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La sombra del fascismo en el sindicalismo magisterial

La sombra del fascismo en el sindicalismo magisterial

Erick Juárez Pineda

Erick Juárez Pineda*

Siempre se puede estar peor. Y eso es preocupante.

Un personaje señalado como fascista, ligado a grupos neonazistas, partidario de la supremacía aria, la esterilización de los indígenas y acusado de violación tumultuaria, tráfico de influencias y abuso de poder, quiere formar un nuevo grupo sindical: el Sindicato Nacional del Sector Educativo (SNSE).

A través de un video difundido en diversas plataformas y del cual Educación Futura tiene una copia, Juan Iván Peña Nader, quien presume haber sido el estratega de la campaña de la actual Secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez cuando buscaba la Gubernatura del Estado de México, busca formar legalmente una nueva organización sindical. También dice ser muy cercano al Senador y ex líder sindical Higinio Martínez e incluso resalta sus lazos con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Sus ambiciones son claras: mantener una relación de poder con el gobierno de AMLO, hacer promesas que ilusionen al magisterio nacional y buscar un lugar entre el sindicalismo mexicano. Pero sobre la defensa de los trabajadores o la revalorización del magisterio nacional, poco o nada dice.

“Somos la elite pensante. Hay amistad con Delfina. Tenemos el visto bueno para hacer las cosas”, señala con cierta soberbia.

Juan Iván Peña Nader estuvo acusado de violación tumultuaria a su propia esposa Talía Vázquez, delito por el que estuvo detenido dos años en un penal federal de Matamoros. [1]

También fue acusado de corrupción a través de la emisión de permisos clandestinos para casinos cuando era coordinador de asesores de la Segob en el sexenio de Felipe Calderón, y además relacionado a violencia familiar en un matrimonio anterior. [2]

Adicionalmente, creó la organización clandestina  México Despierta,  de corte  filofacista y antisemita, partidaria  de la supremacía aria y la esterilización de los indígenas, tal y como lo documentó el diario Reforma[3].

“El grupo nació como enemigo de la masonería, con ideas antisemitas y de defenestración de los indígenas, con la convicción de que el mestizaje era el origen de los problemas en el País, pero paradójicamente tenían una vertiente «mexicanista» que reivindicaba la «raza de bronce» de la que hablaba José Vasconcelos y tenía contactos con militantes sinarquistas”, detalla el medio de comunicación.

Peña Nader fue también uno de los fundadores de Redes Sociales Progresistas, sin embargo, su desencuentro con Elba Esther Gordillo y el actual líder de la organización política y yerno de la ex líder magisterial, Fernando González, hizo que buscara la conformación de su propio partido político, para lo cual, estuvo acompañado de ex priístas. Pero ello no tuvo éxito, pues el Instituto Nacional Electoral le negó su registro.

Sus afiliaciones políticas son camaleónicas. Inició como priísta, trabajó para el gobierno de Calderón y tuvo acercamientos con personalidades allegadas a Morena y el PRD. En diversas entrevistas explicaba que buscaba un partido político que apoyara abiertamente a Andrés Manuel López Obrador, pero “con una visión capitalista”, además tampoco niega su admiración por el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

En el material difundido por Educación Futura (Descárgalo aquí) y analizado por el investigador Sergio Martínez Dunstan, se puede observar que el principal objetivo de esta nueva organización no es la defensa del magisterio y los trabajadores de la educación, sino la búsqueda de espacios políticos, electorales, económicos y de poder.

Sobre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, Maestros por México, Elba Esther Gordillo, Ricardo Aguilar Gordillo y demás aliados, menciona que son “liderazgos podridos que no llegarán a ningún lado. Sin embargo, también reconoce un acercamiento con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), pues con ellos “no habrá conflicto”.

Tal pareciera que no hay intenciones reales de mejorar el contexto educativo y que se seguirán usando a los trabajadores de la educación como moneda de cambio política y electoral.

Estamos mal, pero no dejemos que todo esto se ponga peor.

Periodista especializado en temas educativos. Director editorial de Educación Futura.   Locutor de La Otra Educación 97.3 fm. 

Twitter: @elErickJuarez

 

[1] Fascistas dentro de Segob: ‘Reforma’

https://aristeguinoticias.com/1601/mexico/pena-neder-creador-de-una-organizacion-fascista-reforma/

[2] De prisión a ponente de la democracia https://diario.mx/estado/de-prision-a-ponente-de-la-democracia-20190924-1566572.html

[3] Trabajaba Fascista en Gobernación http://www.reforma.com/libre/online07/preacceso/articulos/default.aspx?plazaconsulta=reforma&url=http://www.reforma.com/nacional/articulo/686/1370113/&urlredirect=http://www.reforma.com/nacional/articulo/686/1370113/?titulo=trabajaba-fascista-en-gobernacion

Entrevista https://www.m-x.com.mx/entrevistas/nos-beneficia-que-se-vaya-elba-esther-me-duele-que-se-vaya-su-yerno

 

Autor: Erick Juárez Pineda

Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/la-sombra-del-fascismo-en-el-sindicalismo-magisterial/

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Las estrellas solo se ven en la oscuridad

Las estrellas solo se ven en la oscuridad

Agustín Moreno

Siempre parece imposible hasta que se hace”
Nelson Mandela, (después de ganar la batalla al Big Pharma con los genéricos para el VIH)

Es importante empezar el nuevo año haciendo una recapitulación de un año tan difícil como 2020. Intentar responder a una pregunta crucial que yo mismo me hacía en plena crisis sanitaria¿hemos aprendido algo de la pandemia? y que no parece que tenga una respuesta positiva a la luz de los acontecimientos posteriores. Ayuda en la reflexión, el recomendable ensayo del sociólogo y político de la izquierda belga, Peter Mertens: Los olvidados (Editorial Atrapasueños, Madrid 2020). Sigamos su ejercicio de pedagogía para razonar sobre qué nos está pasando y qué hacer.

Que un hombre se coma un animal exótico en un rincón del mundo y cien días después media humanidad esté confinada, demuestra lo interconectados que estamos y lo vulnerables que somos. Un virus microscópico ha golpeado al planeta como si fuera un meteorito. A estas alturas, hay cien millones de contagiados, más de dos millones de muertes y un 90% de los países del mundo sufren un serio retroceso en su economía, mucho mayor que el Gran Crack de 1929.

cuando la estructura de esta civilización se venía abajo como un castillo de cartas, aparecen los sanitarios, el personal de los cuidados, de la limpieza, los trabajadores de los supermercados, del transporte y la seguridad, el profesorado, los empleados públicos, los repartidores, los trabajadores de las fábricas y del campo… y hacen que todo vuelva funcionar.

Cuando todo estaba oscuro fueron los trabajadores y trabajadoras normales y corrientes quienes nos ayudaron a sobrevivir en tiempos de pandemia. Como dice Mertens: “Las estrellas solo se ven en la oscuridad”. Sin ellos nadie nos curaría, ni cuidaría, ni tendríamos qué comer, no estaríamos a salvo. La población ha tomado conciencia del carácter esencial de su trabajo, como expresaban los aplausos al personal sanitario.

Pero no son suficientes esos aplausos y el agradecimiento. Eso no llena las neveras, no asegura el empleo, no mejora sus condiciones de trabajo. Se mantiene una gran brecha entre la escasa consideración laboral de muchos de los trabajos (bajos salarios, precariedad…) y su importancia social real. Por eso tienen que plantarse. Un ejemplo, fue la protesta de las batas blancas en el mes de mayo, cuando la primera ministra belga Sophie Wilmès fue de visita al hospital Saint-Pierre de Bruselas. El personal sanitario, uno a uno, se fue girando a su paso y le dieron la espalda. Un acto de protesta de gran simbolismo porque, como dicen los sanitarios, “los políticos nos dan la espalda constantemente cuando les pedimos ayuda».

No han sido los especuladores financieros, los consultores, los charlatanes de todo tipo los que han hecho que las cosas funcionen, han sido aquellos desde hace tiempo no sabíamos quiénes eran y que antes llamábamos clase obrera. La pandemia ha puesto en evidencia que los trabajadores existen y son imprescindibles, que son los héroes en la crisis sanitaria, aunque el capitalismo les trate como si fueran chusma.

Pero, como dice Owen Jones, es evidente que el coronavirus es una cuestión de clase. Ello se ha dejado de ver en las condiciones del confinamiento en las viviendas, la capacidad de atender a los niños, los riesgos obligados a asumir, el tipo de garantías de seguridad en el trabajo, la protección social, etc. No hay ninguna duda de que la pandemia se alimenta cuando las condiciones de vida y de trabajo son terribles.

Ello produjo auténticas revueltas, como la de los metalúrgicos italianos, en huelga para garantizar la seguridad y no ser carne de cañón. No hay que olvidar que los neoliberales más conspicuos se oponían a parar la producción para que “el remedio no fuera peor que la enfermedad” (Trump); consideraban que “no había lugar en el debate sobre el covid para las emociones (…) y que las flores marchitas se podan, quizá unos meses antes” (Marianne Zwagerman); o que el 99% de la población no se iba a sacrificar por el 1% (Ayuso).

Pero los ricos y grandes empresarios quieren volver a la anormalidad anterior, a aplicar las viejas mentiras neoliberales basadas en la explotación, la especulación y el negocio. Volver al “no hay dinero para” las pensiones, los servicios públicos, los salarios y condiciones de trabajo dignas, para luchar contra la pobreza. No hay que olvidar la cita de Marx de que “El Estado es el comité ejecutivo de la burguesía”, algo que habrá recordado la izquierda en el Gobierno de coalición en España. Y que estará presente a la hora de participar en las ayudas del Fondo de Recuperación de la Unión Europea y las condiciones que se pretenderán imponer. ¿Por qué se tienen que aceptar recortes sociales o la degradación del mercado de trabajo para recibir estos fondos? Lo lógico sería aplicar limitaciones para recibir ayudas del Estado a las empresas que evaden impuestos, que contaminan, que deterioran las condiciones del empleo, que reparten dividendos, que discriminan a las mujeres… Ahora bien, todo es una relación de fuerzas.

Pero un gigante, la clase trabajadora, ha despertado. Los trabajadores que habían desaparecido como sujeto histórico han vuelto. Han mantenido el país en marcha y ahora deben recuperar su orgullo, la conciencia de su carácter indispensable, la confianza en sus propias fuerzas. Y, para ganarse el respeto, deben luchar. De lo contrario, los héroes de hoy, serán olvidados mañana si no se organizan y se movilizan para cambiar las cosas. Hoy tienen la autoridad que emana de sus actos: haber sacado adelante el país en unos momentos muy difíciles.

Los sindicatos también se deben levantar y ser capaces de resetearse para recuperar prestigio y la confianza de los trabajadores de toda condición. La defensa del empleo digno y de calidad pasa por derogar las últimas reformas laborales; una protección social adecuada supone mejorar las pensiones y no admitir ningún tipo de recorte; fortalecer servicios esenciales como la sanidad y la educación pública exige más inversión; otro modelo productivo y más democracia en las empresas es un horizonte estratégico. Han anunciado movilizaciones para febrero, ojalá vayan en serio, porque ése es el camino.

Y, claro, que hay alternativas. Peter Martens recurre al Green New Deal de Bernie Sanders y de Alexandria Ocasio-Cortez, inspirado en el New Deal con el que Roosevelt hizo frente a la Gran Depresión de los años treinta. Hace propuestas para afrontar las dos crisis: la económica y la climática. A través de un plan europeo de reconstrucción basado en inversiones públicas para que la transición ecológica y digital no quede en manos privadas. Se estructura en cuatro ejes estratégicos: la energía, el transporte, la transición digital y la sanidad. Creando grandes consorcios públicos europeos y apostando por un impuesto europeo sobre el patrimonio. Le da un nombre cargado de significado: Plan Prometeo, porque de eso se trata, de dar el fuego a la ciudadanía para que no tengan que inclinarse, para que lo usen para cubrir sus necesidades, y para que sea un fuego interior que los permita pensar, soñar y osar.

Pero el camino no será fácil, porque también advierte de la aparición de monstruos, como la ultraderecha y nuevas formas de autoritarismo. Con el discurso ramplón de “Nuestra gente primero”, los que siembran el odio forman parte del problema y no de la solución. No hay que olvidar que el fascismo ha sido el recurso utilizado por las élites cuando ven en peligro sus intereses.

Con la pandemia hemos pasado del vivir de uno en uno, a necesitarnos los unos a los otros. Por ello, una cosa es evitar el contacto físico y otra el social. Y aunque la distancia física hay que mantenerla a metro y medio mientras dure la pandemia, no debe haber un milímetro de distancia social, porque eso significa interiorización y derrota. Hemos empezado a recuperar el principio sagrado de la solidaridad, que en tiempos de crisis es más importante que el dinero. No debemos olvidar ni dejar atrás nada ni a nadie. El futuro les pertenece a los que hacen que el mundo gire.

Artículo publicado originalmente en Cuarto Poder.

Fuente de la Información: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/las-estrellas-solo-se-ven-en-la-oscuridad/

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Ecuador: «Proletarios uníos»: Cien años

«Proletarios uníos»: Cien años

Juan J. Paz y Miño Cepeda

La “Liga de los Comunistas” encargó a K. Marx y F. Engels la redacción de sus principios, que en 1848 se publicaron como “Manifiesto Comunista”. Es el primer antecedente para la fundación de los partidos comunistas en el mundo.

Para entonces, Marx ya contaba con una teoría sobre el desarrollo histórico, que pasó a ser el “hilo conductor” en sus estudios, y que lo resumió en su célebre “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política” (1859). En definitiva: “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual, en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es el que determina su conciencia”; de modo que “la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política”. El genial resultado de sus investigaciones fue “El Capital”, voluminosa obra de la que Marx solo alcanzó a publicar el primer tomo (1867).

Pero en el “Manifiesto” se privilegió el lenguaje político y la concepción sobre la “lucha de clases”. Concluía con una famosa consigna: “Proletarios de todos los países, uníos”. Bajo esa guía, la primera época de desarrollo del “comunismo” se caracterizó por el activismo permanente, la organización del sindicalismo, la crítica radical al capitalismo y al poder burgués, la lucha por la toma del poder (sin excluir las armas) mediante la “revolución proletaria”.

El primer país en lograr esa toma del poder proletario fue la gigantesca Rusia, en 1917, cuyo proceso revolucionario fue dirigido por el “Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia” (fundado en 1898), en manos de los bolcheviques (la mayoría de izquierda del partido) y bajo el liderazgo de V. I. Lenin. A partir de 1918 pasó a denominarse “Partido Comunista de Rusia”, que en la III Internacional Comunista (Komintern, 1919), como “Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas” (PCURSS), exigió la solidaridad con la causa de los soviets y la “dictadura del proletariado”.

El surgimiento del primer país socialista en el mundo alentó el crecimiento y desarrollo de los grupos y partidos comunistas. Por lo común, nacieron de la ruptura con socialdemócratas, reformistas, anarquistas y, especialmente, con los socialistas, cuyos partidos fueron pioneros en constituirse. Así ocurrió con el PC de España (1921), escisión del PSOE; el PC fundado por los “Espartaquistas” en Alemania (KPD, 1919); el PC de Francia (1920); o el PC de Italia, fundado por los “puros” (1921), bajo el liderazgo de Antonio Gramsci. Su creciente influencia política entre los trabajadores explica, en mucho, los orígenes del fascismo, con B. Mussolini, del nacionalsocialismo con A. Hitler y del falangismo con F. Franco, pues estos tres regímenes tuvieron como rasgo decisivo el aniquilamiento de los “comunistas”.

En América Latina las ideas socialistas llegaron a países con fuerte inmigración europea, como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. El más antiguo Partido Socialista se fundó en Argentina, en 1896; y los primeros partidos comunistas surgieron al calor de la Revolución Rusa: Argentina en 1918; México, 1919; Uruguay, 1920; Chile y Brasil, en 1922; Cuba, 1925. En Ecuador el Partido Socialista se fundó en 1926 y el Comunista en 1931. Todos los partidos comunistas adhirieron a la III Internacional y disputaron ideológicamente con los socialistas y cualquier otro grupo marxista, considerado “revisionista”, “trotskista” o simplemente “burgués”. Los dogmatismos de la época impidieron la unidad de las izquierdas marxistas.

Con el desarrollo de la “guerra fría” después de la II Guerra Mundial (1939-1945), los “comunistas” de todo tipo pasaron a ser considerados enemigos de la democracia, sospechosos de atentar contra los Estados y, por tanto, perseguidos. También la “era de Stalin” (mediados de la década de 1920 hasta 1952), con la carga de autoritarismo y represión que le caracterizó en la URSS, contribuyó a alentar las previsiones del mundo occidental contra el “peligro comunista”.

Sin embargo, los partidos marxistas, en general, y los comunistas, en particular, jugaron un enorme papel en la democratización social de América Latina, tanto por la organización de los trabajadores, como por la promoción y defensa de sus derechos e incluso por la lucha que libraron contra los dominios oligárquicos y el propio camino capitalista. Después del triunfo de la Revolución Cubana (1959), al penetrar la guerra fría en la región, el “comunismo” pasó a ser el enemigo fundamental a derrotar. Y con la ruptura Chino-Soviética surgieron los partidos comunistas “pro-chinos”, que enfrentaron a toda fuerza marxista diferente.

El fracaso de las vías armadas en diversos países, condujo a que la Unidad Popular se planteara la vía pacífica, logrando alcanzar la presidencia de Chile con Salvador Allende (1970-1973). Pero, tantas décadas de inculcar el anticomunismo, particularmente en las fuerzas armadas latinoamericanas, sumado al hecho de la resistencia y ataque de las burguesías chilenas y las acciones de la CIA, condujeron a la instauración de una inédita dictadura encabezada por el general Augusto Pinochet (1973-1990), que trató de eliminar al “comunismo” sin ningún límite sobre los derechos humanos. Ese terrorismo de Estado-militar se reprodujo en el Cono Sur latinoamericano.

Las dolorosas experiencias de las represiones terroristas y, sin duda, las nuevas condiciones históricas que creó el derrumbe del socialismo “clásico” en el mundo, han obligado a replantear la lucha popular latinoamericana por el socialismo. Los partidos comunistas y socialistas son ahora minoritarios en el espectro político de las izquierdas en la región, a pesar de la relativa fuerza que aún han logrado mantener en países como México, Argentina, Brasil y Chile (el PC de Cuba merece otras consideraciones). Pero, además, como partidos marxistas “tradicionales” (lo cual no significa menospreciar su historia para el ascenso social y la indudable defensa general de los intereses populares), han dejado de constituirse en alternativas de poder. En su lugar han surgido nuevas izquierdas, que incluso se encuadran en la democracia representativa para intentar llegar al gobierno y desde allí consolidar bases de poder que superen la hegemonía de los capitalistas del presente y, esencialmente, liquiden su dominio económico afirmado por el neoliberalismo. América Latina experimentó esa situación durante el primer ciclo de gobiernos progresistas y es posible que las tendencias de la actualidad conduzcan a un segundo ciclo.

En todo caso, desde la perspectiva histórica de largo plazo, se han conmemorado, en estos años, los centenarios de una serie de partidos comunistas. La República Popular China, precisamente, conmemorará, en julio de 2021, el centenario del Partido Comunista más grande del mundo y que dirige el poder, sobre la base de los replanteamientos del marxismo y la construcción de un “socialismo de mercado”, por “vía China”. En Italia también se ha recordado, el pasado 21 de enero, el centenario del Partido Comunista, que jugó un papel importante durante la resistencia al eje nazi-fascista. En noviembre seguramente España recordará el centenario de su Partido Comunista, que tuvo, igualmente, participación activa contra el totalitarismo franquista. En América Latina, los centenarios de los diversos partidos comunistas se han sucedido desde 2018. Son, pues, procesos que forman parte de la rica y variada historia de nuestra región, que inspira a algunos y disgusta a otros.

Fuente de la Información: http://www.historiaypresente.com/proletarios-unios-cien-anos/

 

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Brasil: ¡Populista tu madre!

¡Populista tu madre!

Fuentes: Rebelión [Imagen: Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Lula y Hugo Chávez en el autobús que les trasladaba a la reunión de UNASUR en Campana (Argentina) el 4 de mayo de 2010. Créditos: RTVE]

En este artículo el autor denuncia el empleo del término populista para identificar tanto a los líderes de la ultraderecha como a los líderes populares de América Latina, estableciendo en la aceptación del neoliberalismo económico la línea divisoria entre ellos.


La influencia del discurso político europeo en América Latina llevó a la descalificación de fenómenos que en Europa tienen un sentido y aquí otro completamente distinto. Empezando por el nacionalismo: en Europa el nacionalismo es un fenómeno conservador debido a su carácter chovinista, que provoca que un país se considere mejor que otro. Al nacionalismo se le atribuye la responsabilidad de las dos guerras mundiales.

Por el contrario aquí, en América Latina -y también en Asia y África, en general en los continentes de la periferia del capitalismo- el nacionalismo tiene un carácter diferente en la medida que tiene un carácter antiimperialista. Europa es aliada de Estados Unidos y su nacionalismo no es antiimperialista. Nosotros nos oponemos a la dominación norteamericana, por eso nuestros nacionalismos son antiimperialistas.

Por eso, líderes como el brasileño Getúlio Vargas y el argentino Juan Domingo Perón nunca fueron entendidos en Europa. En razón de su nacionalismo fueron caracterizados como fascistas, como si fuesen una copia latinoamericana de Mussolini. Incluso algunos partidos comunistas, como el argentino y el brasileño -debido a la fuerte dependencia que tenían con respecto a los partidos comunistas europeos- llegaron a asumir esa caracterización y se unieron a la derecha en contra de esos dirigentes.

Estos líderes fueron, además, los ejemplos clásicos de líderes populistas propuestos por la ciencia política de matriz europea. La raíz del nombre proviene de pueblo y tiene que ver directamente con su extraordinaria expresión de líderes populares, que hacen políticas acordes a los intereses del pueblo.

Para el eurocentrismo, el populismo tiene una connotación siempre negativa, llegando a ser considerado casi como una maldición. Basta calificar de populista a un líder o a un partido para descalificarlo, ni se molestan en explicar el fenómeno. En el mismo paquete ponen a Vargas, Perón, Hugo Chávez, Trump o Bolsonaro, a quienes atribuyen algunos rasgos en común: la demagogia, la manipulación del pueblo, la irresponsabilidad fiscal, que constituyen las características fundamentales del populismo, todas negativas.

La descalificación de las políticas sociales de estos líderes procede del hecho de que establecieron subidas salariales y políticas redistributivas que provocaron inflación y desequilibrios fiscales. Así, aunque la intención era favorecer al pueblo, acabaron castigándolo debido a la inflación y a la caída del poder adquisitivo de los salarios que acarrearía la inflación. Además, esas políticas serían responsables de la crisis nacional provocada por el desequilibrio de las cuentas públicas, lo que requeriría políticas de ajuste fiscal, que recaen directamente sobre las clases populares.

Sin embargo, un análisis concreto de los hechos permite desmitificar estos clichés. Para el neoliberalismo, un gobierno responsable es aquel que favorece el equilibrio fiscal, expresado en estos momentos en el llamado techo de gasto, que recae directamente sobre las políticas sociales y los derechos de los trabajadores.

Al contrario de lo que afirma el discurso establecido, los gobiernos de Vargas y Perón supusieron los períodos de mayores logros para los trabajadores, sin generar crisis económicas. Efectivamente, bajo esos gobiernos se incrementó la capacidad de consumo de la clase trabajadora, lo que impulsó el proceso de industrialización como consecuencia de la expansión del mercado interno.

En fechas más recientemente, los gobiernos del PT, en Brasil, promovieron los derechos de las clases populares como no se había hecho desde hace mucho tiempo; ahí están, entre otros, los siguientes logro: la creación de 22 millones de empleos formales y el aumento del salario mínimo en un 70% por encima de la inflación, logrado sin tope de gasto, sin desequilibrio en las cuentas públicas y sin inflación.

La descalificación del populismo, en el que se mezclan líderes populares y de ultraderecha, es parte del arsenal teórico del neoliberalismo, principalmente el eurocéntrico, que al eliminar de la ecuación el neoliberalismo hace desaparecer la línea divisoria esencial que distancia radicalmente a los líderes latinoamericanos de este siglo de los de la ultraderecha.

Es fundamental no caer en esta trampa, desmantelar sus mecanismos y rescatar a líderes populares históricos, como Vargas y Perón, y situar a los líderes actuales -Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Alberto Fernández, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa-, como sus continuadores en el siglo XXI y como los oponentes más importantes de personajes de la ralea de Trump y Bolsonaro.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/populista-tu-madre/

 

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Cómo los dogmas neoliberales están obstaculizando la resolución de la pandemia

Estamos inmersos en una de las mayores crisis sociales y económicas que el mundo haya vivido jamás. La evidencia científica que apoya tal observación de la realidad es abrumadora. Indicador tras indicador (desde los de mortalidad de la población hasta los de empleo) muestran el enorme dolor y sufrimiento que la pandemia está causando. Y la gente lo sabe.

Los niveles de cansancio, frustración y enfado que la mayoría de la población está alcanzando en gran parte de los países a los dos lados del Atlántico Norte preocupa en gran medida a los mayores centros de reflexión de los establishments económicos y financieros, así como a los fórums políticos y mediáticos que les son afines en cada país.

De lo que no se habla en los debates sobre la pandemia

Y, en consecuencia, está teniendo lugar un gran debate y discusión sobre cómo responder a esta pandemia. Pero en este debate se empiezan a tocar temas que eran intocables hasta ahora. Me explicaré. Hay un dato que no se aborda en tales fórums políticos y mediáticos y que, sin embargo, es de una gran importancia. Sabemos ya cómo controlar, contener y, por lo tanto, superar la pandemia. Disponemos de los conocimientos científicos y de los recursos necesarios para solucionar algunos de los mayores problemas que existen y evitar tantas muertes. Es más, conocemos cómo podría controlarse la pandemia para recuperar cierto grado de normalidad. El lector debería conocer esta realidad. La ciencia sabe hoy cómo podría ir resolviéndose. Y no me refiero solo a la ciencia virológica y epidemiológica y otras ciencias básicas en salud pública, sino también a las aplicadas, como las ciencias sociales y económicas. Sé de lo que hablo. Soy también profesor de la Johns Hopkins University, incluida su bien conocida Escuela de Salud Pública, desde donde se realizan los bien conocidos estudios sobre la pandemia, conocidos y citados a nivel internacional. Y le puedo asegurar que sí, se sabe cómo controlar la pandemia. Sabemos, por ejemplo, que no podrá haber recuperación económica sin antes contener la pandemia. Ignorar lo segundo para corregir lo primero, como hizo la administración Trump, ha llevado a un desastre económico, social y de salud. No hay ningún país que lo haya conseguido. De nuevo, hay miles de datos que muestran el gran error de ignorar esta realidad. Ahora bien, el lector se preguntará: ¿si conocemos cómo controlar la pandemia y tenemos los recursos para hacerlo, por qué no se hace? Y otra pregunta que deriva de la anterior es: ¿por qué los medios no están informando sobre ello y los gobiernos no están actuando?

El silencio ensordecedor sobre por qué no se resuelve lo que es resoluble

La respuesta al último interrogante es fácil de conocer, y tiene que ver con la ideología y cultura dominantes en estos países, lo que dificulta ir más allá de lo que el pensamiento hegemónico permite considerar. Uno de estos obstáculos es, por ejemplo, el sacrosanto «dogma de la propiedad privada», que se considera fundamental para la pervivencia del orden social, marcado este último por otro dogma, el de las también sacrosantas «leyes del mercado» como mejor sistema de asignación de recursos. Estos dogmas rigen el comportamiento de los establishments político-mediáticos de la mayoría de grandes países a los dos lados del Atlántico Norte, y han jugado un papel esencial en obstaculizar el control de la pandemia.

Un claro ejemplo de ello. El porqué de la escasez de las vacunas

Tal y como indiqué en un artículo reciente ¿Por qué no hay suficientes vacunas anti-coronavirus para todo el mundo?, Público, 30.12.20, el mayor problema que existe en el control de la pandemia hoy en el mundo es la falta de las vacunas contra el coronavirus, escasez que incluso se da en los países considerados ricos a los dos lados del Atlántico Norte, lo cual es absurdo, pues los países ricos (y, por cierto, un gran número de países pobres tienen los recursos para producir tales vacunas). En realidad, el desarrollo de la parte más esencial en la producción de las vacunas más exitosas (Pfizer y Moderna) se ha hecho con fondos públicos, en instituciones públicas, en los países ricos (y, muy en especial, en EEUU y en Alemania). Esto lo reconoce nada menos que el presidente de la Federación Internacional de Industrias Farmacéuticas, el Sr. Thomas Cueni, en un artículo publicado en el New York Times hace unas semanas, «The Risk in Suspending Vaccine Patent Rules», 10.12.20, en el que afirma que «es cierto que sin los fondos públicos de agencias [instituciones públicas del gobierno federal estadounidense] como la U.S. Biomedical Advanced Research and Development Authority o del ministerio federal alemán de Educación e Investigación, las compañías farmacéuticas globales no habrían podido desarrollar las vacunas COVID-19 tan rápido». El Sr. Cueni podría haber añadido que ello ocurre también con la mayoría de grandes vacunas que se han ido produciendo desde hace muchos años (véase el artículo citado anteriormente para ver los millones de dólares y euros públicos invertidos). La parte fundamental en el desarrollo de cualquier vacuna es el conocimiento básico, que suele investigarse en centros públicos o con fondos públicos de investigación sanitaria y salubrista. La industria farmacéutica, que sin este conocimiento básico no podría desarrollar las vacunas, utiliza dicho conocimiento para avanzar en su dimensión aplicada, es decir, la producción de las vacunas. Pero lo que el presidente de tal federación internacional olvida mencionar es que, además de utilizar el conocimiento básico que los Estados han financiado, esos mismos Estados ofrecen a las farmacéuticas un gran regalo al garantizarles el monopolio en la venta del producto durante muchos años, que pueden llegar hasta veinte, lo que les asegura unos beneficios astronómicos (los más elevados del sector empresarial de cualquier país).

Ahí está el origen de la escasez de vacunas. Es tan simple como esto. La propiedad intelectual, garantizada por los Estados y por las leyes del comercio internacional y sus agentes, es la que crea una escasez «artificial» de vacunas, lo cual genera unos beneficios astronómicos a costa de no tener suficientes vacunas para paliar las graves consecuencias de la pandemia y prevenir la muerte de millones de seres humanos.

¿Qué podría hacerse?

Lo más lógico sería, que, como ha propuesto Dean Baker (el economista que ha analizado con mayor detalle, rigor y sentido crítico la industria farmacéutica internacional), los Estados que ya financiaron el conocimiento básico expandieran su intervención para incluir, además del conocimiento básico, el aplicado, produciendo ellos mismos las vacunas, lo cual sería mucho más barato (puesto que no habría que incluir en los costes de producción los enormes beneficios empresariales).

Y el lector se preguntará: ¿por qué no se hace lo que parece lógico? Pues la respuesta también es fácil. Por el enorme poder político y mediático de la industria farmacéutica a nivel nacional e internacional. Dean Baker documenta muy bien la naturaleza de estas conexiones (ver el vídeo «Dean Baker On Beating Inequality & COVID-19: Tackle Patent and Copyright Monopolies», 20.01.21, The Analysis News). En realidad, entre un gran número de expertos en salud pública en EEUU hay una postura generalizada de que el legítimo objetivo del mundo empresarial privado de poner como principal objetivo el conseguir optimizar sus beneficios económicos debería limitarse o incluso rechazarse en las políticas públicas que tienen como objetivo el optimizar la salud y minimizar la mortalidad. Esta percepción deriva del hecho que el propio EEUU muestra claramente que la privatización de la sanidad, gestionada por empresas con afán de lucro (que es la situación más común en aquel país), ha provocado un enorme conflicto entre los objetivos empresariales y la calidad y seguridad de los servicios. EEUU es el país que tiene un mayor gasto en sanidad (la mayoría, privado), y en el que hay más gente insatisfecha con la atención recibida, con un 32% de la población con enfermedades terminales preocupada por cómo sus familiares pagarán por su atención médica. La optimización de la tasa de ganancias es un principio insuficiente y enormemente peligroso para la salud de la población (la escasez de vacunas es un ejemplo de ello).

¿Estamos o no estamos en una situación de guerra, como se dice?

El lenguaje que constantemente utilizan las autoridades que están imponiendo enormes sacrificios a la población es un lenguaje bélico. Estamos luchando, se nos dice, «en una guerra contra el virus» (que la ultraderecha cataloga de «chino», intentando recuperar la Guerra Fría, sustituyendo la URSS por China). En realidad, en EEUU el número de muertes por COVID-19 es mayor que el número de muertes causadas por la II Guerra Mundial. Lo que ocurre es que los que así hablan no se lo creen. Es un recurso que utilizan para forzar un control de los movimientos de la población (lo cual me parece lógico y razonable), pero, en cambio, siguen conservando meticulosamente los dogmas liberales de la propiedad privada y las leyes del mercado, dogmas dejados de lado en el pasado en situaciones de guerra de verdad. ¿Cómo puede justificarse que los gobernantes de las instituciones de la UE (la mayoría de los cuales son conservadores y liberales) respeten el copyright de las empresas farmacéuticas que han producido la vacuna contra el coronavirus? Durante la II Guerra Mundial toda la producción industrial se orientó a la fabricación del material de guerra necesario. ¿Por qué no se hace ahora lo mismo? Si se forzara la producción masiva de tales vacunas por parte de las empresas farmacéuticas en todos los países o en grupos de países, se podría vacunar rápidamente a la población no solo de los países ricos, sino de todo el mundo.

Como era predecible, la Unión Europea, desde su Parlamento hasta la Comisión Europea y sus otros órganos de gobierno (la mayoría gobernados por partidos conservadores y liberales), se ha opuesto a ello, pues es cautiva de sus dogmas, que ya han demostrado ser fallidos durante el período neoliberal y que, a pesar de su gran fracaso, continúa siendo dominantes en los establishments político-mediáticos a los dos lados del Atlántico Norte. Al menos en EEUU, la nueva administración federal del gobierno Biden, presionado por la comunidad científica (y por las fuerzas progresistas dirigidas por Bernie Sanders), está hablando de forzar a la industria farmacéutica a anteponer el bien común a los intereses particulares. Veremos si se lleva a cabo. Sería bueno que pasara lo mismo en Europa. Ni que decir tiene que las derechas de siempre -desde Trump hasta las derechas de España (incluyendo Catalunya)- acusan a los que quieren forzar dicha producción de «sociocomunistas». Pasa en todo el mundo. De ahí que la ciudadanía debería movilizarse para cuestionar tanto dogma que está haciendo tanto daño a la población. Animo a los lectores a que se organicen y envíen textos y cartas de protesta a tales instituciones, pues de poder hacerse sí que se puede. Lo que ocurre es que su dogmatismo y creencias les impiden verlo.

Fuente: https://rebelion.org/como-los-dogmas-neoliberales-estan-obstaculizando-la-resolucion-de-la-pandemia/

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¿Filantropía o mercenarismo? Legionarios de Goliat (II)

Por: Ernesto Limia Díaz

En su nota publicada en El Toque, Laura Tedesco y Rut Diamint siguen los consejos de Richard Youngs y a codazo limpio tratan de eludir el tema del financiamiento que han recibido de Open Society y de otras instituciones que a su vez son subcontratadas por los contratistas de la NED y la Usaid.

Fue con dinero de Open Society que entre 2009 y 2012 realizaron un trabajo de investigación sobre líderes políticos en Argentina, Colombia, Ecuador, Uruguay y Venezuela. Se entrevistaron con 285 políticos, incluidos expresidentes, exvicepresidentes, vicepresidentes en ejercicio, alcaldes, alcaldesas, diputados, senadores, líderes de partidos políticos, periodistas y dirigentes sindicalistas. Los resultados les permitieron publicar en 2015 en Londres un libro panfletario en el que todos los dirigentes más radicales del progresismo, a pesar de haber llegado a la presidencia en elecciones democráticas, son “conceptuados” de usurpadores. No escapa ninguno: Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Rafael Correa y Hugo Chávez; a Nicolás Maduro le suben la parada y lo tachan de “dictador”.

El trabajo de investigación sobre líderes políticos en Argentina, Colombia, Ecuador, Uruguay y Venezuela, realizado con dinero de Open Society, les permitió publicar un libro panfletario donde los dirigentes más radicales del progresismo son “conceptuados” de usurpadores. Fotos: Archivo.

Ya estaban preparadas para empeños mayores y recibieron fondos para el proyecto “Diálogos sobre Cuba”. Desde 2016 han estado cuatro veces en la Isla y visitaron La Habana, Cienfuegos y Santa Clara; a su vez, en 2016 y 2018 asistieron a las conferencias anuales del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) Raúl Roa García. Todavía les quedó suficiente dinero para organizar conferencias en Buenos Aires, Miami y Madrid, en el camino trazado para agilizar eso que nuestros adversarios han dado en llamar la “transición democrática” —o sea, el regreso de Cuba al capitalismo—. No hablan del origen de esos fondos; pero los resultados de sus trabajos salen demasiado a menudo en Open Democracy y Nueva Sociedad —revista de la Fundación Friedrich Ebert, vieja tapadera de la CIA y la NED—.

En la referida nota intentan velar sus propósitos, o —para ser más exactos— el de sus contratistas: “No promovemos el aniquilamiento, sino el diálogo, la reconciliación aun en escenarios complejos”, dicen. ¿Les habrán preguntado a Marco Rubio y a la ultraderecha de la Florida si aspiran a algún tipo de reconciliación? No creo que batistianos y neofascistas piensen en ello, pero la esencia de lo que sí piensan estas dos legionarias que pretenden dar lecciones queda expuesta en breves líneas de su texto: “¿A qué le tienen miedo? Sabemos que la pérdida del statu quo va a significar la desaparición de los privilegios para algunos, eso es una revolución viva. Esta revolución moribunda, como es evidente, solo sirve a unos pocos” (Tedesco y Diamint, 2021). O sea, la nuestra es una “revolución moribunda” que “solo sirve a unos pocos”. Ellas trabajan para hacer la que aprendieron con Richard Youngs: la de “colores”.

Laura Tedesco y Rut Diamint mienten cuando esgrimen que sus conferencias en Miami, Buenos Aires y Madrid —en medio de la arremetida de la administración Trump— son para debatir el rol de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y no persiguen el interés de aniquilarlas en el plano simbólico. Algunas de sus publicaciones previas al evento muestran lo contrario.

“¿Les habrán preguntado a Marco Rubio y a la ultraderecha de la Florida si aspiran a algún tipo de reconciliación? No creo que batistianos y neofascistas piensen en ello”.

“De militares a gerentes. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias en Cuba” (Nueva Sociedad, no. 278, noviembre-diciembre, 2018)

Tanto en su rol militar como económico, los miembros de las FAR han sido el ángel custodio de la Revolución. Como tal, se han mantenido invisibles, fieles a los hermanos Castro y al imaginario revolucionario, dispuestos a servir tanto en misiones internacionales como en la agricultura cubana o detrás de escritorios de empresas turísticas.

[…] hay preguntas que son importantes en la Cuba actual: en un contexto en el que la amenaza de invasión estadounidense se desdibuja, ¿cuál es el rol de las FAR? Por varias razones, a los gobernantes cubanos, incluyendo al actual presidente Díaz-Canel, les conviene seguir viviendo en el enfrentamiento de la Guerra Fría. En varios sentidos, la Revolución Cubana, especialmente su ala más conservadora, está más cómoda con Donald Trump en la Casa Blanca que con Barack Obama. Este statu quo evita la incertidumbre del cambio.

Hay una contradicción que vale la pena resaltar. Los mismos militares que siguen pensando el mundo desde la lógica de la Guerra Fría se han reconvertido en empresarios que negocian con extranjeros. Su rol para defender la Revolución es, actualmente, asegurar la entrada de divisas. Han aceptado una apertura controlada en lo económico, pero en lo político y en lo militar su pensamiento histórico sigue intacto.

La ausencia de Fidel y un Raúl octogenario abren muchos interrogantes sobre el rumbo futuro de la fidelidad de los miembros de las FAR, la forma de resolver las diferencias entre “fidelistas” y “raulistas” o qué condiciones impulsarán a las FAR a ser agentes de cambio u obstáculos para las transformaciones que proponga el gobierno de Díaz-Canel.

[…]

Las FAR siguen inmersas en la Guerra Fría tanto en sus doctrinas como en su armamento y su manera de entender el mundo. Por razones estratégicas, la mayoría de sus integrantes no habla con extranjeros y solo se relaciona con cubanos para repetir las glorias de los primeros años de la Revolución. No publican su presupuesto, ni cifras de personal. No hay estadísticas. Ni fotos. No son visibles. Y el analista que intenta estudiarlas termina preguntándose si realmente existen hoy unas FAR o simplemente hay un grupo de hombres y mujeres con entrenamiento militar que cumplen funciones en el terreno económico en un país un tanto a la deriva, estancado y cada vez más solo.

“Cuba ¿final a la deriva?” (Open Democracy, 2 de mayo, 2019)

La sobrevivencia eterna de la revolución es una utopía que ni los propios generales de las FAR pueden creerse. Es posible no sepan cómo salir. Ni cómo protegerse a sí mismos en un proceso de cambio.

Díaz-Canel podría ir ya preparando su transformación a reformista o su discurso de despedida. Cuba necesita un líder que surja de las instituciones cubanas (¿quizás un miembro de las FAR, una de las instituciones más respetadas por los cubanos?), capaz de dialogar con el régimen y con los que ya están agotados del régimen. Un líder que quiera reconciliar el pasado con el futuro, que entienda e incluya a la diversidad de la sociedad cubana. Que no quiera rendirse a los pies de los Estados Unidos, pero tampoco condene a las próximas generaciones a las penurias y limitaciones del actual sistema cubano. La historia de la revolución cubana con sus luces y sombras merece, por lo que representó en la región, frente a los avances imperialistas de Estados Unidos durante la guerra fría, un final respetuoso y digno. Mientras contemplamos la larga agonía venezolana, podríamos ir aprendiendo cómo evitarla.

 “Cuba, la pandemia y las FAR” (Nueva Sociedad, julio, 2020)

Cuba se distingue de la mayoría de los países latinoamericanos porque sus Fuerzas Armadas no han estado involucradas en violaciones de derechos humanos y mantienen un alto nivel de popularidad. Sin embargo, existe una mirada crítica hacia los altos mandos de las FAR por considerarlas las dueñas de la economía [sic], especialmente por su manejo casi exclusivo del sector turístico. Las clases sociales que la Revolución intentó borrar del mapa cubano están bien determinadas en una de sus instituciones más emblemáticas: los altos mandos de las FAR se han convertido en empresarios capitalistas, y los mandos medios y bajos (aún más los soldados que realizan el servicio militar) representan al pueblo cubano. Es importante hacer esta distinción para poder descifrar las opiniones de los entrevistados y de las publicaciones oficiales e independientes sobre el rol de las Fuerzas Armadas durante esta pandemia.

[…]

Las misiones médicas que el gobierno ha enviado al exterior se confunden, a veces, con las FAR. Un artículo en France 24 recordaba que Fidel Castro aseguraba en 1998 que ningún profesional sanitario sería alfil político de su gobierno por el mundo. “Nuestros médicos no se mezclarán lo más mínimo en asuntos de política interna. Serán absolutamente respetuosos de las leyes, tradiciones y costumbres de los países donde laboren. No tienen por misión propagar ideologías”. Es difícil constatar si todos los miembros de las brigadas médicas son simultáneamente activos de las FAR. En junio pasado, un médico de la misión en Andorra, capitán del Ejército, abandonó la misión justo antes del regreso a Cuba. Se supone que ha solicitado asilo en España, pero no hay información en los medios sobre su paradero. El médico era un miembro activo de las FAR y jefe de la misión.

Aunque las medidas adoptadas en Cuba responden a una situación de emergencia y son similares a las que han acordado muchos otros países, hay un vacío legal respecto a regular la participación de las FAR, y existe una tradición del régimen de ajustar sus políticas con el auxilio de unas Fuerzas Armadas seleccionadas por su lealtad a la Revolución.

[…]

Hoy, la crudeza de la vida cotidiana hace desaparecer la energía para pensar en otras cuestiones. Lo urgente, resolver el día a día, se lleva todo por delante. Quizás por eso la COVID-19 no figura entre los titulares. Podríamos concluir que la pandemia no parece ser un grave problema de salud pública en Cuba como sucede en Brasil, México o Argentina. La consecuencia más inmediata es que, en Cuba, la jerarquía de las Fuerzas Armadas continúa asegurando sus privilegios, ahora encumbrados merced a las tareas sanitarias. Gracias a las dificultades económicas vinculadas a la COVID-19, las FAR refuerzan su poder económico, mientras los cubanos, a quienes la Revolución vino a liberar, sobreviven condenados al desabastecimiento y las colas infinitas.

Después de los acontecimientos de noviembre —y en correspondencia con la hoja de ruta trazada por Youngs—, cuando se calmaban las cosas convinieron en que era momento de pasar a un escalón superior y el 11 de diciembre de 2020 publicaron un nuevo artículo en Open Democracy: “En Cuba, el unicornio azul se perdió, la Revolución también”. Mienten una y otra vez para brindar legitimidad a los personajes de la piyamada de San Isidro, a la vulgaridad que condiciona las actividades de muchos de ellos y su orientación anexionista; para pasar por alto el acto de desacato del marginal procesado penalmente, quien en un video grabado por él mismo declaró a Trump su presidente, y con posterioridad confesó sus vínculos con un individuo que organiza actividades terroristas contra Cuba desde el territorio de Estados Unidos. Tampoco dicen que uno de sus integrantes —el 27 de enero volvió a la carga en el Ministerio de Cultura— solicitó la intervención armada del ejército yanqui; ni que desde el terreno —en franca violación de los preceptos de la Convención de Viena para las relaciones diplomáticas— Timothy Zúñiga-Brown condujo la provocación de San Isidro en noviembre de 2020.

“Mienten una y otra vez para brindar legitimidad a los personajes de la piyamada de San Isidro, a la vulgaridad que condiciona las actividades de muchos de ellos y su orientación anexionista”.

Mienten al afirmar que “…los jóvenes cubanos, que sí tienen acceso a las redes, elijen otras vías de información que ya no son las generadas en Miami. Existen medios de comunicación como 14ymedio, El Toque, Periodismo de Barrio, El Estornudo, Diario de Cuba o el podcast El Enjambre cuyos editores y periodistas son jóvenes que viven en Cuba” (Tedesco y Dimint, 10/12/2020). En primer lugar, la mayoría de los jóvenes cubanos es revolucionaria; no pongo en duda que alguno lea sus noticias, pero a estas alturas ya se sabe de qué van; en segundo, porque la retórica de ambas politólogas esconde un pequeño detalle: varios de esos sitios digitales operan fuera de Cuba y en lo que sí coinciden todos es que al igual que los de Miami tienen una orientación ideológica neoliberal y son pagados con los fondos de los programas de cambio de régimen de la Usaid y la NED, por tanto, forman parte de la plantilla editorial del gobierno de Estados Unidos.

Mienten cuando dicen que luego de los hechos de noviembre en el Ministerio de Cultura se produjo en La Habana un despliegue militar para reprimir en caso de manifestaciones. Todo el que conoce a Cuba sabe que fue el pueblo quien enfrentó en el malecón habanero la manifestación contrarrevolucionaria del 5 de agosto de 1994, y que la historia se volvería a repetir ante una nueva edición de un hecho como ese, sin contar que hablan de un grupito provocador con muchas ganas de posar para cámaras y videos y una plataforma mediática para sobredimensionarlo.

Mienten cuando tratan de hacer creer que en Cuba hay un clima de intolerancia y de falta de libertad de creación. Ellas mismas se desdicen en su artículo:

En este punto queremos resaltar que desde 2016 hemos realizado varios viajes de estudio a Cuba y si algo nos había llamado poderosamente la atención había sido la cantidad de obras de teatro con una visión muy crítica de la situación política, económica y cívica. Jóvenes actrices, actores, escritores, directores de teatro o de cortos cinematográficos, fotógrafos, curadores, escultores o pintores encontraban espacios donde expresar su descontento, cansancio con la censura y profunda desilusión con la vida cotidiana y el futuro. Sin embargo, ninguno de ellos se consideraba contrarrevolucionario (Tedesco y Diamint, 10/12/2020).

Como decimos acá: “te peinas, o te haces papelillo”. Queda claro que el proyecto “Diálogos sobre Cuba” tiene un sentido político. Sus autoras están descolocadas acerca de la realidad nacional; de poco les han servido sus visitas. Confunden el interés de un pequeñito segmento con las aspiraciones de un pueblo que lucha por edificar su presente y futuro socialista en condiciones estoicas; sin contar que hace rato dejaron de hacer ciencia para dedicarse al activismo político. Su artículo lo pone en evidencia:

¿Qué actitud han tomado los organismos regionales o internacionales frente a la violencia del Estado sobre los artistas? Según el relevamiento que pudimos hacer, y que seguramente es incompleto, de las 30 publicaciones de mayor prestigio internacional que contaron las agresiones a los miembros del Movimiento San Isidro, de ellas, 22 son de medios de Europa y Estados Unidos y 6 de medios de América Latina. Naciones Unidas no se expresó. Los organismos regionales están paralizados. Incluso, presidentes que se vanaglorian de su defensa de la libertad se quedaron callados. La izquierda latinoamericana parece haberse quedado atrapada en los años 70. Nada de los sucesos que las matrices: Rusia y China, adoptaron para sobrevivir, ha modificado el anquilosado ideal de una revolución fallida. Se escudan en el bloqueo y eso les alcanza para negar los fracasos que cotidianamente abruman a los ciudadanos de Cuba. En contraste, Venezuela centra la atención de medios y de políticos, aunque el sufrimiento y la represión no son muy diferentes en los dos casos.

Mientras tanto, los ciudadanos cubanos viven abrumados por la represión, la dolarización de su economía, la escasez de alimentos, la indiferencia de la región, las sanciones del gobierno norteamericano y un sinnúmero de académicos, periodistas e izquierdistas trasnochados que creen que Cuba ha alcanzado el paraíso socialista (Tedesco y Diamint, 10/12/2020).

“La mayoría de los jóvenes cubanos es revolucionaria; no pongo en duda que alguno lea sus noticias, pero a estas alturas ya se sabe de qué van”. Foto: Kaloian Santos Cabrera / Juventud Rebelde.

En el fondo comprendo que la ofuscación nuble sus sentidos: están en juego su proyecto y su más importante logro en cuatro años: identificar un “joven” dramaturgo, con talento y obra, que se dice revolucionario. Lamento anunciarles que Yunior García Aguilera, camino a los 39 años, ya no es un joven. En cuanto a la condición revolucionaria de este hombre hecho y derecho, al que jamás se le ha censurado una puesta y ha hecho causa común con anexionistas y trumpistas, prefiero remitirme a lo que puso en boca del personaje Cordelia uno de los grandes de su gremio: “El tiempo descubrirá lo que encubren los pliegues de la astucia” (“El rey Lehar”, acto I, escena I).

Bibliografía:

Shakespeare, William: “El rey Lehar”. Obras completas, Aguilar S. A. de Ediciones, Madrid, 1951.
Tedesco, Laura: “De militares a gerentes. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias en Cuba”, Nueva Sociedad (Buenos Aires), no. 278, noviembre-diciembre, 2018.  
____________ y Ruth Diamint: “Cuba ¿final a la deriva?”, Open Democracy, 2 de mayo de 2019. Disponible:https://www.opendemocracy.net/es/democraciaabierta-es/cuba-final-a-la-deriva/�� (consultado 2 / 1 / 2021).
________________________: “Atrapados en Cuba”, Open Democracy, 18 de febrero de 2020. Disponible:https://www.opendemocracy.net/es/democraciaabierta-es/atrapados-en-cuba/ (consultado 28.1.2021).
_________________________: “Cuba, la pandemia y las FAR”, Nueva Sociedad (Buenos Aires), julio de 2020. Disponible:https://nuso.org/articulo/cuba-la-pandemia-y-las-far (consultado 26.1.2021).
_________________________: “En Cuba, el unicornio azul se perdió, la Revolución también”, Open Democracy, 10 de diciembre de 2020. Disponible:https://www.opendemocracy.net/es/cuba-perdio-la-revolucion/ (consultado 29.1.2021).
_________________________: “La cobardía de la desinformación”, El Toque, 25 de enero de 2021. Disponible:https://eltoque.com/la-cobardia-de-la-desinformacion/ (consultado 25.1.2021).

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2021/02/04/filantropia-o-mercenarismo-legionarios-de-goliat-ii/

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Educación y pandemia

Por: Frei Betto 

No debemos alimentar la nostalgia de cómo era la escuela antes de la pandemia, al reabrir las instituciones educacionales no basta reponer las clases. Ahora tenemos una nueva configuración de las relaciones sociales y debemos aprovecharlas para desarrollar nuevas metodologías de enseñanza pero, conocemos que nuestros sistemas educacionales son resistentes al cambio, sin embargo la COVID 19, nos impone una nueva realidad. Ahora tenemos que admitir que la enseñanza remota a distancia tendrá que ser incorporada a los recursos pedagógicos. Se trata de una nueva modalidad que puede producir efectos positivos, como el protagonismo de los alumnos en su propio proceso de aprendizaje.

Dejan de ser simples objetivos de las lecciones del profesor y pasan a ser sujetos de la actividad escolar, responsables de organizar su agenda de estudios domésticos y planear el tiempo y el modo de abordar el currículo.

Este autoconocimiento exige de la escuela, mayor atención a la formación integral de los estudiantes como tener en cuenta la situación familiar en que viven y las condiciones de vivienda. De cierto modo, los alumnos pasan a ser compañeros del profesor en la elaboración de la malla curricular y en la práctica pedagógica. La enseñanza se hace más personalizada en la medida que hay más diferencia de ritmo entre los estudiantes, instados a gestionar sus actividades escolares, los alumnos tendrán mayor protagonismo y los profesores actuaran como mediadores entre los contenidos curriculares y los recursos tecnológicos.

En realidad ocurre, que no todo son luces. El lado oscuro necesita ser enfrentado con seriedad. En Brasil, las investigaciones constataron que casi el 90 % de los profesores no tenían experiencia de clases a distancia antes de la pandemia.

Ahora, el 82 % de las clases son desde casa, demostrando que ha aumentado la carga horaria de trabajo. Y el 84 % opina que la participación de los alumnos en el aprendizaje se redujo. La principal dificultad es el acceso a computadoras y a la internet.

El informe GEM (Monitoreo global de la educación) del 2020, señala que, en los países periféricos el 40 % no cuenta con políticas para apoyar a los alumnos durante el cierre de las escuelas. Según la UNESCO, menos del 10% de las 209 naciones evaluadas poseen leyes que favorecen la plena inclusión en la escuela.

El lado negativo de la educación a distancia

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Una niña de Timor-Leste muestra la plataforma en línea que utilizará para estudiar mientras su escuela está cerrada debido a la pandemia de coronavirus. Foto: UNICEF

La educación a distancia tiene como puntos negativos, favorecer el individualismo en el trabajo escolar, disminuir los lazos de solidaridad entre alumnos y profesores, hacer inviables las acciones colectivas en defensa de los derechos de los docentes.

El peligro del trabajo a distancia es colocar en riesgo la frontera entre el tiempo de trabajo y el de convivencia familiar. Al sobrecargar las jornadas de trabajo, se reducen las horas de ocio.

Lo ideal sería no considerar obligatoria la actividad a distancia y sí como opcional, hasta que la pandemia sea superada y puedan todos retomar el trabajo en condiciones de igualdad en el espacio escolar.

Al agravarse las desigualdades sociales la pandemia expone el carácter de un modelo educativo individualista, excluyente, competitivo, subordinado a las demandas del mercado. La crisis económica y el aumento del desempleo debilitan la tesis de que la escuela es una vía segura para incluir a todos en el mercado de trabajo y conquistar una vida estable.

Esta nueva modalidad de enseñanza carece de estructura para desarrollar adecuadamente las actividades escolares. Muchas veces, absorbidos por la vida familiar y las ocupaciones domésticas, como ayudar en la limpieza de la casa o ver filmes o programas de TV, los estudiantes pierden el interés por las clases.

Adoptar el trabajo a distancia como nueva modalidad de enseñanza puede agravar las desigualdades educacionales, excluyendo aquellos que, desprovistos de condiciones domésticas para involucrarse en el aprendizaje, acaban siendo víctimas de la ley del menor esfuerzo, cuando ellos son los que deberían recibir mayor atención.

El sistema educacional no puede transferir para el alumno la responsabilidad de tener una computadora y tener acceso a internet. Muchos viven en situación de vulnerabilidad social por lo que le corresponde al sistema garantizar las condiciones adecuadas a todos los estudiantes para realizar las tareas escolares, pues según el GEM por cada 100 jóvenes ricos, solamente 18 jóvenes pobres, completan la enseñanza media o secundaria.

Retorno a las clases presenciales

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Estudiantes universitarios durante un exámen en plena pandemia. Foto: Reuters

¿De qué forma la pandemia afecta la calidad de la educación?

Es importante que el aislamiento social no dificulte la gestión democrática de las escuelas. El impedimento de las reuniones presenciales del claustro docente no debe ser motivo para justificar decisiones monocráticas. La escuela debe permanecer como espacio cotidiano de ejercicio de la democracia, incluso en su actual configuración virtual.

La vuelta a las clases presenciales no puede en modo alguno depender de la presión del poder económico, en especial de los propietarios de instituciones educacionales y de redes escolares.

Y cuando sea conveniente no puede ser hecho de improviso. Debe ser el resultado de una decisión democrática de los diversos actores implicados en la esfera de la educación, inclusive funcionarios de la escuela.

Se debe adoptar un protocolo después de realizar un extenso debate entre maestros, estudiantes, funcionarios, padres de los estudiantes y autoridades sanitarias. La pandemia en sí misma es objeto de estudio. Ella debe ser llevada al aula, promoviendo investigaciones y reflexiones sobre el equilibrio ambiental, zoonosis, dignidad, solidaridad en tiempos de pandemia, fragilidad de la vida humana, etc.

Los educadores no pueden ceder a la lógica de volver cuanto antes a la simple acumulación de los contenidos escolares ni al discurso tecnócrata de regresar a las actividades presenciales a partir del punto en que fueron suspendidas en el 2020. Hay que tener en cuenta que la pandemia, una vez superada por la vacunación, no debe ser considerada como un vacío en nuestras vidas. No pueden dejar de ser considerados relevantes los efectos emocionales, psicológicos y sociales, provocados en la vida de los estudiantes. Muchos fueron afectados por la pérdida de parientes, víctimas de la COVID 19 y la disminución de los ingresos familiares.

La escuela no es una sucesión de días lectivos. Es un espacio de convivencia, creatividad y socialización y sobre todo, construcción de la identidad ciudadana como colectiva. Deber ser también un espacio democrático de formación de conciencia crítica, disposición a la solidaridad y al compromiso y al combate a todas las formas de injusticias sociales.

La educación a distancia puede dar lugar a una nueva fuente de beneficios y de lucro para empresarios de instituciones educacionales, que pasan a ser los mediadores de contenidos y tecnologías excluyendo a todos aquellos que no tienen los recursos para transformar el espacio doméstico en apéndice de la escuela.

Este empresariado pasa a considerar la escuela como objetivo de su servicio de “delivery” (entrega), prepara los paquetes curriculares hecho por supuestos especialistas ajenos a la escuela, lo que compromete la autonomía del trabajo docente y hace que el contenido curricular dependa de grandes grupos privados que dominan las plataformas dirigidas a la educación.

Con o sin pandemia, predominando la enseñanza presencial o a distancia, el combate al más grave problema de la humanidad- la desigualdad social- exige que nos empeñemos todos en la lucha permanente por la escuela pública, gratuita y laica. La educación escolar a tiempo completo en un derecho universal que debe ser asegurado por el estado a toda la población.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/02/03/educacion-y-pandemia/

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