Page 19 of 456
1 17 18 19 20 21 456

Alfredo Sánchez: «Estamos perdiendo el norte. A los cuatro años es imposible aprender a programar»

Por: Carlota Fominaya

Entrevista con Alfredo Sánchez, profesor, divulgador y autor del blog Serhumanodigital.com.

Campamentos y extraescolares de robótica y programación, términos como «scratch», robots «WeDo» de LEGO o «BeeBot» (robots-abeja)… La oferta tanto desde el colegio como fuera es enorme y, lo que es más llamativo, para alumnos cada vez más pequeños, incluso para niños a partir de los dos años. Pero para Alfredo Sánchez, ingeniero, profesor de la Escuela Libre Micael y divulgador, «estamos perdiendo un poco el norte. Más importante que aprender a programar es saber qué programar, o qué estructura necesitas para saber programar. Y la respuesta es sencilla: requiere de un procesamiento cerebral muy complejo, para el cual los más pequeños no están preparados». Pese a todo, el autor del blog serhumanodigital.com cree también que es «importante dejar claro que, efectivamente, ningún niño debería salir del sistema educativo sin saber programar»

¿No está de acuerdo con acercar la programación a niños tan pequeños?

Es que el sector educativo está transmitiendo mucho ese mensaje de «aprender a programar, cuanto antes mejor». No comparto esa visión. Hay que centrarse en qué necesitas para saber programar, qué tipo de estructura cerebral necesitas. Hay una diferencia entre aprender programación como algo que te lleva a conseguir objetivos, a utilizar la programación como instrumento dinamizador en el aula. Así sí puede ser interesante. La programación como juego a lo mejor sí que se puede introducir antes, si te ayuda a dinamizar estructuras de aprendizaje más tradicionales… Pero lo que es programar, requiere de un procesamiento cerebral muy complejo.

Ese procesamiento cerebral necesario para programar, ¿a qué edad se produce? ¿Cuál es la mejor edad para introducir esta materia?

En el colegio donde doy clases se introduce a los 14, los 15 años. En ese momento es súper fluido. Lo entienden, cogen la estructura, prueban, a nadie le desagrada… Tienen otra capacidad para enfrentarse con voluntad a las cosas, no desde la postura del «me tiene que divertir». En un tercero o cuarto de la ESO ya tienen un pensamiento más crítico y desarrollado. Les muestras cómo funcionan los algoritmos de Google y enseguida detectan por qué el buscador les enseña unos vídeos concretos y no otros. Tienen un acercamiento a su día a día y, aunque sea intuitivamente, lo comprenden.

Creo que es importante dejar claro que, efectivamente, ningún niño debería salir del sistema educativo sin saber programar. Es muy importante y se debería meter obligatoriamente la asignatura de programación, pero en la ESO y no para que se conviertan en programadores. Deben salir con unas nociones a este mundo, porque al final son usuarios de tecnología y han de saber cómo funciona para manejarla adecuadamente. Pero eso no es adelantarla a Educación Infantil.

Lo que argumentan es, precisamente, que acercan la programación jugando.

Si la estructura de acercamiento es realmente a través del juego, y muy adecuada, creo que es una buena herramienta a través de la cual se pueden aprender muchas cosas. Pero estoy en contra de aprender a programar desde los cuatro años. Un niño tiene que jugar, más que programar.

Usted dice que deben aprender otros aspectos antes de aprender a programar. ¿Cuáles?

Quizá en un primer lugar se puedan aprender habilidades muy necesarias para el aprendizaje de la programación a posteriori, como el ‘aprender a aprender’, tener pensamiento crítico o estratégico, juegos de mesa… La programación tiene más que ver con las matemáticas, para lo cual hay que saber descomponer problemas y acometerlos por etapas y, como digo, eso se da más tarde.

En conclusión…

Mi mensaje es: desde luego que la programación es una herramienta potentísima, y en Ciencias -o incluso en otras asignaturas como la Filosofía- ayudará mucho a fortalecer otros conceptos. Pero a la edad adecuada. Iniciarlo antes… No. Habrá gente que en clase consiga hacer cosas muy potentes, pero se suele perder el objetivo de solo enseñar a programar y acabar convirtiéndolo solo en un juego. «Jugando» a lo mejor enseñas Biología, Sociales…

A los dos años es imposible aprender a programar. Los programadores de hoy a lo mejor fueron precoces, pero seguro que no aprendieron a esa edad. Como tampoco se puede aprender en teoría a montar en moto, y hay gente que compite a los 10 o a los 12. Cada persona es un mundo pero, como principio general, el pensamiento de programación es abstracto, y hasta los 11 años no se empieza a desarrollar bien la estructura mental del pensamiento abstracto, aunque depende mucho del niño a la niña.

Se puede ver en la asignatura de Matemáticas. Hasta los 12 años se hace cálculo numérico, pero el álgebra, que es abstracto, no se explica hasta ese momento porque antes no lo cogen. Y la programación tiene mucho de álgebra.

¿Por qué cree hay tanta presión social a la hora de incluir el aprendizaje de programación cuanto antes?

Esa imperiosa necesidad creo que responde, de alguna forma, al déficit de mano de obra técnica. Las empresas intentan cubrir esos puestos, y son perfiles muy caros o que, directamente, no encuentran cómo cubrirlos. Fruto de esta situación, muchas compañías están destinando energías y recursos a crear programas que incitan a la sociedad a aprender programación. Al final si seguimos por esta senda, a medio plazo habrá más perfiles con conocimientos de programación y la inversión media que una empresa deba asumir será menor. Es muy lógico que hagan esa apuesta pero al final hace que perdamos un poco el norte. En el futuro, si no está ocurriendo ya, los programadores sean una especie de peones. Eso no quiere decir que no haya gente que disfrute con ese puesto. Programar es una habilidad muy buena, pero por sí sola tiene poco valor. Más importante que saber programar es saber qué programar.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-estamos-perdiendo-norte-cuatro-anos-imposible-aprender-programar-202202090010_noticia.html

Comparte este contenido:

Entrevista a Remedios Zafra: “La libertad de pensamiento está en crisis por la privatización del conocimiento”

Por: Ekaitz Cancela

Una imagen de destrucción creativa del capitalismo se encuentra presente en la obra de Remedios Zafra(Córdoba, 1973), incluso en los fondos de los retratos que la autora escoge para la presentación de su último libro: El entusiasmo (Anagrama, 2017)La sensación de estar ante las ruinas de una época obnubila en ocasiones que ha emergido otra nueva, que ya estamos en ella. Pero aún no hemos dirigido nuestra mirada hacia esa realidad. No nos encontramos aún en esa elevada etapa en la que somos capaces de valorar si nos agrada ese mundo, o si es mejor demolerlo. Una tesitura que está dando lugar a una plétora de nuevos ensayos que nacen con la intención de representarlo. Como explica Zafra en esta entrevista, ella trata de describir un “ahora y hacer reflexiva la realidad observada”. Lo cual le ha granjeado nada menos que un premio Anagrama de Ensayo. En la siguiente conversación profundiza en su obra y explica su elección sobre la forma de representarla, tarea que por otro lado cumple con excelente prosa y delicada atención a detalles cruciales sobre el espacio digital.

Una de las cosas que más me llamó la atención en un libro sobre el trabajo es que no haya ninguna referencia a Marx, pero sí continuas referencias al capital. ¿Qué papel ha jugado ese autor en la formación de su pensamiento?

El marxismo ha estado presente en mi formación como antropóloga y también en mi trabajo docente, aunque mis influencias teóricas vienen más del feminismo marxista y de figuras de la antropología económica y el socialismo críticas con el capitalismo (e influenciadas por Marx) como Mauss y Polanyi. De manera premeditada no hay referencias a Marx, y quizá llame más la atención que no las haya a Engels, cuyo trabajo sobre la opresión de las mujeres como instrumento de producción es más profundo que el de Marx, si observamos sus ideas sobre el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.Este ensayo, sin embargo, no se construye como una investigación ortodoxa y documentada que pretenda situar unas bases teóricas ni establecer un recorrido histórico y comparativo sobre la economía capitalista. Como habrá visto, es la mirada “sincrónica” a la realidad la que protagoniza El entusiasmo, un enfoque más propio del trabajo etnográfico que busca describir un “ahora” y hacer reflexiva la realidad observada. Y quienes lo protagonizan no son “grandes pensadores desprovistos de cuerpos, con sus famosas biografías y su perspectiva histórica”, sino vidas cotidianas cargadas de contradicción, conflicto, piel y píxeles.Hay además en mi escritura cierta incomodidad de raíz feminista que busca huir de la mirada logocentrista que predomina en la forma en la que construimos discurso en el contexto académico. En El entusiasmo me motiva la libertad del ir “de la realidad a la teoría” y no a la inversa.

Usted escribe que “toda creación siempre es atravesada por los espacios que habitamos. ” Y no cesa de apelar a quienes abusan de lo ‘público’. ¿Cree que el fenómeno de la privatización del espacio público digital ha pasado más desapercibido que otras consecuencias de internet?

Mi impresión es que sigue pasando desapercibido porque ha sabido valerse de la interiorización como “único espacio digital” al que nos deriva la vida contemporánea. Desde un primer momento, los poderes públicos parecen haber cedido a que el espacio digital sea un dominio privado que se nos ofrece bajo espejismo de zona pública. A mí me parece inquietante esta cesión y el dominio que se otorga porque la vida es cada vez más una vida mediada por pantallas, que acontece en la red, y rara vez advertimos que a veces somos, y podemos ser, más producto que ciudadanos. No extraña que suela pasarse por alto, porque esta privatización se vale de esas formas de poder invisibles y silenciosas que rara vez dicen “no,” sino que operan atravesando las decisiones y expectativas de las personas, normalizándose. Pocas veces, excepto en los casos de censura expresa (casi siempre sexista o mojigata: esos pechos, ese pene, ese cuerpo desnudo…), el poder de la empresa que gestiona se deja ver.

La habitación en la que representa usted constantemente al personaje de Sibila me parece muy pertinente para describir esa sensación de estar encerrado y sin salida. ¿Qué quería transmitir cuando la escribía?

Quizá porque habito la mayor parte del tiempo en un cuarto propio conectado, su potencia me fascina tanto como preocupa. Creo que las habitaciones conectadas ilustran como pocas cosas algunas de las contradicciones de la época. Conformándose como espacios que, frente a la distracción del exceso digital, nos permiten recuperar “tiempos de concentración”, frente a un verlo todo, un recuperar el “párpado” y una (posible) conciencia crítica. Sin embargo es también donde se gestan los nuevos escenarios de autoengaño y resignación, cuando la pantalla opera como “marco de fantasía” y nos vemos limitados en nuestra vida real. Ante el miedo que provoca un mundo que nos visibiliza las constantes amenazas posibles (terroristas, ecológicas, accidentes, desempleo, precariedad…), la habitación conectada parece protegernos sin aislarnos. Y resulta curioso cómo ambos polos los provoca el mismo dispositivo: primero, la pantalla satura de imágenes de injusticias que paralizan, después permite ese refugio del conectarnos con otros sin exponernos demasiado. Creo que para la mayoría es más refugio que cárcel, y que no podemos despojar nuestras historias hoy de su materialidad, entre otras cosas porque las erosiones de las que habla este espacio tienen que ver con una profunda transformación de la vida humana (erosión de las esferas pública y privada, intersección de espacios de producción, recepción y circulación, confluencia de la presentación y representación de los sujetos, entre otras…).

Junto al ‘espacio’, en el libro habla del ‘tiempo’: “donado al consumo e indirectamente a hacernos datos”. Solo encontré  en su libro una referencia a Google, una de las empresas que más datos extrae de nosotros. ¿Cree que tiene algo que ver con ese “poder como forma indirecta” que a veces no define?

Sí, claro. Google sería un claro ejemplo de ese poder que se nos muestra siempre como un minimalista y amable entorno increíblemente servicial, dispuesto a contestarlo absolutamente todo, haciéndose imprescindible en nuestras vidas, ampliando nuestra memoria, ubicándonos en el espacio, proporcionando datos e información, ayudándonos a escribir, a traducir, a identificar a esa persona… Tanto nos da como tanto recibe de quienes con nuestras búsquedas, datos y usos proporcionamos alimento a la máquina. Un alimento que por sí solo no tiene más interés que fragmentos de privacidad, pero que puesto en conjunto con los millones de usuarios ofrece panorámicas big data que permiten visualizar tendencias y pronosticar cambios, intereses, miedos y mercado, que posibilitan sobre todo “gestionar el poder como nunca”. Hay una obra de Leonardo Solaas titulada Variaciones Google que me interesa mucho y ayuda también a responder a su pregunta, puesto que hace algo necesario con Google: “ayudar a visibilizarlo”, identificar posibles mecanismos de opresión antes de idealizarlo. Una de sus claves es presentarse como motor que visibiliza mundo e “invisibiliza lente”. Esa lente no es neutral, su parcialidad vestida de disponibilidad y filantropía se sustenta en una industria configurada como uno los grandes poderes globales.

¿No cree, no obstante, que el poder en forma de datos sobre los ciudadanos que monopolizan varias compañías se ejerce de una manera muy ‘directa’: la dependencia hacia sus servicios? De alguna forma es como si trabajaremos, de forma creativa o no, para Google u otras empresas de internet.

La dependencia es una seña de identidad de aquellos servicios que se convierten en necesidades de época.

La dependencia es una seña de identidad de aquellos servicios que se convierten en necesidades de época. Claramente Google ha conseguido que deleguemos en él funciones como la memorística, pero también ha ampliado y creado otras ayudándonos a “gestionar” mundo digital. Pero esa fabulosa potencia no debe eclipsar el poder y monopolio que estas empresas tienen. Por ejemplo, esos datos propios que pensamos no pueden ser de utilidad para nadie salvo para nosotros mismos, se convierten en pieza de la gran masa que gestionan empresas como Google. Como para la sociología o la estadística cuando tenemos grandes cantidades de datos, estos se vuelven significativos, son capaces de identificar lo que nos une (esa mirada de lejos que nos iguala), las tendencias de la mayoría, lo que hacemos y preguntamos “cuando creemos que estamos solos” (una adolescente que quiere abortar, alguien desempleado que busca, una persona diagnosticada de cáncer que pregunta…). La intimidad hoy es compartida con Google antes incluso que con las personas cercanas. Google responde sin juzgarnos. Su conocimiento y su poder es, al mismo tiempo, extraordinario y terrorífico, porque en él delegamos cada vez más nuestras dudas y en él confiamos cuando posiciona y crea “valor” de las cosas con algoritmos no exentos de ideología. Y siempre existe una contrapartida, cada servicio ofrecido por Google lo ofrecemos también nosotros; en cierta forma, trabajamos para ellos.

Por eso me llamó la atención su reflexión: “la libertad de pensamiento como modelo de privatización”. ¿Es posible ser creativo sin estar dentro de las leyes que impone el mercado?

A lo que yo apunto es a cómo la libertad de pensamiento está puesta en crisis por los vigentes modelos de privatización del conocimiento. Es un asunto esencial que debemos garantizar. El conocimiento, para serlo, debe ser libre, si no estará sesgado y orientado hacia quienes tienen intereses por mantener formas de poder.

Sobre su pregunta, creo que cabría cuestionarse: “¿Qué tipo de creatividad es la que propicia el mercado?”. Yo sí creo que es posible ser creativo fuera de esas leyes; gran parte de la práctica artística política se sustenta en esta idea. Hipotecarse al mercado puede propiciar obras ingeniosas, interesantes, efectistas, entretenidas, pero difícilmente obras que perturben, critiquen y hagan pensativo ese sistema que les acoge. Es una de las funciones que hoy cabe esperar de la creatividad artística: que no cambie unas verdades por otras, sino que ayude a hacer reflexivas las formas en que se diseñan hoy las verdades.

El circuito de privatización en que se apoya el modelo mercantilista de conocimiento pone en riesgo lo más importante: la libertad de pensamiento. Obviar que esta apropiación no vendrá exenta de desigualdad es como pasar por alto que en el mundo la pobreza y la violencia no han modificado de manera profunda “la cualidad de nuestra conciencia”.

Siguiendo esa línea, sobre las formas de valor del trabajo creativo apunta que el riesgo es “la pérdida de la libertad que convierte a la creatividad humana en algo transformador”. ¿Qué debe “transformar” realmente la creatividad en este momento de hegemonía capitalista a nivel global?

La potencia de la creatividad humana no debería tener fines exclusivamente comerciales

La potencia de la creatividad humana no debería tener fines exclusivamente comerciales ni estar sólo movida por el capital y el mercado, sino por la justicia social, la vida de todos, el arte o la poesía. A mi modo de ver, el trabajo creativo debiera poner su energía en la salud de todos y no en las enfermedades de los ricos, en la vida del planeta, en la creación de un mundo de mayor igualdad social, de respeto a la diversidad cultural y donde logremos mayores grados de libertad. Movilizar esa deriva empieza por terminar con la precariedad que neutraliza a muchos trabajadores creativos en la temporalidad, la frustración, tareas burocratizadas y subordinación a un mercado laboral absolutamente desajustado e incapaz de aprovechar su potencial intelectual. La hegemonía capitalista debiera subordinarse a la política y no al contrario, dejar de mirar el mundo desde las ganancias de unos pocos y su perpetuación en el poder, y pasar a un compromiso ético con el mundo, el progreso y la justicia social. Recuperar los vínculos éticos despojados del intercambio capitalista me parece un asunto importante.

Señalaba que la ética del capitalismo digital trata de una cultura sobre otra cultura. ¿Pero con qué cultura hemos de saldar cuentas? ¿Basta con el neoliberalismo, o lo que algunos llaman la lógica cultural del capitalismo tardío?

Me refiero a que, frente a otros tiempos caracterizados por el colonialismo de unas culturas sobre otras, hoy la territorialización digital trata de una cultura sobre parte de la misma cultura, y más concretamente cuando hablamos de “mundos virtuales”, trata de la vida sobre la imaginación. Una cultura escindida, mutante y liberada en pactos de evasión y temporalidad que nos pregunta por las posibilidades y gradientes de repetición o imaginación del mundo. Los cambios acontecen hoy en un marco todavía neoliberal caracterizado por esa lógica cultural de una enésima forma de capitalismo (cultural, cognitivo, informacional e incluso afectivo, son caras de una realidad poliédrica definida por la globalización y la cultura-red). ¿Con quién hemos de saldar cuentas? Creo que no se puede exigir un comportamiento heroico a las víctimas de la desigualdad. No hay que saldar cuentas con la cultura sino con el poder que la domina.

Habla usted de la reinvención del sujeto creativo en la red como vía para la emancipación. No me queda claro si se refiere a la emancipación del individuo alienado o de que pueda vivir emancipado en una especie de ecosistema digital más comunal.

Ambas cuestiones estarían implícitas en esa reinvención. De un lado la que empieza por la subjetividad y el uno mismo y apunta, como sugiere, a la emancipación del sujeto creativo. De otro, la reactivación de los vínculos entre iguales como forma de recuperar las alianzas colectivas y políticas que permiten transformación social. Algo parecido a lo que sí está consiguiendo el feminismo en Internet.

Por último, he de confesar que me fascinó la metáfora del camino que nos guía pero que se esconde por el exceso de brillo y las sombras, empleada por usted para describir la experiencia en la red. ¿Ve ese ‘entusiasmo’ que deriva en ‘cansancio’ y después en ‘desorientación’ como un síntoma que marca el agotamiento del Siglo de las Luces?

Comparto con usted que esta época tiende a excluir las “luces” propias de una primacía del pensamiento en beneficio de la intuición y la emotividad, que viajan más rápido y se ajustan mejor a los vigentes modelos de neoliberalismo digital (caracterizados por hiperproducción, velocidad, exceso y caducidad). Y esto me parece un riesgo.

El entusiasmo tiene que ver con esa exaltación frente a una saturación de estímulos y referencias que en muchos casos terminan por llenar nuestros tiempos y espacios hasta desorientarnos. La imagen de los paisajes boscosos y tupidos, plagados de referencias visuales, puede ser ilustrativa de esta forma de “ceguera” a la que apunto y que paradójicamente surge de un exceso de imagen y estímulo como el de ahora. Allí donde la red se presentaba como una esperanza de horizontalidad, donde todos podíamos por fin tener voz propia, el reverso de esta potencia nos vomitó un mundo apretado y excesivo de voces. Este sería el background de los entusiastas precarios, entretenidos en “sí mismos” y sus pantallas, y cansados de antemano de sus trabajos temporales como para concentrarse y “profundizar”, pero también cansados para hacer la revolución. Sí, puede que estén desorientados, pero quiero pensar que solo de momento.

Fuente de la información e imagen: https://ctxt.es/es

Comparte este contenido:

Manuel Azuaga: “Si trasladamos a la vida la toma de decisiones del ajedrez, estamos formando personas más responsables”

Por:

  • Un tablero de ajedrez como metáfora de la vida. Pausa y reflexión antes de tomar decisiones que condicionan el futuro: de la partida, de nuestra existencia. Y una capacidad creciente a la hora de asumir, sin excusas, responsabilidad sobre nuestros errores. De las muchas bondades pedagógicas del ajedrez (mejora del pensamiento estratégico, aumento de la concentración…), Manuel Azuaga se queda con aquella que más ayuda al alumno a ser dueño de su destino.

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Málaga, Manuel Azuaga no se cansa de difundir a los cuatro vientos las múltiples enseñanzas que condensa el milenario juego del ajedrez. También disfruta narrando las incontables anécdotas históricas y literarias que ha protagonizado el tablero y sus jugadores más insignes: una mina inagotable para la transversalidad. Colabora en periódicos, tiene un programa de radio y el pasado año publicó Cuentos, jaques y leyendas (Editorial Renacimiento). En su vertiente puramente educativa, Azuaga coordina el proyecto aulaDjaque (financiado por la Junta de Andalucía), con el que ha logrado colar, como nuevas compañeras, a las blancas y negras en pleno horario lectivo. También es fundador de la asociación Ajedrez Social de Andalucía, volcada en colectivos desfavorecidos.

Hay algo de revolucionario, contracorriente al menos, en promover el ajedrez entre las nuevas generaciones, tan acostumbradas al vértigo digital.

Sí, el famoso elogio de la lentitud en un mundo hiper-rápido, tan exigente con los tiempos. Nosotros llegamos con un jueguito que pide precisamente lo contrario: pausa, análisis sosegado. El mismo hecho de introducir un elemento lúdico en horario lectivo propicia una transformación disruptiva, vincula a los chicos y chicas de una manera distinta. Suele suceder que, con el ajedrez, esos alumnos etiquetados como inquietos o hiperactivos cambian de etiqueta. Se genera un espacio de calma en el que ese alumno mira a los ojos a su compañero —algo que ocurre muy rara vez en clase— y puede poner en práctica sus habilidades ocultas.

En el TDAH, quizá sobrediagnosticado, la A corresponde a atención. Con su demanda de alta concentración, el ajedrez obliga a una atención plena que, supongo, permite canalizar energías dispersas.

El psiquiatra infantil Hilario Blasco Fontecilla lo utiliza específicamente con chavales diagnosticados con TDAH leve o moderado. Tiene un tablero en su consulta y lo prueba antes de pasar a otras opciones terapeúticas, incluidas las farmacológicas. Hay veces en que lo único que necesita el alumno es un entorno agradable y un elemento para fluir.

Para el grueso de los alumnos no debe de ser fácil engancharse al tablero, con su sencillez, ante esa maraña de estímulos de recompensa inmediata en la que están inmersos. ¿Notas que cada vez resulta más difícil?

Al contrario. Llevo unos 12 años dedicándome al ajedrez educativo y mi impresión es que cada vez es más fácil. El fenómeno ajedrecístico va a más entre los chavales, favorecido por series como Gambito de Dama y por las facilidades para seguir desde casa un campeonato del mundo, con comentarios en directo de influencers como Rey Enigma [quien oculta su identidad apareciendo siempre con un traje elástico, estampado con cuadrados blancos y negros, que le cubre todo el cuerpo]. Hace una década, era un poco peregrinar en el desierto de las bondades educativas. Ahora, muchas veces no hay ni que convencer con este tipo de argumentos: los chavales quieren ser Beth Harmon [protagonista de Gambito de Gama] o Rey Enigma.

¿Hay mucha diferencia entre el ajedrez analógico y online? Por aquello de la mal llamada multitarea y las mil tentaciones para desconcentrarse, sobre todo cuando el turno es del otro…

Lo importante es que, si quiere, el chaval ahora puede jugar desde cualquier plataforma (hay muchas y muy buenas) una vez que hemos logrado motivarle con una o dos horas semanales en clase. En mi época, tenías que buscarte el club del barrio o la delegación local. La capacidad de anticiparse al otro, el pensamiento estratégico… Todo es igual en el ajedrez presencial y online. ¿Qué cambia? La tensión, esa energía física insustituible. A veces, nos intimida la sola presencia del otro, en especial si está por encima de nosotros en el ranking. Hay grandes maestros que no saben gestionar esas emociones.

Dices con frecuencia que el ajedrez nos enseña a lidiar con nuestras emociones ante la presión del tiempo. Ese reloj al lado del tablero que, ante la infinidad de jugadas, nos recuerda que, en algún momento, tendremos que mover pieza.

Poco a poco voy afinando mi respuesta a la pregunta sobre las bondades educativas de la práctica frecuente. En los últimos tiempos, destaco por encima de todas la toma de decisiones. En la vida, tomamos decisiones con la presión de una fecha límite o de un reloj biológico (que a veces es simplemente mental y excesivamente estresante). En un tablero, la toma de decisiones es muy similar.

En esa metáfora del tablero como la vida, ¿la enseñanza de la toma de decisiones tiene más impacto entre adolescentes de entornos desfavorecidos? A veces, su contexto les empuja a tomar decisiones equivocadas: dejar los estudios, empezar a trapichear… Además, ante una mala decisión, la repercusión para su vida puede ser mayor, ya que quizá no cuentan con esa red de protección que sí tienen jóvenes más afortunados.

Solemos analizar modelos o partidas históricas en las que una mala decisión desbarató toda la partida. En esos entornos que comentas, se trata de un mensaje muy potente. A veces, con una sola vez que te equivoques, la vida nos viene de vuelta con un castigo quizá desproporcionado. Y esto conecta con la asunción de responsabilidades, el que no valen las excusas porque, una sola vez, una sola mala decisión puede ser suficiente, por mucho que consideremos que el castigo es excesivo o injusto. Hay alumnos a los que les cuesta más gestionar esto. Se quedan enroscados: “Si yo hubiera, si, si…”. Es un condicional que no ha sucedido, así que les decimos que se limiten a lo que pasó en el tablero para analizar cuál fue su error. Les animamos a que no construyan otra realidad. Si consiguen trasladar esto a sus vidas, estamos formando personas más responsables.

Insistes en que la sencillez y frialdad del ajedrez impiden agarrarse a excusas típicas en otros juegos y deportes: el estado del campo, las condiciones climatológicas, el árbitro…

Aun así, los chicos encuentran excusas, lo que es muy natural. “Es que el otro lleva jugando cinco años y yo solo cuatro”. ¡Una lógica aplastante! [sonríe] Lo que sucede en el tablero es tan objetivo que el factor buena o mala suerte es mínimo. Puede ser que te levantes con dolor de cabeza, cierto, pero el ajedrez admite pocos elementos azarosos.

Supongo que, cuando uno empieza a jugar, suele ser más impulsivo. Y con el tiempo aprende a pensárselo dos veces, a ser más reflexivo y tener una visión más estratégica.

Uno de los anclajes pedagógicos de aulaDjaque es la teoría de Daniel Kahneman, que fue premio Nobel, sobre los sistemas de pensamiento. El sistema uno es el rápido, intuitivo. El dos permite procesar información y poner en juego habilidades como la concentración y la anticipación. Resulta fundamental que los alumnos sepan que utilizamos uno de los dos sistemas en todas las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida. El ajedrez ayuda enormemente a entender la diferencia, a ver, por ejemplo, que el 97% de las decisiones de un día normal se toman con el sistema uno. Y que, ante un tablero, los porcentajes deben invertirse.

Una cuestión polémica: algunos expertos explican la práctica ausencia de mujeres en el top mundial del ajedrez por una supuesta predisposición genética. Los hombres estarían, según estas opiniones, mejor dotados para jugar. Se suele insistir en el argumento evolutivo de nuestros ancestros cazadores y el mayor desarrollo de su inteligencia espacial etc. ¿Tú qué opinas?

Que esta realidad claramente engarza con factores socioculturales. Y que es un argumento que se retroalimenta: como no hay ninguna mujer entre los 100 mejores del mundo, los hombres juegan mejor por razones biológicas, lo cual disuade y condiciona a las chicas. Esto se desmonta fácilmente haciendo retrospectiva y mirando de dónde venimos. En los siglos XVIII y XIX, surgen en Europa los cafés donde se reunen literatos, filósofo, intelectuales… y también ajedrecistas que van allí a jugar. Las mujeres no podían entrar salvo que fuesen acompañadas por sus maridos. No es hasta el siglo XX, con figuras como Vera Menchik o Sonja Graf —que quieren jugar también con hombres— cuando se empieza a plantear la igualdad de género en el tablero. Hoy en día, de cada 100 jugadores federados en el mundo, solo ocho son mujeres. Hasta que no se equilibren los porcentajes, no tiene mucho sentido rebatir ese supuesto determinismo biológico. Por cierto, cuando Judit Polgár, la mejor ajedrecista de la historia, se metió en el top 10 mundial, los comentarios fueron profundamente machistas: juega como un hombre, se decía.

El tema del género es solo un ejemplo de la enorme transversalidad del ajedrez. Se puede utilizar como hilo para enseñar matemáticas, historia, literatura…

La Revolución Francesa a partir de [François-André Danican] Philidor, que fue un gran maestro. La Guerra Fría simbolizada por el duelo entre Bobby Fischer y Boris Spasski en Islandia. Y tantos otros ejemplos en sus 1.500 años de historia que se pueden utilizar para conectar con el alumno. En matemáticas, no es que esté relacionado, es que el ajedrez, por sus características cartesianas, es matemáticas. Tirando de la cuerda, uno llega a disciplinas que ni siquiera imaginaba. La música y su fuerte vínculo con el ajedrez. La lengua y cómo la práctica frecuente mejora la comprensión lectora, ya que analizar una posición y leer son, al parecer, ejercicios cognitivos muy parecidos, con sus significantes y sus significados. Y así podría seguir durante horas…

Más información: aulaDjaque

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2022/02/07/manuel-azuaga-si-trasladamos-a-la-vida-la-toma-de-decisiones-del-ajedrez-estamos-formando-personas-mas-responsables/

Comparte este contenido:

Entrevista a Yayo Herrero “El gran reto es generar diferentes formas comunitarias en unas culturas absolutamente individuales”

Por: Sarah Babiker 
Fuentes: El Salto [Foto: La activista y pensadora ecofeminista Yayo Herrero (Álvaro Minguito)]

La pensadora Yayo Herrero reivindica la “justicia materna” del compartir lo que hay, frente a un sistema que premia a quienes compiten por la satisfacción de sus deseos sin asumir ningún límite.

Antropóloga, educadora, ingeniera agrícola, escritora, activista ecofeminista, desde las múltiples perspectivas desde las que mira el mundo, Yayo Herrero siempre tiene algo que decir: algo que te interpela, que no habías pensado, o que habías quizás intuido sin acertar a darle forma. Sin aspavientos intelectuales, ni cierres dogmáticos, Herrero mapea sin esfuerzo las urgencias y desafíos que se nos vienen encima como especie interdependiente y ecodependiente.

Sin embargo, a través de sus palabras, el futuro no se ve como un abismo de violencia y extinción ineludibles, un apocalipsis paralizante, si no que al tiempo que bosqueja de manera realista las amenazas, plantea la existencia de caminos, miradas y prácticas para evitar ese destino que se nos presenta como inexorable para la mayoría, del que solo podrán escapar unos pocos privilegiados si se sigue la errática hoja de ruta del capitalismo depredador.

En Los Cinco Elementos (Arcadia, 2021), Herrero propone un viaje por lo que nos integra y lo que nos rodea, agua, tierra, aire, fuego y vida, para mirar bien de cerca el planeta que habitamos y distanciarnos al mismo tiempo de una cultura desvinculada de lo esencial para la existencia.

Defines tu libro como una cartilla de alfabetización ecológica. ¿Padecemos de analfabetismo en este ámbito?

Sí, creo que tenemos un problema claro de analfabetismo ecológico. Además, curiosamente, a veces, cuanto más especializada está la persona, cuanto más profunda es la formación, más profundo es también ese analfabetismo. Se trata de un analfabetismo que, fundamentalmente, nos hace incapaces de comprender sobre qué pilares descansa la vida: la de los seres humanos y la vida en general. Así, nos convierte en personas absolutamente ciegas a la hora de percibir los cambios y los deterioros que se producen y que nos ponen en riesgo.

¿De dónde sale este analfabetismo? ¿A qué intereses responde?

Creo que hay una parte que no responde tanto a intereses, sino que es el fruto de una determinada cultura, como es la cultura occidental, que se divorció de la tierra y de los cuerpos hace mucho tiempo. Una cultura que es patriarcal, entendiendo el patriarcado no tanto como un sistema en donde los hombres tienen más, o tienen poder sobre las mujeres, sino como una cultura en la que hay algunos seres privilegiados, que se conciben a sí mismos como seres absolutamente independientes de la tierra y de su propio cuerpo, y que no se responsabilizan de los cuerpos de otras personas.

Es ese no sentirnos parte de esa trama de la vida que integran plantas, animales, el aire, el agua, la tierra y, por otro lado, sentirnos desvinculados o independientes del resto de las personas, lo que conforma una cultura en donde ha podido nacer un sistema económico como es el capitalista, que es un sistema absolutamente destructivo, una cultura que desprecia la tierra, que se siente por encima de ella y  por tanto la destruye sin ningún tipo de problema. Y no es ni siquiera capaz de darse cuenta de a dónde nos lleva esta destrucción y de cuáles son los síntomas que la evidencian.

¿Cómo se podría revertir esta mirada desde el afuera, en este contexto de urgencia y de ruido? 

Desde mi punto de vista, las miradas ecofeministas, las miradas de lo que hemos llamado los enfoques de la sostenibilidad de la vida, pueden aportar bastante. Por una parte: el auto percibirnos como seres absolutamente necesitados, los seres humanos somos seres necesitados desde que nacemos hasta que morimos. Necesitados significa que constantemente, cotidianamente, necesitamos alimento, agua, refugio, relaciones, energía, y todo esto que necesitamos procede de relaciones humanas que lo proporcionan, es decir, relaciones de cuidado y atención. Pero, por otro lado, todo esto que necesitamos depende en primera instancia de los bienes fondo de la naturaleza. No hay economía posible sin naturaleza, no hay tecnología posible sin naturaleza, no hay nada si no hay una naturaleza en la que se sustente.

Precisamente en este contexto de urgencia es muy importante levantar un poquito la mirada de esa cultura dominante para darnos cuenta de que lo que está detrás de la quiebra, del cierre o de la ralentización de una buena parte de la economía industrial ahora mismo, no es más que la dificultad de acceder a las materias primas, de acceder a productos a los que no estamos accediendo, en parte por problemas del propio sistema, cuellos de botella y demás, pero en parte, también, porque empieza a ser evidente la translimitación, es decir, la superación de los límites físicos del planeta.

Es decir, lo que hace que muchas personas se vean ahora mismo en procesos de cierre de sus empresas o en riesgo de que cierren, no es precisamente la aplicación de políticas ecologistas, sino más bien la propia bulimia del sistema que peta de su propio éxito, que ha sobrepasado los límites a tal velocidad que directamente se hace imposible su mantenimiento. En un contexto de urgencia y en un contexto de translimitación, la posibilidad de que las personas, todas las personas, tengan cubiertos sus derechos y aquello que es necesario para que se sostenga la vida, depende básicamente de que seamos capaces de volver esa mirada a la tierra y a aquello de lo que dependemos.

Hablar de los cinco elementos, ¿es una forma de combatir esa ficción de distancia?, ¿por qué elegiste esta estructura para el libro?

La estructura fue casi una casualidad. Lo que he escrito los últimos años ha sido básicamente ensayo. Intentaba explicar las cosas que veía de una forma lo más clara posible. Pero es verdad que siempre me ha encantado escribir y tenía muchas ganas de hacerlo con un tono distinto. En los últimos años he tenido la posibilidad de trabajar con gente del mundo de la cultura y me daba cuenta de que el lenguaje de la racionalidad no es un lenguaje que baste para mover emociones, para mover sensaciones, para despertar ese amor por la vida y por la tierra que yo creo que hace falta para revertir la crisis civilizatoria en la que la que estamos, para afrontarla con dignidad y con justicia.

Entonces en Ctxt me propusieron hacer una serie de cinco artículos para el verano. Hablando con [el director] Miguel Mora le decía, casi pensando en voz alta, tengo que ver cómo abordar el tema. Y él dijo: los cinco elementos, así como de coña. Pues yo lo vi inmediatamente. Es una forma de ir entrando por cada uno de esos cinco elementos. El agua, el aire, la tierra o el fuego en nuestra cultura, en la mitología, en la ciencia, en la vida cotidiana, tienen unas conexiones absolutamente claras y son elementos que están en riesgo. Y el último elemento que siempre está en discordia, ¿cuál es? La vida. A mí me parece que es una cosa tan flipante que un cúmulo de casualidades, de reacciones químicas, hace 5000 millones de años se hayan podido convertir en una cosa tan absolutamente diversa, resiliente, variada. Me parecía que merecía la pena explorar eso. Me lo he pasado fenomenal escribiéndolo, aunque es verdad que me daba cierto pudor hacerlo. Cuando la gente de Arcadia me propuso publicarlo, me dijo que por qué no lo alargaba introduciendo algunas historias de vida más propias. Seguí disfrutando un montón, pero tengo que reconocer que era una cosa tan distinta. Me daba cierto pudor. Te expones más.

Luego, este año, volví a plantearme hacer otra serie que ha dado lugar a otro librito que ha salido ahora, que se llama Ausencias y extravíos (Ed. Revista Contexto, 2021). Sigue un poco la misma estela, pero en este ya hemos intentado profundizar un poco más en las miradas antropológicas que generan el que no miremos, que rechacemos el miedo y así también rechacemos el anclaje a la tierra.

Has hablado de la mirada en la distancia, desde afuera de la tierra, como algo que nos aleja de comprender lo que está pasando, y de la mirada extrañada, poder mirar la propia cultura para percibir sus contradicciones y derivas. Me interesa esta dicotomía: ¿la aceleración y la inercia nos impide ejercer esta mirada extrañada?

Prácticamente, cualquier cultura pierde un poco la capacidad de mirarse a sí misma, como desde fuera, es normal. Cualquier cultura tiene más facilidad para mirar con ojos extrañados otras diferentes, lo que considera que está un poco fuera de ella, que lo propio. Sin embargo, en este momento es muy necesario, creo yo, el mirarnos con ojos extrañados, porque efectivamente hay una distancia que por otro lado es una distancia absolutamente ficticia. Nadie puede vivir fuera de su cuerpo. Nadie puede vivir fuera de la tierra o desconectada de ella. Pero hay un sistema de poder, de dominio, de privilegios, que hace que una parte de la humanidad pueda, digamos, experimentar, esa distancia. Es una parte privilegiada, pues son los sujetos patriarcales quienes pueden vivir sin ocuparse de nadie, como si no tuvieran que ocuparse de nadie, ni siquiera de su propio cuerpo. Son los sujetos colonizadores que pueden vivir distanciados de la tierra y de los límites, digamos, porque depredan básicamente los bienes y los recursos que vienen de otros territorios. Esas distancias que se han establecido resultan invisibles en nuestra cultura. Son normales porque no nos percibimos ni ecodependientes ni interdependientes. Por tanto, esa mirada extrañada es precisa.

En algunos momentos tenemos esos destellos de extrañamiento. Por ejemplo, cuando erupciona el volcán de la Palma y en ese momento vivimos de forma sorprendida el “¿pero no se puede hacer nada?” Esa pregunta, en una cultura en donde la tecnología o la economía nos ha prometido resolver absolutamente todos los problemas, incluso los que ella misma ha creado, implica momentos de extrañamiento que te hacen sentirte parte de algo que es mucho más grande, de lo que eres una pequeña porción. La pandemia creo que fue en sus primeros momentos un tremendo momento de extrañamiento, de mirarnos desde fuera, de ver cómo la economía se desvanece y se cae como un castillo de naipes en apenas quince días y de forma globalizada. O como cuando hay que declarar cuáles son los trabajos esenciales, y ves, con la mirada extrañada, que resulta que muchos de los trabajos peor pagados, menos valorados y más despreciados del mercado laboral son los que no pueden dejar de hacerse. Mientras que otros muchos, muy bien pagados y muy bien considerados, pueden ser perfectamente prescindibles.

Tenemos esos pequeños momentos de extrañamiento que yo creo que son muy importantes y que te ayudan un poco a reconectarte. Ahí también mirar otras culturas nos puede ayudar un montón. Los pueblos originarios, por ejemplo, que nunca se han desvinculado de la tierra, o mirar también lo que nos enseña el pueblo gitano. Los vínculos comunitarios, el apoyo mutuo, evidencian cómo una cultura perseguida, estigmatizada, ha seguido, sin embargo, manteniendo una fuerza, un orgullo de pertenencia tremendo, precisamente porque tiene unos vínculos comunitarios y unas convicciones, digamos, que permiten luchar o resistir contra toda esta droga dura que supone el capitalismo como sistema generador de deseos y sistema generador de subjetividades.

Esta mirada extrañada te permite esbozar una descripción muy interesante de cuestiones como la de Elon Musk intentando llegar a Marte, algo que parece implicar una cierta cultura de niño privilegiado que puede jugar con todo.

Creo que nuestra cultura antropocéntrica, desvinculada de la tierra, una cultura además absolutamente tecnólatra, capitalista y muy patriarcal, es una cultura que premia precisamente los rasgos del niño más caprichoso. Mientras nos criamos en una familia como me crié yo, con cuatro hermanos y hermanas, desde pequeñita estas escuchando constantemente el “tienes que compartir con tus hermanos”, “no te pases, que esto no lo hay para todos, repártelo”, este tipo de cosas, tienes esa especie de justicia materna que hemos aprendido en las casas. Sin embargo, desde que empiezas a socializarte y empiezas a educarte dentro del mundo, el premio es justamente a la actitud contraria, al “compite, persigue todo lo que deseas, no te plantees ningún límite, no renuncies absolutamente a nada”. Y terminan siendo premiadas aquellas personas, por supuesto, que están en una situación de clase que se lo permite: Aquellas personas que no se plantean ningún tipo de límites y asumen como filosofía de vida el “todo aquello que quieras, todo aquello que desees, tienes derecho a perseguirlo y tienes derecho a tenerlo”.

Además, no existe ningún tipo de límite que te impida el conseguir todo aquello que quieres. Eso hace que incluso las propias personas subordinadas, explotadas, sometidas, miren con admiración al que ha conseguido todo eso, que alberguen además el sueño de que van a poder conseguirlo. Y esto en los discursos de Elon Musk adquiere una dimensión absolutamente obscena. Es decir, el tipo te puede decir que no hay futuro posible en la tierra, que solamente el terraformar otros planetas es lo que va a permitir la supervivencia. Y te dice además, que dentro de cien años estaremos en disposición de que un grupo de un millón de personas viva en otro planeta. Entonces se te olvida que somos siete mil ochocientos millones de personas. Se te olvida que la solución que se está proponiendo es una solución absolutamente primacista, accesible solamente a gente que tiene muchísimo dinero, y que encima el premio es irte a vivir a un planeta donde tienes que meterte bajo tierra, donde vas a tener que reciclar desde tu caca hasta todo lo que tienes. Vas a tener que cultivar tus propios alimentos.

Te vas a ir a Marte a vivir como podría vivir un agricultor ecológico en la Tierra, solo que lo puede hacer sin estar debajo de ella y respirando el aire limpio que tenemos. Es tremendo. Sin embargo ese culto a superar cualquier tipo de límite, hace que muchas personas dejen de mirar la posibilidad de su propia extinción y de la propia degradación de sus condiciones de vida, para mirar con admiración el hecho de que quizás en algún momento puedan ser de los afortunados que viajen y escapen y puedan terraformar Marte.

Cuando Bezos hace su primer viaje, en el que está 15 minutos en el espacio, sube, baja y mira a las cámaras de televisión. Emocionado, casi con lágrimas en los ojos, le da las gracias a los trabajadores de Amazon porque son ellos los que han permitido que él pueda cumplir ese sueño. Luego viene un tormentón de estos del cambio climático y mueren seis trabajadores en una fábrica de Amazon porque no han podido salir de la fábrica, porque no les permitieron salir a tiempo: esos son los que han permitido que Jeff Bezos cumpla su sueño de pasar 15 minutos en el espacio a partir de una cantidad ingente de dinero, de materiales, de energía que hacen falta para garantizar que todo el resto seamos capaces de adaptarnos a las condiciones de un planeta translimitado con urgencia. Es una paradoja, tiene que ver mucho con lo que cuenta la película Don’t look up.

Creo que has dado con una de las pocas personas que no la han visto todavía.

Pues es una buena película. A mí, desde luego, no me parece que sirva para explicar el cambio climático, que es lo que se supone que puede explicar, porque lo plantea como algo venido de fuera y como algo absolutamente inexorable que no tiene más que solución tecnológica y política. Y yo creo que más bien es un problema que requiere de mucha organización social, mucho reparto de la riqueza, mucha mirada de clase, de género. O sea, que en eso me parece que no es la metáfora mejor escogida, pero desde luego el tema de la escapada de los ricos, el sueño de escapada para unos pocos, sí que me parece que lo explican muy bien.

Parece haber un cierto culto a la exclusividad ahí, mejor ser unos pocos elegidos aunque tengamos que vivir en Marte bajo tierra, que quedarnos en la Tierra a correr la misma suerte que el populacho. ¿De qué manera este culto a la exclusividad, al privilegio de la salvación para unos pocos, expande las zonas de sacrificio de las que hablas en tu libro?

Creo que, claramente, el mundo se está polarizando más entre espacios de privilegio cada vez más pequeñitos y zonas de sacrificio donde la tierra, los animales, las plantas, el aire y las personas son cada vez más sacrificadas, donde la gente es convertida básicamente en población sobrante. Digamos que el extractivismo acompaña el proceso colonizador, tiene más de 500 años de historia. En los últimos años, había que plantear todas estas cosas con lenguajes políticamente correctos. La promesa siempre ha sido el desarrollo, la generación de puestos de trabajo. Y vemos muchas zonas en muchos países convertidas en verdaderos territorios devastados, donde la vida humana es precaria, es dura, es miserable o simplemente no es posible. Ya ha generado importantes expulsiones y esto nos empieza a llegar también a otros territorios.

Territorios cada vez más cercanos…

Sí, por ejemplo, Murcia, toda la Región de Murcia, me parece la zona de sacrificio más fuerte que tenemos dentro de la península. Por un lado ves el Mar Menor completamente envenenado y podrido, pero es un lugar donde también hay importantes restos de contaminación de dinámicas extractivista anteriores. Es un lugar en donde la agricultura industrial está esquilmando el agua subterránea y genera importantísimas cuotas de contaminación. Y a la vez es uno de los lugares donde la renta per cápita es más baja, donde hay unas altísimas tasas de incidencia de enfermedad y de cáncer, donde la pérdida de fertilidad, de calidad del semen tiene las tasas más altas —por lo que las posibilidades de reproducción humana voluntaria son más precarias—, donde suelen estar en los niveles más altos de tasas de violencia y maltrato. Es decir, es un lugar en donde la vida humana se precariza a pasos agigantados, junto al territorio que la sostiene. Creo que sí que vamos entrando en dinámicas de colonización interior.

Un proceso de colonización interior brutal, que nos cuesta mucho ver porque entre otras cosas, se ha dejado de mirar lo que hemos hecho en otros territorios o lo que ha sucedido en otros territorios. El relato dominante de la cultura occidental como una cultura superior, como una civilización superior, de la supremacía de la ciencia occidental sobre el resto de saberes y conocimientos, lo que ha construido ha sido una idea de que si aquí las cosas iban mejor, mejor desde el punto de vista capitalista, obviamente, era porque en otros lugares el conocimiento, las tradiciones, la cultura eran más primitivas, eran menos valiosas y por tanto era un hecho natural el que nos pudiera ir mejor.

Yo creo que esa mirada sigue estando muy presente, incluso lo vemos a la hora de abordar el proceso migratorio, muchas veces procesos de verdadera expulsión económica o ecológica, es decir, de diferente naturaleza. Sin embargo cuesta ver el hecho migratorio como un problema ético y político, y más bien se mira como si fuera simplemente una cuestión de amenaza. Convertir al otro, al otro diferente, al otro explotado, al otro subordinado, ya sean personas racializadas, mujeres o lo que sea, en una amenaza, funciona para recrear o para fortalecer esa mirada supremacista que continúa apuntalando un sistema que destruye y que hace que los núcleos de privilegio sean cada vez más pequeñitos.

Entiendo que esa alterización es funcional a la idea de sacrificio, no faltan por ejemplo estereotipos sobre los murcianos o sobre la juventud, a la que se estereotipa como floja mientras se la precariza y explota.

Absolutamente, incluso dentro de los propios sectores progresistas terminas viendo estas frases que a mí me echan mucho para atrás, cuando se dice, pues que se coman lo votado.  Que se coman lo que han votado. No dejan de ser más que estereotipos, se tilda a las personas de ignorantes que no se enteran de nada, que sostienen su propia desgracia… sin ver esa colonización interior tan fuerte que hay.

Por eso apelaba a la película de marras, porque sí que me parece que el tema principal, el que todo el mundo —todos los sectores de privilegio, de dominio,— lo que acaben clamando sea: no mires, no mires, no mires, no mires, es absolutamente tremendo y creo que que está en el origen de mucho de lo que hay. La clase obrera lo primero que tuvo que hacer fue empezar a aprender a mirar su propia explotación para poder organizarse, porque hasta el momento la clave era básicamente que no se miraran, no se vieran y no se sintieran como seres explotados. Ahora mismo, desde mi punto de vista, o miramos lo que hay o es muy difícil poder articular formas distintas de organización que nos permitan salir de ello.

A veces, hasta los propios sectores políticos progresistas no se les cae de la boca el tema de: “esto no se puede plantear así. Esto no se puede decir así. Si lo decimos así no va a generar más que miedo paralizante”. O, “las personas no son capaces de entender esto si lo planteamos así”. Ahí no hay más que un tremendo elitismo, en mi opinión, que permite decir qué es capaz de ver una persona o qué no es capaz de ver, o qué es capaz de hacer una persona y qué no es capaz de hacer. A mí me parece que necesitamos también una especie de mirada decolonial, interna, igual que han hecho los pueblos que han aprendido a bucear en su propio proceso de colonización desde miradas que lo impugnan. Yo creo que aquí lo necesitamos también con mucha urgencia.

Hablas también de la importancia de la palabra, es muy bonito el texto en el que evocas a tu abuela, su manera de narrar. En el libro vas entrelazando distintas formas, distintos formatos, distintos modos de abordar la realidad. ¿Por qué contar así, pasando de lo más teórico a lo más social, de lo más activista a recuerdos personales?

Yo me formé como ingeniera y aprendí a mirar el mundo desde un lugar, el lugar de la ingeniería, de la racionalidad, de la medida, de la eficiencia. Después, años más tarde, sobre todo gracias a ir de la mano de otras personas activistas que fueron mis compañeras, —estoy pensando en Ramón Fernández Durán, pero también, por ejemplo, Isabel Bermejo, una compa de ecologistas que fue la pionera en el trabajo sobre transgénicos— me di cuenta de que mi mirada era tremendamente parcial.

Cuando empecé a formarme en temas que tenían que ver con ciencias sociales o con la antropología, me di cuenta de que tenemos una cultura absolutamente fragmentada, hemos aprendido a mirar lo económico por un lado, lo reproductivo por otro, las ciencias por un lado, las artes por otro. Nos cuesta mucho encontrar diálogos entre todo eso, que son conocimientos y miradas absolutamente necesarias. Creo que una buena parte de los retos que tenemos por delante, sobre todo en la educación, de forma clarísima, es aprender a poner en diálogo diferentes saberes y a entender que la realidad no la puedes mirar solamente desde un lugar, sino que la tienes que mirar desde diferentes lugares. Ahí el feminismo, con esto de que lo personal es político, me hizo ver también que la política no era lo que pasaba en un espacio separado del conjunto de la vida cotidiana, sino que estaba plenamente inserta.

Hace falta aterrizar las grandes teorías, conectar con las palabras, con lo que pasa con los cuerpos, con lo que pasa con las relaciones, lo que pasa en las vidas cotidianas, que es donde se viven los grandes malestares y es donde se vive la injusticia, que es donde se vive la crisis ecológica más profunda y donde además podemos construir las salidas y unas culturas que se apoyen en la suficiencia, en el reparto de todo, en la generación de obligaciones y de derechos y en el cuidado. Y ahí el lenguaje me parece importantísimo, porque al final es una gran tarea de seducción.

Más allá de la labor pedagógica, de saber comunicar que hay que cambiar la mirada, de entender incluso la dimensión del desafío…¿cómo afrontamos la cuestión del poder? ¿cómo apuntar a que todo ese conocimiento se convierta en una transformación real?

Yo veo dos factores que están completamente relacionados. Uno de ellos tiene que ver con que aprendemos, sobre todo, haciendo. Entonces, me parece que ese cambio, que esa transformación cultural que vamos haciendo es importante hacerla articulando iniciativas, proyectos y cosas a las que les demos la oportunidad de funcionar. Me estoy refiriendo a todo aquello que llamamos alternativas sociales que impulsamos, que ponemos en marcha y que construimos de forma autogestionada. Cuando, por ejemplo, estamos hablando de la gente que se articula en los medios rurales para producir de otra forma distinta y para recuperar o dinamizar un tejido rural vivo —que no sea un tejido rural gentrificado, la llegada de miles de personas al rural para hacer vida urbana dentro de espacios más agradables— cuando ponemos en marcha proyectos productivos, lo que vemos dentro de las redes de economía social y solidaria, en las cooperativas… cuando estamos poniendo todo eso en marcha, lo que estamos es experimentando políticamente y haciendo, por un lado, laboratorios de experiencia que generan poder colectivo —el poder que te da ser consciente de que somos capaces de hacer cosas que funcionan de otra forma— y, por otro lado, generan esa sensación de éxito, de hacer cosas en común.

Creo que el gran reto que tenemos por delante es generar diferentes dimensiones y formas comunitarias. Y eso hay que experimentarlo y hay que ponerlo en marcha en unas culturas absolutamente individuales. Y creo que el ponerte en marcha y experimentar el éxito colectivo da posibilidad y capacidad de organización. Desde lo pequeño no derogamos los tratados de libre comercio, que de alguna manera permiten ese blindaje de los privilegios de la gente más rica, no cambiamos algunas cosas que en términos de urgencias y en términos de escala es importante cambiar para conseguir esa resiliencia y esa capacidad de adaptación a las condiciones materiales. Ahí la capacidad de organización es clave y yo creo que es donde tenemos un escollo importante en este momento.

Noto especialmente a Madrid como sumida en la tristeza. Me refiero a la gente activista, mis compañeros y compañeras de siempre de Madrid. Veo una sensación de tristeza, probablemente tras haber visto que todo lo hermoso que se generó con el proyecto de Ahora Madrid se desvaneció porque no se fue capaz de generar una alternativa. Se hablaba mucho de política nueva, pero se puso en marcha y se materializó con muchas dinámicas de política tremendamente vieja. Así se te desvanecen las ilusiones de organización.

Es el viejo debate sobre si lo institucional es una oportunidad o una trampa.

A mí, desde luego, no me da igual quién gobierne y quién esté en las instituciones. Me importa muchísimo. Pero soy de las que creo claramente que, con la correlación de fuerzas actual y con el modelo que tenemos, que es preciso ir modificando y transformando radicalmente, me parece imposible que eso se pueda conseguir si no hay mucha gente que quiera y desee esos cambios y que esté organizada para conseguirlos.

Veo, por ejemplo, toda la polémica con la reforma laboral. Y digo: claro, es que si tú esperas que Yolanda Díaz sola, o tres ministros, o cinco ministros en un gobierno con la correlación de fuerzas que hay, le den una vuelta de tuerca y hagan una reforma que esté en las antípodas, sin un movimiento sindical organizado en la calle, sin un montón de gente que desee y quiera esos cambios y esté dispuesta a pelearlos, yo creo que estamos totalmente fuera de la realidad.

En ese marco y con todo delegado a gente que se bate el cobre —yo no dudo del esfuerzo, por ejemplo, de una persona como Yolanda Díaz— pero sin una base social detrás que esté clamando, es imposible conseguir los cambios que hacen falta para abordar la situación tan grave que tenemos. Por eso, el cambio cultural y la pedagogía política, no los veo desvinculados de la organización. Creo que de hecho es parte de lo mismo, que cualquier movimiento social que ha conseguido cosas se ha tenido que formar, se ha tenido que educar y lo ha hecho a la vez que peleaba: desde las sufragistas, el movimiento ecologista, el movimiento obrero.

Hablabas antes de un cierto elitismo ideológico, de un “esto no se va a entender” ¿No se pierde fuerza por una falta de radicalidad, de empujar propuestas que podrían mejorar significativamente nuestro presente y nuestro futuro? 

Efectivamente, yo creo que la ausencia de radicalidad en el momento que estamos viviendo es un problema. Y cuando digo ausencia de radicalidad no estoy diciendo salir de una forma más o menos gritona. Hay un reto importante, que es comunicar la radicalidad de una forma serena. Algunas veces probablemente no tenga por qué ser sereno y la expresión de la rabia, del enfado, de la injusticia es absolutamente necesaria. Pero me parece que radicalidad no es tener discursos en los que gritas un montón y los llenas de un montón de palabras terminadas en ismos, no, sino que en este momento la radicalidad es básicamente ayudar a mirar qué es lo que está pasando, ayudar a mirar lo que el discurso científico nos está planteando y traducirlo en vidas cotidianas. Yo creo que hay una labor importante de puente y de traducción a hacer entre muchas de las cosas que vemos.

Y luego, esto es una opinión pero lo creo con firmeza, en los últimos años una parte importante de la política —y me refiero principalmente a las izquierdas— se ha centrado excesivamente, y a veces casi únicamente, en el tema de la comunicación. Creo que ya se ha interiorizado que hacer política es simplemente adueñarte del relato. Y me parece que desde luego, el relato que se hace de las cosas es muy importante. Me parece que la comunicación es absolutamente fundamental, pero no es ni lo único que hay en política, ni desde luego lo que deba determinar la política. Es decir que muchas veces, estoy hablando sobre todo de personas que aspiran a llegar o están en la política institucional, tú hablas con muchas de ellas, —que son amigas y son absolutamente conscientes, o incluso escriben los mismos diagnósticos que hacemos desde otros lugares de una forma absolutamente detallada—, pero lo que viene inmediatamente después es el tema de que plantear estas cosas hace directamente inviable la posibilidad de ganar unas elecciones y que, como la clave del cambio político está en ganar las elecciones, hay que subordinar el discurso a lo que las personas están dispuestas o están preparadas para escuchar y entender.

Entonces ahí nos metemos en un lío monumental, porque primero, te sientes con la capacidad de determinar qué es lo que las personas están dispuestas o están preparadas para entender, escuchar, ahí hay un ejercicio de cierto elitismo que desde mi punto de vista es muy problemático. Creo que todo el mundo, depende de cómo se cuenten las cosas y se expliquen, está plenamente capacitado para entender, y todo el mundo tiene el derecho a tener la posibilidad de hacerse cargo de su propia vida y de las de otros. Y me parece que la clave de la política es precisamente generar que las personas seamos capaces, tengamos la posibilidad de hacernos cargo de nuestras propias historias con otras y otros.

A veces también el problema es, quizás, cierta sensación de esto no voy a saber explicarlo, no voy a poder contarlo. A mí, por ejemplo, no hay frase que me reviente más que cuando se habla de temas de energía y hablas de la crisis, de los precios, del oligopolio energético, del pico del petróleo, que alguien te diga: “mira, la gente lo único que le importa es cuánto menos va a pagar en la factura de la luz y lo demás no entres porque no les interesa”, y dices, “¿pero cómo es posible esto?”. Claro que la gente quiere pagar menos en la factura de la luz, claro que habría que pagar menos en la factura de la luz, pero asumir que la gente tiene deseo y capacidad para entender lo que está detrás de los procesos es clave.

No creo que nadie tenga que salir en una cámara de televisión diciendo mira, si seguimos así, el resultado, según las curvas del informe Meadows, es que la mayor parte de la población del planeta está condenada a la extinción. Pues probablemente no haya que decirlo así de bestia. Pero hay que explicar las cosas para que se entiendan. Es como si los médicos no nos dijeran que tenemos un cáncer grave por no preocuparnos y no asustarnos y por tanto no tuviéramos la capacidad de enfrentarnos a él. Entonces, creo que esa reducción de la política institucional a quién gana el relato, y el desvincular la política institucional de la organización, de la capacidad de crear personas cada vez más conscientes, de generar una especie de identidad y de ciudadanía terrícola, me parece que es un problema importante y creo que está también detrás de esa desafección y de esa desmovilización que hay.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ecofeminismo/yayo-herrero-gran-reto-generar-diferentes-formas-comunitarias-en-culturas-absolutamente-individuales

Comparte este contenido:

Emilio Santiago: “Es el momento de reformas estructurales, de políticas públicas disruptivas y profundamente transformadoras”

Emilio Santiago: “Es el momento de reformas estructurales, de políticas públicas disruptivas y profundamente transformadoras”

l antropólogo del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología sostiene que para afrontar la emergencia climática son necesarios cambios profundos del sistema económico y cultural.

Aunque a Emilio Santiago Muiño (Ferrol, 1984) no le guste parcelar las ciencias sociales en disciplinas cada vez más pequeñas, acaba de obtener la primera plaza dedicada a la investigación en transformaciones antropológicas de la crisis climática del CSIC. Ya se ha incorporado como investigador al Instituto de Lengua, Literatura y Antropología en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) donde se va a dedicar a estudiar la inacción climática. Es Doctor en Antropología Social y ha sido investigador en el departamento de Antropología Social y Pensamiento Filosófico Español de la Universidad Autónoma de Madrid. Además, destaca su intensa labor e implicación política y de comunicación del conocimiento a la sociedad. Ha escrito varios libros, entre ellos Opción Cero, El reverdecimiento forzoso de la Revolución cubana (Catarata, 2017) que surgió a raíz de su tesis doctoral y resume la parte de la misma que se centra en la ecología. En esta entrevista explica a qué se va a dedicar desde su nueva plaza y cómo ve el momento que vivimos en relación con las crisis climática y social.

Pregunta: Enhorabuena por la plaza. ¿A qué se va a dedicar?

Respuesta: A mí me gustaría añadir un nuevo enfoque a la antropología que aborda la emergencia climática: el verdadero misterio social que la antropología climática tiene que contribuir a desvelar es la impotencia y la esterilidad transformativa de la política climática. Es decir, yo creo que el hecho que marca como ninguna otra cosa el diagnóstico de la crisis climática es haber acumulado al menos cuatro décadas de fracasos en los intentos de que nuestras instituciones sociales corrijan este problema. Es esto a lo que me gustaría dedicar mis esfuerzos en el CSIC, esta especie de reiteración en el error suicida, intentar explicarnos la inacción climática.

P: Entiendo que la línea de intentar remediarlo

R: Claro. Investigamos para contribuir desde la buena ciencia a la intervención pública.  Esto de la buena ciencia es importante, el compromiso político no nos tiene que privar de trabajar con la mejor producción científica posible. Pero esto tiene que ver con uno de los mayores retos que tenemos como sociedad que es la emergencia climática como parte de una crisis más amplia. La crisis socioecológica no se limita a una cuestión climática. Esta cuestión climática es el fenómeno más estudiado, el que ha conseguido un mayor consenso en su diagnóstico, pero nuestros problemas de relación con los límites biofísicos del planeta son muy amplios y esta es una parte de ello.

P: ¿Cuál es su análisis de las respuestas a la Cumbre del Clima (COP) de Glasgow? ¿Cree que se ha dado esta inacción de la que habla?

R: La respuesta no ha sido mala entendiendo el contexto histórico en el que estamos. Venimos de una pandemia que sigue vigente, que multiplica los controles, que dificulta las movilizaciones. Recordemos que esta pandemia abortó toda la ola de movilizaciones climáticas de 2019 que fue histórica y que lleva un año y medio, casi dos, impidiendo algo tan fundamental para el activismo como es la presencialidad. Esto se suma a factores como que Glasgow es una ciudad cara. Yo creo que nos ha arrojado imágenes menos espectaculares de lo que cabría esperar para la urgencia de este momento, pero las movilizaciones han mostrado un buen músculo. Es destacable el hecho de que la comunidad científica se ha puesto a la vanguardia de las movilizaciones, por ejemplo, los científicos que se encadenaron a un puente en Glasgow. Otra cosa es que su discurso público esté adquiriendo un tono un poco más pesimista respecto a las posibilidades de estas cumbres, eso es así, pero está enteramente justificado en la medida en que el balance de una COP como esta es muy decepcionante pero no por ello menos previsible.

P: ¿Hay motivos para preocuparse?

R: Estamos muy lejos de ir en la senda marcada por la ciencia. A una distancia que yo creo que cuesta exponer sin parecer exagerado, tremendista o un agitador político. El problema es que la situación es tan extrema, es tan radical, que necesariamente la voz de la ciencia se parece cada vez más al tono de los activistas. Hemos visto como una COP que en condiciones sensatas estaría llamada a ser decisiva no lo ha sido. Ha cumplido muy bien el patrón habitual de casi todas las COP de la historia, que es mucha retórica, mucho márquetin, eso que Greta Thunberg denominó en un gran acierto comunicativo el “Blablabla Climático” que sirve para adornar resultados concretos claramente insuficientes. Las COP siempre saben un poco como a tragedia anunciada, pero la ciencia es muy taxativa al respecto y el tono de los últimos informes del IPCC no admite ningún autoengaño. Frenar una alteración climática potencialmente catastrófica exige e impone grandes pasos que no pueden dejar inalteradas las bases de nuestro sistema económico, político y cultural. Es el momento de reformas estructurales, de políticas públicas disruptivas y profundamente transformadoras en muchos ámbitos. Si me permites un símil, que quizás es un poco exagerado, pero yo creo que no tanto, solo tienen parangón con el tipo de movilizaciones que se dan en tiempos de guerra o en revoluciones sociales.

P: Uno de los acuerdos estrella de la COP que se anunció como histórico para los pueblos indígenas fue la asignación de 1.500 millones de euros de financiación directa a estos pueblos para la protección de los bosques. ¿Qué opinión le merece?

R: No siempre se tiene en cuenta que la crisis climática se reproduce a través de una matriz: la estructura de poder colonial. En este tipo de eventos se desvían las formas de revertir las dinámicas de colonialismo climático en que estamos instalados. No se aborda, se pospone y sistemáticamente se incumplen medidas relacionadas. Desde la antropología tenemos claro que el papel de los pueblos originarios sería fundamental en la custodia de los territorios y en impedir los procesos de cambios de usos del suelo y de deforestación. Por otra parte, también es crucial tenerlos en cuenta como pueblos que contienen una riqueza cultural que ayudaría a complejizar nuestras concepciones de las relaciones de naturaleza-cultura (por utilizar una dicotomía occidental) y que son valiosas en sí mismas más allá de los efectos climáticos o de mitigación que pudiesen tener. Ahora bien, 1.500 millones de euros es una cantidad ridícula. Solo un kilómetro de alta velocidad en España son 20 millones de euros.

P: Su plaza es la primera en antropología climática del CSIC, pero ¿cuál es el entorno de investigación en este campo?

R: Sí, soy el único, pero el departamento de antropología tiene otras líneas de investigación afines, hay temas que se complementan o se solapan. Las cuestiones sociales son muy complejas y no se puede enfocar desde un punto de vista unifactorial. Tanto en el CCHS como en otros centros del CSIC se está trabajando en estas cuestiones. De hecho, yo soy co-investigador principal en una investigación junto con Jaime Biendel que se llama “Humanidades energéticas” y que de algún modo aspira a plantear cuál es el papel de las energías fósiles tanto en los imaginarios como en las teorías sociales y políticas de la sociedad moderna. Esto casa con la cuestión climática porque energía y clima son un binomio inseparable y seguramente haya mucha más gente fuera del CSIC que está trabajando en estas cuestiones y con las que formamos redes de investigación que nos permiten enfocar esto. En ningún caso me siento solo. Hay una inmensa cantidad de gente que lleva años haciendo trabajos valiosísimos desde la perspectiva social y política de la crisis ecológica en general, ya vengo de trabajar con algunas de ellas y ellos y seguramente seguiré haciéndolo los próximos años.

P: Sobre este tema, la energía, versa su tesis doctoral sobre cómo Cuba pudo ser una especie de laboratorio de decrecimiento energético ¿podemos aprender algo de esta experiencia?

R: En los círculos de investigación ecologista, Cuba a partir de los años 90 adquirió cierta fama porque debido a la caída de la URSS sufrió un desabastecimiento energético extremo, concretamente petróleo, pero no solo, y tuvo que adaptarse a un contexto muy duro. Para mucha gente esto suponía una especie de laboratorio que permitía anticipar el declive energético, cómo iban a vivir nuestras sociedades en el siglo XXI. Algunos incluso consideran que estamos ya empezando con este proceso. Cuba desarrolló una serie de políticas en agroecología, mantenimiento de servicios públicos y otras cuestiones que parecían inspiradoras. Durante mucho tiempo estas reformas llevaron a hablar de Cuba incluso en foros y en espacios que no son muy afines a su régimen político como un modelo de sociedad centrada en el desarrollo sostenible. Desde esta hipótesis fui a investigar a Cuba, hice un trabajo de campo de nueve meses en la isla en el marco de una tesis de casi seis años e indagué respecto a estas cuestiones; cómo hizo Cuba y qué lecciones se podían extraer. Un trabajo que, de algún modo, como ocurre siempre con estas cosas, arrojó luces y sombras. El movimiento ecologista internacional había idealizado la experiencia cubana, pero sin duda, Cuba nos ofrece experiencias inspiradoras que podríamos tener en cuenta en nuestras sociedades. De todos modos, es difícil extrapolar directamente de un país como Cuba, tan distinto a nuestros entornos.

P: ¿Y qué luces y sombras arrojó?

R: Luces: Cuba es un vivero, un semillero de experiencias agroecológicas enormemente inspiradoras que se han demostrado funcionales, que han demostrado que tenemos capacidad de producir alimentos con unos insumos energéticos y de agroquímicos mucho menores. Cuba nos da pistas de que la agroecología es un modelo que de alguna manera podría alimentar una nación industrial. Cuba demuestra también la importancia en los momentos de crisis de contar con servicios públicos fundamentales, educación, sanidad, defensa incluso, y también creo que demostró que las sociedades igualitarias cuyas decisiones políticas están comprometidas con la igualdad resisten mejor este tipo de golpes. En cuanto a las sombras, son muchas, pero evidentemente nada de lo que pasó en Cuba en los años 90 se podría entender sin un proceso de ajuste económico que de algún modo desmontó muchos de los postulados de la Revolución cubana, y esto es evidente. También lo es que esto ha tenido efectos muy duros en la sociedad cubana que tienen que ver con la precariedad económica material y con el retorno de la desigualdad social. Respecto a la cuestión de la sostenibilidad, la población cubana se ecologizó de manera forzada, se adaptó a unas circunstancias que ellos comprendieron como muy duras.

P: ¿Qué aprendizaje destacaría que sí sea más o menos extrapolable a nuestro contexto?

R: A mi Cuba me enseñó que la cuestión de cómo definimos la vida buena, de desear la transición ecológica es fundamental, y Cuba no deseó la transición. Por eso algunos de los logros, desde un punto de vista ecologista se revirtieron muy rápido, porque el marco de construcción del deseo en Cuba era otro y yo creo que esto tiene que ser una de las cuestiones fundamentales. De qué manera definimos culturalmente qué es la vida buena y cómo logramos una vida buena que sea más austera en términos energéticos, en términos de consumo materiales. Este es uno de los grandes retos que tenemos por delante y la experiencia cubana me enseñó a enfocarlo.

P: ¿Cree que esto que ha descrito puede ser lo más realista? Es decir, que nos ecologicemos a la fuerza.

R: Esto es un debate complejo en el que tampoco tengo una posición clara. Sospecho que va a ser más probable responder ante la emergencia cuando esta sea ya indudable e inminente que adelantarnos de manera preventiva. Vamos a paliar más que a prevenir. Creo que esto es posible que sea una lógica general del momento histórico en el que estamos. Es terrible porque paliar antes que prevenir implica asumir un enorme costo en sufrimiento social que podríamos habernos evitado. Sin embargo, todas las inercias, las lógicas, los conflictos de intereses de nuestra sociedad y de cómo esta funciona, a mí me hacen sospechar que seguramente, cuando esto sea visto dentro de dos siglos (si por suerte hacemos las cosas medianamente bien y puede ser visto dentro de dos siglos), y los historiadores analicen nuestro momento histórico, detecten que nos movimos mucho más por reacción ante los golpes que por prevención de los golpes ecosociales muy diversos que vamos a vivir.

P: ¿La pandemia sería un ejemplo?

R: Sí, la pandemia sería un ejemplo perfecto. Respondimos cuando ya era un problema de salud pública mundial a escala histórica. Hay investigaciones científicas muy buenas desde bastantes años antes preocupándose por los efectos de zoonosis, los efectos de la deforestación, de los intercambios globales y todo lo que después hemos visto que sucedió con una atención menor que el cambio climático y que la ciencia ya nos había advertido sobre ello. Aun así, solo fuimos capaces de reaccionar cuando teníamos la muerte pisándonos los talones.

P: ¿Qué cree que explica esto?

R: Es un conjunto de factores. Sin duda, la dimensión espacio-temporal es distinta en la crisis climática y una crisis sanitaria como el coronavirus, pero también el hecho de que, a diferencia del cambio climático, la crisis sanitaria atentó inicialmente y puso en peligro las vidas de las oligarquías económicas y reaccionaron de otra forma. El negacionismo científico del cambio climático cada vez es más residual, pero el verdadero negacionismo climático, el más importante a nivel social, es el negacionismo de la igualdad humana. El de aquellos que aceptan que tengamos un problema climático de enorme magnitud, pero consideran que van a salir airosos de él, que no les afecta y que, por tanto, no tienen que perder privilegios. Se están dedicando a calcular, trabajar y pensar para externalizar esos daños en otros. En la medida que la crisis de la covid-19 impactó con un nivel de intensidad grande y afectó también a las élites socioeconómicas estuvieron mucho más dispuestos a tomar medidas drásticas.

P: Cada vez se escucha más la propuesta del decrecimiento como un horizonte deseable. En cambio, también existe el análisis que lo contempla como un futuro ineludible y pone el foco en cómo controlarlo. ¿Usted cómo lo ve?

R: Habría que definir qué entendemos por decrecimiento, es una palabra muy connotada que inmediatamente te sitúa en las tesis de Latouche. Por un lado, a nivel global, vamos hacia escenarios de un decrecimiento de nuestros consumos energéticos y materiales. Puede ser matizado porque existen posibilidades tanto técnicas como políticas que todavía fuerzan más los límites y que no van a ser sin consecuencias. El problema es que este decrecimiento energético y material que nos impone el habernos extralimitado desde hace más de 40 años puede ser modulado y gestionado por la política de modos muy distintos, algunos muy perversos. Podría ser que algunas regiones del mundo decrezcan más a costa de otras, o que se dieran procesos de signo depredatorio, imperialista, colonial, genocida, etc. Por otro lado, el decrecimiento como proyecto político que busca enfrentar la transición desde una óptica de justicia social y aspira a organizar voluntariamente una cierta desescalada de nuestra actividad económica y de nuestros consumos, yo creo que es muy interesante. Todavía le falta encontrar el tipo de discurso que le permita articular grandes mayorías sociales. También es un programa que todavía tiene mucho de especulativo, de no haberse puesto en práctica en contextos de pluralismo político competitivo, en los contextos que marcan las reglas de juego de la política en nuestro mundo. La dinámica histórica se está acelerando mucho y están pasando muchas cosas, todo esto puede cambiar en poco tiempo.

P: ¿Cómo cree que la antropología climática puede ayudar a arrojar luz tanto en estos debates como en muchos otros?

R: En mi opinión, la antropología climática y las ciencias sociales en general (esta parcelación en disciplinas cada vez más pequeñitas es más un problema que una solución), pueden ayudar a complejizar el diagnóstico añadiendo capas de realidad. A comprender cuáles son las dinámicas, las inercias y los intereses que nos han llevado hasta aquí y ofrecer un diagnóstico más complejo y un mapeo de las distintas alternativas que están surgiendo por todas partes desde lo económico a lo político, a los imaginarios, a las tecnologías, a muchas cuestiones para intentar dar respuesta a este proceso. Una visión científica más detallada de estas alternativas puede contribuir a fortalecerlas y a convertirlas en algo más central en el debate social y, por tanto, en las políticas públicas. Yo creo que es el papel de la antropología en tanto que ciencia. Luego estaría el papel de los antropólogos en tanto que ciudadanos, que es otra cosa. Y ahí opino que hay que dar un paso más que tiene que ver con el compromiso político y el activismo. Eso es un paso más que yo reivindico. Creo que la ciencia no tiene que ser una realidad encerrada en sí misma. Por sus propios requerimientos de rigurosidad hay que tener cuidado y saber que la ciencia llega hasta aquí y el activismo va más allá. Ambas patas son necesarias, pero también son distintas.

P: ¿Y qué hay respecto al papel de la ciencia ahora que con la pandemia se ha colocado en primera línea?

R: Yo creo que la ciencia va a tener una voz imprescindible, pero el debate fundamental no es científico sino moral y político. Es decir, el mismo dato científico puede perfectamente justificar una salida por la vía de la cooperación y, por tanto, llamada a compartir recursos, conocimientos, experiencias y esfuerzos, o una salida por medio de la competición y de la depredación. Es decir, no hay una superposición automática entre dato científico y posicionamiento moral. La política al final define el posicionamiento moral colectivo. La política tiene que escuchar a la ciencia, pero la ciencia ofrece un marco de posibilidades, lo que puede darse, lo que no, probabilidades, límites… Pero si vamos a enfrentar esto en una carrera depredatoria por recursos que puedan incluso empequeñecer los episodios más oscuros del siglo XX o vamos, por el contrario, a una situación que prime las lógicas de cooperación entre pueblos, entre individuos, es una decisión que no corresponde al debate científico.

P: ¿Qué le parece lo más esperanzador del momento en que vivimos?

R: Que los bucles de retroalimentación positiva no solo afectan al clima, también afectan a las dinámicas sociales. En 2018 una manifestación por el clima en Madrid reunió a no más de 2.000 personas. En 2019 sin exagerar, fuimos casi medio millón cuando se hizo la cumbre aquí después del estallido social chileno. Si echas la vista atrás y ves ejemplos de grandes cambios en el siglo XX, algunos se llevaron a cabo con una rapidez asombrosa. Por ejemplo ,el tipo de cambios de redistribución de riqueza o política fiscal, muy parecidos a los que tendríamos que hacer ahora, que conoció EEUU en el New Deal de Roosevelt. Por el otro lado del espectro político, la rapidez con la que el paradigma neoliberal construyó una hegemonía cultural y teórica en apenas 10 años que hizo pasar a un autor como Hayek de ser un friqui marginal en un departamento de economía a convertirse en el gurú que rediseñó la economía mundial. Esos procesos se dan y son relativamente rápidos. No se nos olvide tampoco que en el año 2020 las emisiones globales de efecto invernadero se redujeron un 25% en apenas 30 días. Ni el plan ecologista más radical del mundo lo habría propuesto ni imaginado una reducción de este calibre. Se pagó un precio muy alto porque estábamos en un escenario de salud pública trágico, pero ese precedente está. Si nuestra sociedad se moviliza ante el cambio climático como ha sido capaz de movilizarse ante una guerra, podemos ganar. Pero no será solamente una operación de sustitución de tecnologías, tendremos que cambiar también modos de vida y sobre todo el diseño de nuestro sistema económico.

Ana Iglesias / Ayudas CSIC-FBBVA a la Comunicación Científica

Fuente: https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/emilio-santiago-es-el-momento-de-reformas-estructurales-de-politicas-publicas?utm_source=pocket_mylist

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/emilio-santiago-es-el-momento-de-reformas-estructurales-de-politicas-publicas-disruptivas-y-profundamente-transformadoras/

 

 

Comparte este contenido:

Ecuador: Juan Enrique Quiñónez Schwank: ‘Las escuelas no deberían cerrar si todo lo demás está abierto’

Juan Enrique Quiñónez Schwank: ‘Las escuelas no deberían cerrar si todo lo demás está abierto’

Juan Enrique Quiñónez Schwank representante de Unicef en Ecuador. Foto: Diego Pallero / El Comercio

¿Es factible suspender las clases presenciales frente a la situación epidemiológica?

No hay un cierre total. Sin embargo, toda la evidencia que tenemos nos dice que las escuelas no son el principal foco de contagio de covid-19 para niños, niñas y adolescentes. De hecho, hasta noviembre del año pasado, el Ministerio de Educación reportaba que, de más de dos millones de estudiantes que estaban asistiendo a clases presenciales, únicamente el 0,007% se contagió. Es decir, menos del 1%. Esa ya es una evidencia sólida.

Frente a eso, ¿qué debería tomar en cuenta el COE?

Las escuelas no deberían cerrarse si todo lo demás está abierto porque la evidencia nos demuestra que la mayoría de chicos que se contagian lo hacen en sus hogares o en otros sitios a los que van como centros comerciales, restaurantes, cines, supermercados. Si sabemos eso, ¿por qué cerramos?, ¿por qué les negamos a los niños y adolescentes el derecho a la educación presencial?

¿Le han preguntado al COE?

Conocen cuál es nuestra postura y hemos pedido que se tomen decisiones con base en la evidencia científica. Pensemos en todo el daño que les estamos haciendo a los niños, niñas y adolescentes al obligarles a estar encerrados, mientras los adultos tienen la libertad de moverse a donde quieren. Estamos hablando del castigo a los niños por algunos comportamientos de los adultos que no son adecuados.

Desde que empezó la pandemia ustedes han hecho encuestas, ¿cuáles son los últimos resultados?

Se han hecho cuatro rondas de encuestas, que alcanzan un promedio de 21 000 hogares. Los datos son concluyentes. Con el retorno progresivo a las aulas, más del 95% de estudiantes dijo que se siente mejor yendo a clases presenciales que estando en su casa. El 90% de familias dicen que conocen y siguen las medidas de bioseguridad establecidas en las instituciones educativas. De los que están en educación virtual, el 70% dice que está aprendiendo menos.

¿Cuál es la conclusión?

Ya hay una pérdida de aprendizaje importante y eso se debe tomar en cuenta no solo para el presente de la educación en el Ecuador sino para el futuro económico y social. El país está perdiendo ventajas comparativas a futuro con otros países que han decidido mantener sus escuelas abiertas y donde el esquema de vacunación ni siquiera está tan avanzado como aquí.

¿Debería flexibilizarse la asistencia a las aulas con mucho menos aforo como en otras actividades?

De hecho, los Planes Institucionales de Continuidad Educativa que aprueba el Ministerio de Educación contienen el aforo permitido por escuela. La norma es que se tiene que respetar el distanciamiento físico. Esto ya limita bastante. Muchos centros educativos tienen jornadas en donde unos chicos van a la escuela dos días a la semana y otros van otros dos días. En ciertos planteles tienen un esquema en el que unos van por la mañana y otros, por la tarde. Lo importante es que los niños, niñas y adolescentes vayan regresando progresivamente a las aulas.

En este punto de la pandemia ¿cuáles son las consecuencias de que no asistan?

La evidencia nos dice que el contacto físico con los maestros ayuda al aprendizaje. Es mucho más efectivo para responder dudas que tienen los estudiantes sobre algunos temas. Ayuda también a un mejor relacionamiento entre chicos. Una de las grandes consecuencias de la virtualidad es que los estamos haciendo adictos a las pantallas y eso tiene consecuencias también para la salud mental e integral. En algunos casos, la escuela presta un servicio en cuanto a garantizar una alimentación adecuada.

La violencia también se ha dejado de identificar.

Es un tema que nos preocupa porque lamentablemente se ha perdido la capacidad de detectar casos de violencia familiar, ante la ausencia de otro entorno seguro como la escuela, en donde puedan estar los niños. A diferencia de la violencia contra la mujer, donde ella puede tener acceso a la denuncia, en niños es mucho más complicado porque muchas veces la violencia contra ellos es tolerada en el hogar por ambos padres. No tienen la capacidad de denuncia cuando están encerrados en sus casas.

Pero también son importantes las condiciones en las que estén las instituciones.

El Ministerio ha hecho un enorme esfuerzo por rehabilitar las escuelas que no tenían las condiciones necesarias. Como Unicef hemos apoyado a muchas rurales con kits de agua y saneamiento, que consisten en dotar a los planteles de agua para el lavado de manos, además de gel y otros insumos, que es lo básico que debe garantizar cada centro.

Fuente de la Información: https://www.elcomercio.com/actualidad/escuelas-cierre-virtualidad-pandemia-educacion.html

Comparte este contenido:

Presidente electo Gabriel Boric en la BBC: «No espero que las élites estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de tenernos miedo»

Horas antes de presentar su gabinete, un gobierno diverso y con mayoría de mujeres, Boric concedió una entrevista a BBC Mundo, la primera a un medio internacional. Fueron casi dos horas de conversación en las que no solo habló de un «nuevo orden» para Chile, sino también de su relación con la izquierda latinoamericana, sus referentes políticos a nivel mundial o la violencia que se vio durante el estallido social.

Reconoce que él nunca pensó que estaría en este momento.

A punto de cumplir 36 años, edad que lo habilita para sentarse en el Palacio de La Moneda a partir del 11 de marzo, Gabriel Boric Font fuma un cigarrillo tras otro a pocas horas de dar a conocer su gabinete.

En su departamento ubicado en el centro de la capital chilena, el nuevo presidente sabía que daría un golpe a la cátedra.

El equipo que lo va a acompañar para el gobierno que promete transformaciones sociales profundas es probablemente el más diverso que se ha visto en el país: más mujeres que hombres, la mitad formados en la educación pública, miembros de partidos que salen de su coalición política; son un símbolo de un Chile que se aleja de las élites sociales que han gobernado el país desde la vuelta a la democracia.

«En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente Chile también tiene que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época«, le dice contundente a BBC Mundo en la primera entrevista que concede a un medio extranjero tras ganar las elecciones.

Fueron casi dos horas de conversación en las que no solo habló de un «nuevo orden» para Chile, sino también de su relación con la izquierda latinoamericana, sus referentes políticos a nivel mundial o la violencia que se vio durante el estallido social.

Acá lo resumimos.

línea

¿Qué piensa que representa usted y que finalmente le permite llegar a La Moneda?

Creo que representamos una energía generacional de transformación que ha aprendido en el camino a valorar la historia que nos constituye. Representamos aire fresco, juventud, novedad, pero con conciencia del encadenamiento histórico de los procesos. Representamos también que el statu quo o el conservadurismo es lo que peor le puede venir a Chile en estos momentos.

En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente, Chile también tiene que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época.

Acaba de anunciar un gabinete desequilibrado en cuanto a género, 10 hombres y 14 mujeres…

Qué alegría que se pueda decir eso en estos días. El que hayamos logrado esto es la lucha de miles de mujeres que han empujado las barreras de lo que se entendía posible durante mucho tiempo y ahora con la última ola feminista más aún. Pero no somos los primeros que lo intentamos, la presidenta Bachelet en su primer mandato hizo un esfuerzo por tener un gabinete paritario y las fuerzas del conservadurismo se lo aserrucharon rápidamente.

¿Por qué dice eso?

Porque tuvo que cambiar. El primer gabinete que presentó era paritario y nadie se repite el plato, dijo; y al primer cambio de gabinete tuvo que hacer cambios por presiones que iban más allá de lo que era su genuino deseo. Y hoy día nosotros recogemos esa experiencia también. No quiero presentarnos como pioneros, sino como que estamos recogiendo un legado que va mucho más allá de nosotros.

Y con ministros y ministras que provienen de distintas realidades educacionales… ¿Cuál es la señal que quiere dar?

Que Chile es diverso, y esa diversidad también tiene que expresarse en sus instituciones y en su política. Durante demasiado tiempo la élite chilena era excesivamente endogámica y no lograba ver más allá de sus propias narices y yo siendo parte de una élite creo que tenemos el deber y la responsabilidad de salir de nuestros círculos de confort y pensar un Chile más integral.

Imagen del gabinete de Boric
El gabinete de Gabriel Boric.

Y entre sus ministros tiene un profesor para la cartera de Educación que se formó en la educación pública…

Así es, en San Miguel, en el mismo colegio que Los Prisioneros. Y nos parecía que ese era un gesto importante, además de las competencias profesionales y la vocación de Marco Ávila yo creo que para el sector era un gesto necesario.

Durante demasiado tiempo tuvimos académicos sin aula, ingenieros comerciales dirigiendo la educación en nuestro país y creo que hacía falta un remezón desde el aula que es donde se expresan de manera más clara las desigualdades y los desafíos de la experiencia educativa. Esto no puede ser reforma sin sala, sin los niños y las niñas, no puede ser reforma sin profesores.

Y una mujer de 35 años, la expresidenta del Colegio dico, Izkia Siches -independiente- en el Ministerio del Interior…

Qué agallas tiene Izkia Siches, pero eso lo ha demostrado con creces durante mucho rato. Es un liderazgo reconocido por la sociedad chilena del rol que jugó en los momentos más difíciles que nos ha tocado con la pandemia.

De opiniones firmes pero a la vez abierta a escuchar y convocar transversalmente para un bien común por sobre los intereses personales; creo que logró darle un sentido de propósito a un colegio médico que durante mucho tiempo solo había defendido intereses de un sector muy reducido y desde ahí le habló a la sociedad y no me cabe ninguna duda que va a cumplir un excelente rol a cargo del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, que es un desafío tremendo, porque es un ministerio que tradicionalmente ha sido ardiente.

Boris e Izkia Siches.

Izkia tiene muchas ganas de asumir este desafío también y yo confío plenamente en ella.

¿Qué criterios utilizó para elegir a su equipo?

Los criterios que tuvimos a la vista fueron, por un lado, que tenía que ser un gabinete paritario o más mujeres que hombres; que incorporara diversidad de realidades donde también tuviera presencia la educación publica, tanto a nivel de formación escolar como universitaria; un gabinete que lograra ser una síntesis de generaciones en donde por un lado está nuestra generación que emerge en la vida pública el 2006 y que se ha fogueado a partir de luchas sociales pero también otra que ha administrado el Estado durante mucho tiempo y que tiene experiencias valiosas de las cuales queremos aprender.

Y también un gabinete que represente la amplitud social que logramos convocar en la victoria del 19 de diciembre que es Apruebo Dignidad como su base, pero va más allá de Apruebo Dignidad, con los partidos políticos que nos dieron su apoyo en la segunda vuelta y que tienen representación parlamentaria y también, por cierto, de organizaciones sociales y personas independientes que son las que más se movilizaron y marcaron la diferencia junto con las mujeres.

Gabriel Boric

La señal de elegir al actual presidente del Banco Central para manejar el Ministerio de Hacienda es aplaudida por los empresarios e inversionistas. ¿Cuánto le costó convencer al Partido Comunista (PC) de este nombramiento?

Los nombramientos, de ningún cargo, fueron discutidos en términos de personas con los partidos. Ellos me entregaron plena libertad para designar el gabinete, confinado en el criterio que yo tuviera para conformar nuestro equipo de trabajo. Y en eso agradezco la altura de miras que tuvieron todos los partidos.

¿Fue una decisión colectiva?

Fue una decisión colectiva, yo lo conversé al comienzo del proceso con Apruebo Dignidad, la posibilidad de incorporar a gente independiente y a militantes de partidos políticos que no fueron parte de la coalición y me dieron plena libertad para hacerlo y yo la ejercí como corresponde.

Además, creo que en el caso de Mario Marcel en particular, tiene una trayectoria y una experiencia en el Estado, en la dirección de presupuesto, en el Banco Central y también afuera, en el Banco Mundial, en la OCDE, y esa trayectoria es incuestionable, y que además es una garantía de seriedad para las reformas que tenemos que empujar y que van a ser difíciles y que van a requerir de amplios consensos y que necesitaban, creo yo, esta garantía que una persona como Mario Marcel le puede dar, además de sus firmes convicciones progresistas, como él se define socialdemócrata.

Usted siempre responde en plural, en circunstancias que todas las preguntas se las he hecho a usted, probablemente porque usted toma sus decisiones parlamentando con el resto de su equipo. Me refiero a esa lógica de asamblea que utiliza su conglomerado para tomar las decisiones, que puede que sea muy democrática, pero ¿le parece eficiente a la hora de tomar decisiones?

Hay harto mito en esto de las asambleas. Toda organización requiere de algún tipo de orden. Y el desafío que nosotros tenemos como gobierno es generar un nuevo orden.

Yo diría que el problema de Chile hoy día es que ese orden no existe. El contrato social ha sido roto. Y desde mi punto de vista por las élites. Y, por lo tanto, para poder recuperar el orden, se requieren nuevas formas y no repetir lo mismo del pasado.

¿En qué sentido dice que se ha roto el contrato social?

Cuando vemos que, durante la pandemia, por ejemplo, las principales riquezas de Chile aumentaron de manera sustantiva su capital, mientras que la pobreza y la extrema pobreza por primera vez en décadas crecieron.

Cuando vemos el nivel de precariedad y de vulnerabilidad que tiene la clase media mientras para las personas más ricas de este país el lugar donde se nace sigue determinando de manera muy sustantiva o predictiva el lugar donde se morirá. Y por tanto la promesa de igualdad, más allá de que haya habido sin lugar a dudas un mayor acceso a bienes básicos, ampliación de matrícula, disminución de la pobreza; creo que la promesa de igualdad y de inclusión no ha sido cumplida, y por lo tanto, ese pacto social está roto y necesitamos construir uno nuevo.

¿Puede definir ese «nuevo orden»?

A lo que nosotros aspiramos es a poder construir una sociedad colaborativa, en donde parte de sus integrantes no queden abandonados ni discriminados por las condiciones de vida que les haya tocado vivir, y en donde además el Estado sea capaz de garantizar derechos sociales de manera universal sin importar el lugar donde se nace, la etnia de la que se proviene o el color de la piel. Y eso requiere reformas estructurales.

Sabemos que estas cosas no se logran de la noche a la mañana, sabemos que seguramente nuestro gobierno va a construir sobre lo que se ha construido en Chile en los últimos 30 años, pero además vamos a tener un giro de timón respecto a la lógica neoliberal del sálvese quien pueda en la sociedad, que es algo con lo que tenemos que terminar.

No podemos pasar del «no lo vimos venir» al «aquí no ha pasado nada». En Chile sigue existiendo un profundo malestar que no ha sido resuelto en términos sociales todavía. Hay mucha precariedad.

separador estilo de gobernar Boric.

¿Usted es un hombre de dudas o de certezas?

Yo soy un hombre más de dudas que de certezas. Es importante acompañar a las convicciones que tengo de la posibilidad de dudar sobre ellas, para ir mejorando. Las personas que son demasiado seguras de sí mismas me provocan más bien lejanía y distancia.

No serán pocas las veces en que tendrá que tomar decisiones duras y en soledad, ¿qué tanto le estresan esas circunstancias?

Es súper difícil, no va a ser la primera vez, uno tiene que tener muy claras sus convicciones y principios y actuar siempre en coherencia con ellos y a veces eso implica ir en contra de lo que puede ser más popular en un momento o de lo que te digan tus más cercanos y ahí hay algo que es imposible de medir que es la intuición en política, cuando uno tiene convicciones firmes no anda zigzagueando por la vida y eso te permite tener una trayectoria que sea predecible en ese sentido.

¿Cuáles son las habilidades y competencias que debe tener hoy un presidente?

Yo me he ido formando la convicción de que un buen presidente no es el que está más ocupado, no es el que tiene más papeles a su alrededor. Un buen presidente es el que tiene la capacidad de escuchar, de abrirse a nuevas ideas aunque no provengan de su círculo más intimo, un presidente que tenga la capacidad de reflexionar y de convocar.

Siempre he dicho que la radicalidad de nuestra propuesta no está dada por cuán fuerte uno las diga, por cuántas esdrújulas ocupe en sus intervenciones, sino en la capacidad de convocatoria y por el sentido que le hagan a la gente.

Uno es primero clase dominante antes que clase dirigente. Primero uno hace cambios culturales antes de tener la oportunidad de dirigirlos. Y yo creo que nuestra generación ha sido justamente eso.

Gabriel Boric
Boric en la entrevista con BBC Mundo.

Usted ha practicado una nueva forma de relación con las personas, muy horizontal, cercano, cariñoso, la gente le cuenta sus problemas, usted los escucha y anota, ¿no teme generar expectativas imposibles de cumplir?

Es una preocupación, pero yo también siempre le digo a la gente en esas conversaciones que yo no voy a poder cumplir todo. Y hay una sabiduría popular que es mayor de la que se presume en las élites.

La gente sabe que esto va a ser difícil, sabe que los cambios no van a venir de la noche a la mañana, pero quiere que lo intentemos, que seamos honestos en intentarlo. Y una de las cosas que me importa es ir contándoles cuáles son los obstáculos que vamos enfrentando y por qué hay ciertas cosas que hacemos y otras que no podemos hacer.

Y también ir involucrándolos en el proceso de gobierno, que se sientan parte, y ahí vamos a ir en conjunto, moldeando las expectativas en función de la realidad. La realidad es más porfiada que cualquier ideología.

¿Y cuáles son sus expectativas?

Mi expectativa es que al final de nuestro mandato tengamos un Chile que se encuentre, donde colaboremos más que compitamos; un Chile que se escuche, y por sobre todo un Chile más justo en el sentido de que las tremendas desigualdades que hoy marcan a fuego el lugar de origen y el lugar de muerte vayan diluyéndose en función de la trayectoria vital y las posibilidades que tenga cada persona. Y que esas posibilidades sean cada vez más igualitarias.

No es fácil echarse al hombro este país… ¿qué está dispuesto a perder?

Es buena esa pregunta porque en política siempre te preguntan qué es lo que quieres hacer pero no a lo que estás dispuesto a renunciar. Y a mí lo que me importa es mejorar las condiciones de vida de manera sustentable y sostenible en el tiempo de quienes habitan nuestra patria y por lo tanto en eso uno tiene que tener lindes más que fronteras rígidas.

Yo estoy dispuesto a conversar mucho y me importa más llegar a puerto que solamente seguir el camino que me he trazado en un comienzo. Nosotros tenemos una hoja de ruta, pero si nos encontramos con que hay un precipicio en el camino, vamos a buscar la forma de vadearlo, aunque eso haga que el camino sea un poco más largo.

Ha dicho en muchas oportunidades que quiere ser un presidente que al terminar su período tenga menos poder que cuando comenzó. ¿A qué se refiere en concreto?

Eso tiene que ver con el lugar de donde vengo. Yo soy magallánico, nacido y criado a orillas del Estrecho y desde que tengo uso de razón vengo escuchando la palabra descentralización sin que haya tenido mayores efectos en la vida cotidiana de las personas. Y en donde las decisiones se terminan tomando por una élite santiaguina, de clase alta, por sobre las realidades que se viven en las comunas, en los barrios. Y ahí la figura presidencial está al tope de eso.

De hecho, la cantidad de expectativas que hay, tienen que ver con la idealización de la figura presidencial que va mucho más allá de mis características. Es algo que ha pasado muchas veces en la historia de Chile. Por lo tanto, espero, y esto va a estar al alero del proceso constituyente, que podamos construir un país en que seamos democráticos, donde una persona no ostente tanto poder y donde el poder también sea más transparente, no solamente en términos de la presidencia de la república sino también de los famosos poderes fácticos que lo ejercen sin mediar ningún tipo de decisión ni deliberación democrática.

En concreto, espero que al final de nuestro mandato tengamos un Chile descentralizado, que en los barrios, en las comunas, en las regiones, puedan decidir su futuro más que desde la Moneda o el barrio alto de Santiago.

Gabriel Boric

¿Prefiere que le digan presidente o Gabriel a secas?

Es un desafío difícil, pero he ido entendiendo que es importante asimilar la institución presidencial. Porque yo hoy estoy sentándome en una institución que ya existe. Y, por lo tanto, sin perder mi esencia, creo que es importante lo que se construye y lo que se lega a posteriori. Y, en ese sentido, pienso que lo que corresponde en este momento es que se me trate como la institución que represento.

Da la sensación que para usted es muy importante demostrar afecto.

Es que en un país que ha estado tan golpeado últimamente y tan divido, es importante que volvamos a querernos. Y para mí la preocupación por la salud mental ha sido clave en mi desarrollo en los últimos años y el entender que como chilenos y chilenas nos falta afecto, nos falta cariño, y si uno puede contribuir un poquito a darlo, y si además es algo que me nace, en buena hora.

Ahora, el escuchar tiene mucho de reparación. Cuando uno escucha a una persona, aunque no pueda solucionarle su problema, va generando un vínculo distinto consciente, insisto, en que probablemente no se van a resolver todos los problemas. Pero uno va teniendo un termómetro diferente. Si uno se rodea solo de la misma gente que es igual a uno, de la misma clase social que uno, o que piensa igual que uno, finalmente terminas en una burbuja que te distorsiona la realidad. Y eso es un problema endémico de la política que tenemos que tratar de cambiar.

No digo que seamos más virtuosos, ni moralmente impolutos, sino que, aprendiendo, y voy a insistir mucho en esta idea, de los errores y aciertos del pasado, debemos cambiar y mejorar.

Hay una frase que cité hace poquito en un discurso y que me gusta mucho, es del compositor Gustav Mahler, que dice «la tradición no consiste en la adoración de las cenizas sino en la preservación del fuego» y eso, de alguna manera, también es un leitmotiv.

Boric.

También hay muchos que le temen, o más bien que no confían en su discurso convocante… «lobitodisfrazado de cordero»comentan¿Qué representa usted que puede generar miedo en parte de la élite?

Parte de la élite está muy ensimismada, sigue siendo muy endogámica. Como han vivido tanto tiempo en una posición de privilegio, cualquier cambio les genera la incertidumbre que la mayoría de los chilenos vive en el día a día. Y eso genera rechazo. Un rechazo un poco atávico.

Espero por un lado que las élites dejen de tenernos miedo. No espero que estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de tenernos miedo.

Pero esa desconfianza no es una crítica sin sustento porque de alguna forma usted ha pasado de ser un político de frases y acciones a ratos impetuosas a uno acogedor, moderado...

En el camino de la política, que está cruzado con el de la vida, siempre se tienen aprendizajes y en mi construcción política prefiero ser arcilla más que piedra. Y las experiencias o las acciones en las cuales algunos se basan para hacer esos juicios son también las que me han formado. Porque me he equivocado es que he logrado aprender. Entonces yo no lo vería como un problema sino como parte de un proceso de aprendizaje.

Otra de las dudas es la capacidad de su sector -demasiado millennials para algunos- para asegurar la gobernabilidad del país…

Esa crítica de que somos demasiado millennials es como si alguna vez hubiésemos dicho que los baby boomers jamás podrían haber asumido el poder cuando son los que gobernaron Chile durante los últimos 30 años.

Esa crítica se queda corta de perspectiva histórica cuando uno ve lo que han sido las generaciones anteriores. En el «Balance Patriótico» (Vicente) Huidobro en 1920 lo decía muy claro a propósito de los primeros años de la República, todo lo grande en Chile lo han hecho los jóvenes: Carrera a los 26 años, O’Higgins a los 36, Manuel Rodríguez a los 24… hay que mirar la historia y ver que no es un fenómeno nuevo y al que no hay que tenerle tanto miedo.

separador la nueva izquierda de Boric.

Su victoria en las elecciones: ¿es el triunfo de una idea de sociedad o de la mirada de una nueva generación?

Como todo en estas cosas es multicausal. Tiene que ver con la emergencia de una nueva generación, con la necesidad de renovación, con la idea de una sociedad que claramente es opuesta a lo que presentaba el actual gobierno en ejercicio y la candidatura con la cual nos enfrentamos en segunda vuelta de la elección. Es opuesta al gerente 24/7, el selfmade man que estudió solo en universidades gringas, sino también tiene que ver con conocer bien la trayectoria de Chile.

Pareciera que su triunfo tiene más de capital político personal, un poco menos de identidad frenteamplista y casi nada de identidad comunista… ¿Qué le aporta el Partido Comunista a su gobierno?

Mucho. Nuestra alianza es Apruebo Dignidad pero hemos convocado al gabinete a partidos que forman parte de otra tradición. Hay que lograr desmitificar los temores frente al PC chileno. Hemos tenido diferencias tácticas y otras en determinados momentos.

El 15 de noviembre (fecha de la firma del acuerdo que convoca a una Convención Constitucional y que el PC no firmó) es el más visible, pero el PC hoy está comprometido con la implementación de nuestro programa. Además, ha sido un partido que en Chile ha sido profundamente democrático y que ha estado al lado de las luchas sociales y los oprimidos, y eso es algo que a mí también me inspira.

Pasados 2 años del estallido social, ¿cómo lee hoy lo que ocurrió allí?

Creo que el estallido social fue un momento de encuentro en la frustración de que las promesas de meritocracia no se estaban cumpliendo. Y hubo una conciencia colectiva que esto no solo ocurría al interior de mi casa, sino que pasaba en distintos lugares del país.

Y ese encuentro llevó a una movilización por fuera de las vías institucionales que congregó a su vez rabia y esperanza. Yo espero que en esto lo que predomine sea la esperanza y por eso el encausamiento en la Convención Constitucional es algo muy importante. Pero, paralelo a eso, mientras discutimos las normas del futuro, tenemos que ser capaces de solucionarle los problemas concretos a la gente, que en pandemia se vio particularmente afectada.

El estallido social en Chile en octubre de 2019.
El estallido social en Chile en octubre de 2019.

¿Existe una posibilidad de un gobierno de izquierda mesurado y reformista?

Discrepo de la obsesión de parte de la élite de moderarnos en el discurso para encasillarnos con lo del Boric de primera vuelta o el Boric de segunda vuelta. Es más un complejo de ellos que de nosotros. Tenemos una dirección y vamos a avanzar en esa dirección y estamos dispuestos a elegir el mejor camino. Y esa dirección es crear un Estado de Derecho que consagre derechos sociales universales, con pleno respeto a los derechos humanos, que descentralice el poder, que se haga cargo de los desafíos medioambientales, de la crisis climática, y eso no es una fiebre roja, en Chile eso tiene más que ver con el sentido común.

No hablamos de moderación entonces...

Me hace más sentido la idea de ser ponderado que moderado. Hay algunos fanáticos de la moderación que terminan no moviéndose nada y esos fanáticos le han hecho un daño profundo al país. Porque en su miedo atávico de cambio, terminaron haciendo reventar la olla a presión.

¿Usted se ubica más cerca de la socialdemocracia o del comunismo?

Yo provengo de la tradición socialista libertaría americanista chilena. Ese es mi espacio ideológico de referencia. Soy un demócrata, y creo que la democracia tiene que ir cambiando y adaptándose y no petrificándose. Creo que a la democracia en Chile le falta mayor densidad.

Y dentro del concierto latinoamericano, ¿se reconoce en alguno de los gobernantes de izquierda?

Me da mucha esperanza y espero tener un trabajo codo a codo con Lucho Arce en Bolivia, si Lula gana las elecciones en Brasil con Lula, la experiencia de Gustavo Petro si se consolida en Colombia. Creo que ahí se puede armar un eje tremendamente interesante.

Yo entiendo que la pregunta va muy relacionada con Venezuela y Nicaragua. En el caso de Nicaragua no logro encontrarle nada ahí, y en el caso de Venezuela es una experiencia que más bien ha fracasado y la principal demostración de su fracaso son los seis millones de venezolanos en diáspora.

¿Se siente parte de la generación de Jacinda Ardern, Sanna Marin, Emmanuel Macron, incluso Alexandria OcasioCortez? ¿Hay algo más grande, distinto, a que todos sean menores de 45 años?

No conozco en detalle cuáles son las convicciones de cada uno de ellos y el tener la misma edad no necesariamente indica algo.

Yo puedo decir que tengo una cercanía ideológica con García Linera, independiente de la edad que tenga, o una complicidad clara con Podemos en España, que no tiene que ver con un tema de edad, tiene que ver con las convicciones que tenemos. Y valoro mucho la experiencia de Lula pero también trato de leer la de Cardoso. Uno no puede fijarse referentes estáticos.

Lo que sí es cierto es que hoy hay una crisis global en términos de crisis climática de la cual creo que nuestra generación tiene más conciencia que las anteriores. Y eso yo espero sea algo que nos una. Tuve la oportunidad de conversarlo con Justin Trudeau, recibir una carta de Emmanuel Macron, también, en ese sentido, sé que Jacinda Ardern ha tenido esa preocupación, así es que espero que ahí tengamos un punto de encuentro donde forcemos a las generaciones anteriores y a los gobernantes de todos los países, como lo ha dicho Greta, de tomar acción ya.

separador prioridades económicas Boric.

¿Cuáles son sus prioridades en términos económicos?

Hay que distinguir en materia de plazos. Que podamos tener una consolidación de la reactivación económica que sea justa. Que no reproduzca de manera calcada las desigualdades anteriores. Y eso implica darle mayores herramientas a las pequeñas empresas para que haya una desconcentración del mercado. El 87% de las ventas en Chile están concentradas en las grandes empresas y solo el 13% en la pequeña y mediana empresa. Esa es piedra fundante de la desigualdad en nuestro país.

Tenemos que lograr la combinación entre crecimiento y redistribución. Una distribución más justa de la riqueza. Ninguna es sostenible sin la otra. Todos han crecido, eso es cierto, pero algunos mucho más y eso ha acrecentado la división y la fractura de la sociedad chilena.

Usted habla de un pacto tributario y no de una reforma, una diferencia semántica de fondo, lo primero significa un acuerdo con todos los sectores políticos.

Qué bueno que lo notes porque es a lo que tratamos de aspirar.

Esto no es algo de buenos contra malos sino que queremos que todas las fuerzas productivas del país se pongan de acuerdo en que es necesaria una mejor redistribución de la riqueza para poder crecer. Y que además sea sustentable y sostenible con el medioambiente y a eso esperamos convocar a los trabajadores organizados, las pymes y los grandes empresarios.

Recibirá un país con una de las tasas de inflación más alta en las últimas décadas, con un déficit estructural relevante, ¿en qué minuto piensa comunicarle a la ciudadanía que no será fácil cumplir las promesas de su programa?

Lo estamos haciendo permanentemente. Nos hemos comprometido a respetar el presupuesto aprobado por el congreso que tiene una reducción del gasto fiscal de un 22% y también de avanzar en nuestras reformas en la medida de que vamos asegurando ingresos permanentes aquello que considera gasto permanente. Y esa es una línea de la que no nos podemos desviar. No puede haber atajos irresponsables. Tengo confianza en que la ciudadanía lo vaya entendiendo.

¿Qué tan complejo es instalar un Estado de Bienestar en un país que no tiene los estándares económicos ni sociales que tienen los modelos socialdemócratas más exitosos?

En eso hay que ver el estado en que estaban los países que hoy día tienen estados de bienestar desarrollados, en el momento que eligieron tomar ese camino.

Los desafíos son distintos. En el caso de los países europeos, no solo los nórdicos, tomaron la decisión de crear estados de bienestar que garanticen derechos sociales universales cuando tenían un PIB per cápita parecido o inferior al que tiene Chile hoy. Y ahí yo espero que nos pongamos de acuerdo como sociedad, en el sentido de que hay metas de largo plazo que no van a ver resultados antes de las próximas elecciones y que por lo tanto, muchas de las decisiones que tomemos, no pueden estar mediadas por la ansiedad electoral y que hay frutos que no me va a tocar cortar la cinta a mí.

¿Cuál diría que es nuestro talón de Aquiles?

Hoy, la desigualdad.

¿Y el suyo?

Hay hartas cosas que uno podría decir ahí, pero si tuviera que elegir uno, más que mío personal, el gran riesgo de nuestro gobierno es no poder afirmar nuestra base social de apoyo más allá de nuestras fronteras actuales.

Si nos quedamos solamente con quienes estamos hoy, no vamos a logar hacer las transformaciones que queremos. Por lo tanto, si no nos movemos todos juntos en eso, y no empezamos con el clásico y permanente fraccionamiento de la izquierda, será un desafío muy difícil.

separador respuesta a la violencia de Boric.

Como dirigente estudiantil usted estuvo muchas veces en la calle. Viene de la protesta por una educación gratuita y de calidad. Muchas de esas manifestaciones terminaron en actos de violencia. Y ustedes mismos hablaban de personas que ensuciaban esas marchas, pero eran pocos… Hoy parecen ser la norma¿qué pasó?

No son la norma respecto de la mayoría, lo que sucede es que hay varias explicaciones, pero antes quiero dejar claro que sigo creyendo que la vía no es la violencia, en eso quiero ser muy claro. Yo creo que hay una frustración acumulada al ver que por los caminos institucionales no se podía hacer cambios.

La violencia es un fenómeno que debemos tratar de entender para tratar de erradicar.

Ahora, si quieres asegurarte de que siga habiendo violencia, entonces hay que dejar las cosas tal como están.

violencia en las protestas en Chile en 2020.

Hay un sector de la izquierda que probablemente no le va a conceder espacio para una radicalidad ponderada…y la respuesta puede ser más violencia en las calles¿Cómo piensa enfrentar esa violencia?

Tenemos el deber de hacer respetar el orden público, eso no es una opción para el gobierno. Y hacer cumplir la ley. Lo que nosotros esperamos es que mediante el proceso de transformaciones que vamos a iniciar, la convocatoria y la manera en que le hablemos al pueblo de Chile, esos sectores van a ser cada vez más minoritarios.

¿Qué tipo de Constitución le atrae más, una bien reglamentada o una más orientadora?

Me gusta más la idea de una Constitución orientadora pero no aséptica. Una Constitución que consagre derechos sociales universales, que defienda la libertad y la igualdad, una Constitución que descentralice pero una Constitución no abarcadora de todos los temas y todas las problemáticas.

La Constitución no puede estar pensada solo desde el 2021 y el 2022. Tiene que permitir de que incluso preguntas que todavía no tenemos, quepan en la Constitución.

separador corbata de Boric.

En lo personal, ¿qué ha tenido que transar además de su pelo largo, poleras rockeras y sus guayaberas?

Ahora último la posibilidad de salir a un bar, de ir a una librería, es cada vez más difícil.

¿Bajo qué circunstancias sí usaría una corbata?

Lo de la corbata tiene dos sentidos. Uno estético medio absurdo, pero yo también me di cuenta que cuando pasó lo del reclamo en el Congreso, había un ánimo de disciplinamiento y homogenización de parte de una élite muy cerrada y muy parecida entre sí y por eso me mandaron a la comisión de ética, por andar sin corbata. Ahora se naturalizó completamente y es totalmente normal andar sin corbata en el Parlamento.

Y a propósito de eso, una vez tuve la suerte de conocer a Joan Baez y bailamos y me preguntó (después de haberla escuchado cantar a capella) sobre el tema, porque le contaron la anécdota de la corbata y meses después me llegó una corbata hecha por aborígenes australianos, enviada por Joan Baez. Si algún día tuviera que ocupar una, seguramente sería esa.

¿Y podría ocuparla luego?

No lo tengo pensado. Quizás en el matrimonio de algún amigo.

¿Y no en el cambio de mando?

No, hay límites. Sería simbólicamente renunciar a la esencia.

Viene de una familia creyente, una madre católica, que reza y tiene un altar a la virgen en su casa. ¿Nada de eso le hace sentido en momentos de angustia?

Respeto mucho la fe de mi madre y a veces extraño el don de la fe, pero no es algo que tenga en este momento y no creo que sea algo a lo que se puede recurrir solo en estado de necesidad. Tengo un tema pendiente de cómo trabajar la espiritualidad. Es algo que siempre me ha interesado y nunca me he dado el tiempo de hacerlo.

¿Cómo controla su ansiedad?

A veces comiendo, que no es el mejor método. Leyendo, la lectura me tranquiliza, cuando tengo tiempo de hacer deporte, me gusta jugar fútbol.

Boric.

¿Y siente que a veces se le escapa de las manos?

He aprendido, acompañado de tratamientos, a ir controlándola. Yo tengo un trastorno obsesivo compulsivo y tomo medicamentos por eso. También es algo que he logrado domesticar gracias la ciencia, esto no solo es voluntad.

Se habló bastante de su salud y también del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) que padece y que usted hizo público¿Cree que hubo otras intenciones al relevar este tema durante la campaña electoral?

Sin lugar a dudas. Hay un estigma respecto de la salud mental.

¿Qué situaciones le incomodan?

Me incomoda mucho la mentira intencionada, no el error, me carga la gente que habla en off en el periodismo, me molestan los cahuines.

Usted ha demostrado ser un político bien tolerante al juicio opositor, ¿pero qué ocurre cuando ello apunta a la gente que usted más quiere, como su compañera Irina Karamanos, quien asumirá el rol de primera dama y quien ha sido criticada por ello, principalmente por su sector?

Hay que distinguir entre la crítica constructiva y el debate político que se da al interior del feminismo y que es totalmente legítimo de la crítica oportunista y artera y me parece que ha habido harto de lo primero y poco de lo segundo. Los debates del feminismo son deseables. Tenemos que acostumbrarnos a que el tener divergencias de opinión no significa una tragedia. Pero cuando los ataques son personales, y particularmente contra mis seres queridos, hermanos, padres, amigos o la Irina, es algo que efectivamente me molesta mucho.

¿Cuál es la épica que le gustaría imprimir a su gobierno?

Que a través de la política es posible cambiar el mundo. Que la política no es un espacio de corrupción, mentiras y acomodos. La política puede ser un oficio honesto para las transformaciones sociales, inclusivo, no solo de profesionales.

Fuente de la información e imagen:  https://www.elmostrador.cl

Comparte este contenido:
Page 19 of 456
1 17 18 19 20 21 456