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La medida de la desigualdad en América Latina

Autor: Pablo Gentili/Fuente: El País
Oxfam acaba de presentar una herramienta de enorme utilidad para entender la dimensión de la injusticia social en Latinoamérica: la calculadora la calculadora de la desigualdad.
La iniciativa constituye uno de los aportes de la campaña Iguales, promovida por esta gran organización internacional para concientizar y articular acciones de combate a los altísimos niveles de desigualdad que existen en los países latinoamericanos. La calculadora permite observar los niveles de ingreso de la población de 15 países de la región, comparándolos con los obtenidos por los sectores más ricos, los multimillonarios que concentran gran parte de la riqueza nacional. Así, el aplicativo desarrollado por Oxfam, en alianza con el portal de periodismo independiente peruano Ojo Público, contribuye a dimensionar la enorme brecha que separa a los más ricos de los más pobres y, al mismo tiempo, a exponer las inmensas asimetrías en los rendimientos monetarios de los sectores que ocupan los niveles más altos en la escala de ingreso de las sociedades latinoamericanas. Este último aspecto permite observar de manera elocuente (y muchas veces sorprendente) la distinción entre desigualdad y pobreza, una cuestión especialmente relevante no sólo en América Latina, sino también en los países más desarrollados.

La calculadora de la desigualdad ayuda a entender de forma clara y accesible una de las principales consecuencias de un modelo de desarrollo que, como afirma Oxfam, al multiplicar privilegios, niega derechos.

¿Cuáles son los ingresos mensuales de un latinoamericano con relación al 1% más rico de su país? Fíjate aquí (si quieres comparar los ingresos en diferentes países, consulta la tabla que hemos incluido al final de esta entrada con la equivalencia entre las monedas nacionales y el dólar):

Fuente: http://blogs.elpais.com/contrapuntos/2016/06/medida-desigualdad-america-latina.html

Fuente imagen: http://www.datos-bo.com/images/img_sis/normal/desigualdad_3.jpg

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Cuando los niños tienen fobia a la escuela

Autora: Sandra Toribio Caballero/Fuente: blogs.elconfidencial

A pesar de que la “fobia escolar” no aparece catalogada dentro de los manuales de criterios diagnósticos de psicología o psiquiatría, parece servirnos, como término, para entender unos síntomas determinados que en ocasiones sufren niños y niñas.

Definición

Al tratarse de una fobia, estamos hablando de un temor que es excesivo o irracional y que se desencadena por la presencia o anticipación de un objeto o situación determinados. Normalmente, estas situaciones intentan evitarse para no sufrir la ansiedad o angustia que conllevan.

En el caso de la fobia escolar, la situación que dispara la ansiedad sería la escuela y lo relacionado con ella, según indica la Asociación Española de Pediatría. En muchas ocasiones suele aparecer la ansiedad con el hecho de pensar que hay que volver al colegio: los domingos suelen ser un día malo, ante la perspectiva de la semana que hay por delante, y los viernes suelen ser un día bueno, porque llega el fin de semana.

Los síntomas con los que la fobia escolar puede manifestarse varían en función de cada niño o niña: nauseas o vómitos, dolores de tripa o de cabeza, malestar general, irritabilidad o tristeza y bajo estado de ánimo, están entre los más frecuentes.

¿Por qué ocurre?

Lo primero es empezar por descartar que existan otros problemas de fondo, por ejemplo, que haya problemas en el colegio con otros niños y/o niñas, con los profesores, etc. En el caso de que los padres (después de haberle preguntado a su hijo o hija acerca de esto y de haber ido a hablar con el colegio si lo estiman oportuno), entiendan que no hay motivo “objetivo” de preocupación, es momento de tratar de pensar la situación desde otro punto de vista.

Si faltan a clase por miedo, es probable que la situación vaya en aumento

Que no haya “causas justificadas” que expliquen la situación no significa que no haya un problema. Es posible que, por las características de personalidad del niño o la niña, en un momento determinado, les empiece a costar más, hasta el punto de ser un problema, ir al colegio: por ejemplo, si son muy tímidos, vergonzosos o tienen mucho miedo al ridículo. A veces, la fobia social puede convertirse en la parte más visible de dificultades en las relaciones sociales ya existentes.

Muchos padres se preguntan por qué de repente aparece la fobia, cuando nunca antes les había pasado algo así a sus hijos. Cada caso es único, y habría que analizar a fondo qué factores pueden haber ocurrido, pero en muchas ocasiones suele haber uno o varios que lo desencadenen: por ejemplo, la llegada al grupo de clase de un niño o niña que resulte especialmente molesto, un cambio del que había sido el profesor o la profesora hasta ese momento, un cambio de colegio o domicilio…

Hay que hablar con el niño o la niña y tratar de entender cómo se sienten

Es posible que el malestar del niño o la niña afecte a la familia y que puedan aparecer enfados con los padres, al culparles de tener que ir al colegio. Los padres son las personas más cercanas, de más confianza y seguridad y los niños y niñas saben que les van a seguir queriendo y estando ahí para ellos pase lo que pase; quizás por eso se “permitan” descargar todo su malestar, enfado o rabia contra ellos.

Qué pueden hacer los padres…

Lo normal es que, si hablamos de fobia social, el niño o la niña lo pasen realmente mal antes de ir al colegio y lloren, pataleen, se enfaden… y que los padres, incómodos ante el sufrimiento de sus hijos, piensen: “Casi mejor que no vaya…”. Pero es importante que, en la medida de lo posible, no falten al colegio. Eso, con mucha probabilidad, haría que el miedo o el pánico hacia la situación escolar fuera en aumento. Bien es cierto que, si de forma excepcional, los padres consideran que algún día es mejor que no vayan, no puedan hacerlo, entendiéndolo siempre como algo puntual.

Hablar con el niño o la niña, tratar de entender cómo se sienten, pensar si nosotros mismos como padres vivimos de pequeños alguna situación parecida, quizás no necesariamente con el colegio, pero quizás sí que tuvimos algo parecido a una fobia… Todo esto nos ayudará a conectar con el sentimiento de pánico “de niño a niño” (el niño o niña que fuimos y nuestro hijo/a), más que de “papá o mamá adultos a niño”. Quizás eso ayude a que en vez de enfadarnos (que es también una reacción que puede aparecer por parte de los padres), podamos empatizar más con ellos.

A veces son los hermanos y hermanas mayores quienes alertan a los padres de que algo no marcha bien

Es importante que los padres y madres ayuden a sus hijos a poner en palabras la situación para que puedan entender y conectar los síntomas físicos (los dolores de tripa, de cabeza, etc.) con su malestar emocional (no querer ir al colegio): “Entendemos que te pone muy nervioso pensar que mañana hay cole, y seguramente el que te duela tanto la tripa ahora tiene que ver con eso”. Que puedan reconocer sus emociones es importante, pero sin dudar de que confían en que lo mejor es que siga yendo a la escuela.

También que puedan hablar con el colegio para tratar de entender si hay situaciones que están cambiando, como decíamos, es fundamental: ¿Cómo están en clase? ¿Juegan solos en los recreos? ¿Juegan con niños más pequeños? ¿Se van a jugar con el grupo de la hermana o hermano –mayores o más pequeños– que también estén en el cole? A veces son los hermanos y hermanas mayores quienes alertan a los padres de que algo no marcha bien con el hermano o hermana pequeña.

Por último, si los padres consideran que la situación comienza a ser demasiado grave o preocupante o que se alarga en el tiempo, es importante que puedan consultar con un especialista, para que el niño o la niña pueda contar con un espacio propio en el que trabajar sobre su malestar, y en el que los padres y madres puedan expresar y trabajar, también, sobre sus angustias en relación con esto.

Fuente texto: http://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/relacion-padres-e-hijos/2013-01-10/cuando-los-ninos-tienen-fobia-a-la-escuela_588331/

Fuente imagen: http://www.guiainfantil.com/uploads/educacion/fobiaG.jpg

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Rafael Lucio Gil (IDE-UCA Nicaragua): Educar el pensamiento es lo esencial

Rafael Lucio Gil (IDE-UCA Nicaragua): Educar el pensamiento es lo esencial

Por: Rafael Lucio Gil (IDE-UCA Nicaragua)

La persona humana, ser individual y social, posee como atributo por excelencia su capacidad de pensar. La persona nace con la posibilidad de educar y desarrollar esta capacidad en todas sus dimensiones.

Tal capacidad se constituye en el eje dinamizador de todo el quehacer humano, envolviendo en unidad sistémica, las ocho inteligencias cognitivas, la inteligencia emocional, la metacognición y autorregulación, la espiritualidad y valores que movilizan toda actuación humana.

Desde el ámbito de la ciencia, ya en el Renacimiento Sir Francis Bacon, científico que murió encarcelado por defender la experimentación en la ciencia, afirmaba: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”.

A su vez, Albert Einstein nos plantea que “el valor de una educación no es el aprendizaje de muchos datos, sino el entrenamiento de la mente para pensar”. Y más recientemente, Paulo Freire nos aclara con suma transparencia, su compromiso con la educación al afirmar: “lucho por una educación que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer…, enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando”.

Nuestro espacio educativo nacional requiere reflexionar críticamente, cuáles son los derroteros que camina. La sociedad, la empresa, padres y madres de familia, movimientos sociales y actores sociales en general, expresan a menudo descontento con la educación. A la par, la falta de acceso a la información, decisiones, procesos y resultados educativos que debieran ser publicados, obliga a pensar que se trata de una educación que actúa en privado con oídos sordos y como si no fuera de carácter público.

Posiblemente, la principal esperanza que tienen los sectores más sensitivos e interesados en la educación, es la de cómo superar las profundas debilidades que esta presenta en la formación del pensamiento lógico, argumentativo, crítico, creativo e innovador del estudiantado. Ejemplos de ello se ubican en los pobres resultados de las pruebas regionales (Terce y Serce de Unesco), el bajísimo rendimiento en las pruebas de ingreso a la educación superior, las maneras cómo docentes y estudiantes se expresan cuando comentan sus saberes y opiniones. La vergüenza que padece la sociedad es aún mayor, cuando jóvenes escolares repiten sin comprender lemas políticos o son utilizados como portátil en eventos políticos, sirviendo de cajas de resonancia de otros que piensan por ellos.

Educar el pensamiento de la niñez y adolescencia representa, más allá de que aprendan o no contenidos, la principal capacidad que deben aprender a desplegar. Pero la actuación pedagógica docente, se basa más en dar las respuestas y evaluar su repetición precisa.

En contraste, como expresa P. Freire, “es necesario desarrollar la pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho”; se trata de que enseñen preguntando para que aprendan preguntándose.

Cuando el alumnado no desarrolla el pensamiento independiente, es presa fácil de imposiciones políticas, usa la tecnología sin criterio ni herramientas con qué defenderse de sus peligros, y copian y pegan sin procesar ideas. Más que educarse, acaban cosificándose y siendo instrumentos del pensamiento e intereses de otros, entregando su libertad de decidir a quienes decidirán por ellos. Cuando en el centro educativo se prohíbe disentir y pensar distinto, se enseñorea el temor y el miedo, instalándose el estado de sitio a la inteligencia y el pensamiento.

Es imprescindible, si queremos pensar un futuro posible como país, realizar transformaciones profundas en esta educación, con espacios pedagógicos y de formación docente alternativos:

-Repensar los currículos actualizando contenidos, centrados en desarrollo de competencias de pensamiento crítico, creativo e innovador.

-Reemplazar la pedagogía de las respuestas por la de la pregunta, que motive a pensar distinto, de forma divergente, a dar razones de las ideas, aprendizajes y decisiones.

-Introducir en el aula la problemática social de la comunidad y el país como contenidos de debate. Cambiar de raíz en los nuevos libros de texto, la “pedagogía de la alabanza al poder”, por “la pedagogía de la problemática y sentir de la comunidad”, “la cultura del silencio por la de la palabra”.

-Hacer efectivo el desarrollo de las competencias cognitivas, metacognitivas y autorreguladoras, instigadoras del autoconocimiento, la libertad y toma de decisiones autónomas.

Fuente: http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/396739-educar-pensamiento-es-esencial/

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La nueva «crianza distraída» o cuando miramos el móvil más que a nuestros hijos ¿a tí también te pasa?

España/ Autora: Pilar Fonseca

La imagen se repite más de lo que nos creemos o lo que es peor, más de lo que nos damos cuenta.

Niño o niña en el parque y su padre o su madre mirando atentamente el Smartphone “es un momento, nada más” o “puedo hacer las dos cosas a la vez” son las frases más oídas pero a esto los expertos lo están llamando ya “Crianza Distraída” o cuando miramos el móvil más que a nuestros hijos ¿a ti también te pasa esto?

Plazas, parques, centros comerciales, algunos incluso van caminando o conduciendo mientras van mirando su móvil. Se empiezan a denominar como “smombies” a esos transeúntes que caminan sin dejar de mirar su móvil.

De hecho, este comportamiento se ha generalizado hasta tal punto que ha empezado a ser un peligro para los propios usuarios y ciudades como Estocolmo, Amberes o Bruselas entre otras, han señalizado las vías o las zonas para que caminen esos adultos que consideran más importante dar un like que su propia seguridad al desplazarse.

Pero lo peor es que siendo como somos en general, adultos hiperconectados, esto está intoduciéndose en la crianza de nuestros propios hijos aunque parece que no nos estamos dando ni cuenta.

Nos preocupa el abuso que hacen nuestros hijos de las nuevas tecnologías, de los videojuegos de las tablets. Nos preocupa cuando ese abuso se traduce en problemas en el colegio, problemas de conducta o problemas para establecer relaciones sociales, nos preocupa porque vemos a veces que les aísla tanto de los amigos como de la familia pero no somos conscientes del uso que les damos nosotros a esas nuevas tecnologías a todos esos gadgets que nos acompañan y al final los niños están viendo adultos hiperconectados y esos adultos somos en demasiadas ocasiones sus propios padres.

La crianza de los padres distraídos

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Así han empezado ya a definirlo distintos expertos «crianza distraída» la de los padres y madres que estamos pero sin estar cuando pasamos un rato con nuestros hijos.

Porque se ha convertido en un hábito el estar pendiente casi de manera compulsiva de los avisos del móvil y este hábito o realmente este abuso, influye de forma negativa directa e indirectamente en la crianza de nuestros hijos.

Y nuestros hijos lo notan, son pequeños sí pero no son tontos y sienten que en esos momentos han perdido la conexión con sus padres por lo que seguro que antes o después y de un modo u otro van a manifestar su malestar cómo y cuándo puedan y siempre dentro de sus posibilidades dependiendo de su edad. Es fácil que sientan que físicamente sus padres están con ellos sí, pero están pendientes de otra cosa, ellos sienten que les importan menos como es lógico de entender.

Los padres somos referencia primaria de las conductas de nuestros hijos, somos su espejo, nuestro comportamiento les da pautas para desarrollar su propio comportamiento. Si ellos aprecian que de forma habitual suele haber “algo” más importante que ellos cuando estamos juntos, entenderán que ese “algo” también puede ser más importante que sus propios padres cuando tengan edad e incluso que sus propios hijos cuando ellos sean padres. Y ese “algo” ya sabemos que es en demasiadas ocasiones: el móvil, el smartphone.

El niño no sólo crece físicamente que eso es lo más evidente, también lo hace emocionalmente y para hacerlo de forma constructiva y positiva, necesita que papá y mamá estén presentes, no sólo físicamente sino también su mente, su pensamiento, su atención, cuando están juntos.

Cuando son más pequeños necesitan jugar con sus adultos de referencia, sus modelos, sus padres y cuando van creciendo necesitan desarrollar una relación que les permita conversar con ellos y ninguna de ambas opciones: jugar o conversar con nuestros hijos, es compatible con que nuestra atención se la demos a lo que nos demanda nuestro teléfono móvil.

Reflexionar y Actuar

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Podríamos empezar por respondernos sinceramente a algunas preguntas:

  • ¿Por qué me cuesta tanto desconectarme?
  • ¿Dónde está sucediendo lo que de verdad importa en mi vida en este momento?
  • ¿Es tan urgente y tan importante lo que tienen que contarme a través del móvil como para que no puedan esperar?
  • ¿Estoy utilizando el móvil como un escudo porque pienso que no sé relacionarme con mis hijos?

Sí, algunas cuestiones son complicadas y quizás por ello sean las más importantes para que las respondamos de manera valiente y sincera, sino sólo estamos perdiendo el tiempo… otra vez.

Una vez que hemos reflexionado como adultos, hemos echado cuentas del tiempo que el móvil le roba a nuestra relación con nuestros hijos y hemos llegado a la conclusión de que ese tiempo es excesivo y no está justificado al cien por cien, tenemos que tomar medidas al respecto.

Por ejemplo, medidas concretas como apagar los móviles durante el tiempo de las comidas o dejarlos en otra habitación, al menos.

Se sabe que el tiempo de la comida se empobrece de forma muy triste cuando los adultos están pendientes del móvil y se engañan con aquello de que “pueden estar en dos sitios a la vez”.

O medidas más drásticas, como establecer el tiempo para estar con nuestros hijos libre de tecnología para todos.

No podemos olvidarnos que el ejemplo siempre lo damos los padres y que con nuestro comportamiento no dejamos ni un minuto de educar a nuestros hijos.

Fuente: http://www.bebesymas.com/ser-padres/la-nueva-crianza-distraida-o-cuando-miramos-el-movil-mas-que-a-nuestros-hijos-a-ti-tambien-te-pasa

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Después de la escuela los niños necesitan jugar y divertirse

Fuente:Ecoportal

Después de diferentes estudios realizados por las mejores Universidades del mundo, la Organización de las Naciones Unidas, invitó a los países que la conforman a modificar el sistema educativo eliminando las tareas en la casa. Afirman que no mejoran el rendimiento y debilitan la relación con los padres.

ecientemente Harris Cooper, prestigiado profesor de la Universidad de Duke declaró: “No hemos encontrado evidencia de que las tareas ayuden a los niños a ser mejor estudiantes”.

Desde 1989 diferentes estudios han revelado que los alumnos comprenden de mejor forma el trabajo que realizan dentro del salón de clases, además, las tareas y trabajos que les piden para hacer en su casa les quitan valioso tiempo para desarrollar otras actividades que son igual de importantes para su crecimiento.

Así mismo, el profesor Etta Kralovec de la Universidad de Arizona concuerda con los resultados de dicha investigación “Las tareas que los profesores a veces dejamos a nuestros alumnos en realidad no representan ningún beneficio para ellos“.

Hasta la fecha se han realizado varios experimentos, por ejemplo, alumnos que dedican 1 hora de su día a hacer tareas en casa son mejores estudiantes que aquellos que suelen dedicar 4 horas. Lo que significa que estos estudiantes prácticamente pierden 3 horas de su tiempo al día, tiempo que pudieron haber aprovechado para realizar otro tipo de actividades.

Otros especialistas aseguran que las tareas afectan el carácter de los estudiantes, sobre todo cuando hablamos de niños, ya que el estudiar debe ser considerado como una actividad que se disfrute, nos debe apasionar aprender cosas nuevas. En lugar de eso, las tareas escolares molestan al niño y lo condicionan a no querer ir a la escuela, por eso es que no les gusta aprender.

Desde el Kinder los niños saben que les quedan muchos años como estudiantes, en los cuales tendrán que esforzarse mucho y no les queda de otra más que rechazar el conocimiento.

Otra razón por la que las tareas deben desaparecer inmediatamente de todos los sistemas educativos, es porque contribuyen a que los alumnos se hagan dependientes y flojos. Ya que los padres acostumbran a ayudarles a elaborar sus tareas y la mayoría terminan haciéndoselas. Sin duda los niños requieren de la ayuda de sus padres, pero esta ayuda casi siempre termina generando conflictos. Pues el niño pierde su sentido de responsabilidad y ve la tarea como un castigo por parte de sus padres.

No olvidemos el clásico “Si no haces la tarea no puedes salir a jugar con tus vecinos”.

Entonces, cuando eliminamos las tareas escolares los estudiantes recuperan la motivación por el estudio, la alegría por ir a la escuela y aprender cosas nuevas cada día.

Afortunadamente la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de sus representantes en la Organización de las Naciones Unidas, están llevando a cabo las peticiones necesarias para eliminar por completo las tareas escolares de todos los sistemas educativos registrados.

La investigación demuestra que el estudiante que deja de hacer tarea en su casa recupera su alegría por el estudio y se transforma en una persona feliz.

Fuente: http://www.ecoportal.net/Eco-Noticias/Despues-de-la-escuela-los-ninos-necesitan-jugar-y-divertirse

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Bullying: sufriendo en familia

Uruguay/Autor: Leonel García

En Uruguay casi uno de cada dos alumnos padece acoso escolar.

«Mejor metelo en el grupo de la tarde. Son menos». Paola, decoradora de interiores, hizo caso y su hijo Ignacio (12) comenzó sexto año en 2015 en el turno vespertino de ese colegio de La Comercial. Pero Ignacio, sensible al punto de conmoverse mirando una película, reacio al fútbol por la violencia que genera, más afín a ver un dibujo animado que jugar al GTA, aniñado, cero agresivo, pese a sus esfuerzos no encajó entre sus pocos compañeros. Y se lo hicieron notar.

La rutina comenzaba cuando la maestra se daba vuelta para escribir al pizarrón. «Gorda boba». «Gorda puta». «Nos vamos a coger a tu mamá». «¿Así que tenés novia? También le vamos a dar». Cruel dinámica la del bullying: el agresor suele tener bajo sentido de la empatía, pero arrastra tras de sí a otros —testigos, cómplices, a veces coautores— en eso de convertir en un infierno el día a día de la víctima. En este caso, era un líder y tres lugartenientes. Ignacio, sacado, reaccionaba. Y solo eso era lo que veía la maestra. Según una investigación de 2013 de la Universidad de Montevideo (UM), en el 71% de los casos las agresiones ocurren en el salón de clases, lo que aumenta la sensación de indefensión de las víctimas. En casa, Paola sufría. ¿Hay algo peor para un padre que saber que un hijo vive un calvario y nadie parece darse cuenta? ¿Cómo evitar que se enferme toda una familia, con la angustia puesta en un chico que muchas veces pensará que el equivocado es él, que algo hizo, que lo merece? Por algo, de acuerdo a datos internacionales, solo dos de cada diez víctimas de acoso escolar cuentan lo que les pasa, dice la psicóloga Silvana Giachero, especializada en bullying y mobbing. Es una violencia que crece en el miedo y la invisibilidad, añade.

«Soy separada. El padre vive en el exterior. Quizá la no presencia de la imagen masculina no le dio eso más agresivo que tienen los niños para defenderse y que lo dejen en paz…», piensa hoy Paola. Su nombre real y el de su hijo, así como el de todas las madres y niños de esta nota, fueron alterados para no ser identificados y victimizados una vez más. «Yo lo veía triste, ojeroso, con dolor de cabeza. Venía llorando. Primero me decía que los otros niños no querían jugar con él. Y eso que yo había organizado algunas pijamadas, para integrarlo». Un día, Ignacio vino, entre culposo y afligido, con un planteo alarmante: «Mamá, creo que estoy en un problema. Partí un palo. Pasa que me lo querían meter…».

Demasiado. El intento de agresión y que el chico sintiera que, de alguna forma, él era responsable, por tranquilo, por aniñado, por distinto. Según ese mismo estudio de la UM, más allá de que un chico tímido, tranquilo, buen alumno, pequeño, nuevo en el liceo, con un algún trastorno del espectro autista (TEA) o alguna característica física peculiar (cualquiera) suele ser más pasible de estar en la mira, el 50% de los bullies no sabe por qué elige a su víctima. No hay derecho a hostigar a nadie. Paola se quejó en el colegio, cuya respuesta apuntó a Ignacio. Que era hiperactivo. Que precisaba ir al psiquiatra. Que había que darle ritalina. Que esas cosas no pasaban. Que eran cosas de niños. Que no molestara más. «Al final, la que quedaba por loca era yo».

Paola fue a plantear su situación al Consejo de Primaria. Una inspectora del área de Privados fue tajante: «Sacalo, en ese colegio hay problemas crónicos de bullying». «Pero… ¡pierde el año!» «¿Y qué importa? ¿Cuál es tu prioridad? ¿Que te lo hagan mierda?». Así hizo. Al poco tiempo, recibió una llamada de la mamá de un compañerito. «No sabés lo bien que hiciste. Los cuatro venían a casa y planificaban cómo torturarlo». Paola agradeció, entendió que esa madre tenía terror que a su hijo —que no era parte de esa barrita— le pasara lo mismo que a Ignacio… y pensó lo bien que le hubiera venido una aliada que en su momento no apareció.

Primaria le permitió dar un examen libre y no perder el año, por lo que Ignacio comenzó el liceo en otra institución. Con ayuda psicológica, ya es otro. «Recuperó la confianza. Es un niño alegre, feliz de vivir de vuelta. Me dijeron de hacerle un juicio, un agujero al colegio, pero solo quiero una entrevista para que le pidan disculpas… ¡y que me paguen el psicólogo! Y no lo quieren recibir. Yo, que pasé lo que pasé, le diría a los padres de chicos que sufren bullying que escuchen a su hijo, que no tomen como normal algo que no es normal. Si a mi hijo no lo rescataba, capaz que se suicidaba…».

Giachero, quien desde 2013 organiza congresos internacionales anuales sobre acoso escolar y laboral, realizados en el país, Argentina, Costa Rica y —este año— México, afirma que el bullying está detrás de uno de cada cinco suicidios adolescentes en Uruguay; en concreto, el 19%.

Golpe al alma.

Por bullying se entiende al acoso sistemático, repetitivo y prolongado durante un cierto período de tiempo (que algunos autores cifran en seis meses) que sufre un alumno a manos de un compañero o grupo de compañeros. Si bien no hay estadísticas sistematizadas, un estudio de la Unesco de 2011 señala que 30% de los alumnos uruguayos de sexto de Primaria sufre maltratos verbales constantes por sus pares. Esto pone al país en el cuarto lugar de América Latina, luego de Argentina, Perú y Costa Rica.

No hay distinción entre clases sociales: en el ya citado estudio de la UM, realizado en 536 alumnos de segundo de liceo de Carrasco, Unión, Prado y la zona Oeste, se indicaba que 45% de los estudiantes de contextos socioeconómico medio-alto y 42% del bajo habían sido objeto de acoso. Puede ocurrir en cualquier etapa educativa, aunque el pico se encuentra entre los 11 y los 14 años, fines de Primaria e inicios de la Secundaria. «Si bien se puede llegar a la violencia física, este acoso tiene su núcleo en la agresión psicológica. La herida es psicológica: les están pegando en su alma», dice Giachero. Y es imposible que en la familia no repercuta.

«Fue muy doloroso, hasta el día de hoy estoy afectada. Es horrible saber que tu hijo es humillado y que nadie le tira un salvavidas en el centro educativo en el que vos depositaste tu confianza», dice Susana, una trabajadora de la salud al recordar por lo que pasó Sebastián (16) en un colegio de La Blanqueada donde asistió por nueve años. En su caso ya hubo alertas tempranas de discriminación: «En la escuela no lo invitaban a determinados cumpleaños. Repartían tarjetas delante de él y a él no le daban. Pero eran casos aislados». En segundo de liceo aparecieron conductas inesperadas en casa: contestaciones violentas, puñetazos a las paredes, dificultades para dormir. En un inicio lo asociaron a los cambios hormonales de la adolescencia y a su diagnóstico de chico hiperactivo, pero pronto se supo la realidad: había un compañero de clase, al que conocía desde hacía años, lo que lo hacía más difícil de entender, que lo vivía hostigando y amenazando. Susana se guarda lo que le decían a su hijo más chico — «Me duele mucho»— pero no la respuesta del colegio: «Me dijeron que era algo difícil de controlar, que el otro era buen alumno, que lo mejor era que me llevara a Sebastián a otro lado». La víctima de bullying era la que debía irse.

Esta situación llevó a que Susana estuviera dos meses y medio ausente de su trabajo por certificación médica, que sufriera insomnio y sostuviera innumerables discusiones con su marido. Al igual que el caso anterior, tratamiento psicológico y cambio de institución mediante, Sebastián dejó esa pesadilla atrás y disfruta la seguidilla de cumpleaños de quince de su edad. «Hoy veo que el padre fue el que llevó mejor la situación, alguien tenía que mantenerse frío. Yo… todavía tengo tristeza en el alma. Hasta el día de hoy quiero ir a romper algo en el colegio». A diferencia de Paola, ella sí llevó su caso a la Justicia.

Sin respuesta.

Silvana Giachero ha tratado a numerosas víctimas de bullying a través de una técnica terapéutica conocida como EMDR, basada en el reprocesamiento de traumas psicológicos. «Lo que tienen estos niños son síndromes de estrés postraumático, una lastimadura en el aparato psíquico». Y si bien recomienda hacer la denuncia de lo que ocurre en la institución educativa —y llegar a la instancia penal de ser necesario—, admite que es raro que estas situaciones sean contempladas. «¿Es lo más adecuado sacarlos a ellos de su escuela? No, pero no podés tener a tu hijo en un lugar donde lo torturan. Muy pocos colegios reaccionan de manera correcta, se cuentan con los dedos de una mano. Por lo general, miran de costado, niegan lo que pasa y, llegado el caso, culpan más a las víctimas. En las instituciones públicas, ocurre que por más que quieran hacer algo, no tienen cómo. Por ahí encontramos que quieren hacer más y no pueden».

La familia de Mariana (16) sufrió dos veces la inacción de dos instituciones, ambas privadas y católicas. En la primera, en Sayago, su madre Leonor era maestra y conocía a las hostigadoras. Mariana era tímida, de lentes, menudita, bien hablada y respetuosa con los docentes (¡era hija de una!). Y ellas eran las «populares» que siempre encontraban una excusa para molestarla y tratarla de alcahueta. Todos los estereotipos hechos carne. En sexto, Leonor intervino: habló con la directora (su jefa), la madre de la chica más acosadora (conocida desde hacía años) y con la maestra (su compañera de trabajo). «No tuve eco. En el centro me dijeron que no tenía importancia, que ella iba a tener que saber lidiar con estas cosas a futuro, que siempre pasaron, que iba a tener que ser fuerte». Al llevarla a otro liceo, por la falta de respuesta, ella también debió buscarse otro trabajo.

En un liceo del Prado, en primero, la historia se repitió. Mariana era, además, la recién llegada. «La dejaba llorando y me iba yo llorando. Además de las burlas, sufrió el vacío. Se ve que la imagen de fragilidad despertaba algo… le hacían de todo, no la invitaban a ningún grupo, no le permitían integrarse, si se enfermaba nadie le quería pasar los apuntes. Como familia teníamos que estar muy bien parados porque… es muy difícil que tu hija te pregunte: ¿Qué tengo yo?», cuenta Leonor. La respuesta institucional no fue la esperada: «Si ella no se adapta, se va a tener que ir», le dijeron. Y se fue. Hoy está mejor, con amigos, en un lugar donde la escuchan. Pero el dolor prosigue: «Cuando uno va a un colegio a hablar de bullying, lo primero que hacen es negarlo. No existe un protocolo ni nada. En el liceo donde va mi hija, en quinto, hay un caso parecido y ofrecí ayuda. ¡Te imaginarás que me hice experta en el tema! Pero me dijeron que no, que ellos ya tienen la teoría suficiente», asegura la madre y docente.

Giachero subraya que no hay una política oficial en torno al bullying (ver nota aparte) y sostiene que las acciones de prevención deben apuntar a sensibilizar a los testigos, terceros actores además de la víctima y el victimario, para que dejen de ser funcionales a la dinámica, ya sea por miedo a sufrir lo mismo, indiferencia, por prenderse al «contagio social» de seguir al más fuerte o «por no ser buchón».

Magdalena Robaina, otra psicóloga especializada en el tema, califica al bullying como «un arte con público»: «El hostigador precisa un refuerzo social. La institución tiene que estar alineada contra esta problemática, de lo contrario se agrava el problema». Ella ha sido invitada a dar varias charlas a colegios. «Te llaman cuando hay casos puntuales y la reacción suele ser positiva. Si en un colegio te dicen acá no hay bullying, ponele la firma que hay».

Vínculos.

Cansada de que a su único hijo, Fabián (11), lo hostigaran los «bandidos» que siempre le encontraban para caerle encima —que es retraído, que es estudioso, que es chico, que le gustan los caballos, que no le gusta el fútbol— Isabel, empleada de un frigorífico, decidió cambiarlo de escuela, en Las Piedras. Eso fue el año pasado, en quinto, y fue para peor; tanto que ella y su marido fueron más de una vez a espiar al patio para evitar que lo agredieran en patota.

«Yo el año pasado falté mucho al trabajo porque lo veía muy mal. Pedí licencia». En su caso, cuenta con dolor, veía una repetición de su propia historia. «Yo llegué a repetir un año porque la gente no me aceptaba. Yo era diferente… tengo labio leporino. Pero él no tiene nada a la vista. Solo porque no le guste jugar al fútbol o prefiera estudiar… no hay derecho a que pase mal».

Este año, Fabián volvió a hacer sexto en su anterior escuela, donde lo habían corrido sus hostigadores. Algo había cambiado y para mejor. «Llamaron a un psicólogo y tocaron el tema del bullying. Lo recibieron bien, de un modo que él no esperaba», dice Isabel contenta. En la del año pasado el caso de Fabián marcó un precedente. «Eso me lo contó una maestra, fue un psicólogo a hablar y los alumnos reconocieron que estuvieron mal, que mi hijo se fue por culpa de ellos. Le mandaron una carta pidiéndole disculpas». Para él, fue tarde.

El «acá no pasa» no corre en el bullying ni sabe de contextos socioeconómicos. En centros de población más vulnerable, afirma Giachero, sí se da que el paso de la violencia psicológica a la física suele ser más rápido. Por duro que suene, un moretón puede ser «preferible» a un golpe al alma. «Si hay violencia directa, ahí es más fácil ver y frenar la situación. Cuando más invisible y sutil sea, es más complicado», dice la psicóloga. La mejor prevención, siempre, es tener el mejor vínculo padre-hijo. Estar presentes en la vida de ellos es fundamental para una detección lo más temprana posible.

Bien lo sabe Leonor, maestra y madre de una chica víctima de bullying que salió adelante, experta a la fuerza en estos temas: «Lo primero es tener mucha comunicación y un vínculo fluido. Porque muchas veces los hijos no hablan, y cuando lo hacen no se sienten apoyados. Lo otro es buscar que no se aíslen. Y tú tenés que apelar al diálogo (con la institución) siempre, aunque estés llena de rabia, aunque estén tocando a tu hijo. Es difícil, pero tenés que mostrar que con prepotencia no llegás a ningún lado».

NO HAY PERFIL; SÍ REVICTIMIZACIÓN

«Hay un falso mito del perfil de la víctima. Muchas veces de su propio entorno le dicen algo habrás hecho, sos un debilucho o defendete, hacete respetar. Eso revictimiza al chico, lo hace sentir culpable y que cuente menos», afirma la psicóloga Silvana Giachero. «La víctima piensa que es un estorbo, porque los padres se pelean y los otros hermanos son desatendidos. El bullying es una bacteria que crece y contamina, a la psiquis y a la familia. Esto puede terminar en divorcios o suicidios».

De hecho, el estudio del bullying —que existió toda la vida— comenzó a difundirse desde la década de 1970 por el suicidio de tres adolescentes en Noruega.

SIN DATOS NI PROTOCOLO A NIVEL OFICIAL

Según Martín Prats, director de Derechos Humanos del Consejo Directivo Central (Codicen), no existen en el sistema educativo algo así como un protocolo específico para actuar en casos de bullying, datos estadísticos sistematizados ni registro de casos denunciados. Lo que sí hay son programas —como Convivencia o Mediadores— que incluyen el tema de la violencia. Lo que se busca es una sensibilización del problema. «El acoso es una preocupación pero en un abordaje integral, no en establecer las cargas sobre un adolescente», afirma. Las actuaciones, agrega, dependerán de la realidad —socioeconómica o institucional— de cada centro educativo. Los colegios privados tienen una autonomía bastante amplia: «Cada uno tiene su propia política al respecto».

A QUÉ SEÑALES DE ALERTA Y CAMBIOS HAY QUE ESTAR ATENTOS

Hay varias señales de alerta que pueden indicar que un niño o niña es víctima de bullying.

— En niños chicos, cuando lloran constantemente para no ir a la escuela; en adolescentes, en un ausentismo injustificado a clases.

Somatizaciones diversas: problemas para comer y dormir. Pesadillas recurrentes. Malestares que comienzan a presentarse los domingos de noche o que obligan a los padres a ir a buscarlos al instituto. También puede presentarse un aumento en cantidad de horas de sueño, a causa de la depresión.

— Conducta irascible, hipersensible e hipervigilante en casa, como si estuvieran siempre a la defensiva, esperando un ataque. La autoestima se ve afectada.

Descenso en el rendimiento escolar. Su concentración y atención se ven afectados.

— Aislamiento notorio en la escuela o liceo: busca la cercanía de los adultos o permanece en el aula.

Presentar frecuentemente señales de agresión física (moretones, túnica o uniforme roto) o le faltan materiales, plata u otros útiles.

Aislarse socialmente, no ir a bailes, reuniones ni invitar compañeros de clase a casa.

La psicóloga Magdalena Robaina puntualiza que los «cambios en la conducta» son señales de alerta. «Si el niño dejó de socializar hay que estar atento. Pero si nunca fue a bailar o nunca iba cumpleaños, no tiene por qué ser bullying«. El ciberbullying, o acoso realizado a través de redes sociales, complicó —como si fuera necesario— la detección. «Las señales de alarma son las mismas, solo que… menos visibles», añade esta profesional. Menos visibles que una túnica rota, sin duda.

Fuente: http://www.elpais.com.uy/domingo/bullying-sufriendo-familia.html

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¿Cómo podemos educar las emociones en la escuela?

España/ Autora: Nati Bergadá Bofill

Las emociones son importantes y es necesario que las trabajamos en la escuela. La educación emocional afecta el desarrollo de los alumnos, ya que incentiva su motivación, predispone a actitudes más positivas, mejora sus relaciones y obtiene mejores resultados académicos.

Para conseguir que un niño crezca, en toda la dimensión de la palabra, no basta con la adquisición de conocimientos. Generar un clima emocional positivo también influirá de forma decisiva en su desarrollo. Si la educación debe ser un proceso de aprendizaje para la vida, las emociones son muy importantes y debemos tener en cuenta.

Como maestro / a es importante que enseñes a tus alumnos a gestionar las propias emociones: controlar la rabia, conocer el miedo, aceptar los errores, tener empatía, tener una buena autoestima … La relación con los demás es esencial y necesario que ayudemos a los nuestros alumnos a forjarse una inteligencia emocional.

Hay una gran frase de Aristóteles que me gusta mucho: «Educar la mente sin educar el corazón, no es educación en absoluto.»

Te recomiendo que visualice el vídeo siguiente: En este programa de Redes, Elsa Pulzet habla con el psicólogo y experto en educación emocional René Diekstra con quien veremos en qué situación se encuentra actualmente el aprendizaje de esta disciplina y qué ventajas concretas tiene en el desarrollo de niños y jóvenes.

¿Qué son las emociones?

Una emoción es un proceso que se activa cuando el organismo detecta algún peligro, amenaza y desequilibrio con el fin de poner en marcha recursos que se encuentran a su alcance para controlar la situación (Fernández – Abascal y Palermo, 1999)

¿Cuáles son las emociones básicas? Miedo, Sorpresa, Aversión, Ira, Alegría, Tristeza …

La inteligencia emocional está muy relacionada con las emociones. Es la capacidad de reconocer nuestras propias emociones, las emociones de los demás y saber gestionar. Esta inteligencia emocional es una habilidad que se va aprendiendo a lo largo de la vida desde que somos pequeños.

Inteligencia emocional en el aula

Trabajar la inteligencia emocional en el aula tiene muchos beneficios, como por ejemplo:

  • Disminuir la ansiedad.
  • Control del estrés.
  • Gestión de los conflictos.
  • Mejora la autoestima.
  • Más éxito académico.
  • Aumenta la tolerancia a la frustración.
  • Equilibrio emocional.
  • Menos conflictividad.
  • Mejora las habilidades sociales.
  • Más salud mental.
  • Mejorar la empatía.
  • Mejor comportamientos prosocial.

¿Por qué tienen problemas emocionales nuestros alumnos?

De manera breve haré un listado de los problemas emocionales que detectamos actualmente en las aulas. A los niños:

  • Les cuesta identificar las propias emociones.
  • No saben expresar los propios sentimientos.
  • Los cuesta tener empatía y ponerse en el lugar de los demás.
  • No están acostumbrados a hablar de sus emociones.
  • No saben regular sus emociones sino que las reprimen.

Cuando hay que empezar a educar las emociones?

La inteligencia emocional se aprende a lo largo del desarrollo de los niños desde que nacen. Es un proceso que se va haciendo poco a poco influenciados por el entorno, desde casa y desde la escuela.

Hay que trabajar las emociones lo antes posible, por eso es necesario que lo hacemos desde pequeños.

¿Cómo podemos educar las emociones en el aula?

En el aula podemos trabajar los siguientes aspectos:

Identificar las propias emociones. Tomar conciencia de las propias emociones, significa darnos cuenta de lo que sentimos y lo que sienten los demás: tristeza, felicidad, miedo, alegría, amor, rabia, pena, celos …

  • Para enseñar a los niños a identificar las propias emociones es útil que se formulen la pregunta: ¿Cómo me siento?

Es importante que identificamos las emociones y las etiquetamos, las llamamos por su nombre: ira, alegría, tristeza …

Comprender las emociones. Es necesario que el niño entienda que aquellas emociones aparecen por un motivo o situación concreta. Tanto las emociones propias como las emociones de los compañeros.

  • Para enseñar a los niños a comprender las propias emociones es útil que se formulen la pregunta: ¿Por qué me siento así?
  • Para enseñar a los niños a comprender las emociones de los demás es útil que se formulen la pregunta: ¿Cómo creo que se siente el otro? Y trabajar así la empatía.

Es importante que trabajamos la empatía para aprender a comprender a los demás.

Expresar las emociones. Hay que aprender a expresar nuestras emociones ya que compartiéndolas nos sentiremos mejor y los demás nos podrán ayudar.

  • Para enseñar a los niños a expresar las propias emociones es útil que se formulen la pregunta: Me gusta sentirme así?

Es importante que aprendamos a expresar las emociones para que los demás nos comprendan. Es necesario que las expresamos de manera adecuada y correcta.

Controlar las emociones. Es necesario que los niños aprendan habilidades para regular y controlar sus emociones.

  • Para enseñar a los niños a controlar las propias emociones es útil que se formulen la pregunta: ¿Qué puedo hacer para controlar lo que siento?

Es importante que controlamos nuestras emociones ya que si no lo hacemos estas nos limitarán y nos harán actuar de manera incorrecta.

Gestionar las emociones.   A partir de las emociones que sentimos debemos ser capaces de elegir qué hacer y cómo actuar.

  • Para enseñar a los niños a manejar las propias emociones es útil que se formulen la pregunta: ¿Qué puedo hacer para cambiar y sentirme mejor?

Es importante que aprendamos a gestionar las emociones para que esto nos ayudará a actuar de manera correcta y tomar las decisiones acertadas.

¿Cómo podemos gestionar el aula para hacer un buen trabajo de emociones?

En el aula hay que trabajar mucho la empatía, que es la capacidad de reconocer, comprender y conectar las emociones de los demás ya que de esta manera los niños toman conciencia tanto de sus emociones como de las emociones de los demás.

Cualquier situación de la vida cotidiana, que se da en la escuela, es buena para practicar y desarrollar la conciencia emocional.

Es importante dedicar tiempo al trabajo emocional, esto quiere decir que a veces hay que dejar lo que está haciendo para aprovechar esa situación para hablar con los niños, para hablar de lo que ha pasado y de cómo se han sentido los implicados en esa situación .

Hay que transmitimos a los niños que no hay emociones buenas y emociones malas, sino que todas las emociones son válidas, no pasa nada si estamos enfadados o tristes, lo más importante es saber manejar estas emociones.

A través de este diálogo con los niños, aparte de trabajar la empatía, también ayudamos a desarrollar su conciencia emocional, que sean conscientes de cómo se sienten.

También podemos aprovechar el juego para trabajar las emociones. Podemos realizar actividades como pedirles que dibujen cómo se sienten, que pinten la cara con la emoción que sienten, que representen teatralmente o haciendo mímica diferentes emociones …

Los cuentos son un gran recurso para hablar de las emociones y los sentimientos. A partir de la lectura de un cuento podemos establecer diálogos muy enriquecedores con los niños interpretando como se sienten los personajes, que les ha pasado, como han actuado …

Recursos para trabajar la educación emocional

  • Te recomiendo estos dos artículos con un grande de recopilación de cuentos que pueden ser útiles para trabajar las emociones:
    • 35 cuentos imprescindibles para trabajar las emociones.
    • Cuentos imprescindbles para trabajar las emociones II.
  • Te recomiendo la película «Inside Out» de Pixar.
  • Te recomiendo que visualices los vídeos siguientes:

Documental- Educación Emocional. Interesante trabajo de eduación emocional explicado por una maestra del Colegio Sagrada Familia de Gavà (Barcelona). Este es el documental sobre educación emocional realizado en el colegio Sagrada Familia de Gavà. La producción y realización del reportaje ha sido realizada por el equipo integrado por Andrea Czajkowski, Artur Cruz, Gerard Rodríguez, Laura Niubó y Joana Garcia, de la ESCAC.

Pautas para educar las emociones desde la infancia. María Ángeles Mairena, doctora y psicóloga clínica del Hospital San Juan de Dios y experta en emociones, nos detalla en el siguiente vídeo algunos de los principales consejos y recursos prácticos para educar las emociones de los pequeños.

«Sólo Respira»; el original cortometraje que ayuda a los niños a manejar las emociones. Julie Bayer Salzman y Josh Salzman hablan con diferentes chicas y chicos sobre sus emociones y cómo se sienten.

  • Te recomiendo los siguientes documentos:

Cómo educar las emociones. La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia. Un informe muy útil elaborado por el Observatorio FAROS Sant Joan de Déu (www.faroshsjd.net) es la plataforma de promoción de la salud y el bienestar infantil del Hospital San Juan de Dios (HSJD) de Barcelona.

Dossier el bosque encantado. Dossier elaborado por la asociación española contra el cáncer. Un pdf en el que encontrarás mucha información de las emociones y una buena selección de actividades para trabajar con tus alumnos.

conclusión

En la escuela nos preocupamos fundamentalmente de la parte cognitiva, la adquisición de conocimientos. Pero debemos preocuparnos también del aprendizaje social y emocional. No podemos educar sin tener en cuenta el corazón. Es necesario que los maestros acompañamos y ayudamos a los niños en su desarrollo emocional.

Es importante que los niños sean conciencia de las propias emociones y sean capaces de regularlas. Descubrir, identificar, diferenciar y gestionar las emociones es una forma de educar a nuestros alumnos, para que se descubran a sí mismos y que acaben convirtiéndose en adultos autoconscientes, con una buena base emocional para enfrentarse a los retos de la vida.

Un niño que conoce y sabe gestionar sus emociones no sólo tendrá buenos resultados académicos, sino que también estará más preparado para el mundo laboral. Construir una buena educación emocional es futuro !!

Las personas con más inteligencia emocional son más felices, tienen más bienestar, menos ansiedad y más recursos para enfrentarse a las dificultades que se encontrarán en la vida.

¿A qué esperamos para educar a los niños para su desarrollo integral?

Trabajas las emociones con tus niños? Cómo lo haces? Compartir haciendo un comentario. Muchas gracias.

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