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Libro: Cuatro Lecciones Sobre Kant. por Gilles Deleuze

Europa Francia/Abril del 2017/Reseña/https://www.academia.edu/

Reseña:

Immanuel Kant (ɪˈmaːnu̯eːl ˈkant) (Königsberg, Prusia, 22 de abril de 1724 – Königsberg, 12 de febrero de 1804) fue un filósofo prusiano de la Ilustración. Es el primero y más importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal. Entre sus escritos más destacados se encuentra la Crítica de la razón pura (Kritik der reinen Vernunft), calificada generalmente como un punto de inflexión en la historia de la filosofía y el inicio de la filosofía contemporánea. En ella se investiga la estructura misma de la razón. Se esboza un denominado  Curso de los martes.Kant – síntesis y tiempo Primera Lección (14/03/78)  sobre ʺCrítica de la Razón Pura”, Segunda lección (21/03/78) ¿Por qué no habría también un manejo de sintetizador o un manejo electrónico para la filosofía? ,Tercera lección (28/03/78) concepción del espacio y del tiempo en función del espiritismo. y  Cuarta lección (4/04/78) Lo que hay de común entre esas dos grandes operaciones del conocimiento –puesto que la razón pura se ocupa del conocimiento-, lo que hay de común entre esas dos grandes operaciones  del conocimiento es que en los dos casos se hará corresponder, a pesar de su heterogeneidad, a pesar de su diferenciad e naturaleza, las determinaciones conceptuales y las determinaciones espacio temporales.

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https://www.academia.edu/15100345/CUATRO_LECCIONES_SOBRE_KANT._GILLES_DELEUZE

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La educación, la gran olvidada de los comicios en Francia

Francia/24 abril 2017/Fuente: El Mundo

En el país de la Ilustración hay 2,5 millones de personas analfabetas tras ir al colegio

Así son los programas de los cuatro favoritos

«Tengo la sensación de estar en la primera línea de batalla de los problemas que hay en Francia, a fin de cuentas los niños son el reflejo de un país». El que habla es Xavier, un profesor francés, de origen español, que lleva más de 20 años trabajando en la educación pública francesa. El retrato que plantea es desolador pero hay poco espacio para la invención: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sitúa la escuela francesa como la más desigual de sus 27 miembros. Los alumnos con dificultades encuentran cada vez más problemas, según la organización, mientras que los más aventajados siguen mejorando.

«Los franceses tenían una idea del sistema educativo muy positiva, pero quedó rota a partir del 2000 con los estudios PISA que mostraron que su sistema escolar era muy mediocre», opina Peter Gumbel, periodista y profesor británico, autor de varios libros sobre el sistema educativo francés. En ‘Elite Academy: investigación sobre la Francia enferma de sus grandes escuelas’, Gumbel habla incluso de un «darwinismo social»: «Si crecemos y vamos a la escuela en una zona desfavorecida es muy difícil hacer una carrera de éxito».

La Agencia Nacional de lucha contra el analfabetismo (ANLCI, por sus siglas en francés), asegura que hay 2,5 millones de personas en Francia que no saben leer, después de haber asistido a la escuela hasta la edad obligatoria. De ellos un 10% tiene capacidades de comprensión de la lectura «débiles o inexistentes» hasta el punto que resulte un obstáculo para acceder a un trabajo, enfrentarse a cuestiones administrativas o comprender los documentos del banco.

El país presume de dedicar un 6,8% de su PIB a la Educación. En 2015 fueron precisamente 147,8 millones de euros, concentrando 42,5 en la educación primaria, 53,8 en la secundaria y 30,1 en la superior.

«Habría que hacerlo al revés, invertir en la primaria porque es ahí donde se estructura el lenguaje y se cimentan las bases, y hay que hacerlo lo antes posible», advierte Catherine Morin-Desseilly, presidenta de la comisión de educación en el Senado y miembro de la Unión de Demócratas Independientes. La senadora lamenta que los distintos gobiernos hayan entrado en un bucle de reformas partidistas que se acaban cuando el Gobierno cambia de color, y aboga por un pacto nacional para enfrentar el problema.

Las fallidas escuelas prioritarias

En los 80, el Gobierno de François Mitterrand se salió del camino trazado por la escuela pública para crear las llamadas Zonas de Educación Prioritaria (ZEP), posteriormente rebautizadas como REP. Con ellas, se pretendía dar más a medios a los colegios de poblaciones desfavorecidas para conseguir un mayor éxito. Treinta años después, estos centros se muestran en colapso.

Las clases están masificadas de alumnos que en su mayoría provienen de familias con problemas económicos y otros resultados de la miseria. Georgina tiene 23 años, acabó sus estudios a mediados de 2016 y tiene un contrato de un año en un instituto REP+, del distrito 15 de París. «Me contrataron un viernes y el lunes empecé. No tenía ningún tipo de consigna sobre cómo tratar con los alumnos o qué hacer si no se comportaban. Me he encontrado con problemas que no estoy preparada para gestionar», entre ellos, un chaval heroinómano.

El recurso a profesores con contratos temporales para cubrir los puestos en este tipo de centros sigue aumentando y son además perfiles con poca experiencia, menores de 30 años. «¿Quién querría trabajar en estas condiciones?», se pregunta Xavier. «Todos los alumnos que tienen dificultades están juntos, las dificultades se acumulan, y no hay suficiente autonomía para adaptarse a las necesidades», dice por su parte Morin-Desseilly.

Xavier, entró en esta profesión convencido de su tarea. Pasó ocho años trabajando en un colegio de enseñanza secundaria en Clichy-sous-Bois. «El problema es que tienes ciudades que acogen un 40 o hasta 60% de viviendas sociales, mientras que en el pueblo de al lado hay un 4%. Cada localidad tiene que alojar un mínimo de 25% de viviendas sociales pero hay lugares que prefieren pagar la multa antes que cumplir la ley», cuenta. Xavier trabajaba sabiendo que aquella situación acabaría por explotar, pero nunca imaginó que Clichy-sous-Bois se convertiría en el foco de esta enorme falla social, cuando uno de sus alumnos, Bouna Traoré, murió en 2005 durante una persecución policial, junto a otro estudiante del centro, Zyed Benna.

«La situación mejoraría si obligaran a los ayuntamientos a cumplir la ley, con multas mil veces superiores. ¿Cómo quieres que estos niños crezcan sintiéndose franceses si no están en contacto con el país?», reclama. Los padres que pueden permitírselo meten a sus hijos en centros privados, se mudan a barrios mejores o hacen trampas para que sean trasladados a escuelas corrientes, o como las llama este profesor «escuelas de blancos». «Es muy duro ver a chavales de 14 años aburridos de la vida, es un contexto favorable a que caigan en la violencia, la delincuencia o peor aún, la radicalización», zanja. Cada año, 100.000 alumnos abandonan la educación sin haber adquirido los conocimientos oportunos, sin perspectivas de futuro. Directos al paro.

La academia de las élites

Una caída en picado que contrasta con las famosas ‘Grandes Écoles’ del país a la que sólo entra un 5% de los alumnos de cada año. Si estás dentro, tienes con toda probabilidad la vida resuelta: el 80% de los directivos de las empresas más importantes del país salen de ellas; también como Altos Funcionarios, cuando en torno al 60% de los equipos ministeriales se conforman de estudiantes de la École Normale Superieur o ENA, los llamados ‘enarcas’.

Otros países, como Inglaterra, se han preocupado por abrir sus administraciones y la tendencia es claramente a la baja, con una proporción bastante repartida en la actualidad. Para Peter Gumbel, el problema no es sólo la uniformidad de las élites de estos centros, que ni siquiera están en los ránking de las mejores universidades del mundo en la que Francia queda casi ausente, sino unas élites que se conocen, se ayudan y se protegen entre sí para continuar en el sistema más desigual en la cuna de la Ilustración.

Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2017/04/23/58fbb2e7e2704e89568b45ef.html

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La buena educación: Diálogo con Fourier, Montessori y Morin

Por:  Emma Rodríguez

Hablemos de lo que hablemos, siempre acabamos refiriéndonos a la educación. Cuando analizamos el presente: la crisis de valores, las políticas neoliberales, los daños ecológicos, el conflicto migratorio, la banalización del pensamiento, de la cultura, y tantos y tantos otros asuntos preocupantes que reclaman nuestra atención, siempre terminamos siendo conscientes de la importancia de la educación. No puede haber transformaciones profundas sin cambios en el sistema educativo; no podemos avanzar hacia sociedades más solidarias si no se enseña a los jóvenes a valorar y respetar a los otros; no es posible acabar de raíz con la corrupción si se siguen poniendo como ejemplos a seguir a quienes son capaces de saltar por encima de la ética, de la dignidad, con tal de enriquecerse; no se puede alcanzar la igualdad entre los sexos sin una enseñanza que la reivindique abiertamente y la promueva. En todo esto coinciden Charles Fourier, María Montessori y Edgar Morin, protagonistas de este artículo, tres voces que dialogan desde tiempos y circunstancias diferentes.

A los tres he llegado convencida de que la educación nos atañe porque es algo que nos toca muy de cerca, porque nos preocupan nuestros hijos y el devenir de las próximas generaciones. Porque valoramos a quienes ejercen la enseñanza con pasión y entusiasmo, saltando por encima de recortes y nefastos planes educativos en la medida de sus posibilidades. Porque no podemos evitar llevarnos las manos a la cabeza y firmar las peticiones y manifiestos que haga falta cuando se elaboran leyes que pretenden arrinconar, silenciar, las Humanidades.

Hemos apoyado las reivindicaciones de la Marea Verde en los últimos años, hemos defendido la Educación Pública, su mejora, sabedores de que es una causa común, una causa que nosotros, la gente corriente, enarbolamos con orgullo. Y cada vez tenemos más claro que para construir un mejor futuro hacen falta ciudadanos activos, críticos, con capacidad de reflexión, no dormidos, no adocenados, no sumisos, no obedientes en demasía; sí respetuosos, sí honestos.

Fotografía © Enrique de la Peña

Todo pasa por la educación. No nos cabe duda. El tema está en la calle, a todos los niveles. No dejo de percibirlo en mi entorno: en las conversaciones que mantengo con amigos y conocidos, en las entrevistas que realizo. “No hay forma de salir de la la monstruosa educación deformadora de los exámenes constantes. La idea del control permanente es algo absolutamente inquisitorial, y por supuesto castrante, aniquilante, porque el conocimiento, el “bienser”, se educa desde la libertad y la libertad se educa desde el diálogo, desde la apertura del diálogo con los otros y sobre todo con los libros. La lectura es el ejemplo más clásico de la libertad de inteligencia, de pensamiento. Leer es libertad, nos permite salir de nosotros mismos, de nuestro entorno pequeñito, y abrirnos a un universo nuevo”, indica el filósofo Emilio Lledó, a quien ahora recurro como telonero, telonero de Fourier, de Montessori, de Morin.

El ser humano es lo que la educación hace de él. Si a ti de pequeño te meten únicamente frases hechas en la cabeza; si te introducen lo que yo llamo grumos pringosos, ya no vas a poder pensar, ya no vas a poder ser libre, ni tener un espíritu creador, ni siquiera racional…”, prosigue el pensador. Y a su lado, interviene, también preparando el terreno el profesor italiano Nuccio Ordine, autor del revelador manifiesto La utilidad de lo inútil.

Emilio Lledó: “El ser humano es lo que la educación hace de él. Si a ti de pequeño te meten únicamente frases hechas en la cabeza; si te introducen lo que yo llamo grumos pringosos, ya no vas a poder pensar, ya no vas a poder ser libre, ni tener un espíritu creador, ni siquiera racional…”

“No se va a la escuela, al instituto, a la universidad, para conseguir un diploma, una licenciatura, sino que se estudia en primer lugar para mejorar como personas. Debemos ayudar a los jóvenes a eliminar esa idea, propia de estas sociedades utilitarias, de que se estudia con el objetivo de conseguir algo material”, declara. “Los chicos deben escoger en la universidad las disciplinas que aman. Hay que evitar esa degeneración de la enseñanza dirigida a obtener resultados como única meta, olvidando que el saber debe llevar a los estudiantes a entenderse mejor a sí mismos y al mundo que les rodea, amar el bien común, a ser tolerantes, a comprender que la solidaridad es una de las cosas más importantes de la vida de un ser humano”, seguimos sus palabras, dando paso a otros dos participantes en este debate abierto: el también filósofo Santiago Alba Rico y la catedrática y académica Aurora Egido.

Actualmente, como consecuencia de las políticas privatizadoras, de la reducción de presupuestos, la educación ha quedado en manos de profesores y maestros heroicos y desautorizados que están haciendo una labor que muchas veces no tenemos en cuenta y que hay que recordar para también cambiar de políticas y de gobiernos que se preocupen de proporcionarles los medios que les podrían permitir descansar un poco de su heroísmo. No puede ser que en una sociedad el mantenimiento de la civilización repose en el heroísmo y la abnegación de unos cuantos maestros, de unos cuantos médicos, de unas cuantas enfermeras…”, seguimos la argumentación del primero, con quien coincide ampliamente Egido: “Los profesores de enseñanza media son los verdaderos héroes de nuestro tiempo, sin descontar, por supuesto, a los de la primera enseñanza, a los maestros. Ahí es donde el vacío es enorme, empezando porque la literatura se ha convertido en una “maría”, como se decía antes. La han ido denigrando cada vez más en los sucesivos programas. Se ha optado por fragmentarla, por transmitirla  a través de una serie de textos, de fragmentos, donde a pequeñas dosis se intenta suplir lo que es la lectura de una obra completa…”

Fotografía © Enrique de la Peña

Son muchos los diálogos mantenidos en “Lecturas Sumergidas” en los que los protagonistas opinan sobre la educación. Y también son muchos los libros leídos, tanto de ficción como de no ficción, que acaban transitando por la misma senda o cruzándose con ella. Oigamos, por ejemplo, lo que dice Erich Fromm, una de las referencias de esta publicación al respecto: “La educación generalmente intenta preparar al estudiante para que tenga conocimientos como posesión, que por lo general se evalúan por la cantidad de propiedad o prestigio social que probablemente tendrá más tarde (…) Las escuelas son las fábricas que producen estos paquetes de conocimientos generales, aunque usualmente afirman que intentan poner a los estudiantes en contacto con los logros más elevados del pensamiento humano (…)  En el modo de ser, el conocimiento óptimo es conocer más profundamente. En el modo de tener, consiste en poseer más conocimientos”.

Erich Fromm: “Las escuelas son las fábricas que producen estos paquetes de conocimientos generales, aunque usualmente afirman que intentan poner a los estudiantes en contacto con los logros más elevados del pensamiento humano”

Podría seguir recopilando aquí pareceres e ideas –os animo a repasar nuestro sumario–, pero mejor no extender más este prólogo y abrir las puertas a nuevas voces. Enlazando con lo anterior os digo que, muy atenta a lo que pasa a mi alrededor, inspirada por tantas reflexiones enriquecedoras, me animé a seguir indagando, desde mi posición de lectora inquieta, nunca de especialista en la materia. Y me alegró enormemente encontrar en las librerías, publicado por Errata Naturae, un ensayo con un atractivo interrogante como título: ¿Cómo educar para la libertad y la felicidad?, de Charles Fourier (1772-1837), pensador francés libertario, crítico a ultranza del capitalismo, defensor del cooperativismo y de un tipo de enseñanza absolutamente visionaria en su tiempo  e inspiradora hoy de proyectos renovadores, alternativos, como bien indican los editores en la contraportada, citando como ejemplos a Waldorf, Montessori y todo tipo de Escuelas Libres, Escuelas Democráticas y colegios públicos excepcionales que apuestan por proyectos heterodoxos.

En pocas líneas, a modo de resumen, los responsables de Errata dicen mucho acerca de todas estas experiencias que trabajan por promover nuevos valores: “educar desde la empatía, desarrollar la inteligencia emocional, favorecer en todo momento las decisiones y el libre juicio de los alumnos, adaptar a los educadores al ritmo de los pequeños y no al revés, transformar los espacios educativos para facilitar la creatividad y la interactividad entre niños de todas las edades, establecer la conciencia ecológica y el respeto de la diferencia como valores pedagógicos centrales, educar por igual el cuerpo y la mente, dedicar tanto tiempo a la supuesta “inteligencia práctica” como a la sensibilidad y la apreciación estética, y, por supuesto, sin distinción de género…”

¿De verdad todo esto es nuevo? se nos pregunta en este breve texto que, sin duda, consigue el efecto deseado: que vayamos al principio, a la fuente de la que siguen brotando muchas de las teorías educativas más avanzadas ahora mismo. La utopía de Fourier, su idea de comunidades autosuficientes (falanges o falansterios) más allá de las normas y reglas morales de la sociedad de su época, dentro de un estado al que daba el nombre de “Armonía” sigue cautivándonos y sorprendiéndonos. La educación para él es una parte esencial de esa aventura integradora. En muchas de sus líneas básicas coincide con la pedagoga italiana María Montessori, otra adelantada a su época con la que, asimismo, en muchos de sus principios está de acuerdo Edgar Morin, quien nos habla desde la más inmediata actualidad. Pero vayamos paso a paso, por partes.

CHARLES FOURIER: LA SIEMBRA DE PASIONES

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Charles Fourier

Si algo se permitió Charles Fourier fue imaginar, soñar, poner en acción su energía creativa. Os advierto que para acceder a sus teorías, a sus ideas, hay que dejar fuera los zapatos, entrar en su mundo descalzos de prejuicios, de verdades preconcebidas, y estar dispuestos a aprovechar sus indicaciones. Al leer a este hombre nos asombra que hayamos avanzado tan poco. Si sus ideas escandalizaron a la gente bienpensante de su tiempo, muchas siguen haciéndolo ahora. En un presente en el que el poder y los medios de comunicación tradicionales se afanan por imponer discursos homogéneos y en apariencia políticamente correctos –aunque en el fondo les anime el interés y les afee el cinismo– Fourier sigue siendo un provocador, un espíritu a contracorriente.

Confieso que a mí me han resultado extrañas algunas de sus propuestas y de sus terminologías; que me he movido por las páginas del ensayo entre anonadada y sumamente atraída, tanto por su contenido como por el estilo jovial, no exento de humor, de ironía, del autor. Reconozco que precisamente esa extrañeza, esa sensación de estar ante un libro agitador, ante una obra que a ratos me hacía sentir identificada y a ratos me sumía en el desconcierto, resultó ser un aliciente para seguir adelante, un estímulo añadido. Las ideas de Fourier, expresadas hace ya dos siglos, resultan desafiantes. Este ensayo que tengo entre las manos es capaz, tanto tiempo después, de abrir un debate necesario e inteligente. No se trata de creer a pies juntillas en todo lo que se expone, pero sí en tomar en consideración sus planteamientos, en tirar de su hilo para iluminar el presente e intentar mejorarlo.

Uno de los primeros consejos que recibe todo padre o madre que se decida a abrir las páginas de ¿Cómo educar para la libertad y la felicidad? es que hay que huir de inculcar a los hijos los propios deseos, de animarles a realizar lo que no pudo ser cumplido. “Los padres condenan las inclinaciones más loables si parecen alejadas de sus propios puntos de vista. De ese modo, orientan a sus hijos hacia profesiones incompatibles con su naturaleza, lo que les conduce con frecuencia al desastre tras obligarles a languidecer de mediocridad”, señala el pensador, quien, a partir de ahí, considera que los niños no deben ser sometidos a la voluntad de padres ni de preceptores; que basta con guiarlos a través de la atracción, de la pasión por aprender, para que, guiados por su propia naturaleza, por sus gustos y capacidades, alcancen los objetivos básicos de “vigor, destreza e instrucción”.

A grandes rasgos, en las escuelas de Fourier, organizadas en grupos, los más pequeños aprenden trabajos y conocimientos emulando a los de más edad. Van pasando de una escala a otra, de una cuadrilla infantil a otra, según adquieren habilidades, fomentándose entre ellos la colaboración y también una sana competencia que les conduce a avanzar mientras la función de los adultos es de mera vigilancia. No hay órdenes ni castigos; las amonestaciones proceden de sus iguales. Lo único que se precisa es “ofrecer a los niños trabajos capaces de excitar en ellos la atracción” para que nunca más haga acto de aparición la pereza o la desgana.

En las escuelas de Fourier, organizadas en grupos, los más pequeños aprenden trabajos y conocimientos emulando a los de más edad. Van pasando de una escala a otra, de una cuadrilla infantil a otra, según adquieren habilidades, fomentándose entre ellos la colaboración y también una sana competencia que les conduce a avanzar mientras la función de los adultos es de mera vigilancia.

Las manualidades, la artesanía, la agricultura, la cocina, entran en este modelo educativo en el que desde un primer momento los niños participan en el bienestar de la comunidad con sus pequeñas aportaciones al trabajo colectivo, recibiendo incluso gratificación material, “una parte de los beneficios societarios”. ¿Niños, trabajo, salario? ¿Cómo puede ser? He aquí uno de esos puntos ante los que no podemos evitar sentirnos contrariados. Pero los trabajos de los que habla Charles Fourier, las labores múltiples en huertos, jardines y talleres, nada tienen que ver con la obligación, ni con el esfuerzo, sino con el placer, incluso con el juego, con la diversión, con el gusto por participar, por compartir tareas. Hacer conservas, recoger fresas, dar de comer a los animales, limpiar los gallineros… Se trata de fomentar, de estimular,  el interés por estas actividades, que se compaginan con otras como el ejercicio físico o el ballet. No sólo una ocupación, sino muchas ocupaciones, lo más variadas posibles, convertirán a los niños en seres autónomos, adaptados a los cambios, capacitados tanto para la vida práctica como para la creativa e intelectual, que se desarrollará en etapas más avanzadas de su formación.

Hay términos (“sectas”, “pequeñas hordas”…) e imágenes en la obra de Fourier que, como os decía antes, nos llevan a sentir cierta desconfianza. Como indica el profesor y filósofo francés René Schérer en el preámbulo de la edición de errata naturae, en algunas de sus descripciones (desfiles, movimientos de grupos, niños a caballo…)resuenan ecos marciales, evocadores, en varios sentidos, de las escuelas napoleónicas, los colegios militares, las paradas gimnásticas, las juventudes hitlerianas, los pioneros soviéticos, los voluntarios iraníes, etc”. Pero “tal objeción”, nos dice,”debe abordarse de frente, pues no se trata sino de un prejuicio. Sólo si la educación armonista (o unitaria) de Fourier implicase cierto alistamiento, entonces pasaría efectivamente a prefigurar un tipo de educación totalitaria, siendo mucho menos utópica de lo que se cree (…)”

Fotografía © Enrique de la Peña

He aquí algunas de mis extrañezas. Frente a ellas la luz y el estímulo que me abren conceptos como “siembra de pasiones”, con el que se alude a lo ya señalado anteriormente, la atracción, el resorte del trabajo atrayente, como fuente fundamental del aprendizaje, así como la defensa a ultranza de la igualdad, de la eliminación de clases en el acceso a una enseñanza que ha de proporcionar los mismos medios y gratificaciones tanto a pobres como a ricos. Fourier habla de “una educación para todos” (“un monarca civilizado no podría, ni siquiera derrochando sus tesoros, proporcionar a su hijo una educación equivalente a la que la Armonía ofrecerá gratuitamente al niño más pobre”, le leemos) y aboga por librar a los jóvenes de todo temor, por alejarlos de preceptos religiosos que introducen en su vida la noción de mal, de pecado, de castigo. El Creador es visto como una figura luminosa, benéfica, que procura el bien, en esta pedagogía, mejor antipedagogía, como la denomina René Schérer, que hace saltar por los aires los resortes tradicionales y se adelanta tanto a su tiempo que algunos de sus argumentos resultan absolutamente actuales y están en el centro de debates como el feminista.

“Un monarca civilizado no podría, ni siquiera derrochando sus tesoros, proporcionar a su hijo una educación equivalente a la que la Armonía ofrecerá gratuitamente al niño más pobre”, leemos a Fourier, quien aboga por librar a los jóvenes de todo temor, por alejarlos de preceptos religiosos que introducen en su vida la noción de mal, de pecado, de castigo.

Así cuando aún no hemos superado la imagen ideal y tópica de la buena madre, nos encontramos a Fourier señalando que no todas las madres tienen que dedicarse al cuidado de sus hijos o sentirse culpables por preferir otras ocupaciones. “Hay mujeres que se creen modelos de las virtudes republicanas porque les complace cuidar a los pequeños, mujeres intolerantes que difaman y condenan a aquellas otras que, demostrando gustos diferentes, dejan a los críos para acudir a reuniones de carácter placentero”, seguimos sus palabras, entendiendo que cuando habla de reuniones placenteras se refiere a los distintos trabajos que, siempre por gusto, por elección, se desarrollan en las comunidades (falanges), donde el reparto necesario de las labores es otro de los argumentos que demuestran que, también a nivel práctico, organizativo, lo mejor no es que todas las mujeres se dediquen a lo mismo.

Resulta muy recomendable este capítulo para todas aquellas profesionales que sufren por no dedicar todo su tiempo al cuidado de sus pequeños. No es el tiempo lo que importa, sino el disfrute y la calidad de ese tiempo, el amor, los mimos, la capacidad de alentar los apetitos y pasiones de los hijos, se extrae de la lectura de Fourier, sin duda un precursor del feminismo, algo de lo que no cabe ninguna duda cuando le escuchamos decir: “Nuestros civilizados, cuando enganchan en el mismo carro a la mujer y al burro, están lejos de pensar que el creador ha destinado a la mujer a competir con el hombre en todas las funciones sociales y a funcionar como contrapeso de la influencia del hombre, siempre ruda y opresora, puesto que no se basa sino en la fuerza”. O más adelante: “El salvaje envilece a la mujer por necesidad, el bárbaro por envidia y el civilizado por equivocación. La segmentación industrial, al originar una enormidad de tareas domésticas, destina a las mujeres a las labores más insulsas, de las que son apartadas por la naturaleza”.

La Civilización, con sus normas, con sus condicionamientos, distorsiona por completo el orden natural. La Civilización no es más que “una prisión política concebida para fastidio y tormento del género humano”, señala este hombre al que no le convencían nada los dogmas de la Iglesia ni las rigideces de instituciones como el matrimonio y que se manifestó ferozmente contra los males del capitalismo. “Sin duda resulta especialmente peligroso inspirar el gusto por la riqueza en una sociedad en la que normalmente sólo puede amasarse una fortuna recurriendo al engaño”, nos dice Fourier. Y también que a los niños hay que enseñarles a “amar sin hipocresías la riqueza, pero ganándosela honradamente”.

“Sin duda resulta especialmente peligroso inspirar el gusto por la riqueza en una sociedad en la que normalmente sólo puede amasarse una fortuna recurriendo al engaño”, nos dice Fourier. Y también que a los niños hay que enseñarles a “amar sin hipocresías la riqueza, pero ganándosela honradamente”

Es, repito, absolutamente sugerente, revelador, este ensayo que da cuenta de las distintas etapas de la educación, hasta llegar a la adolescencia, con la aparición del sentimiento amoroso y el despertar sexual (aquí se introduce la figura de los jóvenes de ambos sexos que postergan ese momento en aras de la amistad y la orientación de los menores) y que desgrana los objetivos de Armonía en comparación con la educación convencional y civilizada, como la denomina Fourier.

Para finalizar, un último extracto: “El niño societario de tres o cuatro años comprenderá, en una sola lección, que Dios ha provisto para hacerlo feliz, para llevarlo a desempeñar, gracias a la atracción, veinte trabajos útiles, cuyos beneficios siempre acaba recogiendo (…) Creerá en la providencia universal de Dios porque verá su bendición recaer sobre él y sobre cuanto le rodea. Tal doctrina resultaría incomprensible para un niño civilizado que se ve oprimido, condenado al trabajo y fustigado en la escuela bajo pretexto moral, y que ve cómo a los demás niños a su alrededor les falta el pan y el vestido. ¿Cómo podría creer en una providencia benefactora o formarse de ella una idea justa?”, se planteaba Charles Fourier. Os queda mucho por descubrir. Apenas os he puesto en antecedentes.

MARÍA MONTESSORI, EL VALOR DE SER UNO MISMO

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María Montessori

Mucho más conocidas sus ideas pedagógicas que las de Charles Fourier, la pedagoga italiana María Montessori (1870-1952), cuyas escuelas siguen siendo una corriente educativa innovadora en nuestros días, coincide en muchos de sus principios con el pensador francés. También en este caso partimos de la formación del niño en libertad, identificando sus potencialidades y encauzándolas en un ambiente adecuado, con la figura del maestro en segundo plano, consciente de que su papel debe ser el de guiar a los jóvenes desde la humildad, en la construcción de sí mismos, enseñándoles a utilizar correctamente los materiales de aprendizaje y limitando sus intervenciones a lo meramente necesario.

Aunque, frente a la visión global de Fourier, la de nuestra segunda protagonista se limita al ámbito educativo, también ella creyó firmemente en la importancia de la educación para transformar las sociedades, también soñó con colectivos formados por mujeres y hombres conscientes, críticos, coherentes, comprometidos. Ahora que  se conmemora la apertura de la primera escuela Montessori en 1907 en el barrio romano de San Lorenzo, bajo la denominación de “Casa dei bambini”, la editorial Herder pone en las librerías dos volúmenes que recuperan y analizan las ideas de esta mujer inquieta, abierta a múltiples intereses y actividades: Dios y otros escritos inéditos, muy interesante para profundizar en la fe religiosa que animó todo su trayecto, y De la casa de los niños y la morada del ser, un estudio de Juan Carlos Mansur Garda, catedrático del Instituto Tecnológico Autónomo de México, que nos acerca a su aventura pedagógica.

Humanista por encima de todo, católica, pacifista y feminista, Montessori, que se procuró una formación esmerada en los campos de la filosofía y la medicina, con especial atención a la psiquiatría y la psicología, señalaba que la educación es “poner al individuo en condiciones de labrarse en la vida su propio camino”. He aquí, sin duda, una de las ideas más enriquecedoras de toda su filosofía, una base de la que tan necesitados estamos hoy, cuando las voluntades tienden a uniformarse y la disidencia se combate. Al hablar de la búsqueda del propio camino se refiere la educadora a la formación de seres capaces de vivir en plenitud, de pensar por sí mismos, de tomar decisiones propias, en base a sus convicciones, aunque muchas veces no se correspondan con las imposiciones de la sociedad, con los discursos oficiales.

Humanista por encima de todo, católica, pacifista y feminista, María Montessori, que se procuró una formación esmerada en los campos de la filosofía y la medicina, con especial atención a la psiquiatría y la psicología, señalaba que la educación es “poner al individuo en condiciones de labrarse en la vida su propio camino”

Ella misma demostró poner en práctica estos principios cuando la Italia de Mussolini, que la había alabado en un principio por la labor de sus escuelas, quiso utilizarla para promover la formación de jóvenes adictos a los principios del régimen. Entonces hubo de negarse a colaborar y optó por exiliarse. Sus centros, abiertos a la alegría, a la sana creatividad, que tanto habían hecho por el bien de los niños más pobres, fueron cerrados en 1933, y no fue hasta mucho más tarde, en 1947, cuando regresó a Italia y siguió desarrollando su labor pedagógica.

En ese “labrarse su vida propia” nos habla Montessori del valor de ser uno mismo, de la congruencia y del desarrollo de la personalidad, retos a los que la educación debe tender en un presente en el que parece que gozamos de más libertad que nunca, pero donde la toma de decisiones no resulta fácil; en un mundo cada vez más complejo y lleno de posibilidades, donde tan complicado resulta atisbar la senda a seguir, interpretar correctamente la realidad. De ahí la importancia de anclar profundamente los principios, de armarse de auténticos valores que den sentido a la vida en medio de las contradicciones inherentes al ser humano. De ahí la necesidad de seguir escuchando la voz de María Montessori cuando nos dice que la educación debe formar a seres humanos en unidad, sin dobleces, decididos, maduros y responsables de sus propios actos; cuando nos habla de apertura y generosidad hacia los otros, de la búsqueda del bien común, punto en el que, como indica el profesor Mansur Garda, “el ser humano trasciende o asume la vida material y penetra en el mundo espiritual y moral”.

Consciente de que los estudios convencionales eran “áridos, fatigosos, sin altura, con la única finalidad de ayudar a encontrar un trabajo, a pesar de todo incierto e inseguro”, la pedagoga se afanó en la tarea de imponer el ser al tener, de fomentar la creatividad y la sensibilidad, dando mucha importancia a la socialización de los niños, porque es en el contacto con los demás, con personas de distinta condición y edad, donde cada cual acaba comprendiendo y comprendiéndose. Un recorrido rápido por los conceptos básicos de su modelo de enseñanza nos lleva a asumir nociones como la de la “espontaneidad de la vida interior del niño” y nos aparta de los principios tradicionales de la obediencia, el exceso de deberes, los premios y los castigos.

Fotografía © Enrique de la Peña

Montessori se refiere a los diversos períodos sensitivos de la edad infantil y recomienda respetar los tiempos, los ritmos de aprendizaje de cada pequeño en particular, aludiendo a la construcción amorosa de su yo y del entorno, así como a la necesidad de la concentración y a la felicidad, la alegría, que surgen como resultado de la autocreación. ¿Y en cuanto al papel de los padres? Hay verbos que definen muy bien el espacio que deben ocupar: Animar, acompañar, amar, respetar… “El adulto podría realizar una especie de misión: la de ser inspirador de las acciones infantiles, un libro abierto en que el niño pudiera descubrir las directrices de sus propios movimientos y aprender todo lo necesario para obrar bien”, seguimos las palabras de Montessori.

A partir de ellas el autor del ensayo que tengo entre las manos señala la importancia del papel de la familia para desarrollar felizmente la personalidad del niño y servirle de puente en su relación con los otros, en su desarrollo en sociedad. Aquí cabe detenerse en una interesante reflexión que hace el profesor Mansur Garda sobre la dificultad para encontrar en la actualidad ideales, modelos, ejemplos adecuados para orientar la educación de los más jóvenes. “¿Qué decir del modelo de poder económico que es tan atractivo como peligroso? ¿Qué decir del hombre que vive en la irrealidad y demencia del poder, donde el éxito económico es el único motivo de su felicidad? Emparentado con éste está el modelo de poder político, donde se puede justificar cualquier medio con tal de lograr el fin último, el vasallaje de los ciudadanos y su nación”, argumenta, y se refiere también a la presión social” a la que se ven sometidos los educadorespara formar a los niños hacia alguno de estos modelos e imágenes y terminar por convertirlos en un producto “vendible” para el mercado laboral”.

“El adulto podría realizar una especie de misión: la de ser inspirador de las acciones infantiles, un libro abierto en que el niño pudiera descubrir las directrices de sus propios movimientos y aprender todo lo necesario para obrar bien”, seguimos las palabras de la pedagoga italiana.

Situar todos estos valores propios del neoliberalismo y huir de ellos en la medida de lo posible no es tarea sencilla en estos tiempos que vivimos. Se trata de retos que deben ser asumidos en familia, convirtiéndose las familias, como señala el filósofo Santiago Alba Rico, en núcleos de resistencia fundamentales, en impulsoras de las sociedades transformadas (sociedades de la empatía, de la igualdad, de los cuidados) que tantos anhelamos. Es importante dar ejemplo en el modelo educativo de María Montessori, pero siempre con prudencia, evitando la tendencia a la imitación, alentando que los niños manifiesten sus propias ideas y pareceres, aplaudiendo las iniciativas y acciones donde expresan el criterio propio, el carácter que les hace únicos e irrepetibles.

El poder de desarrollar la propia persona se debe a que somos seres libres. Hay un “secreto” en el niño que permitirá que se desarrolle y se construya de acuerdo con su vida interior y con cómo reacciona frente al medio ambiente”, ponía de manifiesto María Montessori. En el durísimo tiempo que le tocó vivir, tiempo de entreguerras, esta mujer entregada trabajó por la educación de jóvenes capaces de vivir en plenitud, dispuestos a la paz. “En una época en que la humanidad sigue sufriendo la explotación laboral, la violencia, el deterioro ecológico y la transmutación de valores, producto por un lado de la ignorancia de la gente, pero también de la proliferación de sistemas educativos que explotan y reducen todo a precio y riqueza, María Montessori ayuda a dar luz sobre cómo educar en la verdadera libertad centrada en la coherencia, la responsabilidad, el amor a la verdad y el bien, así como la dignidad y el valor de las cosas, no por cuánto cuestan, sino por ser dignas de aprecio”, señala Juan Carlos Mansur Garda. Tomemos sus palabras a modo de resumen y como puente de paso hacia Edgar Morin y su Enseñar a vivir (Manifiesto para cambiar la educación), publicado por Paidós.

EDGAR MORIN, EL COMBATE POR LA LUCIDEZ

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Edgar Morin. Créditos: Despatin&Gobeli / Opale / Ediciones Fayard

La enseñanza, la ecología, el rumbo de Europa, están en el centro de las reflexiones del veterano pensador francés Edgar Morin (París, 1921). En realidad, se trata de ramas de un mismo árbol, la preocupación por la deriva del presente. La necesidad de preparar a las jóvenes generaciones para adaptarse a vivir en sociedades cambiantes, caracterizadas por la incertidumbre, es el punto de partida de Enseñar a vivir, un ensayo, que, en este caso sí, nos sitúa en la inmediata actualidad, una actualidad que conocemos bien, pero que no siempre acabamos de comprender. “¿Se puede llevar una vida razonable en un mundo desquiciado? ¿Dónde podemos hallar la sabiduría en el seno de nuestra civilización de la desmesura?”, se pregunta quien parte de la propia experiencia para argumentar que es esencial dudar, aprender de las equivocaciones, huir en la medida de lo posible de los conocimientos parciales y reductores, no aceptar ninguna verdad como absoluta, aprender a moverse entre las múltiples opciones de una realidad compleja.

Lo que yo aporto no es una receta, sino medios para despertar y estimular las mentes en su lucha contra el error, la ilusión, la parcialidad y, sobre todo en esta época nuestra de desorientación, de dinamismos incontrolados y acelerados y de oscurecimiento del porvenir, contra errores e ilusiones que en la crisis actual de la humanidad y de las sociedades pueden ser peligrosos y tal vez mortales”, deja claro desde un principio, desde su postura de observador, pues en este caso no estamos ante un visionario como Fourier, capaz de imaginar una sociedad mejorada y de poner el modelo en práctica, ni de una pedagoga sobre el terreno como Montessori. Su perfil es el de un filósofo de la proximidad que ofrece su privilegiada, esclarecedora, visión de hombre reflexivo, de testigo privilegiado del siglo XX y de los bruscos inicios del XXI.

“¿Se puede llevar una vida razonable en un mundo desquiciado? ¿Dónde podemos hallar la sabiduría en el seno de nuestra civilización de la desmesura?”, se pregunta Edgar Morin, quien parte de la propia experiencia para argumentar que es esencial dudar, aprender de las equivocaciones, huir en la medida de lo posible de los conocimientos parciales y reductores, no aceptar ninguna verdad como absoluta, aprender a moverse entre las múltiples opciones de una realidad compleja.

Morin hace suyas las teorías de otro analista del hoy, Patrick Lagadec, sobre la actual “civilización del riesgo”, capaz de “fabricar” catástrofes económicas, políticas, ecológicas y culturales de manera sistémica”, y, a partir de ahí, nos dice que para enseñar a vivir también hay que enseñar a afrontar las incertidumbres y los riesgos. Son muy sugerentes, atractivos, los puntos de vista que nos ofrece el filósofo en esta breve e intensa obra cargada de preguntas, tras cuya lectura salimos aún más convencidos de que la buena educación es algo mucho más profundo de lo que se suele enseñar en las aulas, que su sentido está más allá del conocimiento de las distintas materias, de la superación de pruebas y exámenes.

La tendencia tecnoeconómica, cada vez más poderosa e influyente, tiende a reducir la educación a la adquisición de competencias socioprofesionales en detrimento de las competencias existenciales, que pueden regenerar la cultura e introducir temas vitales en la enseñanza”, señala el pensador, poniéndose del lado de Rousseau, quien le inspira con la propuesta de su célebre Émile: “Debemos enseñar a vivir”. “Ciertamente no hay recetas de vida”, prosigue Morin, “pero se puede enseñar a relacionar los saberes con la vida. Se puede enseñar a desarrollar lo mejor posible una cierta autonomía y, como diría Descartes, un método para conducir bien la mente, lo cual permite afrontar de una forma personal los problemas del vivir. Y se puede enseñar a cada individuo aquello que ayude a evitar las trampas que permanentemente nos tiende la vida”.

La comprensión, la solidaridad, son palabras que se repiten una y otra vez en la escuela ideal de Morin, una escuela no sólo para jóvenes; también para adultos interesados en graduarse en el buen vivir. El filósofo, que se adhiere a la vía de la sobriedad feliz propugnada por Pierre Rabhi (de quien ofrecemos otro amplio artículo en “Lecturas Sumergidas”), señala que “la palabra bienestar se ha degradado al identificarse con las comodidades materiales y las facilidades técnicas que produce nuestra civilización”; que no se trata solo del “bienestar de los sillones mullidos, del mando a distancia, de las vacaciones exóticas, del dinero siempre disponible”, que “existe una clara oposición, tantas veces señalada entre ser y tener”; que no todo es cálculo y cantidad; que no todo se paga y tiene un valor monetario; que debemos abrir una senda que tenga en cuenta valores de tipo psicológico y moral; que, más allá de la necesaria razón, la vida también requiere goce, amor, estética, pasión y un mínimo de insensatez.

Señala Morin que no se trata solo del “bienestar de los sillones mullidos, del mando a distancia, de las vacaciones exóticas, del dinero siempre disponible”, que “existe una clara oposición, tantas veces señalada entre ser y tener”; que no todo es cálculo y cantidad; que no todo se paga y tiene un valor monetario; que debemos abrir una senda que tenga en cuenta valores de tipo psicológico y moral.

La sabiduría moderna debe ser un poco loca. O mejor dicho, debe ser reemplazada por un arte de vivir continuamente renovado, continuamente inventado”, escuchamos a Morin, quien también pone de manifiesto el rechazo de las ideas de venganza y castigo; la necesidad de aprender a distanciarse de uno mismo, objetivarse, descubrirse, examinarse, criticarse y aceptar las críticas de los demás. Todo eso, del mismo modo que la introspección, la meditación, la reflexión, resulta indispensable para la comprensión propia y de los demás, “algo vital, pero que actualmente no se enseña”, nos dice.

He aquí lo que una filosofía renovada podría aportar a los alumnos desde la edad más temprana”, le seguimos. Le seguimos cuando declara: “La filosofía debe dejar de ser considerada como una asignatura para convertirse en motor y guía de la enseñanza para la vida. Debe volver a ser socrática, es decir, diálogo y debate constantes. Debe volver a ser aristotélica, es decir, “poner en ciclo” (enciclopediar) los conocimientos adquiridos y las ignorancias descubiertas por nuestra época. Debe volver a ser platónica, es decir, ha de interrogarse acerca de las apariencias de la realidad. Debe volver a ser presocrática y lucreciana, reinterrogando al mundo a la luz y la oscuridad de la cosmología moderna”.

Fotografía © Enrique de la Peña

Mostrar tanto las certidumbres como las incertidumbres de la ciencia, el carácter cambiante de las teorías científicas, es otro de los aspectos sobre los que pone el foco Edgar Morin, insistiendo en la importancia de enseñar a cultivar la duda. “La necesidad de la duda se ve incrementada en esta época nuestra, en que falsas informaciones, rumores y habladurías no sólo circulan a través del boca a oreja, sino que se propagan a una velocidad y con una amplitud inauditas por Internet. No obstante, también es preciso saber que la duda incontrolada e ilimitada se transforma en la certidumbre paranoica de que todo es falso o simplemente mentira. También hay que saber dudar de la duda”.

La buena educación debe alentar la formación de niños despiertos, de jóvenes capaces de pensar por sí mismos, de contrastar las informaciones, de reflexionar profundamente y no dejarse confundir, de no tener miedo a manifestar sus opiniones en libertad, de tomar decisiones en la medida de lo posible libres de presión, de contaminación mediática. La buena educación ahora debe partir de los principios de riesgo, incertidumbre e imprevisibilidad que definen el siglo XXI, un siglo en el que no puede haber una enseñanza que de la espalda al daño ecológico, al peligro nuclear. Edgar Morin nos habla desde el hoy, pero en muchos aspectos coincide completamente con Fourier, con Montessori. Como ellos insiste en la que debe ser la misión básica de toda educación: la autonomía y la libertad mental. Una misión donde la cultura es fundamental, y que, me atrevo a añadir, los gobernantes mediocres se afanan en obviar, porque no interesa la formación de ciudadanos capaces de desenmascarar los intereses, las mentiras, las trampas, del poder.

“La necesidad de la duda se ve incrementada en esta época nuestra, en que falsas informaciones, rumores y habladurías no sólo circulan a través del boca a oreja, sino que se propagan a una velocidad y con una amplitud inauditas por Internet. No obstante, también es preciso saber que la duda incontrolada e ilimitada se transforma en la certidumbre paranoica de que todo es falso o simplemente mentira. También hay que saber dudar de la duda”, argumenta Edgar Morin.

En política la libertad es un riesgo (…) Enunciar una idea no conforme con la convicción colectiva (la de las inteligencias engañadas o ignorantes) es un peligro. La libertad puede ser peligrosa desde el momento que contradice las verdades establecidas”, escribe el pensador, para quien el fondo de la enseñanza de la libertad consiste en “aprender a ser consciente de lo que uno elige, consciente de los peligros, de las incertidumbres, de los cambios de sentido de la acción (…), de la apuesta que entraña toda elección…”

En línea con todo lo expuesto hay una dura crítica en este manifiesto para cambiar la educación a la reducción de las humanidades en los actuales planes de estudio. Muy cercano a lo que expone el profesor italiano Nuccio Ordine en su libro La utilidad de lo inútil, Morin declara: La vulgata tecnoeconómica hoy dominante considera las humanidades como algo carente de interés o como un lujo, lo cual lleva a reducir las horas de historia, de literatura, y a eliminar las clases de filosofía por tildarlas de mera cháchara. El imperialismo de los conocimientos calculadores y cuantitativos progresa en detrimento de los conocimientos reflexivos y cualitativos”, constata, poniendo el foco en la universidad, donde se imponen cada vez más los criterios empresariales, alertando del grave peligro que todo esto supone para la cultura y haciendo un llamamiento a recuperar los puentes, las comunicaciones rotas, entre la rama científica y la humanística, que están en la base de la crisis de la enseñanza.

Son muchos los puntos de interés de este ensayo que desemboca en la visión de la crisis de civilización en la que estamos inmersos; que no elude temas tan problemáticos como la violencia en las escuelas o el conflicto de la integración entre distintas culturas, especialmente llamativo en Francia, donde hace poco estalló la polémica por la utilización del velo islámico en las aulas. La incomprensión, la insolidaridad, la falta de empatía, de diálogo… ¿Puede hoy una buena educación dar la espalda a tantos conflictos y carencias? ¿Puede dejar de lado a las humanidades, puertas de entrada necesarias para luchar contra todo esto, para fomentar la proximidad?

El filósofo apuesta por todo lo contrario. Por más humanidades. Somos muchos los que lo secundamos. Sugiere recurrir cada vez más a la literatura, a la poesía, al cine, como medios para impartir lecciones de la comprensión humana. Y también a superar los compartimentos estancos que impiden una comunicación entre las distintas disciplinas comunicación esencial para acceder a un conocimiento global, integrado de la realidad. Morin aboga por la ética del diálogo y alerta, del mismo modo que Emilio Lledó, contra el mal del sistema de evaluaciones asfixiantes, cuantitativas. En un momento el pensador nos dice que de lo que se trata es de “armar las mentes para el combate vital por la lucidez”. El camino es, pues, luchar por reformar el conocimiento, el pensamiento, la educación. “Promover algo más que una reforma, algo aún más rico que una revolución, una metamorfosis”, propone nuestro protagonista. Impliquémonos pues, desde todas los ámbitos, como educadores, como padres, como ciudadanos comprometidos, en la formación de hombres y mujeres capaces de “saber vivir, pensar, actuar en el siglo XXI”.

Fotografía © Enrique de la Peña

En este artículo se habla de los siguientes libros:

  • ¿Cómo educar para la libertad y la felicidad?, de Charles Fourier, publicado por Errata Naturae. Introducción y selección a cargo de René Schérer. Traducción: Javier Palacio Tauste.
  • De la casa de los niños a la morada del ser. Conocer a la persona a partir del pensamiento de María Montessori, de Juan Carlos Mansur Garda. Editorial Herder.
  • Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación, de Edgar Morin, editado por Paidós. Traducido por Núria Petit Fontserè.
  • Todas las fotografías en B/N de los niños son de © Enrique de la Peña, a quien podéis seguir en blogscriptum.

Fuente: https://lecturassumergidas.com/2016/10/30/la-buena-educacion-dialogo-con-fourier-montessori-y-morin/

 

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Libro: Gilles Deleuze . Deseo y placer

Europa/Francia/Abril del 2017/Reseña/Cuadernos de crítica cultural/

Reseña:

Deseo y placer
Gilles Deleuze

Traducido por Javier Sáez
Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura
Barcelona, nº 23 / 1995

Enfatizan dos categorias A y B :

A. Una de las tesis esenciales de V. y C.1 se refería a los dispositivos de poder. Esta tesis me parece esencial desde tres puntos de vista: 1) en sí misma y en relación al “izquierdismo”: profunda novedad política de esta concepción del poder, en oposición a cualquier otra teoría del Estado. 2) En relación al propio Michel [Foucault], ya que esta tesis le permitía superar la dualidad de las formaciones discursivas y de las formaciones no–discursivas, que subsistía en A.S.  2)  Explicar cómo los dos tipos de formaciones se distribuían o se articulaban punto por punto (sin reducirse la una a la otra, ni parecerse… etc.). No se trataba de suprimir la distinción, sino de encontrar una razón de sus relaciones. 3) Por una consecuencia precisa: los dispositivos de poder no actuaban ni por represión ni por ideología. Por tanto, ruptura con una disyuntiva que todo el mundo había más o menos aceptado. [13] En lugar de represión o ideología, V. y C. conformaba un concepto denormalización, y de disciplinas. B. Esta tesis sobre los dispositivos  de poder me parece que presenta dos direcciones, en absoluto contradictorias, pero distintas. De todas formas, estos dispositivos eran irreductibles a un aparato de Estado. Pero en una dirección, consistían en una multiplicidad difusa, heterogénea, de micro–dispositivos. En otra dirección, remitían a un diagrama, a una especie de máquina abstracta inmanente a todo el campo social (como el panoptismo, definido por la función general de ver sin ser visto, aplicable a una multiplicidad cualquiera). Eran como dos direcciones de microanálisis, igualmente importantes, ya que la segunda mostraba que Michel no se contentaba con una “diseminación”

………………………………………………………………………………………………..

1 V. y C. por Vigilar y Castigar. Todas las notas son de la redacción de Magazin Littéraire.
2 A. S. por Arqueología del Saber.

DESCARGAR AQUI

DELEUZE, Gilles – Deseo y placer (traducido por Javier Sáez, en Archipiélago. Cuadernos de crítica cultural, Barcelona, n.º 23, 1995)

Fuente :

https://www.fiuxy.co/ebooks-gratis/4015765-pdf-gilles-deleuze-obra-completa.html

 

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/kDkfm3LLQQyRf5-XJVB9V_Ix7sU0NANu-USgL45dZv9heHRWRSt_D2dxKJy-7Ks8rsFt6n4=s85

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Greece’s refugee children learn the hard way

Grecia/Abril de 2017/Autor: /Fuente: BBC News

RESUMEN: El primer día de escuela. Se suponía que sería un momento emocionante y feliz para tantos de los 2.500 niños refugiados que ahora viven en campamentos en Grecia. Pero en cambio, algunos se encontraron con eslóganes lanzadores de piedras y nacionalistas, después de que manifestantes de extrema derecha se opusieron a la política del gobierno de integrarlos. Afortunadamente para Moustafa, de 10 años, su escuela designada en Tesalónica no vio ninguna protesta. Y a pesar de vivir en un contenedor de metal conocido como isobox, los últimos meses han traído una forma de estructura a su vida. Pasó un año huyendo de la guerra y temiendo por su vida, pero ahora tiene un horario. Todas las tardes aborda un entrenador organizado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que lo lleva al centro de la ciudad para la escuela. Es uno de los 60.000 refugiados y migrantes atrapados en Grecia desde que la reubicación a países europeos se estancó y se cerraron las fronteras.

The first day of school. It was supposed to be an exciting, happy time for so many of the 2,500 refugee children now living in camps in Greece.

But instead some were met with stone-throwing and nationalist slogans, after far-right demonstrators took issue with the government’s policy to integrate them.

Fortunately for 10-year-old Moustafa, his appointed school in Thessaloniki saw no protests. And despite living in a metal container known as an isobox, the past few months have brought a form of structure to his life.

He spent a year fleeing war and fearing for his life, but now he has a schedule.

Every afternoon he boards a coach organised by the International Organization for Migration (IOM) that takes him to the city centre for school. He is one of 60,000 refugees and migrants trapped in Greece since relocation to European countries stagnated and the borders were closed.

Image copyright AFP
Image caption Nationalists protested as refugee children started school in Oraiokastro, near Thessaloniki, in February

Moustafa explains how his village near Damascus was trapped between rival warring groups and, before it was too late, his family headed for Europe.

He recounts the moment they were rescued from a sinking dinghy – so accurately, it is as if he is playing back recorded footage.

He shows off the school kit he has been given, including notebooks, pens, pencils and a rucksack.

«The most important thing now is for me to study and learn Greek,» Moustafa says. «I want to be a doctor.»

Hostile reception

The new school initiative backed by the EU follows a law passed by the Greek parliament last August. It kickstarted new classes to prepare refugee children for eventual integration into the Greek education system.

Ninety-seven schools are currently involved. In three, the initiative was met with contempt. Crowds of far-right nationalists gathered to wave Greek flags, boo the children and shout slogans such as «My homeland won’t fall!»

In the town of Profitis, riot police were called in to escort pupils after stones were thrown.

Image copyright AFP
Image caption Nationalists demanded that Greeks should come first, not refugees

In Oraiokastro, protesters chained themselves to the school gates. The self-styled «Patriotic Union of Greek Citizens of Oraiokastro» said they didn’t believe the pupils had been adequately vaccinated – something the health ministry has denied. In Perama, there were reports of physical violence.

In contrast, the arrival of pupils at Moustafa’s school in Thessaloniki went smoothly. The headteacher, Ioannis Nomikoudis, says it is down to the communication between the government, school and parents’ committee.

«The parents of the children here are not racist, but they do still have concerns and we cannot ignore that. The thing is, we didn’t make the children’s arrival debatable – like in some places.»

For Education Ministry General Secretary Giannis Pantis, the fact that there were protests at only three of the 97 schools was a success. «In many other schools the children were welcomed with songs and balloons,» he said.

He oversaw the programme from the start, when a scientific committee of leading Greek intercultural education experts and sociologists was brought together to provide advice. They assessed the work of NGOs in the camps and designed the curriculum of maths, Greek, English, art, IT and physical education.

Image caption Integration into the school system is an important part of establishing a new home

Lost in translation

The implementation of the programme has not come without its problems, though.

The lack of certified Greek-Arabic translators is a huge issue. The government says it is not a question of not being able to afford them, but that they just do not exist.

Image caption Refugee children are taught Greek – but lessons can be hard because few Greeks speak Arabic

Maths teacher Irene Voutskoglou said she did not realise how big the challenge would be.

«We can’t really communicate well at all,» she says. «I have to appoint a student as an ‘assistant teacher’ to help me. I didn’t even realise that numbers were different in Arabic. Our zero is a dot in Arabic for example. And our five looks like a seven in Arabic.»

Most translators are provided through charities, who receive funding from the European Union. But camp coordinators say the translators’ language skills are often not good enough and that they are also needed to teach the children their native language.

Scarred by war

«This is supposed to be a transitional year,» says Giannis Pantis, the man from the ministry.

«The children attend school in the afternoon, when the school day for current pupils has finished. We believe they cannot yet be fully integrated.

«Last week a child saw a helicopter and ran out of the school. Another started to cry and hid beneath the table. Some of these children, due to the war, are almost 10 years old but have never been to school. They can’t read or write. Many of them have post-traumatic stress disorder. We have a lot to do this year.»

Image caption Greek schoolchildren quickly made their refugee classmates feel at home

With a flagging economy and an education system already crippled by six years of austerity, the refugee crisis has further stretched Greece’s capacity.

The government is reliant on just €7m (£6m; $7.5m) of European funding for the next two years (NGOs have received €83m directly) and the Greek national budget to implement the programme.

Despite the struggles, Mr Pantis says they are determined to honour the government’s commitment to the fundamental and universal right to education.

Fuente: http://www.bbc.com/news/world-europe-39621097

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La mujer: su concepción y educación en la Edad Media

Por: Adolfo Luis Pérez Álvarez

Las ideas acerca de la mujer en la Edad Media fueron fomentadas por clérigos y por castas con poderes económicos que veían a la mujer como un objeto de decoro, siendo subordinadas al interés de la tierra (Eileen Power, 1975). Estas clases establecerían un marco legal para la mujer, darían determinado concepto al matrimonio, dado que eran favorables a la idea de colocar a la mujer junto al hombre. El concepto de matrimonio y la legalidad dada a la mujer no consideraban a la mujer como un individuo completo, la mujer era catalogada por su sexo y por lo tanto inferior al varón.

A pesar de esta visión, no consiguió la Iglesia, ni tampoco la Aristocracia, silenciar a todas las mujeres, algunas de ellas pertenecientes a clases medias urbanas, se hicieron notar a partir del siglo XII, momento en el que comienzan a desarrollarse el comercio y las ciudades. En la Ley de los Burgos se tenía en cuenta la actividad de las mujeres casadas en el comercio, las denominadas femmes soles, mujeres con negocios propios que además de ayudar a sus maridos, mejoraban su status.

En el periodo en el que las clases urbanas estaban en la cima de su prosperidad e influencia, finales del siglo XIII y XIV, vieron languidecer los más puros ideales del amor cortesano y resurgir, en las famosas historias rimadas conocidas en Francia como fabliaux, en un antifeminismo secular tan brutal como el que los padres de la Iglesia habían propuesto.

En el mundo medieval, las clases trabajadoras silenciadas, tenían una visión diferente de la mujer, el hombre del campo acostumbraba a ver a mujeres trabajando en talleres y en las tierras, una realidad contrapuesta a lo que se predicaba los domingos en las misas a las que éstos asistían; se les decía desde el púlpito que la mujer era la puerta del infierno y María la puerta del cielo (Eileen Power, 1975). La Iglesia consideraba a la mujer como un mal para el hombre, como razón explicaba que: en el paraíso había sólo presencia de dos hombres y una mujer, y que esta mujer, Eva, no descansó hasta conseguir que Adán fuera expulsado del Edén.

Estas concepciones de la mujer pasan a formar parte de la mentalidad cotidiana de la época. La mujer como demonio, algo inferior a la par que pérfido. Además de la Iglesia, que importante papel juega con la predicación de estos planteamientos en una sociedad temerosa de Dios, serán también aristócratas y laicos quienes adquieran esta visión de la mujer, se consolida la idea de inferioridad femenina.

Encontramos en el amor caballeresco, muy posiblemente surgido de la estimación que se le hace a la Virgen, la concepción de la dama mundana, a la que el caballero profesaba auténtico amor, un amor muy diferente al del matrimonio. En estas visiones, que como ya se ha citado, aparecen reflejadas en novelas y poemas caballerescos, encontramos a una mujer depravada, descarada, tonta, además de otras que aparecen como brujas maliciosas, situando siempre en medio de ellas al amor, valga el término platónico, hacia un caballero.

Con respecto a la educación femenina, podríamos comenzar haciendo una división en tres del sexo femenino, por un lado las mujeres dedicadas a la vida religiosa, por otro lado mujeres de la aristocracia y por el último la mujer perteneciente al pueblo llano. Cada grupo recibía un tipo de educación diferenciada, la mujer aristócrata era educada en grandes señoríos; la mujer religiosa en colegios conventuales y, por último, la mujer llana, cuya educación era precaria, se llevaba a cabo en escuelas elementales, las cuales se encontraban en la ciudad, pudiendo darse también algunas de ellas en el campo. Hay que tener presente que en la Edad Media la alfabetización era escasa en el hombre, con lo cual aún más inferior sería en la mujer. La educación se refería sobre todo a asimilar bueno modales, religión y labores de hogar; en el ámbito intelectual poco aprendían. La mujer cortesana debería prepararse para un buen posicionamiento en la sociedad; estaba mal visto que supieran leer o escribir, a no ser que fueran monjas.

Sabemos que existían centros en los que niños y niñas aprendían lecciones básicas, podemos decir que era una enseñanza más práctica que intelectual, además, se puede afirmar que la mujer no recibía buenos tratos durante su educación. En París estaban los llamados “pequeños colegios”, que enseñaban a leer y gramática latina; valían tanto para las chicas como para los chicos.

En el mundo campesino, la incorporación de la mujer al mundo laboral se debió, principalmente, a la necesidad de aumentar su nivel; en caso de ser casada, para ayudar al marido a traer beneficios, en caso de ser soltera, por el simple hecho de tener que ganarse la vida. Normalmente encontramos a mujeres casadas, que se dedicaban a ayudar a sus maridos en sus oficios, incluso a su muerte, heredando éstas el negocio del esposo. No debemos, por el contrario, creer que no existieran mujeres, casadas o solteras, que realizasen actividades completamente diferentes a las del marido, siendo desde jornaleras hasta tenderas, hay que dejar a un lado la tradicional concepción de que la mujer en la Edad Media tan sólo se dedicaba a la tarea doméstica. Incluso muchas mujeres tras casarse continuaban en el mismo oficio que en su estancia de soltera, siendo diferente al del esposo en algunos casos. Casi no encontramos oficios en lo que no hubiera presencia femenina (Margaret Wade Labarge).

En el mundo campesino podemos dejar claro que la mujer, a excepción del arado, podía realizar cualquier trabajo, a la par que el trabajo doméstico. En casi todos los señoríos podemos encontrar a mujeres trabajando, de tal manera que también se encargaban del trabajo de la casa, desde el cuidado del hogar y la crianza de los hijos, hasta la elaboración de tejidos y vestimentas para la familia. También en las residencias de los señores podían encontrarse a mujeres sirvientas, dedicadas servicio del señor.

No es extraño encontrar a mujeres propietarias de tierras, no sólo por viudedad, si no por pertenencia propia anterior al matrimonio. La mujer era desde jornalera, hasta, segadora, lechera, plantadora y otros oficios que pudieren llevarse a cabo en el mundo campesino.

Fuente: http://diario16.com/la-mujer-concepcion-educacion-la-edad-media/

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Colombia y Francia estrechan cooperación en educación

Colombia/17 de Abril de 2017

La ministra Yaneth Giha se reunió con el Embajador del país galo, para buscar, además, la reactivación de convenios que coadyuven en la meta de hacer de Colombia el país mejor educado en 2025.

Para seguir fortaleciendo la cooperación en educación superior entre Colombia y Francia, Yaneth Giha Tovar, ministra de Educación Nacional, se reunió este lunes con Jean-Marc Laforêt, embajador de esa nación europea en el país.

En la reunión, informó la ministra Giha, también se dialogó sobre acciones para reactivar convenios educativos que permitan seguir fortaleciendo el apoyo binacional.

La Ministra de Educación le presentó al embajador Laforêt el programa ‘Colombia Científica’, iniciativa de los Ministerios de Educación y de Comercio, Industria y Turismo, Colciencias y el Icetex, para mejorar la calidad de la educación superior en el país mediante el fortalecimiento de la docencia y la investigación, y la proyección social de las universidades y centros de formación técnica y tecnológica.

A este programa, dijo Giha, se pueden vincular universidades internacionales.

Francia es el tercer país que más acoge a jóvenes colombianos para estudiar.

“Hacer de Colombia la nación mejor educada de América Latina en el año 2025 no es solo una meta de Gobierno, es un propósito nacional que será posible si contamos con el apoyo, compromiso y trabajo de países amigos como Francia”, dijo la ministra Giha tras la reunión.

 Fuente: MinEducación

Fuente: https://comunicados.co/2017/04/colombia-y-francia-estrechan-cooperacion-en-educacion/

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