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El mercado de la evaluación del aprendizaje: indicadores para los países – parte 1

Por Silvia Montoya, Directora, Instituto de Estadística de la UNESCO ( UIS ) y Luis Crouch, Economista Principal, RTI International [1]

La medición de los resultados de aprendizaje es clave para el Objetivo de Desarrollo Sostenible para la educación (ODS 4). Hay alrededor de una docena de indicadores que miden los resultados de aprendizaje.

niños leyendo

Los datos para estos indicadores se proporcionan a través de un mercado. Puede parecer extraño pensar así, pero piénselo por un momento: hay productores de datos, hay consumidores de datos (países, políticos, agencias internacionales e investigadores), y se intercambian bienes y servicios por dinero (precios) para producir datos de evaluación.

Wikipedia, por ejemplo, caracteriza a los mercados como instituciones que “ facilitan el comercio y permiten la distribución y la asignación de recursos en una sociedad. Los mercados permiten que cualquier artículo comercializable sea evaluado y valorado. «Un mercado emerge más o menos espontáneamente o puede ser construido deliberadamente por la interacción humana para permitir el intercambio … de servicios y bienes».

Si bien las características específicas de un mercado varían obviamente, hay dos preguntas centrales: ¿asigna los recursos de manera eficiente y equitativa? En este blog, pedimos esto al mercado de evaluación de aprendizaje, y encontramos que las respuestas se quedan cortas.

¿Es el mercado para evaluaciones de aprendizaje eficiente o equitativo?

Empecemos por la eficiencia . En un mercado eficiente:

  1. Hay muchos productores y consumidores que compiten entre sí por el mismo producto.
  2. Los productos comercializados son uniformes e indiferenciados.
  3. Los consumidores tienen toda la información que necesitan sobre los productos,incluidos detalles sobre cómo se producen (en la jerga de los economistas, no hay «asimetría de la información»)
  4. Las técnicas de producción son conocidas por todos y pueden ser copiadas.
  5. No hay economías de escala significativas ni barreras de entrada.
  6. No hay discriminación de precios: los precios son transparentes y uniformes.

Pero con las evaluaciones de aprendizaje, hay diferenciación de productos. De hecho, ningún «producto» importante vendido en el mercado de evaluación de aprendizaje es el mismo que cualquier otro, y las organizaciones se diferencian a propósito. Algunas evaluaciones tratan sobre las habilidades necesarias para el mercado laboral, otras se basan en el currículo. Algunos están diseñados para la educación primaria, otros se centran en la secundaria inferior. Algunos son dirigidos por los ciudadanos, otros son dirigidos por el gobierno. Y así.

Los consumidores no están bien informados sobre cómo se fabrican los diferentes productos de medición del aprendizaje y cómo se corresponden con sus necesidades específicas. Les cuesta mucho evaluar los diferentes precios y esfuerzos necesarios para desarrollar un producto razonable. Los productores no pueden copiarse fácilmente entre sí, y el conocimiento necesario para producir un producto de buena calidad es arcano.

También existen barreras importantes para que los posibles competidores ingresen al mercado porque es costoso construir un conjunto de buenas preguntas de evaluación de aprendizaje. Los nuevos proveedores generalmente surgen solo para proporcionar un producto diferenciado. Por ejemplo, hay evaluaciones que sirven a diferentes geografías (como iniciativas en Asia Oriental) u ofrecen diferentes formas de administrar e interactuar con la comunidad evaluaciones dirigidas por los ciudadanos ) , así como diferentes niveles de educación (por ejemplo, la Evaluación de aprendizaje colegiada , una educación superior). prueba estandarizada en los Estados Unidos ).

También hay discriminación de precios. No todos los países pagan lo mismo. Hay alguna negociación sobre precios y diferentes niveles de subsidios. También hay intermediación. En muchos casos, los precios se negocian entre terceros pagadores (por ejemplo, socios de desarrollo) y el productor. Esto puede ser bueno en algunos aspectos (por ejemplo, los pobres pagan menos), pero también resulta en la no transparencia de los precios.

Ahora pasemos a la equidad . La conclusión es que a los mercados no les importa la igualdad o la justicia. Un mercado puede simplemente no funcionar para aquellos sin poder adquisitivo. Un mercado puede tener un problema de capital importante y aún no puede considerarse un fracaso en el sentido clásico.

Ningún mercado del mundo real cumple todas las condiciones enumeradas en el artículo de Wikipedia. En la mayoría de los casos, algunas de las condiciones citadas anteriormente se violan al menos un poco.

El problema es que en el mercado se violan todas las condiciones para las evaluaciones de aprendizaje, y no solo un poco: al menos algunas características son el opuesto diametral de las necesarias para los mercados eficientes y equitativos.

Cómo arreglar una falla de mercado

Cuando los mercados son ineficientes de esta manera, se dice que hay un «fallo de mercado». Esto podría justificar una acción pública o colectiva.

Alguien podría abogar por una toma pública de estas funciones. Otro enfoque es la «conformación del mercado»: el sector público puede inducir a los mercados a ser más eficientes. En el sector de la salud , las organizaciones internacionales dieron forma al mercado de los medicamentos antirretrovirales para el VIH / SIDA para mejorar la producción, las adquisiciones y los precios. Este ha sido, posiblemente, una de las intervenciones individuales más exitosas de los últimos 30 años, lo que probablemente ayudó a salvar millones de vidas.

Para mejorar tanto la eficiencia como la equidad en el mercado de evaluación, piense en tres soluciones:

Una es sistematizar la información del mercado publicando más información para los usuarios sobre qué evaluación es adecuada para su propósito, cuál es un precio razonable para pagar, etc. Varias agencias públicas, como el Banco Mundial, han publicado dichas guías. Se podría hacer más, especialmente con respecto a la información de precios, y se podría hacer más para difundir este conocimiento.

Otra idea es crear información gratuita sobre cómo elaborar una evaluación decente. Un banco de ítems de preguntas de evaluación que funcionan bien e información sobre cómo juntar tales preguntas podría ser un ejemplo. Una idea similar es establecer políticas y procedimientos técnicos para las evaluaciones , como las evaluaciones dirigidas por los ciudadanos o las evaluaciones de grado inicial. El UIS ha comenzado a trabajar en esta dirección, pero se podría hacer más.

Finalmente, desde el punto de vista de la equidad, sería útil considerar transferir el poder de compra a quienes lo necesitan , ya sea porque son muy pobres o simplemente porque necesitan el empuje del comportamiento. Pero tales mecanismos de subsidio deben ser transparentes, explícitos y diseñados cuidadosamente.

Esta es una discusión importante para cualquiera que trabaje en SDG 4. El deseo global de progresar en el aprendizaje, y no solo en el acceso, es un pilar central, pero también puede haber contribuido, quizás sin quererlo, al mercado con el que nos encontramos hoy. Pero a los mercados no les importa la justicia o la igualdad; rara vez se configuran para trabajar para aquellos sin poder adquisitivo. Algo debe hacerse, por lo tanto, para nivelar el campo de juego.

Estén atentos para más detalles e ideas.

Mientras tanto, agradecemos sus comentarios aquí y utilizando #LearningMarket.

[1] Divulgación completa: uno de los autores está asociado con los orígenes de las evaluaciones EGRA y EGMA.

Fuente: https://gemreportunesco.wordpress.com/2019/04/26/the-learning-assessment-market-pointers-for-countries-part-1/

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Si las aulas están “libres de política”, la derecha crecerá

Por: Henry A. Giroux , Verdad

Un número desconcertante de académicos y maestros en el momento actual continúan uniendo fuerzas con políticos de derecha y agencias gubernamentales conservadoras para argumentar que las aulas deben estar libres de política . ¿Su conclusión compartida? Que las escuelas deben ser espacios donde deben materia de energía, los valores y la justicia social no pueden ser abordados .

La acusación desdeñosa en este caso es que los maestros que creen en la educación cívica adoctrinan a sus estudiantes. Aquellos que hacen esta acusación sugieren que es posible existir en un mundo ideológicamente puro y políticamente neutral, donde la pedagogía puede ser simplemente una transmisión banal de hechos en los que no se dice nada polémico y los maestros tienen prohibido pronunciar una palabra relacionada con cualquiera de los principales problemas. frente a la sociedad más ampliamente.

Por supuesto, esta visión de la enseñanza es tanto una huida de la realidad como un ejemplo de pedagogía irresponsable. En contraste, un enfoque útil para abarcar el aula como un sitio político mientras se rechaza cualquier forma de adoctrinamiento es que los educadores piensen a través de la distinción entre una pedagogía politizadora , que insiste erróneamente en que los estudiantes piensan exactamente como lo hacemos como educadores, y una pedagogía política., que enseña a los alumnos a través del diálogo sobre la importancia del poder, la responsabilidad social y la toma de posición (sin detenerse). La pedagogía política, a diferencia de una pedagogía dogmática o adoctrinadora, encarna los principios de la pedagogía crítica al involucrar rigurosamente toda la gama de ideas sobre un tema dentro de un marco que permite a los estudiantes pasar de un propósito moral a una acción intencionada en busca de una polis democrática.

La promesa de la pedagogía política

La pedagogía política ofrece la promesa de educar a los estudiantes para que piensen críticamente sobre su comprensión del conocimiento en el aula y su relación con el tema de la responsabilidad social. También responde al desafío de educar a los estudiantes para que se involucren críticamente en el mundo para luchar por las condiciones políticas y económicas que hacen posible la participación democrática en ambas escuelas y en la sociedad en general.

Dicha pedagogía afirma la experiencia de la esfera social y las obligaciones que conlleva con respecto a cuestiones de responsabilidad social y transformación política. Lo hace abriendo preguntas importantes sobre el poder, el conocimiento y lo que significa para los estudiantes comprometerse críticamente con las complejas condiciones que influyen en ellos mismos y en los demás.

Paulo Freire tenía razón al argumentar que la pedagogía crítica como un proyecto político se define, en parte, por la necesidad de enseñar a los estudiantes a «lidiar de manera crítica y creativa con la realidad y descubrir cómo participar en la transformación de su mundo». La pedagogía proporciona a los estudiantes los conocimientos y las habilidades para trabajar para superar las relaciones sociales de opresión que hacen que la vida sea insoportable para aquellos que son pobres, hambrientos, desempleados, privados de servicios sociales adecuados y considerados bajo la égida del neoliberalismo como en gran medida desechable. Las palabras del dramaturgo alemán Bertolt Brecht resuenan bien con la necesidad de enfoques pedagógicos que combatan la mentira y la ignorancia. El escribe:

Hoy, cualquiera que desee luchar contra la mentira y la ignorancia, y escribir la verdad, tiene que superar al menos cinco dificultades. Debe tener el coraje de escribir la verdad, a pesar de que está reprimida en todas partes; la astucia de reconocerlo, aunque esté disfrazada en todas partes; la habilidad para hacerlo apto como arma; el juicio para seleccionar a aquellos en cuyas manos se hará efectivo; [y] la astucia de difundirla entre ellos.

Lo importante de este tipo de pedagogía es cómo se entiende la responsabilidad como un asunto ético y como un acto estratégico. La responsabilidad no es solo un elemento crucial con respecto a los problemas que abordan los maestros en un aula; también se materializa en sus relaciones con sus colegas, estudiantes, padres y la sociedad en general. La responsabilidad como parte crucial de cualquier práctica pedagógica sugiere proporcionar el tejido conectivo que permite a los estudiantes plantear cuestiones sobre las consecuencias de sus acciones en el mundo y sus comportamientos hacia los demás, y analizar la relación entre el conocimiento y el poder, y los costos sociales. a menudo promulga. El énfasis en la responsabilidad resalta la naturaleza performativa de la pedagogía al plantear preguntas sobre la relación pedagógica que los maestros tienen con los estudiantes.

Aquí es fundamental la importancia de que los educadores alienten a los estudiantes a conectar el conocimiento y la crítica como condición previa para convertirse en un agente de cambio social respaldado por un profundo deseo de superar la injusticia y un compromiso enérgico con la acción social.

No confundamos la educación política con la educación politizadora

La educación política enseña a los estudiantes a tomar riesgos y desafiar a aquellos con poder. Del mismo modo, alienta a los estudiantes y maestros a reflexionar sobre cómo se utiliza el poder en el aula. La educación política propone que el rol del maestro no es consolidar la autoridad, sino cuestionarla e interrogarla, y que los maestros y los estudiantes deben atenuar cualquier dependencia de la autoridad con un sentido de conciencia crítica y una voluntad aguda de responsabilizarla por sus consecuencias. . Además, la educación política pone en primer plano la educación guiada no por los imperativos de la especialización y la profesionalización, sino por objetivos diseñados para ampliar las posibilidades de la democracia. Vincular la educación a los modos de agencia política es, por lo tanto, parte de un proyecto más grande para promover la ciudadanía crítica y abordar el imperativo ético para aliviar el sufrimiento humano.

Por el contrario, politizar la educación se calla en nombre de la ortodoxia y se impone a los estudiantes al tiempo que socava el diálogo, la deliberación y el compromiso crítico. La educación politizante a menudo se basa en una combinación de rectitud propia y pureza ideológica que silencia a los estudiantes al promulgar posiciones «correctas». La autoridad en esta perspectiva rara vez se abre a la autocrítica o, en este caso, a cualquier crítica, especialmente de los estudiantes. La educación politizadora no puede descifrar la distinción entre enseñanza crítica y terrorismo pedagógico. Sus defensores no tienen idea de la diferencia entre fomentar la agencia humana y la responsabilidad social, por un lado, y por otro lado, moldear a los estudiantes defendiendo una posición ideológica incuestionable y aplicándola a través de un guión pedagógico ortodoxo e inquebrantable. En este discurso, la corrección teórica se convierte en un vehículo para silenciar a los estudiantes en nombre de una pedagogía dogmática. La educación politizadora trata más de la formación que de la educación. Alberga un gran disgusto por complicar los problemas, promover el diálogo crítico y generar una cultura de cuestionamiento.

La educación funciona como un sitio crucial de poder en el mundo moderno. Si los maestros están realmente preocupados por salvaguardar la educación, tendrán que tomar en serio cómo funciona la pedagogía a nivel local y global. La pedagogía crítica tiene un papel importante que desempeñar tanto para comprender como para desafiar cómo se despliega, afirma y resiste el poder dentro y fuera de los discursos tradicionales y las esferas culturales. En un contexto local, la pedagogía crítica se convierte en una importante herramienta teórica para comprender las condiciones institucionales que imponen restricciones a la producción de conocimiento, aprendizaje, trabajo académico y democracia en sí misma. La pedagogía crítica también proporciona un discurso para comprometer y desafiar la producción de jerarquías sociales, identidades e ideologías a medida que atraviesan las fronteras locales y nacionales. Adicionalmente,

Si los educadores y otros quieren contrarrestar la mayor capacidad del capitalismo global para separar la esfera tradicional de la política del ahora alcance transnacional del poder, es crucial desarrollar enfoques educativos que rechacen un colapso de la distinción entre las libertades de mercado y las libertades civiles, y un mercado La economía y una sociedad de mercado. La resistencia no comienza con la reforma del capitalismo sino con su abolición.

El capitalismo neoliberal crea la base de lo que he llamado fascismo neoliberal y se hace eco del discurso del sociólogo alemán Max Horkheimer de 1939.que, «Quien no esté preparado para hablar sobre el capitalismo también debe guardar silencio sobre el fascismo». Esto sugiere desarrollar formas de pedagogía crítica capaces de desafiar al neoliberalismo, las diversas tradiciones antidemocráticas y una política fascista en crecimiento. En este caso, la pedagogía crítica se convierte en una práctica política y moral en la lucha por revivir la alfabetización cívica, la cultura cívica y una noción de ciudadanía compartida. La política pierde sus posibilidades emancipadoras si no puede proporcionar la condición educativa para permitir que los estudiantes y otros piensen en contra del grano y donde los estudiantes se den cuenta de que son ciudadanos informados, críticos y comprometidos. No hay una política radical sin una pedagogía capaz de despertar la conciencia, desafiando el sentido común y creando modos de análisis en los que las personas descubren un momento de reconocimiento que les permite repensar las condiciones que dan forma a sus vidas. Este es el momento de esperanza en el que, como socióloga Ruth Levitas.señala , el sentido de «algo que falta se puede leer en cada rastro de cómo podría ser de otra manera, cómo el sentido siempre presente de carencia podría [ser templado]».

Además, los educadores deberían hacer más que crear las condiciones para el pensamiento crítico de sus estudiantes. También deben asumir responsablemente el papel de los educadores cívicos en contextos sociales más amplios y estar dispuestos a compartir sus ideas con otros educadores y con el público en general haciendo uso de las nuevas tecnologías de los medios. Comunicarse a una variedad de audiencias públicas sugiere usar oportunidades para escribir, charlas públicas y entrevistas de medios ofrecidas por la radio, internet, revistas alternativas y enseñar a jóvenes y adultos en escuelas alternativas, por mencionar solo algunos ejemplos. Esos medios de comunicación deben hacerse públicos cruzando esferas y avenidas de expresión que hablan a audiencias más generales en un lenguaje claro, accesible y riguroso. Aprovechando su papel como intelectuales, los educadores pueden abordar el desafío de combinar la erudición y el compromiso utilizando un vocabulario que no es ni aburrido ni obtuso, mientras buscan hablar con una amplia audiencia. Más importante aún, a medida que los docentes se organizan para afirmar la importancia de su papel y el de la educación en una democracia, pueden forjar nuevas alianzas y conexiones para desarrollar movimientos sociales que incluyan y se expandan más allá de trabajar consindicatos .

Desarrollando un discurso de crítica y posibilidad.

Uno de los desafíos más serios que enfrentan maestros, artistas, periodistas, escritores y otros trabajadores culturales es la tarea de desarrollar un discurso de crítica y posibilidad. Esto significa desarrollar discursos y prácticas pedagógicas que conecten leer la palabra con leer el mundo.y hacerlo de una manera que mejore las capacidades creativas de los jóvenes y les brinde las condiciones para que se conviertan en agentes críticos. Al emprender este proyecto, los educadores y otros deberían intentar crear las condiciones que brinden a los estudiantes la oportunidad de convertirse en ciudadanos críticos y comprometidos que tienen el conocimiento y el coraje para luchar para que la desolación y el cinismo no sean convincentes y la esperanza sea práctica. La esperanza en este caso es educativa, alejada de la fantasía de un idealismo que desconoce las limitaciones que enfrenta el sueño de una sociedad democrática radical. La esperanza educada no es un llamado a pasar por alto las condiciones difíciles que dan forma tanto a las escuelas como al orden social más amplio, ni es un plan eliminado de contextos y luchas específicos. De lo contrario,

La esperanza educada proporciona la base para dignificar el trabajo de los maestros; ofrece un conocimiento crítico vinculado al cambio social democrático, afirma responsabilidades compartidas y alienta a los profesores y estudiantes a reconocer la ambivalencia y la incertidumbre como dimensiones fundamentales del aprendizaje. Tal esperanza ofrece la posibilidad de pensar más allá de lo dado. Por difícil que parezca esta tarea para los educadores, si no para un público más amplio, es una lucha que vale la pena librar.

Contra el neoliberalismo, los educadores, los estudiantes y otros ciudadanos preocupados enfrentan la tarea de proporcionar un lenguaje de resistencia y posibilidad, un lenguaje que abraza a un utopismo militante, mientras que está constantemente atento a aquellas fuerzas que buscan convertir esa esperanza en un nuevo eslogan o castigar y Rechazar a los que se atreven a mirar más allá del horizonte de lo dado. El fascismo engendra cinismo y es enemigo de una esperanza militante y social. La esperanza debe ser atenuada por la compleja realidad de los tiempos y vista como un proyecto y condición para proporcionar un sentido de agencia colectiva, oposición, imaginación política y participación comprometida. Sin esperanza, incluso en los tiempos más difíciles, no hay posibilidad de resistencia, disensión y lucha. La agencia es la condición de la lucha, y la esperanza es la condición de la agencia.

La esperanza es el requisito afectivo e intelectual para la lucha individual y social. La esperanza, no la desesperación, es la condición previa que fomenta la crítica por parte de los intelectuales dentro y fuera de la academia que utilizan los recursos de la teoría para abordar problemas sociales apremiantes. La esperanza también está en la raíz del coraje cívico que traduce la crítica en la práctica política. La esperanza, como el deseo de un futuro que ofrezca más que el presente, se vuelve más aguda cuando la vida de uno ya no puede darse por sentado. Solo al mantener tanto la crítica como la esperanza en tales contextos, la resistencia hará concreta la posibilidad de transformar la política en un espacio ético y un acto público. Y un futuro mejor que el que ahora esperamos desplegar requerirá nada menos que enfrentar el flujo de la experiencia cotidiana y el peso del sufrimiento social con la fuerza de la resistencia individual y colectiva y el proyecto interminable de transformación social democrática. Al mismo tiempo, para que la resistencia asuma los desafíos planteados por el surgimiento de una política fascista, tendrá que desarrollar un despertar del deseo. Esta forma de deseo educado está arraigada en el sueño de una conciencia colectiva e imaginación alimentada por la lucha por nuevas formas de comunidad que afirman el valor de la igualdad económica, el contrato social, los valores democráticos y las relaciones sociales. Para que la resistencia pueda enfrentar los desafíos planteados por el surgimiento de una política fascista, tendrá que desarrollar un despertar del deseo. Esta forma de deseo educado está arraigada en el sueño de una conciencia colectiva e imaginación alimentada por la lucha por nuevas formas de comunidad que afirman el valor de la igualdad económica, el contrato social, los valores democráticos y las relaciones sociales. Para que la resistencia pueda enfrentar los desafíos planteados por el surgimiento de una política fascista, tendrá que desarrollar un despertar del deseo. Esta forma de deseo educado está arraigada en el sueño de una conciencia colectiva e imaginación alimentada por la lucha por nuevas formas de comunidad que afirman el valor de la igualdad económica, el contrato social, los valores democráticos y las relaciones sociales.

La lucha actual contra un fascismo naciente en todo el mundo no es solo una lucha por las estructuras económicas o las alturas dominantes del poder corporativo. También es una lucha por las visiones, las ideas, la conciencia y el poder para cambiar la cultura misma. Es también, como señala Hannah Arendt., una lucha contra «un temor generalizado de juzgar». Sin la capacidad de juzgar, se vuelve imposible recuperar palabras que tienen un significado, imaginar mundos alternativos y un futuro que no imite los tiempos oscuros en que vivimos, y crear un lenguaje Eso cambia la forma en que pensamos sobre nosotros mismos y nuestra relación con los demás. Cualquier lucha por un orden socialista democrático radical no tendrá lugar si «las lecciones de nuestro pasado oscuro [no se pueden] aprender y transformar en resoluciones constructivas» y soluciones para luchar y crear una sociedad postcapitalista.

Los progresistas deben formular un nuevo lenguaje, esferas culturales alternativas y nuevas narrativas sobre la libertad, el poder de la lucha colectiva, la empatía, la solidaridad y la promesa de una verdadera democracia socialista. Necesitamos una nueva comprensión de la política, una que se niegue a equiparar capitalismo y democracia, se niegue a normalizar la codicia y la competencia excesiva, y rechace el interés propio como la forma más alta de motivación. Necesitamos un lenguaje, una visión y un entendimiento del poder para habilitar las condiciones en las cuales la educación está vinculada al cambio social y la capacidad para promover la agencia humana a través de los registros de cooperación, compasión, cuidado, amor, igualdad y respeto por la diferencia. La oda del autor Ariel Dorfman a la lucha por el lenguaje y su relación con el poder de la imaginación. La resistencia y la esperanza colectivas ofrecen un recordatorio apropiado de lo que se necesita hacer. Él escribe :

Debemos confiar en que la inteligencia que ha permitido a la humanidad evitar la muerte, hacer avances médicos y de ingeniería, alcanzar las estrellas, construir templos maravillosos y escribir cuentos complejos nos salvará de nuevo. Debemos amamantar la convicción de que podemos usar las gracias suaves de la ciencia y la razón para probar que la verdad no puede ser vencida tan fácilmente. A aquellos que repudiarían la inteligencia, debemos decir: no conquistarán y encontraremos la manera de convencer.

Al final, no hay democracia sin ciudadanos informados y no hay justicia sin un lenguaje crítico de injusticia. Al mismo tiempo, cualquier enfoque crítico de la política fracasará si ignora un imaginario radical que abarca la esperanza social como una mezcla de modos colectivos de resistencia y posibilidades democráticas. La democracia comienza a fracasar y la vida política se empobrece en ausencia de esas esferas públicas vitales, como la educación pública y superior, en la que los valores cívicos, la erudición pública y el compromiso social permiten una comprensión más imaginativa de un futuro que toma en serio las demandas de la justicia. Equidad y coraje cívico. La democracia debe ser una forma de pensar acerca de la educación, una que prospere al conectar la pedagogía con la práctica de la libertad, el aprendizaje a la ética y la agencia a los imperativos de la responsabilidad social y el bien público. En la era del fascismo naciente, no basta con conectar la educación con la defensa de la razón, el juicio informado y la agencia crítica; También debe estar alineado con el poder y potencial de los colectivos.resistencia . Además, es crucial que los centristas, los liberales y los radicales no hagan causa común con el derecho sobre la idea de que las aulas deben estar «libres de política». Podemos vivir en tiempos siniestros, pero el futuro aún está abierto. Ha llegado el momento de desarrollar un lenguaje político y herramientas pedagógicas en las que los valores cívicos, la responsabilidad social y las instituciones que los apoyan se vuelvan centrales para fortalecer y fortalecer una nueva era de imaginación cívica, un sentido renovado de agencia social, lucha colectiva y un apasionado. Sentido de coraje cívico y voluntad política.

Nota: el autor desea agradecer a la Dra. Rania Filippakou por sus comentarios editoriales perspicaces sobre este artículo.

Fuente: https://truthout.org/articles/if-classrooms-are-free-of-politics-the-right-wing-will-grow/

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La distancia sideral entre investigación y práctica educativa

En tiempo de gurús y pócimas milagrosas, la investigación científica pisa fuerte en educación. El reto inmenso de analizar un mundo tan complejo explica en parte la escasez de hallazgos contrastados. Las dificultades aumentan ahora que la escuela parece aspirar a un aprendizaje por competencias, con las dudas (ante todo sobre evaluación) que ello implica. Otro escollo a la hora de impactar el aula procede del divorcio entre ámbitos de estudio y realidad escolar.

Un ejército de investigaciones científicas invade los dominios de la educación. Proliferan datos, abundan conclusiones, emergen (algunos) hallazgos. En España, la fiebre sube alentada por los sexenios universitarios y otras recompensas para el profesor que más cultiva su faceta investigadora. Los entornos de fuerte tradición positivista, como el anglosajón, producen estudios al por mayor. Y en todo el mundo, factores recientes (ante todo el desembarco masivo de nuevas tecnologías en el aula) plantean interrogantes que abonan, más aún, el campo de la indagación.

“Ha aumentado la cantidad, llegando incluso a cierta saturación. Diría que también ha subido la calidad. Era necesario y urgente: cuantas más evidencias existan, más enriquecedor para la escuela”, comenta Haylen Perines, doctora en Educación e Investigadora de la Universidad de la Serena (Chile). Perines cita la eficacia de los procesos enseñanza-aprendizaje, la evaluación o el clima escolar como temas predilectos del análisis. Otros, como la diversidad, van ganando terreno.

A pesar de la fusión entre método científico y pupitres, para muchos las certezas continúan siendo escasas. Y las pocas que existen, se topan con infinidad de escollos a la hora de impactar la realidad de los colegios. “Si preguntamos qué es un buen profesor, podemos obtener 10 respuestas diferentes. Aún no hemos sido capaces de determinar alguna característica absolutamente básica”, apunta Francisco Javier Tejedor, catedrático de Metodología de Investigación Educativa en la Universidad de Salamanca.

Esta pobreza de resultados concluyentes explica en buena medida otra de las tendencias actuales de la educación: la poderosa voz de los autoproclamados gurús, siempre acompañados de sus correspondientes recetas milagrosas. Vivimos tiempos simultáneos de furor científico y adoración al charlatán. Paradójica convivencia que afecta a otras disciplinas y de la que el aula no escapa.

Contextos dispares

Como dificultad ubicua, subyace la propia idiosincrasia de la educación. Una actividad fuertemente contextual, con los desafíos que esto conlleva al intentar generalizar o, según el termino en boga, escalar posibles hallazgos. Es, además, el hecho educativo siempre multifactorial, con una madeja de elementos dispares y retroalimentaciones que complica sobremanera discernir qué es causa y qué efecto. “Tratamos con personas y esto atañe a la pluralidad de los seres humanos: cada alumno, cada profesor, es único. Esto, claro, también aplica a la clase como grupo. El proceso es lento: muchas veces realizas un trabajo de campo, analizas los datos, vuelves al trabajo de campo para matizar algo…”, asegura Perines.

Tejedor, por su parte, explica que otras ciencias sociales han sabido sortear con mayor éxito sus propios obstáculos. “Las variables con las que trabajamos, por ejemplo la motivación de un alumno, no son fáciles de medir. En psicología ocurre algo similar, y ahí se ha hecho un esfuerzo muy importante en concretar la medición de aspectos como la agresividad. Esto, a su vez, ha provocado que en educación hayamos tratado de copiar los modelos psicológicos a la hora de investigar, lo que se me antoja un fallo importante”.

El reto de la medición adquiere proporciones gigantescas ahora que el aprendizaje transita, al menos en apariencia, desde un modelo centrado en los contenidos hacia otro que prioriza la adquisición de competencias. Evaluar el rendimiento en un ecosistema donde la memoria es la reina plantea un sinfín de dudas. No digamos ya cuando aspiramos a calibrar la capacidad de síntesis o las habilidades comunicativas.

Para más inri, las variadas perspectivas -y en especial los fines- con que pensamos la escuela suelen contener un sustrato ideológico que amenaza con contaminar el afán de pureza empírica. Buena parte de esta polución se origina en el dilema entre una visión utilitarista (alumno como futuro trabajador) y otra de corte cívico (formar a ciudadanos conscientes) que, casi siempre, envuelve al debate educativo.

No perder el norte

En ocasiones, todo lo anterior confluye en un río que arroja sus aguas a un mar de pura contradicción. Las TIC son un caso paradigmático: unos estudios dicen una cosa y otros lo opuesto. Y, al final, el quorum se limita a confirmar la obviedad de que la tecnología es un medio y no un fin. Que todo depende de cómo los alumnos se sirvan de los cachivaches para aprender. Al plantearnos científicamente ese cómo (y el para qué), salta como un resorte el signo de interrogación.

Mientras la investigación educativa avanza lentamente por una senda fangosa, hay quien pone el acento en la necesidad de no perder el norte. Y ese norte, advierten, es contribuir positivamente a la práctica educativa. “El objetivo fundamental debe ser crear un cuerpo coherente y útil de conocimientos dirigidos a la mejora educativa. En nuestro país, la utilidad como criterio no ha tenido importancia históricamente. Se han recogido muchos datos pero se han solucionado pocos problemas”, estima Tejedor.

El catedrático atribuye este divorcio entre análisis científico y realidad escolar a una inercia que viene de lejos: “Aquí ha pesado mucho el vínculo entre educación y filosofía, la paternidad de la concepción filosófica sobre las ciencias sociales en su conjunto”. Si otros países, como Inglaterra o Alemania, “han sabido trascender” esa herencia de principios del siglo XX “para centrarse en la propuesta de soluciones”, en España seguimos adoleciendo de un exceso de abstracción. Por suerte, añade Tejedor, “los investigadores más jóvenes ya no tienen que pagar ese peaje, aunque existen otras taras, ante todo el predominio de los enfoques descriptivos y no tanto explicativos”. Más aún cuando el punto de partida “casi nunca se apoya en una teoría”, algo que entraña un alto riesgo de “caer en ese desnudo empirismo que nada aporta a la confirmación y conformación de un presupuesto previo”.

Perines suscribe que hemos de estrechar la distancia sideral entre estudios publicados y dinámicas del aula, si bien reconoce “no se le puede pedir a un investigador que todo lo que escriba sea investigación-acción”. La chilena apunta a otro déficit que alienta esa lejanía: la escasa formación investigadora del profesor. “Difícilmente voy a leer un artículo si nadie me enseñó cómo abordar ese acceso al conocimiento”, dice. En especial cuando la comunidad investigadora tampoco se esfuerza por traducir sus conclusiones a lenguajes y formatos asequibles para el común de los docentes. Textos crípticos en manos de lectores neófitos.


Profesor de Secundaria: prohibido investigar

Hace tiempo que el IES Fernando de Rojas (uno de los más vetustos en la ciudad Salamanca) abrió sus puertas de par en par al análisis empírico. “Cuando alguna universidad nos pide ayuda para que nuestros alumnos participen en algún proyecto de investigación, se lo solemos permitir”, comenta su director, Luis Javier Aparicio. Por desgracia, los investigadores no siempre muestran agradecimiento cuando se desmonta el efímero laboratorio social. “En ocasiones vienen, te usan de conejillo de Indias, sacan sus datos y adiós. Me cuesta dios y ayuda que me envíen los resultados del estudio y los datos concretos de nuestro centro”, añade.

La actitud de apertura permanece, no obstante. El pasado curso el Fernando de Rojas formó parte de una iniciativa financiada por la Comisión Europea para probar la eficacia de unos vídeojuegos en la detección del cyberbullying entre los adolescentes. Este 2018-19, el centro colabora en un proyecto de la Universidad de Valencia que aspira a avanzar en el conocimiento de los problemas de atención del alumnado actual.

Entusiasta de la investigación (él mismo cuenta con varios trabajos publicados en el campo de la geografía social), Aparicio lamenta el enfoque excesivamente “generalista y transversal” del grueso de la ciencia educativa en España. “Se hace muy poco, o yo al menos no lo conozco, sobre metodologías concretas para las diferentes asignaturas o ámbitos del conocimiento. Apenas se plantean investigaciones sistemáticas y a largo plazo que tengan que ver con asuntos prácticos de didáctica”, comenta.

El director del Fernando de Rojas achaca esta lejanía entre indagación y realidad escolar a la falta de diálogo entre dos esferas: universidad y enseñanzas previas. “Existe una disociación, no nos retroalimentamos. No digo que los profesores de secundaria tengamos que dirigir investigaciones, pero sí deberíamos participar activamente”, explica. En lugar de fomentar la curiosidad científica del docente preuniversitario, la ley se ocupa de cercenarla. “No es que nos prohíba investigar, pero casi. No podemos justificar que dedicamos horas a tareas investigadoras, el reglamento no lo permite”.

Al final, el docente suele recurrir a otras fuentes de menor solvencia en busca de ideas que incorporar al aula. “En Twitter hay muchas más propuestas -cierto que sin desarrollar y sin mucho fundamento- que en revistas o plataformas científicas. Y allí, claro, encuentras píldoras, no una visión de conjunto sobre un asunto particular”, remata.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/05/20/la-distancia-sideral-entre-investigacion-y-practica-educativa/

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De la reforma, la esquizofrenia y los errores conceptuales

Por: Darío Balvidares

El poder de algunos medios para amplificar ciertas voces que hablan con dudosas “preocupaciones” por la educación, la docencia y los estudiantes; en general sus discursos se construyen desde la “falta”… de capacitación; de interés; de una currícula          zssadecuada (es decir, no alineada con lo que el mercado requiere en la construcción de capital humano), para no abundar.

Además de provenir de áreas privadas o son titulados o “masterizados” en universidades privadas y por lo general, se dedican a hacer negocios con la educación.

Claro que no es en todos los casos, también existen los que si vienen del ámbito de la educación pública pero venden su “fuerza de trabajo” a la ideología reformista de la desposesión.

Dicho lo anterior, motiva este artículo lo sucedido recientemente en un programa de televisión de preguntas y respuestas cuando una docente no pudo responder una pregunta que se suponía sencilla.

No se hicieron esperar los reformadores corporativos para caer con el peso de su “autoridad” sobre el problema de la formación docente, la meritocracia, el estatuto e infinidad de cuestiones que expresan en el contenido de sus enunciados el proceso incesante de desposesión por el que han puesto en crisis todo el sistema educativo público desde los inicios de la reforma, además de poner en contra de los docentes a una porción de la población que los escucha por la amplificación que algunos medios les ofrecen. Medios, en muchos casos, que son parte interesada en la desposesión de la educación pública.

Pero sigamos con lo acontecido; la participante del programa no recordó en qué continente se ubica Ucrania, una simple anécdota para este artículo, por lo que respecta al olvido, el nerviosismo y todos los factores que pueden atravesar a la participante en esa situación de exposición televisiva o incluso un error en su registro de información, en fin…

La curiosidad se revela en lo que desata en los reformadores en sus repeticiones de cadenas enunciativas peyorativas aunque, como siempre, con la esquizofrenia característica de un discurso pendular.

Veamos, no hay reformador que se precie de tal y sea un “militante” fan de la reforma que no diga, hasta el cansancio, que lo importante es “aprender a aprender” y que ya no son “importantes los saberes (contenidos) porque están en internet” y que “en caso de necesitarlos, allí están” y a partir de este… ¿razonamiento?, nos machacan con la “educación por competencias” impuesta doctrinariamente y sin debate.

Entonces, desde sus razonamientos reformistas, lo que sucedió con la participante del programa debería haber sido de una insignificancia tal que no provocase ninguna trascendencia.

Pero no, por el contrario y dentro de la lógica esquizofrénica de la reforma  (tan esquizofrénica que el avance reformista de la educación pública se decide desde ámbitos privados) los mercaderes educativos salieron con sus alquimias enunciativas a mostrar, burdamente, sus propios dislates conceptuales. Cabe la pregunta: ¿saberes o competencias? Pero esta discusión la daremos, en un gran Congreso Pedagógico, los educadores; sin la presencia empresarial corporativa reformista.

Consultado por el portal Infobae[1], Juan María Segura[2], dijo, tomando como referencia, lo que sucedió en el programa de preguntas y respuestas: “Resulta difícil escindir la calidad de los aprendizajes escolares de la preparación y pericia de sus docentes. Los alumnos son un poco espejo de sus maestros. Es cierto que otros elementos entran en juego, ya sean externos como el nivel socioeconómico o internos como la currícula, pero los alumnos son termómetros de sus docentes. Y en Argentina, a través del operativo Aprender, sabemos que nuestros alumnos aprenden poco y mal de casi todo (…) La formación docente no está logrando su cometido. No está preparando a los maestros para lograr su objetivo. Hay varias hipótesis: se falla en los contenidos, se equivoca el abordaje pedagógico, se obvia la evidencia científica o se malinterpreta la integración de las tecnologías”.

Me pregunto si esa mirada que lo lleva a reflexionar, al vicepresidente de la Asociación de Graduados de la University of Chicago en Argentina, desde el alucinatorio esquizofrénico reformista pueda comprender la situación real de los docentes, con sueldos por debajo de la línea de pobreza, “atacados” por funcionarios políticos de manera sistemática y capacitados por fundaciones y ong, por una parte. Y, por la otra, más de la mitad de los chicos/as sumergidos en la pobreza, como resultado de estas políticas, que se aferran a la escuela para tener un plato de comida.  Decir que “nuestros alumnos aprenden poco y mal casi todo” sería sólo una falacia, si no fuera perverso, en el contexto argentino.

Mientras que la pedagogía instrumental con la que hacen sus mediciones solo responde a la falsa doctrina que se sustenta en el mercado educativo valuado en tres trillones de dólares, como había dicho el billonario Sunny Varkey, cuya fundación cobra millones de dólares en convenios celebrados con el Ministerio de Educación de la Nación y los de las provincias por capacitación a directores de escuela.

La mirada de los new chicagos boys obvia la realidad objetiva y la experiencia sensible porque la doctrina impide ver la totalidad, que también incluye en el caso de la Ciudad de Buenos Aires, escuelas en que el hacinamiento es un dato de la realidad, que no habitan los reformadores, como lo señala este informe: “La situación es insostenible», afirma un referente del Distrito Escolar 6 que pide anonimato ante el hostigamiento que sufre por parte del Ministerio. Algunos ejemplos: el Jardín de Infantes Integral N° 8 «María Schiavoni de López», de Boedo al 600, tiene 30 alumnos por aula, cuando deberían ser 20. Lo mismo ocurre en la Escuela N° 11 «José Federico Moreno, de Humberto Primo al 3100; en el JII N° 2 «Federico Fröbel», de Av. Independencia al 3300; y en la Escuela Nº 1 «Esteban de Luca», de Alsina y Alberti.

En el postergado sur, Villa Soldati, Lugano, Mataderos y Villa Riachuelo encabezan el ranking de escuelas superpobladas. Los distritos más comprometidos son el 13, el 18, 19, 20 y 21. En muchas aulas hay entre seis y diez alumnos más de lo que habilita la norma.

Pero el caso emblemático de hacinamiento es la Escuela Nº 25 «Bandera Argentina», de Retiro, que funciona «provisoriamente» en un galpón desde hace más de un año. Las aulas, de durlock y 35 m2, tienen hasta 31 alumnos. «El gobierno especula con que nuestra población tiene altos índices de ausentismo», dice Paulina Vera, profesora de Educación Plástica. Hay 550 inscriptos, «y el día que vienen todos los chicos, no se puede caminar». Sin ventilación ni luz natural, los pibes comen, hacen el recreo (todos juntos, los de inicial y los de 7° grado) y tienen educación física en el mismo espacio. Las ventanas están a doble altura y no se abren, y las que sí dan al edificio de la Policía de la Ciudad, con un constante ruido de automóviles y sirenas. Las sillas no alcanzan para que todos se sienten a almorzar[3].

En una entrevista realizada por un diario de Salta[4], el mismo consultor, asesor, innovador educativo decía que “los chicos aprenden mal…”, lo mismo que aparece en la nota actual, pero también decía algo más interesante sobre nuestra historia: “… El estado ha tenido que colonizar territorios que hace 100 0 150 años estaban despoblados y ha tenido que crear ciudadanos para que lo protejan de ataques externos. Hoy ya no hace falta eso porque no tenés problemas limítrofes en el mundo…

¿Será que los consultores, asesores, innovadores aprenden mal?

Porque llamó “colonización” al exterminio, al genocidio indígena; además agrega “territorios despoblados”, su información es muy precaria porque no da cuenta de los pueblos preexistentes.

Incluso sobre el final agrega: “… no tenés problemas limítrofes en el mundo…”, sería muy conmocionante decirle que acá nomás hay un diferendo entre Bolivia y Chile; para no hablar de la Franja de Gaza.

No vale la pena continuar con los otros consultados por Infobae por que más o menos dicen lo mismo.

Pero podríamos dar un ejemplo más para ver “errores”, “olvidos”, incluso,  “desconocimientos”.  El mismo portal, durante la Feria del libro, cubrió a varios de los disertantes del estand de TICMAS (aunque de esto ya escribí en mi artículo anterior[5], quiero rescatar, para lo que nos ocupa en éste, alguna cuestión puntual de deslizamiento de “errores conceptuales” en los reformadores, como vimos que sucedió con el propio consultor, asesor, innovador, vicepresidente de la Asociación de Graduados de la University of Chicago en Argentina). En este caso se trata de Judit Scheneider[6] “… responsable de Formación Docente del Instituto Nacional de Educación Técnica (INET), que disertó sobre los ‘Saberes digitales en la escuela del futuro’”, de acuerdo con lo que dice el portal[7], en cuya nota podemos leer que la responsable de Formación docente del INET dijo: «Ya no estamos más en el mundo de las TICs», siguió Schneider. «Las TICs han terminado: estamos en el momento de las TACs, las tecnologías del aprendizaje y la comunicación. Esto tiene que ver con que el sujeto ya no está centrado en las formas de enseñar sino en las formas de aprender».

Pero parece que hay algunos “errores conceptuales” en los enunciados de la responsable Formación Docente del INET, porque la aparición de las TAC’s no hacen desaparecer a las TIC´S puesto que para que existan las primeras, necesariamente deben existir las segundas.

Las TIC´s son las Tecnologías de la Información y la Comunicación y la TAC´s son las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento, éstas son las que se nutren de las anteriores para poder para “conocer sus usos didácticos”.

Y más allá de esta suerte de triunfalismo tecnológico, incluso parece haber ciertas confusiones, en este caso en la expositora de marras.

Las TAC tratan de orientar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) hacia unos usos más formativos, tanto para el estudiante como para el profesor, con el objetivo de aprender más y mejor. Se trata de incidir especialmente en la metodología, en los usos de la tecnología y no únicamente en asegurar el dominio de una serie de herramientas informáticas. Se trata en definitiva de conocer y de explorar los posibles usos didácticos que las TIC tienen para el aprendizaje y la docencia. Es decir, las TAC van más allá de aprender meramente a usar las TIC y apuestan por explorar estas herramientas tecnológicas al servicio del aprendizaje y de la adquisición de conocimiento[1].

Como vemos existen “errores” en la forma de presentar lo que quiso exponer la responsable de la formación docente del INET, al igual que en las “percepciones” y/o “informaciones” del vicepresidente de la Asociación de Graduados de la University of Chicago en Argentina.

Como sea, estos “desaciertos” gozan de mayor gravedad intelectual porque  generan sentido en el espacio del discurso público, intentan ser enunciados performativos, aunque, confrontados con la realidad, el propio movimiento pendular esquizofrénico de la reforma revela la vacuidad de sus argumentos.

* Profesor y Licenciado en Letras (egresado FFyL-UBA). Docente durante 30 años en la Escuela de Comercio 3 Hipólito Vieytes (CABA) de la que se retiró como Rector en 2015. Autor del Ensayo “La novela educativa o el relato de la alienación” (2005) con prólogo de Osvaldo Bayer y de numerosos artículos. Publicado recientemente, “La educación en la era corporativa (la trama de la desposesión)” un esfuerzo conjunto de Ediciones Herramienta y el Portal Contrahegemonía Web. Además es productor periodístico y columnista del programa radial “La Deuda Eterna”.

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¿Innovar o transformar?

Por: Jaume Carbonell

La innovación es un concepto polisémico que se presta a múltiples lecturas en función de quién lo utiliza, en qué contexto tiene lugar y a qué finalidades responde. Toda transformación educativa y social de signo emancipador incluye un componente innovador pero no todo proceso innovador supone una transformación. En cierto modo, se asemeja a la distinción tan lúcida como diáfana que señaló en su día Rosa Luxemburgo entre reforma y revolución, aplicado en este caso al ámbito educativo.

Porque la innovación se asocia, con frecuencia, a desarrollo o adaptación del sistema capitalista; a novedad o producto de temporada; a modernidad y actualización educativa; a cambios cosméticos o a simples mejoras parciales. Se pone el énfasis en los aspectos metodológicos -cómo lo hacemos- y se olvida o se relativiza el sentido de la educación -por qué lo hacemos-. Cabe recordar que esta noción de innovación está asociada a las tesis de autores como J.A.Schumpater de hace ya casi un siglo, para quien la innovación es un aspecto clave en el desarrollo de la economía capitalista, la cual no puede permanecer estática sino que ha de estar cambiando constantemente des de dentro por un nuevo espíritu de empresa. Un relato que fue tomando cuerpo y perfeccionándose a medida que se ha ido asentando el neoliberalismo y el capitalismo cognitivo estrechamente ligado al desarrollo empresarial, con sus pertinentes penetraciones en la cultura, el currículo prescriptivo y oculto, el liderazgo y la gestión y organización de los centros escolares.

Para algunas personas, no obstante, el concepto de innovación no se idéntica en absoluto con este discurso de reproducción adaptada y perfeccionada del poder establecido -cada vez más financiero que económico y político-. No obstante, hay quien para evitar las confusiones prefiere hablar de renovación pedagógica. Razones no faltan, aunque habrá que ver como mudan las palabras en el futuro. En cualquier caso, una cosa está clara: los procesos de transformación educativa están interpelados por la radicalidad del cambio cultural, social y político, así como por los procesos de cooperación que empoderan democráticamente a todos los agentes educativos que intervienen en la socialización de la infancia y la juventud.

¿Cuáles son las señas de la innovación o de la renovación educativa de carácter transformador? A groso modo, y de manera telegráfica, podrían mencionarse estas tres. La primera tiene que ver con el tipo de conocimiento que se construye: con la curiosidad y el deseo que genera, más allá de una actividad o evaluación puntual, con proyección a lo largo y ancho de la vida; con su grado de relevancia, vinculación con la experiencia personal, el entorno y las diversas inteligencias y lenguajes; con su carácter emancipatorio y liberador que aspira a un porvenir más democrático y esperanzador; con la capacidad de generar pensamiento reflexivo y profundo para comprender críticamente una realidad incierta, cambiante y compleja; con una presencia enérgica del pensamiento crítico en todas las materias del currículo; con miradas largas, sensibles y críticas con la realidad para interpretarla, cuestionarla y transformarla, al tiempo que se van modificando las relaciones del sujeto con el entorno. Un conocimiento que requiere documentación e investigación, contraste de pareceres, escucha activa, sólidas argumentaciones y muchas preguntas. Porque a menudo estas son más importantes que las respuestas. Y, un conocimiento, por último que rompa con la rigidez de los códigos disciplinarios y con la fragmentación curricular, y que apueste decididamente por las distintas versiones de la globalización e integración de todo tipo de conocimientos, por el diálogo entre los diversos saberes y lenguajes.

La segunda seña de identidad se nutre del empoderamiento democrático de los diversos actores educativos -alumnado, profesorado y familias- respecto a la toma de decisiones en torno al currículo -qué se enseña, cómo se enseña y con qué criterios se evalúa-; la organización de los tiempos y espacios; y los mecanismos de gestión y control. Se trata de democratizar la democracia escolar actual dotando de más contenido y poder los actuales órganos de representación y participación. Nos referimos al poder de la asamblea del aula siguiendo, por ejemplo, la estela de Freinet; al poder del trabajo cooperativo o colaborativo que, rompiendo con el aislamiento docente encerrado en un lugar llamado aula, se extiende y comparte en todo el centro y se proyecta al territorio, aprovechando su capital cultural y social, tejiendo complicidades y compromisos con el conjunto de actores individuales y colectivos; o al poder de la palabra que se visualiza en una conversación permanente tratando de recuperar el significado originario y real de conceptos y vocablos hoy día tan devaluados por las medias verdades y las mentiras: lo que hoy se conoce como fake news. El dilema a dilucidar es quién y desde dónde se construye la hegemonía cultural.

Y la tercera seña de identidad alude a los valores, fines y derechos que se defienden. ¿Hasta qué punto reproducen los valores de la cultura dominante y los mecanismos de explotación o desigualdad de forma más o menos llamativa y con distinto grado de intensidad o, por el contrario, se plantean otros valores alternativos más humanizados y un modelo de sociedad basada en la solidaridad y en una justa redistribución de la riqueza? O dicho en palabras de Freire: ¿Se trata de reproducir la cultura bancaria o de avanzar hacia un proceso emancipador presidido por la justicia social y la más amplia libertad? En este sentido conviene señalar el carácter político de la educación como forma de resistencia ante todo aquello que conduce a la barbarie, a la ignorancia, a la desigualdad y a cualquier discriminación, sea por motivos de raza, género o de otro tipo, así como a las distintas manifestaciones de la violencia: física, psicológica e institucional.

La educación se encuentra ante una nueva encrucijada donde convergen dos amenazas complementarias: la de los nuevos fascismos que miran hacia el pasado, que dibujan un paisaje uniforme en blanco y negro, que alientan el discurso del odio, que ponen severas trabas a inmigrantes y refugiados y que cuestionan diversas conquistas éticas y sociales. Y la del neoliberalismo que dibuja un paisaje de futuro marcado por la omnipresencia del espacio privado en detrimento de lo público; de la dictadura del mercado que no hace más que aumentar la precariedad, dejando a la intemperie un amplio sector de la sociedad; y la hegemonía de la competitividad en prejuicio de la solidaridad.
La emancipación individual y la transformación social, por el contrario, significan inclusión, equidad, derechos humanos y sociales, cuidado colectivo, bien común, sueño y esperanza para construir un mundo, en palabras de Rosa Luxemburgo, donde las personas seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.

Imagen y fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2019/05/22/innovar-o-transformar/

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¿Cómo abordamos el acoso y el maltrato entre iguales?

Por: Pedro Uruñuela

Sólo si se toma conciencia de la necesidad de priorizar el trabajo y desarrollo de la convivencia es posible abordar con éxito la prevención y la erradicación del acoso.

El pasado día dos de mayo se celebró el “Día contra el acoso escolar”; la prensa escrita y demás medios de comunicación se hicieron eco de ello, publicando noticias, comentarios y análisis sobre este fenómeno.

Conscientemente, he querido dejar pasar unos días antes de volver sobre este tema, abrumado por la cantidad de informaciones incompletas y análisis poco fundamentados que han aparecido sobre el maltrato entre iguales.

Llama la atención, en primer lugar, la proliferación de estudios y ofertas de tratamiento del acoso que aparecen y se hacen llegar a los centros educativos. Algunos, presentados por organizaciones de larga tradición en este campo, están bien fundamentados; otros, por el contrario, son ofrecidos por organizaciones sin experiencia previa ni trabajo en el ámbito educativo, aprovechando la preocupación social existente ante este tema. De la misma forma, aparecen datos contradictorios, con porcentajes de incidencia alarmantes y exagerados, frente a estudios más consistentes que presentan abiertamente las bases de su estudio y de la recogida de datos.

Si se consultan las propuestas y planteamientos de muchos de estos estudios, se echa en falta una definición precisa de lo que es el acoso, delimitando bien su alcance respecto de otros problemas de convivencia. Desequilibrio de poder, intencionalidad y duración en el tiempo son las tres características necesarias para poder hablar de acoso. No puede considerarse que “un empujón” es ya acoso, o que un acto de violencia puntual por parte de niños en la etapa de infantil ya debe considerarse maltrato. Evidentemente, hay que tratar estas situaciones, pero no pueden ni deben confundirse con el acoso y, si queremos erradicarlo, debemos tener muy claro a qué nos estamos refiriendo al hablar de maltrato entre iguales.

En segundo lugar, deben ponerse en marcha procedimientos de recogida de información sobre el acoso que sean aceptados por todas las personas, concretando la forma de realización y los mínimos criterios de calidad que deben tener. Un teléfono de denuncia de las situaciones de acoso puede ser un estímulo para investigar lo que está sucediendo y un indicativo de la preocupación existente, pero nunca puede ser la fuente de datos sobre la incidencia del acoso. Hay que ser más serios y rigurosos, y establecer procedimientos contrastados para conocer su incidencia. La Administración educativa no puede mirar hacia otro lado en este punto.

De hecho, pienso que ha habido una dejación por parte de la Administración que, desde el año 2009 paralizó el Observatorio Estatal de la Convivencia y renunció a los estudios sistemáticos longitudinales sobre la incidencia del acoso en los distintos niveles educativos. Es imprescindible que recupere la iniciativa y el liderazgo en este campo, coordinando las diversas iniciativas y marcando los objetivos y principales líneas de intervención.

Con todo, lo más preocupante en el tratamiento del acoso, en mi opinión, sigue siendo el enfoque parcial que se hace de él. Revisando los artículos y noticias que han aparecido con motivo del “Día contra el acoso”, hay quienes se centran en quienes sufren la agresión y en las consecuencias de esta; otros ponen el acento en quienes la cometen pidiendo mayores sanciones y más mano dura con ellos, pero pocos lo hacen en quienes contemplan como espectadores/as lo que está sucediendo. Se echa en falta un análisis más sistemático de lo que es el acoso, subrayando ante todo su carácter grupal.

En efecto, el acoso es un problema grupal y pone de manifiesto una “patología” en la relación dentro del grupo. El acoso se sustenta en una relación basada en el dominio-sumisión, en la que aquella parte que tiene más poder y fuerza se impone sobre la parte que no tiene recursos, que está en situación de inferioridad y que no sabe cómo defenderse. Y esta situación suele ser conocida por otros compañeros y compañeras que la viven desde una cierta indiferencia, con miedo a ser considerados chivatos si lo denuncian o a convertirse en víctimas por parte de quienes están llevando a cabo estos actos.

Priorizar y señalar el carácter grupal del acoso implica analizar el lugar que ocupa el trabajo de la convivencia en un determinado centro. ¿Es realmente algo principal y fundamental o, por el contrario, apenas se le dedica tiempo a su desarrollo, más preocupados por el tratamiento de los contenidos estrictamente académicos y curriculares? Sólo si se toma conciencia de la necesidad de priorizar el trabajo y desarrollo de la convivencia es posible abordar con éxito la prevención y la erradicación del acoso.

A la vez, en las situaciones de acoso se pone también de manifiesto la no aceptación de la persona que es considerada diferente, a quien se le hace la vida imposible precisamente por ser distinto. Y se puede ser diferente de muchas maneras, desde el color de la piel a los hábitos de estudio, pasando por la pertenencia a otra cultura o etnia distinta. Aceptar la diferencia y a las personas diversas es uno de los ejes fundamentales del trabajo de la convivencia, puesto claramente de manifiesto por las situaciones de acoso.

Se ha insistido estos días mucho en la necesidad de protocolos de actuación, en su ejecución inmediata, etc. Pero se ha echado de menos poner el énfasis en la prevención, en adelantarse a las situaciones de maltrato, en un enfoque proactivo que trate de evitar la aparición de estas situaciones de maltrato. En las acciones contra el acoso entre iguales el 90-95% del tiempo debe dedicarse a la prevención, a trabajar las capacidades y valores que favorecen la convivencia en positivo. No hay que olvidar que los protocolos son útiles cuando ya ha aparecido el problema, que llegan tarde, que el esfuerzo principal debe centrarse en la prevención y la capacitación para la convivencia.

Como he señalado, esto sólo es posible si el trabajo de la convivencia ocupa el lugar que le corresponde en la acción educativa, si se acepta que, junto a los aprendizajes más académicos, convivir es también uno de los aprendizajes básicos y fundamentales que deben llevar a cabo todos los alumnos y alumnas. Es necesario tener en cuenta que la convivencia es bastante más que la disciplina, que no puede reducirse a su valor instrumental de servir para poder dar las clases, que se trata de un aprendizaje imprescindible no sólo para generar un buen clima en el centro, sino también para contribuir a la calidad de la vida futura de nuestro alumnado y de toda la sociedad.

De la lectura de lo publicado estos días se deduce también una impresión: el acoso es un problema de los centros educativos, y es en ellos donde debemos centrarnos. Creo que, con este planteamiento, se olvida que los centros son el reflejo de la sociedad en la que vivimos, que la violencia presente entre los iguales tiene mucha relación con la que viven el alumnado fuera del centro. No puede responsabilizarse sólo a los centros educativos de la violencia entre iguales que pueda darse en su interior.

Desde colegios e institutos se quiere educar en el buen trato, en el respeto de los diferentes, en el diálogo y la escucha de la otra persona, en el rechazo de todo tipo de violencia, en el cuidado de todas las personas y especialmente de quienes más lo necesitan… Sin embargo, nuestros alumnos y alumnas ven continuamente ejemplos contrarios a lo que buscamos, situaciones de violencia, descalificaciones continuas de quien piensa de otra manera, competitividad, querer vencer a toda costa y por los medios que sea, y otras muchas situaciones de la vida cotidiana. Tras la contemplación, aunque haya sido esporádica, de la campaña electoral recientemente celebrada, ¿qué conclusiones, qué modelo de relación han podido aprender y asimilar nuestros alumnos y alumnas? ¿No hemos visto ejemplos clarísimos de acoso y maltrato, por encima del respeto y de la aceptación de las diferencias?

Vivimos en una sociedad violenta, basada en valores de competitividad, exclusión, lucha por ser los primeros, por ser los mejores y, en el mundo educativo, todo ello asegurado por las leyes educativas vigentes, la LOMCE y su desarrollo. Pongamos la convivencia positiva y sus valores en el centro de la acción educativa, denunciemos y rechacemos toda forma de violencia y trabajemos por la capacitación de nuestro alumnado y del profesorado para hacer posible una convivencia positiva. Y, también, exijamos esto mismo a las nuevas autoridades que se van a hacer cargo de la educación en el nuevo gobierno.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2019/05/21/como-abordamos-el-acoso-y-el-maltrato-entre-iguales/

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El bolígrafo escribe a mi escuela para alertar del uso del plástico

Por: Carmelo Marcén

En EEUU se tiran cada año 1.600 millones de bolígrafos. China fabrica 38.000 millones en ese tiempo. La mayor parte están hechos de plástico. Tal vez es hora de hablar de sus usos.

En tiempos ya le dedicamos aquí un artículo, preocupados por el escaso reconocimiento universal que disfrutaba a pesar del papel que ha desempeñado en la educación. Pero debo confesar que hacía tiempo que no mantenía comunicación con él, ocupado en entender asuntos más grandes como el cambio climático, la pérdida de la diversidad o el consumismo que está acabando con el planeta.

Me vino otra vez al encuentro porque en casa me preguntaron a qué contenedor debía llevarse un bolígrafo de plástico una vez utilizado. De entrada dije que al amarillo, pues la mayoría llevan partes plásticas y metálicas. En mi familia nos picó la curiosidad y contamos los bolígrafos que teníamos. La sorpresa fue mayúscula: ¡Eran 68!, ahora que casi todo lo escribimos en el ordenador y lo guardamos en archivos o nos lo imprime la impresora. Los había de todos colores y modelos: más o menos anatómicos, con muelle o sin él, silenciosos o con clic anunciador de estar dispuestos al uso, y recargables o no. Entre estos, unos portaban una carga estilizada y otros la tenían con sección circular mayor.

Admiro a los bolígrafos desde que me hicieron más fácil la escritura; los de más edad aprendimos con ellos a anotar cosas con algo que no fuera un lápiz y a dejar constancia de nuestros sentimientos y proyectos. Por mi reconocimiento hacia ellos, supe que fue el húngaro László Bíró quien los imaginó al observar el viaje de una piedra por un charco y patentó en 1938 un artilugio que iba a revolucionar la escritura y, por extensión, la cultura universal. La persecución nazi lo hizo huir desde su país a Argentina. Desde allí “los lapicitos a tinta Birome”, así se llamaban, llegaron a EE.UU., donde, como casi siempre, se hicieron con las patentes más prometedoras.

Para quienes hace muchos años que abandonamos la escuela, no se nos olvida el impulso de las marcas americanas como Reynolds y Parker –la aristocracia de la escritura– y sobre todo la francesa Bic. Hay que contar que el señor Marcel Bich vio hacia 1950-1961 en la punta esférica de Byrone una manera de poner en la mano de todo el mundo un bolígrafo que le permitiese la escritura ágil y por eso compró la patente para Europa. De todo ello quedó constancia en aquel cantarín anuncio que los chicos y chicas de hoy deben escuchar. Tanto éxito ha tenido el Bic que figura en un lugar importante del MOMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York) y en el Centro Pompidou de París (Museo Nacional de Arte Moderno).

Indaguen con el alumnado cómo ven el bolígrafo: pídanle que escriba una frase sobre él o que le dedique calificativos. Anoten lo uno y lo otro en la pizarra y jueguen con estas ideas; es posible que así se valore la importancia de las cosas pequeñas. De paso, les pueden informar que hoy casi todos están fabricados con poliestireno, aunque la bolita deslizante suele ser de acero y el capuchón de propileno. Hagan un cuenteo de los bolígrafos que portan chicos y chicas en sus estuches. Anoten el número total, a cuantos salen por persona, separen los que sean o no recargables, miren si alguno de ellos está fabricado con un material diferente al plástico. Cuenten al alumnado la carta que ha escrito a mi clase para relatarnos sus pesadumbres, que el tiempo y las nuevas modas no hacen sino aumentarlas. Se lamenta de que, a pesar de seguir prestando sus servicios con humildad y sin excesivo costo, se ha visto arrinconado por los ordenadores y tabletas. Me dice que da igual que sus diseños sean elegantes y modernos, su figura más o menos anatómica, con o sin tecnología punta, etc. Muchas veces ni se usa; cuando sí se hace, si la carga de tinta no fluye como debiera o se termina, todo él acaba en la basura. Tiene razón, la acelerada “sociedad del ahora mismo” en la que estamos inmersos desdeña lo todavía útil, aunque sustituirlo por algo igual o similar suponga un aumento considerable de materia y energía, además de provocar efectos contaminantes como la acumulación de tóxicos en el medioambiente.

Pero el mensaje más contundente que quería hacerme llegar el bolígrafo era su adhesión a una campaña para reducir el mundo plástico. En ella se propone que no se fabriquen bolígrafos de un solo uso y que se elaboren con plástico 100% reciclable, además nos invitaba a instalar contenedores para su recuperación en todos los centros educativos, asociaciones de barrios, papelerías, ayuntamientos, etc. Nos informaba de que cada año se desechan unos 1.600 millones de ellos en Estados Unidos de América –lo asegura la EPA, que es la Agencia de Protección Ambiental–, que en China se fabrican unos 38.000 millones.

En la misma carta, nos anima a pasarnos por una papelería o por la sección de material escolar de la gran superficie comercial, para fotografíar su plastificado estuchado y proyectar en clase las imágenes, para ver si nos dicen algo. Así podremos saber si predominan los de un solo uso y ver si portan o no instrucciones de reciclado o recarga; también nos decía que nos fijemos si en esos comercios venden cargas para renovar una y otra vez su uso. Al final, con letras grandes, nos informaba de que no deben arrojarse al contenedor amarillo, que ha conocido una empresa, Terracycle, que los recoge y trata sus materiales; en su web informan de sus puntos de recogida, que en ocasiones están en colegios o ayuntamientos, y de la forma de hacérselos llegar si no se pueden llevar a esos lugares.

Finalizaba la carta con un consejo que debería hacerse universal y recordarse siempre: ¡Fuera ya de la escuela los bolígrafos de un solo uso!

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/05/17/el-boligrafo-escribe-a-mi-escuela-para-alertar-del-uso-del-plastico/

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