Hasta antes de la llegada del COVID-19, más de 800 millones de niños no podían lavarse las manos en la escuela, destaca el informe del Programa Conjunto de Vigilancia del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
«Unos 818 millones de niños carecían de instalaciones básicas para lavarse las manos en sus escuelas, un escenario donde se incrementa el riesgo de contraer el coronavirus y otras enfermedades transmisibles. Más de un tercio de esos niños (295 millones) viven en el África subsahariana», señala el estudio conjunto de los organismos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Del mismo modo, el informe advierte que en los países menos adelantados, 7 de cada 10 escuelas no cotaban con instalaciones básicas para el lavado de manos y la mitad de ellas no tenían servicios básicos de saneamiento y agua.
«El cierre de escuelas en todo el mundo desde el inicio de la pandemia de COVID-19 supone un desafío sin precedentes para la educación y el bienestar de los niños y niñas«, aseguró Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF, quien destacó la necesidad de priorizar el aprendizaje de los menores que incluya el acceso al agua potable, el lavado de manos y a un saneamiento adecuado.
Asimismo, el reporte precisa que los gobiernos que intentan controlar la propagación del coronavirus han de encontrar un balance entre la aplicación de las medidas de salud pública y las repercusiones sociales y económicas ligadas a los cierres.
Detalla también sobre las repercusiones negativas de la clausura prolongada de escuelas en materia de seguridad, bienestar y aprendizaje de los menores.
Los datos:
-De los 818 millones de niños que no podían lavarse las manos en su escuela, 462 millones asistían a colegios que no disponían de las instalaciones adecuadas o agua disponible para el lavado de manos.
-En los 60 países que corren mayor riesgo de sufrir crisis sanitarias y humanitarias debido a la COVID-19, 3 de cada 4 niños carecían de servicio básico de lavado de manos en su escuela al comienzo del brote; la mitad de ellos no disponía del suministro básico de agua; y más de la mitad no tenía un servicio básico de saneamiento.
-1 de cada 3 escuelas en el mundo disponía de un servicio de agua potable limitado o carecía del mismo.
-698 millones de niños no tenían servicio de saneamiento básico en su escuela.
Fuente e imagen: https://profelandia.com/43-de-las-escuelas-del-mundo-no-tienen-acceso-a-agua-y-jabon-advierte-la-onu/
COVID dejará catástrofe educativa: 24 millones de alumnos abandonarían sus estudios, dice ONU
Alrededor de 100 países todavía no han anunciado en qué fecha volverán a abrir sus escuelas. La educación superior sería la más afectada.
La UNESCO advierte de que 24 millones de estudiantes en todo el mundo, desde el nivel de preescolar hasta el ciclo superior, podrían no volver a la escuela en 2020 como consecuencia de los cierres provocados por el COVID-19, según el informe ‘Education in the time of COVID-19 and beyond’, presentado este martes.
Según el informe, la mayoría de los alumnos en situación de riesgo, unos 5.9 millones, se encuentra en Asia Meridional y Occidental, mientras que otros 5.3 millones de estudiantes corren el mismo peligro en el África Subsahariana. Ambas regiones ya se enfrentaban a graves problemas educativos antes de la pandemia, por lo que la UNESCO considera probable que su situación empeore considerablemente.
La educación superior podría experimentar los mayores índices de abandono, así como una reducción de matrículas de hasta el 3.5%, lo que redundaría en una pérdida de 7.9 millones de alumnos. El segundo nivel más afectado sería la enseñanza preescolar, en la que se ha previsto una pérdida de matrículas del 2.8%, es decir, unos 5 millones menos de niños escolarizados.
Y según las mismas proyecciones, el nivel de primaria podría perder el 0.27% del alumnado y el de secundaria el 1.48%, lo que equivaldría a 5,2 millones de niñas y 5.7 millones de niños que dejarían los estudios en ambos niveles.
Durante la presentación del documento, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que la pandemia ha causado el trastorno más grave registrado en los sistemas educativos en toda la historia y amenaza con provocar un déficit de aprendizaje que podría afectar a más de una generación de estudiantes.
“Ya nos enfrentábamos a una crisis de aprendizaje antes de la pandemia -afirma Guterres-. Ahora nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría despilfarrar un potencial humano incalculable, socavar décadas de progreso y agravar las desigualdades más arraigadas”.
Las estadísticas compiladas por la UNESCO muestran que casi 1,600 millones de alumnos de más de 190 países -el 94% de la población estudiantil del mundo- se vieron afectados por el cierre de las instituciones educativas en el momento más álgido de la crisis, una cifra que hoy se ha reducido a 1.000 millones. Alrededor de 100 países todavía no han anunciado en qué fecha volverán a abrir sus escuelas.
“Estas conclusiones ponen de relieve la urgente necesidad de velar por la continuidad del aprendizaje para todos, especialmente de los más vulnerables, ante esta crisis sin precedentes”, declara la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay.
Fuente de la Información: https://www.animalpolitico.com/2020/08/covid-catastrofe-educativa-alumnos-abandonarian-escuela-onu/
Durante años, las personas defensoras de la tierra y el medio ambiente han estado en la primera línea de defensa en contra de las causas e impactos del colapso climático.
La crisis climática es posiblemente la mayor amenaza global a nuestra existencia. A medida que aumenta, muchos de los otros serios problemas en el mundo actual, empeoran – desde la desigualdad económica hasta la injusticia racial y la propagación de enfermedades zoonóticas.
Durante años, las personas defensoras de la tierra y el medio ambiente han estado en la primera línea de defensa en contra de las causas e impactos del colapso climático. Una y otra vez, han desafiado a industrias irresponsables que arrasan descontroladamente bosques, cielos, humedales, océanos y zonas de biodiversidad en riesgo.
Sin embargo, a pesar de la evidencia contundente sobre la importancia de su rol y los incesantes peligros que enfrentan, numerosas empresas, financiadoras y gobiernos, fallan en proteger su importante y pacífica labor.
Nuestro informe anual sobre asesinatos de personas defensoras de la tierra y el medio ambiente de 2019, muestra el número más alto de muertes en un solo año hasta la fecha. 212 personas defensoras de la tierra y el medio ambiente fueron asesinadas en 2019, un promedio de más de cuatro personas por semana.
HALLAZGOS RELEVANTES
Asombrosamente, más de la mitad de los asesinatos reportados el año pasado ocurrieron en dos países: Colombia y Filipinas.
Ambos países han registrado un aumento de ataques contra personas defensoras de la tierra y el medio ambiente desde 2018. En 2019 los asesinatos en Colombia alcanzaron los 64 activistas – el número más alto jamás registrado por Global Witness en el país. Informes muestran un aumento drástico de asesinatos a líderes comunitarios y sociales en dicho país en los últimos años.
La Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha señalado varias razones por las que la ola de violencia ha incrementado, entre ellas, los desafíos en la implementación del Acuerdo de Paz de 2016, incluyendo la reforma agraria y los programas para incentivar el cambio de cultivos ilegales a cosechas legales. Los movimientos resultantes de las dinámicas de poder interno están impulsando una mayor violencia.
Desde el 2018, Filipinas se ha vuelto cada vez más mortal para los activistas, y ha sido constantemente señalado como uno de los peores lugares en Asia por sus ataques a defensores.
Pero las cosas empeoraron aún más en 2019 con el incremento de asesinatos a 43. El implacable desprestigio de las personas defensoras por parte del gobierno, así como la impunidad generalizada de sus atacantes, podrían estar impulsando dicho aumento.
Más de dos tercios de los asesinatos ocurrieron en América Latina, clasificada constantemente como la región más afectada desde que Global Witness comenzó a publicar datos en 2012. En 2019 solo en la región amazónica ocurrieron 33 muertes. Casi el 90% de los asesinatos en Brasil fueron en la Amazonía. En Honduras, los asesinatos aumentaron de cuatro en 2018, a 14 el año pasado, convirtiéndose en el país per cápita más peligroso de 2019.
La minería fue el sector más letal, con 50 defensores asesinados en 2019. Las agro-empresas continúan causando destrucción, con 34 defensores asesinados, 85% de los cuales fueron registrados en Asia. La tala fue el sector con el mayor aumento de asesinatos a nivel mundial desde 2018, con un 85% más de ataques registrados contra defensores que se oponen a dicha industria y 24 personas defensoras asesinadas en 2019.
Europa sigue siendo la región menos afectada, con dos personas asesinadas en 2019 – ambas trabajaban para detener la tala ilegal en Rumania. Los pueblos indígenas siguen estando en mayor riesgo de represalias, con un 40% de víctimas pertenecientes a comunidades indígenas. Entre 2015 y 2019, más de un tercio de los ataques letales fueron contra pueblos indígenas – a pesar de representar tan solo el 5% de la población mundial.Más de 1 de cada 10 personas defensoras asesinadas eran mujeres. A menudo, éstas son la columna vertebral de su comunidad, y tienden a asumir mayor responsabilidad de cuidado de la niñez y familiares mayores, a la vez que tratan de ganarse la vida y trabajar como activistas. Las mujeres que actúan y alzan la voz pueden también enfrentar amenazas específicas a su género, incluida la violencia sexual. Si otros miembros de su hogar son defensores, también pueden convertirse en objetivos.
DEBEMOS SEGUIR A LOS LÍDERES EN PRIMERA LÍNEA CONTRA LA CRISIS CLIMÁTICA
En promedio, cuatro defensores han sido asesinados semanalmente desde diciembre de 2015 – el mes en que se firmó el acuerdo climático de París, rodeado de esperanzas por una nueva era de progreso climático. Muchos más son silenciados con ataques violentos, arrestos, amenazas de muerte, violencia sexual o demandas judiciales.
Las agro-empresas y el petróleo, el gas y la minería han sido los principales impulsores industriales de este conflicto – y, a medida que talan nuestros bosques e inyectan dióxido de carbono a nuestra atmósfera, son también los sectores que nos empujan cada vez más hacia el implacable cambio climático.
Las personas defensoras de la tierra y el medio ambiente juegan un papel vital en la protección de estos bosques y ecosistemas en riesgo climático crítico.
Investigaciones recientes muestran que comunidades indígenas y locales en todo el mundo están a cargo de bosques que contienen el carbono equivalente a 33 veces nuestras emisiones anuales. Incluso si esta cifra es impactante, probablemente sea una subestimación.
Al mismo tiempo, investigaciones indican con claridad que las tierras a cargo de pueblos indígenas tienen menores tasas de deforestación y mejores niveles de conservación que zonas de protección que los excluyen.
El lado oscuro de estos hechos es que las comunidades indígenas también sufren un número desproporcionado de ataques contra defensores. La desprotección en su tenencia de la tierra, las prácticas comerciales irresponsables y las políticas gubernamentales que priorizan las economías extractivas a costa de los derechos humanos, están poniendo en riesgo a estas personas y sus tierras.
El abordaje de estas problemáticas debería encabezar los esfuerzos mundiales para hacer frente al cambio climático. Pero tal como están las cosas, corremos el riesgo de perder una gran oportunidad.La pregunta para todos nosotros es si queremos construir un futuro mejor y más verde, para nuestro planeta y las personas. La respuesta está en las campañas y soluciones que las personas defensoras de la tierra y el medio ambiente han ido mejorando generación tras generación.
RECOMENDACIONES
Debemos escuchar las demandas de las personas defensoras de la tierra y el medio ambiente, y amplificarlas.
Inspirados en su valentía y liderazgo, debemos presionar a los que están en el poder (empresas, financiadoras y gobiernos) para abordar las raíces del problema, apoyar y proteger a los defensores, y crear normativas que garanticen que los proyectos y operaciones se lleven a cabo con debida diligencia, transparencia y consentimiento previo, libre e informado.
Tú también puedes ayudar.
La agricultura a gran escala, la minería y la tala continúan ocasionando la mayoría de ataques contra personas defensoras del medio ambiente en todo el mundo.
Pero no tiene por qué ser así – estamos exponiendo a las empresas con prácticas irresponsables y a aquellas que las financian, instándolas a que tomen medidas para garantizar que sus operaciones no dañen nuestro medio ambiente ni a quienes se levantan para protegerlo.
Únete a nuestra campaña, defiende a las y los defensores de la tierra y el medio ambiente, amplifica sus causas y sus voces mientras nosotras trabajamos para el desarrollo de mejores normativas que regulen la actividad destructiva y devastadora del medio ambiente que ocasionan dichas empresas.
Banner image credit: Benjamin Wachenje / Global Witness
La pandemia exige para su control una fuerte presencia del Estado para proteger a la población, cosa que no se logra cuando la salud y los medicamentos son onerosas mercancías. La experiencia actual refuta los funestos delirios de los mentores intelectuales de Vargas Llosa: Popper, von Hayek, Berlin, Revel y compañía.
Ya nos parecía extraño que Mario Vargas Llosa permaneciera en silencio ante las calamidades de la pandemia. Sobre todo las sufridas en sus dos países, el de origen, Perú, y el de su adopción, España. Allí se refugió después de haber sido repudiado por sus compatriotas hace hoy exactamente treinta años –un 10 de Junio de 1990- tras su humillante derrota a manos de Alberto Fujimori en la elección presidencial de ese año.
Como era previsible aprovechó la ocasión de esta plaga para dar a conocer otra de sus tantas mentiras que parecen verdades -arte maligno del cual es un refinadísimo cultor- para alabar al gobierno de su amigo Luis Lacalle Pou que, según el escritor, decidió combatir al COVID-19 apelando a “la responsabilidad de los ciudadanos” y declarando “que nadie que quisiera salir a la calle o seguir trabajando sería impedido de hacerlo, multado o detenido, y que no habría subida de impuestos, porque la empresa privada jugaría un papel central en la recuperación económica del país luego de la catástrofe.”
Quien lea estas líneas comprobará que su indudable talento como escritor es tan grande como su ignorancia en materia de economía y estadística. También que su resentimiento contra la izquierda exacerba este defecto y lo induce a extraer conclusiones que se desmoronan como un castillo de naipes ante la más suave brisa.
Aplaude el hecho de que en Uruguay sólo se registren 23 muertos a causa del coronavirus, pero insólitamente le atribuye ese mérito a un presidente que asumió pocos días antes del estallido de la pandemia. Su obcecación lo mueve a desconocer que antes de la presidencia de su amigo Lacalle Pou hubo quince años de gobierno del Frente Amplio (al que descalifica por sus “equivocaciones notables en política económica” aunque reconoce que se respetó “la libertad de expresión y las elecciones libres”) durante los cuales la salud pública fue una de las prioridades de la gestión del médico Tabaré Vázquez, durante diez años, así como durante el interregno de José “Pepe” Mujica. Fue esto: la fuerte presencia del estado en el terreno de la sanidad y no las palabras huecas e insulsas de Lacalle Pou lo que protegió al pueblo uruguayo de la pandemia.
A contrapelo de las políticas de la izquierda en Uruguay, en sus patrias de nacimiento y adopción el desastre producido por las ideas que Vargas Llosa publicita con tanto fervor es estremecedor. Con 5 738 muertos el Perú figura en el 21º lugar en la lista de 215 estados y territorios compilados por la Organización Mundial de la Salud.
España ocupa el 6º lugar en el ranking gracias a las 27 136 víctimas del COVID-19 condenadas por las “políticas de austeridad” de los sucesivos gobiernos neoliberales que asolaron a ese país. Otros gobiernos admirados por el escritor: el de Ecuador con sus 3 690 muertos se coloca en el puesto número 17 mientras que el 19º está reservado para el Brasil de Jair Bolsonaro con un saldo luctuoso de 38 701 muertos.
Pero la medición del impacto de la pandemia y la eficacia de las políticas gubernamentales se muestran de modo más nítido si se controla el número de muertos por millón de habitantes. Bélgica, uno de los portaestandartes de la reacción neoliberal, registra 831 muertos por millón de habitantes y el Reino Unido de su admirado Boris Johnson tiene un índice de 606/millón y un poco más abajo, en el sexto lugar, encontramos a España, con 580 muertos por millón de habitantes. Ecuador con 209, Brasil con 182 y Perú con 174 continúan en el pelotón de la vanguardia.
Como se puede apreciar, todos países con gobiernos fieles a los cánones del neoliberalismo. Mucho más abajo en ese ranking necrológico está el Uruguay, con 7 muertos por millón, una performance notable, sin duda, igual a la que exhibe Japón. Pero mucho más meritorio es que esa misma cifra sea la que tiene Cuba, tan denostada por el hechicero neoliberal. Igual que Uruguay y el Japón pero sin que ninguno de estos dos países sufra la asfixia de un encarnizado bloqueo que se extiende a lo largo de sesenta años, que los maleantes que gobiernan Estados Unidos sólo atinaron a endurecerlo aún más en el medio de la pandemia.
Implacable crítico de Alberto Fernández –“lamentaremos la derrota de Macri”, dijo el escritor poco después de la victoria del candidato del Frente de Todos- y los gobiernos “populistas” de la Argentina, Vargas Llosa debería saber que con sus 717 víctimas de la plaga este país exhibe una tasa de letalidad de 16 muertos por millón de habitantes, muy lejos de los valores que registran España y Perú, inclusive de Estados Unidos con sus 348 por millón.
Y que en el país que gobierna su amigo Sebastián Piñera, este índice es ocho veces mayor que el de la Argentina. En efecto, en el más antiguo experimento neoliberal de América Latina y en donde la privatización de la salud ha sido llevada a sus extremos durante casi medio siglo el índice llega a 130 por millón.
Conclusión: la pandemia exige para su control una fuerte presencia del Estado para proteger a la población, cosa que no se logra cuando la salud y los medicamentos son onerosas mercancías. La experiencia actual refuta los funestos delirios de los mentores intelectuales de Vargas Llosa: Popper, von Hayek, Berlin, Revel y compañía, responsables indirectos de políticas que sólo en los Estados Unidos produjeron más de 115 000 muertos. Afiebrados delirios que contrastan con los sobrios números de Cuba, Uruguay, China, Vietnam y Venezuela. Sí, la bloqueada república bolivariana que, como el Uruguay, también tuvo apenas 23 muertos por el COVID-19.
Sólo que cuando se estandardiza esta medida por millón de habitantes la tasa en ese país no alcanza siquiera al 1 por millón, contra el muy plausible 7 del Uruguay. Pero todas estas cosas las calla el escritor, y no creo que sea porque desconozca algo tan elemental. Ha dado sobradas pruebas de que ignora las complejidades teóricas de la Economía Política y los fundamentos matemáticos de la Estadística. Pero cálculos tan simples como los que hemos expuesto más arriba están al alcance de cualquier persona que conozca las cuatro operaciones básicas de la aritmética.
Me niego a admitir que Vargas Llosa sea incapaz de tan elemental tarea. Pero su fanatismo lo lleva, una y otra vez, a mentir para defender una causa perdida. No parece haber caído en cuenta de que aparte de las cuantiosas pérdidas humanas el COVID-19 hizo algo más: descerrajarle el tiro de gracia al neoliberalismo como fórmula de gobernanza. ¡Game over!
Y si no me cree que por favor se dedique a leer los diarios de la mal llamada “comunidad financiera internacional” (en realidad una tropa de truhanes y bandidos de “cuello blanco”) que allí le explicarán con pelos y señales sus planes para el mundo que amanecerá cuando la pandemia haya sido controlada. Y en ese mundo el neoliberalismo se convirtió en una mala palabra que, si se la pronuncia, se lo hace en voz baja y mirando de reojo a los costados.
Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/06/17/esa-irresistible-compulsion-de-mentir/#.XxWr26FKh0w
«El coronavirus es un pedagogo cruel porque la única manera que tiene de enseñarnos es matando»: entrevista con Boaventura de Sousa Santos
Descrito como el «sociólogo de la antiglobalización», Boaventura de Sousa Santos es uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial.
Considerado uno de los grandes referentes entre los pensadores de izquierda, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos cree que el nuevo coronavirus es un gran pedagogo, eso sí, uno cruel.
Así nos lo presenta en su nuevo ensayo, «La cruel pedagogía del virus», en el que dice que la pandemia de covid-19 es la forma en el que nuestro planeta nos está diciendo basta. ¿Aprenderemos? Ese es el gran interrogante ahora.
Boaventura de Sousa Santos es director emérito del centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, en Portugal; investigador distinguido de la facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos.
Descrito como el «sociólogo de la antiglobalización», es uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial.
En su nuevo trabajo, el sociólogo reflexiona sobre todas las lecciones que nos está dejando este virus, que ha evidenciado las desigualdades de nuestra sociedad, de nuestro modelo de desarrollo, con el que Santos es muy crítico.
Un virus capaz de infectar a cualquiera, sí, pero que se ha cebado con los más vulnerables, con los pobres.
«El 30% de la población mundial tiene falta de agua», dice. «¿Cómo van a lavarse las manos? La poca agua que tienen la necesitan para comer y beber».
Lo que sigue es una síntesis de la conversación telefónica de BBC Mundo con Boaventura de Sousa Santos.
Desde varias esferas se ha usado una retórica belicista y se ha calificado este virus como un enemigo. Usted se refiere a él como un pedagogo cruel. ¿Cuál es la pedagogía de este virus?
Es virus es un pedagogo en el sentido de que nos está dando varias lecciones. El problema es saber si nosotros las vamos a escuchar y las vamos a aprender.
Es cruel porque la única manera que el virus tiene de enseñarnos es matando, matando a inocentes, y lo hace por miles y miles.
¿Qué nos está tratando de enseñar?
El virus es un pedagogo que nos está enseñando que la Madre Tierra no está satisfecha con el modelo de desarrollo que tenemos. Nosotros somos una parte muy pequeñita, ínfima, de la vida del planeta.
Solo representamos un 0,01% de la vida en el planeta, pero a pesar de eso nos disponemos a intentar destruir el resto de la vida.
Entonces la naturaleza se defiende, y nos está diciendo «así no, si siguen así, va a haber más pandemias».
Estamos desbaratando los bosques, contaminando el agua, minería a cielo abierto expulsando indígenas, campesinos… para una explotación de los recursos naturales sin límites… con un calentamiento global tremendo…
Y todo eso está desestabilizando los hábitats de los animales silvestres, y por eso vamos a tener más pandemias.
Otra cosa que está haciendo este virus es ponernos a pensar más sobre la capacidad del Estado. ¿Hay otra lección ahí?
En los últimos 40 años nos han dicho que el Estado es ineficiente, es corrupto, y que lo bueno son los mercados, que el mercado es el mejor regulador de la vida social.
Pero viene una pandemia, y nadie pregunta por los mercados. Nadie pide al mercado que los salve, que los proteja, se lo piden al Estado.
Esa es una lección muy fuerte, y si de verdad la vamos a aprender, entonces tenemos que reinvertir en educación, en salud, transportes e infraestructura que no tenemos.
En muchos países se ha privatizado la salud, en Estados Unidos, por ejemplo, ni siquiera existe un sistema público de salud. Me parece que esta es una enseñanza muy fuerte.
Otra lección es que me parece ha habido gobiernos, algunos de derecha o de extrema derecha, que se han revelado muy incompetentes para proteger la vida de la gente. Hablo de Inglaterra, de Estados Unidos, de Brasil, de India, y de otros países.
Son países cuyos gobiernos han creado una ecuación fatal entre la economía y la vida, y han dicho que la economía es más importante que la vida, y por eso se han resistido a ordenar confinamientos, han descuidado la gravedad de la pandemia, se han retrasado y ese retraso se ha traducido en miles de muertos.
El caso de Inglaterra es paradigmático. El señor Boris Johnson quería privatizar el Servicio Nacional de Salud, y después ese Servicio Nacional de Salud fue el que lo salvó. Esa es otra enseñanza: la vida es más importante que la economía.
El sociólogo dice que el virus ha sido más mortífero entre los que ya son más vulnerables, los pobres.
Otra lección muy importante es que el virus también nos ha mostrado que, al contrario de lo que muchos piensan, no es democrático para nada.
Es caótico, por supuesto. Entra e infecta a gente de todas las clases, es verdad, pero ¿a quién mata? Mata a los que ya son vulnerables, los pobres, los que no tienen acceso a la salud.
En ese sentido, como diría (Eduardo) Galeano, el virus muestra «las venas abiertas» del mundo.
Usted dice que como modelo social, el capitalismo no tiene futuro. ¿Qué escenarios nos deja esta pandemia sobre la mesa? ¿Cuáles son las alternativas?
La alternativa es empezar realmente por una transición que va a ser larga, no se puede cambiar la sociedad de un día para otro, sería una ruptura, una revolución, no estamos en tiempos de revoluciones muy radicales.
Lo primero es la matriz energética, que habría que cambiar rápidamente, es decir, ir a energías renovables.
En segundo lugar, las estrategias de consumo tienen que ser alteradas, particularmente la alimentación.
No tiene sentido que los países tengan que importar alimentos cuando los pueden producir dentro de sus fronteras. Llamamos a eso soberanía alimentaria y es fundamental porque si hay una crisis, una pandemia, y un país depende de la agricultura de otro país, eso puede significar hambre, y eso ha pasado.
Según Boaventura de Sousa Santos, para la mayoría de la población del planeta es imposible seguir las recomendaciones de la OMS.
Ha pasado ahora, por ejemplo -un caso que conozco bien- entre Mozambique y Sudáfrica. Mozambique depende de los productos agrícolas procedentes de Sudáfrica y cuando se cerró la frontera se creó una crisis.
Y tenemos que empezar por una lógica de bien común. Hay productos que son un bien común y no deberían ser privatizados nunca. El agua por ejemplo, es un bien común que no debería ser privatizado.
Lo hemos visto en esta pandemia con una brutal crueldad. Por un lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la gente debe lavarse las manos, por otro, la gente se quedó sin empleo, y no podían pagar las facturas, entonces, las compañías cierran el agua.
En algunos países, en Centroamérica por ejemplo, los gobiernos tuvieron que suspender los cortes de agua por impago.
¿Está la globalización en tela de juicio? ¿Habrá un cambio de paradigma?
Puede, no creo que sea un cambio radical, pero muchos países están pensando realmente que hay que repensar la parte industrial, para que bienes esenciales estén disponibles en el país y no sean dependientes, como se ha visto, de China.
El sociólogo portugués cree que vamos a entrar en un período al que llama l pandemia intermitente.
No tiene sentido que el país más poderoso del mundo, que es Estados Unidos, no produzca guantes, mascarillas, ventiladores… cosas esenciales. Tenemos que relocalizar alguna industria de bienes esenciales.
La pandemia impuso cambios drásticos en nuestras vidas. En algunos países se decretaron cuarentenas severas. Las calles estaban vacías. ¿Cree que las sociedades están preparadas para vivir de otra manera, para una alternativa a esa vida de consumo constante?
Preparadas no están, pero lo importante es saber que somos capaces. Somos capaces de no ir al supermercado a todas horas, ni pasar el fin de semana en el centro comercial. Somos capaces, pero porque hemos sido forzados.
Lo importante es que la posibilidad existe, que hay alternativa para que la gente pueda cuidar de sus hijos, quedarse más en casa, consumir menos… pero porque las personas han sido forzadas de una manera cruel.
Ahora creo que deberíamos ver una pedagogía en eso, porque este modelo de desarrollo y consumo que tenemos nos traerá otras pandemias.
La pandemia mostró, según el sociólogo, que hay alternativa a la vida de consumo constante.
Vamos a entrar en un período al que llamo la pandemia intermitente, es decir, salimos a la calle, vamos a los bares, durante unos meses; después viene el invierno, las cosas empeoran… porque no sabemos cuándo vamos a tener una vacuna y además porque obviamente pueden surgir otros virus, quizás más mortíferos.
Es realmente mediante una acción política y una acción educativa que la gente debería prepararse de otra manera.
Nuestros productos están hechos para que duren poco tiempo. Un reloj podría durar toda la vida, pero la gente cambia de reloj según el color de la ropa. Esto, que llamamos la obsolescencia de los productos, es programada para que duren muy poco y gastar más recursos naturales.
Antes mencionó la recomendación de la OMS sobre lavarse las manos. Algo que hemos visto, y que usted señala en su ensayo, es que instituciones globales, como la OMS, hicieron recomendaciones que en realidad solo podían seguir una parte pequeña de la población. ¿Cree que estas instituciones de la gobernanza global están alejadas de las sociedades?
Lo están, porque son instituciones que realmente no reflejan la realidad, porque están especializadas.
La OMS no trata sobre la desigualdad, ese es otro departamento de la ONU y por eso hace las recomendaciones, pero no se preocupa de si la gente tiene la posibilidad de lavarse las manos.
Sabemos que el 30% de la población mundial tiene falta de agua, y de agua potable todavía más, y que para 2050 la mitad de la población no va a tener agua potable. Mucha gente, la poca agua que tiene, es para beber y cocinar, no para lavarse las manos.
¿Cómo mantener la distancia social en zonas donde la gente tiene que vivir hacinada? Se pregunta Santos.
Por otro lado, la distancia física y sanitaria… ¿cómo? Si vives en villas miseria, en barriadas, en favelas donde en el mismo departamento tienes 10 o 15 personas.
¿Cómo pueden teletrabajar los uberizados que te entregan la comida? Yo puedo protegerme teletrabajando, pero alguien me va a traer la comida, y esa persona no está protegida.
Esto no puede seguir por este camino de vulnerabilidad.
¿Y cuál cree que es el papel de los intelectuales en este escenario de crisis y en el de la postcrisis?
Los intelectuales tienen que acompañar mucho las aspiraciones de la gente y trabajar no solamente en el medio universitario, sino en las comunidades.
Yo trabajo mucho en las barriadas de Colombia, de México, de Argentina, de Brasil, etc., con la gente, para aprender con ellos. No podemos ir con teorías de vanguardia diciendo que vamos a cambiarlo todo de un día para otro, porque no me parece que sea posible.
Creo que hay que ir despacio y tendremos que ser pedagogos de esta alternativa.
Yo aprendo más con los indígenas que con otros. En términos ecológicos, quienes me han enseñado lo que sí fueron los indígenas, y los campesinos. Son ellos los que saben cuidar a la Madre Tierra y ser un vocero.
Creo que los intelectuales deberían ser voceros de mucha voz silenciada en el mundo y que son voces de futuro, no son voces del pasado.
BBC
Fuente de la Información: https://www.bbc.com/mundo/noticias-53219916
¡Mujeres en la primera línea de la crisis sanitaria y en el combate contra el capitalismo patriarcal y racista!
Manifiesto internacional de la agrupación feminista, socialista y revolucionaria Pan y Rosas
FOTO: Nuestra compañera Tre Kwon, enfermera de New York, manifestándose frente al hospital con otras trabajadoras, reclamando equipos de protección
Hace cien días, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud reconocía que la covid-19 se había convertido en una pandemia global. Desde entonces, el coronavirus -que había saltado de China y otros países asiáticos a Europa- se propagó a todos los continentes, dejando medio millón de personas muertas y varios millones de infectadas.
Hoy, a cien días del inicio de la pandemia, la cifra de muertes de Europa ha sido superada por América Latina donde recién se está acercando a alcanzar el punto máximo de la curva de contagios y fallecimientos. Pero, además, el cierre de fábricas, comercios, escuelas, las restricciones de viajes y espectáculos, tuvieron un impacto inmediato en la vida de millones de familias del pueblo trabajador. Se estima que, en solo tres meses, se perdieron casi 300 millones de puestos de trabajo y 60 millones de personas cayeron bajo el umbral de pobreza extrema, sumándose a los 700 millones que ya sobrevivían con menos de dos dólares diarios, antes de la pandemia.
Mientras tanto, los Estados capitalistas fortalecieron sus fuerzas represivas durante la pandemia, con el incremento de la vigilancia y el control social, pero también aumentando la represión contra la clase trabajadora y los sectores oprimidos, en particular contra la comunidad negra. El reciente asesinato de George Floyd en Minneapolis, se da en este contexto de una creciente violencia policial y de los grupos supremacistas blancos apoyados por Trump, contra la población negra, como ocurrió también con el crimen de Breonna Taylor, una trabajadora sanitaria asesinada por la policía en marzo pasado, mientras dormía en su casa en Kentucky.
Pero, el racismo, la xenofobia, el sexismo y la transfobia de Donald Trump ya han desatado masivas movilizaciones que, ahora, desafían los “toques de queda” y enfrentan la represión ordenada por gobernadores y alcaldes, tanto republicanos como demócratas. El grito de “Black Lives Matter!” (Las vidas negras importan) y, durante el mes del orgullo, el lema “Black Trans Lives Matter” (Las vidas negras trans importan) encendieron la bronca y la solidaridad que se esparcieron como reguero de pólvora desde Brasil hasta Alemania, desde Gran Bretaña hasta Argentina. En Francia, miles se movilizaron contra el racismo y los crímenes cometidos por la policía, convocados por Assa Traoré, la hermana del joven Adama, asesinado dentro de una comisaría en 2016. En Brasil, las mujeres denunciaron el
asesinato de sus niñas y niños dentro de sus casas, pidiendo justicia por Miguel y João Pedro.
El odio racista que destila el gobierno de Trump es la muestra exacerbada de la profunda y estructural segregación de la población afrodescendiente en los Estados Unidos. Algo que también se evidencia en la pandemia, donde la mayoría de las víctimas son personas negras y pobres. En Chicago, donde la población negra representa apenas un tercio del total de habitantes, cargan con el 73% de las muertes por coronavirus. En Milwaukee, son el 26% de la población y representan el 81% de los muertos. Cifras similares se repiten en Michigan, donde el 14% de la población es afrodescendiente, pero son el 40% de los muertos durante la pandemia. Una situación que se vive no solo en los estados gobernados por el Partido Republicano, sino también en aquellos donde gobierna el Partido Demócrata.
Las personas afrodescendientes son quienes pusieron en riesgo su vida, junto a la comunidad latina y migrante, en los trabajos de servicios esenciales, en los trabajos precarios, sin protección sanitaria. Y son un sector significativo entre los 40 millones de trabajadoras y trabajadores que tuvieron que tramitar el seguro de desempleo de la noche a la mañana, durante esta pandemia. Si la rebelión antirracista contra la violencia policial en Estados Unidos encontró eco en todo el mundo, es porque la comunidad negra, como la población migrante, en todo el mundo se han convertido en las víctimas preferenciales del coronavirus, cuyo riesgo de mortalidad está estrechamente vinculado a la precariedad y las condiciones de superexplotación, agravadas por el racismo. Las mujeres negras en Brasil -el país, fuera del continente africano, con la población negra más numerosa- reciben hasta un 60% menos de salario que los hombres blancos y son las que pierden a sus hijas e hijos a manos de una de las policías más asesinas del mundo. Son las mujeres negras las que están más sometidas a la precarización laboral, los peores trabajos y las que sufren las peores consecuencias de los abortos clandestinos.
FOTO: Nuestra compañera Leticia Parks al frente de Pão e Rosas, en São Paulo
Para las mujeres, también hubo otras consecuencias particulares de la pandemia: el cierre de escuelas, centros de infancia y recreación para niñas y niños, como las propias condiciones del confinamiento, aumentaron la carga de tareas de cuidado que realizan las mujeres en sus hogares. Esto es aún peor para las mujeres que sostienen solas a su familia, para las que se vieron obligadas a seguir trabajando, las que se quedaron sin empleo y las mujeres de los sectores populares. Además, se estima que unos 18 millones de mujeres que tenían acceso a métodos anticonceptivos pueden haberse quedado sin ellos durante la pandemia, ya que, en muchos países escasearon durante estos meses y resultó imposible adquirirlos en medio de las restricciones. Por otra parte, los recortes presupuestarios de los sistemas sanitarios -previos a la pandemia- también limitaron su capacidad operativa y, entre otras consecuencias, hoy se estima que una reducción de apenas un 10% del acceso a servicios de abortos seguros en los países más empobrecidos, habría producido 3 millones de abortos clandestinos con la muerte de alrededor de 28 mil mujeres, mientras otros 15 millones de mujeres terminarían asumiendo embarazos no deseados. Y, durante los confinamientos dictados por los gobiernos en todo el mundo, se incrementaron en un 30% las denuncias por violencia de género.
Hoy, a 100 días de que se declarase la pandemia global, el personal sanitario -donde más de un 70% son mujeres- aún está lidiando con la saturación de las unidades de cuidados intensivos en algunos países y, en otros lugares, ya empieza a alertar sobre la falta de recursos para afrontar las secuelas de ansiedad, miedo y estrés que produjeron tanto la pandemia como la inseguridad laboral, la pérdida del salario y la falta de recursos para familias enteras. También están denunciando la falta de inversión y preparación de los gobiernos, ante posibles rebrotes del coronavirus, como también exigiendo mayores recursos para la Salud Pública.
Pocos días antes de que la OMS declarara la pandemia global, millones de nosotras nos habíamos movilizado en cientos de ciudades de todo el mundo, como lo hicimos en todos los 8 de marzo de los años recientes, para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres en las calles, por nuestros derechos, contra la violencia sexista y los feminicidios, por la legalización del aborto, contra la precarización laboral… Por eso, las mujeres que firmamos este manifiesto, a 100 días que se declarara la pandemia de covid-19, nos dirigimos a todas aquellas a las que los capitalistas nos ponen en “la primera línea” de la superexplotación y la precariedad; a las que trabajamos en “la primera línea” para la reproducción de nuestras familias sin ningún salario, pero que también trabajamos en las primeras líneas de múltiples servicios e industrias esenciales para garantizar la vida social. A las que cobramos menos salario que nuestros compañeros y no tenemos acceso a las mismas categorías laborales, pero somos las que estamos en “la primera línea” produciendo más y más beneficios para un puñado de capitalistas; a las que ocupamos “la primera línea” en la lucha contra la miseria y el hambre, sobreviviendo a expensas de nuestro propio trabajo bajo las peores condiciones. Hoy, nos dirigimos a todas aquellas mujeres, las organizadas sindicalmente y sin derecho a organizarse, nativas, negras, migrantes, racializadas, indígenas, campesinas, a las madres de personas torturadas, encarceladas, desaparecidas y asesinadas por la violencia de los aparatos represivos del Estado, a las defensoras del territorio, a las jóvenes estudiantes, activistas lesbianas y transgénero.
Queremos organizarnos en la primera línea de la lucha económica, social y política, contra las patronales, los gobiernos y los partidos que representan sus intereses, contra la burocracia sindical que nos divide y limita nuestras fuerzas. Nuevamente, como tantas otras veces en la Historia, estamos dispuestas a estar en la primera línea de la lucha de clases, tomando el cielo por asalto.
FOTO: Pan y Rosas – Argentina en una manifestación por la legalización del aborto frente al Congreso Nacional
1. La pandemia del coronavirus no es “natural”: tiene profundas raíces y graves consecuencias económicas y sociales
El origen de esta pandemia se encuentra en la brusca ruptura de los equilibrios ecológicos provocados por el avance desenfrenado del agrobusiness. Su veloz propagación, por todo el planeta, fue de la mano de las cadenas globales de valor que, en las últimas décadas, expandieron inusitadamente las fronteras del capital en búsqueda de una mayor rentabilidad. Pero, además, la pandemia estalló brutalmente en países cuyos sistemas sanitarios venían de décadas de planes de austeridad, ajustes presupuestarios, despidos y vaciamiento; mientras la industria farmacéutica invertía en desarrollos para enfermedades “rentables” y los gobiernos desoían o desfinanciaban los programas de investigación sobre epidemias.
Tampoco se puede afirmar que las decenas de miles de muertes provocadas por la covid-19 son la consecuencia inevitable de la propagación del virus: los gobiernos tardaron en responder a las alertas y en paralizar las actividades no esenciales por resguardar al máximo el lucro capitalista; luego, impusieron confinamientos drásticos y globales, sin testeos masivos ni ampliación, a tiempo, de la capacidad hospitalaria. Y después, también se apresuraron en enviarnos de regreso al trabajo, sin información clara ni medidas de prevención e higiene adecuadas, por el mismo motivo. En la mayoría de los países, se evitó al máximo avanzar sobre el sistema privado de salud y tomar otras medidas fundamentales para no afectar los intereses de los capitalistas.
Mientras nos acercamos a la cifra de 500 mil muertes, también denunciamos que no es “natural” -como ya señalamos- que en algunas ciudades de Estados Unidos, donde las personas afrodescendientes constituyen un 30% de la población, sean el 70% de los muertos por coronavirus. Lo mismo sucede con las comunidades latinas en ese país y se repite en los barrios pobres de todas las grandes metrópolis imperialistas, donde habitan, mayoritariamente, familias migrantes. En los países dependientes, la situación es aún mucho más terrible. Las tasas de contagio y mortalidad segmentadas demuestran que no es lo mismo afrontar la pandemia con viviendas adecuadas, agua corriente, cloacas, alimentación equilibrada, acceso a los productos de prevención e higiene, que sin todo eso. La conclusión es que cualquiera puede contagiarse de coronavirus; pero la exposición de las personas al contagio y la distribución de los recursos para enfrentar la enfermedad es profundamente desigual, afectando con especial dureza a las clases explotadas y los sectores oprimidos. Quienes estamos más expuestos al contagio y la muerte somos las trabajadoras y trabajadores, precarias, afrodescendientes, indígenas, campesinas, migrantes, poblaciones urbanas empobrecidas, hacinadas y marginalizadas, sin techo…
El virus no hizo más que acelerar, condensar y exponer las brutales contradicciones del sistema capitalista, que se encuentra en su fase de declinación histórica. Mientras siguen los debates sobre cómo se originó el coronavirus y sobre cuáles son las verdaderas cifras de muertes provocadas por la desastrosa gestión de la pandemia, lo único claro para millones -en todo el mundo- es que, en el capitalismo, las ganancias, el lucro y los beneficios de unos pocos están por encima de nuestras vidas.
FOTO: Estudiantes y trabajadoras ferroviarias en huelga de Du Pain et Des Roses de Francia, en manifestación del 8M
2. El coronavirus no es responsable de la crisis capitalista que quieren descargar sobre nuestras espaldas
Los capitalistas y sus gobiernos están aprovechando la pandemia del coronavirus para multiplicar los despidos, los cierres de empresas, las suspensiones con rebajas salariales, a lo que le seguirán mayor precarización y empeoramiento de las condiciones de trabajo. Las cifras son tan brutales y escandalosas como las de los contagios que no pudieron evitar: en Estados Unidos, cerca de 40 millones de personas pidieron el seguro de desempleo; se produjeron caídas históricas de la producción en China y casi toda Europa. En todo el mundo, los rescates son esencialmente para los grandes capitalistas y sólo en menor medida, los países imperialistas están otorgando algunas ayudas insuficientes a la población, con el objetivo de evitar una parálisis mayor de la economía y, sobre todo, estallidos sociales. En los países dependientes, se prioriza el pago de las deudas externas, el rescate a los empresarios y los paliativos para millones de familias trabajadoras y pobres resultan irrisorios ante la catástrofe.
Pero el coronavirus no es culpable de esta crisis, que hunde sus raíces en las tendencias que se desarrollaron después de la anterior crisis de 2008: bajo crecimiento de la inversión y la productividad, alto endeudamiento de Estados y empresas y burbujas bursátiles, que ya anunciaban la posibilidad de una recesión antes de la pandemia. Las respuestas que ensayan los gobiernos al coronavirus solo han acelerado esa situación, más aún teniendo en cuenta que muchos sectores seguirán paralizados o con menor actividad y que nuevos rebrotes o una vacuna son aún incógnitas para los comités de científicos.
Los capitalistas buscarán salvarse con nuevos ataques sobre las clases trabajadoras y los sectores populares, mayores aún a los que vimos durante estos primeros 100 días: solo nos deparan miseria y hambre a miles de millones, recortes salariales y empeoramiento de las condiciones laborales, jornadas de trabajo más flexibles y elevados índices de desocupación. Por eso, cada conquista en condiciones y puestos de trabajo o salarios, por sistema de salud universales y de calidad, contra la destrucción del medioambiente, deberemos arrancarlas con la lucha. ¡Que la crisis la paguen los capitalistas!
FOTO: Pan y Rosas – México en la manifestación del 8M
3. El sistema capitalista no funciona sin la clase trabajadora asalariada y sin subordinar el trabajo gratuito de las mujeres en su beneficio
Aunque durante largas décadas de neoliberalismo, a nivel mundial, se deslocalizó, fragmentó y atacó a la clase trabajadora, la pandemia develó que tanto las trabajadoras y trabajadores -formales e informales- de la primera línea de los sistemas sanitarios, como las obreras y obreros agrícolas, recolectores de residuos, textiles, trabajadores de la logística, del transporte terrestre, fluvial, marítimo y aéreo, del reparto a domicilio, de los servicios de telecomunicaciones, de la industria energética, de las plantas potabilizadoras de agua y tantas otras y otros somos quienes, verdaderamente, hacemos funcionar el mundo, garantizando la supervivencia de millones.
Pero, con nuestras protestas, reclamos y huelgas para exigir la paralización de fábricas y empresas de sectores que no se consideraron esenciales durante la pandemia, también demostramos la enorme dependencia que el capitalismo tiene del trabajo humano. Es que, pese a los grandes avances de la robotización y la inteligencia artificial, somos las trabajadoras y trabajadores quienes generamos las ganancias que van a parar a los bolsillos de los capitalistas.
Mientras tanto, la vida se siguió reproduciendo en los hogares, esencialmente gracias a las mujeres que somos las que, mayoritariamente, realizamos el trabajo gratuito para la reproducción social de la fuerza de trabajo. Y esa jornada laboral gratuita se suma a la que ya tenemos de trabajo asalariado, donde representamos un sector mayoritario o muy destacado de las primeras líneas, como personal sanitario, en la atención de la tercera edad y el cuidado de las personas dependientes, en la limpieza, la producción y comercialización de alimentos y otros insumos básicos, en el trabajo doméstico remunerado en las casas de los ricos. ¡Pero no solamente, porque las mujeres ya representamos un 40% de los asalariados en general, a nivel mundial, por primera vez en la Historia!
En síntesis, la pandemia evidenció que del trabajo de esta clase socialmente mayoritaria dependen tanto la economía como el cuidado que sostiene, cotidianamente, al sistema capitalista y la vida de millones. No solo quedó demostrado que nuestra labor es esencial para la reproducción social -como ya nadie puede dejar de reconocer-, sino también que ocupamos posiciones estratégicas para la reproducción del capital: ocupando esos “puntos de vulnerabilidad” de las cadenas de suministros a escala mundial, constituimos -colectivamente, junto a nuestros compañeros- el sujeto social que posee la potencialidad de afectar el funcionamiento del capitalismo.
FOTO: Pan y Rosas – Bolivia en la manifestación del 8M en La Paz
4. ¡Organicemos y ampliemos nuestra primera línea en la lucha de la clase trabajadora!
Las mujeres trabajadoras y del pueblo pobre -como tantas otras veces en la Historia- somos también la primera línea de las luchas contra quienes nos quieren arrebatar el pan y el futuro. Por eso ya los escribas de la burguesía alertan a sus jefes y patrones sobre posibles insurrecciones y revoluciones que podrían ocurrir cuando pase la pandemia y los planes de austeridad, recortes y ajustes de los gobiernos capitalistas descarguen, con mayor brutalidad, la crisis sobre nuestras espaldas.
Las enfermeras italianas fueron de las primeras en convocar a todos los trabajadores a la huelga general, en marzo pasado, que su labor salvando vidas les impedía efectuar. Hoy, en el Estado español, las trabajadoras sanitarias reclaman que les devuelvan el porcentaje del salario que le robaron con el ajuste que siguió a la anterior crisis de 2008 y para defender la Salud Pública. En Estados Unidos, trabajadoras y trabajadores sanitarios tuvieron que enfrentar la represión policial y las detenciones mientras acudían a las movilizaciones que pedían “Justicia para George Floyd”, para asistir a las y los manifestantes. Las trabajadoras del sistema sanitario, como las educadoras, cuidadoras y trabajadoras sociales, en todos los países, siguen acumulando bronca contra los gobiernos responsables del descalabro y los privilegios de los ricos cuyas ganancias y propiedades son las primeras en ser “rescatadas”.
Miles de trabajadoras de empresas de comidas rápidas, supermercados y distribuidoras, maquilas y fábricas de producción no esencial, junto a sus compañeros, se rebelaron contra las patronales criminales en Italia, Francia y, particularmente, en el corazón del imperialismo norteamericano, además de diversos países de América Latina. En diferentes lugares, protestas y hasta verdaderas revueltas contra el hambre, el desabastecimiento y la carestía, fueron protagonizadas por las familias del pueblo pobre. Son un adelanto de lo que puede pasar si millones de trabajadoras y trabajadores retornan a sus empleos en condiciones inseguras, si se les quiere imponer nuevas y peores condiciones de contratación, peores salarios y jornadas más largas o si más familias, aún, quedan en la calle.
Sin embargo, las burocracias sindicales han cerrado filas con las patronales y los gobiernos, poniendo en cuarentena los reclamos y los planes de lucha para defender nuestros derechos. Donde hay una lucha, la mantienen aislada y tratan de limitar las demandas de cada sector a los intereses corporativos. Por el contrario, impulsamos el frente único obrero, exigiendo a las direcciones de las organizaciones actuales de la clase trabajadora, acuerdos en la lucha que nos permitan golpear juntos, aunque marchemos separados. Pero nuestra perspectiva es barrerlos de la conducción de nuestras organizaciones y recuperar los sindicatos para nuestra clase.
Por eso, llamamos a organizar y ampliar esa primera línea de luchadoras, contra las burocracias que nos dividen y buscan conciliar con los gobiernos y los Estados capitalistas, porque tenemos que lograr el triunfo de las luchas presentes y prepararnos para que triunfen las que vendrán, que seguramente se multiplicarán.
FOTO: Nuestras compañeras enfermeras de Brot und Rosen, en la manifestación del 8M en Munich
5. Por la independencia política respecto de los partidos que representan los intereses de los capitalistas
Somos conscientes de que la clase trabajadora, cada vez más feminizada y racializada, tiene el potencial de interrumpir el funcionamiento de la economía y afectar las ganancias capitalistas, de establecer alianzas con otros sectores populares oprimidos, de construir un nuevo orden social que se base en la satisfacción de las necesidades de las grandes mayorías y no en el afán de lucro de una clase parasitaria. Pero cuando ese potencial se pone en marcha, enfrentando a la patronal, no sólo enfrentamos a los burócratas sindicales -sus agentes en el movimiento obrero-, siempre dispuestos a negociar la tasa de explotación, pero nunca a eliminarla de raíz. También enfrentamos al Estado y los partidos políticos que representan los intereses de los capitalistas.
Ellos no son, únicamente, los Donald Trump, Giuseppe Conte, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera o Emmanuel Macron. También están las mujeres como Angela Merkel que, con sonrisa “maternal” y firmeza imperialista propone un programa de reconstrucción de Europa que canjeará salvatajes a los Estados y las grandes empresas por planes de austeridad que pagará la clase trabajadora, cuyos términos aún están por definirse a nuestras espaldas. O la golpista Jeanine Áñez que, en Bolivia ahora llama al rezo y al ayuno para enfrentar la pandemia, y no dudó en ordenar masacres militares para consumar el golpe de Estado en noviembre del año pasado. Incluso hay otras fuerzas de la extrema derecha que ya venían creciendo antes de la pandemia, desplegando una cruzada reaccionaria contra el movimiento de mujeres, las personas LGTBI y las inmigrantes. Coincidiendo con el Vaticano y las iglesias evangélicas fundamentalistas, cargaron contra lo que denominaron «ideología de género» y el feminismo, combinando la intención conservadora de subordinar a las mujeres en los roles tradicionales familiares, con el odio hacia los extranjeros. Ahora, ante la crisis, intentan nuevamente capitalizar el descontento social con los gobiernos, en un sentido reaccionario.
Frente al crecimiento de estas fuerzas de la extrema derecha, las izquierdas reformistas en Europa, Estados Unidos o América Latina promueven que debemos resignarnos al “mal menor”, tanto de los viejos partidos social-liberales en Europa, como del Partido Demócrata en Estados Unidos o los “progresismos” en América Latina. Pero esas salidas del “mal menor” nos condenan siempre a aceptar las mismas políticas neoliberales combinadas con algunas medidas sociales muy limitadas, que se revelan completamente cosméticas ante la magnitud de la crisis en curso. Para enfrentar a la extrema derecha, no son ninguna alternativa esos gobiernos de «mal menor» que dejan intactas las ganancias de los capitalistas y que se siguen apoyando en las instituciones más reaccionarias de sus Estados, como las policías, los tribunales o las jerarquías de las iglesias. Antes las movilizaciones feministas y hoy las movilizaciones antirracistas, fueron el único freno a sus mensajes de odio, que ninguna fuerza política de los regímenes capitalistas se atrevió a poner.
Por eso, tenemos que abrirnos paso, además, entre los viejos y nuevos reformistas que, con lenguaje de izquierda, gestionan o se ofrecen para gestionar la decadencia capitalista. Ellos son los que regatean, con sus empresarios nacionales, las migajas que pueden ofrecer hoy para salir del paso, con la ilusión de que, después de la pandemia, todo vuelva a como estaba antes: pingües negocios para los capitalistas y salarios de hambre con más precarización para las familias trabajadoras. Ese es el escandaloso papel que está cumpliendo Unidas-Podemos, co-gobernando con el neoliberal PSOE el Estado imperialista español, rindiendo pleitesía a la parasitaria monarquía de los Borbones y ciñéndose a la constitución del ‘78 heredada del franquismo. Son los que hablan de inclusión, como el Frente de Todos, de Argentina, pero en el gobierno no dejan de pagar la fraudulenta deuda externa mientras, en pleno centro de la capital del país, mueren mujeres jóvenes de los barrios precarios, después de quince días de reclamar que no tienen acceso al agua potable en medio de la pandemia. O como en México, donde el gobierno de AMLO llegó sostenido por las esperanzas de cambio de millones, incluyendo a amplios sectores de mujeres que confiaron en su discurso de gobernar “para ricos y pobres” y que, sin embargo, ahora muestra una política que beneficia a los empresarios, continúa la militarización -que aumentó los feminicidios desde hace doce años-, como parte de la subordinación al imperialismo y las exigencias de Trump. O como en Bolivia, donde el MAS de Evo Morales ha negociado sistemáticamente con los golpistas que hoy controlan el Estado, utilizando como moneda de cambio la sangre derramada durante la valiente y espontánea resistencia popular al golpe, en la que tuvieron un rol protagónico las las valientes “mujeres de pollera”. Son los que, como Bernie Sanders, cumplen el triste y trágico papel de lavarle la cara a sanguinarias formaciones políticas como el Partido Demócrata norteamericano, prometiendo algunas escasas reformas sociales con encendidos discursos, para terminar retirándose de la campaña y apoyando al candidato Joe Biden, quien, por más que lo intenten, no puede disimular que es un viejo político del establishment. Ante la crisis de Trump y la emergencia de las protestas antirracistas, el Partido Demócrata está llamado a jugar su rol histórico de pasivizar a los movimientos sociales y asimilarlos al régimen burgués imperialista. Está por verse si lo logrará con el candidato que, en la misma ceremonia por la memoria de George Floyd, aseveró que había que educar a la policía para que “cuando hay una persona desarmada que viene hacia ellos con un cuchillo o algo le disparen en la pierna en lugar del corazón”. Un candidato sobre el cual pesan, además, acusaciones de acoso y otros comportamientos marcadamente misóginos. En nada se diferencian del rol que ya le vimos cumplir, calamitosamente, a Syriza en Grecia cuando llegó al gobierno siendo “la promesa de la izquierda” y terminó aplicando los brutales planes de austeridad, durante la última gran crisis de 2008, que impuso la troika europea.
Mientras los representantes de los partidos conservadores, de la derecha y del populismo de extrema derecha, se disputan el primer puesto en el campeonato de misóginos, xenófobos, racistas, homofóbicos, lesbodiantes y transodiantes, entre los viejos y nuevos reformistas abundan los discursos “políticamente correctos” que, en gran medida, carecen de políticas concretas que los sostengan y modifiquen sustancialmente las vidas de millones de mujeres, lesbianas y personas trans, migrantes, racializadas y precarizadas. En muchos países, con algunas medidas y bastante palabrerío, han asimilado y cooptado a una buena parte de las referentes feministas y del movimiento de mujeres. Mientras millones de trabajadoras y jóvenes estudiantes abrazaron, en los últimos años, la lucha antipatriarcal, algunas de las activistas más reconocidas fueron integradas a las instituciones de gobierno o se convirtieron en voceras de los partidos reformistas, candidatas o impulsoras de sus campañas electorales.
Por el contrario, nosotras luchamos por la más amplia y profunda independencia del movimiento de mujeres, de todas las variantes políticas del régimen que, de distintas maneras, representan los intereses de diferentes sectores capitalistas, pero no los nuestros, los del pueblo trabajador. Y luchamos por una salida propia de la clase trabajadora a esta enorme crisis. ¡No en nuestro nombre!
FOTO: Nuestras compañeras de Pan y Rosas – Estado español, en la movilización del 8M de Madrid
6. ¡Nuestras vidas valen más que sus ganancias!
Los capitalistas, los gobiernos y partidos políticos que representan sus intereses y la burocracia sindical como agente en el movimiento obrero, tienen un programa de medidas para hacernos pagar la crisis. Nosotras levantamos un programa opuesto que plantea tocar los intereses de los capitalistas para que esta crisis no la vuelva a pagar el pueblo trabajador.
En todo el mundo, para atender la pandemia, seguimos exigiendo la centralización del sistema de salud, incluyendo la salud privada, en la perspectiva de su nacionalización, para prestar servicios de salud de calidad, con inversión y salarios acordes, bajo control de sus trabajadoras y trabajadores.
La pandemia no es excusa para cerrar o reducir los programas de salud sexual y reproductiva, los servicios públicos de aborto seguro ni ningún otro servicio de atención a las mujeres y personas sexodiversas. Tampoco para seguir condenando a secuelas graves en la salud o la muerte por abortos inseguros y clandestinos a las mujeres y personas gestantes, en aquellos países donde aún no ha sido legalizado este derecho. Por eso, seguimos luchando por el derecho al aborto, para que sea legal, seguro y gratuito, como lo reclama el movimiento de mujeres en Argentina, México, Chile y otros países del mundo.
Impulsamos la organización de quienes debemos seguir trabajando, para exigir el control sobre las condiciones de seguridad e higiene. A su vez, peleamos contra las suspensiones con rebajas salariales y contra los despidos, exigiendo su prohibición. Prestamos especial atención a las trabajadoras precarias, sin derechos laborales, exigiendo subsidios o salarios de cuarentena, es decir, un ingreso que les permita cubrir sus necesidades mínimas. Peleamos por igual salario por igual trabajo. El racismo y el machismo son mecanismos de dominación que refuerzan la superexplotación, por eso luchamos por eliminar la brecha salarial entre hombres y mujeres, como también por discriminación racial, étnica o xenofobia.
Enfrentamos el racismo al grito de “Black Lives Matter!”. Exigimos justicia por Marielle Franco. Defendemos los derechos de las mujeres migrantes que, ante el cierre indiscriminado de las fronteras, han quedado hacinadas en campamentos de trabajadoras temporeras agrícolas, en condiciones inhumanas, sin atención sanitaria ni servicios esenciales, o las que fueron obligadas a pasar la cuarentena en las casas de sus patrones, viviendo como internas, separadas compulsivamente de sus familias. Exigimos el cierre de todos los centros de detención de inmigrantes. Contra la demagogia de la derecha hacia las clases medias arruinadas, peleamos para que las organizaciones de la clase trabajadora exijan subsidios del Estado, condonación de deudas y créditos baratos para pequeños comerciantes, cuentapropistas y autónomos que dejaron de percibir ingresos durante los períodos de confinamiento.
Peleamos por impuestos progresivos a las grandes fortunas, porque es obsceno que el 1% más rico del planeta acumule un 82% de la riqueza global. Las propiedades eximidas de gravámenes de la Iglesia, como las enormes cantidades de inmuebles vacíos de los grandes grupos inmobiliarios que especulan con los alquileres y el turismo, deben ser puestos al servicio de las necesidades del pueblo trabajador, empezando por las personas sin techo, las familias que viven hacinadas y en condiciones insalubres en chabolas y otras construcciones precarias y las mujeres, niñas y niños que son víctimas de violencia machista y abusos.
En los países dependientes planteamos el desconocimiento soberano de las deudas externas, porque los bancos y los capitales financieros no pueden seguir hundiendo países y regiones, ni cargando a los Estados con deudas impagables. Por eso, también proponemos luchar por la nacionalización de la banca bajo control de sus trabajadoras y trabajadores, para centralizar el ahorro nacional en función de las necesidades populares.
El monopolio estatal del comercio exterior también es una necesidad en todos los países: en aquellos exportadores de materias primas, permitiría impedir que las rentas se las lleven un puñado de multinacionales agroexportadoras, mineras o pesqueras.
Y rechazamos el fortalecimiento de los aparatos represivos de los Estados: no son las policías, fuerzas de seguridad ni fuerzas armadas que asesinaron a mansalva a George Floyd (como lo hacen a diario con los jóvenes afrodescendientes de las barriadas populares y los hijos de las familias pobres en todo el mundo), aquellas que reprimen nuestras protestas y son responsables de torturas, extorsiones, narcotráfico o trata de mujeres, las que van a garantizar el cumplimiento de las cuarentenas. Rechazamos también el espionaje y el control policial y estatal, con el supuesto fin de controlar los contagios. Estamos por nuestra más amplia autoorganización para ejercer el autocontrol y la autodisciplina de la clase trabajadora frente a la pandemia.
En los países imperialistas combatimos al patriotismo reaccionario que enfrenta a los pueblos y también al racismo como a todas las formas de discriminación hacia las y los migrantes. El antiimperialismo es una bandera esencial en estos países, cuyas empresas monopólicas y Estados ejercen la más brutal expoliación sobre la mayoría de las naciones oprimidas. Exigimos el fin de las sanciones contra Venezuela, Cuba e Irán.
Así como las mujeres nos movilizamos masivamente en todo el mundo por nuestros derechos, cada uno de los últimos 8 de marzo, apelamos también al internacionalismo de la clase trabajadora, para unirnos por sobre las fronteras contra nuestros enemigos de clase comunes. Nosotras, con nuestras voces encendidas de rabia, llamamos a las trabajadoras de todo el mundo a organizarse y luchar por este programa, porque ¡nuestras vidas valen más que sus ganancias!
FOTO: Nuestras compañeras de Pan y Rosas «Teresa Flores», de Chile en una manifestación en Santiago, contra el gobierno de Piñera y por una Asamblea Constituyente
7. Por el pan y por las rosas
Las mujeres de la clase trabajadora nunca aceptaron, pasivamente, los ataques contra sus condiciones de vida, ni se quedaron quietas viendo a sus familias morir de hambre. No se callaron cuando atropellaron sus derechos y libertades ni dudaron cuando quisieron conquistar lo que creyeron justo. Eso sucedió con las mujeres del pueblo pobre de Francia en 1789, con las mujeres negras que fueron protagonistas de la revolución que abolió la esclavitud en Haití en 1804, con las obreras textiles rusas en 1917 que dieron el puntapie inicial del proceso revolucionario que llevó al poder a la clase trabajadora y son muchos los ejemplos históricos de procesos revolucionarios que fueron desencadenados por la chispa incendiaria de las mujeres.
Del mismo modo, las mujeres de la clase trabajadora enfrentarán los próximos ataques que hoy se cuecen en la crisis de la pandemia que, además, abona el terreno para el surgimiento de nuevas formas de pensar. ¿Sus actuales y próximas luchas por el pan encenderán la pradera? Nuestro objetivo es doblarle el brazo a los capitalistas y abandonar la eterna resistencia, para conquistar la victoria. Como decía la revolucionaria Rosa Luxemburgo: “Queremos una nueva sociedad y no establecer algunas modificaciones insustanciales de la antigua sociedad que nos ha esclavizado”.
Luchamos por una sociedad en la que la reproducción y la producción se desarrollen armoniosamente con la naturaleza; una sociedad liberada de todas las formas de explotación y opresión que hoy apremian a las inmensas mayorías. Pero somos conscientes de que esa sociedad no emergerá, espontáneamente, de la actual crisis, aunque la recomposición del sistema capitalista cada vez sea más difícil y de más corto alcance que la recuperación anterior. Sabemos que aunque las contradicciones del capitalismo sean cada vez más irresolubles bajo sus propias normas de funcionamiento, su decadencia no implica el advenimiento de una insurrección global triunfante de manera automática. Es necesario prepararla desde ahora.
Las trabajadoras, feministas anticapitalistas y socialistas revolucionarias apostamos a que las mujeres también estemos en la primera fila de la lucha política y la lucha de clases para derrotar a los capitalistas, sus gobiernos y su Estado. Somos conscientes de que, en estos combates presentes, luchando por imponer un programa que dé una salida obrera e independiente de los capitalistas, a la crisis que atraviesa la humanidad, se juega cómo llegaremos preparadas a los combates futuros. Somos conscientes de que necesitamos poner en pie una organización política revolucionaria de la clase trabajadora si no queremos ser impotentes en los próximos enfrentamientos de la lucha de clases a los que nos conducen los capitalistas que nos declararon una verdadera guerra, profundizada por la pandemia.
¡Manos a la obra! Construyamos una organización política revolucionaria internacional de la clase trabajadora que abra la perspectiva de derrotar al capitalismo e imponer un nuevo orden socialista, donde abunden el pan y también las rosas.
19 de junio de 2020
FOTO: La delegación de Pan y Rosas, en un Encuentro Nacional de Mujeres en Argentina
FIRMAN
ALEMANIA Charlotte Ruga, enfermera obstetra del Hospital «München Klinik», Munich; Lisa Sternberg, enfermera de cuidados intensivos del Hospital «München Klinik», Munich; Lilly Schön, economista, trabajadora de la Universidad de Tecnología y Economía, Berlín; Tabea Winter, estudiante de Trabajo Social, Universidad Alice Salomon, Berlín // ARGENTINA Myriam Bregman, abogada, diputada del Frente de Izquierda, Buenos Aires; Andrea Lopez, médica generalista Hospital José Ingenieros, miembro de la Comisión Directiva de Cicop, La Plata; Natalia Aguilera, enfermera Hospital San Martín, La Plata; Pamela Galina, médica residente Hospital Noel Sbarra, delegada Cicop, La Plata; Natalia Paez, médica residente Hospital San Martin, delegada Cicop, La Plata; Lucía Rotelle, psicóloga Hospital José Ingenieros, delegada ATE, La Plata; Laura Cano, médica residente del Hospital José Ingenieros, delegada Cicop, La Plata; Julieta Katcoff, enfermera, delegada ATE, Hospital Castro Rendón, Neuquén; Florencia Peralta, enfermera, delegada ATE, Hospital Castro Rendon, Neuquén; Barbara Acevedo, enfermera Hospital Garrahan, Buenos Aires; Carina Manrique, enfermera Hospital Garrahan, Buenos Aires; Florencia Vargas, administrativa Hospital Garrahan, delegada ATE, Buenos Aires; Florencia Claramonte, administrativa Hospital Garrahan, delegada ATE, Buenos Aires; Laura Magnaghi, técnica médica, miembro de la directiva de ATE Sur, Hospital Alende, Lomas de Zamora; Claudia Ferreyra, enfermera Hospital Rivadavia, Buenos Aires; Melina Michniuk, psicóloga concurrente Hospital Piñero, Buenos Aires, Andrea D’Atri, fundadora de Pan y Rosas, Buenos Aires // BOLIVIA Fabiola Quispe, abogada y miembro de PRODHCRE (Profesionales Por Los Derechos Humanos y Contra la Represión Estatal), La Paz; Gabriela Ruesgas, economista y profesora de la Carrera de Sociología – UMSA, La Paz; Daniela Castro, tesista de Antropología – UMSA, La Paz; Gabriela Alfred, Licenciada en Filosofía, investigadora, Tarija; Violeta Tamayo, politóloga e investigadora, La Paz // BRASIL Letícia Parks, militante do Quilombo Vermelho; Fernanda Peluci, diretora do Sindicato dos Metroviários de São Paulo; Carolina Cacau, professora da Rede Estadual do Rio de Janeiro; Silvana Araújo, linha de frente da greve das terceirizadas da Universidade de São Paulo; Diana Assunção, directora de base del Sindicato de los Trabajadores de la Universidade de São Paulo; Maíra Machado, diretora da Apeoesp (Sindicato dos Professores do Estado de São Paulo); Flávia Telles, coordenadora do Centro Acadêmico de Ciências Humanas da Universidade Estadual de Campinas; Flavia Valle, professora da Rede Estadual de Minas Gerais; Val Muller, estudante da UFRGS e militante da Juventude Faísca, Rio Grande do Sul; Virgínia Guitzel, militante trans e estudante da UFABC, São Paulo. // CHILE Natalia Sánchez, médica del Comité de Emergencia y Resguardo, Antofagasta; Silvana González, trabajadora del aseo Hospital de Antofagasta y dirigente sindicato N°1 Siglo XXI, Antofagasta; Carolina Toledo, enfermera e integrante de las Brigadas de Salud en la revuelta del 18 de Octubre 2019, Santiago; Carolina Rodriguez, Técnica Paramédica en Hospital Sotero del Río; Santiago;; Isabel Cobo, trabajadora industrial y dirigente sindical de laboratorios; Santiago; Joseffe Cáceres, trabajadora de limpieza y dirigente sindical de la Universidad Pedagógica, Santiago; María Isabel Martínez, dirigente del Colegio de Profesores Comunal Lo Espejo, Santiago; Patricia Romo, presidenta del Colegio de Profesores Comunal, Antofagasta; Pamela Contreras Mendoza, asistente de educación y ex vocera Coordinadora 8 de Marzo, Valparaíso; Nataly Flores, trabajadora retail, directora sindicato de Easy, Antofagasta; Camila Delgado, dirigente sindical retail, Temuco. // COSTA RICA Stephanie Macluf Vargas, estudiante Universidad de Costa Rica; Fernanda Quirós, presidenta Asociación de Estudiantes de Filosofía de la Universidad de Costa Rica; Paola Zeledón, trabajadora de call center, conductora del programa «Perspectiva de Izquierda», La Izquierda Diario CR // ESTADO ESPAÑOL Josefina L. Martínez, periodista e historiadora, Madrid; Cynthia Burgueño, historiadora y trabajadora de Educación, Barcelona; Raquel Sanz, trabajadora del hogar, Madrid; Àngels Vilaseca, trabajadora de Servicios Sociales y Cuidados, Barcelona; Soledad Pino, teleoperadora, Madrid; Rita Benegas, inmigrante trabajadora del hogar, Barcelona; Neris Medina, trabajadora inmigrante en cadena de comida rápida, Madrid; Lucía Nistal, investigadora UAM, Madrid; Verónica Landa, periodista de Esquerra Diari, Barcelona. // ESTADOS UNIDOS Tre Kwon, enfermera del Hospital Monte Sinaí, New York; Julia Wallace, activista de Black Lives Matter, miembro del Local 721 del Sindicato de Trabajadores de Servicios Públicos de California Sur; Tatiana Cozzarelli, estudiante de doctorado en Educación Urbana en CUNY, New York; Jimena Vergara, inmigrante mexicana, corresponsal de Left Voice, New York. // FRANCIA Laura Varlet, trabajadora ferroviaria en la SNCF en Seine-Saint Denis, région parisina; Nadia Belhoum, colectivera en la RATP (empresa de transportes urbanos de Paris); Marion Dujardin, docente de artes plasticas en region parisina; Elise Lecoq, docente de Historia en region parisina; Diane Perrey, docente en Toulouse // ITALIA Scilla Di Pietro, trabajora gastronómica; Ilaria Canale, estudiante de enfermería// MÉXICO Sandra Romero, paramédica en primera línea de atención Covid-19; Úrsula Leduc, laboratorista del IMSS y la Secretaría de Salud; Lucy González, trabajadora precarizada del sector salud; Sulem Estrada Saldaña, Docente de educación básica; Flora Aco González, Trabajadora estatal reinstalada y defensora de derechos laborales; Yara Villaseñor, trabajadora precarizada de servicios; Alejandra Sepúlveda, trabajadora estatal reinstalada, defensora de derechos laborales; Miriam Hernández, trabajadora administrativa STUNAM; Claudia Martínez, médica pasante del sector salud // PERÚ Zelma Guarino, estudiante de agronomía; Cecilia Quiroz, dirigente de Pan y Rosas; Melisa Ascuña, docente; Fiorela Luyo, estudiante // URUGUAY Karina Rojas, Trabajadora Social; Virginia Amapola, estudiante y trabajadora de la Educación, Fernanda Parla, trabajadora // VENEZUELA Suhey Ochoa, estudiante de Universidad Central de Venezuela
*** Y siguen las firmas de trabajadoras, estudiantes, amas de casa y activistas que integran Brot und Rosen, Alemania; Pan y Rosas, Argentina; Pan y Rosas, Bolivia; Pão e Rosas, Brasil; Pan y Rosas “Teresa Flores”, Chile; Pan y Rosas, Costa Rica; Pan y Rosas, Estado español; Bread & Roses, Estados Unidos; Du pain et des roses, Francia; Il pane e le rose, Italia; Pan y Rosas, México; Pan y Rosas, Perú; Pan y Rosas, Uruguay; Pan y Rosas, Venezuela.
Fuente de la Información: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Mujeres-en-la-primera-linea-de-la-crisis-sanitaria-y-en-el-combate-contra-el-capitalismo-patriarcal
Fragmentos de «La tercera amenaza existencial de la humanidad»
Por: Noam Chomsky
Fuentes: El Tiempo
Fragmento del capítulo ‘La tercera amenaza: El vaciamiento de la democracia’, perteneciente al libro Cooperación o extinción.
Si me lo permiten, quisiera comenzar con una breve alusión a un período que tiene inquietantes similitudes con la actualidad, en muchos y lamentables sentidos.
Estoy pensando en hace justo 80 años, casi exactos, el momento en que escribí por primera vez, que recuerde, sobre materia política. Es fácil ponerle fecha; fue justo tras la caída de Barcelona, en febrero de 1939.
En el artículo trataba de lo que parecía la inexorable expansión del fascismo por el mundo. En 1938, la Alemania nazi se había anexionado Austria; meses más tarde puso en sus manos a una Checoslovaquia traicionada en la Conferencia de Múnich. En España caía una ciudad tras otra bajo las fuerzas de Franco. En enero de 1939 cayó Barcelona.
Era el final de la Segunda República española. La notable revolución popular, una de carácter anarquista, que había florecido durante 1936, 1937, 1938… ya había sido aplastada por la fuerza. Parecía que el fascismo fuera a desplegarse sin límite.
No es exactamente lo que está ocurriendo en la actualidad, pero, si se me permite tomar prestada la famosa frase de Mark Twain “la historia no se repite, pero a veces rima”, lo cierto es que hay demasiadas semejanzas como para pasarlas por alto.
Tras la caída de Barcelona hubo una oleada de refugiados españoles. La mayor parte fueron a México, unos 40.000; algunos acabaron en Nueva York y abrieron sedes anarquistas en Union Square, librerías de segunda mano en la Cuarta Avenida, etc.
Me inicié en la cultura política deambulando por aquella zona. De eso hace 80 años. Entonces no lo sabíamos, pero el Gobierno de Estados Unidos también empezaba a pensar que la expansión del fascismo podía llegar a ser imparable. No lo veían con el mismo alarmismo que yo, con mis 10 años de edad.
Hoy sabemos que el Departamento de Estado mantenía sentimientos encontrados con respecto a cuál era la verdadera importancia del movimiento nazi.
Se mantenía, de hecho, un consulado en Berlín; había un cónsul de Estados Unidos en Berlín que enviaba comentarios algo embarullados sobre los nazis, en los que sugería que quizá no fuesen tan malos como se decía. Se trataba del famoso diplomático George Kennan. Lo mantuvieron hasta lo de Pearl Harbor, fecha en la que se lo revocó.
(…)
Resulta que poco después, aunque era imposible haberlo sabido entonces, en 1939, el Departamento de Estado y el Consejo de Relaciones Exteriores comenzaron a hacer planes para lo que sería el mundo posterior al conflicto, sobre qué aspecto debía tener.
Por aquel entonces asumían que en los primeros años el mundo posterior a la guerra estaría dividido entre una zona bajo control alemán, es decir, un mundo controlado por los nazis, la mayor parte de Eurasia, y un mundo controlado por Estados Unidos, que consistiría en el hemisferio occidental; el antiguo Imperio británico, con cuyo control se habría hecho el país americano, y algunas áreas de Extremo Oriente. Y esa sería, en resumen, la forma del mundo posterior al conflicto mundial.
En la actualidad sabemos que esta perspectiva se mantuvo hasta el cambio de rumbo que iniciaron los rusos. En Stalingrado, entre 1942 y 1943, y en la gran batalla con carros de combate de Kursk, un poco después, quedó muy claro que Rusia iba a vencer a los nazis.
Así que se cambiaron los planes; la imagen del mundo posterior al enfrentamiento se trastocó para convertirse en lo que hemos estado viendo desde entonces, en este último período. Pero eso fue hace 80 años.
Hoy no nos enfrentamos al auge de algo como el nazismo, pero sí estamos ante la propagación de lo que alguna vez se ha llamado la Internacional Reaccionaria, de carácter ultranacionalista, que sus partidarios proclaman sin ningún pudor, incluido Steve Bannon, el promotor teatral del movimiento.
Obtuvo una nueva victoria con la elección de Netanyahu en Israel, que refuerza la alianza reaccionaria en ciernes, todo bajo los auspicios de Estados Unidos (…).
En Oriente Próximo, la alianza se compone de los Estados más reaccionarios de la región, a saber, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos; Egipto, bajo la dictadura más brutal de su historia, e Israel, que sería el epicentro, todos ellos enfrentados a Irán.
En América Latina encaramos amenazas muy graves, como la elección de Jair Bolsonaro en Brasil, que ha puesto en el poder al más extremo y extravagante de los ultranacionalistas que campan en la actualidad por el continente.
Y Lenín Moreno, presidente de Ecuador, dio un paso recio para ubicarse dentro de la alianza de la extrema derecha al expulsar a Julian Assange de su embajada en Londres. La policía británica lo detuvo al instante, así que tiene por delante un futuro muy escabroso, a menos que haya una reacción popular importante.
México es una de las pocas excepciones en América Latina a esta tendencia. También en Europa Occidental los partidos de derecha, algunos de ellos de naturaleza muy alarmante, están creciendo.
Asimismo, hay un desarrollo a la contra. Yanis Varoufakis, antiguo ministro de Finanzas de Grecia, un individuo de gran relevancia, muy importante, ha hecho un llamamiento, junto con Bernie Sanders, a la formación de una Internacional Progresista que enfrente a la internacional de derechas en formación.
En la esfera estatal, parece que la balanza se decanta abrumadoramente hacia el lado equivocado. Pero los Estados no son meras entidades, y al nivel de las personas de a pie, las cosas son bastante distintas. Eso es lo que puede marcar la diferencia.
Hace falta proteger las democracias efectivas, incidir en ellas, aprovechar las oportunidades que ofrecen, para que la clase de activismo con el que hemos conseguido progresos trascendentales en el pasado nos pueda salvar también en el futuro.
A continuación quisiera poner el acento en un par de observaciones sobre la tremenda dificultad de mantener e instituir la democracia (…) y sobre la importancia que esto tendrá para el futuro.
Pero primero quiero decir unas palabras en torno a los desafíos que tenemos por delante, de los que ya hemos oído hablar bastante y todos conocemos. No hace falta entrar ahora en ellos en detalle, pero describir tales contrariedades como “graves en extremo” podría ser un error.
El término no captura la enormidad de la clase de dificultades que aún tenemos ante nosotros, y cualquier discusión sobre el futuro de la humanidad debe empezar con el reconocimiento de un hecho crítico, el de que la especie humana afronta ahora un dilema que nunca antes se había presentado en su historia, al cual hay que responder sin dilación, a saber, el de cuánto tiempo va a seguir sobreviviendo el ser humano.
En fin, como todos saben, llevamos viviendo 70 años a la sombra de la amenaza nuclear. Cualquiera que repase los archivos disponibles no podrá sino quedar admirado de que aún sigamos aquí.
Cada dos por tres nos ponemos demasiado cerca del desastre terminal, nos libramos por minutos. Parece un milagro que hayamos sobrevivido, pero los milagros no duran para siempre. Hay que poner fin a esto.
La actual revisión de la postura nuclear de la administración Trump acarrea un drástico incremento de la amenaza de conflagración, que tendría como resultado el final de la especie.
(…)
Bien, había tres grandes tratados sobre armas; el Tratado sobre Misiles Antibalísticos o ABM, el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio o INF y el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas o Nuevo Start.
Estados Unidos acabó con el Tratado ABM en 2002. Cualquiera que crea que los misiles antibalísticos son armas defensivas se engaña con respecto a la naturaleza de estos sistemas.
También se ha retirado del Tratado INF, firmado por Gorbachov y Reagan en 1987 y que entonces supuso una reducción abrupta de la amenaza bélica en Europa, la cual estaba destinada a extenderse rápidamente.
Unas multitudinarias manifestaciones civiles crearon la atmósfera para un tratado destinado a significar un antes y un después. (…) Pero, bueno, la administración Trump abandonó el INF, y Rusia también lo hizo poco después.
(…)
Queda el Nuevo Start, que ha sido calificado por nuestro mandamás –quien se ha descrito modestamente a sí mismo como “el mejor presidente de la historia de EE. UU.”– como el peor tratado de la historia, la designación que suele usar para referirse a cualquier cosa que hayan hecho sus predecesores.
En este caso, ha añadido que deberíamos quitárnoslo de encima. Si llega a renovarse en el cargo en las próximas elecciones, habrá mucho en juego, pues, de hecho, es mucho lo que hay en juego en la renovación de ese tratado, que ha sido todo un éxito a la hora de reducir en un grado importantísimo el número de armas nucleares (…).
Entretanto, el calentamiento global sigue su inexorable curso. A lo largo de este milenio, cada año, con una excepción, ha sido más caluroso que el anterior.
Hay artículos científicos recientes, como el firmado por James Hansen y otros, que indican que el ritmo del calentamiento global, que ha estado incrementándose desde alrededor de 1980, puede estar aumentando de manera abrupta, quizá pasando de un crecimiento lineal a uno de tipo exponencial, lo que significa que se duplicaría cada dos décadas.
Nos estamos acercando a las condiciones de hace 125.000 años, cuando el nivel del mar estaba aproximadamente a ocho metros por encima de donde está hoy. (…)
Mientras sucede todo esto, podemos leer con regularidad cómo la prensa celebra eufóricamente los progresos de Estados Unidos en la producción de combustibles fósiles. Ahora ha rebasado a Arabia Saudí, así que estamos a la cabeza de la producción de combustibles fósiles.
Los grandes bancos, como JP Morgan Chase y otros, están inyectando dinero para realizar nuevas inversiones en este tipo de combustibles, incluidos los más dañinos, como las arenas de alquitrán de Canadá.
Y el hecho se presenta con grandes entusiasmo y emoción. Estamos alcanzando el estado de “independencia energética”; podemos controlar el mundo, determinar el uso de combustibles fósiles en todo el globo. Pero apenas se puede encontrar una palabra sobre qué va a implicar todo esto, lo cual es bastante obvio.
(…)
Recientemente hemos visto, en una expresión espectacular, que se puede hacer, que puede alcanzarse una solución.
Un grupo organizado de jóvenes, el Sunrise Movement, llegó al punto de hacer una sentada en las oficinas congresuales, llamando la atención de las nuevas personalidades progresistas, dispuestas a llevar sus proclamas al Congreso.
Bajo una gran presión popular, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, secundada por el senador Ed Markey, puso el New Deal Verde en la agenda.
Desde luego que recibe ataques desde todos los flancos, pero no importa. Hace un par de años era inimaginable que tan solo se discutiera.
Como resultado del activismo de este grupo de jóvenes, ahora está en el centro del programa; va a haber que implementarlo de una manera o de otra, porque es algo esencial para la supervivencia.
Quizá no se hará exactamente del modo propuesto por ellos, pero sí en alguna variante. Se trata de un cambio tremendo logrado por el compromiso de un reducido grupo de jóvenes.
Entretanto, el Reloj del Apocalipsis del Bulletin of Atomic Scientists se ha puesto, desde el pasado mes de enero, a dos minutos de la medianoche.
Es lo más cerca que ha estado del desastre terminal desde 1947. El anuncio de este ajuste mencionaba las dos principales amenazas, ya conocidas, la de la guerra nuclear, que aumenta cada vez más, y la del calentamiento global, que va aún peor.
Y además, por primera vez, se añadía una tercera, el menoscabo de la democracia. Y resultaba muy apropiado, porque la democracia efectiva es la única esperanza para superar tales peligros.
Las grandes instituciones, públicas o privadas, no se harán cargo si no es bajo una presión ciudadana de carácter masivo, lo cual implica que el funcionamiento de las vías democráticas ha de mantenerse vivo y utilizarse del modo ilustrado por el Sunrise Movement, por las manifestaciones masivas de principios de los 80, del modo, en fin, en que continuamos haciéndolo hoy.
OtrasVocesenEducacion.org existe gracias al esfuerzo voluntario e independiente de un pequeño grupo de docentes que decidimos soñar con un espacio abierto de intercambio y debate.
¡Ayúdanos a mantener abiertas las puertas de esta aula!