Page 418 of 2683
1 416 417 418 419 420 2.683

Venezuela: Racismo en la Praxis Educativa: Comunitaria e Institucional en “La Carrizalera” (estado Aragua) en la Escuela “Ciudad de Barcelona” (Distrito Capital)

La discriminación racial es considerada como una problemática social relacional, en consecuencia, el racismo, toma como entre sus bases ideológicas, la xenofobia, y el Estado a través de sus políticas no ha logrado combatirlo en su totalidad, sino más bien se disfraza de aceptación. Sin embargo, el Estado venezolano ha promulgado leyes que tienen como norte el combate contra formas discriminatorias, así, por ejemplo, la Ley Orgánica contra la Discriminación Racial, en el artículo 1 expresa la siguiente:

La presente ley tiene por objeto establecer los mecanismos adecuados para prevenir, atender, erradicar y sancionar la discriminación racial en cualquiera de sus manifestaciones, garantizando a toda persona y grupos de personas, el goce el goce y ejercicio de sus derechos y deberes consagrados en la Constitución, leyes, tratados, pactos y convenios internacionales relativos a derechos humanos, suscritos y ratificados por la República.

E inclusive, el artículo 2, de dicha Ley, es de obligatoria exposición en los negocios, comerciales y en general donde hay atención pública.

Esta investigación se emprendió con la finalidad de comparar las diversas situaciones de racismo en la praxis educativa dentro de la comunidad y dentro de la institución escolar, siendo ambos contextos de estudio característicos de albergar una población con marcados rangos étnicos afrodescendientes, así como poseer estructuras organizativas comunales y educativas. (Introducción; p. 11)

Para consultar este trabajo, acceda a través del siguiente enlace

Comparte este contenido:

La OIT, el empleo, y las falsas soluciones del cambio climático

La OIT, el empleo, y las falsas soluciones del cambio climático

Fuentes: Rebelión / CLAE

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que el aumento de las temperaturas a causa del cambio climático podría provocar la pérdida de 80 millones de empleos de aquí a 2030 y, como siempre, los países pobres serán los más afectados.

Cree, asimismo, que la adopción de medidas ambiciosas dirigidas a combatir el cambio climático podría crear más y mejores trabajos, con un potencial de 18 millones de empleos netos para 2030, gracias a la aplicación de medidas en el sector de la energía.

Las empresas necesitarán trabajadores bien formados, que dispongan del conjunto de competencias adecuadas para reducir la intensidad de carbono de la producción. Será necesario que inviertan en preparar a sus trabajadores para un nuevo y desafiante cambio técnico y tecnológico, convirtiendo el lugar de trabajo en un lugar de aprendizaje permanente en la transición ecológica.

La información sobre el medioambiente y el clima puede contribuir a crear empleos, fomentar un mercado de consumo ecológico y permitir que los ciudadanos colaboren con los gobiernos en materia de cambio climático.
Por ello la OIT insiste en que se adopten medidas urgentes a nivel mundial contra el cambio climático, que incluyen la necesidad de apoyar la educación y la sensibilización sobre el clima. La transición hacía una economía sin emisiones de carbono requerirá nuevas competencias, formación y cualificaciones.

“Los efectos del cambio climático alterarán la estructura del empleo. Nuevos empleos y de familias de empleos serán creados, otros desaparecerán o serán insostenibles, y las empresas tendrán que encontrar nuevas y diferentes maneras de organizar el trabajo y la producción”, declaró en Director General de la OIT, Guy Ryder (…) “Es necesario preparar a los jóvenes para este mundo en evolución. La educación sobre el clima puede habilitar a los estudiantes para que resuelvan la crisis del clima y desarrollen las competencias, el optimismo y decidan liderar el movimiento ecologista de mañana”, añadió.

De la función social de la tierra a la propiedad privada

Cada vez que el mundo celebra el Dia de la Tierra, y según la época, el espacio y la organización social de los pueblos, la gestión de la tierra y los territorios ha tomado distintas formas y ha sido siempre un reto importante para toda comunidad humana.

No es fácil hacer un inventario de las formas de gestión, dado que está ligada a la historia de cada pueblo/comunidad y puede ser incluso extremadamente compleja. Pero para simplificar, algunas comunidades han priorizado el uso colectivo de la tierra y continúan preconizándolo (pueblos indígenas originarios, por ejemplo): para ellos la venta de la “madre tierra” es inimaginable.

Mientras, otros (entre otros lugares en Europa occidental) han instaurado progresivamente la propiedad privada como norma principal y la han exportado a sus colonias. Como bien lo señalo Jean J. Rousseau, en el Contrato Social, la invocación del ‘derecho de tenencia’, o ius nullius, otorgando un derecho al primer ocupante sobre un ‘bien personal’” sirvió como “justificación legal (…) para legalizar la apropiación colonial de tierras que habían sido decretadas vírgenes.

Como lugar de vida (de vivienda, de actividades económicas, sociales, culturales, religiosas…), las tierras superficiales son un lugar irreemplazable en la existencia de la humanidad. Esta es la razón por la que son objeto de todas las codicias.

Este fenómeno viene reforzado por la multiplicación por siete de la población mundial en un tiempo apenas superior a un siglo. Desde el neolítico, la conquista de las tierras (sobre todo las fértiles) ha sido el objetivo principal de los soberanos (emperadores, reyes, príncipes…) para amasar riquezas y extender sus dominios.

En este contexto, pueblos enteros, incluso países con sus poblaciones, podían ser propiedad de un soberano y, en este sentido, podían ser vendidos o cambiar de soberano en función de alianzas, conquistas o derrotas.

Por lo general, los derechos de propiedad relativos a la tierra se conciben sin tener en cuenta los derechos humanos. Sin embargo, se trata de una cuestión esencial ya que tienen un impacto real sobre el disfrute del derecho a la alimentación, a la vivienda, a la salud, al trabajo, a un medio ambiente saludable, al desarrollo…

Y, sin acceso a la tierra, muchos pueblos o comunidades están privados de sus medios de subsistencia, como puede observarse un poco por todo el mundo. Por lo tanto, no es exagerado decir que el disfrute de todos los derechos humanos, incluido el derecho de los pueblos a decidir su futuro, depende de políticas y legislaciones relativas a la tierra.

La ausencia de reformas agrarias y prácticas como desplazamientos forzosos, apropiación de tierras a gran escala, reglas comerciales desiguales, especulaciones bursátiles sobre los productos alimentarios, destrucción ambiental, discriminaciones y exclusiones ejercidas sobre familias campesinas y otros productores de alimentos suponen una fuente de violaciones graves y masivas de derechos humanos.

Se deben aplicar límites de propiedad en la tenencia de la tierra cuando sea necesario con el fin de asegurar un acceso equitativo a las tierras.

El paradigma político medioambiental

La crisis climática, que afecta al planeta ha motivado el interés de gobiernos, medios de comunicación, movimientos ciudadanos y toda clase de organismos medioambientales. Los desafíos globales y locales han sido discutidos en toda clase de foros internacionales y cumbres, pero los enfoques y acuerdos están lejos de una solución efectiva.

¿Están las soluciones a esta crisis dentro de los marcos del sistema capitalista? Creemos que la respuesta es no. El sistema capitalista se centra en la obtención y maximización de ganancias, en su rentabilidad, sin importarle si los recursos que utiliza son o no renovables. Por tanto, el sistema encontrará un muro entre sus fuerzas de desarrollo esenciales y sus patrones de sobreexplotación.

La crítica situación ecológica global, evidenciada en los procesos de cambio climático, agotamiento de recursos naturales y degradación ambiental, acompañados de crecientes conflictos socioambientales, está arrastrando a la humanidad a una irremisible catástrofe.

Y esta amenaza no es algo remoto sino un proceso claramente ostensible, cuyos efectos ya se hacen sentir y que, de continuar el irracional derroche consumista generado por la lógica del capital, se incrementarán a ritmo creciente en las próximas décadas, hasta provocar un daño irreparable a las condiciones necesarias para la vida en el planeta.

No es difícil comprender que es imposible el crecimiento infinito en un espacio finito como lo es el de nuestro planeta. Durante miles de años la humanidad tomó de la naturaleza cuanto necesitaba para su reproducción y arrojó a ella los desperdicios de su actividad, sin preocuparse de las consecuencias futuras.

Es terrible amenaza que representa para la existencia de la humanidad la sistemática destrucción del entorno natural, provocada por la tendencia a la producción por la producción y al derroche consumista inmanente a la lógica del capital, cuyas manifestaciones son ya evidentes.

Esta evidencia, empírica, demuestra claramente las reticencias de la cúpula gobernante en los principales países capitalistas a adoptar acciones enérgicas que conduzcan a una verdadera transformación cuantitativa y cualitativa de la producción, así como de los correspondientes patrones de consumo.

Por lo tanto, se puede insistir sobre los conceptos que pretenden ilusionar con una lógica de cambio, pero los hechos han ido demostrando, una y otra vez, que conceptos como capitalismo sostenible, capitalismo sustentable son pura demagogia. El capitalismo es en su esencia, irreformable y, en consecuencia, no es posible una solución completa y definitiva de la crisis ecológica en los marcos del sistema.

Es un sistema intrínsecamente expansionista en los mecanismos de producción, comercio, consumo, y la explotación de los recursos naturales y del trabajo, en el uso de nuevas tecnologías.

La necesidad permanente de crecimiento y expansión es una de las características centrales del sistema, pues es la única manera de ampliar el ciclo de acumulación para valorizar el capital y realizar niveles cada vez mayores de ganancia que, al reinvertirse, asegurarán un crecimiento sostenido de la rentabilidad, lo que supone ciertas garantías para sobrevivir frente a la feroz competitividad entre los capitales.

No obstante, lo que  no puede resolver es la desocupación, la pobreza y desigualdad, la exclusión, la explotación, el desprecio, la subordinación sin cuestionar esa base, pues no se trata sólo de “consecuencias indeseables”.
Son condiciones indispensables para el propio establecimiento y reproducción de las relaciones capitalistas, profundizando cada vez más los problemas de contaminación, erosión, desertización, calentamiento, sobreexplotación, despojo, depredación y extinción de recursos naturales y humanos.

Las empresas trasnacionales portadores de la deuda ecológica
Las empresas trasnacionales dominan cada vez mas todos los sectores económicos en los que es posible tener ganancias. La mayoría de ellas han incorporado consideraciones sociales y ambientales en su discurso, una retórica sin sentido cuya praxis se encarga de desmentir.

Más allá de sus buenas intenciones la escala misma de sus actividades hace que la sustentabilidad ambiental sea prácticamente imposible de lograr, mientras que la competencia por dominar los mercados mundiales ha convertido a las consideraciones sociales en algo antagónico con la rentabilidad.

La revolución verde y biotecnológica que se nos pretende vender, son causantes de otra deuda social y ecológica del Norte con el Sur. Los graves impactos sociales, ambientales, culturales y económicos de la aplicación de tecnologías agrícolas como la de la llamada Revolución Verde y ahora la agro-biotecnología, con sus semillas genéticamente modificadas, así como programas que promueven la concentración de tierras en pocas manos, constituyen una inmensa deuda social y ecológica.

¿Qué es la deuda ecológica?

La deuda ecológica es en esencia la responsabilidad que tienen los países industrializados del Norte, sus instituciones, la élite económica y sus corporaciones por la apropiación gradual y control de los recursos naturales, así como por la destrucción del planeta causada por sus padrones de consumo y producción, afectando la sustentabilidad local y el futuro de la humanidad.

Basados en esta definición, los pueblos en el Sur se consideran acreedores de esta deuda y los deudores son los países del Norte. Esta deuda tiene como base al actual modelo de producción industrial, la producción exhaustiva de residuos como la emisión de gases de efecto invernadero, el capitalismo y el libre mercado.

Hay una necesidad ambiental, social, económica y moral de que se detenga el incremento de esta deuda y de que se repare las consecuencias nefastas sociales y ambientales que dicho modelo ha tenido sobre las poblaciones del Sur.

El reconocer la existencia de estas otras deudas, histórica, social y ecológica, y demandar un resarcimiento, cambiará indefectiblemente y para siempre las relaciones económicas internacionales, pero sobre todo permitirá detener el modelo depredador y genocida que rige en el mundo.

La deuda ecológica también se manifiesta por la apropiación abusiva de espacios comunes como son la atmósfera o los océanos para absorber las emisiones de gases con efecto invernadero. El cambio climático está provocando desastres que afectan principalmente a los pueblos más vulnerables al Sur. Miles de muertos, millones de desplazados, tierras agrícolas y ecosistemas naturales desaparecidos.

Las trasnacionales de los países del Norte, han sido los principales beneficiarios de los proyectos de agroexportación, y que tienen sumidos en la pobreza y expoliación a los países y pueblos de América Latina, principalmente los pueblos indígenas y las comunidades campesinas.

Finalmente, el desafío del cambio climático, que implicaría una cooperación internacional y la creación de empleo, están en contradicción con la lógica profunda del capitalismo, un sistema que está basado en la competencia entre capitales y en el afán de beneficio.

Eduardo Camín. Periodista uruguayo acrditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente de la Información: https://rebelion.org/la-oit-el-empleo-y-las-falsas-soluciones-del-cambio-climatico/

Comparte este contenido:

Día del niño 2021. Nada qué celebrar, mucho para reflexionar

Por: Juan Carlos Silas Casillas

ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara

Las imágenes de niños sonrientes, que juegan y se abrazan; las de docentes y administrativos de preescolar celebrando a los pequeños e incluso portando disfraces, hoy no se ven. La algarabía y ambiente festivo que solía caracterizar el día del niño no se registra por segundo año consecutivo. Este 30 de abril 2021 se ha tornado, en el mejor de los casos, en una celebración queda y moderada. La razón es el confinamiento ocasionado por el Covid, la víctima es, sin duda el nivel preescolar, incluyendo estudiantes y sus familias, docentes y administrativos.

Cifras preliminares de la Secretaría de Educación Pública, disponibles en https://www.planeacion.sep.gob.mx/principalescifras/, ponen en evidencia cómo el preescolar ha sido la principal víctima de la pandemia. La baja en matrícula fue severa, pasó de 4´734,627 a 4´327,798 estudiantes inscritos a nivel nacional, lo que totaliza 406,829 niñas/os menos en las listas (que no en las aulas), es decir una disminución de 8.6%. Este decremento se dio en todas las entidades federativas a excepción de Coahuila que tuvo un magro incremento de 1%. En un recuento rápido se pueden encontrar casos llamativos como la Ciudad de México con una caída total de 16% (44,453 estudiantes menos), Morelos con una disminución de 15% (10,218 niñas/os menos) y el Estado de México con una merma de 13% (72,335 menos).

Si lo analizamos de acuerdo con su fuente de financiamiento, es claro que en el ámbito privado se registró una verdadera catástrofe. La matrícula privada pasó de 744,969 a 486,667 lo que significa que un cuarto de millón (258,302) de niñas y niños no se inscribieron de un año a otro. En términos proporcionales significa que 34.7% no regresaron. Uno de cada tres alumnitos ya no volvió. En el ámbito público la disminución fue de 148,527 estudiantes o 3.7% menos. Al tratarse de un universo grande de alumnos la disminución proporcional no luce tan espectacular, sin embargo, también se trata de muchos niños.

Si se analizan los datos en términos institucionales y operativos, cerraron sus puertas casi mil instituciones: 976 escuelas. Cuatro de cada cinco preescolares cerrados eran privados y el otro era público. Es decir que 790 privadas (disminución global de 5.2%) y 186 públicas (baja global de 0.3%). Si hablamos de “grupos”, un término bastante relativo dadas las condiciones de trabajo en casa que ha enfrentado alumnos, familias y docentes, tenemos 7,517 menos. Se pasó de 237,306 grupos a 229,789 (es decir 3.2% menos). Se perdieron 7,708 en el ámbito privado, mientras que hubo 191 nuevos en el público. De nueva cuenta se ve que la pérdida fue seria en el ámbito privado con 16.3% “grupos” menos, lo que aunado a la baja en la matrícula muestra un panorama sumamente comprometido para la operación y subsistencia de los prescolares privados ya que el promedio de alumnos por “grupo” pasó de 16 a 12 niños, mientras que en el ámbito público pasó de 21 a 20.

En lo que se refiere a personal docente, comparando el año escolar previo con las cifras del actual se tiene que hay 8,309 menos. De esa merma, 96% corresponde al ámbito privado (7,985 docentes menos) y 324 al público. En términos proporcionales significa 16.9% menos docentes laborando en preescolares privados y 0.2% menos para los públicos.

La afectación no se detiene ahí, las escuelas tienen muchas otras funciones que requieren trabajadores desempeñándolas. En términos de personal ocupado como suma total, se pasó de 409,927 a 387,269 trabajadores, es decir 22,658 menos de un año a otro. De ese total, 21,520 son de instituciones privadas y 1,138 de centros de trabajo de financiamiento público. De nueva cuenta, para los privados significó una caída de personal del orden de 17.4%, mientras que para el público la caída fue de 0.4%. Si nos centramos en el personal administrativo veremos que disminuyó 23.6% en los prescolares privados al pasar de 38,062 a 29,095 trabajadores (una merma de 8,967 de un año a otro). En el sector público la disminución fue de 950 al pasar de 44,125 a 43,175. Esto es 2.2% menos.

Para terminar este rápido recuento numérico se debe resaltar un dato que suele pasar inadvertido: los directivos de preescolar con o sin grupo, es decir que dedican tiempo a la docencia de manera adicional a su función como líder educativo. En este rubro, en el ámbito privado se registró un incremento de 4.3% de directivos con grupo y una disminución de 8.1% en el rubro de directivos sin grupo. Mientras que en el ámbito público se tuvo una disminución de 2.2% en la cantidad de directivos con grupo y un incremento de 1.8% en el total de directivos sin grupo. Esto parece evidenciar que el personal directivo en preescolares privados debió extenderse a funciones docentes, presumiblemente para aminorar el impacto en el balance ingresos-egresos, mientras que los directivos de preescolares públicos tuvieron que asumir un papel más organizativo y de gestión. Esto a raíz de que el número de estudiantes matriculados por escuela tuvo una disminución seria en el ámbito privado. El promedio de alumnos por escuela pasó de 49 a 34 en las privadas y de 54 a 52 en las públicas y, aunque sabemos que los promedios son engañosos, una disminución media de 15 alumnos por centro de trabajo privado significa una merma de 30% que sin duda se refleja en los ingresos económicos necesarios para ofrecer el servicio educativo.

Es evidente que los preescolares, tanto públicos como privados, han tenido un año extremadamente difícil, enfrentando por un lado una seria disminución de matrícula y de personal, así como una importante extensión de funciones en el personal que permanece. Por el otro lado, en lo relativo al desarrollo de los alumnos, ha debido atender a sus niñas/os a la distancia, construyendo ejercicios y dinámicas adecuadas para un entorno familiar que no es el esperado y han tenido que involucrar para ello a madres y padres de familia (así como otros integrantes como hermanos o incluso abuelos).

Aunque adivinamos que el impacto del confinamiento será alto en las/los estudiantes de preescolar, la verdad es que desconocemos la verdadera dimensión. Por ello será importante dedicar estos últimos meses del ciclo escolar 2020-2021 y el verano para encontrar las formas de recuperar lo más posible en un entorno de desgaste anímico y económico en las familias.

El reto es monumental y requiere la concurrencia de las familias, las escuelas, las comunidades y las autoridades educativas en torno a reflexionar cómo se puede aminorar el impacto y relanzar el aprendizaje/desarrollo de nuestros niños a partir del año escolar 2021-2022.

Por eso, en este 30 de abril 2021, celebremos un poquito y reflexionemos mucho en conjunto sobre nuestras acciones para el futuro cercano.

Fuente: educacionfutura

Comparte este contenido:

Libro (PDF): El pensamiento político de la derecha

Libro digitalizado de la filósofa francesa Simone de Beauvoir, publicado por primera vez en el año 1955.

Reseña: bloghemia


Simone de Beauvoir, fue una escritora francesa y feminista , miembro de la confraternidad intelectual de filósofos-escritores realizaron una transcripción literaria a los temas de existencialismo . Es conocida principalmente por su tratado Le Deuxième Sexe, (El segundo sexo, 1949), una erudita y apasionada súplica por la abolición de lo que ella llamó el mito de lo «eterno femenino».
El libro se convirtió en un clásico de la literatura feminista.
Educada en instituciones privadas, Beauvoir asistió a la Sorbona, donde en 1929 pasó su graduación en filosofía y conocióJean-Paul Sartre , comenzando una asociación de por vida con él. Enseñó en varias escuelas (1931-1943) antes de dedicarse a la escritura para ganarse la vida. En 1945, ella y Sartre fundaron y comenzaron a editar Le Temps modernes, una revista mensual.
Sus novelas exponen los principales temas existenciales, demostrando su concepción del compromiso de la escritora con la época. Su libro L’Invitée (1943) describe la sutil destrucción de la relación de pareja provocada por la estancia prolongada de una joven en su casa; también trata el difícil problema de la relación de una conciencia con “el otro”, siendo cada conciencia individual fundamentalmente un depredador de otra.
De sus otras obras de ficción, quizás la más conocida sea Les Mandarins (1954), por la que ganó el Prix ​​Goncourt . Es una crónica de los intentos de los intelectuales posteriores a la Segunda Guerra Mundial de dejar su estatus de “mandarín” (élite educada) y participar en el activismo político.
También escribió cuatro libros de filosofía, entre ellos Pour une Morale de l’ambiguité (La ética de la ambigüedad, 1949 ); libros de viajes sobre China (La larga marcha, 1957) y los Estados Unidos (L’Amérique au jour de jour, 1948)
En 1981 escribió La Cérémonie des adieux (Adieux: A Farewell to Sartre ), un doloroso relato de los últimos años de Sartre.
En 2009 se publicó una nueva traducción al inglés de The Second Sex , que puso el texto original completo a disposición de los lectores de habla inglesa por primera vez; la traducción anterior (1953) había sido severamente editada.
Simone de Beauvoir se reveló como una mujer de formidable coraje e integridad , cuya vida sustentaba su tesis: las opciones básicas de un individuo deben basarse en las premisas de una vocación igual para el hombre y la mujer fundada en una estructura común de su ser, independiente  de su sexualidad.
Hoy dejamos para ustedes, el libro «El pensamiento político de la derecha» de esta insigne escritora y filósofa.  A continuación le dejamos el enlace: Descargar libro
Fuente: https://www.bloghemia.com/2021/04/el-pensamiento-politico-de-la-derecha.html
Comparte este contenido:

En nuestra urgencia por conquistar la naturaleza y la muerte, hemos hecho de la ciencia una nueva religión

Por:  Jonathan Cook

Traducido Para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Allá por la década de 1880 el matemático y teólogo Edwin Abbott se propuso ayudarnos a entender mejor nuestro mundo describiendo uno muy diferente, al que llamó Flatland (Planilandia).

Imaginemos un mundo que no es una esfera que se mueve por el espacio como nuestro planeta, sino algo más parecido a una enorme hoja de papel habitada por formas geométricas planas y conscientes. Estas personas-formas pueden moverse hacia delante o hacia atrás y pueden girar a la derecha y a la izquierda, pero carecen del sentido de arriba o abajo. La mera idea de un árbol, un pozo o una montaña no tiene sentido para ellos porque carecen de los conceptos y la experiencia de altura o profundidad. Son incapaces de imaginar, y mucho menos de describir, objetos conocidos por nosotros.

En este mundo bidimensional lo más que pueden aproximarse los científicos a comprender una tercera dimensión son los desconcertantes espacios que registran sus máquinas más sofisticadas, que captan las sombras proyectadas por un universo mayor exterior a Flatland. Los mejores cerebros deducen que el universo debe ser algo más que lo que pueden observar pero no tienen forma de saber qué es lo que desconocen.

Esta sensación de lo incognoscible, de lo indescriptible, ha acompañado a los seres humanos desde que nuestros primeros ancestros fueron conscientes. Ellos habitaban un mundo de sucesos inmediatos y de cataclismos (tormentas, sequías, volcanes y terremotos) causados por fuerzas que no podían explicar. Pero también vivían maravillados por los grandes misterios permanentes de la naturaleza: el paso del día a la noche y el ciclo de las estaciones; los puntos de luz en el firmamento nocturno y su movimiento continuo; la subida y bajada de los mares; y la inevitabilidad de la vida y de la muerte.

Por eso no es raro que nuestros ancestros tendieran a atribuir una causa común a estos acontecimientos misteriosos, tanto a los catastróficos como a los cíclicos, a los caóticos como a los ordenados. Los atribuyeron a otro mundo o dimensión, al ámbito de lo espiritual, de lo divino.

Paradoja y misterio

La ciencia ha intentado reducir el ámbito de lo inexplicable. Ahora entendemos (aunque sea aproximadamente) las leyes de la naturaleza que gobiernan el tiempo atmosférico y sucesos catastróficos como los terremotos. Los telescopios y las naves espaciales nos han permitido, asimismo, explorar más a fondo los cielos para comprender algo mejor el universo que se extiende más allá de nuestro pequeño rincón del mismo.

Pero cuanto más investigamos el universo, más rígidos parecen ser los límites de nuestro conocimiento. Al igual que las personas-formas de Flatland, nuestra capacidad para comprender se ve limitada por las dimensiones que observamos y experimentamos: en nuestro caso, las tres dimensiones del espacio y la adicional del tiempo. La influyente “teoría de cuerdas” plantea otras seis dimensiones, aunque es poco probable que lleguemos a intuirlas con más detalle que las sombras que casi detectaban los científicos de Flatland.

Cuanto más escudriñamos el inmenso universo del cielo nocturno y nuestro pasado cósmico y cuanto más escudriñamos el pequeño universo del interior del átomo y nuestro pasado personal, mayor es nuestra sensación de misterio y asombro.

En el nivel subatómico las leyes normales de la física se desbaratan. La mecánica cuántica es la mejor hipótesis que hemos desarrollado para explicar los misterios de las partículas más diminutas que podemos observar, las cuales parecen actuar, al menos en parte, en una dimensión que no podemos observar directamente.

Y la mayoría de los cosmólogos, que observan el exterior en lugar del interior, hace tiempo que saben que hay preguntas que probablemente nunca seremos capaces de responder, entre otras, qué hay fuera de nuestro universo; o, dicho de otra manera, qué había antes del Big Bang. Durante algún tiempo la materia oscura y los agujeros negros han desconcertado a las mentes más brillantes. Este mes los científicos admitieron al New York Times que existen formas de materia y de energía desconocidas para la ciencia, pero que pueden deducirse porque alteran las leyes conocidas de la física.

Dentro y fuera del átomo, nuestro mundo está repleto de paradojas y misterios.

Arrogancia y humildad

A pesar de la veneración por la ciencia que tiene nuestra cultura, hemos llegado a un momento similar al de nuestros antepasados, que miraban llenos de asombro el cielo nocturno. Hemos sido forzados a reconocer los límites de nuestro conocimiento.

No obstante, existe una diferencia. Nuestros ancestros temían lo desconocido y, por tanto, preferían mostrar precaución y humildad frente a lo que no podían entender. Trataban con respeto y reverencia lo inefable. Nuestra cultura estimula precisamente el enfoque opuesto. Solo mostramos soberbia y arrogancia. Intentamos derrotar, ignorar o trivializar aquello que no podemos explicar o entender.

Los mejores científicos no cometen ese error. Como espectador entusiasta de programas científicos como la serie documental de la BBC, Horizon, me impresiona la cantidad de cosmólogos que hablan abiertamente de sus creencias religiosas. Carl Sagan, el más famoso de ellos, nunca perdió la capacidad de asombro que le producía estudiar el universo. Fuera del laboratorio, su lenguaje no era el lenguaje duro, frío y calculador de la ciencia. Él describía el universo con el lenguaje de la poesía. Comprendía los necesarios límites de la ciencia. En lugar de sentirse amenazado por los misterios y paradojas del universo, los celebraba.

Cuando, por ejemplo, en 1990 la sonda espacial Voyager 1 nos mostró por primera vez la imagen de nuestro planeta desde 6.000 millones de kilómetros de distancia, Sagan no pensó que él mismo o sus colegas de la NASA fueran dioses. Él observó extasiado un “punto azul pálido” y se maravilló de ver el planeta reducido a “una mota de polvo suspendida en un rayo de sol”. La humildad fue su reacción ante la vasta escala del universo, nuestro fugaz lugar dentro del mismo y nuestro esfuerzo por luchar contra “la inmensa oscuridad cósmica que nos envuelve”.

Mente y materia

Desgraciadamente la forma de entender la ciencia de Sagan no es la que predomina en la tradición occidental. Demasiado a menudo nos comportamos como si fuéramos dioses. Estúpidamente hemos hecho de la ciencia una religión. Hemos olvidado que, en un mundo de misterios, la aplicación de la ciencia es necesariamente provisional e ideológica. Es una herramienta, una de las muchas que podemos usar para entender nuestro lugar en el universo, de la que pueden apropiarse fácilmente los corruptos, los vanidosos, quienes buscan el poder sobre los demás y quienes adoran el dinero.

Hasta hace relativamente poco, la filosofía, la ciencia y la teología intentaban investigar los mismos misterios y responder las mismas preguntas existenciales. A lo largo de la mayor parte de la historia se les consideró disciplinas complementarias, no competidoras. Recordemos que Abbott era matemático y teólogo y que Flatland fue su intento de explicar la naturaleza de la fe. De modo similar, el hombre que probablemente ha configurado más el paradigma con el que todavía funciona gran parte de la ciencia occidental fue un filósofo francés que utilizó los métodos científicos de la época para demostrar la existencia de Dios.

Actualmente se recuerda a Rene Descartes sobre todo por su famosa –aunque pocas veces comprendida– máxima: “Pienso, luego existo”. Hace 400 años Descartes creía que podía demostrar la existencia de Dios gracias a su argumento de que mente y cuerpo son entidades separadas. Al igual que el cuerpo humano era diferente del alma, Dios era algo separado y distinto de los seres humanos. Descartes creía que el conocimiento era innato y, por tanto, nuestra idea de un ser prefecto, de Dios, solo podía proceder de algo perfecto y con una existencia objetiva fuera de nosotros.

Aunque muchos de sus argumentos resulten débiles e interesados hoy en día, la perdurable influencia ideológica de Descartes en la ciencia occidental fue penetrante. En particular el llamado dualismo cartesiano –la consideración de que mente y cuerpo son entidades separadas– ha estimulado y perpetuado una visión mecanicista del mundo que nos rodea.

Podemos hacernos una idea de la continuada influencia de su pensamiento cuando nos vemos confrontados con culturas más antiguas que han opuesto resistencia al discurso extremadamente racionalista de Occidente –en parte, es preciso señalar, porque se les ha tratado de imponer de maneras hostiles y opresivas que solo han servido para distanciarles del canon occidental.

Cuando escuchamos a un nativo norteamericano o a un aborigen australiano hablar del significado sagrado de un río o de una roca (o sobre sus ancestros) somos inmediatamente conscientes de lo lejano que suena su pensamiento para nuestros oídos “modernos”. En ese momento probablemente reaccionaremos de una de dos maneras: bien sonriendo por dentro ante su ignorancia pueril, o bien engullendo una sabiduría que parece llenar un vacío profundo en nuestras vidas.

Ciencia y poder

El legado de Descartes –un dualismo que asume la separación entre cuerpo y alma, mente y materia– ha resultado ser un legado envenenado para las sociedades occidentales. Una cosmovisión empobrecida y mecanicista que trata al planeta y a nuestro cuerpo como si fueran básicamente objetos materiales: el primero, un juguete para colmar nuestra codicia; el segundo, una coraza para nuestras inseguridades.

El científico británico James Lovelock, que contribuyó a modelar las condiciones en Marte para que la NASA pudiera tener una idea de cómo construir las primeras sondas que habrían de aterrizar allí, sigue siendo objeto de burla por su hipótesis Gaia, que desarrolló en la década de los 70. Lovelock comprendió que no era buena idea considerar nuestro planeta como una enorme masa de roca con formas vivas habitando su superficie, aunque distintas de ella. Él pensaba que la Tierra era una entidad viva completa, de enorme complejidad y que mantenía un delicado equilibrio. Durante miles de millones de años la vida fue haciéndose más sofisticada, pero cada una de las especies que la habitan, desde la más primitiva a la más avanzada, era vital para el conjunto y mantenía una armonía que sustentaba la diversidad.

Pocas personas le hicieron caso y se impuso nuestro complejo de dioses. Ahora, cuando las abejas y otros insectos están desapareciendo, todo aquello de lo que él advirtió hace décadas parece mucho más urgente. Con nuestra arrogancia estamos destruyendo las condiciones para la vida avanzada. Si no paramos pronto, el planeta se deshará de nosotros y retornará a una etapa anterior de su evolución. Empezará de nuevo, sin nosotros, mientras la flora y los microbios vuelven a recrear gradualmente –a lo largo de eones– las condiciones favorables para formas de vida superiores.

Pero la relación mecánica y abusiva que tenemos con nuestro planeta reproduce la que tenemos con nuestros cuerpos y nuestra salud. El dualismo nos ha animado a pensar que el cuerpo es un vehículo carnoso que, al igual que los de metal, necesita intervenciones regulares desde el exterior, un servicio de mantenimiento, un repintado o una renovación. La pandemia solo ha servido para subrayar estas tendencias malsanas.

Por una parte la institución médica, como todas las instituciones, está corrompida por el deseo de poder y enriquecimiento. La ciencia no es una disciplina inmaculada, libre de las presiones del mundo real. Los científicos necesitan financiar sus investigaciones, pagar sus hipotecas y anhelan mejorar su estatus y sus carreras, como todos los demás.

Kamran Abbasi, director ejecutivo de la [revista de la asociación médica británica] British Medical Journal, escribió un editorial el pasado noviembre advirtiendo de la corrupción del Estado británico, desencadenada a gran escala por la pandemia del covid-19. Pero los políticos no eran los únicos responsables. Los científicos y expertos de salud también estaban implicados: “La pandemia ha puesto de manifiesto cómo se puede manipular al complejo médico-político durante una emergencia”.

Añadía: “La respuesta ante la pandemia en Reino Unido se ha basado en exceso en las opiniones de científicos y otras personas nombradas por el gobierno que pueden actuar movidos por intereses preocupantes, como puede ser su participación accionarial en empresas que fabrican test diagnósticos, tratamientos y vacunas para el covid-19”.

Doctores y clérigos

Pero en cierto modo Abbasi es demasiado generoso. Los científicos no solo han corrompido la ciencia al priorizar sus intereses personales, políticos y comerciales. La propia ciencia está moldeada e influida por las suposiciones de los científicos y de las sociedades a las que pertenecen. A lo largo de los siglos el dualismo cartesiano ha proporcionado la lente a través de la cual los científicos han desarrollado y justificado muchas veces los tratamientos y procedimientos médicos. La medicina también tiene sus modas, aunque están sean, por lo general, más duraderas –y más peligrosas– que las de la industria textil.

En realidad, había razones egoístas que explican por qué la comunidad científica recibió con los brazos abiertos el dualismo cartesiano hace cuatro siglos. Su división entre mente y materia creaba un espacio para la ciencia fuera de la interferencia del clero. Ahora los médicos podían reclamar una autoridad sobre nuestros cuerpos diferente de la que afirmaba tener la Iglesia sobre nuestras almas.

Pero ha sido difícil quitarse de encima la visión mecanicista de la salud, aunque los avances científicos  –y su conocimiento de tradiciones médicas no occidentales– deberían haberla hecho cada vez menos creíble. El dualismo cartesiano sigue reinando en nuestros días, en la supuestamente estricta separación entre salud física y salud mental. Tratar a la mente y al cuerpo como inseparables, como las dos caras de la misma moneda, supone arriesgarse a ser acusado de charlatanismo.  La medicina “holística” todavía lucha para ser tomada en serio.

Enfrentados a una pandemia que suscita miedo, la institución médica ha recuperado la costumbre con más fuerza. Ha mirado al virus a través de una única lente y lo ha visto como un invasor que pretende superar nuestras defensas, y a nosotros como pacientes vulnerables que necesitan desesperadamente un batallón extra de soldados que puedan ayudarnos a combatirlo. Dentro de este marco dominante, han sido las grandes farmacéuticas (las corporaciones médicas con mayor potencia de fuego) las encargadas de venir a rescatarnos.

Es evidente que las vacunas son parte de una solución de emergencia y que ayudarán a salvar las vidas de los más vulnerables. Pero la dependencia de las vacunas, y la exclusión de todo lo demás, es un signo de que hemos vuelto a considerar nuestros cuerpos como máquinas. La institución médica nos ha explicado que podemos aguantar esta guerra con el blindaje que nos proporcionan Pfizer, AstraZeneca y Moderna. Todos podemos ser Robocop en la batalla contra el covid-19.

Pero la salud no tiene por qué considerarse como una batalla tecnológica cara y consumidora de recursos contra los virus-guerreros. ¿Por qué no le damos importancia a la mejora de una alimentación cada vez con menos nutrientes y más procesada, cargada de pesticidas, llena de químicos y de azúcar, como la que la mayor parte de nosotros consumimos? ¿Cómo encaramos la plaga de estrés y ansiedad que todos soportamos en un mundo competitivo y conectado digitalmente, en el que no hay lugar para el descanso, y despojado de todo significado espiritual? ¿Qué hacemos con los estilos de vida mimados que elegimos, en los que el esfuerzo es un complemento opcional al que denominamos ejercicio en lugar de estar integrado en la jornada de trabajo, y en donde la exposición a la luz solar, fuera de las vacaciones en la playa, es casi imposible de encajar en nuestros horarios de oficina?

Miedo y soluciones temporales

Durante gran parte de la historia humana nuestra principal preocupación fue la lucha por la supervivencia, contra los animales y otros seres humanos, contra los elementos y contra los desastres naturales. Los desarrollos tecnológicos han sido de gran ayuda para facilitarnos la vida y hacerla más segura, ya fueran las hachas de sílex y los animales domésticos, las ruedas y los motores de combustión, las medicinas o las comunicaciones de masas. Ahora nuestro cerebro parece programado para echar mano de la innovación tecnológica a la hora de abordar incluso las menores inconveniencias, de calmar nuestros miedos más salvajes.

Por tanto, como es natural, hemos puesto nuestra esperanza, y sacrificado nuestra economía, en encontrar una solución tecnológica para la pandemia. Pero ¿acaso esta fijación exclusiva en la tecnología para solucionar la actual crisis sanitaria no tiene un paralelismo con otros remedios tecnológicos temporales que seguimos buscando para solucionar las múltiples crisis ecológicas que hemos creado?

¿Calentamiento global? Podemos crear una pintura aún más blanca que refleje la luz solar. ¿El plástico inunda cada rincón de los océanos? Podemos construir aspiradoras gigantes que lo absorban por completo. ¿Las poblaciones de abejas desaparecen? Podemos inventar drones polinizadores que las sustituyan. ¿El planeta agoniza? Jeff Bezos y Elon Musk transportarán a millones de personas a colonias espaciales.

Si no estuviéramos tan obsesionados con la tecnología, si no fuéramos tan codiciosos, si no nos aterrorizaran tanto la inseguridad y la muerte, si no viéramos a nuestro cuerpo y a nuestra alma como entidades separadas y a los humanos como algo aparte de todo lo demás, podríamos pararnos a reflexionar si nuestro enfoque no está ligeramente equivocado.

La ciencia y la tecnología pueden ser cosas maravillosas. Pueden permitirnos mejorar el conocimiento de nosotros mismos y del mundo que habitamos. Pero necesitan ser dirigidas con un sentido de humildad que cada vez parecemos más incapaces de tener. No somos conquistadores de nuestro cuerpo, o del planeta, o del universo; y si imaginamos serlo, pronto averiguaremos que no podemos ganar la batalla que estamos librando.

Jonathan Cook es un escritor y periodista free-lance británico residente en Nazaret. Fue merecedor del premio Martha Gellhorn de periodismo por su trabajo en Oriente Próximo. Se le puede seguir en su web: http://www.jonathan-cook.net

Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/04/22/in-our-hurry-to-conquer-nature-and-death-we-have-made-a-new-religion-of-science/

Traducción: Paco Muñoz de Bustillo / Rebelión.org

Comparte este contenido:

Los que se fueron de la escuela (Parte II)

Por: María Eugenia De la Chaussée Acuña / Itzel López Nájera

Universidad Iberoamericana Puebla

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

Abandono y pobreza

Según los datos históricos siguientes (ver Gráfica 2), en promedio, entre 2012 y 2019, 14.6% de los estudiantes de educación media superior, 7.5% de los de educación superior, 4.8% de los de secundaria y 0.7% de los de primaria abandonaron la escuela. Estos datos nos muestran que históricamente han abandonado más la escuela los alumnos de educación media superior, después los de educación superior y menos los de secundaria y primaria.

Gráfica 2

Fuente: Elaboración propia con datos de la SEP (www.planeación.sep.gob.mx/principalescifras/)

Los efectos de la pandemia por la Covid-19 representan nuevos retos para la educación en México. Sin embargo, buena parte del abandono escolar se debe al desempleo de los padres o a la falta de dinero o de recursos de las familias, lo cual nos debe llevar a preguntarnos qué ha pasado con el desempleo y, en el fondo, con la pobreza en México. Si no se atienden ambos aspectos, difícilmente se podrá mejorar la educación.

La pobreza está arraigada históricamente en la sociedad mexicana, y diversos autores como Moreno-Brid y Ros, (2009) Puyana y Romero, (2009), Boltvinik y Damián (2016), entre otros, la han abordado en su complejidad. Además de bajo ingreso y consumo, trae consigo analfabetismo, desnutrición y mala salud.

Para el Banco Mundial, los pobres son las personas que viven con menos de dos dólares al día, mientras que los que viven en pobreza extrema se mantienen con menos de 1.25 dólares.

A nivel mundial, en los años 80 comenzó a desarrollarse el concepto de pobreza multidimensional, tomando en cuenta no sólo la falta de recursos monetarios y materiales, sino también las carencias en educación, seguridad y libertad (Ortiz y Ríos, 2013).

Para el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2010), la pobreza multidimensional implica que una persona se encuentra en dicha condición cuando no tiene garantizado el ejercicio de al menos uno de sus derechos para el desarrollo social, y si sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades.

Desde 2008, en México, con base en la información proporcionada por el INEGI, el Coneval publica cada dos años información sobre la medición multidimensional de la pobreza. Según Forbes (2021), los datos de Coneval correspondientes a 2020 estarán disponibles en agosto de 2021, aunque han hecho públicas algunas estimaciones. Para la medición, Coneval utiliza nueve indicadores: Ingreso, Rezago educativo, Acceso a los servicios de salud, Acceso a la seguridad social, Acceso a la alimentación, Calidad y espacios de la vivienda, Acceso a los servicios básicos en la vivienda, Grado de cohesión social y Grado de accesibilidad a carretera pavimentada.

Como puede observarse en la gráfica 3, en México, el número de personas en situación de pobreza pasó de 49.4 millones en 2008 a 70.9 en 2020, es decir, en 12 años se incrementó en 21.5 millones de personas.

Gráfica 3

Fuente: Elaboración propia con base en indicadores del Banco Mundial, de Coneval (de 2008 a 2018) y Forbes (2021).

Los datos anteriores implican que el porcentaje de la población en situación de pobreza pasó de 44.6% a 56.3% entre 2008 y 2020 (Gráfica 4).

Gráfica 4

  Fuente: Elaboración propia con base en los datos de la Gráfica 3.

El reto mayor sigue siendo el sureste del país, donde se encuentran las entidades federativas con mayor porcentaje de población en situación de pobreza en la década 2008-2018: Chiapas (77.0% a 76.4%), Guerrero (68.4% a 66.5%), Oaxaca (61.8% a 66.4%), Veracruz (51.2% a 61.8%) y Puebla (64.6% a 58.9%) (Coneval, 2018).

Si bien es cierto que el gasto en programas sociales y combate a la pobreza se ha venido incrementando en las últimas décadas, esto no ha logrado revertir en gran medida la pobreza que afecta a México, pues en algunos periodos disminuyó, pero en los últimos años ha vuelto a aumentar. El modelo económico vigente no ha logrado corregir el problema de la pobreza, la desigualdad económica y, por lo tanto, la educación.

Articulando

De acuerdo con el comportamiento histórico expuesto, el estudiantado de nivel medio superior fue el que más abandonó sus estudios en el ciclo escolar 2019-2020, agravándose en este ciclo la situación de abandono por motivos de pandemia, lo que significa, para este nivel, 35.9%. Aunado a este abandono, se encuentran las cifras para el resto de niveles, donde los de preescolar representan un alto porcentaje, con 94.7% y la primaria con un también alto número de 73.2%.

Como se mencionó, entre los motivos más reportados en Ecovid, tanto los directamente relacionados con la pandemia como otros indicados, muestran variables de carácter económico. Esta dimensión es significativa si tomamos en cuenta que las cifras de pobreza aumentaron también para este periodo, pasando de 41.6% de la población en situación de pobreza en 2018, a 56.3% en 2020. Pobreza y abandono son dos variables que parecen presentar una relación importante a primera vista en este contexto, y esta mirada panorámica que presentamos parece arrojar que las cifras por venir no resultarán del todo satisfactorias en términos de lo que significará para el rezago en el sistema educativo nacional.

Referencias

Boltvinik, J., y Damián A. (2016). Pobreza creciente y estructuras sociales cada

 vez más desiguales en México. Una visión integrada y crítica. Acta

Sociológica, 70(mayo-agosto), 271-296.

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2019). Diez 

años de medición de pobreza en México, avances y retos en política social,

Cd. de México: Coneval.

 Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2021). Encuesta para la Medición

del Impacto Covid-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020, Cd. de

México: INEGI.

Forbes (2021). 9.8 millones de nuevos pobres en México por pandemia. México: Coneval. https://www.forbes.com.mx/noticias-mexico-9-millones-pobreza-pandemia-coneval/#:~:text=El%20Coneval%2C%20organismo%20p%C3%BAblico%20que,el%2056.7%25%20de%20la%20poblaci%C3%B3n

Moreno-Brid, Juan C. y Ros, Jaime (2009), Development and Growth in the 

Mexican Economy: A Historical Perspective, New York: Oxford

Press.

Ortiz Galindo, J., y Ríos Bolívar, H. (2013). La Pobreza en México, un

análisis con enfoque multidimensional, Análisis Económico, XXVIII(69, septiembre-diciembre), 189-218.

Puyana, A., y Romero J. (2009). De la crisis de la deuda al estancamiento

 económico, México:  El Colegio de México.

Redacción (2021). La SEP inaugura el ciclo escolar 2021, 30 millones de estudiantes inician clases en casa, El Economista, 24 de agosto. https://www.eleconomista.com.mx/politica/SEP-inaugura-ciclo-escolar-2020-2021-arrancan-clases-a-distancia-20200824-0018.html

Fuente: http://www.educacionfutura.org/los-que-se-fueron-de-la-escuela-parte-ii/

Comparte este contenido:

Semillero de la era digital: El Transistor y la microelectrónica de estado sólido (parte I)

Hayah García

Profesor Agregado D.E.

Universidad “Clodosbaldo Russian”

Cumaná – Sucre – Venezuela

Emailhayahgarcia@gmail.com

Twitter: hayah_garcia

A partir de 1947 la electrónica inicia el tránsito a la frontera del estado sólido, dejando atrás años de uso de los llamados tubos al vacío. Es así como científicos de los Laboratorios Bell (actual AT&T) en medio de investigaciones sobre el uso de nuevos materiales semiconductores descubren cierta propiedad en minerales como el silicio (Si) de transportar pequeñas cargas eléctricas dado los enlaces covalentes que posee dicho material.

La electrónica es  una rama de la física dedicada al estudio del flujo de los electrones y de partículas cargadas eléctricamente. El electrón en su concepto más sencillo es una partícula atómica que posee carga negativa y forman la corteza externa de los átomos, los cuales interactúan entre si para mantener las uniones moleculares.

Los investigadores utilizando la técnica del dopaje, que consistente en añadir impurezas de otros minerales de un grupo mayor o menor al del semiconductor a dopar, lograron crear uniones del tipo N (negativas) y P (positivas) observando en principio la existencia de un flujo eléctrico, efecto que posteriormente los llevaría a crear el primer Transistor, el cual pasaría a sustituir los tubos al vacío que hasta ese momento eran los componentes electrónicos utilizados en la construcción de radios, televisores, equipos de sonido y hasta computadoras. Estos componentes eran como una especia de bombillos incandescentes, con filamentos encapsulados en pequeños envases de vidrio con gases, que requerían de grandes voltajes para su funcionamiento y generaban altas temperaturas por lo que su tiempo de vida era muy reducido. Estas desventajas de los tubos al vacío fue el motivo principal que impulsó a los científicos para crear sustitutos más confiables, de menor costo y consumo eléctrico.

La invención del transistor (1947) estuvo marcada por varios hechos desde el equipo de investigadores del Laboratorio Bell donde estuvieron John Bardeen, Walter Houser Brattain y William Bradford Shockley y de forma aislada Julius Lilienfeld quien patentó un transistor previo a los diseñados por el trinomio de la Bell, quienes en 1956 fueron merecedores del Premio Nobel de Física por sus investigaciones sobre los semiconductores y por sus descubrimientos acerca del efecto transistor.

El transistor bipolar es un componente electrónico construido a base de Silicio. Posee tres contactos (denominados Emisor, Base y Colector) incrustados entre las uniones semiconductoras P-N-P o N-P-N. La denominación de bipolar se debe a que la conducción entre uniones tiene lugar gracias al desplazamiento de portadores de dos polaridades (huecos positivos y electrones negativos) entre ellas, lo que permite aumentar la corriente y bajar el voltaje, según sea la configuración que se le dé al transistor entre sus terminales.

El uso principal del transistor es como amplificador, pero también funciona como interruptor y es bajo esta forma que se  recrean los unos y los ceros con los que trabaja la computadora, es decir dejando o no pasar la corriente eléctrica en un determinado momento, desde el punto de vista electrónico se trata de pasar de la región de corte del transistor a su región activa. Esta propiedad del transistor abrió las puertas a la electrónica digital que trabaja con dos estados lógicos: 1 y 0.

Con la ayuda de la lógica binaria, el álgebra de Boole (1854), los mapas de  Karnaugh (1953) y la microelectrónica se desarrollan los primeros circuitos lógicos en estado sólido: compuertas AND, OR, NOT, NOR NAND, XOR, que constituyen la base de las máquinas electrónicas sumadoras que dan vida a las calculadoras. Gracias a los avances que ya se tenía con las computadoras con tubos  al vacío (la ENIAC fue lanzada en 1946 y tenía 17468 tubos de vacío y podía resolver 5000 sumas o 300 multiplicaciones en 1 segundo) y la aparición de otros componentes electrónicos integrados fue sumamente rápido el desarrollo de nuevos y cada vez más pequeños equipos electrónicos entre la década del 60 y 70.

Es parte de la historia que luego de patentar el transistor Shockley funda su propia empresa “Shockley Semiconductores”, siendo la precursora del Valle de Silicio en los Estados Unidos, empresa que tuvo poco éxito en el desarrollo con semiconductores. Posteriormente, Robert Noyce y Gordon Moore tras su salida del equipo de científicos de Shockley Semiconductores crean en 1957 una de las empresas de semiconductoras más icónicas de la época: Fairchild Semiconductor, la cual años más tarde lanzaría casi simultánea con Texas Instruments (otra de las grandes empresas del mundo de la electrónica) al mercado el primer circuito integrado gracias a los avances  de la microelectrónica, iniciando así la carrera por la miniaturización de un conjunto de componentes electrónicos dentro de una pequeña oblea de silicio, lo que abrió el paso al surgimiento de los microprocesadores, corazón de las Computadoras Personales (Personal Computer o PC en inglés). Lo curioso es que la dupla Noyce y Moore en 1968 serían los fundadores de Intel, hoy empresa líder en la fabricación de microchips y microprocesadores.

Los avances sucesivos a la invención del transistor y de la electrónica de estado sólido ha sido impresionante (tubos al vacío –> transistor –> micro chip –> micro procesadores) al punto que podemos tener hoy día computadoras portátiles y teléfonos capaces de realizar llamadas y de emular no solo una computadora, sino que además integran un conjunto de otros dispositivos electrónicos que nos han llevado a establecer la denominada frontera digital, donde hardware y software se unen en un pequeño dispositivo para brindar múltiples opciones de comunicación en varias dimensiones gracias a la conectividad en tiempo real y las redes comunicacionales que se han establecido alrededor del mundo.

Fuente: El Autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

Comparte este contenido:
Page 418 of 2683
1 416 417 418 419 420 2.683