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De los conflictos: una perspectiva institucional

Por: Xavier Besalú

Los conflictos son inevitables, sí. Una de las tareas de los centros es prevenirlos y evitarlos en lo posible. La institución tiene fuerza a la hora de determinar las condiciones de vida en su interior.

Un conflicto es un indicador, un síntoma: unas veces lo es de la diversidad de puntos de vista, de intereses o de logros que alcanzar y, otras, de rivalidades, incompatibilidades, odios u agravios… En cualquier caso, no siempre los conflictos pueden prevenirse -algunas veces incluso puede ser oportuno que aparezcan o estallen de manera controlada porque pueden convertirse en ocasiones impagables de aprendizaje-, ni son fácilmente identificables, ni siempre tienen una solución a corto o medio plazo, pero sí deben ser abordados y gestionados educativamente para resolverlos, si es posible, o para aprender a vivir con ellos.

Porque si la educación escolar es una preparación para la vida, sabemos a ciencia cierta que la vida en sociedades abiertas, heterogéneas, libres e individualistas como la española, estará plagada de situaciones conflictivas, tanto en el hogar como en el trabajo, como en los espacios y momentos de ocio. Inevitablemente. Por tanto, más vale que la escuela haya sido un buen campo de entrenamiento para lidiar con ellos con las herramientas adecuadas.

Son suficientemente conocidos los ramilletes de procedimientos y técnicas útiles para prevenir, gestionar y resolver conflictos en los centros educativos. Todos suelen tener por protagonista al alumnado. Sin embargo, en este texto pondremos el foco en las condiciones institucionales en las que se desarrolla la vida en los centros y en los docentes, tanto porque ostentan la autoridad y el poder por delegación de la sociedad en general y de las familias de estos alumnos en particular, como porque deben erigirse en “entrenadores” competentes para educar en y para los conflictos.

Probablemente el primer requisito sea el de generar y mantener un clima de confianza y comunicación a todos los niveles: entre el profesorado, con las familias, con el grupo-clase y con todos y cada uno de los individuos. La confianza evita malentendidos, favorece el diálogo, permite distinguir los problemas de las personas y no confundir el proceso con el problema mismo.

La educación en y para el conflicto no debería estar reñida ni con la cortesía, ni con la buena educación, ni con el reconocimiento y la acogida incondicional de las personas afectadas. Hoy día, en algunas ocasiones, se hace difícil conjugar la confianza con el respeto, pero no son términos antagónicos y en los centros educativos debemos esforzarnos por hacerlo posible corrigiendo determinadas conductas y actitudes del alumnado que de forma inconsciente confunden una cosa y otra, fruto a veces del desconcierto educativo de muchas familias. En este sentido, me parece importante reivindicar la autoridad del profesorado: la docencia tiene unas funciones asignadas y unas responsabilidades que ejercer o, dicho de otro modo, la docencia implica cierto grado ineludible de directividad. Pero hoy día la autoridad no la otorga la institución, ni se reconoce de oficio, ni puede ser impuesta sin más, sino que debe ser reconocida por el trabajo bien hecho, por el prestigio intelectual, por la solvencia moral, por algún tipo de “carisma” que contagie el placer de aprender y de crecer. El profesorado es el garante del clima relacional y de trabajo, es el primer responsable de las condiciones concretas de vida y aprendizaje en las aulas.

Mucho se ha escrito sobre la acción tutorial que -recordémoslo- es el conjunto de acciones que realiza el centro educativo y todos sus profesionales con el fin de favorecer la formación integral y la integración social del alumnado. Y que debe operar en dos planos distintos: el grupal, puesto que los grupos-clase tienen vida propia y son el marco más adecuado para abordar y trabajar determinadas competencias, habilidades y temas; y el individual, por desgracia tan olvidado, que significa que cada alumno debería contar con un profesor de referencia con el que mantener periódicamente una relación personalizada, asentada en la confianza mutua y en la confidencialidad necesaria, que permita ir más allá de la instrucción estricta para contemplar a la persona del alumno en su integralidad. Esta relación me parece especialmente importante en los institutos, justo cuando adolescentes y jóvenes viven momentos convulsos de tránsito y búsqueda, precisamente cuando necesitan poner distancia entre ellos y sus padres para convertirse en personas independientes y con identidad propia. La tutoría, esa atención personalizada, ese esfuerzo de comprensión y ayuda por parte del docente, es inherente a la docencia, forma parte del núcleo duro del oficio de enseñar y no debería ser visto como una carga añadida y molesta.

En lo que atañe a la tutoría grupal, las cosas están claras: el docente tutor de un grupo-clase es el responsable de cuidar de la educación emocional del alumnado, de gestionar los conflictos latentes o manifiestos que se den en el grupo y de estimular la participación de todos y cada uno. Caben aquí las dinámicas para la creación de vínculos reales dentro del grupo, las actividades para tomar conciencia de las propias percepciones, estereotipos y prejuicios, para entrenar las habilidades sociales, para conocerse a sí mismo, para tomar decisiones… Cabe también reivindicar de nuevo las asambleas de clase como espacios y tiempos para el aprendizaje de la deliberación y la democracia, como pilares contrastados de la tradición pedagógica progresista. Y el conocimiento, el análisis y la valoración de la actualidad, más allá de los titulares: porque la actualidad es siempre controvertida y puede ser leída desde lógicas y ópticas distintas; porque contiene componentes emocionales y morales de alto voltaje; porque obliga a la reflexión, a la escucha, a la argumentación; porque nos hace partícipes y responsables de la vida de los demás.

La evaluación -escribió hace ya algunos años Miguel Ángel Santos Guerra- es un proceso de diálogo, comprensión y mejora. Si asumimos de verdad que en la escuela educamos a personas completas y en todas sus dimensiones, deberíamos romper ya con esa concepción de la evaluación que la constriñe a este artificio llamado materias o competencias y la asimila a las calificaciones o notas. Evaluar es el esfuerzo por conocer al otro, es decir, es el empeño por reunir información exhaustiva y fiable de una persona, para ayudarla, para orientarla, para que pueda superar las dificultades y problemas con que se encuentre, para que no se aburra en la escuela, para que tenga amigos, para que explore sus potencialidades y explote sus habilidades, para que sea consciente de sus lagunas y déficits y trate, en la medida de lo posible, de subsanarlos.

Y, ¿qué mejor que dialogar para conocer? Pongámonos a prueba: ¿seríamos capaces los docentes de escribir un par de páginas con información relevante y personalizada de cada uno de los alumnos a los que ponemos notas? Si el objetivo es ayudar, ponernos al servicio y a favor del alumnado, más que reunir información debemos comprender, es decir, entrar en las razones y en la lógica de los argumentos y las conductas del otro, saber de sus circunstancias y condicionamientos concretos, singularizar. Si evaluar fuera eso, sería prácticamente imposible que un docente no detectara el aislamiento de un alumno, que no se diera cuenta de su tristeza y su soledad, que no atisbara su sufrimiento, que no percibiera su silencio, su voluntad de pasar desapercibido, su distanciamiento, su desapego, su rabia, su autosuficiencia, su blindaje…

Los conflictos son inevitables, sí, pero entre las tareas de los centros educativos está el prevenirlos y evitarlos si es posible. La institución, lo estructural, sigue teniendo una gran fuerza para determinar las condiciones en que se desarrolla la vida en su interior. También la institución educativa.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/24/de-los-conflictos-una-perspectiva-institucional/

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Universidad y la era de Trump

Por: Hugo Aboites

A las comunidades y burocracias universitarias este periodo nos obliga a redefinir nuestro papel, y a profundidad. Lo primero es tener en cuenta que precisamente por ser parte constitutiva de los centros de conocimiento por excelencia, a los universitarios nos corresponde generar e impulsar corrientes vigorosas de pensamiento que favorezcan una comprensión a fondo de lo que está ocurriendo. Ir más allá del nivel de algunos medios de reducir todo a un personaje malvado. Al personalizar en exceso ocultan el panorama real de una poderosa crisis del capitalismo que lo obliga, casi, a recurrir a planteamientos nacionalistas de corte cada vez más fascistas. La xenofobia, la revitalización del patriarcado, la expansión del trabajo precario, la persecución a los periodistas, los maestros y las políticas agresivas contra universidades, así como el belicismo militar han sido los acompañantes y los soportes de salidas con enormes consecuencias en sufrimiento. Sólo la Segunda Guerra Mundial –generada por el proyecto nacional-fascista europeo– costó cerca de 50 millones de muertes, sobre todo de jóvenes soldados, pero también de mujeres, niños y ancianos civiles. En la ola de violencia desatada, se llegó incluso al bombardeo atómico de poblaciones civiles. Puedo estar equivocado o incompleto en esta postura, pero precisamente de eso se trata, de discutir frente a la nación, y qué mejor lugar que hacerlo en y desde las universidades. Académicos, profesores, investigadores y estudiantes tienen hoy una responsabilidad enorme frente al país. Su silencio puede volverlos cómplices de una incomprensión generalizada sobre qué está pasando, y, con eso, comenzar a pensar cuáles son las salidas nuestras, las que podemos obligar a asumir a quienes mandan en el país.

Lo segundo es que a las burocracias universitarias nos toca, como dice el primer precepto médico, non nocere, no perjudicar al enfermo más de lo que ya está. Más que intervenir nocivamente nos toca abrir espacios, difundir la controversia, abrir las puertas y ventanas de la universidad a la discusión y las propuestas, dejar que sea espacio de reconocimiento, de organización y de acción entre los propios universitarios. Reforzar las vinculaciones culturales y de intervención en las comunidades, barrios, pueblos, colonias, unidades habitacionales. Cuando los universitarios se reconocen como agraviados por una situación y reconocen su capacidad de respuesta, en el pasado nunca han dudado en salir masivamente a las calles. Solos o acompañando a otras luchas. Por eso está destinado a fracasar cualquier llamado que no reconozca hoy la crisis de liderazgo nacional y plantee algo claro al respecto, que no tenga en cuenta que somos un país profundamente dividido, y que en los enclaves y cúpulas donde hoy se deciden las estrategias para responder a la salida a la crisis que proponen los Trump y, también, se deciden las candidaturas, no sólo no caben, sino que ni siquiera se perciben las que son hoy las grandes tragedias del pueblo mexicano. Desde Chiapas con los indígenas zapatistas, hasta Chihuahua con los rarámuris asesinados y despojados de sus tierras; desde Tlaltelolco hasta Ayotzinapa; desde las elecciones ganadas, pero nunca reconocidas; desde el desdén por las universidades que quieren ser distintas, hasta las grandes masas de rechazados de la educación superior. Hay un pequeño grupo que hoy decide los destinos de la nación por encima de millones, desde los partidos, pero también desde los medios, y las universidades no deberían estar de ese lado, ni contribuir a que se fortalezca y mantenga esa enorme frontera interna que hasta ahora ha impedido que se muestren y cobren fuerza las luchas mexicanas de siglos. Y esto vale para los universitarios, pero también para los maestros y estudiantes de todos los niveles. Esto puede revitalizar la nación. En México lo vimos en la Revolución, donde el combate a la intervención extranjera pudo darse precisamente porque era un país movilizado. Si no fuera por eso, Lázaro Cárdenas no habría podido expropiar nada menos que el petróleo, ni crear todo un sistema educativo de alcance nacional y popular. ¿Qué liderazgo pueden hoy tener quienes están en contra de la educación y del petróleo como patrimonio nacional?

Lo tercero, finalmente, a la universidad y a la escuela les corresponde como nunca antes no sólo ser un lugar para aprender, sino para que las y los estudiantes y maestros puedan ser también los propios protagonistas de su educación y conductores de su vida comunitaria. Y eso significa una toma de decisiones abierta, representativa puede ser, en los consejos universitarios o de plantel, con la participación primordial y decisiva sobre todo de estudiantes y maestros, los dos grandes protagonistas del proceso educativo. Lo que tanto le falta al país de democracia y participación no puede estar también ausente en la educación. Porque significa perpetuar lo que ahora vivimos. Por otro lado, desde la universidad se pueden tejer alianzas latinoamericanas e incluso en el vecino país. Porque ésta tiene la credibilidad que no tienen ya ni partidos ni gobernantes.

En varias ocasiones millones salimos a defender nuestro voto, y además cientos de miles de estudiantes defendieron la gratuidad. Apenas, hace poco, salieron a la calle 20 mil para defender al México abstracto.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/02/18/opinion/017a2pol

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Época de cambio y cambio de época

Por: Emir Sader

Ya se cumplieron diez años desde que Rafael Correa, recién elegido presidente de Ecuador, anunciaba que el país empezaba a salir de la larga noche del neoliberalismo y que el continente ya no estaba en una época de cambio, sino en un cambio de época. La nueva época sería la de superación del modelo neoliberal, al que se entregaron varios gobiernos de la región.

Una década después, Correa entrega el gobierno a su sucesor –Lenin Moreno-, elegido democráticamente por voluntad mayoritaria del pueblo ecuatoriano y sale victorioso de una década como presidente de Ecuador. El pertenece a una nueva generación de dirigentes políticos de la izquierda, que no provienen de los estratos que tradicionalmente han elegido los presidentes de nuestros países, sino desde afuera de los sistemas oligárquicos tradicionales y que, justamente por ello, han logrado romper con los intereses que se expresan en el neoliberalismo.

Hugo Chávez, Lula, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, Fernando Lugo, son algunos de los ejemplos de esos dirigentes que llegaron a la política desde la lucha social. No por acaso varios de ellos frecuentaron el Foro Social Mundial, que se proyectaba como un espacio de aglutinación de todas las fuerzas que se oponían al neoliberalismo.

Ellos supieron, por la vía de los hechos, construir gobiernos que han atacado algunas de las bases fundamentales en que se apoya el neoliberalismo. De partida, se han enfrentado a los intentos norteamericanos de imponer un Área de Libre Comercio en todo el continente, derrotando esa perspectiva y fortaleciendo los procesos de integración regional. Han logrado constituir la única región del mundo que tuvo procesos de integración regional independientes de la hegemonía norteamericana, constituida por el único conjunto de gobiernos antineoliberales en el mundo.

En segundo lugar, a contramano de las tendencias predominantes en el capitalismo contemporáneo, han logrado disminuir la desigualdad, la exclusión social, la pobreza y la miseria, en el continente conocido por ser el más desigual del mundo. El contraste entre los gobiernos que han avanzado en la superación del neoliberalismo y los que han mantenido ese modelo es flagrante y certifica como ese es el camino fundamental de la izquierda en el siglo XXI.

Por otra parte, frente a un tema tan controvertido como el del rol del Estado, lo han rescatado, rechazando la centralidad del mercado, y haciendo del Estado un agente dinamizador de la economía, distribuidor de renta y garante de los derechos de todos.

En su conjunto esas trasformaciones han constituido lo que Correa llamaba de un cambio de época. De la época de hegemonía neoliberal a la época de superación del neoliberalismo.

Diez años –o más, en otros países– después, ese camino encuentra muchos obstáculos, dando la ilusión a algunos que puede haber vuelta a una era neoliberal en América Latina. La combinación entre durísimas campanas centradas en los medios para desacreditar esos gobiernos y sus liderazgos, buscando revertir su legitimidad y desacreditar la posibilidad de que nuestro continente elabore su propia salida del neoliberalismo, con errores cometidos por esos gobiernos, han logrado éxitos, derribando gobiernos – por elección o por golpe -, desestabilizando a otros, generando un clima de descalificación de la política, de desinterés por los temas políticos, de retorno fuerte de las posturas egoístas centradas en un consumismo al estilo del “modo de vida norteamericano”.

Gobiernos como los de Mauricio Macri en Argentina y Michel Temer en Brasil apuntan lo que la derecha del continente promete: el retorno de las depresiones económicas, del desempleo en larga escala, de la exclusión social, del retroceso en términos de derechos sociales, entre tantas otras plagas de la larga noche neoliberal a la que se refería Correa.

¿Es eso lo que quieren nuestros pueblos? ¿Es eso lo que se merecen nuestros países? El fracaso relativamente rápido del golpe en Brasil, el agotamiento rápido de los proyectos de restauración neoliberal en Argentina y en Brasil, sin que ninguna de sus promesas se haya cumplido, reafirma que el cambio de época sigue siendo un objetivo actual, urgente, indispensable.

Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/185710

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¿Por qué no interesa la política ambiental?

Por: Cristián Frers

La política ambiental es la preocupación por el medio ambiente para fomentar un desarrollo sostenible. Es importante regular y controlar el uso de esos recursos, a fin de garantizar y materializar los manejos sobre este tema, en un conjunto de principios, criterios y orientaciones para proteger la naturaleza, mejorar sus condiciones y dar una respuesta a los problemas prioritarios.

Se evidencian en Argentina procesos de deterioro donde se desaprovechan los recursos por ejemplo de energía así como existen condiciones críticas en la calidad de vida de la población.

Gran parte de este problema de deterioro en nuestro país se debe al convencimiento de que éstos son ilimitados e invulnerables; también a la falta de unas normas aplicadas adecuadamente, a la ausencia de coordinación e insuficiente información y a la conciencia pública sobre el alcance de los sistemas de protección. Debido a que se desconoce la ley de medio ambiente, el país carece de los recursos claramente definidos y de su aplicación.

Muchas veces desde los mismos municipios, direcciones o secretarías ambientales no creen que sea un tema de interés para la sociedad: “el medio ambiente no es un tema importante como el tema de las obras públicas”, se afirma.

Debe satisfacer necesidades importantes para todos los sectores de la vida local. Cada comunidad particular debe hacer un balance sobre el proceso de desarrollo de cada región. Exige a su vez un diagnóstico actualizado, definiendo cómo esa realidad es afectada por su entorno económico, social y cultural.

El problema de la gestión depende sobre todo del comportamiento de la sociedad. ¿Cuántos de nosotros se ponen el cinturón de seguridad en los coches, por miedo a las multas y no como medida de prevención de un accidente?

Se pueden realizar medidas para evitar muchos de estos problemas. Sin embargo, en muchas ocasiones se toman decisiones que van incluso contra el sentido común. Se requiere una evidencia rigurosa sobre el estado del ambiente para orientar la toma de decisiones, tanto de los sectores públicos como privados. Debe sustentarse en la información cierta para lograr que las inversiones y acciones de las instituciones públicas se orienten hacia resultados que logren impactar.

No existe en el mundo una autonomía ecológica: la contaminación no reconoce fronteras. La precaución es uno de los principios aceptados por gobiernos y entidades internacionales, como principio rector de la política ambiental; proporciona una guía sobre cómo intervenir, cuando es necesario, de manera menos perjudicial y a su vez es una herramienta para definir las decisiones políticas que afectan el medio ambiente. Asimismo, actúa sobre una línea que atraviesa diferentes disciplinas y hace foco sobre la calidad de vida de los ciudadanos presentes y futuros.

Ecoportal.net

  1. *Fuente: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Politica/Por-que-no-interesa-la-politica-ambiental
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El Oficio de Escribir

Por: Víctor Montoya 

Un escritor se entrega a la literatura como quien se entrega a una adicción inconfesable, ante la suspicacia de los padres que siempre desean que sus hijos tengan profesiones rentables, ya que un hijo dedicado a las bellas artes está casi siempre condenado a llevar una vida miserable, de incomprensión y, en el peor de los casos, de marginación.

Sin embargo, la actividad literaria, además de revelarnos los secretos del oficio de contar historias reales y ficticias, nos permite explorar los abismos del ser humano, quien constituye el principal personaje de una obra de creación literaria, que suele moverse a caballo entre la realidad y la fantasía, entre la luz y las tinieblas, entre la veracidad y lo misterioso.

El escritor, a través de narrar diversas historias, accede a otras vidas y otras realidades, donde habitan los personajes creados por el poder de la imaginación, considerando que la vida imaginaria es más rica que la rutinaria. Los cuentos, por ejemplo, son una suerte de pantallazos entre la realidad y la ficción o como bien decía Borges: La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido.

La imaginación, al ser un proceso más abstracto que concreto, no necesita de un objeto que esté presente en la realidad, pues se sirve de la memoria para manipular la información de modo que no dependa del estado actual del organismo. Así, la imaginación toma elementos antes percibidos y experimentados, y los transforma en nuevos estímulos y realidades.

El dominio de la escritura surge del constante ejercicio con la palabra y la fantasía que se hace cuento, un cuento que revela la realidad y la ficción que habita en el fuero interno de cada individuo; es más, la escritura es como cualquier otro oficio que se ejerce con la pasión del alma y la fuerza de la imaginación, aunque no siempre sea, como ya lo dijimos, una actividad redituable.

En lo que a mí respecta, gracias al ejercicio de la literatura, he comprendido que tengo una vida más humana y he profundizado mis ideales de justicia y libertad, aunque es cierto que, en repetidas ocasiones, me pregunté si en el contexto social en el que vivía, donde eran más los que pedían que los que daban, valía la pena dedicarse a la literatura; pero no me dejé vencer por el pesimismo y, a pesar de los escasos estímulos con que cuenta un narrador de historias, seguí escribiendo incluso a sabiendas de que los escritores, salvo muy pocas excepciones, no pueden vivir de su oficio de artesanos palabreros, por mucho de que fueran oficialmente reconocidos, debido a que en la inmensa fauna literaria son muchos los invitados pero muy pocos los elegidos.

Comprendí también que no bastaba con ser un brillante narrador y un excepcional expositor de ideas políticas. Lo esencial estribaba en ser un meticuloso observador de la realidad social y un auténtico intérprete de los sentimientos humanos; dos factores esenciales de la creación literaria que deben estar en perfecto equilibrio. Lo otro, lo que corresponde a los mecanismos socioeconómicos que generan cambios en una sociedad, no dependen de la genialidad de las obras literarias, sino de los sistemas políticos en función de gobierno.

Asimismo, y contrariamente a lo que muchos se imaginan, la literatura no es un quehacer de ociosos ni improvisados, que en épocas de depresión social y desocupación surgen como hongos después de las lluvias, sino una actividad que exige disciplina, responsabilidad y esfuerzo constante. Quizás por eso, una de las mayores preocupaciones del escritor es escribir cada vez más y mejor, convencido de que, a veces, el oficio de escribir resulta tan difícil como meter un elefante en una botella, sobre todo, cuando la magnitud de lo que se quiere contar no cabe en una simple hoja de papel.

Considero que el acto de escribir no es un hecho excepcional ni una virtud reservada sólo para unos pocos elegidos ni una tarea divina, habida cuenta de que cualquiera de nosotros podría crear historias o poemas que expresen sentimientos y pensamientos. Además, siempre he creído que todos tenemos algo de narradores, ya que nos pasamos los días contando a nuestros conocidos los episodios de nuestra vida, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

Si la tradición oral le acompañó al hombre desde sus orígenes, entonces es lógico concebir la idea de que la necesidad de expresarse de manera oral o escrita no es un privilegio reservado sólo para los grandes literatos, sino una actividad que puede desarrollar cualquier ciudadano, así no tenga destellos de genialidad ni deje un notable legado literario para la posteridad.

Estoy consciente de que no todas las ideas llevadas al papel tienen un valor literario relativo, así estén escritas con sobriedad y transparencia, debido a que la obra de un autor es una suerte de hojarasca que es dispersada por el tiempo, y de la cual no queda sino aquello que tiene un cierto valor sustancial, aquello que se escribió con la experiencia vivida, con la lucidez de la mente y la sensibilidad del corazón.

Por otro lado, desde un principio supe que la escritura no es un oficio vano, sino una suerte de semillas que un día se siembran en el camino y que otro día se cosechan como frutos maduros. Esto ocurre cuando se escribe por puro gusto y no por buscar la fama ni la fortuna. Tampoco comparto la idea de que un escritor debe buscar su eternidad a través de la literatura, porque tengo la certeza de que la vida, con o sin el escritor, seguiría inevitablemente su curso; lo contrario, implicaría querer parar las agujas de un reloj para que no marquen las horas.

*Fuente: https://victormontoyaescritor.blogspot.com/

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Extrañas parejas: Ciencia y Teología / Escuela y Religión

Por: Luis Bonilla-Molina 

Conozco a miles de hermosos/as y comprometidos/as hombres y mujeres de fe, quienes han abrazado y hecho suya la causa de los pobres, los explotados y los marginados. Ellos necesitan comprender y compartir las ideas de las jerarquías religiosas para poder impulsarlas; si no las comparten incluso las desafían.  Por otro lado, las estructuras de poder religioso  -salvo honrosas excepciones-   se han comprendido como parte de los sistemas de gobernabilidad y han hecho suyas las causas de los instalados en el poder. Con los primeros recorro los caminos de las luchas y las resistencias anticapitalistas.  Con ellos, construimos otro mundo posible en el cual la fe y la ciencia puedan transitar juntos el camino de sociedades y hombres liberados.  Para enfrentar a los segundos escribí a este breve artículo, para esos que realizan su labor como una cuestión de poder, manipulando a sus feligreses para que las sociedades, aún en el siglo XXI, permanezcan en las tinieblas del conocimiento, con el propósito que hombres y mujeres recorran el mundo como zombis políticos.  El tema de la relación entre teología y ciencia, en el marco del surgimiento de fuertes tendencias autoritarias y oscurantistas en el mundo del siglo XXI,  adquiere una relevancia especial. No se trata de etiquetar y crear falsas lineas divisorias sino de construir encuentros diversos, plurales pero plenamente conscientes de la otredad.  Estoy profundamente convencido, que si existe un mañana para la humanidad, será expresión de una armónica fusión entre la espiritualidad atea y la religiosa, en un horizonte de hombres y mujeres liberados de las cadenas cognitivas del poder.

Lo General

Para muchos sectores de fe el modelo ideal de organización colectiva es un Estado Teológico. Gobiernos del mundo árabe, el Estado Islámico, la plutocracia protestante norteamericana, la Iglesia Católica, entre otros, cada cierto tiempo así nos lo recuerdan.  Augusto Comte hablaba de los tres estados en el tránsito de construcción de las sociedades: el teológico, el metafísico y el científico. Varios cambios en el modo de producción hicieron que el paradigma del Estado Teológico perdiera influencia, pero no por ello desapareciera, ni alcanzara el status comteano de científico.  Lo que ocurrió fue que las sociedades se abrieron a modelos de gobernabilidad, con divisiones de poderes, métodos de elección propios del sistema político de democracia burguesa -con paréntesis autoritarios para estabilizar el sistema-  que hicieron que las religiones fueran “relegadas” al plano de la fundamentación ideológica del status quo.

Tres de las causas de estas mutaciones fueron: (a) la aceleración del pensamiento y la racionalidad científico-tecnológica en la edad media y su vigorización con la llamada revolución industrial, (b) la multiplicación y fortalecimiento de los sistemas escolares fundamentados en la divulgación del saber científico y (c) el asumir una mentalidad laica en los asuntos de gobierno. Por supuesto que estos cambios eran el resultado de las necesidades de adaptación social, política y económica que requería el modelo de producción capitalista, tanto en su centro como en la periferia, para la construcción del sistema-mundo de dominación del capital sobre el trabajo.

Muchas escuelas tuvieron sus orígenes en agrupaciones clericales que las usaban para catequizar y contar con mano de obra barata; en las cuales la alfabetización y la lógica matemática eran vistas como iniciaciones a la fe. El auge medieval de la ciencia, la expansión colonial de los centros de poder que requerían construir hegemonía cultura y, el drástico cambio en el modo de producción con sus implicaciones en la relación capital-trabajo, favorecieron el impulso de la noción de sistemas escolares.

Las escuelas, los sistemas escolares y los maestros -junto a los medios, los partidos políticos modernos y las sociedades científicas-  fueron algunos de los encargados de abrirle paso a este paradigma, que expresaba una ingeniera social para la dominación. Muy a pesar de los deseos de los diseñadores y promotores de este modelo, al ser implementado por maestros y personal que coadyuva al hecho educativo, siendo estos trabajadores, una clase explotada y dominada por los ricos,  hizo que los sistemas escolares desde su génesis tuvieran en su interior el germen de las resistencias anti sistema. La escuela se convirtió en escenario de profunda tensiones entre mentalidad laica, lógica religiosa y pensamiento social revolucionario.

En la segunda mitad del siglo XX, se produce un creciente fortalecimiento de los sistemas escolares, expresado en el acuerdo mundial por la masificación de la educación. La creación de la UNESCO y la masificación educativa son la expresión (a) de la imposibilidad de ocultar los logros soviéticos en materia de enseñanza-aprendizaje; (b) pero también de la esperanza de los ciudadanos del mundo, respecto a una educación que evitara futuras guerras y; (c) del consenso del capitalismo mundial expresado en el Tratado de Bretton Woods que creaba necesidades educativas concretas.

El capitalismo mundial necesitaba multiplicar la lógica del consumo, creando ciudadanos-consumidores a gran escala que quisieran y pudieran comprar sus mercancías  y, la creación de nuevas necesidades asociadas a novedosos productos del complejo industrial-militar-cultural; para ello los sistemas escolares en procesos de masificación educativa, les resultaban de especial utilidad.

La unificación del modelo de gobernabilidad del capitalismo post guerras mundiales, que se impulsa a través de las democracias burguesas representativas, solo era posible desarrollarla con la elaboración y socialización de una narrativa homogénea a través del múltiples estructuras de Estado, en cuyo epicentro aparecen los sistemas escolares.  Pero  ello no eliminó, ni limitó el surgimiento de múltiples resistencias desde la propia escuela.

Por el contrario, las escuelas se convirtieron en campo de batalla (a) entre los intentos de las religiones -especialmente la católica y protestantes existentes en ALC- por formalizar y hacer permanente, las materias de religión, que habían logrado introducir como formación opcional en los sistemas escolares, eso sí, atacando abiertamente la perspectiva científica, (b) un laicismo que solo se preocupaba por la construcción de mentalidad científica, desconectado de la lucha de clases y las resistencias desde el aula.  Un laicismo que se encerraba en lo local, perdiendo la vinculación con los contextos; (c) unas resistencias pedagógicas que no lograban vincularse a otras dinámicas internacionalista de luchas y al anticapitalismo. Por ello, las resistencias tienen dificultad para captar las líneas finas ni las tendencias impulsadas por el capitalismo desde los cincuenta del siglo XX, para generar un apagón pedagógico global.

En los setenta del siglo XX, buena parte de las resistencias pedagógicas migraron hacia el sindicalismo magisterial, presionadas, entre otras, por el impacto causado por las definiciones Althuserianas sobre los aparatos ideológicos, entre los cuales la escuela aparecía como reproductora del orden, invisibilizando las oposiciones que desde el aula se hacían contra las epistemologías del dinero.

En esta diatriba -al parecer-  la iniciativas de fe, coordinadas desde un mando central extraterritorial, cuya influencia abarcó toda la región, lograron los mejores resultados para su propio beneficio. Los sistemas escolares comenzaron a transitar el odioso camino de definiciones sin definición, es decir de anti ciencia. Así se comenzó a hablar de saberes, como opuesto a conocimiento científico, pedagogías de la ternura o el amor que no eran ni lo uno ni lo otro, sino una banalización de la actividad pedagógica.  Se comenzó a popularizar el discurso anti  disciplinas, para destruir la mentalidad científica en la interpretación de la realidad y la lucha de clases.

Lo particular

Las agrupaciones religiosas procuraron coaptar a los trabajadores de la educación para que “quedaran bien con Dios y con el diablo“, e intentaron convertirlos en una especie de caballos de Troya en la escuela y los sistemas escolares. Muchos/as maestras/os que se habían acercado al campo laboral de la educación, no por su mentalidad científica y laica, sino por sus necesidades de empleo, resultaron ser los más proclives a caer en la telaraña de destrucción de la mentalidad científica en los sistemas escolares.

Muchos/as prisioneros de un supuesto respeto por la diversidad de opiniones, como si la mentalidad científica no fuera respetuosa de otras formas de pensar; pero respetar no implica que cada cosa deje de llamarse por su nombre, lo cual sí molesta a los dogmáticos, quienes ven amenazadas sus supuestas certezas que no soportan el más mínimo contraste con la realidad histórica.  La escuela es por naturaleza un espacio anti dogmas, incluso para dudar de la invariabilidad de un conocimiento científico; pero la duda se argumenta y demuestra con datos empíricos, referentes teóricos y praxis replicable sobre cada tema.

La memorización y la repetición de verdades inamovibles, están en la epísteme de toda educación dogmática.  El dogma es el paradigma de la fe, pues no puede ser cuestionado por lo seres humanos como verdad “más allá del juicio divino”. Ahí surge el conflicto entre escuela laica y dogmas de fe.  Y desde diversos ángulos surgen narrativas, que con una seudo concreción científica, allanan el camino de la destrucción de la mentalidad científica en las escuelas.

El discurso posmoderno con su proclamado fin de la ciencia y de la escuela, su crítica a los métodos científicos y su promoción de la dictadura absoluta de la subjetividad sobre cualquier objetividad, abren el camino para una discursiva anti ciencia que desdibuja al conocimiento en general y al escolar en particular. Como lo señala Fredric Jameson, el discurso posmoderno es una expresión de la lógica cultural del capitalismo tardío, que angustiado ante la brecha creciente entre naciones altamente industrializadas y las dependientes, construye una perspectiva que implica la renuncia abierta a la igualdad social. El discurso posmoderno procura destruir la noción de lucha de clases, desconociendo que la ciencia destructiva y la objetivación de la vida, son en realidad resultantes del modo de producción capitalista. Es decir, el problema no es la ciencia, sino la perspectiva capitalista de la ciencia y su expresión en el modo de producción.  En el fondo y centro de la disputa entre ciencia y anti ciencia está la justificación de la permanencia de la división de clases versus la posibilidad de su superación mediante otro modo de producción y de relacionamiento de los seres humanos, el resto de la vida, el planeta y el universo.

Una caricatura de esta mentalidad metafísica, llevada hasta sus últimas consecuencias, lo constituye la llamada “transmodernidad” como superación de la modernidad, la posmodernidad y el pensamiento crítico de la escuela de Frankfurt, cuya dinámica, debemos esperar para comprenderla a que la termine de elaborar su mesías teológico. Pero sobre ello volveremos cuando trabajemos las narrativas poscoloniales y el proyecto de otro mundo posible.

Los sistemas escolares al introducir pedagogías científicas y activas, comienzan a trabajar el conocimiento como “proceso” y no como “producto inamovible”.  La realidad social deja de ser el resultado del destino o un poder supremo, para ser entendida y valorada como expresión de la correlación de fuerzas en una sociedad de clases, según cada momento histórico. Las diferencias entre ricos y pobres dejan de ser un designio divino o un karma metafísico, para ser entendidas como el resultado de un sistema de explotación económica, de estratificación social, de hegemonía ideológica y de dominación política. La tecnología emerge en las escuelas como posibilidad para generar equidad y justicia social. La escuela a pesar de todas las mediaciones ideológicas de dominación, no ha perdido del todo su teleología justiciera. Por ello, potenciar su mentalidad científica no es un tema academicista sino profundamente político, eso sí, de orientación anticapitalista.

La escuela científica  -o moderna como la definía a comienzos del siglo XX Ferrer i Guardia-  cumple un papel esclarecedor al respecto. Temas como bienestar social, libertad, solidaridad, desarrollo humano, justicia, revolución, adquieren desde la perspectiva socialista de la escuela una dimensión liberadora. Esa escuela que encuentra su especificidad en lecturas como las de Simón Rodríguez, Mariátegui, Fals Borda, entre otros, tiene en el conocimiento, una posibilidad cierta de abrir camino a revoluciones paradigmáticas, pero también sociales.

Los sistemas escolares al incluir las ciencias y los métodos científicos como referentes, están convocados a considerar a todo conocimiento como sujeto a cambio, al ser impactados por los nuevos descubrimientos y avances científicos-tecnológicos de cada momento histórico. En esa “nueva lógica” epistémica que masifican los sistemas escolares,  el mundo es una realidad que vamos descubriendo, más allá de la “semana de creación”.  La verdad del púlpito, del templo, se ve asediada por la verdad científica de la escuela[i].  Por ello, el ataque a la escuela es disimulado por sectores confesionales, con argumentaciones contra las ciencias, los métodos científicos y la comprobación empírica de toda verdad. La masificación de la catequesis seglar es una respuesta a la ampliación de la escolarización secular, que siembra dudas sobre la eficacia de la escuela laica como bien social.

Por décadas, el dogma intenta perforar la concepción laica de la escuela, introduciendo la catequesis en los espacios educativos.  Para ello, van logrando y legitimando, horas de “enseñanza de la fe” en las escuelas públicas, o introducen un peso curricular –oculto o especifico-  de formación para la fe –no científica- en las instituciones escolares regentadas por las fe religiosas.  Por ejemplo, hace algunos años al visitar una escuela pública, dirigida por un feligrés perteneciente a la religión más importante en la región, encontré que el Himno Nacional solo era entonado los lunes y viernes, mientras dos oraciones eran repetidas por todos los alumnos y profesores, como ritual inicial a la primera hora de cada día de esa escuela. En esa misma escuela, el comedor escolar estaba repleto de carteles que daban gracias “al Señor” por la comida que recibían, la cuál era financiada en un 100% por el Estado, negando con estos carteles el deber de educar sobre derechos ciudadanos. Pero estos carteles son también, un ataque vedado al principio constitucional de laicismo escolar. En este caso particular, la política de los carteles que colocan en manos de la fe la posibilidad de comer, lejos de enseñar ejercicio de la ciudadanía,  mediante el pleno control social del derecho a la alimentación, terminan enseñando una especie de “Dios proveerá”, que no contribuye a la creación de ciudadanía critica, a partir de la actividad en los centros educativos.

Lo concreto

En mi experiencia como docente de primaria, respetuoso como he sido de las religiones y los valores de los otros, cada vez que se me acercaba un religioso a demandar una hora semanal de enseñanza de la Fe, amablemente le proponía intercambiar una hora de enseñanza religiosa en el aula, por una hora de enseñanza sobre ciencia en el púlpito de su iglesia, por parte de maestros.  Por supuesto la respuesta era de asombro y negativa.

Un debate similar ocurría con docentes pertenecientes a religiones, quienes argumentaban que dar religión en el aula era una decisión potestativa de las familias o los padres, como si un grupo de ciudadanos pudieran legalmente reunirse para violentar preceptos constitucionales como la educación laica, sin que ello no solo implicara un delito sino la ruptura de un pacto social que hace de la escuela un lugar laico.

Algunos de los protocolos de destrucción de la escuela laica y científica se expresan en acciones aparentemente ingenuas y supuestamente desconectadas como las oraciones implementadas cual rutinas escolares, los oficios religiosos en efemérides de fe (confirmaciones, primeras comuniones), sermones teológicos en la celebración de conquistas sociales como los programas escolares alimentarios, las dotaciones de tecnología y de textos escolares a los estudiantes; y, hasta en el otorgamiento de los títulos doctorales o de  Magister Scienceratum.  En cada uno de estos casos se presenta la tensión entre la comunicación de logros como conquistas sociales o como el resultado de una bendición divina.

Cuando las organizaciones religiosas logran penetrar el laicismo escolar,  proceden a potenciar el uso de los rituales de fe para anteponerlos a la ciencia.  Y todo ello, termina en ataques al supuesto monismo metodológico, los métodos científicos, la comprobación empírica, el carácter científico de las pedagogías. Cuando este ataque a los docentes laicos se realiza de manera indirecta, se hace cuestionando la objetividad científica o la carencia de bases “espirituales” de las/os maestras/os. Cuestión que es falsa, pues la espiritualidad científica en fundamental para el desarrollo de la ética científica. Al atacar a las pedagogías, la formación docente y promover el ejercicio de la docencia por parte de cualquier profesional con lógica teológica o catequizadores, las corporaciones de fe hacen su aporte al Apagón Pedagógico Global (APG).

Las educaciones populares

En Tipologías de las Educaciones Populares  (https://luisbonillamolina.wordpress.com/2017/05/18/hacia-una-tipologia-de-las-educaciones-populares/) caractericé una variante regresiva de éstas educaciones populares, que se atrinchera en los saberes, para atacar los sistemas escolares, las escuelas, los métodos científicos.  Esta variante, muy influenciada por sectores teológicos, se aprovecha de las educaciones populares para destruir a su oponente histórico en términos de influencia de masas: la escuela. Pero esta caracterización, de una variante en específico, en ningún momento le resta potencia y posibilidades a la educación popular como otro camino complementario al de los sistemas escolares.

Por ello, reivindicamos la perspectiva de Fals Borda que armoniza educación popular con investigación militante, ciencia y tecnologías (tradicionales y alternativas) en un horizonte de transformación radical de la sociedad.  En ese sentido, los saberes emergen como expresión de esa otra ciencia posible, alcanzada por la articulación entre memoria histórica, sabiduría popular, experimentación y réplica para la sobrevivencia y el buen vivir, abiertos al encuentro de los otros conocimientos derivados de otros métodos científicos.

Qué hermoso resulta el encuentro entre hombres y mujeres de fe con sus pares científicos en un recorrer juntos, caminos de encuentro que no se dejen controlar ni dominar, ni por los intereses de las jerarquías religiosas ni por los amos del capital. Las educaciones populares están llamadas a allanar caminos de hibridación entre saberes y conocimientos generados por los diversos método científicos.  Las educaciones populares no pueden convertirse en una tecnología de enseñanza para el control de los grupos religiosos, las sectas dogmáticas o los neo bufones del conocimiento, ni en un tanque móvil contra la apropiación, por parte de los más humildes, de los otros conocimientos científicos.

[i] Como siempre, salvo que aclare lo contrario, cuando me refiero a escuela lo estoy haciendo a su expresión institucional desde el maternal hasta los postdoctorados.

*Fuente: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2017/05/23/extranas-parejas-ciencia-y-teologia-escuela-y-religion/

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¿Qué efecto tienen las 5 mayores redes sociales en la salud mental de los jóvenes?

Por: Animal Político. 26/05/2017

Las redes sociales pueden incrementar los sentimientos de soledad, depresión y ansiedad. Solo YouTube contribuye a mejorar el bienestar mental ¿por qué?

Las redes sociales han cambiado la forma en que los jóvenes se comunican y relacionan. Pero, ¿para bien o para mal?

Facebook, Youtube, Instagram, Twitter y Snapchat se han vuelto “indispensables” en el día a día de la mayoría de adolescentes y son pocos los que renuncian a tener presencia en alguna de estas redes.

Pero la actividad en estas plataformas les generan depresión, ansiedad, problemas de sueño e inseguridad, según ellos mismos admiten en un estudio realizado en Reino Unido.

Una encuesta efectuada a principios de año por la Sociedad Real de Salud Pública (RSPH, por sus siglas en inglés) reveló que sólo una de las cinco redes sociales tiene un efecto positivo en la salud mental de los jóvenes: YouTube.

Al resto, en general, les afecta de forma negativa, siendo Instagram la que peores resultados obtuvo, seguida de cerca por Snapchat, Facebook y Twitter.

Una adicción que quita el sueño

La RSPH les pidió a 1.479 británicos de entre 14 y 24 años que valoraran cómo cada una de estas redes sociales impactaba en su salud y bienestar.

La conclusión fue que todas empeoraban su salud mental en cuatro aspectos: la calidad del sueño, la imagen corporal, el ciberacoso y el sentimiento de estar perdiéndose algo.

Cuando se apaga el ordenador, queda la tableta y si a ésta se le agota la batería, siempre está el celular. El acceso a estas redes se ha vuelto cada vez más fácil y ubicuo, y las notificaciones dificultan que uno se pueda desconectar.

No es de extrañar, entonces, que a muchos jóvenes les cueste quitar la vista de la pantalla y meterse en la cama.

Varios estudios ya han sugerido la relación entre los problemas para dormir y el estar mirando las redes sociales en el celular.

Algunos investigadores incluso creen que las luces LED de estos dispositivos interfieren con los mecanismos cerebrales que producen la melatonina, la hormona del sueño.

Según la RSPH, Facebook y YouTube son las redes sociales que más le quitan el sueño a los jóvenes y Twitter, la que menos.

Uno de cada cinco jóvenes aseguran que se despiertan de madrugada para revisar sus mensajes, lo que ocasiona que se sientan hasta tres veces más cansados en clase que sus compañeros que no usan las redes por la noche.

La salud mental y el sueño están estrechamente ligados. Dormir mal o poco puede causar depresión y problemas físicos como presión alta, diabetes y obesidad.

Por eso, es importante que los adolescentes duerman cada noche entre 1 y 2 horas más que un adulto.

Una fuente de comparaciones

La imagen corporal es un tema delicado en la adolescencia, una etapa en la que uno es más vulnerable al rechazo y a lo que piensen los demás.

Chica joven tomándose un selfie.JAKUBZAK
Los jóvenes sienten que la imagen que tienen de su cuerpo empeora tras usar redes como Facebook e Instagram.

Según la encuesta, las cinco mayores redes contribuyen a que los jóvenes empeoren la opinión que tienen de su cuerpo. Instagram resultó ser la más dañina en este sentido, seguida de Facebook, Snapchat, Twitter y YouTube.

El informe de la RSPH recoge las conclusiones de otros estudios que indican que cuando se expone a mujeres jóvenes a Facebook durante un corto periodo de tiempo, sus preocupaciones sobre su imagen corporal aumentan por encima de las de aquellas que no son usuarias de este servicio.

Comienzan a expresar su deseo de cambiar su apariencia e, incluso, de recurrir a la cirugía plástica.

“Es interesante ver que Instagram y Snapchat lideran la lista de las peores redes sociales para la salud mental. Ambas son plataformas fuertemente enfocadas en las imágenes y, al parecer, pueden estar produciendo sentimientos de insuficiencia y ansiedad en los jóvenes”,le dijo a la BBC la directora de RSPH, Shirley Cramer.

Si las fotos son la clave, Facebook puede resultar una fuente infinita de personas con quiénes compararse, según la RSPH: cada hora se suben 10 millones de imágenes nuevas a esta plataforma.

El temor a quedarse fuera

Los adolescentes aseguran que Facebook es el canal más empleado para el ciberacoso.

Ya un estudio publicado por la asociación contra el bullying Ditch the Label (Deshazte de la etiqueta) concluyó en 2013 que los jóvenes son dos veces más vulnerables a ser víctimas de esta conducta en Facebookque en cualquier otra red social.

Si bien muchas de estas empresas aseguran tener mecanismos para combatirlo, una encuesta de la plataforma Bullying UK arrojó que en el 91% de los casos en los que jóvenes habían reportado episodios de ciberacoso, no hubo ninguna consecuencia.

Otro de los impactos negativos de las redes sociales es que generan miedo de estarse perdiendo algo: un evento social o cualquier actividad en la que otros se hayan divertido.

Por eso, muchos revisan constantemente sus cuentas. En este aspecto, Snapchat es la red que más provoca este temor.

Efectos positivos

También hay malestares específicos de cada red social, según la encuesta de la RSPH: Instagram es la que más ha dejado a sus usuarios con sentimientos de soledad después de visitarla. Twitter y YouTube han empeorado sus relaciones con otras personas en la vida real.

Los adolescentes aseguran que Snapchat ha hecho que sean menos conscientes de los problemas de salud de los demás y que, salvo YouTube, todas les han creado problemas de depresión y ansiedad.

Pero estas redes sociales también generan sentimientos positivos en los jóvenes.

Las cinco han incrementado su capacidad de expresarse y de desarrollar una identidad propia.

Facebook ha ayudado a que los adolescentes se sientan más apoyados por gente de su entorno y les ha permitido crear y adherirse a distintas comunidades.

Snapchat es la que más ha contribuido a mejorar las relaciones con otros en la vida real y YouTube ha probado ser la más útil a la hora de concientizar, combatir la soledad, la depresión y la ansiedad.

Cramer urgió a implantar “controles y evaluaciones in situ para hacer que las redes sociales dejen de ser un ‘salvaje Oeste’ en materia de salud y bienestar mental de los jóvenes”.

Logos de redes sociales.STOCKCAM
Las redes sociales también generan sentimientos positivos, como ayudar a crear una identidad propia y sentirse apoyado.

Su entidad propuso medidas como notificaciones que adviertan al usuario que lleva mucho tiempo conectado a una red social, avisos de que una foto ha sido manipulada digitalmente y la aparición de anuncios de lugares que ofrecen ayuda cuando una plataforma detecta que alguien puede tener un problema mental.

Una amplia mayoría de los jóvenes apoyan estas propuestas, según la encuesta.

El portavoz de la ONG británica YoungMinds (Mentes Jóvenes), Tom Madders, opinó que implementarlas ayudaría, pero advirtió que “limitarnos a proteger a los jóvenes de ciertos contenidos nunca será la solución total”.

Para él, hay que hacerles entender los riesgos de su comportamiento en Internet y cómo reaccionar al contenido dañino.

La directora de políticas de Instagram para Europa y Asia, Michelle Napchan, aseguró a la BBC que Instagram es un “lugar seguro” en el que la gente “se siente cómoda” y que trabaja en asociación con expertos para “brindar herramientas e información” en materia de salud mental a quienes lo necesiten.

Fuente: http://www.animalpolitico.com/2017/05/efectos-redes-sociales-salud/

Fotografía: OCUSFOCUS

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