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La necesaria solidaridad intergeneracional

Por: Luis Armando González

En algunos ambientes de El Salvador –y quizás esto sucede en otras naciones— ha cobrado presencia una retórica que contrapone, en polos opuestos y en una batalla recíproca, a quienes tienen 60 años (o más) con quienes tienen una edad menor que esa. Arriba he puesto “jóvenes” entre comillas, pues esta expresión, como tantas otras, ha ampliado su alcance y significado, con lo cual, obviamente, ha perdido su capacidad para orientar el análisis y la comprensión de la realidad social.

Así, hay quienes, rondando los 40 años, no dudan en considerarse “jóvenes” y exigir los derechos y el trato correspondientes a esa condición. En El Salvador, esta “juvenilización” de la cultura y de las prácticas sociales comenzó a abrirse camino, en los años noventa del siglo XX, en los medios de comunicación y la publicidad comercial, y en el presente lo impregna todo (costumbres, prácticas y estilos empresariales e institucionales, y lenguaje). Pero no todas las personas pueden ser “jóvenes”, pues se trata de una noción relacional, es decir, se es joven respecto de quien no lo es.

En relación con los jóvenes están, por un lado, los niños, es decir, los preadolescentes; por otro, las personas adultas que, hasta hace relativamente poco tiempo (los años ochenta del siglo XX), eran las que tenían la mayoría de edad, es decir, 21 años. Después, esta mayoría se redujo a 18, pero, justo cuando eso sucedía, la juvenilización alzaba vuelo. Lo “adulto” comenzó a desplazarse hacia unos tramos de edad (30-35 años) que colindaban con los llamados “adultos mayores”, que en otros tiempos se calificaban como viejos y/o ancianos.

En la actualidad, una vez que se impuso la juvenilización cultural, sobran los que con cuarenta años e incluso un poco más se consideran, y son considerados, jóvenes, quedando ante ellos (hacia arriba en la pirámide de edades) quienes tienen o casi llegan a los cincuenta años y quienes siguen a estos (los adultos mayores). La edad de jubilación (55 años para las mujeres y 60 años para los hombres) se ha abierto paso como un criterio para demarcar a un grupo de otro.

Una cierta retórica ha convertido esa demarcación en un “conflicto generacional” (la “nueva generación” versus la “vieja generación”) en el cual la vieja generación –quienes deben jubilarse y no lo hacen, y quienes ya jubilados siguen trabajando) arrebata recursos y oportunidades a la nueva generación. En esa retórica no se habla y cuestiona la estructura laboral, que impide que haya empleos para jóvenes y adultos, ni el sistema de pensiones que no asegura un retiro digno de quienes han entregado lo mejor de sus energías y capacidades a empresas o instituciones. Al contrario, se les acusa de ser unos egoístas que impiden el bienestar de los más jóvenes.

Una autoridad pública –no interesa aquí su identidad, sino su argumento— insinuó en algún momento que las personas jubiladas que trabajan cierran la posibilidad de crear nuevos empleos. Obviamente que no, pues si a una persona jubilada se le despide y se contrata en su lugar a una más joven no se crea un nuevo empleo:  se tiene el mismo empleo, con una persona distinta. Para decirlo con peras y manzanas: si hay 10 puestos de trabajo y se reemplaza a quienes los ocupan, sigue habiendo 10 puestos de trabajo. Si se contrata a 5 personas en lugar de 10, se pierden 5 puestos de trabajo. Y si, además de los 10 que existen, se crean 5 puestos de trabajo, sólo estos 5 son nuevos (no 15).  Aritmética simple, que de ser simple se olvida.

Pero el problema no son las cuentas que hacen (o no se hacen bien), sino la visión de las relaciones sociales que se promueve cuando se habla (e insiste) en el “conflicto generacional”, conflicto en el cual los “agresores” son los adultos y los adultos mayores que quieren seguir “acaparando” ingresos y empleos en detrimento de los “jóvenes”.  Quienes se creen esto no dudan en despreciar a las personas mayores, considerando indignos e inmerecidos –como privilegios injustos— sus ingresos y empleos. Asumen que, por adultas, son incapaces.

Asimismo, borran de un tirón las trayectorias de vida –de trabajo tesonero y de compromisos cumplidos consigo mismos, con sus familias y con la sociedad— para centrarse en lo que consideran que las personas viejas –eufemísticamente llamadas adultos mayores— les arrebatan.

No se les cruza por la cabeza que su problema no son las personas mayores; que estas no les están arrebatando nada; que lo que puedan estar recibiendo (que suele ser poco) lo tienen bien merecido; y que incluso merecen más atención, cuido y bienestar. Su problema –si reflexionaran lo sabrían— es la estructura de dominación social, económica, política y cultural vigente en el país. Su problema –otro— es creerse la retórica de un conflicto inevitable entre la generación joven y la generación vieja, ya que ese conflicto es un invento que, cual profecía autocumplida, está dando lugar a actitudes, entre jóvenes reales o presuntos, no sólo de desprecio y recelo hacia sus mayores, sino de un no reconocimiento de lo que esos mayores han hecho para que El Salvador no sea peor de lo que es. La retórica del “todo lo que hicieron los que ahora son mayores no sirve” es perversa e ingrata. Dejarse atrapar por ella es el mejor camino para torpedear la necesaria solidaridad intergeneracional que tan buenos frutos ha dado en la historia reciente de nuestra patria.

No puedo evitar cerrar estas líneas con uno de los cantos más hermosos –“Llegar a viejo”— de Joan Manuel Serrat:

“Si se llevasen el miedo
Y nos dejasen lo bailado
Para enfrentar el presente
Si se llegase entrenado
Y con ánimos suficientes

Y después de darlo todo
En justa correspondencia
Todo estuviese pagado
Y el carné de jubilado
Abriese todas las puertas

Quizá, llegar a viejo
Sería más llevadero
Más confortable
Más duradero

Si el ayer no se olvidase tan aprisa
Si tuviesen más cuidado en dónde pisan

Si se viviese entre amigos
Que, al menos, de vez en cuando
Pasasen una pelota
Si el cansancio y la derrota
No supiesen tan amargo

Si fuesen poniendo luces
En el camino, a medida
Que el corazón se acobarda
Y los ángeles de la guarda
Diesen señales de vida

Quizá, llegar a viejo
Sería más razonable
Más apacible
Más transitable

Ay, si la veteranía fuese un grado
Si no se llegase huérfano a ese trago

Si tuviese más ventajas
Y menos inconvenientes
Si el alma se apasionase
El cuerpo se alborotase
Y las piernas respondiesen

Y del pedazo de cielo
Reservado, para cuando
Toca entregar el equipo
Repartiesen anticipos
A los más necesitados

Quizá, llegar a viejo
Sería todo un progreso
Un buen remate
Un final con beso

En lugar de arrinconarlos en la historia
Convertidos en fantasmas con memoria

Si no estuviese tan oscuro
A la vuelta de la esquina
O simplemente, si todos
Entendiésemos que todos
Llevamos un viejo encima”

San Salvador, 25 de enero de 2023

Fotografía: Luis Armando González

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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Otros horizontes

Por: Ilka Oliva-Corado

Escucha a lo lejos la alarma del reloj despertador, voltea a ver, son las tres y treinta de la madrugada, se levanta adormitado y camina hacia el baño, desde la noche anterior dejó la cubeta llena con agua para no tener que ir a esa hora a sacarla al tonel que está en el patio. En un costal tiene cuatro mudas de ropa, saca una que planchó la noche anterior y se alista para esperar al repartidor de pan que no tarda en llegar.

En una de las dos hornillas de la estufa de mesa pone a calentar los frijoles, en la otra calienta las tortillas, del refrigerador saca una bolsa con crema y queso fresco del que pasó dejando el vendedor que llega desde Taxisco cada semana, se sirve una taza de café y del canasto del pan saca dos zepelines. Se sirve los frijoles, coloca las tortillas en una manta y comienza a desayunar, son las cuatro de la mañana, en una hora tiene que abrir la abarrotería, pero antes a Ovidio le toca limpiar y organizar el mostrador como todos los días antes de abrir.

Después de limpiar el mostrador, barrer el local y sacudir el polvo de las estanterías coloca en bolsas el pan frío del día anterior para venderlo a mitad de precio.  Cuando le dijeron de irse a la capital a atender una abarrotería se ilusionó con estudiar en la escuela nocturna, porque ese fue el trato con el dueño, un hombre originario del mismo pueblo que se fue a Estados Unidos de indocumentado y regresó veinte años después con papeles y con dinero para poner un negocio y regresarse al Norte. Llegó a la aldea diciendo que era un migrante empresario.

En su natal, Nahuatán, Pajapita, San Marcos, Guatemala, Ovidio no tenía más futuro que agarrar para Estados Unidos como han hecho docenas de jóvenes de su aldea, cosa que él también quería hacer, pero su mamá le dijo que si se iba lo más probable sería que no se volvieran a ver, como les ha sucedido a tantos que mueren en el camino, en Estados Unidos o mueren los papás en la larga espera del retorno.  Le suplicó que no se fuera tan lejos, que le había dolido tanto en el parto como para que se fuera y no lo volviera a ver.

Apalabraron con su empleador que le daría dos bonos anuales, diez días de vacaciones al año y las fiestas de fin de año podía ir a visitar a su familia, que podía finalizar sus estudios en la escuela nocturna y podía vivir en el mismo local que tenía una habitación atrás muy cómoda, pero nada de eso fue cierto. Ovidio lleva siete años trabajando en la abarrotería en la capital, duerme a pocos pasos de los tambos de gas propano en un colchón tirado sobre el piso, maloliente, que ya estaba ahí cuando llegó.  Se levanta en la madrugada, cierra la abarrotería a las diez de la noche y se va a dormir a la media noche, no puede hacerlo antes, tiene que hacer las cuentas del día, ordenar producto y organizar las estanterías.

El dueño de la abarrotería abrió tres locales más y contrató jóvenes de la misma aldea para que los atiendan, le han dicho sus amigos de la aldea que el tal migrante empresario los está explotando. Su mamá le dice que no renuncie, que ahí tiene techo y comida y que cambiar de trabajo le implicaría gastos. Que aguante, que está joven, que ya vendrá la oportunidad de algo mejor. Ovidio entre los sustos de los tambos de gas propano que almacena para la venta, también ha sufrido infinidad de asaltos, los barrotes no lo protegen de una bala o de las amenazas de cuando salga al mercado a comprar frutas y verduras para la abarrotería lo venadeen para matarlo sino entrega el dinero.

Se enteró que en la misma situación se encuentran varias jóvenes que trabajan en las tortillerías del sector, ellas mismas le han contado que en las abarroterías de los alrededores también hay jóvenes indígenas atendiéndolas, que los llevaron desde sus pueblos y que apenas hablan el español. Como él que llegó hablando mam y el español lo habla a medias a pesar de los años que lleva viviendo en la capital. Y que de asaltos ni se diga, que hasta notas han ido a dejarles donde los asaltantes les piden una cuota semanal para no matarlas. Los dueños de las tortillerías se hacen los desentendidos, a pesar de que en las noches les han ido a manchar las paredes con sangre como advertencia.

Carmen, una de las muchachas que atiende en la tortillería no quiere arriesgarse más y perder la vida en un asalto, ni estar dejando los pulmones torteando para llenarle las bolsas a otros, lleva meses diciéndole que se vayan a Estados Unidos, que un primo suyo los recibe allá, se van a ir cinco de sus compañeras de trabajo y se van a unir a una de esas caravanas de migrantes hondureños que atraviesan Guatemala.

Finalmente, Ovidio se decide, una madrugada cualquiera se levantó como de costumbre, recibió el pan. No abrió la abarrotería, salió por la puerta de atrás, agarró el dinero de la semana y llamó al dueño para avisarle de su renuncia, también le dijo que la copia de la llave se la dejaba con las muchachas de la tortillería de la esquina, que no se preocupara que no se robó nada.

En el camino hacia México los dos pasaron por San Marcos, pero Ovidio no quiso ir a visitar a sus papás, porque su mamá lo iba a convencer otra vez de no irse, entonces se fue solo así, como se van los más golpeados de las clases sociales: como aves en bandadas buscando otros horizontes.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com

Blog: Crónicas de una Inquilina

Fuente de la información: https://ilkaeditorial.com

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Los motivos de la infamia

Por: Carolina Vásquez Araya

Dina Boluarte no es más que una marioneta de quienes han usurpado el poder.

Impresionan la crueldad, la estulticia y el cinismo de Dina Boluarte, la mujer que, respaldada por la clase económicamente dominante del Perú, ha abierto la compuerta de la violencia extrema en contra del pueblo peruano. Ya son más de cincuenta los manifestantes asesinados a sangre fría por las fuerzas armadas, cuyos elementos pertenecen a la misma clase marginada y empobrecida que reprimen. Los discursos de Boluarte, cargados de odio y mentiras, representan la debilidad común a las oligarquías latinoamericanas, cuya respuesta a las demandas de justicia y equidad son siempre las balas.

En Perú se repite el esquema del doble rasero impuesto por Estados Unidos a todo nuestro continente: sus discursos por la democracia y la libertad naufragan en cuanto el fiel de la balanza se inclina hacia la elección de gobiernos progresistas, cuyas propuestas se alejen de los intereses del imperio y sus multinacionales. El destino de los países del tercer mundo está condicionado por ese parámetro neoliberal que les impide superarse, porque la superación y la independencia significan una reducción de los privilegios de quienes dominan el planeta. El mejor ejemplo de ello es el circo del Foro Económico Mundial en Davos, en donde se codea lo mas excelso de la aristocracia económica rifándose con mucho estilo el porvenir de los pueblos mientras se reparten, entre ellos, la riqueza ajena.

La guerra declarada en el Perú no escapa a ese esquema. Boluarte, la gran traidora, es solo una pieza del rompecabezas y su patético papel se define por acatar ciegamente los dictados de la cúpula económica de su país. Lo mismo sucede en otras naciones latinoamericanas, en donde el olor a colonialismo satura cualquier iniciativa por imponer un modelo más humano, rescatar el beneficio por la explotación de sus riquezas naturales y respetar la autonomía de sus pueblos originarios. El gran enemigo es, en definitiva, el sistema instalado por obra y gracia de un imperio que también, por su parte, está lleno de fisuras.

Los muertos por la violencia en las calles de las ciudades peruanas constituyen una evidencia de la debilidad del gobierno y del descrédito de sus autoridades. La ciudadanía exige mejores condiciones de vida y eso, tanto en el Perú como en todos nuestros países, es una demanda cuyas consecuencias van desde la represión más extrema hasta la instalación de una dictadura, tal como sucede en estos momentos en el país andino. Los instrumentos para consolidar a esos gobiernos represivos extienden sus tentáculos con una eficacia sorprendente, creando una cúpula de silencio alrededor de las atrocidades cometidas por los dictadores, en este caso por los excesos cometidos por las fuerzas armadas bajo las órdenes de Dina Boluarte. De esa guisa, se instala el silencio cómplice de organismos internacionales supuestamente creados para defender la democracia, la paz y la justicia, elevando los motivos de la infamia como justificación válida para las atrocidades.

En medio de este escenario de violencia, la prensa calla; apaga sus cámaras, vuelve su atención hacia los temas de una agenda mediática impuesta por los países poderosos y deja sus valores de lado para responder a intereses ajenos a su verdadera misión. Lo que suceda en el país sudamericano se cubre de un filtro neutro para no opacar otras campañas mediáticas de interés geopolítico y económico de los países poderosos.

Las demandas de los pueblos son una bofetada imperdonable para las clases dominantes.

Fuente de la información: www.carolinavasquezaraya.com

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Escuelas democráticas

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

 

Durante los trabajos del Simposio internacional de liderazgo educativo 2022, celebrado en la Universidad de Guadalajara en diciembre pasado, se discutieron los hallazgos más recientes en la materia, así como sus aplicaciones; y se reflexionó, entre otras ideas, sobre conceptos que resultaron interesantes o poco explorados en torno a la gestión educativa escolar, que tienen significados profundos en contextos de cambio educativo. Uno de esos conceptos es el de las escuelas democráticas.

A propósito de ello, en esta oportunidad retomo un artículo académico que se relaciona con el tema y lo vínculo con los procesos de cambio curricular que se llevan a cabo en México, desde el año pasado (2022).

Aunque cabe aclarar un principio elemental de concepción de políticas educativas: Cualquier iniciativa de renovación curricular (sobre todo para educación básica) no podrá llevarse a cabo si no cuenta con un impulso democratizador de la escuela pública, desde las plataformas que están implicadas en la gestión educativa y escolar hasta los territorios de la formación docente.

Rafael Feito escribió, en 2009, un texto con el sencillo título de “Escuelas Democráticas”, situado en el contexto de la educación primaria y secundaria urbana de España. En ese artículo, Feito describe las líneas principales de eso que se entiende, allá, como procesos de “democratización de la escuela pública”. (Ver: Revista de la Asociación de Sociología de la Educación, vol. 2, núm. 1, enero 2009).

Rescato algunos fragmentos de ese texto y describo las líneas principales de tales procesos democratizadores de la escuela pública:

1) “Los centros escolares democráticos hacen una apuesta por la inclusión… Este éxito escolar debe suponer una educación de calidad para todo el mundo, nunca rebajar los niveles… Hacer este planteamiento es entrar en el terreno de las desigualdades educativas y su conexión con una estructura social que las alienta.”

2) La siguiente línea parece demasiado obvia, sin embargo, es difícil de lograr: “El segundo requisito es que la vida de las aulas y de las escuelas debería democratizarse. Esto significa que nuestra vida escolar habría de pivotar en torno a la persona que aprende y no, como hasta ahora, en torno a la persona que enseña. Lo fundamental es que la gente salga de la escuela con la capacidad para preguntarse sobre lo que le rodea, para analizar con criterios propios la realidad, para ser alguien dispuesto a seguir aprendiendo a lo largo de toda su vida.”

Ello implica llevar a cabo un replanteamiento profundo de la escuela pública, no sólo en términos de los cambios en los contenidos y los métodos de enseñanza, sino en la base misma de la escuela como proyecto educativo y social alternativo. Y eso conduce también, (inevitablemente) hacia la necesidad de problematizar en torno a la formación inicial de las maestras y los maestros en las escuelas formadoras de docentes.

3) Para Feito “El tercer elemento es que la participación de profesores, alumnos y padres en el control gestión de los centros sostenidos con fondos públicos salga del estado de atonía y de inutilidad general en que se encuentra actualmente.” Éste es un asunto que lleva implícita la necesidad de hacer efectiva la participación de los diferentes actores de la comunidad educativa.

Este asunto “Va mucho más allá, buscando fórmulas de implicación de alumnos, de padres, de profesores y de gentes del entorno que sobrepasan los límites de lo establecido en la ley.”

En una parte del discurso que ha servido como orientación a los procesos de democratización de la escuela pública española (en algún momento impulsado por el Partido Socialista Obrero Español, PSOE), se afirma lo siguiente: “Aquí se entiende que una escuela democrática alienta el flujo abierto de ideas, tiene fe en la capacidad del individuo y de la gente para resolver los problemas, promueve la reflexión y el análisis crítico para evaluar las ideas, hay una preocupación por el bienestar de los demás. En definitiva, la democracia no es un conjunto abstracto de ideas sino una práctica cotidiana que se aprende ejerciéndola día a día en el escenario escolar y fuera de él.”

“Los pocos centros de secundaria a los que podríamos considerar democráticos -o que se acercan a la idea de escuela democrática- han empezado por solventar de un modo dialógico sus problemas de convivencia. En la medida en que son capaces de sustentar una convivencia basada en unas normas elaboradas democráticamente, es decir, con la intervención de los alumnos y alumnas, descubren que se avanza mucho más trabajando conjuntamente que haciéndolo cada profesor en su aula o ignorando sistemáticamente la voz de los alumnos.”

Los ingredientes específicos que se ponen en acción dentro de los proyectos de escuelas democráticas, según Feito, son: “La globalización curricular, la enseñanza basada en el diálogo, el uso de la biblioteca (fomento a la lectura crítica), el manejo de las nuevas tecnologías, una forma distinta de organizar el aula, la relación con el entorno y la consecución de una convivencia democrática.”

“Es habitual trabajar por proyectos. Un proyecto es un área de interés en torno al cual se pueden hacer girar todos o la mayor parte de los contenidos, procedimientos y actitudes que se desean desarrollar en un ciclo, un curso o una parte de él. Además, los proyectos tienen la enorme virtud de conectar la docencia y las inquietudes cognitivas en todas las aulas del centro. No solo eso: es capaz de provocar la implicación de las familias.”

Encuentro algunas semejanzas conceptuales entre esta noción y la experiencia de las escuelas democráticas en España (2009) con la propuesta de renovación curricular que circula ahora en México (2022-2023).

Sin embargo, en vez de seguir con una retórica tan confusa (y a veces tan vacía), como sucede con el discurso de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), en nuestro país podríamos tal vez aterrizar iniciativas más sencillas orientadas hacia la creación y gestión de escuelas democráticas, a partir de estas ideas.

Fuente de la información e imagen:  https://www.sdpnoticias.com

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Una historia sobre el Canal de Panamá que debe conocerse

Uno de los mayores placeres de la vida es leer un libro de historia que revele unos hechos que desconocía, cuyo contenido esté lógicamente sustentado, apoyado en documentación firme y abundante, pero que a la vez mantenga la narración amena, fluida, como si de un cuento o una película se tratase, pero sin desviarse a la ficción o a la metafísica.

El libro…  

Esta sensación la he tenido leyendo “Historias Perdidas del Canal de Panamá. La historia del canal de Panamá contada por los panameños”, de Marixa Lasso, publicado por grupo editorial Planeta, en 2021. Originalmente la autora había publicado este libro en inglés bajo el título “Erased. The Untold Story of the Panama Canal”, en 2019, por la editorial de la Universidad de Harvard.

El libro consta de 335 páginas y su contenido está dividido en 7 capítulos más introducción y epílogo. La Introducción y el Epílogo constituyen por sí mismos partes medulares del ensayo, por lo cual conviene leerlos con cuidado. Entiendo que estas “historias perdidas del canal” son parte de los estudios doctorales de Marixa Lasso, quien en la actualidad es directora del Centro de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Culturales.

Otra evidencia del racismo y los abusos norteamericanos en Panamá  

Este libro describe el papel de Estados Unidos en la apropiación del territorio conocido como Zona del Canal, y el trato humillante que dio al pueblo panameño. Su importancia radica en que pone en evidencia, una vez más y sobre aspectos no tratados hasta ahora: la acción racista, discriminatoria, violatoria de los derechos humanos del imperialismo yanqui en nuestro país.

Mediante un enfoque metodológico guiado por los estudios culturales y decoloniales, Marixa Lasso evidencia cómo Estados Unidos aplicó su política colonialista e imperialista sobre el Istmo de Panamá partiendo por desconocer, en sus informes burocráticos, como iguales a los habitantes del país, y en particular de la Zona del Canal, haciéndolos ver como bárbaros (nativos) pobladores de la “selva”, para luego echarlos de lo que fue por 400 años la zona de tránsito.

Se “borró” a los habitantes originarios de la Zona del Canal  

Ello implicó pasar por alto los avances alcanzados por los habitantes de un país como Colombia, de la que formábamos parte, que había formalizado una cultura política republicana desde inicios del siglo XIX, que había abolido la esclavitud mucho antes que Estados Unidos, que acostumbraba a elegir mediante el sufragio universal a sus autoridades y que se hacía representar por un proyecto liberal radical en que destacaron figuras como Buenaventura Correoso. Ellos fueron reducidos a la categoría de “nativos”, que era un eufemismo por “bárbaros” o “salvajes”.

Según Marixa Lasso, también la política racial aplicada por Estados Unidos desconoció el hecho de que los pobladores de la zona de tránsito tenían cuatrocientos años de trabajo integrado al comercio mundial al cual servían desde la época de las mulas por el Camino Real a Nombre de Dios y Portobelo, o por el Caminos de Cruces junto con la navegación por el Chagres. Inclusive fue conducida al mundo “del no ser” (como dirían los filósofos), la agricultura y ganadería practicadas por esos habitantes durante cuatro centurias. Todo ello fue reducido a la categoría de “selva”.

Las autoridades de Estados Unidos se propusieron hacer del Canal de Panamá y sus áreas adyacentes un modelo de proceso “civilizatorio”, con lo cual probarían su derecho a dirigir los destinos del mundo al ser vanguardia tecnológica, tener poderío militar y tener capacidad de salud pública para vencer a las enfermedades del trópico y capacidad administrativa para convertir la selva en civilización e imponer normas de convivencia a los “nativos”.

En 1904, la Zona del Canal no estaba vacía y no era selva  

Una vez que Estados Unidos impuso la separación de Panamá de Colombia en 1903, para establecer el nefasto Tratado Hay Bunau Varilla, empezó la aplicación de sus cláusulas en 1904, pero se encontró con un hecho: el territorio definido en el tratado para convertirse en Zona del Canal no estaba vacío, sino habitado por 40 mil personas, según Marixa Lasso. Algunos especialistas difieren de la autora respecto a esa cifra demográfica, pero el caso es que, lo que sería la “zona”,  estaba habitado por miles de personas, fincas, plantaciones, hatos ganaderos, negocios, etc.

En 1904 no había “selva” en la zona de tránsito, mal llamada después Zona del Canal. Más bien la selva fue creada por los norteamericanos a partir de la expulsión de los habitantes originales. Por razones raciales, militares y administrativas las autoridades norteamericanas decidieron expulsar de esa región a quienes habían habitado ese territorio por generaciones. Esa expulsión ni siquiera estaba contemplada en los Tratados de 1903.

La investigación de Marixa Lasso establece que Estados Unidos trató a los habitantes “originarios” de la “zona” de tres maneras distintas:

1. De 1904 a 1907, se mantuvieron los municipios originales, pero dejaron de estar vinculados a Panamá, pasando a control del gobernador norteamericano;

2. De 1907-1912, se eliminan los municipios y sus alcaldes, los cuales pasan a ser parte del engranaje administrativo de la zona, sin derechos políticos;

3. De 1912 a 1915, se produce el proceso de expulsión de la población panameña de la Zona.

Los “pueblos perdidos” no se inundaron, fueron expulsados por Estados Unidos  

La expulsión definitiva de los habitantes de la Zona del Canal se produjo a partir de un decreto del presidente William Taft, emitido el 5 de diciembre de 1912, el cual se redactó a partir de las conclusiones de un viaje de inspección realizado por una comisión del Congreso de Estados Unidos a Panamá, del año anterior.

La salida de los habitantes originarios de la zona NO se debió a la inundación de sus pueblos por el lago Gatún, tal y como ha narrado el mito histórico panameño. Los pueblos de los que fue expulsada la población istmeña no fueron inundados por el canal, señala Marixa Lasso. Salvo algunos poblados menores, y parcialmente Gorgona, ni Chagres, ni Nuevo Gatún, ni Emperador, o Culebra, y otras comunidades fueron anegados por las aguas del canal.

El vaciamiento de esos pueblos fue producto de una orden del gobierno de Estados Unidos. No hubo razones técnicas ni naturales para la diáspora de la población originaria de la Zona del Canal. Las razones del gobierno norteamericano estuvieron basadas en prejuicios racistas contra una población mayormente afrodescendiente y por criterios de tipo militar y seguridad nacional. Recuérdese que para el imperialismo norteamericano el principal valor del canal y su zona no era comercial sino militar. Por eso estuvo siempre bajo el control del Pentágono y no de la Secretaría de Comercio.

La tragedia y la lucha por sus derechos de los desplazados  

El libro de Lasso es extraordinario porque va narrando el proceso de despojo que hace el gobierno de Estados Unidos del territorio nacional y de las propiedades de los pobladores que habitaban esos antiguos lugares. El despojo yanqui empieza por la apropiación injustificada de los puertos panameños, que narra muy bien la autora, y que dejó a la nueva república sin su puerta natural e histórica al comercio marítimo.

Los capítulos iniciales describen el modo de vida de los habitantes de esas comunidades tal y como era antes de 1904, antes de que entrara la administración norteamericana, cómo se formaron y qué actividades económicas desarrollaban. Posteriormente, analiza uno por uno el proceso de despojo y expulsión de los habitantes de la zona del canal: Gorgona, Nuevo Gatún, Limón, Chagres, Emperador, etc.

Se reseñan los reclamos de los habitantes, sus gestiones ante las autoridades panameñas y norteamericanas, las respuestas formales que se emitieron ante las reclamaciones y los nuevos asentamientos en que se ubicó a los desplazados. Solo en contadas excepciones la Comisión Mixta de Tierras (organismo binacional) logró que se pagaran indemnizaciones. La mayoría de los habitantes carecía de títulos de propiedad sobre las tierras que habían trabajado y en las que vivían. Por ello fueron considerados precaristas ilegales.

Más mal que bien, a los pobladores se les apoyó con el traslado de sus enseres y el desmonte de las estructuras de las viviendas. Las promesas de un futuro mejor en lugares con todas las comodidades urbanas que dio el gobierno panameño, para motivarlos a aceptar el traslado, no se cumplieron. Eso llevó al fracaso de proyectos como Nuevo Gorgona, muy lejos de la zona de tránsito y carente hasta de agua potable. Por lo cual, muchos desplazados acabaron hacinados en barrios de cuartos comunales de madera de las ciudades de Panamá y Colón. La autora recuerda que el surgimiento de El Chorrillo coincide con este período, y no por casualidad.

Gorgona y Chagres perdieron su río. Pero Chagres perdió más, porque perdió su castillo de San Lorenzo, dice Marixa Lasso. De Nuevo Gatún se desplazó a la gente, pero el poblado siguió siendo utilizado por nuevos habitantes “zonians”. Emperador y Culebra, pueblos al servicio del ferrocarril transístmico, murieron al desplazarse la línea del tren del oeste del canal por donde pasaba, hacia el este de la vía acuática. Emperador perdió su ferrocarril.

Emperador se convirtió en campo de tiro del ejército de Estados Unidos, pero a pocos kilómetros, colindando con la Zona del Canal, se refundó Nuevo Emperador (antes llamado Paja) con habitantes desplazados del antiguo poblado, así como de Gorgona y otros que añoraban la cercanía a la zona de tránsito y a su antigua forma de subsistencia. Marixa Lasso recurre a la historia oral para rescatar algunos testimonios de habitantes de Nuevo Chagres y Nuevo Emperador.

El enclave canalero: ciudades modelo basadas en la segregación racial  

No menos interesante es el análisis de Lasso sobre el proceso de planificación y construcción de Balboa como una ciudad modelo estadounidense que debía probar la grandeza del ingenio norteamericano, su capacidad para imponer la civilización sobre el trópico y el atraso. Calles, casas y edificios bien diseñados en base a estrictos códigos sanitarios y estéticos, cuya coronación sería el edificio de la Administración del Canal junto al cerro Ancón.

Respecto al Administration Building, Marixa Lasso, describe los criterios de su diseño, y establece la simbología implícita de construirlo fuera del entorno de la ciudad de Panamá, y más bien de espaldas a ella, con el cerro Ancón de por medio. Lo que no había sucedido antes ni con la construcción del Ferrocarril de Panamá, ni con el fracasado Canal Francés, quienes tuvieron en el centro de la ciudad sus sedes. Este hecho es un símbolo claro de que el país había sido expropiado de su zona de tránsito y que el canal no tenía nada que ver con los panameños.

Un colega me ha contado una anécdota que viene al caso: cuando este libro se presentó por primera vez, en el Museo de Arte Contemporáneo, antes de la pandemia, el Dr. Marco A. Gandásegui, opinando desde el público, un poco contrariado porque interpretó que había una apología del modelo civilizatorio impuesto por Estados Unidos, soltó una afirmación que ya se había hecho en las aulas universitarias, pero que dejó un poco asombrado a algunos presentes: Balboa fue una ciudad construida con criterios socialistas.

Balboa, la ciudad modelo que el imperialismo yanqui construyó a orillas del canal, funcionaba bajo leyes socialistas, pues allí no existía propiedad privada. El estado era dueño de todo: de las casas, de los comisariatos, los servicios públicos. A los civiles norteamericanos que laboraban allí se les pagaba un plus por trabajar en una selva inhóspita, pero tenían todas las comodidades del mundo moderno. El estado controlaba todo, o sea, la Administración del Canal de Panamá, o Comisión del Canal Ístmico, como se le decía entonces, o la Comisión del Canal de Panamá, como se le llamó luego. El estado norteamericano en su variante de enclave colonial era un sistema socialista canalero, pero al servicio del capitalismo mundial. Parece contradictorio, pero así funcionó.

En la “zona” se aplicó la segregación racial  

Balboa también era una ciudad basada en la segregación racial (apartheid), que muchos han tratado de ignorar hasta el día de hoy. Una ciudad donde los “colored” (“gente de color”), concepto usado por Estados Unidos en la Zona del Canal, no podían vivir en los mismos barrios que los blancos anglosajones, ni usar las mismas fuentes de agua, ni los mismos servicios higiénicos, ni cobrar igual salario por igual trabajo.

Marixa Lasso describe cómo, después de la expulsión de los pocos habitantes originarios del poblado de La Boca, se procedió a construir otro, que mantuvo el nombre, pero para trabajadores canaleros “de color”, también siguiendo criterios estrictos de higiene y ornato, pero un pueblo segregado, al fin y al cabo, con casas de menor calidad que las de los “blancos”.  Igual criterio se hizo con Paraíso. La segregación en la Zona del Canal solo terminó con la reversión a Panamá de esos territorios.

Algunas opiniones críticas sobre el libro  

Principalmente en la Introducción se repite la apología con que muchos historiadores panameños tratan la historia de la separación de Colombia y la imposición del Tratado de 1903. En la página 16 se le escapa a la autora la expresión de que Estados Unidos había “ayudado” en la separación de Colombia. Llama la atención esta frase proviniendo de una historiadora que ha trabajado y vivido en Colombia cuya historia conoce muy bien.

Por otro lado, se da a entender que los próceres de 1903 fueron sorprendidos por las autoridades norteamericanas al imponer sus criterios de expropiación de tierras y aguas de manera unilateral, cuando en realidad todo eso estaba anunciado desde el fracasado Tratado Herrán Hay (enero de 1903) y fue una de las tantas razones para rechazarlo, incluso por panameños como Juan B. Pérez y Soto y Belisario Porras, que escribieron al respecto.

Criterios que fueron empeorados en el Tratado Hay Bunau Varilla (noviembre de 1903) y que, si bien fue firmado por un francés, lo hizo autorizado por la Junta Provisional de Gobierno que lo nombró su embajador en Washington con ese objetivo, y luego ratificó ese tratado sin cambiar ni una coma, ni hacer ninguna salvedad.

Finalmente, en la página 49 se intenta circunscribir las acciones de Estados Unidos a una definición de “civilización occidental”, que divide al mundo en dominantes y dominados. Pero aquí hay una falencia al no relacionarlo con el proceso de expansión capitalista de fines del siglo XIX, lo que se ha denominado la fase imperialista del capital financiero, que es lo que en realidad explica por qué Estados Unidos se apodera del Istmo de Panamá y construye el canal con su “zona” en ese momento exacto de la historia mundial.

Las acciones abusivas, los actos violatorios de derechos humanos, los desplazamientos, la limpieza étnica, la segregación, así como su “justificación” académica basada en los conceptos positivistas como civilización y barbarie, son producto de un proceso de expansión capitalista de fines del siglo XIX, que se ha llamado la fase imperialista.

Aquí es donde la metodología marxista es útil para explicar mejor los hechos. Estados Unidos no vino a “civilizarnos”, sino que, producto de la expansión imperialista (que implica control de territorios, mercados y fuentes de materias primas), en la Guerra del 98 le arrebató a España sus últimas colonias, Cuba y Puerto Rico, pero también Guam y las Filipinas. El imperialismo norteamericano separó a Panamá de Colombia, impuso el Tratado de 1903, expulsó a la población panameña de la zona y construyó un enclave militar: para asegurar el paso de su armada de un mar con el objetivo de “proteger” sus intereses imperialistas.

En su Epílogo, que es muy bueno, Marixa Lasso recupera la relación capitalismo y esclavitud, en base a un libro de Eric Williams, pero echo de menos esto en su inicio del libro.

Pese a estas reflexiones críticas, insisto, el libro de Marixa Lasso es extraordinario, y lo recomiendo encarecidamente.

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España: Frente a la devaluación salarial

Frente a la devaluación salarial

Antonio Antón

A pesar de mejoras sociales relativas, incluida la actual subida de las pensiones públicas respecto del IPC de este año, todavía persisten amplios y graves problemas en el mercado de trabajo.

Hay todavía 2,8 millones de personas desempleadas y la tasa de desempleo juvenil es la más alta de la Unión Europea (32,3%), cuya precariedad se agudiza por las dificultades de acceso a una vivienda digna. En otra parte trato el deterioro de los servicios públicos, particularmente, la sanidad y los niveles de desigualdad social. Cojamos el aspecto más relevante, la pérdida de capacidad adquisitiva de la mayoría social, derivada del incremento de precios del mercado y la devaluación salarial. La situación de retroceso generalizado, aunque desigual, es evidente y su percepción segmentada por la sociedad refleja un crudo realismo.

No vale el conformismo y la autocomplacencia de las fuerzas progresistas que llevan a la resignación o las inclinaciones centristas y contemporizadoras respecto de las amplias trayectorias sociolaborales precarias y las dinámicas autoritarias. Es preciso una senda de firmeza. Veamos algunos condicionamientos socioeconómicos de la gente, una parte todavía distanciada del compromiso con el Gobierno de coalición progresista, y aparte de las dudas suscitadas por decisiones políticas controvertidas, amplificadas en los medios.

El Gabinete Económico de CCOO acaba de publicar un amplio estudio titulado “Los beneficios empresariales impulsan y enquistan la inflación”. La conclusión es clara. Se está produciendo una nueva devaluación salarial en España derivada de la prepotencia empresarial, con una fortísima pérdida en el poder de compra de los salarios en el año en curso, parcialmente contrarrestada en el caso del incremento gubernamental del SMI que afecta a un millón y medio de personas. Caben citar dos párrafos literales:

“El salario real de 2022 por realizar el mismo trabajo que en 2008 caerá un 12,6%. Mientras los márgenes y beneficios empresariales, como se ha visto, están creciendo hasta niveles no vistos desde 2014 impulsando la espiral de precios. La pérdida de poder de compra de los salarios en 2022 será del 5,2% resultado de una subida media de los salarios pactados del 2,78% hasta diciembre y del 8,4% de los precios de consumo en media anual.

A esto hay que sumar la pérdida de poder de compra adicional por el alza de los tipos de interés para los más de cuatro millones de hipotecados a tipo variable y que en media sufrirán una pérdida del 10% de su renta anual. De persistir esta dinámica desequilibrada, la gestión diferente y mucho más equitativa de la crisis de la pandemia con los ERTE podría terminar convirtiéndose en un espejismo y se volvería al esquema tradicional de ajuste vía salarios y empleo.”

Frente a las explicaciones que solo naturalizan o externalizan sus causas (el mercado, la globalización, la pandemia, la guerra…) se produce un paso valorativo dirigido al Estado y los agentes sociales y políticos: la insuficiencia de la protección y la acción reguladora públicas, todo ello achacable a la incapacidad y/o insuficiente determinación institucional, partidaria y sindical para afrontarlo de forma más contundente y generalizada. Y el CIS y los estudios demoscópicos así reflejan esa preocupación y malestar social que ante su impotencia o inacción exige respuestas, siempre condicionados por la pugna partidista y mediática.

Dicho de otro modo, la patronal está imponiendo sus propios intereses de acumulación de beneficios empresariales a costa de la disminución de costes salariales. Por tanto, no solo se ralentiza el consumo, la actividad económica y el empleo sino que se precariza la vida de la mayoría trabajadora y sus familias. La negociación colectiva, supuestamente reforzada por la reforma laboral, se muestra incapaz de remontar esa prepotencia empresarial. La estrategia de diálogo social está inoperativa, sin perspectivas de un pacto de rentas equilibrado, a pesar de la reclamación sindical y las llamadas diversas del Ejecutivo, incluso de medios significativos como el diario ‘El País’ (16/01/2023).

La patronal está fuerte y cómoda en su oposición a un pacto de rentas que le pudiera condicionar ligeramente hacia un incremento remunerativo de los salarios. Ahora, a diferencia del periodo anterior (negociación de la financiación pública de los ERTES y de fondos europeos, emplazamiento del nuevo Ejecutivo progresista, con aceptación de límites a la temporalidad y estabilización del marco de relaciones laborales…) no tiene suficientes presiones e incentivos para unos acuerdos razonables y sí un fuerte apoyo de las derechas. La dinámica generada, con esta inercia, es la consolidación del recorte de la capacidad adquisitiva de los salarios y el aumento de la desigualdad salarial. Y en el plano subjetivo el resquemor pasivo en gente trabajadora.

Mientras tanto, el Gobierno de coalición progresista, como referencia, ha negociado y aprobado un incremento plurianual moderado de las retribuciones del empleo público, para este año 2023, de 2,5% (más un punto complementario), cuando la tasa de variación anual del IPC en España en diciembre de 2022 ha sido del 5,7% (y el 8,4% en media anual), es decir, con una consolidación de la pérdida de más de dos puntos de capacidad adquisitiva, acumulada al retroceso de 12 puntos desde 2010. Significa que, aunque el Ejecutivo progresista junto con los dirigentes sindicales confederales hayan calificado el acuerdo de razonable, tampoco está garantizando el poder adquisitivo de los tres millones y medios de empleos públicos ni ha supuesto suficiente estímulo de mejora para el resto de la negociación colectiva aunque sea fundamentalmente una cuestión autónoma de los agentes sociales y económicos y los sindicatos se quejen de cierta inacción gubernamental.

La estrategia sindical de ‘salario o conflicto’ de este otoño y comienzos de invierno está resultando incapaz de modificar sustancialmente la tendencia de devaluación salarial impuesta por los empresarios. Igualmente, el escaso impulso del centenar de los convenios colectivos más favorables no es capaz de arrastrar la negociación colectiva de los sectores más débiles y la acción movilizadora es muy limitada, con solo un ligero crecimiento de la actividad huelguística: en el año 2022, un 4,5% más de huelguistas que el año anterior, con un total del 17% más de jornadas no trabajadas por huelga. Entre las causas, aparte de la precariedad y las dificultades económicas de las familias, está la débil determinación del activo sindical y/o su capacidad contractual. El reto es la oposición social, política y sindical a la devaluación salarial, la defensa persistente de los derechos sociolaborales y democráticos.

Más democracia y justicia social

Tal como he señalado, son relevantes los dos aspectos, puestos de relevancia desde hace más de una década. Por un lado, la percepción mayoritaria de la gravedad de los problemas socioeconómicos y político-institucionales, con un agudo sentido de la justicia social. Por otro lado, la gran legitimidad de los derechos sociolaborales y una gestión institucional protectora e igualitaria basadas en un fuerte sentido democrático. Ello supone una reafirmación democrática, con la imprescindible activación y ensanchamiento de la base social progresista con mayor legitimación a sus representantes políticos. El descontento social se combina con cierta desconfianza en la capacidad y la voluntad transformadoras de progreso en ese doble ámbito.

En ello influyen diversas causas, pero la pugna política y el sentido del cambio social e institucional no afecta solo a los otros aspectos político-culturales controvertidos. Está clara la movilización autoritaria y nacionalista españolista de las derechas reaccionarias frente a los derechos democráticos y civiles, los avances feministas y de la articulación plurinacional. Pero una pugna de fondo sigue situada en torno a la cuestión social y laboral y los derechos sociales, en un contexto de incertidumbre sobre el equilibrio de fuerzas sociales y fácticas, así como de la capacidad de la gestión de las fuerzas progresistas y su garantía del avance social y democrático. La democratización y la gestión institucional se vinculan al bienestar y la cohesión social y territorial.

Hay un riesgo de incoherencia, la falta de conexión de los dos campos que, a veces, aparecen como opuestos: el de la ‘utilidad’ o política útil de mejoras socioeconómicas y laborales inmediatas, y el de reformas institucionales y estructurales, a veces lentas e incompletas. Ambas están vinculadas a las dinámicas de participación cívica en el proceso reformador y frente a la involución social y democrática. Pero la crisis de credibilidad institucional y política, en ambos campos, viene de la insuficiencia reformadora, por los límites de las mejoras reales y sin impacto sustantivo, con el exceso de meros discursos genéricos o, en el peor de los casos, de simple ruido desinformativo y politiqueo sectario y corporativo.

Así, la realidad y la percepción social de la acción reformadora difiere en dos contextos distintos, según la dinámica de los dos actores principales, el mercado (empresarios y gestores económicos) y las instituciones públicas. En un marco de fuerte y generalizado impacto regresivo de los poderes económicos neoliberales, el impacto resultante genera un deterioro o situación peor o más desigual. Esa dinámica está amparada, a veces, por la gobernanza europea y estatal, y afecta especialmente a los derechos sociolaborales y la calidad de servicios públicos.

Esa realidad de retroceso es la fuente de malestar popular, a pesar de la implementación de mejoras parciales apoyadas por la población. En ese marco, el Gobierno, las instituciones públicas, palian parcialmente situaciones graves, pero no son capaces de revertir su empeoramiento. La justificación posibilista de que no se puede hacer más lleva a la resignación, pero también a la desconfianza en la política y las instituciones públicas; se genera desafección hacia la gestión (insuficiente) de progreso.

Es el factor de fondo de cierto escepticismo popular en los partidos políticos y las instituciones que según señalan las encuestas desconfían en su resolución satisfactoria y tienden a la pasividad y el abstencionismo. Es el motivo de todo el ruido mediático y la pugna de relatos para transferir o adjudicar la responsabilidad de la insuficiente o errónea respuesta al otro actor político o agente social. Pero la quiebra de credibilidad representativa afecta a todo el conjunto institucional, a la capacidad articulatoria de la propia democracia, cuestión aprovechada por los poderes y tendencias reaccionarias y ultraderechistas que pugnan por una involución autoritaria y regresiva. Así, se enlazan los dos procesos reformadores concretos, el socioeconómico y el político-institucional, acompañados y justificados por los correspondientes discursos y dinámicas legitimadoras. La solución es más democracia y más justicia social.

Antonio Antón. Sociólogo y politólogo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/frente-a-la-devaluacion-salarial/

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Libro: Date con la Ciencia

Date con la Ciencia

Nerliny Carucí
Guillermo Barreto

Date con la ciencia
Autores
Nerliny Carucí
Guillermo Barreto
Ediciones Mincyt
Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología (Mincyt)
Descargue gratuitamente nuestras publicaciones en www.mincyt.gob.ve/libros
Nicolás Maduro Moros
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Gabriela Jiménez-Ramírez
Ministra del Poder Popular para Ciencia y Tecnología
Nerliny Carucí
Directora de Producción Editorial de Ciencia y Tecnología
Cuidado de textos: Nerliny Carucí
Equipo de apoyo editorial: José Tomedes, Marlene Otero
y Francisco Herrera
Diagramación: Saira Arias
Diseño de portada: Irwing Martínez
Ilustraciones: Irwing Martínez
Fotografías: Jonnathan Gudiño
ISBN: 978-980-7755-26-9
Depósito legal: DC2022002036
Caracas, diciembre 2022
Hecho en la República Bolivariana de Venezuela
Esta publicación es posible gracias al apoyo
del Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Fonacit).

«La ciencia es, hoy, un terreno en disputa. Estamos en un momento en el que los países imperiales, ante la decadencia material y moral que les dio sustento, se desmoronan y recurren a la apropiación, privatización y persecución de los conocimientos, y de sus aplicaciones tecnológicas, a escala mundial; mientras que los
pueblos del Sur, entre tensiones, resistencias y creaciones, revitalizan y repotencian la ciencia, como terreno fértil, para plantearse alternativas al desarrollo impuesto por el capitalismo.
En el libro Date con la ciencia está plasmada la médula de esta disputa. Cual péndulo en la madrugada, los autores, de manera armoniosa y silenciosa, van trayendo, a la luz de la mañana, el análisis crítico de las formas de pensar y actuar del sistema científico capitalista; y, en un recorrido profundo y parsimonioso, lo contraponen con formas de conocer, desde el sentir, desde el significado de la vida, con la generación de miríadas de saberes situados, locales, rebeldes, diversos, que emergen en nuestros territorios, en el gran Sur global.» (Presentación, p. 23)

Este fascinante libro puedes descargarlo en el siguiente enlace:

 

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Fuente de la Información: Centro Internacional de Investigaciones Otras Voces en Educación CII OVE

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