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El retorno de Karl Marx para entender lo que está pasando en el capitalismo avanzado

Por: Vicenc Navarro

En una de las columnas más conocidas del semanario The Economist, la columna Bagehot (a cargo de Adrian Wooldridge), se acaba de publicar un artículo en su número del 13 de mayo que sería impensable que apareciera en las páginas de cualquier revista económica de España de semejante orientación liberal a la que tiene tal semanario. En realidad, no solo en cualquier revista económica, sino en cualquiera de los mayores medios de información de este país (incluyendo Catalunya) tal tipo de artículo nunca podría haberse publicado.

Bajo el título El momento marxista, y el subtítulo Los laboristas llevan razón: Karl Marx tiene mucho que enseñar a los políticos de hoy en día, la columna Bagehot analiza el debate existente entre el dirigente del Partido Laborista del Reino Unido, el Sr. Jeremy Corbyn, y su ministro de Economía y Hacienda en la sombra, el Sr. John McDonnell, por un lado, y los dirigentes del Partido Conservador así como los rotativos conservadores Daily Telegraph y Daily Mail, por el otro. Definir tal intercambio como debate es, sin embargo, excesivamente generoso por parte de la columna Bagehot, pues la respuesta de los rotativos conservadores y de los dirigentes conservadores a los dirigentes laboristas es una burda, grosera e ignorante demonización de Marx y del marxismo, confundiendo marxismo con estalinismo, cosa que también se hace constantemente en los mayores medios de comunicación españoles, en su mayoría también de orientación conservadora o neoliberal.

Los aciertos de Marx según Bagehot, de The Economist

Una vez descartados los argumentos de la derecha británica, la columna Bagehot pasa a discutir lo que considera las grandes profecías de Karl Marx (y así las define) para entender lo que está ocurriendo hoy en el mundo capitalista desarrollado, señalando que muchas de sus predicciones han resultado ser ciertas. Entre ellas señala que:

1. La clase capitalista (que en la columna Bagehot se insiste que continúa existiendo, aunque no se utilice tal término para definirla), que es la clase de los propietarios y gestores del gran capital productivo, está siendo sustituida –como anunció Marx- cada vez más por los propietarios y gestores del capital especulativo y financiero, que Marx (y la columna Bagehot) consideran parasitarios de la riqueza creada por el capital productivo. Esta clase parasitaria es la que, según dicha columna, domina al mundo del Capital, siendo tal situación la mayor responsable del “abusivo” y “escandaloso” (término que Bagehot utiliza) crecimiento de las desigualdades. Los primeros han conseguido cada vez más beneficios a costa de todos los demás. Y para mostrarlo, el columnista del The Economist señala que mientras en 1980 los chief executives de las 100 empresas británicas más importantes ingresaban 25 veces más que el típico empleado de sus empresas, hoy ganan 130 veces más. Los equipos dirigentes de tales entidades inflaron sus ingresos a costa de sus empleados, recibiendo a la vez pagos (además del salario), de las empresas a través de acciones, pensiones y otros privilegios y beneficios. De nuevo, la columna Bagehot, señala que Marx ya lo predijo y así ocurrió. Es más, la columna Bagehot descarta el argumento que tales remuneraciones se deban a lo que el mercado de talentos exige, pues la mayoría de estos salarios escandalosos de los ejecutivos se los han atribuido ellos mismos, a través del contacto que tienen en los Comités Ejecutivos (Executive Boards) de las empresas.

Marx llevaba bastante razón

2. Marx y Bagehot cuestionan la legitimidad de los estados, instrumentalizados por los poderes financieros y económicos. La evidencia acumulada muestra que el maridaje del poder económico y político ha caracterizado la naturaleza de los Estados. La columna Bagehot hace referencia, por ejemplo, al caso Blair (dirigente de la 3ª Vía), que de dirigente del Partido Laborista, una vez dejado el cargo político, pasó a ser asesor de entidades financieras y de regímenes impresentables. En España podríamos añadir una larga lista de expolíticos que hoy trabajan para las grandes empresas, poniendo a su servicio todo el conocimiento y contactos adquiridos durante su cargo político.

3. Otra característica del capitalismo predecida por Marx –según la columna Bagehot- es la creciente monopolización del capital, tanto productivo como especulativo, que está ocurriendo en los países capitalistas más desarrollados. Bagehot señala como tal monopolización ha ido ocurriendo.

4. Y, por si no fuera poco, Bagehot señala que Marx también llevaba razón cuando señaló que el capitalismo por sí mismo crea la pobreza a través del descenso salarial. En realidad, Bagehot aclara que Marx hablaba de “inmiseración”, que es –según el columnista- un término algo exagerado pero cierto en su esencia, pues según tal columnista los salarios han ido bajando y bajando desde que empezó la crisis en 2008, de manera tal que, al ritmo actual, la tan cacareada recuperación no permitirá que se alcancen los niveles de empleo y nivel salarial de antes de la Gran Recesión en muchos años.

Es más, además de estas grandes predicciones, la columna Bagehot afirma que la presente crisis no se puede entender sin entender los cambios dentro del capital, por un lado, y el crecimiento de la explotación de la clase trabajadora, por el otro, tal como señaló Marx.

¿Se imagina el lector a algún gran diario español, sea o no económico, que hubiera permitido un artículo como este? The Economist es el semanario liberal más importante del mundo. Y promueve tal ideología. Pero algunos de sus principales columnistas son capaces de aceptar que, después de todo, Marx, el mayor crítico que ha tenido el capitalismo, llevaba bastante razón. Sería, repito, impensable que en este país, tan escorado a la derecha como resultado de una transición inmodélica de una dictadura fascista a una democracia tan limitada, no solo un rotativo liberal, sino cualquier mayor rotativo, publicara tal artículo con el tono y análisis que lo hace una de las mayores columnas de tal rotativo, firmada por uno de los liberales más activos y conocidos. Esta columna y la persona que está a cargo de ella, sin embargo, no se han convertido al marxismo. Pero reconocen que el marxismo –que en este país ha sido definido por algunas voces como anticuado, irrelevante o cosas peores- es una herramienta esencial para entender la crisis actual. En realidad, no son los primeros que lo han hecho. Otros economistas han reconocido esta realidad aunque, por regla general, tales economistas no se enmarcan en la sensibilidad liberal. Paul Krugman, uno de los economistas keynesianos más conocidos hoy en el mundo, dijo recientemente que el economista que mejor había predicho y analizado las periódicas crisis del capitalismo, como la actual, había sido Michał Kalecki, que perteneció a tal tradición.

Donde la columna Bagehot se equivoca, sin embargo, es al final del artículo, cuando atribuye a Marx políticas llevadas a cabo por algunos de sus seguidores. Confundiendo marxismo con leninismo, la columna concluye que la respuesta histórica y la solución que Marx propone serían un desastre. Ahora bien, que el leninismo tuviera una base en el marxismo no quiere decir que todo marxismo fuera leninista, error frecuentemente cometido por autores poco familiarizados con la literatura científica de dicha tradición. En realidad, Marx dejó para el final su tercer volumen, que tenía que centrarse precisamente en el análisis del Estado. Por desgracia, nunca pudo iniciarlo. Pero lo que sí que escribió sobre la naturaleza del capitalismo ha resultado bastante acertado, de manera tal que no se puede entender la crisis sin recurrir a sus categorías analíticas. La evidencia de ello es claramente contundente y el gran interés que ha aparecido en el mundo académico e intelectual anglosajón, y sobre todo en EEUU y el Reino Unido (donde se publica The Economist), es un indicador de ello. Pero me temo que lo que está ocurriendo en aquellas partes del mundo no lo verá en este país, donde los mayores medios de información son predominantemente de desinformación y persuasión.

Fuente: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2017/05/30/el-retorno-de-karl-marx-para-entender-lo-que-esta-pasando-en-el-capitalismo-avanzado/

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El efecto Google

Por: José Antonio Marina

En 2011, Betsy Sparrow y sus colegas publicaron un llamativo artículo en ‘Science’ titulado «Google effects on memory: cognitive consequences of having information at our fingertips». El ‘efecto Google’ es la tendencia a no guardar en la memoria información que podemos encontrar fácilmente en internet. Los motores de búsqueda actuales son tan eficaces que se extiende la idea de que ya no hace falta recordar o aprender nada. Basta con saber dónde y cómo encontrar la información. El efecto Google se ha visto ampliado con la aparición de los ‘filtros burbuja‘, que pueden seleccionar la información que recibe una persona, encerrándola literalmente en un burbuja informática.

Se acaba de publicar en España, aunque con bastante retraso, el libro de Eli Pariser ‘El filtro burbuja’, que advierte de los problemas que plantea recibir solo las noticias que se adecúan a mis intereses. Puede provocar una ‘visión en túnel’, que fomente los fanatismos y los prejuicios, al bloquear las informaciones contrarias a ellos. En la revista ‘Wired’, Mostafa M. El-Bermawy considera que los filtros burbuja son un peligro para la democracia.

Se conoce como ‘efecto Google’ la tendencia a no guardar en la memoria información que podemos encontrar fácilmente en internet

El asunto es serio porque, según Pew Analysis, el 61% de los ‘millennials’ usa filtros burbuja para recibir noticias sobre política. Voces apocalípticas se unen a este coro. Por ejemplo, la de Nicholas Carr, que señala que el efecto Google acarreará males sin cuento. El título de su obra más famosa es revelador: ‘Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?’. O la de Jaron Lanier, especialmente relevante porque es un extraordinario técnico informático, que escribe “contra el rebaño digital”.

Estupidez expandida

Nos movemos entre apocalípticos —que ven solo los problemas— e integrados, que no ven problema alguno. Ambos simplifican las cosas. La potencia de las nuevas tecnologías plantea un enorme reto a nuestras ideas sobre inteligencia y educación, porque en paralelo con la ‘realidad expandida’ nos permiten hablar de ‘inteligencia expandida’ y, también, de ‘estupidez expandida’. Por ello, es imprescindible que la educación, en vez de quejarse o dejarse llevar, estudie seriamente las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y diseñe los nuevos aprendizajes. Eso es lo que intentamos con el ‘Proyecto Centauro’, del que ya les he hablado.

Desdeñar el pensamiento analítico supone carecer de pensamiento crítico, que es la única defensa contra el adoctrinamiento y el fanatismo

Muchos de los peligros derivan de unas ideas equivocadas. Por ejemplo, sobre la memoria. Si la única función de la memoria fuera conservar los conocimientos, internet es invencible. Ocurre, sin embargo, que la memoria (sobre todo la que denominamos ‘working memory’) se encarga de tareas mucho más sofisticadas. La más importante de ellas es la comprensión. Comprendemos desde los conocimientos guardados en la memoria neuronal. Vean las siguientes expresiones:

Son las cuatro ecuaciones de Maxwell, que describen un campo electromagnético. Para muchos, unas de las más bellas creaciones de la inteligencia humana. ¿Les sirve para algo tenerlas en pantalla si no tienen en su memoria los conocimientos y los procedimientos necesarios para entenderlas? El estúpido mantra “para qué voy a aprender si lo puedo encontrar” es una estupenda receta para la ignorancia, porque si no sabemos, no podremos encontrar nada aprovechable.

La pereza, el otro problema

Otro peligro no procede de la tecnología, sino de la pereza. El premio Nobel Daniel Kahneman dice que el cerebro es ‘cognitive miser’, un tacaño cognitivo, que procura gastar la menor energía posible en resolver los problemas. Barr y Pennycook (‘The brain in your pocket: Evidence that Smartphones are used to supplant thinking’) han mostrado que quienes usan más el móvil como ayuda para resolver problemas suelen ser los que tienen más dificultad o menos interés en el pensamiento analítico, que es costoso. Eso no es culpa del móvil, sino del usuario. Y, en efecto, es peligroso, porque desdeñar el pensamiento analítico, que es lento y largo, supone carecer de pensamiento crítico, que es la única defensa que tenemos contra el adoctrinamiento, el fanatismo y la superchería.

Y llegamos así al filtro burbuja. De nuevo no tenemos que quejarnos de la técnica, que puede ser utilísima si defino bien los filtros. Es cierto que puede encerrarme en el fanatismo, si selecciono solo aquellos canales que corroboran mis prejuicios, pero también pueden ampliar mi mente, si elijo los adecuados.

La ‘inteligencia ampliada’ exige un cambio radical en los currículos para señalar lo que es necesario aprender, es decir, guardar en la memoria neuronal

Las conclusiones preliminares del ‘Proyecto Centauro’ indican que en la definición de la ‘nueva inteligencia’ debemos incluir la inteligente construcción de nuestra memoria electrónica, y el sabio uso de las posibilidades de la tecnología, y que eso es mucho más que ser un manitas con las ‘apps’, juguetear con programas, cortar y pegar con habilidad y navegar por la nube. Se puede hacer todo eso y formar parte del nutrido grupo de ‘nativos digitales analfabetos‘.

La ‘inteligencia ampliada’ exige un cambio radical en los currículos, para señalar lo que es necesario aprender, es decir, guardar en la memoria neuronal. Debemos tener presente que hay que conocer para comprender, y que hay que comprender para tomar buenas decisiones y actuar.

Esto no ha hecho más que empezar.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2017-06-06/el-efecto-google_1394245/

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Un intelectual revolucionario

Por: Emir Sader

Fernando Martínez  Heredia, muerto esta semana en La Habana, fue el intelectual más importante de la revolución cubana. Su trayectoria, su obra, su actuación en Cuba y en toda América Latina, han hecho de él y de sus pensamientos, una presencia insustituible en la lucha de ideas.

Fernando dirigió la revista Pensamiento Crítico, la más importante del continente en los años 60, que hacía llegar a Cuba y a muchísimos países de América Latina lo más nuevo y relevante que producía la nueva izquierda mundial. Se mezclaban textos del Che, discursos de Fidel, con artículos de Ernest Mandel, de Althusser, de líderes de la izquierda latinoamericana, junto a la redición de textos clásicos del marxismo.

Más adelante, Fernando fue un activo participante del Centro de Estudios de América (CEA), que reagrupó lo mejor y lo más importante de la intelectualidad cubana, publicando textos determinantes para entender la realidad en Cuba y de todo el continente.

En el momento de su muerte, trato de rescatar su trayectoria personal, su formación política, para que se tenga una idea de cómo se formaba la intelectualidad cubana en los comienzos de la revolución. Siempre uno llegaba a La Habana y buscaba a Fernando para enterarse de cómo andaba la isla, a qué se dedicaba él, cuáles eran sus grandes preocupaciones. Y puedo decir que siempre, a lo largo de tantas décadas transcurridas desde el comienzo de la revolución, hemos coincidido siempre en nuestras visiones políticas y preocupaciones teóricas.

En uno de esos viajes le hice una larga entrevista para la revista Crítica y Emancipación (año 9, número 5) que yo fundé y dirigí en sus primeros años, cuando dirigía Clacso. Así él se refería a sus orígenes: “Nací en el pueblo de Yaguajay, en la antigua provincia de Las Villas. Mi padre pedía limosna en la calle cuando era niño y no fue nunca a una escuela. Mi madre hizo sólo el primer año de primaria y de ahí pasó a ser una niña obrera en la industria del tabaco. Eramos seis hermanos pero sólo cuatro llegamos a adultos. Yo nací en 1939. Estudié siempre en escuelas públicas. Comencé a leer cosas politizadas en Bohemia, la revista semanal cubana más famosa, de extraordinaria calidad. Tiraba más de 300 mil ejemplares. Enviaba 700 ejemplares a Buenos Aires por avión.

En Santa Clara participé en las protestas estudiantiles. Por primera vez oí hablar de Fidel. Asaltaron al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y ello me causó un impacto decisivo. Yo tenía entonces 14 años y mi mamá me había llevado a ver unos familiares a un poblado. Al salir vimos el cuartel con todos los soldados en guardia. Preguntamos a alguien, que nos dijo que habían peleado en Santiago de Cuba y que el ejército estaba movilizado. Al día siguiente el dictador habló al país, lo escuché y pensé que había dicho muchas mentiras, y que los asaltantes al Moncada eran unos héroes revolucionarios. Para hacer algo comencé a anotar en una libreta los pocos nombres de los muertos que iban apareciendo, para evitar que cayeran en el olvido.

Cómo viviste el primero de enero del 1959, le pregunté: “Yo estaba en Santa Clara, se estaba combatiendo ahí desde el 28 de diciembre. Es la famosa batalla que dirigió el Che. Recuerdo al Che con un brazo fracturado, con una seguridad absoluta en sí mismo, caminando por una vía principal, la calle Independencia, ancha y recta. El ejército trataba de avanzar como a 700 metros, venía con dos tanques; sus disparos eran lejanos, pero en línea recta el fusil es efectivo a esa distancia y más. El Che se detuvo delante de una vidriera destrozada del Ten Acentos, y llegó bajo el fuego hasta la esquina siguiente, donde había cinco o seis rebeldes. Yo estaba a unos 50 metros, con bastante miedo, pegado a la acera. Ahora pienso que actuaba así para darles confianza a los que veían, porque los cañones de tanques en una ciudad hacen un ruido espantoso.”

Así Fernando tuvo las primeras noticias y los primeros contactos con Fidel y con el Che, así empezó a integrarse a la revolución en su país. La primera lectura de marxismo que le dieron fue el Manual de Economía Política, de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Y reaccionó rápido: Si esto es el marxismo, yo no sigo, esto es insoportable. Felizmente para el marxismo cubano pocos meses después le dieron El Estado y la Revolución, de Lenin, cuya lectura le encantó. Pero su maestra principal del marxismo era la revolución. Yo absorbía todo lo que Fidel decía.

En la entrevista Fernando relata cómo nació la idea de la revista Pensamiento Crítico, cómo surgió su primer número a finales de 1966, sobre las luchas armadas en América Latina. A partir de ahí Fernando Martínez Heredia se proyectó como un líder de vanguardia del pensamiento crítico cubano y latinoamericano. En los últimos años se dedicó a un balance de la historia cubana del siglo XX, retomando temas como la cuestión nacional, su articulación con la lucha por el socialismo, así como un balance del pensamiento y de la vida de Fidel, su última obra.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=228006

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EDUCACIÓN S.A (el mercado ataca de nuevo)

Por: Pablo Gentili

Aunque quizás pocos lo hayan notado, la educación ha sido la verdadera protagonista de algunos de los principales acontecimientos políticos de la última semana en América Latina. El hecho parece inédito. El estrellato de la educación no se debió esta vez a ninguna mala noticia, como suele ser habitual, sino más bien a un inusual reconocimiento acerca del valor que ella tiene para resolver providencialmente los principales problemas que deberán enfrentar los países de la región.

El hecho debería alegrarnos. Finalmente, la educación parece estar ganando el lugar que le cabe como gran apuesta al futuro, como oportunidad para hacer de las nuestras, sociedades más democráticas y justas.

Entre tanto, una revisión de las razones y argumentos que dirigieron hacia la educación el centro de las atenciones en el debate regional, no dejan de ser frustrantes y, de cierta forma, lamentables.

Los días 5 y 6 de diciembre pasado, se celebró en Santiago de Chile la Conferencia “Desafíos para asegurar el crecimiento y una prosperidad compartida en América Latina”, organizada por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Allí, diversos funcionarios del organismo alertaron que el ciclo de reformas sociales de la última década se había agotado y que las bajas tasas de crecimiento económico del continente, en un contexto global cada vez más incierto y riesgoso para la región, obligaban a un mayor rigor fiscal y a una inmediata reorientación de las políticas macroeconómicas. La reunión contó con la participación de algunos ministros de economía, presidentes de bancos centrales de diversos países latinoamericanos y un destacado conjunto de intelectuales y representantes de organizaciones internacionales. En la ocasión, la titular del FMI, Christine Lagarde, expuso algunas de las recomendaciones elaboradas por el organismo para enfrentar los desafíos futuros, poniendo especial énfasis en que, la necesidad de reactivar las economías, dependerá de una progresiva y sistemática mejora de “la educación, la infraestructura y la promoción de políticas que conduzcan a un crecimiento más equilibrado, inclusivo y sostenible”.

Difícil es saber si alguno de los presentes, en su sano juicio, pudo haber confiado en semejante aspiración de buena voluntad, por parte de un organismo que mucho ha tenido que ver con los mayores desastres económicos que ha vivido América Latina durante los últimos cincuenta años. Lagarde no perdió oportunidad de exponer su particular visión sobre los avances en los procesos de integración regional, descalificando con una metáfora gastronómica al Mercosur, la Unasur y el Alba, a los que tildó de “plato de espagueti”, al mismo tiempo en que señaló magisterialmente a Chile como “un alumno que trabaja duro y trata de mejorar su destino”. (Esto último no se supo si era un elogio o una advertencia al gobierno de Michel Bachelet). Por cierto, nunca ha sido la delicadeza ni la cordialidad la marca del trato que los funcionarios del FMI le han dispensado a América Latina, algo habitual en sus anteriores gerentes, como el promotor de crisis globales Michel Camdessus, la poco amigable señora Anne Krueger, el eximio administrador de empresas Rodrigo Rato, o el festivo Dominique Strauss-Kahn.

Preocupada con los altos índices de desigualdad y de violencia en la región, Christine Lagarde sostuvo convencida que “hay que realizar reformas estructurales, y eso incluye mejorar el nivel de educación, asegurando que la formación responda a las necesidades del mercado”.

Desde este punto de vista, los problemas de competitividad y productividad que limitan las posibilidades de crecimiento de las naciones latinoamericanas en el actual contexto internacional, dependen de la necesaria y urgente orientación de la educación a los requerimientos de la economía. Por otro lado, en un contexto potencialmente recesivo, la disminución del fondo público obliga a orientar el gasto social de forma más efectiva, priorizando la formación profesional y el desarrollo de competencias que permitan una inserción más competitiva de los individuos en el mercado, contribuyendo al dinamismo de la economía. En otras palabras, la educación debe reducirse a la capacitación laboral ya que es el déficit de formación lo que explica, en buena medida, las trabas que impiden el desarrollo de las naciones latinoamericanas.

El desafío atribuido a la educación contrasta, naturalmente, con un diagnóstico muy negativo de las condiciones en que se promueven las políticas educativas en la región: la improductividad del sistema escolar, su pésima calidad, la mala formación docente y los bajísimos niveles de aprendizaje de los alumnos, sumados a una mala gestión y administración de los recursos invertidos. Reorientar la educación hacia las demandas y necesidades del mercado es la solución propuesta por el FMI, así como por el Banco Mundial, una receta que vienen repitiendo desde hace más de treinta años y que siempre plantean con una sorprendente pretensión de originalidad.

En una línea semejante, el día de ayer, 9 de diciembre, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la Corporación Andina de Fomento (CAF) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), presentaron su publicación conjunta, Perspectivas Económicas de América Latina 2015: Educación, Comptencias e Innovación para el Desarrollo. El documento alerta también sobre las incertidumbres y desafíos que impone la nueva coyuntura internacional a las economías latinoamericanas:

“Para impulsar el crecimiento potencial y la equidad es necesario seguir avanzando en reformas estructurales. El crecimiento de la productividad continúa siendo modesto con relación a los países de la OCDE y otras economías emergentes y, a pesar de las reformas recientes, América Latina es la región más desigual del mundo. En particular, las bonanzas de los recursos naturales y los flujos de capital de corto plazo hacia la región no se han reflejado en un incremento del crecimiento económico potencial de la región. Reformas para fortalecer la educación, las competencias y la innovación han de favorecer la expansión del potencial de crecimiento y la productividad a través de una mejora de las capacidades de los trabajadores. Igualmente, deberán garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a una formación de calidad”. (+)

No deja de llamar la atención que la CEPAL y la CAF, cuya contribución ha sido fundamental para entender críticamente los procesos de desarrollo y la situación social latinoamericana durante las últimas décadas, ofrezca una visión tan limitada de la educación y de su potencial como medio promotor del progreso y del bienestar. Reducida a un mecanismo de transmisión de competencias y capacidades laborales, la acción del sistema escolar acaba así subordinada a las demandas económicas, a un mecanismo de valorización y dinamización de la fuerza de trabajo que debe adaptarse a las exigencias del mercado. El documento presentado se aleja de la perspectiva más amplia y crítica a partir de la cual estos organismos han entendido los derechos sociales, entre ellos el derecho humano a la educación, predominando aquí la visión tecnocrática y economicista que la OCDE, el FMI y el Banco Mundial siempre han defendido. El gran desafío de la educación queda reducido a mejorar las competencias laborales y a reducir (o, en el mejor de los casos, priorizar) toda aspiración de reforma educativa a la ampliación de la formación profesional.

El capítulo uno del documento, “Educación, competencias e innovación para una América Latina más dinámica e inclusiva”, amplía estos argumentos, afirmando que el aumento de la productividad y de la capacidad competitiva de las naciones latinoamericanas dependerá de la mejora en las condiciones de formación para el empleo, actualizando las competencias y la movilidad de los trabajadores. En tal sentido, “la participación y coordinación con el sector privado es muy importante tanto para orientar las demandas presentes y futuras de las empresas, como para proveer directamente formación en el lugar de trabajo”. (+)

El parámetro de la formación educativa son las demandas y necesidades empresariales y, por tal motivo, nadie mejor que los empresarios para determinar qué y cómo deben aprender nuestros alumnos.

Las referencias al carácter de la educación como un factor de inclusión social se reducen así a un problema estrictamente laboral y de inserción productiva. Un argumento al que la OCDE nos tiene ya bastante acostumbrados, pero que no era la perspectiva de la CEPAL ni de los valiosos aportes que nos ha brindado su excelente División de Desarrollo Social en los últimos años.

El problema planteado no deja de ser muy semejante al del FMI: los sistemas educativos latinoamericanos deberán salvar nuestras economías de un desastre quizás inminente. Y para hacerlo, deben cambiar, ya que son de bajísima calidad, como lo demuestran, según ellos, las pruebas PISA.

El documento citado fue divulgado mientras concluía la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno llevada a cabo en Veracruz los días 8 y 9 de diciembre. Su lema ha sido: “Iberoamérica en el siglo XXI: Educación, Innovación y Cultura”. Un evento de fundamental importancia para consolidar y ampliar los acuerdos de cooperación e integración educativa regionales. La Cumbre de Veracruz se realiza a cuatro años de la XX Cumbre de Mar del Plata, cuyo tema había sido “Educación para la Inclusión Social” y en cuyo ámbito se realizaron importantes acuerdos como las “Metas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios”.

Los acuerdos de la Cumbre de Veracruz significaron un avance en el recorrido sinuoso de la integración educativa regional, gracias a la creación de una Alianza para la Movilidad Académica iberoamericana, el fortalecimiento y ampliación del Programa Neruda para la movilidad estudiantil de posgrado y el relanzamiento del Programa Iberoamericano de Alfabetización.

El trabajo de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) ha sido, en este sentido, destacado y de gran valor. Sin embargo, las ausencias de los mandatarios de países de enorme importancia en la promoción de cualquier acuerdo regional, como Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela, sin lugar a dudas, poco ha ayudado a fortalecer una perspectiva de la educación que supere las visiones reduccionistas y economicistas que amplifican los gobiernos más conservadores y organismos como la propia OCDE.

Las Cumbres, a pesar de todas sus complejidades, fueron un espacio central para fortalecer una perspectiva que valoriza la dimensión de la educación como un derecho humano fundamental y de la política educativa como un factor de promoción de la igualdad y la justicia social. Algo bastante diferente a la visión que allí mismo manifestó el Secretario General de la OCDE, Ángel Gurría, al sostener que “si deseamos evitar una década de bajo crecimiento económico en América Latina, debemos mejorar el nivel educativo, fortalecer las capacidades de los trabajadores e impulsar la innovación”.

El economicismo reduccionista de la OCDE quizás sólo haya sido ofuscado por las desatinadas declaraciones del presidente español Mariano Rajoy. Pareciendo querer justificar el éxodo científico que vive España, Rajoy propuso en la Cumbre que los países con “excedentes de talentos” cooperen con las naciones menos desarrolladas de la región. Además, como si uno de los méritos de su gobierno hubiera sido la promoción de más y mejores aportes financieros a los estudiantes más pobres, sostuvo la necesidad de implementar amplios programas de becas para fomentar la formación de calidad, “evitando que la falta de recursos sea un obstáculo”. Vaya, vaya…

Mariano Rajoy y el presidente de México, Enrique Peña Nieto en la Cumbre de Veracruz. Foto: Henry Romero (Reuters)

¿Qué problema hay en todo esto?

Si Ud ha llegado a esta altura de la nota, quizás se pregunte qué problema puede haber en destacar la necesidad de que la educación responda a las demandas productivas, que nuestros jóvenes tengan una mejor formación y que puedan insertarse competitivamente en el mercado de trabajo, mejorando sus ingresos y contribuyendo así con el desarrollo nacional.

Por supuesto que ninguno.

El problema no está en reconocer que la educación puede y debe contribuir con la economía. El problema reside en reducir todas las funciones educativas a las demandas y necesidades que formula el mercado y, más operativamente, a las demandas y necesidades de las empresas. Educar para el desarrollo social es algo más complejo que educar para las Sociedades Anónimas. Pensar políticas educativas de inclusión supone un desafío mucho más amplio, más complejo, y ambicioso que desarrollar políticas de formación profesional.

Es absolutamente verdad que América Latina es la región más desigual del planeta. Entre tanto, una perspectiva educativa como la defendida por el FMI, el Banco Mundial y la OCDE no hace otra cosa que cristalizar las enormes desigualdades que imperan en el sistema escolar, revirtiendo los importantes avances logrados por casi todos los países de la región en la última década.

América Latina ha vivido una importantísima transformación democrática durante los últimos años. Los niveles de pobreza, que a comienzos de los años 90 alcanzaban a casi la mitad de la población, se redujeron drásticamente llegando hoy a menos del 28%. En el período transcurrido entre el 2002 y el 2013, más de 60 millones de latinoamericanos superaron la línea de la pobreza y, la mitad de ellos, la línea de la indigencia. La región pasó de tener algo más de 225 a 168 millones de pobres en diez años. La desigualdad, aunque más tímidamente, también disminuyó, inclusive en algunos de los países en que parecía haberse impreso como la marca estructural e indeleble de un modelo de desarrollo que siempre benefició a unos pocos, despreciando los derechos y negando cualquier oportunidad de bienestar a las grandes mayorías. Podría haberse hecho muchísimo más, sin lugar a dudas. Pero las transformaciones vividas comenzaron a revertir un ciclo de estancamiento económico y de cristalización de injusticias sociales promovidas por las políticas neoliberales que se multiplicaron en la región desde los años 70 y, particularmente, con una radicalidad expresiva en los 90.

En este marco, uno de los más significativos avances sociales del continente fue la ampliación de las oportunidades educativas a millones de latinoamericanos y latinoamericanas. Los niveles de acceso y permanencia en la escuela aumentaron de forma exponencial, permitiendo que sectores tradicionalmente excluidos del sistema educativo accedieran a él o superaran las barreras que les impedían su progresión hacia niveles que nunca antes habían alcanzado. La matrícula universitaria creció. Y lo hizo porque los hijos de los sectores populares, en algunos de los países de la región, comenzaron a cursar, por primera vez, los estudios superiores, invadiendo un nivel del sistema que siempre había permanecido como privilegio de los más ricos.

Lejos está América Latina de haber alcanzado la igualdad educativa. Pero los avances fueron notables y pusieron de relevancia no sólo la dramática persistencia de la desigualdad escolar, sino la posibilidad de revertirla por medio de políticas públicas orientadas por gobiernos que, ampliando la inversión social y promoviendo programas de gran escala, asumieron ésta como una de sus deudas y como uno de sus desafíos más ambiciosos en la promoción de la democracia y la justicia social. El inventario de lo que aún falta hacer en el campo educativo es enorme. Pero solapar o desconsiderar los avances alcanzados no puede ser otra cosa que un gesto de indiferencia hacia una conquista colectiva que ha comenzado a cambiarle la vida a millones de personas.

El gran desafío de la educación latinoamericana es contribuir a afirmar y consolidar sociedades fundadas en los derechos humanos, ampliando el ejercicio de la ciudadanía y la participación democrática. Querer hacerlo por medio de la subordinación de la educación al mercado, no parece un buen camino. El mercado es el imperio de la desigualdad, de la necesidad, es el espacio de la diferenciación y la clasificación. Cuando la educación se subordina al mercado acabamos aceptando que su función no es ampliar la igualdad entre los seres humanos, sino profundizar sus diferencias sociales, de clase, de género, de raza, de origen. Atribuimos a la competencia y al mérito individual la virtud de seleccionar y elegir a los mejores, justificando así las injusticias y la reproducción sistémica de la desigualdad.

La educación es el espacio que las sociedades democráticas disponen para producir sentidos, conocimientos, saberes y prácticas que nos ayudan a construir sociedades más justas, igualitarias, solidarias y humanas.

Se trata de politizar la educación, como una herramienta de transformación y emancipación social. Reducir toda aspiración educativa a la capacitación laboral no nos lleva a otro camino que a pensar en el sistema escolar de los pobres como una gran agencia de formación profesional para empleos flexibles.

No debe así sorprender que, justo cuando América Latina comienza a transitar de forma incipiente por un proceso de ampliación de oportunidades ciudadanas, se activen de forma drástica los discursos que insisten en recordarnos que a los pobres les cabe ocupar el lugar que siempre ocuparon, y que su tránsito por la escuela no debe ser otra cosa que la apropiación de un aprendizaje supuestamente útil para su rápida inserción como fuerza de trabajo adaptada a las necesidades de aquellos que los contratarán, los cuales, por cierto, nunca aceptarían que a sus hijos les toque como única oportunidad educativa un curso corto de inserción profesional.

La estrategia discursiva parece ser siempre la misma, aunque algunos términos se modernicen y ganen nueva fisonomía: se atribuye a la educación un poder redentor (salvar a la nación del subdesarrollo y del atraso económico), mientras se condena el sistema educativo realmente existente, aquel en el que se educan, día a día, millones de niños, niñas y jóvenes; aquel en el que trabajan miles de docentes, muchos de ellos quizás mal preparados, pero que poco tienen que ver con el imagen caricaturesca que los presenta siempre como sujetos perezosos e indolentes. Hay una educación salvadora que se dibuja en el horizonte de la esperanza conformista de un mercado que sólo aspira a ser competitivo y dinámico (sólo eso). Y una educación real, digamos de carne y hueso, degradada y despreciada por los que aspiran a reformarla desde su totalitarismo economicista, especialmente cuando ella es pública y la garantiza el Estado; esa educación que, en apariencia, nos impide cumplir nuestro justo deseo de abandonar, de una vez por todas, el subdesarrollo.

Ya lo sabemos, ya lo hemos visto, escuchado y vivido a lo largo de los últimos cincuenta años: para los economistas oficiales, para el mainstream político y empresarial latinoamericano, la educación pasa a tener alguna función relevante cuando la economía va mal y cuando hay que elaborar un pase de magia que permita prometer una salida rápida y milagrosa a los problemas que se avecinan. Así, la economía latinoamericana creció gracias a la inteligencia y a las brillantes ideas de los economistas. Como ahora enfrentará problemas por la caída del precio de las materias primas, la desaceleración de China, el alto costo del financiamiento externo y las bajísimas perspectivas de ingreso de capitales en los países de la región, al sistema educativo le toca, providencialmente, cumplir su papel. Si no lo hace, estaremos mucho peor y la culpa será de él. ¿De quién? De los docentes, de los funcionarios educativos, de las familias y los jóvenes, de los sindicatos, de la “cultura nacional”… o de quien sea, pero nunca del mercado.

Cuando el mercado funciona bien, los méritos son del mercado. Cuando funciona mal, la culpa es de la educación.

“Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, decía mi abuela. Menos en este caso. El argumento ha sido utilizado hasta el hartazgo. Y se lo repite, se lo repite y se lo vuelve a repetir.

No deberá sorprender que, en este marco, en toda América Latina, se multipliquen los cursos de formación profesional como la mejor opción de educación para los más pobres y se amplifiquen las demandas y reclamos empresariales por una educación que se adapte a sus necesidades de productividad y sus casi siempre poco modestas aspiraciones de ganancia. Tampoco deberá sorprender que cada vez más la voz y la participación empresarial en el campo escolar, inclusive en la formulación y ejecución de las políticas educativas, tienda a ampliarse y multiplicarse; una tendencia que se observa de forma clara durante los últimos 20 años.

La política latinoamericana muchas veces parece una sesión de cine continuado: siempre vuelve a comenzar. Los avances sociales, uno de cuyas causas y al mismo tiempo consecuencia fue la ampliación de las oportunidades educativas de los más pobres, parecen irrelevantes porque, ante la posible inminencia de una nueva crisis económica, los empresarios vuelven a reclamar que no producen más y mejor porque no disponen de una fuerza de trabajo calificada y que contribuya a aumentar la calidad y la productividad de las empresas. Una vez más, la culpa es del Estado y de los pobres.

Las discusiones de la Conferencia del FMI y el documento analizado, casi nada mencionan acerca de los problemas que hoy existen y persisten en el mercado de trabajo de los países latinoamericanos (y mundiales), como el racismo, la discriminación de género, la negación de oportunidades a las personas con discapacidad, a los jóvenes, o las precarias condiciones de protección y respeto a los derechos de los inmigrantes o a los que siendo del mismo país son tratados como si fueran indocumentados invisibles.

Tampoco mencionan que si hubo una disminución de la pobreza (algo que todos festejan), pero la desigualdad no se redujo con la misma intensidad, esto quiere decir que, en estos últimos años, a los más ricos mal no les ha ido. Los pobres dejaron de ser tan pobres, pero los ricos no dejaron de ser tan ricos; por el contrario, en algunos casos, se volvieron aún más ricos.

Frente a los obstáculos que enfrentarán las economías latinoamericanas, el FMI, el Banco Mundial y la OCDE proponen cambiar a los pobres haciéndolos más productivos, sin preocuparse siquiera cómo los ricos producen y acumulan riqueza, cómo la reproducen y garantizan intergeneracionalmente, en sociedades marcadas por la injusticia, la exclusión y falta de garantías para el ejercicio de los derechos fundamentales. Nada indica que arriando a las agencias de formación laboral a los jóvenes más pobres, sus condiciones de vida mejorarán substantivamente. Lo que sí parece claro es que el actual modelo de desarrollo económico latinoamericano ha generado formas predatorias de apropiación de ganancias que han beneficiado a algunos pocos. Por lo tanto, que colocar el problema en las capacidad de innovación del sistema científico o tecnológico y en el formación profesional de los jóvenes, aunque no deja de ser importante, puede distraernos más que concentrarnos en el asunto fundamental: para revertir los altos índices de desigualdad hay que cambiar primero a los ricos, no capacitar a los pobres para que se conformen con lo que tienen.

El futuro nos señala la luna. El FMI, el Banco Mundial y la OCDE, sólo le miran el dedo.

Las economías latinoamericanas enfrentan, sin lugar a dudas, enormes desafíos. Y los enfrentarán en la próxima década. Sería bueno comenzar democratizando las relaciones humanas en el mercado de trabajo, mejorando las condiciones de distribución de la riqueza (cada vez más concentrada), ampliando los derechos de los trabajadores, promoviendo reformas fiscales que reduzcan la regresividad tributaria estructural que tenemos y que poco se ha modificado.

Que el FMI, el Banco Mundial y la OCDE se dediquen a opinar acerca de cómo mejorar todo esto. Si lo hacen, otros, bastante mejores que ellos, se ocuparán de la formación humana de las futuras generaciones, sabiendo que al salir de la escuela los esperará un sistema económico inclusivo, democrático y que no antepone la competitividad de las empresas al bienestar de los ciudadanos de una nación.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2014/12/10/contrapuntos/1418224298_141822.html?rel=mas

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Investigación estudiantil en Latinoamérica, expectativas y alcances

Eva Elena Monagas (*)

“¿Qué estamos haciendo con nuestros jóvenes? ¿De cuáles sistemas y dispositivos disponemos para recibirlos, guiarlos e incorporarlos atinadamente a una vida útil para ellos y a una obra de desarrollo correcto del país? ¿Estamos listos para manejar y dirigir ese inmenso capital de juventud, de energía, de esperanza o, por el contrario, no podremos hacer otra cosa que despilfarrarlo, desaprovecharlo o, lo que aún sería peor, convertirlo en factor negativo y en lastre para el avance social y económico de la nación? ¿Tiene nuestra educación una respuesta adecuada que ofrecerle a las ansias y a las premuras con que esa ávida y material muchedumbre surge en el horizonte de nuestro quehacer histórico?

Arturo Uslar Pietri – Universidad de los Andes, 1963

            Muchas preguntas pueden surgir de las interrogantes planteadas en el discurso de Don Arturo Uslar Pietri en la Universidad de los Andes hace más de cincuenta años. Por ejemplo, dando un vistazo regional podríamos preguntarnos ¿Hemos logrado inspirar a los estudiantes a la búsqueda del conocimiento? Esa es una difícil pregunta para los países de la región pero desde Argentina se presenta lo más reciente. Ortega (2016) realiza una interesante reflexión donde afirma que jugar libremente un juego conlleva el peligro de ser absorbido por el juego pero, contrariamente, cuando se trata del juego del conocimiento éste constituye una amenaza a la libertad, donde el esfuerzo se opone a lo que gusta y por lo cual se inhibe ahogando las posibilidades de construcción de conocimiento. El autor plantea una revisión del medio social para los jóvenes, que garantice esa libertad y ofrezca mejor visión y reflexión sobre “los gustos”; en todo caso, Ortega plantea que la inspiración hacia la búsqueda del conocimiento no está lograda.

            Ahora bien ¿Cuál es la verdadera situación regional? Damin, Di Leo, Fuentes y Vázquez (2016) coinciden en que no todo sobre los jóvenes, la juventud y sus asociaciones está estudiado y, aunque ha habido un impulso al estudio de los jóvenes en Argentina, falta análisis comparado y superar la “concepción de la juventud por fuera de la sociedad”. Esto indica que el vistazo regional se complica por la falta de investigaciones.

            Pero si a esto le agregamos visiones encontradas sobre los jóvenes, en los discursos de los funcionarios del Estado, para la aplicación de las políticas públicas de un mismo país tal como lo presenta Chorny (2016), entonces el panorama para Latinoamérica es más oscuro, no solo porque pasa por la necesidad de un diagnóstico sino porque también deben consolidarse las posiciones epistemológicas, axiológicas, metodológicas y praxiológicas para orientar ese inmenso capital de juventud, energía y esperanza contenido en la región y dirigirlo al avance social y económico. Después de cincuenta y tres años de las interrogantes de Don Arturo Uslar parece que seguimos despilfarrando y desaprovechando lo único que podrá agregarle valor a nuestras naciones.

            A pesar de esta situación, en una región llena de contrastes, no significa que se han anulado las iniciativas para la promoción de ideas emprendedoras de la población estudiantil. Se observan esfuerzos en orientar el potencial emprendedor, tratando de articular el apoyo institucional y el financiero con los objetivos de los programas y proyectos de emprendimiento. En este caso, Jirón y Chan (2016) indican que existe interés de los estudiantes por generar ideas de negocios en Costa Rica y, aunque un poco fuera de la región pero unidos por el idioma y la historia: en tal sentido, Gutiérrez, Aja, Redondo y Falcón (2013) propusieron un programa de fomento para el emprendimiento desde la universidad hasta niveles no universitarios en España.

            Pero si las iniciativas, ya sean dispersas o concentradas, se han mantenido, además del emprendimiento ¿Qué realmente se ha aplicado para desarrollar las competencias investigativas? En respuesta, se observan varias estrategias: en Chile, Sánchez (2009), presenta la propuesta de aprendizaje significativo a través de resolución de problemas por investigación en alumnos de Ingeniería en la Universidad de Bio Bio donde aplica la metodología de Aprendizaje Basado en un Problema Integrador (ABPI) que además de valorar el aprendizaje, el rendimiento académico y la aceptación de la metodología en el aula, aborda aspectos de motivación y autogestión del conocimiento; más recientemente, con parecidos resultados Moraga y Soto (2016) presentan la aplicación de la estrategia aprendizaje basado en equipos (TBL) donde los estudiantes se motivan y mejoran sus indicadores académicos. En Perú, Díaz y López (2016) aplicaron la estrategia de enseñanza-aprendizaje basada en problemas (ABP) para el logro de la competencia del proyecto tuning en estudiantes universitarios. En Cuba Gutiérrez, Reyes, Labrada, Tamayo y Benítez (2015), indican que un cambio propuesto de estrategia pedagógica aumentó el número de participantes en la Jornada Científica estudiantil.

            Pero hay una debilidad, de acuerdo con Perales y Ayerbe (2016), aplicar las estrategias de aprendizaje basado en problemas, trabajo sobre proyectos, aprendizaje por indagación y aprendizaje cooperativo aún requiere mejor fundamentación ya que algunos trabajos analizados por ellos tienen dificultades en la presentación de sus referentes teóricos.

            Ahora bien, si ha habido la preocupación de aplicar modelos pedagógicos emergentes, ya sea con sólidos referentes teóricos o sin ellos, ¿Cuál ha sido la producción de la investigación estudiantil en Latinoamérica? ¿Cuáles sus alcances y limitantes? El seguimiento a las trayectorias estudiantiles ha empezado a organizarse en este siglo y los primeros avances conceptuales los presenta Argentina, de acuerdo a Ros, Benito, Germain y Justianovich (2016), pero aún se limita a la vida estudiantil y no al seguimiento del talento y sus aportes posterior al grado, lo cual pone en duda la sostenibilidad de la actitud investigativa.

            De acuerdo a Castro, Sihuay y Pérez (2016), la producción científica de los estudiantes de odontología de Perú aún se mantiene baja, lo cual podría tener relación directa con las estrategias de estímulo a la investigación estudiantil. Otras publicaciones de Cuba, Colombia, Chile, Ecuador y Guatemala, informan que los estudiantes de las carreras de Ciencias de la Salud reconocen la importancia de realizar investigaciones pero son pocos los que consolidan sus investigaciones en congresos o revistas científicas. Según Rojas (2007), en Venezuela, la investigación estudiantil en la universidad venezolana comienza a aparecer en el siglo XXI, promovidas por sociedades de conocimiento, y ya se observa la conformación en redes de investigación estudiantil; de acuerdo a Reyes, Aular, Palencia y Muñoz (2010), quienes presentan la red de investigación estudiantil en el marco de la gestión académica de la Universidad del Zulia, para desarrollar la investigación científica, humanística y tecnológica en el estudiante y fortalecer su perfil investigador en su área de interés. Por su parte, Gutierrez y Maita (2003) presentan los aspectos involucrados en la publicación estudiantil donde también explica las limitaciones en los hábitos de publicación.

            En todo caso, Don Arturo, no todo está perdido, solo que aún seguimos siendo lentos y cómodos para proponer e instrumentar nuevos modelos pedagógicos basados en sólidas posiciones epistemológicas, axiológicas y metodológicas latinoamericanas que saquen rendimientos al inmenso capital de juventud, energía y esperanza que impulsen la investigación estudiantil y el crecimiento gnoseológico de la región para su avance social y económico. Pero ahora, además está claro que esos nuevos límites de conocimiento del potencial de los jóvenes también deben acompañarse de nuevos límites en las ciencias sociales y las sociotécnicas para que nos convierta en líderes en la praxiología requerida para el logro de un cambio en nuestro quehacer histórico.

 

Referencias bibliográficas.

Analítica.com (2006,5,31). Uslar Pietri y la educación [en línea]. Analítica.com. Recuperado en: http://www.analitica.com/entretenimiento/uslar-pietri-y-la-educacion/. Fecha de consulta: 09/01/2017.

Castro-Rodríguez, Y.; Sihuay-Torres, K.; Pérez-Jiménez, V. (2016). Producción científica y percepción de la investigación por estudiantes de odontología. Educ Med. Recuperado en: http://dx.doi.org/10.1016/j.edumed.2016.11.001. Fecha de consulta: 08/01/2017.

Chorny, V. (2016). El discurso de los funcionarios sobre los jóvenes y las políticas públicas. Representaciones encontradas entre la ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Santa Fe. Argumentos, Dossier. Nº 18, pp. 207-230.

Damin, N.; Di Leo, P.; Fuentes, S.; Vázquez, M. (2016). Jóvenes, juvenil, juventudes. Hacia la búsqueda de nuevos debates. En Blanco y Natalucci (Mod). Argumentos, Conversaciones. Nº 18, p. 1-38.

Díaz Camacho, C. y López Regalado, O. (2016). Estrategia de enseñanza-aprendizaje basado en problemas (ABP) para el logro de la competencia del proyecto tuning: Desarrollo de un planteamiento estratégico, táctico y operativo en los estudiantes universitarios. Revista DIM: Didáctica, Innovación y Multimedia, Nº 34.

Gutiérrez-Solana, F.; Aja, A.; Redondo, M. y Falcón, C. (2013). Programa E2 creación de un modelo de fomento del emprendimiento basado en un estudiante por emprendedor. La Cuestión Universitaria. 8, pp. 40-49.

Gutiérrez Santisteban, E.; Reyes Núñez, M.; Labrada Estrada, H.; Tamayo Oliva, Y; Benítez Díaz, M. (2015). Estrategia pedagógica para el desarrollo de investigaciones estudiantiles en las filiales universitarias municipales de salud. Multimed; 19(2)

Jirón-Fajardo, E.; Chan-Castillo, H. (2016). Jornadas emprendedoras: generando espacios para ideas emprendedoras de la población estudiantil de UNED. Revista Calidad en la Educación Superior. 7(2), pp. 203-230.

Moraga, D.; Soto, J. (2016). TBL – Aprendizaje Basado en Equipos. Estudios Pedagógicos XLII, N° 2, pp. 437-447.

Ortega, F. (2016). Las relaciones de los estudiantes con el conocimiento en el proceso de construcción de la identidad estudiantil. Trayectorias Universitarias. 2(3), p. 26-32.

Perales-Palacios, F. y Ayerbe, J. (2016). El trabajo por proyectos y por resolución de problemas en Educación Ambiental: análisis y tendencias. Encuentros de Didáctica de las Ciencias Experimentales. Badajoz (7-9 Septiembre 2016). Actas, pp. 593-602.

Rojas-Revoredo, V. (2007). Las publicaciones en revistas indexadas, único indicador de la producción de las sociedades científicas estudiantiles. Cimel, 12(1), 5-6.

Ros, M.; Benito, L.; Germain, L.; Justianovich, S. (2016). Las trayectorias estudiantiles en la UNLP. Aportes para pensar los desafíos a las experiencias pedagógicas. Trayectorias Universitarias. 2(3), p. 33-39.

Reyes, L.; Aular, J.; Palencia, J. y Muñoz, D. (2010). Una visión integradora de la investigación estudiantil en pregrado. Revista de Ciencias Sociales, 16(2), 250-259. Disponible en: http://www.scielo.org.ve/scielo.php? script=sci_arttext&pid=S1315-95182010000200006&lng=es&tlng=es [Fecha de la consulta: 21/12/2016].

Sánchez, I. (2009). Propuesta de aprendizaje significativo a través de resolución de problemas por investigación. Educere, investigación arbitrada, volumen 47, año 13, pp. 947-959.

(*) Eva Elena Monagas

contacto: evamonagas@gmail.com

La autora forma parte del  Doctorado Latinoamericano en Educación Políticas Públicas y Profesión Docente.

El presente es un artículo inedito, publicado con el consentimiento de la autora.

 

Fuente de la imagen: http://bit.ly/2sxPA0m

 

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Los demasiados currículos

Guadalupe Jover

Es necesario adelgazar el currículo, pero sin olvidar la importancia de una ciudadanía con memoria histórica y ética

Los neoliberales, sin duda, están ganando la partida.

En el diagnóstico estamos todos de acuerdo. Diez o doce asignaturas por curso, casi un centenar de epígrafes en cada una de ellas, infinitos estándares de evaluación… Todo es un solemne disparate. Los inabarcables currículos son causa última de una sobredosis de información que produce ignorancia, de unos ritmos frenéticos que impiden la lentitud necesaria para el aprendizaje, de unas jornadas maratonianas que aún reclaman la prórroga de los deberes en casa e, incluso, la ampliación de la jornada lectiva a la que la propia ley abre la puerta.

Sobre el papel todos coincidimos en la necesidad de adelgazar los currículos y favorecer miradas interdisciplinares, de primar el diseño de itinerarios sobre el afán de agotar el recorrido compulsivo por cada uno de los rincones del mapa. Pero hagámoslo con cuidado. En el deseo de racionalizar los programas escolares, de alentar el trabajo por proyectos y los aprendizajes globalizados no podemos proceder a la voladura de la historia del saber, del mapa de la cultura, de ciertos conocimientos especializados.

Durante muchos años, y en la estela de Paulo Freire, muchos educadores hemos reclamado para la escuela unos aprendizajes que ligaran la lectura de la palabra y la lectura del mundo, una enseñanza que no abriera fosos -o levantara muros- entre lo que se enseña en la escuela y lo que precisamos para tomar las riendas de nuestra vida tanto individual como colectiva. Cuestionábamos por tanto una corriente hegemónica y conservadora que hacía de la reproducción de unas esencias homogeneizadoras -una lengua, una cultura, una religión, una patria- uno de los objetivos esenciales del sistema educativo y desterraba cuanto no encajara en ellas.

La escuela fue haciéndose más y más diversa -por la sucesiva extensión del sistema educativo hasta los 14, hasta los 16 años; por los imparables flujos migratorios y la creciente multiculturalidad de nuestros pueblos y ciudades; por la incorporación de personas con algún tipo de discapacidad- sin que nuestro sistema educativo cambiara de raíz sus estructuras. Como tantas veces ha denunciado Francesco Tonucci, estábamos ofreciendo la escuela de unos pocos… a todos. Reclamábamos, por ejemplo, la apertura del canon literario nacional a un canon universal que nos permitiera reconocernos en nuestras identidades múltiples o una enseñanza de la lengua orientada al fin a la reflexión acerca de lo que las personas hacemos con las palabras. Pero la escuela ha sido secularmente inmune a estas demandas. Lo han sido las sucesivas leyes educativas y lo han sido también -y no en menor medida- las rutinas docentes y la percepción social de lo que significa aprender, tantas veces identificado con la ingesta de contenidos -fueran los que fueren, que eso no se discutía- y el autocompletado de ejercicios y problemas.

Hasta ahora. En los últimos años, y de la mano de los dictados de la OCDE y las pruebas PISA, algunas cosas se están moviendo. Ya no parece importar tanto cuanto tiene que ver con la cultura heredada (la Historia, la Filosofía, las Artes) sino un mercado de trabajo que demanda determinados perfiles profesionales y ciudadanos. A la OCDE -una organización supranacional de carácter económico- lo que le preocupa son exclusivamente aquellos aprendizajes que encajan con sus intereses, esto es, aquellos que permiten a chicas y chicos integrarse con facilidad en el mercado de trabajo al término de su escolarización obligatoria: ciertas destrezas lectoras, ciertas destrezas matemáticas y científicas e incluso, en aquellos países donde se está desmantelando el Estado de Bienestar, algo de competencia financiera para estar en condiciones de hacer frente al pago de la propia cobertura sanitaria, la educación de los hijos, las pensiones del mañana.

De esta manera, viejas demandas progresistas han pasado a colarse en la agenda educativa de los gobiernos… desprovistas del que había sido su sentido. Aprendizaje cooperativo, aprendizaje por proyectos, aprendizaje interdisciplinar pueden ponerse al servicio de muy diferentes objetivos: ¿para cuestionar el modelo económico -un modelo fuente de enormes desigualdades y causante de la depredación del planeta- o para reproducirlo? Los nuevos enfoques, ¿contribuyen a formar ciudadanos cultos y críticos o más bien sumisos y eficaces? Depende, claro, del marco y del horizonte. Pero no olvidemos que no basta con cambiar de medio de locomoción si no nos pertrechamos de una brújula que nos ayude a no perder el norte.

Urge adelgazar los currículos, claro que sí. Pero estar contra el enciclopedismo no significa que renunciemos a formar ciudadanos cultos conocedores de la historia y el saber heredado y capaces de interpelar críticamente al ayer para construir un presente y un futuro más humanos. Quizá uno de los mayores desafíos que tiene hoy planteados la escuela es el desarrollo de aquellos aprendizajes que nos permiten tejer vínculos: vínculos entre unas esferas y otras del saber, por supuesto, pero vínculos también entre el ayer y el hoy, entre “nosotros” y “los otros” (y preguntarnos de paso qué referente asociamos a cada pronombre y quiénes y en función de qué criterios así lo determinan), entre cada gesto cotidiano -la compra en el supermercado, sin ir más lejos- y las condiciones de vida de nuestros compañeros de viaje, hombres y mujeres de todos los rincones de este maltratado planeta.

Contra el enciclopedismo, sí, pero a favor de la memoria histórica y la conciencia ética.

Fuente del articulo: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/08/los-demasiados-curriculos/

Fuente de la imagen: http://pitupitu.es/pitublog/wp-content/uploads/2014/12/school-and-education-03.jpg

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El cuento para niños que Jorge Luis Borges nunca escribió

FEDERICO RIVAS MOLINA

Jorge Luis Borges ideó un cuento para niños. Nunca lo escribió, pero la historia sobrevivió al olvido, una palabra tan borgeana, gracias al recuerdo de uno de los niños que hace 36 años lo escucharon con atención infantil en el piso del escritor en el centro de Buenos Aires. Ese niño es hoy un adulto que se llama Matías Alinovi. Estudió física, pero también es escritor. Por eso ha sido la pluma detrás del libro El secreto de Borges, que Pequeño Editor presentará a fines de abril durante la Feria del Libro de Buenos Aires. Ante una bandeja de “caramelos importados”, Alinovi y sus compañeros del 4° grado de la escuela religiosa San Marón escucharon el secreto de la longevidad de Borges, una historia que improvisó en el momento para un auditorio poco común a su rutina de estrella de las letras argentinas. El libro de Alinovi recupera aquel relato oral desde la mirada de un niño de 9 años, pero es mucho más que eso.

Lo primero que Borges reveló a los niños fue que antes de su llegada tuvo dos miedos. “El primero era que viniéramos, porque no sabía de qué iba a hablar con chicos de 4° grado. Pero el segundo miedo, que era más fuerte que el primero, era que no viniéramos. No se entendía bien lo que decía”, escribe Alinovi. A partir de allí comenzó el hechizo.

“Les voy a contar cómo pude vivir tantos años”, les dijo Borges a los chicos que lo escuchaban sentados en el suelo en semicírculo, mientras “miraba para arriba pero no veía, y la cortina que tenía detrás del sillón verde era muy blanca y muy linda por la luz del sol”. Y el escritor les reveló el secreto de las tortugas que vivían en el pozo de donde sacaba el agua que bebía en su casa de la infancia, en Palermo. “Dijo que él, un día, se había puesto a pensar, y se había dado cuenta de una cosa: el agua que él había tomado cuando era chico no era agua, sino agua de tortuga. Y como las tortugas vivían tanto, él había vivido tanto”, escribe Alinovi en el libro, ilustrado en tonos negros y verdes por Diego Alterleib. El texto es simple y recupera el detrás de escena de aquel encuentro, con detalles tan ricos como la historia misma.

Porque el derrotero que lleva a los niños al piso de Borges merece un libro en sí mismo, y así lo entendió Alinovi, que cuenta la anécdota que guardó en su memoria durante casi cuatro décadas como un cuento para niños. “Yo me acuerdo bien ese día, pero no sé si me acuerdo porque me acuerdo o porque revisité muchas veces la escena”, cuenta Alinovi a EL PAÍS. “Estaba con mi amigo José Manuel a la salida de colegio, un día a la tarde, y me acuerdo bien el momento en que me dijo ‘hoy voy a la plaza, pero voy con Borges’. La sensación que me interesaba transmitir fue que ese Borges, el Borges que yo escucho de José Manuel, fue un dato completamente neutro. Lo digo con términos de [Ernesto] Laclau, fue un significante vacío. Ahí operó una cosa muy linda, porque fue un significante vacío en el que yo puse algo, y lo que yo puse en ese significante fue la cara de José Manuel, que me decía ‘que embole, no va a estar tan bueno ir a la plaza”, dice. A partir de allí los niños juegan con la historia de ese Borges “sin significado” y la presión de los adultos, conscientes de que estaban ante algo que merecía atención.

¿Qué carga el significante vacío de Alinovi niño? “El primer paso fue mi madre. Cuando le cuento que José Manuel va con Borges a la plaza me dice, y recuerdo el tono maternal que usó, ‘no Matías, mirá, Borges es un escritor muy famoso. José Manuel habrá escuchado el nombre por ahí y te dijo eso’. Pero José Manuel no mentía. El niño era nieto de Fanny, el ama de llaves de Borges durante más de 40 años, y en esa época vivía en la casa de Borges. En su calidad de inquilino tenía algunas obligaciones, como acompañar a Borges a la plaza si su abuela se lo pedía.

El paso siguiente fue en la escuela. “La segunda cosa que me sorprendió como chico es la atención sobre José Manuel, que era un niño desestimado por la maestra, una monja. Al día siguiente ella se ocupó particularmente de él diciéndole ‘¿pero cómo puede ser esto, niño’. José Manuel le contestó ‘es que vivo con Borges’, y eso fue un cambio impresionante respecto a cómo la maestra lo trató. Recuerdo que le dijo ‘bueno, niño, ¿usted le podría preguntar si los chicos de 4° grado podemos ir a la casa?’. Al día siguiente José Manuel trajo un mensaje: ‘Dijo que sí”.

Hubo que organizar entonces la visita, sobre todo porque debía estar bajo el control de la escuela. La maestra pidió a los niños que elaborasen las preguntas que quisiesen, pero pronto tuvo que “disciplinarlas”. “Maximiliano le quería preguntar cuántas veces ganó el premio Nobel. Y Liliana, otra compañera, le quería preguntar cuántas veces se casó. Las preguntas eran geniales. Chicos que no saben nada apuntaron y acertaron dos tiros al eje de flotación de Borges: el Nobel y las mujeres”, dice Alinovi.

Borges murió en 1986, cinco años después de aquel encuentro con los alumnos de la escuela de su barrio. Alinovi no volvió a verlo, pero guardó el registro del cuento que escuchó en el piso de la calle Maipú gracias a un pequeño grabador que su madre le dio para la ocasión. El audio original se perdió bajo alguna grabación descuidada, pero permitió a Alinovi rememorar varias veces la charla con Borges. Durante años, la historia dio vueltas en la cabeza del autor, hasta que encontró la forma más adecuada para contarla. “Lo único que justifica esa anécdota es recuperar esa capacidad extraordinaria que tuvo Borges para improvisar un cuento frente a chicos de 4° grado. Porque lo improvisó. Tengo la sensación de que se le vino la tarde encima, Fanny le debe haber dicho ‘recuerde que hoy vienen los chicos’, lo sentaron e inventó un cuento”, explica. El único cuento para niños del autor de Ficciones no está en papel pero sobrevivió en la memoria, donde venció al olvido. Una batalla digna de Borges.

 

Fuente de la articulo: http://cultura.elpais.com/cultura/2017/04/12/actualidad/1492026316_087282.html

Fuente de la imagen:

http://ep01.epimg.net/cultura/imagenes/2017/04/12/actualidad/1492026316_087282_1492026784_noticia_normal_recorte1.jpg

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