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Lermit Rosell Puche: El para qué y el cómo, de una educación de calidad. Perspectiva desde la evaluación institucional (documento en pdf)

Resumen:
Este ensayo, analiza algunas de las experiencias en evaluación institucional, intentadas por el Estado venezolano a partir del año 2000. Se enumeran algunos antecedentes de estos procesos. Se analizan algunas de las iniciativas más relevantes por su desarrollo teórico y puesta en práctica. Dos de evaluación institucional propiamente dicha, el SEA y el SESA. Por otro lado, se revisa el PPII, como programa de estímulo a la investigación, su propuesta y sus resultados. Se expone la importancia de la reformulación de la Misión de las universidades nacionales y del Cómo una vez definido el Para qué de las instituciones de educación universitaria en revolución, solo entonces, se podría evaluar su calidad. Se cierra el ensayo, con la mención de algunas dificultades que encontraron estas iniciativas seleccionadas y recomendaciones que apuntan, a facilitar la instauración de una cultura de la calidad en nuestras universidades y la definitiva incorporación de nuestro país, al movimiento latino americano de garantía y acreditación de los estudios universitarios, a través de la evaluación institucional sostenible en el tiempo.

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Categorías de las luchas de resistencia desde el siglo XVIII al XIX en Venezuela. (La otra cara de la moneda).

 

“Los hijos de nadie, los dueños de nada, los ningunos, que no son aunque sean. Los que no hablan idiomas,  sino dialectos, que no profesan religiones sino supersticiones. Que no practican arte, sino artesanía. Los que no practican cultura, sino folklore. Que no tienen nombre sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadie que cuestan menos que la bala que los mata”.

(Galeano. Ventanas 2012)

Hacer un recuento de la historia sobre la resistencia de los pueblos y establecer categorías sobre este hecho es a todas luces difícil puesto que implica encaminarse por las fuentes históricas escritas por los vencedores, es decir, a contrapelo de los vencidos, puesto que no siempre quienes resistieron, vencieron.

En el caso venezolano, este camino se inicia con la resistencia indígena y se continúa con los movimientos que surgieron por parte de los nuevos habitantes de esta América: los africanos esclavizados, los criollos oprimidos económica y políticamente por la Metrópolis, los peninsulares haciendo su nueva vida en Las Indias descontentos por los monopolios y los criollos libertarios. Lógicamente estos movimientos de resistencia tienen otros matices  que difieren de los indígenas, los habitantes originarios americanos sensu stricto. Desde esta perspectiva, las luchas tienen otras modalidades, existe otro contexto en donde está instalada una sociedad colonial y, en este sentido,  las luchas son relacionadas con el sistema colonial ya instaurado con todos sus vicios y sistemas de exclusión

En consecuencia, esta nueva perspectiva debe partir de los movimientos indígenas, pasando por los hitos que significaron  el negro Miguel, el zambo Chirinos, Gual y España. Esto es narrar la historia de las cimarroneras y rebeliones negras, y los  movimientos de los comuneros, pocos conocidos, que se extendieron por toda Hispanoamérica. De allí a los movimientos que dieron luz al proceso de independencia. Posteriormente, revisar las insurrecciones ocurridas después de 1830, en este caso en Venezuela, pero que no dejaron de darse en todo el subcontinente, que tuvieron como motivación la traición generalizada a las banderas esgrimidas durante la cruenta lucha de independencia. Quizás el más importante, los movimientos campesinos que dieron origen finalmente a la Guerra Federal, también traicionada políticamente pero también ocultada y tergiversada por los historiadores de la clase dominante.

La resistencia e insurrecciones en Venezuela.

“Sequemos con el fuego sagrado de nuestra conciencia, sequemos pues las lágrimas del África, también las lágrimas de América Latina,… para que juntos… el llanto de nuestros siglos regrese hecho lluvia para comenzar la siembra  del Siglo XXI.

Hugo Chávez Frías (2006)  Cumbre de Banjul

La resistencia indígena

Como resultado del despojo territorial colonial, las comunidades indígenas redefinieron las formas como se articulaba su identidad con sus nuevos territorios, a la vez que reorganizaron los símbolos comunitarios para lograr dar coherencia, cohesión y legitimidad a sus formas de organización política, y usarlos como armas de resistencia cultural ante las modificaciones introducidas.

La forma de ver el mundo desde una cosmovisión que incluye sus  creencias, saberes y valores, se expresa una sabiduría  a partir de la experiencia y su mundo de vida. Una visión de carácter colectivo que se manifiesta en los mitos, rituales y creencias, que ha contribuido a que se fortalezca su identidad, el arraigo a sus creencias, convirtiéndose estos en factores importantes para la resistencia que hasta hoy día en mayor o menor grado se mantiene.

En este sentido, David Vela afirma que  “el indígena se siente y actúa dentro de su tradición, con una conciencia comunal, con una cosmovisión con idénticas motivaciones de sus antepasados”.

En este sentido, el profesor Ronny Velásquez, en comunicación personal, sugirió posibles categorías relacionadas con la resistencia indígena:

  1. Sustancia de la etnicidad. Eso implica respeto por su cultura, la cual ha sido un baluarte para la lucha y resistencia de sus culturas.
  2. Cantidad de pueblos indígenas que se resistieron a cambiar de vida social aunque adquieran algunas ofertas de cultura dominante
  3. Virtudes que siguen conservando para vivir en armonía con su medio ecológico
  4. El idioma y su religión auténtica, curas shamánicas.
  5. Relaciones entre ellos. Los pueblos indígenas han estado siempre interconectados a pesar que en algunos casos han tenido conflictos entre ellos.
  6. Han defendido el espacio hasta con su vida. Significa mucho para ellos dentro de su concepción cosmogónica.
  7. Su manera de vivir el tiempo es completamente diferente a las culturas dominantes y las dominadas a la vez por los moldes europeos, como calendarios, días, semanas y años. Ellos poseen otras formas de percibir el tiempo.

Valores como integración, cooperación, organización, solidaridad entre ellos les permitió mantenerse unidos y estar fortalecidos frente a la conquista. En este sentido, la espiritualidad ha sido un instrumento de redención, en donde la religiosidad es el todo y las partes.

Son estos aspectos que forman parte del patrimonio tangible e intangible de los aborígenes que incitan y promueven una resistencia que hasta hoy les ha permitido tener –en muchos casos- su cultura intacta.

Por otra parte, esa resistencia ha sido también una resistencia que los ha llevado a  defender con armas y con algunas tácticas que fueron implementando a los largo del tiempo demostrando que eran aguerridos y valientes.

En este sentido, en el libro “Invasión europea y resistencia ante el sistema colonial”, se afirma que:

“Ante la invasión y conquista indígena, estos sacaron a relucir sus virtudes. Conocedores de sus terrenos, dominaban a plenitud las alturas y los farallones. La habilidad con las flechas, y sus gritos intimidantes hacían retroceder a los expedicionarios. Conformaban  grandes alianzas para repeler a los europeos tanto de las costas como de las islas”.

Igualmente Federman se refiere a  los caquetíos, de la siguiente manera:

“como podíamos apreciar, no nos tenían miedo, pues como he dicho estaban conscientes de su fuerza”. “creo que estos 23 pueblos podrían reunirse fácilmente en medio día, treinta mil indios guerreros que se dedican a la guerra y se ejercitan en ella  (…) tienen y poseen además poblaciones bien fortificadas que no podrían ser tan fácilmente asaltados como las que habíamos conocido antes”.

Queda claro que lo que se encontraron los conquistadores -en muchos casos-, fue el carácter temerario combativo y guerrero de los indígenas. Las armas principales de los indígenas eran la cerbatana, las lanzas, el arco y la flecha.

Su estrategia de combate era la guerra de guerrillas, aprovechando su conocimiento del terreno, lo intrincado de la vegetación y su minusvalía ante las armas de los españoles. Utilizaban mayormente la emboscada y el ataque sorpresivo, aunque al rodear al enemigo entraban en el combate cuerpo a cuerpo.

Estos grupos protagonizaron numerosos levantamientos y sublevaciones y guerra de guerrillas durante la colonia. Ciento treinta rebeliones y motines fueron develados en Cumaná, Angostura, en Guárico, Apure y Barinas, y en diversas otras regiones. (Vargas 2003)

En ese proceso, las clases sometidas reinventaron y potenciaron sus tradiciones culturales ancestrales, incluyendo las formas de solidaridad y reciprocidad que les eran características. En efecto, a pesar de que la colonia supuso la transformación traumática de las comunidades indígenas originarias, no logró borrar en la sociedad mestiza la impronta histórica de milenios de vida social. Al respecto Vargas (2007), expresa que dentro de la población indígena se mantuvieron la valores como solidaridad, la reciprocidad y la cooperación a nivel comunitario, formas de relación social que todavía persisten en nuestros días entre los sectores populares urbanos.

Por otra parte, Acosta (2012), sostiene que

“Los siglos XV y XVI en Venezuela, fueron una compleja red de acontecimientos bélicos de conquista y represión; también un tiempo y un espacio renovados, de estructuras nuevas y con frecuencia inéditas. Fueron siglos de inesperados y mutuos encuentros, en los cuales se entrelazaron múltiples relaciones de toda índole, que permitieron surgir un mundo nuevo donde son descifrables interrupciones y continuidades. A través de ellas, vislumbramos el tejido de la sociedad indohispana, cuya herencia aún es perceptible en los momentos que vivimos”.

En la relación dominado-dominador, las clases sometidas usaron sus legítimos resentimientos para enfrentar sus situaciones de carencias y subordinación, ubicando la culpa en sus opresores, lo que propició sostenidos mecanismos de resistencia, que abarcaron también luchas abiertas, entre las cuales destacan las de los negros cimarrones y las de éstos aliados con los indígenas, sobre todo con los caribes.

Pero las luchas de los  indígenas venezolanos, no quedaron allí, años más tarde los ubicamos participando activamente en las luchas de independencia como soldados, como baquianos, como expertos en diversos aspectos de la logística alimenticia de los ejércitos, y aportaron sus conocimientos de etnomedicina; participaron como marineros de los bongos y flecheras que constituían la flota fluvial de la República, todos estos aspectos fundamentales para el mantenimiento de la capacidad combativa de los soldados que derrotaron al imperio español y nos hicieron libres (Vargas, 2007: 211-212).

Vale resignificar como símbolos de resistencia y lucha indígena  el coraje, la audacia y valentía de líderes como Guaicaipuro, Tiuna, Chacao, Paramaconi, Tamanaco, Sorocaima, Terepaima, Sorocaima, Maracay y los miles de bravos combatientes.

Cimarroneras refugios secretos de resistencia y libertad.

Otro aspecto de gran relevancia para categorizar la resistencia en Venezuela y que es digno de estudio, son las cimarroneras y las rebeliones de negros, lo cual eran llamados refugios secretos para la libertad. Estos espacios  estaban constituidos no solo por esclavizados negros escapados sino que también contaban con la presencia de indios, pardos y hasta blancos pobres. Existían en estos espacios dinámicas sociales y económicas de autogestión. Recrearon en estos espacios la vida que les había sido arrancada al ser vendidos como semovientes.

En el libro “Invasión europea y resistencia ante el sistema colonial”, se dice que:

“Estas expresiones de resistencia se dieron bajo diversas circunstancias, pero en el fondo guardaban la misma esencia: la libertad. Bien sea el yugo de la esclavitud o la amenaza ante la violación de una esposa o hija”.

La idea era librarse de la esclavitud, desarrollar una agricultura de subsistencia y mantener sus prácticas religiosas sin temor a ser castigados. No siempre fueron espacios para la resistencia armada, también eran espacios para la convivencia, hecho que también se convertía en una categoría para la resistencia en sí misma.

Por ello es necesario comprender estos espacios  como una   experiencia social,  que involucra lazos que unen a una familia o comunidad con otras, de experiencias de lucha, pero también de cooperación. Acosta Saignes (1967), que hizo un extraordinario en su libro: vida de los esclavos negros en Venezuela, dice que los  quilombos o cumbes «en los siglos XVII y XVIII eran partidas de negros y mulatos libres, incluso indígenas y españoles que se encontraban arrochelados y causando desórdenes cerca de las haciendas de Caucagua, Tacarigua, Mamporal, Río Chico, Guapo, Capaya y Curiepe». En el mencionado estudio Acosta Saignes estudia sobre la convivencia que resurgía en estos espacios, en donde para poder resistir era necesaria la unión, la convivencia y la cooperación, características que propias de los pueblos libertarios y en cierto modo, descolonizados o enrumbados hacia ese proceso.

Emergió de estos espacios la insurrección del Negro Miguel en 1553, en las minas de Burí de Yaracuy. El Negro  Miguel, con mucha sabiduría y simbolismo había constituido un reinado independiente en las montañas conformado por negros e indígenas. Así,  instauró  una  corte, donde él era el rey y su mujer Guiomar, su reina. Construyó una iglesia y eligió de entre sus combatientes a un obispo disidente para luchar en favor de la libertad de los esclavos. Extendió su lucha hasta 1555. (Véase, Carpentier, Alejo, 2005. Visión de América. Pp.183, Brito Figueroa y Marcial Ramos Guédez, también hacen alusión a estos hechos)

A finales del siglo XVIII y principios del XIX de la historia venezolana parecen algunos movimientos que, aunque no llegan a su objetivo final, se constituyen a un gran paso hacia la independencia.

El pueblo empieza a tomar conciencia de sus derechos y se despierta el espíritu de libertad en los venezolanos que abrazan la causa de la independencia. Durante esta época se ponen de manifiesto las nuevas doctrinas filosóficas y las repercusiones de la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Independencia de Haití, hechos que reforzaron la conciencia rebelde del pueblo que venía marcado por un injusto régimen colonial español.

Tenemos por ejemplo las insurrecciones del zambo José Leonardo Chirino, que movido por la condición en que se encontraban los negros -la gran mayoría de ellos esclavizados, junto con grupos indígenas en diversas formas de opresión servil- despertaron sus ideales de libertad y de insurrección

El movimiento encabezado por Chirino y José Caridad González, de hondas raíces sociales, llamó la atención de las autoridades coloniales sobre las diferencias existentes y las injusticias, particularmente en lo tocante al cobro de impuestos a las clases humildes.

Tenía entre sus objetivos el justo reclamo al solicitar una serie de consideraciones ante  los esclavistas: liberar la República, eliminar la esclavitud, poseer igualdad de clases sociales, supresión de los privilegios de los llamados “blancos”, eliminar los impuestos de alcabala, entre otras reivindicaciones.

Esta insurrección, que estuvo seguida de la más atroz represión, con numerosas muertes de los implicados; sin embargo, no fue estéril. Impactó política, social y económicamente a la sociedad colonial venezolana. Este movimiento se considera – según algunos estudiosos- como la génesis de la Independencia americana.

Hay un hecho simbólico digno de nombrar que fue la creación de una escarapela cuatricolor (blanco, azul, amarillo y rojo) en representación de las 4 etnias de blancos, pardos, indios y negros. Por otra parte, el movimiento contaba con un conjunto de documentos teóricos e instrucciones de carácter organizativo práctico. Se previeron incluso cantos revolucionarios como la Carmañola americana, inspirada en su homónima francesa, y una Canción americana surgida de la propia entraña del medio social, aunque con ecos de La Marsellesa.

En este sentido, afirma Irazábal (1980) que el ingeniero Lartigue de Condé se ofreció para componer su música, se imprimieron  numerosísimos ejemplares de la Canción americana (8.000, al parecer) y más de 2.000 del folleto titulado Derechos del hombre y del ciudadano, con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos, con el pie de imprenta apócrifo «Madrid, en la imprenta de la Verdad, 1797».

Sigue Irazábal (1980) afirmando que:

“El movimiento encabezado por Chirino y José Caridad González, fue una insurrección que impactó política, social y económicamente a la sociedad colonial venezolana. El legado de Chirino y de otros afrodescendientes, como José Joaquín Veroes, Gerónimo Guacamaya, José Tomás León, Leonardo Infante, Francisca Paula Aguado, Hipólita Bolívar, Marta Cumbale, José Ascensión Farreras, Inés María Páez; Matea Bolívar y Pedro Camejo en diferentes tiempos contribuyeron con la independencia, consolidación de la libertad y soberanía en Venezuela”.

Esclavizados que nunca se doblegaron por voluntad ante sus esclavistas, sino,  que mantuvieron con altivez su legado, su fuerza, su acervo tradicional y una añoranza infinita por volver a su lugar de origen con esa fuerza del extrañamiento. Nada fue más difícil para los esclavos africanos que liberarse de unas cadenas que  los oprimían ante unos esclavistas devoradores de la esencia, de la sustancia, de la condición de ser humano o de cualquier otra persona que no fuera similar a ellos tanto en color de piel, como en idioma, o en características físicas o religiosas egoístas, porque siempre consideraron que ellos -los castellanos-  eran hijos de Dios y los demás, sólo eran hechuras de los demonios y muy especialmente, los africanos, que según la visión castellana, no tenían ni reyes, ni reinas, ni dioses. Por tanto,  si no tuvieron Paraíso, la consecuencia lógica para su interpretación es que ellos no habían sido  redimidos por Dios ni mucho menos por Cristo, sencillamente porque no formaron parte de ningún  Edén.

Otras conspiraciones en Venezuela.

Entre las conspiraciones dignas de mencionar que se dieron en el país, emerge la conspiración de Gual y España, que aunque no lograron consolidar sus ideales de libertad, emanaron  de este movimiento revolucionario ideales plasmados en textos que tuvieron considerable influencia en el movimiento emancipador de Hispanoamérica. El conjunto de textos emanados de la conspiración de Gual y España convierte esta conjura en la de mayor contenido teórico, la más orgánica y completa, con perfecta definición de ideario y fines, de todos los movimientos precursores de la independencia de América meridional.

Sin embargo, es de hacer notar que aunque estos levantamientos tuvieron quizás influencia en los procesos independentistas, con frecuencia respondían a motivaciones localistas. Al respecto, la profesora Bohórquez  afirma:

“En general los levantamientos y rebeliones que se habían dado en América tuvieron casi siempre un objetivo específico: hacer derogar un impuesto excesivo, protestar contra el abuso de un funcionario real, oponerse al monopolio comercial por parte de las compañías como la Guipuzcoana o, como también sucedió, establecer un enclave autárquico que sirviera de refugio a los esclavos que lograban burlan la vigilancia de sus amos”.

Concluye Vladimir Acosta diciendo:

“El siglo XVIII hispanoamericano es un siglo lleno de conflictos, de rebeliones de indígenas y esclavos negros, de protestas de la élite criolla, y de amenazas internas. Esto no resulta demasiado sorpresivo porque, de hecho, como ocurre en cualquier régimen colonial. Las protestas y rebeliones suelen ser frecuentes. Y en nuestro caso la hubo a todo lo largo de la colonia, desde el siglo XVI, e incluso en el supuestamente apacible siglo XVII. Pero esas conspiraciones, protestas y rebeliones se aceleraron en la segunda mitad del siglo XVIII en todas partes”.

Todo esto estaba conformando las bases de quizás el proyecto más ambicioso de Venezuela y América Latina que se estaba conformando en la mente de un poderoso visionario de nuestra América: Francisco de Miranda, extraordinario erudito en política, cultura, viajero incansable y primer pensador con visión internacionalista e integracionista de la América española.

Bohórquez cita la síntesis programática de Miranda:

“América del Sur se librará del yugo imperial y se constituyera en una sola nación, una nación que dadas las extraordinarias riquezas naturales alberga un inmenso territorio, estaba llamada a convertirse en una de las más preponderantes de la tierra y en un bloque de poder político, que ayudaría a mantener el equilibrio internacional y mantener la paz en el mundo”.

Este pensamiento permeó las bases políticas del Libertador quien posteriormente asume la titánica tarea de ponerlas en ejecución con mayor éxito que El Precursor. Aunque Miranda fue vituperado y perseguido por sus ideales en su tiempo, y su muerte en 1816 pareciera no haber conmovido a las masas, el espíritu de este noble genio se encuentra omnipresente en Nuestra América hasta nuestros días, retumbando en la conciencia de los oprimidos, activando la resistencia de los pueblos.

Con Miranda se inicia el devenir histórico de la lucha independentista de Venezuela prodigiosa en numerosos hitos en los que ya Bolívar aparece con todo su fuerza, incipiente en los primeros movimientos de 1809 – 1810 – 1811, este último, de la firma del Acta de la Independencia, pero cada vez con mayor protagonismo. Los fracaso y éxitos marcados por la pérdida de la Primera República, la Campaña Admirable, en 1814 la rebelión popular de Boves y la pérdida de la segunda República, la liberación de Guayana y la creación de Colombia, la Batalla de Boyacá que libera a Nueva Granada y abre las puertas para la liberación definitiva de Venezuela en 1821 con la Batalla de Carabobo, son seguidos por el inicio de la epopeya de liberación del resto de la América del Sur que culmina con la gloriosa Batalla de Ayacucho. Se cierra este ciclo histórico en 1830 con la muerte física del Libertador y de su posible sucesor, el Mariscal Sucre, y se abre el de las nuevas Repúblicas con sus grandezas y miserias.

Otras luchas de resistencia se inician entonces. Muchas de ellas como consecuencia de las traiciones a las conquistas sociales, políticas y económicas que con tanta sangre y sacrificio se habían logrado. Con frecuencia el pueblo en contra de los antiguos héroes independentistas y sus nuevos aliados, con notoriedad, Páez quien ejerció gran poder e influencia en la actividad política y militar de Venezuela por muchos años.

Se desatan los movimientos de rebelión campesina, entre ellos el liderado por el indio Francisco Rangel, luego aliado de Ezequiel Zamora desde los años 40 del siglo XIX, que forman la base de la Guerra Federal, exitosa militarmente y en enraizamiento con el pueblo pobre y oprimido, pero, de nuevo, traicionada por las nuevas y viejas oligarquías.

Veamos la condición en el contexto en donde se produce la guerra federal en palabras del Gil Fortoul:

“¿La libertad política? Había sido privilegio del ciudadano rico, del amo, del doctor, del hacendado. ¿La Patria? Idea confusa, casi tanto como la de los llaneros de Páez en la época de emancipación; en todo caso, la idea de patria apenas se distinguía del hecho de poseer tierra. Propietario y oligarca eran casi sinónimos para el peón. De todas las teorías políticas, leídas por algunos en periódicos, oídas por los más, en rápidas conversaciones, la única que podía penetrar en la masa anónima era la de igualdad o igualación de clases. Este debía ser el credo de los pobres, de los oprimidos, de los eternos miserables, de los despreciados por el color de su piel. ¡Por fin el negro igual del blanco, el liberto igual del amo, el pobre igual del rico, el pobre rico!”.

La consigna tierras y hombres libres que venían de ser enarbolada por Rangel y Zamora en la guerra campesina, se constituyen el

 

Dicen Sanoja y Vargas (2003)  al respecto:

“A partir de entonces, el pueblo pasó a formar una masa irredenta, que ha buscado reiteradamente salir de esa condición, siguiendo a líderes como Zamora, a mediados del siglo XIX, quien logró galvanizar la voluntad de los campesinos irredentos en su lucha contra el latifundio y por la democratización de la tierra. La segunda parte del siglo XIX culminó con una serie de confrontaciones armadas entre los diferentes sectores sociales, para lograr y conservar el poder central”.

Al igual que en 1814 (se refiere a la muerte de Boves – NA), la muerte del líder que guiaba el movimiento revolucionario de las masas, Ezequiel Zamora, dejó inconclusas las aspiraciones del campesinado. La Federación bajo la conducción de Falcón y Guzmán Blanco terminó siendo una caricatura de lo que originalmente había delineado Zamora.

La Guerra Federal, aunque traicionada, dejó en el interior del pueblo venezolano los valores de la igualdad, de la horizontalidad, que a veces roza la altivez, tan lejos de comportamientos que rayan en lo servil en ciertas capas sociales de otras culturas de nuestra América. Tuvo una amplia significación para la sociedad venezolana, pues no fue solamente un modelo político para la organización de la República, sino que se convirtió en sinónimo de libertad para los sectores desposeídos.

En palabras de Pérez Arcay (1977) la Revolución Federal tuvo como una de sus principales consecuencias el consolidar las bases del igualitarismo social que caracteriza a la sociedad venezolana actual.

Esto tiene que ver con el hecho de que la Guerra Federal se puede decir que fue un movimiento popular surgido de las entrañas de esas capas sociales oprimidas, sometidas al servilismo y a la explotación inmisericorde de propietarios de tierras y prestamistas. De allí las expresiones en la música marcial, guerrera, descarnada y profundamente clasista. El músico Ignacio Barreto, refiriéndose al Himno de la Guerra Federal, dice que es un canto hecho bajo el espíritu emocionado y efervescente de un pueblo en victoria, no de un gobierno”. Frases como “El cielo encapotado anuncia tempestad” o “Marchemos liberales en recia multitud a romper las cadenas de vil esclavitud” fueron algunos de los versos que agrupados formaron la canción de Oligarcas, temblad, canción exenta de florituras académicas pero con un alto contenido social, político y combativo. Esto lo refleja modernamente la voz de la vieja ex guerrillera que Rengifo llamó Brusca la loca: “¡Salgan para afuera… nalgas sucias… vengan a pelear…! ¡Hay que seguir peleando..!”

Carlos Irazábal (1974) resume así las consecuencias de la guerra federal:

“El conservatismo quedó herido de muerte,  la preeminencia de la oligarquía conservadora implicaba lógicamente que fuese suya la ideología dominante y, como es sabido, estaba saturada de La Federación, al violentar los prejuicios aristocráticos y étnicos de las clases dominantes, democratizó las relaciones familiares, las añejas costumbres, los exclusivismos nobiliarios heredados de la Colonia”.

Supuestos de categorías de resistencia

Los motivos  por lo que resurgen las luchas populares, los movimientos de resistencias en América Latina, tienen variables comunes, y quizás se pueda hacer una analogía con los mismos motivos con que resurgen los movimientos sociales, la cual han sido desde siempre, el mismo sector excluido. Los oprimidos que habla Freire y se hace referencia Rengifo, y materializa en su obra Eduardo Galeano.

Sin embargo, en cada periodo de lucha y resistencia tienen variables diferentes que se relacionan con el contexto histórico de cada momento y las injusticas, que tienen la misma cara pero con nombres diferentes.

Los procesos de resistencia de los aborígenes en las que se unen su cosmovisión, su identidad y valoración a su religión, territorio, y forma de vida en general, se difiere a las formas de luchas que resurgen ya desde una sociedad colonial que se transforma en capitalista, rentista.

Cabe mencionar acá las palabras de Carlos Monsiváis en 1987, cuando le preguntaron sobre el tema:

¿Cómo surge una rebelión y un movimiento social? Desde fuera parece un accidente de la voluntad, la generación espontánea de efectos cuyo vigor minimiza cualquier vaguedad o la precariedad de la vida cotidiana. Desde dentro, la impresión es diferente: en el momento justo cristalizan experiencias y necesidades de años, y un sector excluido decide no delegar ya pasivamente su representación, y condensa el golpe de exigencias y maneras de ser”.

Igualmente Brito García enumera algunas categorías de los movimientos sociales, en las cuales identifica de la siguiente manera:

  1. El surgimiento de vastas movilizaciones sociales que tiende a reunir grupos, organizaciones y sectores diversos, sin buscar encuadrarlos en una estructura organizativa predeterminada ni subordinarlos a ellos.
  2. El nucleamiento en torno a un problema específico tal como la tierra, las aguas la ecología, los derechos humano, la igualdad étnica para constituir plataformas reivindicativas.
  3. No se plantean como meta primaria la constitución de un partido
  4. El empleo de una variedad de forma de luchas que incorporan las redes de solidaridad social, las cooperativas el uso de medios alternativos.
  5. La tendencia a colaborar entre movimientos surgidos de causas eswpecificas y de naturales y estructuras diferentes.

En resumen se pueden identificar cinco categorías de las luchas de resistencia del pueblo en Venezuela:

  1. La resistencia indígena a la conquista de los españoles que se inicia en 1492 cuando se encuentran las dos civilizaciones y continuó hasta bien entrado el siglo XVIII, incluso contra la invasión de sus espacios y culturas propias por parte de los nuevos dominantes criollos.
  2. Las luchas de resistencia de los afrodescendientes esclavizados y sectores indígenas sometidos a la servidumbre por españoles y criollos terratenientes.
  3. Las luchas de resistencia de grupos sociales criollos ante la opresión por motivaciones locales tales como imposición de impuestos, monopolios, autoridades abusivas, etc.
  4. Los movimientos independentistas desde Gual y España, Miranda y la gesta de Bolívar.
  5. Las rebeliones campesinas y la Guerra Federal.

En este recorrido histórico, se encuentran categorías especificas presentes en cada movimiento de insurrección tales como la colaboración, la unión, la organización, la comunión, la sublevación, emancipación, rebeldía, el despertar de conciencia, ideales de libertad y manifestaciones artísticas para la lucha como el canto, la poesía, desde una mirada descolonizada e insurrecta.

Cada una de estas categorías puede abrir el telón para otros estudios que las conceptualice y profundice.  En donde se abran jornadas con los siguientes episodios: el teatro como elemento de emancipación en las luchas independentistas, los cantos e himnos de resistencia en Venezuela y América latina, el arte pictórico y gráfico como elemento de resistencia, es una materia pendiente que queda abierta para otras escenas de investigación.

 

Referencias Bibliográficas

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Fuente: La autora escribe para el Portal Otras Voces en Educación

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Redescubriendo modos de abrazarnos, una oportunidad en la pandemia. La corporalidad, potente territorio de transformaciones

Por:  María Alejandra Castiglioni

“El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos condena al hambre de pan y
a muchos más condena al hambre de abrazos»
Eduardo Galeano,

El libro de los abrazos

Aislados para proteger nuestra salud, aislados para proteger al otro, aislados para proteger nuestra comunidad y a esta aldea global. Aislados nuestros cuerpos. Cuerpos, superficie donde se inscribe nuestra historia, nuestra vida y también nuestra muerte.

El cuerpo, como construcción cultural es el espacio primario donde se instala, expresa y percibe la emocionalidad. Es “el lugar” donde todo sucede, donde se sostiene y se fragua la conversación educativa y se desenvuelven los procesos de socialización e individuación, donde habitamos vínculos para soñar, gestar y construir nuevos escenarios.

La pregunta es ¿Cómo abrazarnos en tiempos de pandemia?
Hay algo más que los cuerpos…

Hay una interfaz entre ellos donde erupcionan nuestros gestos, voces y relatos, este es el espacio de la corporalidad. Quizás sea momento de redescubrir su potencia, matices, intensidades y lenguajes para intentar abrazarnos de otros modos, tan necesarios en el escenario de una pandemia. Hace falta compartir el miedo, el dolor, la distancia, el silencio, la soledad. Así, el valor de la voz que contiene, la mirada que reconoce, el silencio disponible a los otros, el llamado de atención que cuida, la palabra que reconforta, la distancia física que protege, entre otros gestos, ellos forjan un entramado que abriga la conciencia social, lo que por su parte sostiene y construye esperanza.

Estos entramados habitan en esa interfaz que media “entre lo social y lo individual, lo psicológico y lo simbólico”, los que cada cultura aloja y le otorga sentido (Le Breton, 2002:97).

Cultura que, en su sentido dinámico e inacabado, se hace visible en nuestros cuerpos siempre en movimiento, al pensar, al hablar, al mirar y en el transcurso de nuestras vidas. La cultura puede pensarse como forma integral de vida creada por una comunidad a partir de su particular manera de resolver –desde lo corporal, emocional y psíquico- las relaciones que mantiene en su seno “con el propósito de dar continuidad y sentido a la totalidad de su existencia” (Olmos, 2003: 16).

Continuidad a la existencia… allí el aprendizaje que hoy nos implica, allí la educación. Un proceso con intencionalidad pedagógica contextualizado, donde capitalizar sentipensares diversos y recuperar la amorosidad y la emoción que moviliza situaciones del mundo interno en la interacción consigo y con los otros ya que “no hay acción humana que la funde como tal” sin emoción (Maturana). Hoy erupcionan en nosotrxs las más variadas.

Asimismo, referenciar los modos que cada cultura construye -en su diversidad relacional- el modo de transmitir emociones mediante la gestualidad, expresiones éticas y estéticas, disposiciones corporales que modulan la comunicación social y la imagen corporal.

De allí la importancia de la escucha y disponibilidad adulta a esa dimensión simbólica, las que desde la pedagogía intercultural crítica permiten capitalizar esta coyuntura en el extrañamiento de lo real, impugnando escisiones hegemónicas que se han acomodado en nuestros cuerpos generando representaciones estigmatizantes de la alteridad e instalando inequidades.

En este sentido, la corporalidad humana, fenómeno social y cultural, materia simbólica, objeto de representaciones y de imaginarios, también aloja valoraciones arbitrarias, producto de un consenso histórico y social circunstancial que no se corresponde con la naturaleza misma de cada ser humano y estigmatizan.

Pero, este virus nos hace iguales ante su hostilidad, no hay prestigio autopercibido que proteja de su virulencia. Es un momento histórico donde revisar la matriz simbólica que organiza nuestra percepción del otro, para comprender que la pandemia no distingue etnia, edad, nacionalidad, clase social u otras categorías instalándonos a todos en las mismas condiciones para contagiarnos. Quizás no sucede esto para conservar nuestra salud, en muchas ocasiones estaremos dependiendo de quien sea respetuoso del bien común.

¿Cómo construir estas transformaciones necesarias desde el campo educativo?
Analizando crítica y amorosamente los gestos que nos vinculan y en qué medida sustentan una perspectiva de derechos que refleje un compromiso hacia la real efectivización de todos ellos desde el nacimiento, incluso el derecho a la salud.

Será responsabilidad de todos encarnar las palabras de Freire, nadie se salva solo, nadie
salva a nadie, nos salvamos en comunidad. Así la centralidad de la educación, en su
dimensión política insoslayable, como campo de disputas, como posibilidad de impugnación
de inequidades, como instancia de transformación social donde los educadores gestamos lo
gestante a partir de la voz infantil, entregando un legado respetuoso de la humanidad y de la
naturaleza -como parte de ella- entre cada generación y así, construyendo comunidad.

La voz infantil nos recuerda a cada instante esta necesidad imperante, me invito, les invito a
reponer sus expresiones que nos lo recuerdan cuando vamos a cortar una flor, cuando no
cuidamos nuestro medio ambiente, cuando gritamos, cuando demandan escucha atenta o
nuestra disponibilidad. Quizás así desenvolver nuevos procesos alojando su deseo, emoción
en diálogo con el bagaje antropológico y simbólico que alojan en su excepcionalidad.

Para Kohan, “la humanidad tiene un soma infantil que no lo abandona y que ella no puede
abandonar” (2004: 274). En este ser continentes de la infancia, territorio, sentido y
condición de la experiencia humana, la que erupciona per se en un devenir incesante,
anticipa nuevos comienzos… ¡es vida!

Rita Segato dice que somos emanaciones de nuestros paisajes. Creo que esta es una
oportunidad para reinventar en comunidad paisajes más justos, más humanos, disponibles
amorosamente a cada niño, niña y niñe, quienes portan en su singularidad un impulso vital y
transformador.

También, instancia para revisar el rol de los estados en las economías mundiales y la
implicancia de las políticas neoliberales que entienden -ya lo sabemos- al ser humano como
mercancía y en el caso de las infancias, marcan a lxs niñxs como oportunidad o amenaza
para cumplir sus objetivos.

Hoy intentamos mil maneras de llegar a los otros, y en ellos a los alumnxs y a sus familias
para que ninguno de ellos se «caiga » de esta comunidad de la que formamos parte, un
entramado que construye conciencia social, que sostiene nuestra corresponsabilidad de
existir.

El sol seca la arcilla y derrite la vela, dice Kant, un mismo hecho -en este caso- global,
devastador y arrasador puede ser una invitación a valorar la vida una vez más y elegir de qué
modo honrarla escuchando infancias, las que portan sin dudas, un impulso vital.

Bibliografía
Kohan, Walter. (2004). Infancia entre educación y filosofía. Barcelona: Laertes
Le Breton, David. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires, Editorial Nueva
Visión. 2002.
McLaren, Peter (1990). Pedagogía crítica, resistencia cultural y la producción del deseo.
Buenos Aires, Aique.
Disponible en http://www.terras.edu.ar/biblioteca/5/PDGA_Mc_Laren_Unidad_7.pdf
Consultado el 10/9/2017
Bs. As, 9 de abril de 2020.
Correo electrónico: ale.casti@hotmail.com

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Cómo cuidar de sí y de los demás en tiempos del coronavirus

Por: Leonardo Boff

Vivimos tiempos dramáticos bajo el ataque del coronavirus, una especie de guerra contra un enemigo invisible, contra el cual todo el arsenal destructivo de armas nucleares, químicas y biológicas fabricadas por los poderes militaristas son totalmente inútiles e incluso ridículas. El Micro (virus) está derrotando a lo Macro (nosotros).

Tenemos que cuidarnos personalmente y cuidar a los demás, para que podamos salvarnos juntos. Aquí no valen los valores de la cultura del capital, no la competencia, sino la cooperación, no la ganancia sino la vida, no la riqueza de unos pocos y la pobreza de las grandes mayorías, no la devastación de la naturaleza, sino su cuidado. Estamos en el mismo barco y sentimos que somos seres que dependemos unos de otros. Aquí todos somos iguales y con el mismo destino feliz o trágico.

¿Qué somos como humanos?

En estos momentos de aislamiento social forzado, tenemos la oportunidad de pensar sobre nosotros mismos y en lo que realmente somos. ¿Sabemos quiénes somos? ¿Cuál es nuestro lugar en el conjunto de seres? ¿Para qué existimos? ¿Por qué podemos ser infectados por el coronavirus e incluso morir? ¿Hacia dónde vamos? Al reflexionar sobre estas preguntas impostergables, vale la pena recordar a Blaise Pascal (+1662). Nadie mejor que él, matemático, filósofo y místico, para expresar el ser complejo que somos:

“Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada frente al infinito y un todo frente a la nada, un medio entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde viene y el infinito hacia dónde va” (Pensées § 72). En él se cruzan los cuatro infinitos: lo infinitamente pequeño, lo infinitamente grande, lo infinitamente complejo (Teilhard de Chardin) y lo infinitamente profundo.

En verdad no sabemos bien quien somos. O mejor, desconfiamos de alguna cosa en la medida en que vivimos y acumulamos experiencias. En uno somos muchos. Además de aquello que somos, existe en nosotros aquello que podemos ser: un manojo inagotable de virtualidades escondidas dentro de nosotros. Nuestro potencial es lo más seguro en nosotros. De ahí nuestra dificultad para construir una representación satisfactoria de quienes somos. Pero esto no nos exime de elaborar algunas claves de lectura que, de alguna manera, nos guíen en la búsqueda de lo que queremos y podemos ser.

En esta búsqueda el cuidado de sí mismo juega un papel decisivo. Especialmente en este momento dramático, cuando estamos expuestos a un enemigo invisible que puede matarnos o a través de nosotros causar la enfermedad o la muerte a los otros. En primer término, no es una mirada narcisista sobre el propio yo, lo cual lleva generalmente a no conocerse a sí mismo sino a identificarse con una imagen proyectada de uno mismo y, por lo tanto, alienada y alienante.

Fue el filósofo Michel Foucault quien, con su exhaustiva investigación Hermenéutica del sujeto (1984), trató de rescatar la tradición occidental del cuidado del sujeto, especialmente en los sabios de los siglos II/III, como Séneca, Marco Aurelio, Epicteto y otros. El gran lema era el famoso “gnôti seautón”: “conócete a ti mismo”. Este conocimiento no se entendía de una manera abstracta sino concreta: reconócete en lo que eres, trata de profundizar en ti mismo para descubrir tus potencialidades; trata de realizar lo que realmente eres.

Es importante afirmar en primer lugar que el ser humano es un sujeto y no una cosa. No es una sustancia constituida de una vez por todas (Foucault, Hermenéutica del sujeto, 2004), sino un nudo de relaciones siempre activo que, a través del juego de relaciones, se está construyendo continuamente. Nunca estamos listos, siempre nos estamos formando.

Todos los seres en el universo, según la nueva cosmología, tienen una cierta subjetividad porque siempre están relacionando e intercambiando información. Por eso tienen historia y un cierto nivel de conocimiento inscrito en su ADN. Este es un principio cosmológico universal. Pero el ser humano lleva a cabo su propia modalidad de este principio relacional, que es el hecho de ser un sujeto consciente y reflexivo. Sabe que sabe y sabe que no sabe y, para ser completos, no sabe que no sabe, como decía irónicamente Miguel de Unamuno.

Este nudo de relaciones se articula desde un centro, alrededor del cual organiza los sentimientos, ideas, sueños y proyecciones. Este centro es un yo, único e irrepetible. Representa, en el lenguaje del más sutil de todos los filósofos medievales, el franciscano Duns Scoto (+1203), la ultima solitudo entis, la última soledad del ser.

Esta soledad significa que el yo es insustituible e irrenunciable. Pero recordemos: debe entenderse en el contexto del nudo de relaciones dentro del proceso global de interdependencias, de modo que la soledad no sea la desconexión de los demás. Significa la singularidad y la especificidad inconfundible de cada uno. Por lo tanto, esta soledad es para la comunión, es estar solo en su identidad para poder estar con el otro diferente y ser uno-para-el-otro y con-el-otro. El yo nunca está solo.

Cuidar de sí: acogerse jovialmente

El cuidado de sí mismo implica, en primerísimo lugar, acogerse a sí mismo tal como se es, con las capacidades y las limitaciones que siempre nos acompañan. No con amargura como quien no consigue evitar o modificar su situación existencial, sino con jovialidad. Acoger la estatura, el rostro, el pelo, las piernas, pies, senos, la apariencia y modo de estar en el mundo, en resumen, acoger nuestro cuerpo.

Cuanto más nos aceptemos así como somos, menos clínicas de cirugía plástica necesitaremos. Con las características físicas que tenemos, debemos elaborar nuestra manera de ser y nuestra mise-en-scène en el mundo.

Podemos cuestionar la construcción artificial de una belleza fabricada que no está en consonancia con una belleza interior. Hay el riesgo de perder la luminosidad y sustituirla por una vacía apariencia de brillo.

Más importante es acoger los dones, las habilidades, el poder, el coeficiente de inteligencia intelectual, la capacidad emocional, el tipo de voluntad y de determinación con la que cada uno viene dotado. Y al mismo tiempo, sin resignación negativa, los límites del cuerpo, de la inteligencia, de las habilidades, de la clase social y de la historia familiar y nacional en que está insertado.

Tales realidades configuran la condición humana concreta y se presentan como desafíos a ser afrontados con equilibrio y con la determinación de explotar lo más que podamos las potencialidades positivas y saber llevar, sin amargura, las negativas.

El cuidado de sí mismo exige saber combinar las aptitudes con las motivaciones. Me explico: no basta tener aptitud para la música si no nos sentimos motivados para desarrollar esta capacidad. De la misma manera, no nos ayudan las motivaciones para ser músico si no tenemos aptitudes para eso, sea en el oído sea en el domino del instrumento. De nada sirve querer pintar como van Gogh si solamente se consigue pintar paisajes, flores y pájaros que a duras penas llegan a ser expuestos en la plaza en la feria del domingo. Desperdiciamos energías y recogemos frustraciones. La mediocridad no engrandece a nadie.

Otro componente del cuidado consigo mismo es saber y aprender a convivir con la paradoja que atraviesa nuestra existencia: tenemos impulsos hacia arriba, como la bondad, la solidaridad, la compasión y el amor. Y simultáneamente tenemos en nosotros tendencias hacia abajo, como el egoísmo, la exclusión, la antipatía e incluso al odio. En la historia reciente de nuestro país tales dimensiones contradictorias han aparecido hasta de forma virulenta, envenenando la convivencia social.

Estamos hechos con estas contradicciones, que nos vienen dadas con la existencia. Antropológicamente se dice que somos al mismo tiempo sapiens y demens, gente de inteligencia y lucidez y junto a esto, gente de rudeza y violencia. Somos la convergencia de las oposiciones.

Cuidar de sí mismo impone saber renunciar, ir contra ciertas tendencias en nosotros y hasta ponerse a prueba; pide elaborar un proyecto de vida que dé centralidad a estas dimensiones positivas y mantenga bajo control (sin reprimirlas porque son persistentes y pueden volver de forma incontrolable) las dimensiones sombrías que hacen agónica nuestra existencia, es decir, siempre en combate contra nosotros mismos.

Cuidar de sí mismo es amarse, acogerse, reconocer nuestra vulnerabilidad, saberse perdonar y desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de pasar página y aprender de los errores y contradicciones.

Cuidar de sí mismo: preocuparse del modo de ser

Por estar expuestos a fuerzas contradictorias que conviven tensamente en nosotros, necesitamos vivir el cuidado como preocupación por nuestro propio destino. La vida puede conducirnos por caminos que pueden significar felicidad o desgracia: esas fuerzas pueden apoderarse de nosotros y podemos llenarnos de resentimientos y amarguras que nos incitan a la violencia. Tenemos que aprender a autocontrolarnos. Especialmente en estos tiempos de confinamiento social. Puede ser ocasión de desarrollar iniciativas creativas, de ejercitar la fantasía imaginativa que nos alejen de los peligros y nos abran espacio hacia una vida de decencia.

Hoy vivimos bajo la cultura del capital que continuamente nos demanda ser consumidores de bienes materiales, de entretenimientos y de otras estratagemas, más enfocados a quitarnos nuestro dinero que a satisfacer nuestros deseos más profundos. Cuidar de sí es preocuparse de no caer en esa trampa. Es dejar huella de tu pisada en la tierra, no pisar en la huella hecha por otro.

Cuidar de sí mismo como preocupación acerca del sentido de la propia vida significa: ser crítico, poner muchas cosas bajo sospecha para no permitir ser reducido a un número, a un mero consumidor, a un miembro de una masa anónima, a un eco de la voz de otro.

Cuidar de sí mismo es preocuparse del lugar de uno mismo en el mundo, en la familia, en la comunidad, en la sociedad, en el universo y en el designio de Dios. Cuidar de sí mismo es reconocer que, en la culminación de la historia, Dios te dará un nombre que es sólo tuyo, que te define y que solo Dios y tú conoceréis.

En la sociedad que nos masifica, es decisivo que cada uno pueda decir su yo, tener su propia visión de las cosas, no ser solamente un mero repetidor de lo que nos es comunicado por los muchos medios de comunicación de los que disponemos.

El cuidado implica cultivar y velar por nuestros sueños. El valor de una vida se mide por la grandeza de sus sueños y por su empeño, contra viento y marea, en realizarlos. Nada resiste a la esperanza tenaz y perseverante. La vida es siempre generosa; a quienes insisten y persisten acabará dándoles la oportunidad necesaria para concretar su sueño. Entonces irrumpe el sentimiento de realización, que es más que la felicidad momentánea y fugaz. La realización es fruto de una vida, de una perseverancia, de una lucha nunca abandonada de quien vivió la sabiduría predicada por don Quijote: no hay que aceptar las derrotas antes de dar todas las batallas. El modo de ser que resulta de este cuidado con la autorrealización es una existencia de equilibrio que genera serenidad en el ambiente y el sentimiento en los demás de sentirse bien en compañía de tal persona. La vida irradia, pues en eso reside su sentido: no en vivir simplemente porque no se muere, sino en irradiar y disfrutar de la alegría de existir.

Cuidado como precaución con nuestros actos y actitudes

El cuidado como preocupación por nosotros mismos nos abre al cuidado como precaución en estos tiempos del coronavirus. Precavernos de no exponernos a coger el virus avasallador ni de trasmitirlo a los demás. Aquí el cuidado lo es todo, particularmente ante los más vulnerables que son las personas mayores de 65 años, nuestros abuelos y parientes mayores.

Alarguemos la perspectiva. En una perspectiva ecológica, hay actitudes y actos de falta de cuidado que pueden ser gravemente destructores, como la práctica de usar intensivamente pesticidas agrícolas, deforestar una amplia región para dar paso al ganado o al agronegocio, destruir la vegetación ribereña de los ríos. Las consecuencias no van a ser inmediatas, pero a medio y largo plazo pueden ser desastrosas, como la disminución del caudal del río, la contaminación del nivel freático de las aguas, el cambio del clima y de los regímenes de lluvias y de estiaje.

Aquí se impone una cuidadosa precaución para que la salud humana de toda una colectividad no sea afectada, como está ocurriendo en este momento en todo el mundo.

Con la introducción de las nuevas tecnologías, como la biotecnología y la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, mediante las cuales se manipulan los elementos últimos de la materia y de la vida, se pueden ocasionar daños irreversibles o producir elementos tóxicos, nuevas bacterias y series de virus, como el actual, el coronavirus, que comprometan el futuro de la vida (cf. T. Goldborn, El futuro robado, LPM 1977).

Como nunca antes en la historia, el futuro de la vida y las condiciones ecológicas de nuestra subsistencia están bajo nuestra responsabilidad. Esta responsabilidad no puede ni debe ser delegada a empresas con sus científicos en sus laboratorios para que decidan sobre el futuro de todos sin consultar con la sociedad. Aquí prevalece la ciudadanía planetaria. Cada ciudadano es convocado a informarse, a seguir y a decidir colectivamente qué caminos nuevos y más prometedores deben abrirse para la humanidad y para el resto de la comunidad de vida y no solo para el mercado y las empresas.

Nuestras relaciones merecen también especial precaución-cuidado. Deben ser siempre abiertas y constructoras de puentes. Tal propósito implica superar las extrañezas y los prejuicios. Aquí es importante ser vigilantes y trabar una fuerte lucha contra nosotros mismos y los hábitos culturales establecidos. Albert Einstein, sabedor de las dificultades inherentes a este esfuerzo, consideraba no sin razón, que es más fácil desintegrar un átomo que remover un prejuicio de la cabeza de una persona.

Cada vez que encontramos a alguien, estamos ante una manifestación nueva, ofrecida por el universo o por Dios, un mensaje que solamente esa persona puede pronunciar y que puede significar una luz en nuestro camino.

Pasamos una única vez por este planeta. Si puedo hacer algún bien a otra persona, no debo postergarlo ni descuidarlo, pues difícilmente la encontraré otra vez en el mismo camino. Esto vale como disposición de fondo de nuestro proyecto de vida.

Es importante que nos preocupemos de nuestro lenguaje. Somos los únicos seres capaces de hablar. Mediante el habla, como nos enseñaron Maturana y Wittgenstein, organizamos nuestras experiencias, ponemos orden en las cosas, y creamos la arquitectura de los saberes. Bien cantan los miembros de las Comunidades Eclesiales de Base de Brasil: La palabra no fue hecha para dividir a nadie/la palabra es un puente por donde va y viene el amor.

Por la palabra construimos o destruimos, consolamos o desolamos, creamos sentidos de vida o de muerte. Las palabras antes de definir un objeto o dirigirse a alguien, nos definen a nosotros mismo. Dicen quienes somos y revelan en qué mundo habitamos.

Cuidado de nuestra relación principal: la amistad y el amor

Hay un cuidado especial que debemos cultivar sobre dos realidades fundamentales en nuestra vida: la amistad y el amor. Mucho se ha escrito sobre ellas. Aquí nos restringiremos a lo mínimo. La amistad es esa relación que nace de una afinidad desconocida, de una simpatía totalmente inexplicable, de una proximidad afectuosa hacia otra persona. Entre los amigos se crea algo así como una comunidad de destino. La amistad vive del desinterés, de la confianza y de la lealtad. La amistad tiene raíces tan profundas que, aunque pasen muchos años, cuando los amigos y amigas vuelven a encontrarse se anulan los tiempos y se reanudan los lazos y hasta el recuerdo de la última conversación mantenida.

Cuidar de las amistades es preocuparse de la vida, penas y alegrías de la amiga o del amigo. Es ofrecerle un hombro cuando la vulnerabilidad le visita y el desconsuelo le roba sus estrellas guía. En el sufrimiento y en el fracaso existencial, profesional o amoroso es donde se comprueban los verdaderos amigos o amigas. Son como una torre fortísima que defiende el castillo de nuestras vidas peregrinas.

La relación más profunda y la que trae las más importantes realizaciones de felicidad o las más dolorosas frustraciones es la experiencia del amor. Nada es más precioso y apreciado que el amor. Nace del encuentro entre dos personas que un día cruzaron sus miradas, sintieron una atracción mutua y respondieron sus corazones. Resolvieron fundir sus vidas, unir sus destinos, compartir las fragilidades y los quereres de la vida.

Todos estos valores, por ser los más preciosos, son los más frágiles porque son los más expuestos a las contradicciones de la existencia humana. Cada cual es portador de luz y de sombras, de historias familiares y personales diferentes, cuyas raíces alcanzan arquetipos ancestrales, marcados ellos también por experiencias felices o trágicas que dejaron marca en la memoria genética de cada uno.

El amor es un ars combinatoria de todos estos factores, hecho con sutileza, que demanda capacidad de comprensión, de renuncia, de paciencia y de perdón, y al mismo tiempo de disfrute común del encuentro amoroso, de la intimidad sexual, de la entrega confiada de uno al otro, experiencia que sirve de base para entender la naturaleza de Dios, pues Él es amor incondicional y esencial.

Cuanto más capaz de una entrega total se es, mayor y más fuerte es el amor. Tal entrega supone un coraje extremo, una experiencia de muerte pues no se retiene nada y uno se zambulle totalmente en el otro.

El hombre posee especial dificultad para este gesto extremo, tal vez por la herencia del machismo, patriarcalismo y racionalismo de siglos que carga dentro de sí y que limita su capacidad para esta confianza extrema.

La mujer es más radical: va hasta el extremo de la entrega en el amor, sin resto y sin reservas. Por eso su amor es más pleno y realizador, y, cuando se frustra, la vida revela contornos de tragedia y de un vacío existencial abismal.

El mayor secreto para cuidar del amor reside en esto: cultivar sencillamente la ternura, La ternura vive de gentileza, de pequeños gestos que revelan el cariño, de signos pequeños, como recoger una concha en la playa y llevarla a la persona amada y decirle que en aquel momento la recordó con mucho cariño.

Tales «banalidades» tienen un peso mayor que la más preciosa joya. Así como una estrella no brilla sin una atmósfera a su alrededor, de la misma manera el amor no vive y sobrevive sin un aura de afecto, de ternura y de cuidado.

El cuidado es un arte. Como pertenece a la esencia de lo humano, siempre está disponible. Y como todo lo que vive necesita sustento, también él necesita ser alimentado. El cuidado se alimenta de una preocupación vigilante por su futuro y por el del otro.

Eso a veces se hace reservando momentos de reflexión sobre sí mismo, haciendo silencio a su alrededor, concentrándose en alguna lectura que alimente el espíritu y, no en último lugar, entregándose a la meditación y a la apertura a Aquel mayor que tiene el sentido de nuestras vidas y conoce todos nuestros secretos.

Conclusión: el cuidado es todo

El cuidado es todo, pues sin él, ninguno de nosotros existiría. Quien cuida ama, quien ama cuida. Cuidémonos los unos a los otros, particularmente en estos momentos dramáticos de nuestras vidas, pues ellas corren peligro y pueden afectar el futuro de la vida y de la humanidad sobre este pequeño planeta que es la única Casa Común que tenemos.

Fuente: https://www.elpais.cr/2020/04/15/como-cuidar-de-si-y-de-los-demas-en-tiempos-del-coronavirus/

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Ante el eje del mal (viral), repensar el sur ante el mundo muy diferente de la pospandemia

Gobernantes, políticos y líderes nacionales y mundiales de la derecha ultramontana, entre ellos los aún jefes de gobierno Donald Trump (EE.UU.), Boris Johnson (Reino Unido) o el imitador Jair Bolsonaro (Brasil), han sobrepasado todas las fronteras de la ineptitud en su gestión de la pandemia del COVID-19, constituyendo un eje viral en el mundo.

Con su gran capacidad histriónica de mentir continuamente y de desviar la atención de los ciudadanos de un país que ya es líder mundial en contagios y muertes por la pandemia, Trump anunció que EEUU suspendió temporariamente la transferencia de fondos para la Organización Mundial de la Salud.

Acusado de ignorar las advertencias de sus propias agencias de inteligencia sobre la gravedad del virus y de no actuar de manera oportuna, Trump dijo que «los retrasos que experimentó la OMS al declarar que una emergencia de salud pública costó un tiempo valioso, enormes cantidades de tiempo”. Y acusó a la OMS de oponerse a las prohibiciones de viaje y de repetir la propaganda del gobierno chino de que el virus no se podía transferir de persona a persona.

Anunció que su administración revisa lo que él describió como el papel «desastroso» de la organización, a la que acusó de «encubrir» el brote del coronavirus en China«La realidad es que la OMS no pudo obtener, examinar y compartir información de manera oportuna», dijo Trump. «La OMS falló en su deber básico y debe rendir cuentas».

Trump ha acusado a casi todos –desde China, la OMS, el expresidente Barack Obama, los gobernadores, los medios de comunicación– por su propio fracaso al responder a la crisis sanitaria. “Él, básicamente, se declaró rey Trump”, le respondió el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, donde la cifra de muertos superó los diez mil.

En 2002 el entonces presidente George Bush entabló la guerra contra lo que llamó “el eje del mal” (Irak, Irán y Corea del Norte) para insertar esa idea en el imaginario colectivo de los estadounidenses y del mundo y así justificar la invasión a Irak  (y luego muchas otras). Veinte años antes Ronald Reagan había calificado a la Unión Soviética como “el imperio del mal”.

Respaldado por medios como el Wall Street Journal, el 24 de marzo, en  su campaña contra la cuarentena, sacrificó el confinamiento general en el tabernáculo de la “destrucción” económica del país y de la amenaza de una “grave recesión”. El tendal de muertos y contagios se agranda cada día: más de 600 mil casos y 26 mil fallecidos.

Pero Trump, Johnson y Bolsonaro no son los únicos: Alexander Lukashenko, dictador de Belarus (diez millones de habitantes), dice que no hay que cambiar nada en el cotidiano, y por eso determinó que todo siga igual. Combatir el coronavirus es sencillo, explicó: basta con hacer sauna y beber vodka. Y Gurbanguly Berdinuhamedow, en Turkmenistán (seis millones de habitantes), adoptó una decisión bastante más radical: prohibió expresamente que se pronuncie o escriba la palabra coronavirus.

Patoteros opacos, bufones brillantes e irresponsables sin redención, los califica Eduardo Febbro desde París.

Siguiendo el negacionismo del gobierno de Estados Unidos, varios países de América Latina, con gobiernos neoliberales, han demorado la puesta en marcha de medidas de aislamiento, condenando a un eventual genocidio. Es el caso de Brasil, de Ecuador, de Chile, de Colombia, donde la ciudadanía pide urgentes medidas contra el virus -con cacerolazos en las noches- y son los movimientos sindicales y sociales quienes salen en auxilio de la población más necesitada.

La crisis sanitaria producida por la pandemia muestra la debilidad de un sistema mundial regulado para beneficiar a sectores minúsculos de la población y desamparar a las grandes mayorías: carencia de infraestructuras científicas y médicas y la consecuente desprotección de los más vulnerados. ¿Es debilidad o todo está fríamente calculado?.

Los grupos monopólicos de poder globalizado poseen agendas ajenas a los grandes problemas de la humanidad: la salud, los derechos humanos básicos, el trabajo, el medio ambiente, la violencia institucionalizada, la disparidad de género o las guerras no aparecen como problemas acuciantes que deben ocupar el centro de las preocupaciones políticas y/o económicas. Para el neoliberalismo financiarizado, estas temáticas son analizadas sólo como oportunidades de negocios, explica el sociólogo argentino Jorge Elbaum.

Las cifras de contagio y muerte revelan una geografía de clases donde los más pobres  son los más devastados. Son primero víctimas no del virus, sino de la mayor desigualdad económica y social de las últimas nueve décadas. La epidemia es la tapadera perfecta para un golpe a las libertades. Algunas decisiones que están tomando estos días los poderosos,  nos acompañarán por años.

Acaparamiento, compras masivassubidas astronómicas de precios, mientras el desempleo se multiplica y se reducen los salarios de aquellos que aún conservan sus trabajos. La gente reacciona con histeria porque los políticos irresponsables minan la fe en la ciencia y en los medios de comunicación. Será difícil aprender a confiar otra vez.

El Covid 19 puso en descubierto, en todos los países que se basan en la lógica del mercado, la precariedad de la salud pública y la ausencia del Estado y de la planificación, con un “mercado laboral” desregulado, precarizado y mercantilizado en extremo, con niveles de desigualdad y pobreza económica, habitacional y energética que conforma el eslabón más débil de la sociedad.

Mientras un importante número de petroleras, aerolíneas y sectores industriales se enfrentan a posibles bancarrotas (y quizá a una mayor concentración del sector), las economías de plataformas, los servicios de telecomunicaciones, han tenido crecimientos sobresalientes junto con las grandes corporaciones trasnacionales de la biotecnología y de desarrollo farmacéutico.

Quizá esta nueva crisis no indique necesariamente un colapso del sistema capitalista, pero sí, al menos, una nueva  puja por el cambio en las manos que lo conducen.  Principalmente, dos sectores de la economía están transitando un acelerado crecimiento y son los que se alimentan de la vanguardia en ciencia y tecnología: el de las telecomunicaciones y el biotecnológico-farmacéutico.

En Francia, primer destino turístico del mundo con 90 millones de viajeros en 2019, y vecino de Italia y España, el presidente Emmanuel Macron recién empezó a diseñar medidas preventivas fuertes a mediados de marzo cuando dijo en la televisión “estamos en guerra”, dos días después de realizar la primera vuelta de elecciones municipales (la segunda vuelta la suspendió).

Pero la realidad es que los hospitales franceses llevan años de huelgas y movimientos sociales en protesta por mejoras de salarios y contra su desmantelamiento y la privatización encubierta de la salud.

En Gran Bretaña, sordo ante los reclamos de la comunidad científica, el conservador Boris Johnson, recién decretó la cuarentena el 23 de marzo tres días antes que él y su ministro de Sanidad, Matt Hancock, empezaron a sentir los primeros síntomas de la enfermedad, que ya cobró 12 mil víctimas fatales.

En Brasil, Jair Bolsonaro propuso plegarias, misas en los templos en un enfermizo negacionismo de la cuarentena pese a las medidas propuestas por su ministro de Salud (y que por suerte implementaron gobernadores de diferentes estados), lo que le valió que los militares de su gabinete asumieran la conducción de la batalla viral.

Los pálidos triunfos ante la pandemia se han debido a las medidas preventivas tomadas a tiempo, la capacidad de intervención colectiva del Estado, la ciencia y los servicios públicos. El hospital y la salud pública pasaron de ser el presupuesto a eliminar según las recetas de ajuste del Fondo Monetario Internacional, a convertirse en salvadores posible, creíble, el único amparo ante el tsunami del virus.

Cuando ya debiéramos pensar en cómo serán las sociedades pospandémicas, en cómo reconstruir nuestros países, nuestras sociedades, incluso nuestras soberanías, pareciera que -¡al fin!- las miradas ya no se dirigen al norte.

La tarea es la de redescubrir nuestro sur, mirarnos en nuestro propio espejo, vernos con nuestros propios ojos. Hay que repensar todo: quizá todo el conocimiento adquirido sirva para saber que no va a servir para las próximas décadas, cuando sea necesario olvidarse de la inserción en el mercado mundial, para afianzar una política agroalimentaria que garantice la alimentación y supervivencia de nuestros pueblos.

No podemos seguir con los mismos versos, con las mismas consignas. Hay que comprender que aquel mundo del que hablábamos hasta hace una cuarentena ya no existirá más. La tarea es redescubrirnos desde el sur, el de la solidaridad, las culturas plurales, la innovación humana, la defensa de la naturaleza, partiendo de un nuevo pensamiento crítico para un mundo que será muy distinto al que aún soportamos hoy.

No pensar en oportunidad de negocio, como es la lógica capitalista, sino en la oportunidad de salvar vidas.

Fuente: https://rebelion.org/ante-el-eje-del-mal-viral-repensar-el-sur-ante-el-mundo-muy-diferente-de-la-pospandemia/

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Coronavirus y educación

Luis Hernández Navarro

Los tiempos del coronavirus han permitido tomar una radiografía del estado de salud de nuestro sistema de educación básica pública. Lo que la placa muestra es muy delicado: el sistema está infartado y la mayoría de los funcionarios que están al frente no tienen idea de cómo enfrentar la crisis. Su respuesta ha sido burocrática, insensible y desinformada.

La situación es inédita. Vivimos tiempos de incertidumbre, temor y desconfianza. Sin embargo, las autoridades educativas, en lugar de tomar medidas para atenuarlas, las exacerban. Encerrados en sus casas, niños, jóvenes y maestros que estudian en escuelas públicas deben seguir o impartir, por órdenes oficiales, como si fueran días normales, cursos en línea, preparar clases, hacer tareas, presentar exámenes y elaborar reportes.

Casi nada de lo que estudian, reportan y enseñan tiene que ver con la zozobra que viven, con los miedos que los acechan o con las dudas que los asaltan. Los contenidos educativos que deben memorizar y las pruebas que tienen que resolver pertenecen a un mundo aparte, que no tiene nada que ver con lo que sucede en el mundo.

Pequeños llenos de energía y muchachos desbordantes de testosterona pasan días y noches encerrados en cuatro paredes, muchos en viviendas precarias. Casi la mitad de los capitalinos viven hacinados. Y, en lugar de que la Secretaría de Educación Pública (SEP) les proporcione estímulos o materiales para dejar de lado ansiedad y tedio, los carga de trabajo absurdo, los somete a evaluaciones sin sentido y anuncia fechas de regreso a clases (30 de abril) que nada tienen que ver con la realidad.

Las autoridades pretenden mantener el proceso de enseñanza a través de la educación a distancia. Pero eso no funciona. La iniciativa es viable solamente para una parte muy pequeña del sistema educativo. Según la Unesco, en México sólo 10 por ciento de los docentes de primaria y secundaria están calificados para enseñar a través de la tecnología (https://bit.ly/2XF3TA7).

Esto es así porque la inmensa mayoría de maestros del país se formaron como mentores frente a grupo en el aula, no para impartir clases digitales. Así han ejercido durante años. Aunque educación presencial y en línea parezcan similares, son muy diferentes. Requieren capacidades, destrezas, entrenamiento, materiales y soportes diferentes. Y la inmensa mayoría de docentes no ha recibido formación para trabajar en modelos de enseñanza virtual.

Muchos maestros no participan en redes sociales. No son pocos los que las rechazan. Si acaso, utilizan WhatsApp y, en menor medida, Facebook. Los que forman parte de ellas, tienden a ser más bien consumidores que generadores de contenido. No todos tienen equipo de cómputo personal o teléfonos inteligentes. Menos aún en zonas rurales. Con frecuencia, sus computadoras son viejas, sus celulares lentos y el servicio de Internet al que tienen acceso es de muy poca capacidad. Saben usar Word, PowerPoint y Excel, pero no mucho más.

Muchos de los programas para promover las habilidades digitales realizados en sexenios pasados, como Enciclomedia, fueron más una oportunidad de negocios para empresarios y funcionarios, que herramientas de formación efectivas. Aún sobrevive en algunas escuelas parte del equipo inservible de Enciclomedia, como si fueran restos fósiles de algún animal prehistórico.

La brecha comienza en las aulas. De acuerdo con el INEE, durante el ciclo escolar 2016-17, sólo 44.4 por ciento del total de escuelas primarias del país contaba con al menos un ordenador para uso educativo y de éstos sólo 68.7 por ciento tenía conexión a Internet (https://bit.ly/2JYYR9y).

La iniciativa de mantener las clases en línea excluye del proceso de enseñanza a la mitad de la población escolar. Muchos estudiantes de familias de escasos recursos carecen de equipos de cómputo y conectividad. Según el Inegi, en 2019 sólo 44.3 por ciento de los hogares contaba con ordenadores y 56.4 por ciento tenía acceso a Internet. Apenas 44.6 por ciento del total de usuarios de computadora la usan como apoyo en la escuela (https://bit.ly/2VhMlXW).

La SEP pretende ahora que la educación a distancia se realice a través de las herramientas que ofrece Google para Educación y YouTube. Para acceder a ellas habrá que crear cuentas y perfiles en plataformas. La medida, otro paso en la ruta de la privatización educativa, permite a G Suite tener acceso gratuito a los datos de los usuarios, entre otros, nombre, edad, centro de trabajo, cursos que imparte, ubicación geográfica y número de celular. No es asunto menor. La recopilación y venta de datos es el negocio que más crece en Estados Unidos.

En un momento de grandes incertidumbres como el de hoy, la SEP debería brindar a alumnos, padres de familia y maestros tranquilidad, y dejar a un lado su obsesión de poner el centro en controles y evaluaciones (como lo denunciaron los maestros de la Ciudad de México). Debería anunciar con claridad que las clases se reanudarán cuando las autoridades sanitarias consideren pertinente, retomando el plan de estudios donde se quedó el 20 de marzo (o en la fecha en la que cada entidad comenzó la cuarentena).

@lhan55

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/04/14/opinion/018a1pol

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Gestionar el conocimiento educativo en tiempo de crisis

Evaristo Gonzalez

La situación actual provocada por la pandemia del Covid-19 que sufrimos es tan nueva que resulta más fácil criticar que adoptar decisiones urgentes (difíciles y arriesgadas), sean médicas, sociales, económicas, educativas, de orden público o de cualquier otro ámbito. Los datos, las informaciones, los conocimientos y los desconocimientos de todo tipo se siguen acumulando a medida que pasan los días. Las actuaciones preventivas (que se han dictado o no), las investigaciones que se impulsan para encontrar vacunas y para curar a las personas enfermas, las medidas profilácticas, las repercusiones físicas, psicológicas y sociales de tantos días de confinamiento (a menudo en espacios reducidos), las crisis del mundo económico, laboral y empresaria, todo el conjunto nos transmiten informaciones que se han de convertir en aprendizajes. Información, comunicación, conocimiento y desconocimiento: cuatro escalones que hemos de ir subiendo para continuar adelante en la llamada Sociedad del Conocimiento.

Estados

Las nuevas realidades obligan a dar respuestas, nuevas o antiguas, pero necesarias para superarlas y aprender. En todos los ámbitos de las organizaciones existen muchos conocimientos que se han de saber gestionar cada día. Hay de muchos tipos y uno ahora es muy necesario: el conocimiento y la comunicación en situaciones de crisis.

En el mundo educativo es muy importante pararse y, a partir de ahora, pensar en cómo comunicar y gestionar los hechos educativos cuando no hay presencia física debido al cierre de los centros. Hemos buscado soluciones rápidas y hemos pasado de las clases presenciales a las virtuales en muy pocas horas. Las respuestas han cubierto un vacío educativo destacado a una necesidad básica que funciona con un ritmo y rutinas concretes, donde el contacto presenciales es más que importante. Ahora podemos reafirmar muchos aspectos, uno de los cuales es la importancia del contacto físico entre la comunidad educativa (docentes, alumnado, familias y resto de personal y entidades), con las interacciones imprescindibles que no pueden cubrir las herramientas digitales. Todos nos echamos de menos.

Realidades

La gestión del conocimiento en educación a menudo pasa desapercibida, cuando la actividad docente diaria trabaja con datos, informaciones y conocimientos en organizaciones con una imagen de marca, una tradición, una comunidad de personas y de prácticas, unos retos, un público y una presencia en los entornos digitales.

Durante estos días de confinamiento los centros educativos, en general, y las direcciones, en particular, siguen inmersos en realidades cambiantes, con informaciones que se actualizan periódicamente y a veces son confusas, con autoridades políticas a veces desorientadas debido a las circunstancias y a las luchas de poder, con consignas educativas abstractas y sin las concreciones prácticas que se esperan. Y con las soluciones de urgencia que se encuentran y estas provienen del mundo digital, cuando a menudo este casi es ajeno a muchos centros educativos en su día a día. Educar en tiempos de incertidumbre es difícil pero hemos de acostumbrarnos. Las consecuencias también afectan al alumnado y a las familias. Aumentan las preguntas sin respuesta y, en una sociedad digital donde la queja es fácil y viral, la sensación de desconcierto puede desvirtuar el gran trabajo que muchas personas se esfuerzan en llevar a cabo.

Ante una crisis como esta hemos de aprender desde la reflexión, con un sentido positivo, analizando las realidades y acudiendo a expertos que saben cómo afrontar situaciones que le son próximas, sea en el ámbito que sea. Por otro lado, la experiencia de cada uno, compartida, ayudará a buscar las mejores soluciones. Tenemos la gran oportunidad de construir temas educativos a partir de hechos de la actualidad. Son enseñanzas competenciales, en este caso, desde la más trágica actualidad. ¿Qué mejor aula?

Aportaciones

Desde la humildad de quien investiga el tema desde hace años, observa desde la práctica de un centro educativo y aprende de quien enseña, aportamos algunas sugerencias por si pueden servirnos de pauta para gestionar tantos conocimientos en los actuales momentos de crisis:

  • Las personas: son momentos de dudas, de miedos, de enfrentarse a situaciones de muerte, enfermedades o síntomas en el confinamiento (a menudo en espacios reducidos), con amenazas laborales y económicas para el futuro. La empatía y la resilencia son conocimientos y actitudes que hemos de aprender, practicar y transmitir; más que los aprendizajes online curriculares. Si no nos encontramos bien es difícil aprender. Y si hay alumnado que no puede comer, aún peor.
  • Las informaciones: en momentos de crisis se prioriza la claridad, la rapidez y la transparencia. Hay que evitar la confusión, las noticias falsas y la sobrecarga. La comunidad educativa quiere saber cómo actuar. La información ha de ser fiable, ha de partir de fuentes que lo sean y no de la viralización de las redes sociales ni tampoco de los rumores o fuentes no siempre bien informadas. Su credibilidad la aportan las autoridades y quien tiene responsabilidades, no los comentarios de cualquiera.
  • Los canales: han de ser unos concretos, conocidos y de fácil acceso. Vehiculan las informaciones. Profesorado, alumnado y familias deben saber a dónde dirigirse: para recibir información, para interactuar en clases virtuales, para saber dónde son las actividades. La dispersión genera dificultades ante tantas webs, plataformas, apps, recomendaciones desde todos los sectores. Todo no se puede utilizar a la vez para aprender. De entrada, quien gestiona el conocimiento es el profesorado. En todo caso, hoy hay conocimientos disponibles en todas partes y ampliarlos está al alcance de todos.
  • La comunicación: profesorado y alumnado siguen avanzando en clases que han adoptado otro formato. Pueden ser un conjunto de actividades, a menudo con explicaciones previas o sin ellas. ¿Y si no se entienden, no se saben responder o no llegan a todos según sus ritmos de aprendizaje? Se buscan soluciones con muchos esfuerzos y dedicación de tiempo. Hay docentes y alumnos que nunca habían trabajado tantas horas al día. Echan en falta las clases presenciales. Pero se atreven con los encuentros por videoconferencia, un nuevo formato para comunicarse y aprender, con reglas concretas e interactivas: Meet, Jitsi, Skype, Hangaout, Zoom, FaceTime, Houseparty han triunfado y sin tener que consultar tutoriales. Según algunas reflexiones desde la práctica, implican más puntualidad en las reuniones, se ve mejor la necesidad de hablar una persona cada vez (sin interrupciones), la figura de quien coordina juega un gran papel y también se concreta más en cada intervención, con un ahorro de tiempo global. El conocimiento, por tanto, es más eficaz. En algún momento deberíamos socializar todo lo que hemos aprendido con el uso y abuso de tantas herramientas y qué efectos nos han provocado. ¿El mundo digital puede suplir al mundo presencial? ¿Cómo complementarlo en la educación obligatoria?
  • El teletrabajo: no es lo mismo que el trabajo presencial. Ahora no se combinan los dos, uno intenta suplir al otro. Lo hemos descubierto con intensidad y con muchas horas ante las pantallas. Por otro lado, el horario habitual de la clase no hay que trasladarlo a los dispositivos. Tampoco el formato. Quizá ahora está siendo una buena oportunidad para romper franjas horarias, para estimular el trabajo colaborativo vía Google Drive u otras herramientas, para entusiasmarse con investigaciones y proyectos, para poner en practica o descubrir la importancia del grupo, desde las decisiones consensuadas y del potencial de una metodología que pide la sociedad.
  • Las respuestas: profesorado y familias quieren interactividad, que se les explique y se les respondan las dudas. Es cierto que el acto reflejo, impulsivo y rápido (al alcance de todos gracias a las herramientas digitales) de preguntar sin leer o sin pensar genera muchos mensajes y pérdida de tiempo. Con informaciones claras y cortas se ayuda mucho a disminuirlo o evitarlo. Si bien el tiempo es limitado, siempre se debería responder. Es de mala educación no hacerlo, aunque sea tarde.
  • El liderazgo: en situaciones de crisis, quien tiene la responsabilidad ha de ejercer de líder, con proximidad, seguridad y buen ejemplo. Líder para adoptar decisiones, para coordinar las actuaciones de los centros educativos en formato online, para acercarse a compañeros, compañeras, alumnado y familias creando un clima de apoyo mutuo. Se le acumularán más preguntas que posibles respuestas ante tantas incertidumbres, su horario se prolongará pero su satisfacción se centrará en ponerse en el lugar del otro y ayudarle.
  • La excepcionalidad: ¿podemos enseñar todos los conocimientos pendientes del curriculum como si no pasara nada? El momento presente es más que una asignatura vital. Jamás hasta ahora habíamos estado confinados, nunca habíamos buscado tanta salvación educativa en Internet (con una importante brecha digital, enemiga de la equidad), o visto tan cerca la importancia de la colectividad en contra del aislamiento, la fuerza de la comunidad educativa, el valor del profesorado presencial y su interactuación con el alumnado, la repercusión en nosotros de la anulación de un derecho como es la libertad de salir a la calle, el miedo a un virus invisible, la demostración de nuestra vulnerabilidad y debilidad, la importancia de los actos cotidianos muy restringidos ahora. O la mejora de la calidad del aire que respiramos, los animales más libres en su medio natural, la limpieza de las calles por la disminución de viandantes y el sonido de los balcones cada día a las 20 horas. ¿No nos parecen bastantes conocimientos y muy competenciales en tan poco tiempo? Quizá a partir de ahora aparecerá una nueva ciudadanía, o bien será la antigua pero con el refuerzo de los valores humanos de siempre. Que no se nos olvide todo transcurrido cierto tiempo.

Crisis como esta son difíciles de gestionar, hemos de aprender de situaciones desgraciadas, con el sufrimiento de familiares que tiene personas enfermas o que han perdido a sus seres queridos sin poder despedirse de ellos. Todas y todos estamos de duelo, es necesario buscar estrategias que nos ayuden a manifestarlo, a entenderlo y a superarlo. El acompañamiento y la educación emocional nunca han sido tan fundamentales. Son conocimientos que deberemos tener muy presentes, más allá de cualquier crisis.

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Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/04/15/gestionar-el-conocimiento-educativo-en-tiempo-de-crisis/

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