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Economía enferma, planeta enfermo

Por: Marcelo Colussi

I

Quien escribe estas líneas no es economista ni especialista en cuestiones ecológicas. Es un ciudadano más del planeta, ni rico ni famoso, uno más del colectivo. Pero como tal me considero con derecho –¿con obligación también?, moralmente, creo que sí– a opinar y a tomar partido por cuestiones que tocan a todos. La economía dominante de nuestras sociedades, el capitalismo, está enferma. O más aún: no ha enfermado recientemente sino que nació enferma. De hecho: tiene un mal incurable. Es genético, no tiene escapatoria.

Eso se evidencia en la injusticia reinante (aspectos estructurales), en los descalabros coyunturales como las crisis financieras que se viven cíclicamente (que pagamos, básicamente, los pobres), y en términos de perspectiva histórica como especie: la destrucción de la civilización es una cruel posibilidad, tanto por la catástrofe medioambiental en curso como por la guerra nuclear total. Según se nos dice con conocimiento profundo (la ecología es una ciencia ya ampliamente desarrollada), los actuales modelos económicos de producción y consumo están produciendo desastres en el medio natural con consecuencias catastróficas y probablemente irreversibles. Actuar contra el capitalismo es actuar contra la injusticia, y más aún: es actuar a favor de la sobrevivencia de la vida en nuestro planeta.

El capitalismo, guerrerista como es en su esencia, no puede prescindir de las guerras. Eso lo alimenta, es una escapatoria para sus crisis, es negocio. De hecho, en Estados Unidos, la principal economía capitalista, un 25% de su producto bruto interno viene dado por la industria militar, y uno de cada cuatro de sus trabajadores se ocupa en esa producción. Eso es una locura, sin salida, que nos tiene reservada la muerte como punto de llegada…¡pero eso es el capitalismo más desarrollado!

Valga este ejemplo: de activarse todo el arsenal atómico disponible en este momento (que comparten unas pocas potencias capitalistas con Estados Unidos a la cabeza junto a Rusia y China) no quedaría ninguna forma de vida en el planeta. Más aún: colapsaría la Tierra, probablemente fragmentándose, con efectos igualmente tremendos para Marte y Júpiter, en tanto las consecuencias de la onda expansiva llegarían a la órbita de Plutón…, pero todo ese espectacular desarrollo científico-técnico no logra terminar con el hambre en el mundo (un muerto por inanición cada 7 segundos). ¡Eso es el capitalismo!

Junto a esa catástrofe, tenemos el deterioro del medio ambiente. “Cambio climático” es un tendencioso eufemismo que encubre la verdad: el modelo depredador de desarrollo impulsado por el capitalismo ha provocado desastres monumentales en nuestro planeta. Si el clima cambia, no es por procesos naturales sino por la alocada intervención humana en búsqueda de lucro, de ganancia económica.

Según la hipótesis conocida como Gaia, formulada por el científico Lovelock, el conjunto de la biosfera –la atmósfera, los océanos y la superficie externa de los suelos– se comporta como un todo coherente donde la vida –su componente característico– se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, la composición gaseosa de la atmósfera, la composición química y salinidad en el caso de los océanos, etc. Gaia, con su infinita paciencia de millones de años, y desde el punto de equilibrio en que se estabilice ante cambios catastróficos que pudieran sobrevenir, comenzaría siempre un nuevo proceso evolutivo de la biosfera residual (sea a partir de reptiles, de hormigas o escarabajos, o simplemente de bacterias extremófilas). De esta forma, Gaia juega así como un sistema auto-regulador retroalimentado que tiende al mantener el equilibrio de la biosfera y conservar un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta. Pero una interpretación interesadamente errónea de esta teoría desprecia las cautelas del Principio de Precaución alegando que no hay que preocuparse por las agresiones ambientales humanas, pues el planeta se encarga de autorregularse. Lamentablemente ello no es así; hay más que sobrados motivos para preocuparnos: la intervención del ser humano está creando condiciones que pueden hacer imposible la continuación de la regulación.

La composición gaseosa de la atmósfera no es una constante universal, aunque haya permanecido invariable desde la aparición de la especie humana, desde hace dos millones y medio de años, con elHomo Habilis en el África, hasta ahora. A cada composición distinta de la atmósfera han ido correspondiendo otro espectro bacteriano y otros seres vivos primitivos (animales y plantas). La proporción de la atmósfera ha ido variando sucesivamente hasta llegar a la composición actual. En estos momentos la proporción de los gases de la atmósfera (21 % de oxígeno, 78 % de nitrógeno, 0.032 % de dióxido de carbono –CO2–) es vital para nuestra supervivencia (solo pudieron aparecer el ser humano y los mamíferos superiores cuando se alcanzó ese nivel), siendo muy estrecho el margen de variación que podemos tolerar. Esta atmósfera es la que ahora se está modificando por las actuaciones del propio ser humano (por su voracidad de ganancia económica). Los registros del contenido de CO2 (que se remontan hasta hace 800.000 años) indican que actualmente la proporción es la mayor que existió durante todo el tiempo registrado, y sigue aumentando continuamente por encima de lo previsto por los científicos. Paralelamente, también se está acelerando el deshielo en los polos y glaciares más rápidamente de lo previsto.

Se tiende a evaluar el transcurso del tiempo por la duración de la vida humana o de una generación. Esta consideración cortoplacista nos hace insensibles ante cambios sustanciales en la evolución de la biosfera que está produciendo la actividad humana, (a pesar de que su aceleración es miles de veces superior a la evolución previsible naturalmente) y sin que, como interesadamente podría decirse, «haya ocurrido ninguna catástrofe contrariando lo que algunos pronosticaban» . Pero eso da una falsa sensación de seguridad, con lo que se puede despreciar –no sin cierta cuota de irresponsabilidad, o arrogancia incluso–, el Principio de Precaución. La aparición de signos ostensibles de alteración significativa de la biosfera es lenta, por la gran inercia debida a sus mecanismos de estabilidad y autorregulación. Sería ingenuo pensar que se puede producir una catástrofe inmediata, pero sería una gran ceguera no querer percibir que se están produciendo alteraciones muy sustanciales y significativas. Cuando la estabilidad de la autorregulación se rompe y empieza a moverse hacia un cambio orientado (orientado en este caso hacia la regresión), la regresión es ya imparable. Una vez desencadenado el proceso, ya no hay marcha atrás y se retroalimenta. Si el proceso en marcha llega a superar la capacidad de reacomodamiento de la biosfera (que no sabemos hasta dónde llega), sería humanamente indetenible un encadenamiento de causas y efectos que se aceleraría progresivamente hasta hacer totalmente irrespirable el aire y el agua para los vertebrados superiores y que podría arrasar con todo tipo de vida.

II

Entre otras de las manifestaciones que evidencian ese proceso, puede mencionarse el llamado cambio climático.  El mismo muestra la quiebra del equilibrio autorregulado de la biosfera ,  cuya evolución ha sido tan rápida que sus consecuencias ya son visibles, pero serán más amplias de lo que suele señalarse y más aceleradas de lo que se preveía. Actualmente la alarma por la degradación de la biosfera se centra principal y casi exclusivamente en el cambio climático (si bien existe una información engañosa afirmando que se están tomando medidas que lo pueden controlar) pero, con ser muy grave, no es el principal peligro que amenaza a la biosfera, que es el causado por la contaminación genética. Ese “engaño” con que se mantiene a la población mundial muestra una pretendida preocupación por el medio ambiente, llegándose a hablar de “responsabilidad social empresarial”. Pero mientras en la última Cumbre de la Tierra en París, a fines del año 2015, se hacían pomposas (y mentirosas) declaraciones en pro del medio ambiente, al mismo tiempo, a escasos metros de la reunión se llamaba a consumir ferozmente en vísperas de las fiestas navideñas.

La base de la autorregulación de la biosfera son las bacterias cuya masa es enorme, mucho mayor que la masa y volumen de todas las plantas y animales del planeta. El conjunto de seres vivos microscópicos (bacterias, amebas, protozoos, algas unicelulares) regula las condiciones de la biosfera, y la composición gaseosa de la atmósfera.

Las bacterias continuamente están intercambiando genes y captando plásmidos y segmentos de ácido desoxirribonucleico –ADN– por transferencia horizontal de genes –THG–, por lo que rápidamente son afectadas por la contaminación genética, trasmitiendo a otras bacterias (de la misma o distinta especie) los genes o fragmentos de ADN adquiridos, y difundiéndolos por todo el planeta. Se ha comprobado que las bacterias captan con especial avidez aquellos genes o secuencias genéticas que las confieren mayor agresividad, virulencia, o defensa ante las perturbaciones, por lo que las secuencias captadas suelen hacerlas más letales, facilitar su resistencia a ser agredidas por los antibióticos y facilitar su salto a otros hospedadores distintos de aquellos sobre los que actuaban específicamente. Por lo tanto tienden a capturar los módulos o secuencias de ADN que facilitan atravesar la barrera entre especies difundidos por la liberación ambiental de cultivos transgénicos, lo que amplía la gama de posibles hospedadores de las bacterias. Las bacterias son la base de la vida; si desaparecieran, la biosfera colapsaría y desaparecería inmediatamente toda la vida vegetal y animal del planeta. Puesto que ellas intervienen en todos los procesos fisiológicos y bioquímicos vitales, todo lo que altere el comportamiento bacteriano repercute a través de ellas en los seres vivos.

La fácil captura por las bacterias de módulos genéticos añadidos a los cultivos transgénicos induce alteraciones en el universo bacteriano, que se trasmiten a los organismos simples de amebas, protozoos, algas unicelulares oceánicas, etc., cuyo conjunto es responsable de la autorregulación que mantenía la composición gaseosa de la atmósfera constante y respirable para los seres humanos. La contribución de las plantas superiores (selvas latinoamericanas -Amazonas, Petén-, del sureste asiático, etc.) es solo una parte de la regulación, que no sería suficiente por sí sola para sostener la autorregulación gaseosa de la atmósfera (también la productividad de la masa vegetal de los bosques depende, además de la fotosíntesis, de procesos bacterianos edafógenos). La alteración repentina y artificial del espectro bacteriano (“contra natura”, al violar la barrera entre especies) conduce inexorablemente a otra situación de equilibrio y a otra composición gaseosa de la atmósfera.

En conclusión, la composición gaseosa de la atmósfera está amenazada: 1) ante todo, por la alteración de los sistemas bacterianos debida a los promotores y vectores artificiales fabricados por síntesis del ADN recombinante. Esto afecta directamente a la actividad fotosintética que realizan las bacterias, y también afecta indirectamente a la fotosíntesis, por la intervención bacteriana en el desarrollo de los vegetales y en la formación de los nutrientes del suelo necesarios para su desarrollo; 2) por alteración en la composición, distribución y eficiencia de los sistemas bacterianos debida al cambio climático; 3) por la presencia de nuevos compuestos químicos, caracterizados en general por tener intensa actividad catalítica, mutágena o disruptora de procesos bioquímicos a los que las diversas especies de bacterias (como también los organismos superiores) tienen muy distinta sensibilidad, por lo que se altera la composición cualitativa y cuantitativa de los sistemas bacterianos, y con ello la naturaleza y proporción de los gases emitidos que pasan a ser componentes de la atmósfera.

En otros términos: la situación de la biosfera es mucho más grave que las estimaciones más catastrofistas habituales; y ni que hablar de la versión “light” que cierta prensa del sistema presenta, queriendo reducir su mitigación a nuevas fórmulas técnico-científicas de acción rápida.

Sería ineficaz (y tardío para la biosfera) intentar cambiar algunas piezas sin desmontar toda la maquinaria de raíz; es decir: hay que detener los actuales modelos de relacionamiento con la naturaleza, proponer vías nuevas, alternativas viables válidas realmente para la totalidad de la población mundial. Por supuesto que es imperiosamente cierto y necesario aquello de “otro mundo es posible”. Pero no basta con decirlo; es hora de hacer el bosquejo de ese mundo alternativo, de realizar el diseño de las líneas generales de la alterglobalización. Es decir: un sistema alternativo que sea técnicamente posible con la prudente y justa utilización los recursos existentes. No podemos seguir los modelos de consumo “alocado” que ha generado el capitalismo porque ello no tiene salida.

III

Esto nos lleva a un profundo problema: ¿para dónde ir entonces?, ¿cómo darle forma a la utopía de un nuevo mundo? Proponer nuevos paradigmas de producción y consumo hoy, en un mundo hiper tecnológico donde el confort material se presenta como el paraíso a la mano producto de nuestro imparable desarrollo científico, no significa “volver a las cavernas”, no implica renunciar a las conquistas tecnológicas positivas ni a los ingentes recursos culturales disponibles. Todo lo cual abre interrogantes fundamentales.

El ideario del socialismo científico clásico no reparó en estos temas ecológicos porque en el momento de su fundación, en el siglo XIX, aún se vivía la euforia de la naciente revolución científica positivista, y la confianza en las nuevas ciencias parecía infinita. Y además, porque la flamante industria (“el progreso” por antonomasia en aquel momento) aún no había confrontado a la humanidad con los desastres medioambientales que hoy, ya entrado el siglo XXI, tenemos presente.

Ahora bien: el desastre no está en la industria misma, ni en las tecnologías aplicadas ni en los conceptos científicos que la sustentan. El desastre está en el modelo económico en que se insertan. Dicho en términos de pensamiento marxista: no está en la forma de las fuerzas productivas del trabajo social sino en el modo de producción. Un sistema que se basa enteramente en el mercado, en el lucro individual, por fuerza tenía que desembocar en el disparate actual, con un desastre ecológico de proporciones globales: la producción no está al servicio de llenar necesidades básicas sino, ante todo, en función de la ganancia privada. Se produce cualquier cosa solo en función de venderla, aunque ese producto sea innecesario, contraproducente, peligroso o dañino. Para eso están las técnicas publicitarias (¿neuromarketing?): “la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda” , manifestó el gerente de la agencia publicitaria estadounidense BBDO, una de las más grandes del mundo, refiriéndose al núcleo de su trabajo.

En esa lógica, el ser humano y la naturaleza son solo instrumentos para lograr la meta. La promoción casi infinita de necesidades superfluas marca el ritmo de toda la dinámica humana actual; y eso, en vez de ayudar a la búsqueda del equilibrio, promueve mayores asimetrías sociales y mayor descalabro con el medio ambiente. La actual catástrofe ecológica lo pone en evidencia en forma alarmante.

Por otro lado, ese mismo modelo en que el poder es ejercido por un grupo dominante sobre una gran mayoría, da como resultado una ideología violenta centrada en la superioridad de uno sobre otros y que se mantiene en el ejercicio de la fuerza bruta como garantía final que resguarda el estado de cosas. Es decir: el que tiene el garrote más grande sigue siendo el que manda. De ahí que la proliferación de armas de destrucción masiva –para el caso: energía atómica (12.000 misiles nucleares con ojiva nuclear diseminados por todo el mundo, 6.000 pertenecientes a Estados Unidos)– contribuye también al ataque medioambiental en curso.

Como primera cuestión, entonces, para evitar que se pueda concretar esa catástrofe en ciernes, hay que cambiar las relaciones de poder, las relaciones entre explotadores y explotados, entre mega consumidores y famélicos (un tercio de la humanidad pasa hambre). Si hasta el mismo fundador del liberalismo económico clásico, el inglés Adam Smith pudo decirlo 200 años atrás (obviamente sin pensar en lo mismo que piensa el socialismo): « no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados», es imperiosamente necesario terminar con esas diferencias para buscar un mundo más vivible. Pero al mismo tiempo, hay que apuntar a una serie de medidas que permitan la sostenibilidad de la vida humana, que nos alejen de la posibilidad de nuestra autodestrucción. La actual distribución de la riqueza es infinitamente injusta: se produce un tercio más de la comida necesaria para alimentar a toda la humanidad, mientras la primera causa de muerte es el hambre. ¡Eso y no otra cosa es el capitalismo!, aunque la maquinaria publicitaria nos muestre escaparates llenos y la “libertad de elección”.

Además de terminar con esas inequidades, con esa “enfermedad” de las relaciones económicas (enfermedades de las relaciones de poder entre los seres humanos mejor dicho), hay que terminar con el modelo de producción y consumo en el que el capitalismo nos ha metido, paradigma sumamente dañino, disfuncional, agresivo. Entre otras cosas, es necesario reequilibrar la proporción de habitantes que vive en el medio rural y en el medio urbano. La ciudad –más aún las macrourbes que no dejan de crecer, con todos los problemas sociales asociados que conllevan– es radicalmente insostenible. Difícilmente se puede conseguir un planeta sostenible cuando la población urbana ha superado ya a la que vive en el medio rural (51 % contra 49 %). Pero para fijar la población en el medio rural es necesaria una agricultura en manos de pequeños agricultores y de verdaderas cooperativas campesinas, junto a la pequeña industria de transformación de los productos agropecuarios. Una agricultura ecológica, que demanda mano de obra abundante, conserva la biocenosis edafógena de los suelos, evita la contaminación ambiental permitiendo una alimentación sana y nutritiva. Es decir: el socialismo deberá entenderse como la búsqueda de un equilibrio social sin explotadores ni explotados (ni clases sociales, ni géneros dominantes, ni supremacías étnico-culturales) además de un real respecto por nuestra casa común: la naturaleza.

IV

Si el planeta común es de todos, a todos afecta su destrucción. No debe haber transculturización súbita sino desarrollo endógeno, solidario, sostenible. La globalización puede ser una buena noticia en la historia humana, pero dependiendo de cómo y para qué se haga. Si globalización es obligar a toda la humanidad a tomar Coca-Cola y a cambiar el modelo de teléfono celular cada año, eso es un disparate absoluto, injusto e irracional en términos de sobrevivencia. Luego de las primeras experiencias socialistas del pasado siglo, tomando sus gestas heroicas y todo lo bueno que de ellas continúa vigente como legado imperecedero, hoy día d e lo que se trata es de refundar una nueva conciencia socialista pensando en una nueva globalización, que obviamente no es la neoliberal en boga. Junto a la globalización de la multinacionales voraces se debe levantar la globalización de la solidaridad; junto a la globalización del hiper consumo irresponsable se debe proponer un proyecto de vida responsable con nuestro medio natural. La idea de “desarrollo sostenible” propuesta desde un marco capitalista –allá por 1987, en el documento “ Nuestro futuro común” elaborado por la entonces Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland– sin dudas marca un camino. Se definía allí como sostenible “aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, noción que recoge la preocupación creciente entre los sectores de poder del mundo capitalista que ya veían el desastre ecológico a que estaba llevando el modelo consumista en curso. Retomando esa propuesta, y pensando en un enfoque socialista que supere la irracionalidad del mercado y la producción basada en el lucro, es preciso encarar ese “otro mundo posible” con la responsabilidad del caso.

Terminar con el consumismo no significa volver para atrás en la historia, desechar el confort que nos posibilitan las tecnologías modernas. Hoy día, mientras muere de hambre una persona cada siete segundos a escala planetaria, un tercio de la población estadounidense y un porcentaje creciente de la población europea es obesa, sabiéndose que una dieta mejor y más austera sería mejor solución para resolver ese problema (el de la obesidad) en vez de aumentar el gasto dedicado a investigar sobre el gen de la gordura como actualmente se hace (y que, seguramente, nunca se va a encontrar). Pero no obstante la locura en juego, de la que los sectores de poder son conscientes, en vez de cambiar hábitos de consumo se continúa con “más de lo mismo”. Ello evidencia, en definitiva, que el sistema tiene una fuerza determinante sobre las individualidades. Si la tónica es consumir, porque así lo manda el mercado o la clase dominante –“la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”–, mientras no haya cambio de sistema, difícilmente se pueda cambiar algo profundo en forma sostenible.

De todos modos, viendo el desastre en juego, en el seno mismo de la economía capitalista se han prendido señales de alarma. Ante una economía a todas luces enferma, se llegan a plantear opciones que, sin tocar la estructura de base, intentan paliativos. Surgió así, como decíamos, la idea de desarrollo sostenible, del que luego se sigue la noción de “crecimiento cero”, para llegar en la actualidad a la idea de “decrecimiento”. Según lo presenta con claridad Francisco Fernández Buey, “lo que los teóricos del decrecimiento [Serge Latouche, Vincent Cheynet, François Schneider, Paul Ariés, Mauro Bonaiuti] llaman economía sana o decrecimiento sostenible se basaría en el uso de energías renovables (solar, eólica y, en menor grado, biomasa o vegetal e hidráulica) y en una reducción drástica del actual consumo energético, de manera que la energía fósil que actualmente se utiliza quedaría reducida a usos de supervivencia o a usos médicos. Esto implicaría, entre otras cosas, la práctica desaparición del transporte aéreo [valga decir que el 94 % de los seres humanos no ha viajado nunca en avión] y de los vehículos con motor de explosión, que serían sustituidos por la marina a vela, la bicicleta, el tren y la tracción animal; el fin de las grandes superficies comerciales, que serían sustituidas por comercios de proximidad y por los mercados; el fin de los productos manufacturados baratos de importación, que serían sustituidos por objetos producidos localmente; el fin de los embalajes actuales, sustituidos por contenedores reutilizables; el fin de la agricultura intensiva, sustituida por la agricultura tradicional de los campesinos; y el paso a una alimentación mayormente vegetariana, que sustituiría a la alimentación cárnica. En términos generales todo esto representaría, en suma, un cambio radical de modelo económico, o sea, el paso a una economía que, en palabras de los teóricos del decrecimiento, seguiría siendo de mercado, pero controlada tanto por la política como por el consumidor” . Vemos así que, incluso sin salirse de un planteamiento económico capitalista, la magnitud de la catástrofe ecológica que se vive lleva a plantear soluciones en forma urgente. Es que los problemas acumulados por este modelo económico son tantos que, sin cambiar el mundo, sin cambiar la estructura social de base, sin modificar las relaciones de poder entre clases, ya comienza a haber conciencia que el camino que transita hoy la humanidad no conduce sino a problemas, quizá insolubles y catastróficos. ¿Será que las elites ya tienen preparada su nueva morada fuera de este invivible planeta? La ciencia ficción siempre queda superada por la realidad cruda y dura.

Pero no solo se trata de buscar paliativos para no intoxicarnos. Debemos apuntar a un cambio radical en la manera de llevar la vida, buscando justicia y buscando seguir sobreviviendo como especie. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de los suelos, los químicos tóxicos que inundan el globo terráqueo, la desertificación, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado un 1.000% la incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero negativo, el derretimiento del permagel, la posibilidad de un descalabro universal a partir de la contaminación genética producto de los transgénicos o de una guerra nuclear total son todas consecuencias de un modelo depredador que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación de los recursos naturales? Las sociedades agrarias llamadas “primitivas” (llamadas así por los ¿desarrollados? países industrializados), o inclusive las tribus del neolítico que aún se mantienen en la actualidad, son mucho más racionales en su equilibrio con el medio ambiente que el modelo industrialista consumidor de recursos no renovables que abrió el capitalismo. Si buscamos un nuevo mundo, una nueva ética, nuevos y superadores valores, la cultura del consumo debe ser abordada con tanta fuerza revolucionaria como las injusticias sociales.

Tener un planeta más sano significa tener una economía más sana. Y el capitalismo ya ha dado repetidas muestras de estar “enfermo” crónicamente, aunque se lo siga haciendo continuar con respiradores artificiales. Por lo tanto, no quedan más alternativas que ayudarlo a morir de una vez para hacer nacer algo nuevo y superador.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214216&titular=econom%EDa-enferma-planeta-enfermo-

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Yo trabajo, tu trabajas, el trabaja  …. la institución escolar y el mundo productivo

Luis Bonilla-Molina[i]

Era jueves y llovía, estudiantes y los maestros(as) Zulay, Saúl, Iván, Francis y yo, trabajamos en los proyectos productivos escolares. Mientras escampaba corrimos al galpón de las gallinas. Mario, José y Ana juntaron los huevos en un tobo y los llevaron al galpón de al lado donde Martín y Francisco los estaban acomodando en los cartones y apilándolos en cajas. Roscio, Javier y Ernesto abrieron el chorro de agua y con la manguera comenzaron a limpiar el piso lleno de excrementos; cuando terminaron Pedro, Josefa, Ricardo y Jorge comenzaron a colocar alimento y agua en las jaulas, tanto en el galpón de las gallinas como en el de los pollos. A lo lejos se escuchaba la risa de Carlos, Juan, Eva y Eulalio quienes hacían lo propio en los galpones de los cerdos; cuando me asomé a ver qué ocurría, vi que Juan les estaba contando chistes a sus compañeros, mientras hacían su trabajo. Dos maestros más, junto a otros grupos de estudiantes, se encontraban del otro lado de la escuela terminando de limpiar las vaqueras, dándoles alimento a las vacas y ordeñándoles. Todos estaban felices porque ese día aprenderían a hacer queso y cuajada.

Escampó y había que aprovechar al máximo el tiempo para recoger la cosecha de tomates, pimentón, acelga, repollo, rábanos, lechugas, yuca.  Los dos últimos días se había recogido el fruto de la media hectárea de café sembrada. El café se estaba secando al sol en el patio que estaba detrás del aula de quinto grado, para luego desbabarlo y trillarlo antes de tostarlo y molerlo. Cuando apresurados caminábamos a iniciar la recolección de las legumbres y hortalizas, pasamos por el salón de usos múltiples, donde la maestra enseñaba manualidades a otro grupo de niñas y niños.  Estaban terminando de confeccionar desde porta vasos hasta unos hermosos edredones.

trabajo infantil 2

Al terminar la tarde, estudiantes y profesores separamos los productos destinados para el consumo semanal de la escuela, de aquellos que al día siguiente se consignarían a la cooperativa del pueblo y, los que se venderían a puertas de la institución entre la comunidad. Gerardo, uno de los miembros del personal obrero de la escuela se acercó con un cuatro y comenzó a interpretar hermosas melodías que todos tarareamos.

Rodrigo uno de los chicos más despiertos nos preguntó a los docentes respecto al destino del dinero reunido por la venta de los productos. La profesora Zulay le explicó que con ese dinero se volvían a comprar semillas e insumos y si sobraba algo se invertía en la adquisición de herramientas y útiles de limpieza. A lo cual el niño replicó:  Pero maestra, ¿por qué nunca nos dan cuenta de eso, ni nos dan un poco de la ganancia para comprar algo el fin de semana?.  La maestra le contestó: –Ustedes reciben la educación, aquí aprenden a trabajar y logran dominar tanto la ciencia como el conocimiento.  Es el mejor pago que le podemos hacer por su esfuerzo. Saúl, otro de los docentes añadió: -Además no sería legal que le demos dinero a niños porque nos pueden acusar de promover el trabajo infantil.

La cara de desaprobación de Rodrigo por las explicaciones  que los docentes les habíamos expresado me catapultó a mis tiempos de estudiante de bachillerato en una escuela técnica agropecuaria, antes de ingresar a la carrera docente en la Pedagógica.  Recordé que me politicé en la escuela técnica, exigiéndole al director las cuentas por la administración de los cultivos de caña, café, la venta de cerdos, leche y otros productos que se generaban en la institución. No pude evitar sonrojarme de vergüenza, al darme cuenta de cómo cambiaron mis perspectivas e interpretaciones del mundo de estudiante a docente. Con la mirada a ras de suelo recordé cada uno de los argumentos respecto a la justicia social que iluminaron mis años juveniles.  Mi mente voló por los pasillos y aulas del pedagógico donde estudie para maestro, mención educación para el trabajo, recordando mis argumentos sobre el trabajo remunerado y la plusvalía en los espacios escolares, el trabajo esclavizado en la escuela, los límites del trabajo voluntario y otros temas.  Recordé mis denuncias sobre la escuela religiosa medieval que sometía a situaciones de semi esclavitud a niños y jóvenes, a cambio de un trozo de pan y aprender a garabatear algunas letras y aprender las operaciones matemáticas básicas.

Esa noche, me senté frente a la máquina de escribir –no eran tiempos de escritura digital-  y redacté una solicitud de inclusión del punto para el próximo consejo de maestros. En el texto planteaba que nuestras escuelas no habían llegado a la revolución industrial y el emerger de los derechos laborales, y que por el contrario, se habían quedado en el estadio feudal de algunos modos de trabajo no remunerado. El punto entró en agenda del consejo docente que se realizó una semana después, pero el debate fue medio bizarro.  Los argumentos a favor y en contra oscilaron entre las limitaciones jurídicas existentes para la distribución de la plusvalía para niños y jóvenes, el tema de las prohibiciones respecto al trabajo infantil, hasta el papel enaltecedor del trabajo escolar; todos los argumentos en contra me hicieron comprender que este no era un debate localizado a un plantel, sino que demandaba un amplio debate nacional sobre el papel del trabajo productivo en el sistema educativo, desde la educación inicial hasta los postgrados.  

Hoy, veinte años después de este incidente continúo queriendo aprender al respecto con las voces y experiencias de muchos que han trabajado el tema.  En el presente hasta magnates como Bill Gates donan gallinas para proyectos productivos en escuelas y liceos de distintos países sin que nadie vuelque la mirada por un tema tan complejo como la distribución de la ganancia en los proyectos educativos.

¿Estarías dispuesto a juntar tu voz en esta tarea?  Nos acostumbramos a escuchar que ahora los jóvenes no les gustan trabajar, pero ¿tú trabajarías sin salario a cambio de tu esfuerzo? ¿podemos decirles a los niños y jóvenes que amen el trabajo mientras en la escuela viven la experiencia de esfuerzo sin compensación salarial? ¿no crees que la ética del trabajo se redimensionaría si los niños y jóvenes conocen la relación costos-.beneficios a plenitud y deciden democráticamente su destino?  ¿es posible reconciliar responsabilidad social con remuneración por el trabajo productivo en cualquier etapa?  ¿entra el trabajo productivo escolar en formas de trabajo infantil proscritas por las convenciones internacionales y las legislaciones nacionales? ¿Cuáles son los límites del trabajo voluntario?  Abrámos el debate ¡!!!

[i] Docente con 37 años de experiencia pedagógica en los distintos niveles y modalidades del sistema educativo venezolano.  Docente invitado en varios posgrados de América Latina

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División sexual del trabajo ayer y hoy

Autora: Kandel Ester

A;o: 2006

Pais: Argentina

Editorial: Dunken

Paginas: 134

ISBN:  987-02-1978-0

Sinopsis: La reciente elaboración de mi Tesis1 sobre las relaciones de género en una empresa de la industria de la alimentación, me convoca a reflexionar sobre varios temas que giran alrededor de la fijación de la mujer en un rol prescripto. Estas prescripciones se dan tanto en el ámbito privado, a través de la función materna y las tareas domésticas, como en el laboral, habitualmente ubicada en tareas de poca calificación y con dificultades para acceder a puestos de mayor jerarquía. Cuando hablamos de fijación, hacemos referencia a una cultura en la que predomina esta ideología que se agudiza en los períodos de crisis. Es sabido que siempre al realizar un abordaje conceptual actúan fundamentos motivacionales que motorizan el proceso de conocimiento. Es así como en la elección de este tema influyeron aspectos personales, el hecho de ser una trabajadora proveniente de una familia obrera, cuyos ideales han sido luchar contra la opresión del hombre por el hombre. Mi conexión con este tema, me permitió comprobar que existe una doble opresión que es la que padece la mujer trabajadora.

http://lhblog.nuevaradio.org/b2-img/kandel_division.pdf

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Así como miles de policías custodian marchas, un día custodiarán a funcionarios a la cárcel Policías y marchas de la CNTE

Por: Pedro Echeverría V. 

1. Estaba pensando detenidamente en las cuatro marchas que organizaron en la ciudad de México hoy miércoles los maestros de la CNTE. Hace unos minutos recibí decenas de fotografías de mis amigos tomadas desde diferentes ángulos de las manifestaciones. No pudieron acordonar o encapsular a ninguna marcha porque los maestros fueron sumamente hábiles para aturdir a los milicos bloqueadores que tenían la obligación de impedir que algún contingente llegara al Zócalo. No era un juego de gatos y ratones, pero el centro histórico se convirtió en cientos de bloqueos de granaderos y policías para paralizar las cuatro marchas.

2. Jamás les he mentado la madre a los policías y soldados que nos han bloqueado mil un veces nuestras manifestaciones, aunque sí con mucha claridad lo he hecho contra los jefes militares, el gobierno y los empresarios quienes son los que dan las órdenes. A los policías y soldados les lavan el cerebro por sus jefes obligándoles a aprenderse de memoria que los gobiernos y los ricos son “la patria” y hay que defenderlos y, por el contrario, quienes protestan en las calles son los malos que deben reprimirse y hasta asesinar si es necesario. No se olviden ver la película “Cara de Guerra” para observar como lavan el cerebro de los soldados u oficiales en las fuerzas armadas.

3. El paro de maestros de la CDMX es muy importante; no es necesario que lo hagan todas las escuelas para enloquecer al poder, pero si lográramos que paren todos los maestros, incluso de centros de educación superior, estaríamos hablando que el gobierno estaría al borde de su renuncia o derrocamiento. Ahora sí, después de ese comportamiento ejemplar de los dirigentes de la Coordinadora y de los maestros de más de 10 estados que no se han dejado intimidar y continúan con las manifestaciones, plantones y bloqueos, se puede decir sin la menor duda, que la CNTE es la vanguardia indiscutible del movimiento social en México.

4. Así como nos han hecho vibrar y revivir las grandes huelgas ferrocarriles de 1958/59; el movimiento estudiantil de 1968; las guerrillas rurales y urbanas de los setenta, el EZLN en 1994, el Lópezobradorismo en 2006, así también las grandes batallas de la CNTE en varios años, en particular en 2006 con la APPO, hoy (2016) revivimos y gritamos con alegría junto a la lucha de los padres de los estudiantes de Ayotzinapa y otra vez con las grandes batallas de la CNTE. ¿De dónde irá a sacar argumentos Osorio Chong para pedir que la CNTE no bloquee si más de 30 presos de las últimas semanas siguen en la cárcel? ¡Ningún paso atrás frente al despotismo del gobierno!

5. El 90 por ciento, la inmensa mayoría de los policías y soldados son de origen campesino, pobre y miserable; sus estudios son de segundo o tercero de primaria y no olvidan que sus padres y hermanos pertenecen a la clase explotada y desempleada. Entre ellos hay algunos militares verdaderamente HDP que hacen méritos de soplones con los jefes; pero esos no importan porque lo importante es la tropa en quienes no hay que perder la esperanza en que en momentos coyunturales recuerden que pertenecen a la clase explotada. Por ello no hay que pensar que ellos son los culpables de las represiones sino que son los que les ordenan.

6. Estoy seguro que se dan cuenta que son ellos (los soldados rasos) los que siempre ponen los muertos mientras sus jefes se las pasan en grandes fiestas y juergas organizadas por los políticos y empresarios. Saben que sus salarios apenas representan un diez por ciento del que cobran sus jefes. Por ello, aunque en las manifestaciones nos cierran o bloquean el paso hacia el zócalo, yo nunca les miento la madre; al contrario, busco argumentos para decirles que se liberen, que no golpeen a los manifestantes y que piensen en que sus familiares son igual que nosotros. Busco sacarles la risa para que entiendan que no somos sus enemigos.

7. No es fácil ser un policía o militar subordinado, vigilado permanentemente por compañeros y superiores. Cuando no están en servicio en la ciudad se portan con amabilidad, aunque se sienten superiores, con autoridad y fuerza que le enseñan sus jefes, cuando están con sus compañeros campesinos. Por esos acordonamientos policiacos a las marchas de los maestros he recordado mi trato hacia ellos y, al mismo tiempo pedirles a mis compañeros que se den cuenta de que nuestros enemigos no son ellos sino sus jefes; que todas las masacres que ha habido han sido determinadas por el gobierno o los empresarios; los soldados sólo reciben órdenes.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214249&titular=polic%EDas-y-marchas-de-la-cnte-

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La corrupción supone un sobrecoste y aumento de la deuda pública ¿Cómo pueden existir los paraísos fiscales si tenemos al FMI, G7 y la OCDE vigilando?

Por: Santiago González Vallejo

 

El volumen que manejan las guaridas fiscales es según la OCDE de 240.000 millones de dólares anuales. Durante muchos años. Ese volumen hace que las arcas públicas de todos los estados se debiliten y disminuya la progresividad fiscal.

En esta publicación no hay que argumentar el rechazo de lo que el propio capitalismo y sus rectores han creado y consolidado. Los paraísos o cuevas o guaridas fiscales (para señalar de forma más adecuada la ruindad de su objeto), están definidos por su opacidad –en lo que respecta a la ocultación de las personas físicas o jurídicas dueñas de los fondos depositados, y/o su origen, frecuentemente ligados a delitos-, y no pagar impuestos.

Los impuestos son una retracción de los ingresos de las personas para satisfacer los bienes y servicios públicos. El bienestar social, la educación, la sanidad, la previsión social, pero también la mutualización de limitar o hacer frente a riesgos sociales, ambientales o de seguridad, etc., se financian con impuestos. Hay una correlación entre impuestos y estado de bienestar. Porque si bien, los salarios, la negociación colectiva, son los ingresos directos de los trabajadores, los ciudadanos tienen otros ingresos ‘en especie’, los indirectos, que conforman todo un entramado de calidad de vida. Si no hay dinero, impuestos, se deterioran los servicios públicos, se privatizan –pasando al mercado y su distribución depende de la renta individual- o dejan de existir. Además, los impuestos facilitan una inversión colectiva que debe propiciar un desarrollo al país que favorece a todos y a su futuro.

La elusión fiscal de las multinacionales, cumplir la ley pero transferir los beneficios a territorios libres de impuestos, hace que éstas compitan deslealmente desde el plano fiscal con las pymes. Si McDonald’s no paga impuestos, estará en mejor posición para expandirse que una pyme de restauración. Y eso nuestros rectores lo han apoyado. Pero las patronales, dirigidas por esas multinacionales, reclaman menor presión fiscal, pero obvian esa asimetría fiscal y no reclaman que las multinacionales paguen lo mismo que las pymes y así la ciudadanía más cercana, sus clientes, tengan un mayor nivel adquisitivo (salario directo e indirecto).

Hay otras derivadas económicas. El flujo financiero que pasa por la opacidad de los paraísos fiscales, por delitos y elusión fiscal de las multinacionales, vuelve a los circuitos financieros e industriales, por medio de fondos de inversión que practican el capitalismo especulador y de corto plazo que retuercen las relaciones laborales y fomentan la deslocalización.

El volumen que manejan las guaridas fiscales es según la OCDE de 240.000 millones de dólares anuales. Durante muchos años. Ese volumen hace que las arcas públicas de todos los estados se debiliten y disminuya la progresividad fiscal. Por eso, y por la guerra a la baja en los tipos fiscales al capital, cuando no a acuerdos específicos con multinacionales, como se ha visto en el país y periodo del actual presidente de la Comisión europea, Jean Claude Juncker.

La corrupción supone un sobrecoste y aumento de la deuda pública, alrededor de 120.000 millones de euros en la Unión Europea al año en detrimento del bienestar general. Ese hurto está amparado por la impunidad de las guaridas fiscales. Lo mismo se puede decir de otros delitos y negocios ilegales, tráfico de armas y personas, narcotráfico y delitos financieros.

Pero hay un gran volumen que transita por las guaridas financieras generados por empresas de gran prestigio, sean Google, Amazon, Microsoft, Apple, o empresas extractoras en los países en desarrollo o todas las meritorias primeras empresas españolas que cotizan en Bolsa que cuentan con 891 filiales en esas guaridas. No sólo es que haya evasión fiscal delictiva, es que los rectores económicos del FMI, el G7 y la OCDE y los gobiernos que las conforman han mirado a otro lado ante las prácticas de la elusión fiscal de las multinacionales y fraude de sus potentados con la necesaria complicidad del sector financiero. Y hay billones de dólares que no han sido declarados y han dejado de contribuir al bien común durante todos estos años.

Nuestros rectores económicos y legislativos han hecho leyes que facilitan crear empresas opacas impunes y salvaguardan la falta de transparencia financiera, siendo infructuosos los últimos intentos diseñados por la propia OCDE, quizá porque entre sus miembros, los países más ricos del mundo, cuentan con una importante entramado de centros que realizan ingeniería fiscal. Que el Primer ministro británico, ‘pillado’ en los papeles de Panamá, intente distraernos de su responsabilidad con una conferencia internacional contra la corrupción y, al mismo tiempo, no contemple eliminar la opacidad de 17 centros considerados guaridas fiscales, todos de soberanía británica (Jersey, Caimán,…) ni la forma de actuar de la propia City londinense dice casi todo del cinismo de los líderes. El presidente estadounidense Obama, a través del G7 mostró su preocupación por ese ‘fenómeno’, pero no puede mostrarse escandalizado por los papeles de Panamá cuando Estados Unidos rechaza compartir información bancaria, fiscal y financiera; la legislación financiera de Panamá esta plagiada de la del estado de Delaware, que le gana en domiciliación empresarial opaca -en un solo edificio de una planta figuran domiciliadas 285.000 sociedades; y este estado, junto con Dakota del Sur, Nevada y Wyoming son más opacos que los suizos y se disponen a ser anfitriones de las sociedades y potentados asustados de la brecha informativa de Panamá.

Todo esto hace que sea perentorio que la agenda política, sindical o de desarrollo contenga la lucha contra las guaridas fiscales. Desvelar el comportamiento de dirigentes empresariales, financieros, legisladores y gobernantes es fundamental. Movilizar a las Pymes contra sus desleales competidores. Compaginar la acción local, modificando la elección de los fabricantes de los productos que consumimos y cambiando nuestras cuentas bancarias a operadores financieros que no trabajen en guaridas fiscales; variar las condiciones en los concursos públicos locales para rechazar a empresas que tengan filiales o trabajen con guaridas fiscales, como lo acaba de hacer el Ayuntamiento de Barcelona o la región de Aragón, en el Estado español y en la propia negociación colectiva interesándonos por las actuaciones de las empresas donde trabajamos y plantear en nuestras organizaciones la lucha en ámbitos internacionales, reclamando el concurso de las Naciones Unidas.

Lo más rápido y fácil sería no dar personalidad jurídica a las empresas domiciliadas en los territorios de las guaridas, o gravar sustancialmente cualquier movimiento de fondos hacia o desde esos territorios.

Hay fórmulas para eliminarlos y mejorar la base imponible de todos los países. Falta voluntad política y para ello la ciudadanía debe exigir menos distracciones y ser más exigente con empresas, legisladores y políticos.

Fuente: http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=5929

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El fin del trabajo: el tiempo de los gurúes

Por: Michel Husson

La crisis actual genera un clima degradado, por la desorientación y la desesperanza: «El viejo mundo se muere, el nuevo mundo tarda en aparecer y en ese claroscuro surgen los monstruos» (Gramsci). Es también el tiempo de los gurúes.

La lista de los candidatos es larga pero aquí nos interesa Bernard Stiegler que prometió un proyecto de transformación social basado en las transformaciones tecnológicas. Siegler es un «filósofo francés que centra su reflexión sobre los desafíos de los cambios actuales, sociales, políticos, económicos, sicológicos, provocados por el desarrollo tecnológico y especialmente las tecnologías digitales. Fundador y presidente del grupo de reflexión filosófica Ars industrialis creado en 2005, así mismo, desde 2006 dirige el Instituto de Investigación e Innovación (IRI) que creó en el centro Georges Pompidou.

Así es la presentación que da Wikipedia/1 de Siegler. Pero también es un teórico del «fin del empleo» y de lo que hablaremos aquí a partir de un libro entrevista/2 más accesible que sus otras obras.

Profetismo

El punto de partida es la postura del gran iniciado, que tiene la clarividencia y valentía de anunciar lo que debe suceder: «Afirmar que el empleo está condenado a extinguirse, no es la mejor manera de ser popular. Hoy en día existe una obsesión por el empleo; en realidad, es la negación de un proceso completamente opuesto, y el choque político que se prepara en esta contradicción entre el discurso y la realidad es terrible. Está mal visto decir que la redistribución por el mundo industrial del poder adquisitivo bajo forma de salarios, maltratada desde el final de la década de 1970, está en fase de desaparecer a causa de la automatización».

Es el fin del asalariado, no inmediatamente, sino a largo o breve plazo: «con el paso del tiempo, las y los asalariados se convertirán una especie residual de una época pasada. Por supuesto, aún habrá empleos porque en ciertos sectores, se seguirá necesitando mano de obra humana proletarizada pero esto será excepcional». Se van a crear considerables ganancias por la «automatización integral y generalizada» y no podrán ser redistribuidas mediante el salario, puesto que el salario está llamado a desaparecer.

Frente a una «verdadera conjura de los necios» que se empeña en ocultar el futuro, es urgente, según Stiegler, «crear un nuevo modelo, a falta del cual, la «defensa del empleo» es una batalla perdida en breve plazo». Todo este razonamiento es un bluf, como hemos intentado demostrar en una contribución anterior/3. Pero hay que examinar con mayor detalle el «nuevo modelo» que propone Stiegler.

Un sueldo desconectado del empleo

Stiegler no tiene miedo a las afirmaciones rotundas; por ejemplo: «un forma muy buena de suprimir el paro es suprimir el empleo. Si no hay más empleo no hay más paro. El paro es un estado de carencia determinado por el derecho al trabajo, él mismo concebido sobre el modelo de empleo. El paro se define en relación al empleo».

Así pues, lo que propone Stiegler es una desconexión total entre el empleo (llamado a desaparecer) y lo que llama las «prestaciones de recursos». El sueldo debe ser distribuido de otra manera. Debe cumplir una primera condición, ser «favorable a la solvencia del nuevo sistema basado en la automatización» y permitir «la existencia de mercados a los cuales vender las mercancías producidas tanto por robots como por puestos de producción temporalmente (sic) asalariados». En fin, no se cuestiona el beneficio: «no se trata de prohibirlo; al contrario, sin él no habría inversión». Basta con «considerarlo» de otra manera: por una parte, en la perspectiva que no se reduce al mercado -lo que es bueno para la sociedad, es un beneficio- y por otra parte, en la perspectiva del benéfico del mercado, pero de forma duradera, exige una recalificación de lo es «rentable».

El valor también se transformaría: «sería un valor de una nueva clase, más allá de los valores de uso y de cambio», un valor «negantrópico» que Stiegler bautiza como «valor práctico». Este valor que «no se usa, no se desecha», es el «saber» un valor «omnitemporal» (en el sentido de Husserl, precisa Stiegler). Este valor «es justamente el que producen las discontinuidades, en cuanto que elevan el nivel de la inteligencia colectiva por el contenido fundamentalmente cualitativo de las capacidades que cultivan».

Un salario contributivo

La solución se llama «salario contributivo». Este salario «se asigna de acuerdo a los derechos específicos del régimen de las discontinuidades». Stiegler insiste de entrada, que se trata de algo distinto al salario universal especialmente preconizado por los teóricos del «capitalismo cognitivo» de quienes, por otra parte, se reclama Stiegler. Por supuesto, el postulado base es el mismo: es necesario dar un salario a los individuos privados de empleo por los robots. Pero, puesto que ya no hay ni empleo ni paro, «será un salario contributivo (…) asignado a todo el mundo sobre la base de que permita vivir dignamente». A priori, parece que el salario «contributivo» no se diferencia de otros proyectos de renta universal.

Sin embargo, existe una diferencia esencial: el salario contributivo no es incondicional. Contrariamente a la afirmación de que este salario sería «asignado a todo el mundo», habría personas simplemente incapaces de acceder a ese famoso salario porque no podrían «entrar en los procesos sociales tal como los preconizamos». A estas «personalidades frágiles» (sin duda, desprovistas de las «capacidades» según Amartya Sen), sería necesario «en todos los casos, garantizarles un salario existencial en condiciones de supervivencia elemental».

El modelo de Stiegler es dualista. El proyecto no abarca al conjunto de la población en régimen de discontinuidad sino solamente a quienes su actividad convierte en susceptibles de producir este «valor negantrópico»/4 «elevando el nivel general de inteligencia colectiva por el contenido fundamentalmente cualitativo de las capacidades que cultivan». Todos no serán elegidos y las «personalidades frágiles» deberán conformarse con una «supervivencia elemental».

Es necesaria toda la fascinación ejercida por el discurso del gurú para que no llegar a ver lo que este proyecto tiene de discriminatorio. A menos que se considere una sociedad idílica compuesta por individuos cuyas potencialidades se hubieran desarrollado íntegras, el modelo de Stiegler conduce a una sociedad de dos velocidades: de una parte, los artistas creativos en sentido amplio y de otra, esas «personalidades frágiles» cuya contribución «cualitativa» es nula. Esto no es un proyecto progresista.

Lo que hay que descifrar es el adjetivo «contributivo». Un sistema de seguridad social se llama contributivo cuando existe un vínculo más o menos estrecho entre las contribuciones realizadas por el individuo y la prestación obtenida en contrapartida, por ejemplo, entre cotizaciones y pensión. Así que un salario contributivo no es, por definición, incondicional: es «un derecho recargable» en función de la actividad de socialización de capacidades desarrolladas por el individuo destinadas a los grupos.»

Stiegler no dice quién decidiría los criterios para recibir ese salario y nunca se precisa su montante; probablemente sería una prueba de vulgaridad. Se limita a anunciar que es necesario «reemplazar el poder adquisitivo por el saber adquisitivo». Por supuesto, la gente continuaría, no obstante, comprando «billetes de tren, ordenadores, latas de guisantes», pero esta compra no estaría organizada por un «poder adquisitivo». Que lo entienda quien pueda: la economía mercantil debe convertirse en «inteligente» y «sostenible» dice Stiegler, que amplia la perspectiva con uno de eses desarrollos oscuros a los que acostumbra.

A modo de ejemplo: «Todo esto debe ser situado en una perspectiva más amplia que es la que de aquí en adelante, llamamos Negantropoceno, es decir, el estadio que debería seguir al Antropoceno del cual se trata de salir lo más rápido posible. Este será el tema de La Sociedad automática 2. El futuro del saber. El saber es lo que produce la negantropía y creo que la época de los estudios digitales, de las especulaciones «post-humanistas» y de la storytelling (narración) transhumanista (ultraliberales estadounidenses de derecha y muy peligrosos), hay que repensar de parte a parte las condiciones de posibilidad en la perspectiva que aprehendemos, en pharmakon.fr y con el grupo Noötechnics como una negantropología.»

Zonas de excepción

Todo esto necesita, dice Stiegler, «repensar el derecho al trabajo, la fiscalidad, la formación y la educación, todo (…). Es necesario repensar completamente todo». ¿No es extraordinariamente interesante? Este impulso pretende eliminar todas las objeciones; sin embargo, a pesar de todo, Stiegler admite que «no tiene el derecho de salir del derecho al trabajo y esto felizmente es normal». Sin embargo, es una pena y hay que experimentar. «Debemos crear zonas de excepción bajo control para experimentar otros modelos de sociedad. E inventar un nuevo estado de derecho ante la automatización. Es necesario que algunos territorios puedan ser candidatos y que les sean asignados medios excepcionales, no solo en financiación sino en acompañamiento de investigadores, en dispositivos de investigación contributiva e innovación social y tecnológica apropiadas asociando los componentes sociales y el mundo económico, etc -un verdadero «pacto de responsabilidad» ante el futuro y por la juventud».

La experimentación local

Bajo los auspicios de Stiegler, Ars Industrialis lleva un experimento en Seine-Saint-Denis con la Comunidad Urbana Paine Commune/5. El objetivo de este proyecto es «implicar el territorio en lo digital» y hacer que «los habitantes ya no sean consumidores sino ordenantes de servicios digitales». Para ello, será necesario «concebir una nueva arquitectura de red» bajo la forma de «plataformas web que permitan la formación de comunidades aprendices y contribuidoras sobre la base de una web negantrópica (sic). Se crearán tres cátedras que tendrá por función «desarrollar sistemáticamente recursos de capacitación para los beneficiarios del salario contributivo».»

Antes que nada, hay que confrontar los puntos de vista y Stiegler cita una larga lista heteróclita de potenciales contribuidores: Marc Giget, Michel Volle, Paul Jorion, Roland Berger, Oxford, l’Institut Bruegel, le MIT, Jean Pisani-Ferry y… Bernard Stiegler. Las malas lenguas dirían que el primer objetivo es garantizar el flujo de subvenciones que van a Ars Industrialis.

¿Cuál es el quid del famoso salario contributivo? Es el último objetivo del proyecto: «desarrollar un nuevo proyecto de redistribución» Gracias a una ley de 2003 que autoriza a las colectividades a experimentar, sería posible «derogar la legislación en vigor» para testar un «nuevo modelo de redistribución de las ganancias de la productividad». Sin embargo, «las modalidades exactas del dispositivo no están definidas al día de hoy»: ese será «el objeto de las tesis de investigación contributiva por uno o varios doctorandos» que, sin duda, deberán previamente definir que es una «tesis contributiva» y apresurarse a terminarla en un tiempo récord pues la experimentación debería comenzar desde 2017.

Stiegler más allá de Marx

Stiegler no teme elevarse por encima de la discusión. Sus referencias son bastante eclécticas pero cada vez se esfuerza en marcar sus diferencias y en destacar los límites de pensadores en quienes, por otra parte, se inspira. Una prueba de ello es, por ejemplo, la fuerte crítica al Marx de los Grundrisse: «Porque no comprendió bien su propia teoría de la exteriorización como conductora a la proletarización, Marx, él mismo, finalmente fue incapaz de pensar esta materialidad hiper-material , la del saber como capital fijo, y no logró pensar y criticar la tecnicidad del capitalismo como revolución tanto farmacológica como terapéutica: no logró teorizar el impacto tecnológico y su transformación por la individuación psicosocial y por un impacto filosófico»/6.

Sin duda, este galimatías no quiere decir gran cosa y, en cualquier caso, es una despropósito. Los Grundrisse, ofrecen una anticipación sorprendente de los efectos de la automatización. «Ya no es el trabajo el que aparece incluido en el proceso de producción sino más bien el hombre que se comporta como vigilante y regulador del mismo proceso de producción»/7. En estas condiciones, «no es ni el trabajo inmediatamente realizado por el hombre ni su tiempo de trabajo (…) el que aparece como el gran pilar fundamental de la producción y de la riqueza» sino «el desarrollo del individuo social».

Su crítica definitiva de Marx no impide a Siegler valerse del Marx de las Grundrisse/8. Pero no retiene más que una idea de gama baja: «con la automatización, no habrá necesidad de personas empleadas». Según Stiegler, Marx plantearía la cuestión de qué sería un trabajo «libre o liberado» que quedaría fuera «del valor de cambio/valor de uso». Lo que ocurre es que Marx extrae una conclusión mucho más precisa de su análisis: «Esto significa que el hundimiento de la producción basada en el valor de cambio y el proceso de producción material inmediato pierde él mismo la forma de escasez y de contradicción. Es el libre desarrollo de las individualidades (…) donde el trabajo necesario de la sociedad se reduce justo hasta el mínimo.»

También en este pasaje de los Grundrisse, Marx cita elogiosamente el bello aforismo extraído de un panfleto anónimo de 1821: «Una nación es verdaderamente rica si en lugar de 12 horas, se trabaja 6″/9. Tampoco es inútil recordar este pasaje del final de El Capital, en el que Marx introduce una diferencia famosa entre libertad y necesidad que concluye con esta afirmación: «La condición esencial de esta realización es la reducción de la jornada de trabajo»/10.

Stiegler, al contrario, da la espalda a la perspectiva de la reducción generalizada de la jornada laboral, en provecho de un proyecto de salario contributivo cuyas condiciones de asignación quedan oscuras. Se sitúa, con la especificidad que él defiende celosamente, en una lógica que considera logrado el fin del empleo e imagina una forma de redistribución de la riqueza compatible con el capitalismo en lugar de considerar las implicaciones anticapitalistas del «hundimiento de la producción basada en el valor de cambio».

El arte y la industria del gurú

Stiegler, una vez más, solo es un candidato-gurú entre otros (sobre los que habrá que volver) pero es una especie de tipo ideal puesto que despliega todos los procedimientos. La postura esencial es la de un profeta visionario capaz de discernir lo que el resto de los mortales no ve. Su retórica es del tipo de una revelación: «La urgencia de la misión reformadora del pensamiento, de la acción, de la economía y de la cultura que Stiegler se atribuye, a menudo, roza el tono profético»/11, señala una crítica. Sin duda, esta empresa no tiene más que un alcance relativamente limitado (pero no nulo), pero suscita discípulos fascinados por esta misión.

Las demostraciones de Stiegler intentan fascinar y subyugar a sus potenciales adeptos mediante el uso de un vocabulario hermético y la multiplicación de citas sabias. Como testimonio, su propensión al name dropping (soltar nombres) que consiste, en sus escritos y conferencias, en multiplicar las referencias que mezclan hábilmente grandes nombres y autores mal conocidos u oscuros como una forma de presentar su propio discurso como una síntesis sobresaliente. Esta acumulación tiene también como función utilizar el argumento de autoridad. Por ejemplo, Stiegler se reclama a menudo de «Oxford» como si pudiera convocar la prestigiosa universidad como tal. En realidad, solo se puede referir a un documento de trabajo de los dos publicados/14. Stiegler practica también el «soltar nombres» en la desviación de las nociones filosóficas, como, por ejemplo, la invención de neologismos elevados al estatus de conceptos hasta tal punto que Ars Industrialis tuvo que incluir un glosario de términos a disposición de su público/15.

El estilo, la mayoría de las veces hermético, del que hemos dado algunos ejemplos, contribuye a la fascinación de su público. Por otra parte, es chocante que solo existen unas pocas recensiones que describan el salario contributivo, en principio, más concreto.

En cuanto a la inserción de sus ideas en la realidad social, la actividad de Stiegler se despliega en dos frentes. En el plano institucional, solo se puede admirar su talento para ocupar puestos prestigiosos, por ejemplo en el INA (Instituto Nacional Audiovisual) o el Ircam (Instituto de Investigación y Coordinación Acústico/Música).

Stiegler se construye también una base social haciendo del régimen de discontinuos el modelo de sociedad futura. Y gracias a Patrick Braouezec/16, ha encontrado un campo de experimentación en Seine-Saint-Denis.

Esta crítica puede parecer inútil, injustamente acerba. Hay dos razones para explicar el tono adoptado. La primera es que el discurso sobre el fin del empleo no es nuevo ya que repite las mismas viejas temáticas/17 desmentidas por los hechos. La segunda es que esta postura conduce a desviar la reflexión hacia caminos tangenciales, dicho de otra forma, alternativas que no ponen en cuestión la lógica capitalista aunque es ella quien transforma los cambios tecnológicos en desastre social: «el capital emplea la máquina como fuerza enemiga del obrero como y lo proclama en voz alta» decía Marx.

 Notas 

1/ Bernard Stiegler, Wikipedia.

2/ Bernard Stiegler, L’emploi est mort, vive le travail !, 2015.

3/ Michel Husson, «Le bluff de la robotisation», A l’encontre, 10/06/2016.

4/ Si el concepto de negantropía es de una claridad desorientadora, su ortografía es más dudosa. Es lo contraria a la entropía que designa el grado de desorganización o de falta de información de un sistema (Wikipedia) Entonces, ¿por qué negan y por qué tropía?

5/ Ver el «Projet d’expérimentation territoriale, Plaine commune, territoire apprenant contributif» o este vídeo de presentación.

6/ Bernard Stiegler, «Re-Reading the Grundrisse: Beyond Two Marxist and Poststructuralist Misunderstandings», en States of Shock. Stupidity and Knowledge in the 21st Century, 2012.

7/ Esta cita de los Grundrisse y las siguientes están sacadas de este extracto de los Manuscrit de 1857-1858 (Grundrisse), Editions sociales, tome 2, 1980, p. 192-196: «Le vol du temps d’autrui, une base miserable».

8/ Por ejemplo durante un debate organizado por Politis: «Travail et temps libre: tous intermittents ?», 25 novembre 2014 (ver el minuto 35)

9/ The Source and Remedy of the National Difficulties. La identidad del autor, Charles Wentworth Dilke, fue revelada por su nieto, después del descubrimiento de un manuscrito.

10/ Karl Marx, Le Capital, Livre III, chap. 48, Editions sociales, 1960.

11/ Manola Antonioli, «Deux choses à la fois», nonfiction.fr, 7/02/ 2011.

12/ Carl B. Frey, Michael A. Osborne, «The future of employment: how susceptible are jobs to computerisation?», Septiembre de 2013.

13/ Sobre esta discusión ver de nuevo «Le grand bluff de la robotisation», ya citado.

14/ Manola Antonioli, ya citada.

15/ Ver, por ejemplo, la definición de Pharmakon/pharmacologie en la página de Ars industrialis.

16/ Ver el video de la presentación del presidente de Plaine Commune en el primer seminario con Ars-Industrialis, el 4 de noviembre de 2015.

17/ Nos hemos permitido remitir a dos contribuciones críticas pero que giraban ya sobre los mismos argumentarios: Michel Husson, «Fin du travail ou abolition du salariat ?», Critique communiste n° 144, invierno de1995-1996 ; «Sommes-nous entrés dans le « capitalisme cognitif?», Critique communiste n° 169-170, verano-otoño de 2003.

Traducción de Viento Sur: http://www.vientosur.info/

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article11428

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Artículo: Should Charter Schools Be Pressured to Reduce Suspensions?

Autor: Michael J. Petrilli

Estados unidos/Julio de 2016/ education next

Resumen: En la Conferencia Nacional de Escuelas Charter de la semana pasada, el secretario de Educación John King retó operadores de la carta de los Estados Unidos a reconsiderar su enfoque de la disciplina y «liderar el camino en la reflexión y crecimiento profesional.» A pesar de que he frecuentemente expresado mis preocupaciones acerca de la prisa por reformar en el enfoque de la nación con la disciplina escolar. Ayudar a las escuelas autónomas a examinar y mejorar sus prácticas de disciplina es digna de elogio; haciéndolos cambiar su enfoque a través de dictados de arriba hacia abajo no lo es.

At the National Charter Schools Conference last week, Secretary of Education John King challenged U.S. charter operators to rethink their approach to discipline and “lead the way on professional reflection and growth.” Though I’ve frequently expressed my worries about the rush to reform the nation’s approach to school discipline, the secretary’s comments were measured and constructive. I was particularly struck by his insistence that there not be any “hard and fast rules or directives.” (He might want to share the speech with his own Office for Civil Rights, which could be renamed the Office for Hard and Fast Rules and Directives.)
Helping charter schools examine and improve their discipline practices is praiseworthy; making them change their approach via top-down dictates is not. (Though I’m really talking about suspensions; expulsions are a different matter, as we do need to worry about open-enrollment public schools pushing kids out.) In my view, it’s totally inappropriate for regulators—especially the feds, but also school authorizers—to get heavy-handed on the suspensions issue, for at least five reasons:
1. The school discipline data collected by the Office for Civil Rights are notoriously fishy; attaching stakes to them will make them even more so because people work to report the data they prefer rather than reality.
2. There’s a big risk that discouraging schools from suspending kids will result in more disorder in the classroom (though in-school suspensions could keep that from happening).
3. More disorder is disastrous for all kids, but especially poor children of color. They make up the vast majority of the nation’s charter school population and have not a minute to spare if they are going to have a shot at college and career readiness.
4. More disorder is expressly not what most parents want when they choose charters (or any schools, for that matter).
5. Because school discipline is so nuanced and so deeply embedded in a school’s culture and practices, it’s precisely the type of issue where charter schools are supposed to have autonomy.
There’s a reasonable case, then, for simply making suspension data transparent to the public and to parents, who can decide which schools to shun and which to patronize. But I’m worried about how it has played out in Washington, where the D.C. Public Charter School Board (DCPCSB) has asked schools to “defend” their suspension numbers. To charters that suspend a high percentage of students, that means dragging their boards in front of DCPCSB for what feels like a Star Chamber proceeding. That sure feels like an effort to change their behavior.
Why is that OK? Why not interrogate them over their curriculum choices too, or their class sizes, or their teacher evaluation systems?
As Jay Greene argued the other day, these kind of authorizer practices resemble those of the bureaucracies that have long stifled traditional public schools. It represents a peremptory attitude and impinges on autonomy and parental choice.
The students who will lose are the poor kids of color who come to school wanting to learn, follow the rules, and work hard. For decades, our big city districts have said to them, “You are not our priority.” I don’t want charter schools to do the same.
* * *
So that’s my take. But what do others think? In the coming days, we will publish reactions to Secretary King’s speech by practitioners and policy analysts involved in the charter school movement. If you’d like to sound off on charter discipline, shoot me a note. Here’s hoping for a constructive dialogue.
—Mike Petrilli
Foto: http://educationnext.org/files/ednext-blog-july16-petrilli-principal.jpg
Fuente: http://educationnext.org/should-charter-schools-be-pressured-to-reduce

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