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¿Existen los estilos de aprendizaje?

Javier Tourón

Este es un asunto controvertido (quizá) que se entiende de modos diversos y ello conduce a que muchos autores pongan en tela de juicio la misma existencia de los estilos de aprendizaje. ¿Existen realmente los estilos de aprendizaje? ¿Hay evidencias que lo prueben? Os traduzco un interesante artículo sobre el particular al que se refiere el enlace anterior.

«Existe un interés generalizado entre los profesores en el uso de los resultados de la investigación neurocientífica en la práctica educativa. Sin embargo, también hay conceptos erróneos y mitos que supuestamente se basan en la neurociencia sólida que prevalecen en nuestras escuelas. Deseamos llamar la atención sobre este problema centrándonos en una práctica educativa, supuestamente basada en la neurociencia, que carece de evidencia suficiente y, por lo tanto, creemos que no debe promoverse ni apoyarse.

Generalmente, conocido como «estilos de aprendizaje», es la creencia de que los individuos pueden beneficiarse de recibir información en su formato preferido, basados en un cuestionario de auto-informe. Esta creencia tiene un atractivo muy intuitivo, porque las personas son mejores en algunas cosas que en otras y, en última instancia, puede haber una base cerebral para estas diferencias. Los estilos de aprendizaje prometen optimizar la educación al adaptar los materiales para que coincidan con el modo preferido de procesamiento de la información sensorial del individuo. 

Sin embargo, hay una serie de problemas con el enfoque de los estilos de aprendizaje.

Primero, no existe un marco coherente de estilos de aprendizaje preferidos. Por lo general, los individuos se clasifican en uno de los tres estilos preferidos de aprendices auditivos, visuales o quinestésicos, basados ​​en autoinformes. Un estudio encontró que había más de 70 modelos diferentes de estilos de aprendizaje que incluían, entre otros, «left v right brain», «holistic v serialists», «verbalisers v visualisers», y así sucesivamente. El segundo problema es que la categorización de individuos puede conducir a la suposición de un estilo de aprendizaje rígido o fijo, que puede perjudicar la motivación para aplicarse o adaptarse.

Finalmente, y lo más duro, es que ha habido estudios sistemáticos de la efectividad de los estilos de aprendizaje que, constantemente, no han encontrado  evidencia o evidencia débil para apoyar la hipótesis de que el material coincidente con en el formato apropiado para el estilo de aprendizaje de un individuo es selectivamente más efectivo para el logro educativo.

Los estudiantes mejorarán si piensan en cómo aprenden, pero no porque el material se corresponde con su supuesto estilo de aprendizaje. La Educational Endowment Foundation en el Reino Unido ha concluido que los estilos de aprendizaje son de «bajo impacto a muy bajo costo, sobre la base de pruebas limitadas».

Estos neuromitos pueden ser ineficaces, pero no son de bajo costo. Consideramos que cualquier actividad que se base en recursos de tiempo y dinero que podrían dirigirse mejor a las prácticas basadas en la evidencia es costosa y debe ser expuesta y rechazada. Tales neuromitos crean una falsa impresión de las habilidades de los individuos, lo que lleva a expectativas y excusas que son perjudiciales para el aprendizaje en general, lo que es un costo a largo plazo.

Una forma de avanzar es llamar la atención sobre las prácticas que no están basadas en la evidencia y alentar a los neurocientíficos y educadores a promover la necesidad del pensamiento crítico al evaluar los reclamos de beneficios educativos supuestamente basados ​​en la neurociencia (…). 

El profesor Jason Burns realiza una serie de reflexiones sobre la existencia, o no, de los estilos de aprendizaje que se puede acceder desde aquí.

También os recomiendo leer este artículo breve sobre el tema, elaborado por el Center for Teaching de la Universidad Vanderbilt.

Finalmente os incluyo un infográfico muy ilustrativo sobre el particular. Traduzco las ocho razones por las que este «concepto» debe ser desbancado a la luz de la evidencia científica:

  1. No hay evidencias convincentes que prueben que cuando un instructor cambia el modo de presentación de una materia, para adaptarse al estilo de aprendizaje del alumno, esto le ayude a aprender.
  2. No hay un estilo «mejor» o más «rápido» como resultado de implantar en una materia las preferencias individuales. Se trata de un estilo que no produce diferencias en el aprendizaje.
  3. Los instructores no deberían tener en cuenta solo el estilo de aprendizaje de sus alumnos, sino su background e intereses.
  4. El contenido es el parámetro que debería afectar al modo de presentación y no el estilo de aprendizaje de los alumnos.
  5. Definitivamente es más eficiente crear un curso basado en las características motivacionales de los estudiantes que en sus estilos de aprendizaje, y siempre estar preparados para ajustar los métodos y las técnicas de aprendizaje para implicar a varios sentidos y no uno solo.
  6. El aprendizaje perceptivo tiene que ver con los sentidos y no hay nada restrictivo en esto. Pero ello no prueba que alguien sea un tipo de aprendiz dado. Simplemente sugiere que las personas tienen estilos preferidos para aprender.
  7. No todo el aprendizaje se produce del mismo modo, como no debe hacerlo la enseñanza. Lo que es crucial es decidir qué técnica es mejor para qué resultado de aprendizaje y no diseñar un curso basado en los estilos de aprendizaje.
  8. La mayoría pensamos en los estilos de aprendizaje, de facto, sin cuestionarnos su auténtico valor, propósito o relevancia. Y la verdad es que no hay correlación entre los estilos y el aprendizaje exitoso.

Fuente del articulo: https://www.javiertouron.es/estilos-de-aprendizaje/

Fuente de la imagen: https://www.javiertouron.es/wp-content/uploads/2018/01/shutterstock_263

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También fui Sancarlista

Ilka Oliva Corado

Recuerdo que en una de mis otras vidas, quise graduarme de la Universidad de San Carlos de Guatemala, universidad de mi corazón. La única universidad pública de Guatmala.

Fue a los 12 años cuando la descubrí, íba con mi Tatoj a vender helados a una empresa de transporte pesado, a la zona 12, donde había filas y filas de tráilers estacionacionados esperando carga.

Cuando el bus pasó enfrente de aquel campo inmenso, el gran volado, el gran animalón; me deslumbró, mi mundo hasta el momento era el mercado de Ciudad Peronia y el estacionamiento de buses. Me deslumbró como años después me deslumbró La Ciudad Olímpica, cuando pasé por ahí para ir a realizarme el examen de admisión a la Escuela Normal Central de Educación Física. Otro mundo completamente distinto para mí. Había otro mundo fuera de Ciudad Peronia, lo supe con los años y con los años también supe que había otro mundo fuera de Guatemala.

Era un imposible para una niña vendedora de helados, lo veía tan pero tan lejano, ir a la universidad era inalcanzable. En la historia de nuestra familia, por parte de papá y mamá a lo más que habían llegado era a tercero primaria y fue un lujo quienes lograron cursar hasta esa altura.

Aquel día, sentada con mi hielera en las piernas, mientras la veía por la ventana, me prometí graduarme de esa universidad. Pasaron los años y lo que parecía imposible se acercaba, lograba acariciar el sueño, ingresé a la USAC a la Escuela de Psicología, donde estudié 3 años y carrera que dejé a medias cuando decidí emigrar. Decisión que me dolió como pocas en la vida. Y decisión también que durante años me persiguió como uno de mis fantasmas más grandes, me había traicionado, fallé a mi promesa de egresar de la USAC, le había falllado a aquella niña de 12 añitos que creía que las utopías florecían como las flores de campana en las laderas de los arrabales.

De mis años de universidad aprendí que el estudio no hace a la gente, que el estudio como el  poder, solo demuestran lo que la gente verdaderamente es. Nada de lo que leí en los libros se me quedó, en cambio, en cambio llevo en la memoria las tardes de clases con la maestra Nydia Medrano, maestra de mi corazón,  sus palabras y su ejemplo calaron en mí más que todos los libros juntos.

Con el tiempo, la culpa, los reproches, los flagelos por no haberle cumplido la promesa a aquella niña de 12 años, fueron mermando. De nada me servía arañar el pasado y arrancarme la piel. Lo hecho estaba hecho y en la vida uno hace su propio camino.

Comprendí, entonces, que a mí me tocaba recorrer senderos distintos, que mi educación no estaría en los salones de una unviersidad, que mi escuela estaba en la calle. Lejos de aquella Guatemala que para mí representaba mi mundo, mi todo.

Quisiera felicitar a los docentes y a los estudiantes y decirles que celebremos juntos un año más de la USAC, pero la verdad a quienes realmente quiero celebrar es a los vendedores que recorren los corredores y las plazas de la universidad, para ganarse la comida del día. Yo también soy como ellos, de callejones estamos hechos. Llegue hasta ellos mi saludo Sancarlista.

Por cierto: si títulos quería, la vida me dio  una maestría: soy “inmigrante  indocumentada con maestría en discriminación y racismo.”

De ahí pal real…

Fuente del articulo: https://cronicasdeunainquilina.com/2018/02/01/tambien-fui-sancarlista/

Fuente de la imagen: https://cronicasdeunainquilina.files.wordpress.com/2018/02/img_5089.jpg?w=584&h=

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Este es el momento para que los Gobiernos inviertan en educación

Cristina Álvarez

El año pasado acudí a un centro escolar para ver cómo un grupo de alumnos de diez años trabajaban la propuesta didáctica que cada año planteamos desde la Campaña Mundial por la Educación (CME), un movimiento de la sociedad civil presente en más de 120 países y que desde el año 2000 reúne a organizaciones y coaliciones nacionales de muy diverso signo en defensa del derecho a la educación, a través tanto de actividades de sensibilización y movilización con las comunidades educativas como de acciones de incidencia política a nivel regional, nacional e internacional.

Para realizar la actividad de ese día, los niños y niñas se dividieron por equipos, cada uno de los cuales representaba a un país: Siria, Perú, España, Islandia y Etiopía. El docente planteaba una serie de preguntas sobre cada uno de los países –si vivían en un contexto de paz, si contaban con infraestructuras y profesorado suficiente, si las niñas iban a la escuela– y, en función de las respuestas, el equipo podía (o no) ir avanzando por el tablero de juego. Fue fascinante observar cómo el alumnado iba dándose cuenta de las diferencias entre unos y otros, y haciéndose conscientes de que algo tan aleatorio como el país en el que te haya tocado nacer o vivir determina en gran medida no solo tu situación presente, sino tus oportunidades de futuro. Al acabar la actividad, todos terminaron verbalizando la suerte que tenían de poder ir al colegio y de aprender, a pesar de las carencias y las dificultades que también afectan al sistema educativo español.

Siempre es así con la educación. Pocos temas suscitan un acuerdo tan unánime: a quien quiera que le preguntes —clase política, sector privado, niños y niñas— el conjunto de la ciudadanía es unánime en su defensa de la necesidad de garantizar una educación de calidad para todas las personas, tanto en nuestro país como, sobre todo, en otros donde el contexto es más complicado.

Sin embargo, cuando llega el momento de que este discurso tan ampliamente aceptado —el de que contar con una educación de calidad es esencial para garantizar la igualdad de oportunidades y construir sociedades más equitativas, igualitarias y prósperas— se materialice en compromisos reales, todo este consenso parece diluirse entre las diversas prioridades de la agenda política y la coyuntura económica. En definitiva, siempre parece haber algo más urgente en lo que invertir nuestros recursos.

El problema es que la falta de acceso a una educación de calidad no es un juego, y que los más de 263 millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo que actualmente no van a la escuela no pueden esperar. Y ahora se nos presenta la oportunidad de que no tengan que hacerlo. Los días 1 y 2 de febrero se está celebrando en Dakar (Senegal) la Cumbre de la Alianza Mundial por la Educación (AME), el principal fondo multilateral que reúne a países del Sur, donantes, sector privado y sociedad civil con una meta común: movilizar fondos que permitan mejorar la calidad y el acceso a la educación en 89 países en desarrollo. El éxito de este encuentro depende del compromiso de todos los actores implicados y, en último término, de todos y cada uno de nosotros.

El problema es que la falta de acceso a una educación de calidad no es un juego. Los más de 264 millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo que actualmente no van a la escuela no pueden esperar

España forma parte de la Alianza Mundial por la Educación desde 2006 y ha sido uno de sus principales donantes. Pero su última aportación al fondo se remonta al 2011

Desde la Campaña Mundial por la Educación, instamos al Gobierno español a que no espere para demostrar con algo más que palabras su apoyo a la educación

Por un lado, se trata de que los Gobiernos de los países en desarrollo se comprometan a adoptar las medidas necesarias para lograr que, en 2020, el 20% de sus presupuestos se destine a financiar el fortalecimiento de sus sistemas educativos. Estos recursos deben destinarse a ámbitos que, como la inversión en una mejor remuneración del profesorado, pueden no resultar del todo atractivos para los Ministerios de Hacienda de dichos países e incluso para la propia comunidad internacional, pero que son absolutamente imprescindibles para lograr verdaderos avances en el ámbito educativo. Sin embargo, aún en ese escenario, serían necesarios 39.000 millones de dólares adicionales para garantizar que todos los niños y niñas del mundo puedan recibir una educación infantil, primaria y secundaria inclusiva y de calidad. Ahí entra en juego el papel de los países donantes, entre los que se encuentra España, que para cubrir ese déficit deberían aportar a la AME un total de 3.100 millones de dólares entre 2018 y 2020. De tal manera que, para el año 2020, la AME reciba unas aportaciones totales de 2.000 millones de dólares anuales.

La sociedad civil internacional se ha volcado con este evento, que ya ha recibido el apoyo de figuras tan destacadas como la Premio Nobel de la Paz, Malala o el Papa Francisco, y países como Francia (que organiza la Cumbre junto al Gobierno de Senegal) ya han manifestado su compromiso, no solo moral, con la causa educativa. España también debe dar un paso adelante. Nuestro país forma parte de la AME desde el año 2006 y ha sido uno de sus principales donantes, aunque su última aportación al fondo se remonta al año 2011. En este sentido, esta próxima Cumbre de Dakar constituye una oportunidad histórica para que España recupere su papel como donante en el sector educativo, especialmente de cara al cumplimiento de los objetivos que plantea el nuevo marco internacional que supone la Agenda 2030. Por eso, desde la Campaña Mundial por la Educación (liderada en España por Ayuda en Acción, EDUCO y Entreculturas) y con el apoyo de Plan International España, instamos al Gobierno español a que no espere para demostrar con algo más que palabras su apoyo a la educación y que, en el marco de esta Cumbre, realice un compromiso de financiación firme y ambicioso de, al menos, dos millones de euros.

Ese es el mensaje que me gustaría transmitir en mis próximas visitas a los centros educativos españoles: que para sus representantes políticos, la educación no es un juego, y que se toman en serio no solo su futuro, sino también el de los millones de niños, niñas y jóvenes de todo el mundo que no comparten su suerte. No les hagamos esperar. El momento es ahora.

Fuente del articulo: https://elpais.com/elpais/2018/01/30/planeta_futuro/1517330986_488984.html

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Momento decisivo para la educación superior

Gustavo Yamada

Así se titula un reciente reporte del Banco Mundial sobre América Latina. Es un momento decisivo porque la demanda por educaciónsuperior se ha multiplicado en las últimas décadas. La proporción de jóvenes entre 17 y 22 años que asisten a universidades e institutos creció de 17% en 1991 a 40% en el 2010. Esta ha sido la expansión comparativa mundial más grande de estas últimas décadas.

En el caso peruano, ya estamos en una matrícula bruta cercana al 50%, según la Unesco. Esta mayor demanda no ha sido solo de parte de los hijos de una élite tradicional, sino que se trata de la primera generación de diversas familias de clases populares y emergentes que aspiran acceder a la educación superior como vehículo de movilidad social.

Hemos tenido un gran avance cuantitativo, pero los problemas de heterogeneidad de calidad, pertinencia y empleabilidad son más evidentes. Ello tiene que ver con la forma en que la oferta respondió a esta mayor demanda. Las universidades públicas de prestigio se estancaron en población estudiantil y estándares de calidad académica debido a la crisis económica del Estado y la politización excesiva de los claustros. Una buena parte de las universidades privadas de calidad se expandieron, pero no a las tasas requeridas para absorber la mayor demanda potencial.

En este sentido, la nueva legislación para abrir universidades e institutos decretada en los noventa puede explicarse como una respuesta ante esta demanda inédita. Sin embargo, esta no fue acompañada por una regulación necesaria para monitorear eficazmente la calidad y pertinencia de la oferta. En el CIUP evidenciamos que los estándares de calidad promedio de la nueva oferta fueron menores a los previamente vigentes y este deterioro explicaría los mayores niveles de subempleo profesional actual. También es cierto que los estándares académicos de los nuevos jóvenes ingresantes fueron inferiores.

En estos últimos tres años se está implementando progresivamente un nuevo modelo de regulación universitaria y de institutos, para que todo el sector llegue a equilibrios de acceso y calidad razonables que contribuyan a brindar mejores oportunidades a las familias e impulsen el desarrollo. Los procesos de licenciamiento y acreditación, y la difusión de información de empleabilidad de egresados con Ponte en Carrera son imprescindibles.

En el Consejo Nacional de Educación estamos formulando una propuesta de política integral de desarrollo de la educación superior de largo plazo. Esta servirá para que nos terminemos de enrumbar, con mayores niveles de acceso y mucha mayor calidad, al desarrollo de capital humano de alto nivel que alimente lo que será el nuevo Proyecto Educativo Nacional al 2036.

P.D.: En la columna anterior revisamos lo poco invertido en ciencia, tecnología e innovación. Hoy nos esperanza la designación de Fabiola León-Velarde, brillante científica y gestora universitaria, como presidenta de Concytec.

Fuente del articulo: https://elcomercio.pe/economia/momento-decisivo-educacion-superior-gustavo-yamada-442444

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 https://img.elcomercio.pe/files/article_content_ec_fotos/uploads/2017/07/14/596999603d126.j

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Aprender Paz: Justicia Transicional y Educación

Gustavo Alvira

UNICEF y el ICTJ acaban de publicar un informe acerca del papel de la educación en los procesos justicia transicional. El sector educativo debe tener presentes los hallazgos de ésta.

En las últimas décadas, los expertos, académicos e investigadores en justicia transicional han centrado su atención en la relación entre la educación y el conflicto. Esta relación se ha dimensionado en dos direcciones.

Primero, el impacto que el conflicto puede tener en la educación y, segundo, las formas en las que la educación puede contribuir a perpetuar los conflictos o puede contribuir a la construcción de paz.

En la mayoría de los casos, el enfoque que se le da a la educación en escenarios de post-conflicto tiene que ver con cómo la calidad de la educación puede contribuir al desarrollo económico, el cual a su vez genera las condiciones para que la transición hacia la paz sea duradera.

Aunque esta visión del papel de la educación en el post-conflicto es importante, han comenzado a emerger otras corrientes de investigación. Ese es precisamente el caso de la última publicación de UNICEF y el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ por sus siglas en ingles) editado por Clara Ramírez-Barat y Roger Duthie.

Esta publicación se enfoca en los legados que puede dejar un pasado violento en el sector educativo de países que han hecho la transición hacia la paz. Esto incluye discriminaciones en contra de poblaciones marginales o corrientes ideológicas dentro del sistema educativo, políticas educativas que promueven la división o la violencia y la enseñanza de la memoria histórica del conflicto que termina.

La publicación también discute los retos que afrontan estos países cuando el conflicto le ha negado la posibilidad de estudiar a una parte importante de la población.

La justicia transicional se debe entender como una serie de medidas judiciales y no judiciales que promueven la responsabilidad por violaciones masivas de derechos humanos y la reparación de las víctimas. Aunque es un concepto relativamente nuevo, los expertos y las organizaciones supranacionales lo consideran indispensable para la construcción de paz en países agobiados por conflictos armados.

Estas medidas que hacen parte de la justicia transicional junto con otras políticas públicas que permitan el reconocimiento de los derechos de las víctimas y reestablezcan la confianza en las instituciones del estado y entre los ciudadanos, pueden reestablecer el estado de derecho y prevenir que se reincida en la violencia.

Los países que han elegido no reconocer ni reparar las violaciones de derechos humanos y se han rehusado a afrontar las causas de los conflictos son mucho más susceptibles a regresar al conflicto armado.

En este contexto de transición hacia la paz, la educación tiene dos propósitos fundamentales. En el sentido más amplio, la educación debe dotar a los niños y jóvenes de los conocimientos y las habilidades necesarios para que participen en los ámbitos productivos y sociopolíticos de su país.

En un sentido más matizado, la educación está a cargo de fomentar la capacidad de los ciudadanos de pensar acerca del pasado y el futuro de su país de manera crítica, de tal forma que puedan prever y construir un futuro mejor.

Esta publicación busca analizar las formas en que los procesos de justicia transicional y la educación se pueden vincular para aportar a la construcción de paz. La publicación está organizada en tres áreas temáticas.

La primera sección, titulada “La reconstrucción de la educación en el post-conflicto” explora las formas en que ciertos países han utilizado la justicia transicional como un marco de referencia para llevar a cabo reformas educativas en el área curricular, en la formación de docentes y en la cultura de la gestión escolar, entre otras. La segunda sección, “Reparaciones, compensaciones y educación” examinan las oportunidades y los retos que presentan el diseño y la implementación de programas de reparación que ofrecen beneficios educativos a víctimas de violaciones de derechos humanos.

La última sección, “Acercamientos, educación y sostenibilidad” considera como los encuentros educativos y las actividades extracurriculares pueden motivar a los niños y jóvenes para que se vinculen a los procesos de justicia transicional y como las iniciativas de educación informal a nivel local y comunitario pueden jugar un papel en el abordaje de la historia del conflicto.

La publicación Learning peace: Transitional justice and education está disponible de forma gratuita en ingles en los portales de UNICEF y del ICTJ. En los próximos meses, Palabra Maestra publicará semanalmente un resumen de algunos de los capítulos de cada sección de la publicación.

Fuente del articulo: https://compartirpalabramaestra.org/articulos-informativos/aprender-paz-justicia-transicional-y-educacion

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https://compartirpalabramaestra.org/sites/default/files/styles/articulos/public/field/image/aprender-pa

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Fábrica de ideas

Roberto Moreno Godoy

Cerca de siete de cada diez guatemaltecos tienen menos de 30 años de edad. Ellos viven en una época marcada por un cambio vertiginoso y exponencial, que les presentará una gama creciente y cada vez más exigente de expectativas y retos, pero que también les abrirá oportunidades inimaginables. Lo único cierto es que a ellos les tocará pagar la factura de lo hecho por las generaciones que les antecedieron, resolver problemas que aún no han sido enunciados, usar tecnologías que no han salido a la luz pública, enfrentar dilemas éticos impensables y realizar trabajos que no existen todavía. Deberán estar listos para desenvolverse en condiciones de incertidumbre, en campos poco convencionales y formar parte de equipos dinámicos e interdisciplinarios. Serán los llamados a comenzar nuevos caminos y a crear fórmulas alternas. Las comunicaciones desvanecerán barreras de tiempo y espacio, exponiéndoles a ambientes abiertos, flexibles y multiculturales. Formarán parte de una población económicamente activa cuyo desempeño estará sujeto a la generación de conocimiento, a la tecnología y a la innovación. Todo ello les colocará en una tensión permanente entre la modernidad y la globalización, por un lado, y el rezago de la sociedad a la pertenecen, por el otro lado. Esto determinará su visión, los valores y principios que guíen sus pasos, las opciones que escojan, lo que deberán aprender, las competencias que habrán de desarrollar, y, al fin de cuentas, el tipo de personas en que se convertirán. El destino de sus pueblos y ciudades dependerá de la preparación que reciban y de la forma en que ejerzan sus derechos y deberes ciudadanos.

Las instituciones de educación superior no podemos quedarnos inertes ante esta situación.  Tenemos la inmensa responsabilidad de atender las demandas del entorno y preparar a los agentes de cambio que requieren nuestras naciones. Nos corresponde formar personas creativas y emprendedoras, conscientes de su realidad, de principios sólidos y comprometidas con un desarrollo fundamentado en el bien común. Esto invita a impulsar un modelo educativo vanguardista, basado en competencias, con metodologías activas y colaborativas, que propicie la innovación y el pensamiento crítico, que tienda puentes con diversos sectores, que fomente la interdisciplinariedad, que cuente con una sólida base científica, que ofrezca opciones relevantes de carrera y que vincule la docencia, la investigación y la extensión.  Llama a crear un ambiente vibrante para que los estudiantes, educadores, investigadores, emprendedores, industria y miembros de las comunidades se conecten y colaboren. Un ecosistema de innovación donde proliferen los emprendimientos sociales y empresariales sólidamente fundamentados y validados, proyectos de investigación, así como metodologías innovadoras para el aprendizaje. ¡Vaya si se trata de un gran desafío!

El lunes se llevará a cabo la lección inaugural de la Universidad del Valle de Guatemala.  El orador invitado es el Dr. Ian Charnas, gerente de think[box] de la Case Western Reserve University (http://thinkbox.case.edu/).  La presentación ilustrará uno de los esfuerzos universitarios más relevantes en los campos de innovación y emprendimiento.  Seguramente, el visitante nos ayudará a comprender cómo la apertura de nuevos esquemas de vinculación entre la academia, el sector privado y otros actores hace posible abrir fábricas de ideas, que se convierten en auténticos talleres de realidades.

Fuente del articulo: https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/01/26/fabrica-de-ideas/

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México, una experiencia no compartida

Blanca Heredia

¿Qué experiencias concretas compartimos los mexicanos en la actualidad? ¿El México que vive una estudiante de la Universidad Anáhuac de la capital del país, tiene algo que ver con el que experimenta diariamente una joven de la misma edad en Tláhuac? ¿Qué tienen en común la experiencia del país que le toca navegar todos los días a un hombre mayor de clase trabajadora en Chiapas, con la que vive un hombre, también de edad avanzada, en un barrio de altos ingresos de Tapachula? ¿Se parece en algo la vida de un niño de primaria que estudia en el colegio Americano de Monterrey con la de un niño chiapaneco que asiste a una escuela Conafe?

A juzgar por el aumento en la desigualdad (muy especialmente entre los minúsculos sectores de altísimos ingresos y el resto de la población) de México, entendido como experiencia compartida en los hechos, debe quedar más bien poco. Seguramente y aunque vivido con intensidad y cercanía diferente, nos vincula (por desgracia, cada vez más) el espanto común frente a la inseguridad creciente. También el enojo frente a la corrupción rampante y progresivamente más visible. Nos sigue vinculando asimismo el alto aprecio por la familia, así como el gusto por los afectos intensos y cercanos. Eso nos queda del México en común, poco más, poco menos.

Con niveles de desigualdad objetiva y subjetiva tan gigantescos, cabe preguntarse sobre de cuál México hablarán nuestros políticos en general y, muy particularmente, aquellos que aspiran a colocarse sobre el pecho la banda presidencial en diciembre de este año. ¿En cuál México, vivido y conocido efectivamente, estarán pensando?

Las fuentes de nuestra desigualdad abismal son diversas y de larga data. Destacan, entre otras, la brutal concentración de la riqueza, las escasas oportunidades de movilidad social a través del esfuerzo, el trabajo y el mérito, y, muy especialmente, un aparato de ‘justicia’ que pareciera diseñado no para igualar la cancha, sino para perpetuar las enormes distancias que nos separan. Distancias producto, con excesiva frecuencia, de azares del destino (en qué lugar de la pirámide mexicana te tocó nacer), y de la posibilidad de acceder o no a cercanías provechosas con los que detentan el poder político, mismos que de una y mil maneras organizan y gestionan (llevándose para sí y los suyos una tajada variable de beneficios) la desigualdad imperante.

Contribuyen, en lo cotidiano, a configurar experiencias de vida radicalmente disímiles entre los mexicanos en general y entre el grueso de la población y sus élites, tanto económicas como políticas; además de las mencionadas, la escasez de ocasiones para experimentar lo ‘público’ (en principio y a cuenta de los impuestos de todos, aquello que es o debiera ser común) de forma mínimamente comparable. Me refiero a los espacios públicos (calles, parques y demás), pero también y en especial a los servicios públicos.

¿Cuándo fue la última vez –si acaso alguna– que nuestros candidatos presidenciales hayan hecho una cola en el ISSSTE, en el IMSS o en cualquier oficina pública? ¿Habrán tenido que tronarse los dedos alguna vez para pagar una cuota para que su hijo/a pudiera tomar un examen en su escuela pública? ¿Cuál de ellos habrá padecido la falta de agua en su colonia, la angustia de una hija teniendo que caminar sola todas las tardes o noches a la escuela/trabajo en un barrio difícil, o a la impotencia completa de enfrentarse a la ‘justicia’ en el caso de un abuso por parte de la policía?

Si bien no lo resolvería todo, ayudaría mucho tener gobernantes para quienes los servicios públicos no fuesen algo que padecen otros, sino una experiencia cotidiana que los conectase con la que la vive la inmensa mayoría del país. Por ejemplo, ¿no tendría la política educativa mejores resultados si la escuela de los hijos o nietos de nuestros gobernantes fuese la escuela pública?

Para creerles alguna cosa de las muchas que nos prometen, sería muy útil también saber qué tanto nuestros candidatos presidenciales estarían dispuestos a depositar del cuidado de su seguridad y su salud y la de sus familias, por ejemplo, en manos del gobierno que aspiran a encabezar. Muy útil, pues no es lo mismo gobernar una casa efectivamente compartida (en la que todos usan, por ejemplo, el mismo baño) que una en la que los gobernantes viven en una casa y el resto del país en otra.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/mexico-una-experiencia-no-compartida-5.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/07/20/578f138b3c38f

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