sólo cabe decir sí o no, bajar la cabeza o polarizar desde otro “es así”.

Saturar es llenar u ocupar una cosa hasta el límite de su capacidad.

En la situación saturada sentimos que nos falta el aire, que no podemos respirar. Una y otra vez se repite lo mismo, sin apenas movimiento ni variación. No hay huecos, no pasa nada. No cabe nada nuevo, nada distinto.

Por todas partes situaciones saturadas.

La saturación puede organizarse a partir de una diversidad de opciones, identidades u opiniones. No es necesariamente, como tal vez fue en el pasado, una tiranía de lo único. En una tertulia con muchas voces discordantes, en un espacio con miles de actividades interesantes, en unas elecciones con muchos partidos presentes, podemos sentir la saturación.

“Nos dicen que hay muchos puntos de vista, pero en realidad sólo son los distintos tonos de una misma tristeza” (The Housemartins)

Todas las opciones y opiniones posibles confirman y reproducen el mismo marco, sin dejar espacio a lo desconocido, a lo inaudito, a lo no programado. Lo Uno se dice de muchas maneras, pero todas ellas confirman el poder de lo Uno. Nosotros mismos reproducimos la situación saturada adhiriendo con entusiasmo a alguna de las opciones ofrecidas, repitiendo estereotipos, movilizándonos.

Nos robamos unos a otros el aire…

La saturación puede instalarse también a través de un conflicto polarizador. Entonces el espacio entero se organiza como un tablero de ajedrez y somos conminados a elegir bando, a tomar partido, a escoger posición ocultando las dudas, dejando de lado la autonomía de una voz propia. Uno se divide en dos, pero siempre para mantener el poder del Uno: la situación saturada, sin falla, sin resto.

¿Cómo desarmar el tablero sin instalarse en él?

2. Distinguimos ahora artificialmente entre situaciones saturadas de poder-saber y situaciones saturadas de poder-hacer -digo artificialmente porque en el hacer también hay un saber y en el saber hay un hacer. Vamos con las primeras.

Un exceso de saber satura. Todo se sabe y entonces la situación se cierra. No hay punto de pregunta, no hay enigma o misterio, problema compartido y no resuelto de antemano.

En la tertulia mediática puede haber en efecto muchas opiniones discordantes, pero todas ellas saben. Cada posición está completa y choca con las otras como una bola de billar, tratando de ganar, de convencer, de derrotar a la opinión adversaria, rebotando sin alterarse ni alterar la situación. Todo el mundo allí sale como ha entrado, pensando lo mismo que pensaba. Y lo mismo le ocurre al público. No le pasa nada porque allí no ha pasado nada.

En clase, la voz de un profesor satura la situación de aula mediante sus explicaciones. No satura porque hable sólo él -una voz que discurre en solitario puede abrir la situación, hacer pasar algo, dar que pensar- , sino porque avanza por un camino trillado hacia un fin ya sabido. A través del examen se verifica que todo el mundo ha entendido, es decir, que todos pueden repetir exactamente lo ya dicho, sin alterarlo o transformarlo. Esa voz no deja espacio, no crea espacio, no abre espacio.

¿Espacio para qué? Para que el otro haga su propio viaje, emprenda su propia aventura de pensamiento, encuentre y despliegue su propio camino.

3. ¿Qué es pensar? Es justamente abrir un agujero en la situación saturada.

El pensamiento es en primer lugar un agujero, un boquete en el muro de los sentidos establecidos, en el macizo de las evidencias, una fisura y una grieta por donde podemos volver a respirar.

Una vida sin pensamiento es una vida sin aire, una vida-sin-vida. La alegría un poco loca del pensamiento es una sensación muy física: sentimos cómo se deshace la consistencia asfixiante de la situación saturada, cómo dejamos de estar atrapados en ella aunque sigamos dentro, cómo somos nosotros ahora quienes leemos la situación en lugar de ser leídos por ella. Así volvemos a coger aire.

Conspirar significa respirar juntos. Toda asociación de pensamiento -a dos, un grupo de amigos, un colectivo- es una pequeña conspiración contra la saturación del mundo, contra la saturación como forma privilegiada del mundo, contra el cierre de los sentidos.

Amigo es cualquiera con el que se piensa la vida. La amistad en el pensamiento consiste en darse aire. Nos rescatamos boca a boca, el cerebro alerta y el corazón bombeando oxígeno, de la apnea de la situación saturada que nos funde los plomos y nos mata lentamente.

4. Tal vez el primer agujereador fue Sócrates. Sócrates se las vio con el poder saturador de la época -poder del mito, poder de la opinión- que imponía la reproducción de lo existente sin cuestionamiento.

Está todo visto, todo dicho, todo pensado, dice el poder del mito. Hubo historia, en el tiempo de nuestros antepasados, pero ya no la hay. El relato de lo que hicieron los antepasados dice la Ley y esta se graba oralmente en los cuerpos.

Sócrates interpela a personajes que saben, le pregunta a un militar por el coraje, a un poeta por la belleza, a un político por la justicia. Hace las buenas preguntas, las preguntas incómodas para cada uno y muestra que nadie sabe lo que creía saber, la inconsistencia real de lo que aparecía como pura consistencia y seguridad. Interrumpe, desmonta el saber y abre espacio para pensar.

Pensar significa ir más allá de lo que se sabe, internarse en terreno desconocido, aprender.

La buena pregunta abre un agujero en el interior de la situación saturada. Y ese agujero es lo que permite pensar. Pero no sólo a Sócrates, sino a cualquiera de los que habitan la situación con él. Interrumpir y agujerear es regalar a cualquiera una ocasión para poder pensar, abrir espacio para el viaje de pensamiento del otro. Ese agujero es un punto de no-saber a partir del cual se vuelve posible interrogarse y producir sentidos nuevos. Basta con no temer el agujero recién abierto, no querer taparlo a toda costa, no defenderse de él.

Ni rastro de Sócrates en el espacio público-mediático contemporáneo. Ni siquiera el chispazo de un momento socrático, un momento de interrupción de los saberes saturadores, la apertura de un agujero interrogador. El poder saturador no puede permitirse un punto vacío o un punto de pregunta: ese boquete abre la posibilidad de ir más allá del marco de saberes, opciones y opiniones posibles, desbordándolo. Hay que cerrarlo a toda costa, ya, rápido, llenar de explicaciones cualquier agujero abierto súbitamente, acotar lo posible, distribuir las posiciones autorizadas, cargarse de razón. Las mismas redes sociales se han convertido en estaciones repetidoras de estereotipos, el personal se confirma en su saber y agrede al de enfrente en lugar de buscar compañía y amistad en el pensamiento.

Que a nadie se le ocurra mirar a través del agujero, que a nadie se le ocurra pasar a través del agujero.

La filosofía nace como un boquete en el tejido de los saberes establecidos. Es, según dice Cornelius Castoriadis, una “extraña rasgadura” a través de la cual todo se puede poner en solfa y en cuestión.

Pero enseguida se convierte también en un poder saturador. Y seguramente uno de los más temibles, capaz de dejar sin espacio a cualquiera, capaz de quitarle la palabra a cualquiera, capaz de hacer reinar un silencio resignado hacia los “es así” de los sabios. Es el anhelo de un saber total sobre el mundo, una serie de respuestas definitivas. Es la oscilación entre Sócrates y Platón.

Según la filosofía saturadora, Sócrates interrumpe y agujerea, sí, pero sólo para dar paso al que sabe, a Platón. Interrumpe y agujerea los saberes de la opinión y el cuerpo, para dejar lugar al saber de la Ciencia. Se derriba para edificar sobre las ruinas de lo derribado.

La paradoja “sólo sé que no sé nada” es lógicamente imposible. No se puede avanzar desde el no-saber. La ignorancia es impotencia. La contestación de un saber únicamente puede darse en nombre de otro saber. Sólo el que sabe puede preguntar, pero ya sabe la respuesta. Pregunta retórica o pedagógica: quien pregunta espera al otro instalado en un saber, un saber superior, un saber juez.

Lo dice André Glucksmann en Los Maestros Pensadores, un hermoso libro que podemos leer hoy más libremente que cuando apareció en 1977 -el contexto y contextualizar también saturan muy a menudo, acotando los efectos posibles de una obra a su marco histórico.

La filosofía saturadora quiere resolver las paradojas y los agujeros que los distintos Sócrates van abriendo, cerrar el saber sobre sí mismo, eliminando (“resolviendo”) todo lo que no encaja, todas las contradicciones. Cicatrizar las heridas.

Pero sólo nos es dado respirar por las heridas, aunque duela mantenerlas abiertas.

La filosofía oscila siempre entre saturación e interrupción, entre los maestros pensadores y los maestros que no llevan a ninguna parte, entre el saber como privilegio de unas élites y el no-saber común al más común de los mortales, como el lenguaje, la capacidad de preguntar.

5. Del mismo modo que las preguntas y las paradojas son agujeros en el ámbito del poder-saber, los movimientos sociales son agujeros en el ámbito del poder-hacer. Interrupciones del orden autorizado de los posibles y apertura de otros nuevos, experimentación de otras formas de vida.

“Las cosas son así” repiten todos los discursos a izquierda y derecha. Todas las opciones existentes luchan entre sí por apoderarse del poder. Pero “todo lo que compite, en el fondo colabora”, como decía nuestro Sócrates local, Agustín García Calvo. La lucha por el poder deja intacto al poder, el poder cambia de manos pero no de naturaleza.

Un movimiento es la irrupción del pensamiento en la sociedad. Abre preguntas sobre la vida en común que antes no existían: preguntas sobre la relación con el trabajo (movimiento obrero), sobre la relación entre los sexos (movimiento feminista), sobre la relación con la naturaleza (movimiento ecologista). Son interrupciones del orden a través de preguntas que se hacen poniendo el cuerpo en la calle, interrupciones de las respuestas sin pregunta que luchan entre sí por imponerse.

Es la única democracia posible, una democracia de ignorantes, de los que no saben.

La política nace como apertura de preguntas sobre cómo vivir juntos a través de movimientos de la sociedad, pero -del mismo modo que decíamos sobre la filosofía- se convierte pronto en la idea de una ciencia de la política como gobierno, como dominio vertical, como poder separado de la gente común.

El poder saturador dice entonces igualmente: “los movimientos son imposibles”. Por las mismas razones que Sócrates resultaba imposible: los que contestan un orden deben tener una propuesta de orden de recambio en la cabeza -o bien la tienen, pero la esconden.

“¿Y tú qué propones?” le dice el poder saturador a quien interrumpe. No es posible desafiar un orden sin tener una solución de recambio en la cabeza. Quien desafía al poder quiere el poder o está al servicio del poder de una potencia extranjera. Si cuestionas A, es porque estás a favor de B o al servicio de B. El que no sabe y pregunta debe saber -o ya sabe, pero lo esconde. El asunto es siempre tapar la pregunta, no tener que escucharla, no dejarse llevar por ella más allá, no tener que pensar. Todo el rato se quiere hacer ingresar al que interrumpe en el tablero de ajedrez, hacer de él un adversario funcional, las negras de las blancas o viceversa.

Que no se abra un espacio de preguntas compartidas, un espacio de ignorantes que confían en la potencia del no-saber, un espacio donde quepa cualquiera, un espacio de lenguaje común.

Los mismos movimientos siempre corren el riesgo de producir una nueva saturación. La potencia que desclasifica un cierto orden de cosas y pregunta puede convertirse en un nuevo poder que reclasifique y sepa.

Un movimiento abre la cuestión de qué significa ser hombre o mujer, blanco y negro. Interrumpe y agujerea lo que estaba saturado. Ese movimiento regala a cualquiera la posibilidad de un nuevo hacer, de una nueva experimentación sobre lo que significa ser hombre o mujer, blanco o negro (y sus relaciones). Pero siempre es posible que se produzca una nueva saturación, una nueva respuesta, un nuevo saber sobre lo que son los hombres y las mujeres, los blancos y los negros. El no saber que abrió la situación se convierte así en un nuevo saber que define -de antemano y a priori- lo que puede un cuerpo, sin dejar margen de cambio o devenir.

¿Cómo pensar sin saturar?

¿Cómo actuar sin saturar?

6. La saturación no se desactiva oponiéndole otro saber, sino mediante preguntas y paradojas. La paradoja es un resto ingobernable en el poder-saber, un movimiento social es un resto ingobernable en el poder-hacer. No todo cierra, no todo encaja, no todo se sabe, lo posible no está acotado para siempre.

Todos los saberes y poderes saturadores son anti-socráticos: “defínete”, “¿cuál es tu programa?”, etc. Sólo la paradoja es inclusiva, todos estamos invitados a colarnos por la grieta que abre. La “transversalidad” no pasa por sumar las identidades existentes, por poner el máximo de bolas de billas identitarias en el mismo saco, sino justamente por restarlas: dejarnos atravesar por una no-identidad, una pregunta común, un problema común, una búsqueda común.

¿Cuánta paradoja podemos soportar? En la práctica del pensamiento o en la práctica de un movimiento social, cuánto no saber, cuanta incoherencia, cuánta impureza.

El sociólogo Michel Lianos, que acompaña desde el comienzo a los chalecos amarillos franceses, describe en numerosos textos cómo la fuerza del movimiento que aún perdura pasa por su negativa a resolver las paradojas -en un un líder absoluto, una  identidad coherente, un programa serio, un partido comme il faut, una opción de poder. La paradoja es la vida, lo que hay cuando existe realmente diversidad. La experiencia común hace posible lo que la lógica señala como imposible, Lianos habla de los chalecos amarillos como una nueva “política experiencial”: juntarse, hacer y vivir a partir -y no pese- a las diferencias, las contradicciones y los choques.

Todos los movimientos más interesantes de los últimos años son movimientos paradójicos -ambivalentes, ambiguos, impuros- que han sostenido las tensiones en lugar de resolverlas en una nueva identidad, un nuevo saber, una nueva saturación. Lo que se pierde en términos de conquista del poder se gana en términos de interpelación social. Y la situación se mantiene abierta.

La paradoja es un “imposible” dentro de cierto orden lógico. Pero al mismo tiempo apunta a otro orden de pensamiento y de vida donde A y no A sean ambas posibles, donde podamos pensar y organizar la vida común a través de figuras abiertas y no de determinaciones excluyentes, donde la experiencia pueda reunir lo que ciertos esquemas lógicos separan y enfrentan. Cuando hay paradoja circula el aire y podemos respirar. Es como la vida misma: imposible, contradictoria, impura, incoherente y aún así efectiva.

“La revolución”, dice Merleau-Ponty, “es verdadera en tanto que movimiento y falsa en tanto que régimen”.

Lo mismo vale para el movimiento de pensar: la verdad es verdadera como desplazamiento (Santiago López Petit) y falsa como régimen o institución.

Fuente  e imagen: https://www.filosofiapirata.net/pensar-para-poder-respirar/

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Tres desafíos para estudiantes en aislamiento

Por: Sofía García Bullé

En tiempos de aislamiento, las actividades de apoyo, como juegos o retos, pueden ser de gran ayuda para la salud mental, el bienestar emocional y la presteza de aprendizaje. 

El cierre de miles de universidades alrededor del mundo ha puesto en jaque la continuación de los ciclos escolares en todos los niveles. Herramientas como Zoom, Google Docs y YouTube han permitido digitalizar los contenidos educativos, compartirlos en tiempo real e interactuar con los alumnos.

El periodo escolar ha continuado en esta capacidad virtual, pero ante los efectos de un aislamiento a largo plazo, han surgido convocatorias, retos y contenidos de todo tipo para mantener a las personas motivadas y entretenidas.

Desde hashtags que motivan a los alumnos de una escuela de arte a practicar, hasta lecciones de ingeniería diseñadas como juegos para niños, diversas instituciones y organizaciones se han esforzado por crear retos que mantengan a los estudiantes prestos para continuar el aprendizaje apenas termine el tiempo de aislamiento, presentamos algunos ejemplos.

Retos para motivar a tus estudiantes

1. Enséñanos cómo prácticas

En artículos anteriores hemos hablado sobre actividades colaborativas que han realizado instituciones educativas para la difusión del arte y el cuidado de la salud emocional de los estudiantes. El mes pasado, la Orquesta del Tec de Monterrey publicó un video que mostraba la participación de un grupo completo de estudiantes para ejecutar piezas musicales.

También en abril, La Escuela de Música Sarah McLachlan lanzó un desafío a estudiantes y el público en general bajo la hashtag #showushowyoupractice, en la que se convoca a todos los que practican disciplinas musicales que se graben explicando su proceso de práctica y lo compartan en las redes de la institución.

Figuras de la talla de Brandi Carlile, Jann Arden y la misma Sarah McLachlan han participado en el reto. Además de maestros, estudiantes y amantes de la música en general.

“Nuestra meta principal es inspirar a nuestros jóvenes en estos tiempos de soledad a escapar con sus instrumentos, ya sea un teclado, guitarra, bajo, ukelele, batería, libreta de partituras o su voz…”, dijo McLachlan, fundadora de la escuela, agregando que parte del objetivo también es hacerles saber que comprometiéndose a la práctica diaria pueden mejorar su salud mental y animar su espíritu.

Para participar en el reto solo es necesario etiquetar a @sarahschoolofmusic en un video donde expliques tu proceso de práctica y muestres la ejecución, ya sea en Instagram, Facebook o Twitter.

2. Un desafío de aprendizaje de 21 días

El aprendizaje y el desarrollo personal no deben parar en tiempos de aislamiento. Bajo este principio, Vendatu, plataforma de tutoría y aprendizaje en línea líder en la India, lanzó una campaña trabajando en forma cercana con influencers y expertos para establecer retos de 21 días en diversas disciplinas.

La idea es motivar estudiantes de todo tipo a aprender una habilidad nueva. Por lo mismo está ofreciendo clases gratuitas para educandos entre los estándares 1 a 12 JEET y NEET. En el canal de Youtube de Vendatu ya pueden verse playlists con retos para aprender nuevos idiomas, yoga, origami y otras habilidades.

“Nuestra meta principal es inspirar a nuestros jóvenes en estos tiempos de soledad a escapar con sus instrumentos, ya sea un teclado, guitarra, bajo, ukelele, batería, libreta de partituras o su voz…”

Para participar en el reto solo se necesita tomar una foto o hacer un video de algo nuevo que haya aprendido ese día en el camino al dominio de una disciplina, y etiquetar a @vedantulearns con los hashtags #21DayLearningchallenge #LearningWontStop.

3. Juegos de ciencia

Enseñar a los niños sobre ciencias puede ser complicado en tiempos de aislamiento, sobre todo bajo el esquema formal de una lección tradicional, pero, ¿y si se trata de un juego? Dyson, a través de la fundación James Dyson, se dio a la tarea de elaborar 44 retos didácticos para aprender principios de ciencia e ingeniería jugando.

Con un juego de cartas, diseñadores de Dyson ponen a niñas y niños de 7 años y mayores a prueba. El juego completo consta de 22 retos de ciencias y 22 de ingeniería, además de contar con actividades tan diversas como construir un auto impulsado por un globo o un puente de spaguetti.

Los desafíos y las instrucciones para realizarlos se encuentra en la página de la fundación.

¿Has invitado a tus alumnos a que realicen algunos de estos desafíos?, ¿o diseñado  juegos o retos para mantenerlos motivados? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/retos-para-estudiantes-en-confinamiento

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¿Y el recreo?

Por: Abelardo Carro Nava

Yo creo que, uno de los momentos que más disfruté en la escuela, era el recreo. Jugar a las escondidas, platicar con los amigos, echarnos una “cascarita” o, simplemente, competir en una loca y aventurada carrera de autos, fueron de los momentos que más recuerdo con verdadero aprecio y cariño.

Y es que, más allá de lo que pudiéramos hacer en casa, con nuestros familiares, en nuestras labores domésticas o conversando con nuestros padres y hermanos, el recreo, era ese espacio a través del cual nos relacionamos con nuestros compañeros. Sí, una relación que, más allá del aula, nos permitió construir amistades solidarias, empáticas, duraderas. ¿Quién no recuerda a aquel compañerito o compañerita que siempre nos hacía reír con sus ocurrencias?, ¿quién no recuerda a aquel compañerito o compañerita que, con el paso de los años, se convirtió en nuestro mejor amigo?, ¿quién no recuerda a aquel compañerito o compañerita que dejó un gran hueco en el grupo porque sus padres tuvieron que cambiar de lugar su residencia?  Sí, todos, en algún momento de nuestra vida, tuvimos a esos compañeros. Algunos, como parece obvio los conservamos mientras que, a otros, simplemente les perdimos el contacto; no obstante, algo que no hemos perdido es ese maravilloso recuerdo, traducido en experiencias que, indiscutiblemente, alimentan el alma.

Como parece lógico, en nuestro paso por la escuela, también tuvimos y vivimos experiencias no tan gratas; esas tampoco se olvidan. De ellas aprendimos y de ellas conocimos que la vida también puede ser dura, cruel o despiadada. Sin embargo, a pesar de los pesares, éstas nos permitieron forjar nuestro carácter y nuestra personalidad que, años más adelante, nos dieron (o han dado) la posibilidad de actuar en consecuencia.

¿Cómo olvidar que, con el paso de los años, el mundo no era el que nos pintaron nuestros padres en nuestros primeros años de vida? Cierto, una de las etapas por las que pasa el ser humano, es esa socialización primaria mediante la cual, nuestros progenitores, nos presentaron un mundo “color de rosa”. Y luego, cuando a nuestra mente llegó el raciocinio, descubrimos que ese mundo es diferente; descubrimos que hay otras realidades que se mueven en una ambivalencia impresionante; descubrimos sensaciones y emociones insospechadas que jamás hubiéramos imaginado; descubrimos que descubrir, también forma parte de la vida, nuestra vida.

Luego entonces, ¿qué hicimos? Con el paso de los años, y con el trajín que la vida nos impone, dejamos de ser niños. Olvidamos por completo el recreo y todas las experiencias que en éste vivimos. Adultos nos llaman, y es cierto. Según las clasificaciones que alguien construyó en algún tiempo, llegamos a ser adultos porque, en sentido estricto, a cierta edad, llegamos a un pleno desarrollo físico y mental, aunque tal vez esto no sea del todo cierto. Y con la “adultez”, llegan las ocupaciones, el trabajo, la familia, y el mundo cambia por completo. ¿Y el recreo? Allá, muy lejos; en el recuerdo. Y es que el sistema de reproducción social así lo mandata; es, ese sistema, que cíclicamente se construye y reconstruye para asegurar la existencia humana; pervivencia social algunos le llaman. ¿Y el recreo? Solo ocupa un espacio en nuestra mente, pero ya no en nuestro cuerpo.

Irrisoriamente, con el transcurrir del tiempo, la vida nos enseña que tanto la socialización primaria y la socialización secundaria, son parte fundamental de nuestra vida. Así, con todas sus vicisitudes; así, con todas sus bondades; al final de cuentas, entendemos que la vida es nuestra vida, y punto.

¿Cuándo entenderíamos que ser adulto no implica dejar atrás los juegos, los pasatiempos, los recreos? Y es que, para acabar pronto, la mayoría de los sistemas educativos han sido pensados con la idea de que el ser humano sea alguien en la vida, pero ¿cómo ser alguien en la vida si esos mismos sistemas no obligan a tratar contenidos que, más allá de su utilidad, generan desasosiego?

Recuerdo esperar con ansias la clase de educación física en la escuela; aún, con poco entendimiento, realizaba ejercicios muy divertidos que, hoy día, sé que me ayudaron en demasía para favorecer mi lateralidad, espacialidad o motricidad. Y luego, las letras, esas que me enseñó una maestra y que pude aprender a través de cantos y juegos. Vaya, cómo olvidar la representación de las vocales que mi grupo realizó en no muy pocas ocasiones, siempre, acompañadas de ese canto que hoy recuerdo con verdadero aprecio. ¿Y el recreo? Era el tiempo perfecto para los ensayos. Las risas, las bromas, los consejos; todo un cúmulo de aprendizajes informales que, en el aula, adquirían sentido. Sí, ese era el tiempo de recreo, ese que todo mundo esperaba y que hoy día lo veo muy lejos. Y lo veo muy lejos porque, independientemente de la contingencia sanitaria que estamos viviendo, ésta ha puesto en evidencia, que ser alguien en la vida es más importante que “ser” en esta vida.

No, no me equivoco al afirmar que muchos de los aprendizajes adquiridos en mis cuatro décadas de vida, se han dado en contextos informales y no formales que, difícilmente, reconocemos. Y no los reconocemos porque a la escuela, se le ha castigado con un desmedido burocratismo que imposibilita la oportunidad, valiosa, de dialogar sobre tales y cuales hechos o acontecimientos que a diario vivimos.

¡Tienes que cumplir con los contenidos y enviar evidencias, y punto! ¿Y el recreo?

Fuente: http://www.educacionfutura.org/y-el-recreo/

Imagen: https://pixabay.com/photos/baby-fun-playground-outdoors-swing-3359990/

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