Luis Bonilla-Molina[i]
Era jueves y llovía, estudiantes y los maestros(as) Zulay, Saúl, Iván, Francis y yo, trabajamos en los proyectos productivos escolares. Mientras escampaba corrimos al galpón de las gallinas. Mario, José y Ana juntaron los huevos en un tobo y los llevaron al galpón de al lado donde Martín y Francisco los estaban acomodando en los cartones y apilándolos en cajas. Roscio, Javier y Ernesto abrieron el chorro de agua y con la manguera comenzaron a limpiar el piso lleno de excrementos; cuando terminaron Pedro, Josefa, Ricardo y Jorge comenzaron a colocar alimento y agua en las jaulas, tanto en el galpón de las gallinas como en el de los pollos. A lo lejos se escuchaba la risa de Carlos, Juan, Eva y Eulalio quienes hacían lo propio en los galpones de los cerdos; cuando me asomé a ver qué ocurría, vi que Juan les estaba contando chistes a sus compañeros, mientras hacían su trabajo. Dos maestros más, junto a otros grupos de estudiantes, se encontraban del otro lado de la escuela terminando de limpiar las vaqueras, dándoles alimento a las vacas y ordeñándoles. Todos estaban felices porque ese día aprenderían a hacer queso y cuajada.
Escampó y había que aprovechar al máximo el tiempo para recoger la cosecha de tomates, pimentón, acelga, repollo, rábanos, lechugas, yuca. Los dos últimos días se había recogido el fruto de la media hectárea de café sembrada. El café se estaba secando al sol en el patio que estaba detrás del aula de quinto grado, para luego desbabarlo y trillarlo antes de tostarlo y molerlo. Cuando apresurados caminábamos a iniciar la recolección de las legumbres y hortalizas, pasamos por el salón de usos múltiples, donde la maestra enseñaba manualidades a otro grupo de niñas y niños. Estaban terminando de confeccionar desde porta vasos hasta unos hermosos edredones.
Al terminar la tarde, estudiantes y profesores separamos los productos destinados para el consumo semanal de la escuela, de aquellos que al día siguiente se consignarían a la cooperativa del pueblo y, los que se venderían a puertas de la institución entre la comunidad. Gerardo, uno de los miembros del personal obrero de la escuela se acercó con un cuatro y comenzó a interpretar hermosas melodías que todos tarareamos.
Rodrigo uno de los chicos más despiertos nos preguntó a los docentes respecto al destino del dinero reunido por la venta de los productos. La profesora Zulay le explicó que con ese dinero se volvían a comprar semillas e insumos y si sobraba algo se invertía en la adquisición de herramientas y útiles de limpieza. A lo cual el niño replicó: Pero maestra, ¿por qué nunca nos dan cuenta de eso, ni nos dan un poco de la ganancia para comprar algo el fin de semana?. La maestra le contestó: –Ustedes reciben la educación, aquí aprenden a trabajar y logran dominar tanto la ciencia como el conocimiento. Es el mejor pago que le podemos hacer por su esfuerzo. Saúl, otro de los docentes añadió: -Además no sería legal que le demos dinero a niños porque nos pueden acusar de promover el trabajo infantil.
La cara de desaprobación de Rodrigo por las explicaciones que los docentes les habíamos expresado me catapultó a mis tiempos de estudiante de bachillerato en una escuela técnica agropecuaria, antes de ingresar a la carrera docente en la Pedagógica. Recordé que me politicé en la escuela técnica, exigiéndole al director las cuentas por la administración de los cultivos de caña, café, la venta de cerdos, leche y otros productos que se generaban en la institución. No pude evitar sonrojarme de vergüenza, al darme cuenta de cómo cambiaron mis perspectivas e interpretaciones del mundo de estudiante a docente. Con la mirada a ras de suelo recordé cada uno de los argumentos respecto a la justicia social que iluminaron mis años juveniles. Mi mente voló por los pasillos y aulas del pedagógico donde estudie para maestro, mención educación para el trabajo, recordando mis argumentos sobre el trabajo remunerado y la plusvalía en los espacios escolares, el trabajo esclavizado en la escuela, los límites del trabajo voluntario y otros temas. Recordé mis denuncias sobre la escuela religiosa medieval que sometía a situaciones de semi esclavitud a niños y jóvenes, a cambio de un trozo de pan y aprender a garabatear algunas letras y aprender las operaciones matemáticas básicas.
Esa noche, me senté frente a la máquina de escribir –no eran tiempos de escritura digital- y redacté una solicitud de inclusión del punto para el próximo consejo de maestros. En el texto planteaba que nuestras escuelas no habían llegado a la revolución industrial y el emerger de los derechos laborales, y que por el contrario, se habían quedado en el estadio feudal de algunos modos de trabajo no remunerado. El punto entró en agenda del consejo docente que se realizó una semana después, pero el debate fue medio bizarro. Los argumentos a favor y en contra oscilaron entre las limitaciones jurídicas existentes para la distribución de la plusvalía para niños y jóvenes, el tema de las prohibiciones respecto al trabajo infantil, hasta el papel enaltecedor del trabajo escolar; todos los argumentos en contra me hicieron comprender que este no era un debate localizado a un plantel, sino que demandaba un amplio debate nacional sobre el papel del trabajo productivo en el sistema educativo, desde la educación inicial hasta los postgrados.
Hoy, veinte años después de este incidente continúo queriendo aprender al respecto con las voces y experiencias de muchos que han trabajado el tema. En el presente hasta magnates como Bill Gates donan gallinas para proyectos productivos en escuelas y liceos de distintos países sin que nadie vuelque la mirada por un tema tan complejo como la distribución de la ganancia en los proyectos educativos.
¿Estarías dispuesto a juntar tu voz en esta tarea? Nos acostumbramos a escuchar que ahora los jóvenes no les gustan trabajar, pero ¿tú trabajarías sin salario a cambio de tu esfuerzo? ¿podemos decirles a los niños y jóvenes que amen el trabajo mientras en la escuela viven la experiencia de esfuerzo sin compensación salarial? ¿no crees que la ética del trabajo se redimensionaría si los niños y jóvenes conocen la relación costos-.beneficios a plenitud y deciden democráticamente su destino? ¿es posible reconciliar responsabilidad social con remuneración por el trabajo productivo en cualquier etapa? ¿entra el trabajo productivo escolar en formas de trabajo infantil proscritas por las convenciones internacionales y las legislaciones nacionales? ¿Cuáles son los límites del trabajo voluntario? Abrámos el debate ¡!!!
[i] Docente con 37 años de experiencia pedagógica en los distintos niveles y modalidades del sistema educativo venezolano. Docente invitado en varios posgrados de América Latina
Saludos companeros, soy prof. Mi nombre es: johander linarez, trabajo en el liceo Bolivariano Ezequiel Bujanda en la ciudad: Barquisimeto, quiero aportar diciendo que en el mundo de hoy es necesario el uso de las tic a nivel de educ media y de obligatoriedad cursar la materia INFORMATICA O COMPUTACION camo necesidad imperante de cualquier individuo en cualquier empleo a cualquier nivel en cualquier industria, hecho que la hace de un nivel indispensable comparada con matematicas, castellano entre otros, es por ello que hoy en dia cualquier individuo que no sea capaz de estar detras de una pc con algunos conocimientos informaticos es considerado un analfabeta tecnologico como funcional, por eso elevo mi voz para aportar esta idea y nivelar nuestro pais a los nuevos tiempos. Shalom
alfabetizacion tecnologica y fundamental basica para cualquier rol que desempene el individuo