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Hacia una concertación para la reapertura de las aulas

Por: Catherine Piña

En los últimos diez años hemos aprendido a concertar los intereses de diferentes actores con el objetivo de mejorar nuestro sistema educativo.  La apertura de nuestras escuelas con clases presenciales debe ser abordada bajo este mismo espíritu.

Hace unos meses se presentó la disyuntiva sobre si aplazar las elecciones ante la posibilidad de que pudieran provocar un pico de contagios de COVID-19 en nuestro país. Aunque no hubo unanimidad, la sociedad en su mayoría apoyó que enfrentáramos la situación tomando las medidas de lugar. Fue así como más de 4 millones de personas en un solo día nos presentamos en las urnas a ejercer nuestro derecho al voto y, como estaba previsto, el 16 de agosto de 2020 el nuevo Gobierno tomó posesión. Lograr el equilibrio entre la salud y la economía nos ha planteado la necesidad de sortear otras disyuntivas y hemos visto que se ha ido enfrentando con una apertura gradual de centros comerciales, tiendas, hoteles, bares y restaurantes.

Sin embargo, y en contraposición a lo que ha ocurrido en otros países del mundo, nuestras autoridades, sin dejar de tener sus razones, se han negado a retomar la presencialidad del sistema educativo.

El debate se postergó hasta ahora y nos encontramos en el proceso de decidir cómo y cuándo nuestros estudiantes deben volver a las aulas. Al parecer, la posición de los dirigentes del sistema educativo y el gremio profesoral de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) consideran un riesgo para la salud el regreso en cualquier esquema, lo cual contrasta con una gran parte de la sociedad que cree que con las medidas adecuadas podemos controlar el riesgo de contagio de COVID-19, a la vez que mitigamos los efectos perniciosos de tener a nuestros niños y jóvenes alejados de las aulas.

Estos efectos, el más directo la ausencia de aprendizaje en gran parte de los y las estudiantes, se expanden con otros aspectos indirectos como el aumento del abandono escolar, del trabajo infantil, embarazos en adolescentes, violencia de género, desnutrición, aislamiento social y pobreza extrema.

¿Qué hacer ante esta disyuntiva? Estoy entre las personas que cree que debemos abrir las escuelas en un plan que tome en cuenta las realidades de cada comunidad educativa y que sobre la base de cada contexto defina de forma flexible y gradual – y por supuesto con protocolos de seguridad- como retornar a las aulas.

Algo más importante aún: no perdamos las conquistas que en la última década hemos ganado con relación a concertar intereses entre los diferentes actores clave de la sociedad en lo que a la educación dominicana se refiere.

En el 2010 nos vestimos de amarillo para reclamar la asignación del 4% del PIB para la educación, un número que implica que uno de cada cinco pesos que gasta el Gobierno, va al sistema educativo pre universitario. En el 2012 creamos la Iniciativa Dominicana para una Educación de Calidad – IDEC, un foro permanente para dialogar, concertar y dar seguimiento a las políticas dirigidas a mejorar la calidad educativa de nuestro país. En 2014, con el mismo ánimo de hacer de los diferentes actores del sistema educativo un solo equipo, una amplísima representación de la sociedad dominicana firmó el Pacto Nacional para la Reforma Educativa.

Estimado lector, ha llegado el momento de enfrentar el desafío de recuperar la educación y de poner en marcha planes que nos permitan abordar el desastre que ha representado para muchos, y en especial para los más vulnerables, el cierre de los centros de estudio.

No es una decisión fácil porque cualquiera que sea, traerá daños colaterales, en algunos casos imposibles de evitar. Pero confiemos en el compromiso y la capacidad de los diferentes actores de la sociedad para ponderar los pro y contra de las diferentes opciones y tomemos esta decisión con espíritu democrático y colaborativo.  Por el bien de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, que al final es el bien de todos.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/hacia-una-concertacion-para-la-reapertura-de-las-aulas-8911987.html

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Cómo ha afectado el confinamiento a los niños con TEA

Por: ABC

Los síntomas del síndrome de Asperger afectan sobre todo a cuestiones concernientes con la comunicación, a la interacción social con otras personas y, además, a la capacidad para adaptarse a nuevas situaciones.

El estado de alarma y el cierre de colegios a causa de la pandemia de la Covid-19 afectó de forma muy negativa a los alumnos con necesidades especiales, concretamente a los niños y jóvenes con TEA. Muchos de estos estudiantes precisan de más refuerzos docentes, psicológicos, educativos y sociales que el resto de los estudiantes y la pandemia y sus consecuencias han provocado que se haya incrementado la problemática educativa y social de estos niños.

El síndrome de Asperger es un trastorno que afecta al desarrollo neuronal de una persona, es decir, que su cerebro funciona de manera diferente a la habitual. En la actualidad, el síndrome de Asperger se incluye dentro de los trastornos del espectro autista (TEA). El diagnóstico tardío, la escasa información, el desconocimiento de sus características y las barreras de inclusión en la educación provocan que estas familias no cuenten con todo el apoyo que necesitan.

Desde ELEInternacional, escuela online, manifiestan que son niños que sufren cierta discriminación por la falta de información sobre este síndrome, así como por la falta de herramientas de inclusión para establecer una interacción adecuada tanto para el niño como a su entorno.

Los síntomas del síndrome de Asperger afectan sobre todo a cuestiones concernientes a la comunicación, a la interacción social con otras personas y además, a la capacidad para adaptarse a nuevas situaciones como el uso de mascarilla o las restricciones sociales provocadas por la pandemia.

Además, a diferencia de otros trastornos autistas, las personas con este síndrome suelen tener un lenguaje fluido. En las últimas cuatro décadas, los casos de TEA han aumentado significativamente, situándose en 1 caso por cada 100 nacimientos, según datos ofrecidos por Autismo Europa, 2012. Sin embargo, el número de personas afectadas por este tipo de trastorno sería superior al millón si se tiene en cuenta el profundo impacto que produce en cada sistema familiar, siendo cada uno los miembros de la familia los afectados. A falta de datos oficiales actuales, según la Confederación Asperger España, estiman que hay entre 1 y 5 casos de Asperger por cada 1.000 nacimientos.

Marcar una rutina de trabajo cada día, establecer pocos y claros objetivos y ocio/deporte por la tarde, son las principales claves para ayudar a las rutinas que deben seguir llevando estos niños. Como explican desde ELEInternacional, todas las personas con TEA comparten características que definen su trastorno, sus comportamientos y sus dificultades en los procesos de aprendizaje. Además, las personas que sufren el síndrome de Asperger son contrarias a los cambios y a la espontaneidad, por eso necesitan de esa rutina instaurada con tiempo y constancia.

De acuerdo con el informe «¡Protegednos!», que publicó en 2016 la ONG Plan Internacional, el 84 % de los niños con algún tipo de discapacidad encuestados habían experimentado alguna forma de violencia en la escuela. Por este motivo, es esencial una correcta inclusión y darles un trato de igualdad e incluirlos en la educación convencional, utilizando recursos adecuados que favorezcan su aprendizaje.

Un niño con Asperger puede ser un reto para los educadores, por lo que su conducta va a ser esencial: la empatía, la flexibilidad, la paciencia, el buen humor y el respeto son condiciones necesarias para desarrollar una relación de confianza que, sin duda, van a contribuir positivamente en su desarrollo tanto dentro como fuera del aula.

En general, todos tienen dificultades para concentrarse y seguir el ritmo normal de la clase, para empatizar con los compañeros, para comunicar lo que han aprendido, para resolver dudas al momento o tan solo para recordar los deberes que tienen que realizar o estudiar. Como matizan desde la escuela online, «algunas de las adaptaciones que podemos poner en marcha en el aula serían: ponerles en primera fila, ofrecerles técnicas y estrategias para mejorar su proceso de aprendizaje, programaciones, material visual, son necesidades educativas que ayudan a construir un aula inclusiva para todos esos alumnos que lo necesitan».

Recomendaciones a las familias y profesorado para disfrutar de un aula segura

– Crear un buen clima dentro del aula, agradable y segura que favorezca el desarrollo personal de cada alumno y facilite la convivencia.

– Identificar las necesidades especiales del alumno, reforzando tanto sus fortalezas como sus debilidades.

– Adaptación del entorno al niño que tiene una discapacidad. Se recomienda crear grupos reducidos en los que convivan todos los alumnos y profesores ayudando a la inclusión. Aquí es fundamental la comprensión y la empatía hacia el punto de vista desde el que observa al resto del mundo el niño con necesidades especiales.

– Identificar las actividades más adecuadas para cada alumno entre las opciones de trabajo previstas en la programación.

– Planificar estrategias didácticas y metodológicas que faciliten la máxima participación de los alumnos, seleccionando y utilizando materiales creativos y específicos.

– Enfocarse en lo que cada uno puede dar en vez de centrarse en las limitaciones.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-como-afectado-confinamiento-ninos-202102181056_noticia.html

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Latinoamérica: Tradiciones indígenas que aún sobreviven en Latinoamérica

Tradiciones indígenas que aún sobreviven en Latinoamérica

Pueblos originarios de América Latina y sus tradiciones ancestrales

1 Los wajapi y su arte gráfico llamado kusiwa

Los wajapi habitan al norte de la Amazonía, en Brasil, y se caracterizan por su particular y colorido arte gráfico llamado kusiwa, para el cual utilizan tintes vegetales y otros objetos de su entorno.

Ellos utilizan el kusiwa para transmitir a la comunidad sus conocimientos esenciales, sobre todo, aquellos relacionados con el origen y la aparición del hombre.

Las competencias para desarrollar la técnica del kusiwa se alcanza hasta los 40 años y estas abarcan desde la preparación de los tintes hasta la representaciones artísticas.

2 Los wayuus y su manera de resolver los conflictos

Ubicados entre Colombia y Venezuela, los wayuus se caracterizan por su singular manera de resolver los conflictos, ya que desde tiempos ancestrales recurren a los pütchipü’üis o “palabreros”.

Los palabreros son los encargados de intervenir y hacer uso de principios, procedimientos y ritos para dar litigio a un conflicto y se basan en medios pacíficos para lograr la armonía social.

3 Los indígenas del pueblo Mita y la danza de La Huaconada

 

En el pueblo El Mito, en Perú, desde tiempos ancestrales, las comunidades indígenas de la zona realizan la popular danza de La Huaconada, en la que el personaje Huacon tiene una doble identidad.

Huacon representa, en el mundo terrenal, el consejo de ancianos y en el mundo divino al cóndor, símbolo ancestral de los pueblos andinos.

Solo aquellos hombre que se consideren moralmente íntegros pueden llegar a ser Huacon.

4 Los mapuches y el Wiñol Tripantu: año nuevo indígena

El Wiñol Tripantu es una fiesta que marca el inicio del año nuevo mapuche y “la nueva salida del sol”. Esta celebración se lleva a cabo entre el 21 y 24 de junio, en el solsticio de invierno.

El We Tripantu está determinado por el ciclo lunar, el cual controla la naturaleza, el tiempo, las lluvias, la vida animal y vegetal, pero a la vez este ciclo tiene relación con el estilo de vida mapuche, su religión y concepción de mundo.

Telesur

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2018/07/tradiciones-indigenas-que-aun-sobreviven-en-latinoamerica/

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Brasil: Coronavirus: el capitalismo opone la economía a la salud y a la educación. La respuesta ecomunitarista

Coronavirus: el capitalismo opone la economía a la salud y a la educación. La respuesta ecomunitarista

Sirio López Velásco

En este artículo el autor hace un balance de la respuesta capitalista durante la pandemia ante el desafío educativo y sanitario que contrapone a la respuesta ecomunitarista.


En todo el mundo, y especialmente en América Latina, la pandemia del coronavirus reveló un hecho mayor de la sociedad capitalista: empresarios y gobiernos han priorizado el lema “la economía no puede parar”, en detrimento de la salud de las personas. Ello dio lugar a que, sin hacer el lockdown casi total de las actividades económicas, reclamado por diversas instituciones médicas y científicas, tal priorización contribuyó al progresivo agravamiento de la pandemia.

Las causas de ello son muy simples, y basta citar, entre otras, la facilitación del contagio mediante el amontonamiento de millones de trabajadores que concurren a sus empleos en medios de transporte colectivo repletos de gente, y/o que se apretujan en lugares de trabajo en los que no existe el distanciamiento mínimo entre un trabajador y otro (aún en el caso en el que los mismos usen tapabocas y se higienicen las manos con jabón o alcohol con toda la frecuencia necesaria).

Reinó entonces, como siempre, la lógica y la sed de la ganancia que caracterizan a la producción y distribución capitalistas, en detrimento de la salud humana. Y cuando por algún tiempo los gobiernos han accedido a la suspensión de las actividades económicas que juzgaron “no esenciales”(dejando principalmente en funcionamiento la producción y distribución de alimentos y las farmacias), vino a luz una necesidad “insospechada”: para quedarse en sus casas las personas necesitan ingresos que les permitan comer y cuidar su salud, o sea, subsistir; ello motivó en algunos países la adopción de “auxilios de emergencia”, que, no obstante, han tenido una duración limitada y montos insuficientes.

Resultado: millones de los más pobres se vieron obligados a seguir trabajando en sus empleos informales, o (a veces acicateados y presionados por sus patrones) a pedir la vuelta al trabajo en sus ramas de actividad, exponiéndose a sí mismo y a millones de sus familiares y semejantes al peligro renovado del contagio.

Hay que notar que en las actividades económicas consideradas “esenciales”, que fueron mantenidas, ni las condiciones de trabajo fueron sistemática y seriamente fiscalizadas, ni el esfuerzo excepcional de sus trabajadores fue reconocido mediante aumentos de salario y otros beneficios.  Simultáneamente, y para enfrentar la atención de los millones ya contagiados, las sociedades capitalistas revelaron otra de sus falencias: no tienen un sistema de salud público capaz de atender eficaz y gratuitamente a millones de personas necesitadas de pronto socorro para preservar su vida, la de sus familias, y la de la comunidad en general (por el peligro social suponen quienes son potenciales transmisores del contagio). Así se constató la carencia de instalaciones, profesionales, equipos, remedios, y de algo tan elemental como el oxígeno, para atender a esa multitudinaria demanda. Entonces centenas de miles de personas desesperadas se amontonaron en los predios disponibles, o simplemente fueron rechazadas por el sistema de salud y condenadas a morir en sus casas, sin recibir la atención que necesitaban. Al tiempo en que todo esto ocurría, cuando para tratar de disminuir el ritmo del contagio se determinó también la suspensión temporal de las actividades escolares presenciales y se adoptó la modalidad de la enseñanza remota a través de internet, afloró otra faceta del capitalismo: buena parte de los niños pobres, o simplemente no contaban con internet, o la que tienen es inestable y de poca potencia; ambos fenómenos crearon para esos millones de niños una nueva brecha en las condiciones de aprendizaje que vino a sumarse a la que ya desde antes de la pandemia y por la división estructural de la sociedad capitalista los inferiorizaba en relación a los escolares de las clases alta y media (donde, además de internet, abundan los televisores, los libros y las madres o padres con escolarización y tiempo disponible para dar el apoyo requerido a los educandos). Finalmente, también se constató que a esas discriminaciones propias del capitalismo, se le suma otra: la racial; así, entre otras, en Brasil una investigación de la ABRINQ (Asociación de los empresarios fabricantes de juguetes) reveló que los niños negros (entre los que hay notoriamente mayor proporción de pobres que entre los blancos, en un fenómeno que se repite en el llamado “Primer Mundo” capitalista, por ejemplo en EEUU) padecen notoriamente más las citadas estrecheces que los niños blancos.

Todos estos fenómenos revelan una característica fundamental del capitalismo: la producción social acompañada de la apropiación privada de los bienes y servicios conlleva a una profunda desigualdad de condiciones de existencia; que también tiene un componente racial, pues la proporción de pobres es mucho mayor entre los no-blancos (en especial, en América Latina,  indígenas y negros) que entre los blancos.

A todo esto se contrapone el Ecomunitarismo con su propuesta de economía ecológica y sin patrones que aplique el lema “de cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”. En esa organización económica la propiedad de los medios de producción es comunitaria, y también lo es la distribución equitativa y solidaria de bienes y servicios; y en ella las actividades productivas son rotativas, para que cada persona (que previamente ha obtenido gratuitamente de la comunidad la formación necesaria para tanto) ejercite rotativamente sus diversas vocaciones y se realice como individuo integral. De tal forma que cada persona (independientemente del tipo de actividad que desarrolle en ese momento en la trama social de la distribución de lo que en el capitalismo es esa tortura llamada “trabajo”) recibe del Fondo Común Comunitario disponible, lo que necesita para mantenerse sano y desarrollarse como individuo, y para que otro tanto pueda hacer su familia. Y cuando una emergencia natural y/o social como la que constituye la actual pandemia afecta seriamente la organización de la producción, en la medida en que todos los bienes y servicios que extrapolan la residencia familiar son comunes, la comunidad, regida por la “política de todos” que se basa en la democracia directa (hoy muy facilitada por los recursos de internet), determinará una nueva redistribución más ajustada, pero siempre solidaria, para que nadie quede excluido ni sea indebidamente privilegiado a costa de los demás. Simultáneamente, en el transporte de ida y vuelta de los trabajadores a/de cada centro de producción y distribución cuya actividad se juzgue indispensable mantener, y en dichos centros, serán adoptadas todas las medidas de protección de la salud de quienes allí laboren, al tiempo en que (una vez que todas sus necesidades materiales fundamentales ya están satisfechas) se los distingue con estímulos y premios morales públicos y repetidos, en  reconocimiento agradecido por su dedicación al bien colectivo.

Hay que notar que en esa economía ha desaparecido el dinero y el salario; el primero porque ya no es más necesario, y el segundo porque ha sido superada la esclavitud asalariada mediante la distribución comunitaria solidaria y equitativa de los bienes y servicios. Entre estos últimos figura una amplia red de salud pública y gratuita, preparada previsoramente para recibir a tod@s sin distinción y con la misma gran calidad de atención, tanto en épocas de normalidad como en situaciones de emergencia.   Al mismo tiempo, la educación ambiental ecomunitarista generalizada vela para que tanto en tiempos normales como en emergencias, como la de una pandemia, toda la vida social se desarrolle respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad, superando la destrucción-devastación-contaminación irreversible de la salud de la naturaleza no humana que caracteriza al capitalismo, y practicando la solidaridad intercultural e inter-étnica que supera al racismo imperante en el capitalismo (heredero, también en lo que respecta a esa lacra, de las sociedades clasistas que lo precedieron). En esa educación ecomunitarista cada niño recibe de y en la comunidad gratuitamente todas las instalaciones, asesoría, equipos, bienes y servicios de los que necesite para desarrollarse como individuo universal; así, por ejemplo, la internet es gratuita y de calidad para todos los educandos, sin distinción de su localidad de residencia ni en función del tipo de actividad que sus respectivos padres estén ejerciendo temporalmente.

En y por todas las características citadas (y otras aquí no abordadas) el Ecomunitarismo hace realidad en su día a día las tres normas éticas fundamentales (deducidas argumentativamente de la gramática profunda de la pregunta que instaura la Ética, a saber, “¿Qué debo hacer?”), que nos obligan, respectivamente, a garantizar nuestra libertad individual de decisión, a realizar esa libertad en la búsqueda de respuestas consensuales con los demás en las diversas situaciones que nos depare la vida, y a preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana.

Bibliografía mínima 

Sirio López Velasco (2009). Ética ecomunitarista, Ed. UASLP, México, disponible gratuitamente en https://issuu.com/filopoiesis/docs/etica_mexico_final_2009

y en https://rebelion.org/download/etica-ecomunitarista-etica-para-el-socialismo-del-siglo-xxisirio-lopez-velasco/?wpdmdl=654430&refresh=5ffa00fe3411b1610219774

Sirio López Velasco (2017). Contribuição à Teoria da Democracia: uma perspectiva ecomunitarista, Ed. Fi, Porto Alegre, Brasil, disponible gratuitamente en https://www.editorafi.org/196sirio

Fuente de la Información: https://rebelion.org/coronavirus-el-capitalismo-opone-la-economia-a-la-salud-y-a-la-educacion-la-respuesta-ecomunitarista/

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Educación planetaria: La geografía que los niños estudiarán en los colegios de Marte

La geografía que los niños estudiarán en los colegios de Marte

Un nuevo atlas completo de Marte hecho con las mismas técnicas que los de la Tierra nos da una idea de cómo será la asignatura de geografía para la chavalada marciana

Acaban de publicar el primer atlas completo de Marte realizado con las mismas técnicas que cualquier atlas de la Tierra, un precioso tomo ilustrado de 84 páginas que muestra todo lo que un estudiante marciano necesitará saber de su planeta, desde accidentes geográficos a mapas estacionales del clima.

El atlas marciano será presentado en la 52ª conferencia de ciencia lunar y planetaria — que este año será virtual — por su editor, el húngaro Henrik Hargitai de la universidad Eötvös Loránd en Budapest. Hargitai afirma que es la culminación de todos los esfuerzos cartográficos marcianos de las últimas dos décadas.

Mapa del albedo marciano, el índice de reflectividad del planeta (Europlanet Society)

El cartógrafo, que hasta hace poco presidía la comisión de cartografía planetaria de la Asociación Cartográfica Internacional, dice que “los mapas del atlas han sido editados manualmente, usando datos precisos de las misiones y los modelos [marcianos]”.

 

Detalle de accidentes geográficos con elevaciones (Europlanet Society)

Según el editor, la clave de este atlas es que usa las mismas técnicas y principios cartográficos que los atlas de la Tierra, incluyendo “mapas temáticos que revelan patrones físicos que han sido usados durante décadas en los atlas terrestres pero que es la primera vez que están en un atlas de Marte”.

Clase maestra de geografía marciana

Hargitai dice que el atlas —disponible en inglés, húngaro y checo— ha sido publicado para estudiantes y asociaciones astronómicas de todo el mundo con la ayuda de la Europlanet Society, una plataforma abierta administrada por la Fundación Europea de la Ciencia.

Mapa de temperaturas en una estación marciana (Europlanet Society)

Como describe Phys.org, la parte principal del atlas es una serie de páginas dobles de 30 cuadrángulos cartográficos dibujados por la US Geological Survey, una agencia federal norteamericana dedicada al estudio de la Tierra y otros planetas. Estos cuadrángulos muestran la topografía de los accidentes geografícos como campos de dunas, fallas, montañas, calderas volcánicas o antiguos lagos y ríos.

También incluye las variaciones climáticas del año marciano, desde la temperatura en toda la superficie del planeta a lo largo de las estaciones a los cambios en la extensión del hielo, los vientos, las tormentas de arena o las heladas.

Según dicen los promotores del proyecto, este atlas va a seguir creciendo año a año, ampliando mapas y añadiendo nuevos niveles de detalle a medida que las misiones científicas interplanetarias sigan capturando información

Para el día que abra el primer colegio en Marte, va a ser un tocho inabarcable. Habrá que ver si la chavalada marciana es más aplicada que la chavalada terrestre actual, claramente las mentes más preparadas de la historia gracias a todas las maravillosas leyes de educación estatales y el magnífico sistema educativo autonómico (ilustrado sobre estas líneas).

 

Fuente de la Información: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/novaceno/2021-03-21/marte-atlas-colegios-geografia-estudiantes_2998740/

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Brasil: Lección de la Covid-19: enfermamos a la Tierra y la Tierra nos enferma

Lección de la Covid-19: enfermamos a la Tierra y la Tierra nos enferma

Leonardo Boff

La irrupción del coronavirus en 2019 ha revelado la íntima conexión existente entre Tierra y Humanidad. Según la nueva cosmología (visión científica del universo), nosotros, los humanos, formamos una entidad única con la Tierra. Participamos de su salud y también de su enfermedad.

Isaac Asimov, científico ruso, famoso por sus libros de divulgación científica, a petición de la revista New York Times (del día 9 de octubre de 1982) con ocasión de la celebración de los 25 años del lanzamiento del Sputnik, que inauguró la era espacial, escribió un artículo sobre el legado de ese cuarto de siglo espacial.

El primer legado, decía él, es la percepción de que, en la perspectiva de las naves espaciales, la Tierra y la humanidad forman una única entidad, es decir, un único ser, complejo, diverso, contradictorio y dotado de gran dinamismo.

El segundo legado es la irrupción de la conciencia planetaria: construir la Tierra, y no simplemente las naciones, es el gran proyecto y desafío humano. Tierra y Humanidad tienen un destino común. Lo que pasa en una, pasa también en la otra. La Tierra enferma y al mismo tiempo enferma el ser humano; enferma el ser humano, enferma también la Tierra. Estamos unidos para el bien y para el mal.

En el momento actual, toda la Tierra y cada persona estamos siendo atacados por la Covid-19, especialmente Brasil, víctima de un jefe de estado de locura que no se preocupa por la vida de su pueblo. Todos, de una forma u otra, nos sentimos enfermos física, psíquica y espiritualmente.

¿Por qué hemos llegado a esto? La razón reside en la Covid-19. Es erróneo verla aisladamente sin su contexto. El contexto está en la forma como organizamos desde hace ya tres siglos nuestra sociedad: con pillaje ilimitado de los bienes y servicios de la Tierra para provecho y enriquecimiento humano. Este propósito ha llevado a ocupar el 83% del planeta, deforestando, contaminando el aire, el agua y los suelos. En palabras del pensador francés Michel Serres, promovemos una guerra total contra Gaia, atacándola en todos los frentes sin ninguna posibilidad de vencerla. La consecuencia ha sido la destrucción de los hábitats de miles de especies de virus. Para sobrevivir saltaron a otros animales y de estos a nosotros.

La Covid-19 representa un contraataque de la Tierra contra la agresión sistemática montada contra ella. La Tierra enfermó y nos pasó su enfermedad mediante una gama de virus como el zika, la chicungunya, el ébola, la gripe aviaria y otros. Como formamos con la Tierra una unidad compleja, enfermamos con ella. Y si enfermamos nosotros, terminamos también por enfermarla. El coronavirus representa esta simbiosis siniestra y letal.

De modo general debemos entender que la reacción de la Tierra a nuestra violencia se muestra por la fiebre (calentamiento global), que no es una enfermedad, pero apunta a una enfermedad: el alto nivel de contaminación por gases de efecto invernadero que la Tierra no consigue digerir y su incapacidad de continuar ofreciéndonos sus bienes y servicios naturales. El 22 de septiembre de 2019 se produjo la Sobrecarga de la Tierra, es decir, las reservas de bienes y servicios naturales, necesarios al sistema-vida, tocaron fondo. Entramos en números rojos, tenemos un cheque sin fondos.

Para tener lo necesario y, peor, para mantener el consumo suntuoso y el desperdicio de los países ricos, debemos arrancarle a la fuerza sus “recursos” para atender la demanda de los consumistas. ¿Hasta cuándo aguantará la Tierra?

Sabemos que hay nueve fronteras planetarias que no se pueden sobrepasar sin amenazar la vida y nuestro proyecto civilizatorio. Cuatro de ellas ya las hemos traspasado. La consecuencia es que tenemos menos agua, menos nutrientes, menos cosechas, más desertificación, mayor erosión de la biodiversidad y de los demás elementos indispensables para la vida. Por tanto, nuestro tipo de relación es anti-vida y es la causa principal de la enfermedad de la Tierra que, a su vez, nos vuelve también enfermos. Por esta razón, casi todos nosotros, especialmente a causa del aislamiento social y de las medidas higiénicas, nos sentimos prostrados, desvitalizados, irritables, en una palabra, atrapados por una pesadilla que no sabemos cuándo va a acabar. La muerte de miles de seres queridos, sin poder acompañarlos y darles la última despedida con un luto imprescindible, nos abruman y ponen en jaque el sentido de la vida y el futuro de nuestra convivencia en este planeta.

Por otro lado, con un alto costo, estamos aprendiendo que lo que nos está salvando no son los mantras del capitalismo y del neoliberalismo: el lucro, la competencia, el individualismo, la explotación ilimitada de la naturaleza, la exigencia de un Estado mínimo y la centralidad del mercado. Si hubiéramos seguido estos “valores”, casi todos seríamos víctimas. Lo que nos está salvando es el valor central de la vida, la solidaridad, la interdependencia de todos con todos, el cuidado de la naturaleza, un Estado bien pertrechado para atender las demandas sociales, especialmente las de los más necesitados, la cohesión de la sociedad por encima del mercado.

Nos damos cuenta de que cuidando mejor todo, recuperando la vitalidad de los ecosistemas, mejorando nuestros alimentos, orgánicos, descontaminando el aire, preservando las aguas, los bosques y las selvas nos sentimos más saludables y con esto hacemos la Tierra también más saludable y revitalizada.

Lo que la Covid-19 nos ha venido a mostrar de forma brutal es que ese equilibrio Tierra y humanidad se ha roto. Nos hemos vuelto demasiado voraces, arrancando a la Tierra lo que ella ya no nos puede dar. No respetamos los límites de un planeta pequeño, con bienes y servicios limitados. Antes bien, nuestra cultura ha creado un proyecto irracional de crecimiento ilimitado como si los bienes y servicios de la Tierra fuesen también ilimitados. Esa es la ilusión en la que continúan las mentes de casi todos los empresarios y de los jefes de Estado.

La Covid-19 nos hace recuperar nuestra verdadera humanidad, aunque sea ambigua por naturaleza. Ella está hecha de amor, de solidaridad, de empatía, de colaboración y de la dimensión humano-espiritual que da el debido valor a los bienes materiales, sin absolutizarlos, pero da mucho más valor a los bienes intangibles como los que hemos citado. Los materiales los dejamos atrás, los humano-espirituales los llevamos más allá de la muerte, pues constituyen nuestra identidad definitiva.

Cuanto más amigables sean nuestras relaciones con la naturaleza, y más cooperativas las relaciones entre nosotros, más se vitaliza la Tierra. Y la Tierra revitalizada nos hace también saludables. Nos curamos juntos y juntos celebramos nuestra convivencia terrenal.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1018

 

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