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Confinadas de por vida

Por: Najat el Hachmi

Ahora que vivimos una vida parecida a la suya, me sale un grito profundo que quiere denunciar a los cuatro vientos la verdad incómoda que me sigue hiriendo: mi madre no salía de casa más que una vez por semana

La verdad sea dicha: mi madre no salía de casa más que una vez por semana. Todos los sábados por la tarde para cargar el carro de la compra en un supermercado. A veces también los domingos, pero diría que esa era una más de sus obligaciones: acompañar a mi padre en coche a los sitios a los que él decidía ir. También pisaba la calle cuando había cosas concretas que hacer: visitas al médico, renovación de papeles, entrevistas en el colegio. En realidad no eran tantas las excusas para cruzar el umbral. Por eso aprovechábamos las salidas dando rodeos, visitando tiendas o andando, andando simplemente por el exterior con el salvoconducto del “tener que”.

Otras mujeres como mi madre salían más que mi madre: iban al mercado, visitaban a otras mujeres en sus apartamentos sin que se parecieran en nada a las del harén de Delacroix, ya les hubiera gustado a esas inmigrantes tener algo que ver con el reflejo orientalista, que su encierro fuera tan exquisito y opulento. Escapaban a sus diminutos pisos húmedos y fríos refugiándose en los saloncitos, también húmedos y fríos, de sus compatriotas para sobrellevar el doble confinamiento (el de ser mujeres y recién llegadas) contándose historias con todo lujo de detalles, con el despliegue de recursos propio de las lenguas que no se cuentan más que de palabra. Pero aunque hubieran podido escribir, no las imagino desahogándose en diarios personales, creo que esas reuniones ruidosas las salvaban de la más absoluta desesperación. Todas estaban educadas en la reclusión, a todas les enseñaron que la calle es de los hombres y la casa de las mujeres, pero la aplicación de las leyes del encierro variaba mucho de un caso a otro. También la obediencia y las estrategias para burlarlas.

Así que algunas de esas mujeres abrieron una pequeña brecha en las paredes de la cárcel que les había tocado y empezaron a ensancharla poco a poco, sin que casi se notara: se apuntaron a clases de lengua o empezaron a echar “unas horas” de limpieza aquí y allá. Pero no nos vamos a engañar, no hubo ninguna revolución en la generación de nuestras madres, apenas empezamos nosotras a rasgar las leyes de la moral tradicional que nos tocó en suerte. La educación y la cultura que restringía a lo mínimo esencial la presencia de mujeres en los espacios públicos no eran una tela liviana, eran un muro de hormigón, una muralla milenaria. “La madre de mi madre se murió y mi padre no dejó que fuera a verla por última vez” me contó una tía en el pueblo y como ella infinidad de relatos del mismo tipo. ¿cómo hicieron para transportar esa muralla antigua hasta la moderna Europa nuestras familias? Algunas estamos intentando comprenderlo al mismo tiempo que trabajamos para derribarla.

Desde que empezó el estado de alarma no puedo pensar en otra cosa: mi madre y millones de mujeres como ella, son obligadas de por vida a quedarse en casa porque la casa es el espacio que les corresponde

Les cuento esto y no sé si tengo muy claro que tenga derecho de hacerlo. ¿Puedo yo hablar por mi madre para contar las injusticias que ha sufrido a lo largo de su vida sin pedirle permiso? No lo sé, lo único que sé es que si le pido permiso no me lo va a dar porque forma parte de su educación en el confinamiento la ley del silencio que le prohíbe denunciarlo, más aún cuando se trata de contarles a “otros”, que no somos “nosotros”, nuestro modo de vida para que nos juzguen y vean confirmados sus prejuicios y nos nieguen aliento por ser inferiores al tratar así a las mujeres (lo que les decía del doble confinamiento: machismo y racismo). Si mi madre me dijera algo así (hace tiempo que sabe que no me callo y por eso no dice nada ya) le contestaría que la costumbre de encerrar a las mujeres es muy antigua y aunque con modulaciones distintas también fue vigente aquí hasta no hace mucho y que incluso a día de hoy podríamos detectar algunos de sus vestigios en ciertas estructuras que atenazan a las mujeres a pesar de que salen y hacen lo que les da la gana, son independientes y no necesitan que ningún hombre las acompañe ni las mantenga ni las valide ni mucho menos que les proteja el honor (¿qué será eso, por Dios?).

Puede que sea complicado explicarle a mi madre que estas “otras” mujeres liberadas del yugo doméstico acabaron asumiendo otras formas de domesticación, de sumisión expresa ante el vértigo de la libertad. Que durante siglos usaron amarras incómodas como corsés y refajos que por un breve instante quemaron en la hoguera pero que luego volvieron en forma de restricciones en el comer (algo que mi madre no entendió cuando empecé yo misma a practicarlas para integrarme) y agotadoras sesiones de ejercicio sin finalidad y que el corsé antiguo es ahora invisible y se interioriza al ir tragando desde pequeñas los modelos estéticos de mujeres minimizadas, borradas, plastificadas.

Que el encierro invisible e incorporado de millones de mujeres libres se traduce en ir cargándonos de tengosque cada vez más pesados: tengo que estar delgada, tengo que ser guapa, organizada, amante hábil y siempre dispuesta, madre helicóptero, amiga divertida, a la última moda y con la manicura perfecta. Como mi madre es lista igual ya se ha dado cuenta de que el modelo que yo he abrazado no es ninguna panacea pero aun así, aun así, me sigue doliendo en el alma y en el cuerpo su confinamiento perpetuo. Mi modelo, el occidental, es tremendamente imperfecto pero hay margen para la emancipación. A veces estrecho e incómodo, a veces agotador, pero ese resquicio es vida pura comparada con salir de casa una vez por semana o que tu momento de alivio de soledad y tareas sea asomarte por la ventana para ver pasar a la gente.

Sigo preguntándome si tengo derecho a romper su silencio, a hablar por ella. Lo he hecho ya encarnándola en personajes de ficción que se le parecen pero ahora que estamos todos viviendo una vida parecida a la suya, me sale un grito profundo que quiere denunciar a los cuatro vientos la verdad incómoda que me sigue hiriendo: mi madre no salía de casa más que una vez por semana, para hacer la compra. Y yo vivía como una fiesta el sábado por la tarde porque se aliviaba levemente mi impotencia ante su secuestro permanente. No sé si tengo derecho a contarlo pero no hacerlo me convierte, de algún modo, en cómplice de sus verdugos: el que la confinó de forma estricta, mi padre, y todos los que la educaron, que nos educaron, en esa cultura para que nos pareciera algo totalmente admisible que una madre, una persona adulta, no pudiera pisar la calle sin un salvoconducto y sin ir acompañada, aunque quien le guiara los pasos fuera un niño o una hija como yo que no mucho más tarde también sería requerida al confinamiento.

Escapé como pude y muchas mujeres, madres e hijas, salimos cuando nos da la gana. No pudieron frenar ese avance que hicimos practicando la libertad que se nos negaba: salir por salir para mantener el derecho a hacerlo, para que la vía abierta no vuelva a cerrarse sobre sí misma. Luego ya vendrían inventos nuevos para que, como pasó aquí, interioricemos restricciones por sumisión expresa: taparnos sería uno de esos inventos, pero de eso ya les he hablado en otro momento.

Desde que empezó el estado de alarma no puedo pensar en otra cosa: mi madre y millones de mujeres como ella, son obligadas de por vida a quedarse en casa porque la casa es el espacio que les corresponde. Sí, sigue existiendo aquí y ahora un confinamiento de por vida para ellas. No sé lo que ustedes pueden hacer con esta información, lo mínimo sería no ser indiferentes. No sé lo que tengo que hacer yo con esta herida: compartirla con ustedes es un intento de sanarla.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/10/opinion/1586531279_940591.html?event_log=oklogin&o=cerrado&prod=REGCRART

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El coronavirus como ruptura social

Por: Miguel Ángel Pérez

Para los miles o millones de niños y niñas en edad escolar que actualmente habitan el planeta, estos días de marzo y abril serán recordados como días de profundos cambios sociales debido al coronavirus; cambios que implican el no asistir a las escuelas y el cumplir con las tareas asistidos por una computadora, cambios en los que se pide no salir de casa, permanecer aislados, separados y con el menor contacto físico, cambios en donde la relación social se debe brindar de lejos, no saludarse, no besarse y evitar los abrazos.

El tiempo de ruptura que vivimos hoy en día implica una nueva visión ante el mundo, ante la realidad y ante nosotros mismos; lo que podríamos distinguir como el pan y circo, ha sido lo primero que se ha desplazado del consumo cultural, los deportes públicos, los espectáculos masivos y la presentación de famosos es lo primero que se ha desplazado, ¿artículos innecesarios, superfluos?, la sociedad en proceso de cambio va jerarquizando los nuevos valores culturales.

Los llamados casi obsesivos del lavado de manos, de no salir ni establecer vínculos sociales, de evitar salir de casa, etc.; nos ha llevado a regresar la mirada a nosotros mismos, poco a poco lo único y lo último que queda en casa después de prolongados días de encierro somos los propios sujetos que ahí habitamos, dichos sujetos aislados, descobijados, huérfanos de bullicio social vivimos confrontados con nosotros mismos y es esa misma sensación de soledad, es la que sirve para regresarnos a los cimientos de la condición humana.

He notado que en algunos lugares no distinguen la dimensión del peligro ¿pero el peligro es real, es latente o es inventado? ¿sus dimensiones son parecidas a las que se viven en países de Europa? ¿son estas las formas más adecuadas de prever, de evitar ser parte de las estadísticas del desastre o todo es un gran engaño, en donde nosotros hombres y mujeres somos una pieza más de este gran teatro que han montado los poderosos?

Las respuestas a estas y otras preguntas no las podemos tener de manera inmediata se necesita esperar, vivir, construir las respuestas a partir de cómo va pasando el tiempo y las circunstancias sirven para aclarar las dudas.

Lo que sí se puede afirmar, es que a las generaciones jóvenes de ahora les ha tocado vivir tiempos difíciles cargados del enrarecimiento de una sociedad cada vez más compleja, cuyo eje de globalización ha servido para facilitar el riesgo, el peligro, la vulnerabilidad. ¿Qué podría pasar si viviéramos asilados en mundos locales a modo de pequeñas islas distanciadas unas de otras? ¿Qué sería de nosotros sin saber lo que pasa con los otros, que viven en el llamado viejo mundo o en mundos distantes geográfica y culturalmente? De nuevo gran parte de las preguntas que hacemos no tienen respuesta, la reflexión es la única tarea que nos queda y el comenzar a abrir libros de literatura fantástica, para que ayudados en la imaginación colectiva encontremos explicaciones.

Estoy seguro que después de la tormenta y en medio de la relativa calma comenzará el boom de películas, teatro, pintura y literatura, incluso se abrirá un nuevo género artístico el de la pandemia y el coronavirus.

A las generaciones nuevas de ahora les ha tocado vivir lo que a ninguna otra le había tocado en su corta o larga vida, lo único recomendable es que asimilen la lección, que aprendan de esta experiencia directa y que distingan, qué es lo fundamental para vivir humanamente y que cosas son superfluas que pueden pasar a segundo plano. Hoy vivimos tiempos de cambio, de ruptura social, el antes y el después del coronavirus.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-coronavirus-como-ruptura-social/

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Manifiesto por otra educación en tiempos de crisis: 25 propuestas

Por: Julio Rogero, Jaume Martínez Bonafé, Jaume Carbonell y José Gimeno Sacristán

  • Vivimos momentos de excepcionalidad y de incertidumbre que nos sitúan en un tiempo crucial. Percibimos que, tras el confinamiento, existe la tentación y puede que el intento de ejercer mayor control y autoritarismo sobre la ciudadanía. Sin embargo, hemos de aprovecharlo para dar continuidad a la solidaridad mostrada estos días y para pensar juntos salidas para que los Derechos Humanos y de la Infancia salgan reforzados. Uno de los más importantes es el derecho a la educación, imprescindible para avanzar hacia la equidad.

Se pide al alumnado confinado que siga actuando como si estuviera en la escuela (entendida como institución que incluye todo los niveles educativos), al mismo ritmo y con mayor exigencia si cabe, como si nada pasase, cuando en realidad todo es diferente y más si tenemos en cuenta los desiguales contextos sociales y familiares.

Todo lo que sucede nos exige una reflexión profunda y un posicionamiento claro. No podemos sentirnos atenazados por el miedo sino animados por la esperanza de salir reforzados para un tránsito hacia una sociedad más humana y una educación más inclusiva, justa, cuidadosa y equitativa. Nos parece urgente promover un espacio y un tiempo donde cuestionarnos, dialogar, reflexionar colectivamente y hacer un acercamiento racional a la pregunta por la educación que queremos hoy y en el futuro.

Qué hacer en la situación actual

Por ello nos atrevemos a hacer una valoración de lo que estamos viviendo en el ámbito educativo con una serie de consideraciones y propuestas. Estas primeras son relativas al actual de confinamiento y hasta los inicios del próximo curso.

1La educación escolar no va a ser igual tras esta experiencia que confirma las diferencias con que se realiza el trabajo escolar en casa, porque no todo el mundo dispone de los mismos medios ni de la misma situación habitacional, familiar y social.

2. Si la educación es un derecho, una situación de emergencia no debería destruirlo, especialmente para aquellos niños y familias con más necesidades o en condiciones de pobreza. Constatamos que esta situación está aumentando la desigualdades sociales que ya teníamos. En todos los casos no se trata de avanzar en el temario, sino de desarrollar actividades atractivas y de valor cultural: ver buenos documentales sobre naturaleza, películas en versión original subtituladas, escuchar música, pintar, leer, escribir, etc.

3. En esta situación de emergencia y confinamiento consideramos que la rigidez de las medidas tomadas deberían ser más flexibles teniendo en cuenta los derechos de la infancia.

4. No sabemos cómo será el futuro de la educación, pero sí deseamos y nos gustaría que fuera otro. La vuelta a la normalidad, de la que el alumnado en situación de vulnerabilidad y pobreza nunca formó parte, será imposible porque lo que nos está pasando no nos llevará a un retorno sino a otra normalidad diferente y por construir.

5. Cuando se regrese a las aulas habrá necesidad de cercanía, el alumnado necesitará conversar, expresarse, abrazarse… El espacio y el tiempo educativos de la escuela lo debería facilitar sin la presión de los resultados, las evaluaciones, los deberes, con calma, dándose tiempo.

6. Ahora, al acabar este curso, se hace necesaria la promoción automática en todas las etapas educativas incluida la universidad. En esta situación de emergencia no tiene sentido hacer exámenes de evaluación, por eso proponemos la supresión de las pruebas de selectividad, dando por buena la nota media del bachillerato, entre otras posibles alternativas. En Formación Profesional será necesaria una progresiva recuperación de las prácticas.

7. Nos hemos obsesionado con las notas, las calificaciones y los resultados y no por la permanencia de los aprendizajes que sirven para una vida digna. Pero ahora es el momento de resaltar los valores que estamos aprendiendo como la solidaridad, la empatía, la generosidad, la afectividad, el apoyo y el cuidado mutuo, la cooperación… porque hoy toca hacer pedagogía y primar esos valores más humanizadores.

8. Creemos que el verano debería ser un espacio inclusivo, con el fin de disminuir las desigualdades, donde toda la infancia y la adolescencia tenga acceso a campamentos, colonias u otras actividades educativas de tiempo libre, donde se combine el arte, la música, la cultura, el juego y el contacto con la naturaleza.

9. Nos parece necesario que el primer trimestre del próximo curso sea un periodo de adaptación y transición entre los dos cursos, con una tutorización y un acompañamiento intensivos.

10. La experiencia de crisis nos invita a repensar los tiempos, espacios y recursos de que disponemos, y la función de apoyo que podrían desarrollar la TV, la radio, las redes sociales y TIC, sin perder el contacto con el medio natural y social.

11. Otra lección es que quizás tengamos que vivir la vida con más calma, también en la escuela, dando tiempo y respetando los procesos de aprendizaje de cada persona… El estrés que se está generando en familias y niños y niñas por las tareas académicas en casa, hemos de frenarlo con otras formas de hacer más creativas y respetuosas de los intereses de la infancia.

12. Todo lo que está sucediendo nos lleva a poner en cuestión el actual modelo educativo para poder avanzar hacia un modelo alternativo. Sencillamente porque esta situación nos está mostrando que hay otras maneras de educar.

Cómo avanzar en el futuro

En esta segunda parte incluimos propuestas de pensamiento y acción para avanzar hacia la educación que queremos:

13. Repensar juntos, tras esta parada en el camino, cómo mejoramos y cambiamos lo que tenemos y cómo reinventamos la educación, cuestión que se nos presenta cada vez con mayor urgencia. Este cierre del espacio escolar debería servirnos para resignificar la educación y romper el ritmo frenético y la presión que ejercemos sobre la infancia y la adolescencia.

14. Poner la mirada en las necesidades de la infancia y la adolescencia. Es necesario que vuelvan a apasionarse por aprender por sí mismos y desde sí mismos, a jugar, a tener tiempo libre en el que puedan aburrirse, a relacionarse libremente, a no engancharse a las pantallas para encontrarse con la naturaleza.

15. Hacer una revisión a fondo de la estructura y el contenido del currículo escolar. Para que los contenidos interdisciplinares y transdisciplinares, de complejidad creciente e interconectados, tomen la centralidad de los aprendizajes escolares. Estos saberes han de proporcionarnos un conocimiento más profundo del mundo y de los problemas de la humanidad.

16. Introducir un currículo ecosocial que promueva contenidos y valores para combatir la emergencia climática y favorecer el desarrollo sostenible. La supervivencia del planeta Tierra exige conciencia y acción desde todos los ámbitos.

17. Introducir un currículo feminista, que cuestione el modelo patriarcal, que condene todas las violencias de género, que reconozca la plena igualdad de derechos y promueva las prácticas de la coeducación en todos los ámbitos educativos.

18. Incorporar como elemento central el acompañamiento en el aprendizaje, mediante el tránsito de la información al conocimiento para saber vivir, conocer el mundo y tratar de transformarlo, orientando, a su vez, los procesos madurativos integrales.

19. Dinamizar el diálogo, la conversación, el pensamiento crítico como instrumentos pedagógicos básicos para la construcción y autocreación de personas autónomas, sujetos en proceso permanente de producción de sus propias vidas.

20. Potenciar la dimensión relacional de la educación a través de la convivencia positiva y la experimentación de la democracia, donde el diálogo deliberativo y el acuerdo son centrales.

21. Recuperar el sentido comunitario y democrático de la escuela, devolviendo a las familias y a los niños y niñas su espacio de responsabilidad colectiva en el procomún de la educación, haciendo más efectivos los actuales canales de participación y creando otros.

22. Repensar las políticas educativas, protegiendo y extendiendo la escuela pública y eliminando procesos de privatización, desde las nuevas perspectivas sociales para que garanticen el protagonismo de la ciudadanía y del pueblo, asegurando el derecho de todos a la educación y los derechos de la infancia para una vida digna.

23. Promover el compromiso en la lucha contra las desigualdades dentro y fuera de la escuela con políticas compensadoras y de discriminación positiva hacia la infancia y la adolescencia, víctimas de esta injusticia social y escolar.

24. Abrir el sistema educativo a la sociedad y a la vida, que tiene en cuenta lo que aporta la comunidad local y la global. Basado en la dignidad humana, la cooperación, la comprensión de la interdependencia, la empatía y la relación fraterna y humana como bases sólidas de cualquier modelo educativo.

25. Situar en primer plano, ahora ocultada y socialmente poco valorada, la función docente con una sólida formación cultural y pedagógica y como dinamizadora central de la socialización de la infancia, de la convivencia positiva y de la creación de ambientes de aprendizaje compartidos y cooperativos.

Entendemos que estos podrían ser algunos de lo elementos constitutivos del camino por el que avanzar en el tránsito hacia una nueva educación. Demos una salida positiva y constructiva a la quiebra que, constatamos, vive el actual sistema educativo en una sociedad en situación de emergencia.

Sabemos que es posible hacerlo y animamos a que pensemos y construyamos juntos y juntas lo que queremos de la educación.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/04/14/manifiesto-por-otra-educacion-en-tiempos-de-crisis-25-propuestas/

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Cómo desarrollar la resiliencia en tiempos de COVID-19

Por:Educación 3.0

En épocas de crisis como la que ahora vivimos, la resiliencia es una capacidad que puede ayudar a las personas a afrontar de manera firme y anclada a la realidad los cambios que se avecinan. La psicóloga Rocío Rivero, autora del libro ‘El sentido de la vida es una vida con sentido. La resiliencia’, nos habla de ella y ofrece una serie de pautas para desarrollarla en plena crisis sanitaria por el coronavirus.

La vida nos enseña que nada es para siempre, que nuestros sueños no siempre se cumplen y que no podemos aferrarnos al pasado ni vivir suspirando por el futuro. Cuando alguien nos traiciona, cuando la salud nos falla, cuando no podemos controlar una determinada situación o las acciones de los demás, solo nos queda aceptar la realidad. Pero la realidad es difícil de definir porque cada uno de nosotros tiene su propio camino: su pasado, su presente y su futuro. La vida de cada persona es diferente, por lo que nuestra visión o percepción de la realidad también lo es.

Cómo vivir los nuevos tiempos con resiliencia

Cuando nos encontramos ante una situación crítica como la que estamos viviendo, el primer mecanismo que se activa en nosotros es el afrontamiento, es decir, la capacidad que tenemos para asumir en el momento una situación que puede ser destructiva.

Si bien el afrontamiento nos prepara para recibir el impacto inicial, la resiliencia nos equipa para sobreponernos al evento crítico y transforma la situación en una fortaleza para el futuro. Por tanto, ser resilientes nos va a ayudar a evitar determinados problemas psicológicos y que pueden derivar de una situación adversa. De este modo, la resiliencia requiere un esfuerzo cognitivo y una actitud determinada.
Ser resiliente no significa no sentir dolor, malestar o no encontrar dificultades ante las adversidades; la resiliencia parte de un punto de vista realista, de la confianza de que el golpe recibido no nos desestabilizará si hacemos frente a él, lo asumimos y lo utilizamos para mejorar nuestra vida. No podemos vivir convencidos de que no existen problemas porque eso nos aleja de la realidad y provoca que ésta nos golpee con más fuerza cuando decidamos volver a acercarnos a ella.

Pautas para mantener un estado resiliente frente a la situación actual

Existe un vínculo entre la resiliencia y saber vivir el momento presente con la creatividad, con la inteligencia emocional y con la felicidad, por tanto, si potenciamos todas estas habilidades estaremos entrenándonos en resiliencia.

Aunque es cierto que unas personas son más resilientes que otras, la resiliencia no es algo que unos tengan y otros no. Así que vamos a dar unas pautas que nos van a ayudar a mantener nuestro estado de resiliencia:

1. Permítete tener emociones intensas sin temerlas ni huir de ellas

Para ello es importante aprender a reconocer las emociones y no huir de los problemas, sino afrontarlos y buscar soluciones, tomándote el tiempo que necesites para descansar, siendo consciente de lo que te puedes exigir y cuándo debes parar.

2. Soluciona los problemas y libera tu mente

Coge papel y lápiz y escribe: ‘el tema a tratar es…’. Una vez que lo hayas definido, lleva a cabo una lluvia de ideas con posibles soluciones: las más y las menos posibles. Tras ello, vamos a hacer una lista con los beneficios y los inconvenientes de cada idea que hemos tenido y, finalmente, vamos a elegir aquellas que supongan menos inconvenientes. Así, nuestro problema ya no estará dando vueltas en nuestra cabeza porque estará plasmado en un papel y con posibles soluciones.

3. Acepta el cambio como parte de la vida

Cuando estamos en una situación difícil nos sentimos alejados de nuestras metas. Para volver a acercarnos a ellas, se hace necesario aceptar las circunstancias que no se pueden cambiar y comenzar a trabajar sobre los aspectos que sí son modificables.

«Ser resilientes nos va a ayudar a evitar determinados problemas psicológicos y que pueden derivar de una situación adversa»

4. Establece metas realistas

Una meta puede ser cualquier cosa que se desea hacer o conseguir y guarda una estrecha relación con la motivación porque de ella va a depender que alcancemos o no nuestro propósito. Tener metas es importantísimo porque incluye la capacidad de comprometerse. Pero posiblemente, y debido a la situación actual, todos nosotros tengamos que replantearnos algunas de nuestras metas y adaptarlas a este momento.

5. Piensa de manera práctica y constructiva

Son muchas las veces que le damos vueltas a un asunto que no podemos solucionar o nos imaginamos situaciones en las que las cosas van a ir de mal en peor. Cuando esto ocurra, céntrate en actividades que requieran una gran atención, como jugar al ajedrez o leer un libro de una temática de la que no tienes mucho conocimiento, pero que te resulte interesante.

6. Mantén una actitud optimista

resiliencia coronavirus

En realidad la diferencia que existe entre tener una actitud optimista o pesimista es mínima, pero significativa. El optimismo es la tendencia a esperar que el futuro depare resultados favorables y es lo que nos ayuda a enfrentarnos a las dificultades con ánimo, a descubrir lo positivo que tienen tanto las personas como las circunstancias.

7. Cuida las relaciones con los demás

En los momentos complicados las primeras personas que aparecen son nuestras amistades más cercanas y nuestra familia. Afortunadamente, contamos con medios tecnológicos con los que podemos mantener conversaciones mirándonos a la cara a pesar de estar lejos, así que usemos estos medios para hablar, para jugar, para animar y que nos animen, para compartir experiencias…

«La resiliencia parte de un punto de vista realista, de la confianza de que el golpe recibido no nos desestabilizará si hacemos frente a él, lo asumimos y lo utilizamos para mejorar nuestra vida»

8. Haz deporte

Cuando hacemos deporte estamos desarrollando una serie de valores personales y sociales que nos convierten en personas más resilientes sin que nos demos cuenta: nos marcamos retos, aumentamos la autodisciplina, el autoconocimiento, la autoestima…

9. Nutre tu autoestima

La autoestima depende de en qué medida nos sentimos valorados, queridos y aceptados por otros y en qué medida nos valoramos, queremos y nos aceptamos nosotros mismos. Toma conciencia de todo lo que has conseguido hasta el momento y de todo lo que te queda por conseguir. Para ello, haz el ejercicio de plantearte metas, ejercicio físico y no descuides a tus amistades (hay que buscar tiempo para enviar un mensaje de vez en cuando a las personas con las que menos hablas, por ejemplo).

10. Aprende a crecer con los problemas

No podemos evitar encontrarnos con problemas o situaciones de crisis, al menos no siempre podemos hacerlo. Por tanto, debemos tomar estas situaciones como retos que se nos presentan en la vida y que nos empujan a sacar lo mejor de nosotros mismos: a ser más fuertes, a pensar y a actuar en consecuencia. Utiliza cada experiencia que vivas para crecer como persona.

Fuente e imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/como-desarrollar-resiliencia-tiempos-covid-19/

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Neofascismo y coronavirus en Nuestra América

Por: Cristóbal León Campos

La avanzada de la pandemia del COVID-19 ocultó hasta cierto punto y retrasó una serie de procesos sociales que venían pujando con fuerza por transformaciones sociales urgentes, pero también, dejó a la vista de todos, la razón de muchas de las demandas exigidas en el contexto justo de esos procesos sociales referidos. Para el caso de Chile, la violencia del régimen neofascista de Sebastián Piñera y el proceso constituyente abierto por la fuerza popular prosigue, aunque como es natural, las condiciones del cuidado de la salud han modificado formas de protesta o la magnitud de ellas, pero el pueblo chileno no ha renunciado a la lucha, sigue la demanda por la instauración de una constituyente real que garantice las reformas sociales del pliego petitorio popular. Piñera a su vez, a quedado en evidencia por su incapacidad y desinterés por ejercer medidas reales para combatir la pandemia, siendo precisamente Chile, el país experimental de origen de las políticas neoliberales que desmantelaron en América Latina y el mundo los sistemas de salud pública y los derechos laborales hoy tan abatidos en el marco la de crisis sanitaria que vivimos.

En Brasil, Jair Bolsonaro ha demostrado inutilidad absoluta, burlándose de la magnitud de la pandemia, distorsionando información y quedando relegado de última hora del poder por sectores militares que mediante un golpe blando lo desplazan para entre otras cosas evitar mayores manifestaciones de inconformidad al menos por el momento, aunque se sabe que esos desplazamientos suelen ser antesala de mayores imposiciones y limitaciones en términos democráticos y de las garantías individuales de los pobladores, pues desde los primeros días de la llegada del COVID-19 a Brasil, la sociedad adoptó medidas de cuarentena sin la dirección gubernamental y organizó la resistencia efectuando cacerolazos diarios por la noche, Bolsonaro, más ocupado en servir a los grupos ultraconservadores evangélicos ha declarado sin pena, que es posible equiparar las muertes por el coronavirus con accidentes de autos, a decir del neofascista, son hechos inevitables lavándose las manos del asunto, siendo el primer gran resultado de esa actitud su alejamiento del poder.

En Ecuador, al parecer la situación ha alcanzado niveles realmente trágicos, denuncias por las redes sociales muestran videos de personas muertas en las calles, sumando según algunas fuentes miles de pérdidas humanas, ante lo cual y si bien mediante un video, el presidente Lenin Moreno, pretendió dar la imagen de estar actuando y preocuparse por los hechos sin que nada mejore, ahora, su figura pasa desapercibida en medio de la catástrofe, además, al igual que Bolsonaro, se muestra más preocupado por satisfacer las demandas de la oligarquía ecuatoriana, al procurar que Rafael Correa, sea sentenciado a ocho años de cárcel por presunta vinculación delictiva, queriendo con ello, dejarlo fuera de los comicios que deben celebrarse en el 2021 para la presidencia ecuatoriana.

En Colombia, la situación no es diferente, mientras la pandemia avanza, Iván Duque se presta al juego del imperialismo estadounidense y se convierte en agente abiertamente participe de las agresiones contra la República Bolivariana de Venezuela, apoyando la llegada de buques militares postrados frente a Venezuela, simulando desconocimiento de que es Colombia el país con mayor tráfico de drogas a los Estados Unidos y no Venezuela como se quiere hacer creer. Duque ha permitido la violación de la soberanía colombiana al dejar sus fronteras como campo estratégico de batalla para la preparación de la agresión militar que están fraguando, ya semanas atrás, Juan Guaidó y otros sátrapas del imperialismo, fuero descubiertos y denunciados por el tráficos de armas con fines golpistas, siendo Colombia su protector y proveedor paramilitar, Duque sometido a Donald Trump, se ocupa más de ser el fiel lacayo imperialista que en salvaguardar la salud de sus pobladores.

En el Salvador una serie de protestas han desnudado el carácter del régimen de Nayib Bukele, quien en un principio, quiso jugar al héroe anunciando la suspensión de pagos de impuestos y otros cobros por tres meses, pero en realidad, buscaba lavar su imagen sobre sus actos en la asamblea salvadoreña a la cual asaltó para lograr sus objetivos económicos y políticos semanas antes de la llegada del coronavirus y, después, en medio de sus anuncios simulados, endeudó a el Salvador con un millonario préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo que como sabemos, pasada la cuarentena, se encargará de comenzar a saquear al país centroamericano ante lo que el gobierno actuará como se han hecho otros a lo largo de la historia latinoamericana, permitiendo el robo a su nación y cargando sobre la espalda del pueblo salvadoreño la deuda que no les venefició y por la que tampoco fueron consultados a la hora de ser adquirida, al igual que como pensó Bukele que la entrega de subsidios familiares sería una medida popular y resultó ser la causa desencadénate del malestar social, de la misma forma ocurrirá cuando los efectos del préstamo comiencen a caer sobre los salvadoreños.

En países como Haití que han entrado a la fase de transmisión comunitaria, las medidas tratan de ser reforzadas, enfrentándose a la cruda realidad de que el desmantelamiento continuo de los servicios de salud pública, junto a la grave crisis social y económica que vive desde hace muchos años, y que de manera particular en el último año y medio ha mantenido protestas regulares contra el gobierno, crean un panorama un difícil por vencer. En Bolivia, las imágenes hablan del incremento de la represión militar golpista para tratar de calmar los reclamos socuelas de apoyo económico por la aguda situación de pobreza que ha regresado justamente desde que aconteció el golpe neofascista contra Evo Morales, además, hay que recordar que estaban programadas para mayo las elecciones presidenciales cuya tendencia electoral encabeza el Movimientos al Socialismo (MAS). Por su parte en México, el gobierno federal, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, ha ido implementando las medidas conforme los resultados van avanzando, apunto de entrar a la tercera etapa de la pandémica según los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), parece es posible evitar una catástrofe como ha ocurrido en países europeos, pero, lamentablemente, sabiendo la difícil situación por la que se pasa, grupos ultraconservadores con rasgos neofascistas, se lanzan con ataques y descalificaciones, generando desinformación con el fin de manipular la opinión pública y así buscar mermar la imagen gubernamental. Estos grupos herederos de las formas del viejo régimen, desearían que el gobierno federal endeudase a la nación con un nuevo préstamo al FMI como lo hicieron los anteriores gobiernos, y frente a la negativa de endeudar al país, se muestran hambrientos de tragedia sin importarles realmente el bienestar colectivo y social, quieren a todas luces utilizar los acontecimientos de la pandemia para desestabilizar y dar un golpe neofascista.

Es de notarse que en los países cuyos gobiernos se han mostrado tendientes al neofascismo la pandemia de COVI-19 causa mayor daño a la población y sus regímenes son repudiados por la sociedad, ese es el caso de Brasil, Ecuador, Bolivia, Chile y Colombia, tendiendo estos gobiernos a la militarización, la represión, el endeudamiento y el apoyo a las agresiones imperialistas sobre países como Cuba y Venezuela, quienes por su parte, ponen el ejemplo de humanismo en la región y el mundo controlando la pandemia al interior de sus naciones, brindando apoyo a otros países con brigadas médicas, recursos económicos y resistiendo la continua agresión imperialista a través de los bloqueos económicos que les han impuesto, la guerra mediática incesante y las amenazas y agresiones militares con cercos e invasiones perpetradas con la ayuda de las oligarquías neofascistas de la región.

Los neofascistas fieles al imperialismo estadounidense, quieren aprovechar el contexto de la pandemia del coronavirus para avanzar estratégicamente e imponer con mayor fuerza su brutalidad, pero los pueblos latinoamericanos reconocen en el ejemplo de Cuba y Venezuela el verdadero rostro del humanismo, de la solidaridad internacionalista, la defensa de la soberanía y autodeterminación, la resistencia popular y proletaria sigue su curso, aunque por ahora no sea posible ocupar las calles en su totalidad, la conciencia no disminuye, muy al contrario, la cara neofascista y proimperialista de los regímenes mencionados queda desnuda y será combatida con la organización y la fuerza popular de Nuestra América.

Fuente: https://rebelion.org/neofascismo-y-coronavirus-en-nuestra-america/

Imagen: https://pixabay.com/vectors/nazism-fascism-discrimination-144975/

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Pandemia y oportunidades

Por: Pedro Miguel

El ala más recalcitrante de la oligarquía que perdió el control del poder presidencial y sus voceros oficiosos han pretendido convertir la crisis sanitaria y económica del momento en una oportunidad para descarrilar a la Cuarta Transformación. Pero, como se ha dicho, para que este designio pudiera tener una mínima perspectiva de éxito tendrían que concretarse escenarios de catástrofe epidémica de enormes proporciones y de demolición de la economía. El plan ha sido concebido desde una tremenda incapacidad para entender las lógicas del actual gobierno y las que operan en el grueso de la sociedad mexicana desde hace algunos años y sus probabilidades de triunfo son, por ello, muy escasas. En realidad, la epidemia de Covid-19 –y los quebrantos que conlleva en la producción, el comercio, el empleo y las finanzas– representa para ese sector de la casta desplazada una gran oportunidad para empezar a comprender lo que ocurre en el país desde el derrumbe del programa neoliberal en adelante.

Es claro, por ejemplo, que desde diciembre de 2018 esta vertiente de la reacción oligárquica dio por hecho que, en lo sustancial, y por intolerable que le resulte la toma de Palacio Nacional por los plebeyos, el gobierno de López Obrador era una sucesión presidencial más, que el programa político del tabasqueño era mera demagogia y que en lo sustancial la vida pública del país habría de seguir en el rumbo impuesto en el tramo Salinas-Peña, en el que las instituciones fueron convertidas en instrumentos de enriquecimiento personal y corporativo. En consecuencia, la crisis del coronavirus era para ella una doble bendición: por un lado representaba el ataúd de la Cuarta Transformación y por el otro, la astronómica oportunidad que cualquier crisis ofrecía, en los tiempos previos, para detonar un nuevo ciclo de concentración de riqueza, depauperación de las mayorías y saqueo de las arcas públicas. Y como daba por hecho que la diferencia entre López Obrador y sus antecesores es sólo de modales, discurso y símbolos, esa reacción oligárquica fue corriendo al Palacio a pedir un plan de rescate, es decir, una nueva transferencia multimillonaria de recursos públicos a bolsillos privados.

El error de cálculo se hizo evidente de inmediato: este gobierno no tiene la menor intención de seguir las reglas del régimen oligárquico y entre sus objetivos coyunturales no está el de crear condiciones para que unos cuantos multipliquen su riqueza; sus propósitos son, en cambio, cuidar la salud pública del embate del virus y aliviar hasta donde sea posible la penuria que se cierne sobre las mayorías. Tales son las orientaciones prioritarias del presupuesto en la presente circunstancia y el poder presidencial no va a doblarse ante la presión empresarial. El desconcierto y el berrinche de algunos de los dueños del dinero ante esta respuesta dice mucho de lo equivocados que estaban sobre la naturaleza de este gobierno. Ellos y sus voceros en los medios y las redes sociales –tanto los de carne y hueso como las hordas de cuentas falsas que siembran odio y mentiras en Twitter y Facebook– se debaten entre la rabia y la incredulidad y buscan desesperadamente amplificar su propio descontento y contagiarlo, con cierto éxito, hacia las clases medias.

En el ámbito de la salud pública y en el de la economía, los desplazados del poder y el privilegio llegan a extremos como calificar de ocurrencia o simulación el sistema de vigilancia epidemiológica centinela –adoptado por la Organización Mundial de la Salud y sus países miembros– o de tuitear con afán pontificador de verdades evidentes: El Presidente cree que los empleos los crea el gobierno. Como si el sector público en su conjunto, y el gobierno federal en particular, no hubiese sido, no sea y no habrá de seguir siendo, por mucho, el mayor empleador del país.

Para mayor enojo de este grupo, la Presidencia sigue siendo la Presidencia, es decir, la jefatura del Estado y la institución que establece los lineamientos generales de política pública, y los empresarios más prominentes de México –o para decirlo abiertamente: los más acaudalados– aceptaron los lineamientos del plan lopezobradorista para hacer frente a la emergencia económica: demandar el pago puntual de impuestos y exhortar a que no se despida a nadie y se preserven los salarios; por su parte, el gobierno redujo significativamente los precios de los combustibles, comprometió 25 mil millones de pesos para apoyar a un millón de micro y pequeñas empresas, extendió algunos de los programas sociales para beneficiar a cientos de miles y dio una nueva y severa vuelta de tuerca al gasto de las oficinas públicas.

Ese grupo oligárquico político-empresarial y los comunicadores a su servicio bien podrían aprovechar la reclusión para empezar a entender en qué país viven. Ojalá.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/04/10/opinion/021a2pol

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/covid-19-coronavirus-4964287/

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Pandemia Online

Por: Magdalena Chouhy

Recetas caseras para inmunizar la razón y defender el cuerpo.

Hace dos años cuando se acercaba el nacimiento de mi hijo, la articulación capital-patriarcado-ciencia médica se me hizo, como nunca, cercana a mi cuerpo. La posibilidad de que mi parto fuera respetado en su fisiología y espiritualidad se tornó una búsqueda vivificante de conocimientos, personas e instituciones para que nos acompañaran y asistieran. El alto índice de cesáreas en nuestro país, Uruguay, (de las cuáles solo una parte es estrictamente necesaria) indicaban que algo estaba muy desviado, y hacían del parto venidero un hecho profundamente político, además de trascendente.

Una cesárea no solo es un acto médico redituable económicamente. La intervención excesiva en el parto es una forma de extracción del poder que en ese momento mueve el cuerpo de la mujer que pare. Una forma de violencia en sí, que muchas veces se ha acompañado de otro tipo de violencia más “directa”. Así que ganancia económica, apropiación simbólica y material del cuerpo y sus fuerzas y violencia hacia la mujer, muchas veces se unen en la sala de parto.La ciencia médica y su gran avance está ahí disponible para asistirnos cuando es necesario. Las cesáreas y otras intervenciones permiten la vida allí donde esta podría complicarse para la mamá y/o bebé. Una cesárea es más que bienvenida cuando es necesaria y al fin y al cabo lo que importa es el nacimiento.

Otras veces en torno a la salud de nuestro hijo investigamos acerca de algunas soluciones usuales de la medicina occidental, estudiando lo más posible de diversas fuentes, tanto fuera como dentro de la propia investigación médico-científica. No se trata de una desconfianza radical, (aunque la cada vez mayor inclinación farmacológica de la medicina podría justificarla). Sino, sobre todo, de qué posibilidades le damos al cuerpo y a la inmunidad natural, de saber cuándo es necesario intervenir y cuál sería la mejor forma de hacerlo de acuerdo con los conocimientos disponibles.

Para tomar el timón se precisan conocimientos, y nos hemos acostumbrado a que es el médico el que sabe y cuando ponemos este saber en duda nos mandan, con ironía, a estudiar medicina. Bienvenida la tarea del timonel, pero el barco es nuestro cuerpo.

Sabiendo que vulnerabilidades o privilegios se articulan y potencian, es decir, niveles de instrucción, de ingresos y salud van de la mano, la actitud que estoy planteando se dificulta cuando salimos de un estrecho universo privilegiado y letrado.

Pero ¿a qué viene todo esto, no íbamos a hablar de la pandemia?

Con especial contundencia el contexto me llama a preguntarme por qué un otro decide sobre mi cuerpo, sobre el cuerpo de todes. Decir que se trata de un gran poder es oscuro y dificulta el análisis. Nos rige una biopolítica compleja, donde una verdad sanitaria suspende en apariencia a la política, una articulación difusa de poderes cuya narrativa central parte de la ciencia médica. Que incluye a los grandes medios y redes sociales, no solamente como vectores de esa narrativa sino como productores de su sentido.

Sin estas redes no sería posible este escenario inusual. Esto no había ocurrido con anteriores pandemias, aunque los medios han jugado siempre un papel constitutivo, y no meramente informativo, de eventos catastróficos como las guerras. No solo en la imaginación de Orson Wells la prensa es un actor clave, el ciudadano Kane no es del todo ficción. Según algunos análisis Trump y Bolsonaro no serían hoy presidentes sin las actuales redes sociales y las fake news.

Decir que esto no es como una guerra, que es un hecho biológico, no social ni político, es como decir que los llamados desastres naturales son independientes del modelo económico-productivo. El ambientalismo crítico explica por qué estos son, en realidad o en buena medida, desastres sociales, que el capitalismo es el desastre. También se sabe que en nuestra era de desequilibrio ecológico virus y epidemias serán cada vez más frecuentes.


Biología es política

Pensamos dicotómicamente la vida, el mundo: naturaleza o sociedad, filosofía o biología. En el mundo global occidental moderno/colonial capitalista esta cosmovisión dualista es la base de nuestra epistemología y sentido común. Cabe mencionar que otras sociedades conciben y viven mundos diferentes, relacionales, otros cuerpos, otras concepciones de salud-enfermedad y otras medicinas.

Desde una sociología de las ciencias, en la ciencia occidental moderno/colonial la materialidad dada de antemano se presenta como realidad irreductible. Un núcleo duro donde generalmente nuestro pensamiento, nuestro cuestionamiento social (y político) encuentra un límite. Aquí el hecho biológico es esa invisible bolita con pelos, ese implacable microorganismo que enfrentamos como humanidad, el virus. Él ha inaugurado un tiempo apocalíptico, en su nombre la política puede suspenderse, porque la vida está en juego.

En esta epistemología “lo real” (la materia) compete a las ciencias naturales, bioinformáticas mientras que lo simbólico, cultural, político (“lo subjetivo”) ocupa a las ciencias sociales, humanidades, pensamiento crítico, etc. Dejar “lo real” a portavoces autorizados puede dar lugar a que otros decidan sobre nuestro cuerpo en nombre de verdades que no podemos cuestionar porque salen de laboratorios, espacios asépticos donde se supone que el dato queda a resguardo de las intencionalidades humanas. Pero hace tiempo se ha entendido que la objetividad científica absoluta no es más que otra ilusión, un sueño positivista.

De todas maneras, la actual pandemia y su manejo excede a los problemas de las verdades provisorias, perfectibles pero nobles, de la ciencia. Si al menos fuera siempre una ciencia ética y humana. Pero la articulación en distintos niveles entre ella y capital, entre investigación e intereses corporativos (farmacéuticos, por ejemplo), bélicos (tantas veces motores de los progresos técnico-científicos), y geopolíticos, ya nos debería tener acostumbrades a dudar. A dudar fuerte.

Qué poderes, qué conspiraciones

El miedo cunde a ritmo de bite. En una cascada de hechos sin precedentes se va suspendiendo todo ámbito de la vida social a la voz de cuarentena. Cuidarse es encerrarse, no tocarse, no reunirse. Salir de casa a recrearse es un acto peligroso desde el punto de vista sanitario, es un antisocial descuido de la comunidad.  Quedarse en casa es defender la sociedad. No solo el contacto sino la propia respiración puede dispersar al patógeno.
En el mito local de origen este llegó de Italia en un avión, y se esparció luego en un casamiento nefasto. Una mujer de clase alta contaminada no cumplió con el tabú (que entonces estaba en el futuro) poniendo en peligro al vulgo.

En las redes en lugar de las usuales convocatorias a actos y marchas en las calles, denuncias, notas variadas, empiezan a abundar los tips y contenidos artísticos y culturales. La cuarentena es un hecho, hay que pasarla, en todo caso, lo mejor posible. El teletrabajo acerca un futuro que parecía lejano. Pero solo para algunos trabajos, en tanto la mano de obra analógica y algunos trabajos se muestran esenciales.

Miles de infiernos arden puertas adentro de las casas, los lugares que, no nos cansamos de decir, son los menos seguros para muchísimas mujeres y niñes. Los hogares donde la violencia no es la norma, enfrentados al encierro en espacios reducidos, como en un experimento de ingeniería social o una investigación conductista de otro siglo.

Todo esto, nadie lo niega, se debe a un virus que no enferma en todos los casos y que solo en un 4 o 5 % de estos se complica, sobre todo en ancianos y ancianas o personas con enfermedades previas. Un 1% de los contagiados muere, pero son múltiples los problemas de medición y estadística, porque presumen que el número de portadores asintomáticos pueden ser igual o mayor a los que presentan síntomas y entonces la tasa de muertes podría ser mucho menor. Los diagnósticos se hacen mayormente a pacientes con síntomas severos, lo que pone en duda las tasas de mortalidad difundidas.

Asimismo, ya mueren por otros coronavirus conocidos asociados a resfriados comunes de 30 a 100 personas por día . Italia se destaca por su tasa de morbilidad por enfermedades respiratorias, tres veces mayor que cualquier otro país europeo. En España murieron 6.300 personas de gripe en 2019 y 15.000 en 2018, frente a las 5.628 muertes por coronavirus que figuran en la prensa hoy  y en EEUU unas 40.000 personas mueren de gripe por año. Estos y otros datos, que también circulan, no parecen ser suficientes para desafinar el coro. Además, nuestras fuerzas ya están yendo a las emergencias sociales agudas y emergentes, demasiado reales.

Quedarse en casa, privilegio de algunes, infierno de muchxs

Lenta o rápidamente comenzamos a dar cuenta de que disfrutar la cuarentena es un privilegio de pocxs. Innumerables situaciones de desamparo se provocan o agudizan. Muchos pequeños comercios y emprendimientos, se sabe, no aguantarán. La crisis económica y social será aguda, ya lo es. Al cabo de 13 días del anuncio de emergencia sanitaria en Uruguay hay 65.000 solicitudes al seguro de paro . Los casos de coronavirus son al día de hoy 310.

Desde una perspectiva feminista de la salud comienza una crisis de cuidados . La crisis no afecta por igual, somos desiguales, tras las catástrofes los pobres se tornan más pobres, entre estos mayormente las mujeres  y entre estas las mujeres negras.

Se exige a los gobiernos que desembolsen, que la crisis no la paguen los pueblos. Renta básica universal. El horizonte de posibilidades de reorganización social, política, económica, se amplía. Auguran un jaque al capitalismo, el surgimiento de economías socialistas y formas sociales comunitarias. Otros, al contrario, una mayor concentración del capital. Tal vez ambos coexistan en el mundo que está a punto de nacer. En Uruguay se agudizan los reclamos al gobierno, explotan las ollas populares, expresiones y llamados de solidaridad van desplazando a los memes de la cuarentena en las redes. Respiramos, aunque con barbijo.

Te lo estoy pidiendo bien

Desde las ciencias sociales y activismos, nos ocupamos de los efectos sociales, las consecuencias económicas, los impactos de esta crisis, las desigualdades previas que se agravan. Pero dejamos el problema inicial, núcleo (virus, epidemia, pandemia) y la solución (cierre de fronteras, reclusión, aislamiento) a los que saben del tema. Nos conformamos con narrativas terminantes y monolíticas, fuentes no contrastadas. Delegamos así algunos asuntos que, parece, podrían ser claves biopolíticas del poder en el siglo XXI, hasta donde sea que este llegue.

Se oyen pocas reflexiones sobre la peligrosidad de la epidemia y la pertinencia de la cuarentena, a excepción de alguna voz que se extingue sin contestar si esta pandemia es un verdadero peligro o un fiasco. Pocas bocas no repiten los nuevos mantras del cuidado y de quedarse en casa, de la distancia física, el aislamiento. Las biodisidencias desde el día uno ocurren, invisibles a nuestros ojos desorbitados de miedo.

Desde una radical y pesimista visión del mundo, la frase “Quedate en casa” esconde al lobo feroz bajo la piel de la abuela. Pero lo más racional sería descartar las dicotomías y verdades absolutas, no abrazar una actitud negativa a priori de lo que pasa, así como tampoco aceptarlo sin examinarlo, siendo que todo (todo) está en juego.

El problema de la racionalidad sanitaria y humana del aislamiento se soslaya, pese a que ha sido impuesto sin sopesar sus inmensas consecuencias, ni dar tiempo a que una ciencia ciudadana pudiera ejercer un atisbo de participación en las decisiones. Claro, dicen que el virus avanza muy rápido y la tasa de contagio no da tiempo. Allá en China dio resultados, ya no tienen casos.

En un capítulo de los Simpson, un personaje muy poderoso convoca a una reunión a un selecto grupo para conspirar: les propone lanzar una epidemia. Un participante presenta un virus que se inoculará a los gatos para introducirlo en las casas y sembrar el pánico, con consecuencias letales para los felinos. No estoy denunciando una conspiración que no puedo probar. Me pregunto cómo una pandemia genera, como en Springfield, un tsunami de pánico, aunque su mortandad sea en verdad baja. (Vamos a quemar todo antes que el miedo nos vuelva paranoicos, dice Homero).

De todas maneras, ¿y qué si la noche nos encuentra, con una cerveza, imaginando conspiraciones? En medio de una suspensión repentina del movimiento y del sentido ¿nos podemos exigir acaso una racionalidad compulsiva y sin descanso?


¿Por qué cuarentena?

El fundamento último es la atenuación de una curva de contagios para evitar saturar el sistema sanitario. Pero: ¿por qué colapsaría el sistema? ¿Cuánto aumentan la demanda los casos severos y cuánto las consultas por síntomas que, en otro escenario, la gente atravesaría sin hacerlo? Alternativas como un responsable y buen manejo de información por parte de las autoridades y los medios, sumado a una campaña fuerte de prevención y protección de las poblaciones de riesgo no son difíciles de imaginar. Un buen sistema de atención y filtrado de casos desde el inicio. Además, si es un problema logístico ¿por qué la solución no lo es?

Se dice que no importa si es un virus nuevo, viejo, creado, sino sus consecuencias sanitarias y sociales. Pero una pregunta razonable que hacen virólogos que cuestionan la narrativa oficial es si no es su medición lo único nuevo. Por otro lado, la definición de pandemia de la OMS se flexibilizó en 2009: ya no es necesaria una mortandad significativa sino la propagación mundial de una nueva enfermedad .

Hace demasiado poco tiempo adheríamos a la campaña “El miedo no es la forma”, en contra de la reforma represiva de Larrañaga, “Vivir sin miedo”. Ahora exigimos al gobierno que decrete la cuarentena en lugar de solo exhortar a la distancia social. Eso permitiría, como en España, un mayor accionar policial, un control jurídico de los incumplimientos. Seguramente traería represión y agudizaría expresiones xenófobas y fascismos, denuncias entre vecinos, como se ha visto en otros países.

Una periodista uruguaya en España cuenta por la radio que los casos aumentan y se recrudece el control y las multas. Prohibieron ahora salir a pasear el perro porque la gente lo usa como excusa para hacer deporte. ¿Excusa para hacer deporte? Ok.

¿Cuál es el argumento sanitario final? Un gif animado que ha circulado explica con una bella simpleza la mecánica del contagio, en ramas que se multiplican exponencialmente. O que no, si te guardas en tu casa. Pero para algunos expertos epidemiólogos esto no funciona así, el contagio depende de una coincidencia del agente externo (el virus) con factores genéticos y ambientales, con tasas de probabilidad muy inferiores .

El gobierno uruguayo, de derecha, no quiere la cuarentena estricta probablemente por motivos nada humanitarios. La insólita actitud del ultraderechista Bolsonaro de no actuar ante el virus, desconcierta. Su invocación desacredita toda puesta en duda de la cuarentena y apaga cualquier chispa de librepensamiento. Si él no la quiere, debe ser buena.

Son tiempos raros y se pone difícil pensar en los marcos de sentido habituales. Los gobiernos nacionales no parecen tener mayor incidencia y solo matices los diferencian en la aplicación de una receta simple, totalitaria y planetaria, cuyos efectos adversos no han sido siquiera mencionados en el prospecto, pero ya duelen. Izquierda y derecha coinciden en el acatamiento a la cuarentena sagrada y el detenimiento de todo.

Lxs médicxs, seguramente de buena fe, actúan confiando en la necesidad de la receta preventiva y la necesidad de una guerra salvadora contra el peligroso patógeno, una guerra santa. A muchos de estos, decir qué hacer en tono paternal se les da bien. También con miedo expreso a que el sistema sanitario colapse, tienen que manejarse con las herramientas con las que cuentan. Y recordemos que no les fue consultado a lxs doctorxs del sur desde el principio, ni se han arrimado, siquiera, a la cocina.

Bueno pero, después de todo ¿por qué cuarentena?

La curva de contagios, 800 muertes por día en Italia, hospitales colapsados y gente muriendo por falta de respiradores en España. Suena muy mal y me interpela. Pero no puedo dejarlo allí, como antes no podía quedarme con el relato manipulador sobre la inseguridad de los canales de TV o algunos medios de prensa.

Por otro lado ¿se ha demostrado la efectividad de la medida de cuarentena? Aunque en cuarentena estricta, en Italia no descienden los casos y las muertes. Dicen que si la cuarentena no funciona es porque aún hay gente que no acata, por lo que solo resta ajustar más, ser más rigurosos. Lo que no veo es el rigor científico, la duda, la evaluación.

Otro estándar de una buena ciencia sería la de contrastar datos epidemiológicos, es decir comparar distintas epidemias como hicimos someramente más arriba. También ver otras opiniones científicas. Que las hay.

Dejemos claro: no estoy llamando a incumplir, ni siquiera a rechazar la cuarentena ni cualquier otra medida sanitaria pública con relación a la actual pandemia. Sí a no perder en los escenarios más desconcertantes, la capacidad de dudar y reflexionar. Inquiramos las verdades médicas absolutas, pidamos segundas, terceras y cuartas opiniones, animémonos a entrar en esos laboratorios. Quizás despejaremos mejor los factores, muchas veces nada científicos o sanitarios, que intervienen en la definición de los problemas y las propuestas de solución.

Como muchos santos se están desvistiendo para vestir a otro, busquemos saber quién es ese santo y cuáles son sus milagros.

Fuente e imagen: http://zur.org.uy/content/pandemia-online

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