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Sociedad del espectáculo Vs. construcción del conocimiento

Por:Juan Domingo Arguelles

Una de las características de la crisis cultural y editorial es la del protagonismo. A la gente hoy le interesa la fama, no la obra; la notoriedad, no la cultura. Los ámbitos literarios, artísticos, intelectuales, culturales y educativos, en general, incluido el de la academia, están llenos de “notables” que, para serlo, han perdido todo escrúpulo. Hay notables que se han hecho a fuerza de glosar, copiar, plagiar y tuitear, justamente porque saben que el currículo produce dinero. Lo que le interesa hoy a la gente, y no únicamente por cierto a los jóvenes, es “volverse viral”.

El protagonismo lo absorbe todo. Como lo ha visto lúcidamente Gabriel Zaid, en su libro El secreto de la fama, es así como “nace la industria del montaje y producción de ‘hechos’ armados para ser noticia, de ‘bellezas’ diseñadas para ser fotogénicas, de ‘personalidades’ modeladas para ser mediáticas, de ‘libros’ escritos para ser best sellers”. Y aquí el término “libros” exige, necesariamente, el entrecomillado irónico, pues se trata de libros sólo en su aspecto exterior, sólo en su apariencia; en cuanto a su contenido, bien podrían estar únicamente en internet. Lo que ocurre es que la industria editorial ha descubierto que, dado que la gente sigue leyendo mayoritariamente en papel, nada mejor que reproducir, en formato impreso, el tipo de contenidos que circula en internet, para hacer dinero fácil. Esto es degradar el libro cultural para obtener abundantes, rápidas y fáciles ganancias económicas.

Añade Zaid: “Una vez puesta en marcha, la realidad artificial se alimenta a sí misma. Una declaración de primera plana se vuelve noticia por el hecho de estar en primera plana. Un best seller vende más porque ha vendido mucho. Una celebridad es conocida por su logro más notable: ser muy conocida. No porque la declaración, el libro o la persona tengan méritos admirables, sino porque están en el candelero”. Y para todo esto se necesita formar no lectores críticos, no personas analíticas, sino clientes convencidos. Y de esto se ha venido encargando la industria del espectáculo y el entretenimiento, con internet a la cabeza.

Tiene razón Zaid, “lo más difícil de explicar en esta degradación colectiva es la del público espectador, sin la cual el negocio no es posible”. ¿Cómo podemos explicar, por ejemplo, que tanta gente esté convencida de que un objeto como Destroza este diario, de Keri Smith, tenga un valor pedagógico o liberador? Lo peor de todo es que está publicado por una editorial (Paidós) que antes fue un pilar de la reflexión, de la paideia justamente: de la formación de los niños y jóvenes, entendida como la transmisión de valores, saberes y emoción inteligente.

La única explicación posible es que la industria del entretenimiento y el espectáculo se ha dedicado a formar y a deformar los públicos, en tanto que la educación y la cultura, sumidas en unas crisis verdaderamente dramáticas, sólo observan (a veces con consternación, hay que decirlo) cómo se arruinan las generaciones.

¿Es esta consternación una forma de moralismo? Para nada. En todo caso se trata de una postura ética. No se condena el placer; se echa de menos la inventiva de las personas (niños, jóvenes y adultos) para transformar su mundo. Que la gente se acostumbre a vivir con el seso dormido, y que los libros sean únicamente entretenimientos vacíos cuando no instructivos que les digan lo que tienen que hacer (incluso para divertirse, para realizar el acto sexual, para comer, para esto y para lo otro) es una pérdida del uso de nuestras capacidades lúdicas, reflexivas y cognitivas, de nuestras potencias sensibles e inteligentes, de nuestras fuerzas emocionales e intelectuales que a lo largo de la historia han conseguido mover este mundo con imaginación, escepticismo y nueva creación de sentido.
Esto ya nos lo avisaba el cineasta, escritor y filósofo Guy Debord (1931-1994) en su hoy casi olvidado libro La sociedad del espectáculo, publicado originalmente en París en 1967, hace exactamente medio siglo. Debord supo ver los comienzos de esta sociedad del espectáculo en tiempos en los que no se imaginaba siquiera el advenimiento de internet.

Sentenció, con enorme lucidez: “La sociedad que descansa sobre la industria moderna no es fortuita o superficialmente espectacular, es una sociedad fundamentalmente espectacularista. En el espectáculo, imagen de la economía reinante, la finalidad no es nada, el desarrollo es todo. El espectáculo no quiere llegar a ninguna otra cosa que a sí mismo”.

Siendo así, conforme la sociedad se fue haciendo cada vez más espectacularista, los hacedores de mercancías se dieron cuenta de que ese fin en sí mismo del espectáculo podía generar más dinero que cualquier empresa empeñada en el trabajo duro. Hoy, de la noche a la mañana, cualquier persona que genere banales programas de entretenimiento puede perfectamente vivir más que holgadamente, con grandes ingresos, sin prácticamente hacer nada. Lo que hace es lo que es: el vacío total que se consume por personas que también viven consumiéndose en el vacío.

Debord ya se refiere en su célebre libro a lo que él denomina “el movimiento de banalización que, bajo las multicolores diversiones del espectáculo, domina mundialmente a la sociedad moderna”. Lo dijo, lo escribió, hace cincuenta años. Hoy su aguda observación puede verse como una profecía cumplida.
Para Debord, “la cultura es el lugar de la búsqueda de la unidad perdida” entre el juego y el aprendizaje, entre lo lúdico y el conocimiento, entre la alegría de ser y la felicidad de saber. Es así como se construye el ser humano sin divisiones: en espíritu y en inteligencia, en bienestar físico y en centralidad emocional. Lo contrario de todo esto es la mercancía que se vuelve necesidad y el espectáculo que sustituye la realidad misma por medio de la imagen que se torna realidad, esto es irrealidad, simple representación.

Lo que adivinó Debord en esa naciente sociedad del espectáculo fue un “autismo generalizado” perfectamente identificable en un síntoma que hoy se ha agravado hasta extremos nunca vistos: “Todo lo que antes era vivido directamente se ha alejado en una representación”, en un “pseudomundo aparte” en donde “el espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente”. ¿Será acaso por esto que esta sociedad, sumida en lo trivial, tiene tanta fascinación por los zombis, por los muertos vivientes, por los monstruos y demás criaturas de la irrealidad y la realidad virtual que se han convertido de pronto en una y la misma cosa?

La idea de que, probablemente, no haya nada profundo en este mundo, nada trascendente, y todo sea vanidad de vanidades, era al menos antes una duda metafísica que podía asaltar a cualquiera, pero que ya entrañaba en sí un principio de reflexión. Hoy, en cambio, muchísimos “adultescentes” o adolescentes perpetuos viven únicamente para la frivolidad, la banalidad, el espectáculo, los videojuegos y los canales personales de internet que abren para hacer bromas y lanzar retos francamente pueriles que, por lo demás, se toman muy en serio, del mismo modo que lo asumen con seriedad quienes lo consumen, evidenciando que lo realmente importante de la realidad les tiene sin cuidado.

Refiero una simple anécdota: En cierta ocasión, mientras hacía fila para poner un paquete en una oficina de mensajería, dos jóvenes de entre 24 y 25 años tenían una amenísima charla que escuché durante al menos veinte minutos porque hablaban y gesticulaban con particular entusiasmo, como si no hubiese nada ni nadie a su alrededor. El tema único y de enorme relevancia que discutían era determinar (tratando de llegar a un acuerdo) cuáles eran los mayores poderes de Lord Voldemort. Eran universitarios sin duda.

El libro como mercancía

Todos hemos escuchado o leído, por ejemplo, que Hitler no murió en su búnker el 30 de abril de 1945: que huyó a América como otros tantos nazis y se refugió en Sudamérica. También hemos escuchado o leído que Elvis Presley y Michael Jackson fingieron su muerte y que hoy viven en el anonimato. Esto y todo lo relacionado con lo paranormal y las teorías de las conspiraciones son ingenuidades que no merecen llamarse siquiera especulativas. Sin embargo, mucha gente se lo toma en serio y afirma y divulga todo esto con el mayor candor crédulo. La sociedad del espectáculo y la industria del entretenimiento han conformado generaciones de crédulos. Por eso los libros de chismes, autoayuda y demás recetarios han usurpado el lugar del libro cultural. Con este tipo de cosas se hacen libros y se amasa dinero, pero también se pierde de vista lo importante. Mientras legiones de clientes viven en la irrealidad, la visión crítica del mundo languidece.

¿Por qué Jeff Bezos, fundador y director ejecutivo de Amazon, es uno de los hombres más ricos del mundo? Porque tiene un supermercado gigantesco en línea, en donde, entre otras cosas, vende libros, pero especialmente millones de ejemplares de libros que nada aportan a la cultura y que incluso la socavan. Lo que distribuye masivamente Bezos, por medio de Amazon, es especialmente, en gran abundancia, mercancía insustancial.

El escritor español Jorge Carrión tiene un ensayo (en realidad un manifiesto) muy esclarecedor desde su título: “Contra Amazon”. En él sostiene lo siguiente: “Si escribes en Google ‘Amazon librería’ te aparecen decenas de links a páginas de Amazon donde se venden estanterías. No me cansaré de repetirlo: Amazon no es una librería, sino un hipermercado. En sus almacenes los libros están colocados al lado de las tostadoras, los juguetes o los monopatines. En sus nuevas librerías físicas los libros están colocados de frente, porque sólo exhiben los cinco mil más vendidos y valorados por sus clientes, muy lejos de la cantidad y del riesgo que caracterizan a las auténticas librerías. Ahora se plantea repetir la misma operación con pequeños supermercados. Para Amazon no hay diferencia entre la institución cultural y el establecimiento alimenticio y comercial. La historia de Bezos es la de una larga expropiación simbólica. Escogió la venta de libros y no de aparatos electrónicos porque vio un nicho de mercado: no todos los títulos disponibles cabían en las librerías y él sí podía ofrecerlos todos. En los años noventa había pocos competidores de gran tamaño (sobre todo Barnes & Nobles y Borders) y los distribuidores ya tenían el catálogo adaptado a la época digital, con los códigos ISBN incorporados. Por eso hizo un curso de la Asociación de Libreros Americanos y se apropió en un tiempo récord del prestigio que los libros habían ido acumulando durante siglos”.

Esta expropiación simbólica del libro, por parte de una librería que no es estrictamente una librería, es la misma que han llevado a cabo los grandes consorcios editoriales que André Schiffrin denunció en su libro La edición sin editores. Las grandes corporaciones que producen lo mismo alimentos enlatados que armamento se interesaron en el objeto libro cuando se dieron cuenta, como bien señala Schiffrin, de que con las palabras también se pueden obtener altos rendimientos. Y, claro, los libros que dan mayores ganancias no son, por cierto, los que proporcionan mayor provecho intelectual.

Pero, además, las grandes corporaciones que, entre otras cosas, fabrican libros para las listas de los más vendidos, se han convertido en depredadoras de las pequeñas empresas editoriales que ofrecen alternativas culturales frente la dictadura de mercado. Estas pequeñas empresas deben, literalmente, nadar entre tiburones que, como es de esperarse, acaban engulléndoselas. En el prólogo a la edición española conjunta de sus libros El dinero y las palabras y La edición sin editores (Península, Barcelona, 2011), Schiffrin se refiere, por ejemplo, al “creciente control de las editoriales españolas sobre Hispanoamérica”. Refiere:

“El sector del libro está dominado allí totalmente por las principales empresas españolas. Las pequeñas empresas editoriales independientes apenas pueden sobrevivir. En 2009, mientras visitaba Santiago de Chile, fui testigo del asombroso espectáculo de una feria del libro nacional que estaba tan dominada por los grupos empresariales españoles que no había ningún espacio en el recinto para las muestras de las editoriales chilenas independientes. Los cerca de 40 editores locales se habían agrupado para construir un pabellón especial fuera del recinto ferial principal, de modo que sus libros también pudieran ser vistos por el público visitante. En vista de estos resultados, hay que admitir que la pesimista visión de La edición sin editores queda incluso lejos de lo que ocurriría en la próxima década”.

Lo cierto es que, en general, son estas editoriales independientes de cada país las que, en situación precaria, ofrecen libros con capital cultural, en tanto que los grandes consorcios inundan el mercado con materiales de alto valor calórico y muy escasos o nulos nutrientes intelectuales, lo que ocasiona, cada vez más, una erosión educativa y un empobrecimiento cultural innegables. Para los consorcios editoriales publicar libros se ha convertido únicamente en un negocio ausente de toda responsabilidad social.

Mucha gente ni siquiera intuye, no llega a pensar, siquiera por azar, que la miseria política que carcome a la sociedad, que el grito ensordecedor del dinero, al que se refiere Steiner, son causa y consecuencia de una sociedad que perdió el rumbo de la educación y la cultura al subordinarlo todo a los medios como fines y al espectáculo como principio.

Donald Trump en las alturas, ya no sólo económicas sino del poder político, es la confirmación más fehaciente de nuestro desinterés por la realidad, en un mundo donde el libro (sea impreso o no) ha dejado de ser “extensión de la imaginación y la memoria” (como bien dijo Borges) para convertirse tan solo en un vacuo entretenimiento para el cliente y en un mecanismo para alcanzar notoriedad y ganar dinero por parte del autor y los consorcios editoriales.

La crisis de la cultura

Hoy la sociedad del espectáculo y la gran industria editorial conspiran contra la construcción del conocimiento y la formación del saber. Cada semana se publica el nuevo libro necesario del nuevo autor indispensable que se ofrece a la clientela con la advertencia de que ignorarlo es casi perder el sentido de la vida.

Cada semana es lo mismo y, por ello, en las tierras de Manrique, Cervantes, Góngora, Quevedo, Machado, Unamuno y García Lorca se anestesian los espíritus con insustancialidades que dejan mucho provecho a los vendedores. Pero, como ya hemos visto, no sólo allá: también en las comarcas de Hölderlin, Novalis, Rilke, Kleist, Goethe, Nietzsche, Thomas Mann, Hesse y Grass; Descartes, Rabelais, Montaigne, Voltaire, Baudelaire, Maupassant, Balzac y Stendhal; Shakespeare, Jane Austen, Dickens, Melville, Chesterton, Wilde, Huxley, Stevenson y Virginia Woolf; José Maria Eça de Queiroz, Pessoa y Saramago; Melville, Twain, Thoreau, Poe, Hawthorne, Jack London, Edith Wharton, Emily Dickinson, Ezra Pound, Carson McCullers, Faulkner y Hemingway.

Se dirá que en toda época y lugar han convivido escritores y obras geniales con autores y libros insustanciales. En esto no hay duda. Pero lo que hoy ocurre es diferente e inédito. Venden más libros e influyen en más personas los analfabetos culturales que los escritores importantes, en cualquier país del mundo, y lo que mueve a la industria editorial no es la cultura sino el dinero, del mismo modo que lo que mueve a los autores no es la obra literaria, científica o filosófica, sino la notoriedad que también se convierte en dinero.

En el auge de la sociedad del espectáculo la cultura dejó de ser importante, a menos que llamemos cultura al entretenimiento trivial, la bulimia informativa y el conocimiento mutilado de internet. Si todo se subordina a internet (incluidos ya los libros impresos y los contenidos y formatos de las revistas y los periódicos en papel) lo que resulta es un producto desechable, nada parecido a un cimiento que pueda soportar y ensanchar el saber sólido.

Theodore Roszak, en su libro El culto a la información (Pantheon Books, Nueva York, 1986) aconsejó lo siguiente hace más de tres décadas, cuando esta crisis de la cultura revelaba sus peligros, para quienes quisieran verlos, ante la ceguera incluso de los centros de altos estudios: “Si queremos salvar el verdadero arte de pensar, sacarlo de esta confusión paralizadora, ante todo hemos de abrirnos paso por la espesura de la verborrea publicitaria. Pero una vez que hayamos desbrozado así el terreno, llegamos al núcleo filosófico del culto a la información, que es fruto de las academias y de los laboratorios tanto como del mercado”.

Cuando la educación y la cultura se reblandecen es fácil aceptar cualquier cosa en la política, la economía, la sociedad, el arte, la literatura, etcétera, porque la educación y la cultura son las fuentes nutricias que vienen del pasado oral y escrito, del patrimonio cultural tangible e intangible que está en las obras imperecederas. Incluso lo lúdico es cultural en tanto conlleve un aprendizaje para la vida, como bien lo advirtió Johan Huizinga en su libro ya clásico Homo ludens. El juego es también un fenómeno cultural y no sólo una función biológica, dice Huizinga. Homo faber (el hombre que crea, que trabaja y fabrica) y homo ludens (el hombre que juega) se complementan, porque del juego nace la imaginación que confiere al intelecto mayor fuerza y dirección.

Pero la puerilidad adocenada que se conforma con la receta ¡incluso para jugar! ha perdido del todo su sentido creador. Contra lo que suele decirse, no vivimos en la sociedad del conocimiento, vivimos en la sociedad de la sobreinformación y el espectáculo y en la era del negocio que ha encontrado su paraíso de mercado en el ocio.
En tanto todo se subordine a internet, en especial la cultura y la educación, todo estará también subordinado al mercado y a los intereses económicos, pero no al desarrollo emocional e intelectual de las personas. Esto es lo que tenemos hoy: una cultura empobrecida que se irá depauperando aun más si todo lo determina la ganancia económica.

El presente artículo es parte de la conferencia que dicté en el marco de la semana del idioma celebrada en la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, en Medellín, Colombia, y de la presentación oficial, en esta misma universidad, de la iniciativa Salón de la Palabra, una apuesta por la institucionalización de prácticas de lectura, escritura y oralidad desde una perspectiva humanística.

Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=6895:sociedad-del-espectaculo-vs-construccion-del-conocimiento&Itemid=143

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Escuelas: la fiebre del blog y las redes sociales

Por: Anna Torralbo

Me paseo por varios blogs de escuelas y corroboro mi hipótesis (no demasiado arriesgada) de que están llenos de fotos y vídeos. Páginas y páginas de entradas: actividades en las clases, excursiones, fiestas… cientos de momentos capturados en imágenes. A continuación, me hago la siguiente pregunta: ¿Cuánto tiempo supondrá hacer y colgar todo este archivo visual?

Toma una escuela como modelo y reviso cuantas fotografías se han hecho: en un mes y medio se han colgado 1.662 fotos (previamente seleccionadas, por lo que en realidad se han tomado muchas más). Sin ser demasiado exhaustiva (obviamente hago el recuento por aproximación), estimo que cada una de estas imágenes pueden suponer tres minutos en completar el ciclo: desde que se hace la foto hasta que es publicada en un post, con su respectivo texto.

Sigo haciendo cuentas: 1.662 fotos a tres minutos cada una nos da un total de 83 horas. ¡83 horas invertidas en dar visibilidad a actividades que se realizan en la escuela! Sigo haciendo cuentas, todavía no puedo dar crédito a estas cifras, por lo que me decanto por verlo desde otra perspectiva: divido 83 horas entre las seis semanas durante las cuales se han tomado las fotos. Me salen 14 horas por semana. La cosa no mejora. Continuo; divido las 14 horas entre las personas que se encargan de colgar y gestionar dichas imágenes (normalmente miembros de una comisión). Hago una aproximación, y considero que puedan ser 5 (evidentemente no tengo en cuenta las personas que han hecho las fotos). El resultado final es de 2,8 horas a la semana por persona. Y, ¡esperen!, no he tenido en cuenta todas las otras redes sociales a la que las escuelas están vinculadas: Twitter, Facebook, Instagram…

Teniendo en cuenta que no todas las escuelas hacen el mismo uso de las redes o de los blogs, pero considerando también que esta práctica está cada vez más extendida e instaurada, me arriesgo a afirmar que se invierte una cantidad ingente de horas en visibilizar lo que ocurre dentro de ella. Tiempo dedicado a una actividad que, en realidad, no tiene un fin pedagógico. Porque, también hay que decirlo, es cierto que con todas estas imágenes se podría hacer mucho trabajo: expresiones orales, expresiones escritas, talleres de fotografía, reportajes o artículos, cómics de lo que ocurre en la escuela… Pero eso rara vez ocurre. El fin último y primario de todo este archivo visual es… ¿Cuál es? ¿Se ha preguntado la comunidad educativa cuál es el fin de toda esta participación en las redes sociales?

Le doy vueltas al asunto y me pregunto por qué la escuela pública tiene que promocionarse de este modo, competir entre ellas por la calidad de lo que se muestra (no de lo que se hace, en realidad). También me pregunto si todo esto tiene que ver con las familias. ¿Realmente necesitan “ver” todo lo que ocurre? ¿Acaso no pueden sus propios hijos contárselo? Mientras la madre, padre, abuelo, etc. mira las fotos ¿qué hace el hijo o hija? ¿juega a otra cosa, espera a que acaben? Sea lo que sea, creo que es una pena que estemos desaprovechando la posibilidad de conversar e imaginar a través de las palabras que llegan del otro, y que nos hacen ver, a través de este (y no de una imagen), lo que han vivido.

Porque, aunque el alumno/a haya contado lo que ha hecho o lo que ha pasado, muchas veces se recurre a la imagen para corroborarlo. Como si las palabras ya no nos bastaran, como si solo la imagen pudiera dar crédito, validase lo ocurrido. Y aquí se pierde mucho, porque ya no hay que hacer un esfuerzo por relatar, ni por entender, ni imaginar. La narrativa requiere demasiado tiempo, un clic bastará: una imagen vale más que mil palabras. Y qué triste tener que decir esto, pues es en el uso de la palabra donde la opinión y la experiencia de quien lo ha vivido puede aflorar, de otro modo, nos lo perdemos.

Por otro lado, la imagen funciona como condicionante, porque no podemos obviar que nunca se colgarán aquellas en las que el alumno se aburría o lloraba: “He visto que habéis celebrado el día de la paz en la escuela. Sí, pero ha sido un rollo porque… Pero, ¿qué dices? Si habéis hecho cosas muy chulas, que lo he visto yo…”. Sin darnos cuenta ahogamos la voz del otro amparándonos en las imágenes, imágenes que, en realidad, tienen algo de hipócritas, porque ellas siempre nos relatarán que todos estaban muy felices.

Pero como profesora hay otros aspectos que me preocupan. Y es que pienso en las veces que nos lamentamos de que no tenemos tiempo de hacer nuestras tareas: adaptaciones curriculares, programar, coordinarnos, reflexionar sobre lo que hacemos, hablar con la alumna X, llamar a la familia Y, al psicólogo… ¿Cómo podemos dedicar tanto tiempo a una tarea tan irrelevante como hacer y colgar fotos y en cambio no tenemos horas para hacer lo que sí realmente importa? Es cierto que la escuela está siendo sacudida por una ola de cambios (llámesele innovación, reestructuración, adaptación, modernización…) que, como todo, están ocurriendo muy rápido. Pero estos cambios no siempre son sustanciales, muchos de ellos, incluso, no están siendo cuestionados, sino que se adoptan como una moda. En este caso, la moda de la transparencia y la visibilidad o, lo que es lo mismo: la de demostrar públicamente e incansablemente cuán buenos somos; sin importarnos que, para ello, tengamos que calcar lo que ya existe, porque, no lo voy a negar, las fotos de las webs escolares parecen todas las mismas.

El tiempo de trabajo personal o dedicado al centro en las escuelas escasea, y el poco del que disponemos debería estar aprovechado al máximo, dedicado a aquellas cosas que realmente nos hacen avanzar hacia una educación real, con sentido y contenido. Si nos dejamos llevar por tendencias, más que por intereses educativos, estamos perdidos.

Señores y señoras, nos vienen años de muchos cambios, y, hoy, más que nunca, debemos mantenernos críticos, porque de distracciones hay, y habrá, muchas.

Fuente noticia: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/31/escuelas-la-fiebre-del-blog-y-las-redes-sociales/

Fuente imagen: https://www.hostinet.com/wp-content/uploads/2013/05/banner-blog-redes.jpg

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“La mayor innovación educativa hoy es cuidar”

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

Crear espacios de comunicación dentro del claustro para hablar de práctica educativa, así como para hablar con las familias sobre cómo colaborar entre ambos, son dos aspectos importantes en los cuidados dentro de la escuela.

Son algo más de las nueve de la mañana. El campus María Zambrano, en Segovia, perteneciente a la Universidad de Valladolid, ha abierto sus puertas un sábado, pero quienes se encuentran en su moderno recinto , en una plaza central adoquinada rodeada de aulas, no son estudiantes de grado. Son docentes de infantil a secundaria, alguno también de la universidad. Son madres, padres, un par de alumnos.

Han venido de diferentes lugares de Castilla y León (Burgos, Segovia, Valladolid…), algunos también desde la cercana Madrid. El objetivo es hablar de la pedagogía del cuidado.

La culpa de esta reunión un sábado por la mañana, y que durará hasta bien entrada la tarde, la tiene un grupo de maestras (fundamentalmente) y maestros. Hace tres años alguien escribió en un grupo de WhatsApp: “Chicos, ¿nos juntamos para conspirar y cambiar esto?”. Seguramente es el leitmotiv de cientos de docentes del país.

En esta ocasión, los cuidados han centrado la jornada. Cómo cuidarse y cuidar dentro del claustro, cómo cuidar a las familias y cómo estas pueden cuidar también del centro, qué papel juegan los cuidados dentro de la sociedad o cómo mejorar los cuidados con el alumnado.

“Había gente que necesitaba abordar este tema (el de los cuidados) porque se vivían situaciones de mucho descuido en general. La relación con los compañeros y compañeras, con los críos, con las familias…”, explica Malú Orta, una de las integrantes del grupo. El germen surge durante unas jornadas que el grupo, llamado Conspiración Educativa, comparte con el MRP de Castilla y León, Concejo Educativo, en las que Yayo Herrero les habló de los cuidados. En ellas también interviene Julio Rogero, histórico de los MRP.

Como resume Malú, “la mayor innovación hoy por hoy es cuidar, pararte a mirar a los alumnos y alumnas, a los compañeros, no criticar tanto, entender más… entender que otro prefiere hacer las cosas desde un sitio y yo desde otro…”.

De esto trata la jornada. De un gran espacio en el que hay cinco círculos formados por sillas. En cada uno de ellos se tratará algo diferente (alumnado, familia, docentes, cuidado educativo y cuidado social) y cada 15 minutos habrá que cambiar de grupo, para favorecer la rotación y la discusión de los diferentes aspectos.

Qué es cuidar

Es de lo que hablarán durante buena parte de la mañana maestras, docentes y madres. Se pondrán sobre la mesa iniciativas como las desarrolladas en el colegio público Palomeras Bajas, de Madrid, invitado a coordinar el grupo sobre cuidados entre compañeros. Iniciativas que se comparten, como la de establecer citas, fuera del horario de trabajo, para que el equipo docente pueda compartir, hablar y conocerse. Con el objetivo siempre claro de que, a pesar de que se haga en un ambiente distendido, no dejan de ser compañeros de trabajo, no amigos.

Cuidar es, fundamentalmente, fomentar la conversación, la comunicación con los compañeros, en el claustro. Conocer qué prácticas le están funcionando al de al lado y que puedo utilizar yo también. Y es también lograr una comunicación fluida con las familias. Pero no limitarse a las peticiones habituales de actividades extraescolares, o a que trabajen cuando no podemos asumir desde el claustro por falta de tiempo. No es tampoco la organización de fiestas. O no solo. Pasa por ser capaces de crear momentos de cierta complicidad y que conozcan, tanto al profesorado de sus hijos, como el trabajo que realizan con ellos.

La participación de las familias es importante. María José Gómez es integrante de la Federación de AMPA de Valladolid asegura que, según van pasando los cursos “las familias lo vamos dejando y el sistema lo pone más difícil para la participación”. Madres y padre ven a chicas y chicos, con el paso a la secundaria, como ya mayores al tiempo que, dice, “las actividades de las familias vienen dadas desde el centro.”

Se aboga por una mayor y mejor comunicación entre centros y familias, con la que romper esa cierta “relación de sospecha”, construida en muchos lugares desde la primaria, cuando la entrada de las familias a los centros se dificulta e incluso prohíbe

Comunicación, y también juego entre compañeras y compañeros, complicidad, acogimiento del resto del claustro. Sobre la mesa aparecen cuestiones que de las que poco o nada se habla como, por ejemplo, el impacto que tiene en las relaciones entre docentes la eliminación de las jornadas partidas. Con ella se termina el momento común de la comida, por ejemplo, y con él la conversación sobre las chicas y chicos, sobre las prácticas, sobre los conocimientos.

Cansadas de la queja

Esta es una de las claves principales que hizo de espita para la aparición de Conspiraciones Educativas como grupo hace tres años. Lo primero fue “salir de la queja, cuenta Patricia Cabrejas, y de ahí surgió el ‘a ver qué pasa’”. Así organizaron la primera reunión. A la segunda decidieron que había que invitar también a las familias. Y a esta tercera, al alumnado.

Hay que decir para ser justos que es germen, como aclara Pili Hernández Camacho, es “un antiguo grupo que estudió Magisterio a la vez, con una conexión fuerte con alguno de los profesores”. “Ellas decidieron, continúa, de primeras que se había acabado eso de la queja, que había que ir más allá. Yo creo que ese ha sido el detonante más bonito que hemos tenido”.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-formacion-de-docentes-en-la-nueva-agenda-educativa-internacional/

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La formación de docentes en la nueva agenda educativa internacional

Por:

El tema de la formación de docentes se ha venido discutiendo en forma circular a partir de ideas y de propuestas cargadas de lugares comunes o de propuestas provenientes del sentido común. Incluso los contenidos de la reforma en cuanto a la formación docente, no han permitido avanzar en cuanto a planteamientos, propuestas, e ideas que fundamenten los cambios que están por venir. Es más, no se han definido los campos a los que se aspira en este campo específico del desarrollo educativo.

La formación requiere un nuevo formato, que defina las formas y los contenidos de lo que se desea hacer y hacia donde se quiere llegar. En este sentido hay una serie de situaciones que se van engarzando a partir de una serie de ideas y de propuestas que tienden a conformar una agenda pública que debe atenderse desde las diversas instancias encargadas de las tareas de la formación. Dentro de esta agenda destacan asuntos como los siguientes:

  • Garantizar el acceso y la justicia educativa para todos y todas.
  • Disminuir las brechas del aprendizaje y crear un verdadero esquema de equidad que respete las diferencias y la diversidad social concretada en lo educativo.
  • Virtualizar algunos aspectos ligados con la formación y continuar con la presencialidad en cuanto a aquellos elementos que son necesarios para garantizar el cumplimiento de objetivos y metas. Pero aprovechar las nuevas tecnologías como aliado y complemento de las propuestas de formación y no a la inversa.
  • Atender los complejos problemas de convivencia, de violencia al interior de los espacios escolares.
  • Legitimar de mejor manera la figura de los y las educadores de tal manera  que su trabajo esté atravesado por un esquema claro definido desde la profesionalidad.
  • Conocer las trayectorias de vida de los sujetos y responder a ellas con respeto y claridad a partir de trazar objetivos de nuevos horizontes culturales a los que se aspira llegar.
  • Problematizar de mejor manera el encuentro educativo y la educación de los docentes al de y con los otros.
  • Conocer los nuevos formatos de desarrollo social y psicológico de los sujetos que nos ayuden a explicar a las infancias, adolescencias y juventudes que han nacido y se han desarrollado a partir de las reglas y desafíos del tercer milenio.
  • Garantizar la generación de una nueva narrativa que permita escribir las nuevas del nuevo esquema y rescate las nuevas experiencias en formación docente.

La formación entonces debería responder a los nuevos retos y desafíos de la sociedad, para ello se requiere dos requisitos básicos:

  1. Conocer y manejar los textos y las sugerencias clásicas en el campo de la formación (las portaciones de G. Ferry, B. Honoré, Filloux, etc.).
  2. Solidificar una metodología basada en la acción, en el conocimiento de las prácticas que se cruce a la formación de los nuevos docentes.

El campo de la formación por ultimo requiere que contribuya al trazo de los rasgos del nuevo rol, perfil e identidad de los docentes del siglo XXI, en esto tal vez no estaríamos pensando en un sólo formato sino en una gama amplia que permita responder favorablemmte a la demanda. Requerimos que los nuevos docentes discutan su profesión y hagan acotamientos pero respaldados con un mínimo de soporte teórico y metodológico. La profesionalidad ayuda en todo ello. Y para ser congruente a partir de la pregunta de ¿Quién forma a quién? Esto no debe llegar de afuera es un proceso que les toca a los propios formadores formarse para ayudar a otros a formar.  La tarea es difícil, debemos comenzar ahora.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-formacion-de-docentes-en-la-nueva-agenda-educativa-internacional/

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Enfocar la mirada hacia el alumnado para disfrutar la profesión

Por: Víctor Manuel Rodríguez

La educación va más allá de las materias instrumentales, que tiene docentes que escuchan las voces de sus alumnos y saben escarbar en sus silencios.

Cuando hablamos de educación y de escuela, cada vez mencionamos menos a sus principales protagonistas: los niños y las niñas. Sé que es una afirmación bien poco original y que a algunos les puede parecer un tanto naif, pero no puedo evitar que de tiempo en tiempo me asalte una cierta tristeza cuando -de nuevo- lo constato.

Leo sesudos o no tan sesudos artículos en los que se vierten en aluvión grandes y pequeños números, estadísticas complejas, tasas de fracaso o éxito e índices irrefutables sobre cualquier cosa susceptible de ser medida; informes en los que se comparan con gran competencia países, comunidades autónomas, ciudades, barrios y contextos, y en los que se analizan curvas y elípticas, diagramas e histogramas, inversiones en dólares o euros; también la descripción de fastuosos proyectos, planes y programas nacionales, locales o particulares de un centro, de una comunidad de centros o de una red de centros, física o virtual (esto significa de centros cuyos integrantes igual ni se conocen, pero están en red).

Contemplo con desasosiego cómo proliferan los nuevos gurús que han descubierto la piedra filosofal del aprendizaje y la enseñanza; lo último en organización y gestión; lo más moderno en coaching, mentoring o formación de profesorado; o las últimas tendencias pedagógicas -avaladas por cualquier entidad que nos quiera vender algo- que vienen del frío norte de Europa o de oriente, como Papá Noel o los Reyes Magos.

Me pierdo en discusiones con colegas sobre los recortes en recursos materiales o personales (dinerarios en definitiva); sobre los planes de mejora de sus administraciones educativas; sobre los protocolos, leyes, programas, directrices, instrucciones, indicaciones, consejos y sugerencias para poder hacer todo lo que hay que hacer y organizar todo lo que hay que organizar.

Y me pasmo sin paliativos cuando escucho -a veces me consta que de voces bienintencionadas- que hay que abandonar la visión individual, el foco en la alumna, la mirada profunda y directa… que lo que importan son las políticas, los marcos de acción, las prácticas, los métodos, los artilugios.

Y tras las lecturas, el desasosiego, la desorientación y el pasmo, casi siempre me angustian las mismas preguntas: en definitiva, ¿de qué estamos hablando? ¿No convendría pararnos un poco a mirar lo que tenemos delante o justo al lado? ¿No cabría dedicar un poco de tiempo y energía a tratar de escrutar o simplemente a escuchar lo que nuestros alumnos y alumnas tienen que decirnos? ¿No estamos perdiendo una valiosa oportunidad no solo para volver a centrarnos en lo que de verdad importa, sino incluso para poder disfrutar de lo único de lo que merece la pena disfrutar de verdad en nuestra profesión, a veces tan maltratada? Me consta que estas interrogantes no son un dechado de originalidad, pero me invaden, no obstante, de vez en cuando y me parece que no está de más escribirlas y compartirlas.

En algunos colegios convivimos con nuestras criaturas prácticamente desde sus primeros balbuceos hasta su marcha a la universidad, al mundo del trabajo o al mundo que hayan decidido explorar. Eso quiere decir que estamos directamente presentes, o cuando menos muy cerca, de todos los sucesos importantes que van a experimentar a lo largo de una parte esencial de sus vidas.

Claro que ante todo y sobre todo estarán sus familias, esas familias con las que a veces no mostramos complicidad ninguna y a las que a menudo también ignoramos. Pero nosotros también estaremos ahí: estaremos cuando empiecen a correr o saltar; cuando controlen sus esfínteres o descubran el mundo de la lectura y abran los ojos y los oídos como platos; estaremos cuando comiencen a darse cuenta de que los juegos se convierten en tareas pero también cuando descubran que esas tareas y juegos los catapultan a espacios insólitos.

Los tendremos muy cerca cuando consoliden sus amistades -a veces para gran parte de su vida-, cuando se enamoren por primera vez y también cuando se peleen por vez primera, con sus amores o con esas amigas que parecían ser para toda la vida. Vendrán a clase al día siguiente de hacer el amor, quizá de forma torpe y angustiada, y también tras su primer cigarro, su primera cerveza o su primer botellón. Vendrán también a vernos tras cualquier discusión familiar, tras cualquier noche de llanto desconsolado, tras alguna muerte o pérdida imprevista y siempre cruel. Vendrán enfermos, tristes, exultantes u orgullosos. Disfrutarán de la vida o la sufrirán justo ahí al lado, a muy pocos centímetros de donde nos encontramos.

Y no sé si la mayoría de nosotros lo veremos. No sé si experimentaremos la capacidad de asombrarnos de nuevo y de contar a nuestras compañeras la sensación que hemos experimentado. No sé si seremos capaces de darnos cuenta de que todas esas cosas están ahí, aunque no sean tan mensurables, tan evaluables, tan comparables o tan evidentes siempre. Seguramente no lo escribiremos en ningún sitio, nunca podremos publicarlo en una revista de impacto y puede que tampoco constituya el eje central de nuestra próxima charla, tertulia o debate educativo. Nos centraremos en otras muchas cosas que también son importantes, que son sin duda esenciales en nuestro trabajo y en nuestra condición de enseñantes. Pero mucho menos emocionantes.

La buena noticia es que también sé que, aunque no aflore tanto en artículos o tertulias pedagógicas, muchos maestros y maestras siguen dirigiendo su mirada cada día al sitio correcto y siguen siendo capaces de disfrutar de la emoción de ese viaje en el que cuentan con los mejores acompañantes. Sé que hay muchos profesionales que aún piensan que la educación va más allá de las materias instrumentales, del genitivo sajón o la tabla periódica, por importantes que todas ellas sean; que viven su acción tutorial con independencia de que el DOC les atribuya o no esa función; que escuchan las voces de sus alumnos y también saben escarbar en sus silencios o en sus páginas en blanco. Sé que hay profesoras a las que importa más quienes son las personas que tienen delante o al lado que las personas que serán en el futuro; maestros que piensan que no tiene ningún sentido preparar para la vida ignorando que la vida, justamente la vida, bulle también cada día en las aulas, los pasillos y los patios de nuestros colegios.

Y, tras esa constatación, siempre pienso: ¡qué suerte tienen esos alumnos y alumnas! ¡qué privilegio tienen esas maestras y maestros!

Fuente artículo: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/29/enfocar-la-mirada-hacia-el-alumno-para-disfruta-la-profesion/

Fuente imagen: http://www.elcorreo.com/noticias/201603/18/media/cortadas/carrera–575×350.jpg

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Niños de 0 A 3 ¿En casa o en la escuela?

Por: Carina Farreras

La crianza de los ­niños pequeños vuelve a suscitar azoradas discusiones políticas. Con el fracaso de la Lomce, la malhadada ley del PP, el Gobierno ha propuesto un pacto nacional por la educación en el que algunos profesionales proponen la universalización y gratuidad de la escolarización en cualquier edad.

En Catalunya, el debate propuesto por la Conselleria d’Ensenyament, Ara és demà, recoge la posibilidad de adelantar a los 2 años la entrada de los alumnos a las escuelas de forma que se acorte el periodo más duro de conciliación laboral de los padres y se den oportunidades educativas tempranas a los más desfavorecidos.

La educación obligatoria se inicia en nuestro país a los 6 años, pero la Administración garantiza las plazas en centros a partir de los 3 años. Esta estructura acaba influyendo: más del 95% de la población infantil está escolarizada en su tercer cumpleaños, frente al 55% de los niños de 2 años. A punto de conocerse las conclusiones del Consell Escolar, cristaliza la idea de pedir la garantía del P2 y ampliar los conciertos económicos.

Finalmente, el tercer debate se focaliza en Barcelona. El Ayuntamiento acaba de abrir un proceso participativo social. Este es, de todos los debates, el que da altavoz a fórmulas nuevas ya existentes que conectan con nuevas demandas sociales realizadas por una generación de padres y madres de la ciudad, muchos de los cuales reivindican o buscan fórmulas de trabajo más sostenibles con el periodo de la crianza y piden una estructura del sistema más flexible que la actual. En espacios, horarios, servicios… En octubre se elaborarán las conclusiones para empezar a implementar medidas el próximo año.

Hasta los 2 años: Médicos y psicólogos coinciden con las políticas de países más ricos: mejor en casa

Desde el punto de vista de salud física y mental, los especialistas consideran que hasta los 2 años los niños crecen mejor en el hogar, cuidados por sus padres o por referentes familiares, sin que se ponga en cuestión la buena labor que realizan las guarderías. Los países europeos con mayor renta no ofrecen servicios educativos hasta los 3, 4, 5 o incluso 6 años (Alemania, Irlanda, Grecia, Holanda, Finlandia y Suiza), y las familias reciben ayudas económicas o profesionales para facilitar la crianza en sus primeros años, con espacios de contacto con otros niños. Se ofrecen permisos a los padres de hasta 68 semanas (Suecia) o 52 (Reino Unido). Y existe mayor flexibilidad laboral.

La doctora Amalia Arce, portavoz de la Societat Catalana de Pediatria, explica que la maduración del sistema inmunitario del bebé aumenta con la edad, así como su autonomía. Un crío de 2 años puede exponerse con menos riesgo a los gérmenes que un bebé de menos edad, y la protección aumenta con cada año de vida ganado.

“Desde el punto de vista emocional y psicológico, si sólo pensamos en el niño, y no en las necesidades de las familias, donde mejor está es en casa”, apunta Silvia Blanch, doctora en Psicología de la Educación y coordinadora de Educación Infantil de la UAB, que subraya la excepción de aquellos niños que requieren estímulos afectivos y educativos para progresar. También resulta aconsejable para aquellos que hablan otra lengua. “Cuanto antes sea la integración, mejores serán sus posibilidades de éxito”, apunta.

Los centros se aconsejan en niños que reciben pocos estímulos afectivos o culturales

“En Catalunya, muchos niños de 7 años son maduros como escolares. Saben leer, resuelven operaciones matemáticas… pero son infantiles emocionalmente: siguen tomando biberón, se hacen pipí en la cama y no saben frustrarse”, afirma Blanch, que se pregunta si ciertas exigencias, como no llevar pañal a los 3 años, convienen más al centro escolar o al niño. “Si creamos un P2, generaremos la necesidad de matricularlos para que no pierdan plaza en el lugar que los padres quieren que se eduque y aceleraremos aún más su ilia de un contexto desfavorecido, emocionalmente inestable o culturalmente pobre, antes se garantiza smaduración”.

La equidad y la conciliación

El enfoque sobre cuáles son las condiciones ideales para criar a los niños, si en casa o en centros educativos o sociales, plantea, inevitablemente, dos grandes cuestiones. Por una parte, la necesidad de la conciliación laboral y familiar, que sigue incidiendo especialmente en la vida laboral de muchas mujeres. Por otra, la cuestión de la equidad. Está demostrado que cuanto antes se escolarice un niño nacido en una fam

u éxito escolar. Es por ello que muchos profesionales y organizaciones como Unicef proponen la universalización de la escolarización infantil 0-3.

Para muchos expertos, estos condicionamientos sociales de tanto peso no deben ocultar el bien que perseguir, el bienestar del niño, lo que el Parlamento europeo definió en el 2006 como “parentalidad positiva” en el sentido de que es deber de la comunidad acompañar a los padres en su tarea de crianza.

Los centros. Menos rigidez en horarios y más presencia de padres

“En la parentalidad positiva hay que preguntarse qué necesitan los padres”, cuestiona Blanch y “apoyarles en esa decisión”. Actualmente el recurso más utilizado para los niños de 0 a 3 años son las guarderías, que resultan escasas para la demanda, especialmente en Barcelona. “Estos centros están muy profesionalizados, ofrecen los estímulos educativos adecuados a cada edad y dan un marco de estabilidad a las familias”, apunta Blanch.

Además, avanzan en innovación pedagógica. Pero las asociaciones de padres se quejan de las ratios de maestros con niños (de 8 niños por maestro antes del año y de 20 a los dos años) y de la barrera que significa la puerta de entrada a la escuela que les separa de sus hijos, independientemente de su estado emocional. Y lamentan la rigidez de horarios que imposibilita combinar distintas posibilidades a las que podrían acogerse aquellos que trabajan en horarios no matinales o días sueltos a la semana.

“Habría que preguntarse si resultaría más conveniente que la etapa infantil se realizara en el mismo centro, de modo que el niño, entrara a la edad que entrara, terminara con 5 o 6 años”, recomienda Jaume Blasco, autor del informe sobre la pequeña infancia de la Fundación Jaume Bofill.

En Barcelona, el Ayuntamiento ha anunciado que abrirá nuevas guarderías públicas en dos años. Junto a estos centros se instalarán “espacios familiares”, de los que ya existen cuatro públicos en la ciudad. Se trata de un recurso socioeducativo que permite a los padres con niños encontrarse con otras familias dos días a la semana.

Al margen del mercado regulado, existen otras iniciativas comunitarias, como los grupos de crianza. “Se trata de padres que se autogestionan en el cuidado de sus hijos, usando locales o los bajos de una casa”, indica Blasco. Están en el Raval, en Sant Martí, Sants, Gràcia… Comparten convicciones sobre el cuidado de los niños (próximos al colecho y a la educación libre). En algunos grupos están siempre los padres, pero en la mayoría se alternan los progenitores en el cuidado de todos los niños.

Estas organizaciones no cuentan con la transversalidad de los espacios familiares (no hay inmigración ni planteamientos de vida excesivamente distintos) ni con la estabilidad. Pero los miembros comparten un interés pedagógico alto y contratan charlas sobre temas concretos. “Son alegales y de difícil reconocimiento por parte de la administración pública que, en el caso de la municipal, sí se plantearía su apoyo”.

En situación similar se encuentran las madres de día (hogares de crianza) que dan atención a un grupo de bebés (cuatro como máximo) de diferentes edades. Suelen tener una titulación educativa y ofrecen el ambiente de un hogar con una persona de referente. Presentan el problema de la alta rotación de niños y la dificultad para que cuadren los ingresos del cuidador.

Están en revisión las ratios, los horarios y las propuestas de espacios de crianza

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20170529/423018906283/ninos-crianza-casa-escuela.html

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A la búsqueda de un referente adulto

Por Saray Marqués

Falo García es padre de un alumno en 2º de ESO. De esos que hasta 6º participaban en el AMPA, hacían voluntariado, animación a la lectura: “Ahora no quiere ni loco que le acompañe, ni verme por el instituto… Si estoy allí es que algo ha pasado, que me ha llamado la tutora porque algo no va bien”.

Habla del descoloque que tienen muchos chicos y chicas en el actual panorama educativo: “Está el profesor de pizarra, tiza, borrador y ‘si lo sigues, bien, y si no, también’ y el que, a la hora siguiente, te monta una flipped classroom; el grupo que no usa en todo el curso la pizarra digital y el que no puede vivir sin ella”. ¿Por qué lo sabe? Porque además de padre de adolescente es educador social y trabaja para la Fundación para la Atención Integral del Menor FAIM, que gestiona centros de protección y reforma en Aragón y La Rioja y, desde hace dos cursos, el programa experimental EduCLANdo (por aquello de que “para educar a un niño, hace falta la tribu entera”).

El proyecto, de carácter preventivo, colabora con cuatro centros educativos de Aragón, tres públicos y uno concertado. Busca que su alumnado no acabe en esos centros de reforma, y “tras 15 años gestionándolos, descubrimos que el fracaso educativo más bestial venía de 1º y 2º de ESO”. En el marco del programa, hay talleres con educadores, alumnas de Psicología en prácticas y el propio García y, dentro de ellos, los chicos y chicas les cuentan.

Son alumnos que se quejan de que les falta un referente adulto. Lo han perdido. En una encuesta que hicieron desde EduCLANdo en 6º de Primaria y 1º de ESO en el único colegio concertado de los cuatro vieron cómo, si el 70% confiaba en su maestro de primaria para comentar cualquier situación que le inquietara, el porcentaje caía al 20% con el tutor al año siguiente. Y eso, en un concertado, donde se supone que el choque de una etapa a otra se amortigua, al continuar en el mismo espacio.

En los centros de reforma detectaron además, continúa García, que, en casos de violencia filio-parental, un 60% de los chavales relataba bullying en los institutos, así que decidieron fijar su mirada en este contexto y, dentro de él, en aquellos alumnos que en los talleres menos hablan, no te miran… “O están muy interesados en lo que estamos contando o, directamente, se sienten aislados”, analiza.

Mis padres no lo saben…

Los profesores no llegan a todo, los orientadores (con uno por 1.500 alumnos en muchos institutos), tampoco, con los amigos hay cosas que no se plantean por miedo a que se rían de ti… y figuras como la del alumno ayudante son un buen complemento pero, para García, es de recibo completarlas con una persona que haya culminado su maduración, de 23 años en adelante, y les ayude a abordar asuntos como las drogas, la sexualidad, cómo contar en casa que te han quedado cinco, cómo encajar pasar de ser, como dicen ellos, el rey del colegio al moco del instituto (y además, por el descenso en el número de hijos, sin un hermano mayor que te haga la “cobertura”), cómo sobrellevar el no haber experimentado aún los cambios físicos de la adolescencia cuando tus compañeros sí lo han hecho, cómo afrontar la pérdida de sus abuelos…

Estas son las cuestiones que a los 12, 13 o 14 años les interesan o son fuente de nervios, a juzgar por un barrido de temas que hacen el primer día del programa. “Les preguntamos si hablan de todo esto en casa… En 1º de ESO muchos dicen que sí. En 2º, dos. Están en esa etapa de querer ser adultos y, para ello, distanciarse un poco de los padres, dar más peso al grupo de iguales…”, explica García.

En los centros los profesionales de EduCLANdo son bienvenidos, aunque se han generado ciertas tensiones por la llegada de estas personas ajenas al claustro: “Teníamos una chica embarazada en 2º de ESO, aquello se había convertido en una bomba de relojería, y la dirección del centro nos decía que no habláramos de sexo porque la educación sexual estaba contemplada en 3º y 4º de ESO…”.

Si en el currículo de Secundaria el sexo se aborda por encima, y asignaturas como Valores en 4º (alternativa a Religión) se detienen en temas, por el contrario, bastante más alejados de lo que les importa a los alumnos, como la eutanasia o la manipulación genética, obligándoles a documentarse en la familia (los menos) o en internet (los más), para García y su equipo no hay tema tabú. Alguno de los centros se encuentra, además, en el contexto rural, donde, según García, “la existencia de las peñas, con espacios para los adolescentes, que tienen las llaves, hace que los adolescentes se inicien antes”.

Mitos y secretos

En el equipo de EduCLANdo se benefician de un conocimiento profundo del mundo adolescente. Esto hace que los chicos y las chicas se “desnuden”, que hablen con ellos de los últimos juegos sexuales, o que les escriban por WhatsApp confesándoles que se autolesionan como forma de calmar su sufrimiento… “A mí me ven como un padre externo… Saben que tengo un hijo de su edad, y les enseño a comprender el mundo adulto. Quizá la ventaja del programa es que no soy un orientador del equipo educativo con el que hablan del sida pero no de sexo, el tutor que les pone las notas, el entrenador que si un día estás bajo te grita que corras más, pero no te pregunta qué te está pasando… Soy un adulto con el que compartir sus dudas, preocupaciones, reflexiones…”.

El reto, muchas veces, está en darle la vuelta a lo que a ellos les interesa en ese momento: ¿Que el condom challenge se ha puesto de moda a la puerta del instituto? En EduCLANdo aprovechan y dedican parte del taller, ese día, a derribar mitos e informar sobre los preservativos, para que no sirvan solo para jugar.

También hay talleres para familias y, en su afán de implicarles, a García le gusta provocar: “Un día les dije que a los alumnos, desde que terminan 6º, todos deberían tener un móvil, que lo dijeran en casa; en la siguiente sesión hubo cuatro veces más familias, diciendo que si me pagaba Telefónica…”. Provocaciones aparte, a este educador social le parece que el paso de primaria a secundaria es un buen momento para estrenarse como usuarios de teléfono móvil, en contra del criterio de otros expertos, como el juez Emilio Calatayud: “Yo no lo veo como un regalo sino como una herramienta más. Cuando todavía están en primaria los niños y las niñas se van a sentar contigo como hijos, para aprender a manejarlo, para descubrir su utilidad… A esa edad, todavía tienes capacidad de influencia, confían en ti, saben que tú lo pagas… Si están sin móvil hasta los 15, no vas a controlar lo que hagan con él”.

Padres y educadores ante la retadora adolescencia

A los profesores García les recomienda “trabajar las técnicas relacionales con los chavales, lo que les ayudará mucho más que todas las formaciones en pizarra digital”: “Entiendo que hay muchos factores que pueden llevarte a estar quemado, que está la falta de tiempo, la complejidad del trato no solo con los chicos sino con las familias, que pueden ser fuente de miedos… pero lo primero, siempre, ha de ser conocer a los chavales con los que estás”.

A las madres y padres, que estén siempre presentes: “Aunque recibamos una mala contestación, aunque creamos que no nos hacen caso… No vale apartarnos de la adolescencia, relajarnos, dejarles que se entretengan con el móvil, pasar de saber, aislarnos cada vez más… hasta que nos llamen del centro porque ha sucedido algo gordo”. Y esto, para los padres de la pública pero también para los de la concertada: “Siento que estos centros, que no implican un cambio de entorno a los 12, son un espacio seguro para los padres pero no lo más nutricio para los hijos. Son chavales que se pasan 10 horas al día entre el colegio, natación, hípica… y que me preguntan a mí qué pueden hacer los fines de semana, porque sus padres trabajan y no tienen amigos donde viven. Un entorno tan aislado y sobreprotector no es bueno. Toda tu vida está centrada en 20 compañeros, dentro del colegio. Pierdes experiencias. El chaval necesita relacionarse con más gente, conocer otras cosas; que hay drogas, botellón… Si no, puede que se sume más tarde y de golpe”.

Lo que hacen desde EduCLANdo, que García exponía hace unos días en el III Congreso Internacional de Inteligencia Emocional y Bienestar de Zaragoza, en su ponencia sobre acompañamiento presencial a adolescentes y jóvenes, poco a poco se va extendiendo. En ocasiones, sin necesidad de recurrir a personas ajenas al centro. Es el caso del IES Gayá Nuño de Almazán (Soria), que llevó sus buenas prácticas al I Congreso Estatal de Convivencia organizado por el Centro Nacional de Innovación en Investigación Educativa (CNIIE) la semana pasada en Sigüenza (Guadalajara).

Entre sus muchas actuaciones, su directora, Cristina Suárez, destacaba la figura del profesor-tutor individualizado. Este cargo de nueva creación sirve para fomentar la convivencia y complementar la labor del equipo directivo, el profesorado, el departamento de orientación, los coordinadores de convivencia, los alumnos mediadores y los círculos de compañeros: “Se elige un profesor que no le dé clase al alumno, para que sea lo más objetivo posible, y ejerce como su “madre” o “padre” en el instituto. Se encarga de él, habla con él… Se preocupa de cómo le va…”. La medida, que se aplica sobre todo con alumnos concretos de 1º, 2º y 3º de ESO, les aporta a esos chicos y chicas, en definitiva, un referente adulto.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/29/a-la-busqueda-de-un-referente-adulto/

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