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Libro (PDF): La inclusión social y la ciudadanía de las y los jóvenes en entornos de violencia, y exclusión en Veracruz

Reseña: CLACSO

Este documento sistematiza el proceso de diagnóstico e intervención de un proyecto sobre la inclusión social y la ciudadanía de las y los jóvenes en entornos de violencia, vulnerabilidad y exclusión en México. El proyecto, centrado en jóvenes vulnerables a diversos tipos de violencia social, se implementó en colonias periféricas de Poza Rica, Xalapa, Veracruz y Coatzacoalcos, con el objeto de contribuir a la construcción de redes, al fortalecimiento de trayectorias, la participación ciudadana y el acceso de las y los jóvenes a la justicia, mediante el desarrollo de sus capacidades de reflexión y liderazgo en diferentes campos sociales. La sistematización se realizó bajo el paradigma crítico, para promover la reflexión, identificar oportunidades de intervención social y promover buenas prácticas con jóvenes. Estamos seguros de que los resultados aquí expuestos serán de utilidad tanto para las organizaciones e instituciones que trabajan con jóvenes, como para las y los actores involucrados en esta intervención intersectorial; seguramente nos ayudará a tomar mejores decisiones en proyectos futuros.

Autor (a): 
José Alfredo Zavaleta Betancourt. Nemesio Castillo Viveros. Laura Elizabeth Cervantes Benavides. [Autora y Autores]

Editorial/Edición: CLACSO. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez – UACJ. IDRC – Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina. México

ISBN: 978-987-722-734-5

Idioma: Español

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Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2263&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1440

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Derecho a decidir. El mercado y el cuerpo de la mujer

Reseñas/Noviembre 2020/rebelion.org

Autora: Carmen Domingo
Prólogo: Almudena Grandes
Presentación: Pascual Serrano
Ediciones: Akal 2020
ISBN: 978-84-460-4901-2

Una nueva misogínia nacida del calor de las doctrinas ultraliberales que campean en la jungla del mercantilismo salvaje, aplica al cuerpo de las mujeres señala Almudena Grandes

Aquel grito feminista del siglo pasado, el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, ha terminado en manos del mercado, convertido en un bumerán sobre las mujeres… Lo que denuncia Carmen Domingo es que parece que, cuando se trata del cuerpo de la mujer es cuándo los límites del mercado dejan de existir y ya todo se puede comprar o vender dice en la presentación del libro Pascual Serrano

En los últimos años ha aumentado de forma significativa la reflexión sobre los problemas que atañen a las mujeres, los dilemas que asedian sus cuerpos y, como consecuencia, las demandas feministas para tratar de solucionarlos. Así ha sido como, en la actualidad, vivimos un nuevo ciclo de movilizaciones y una diversificación de los discursos feministas, en especial de aquellos relacionados con un tema que parecía superado ya en el siglo XXI: «El derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro cuerpo». Un derecho a decidir ⎯asumida ya la legitimidad del aborto⎯ que atañe a muchos dilemas: la abolición o regularización de la prostitución; las prohibiciones e imposiciones religiosas; las tiranías estéticas que viven muchas mujeres en Occidente para poder acceder a realizar trabajos de distinta índole, o la ilegalidad, que quieren convertir en legalidad, de alquilar a una mujer con el propósito de dejarla embarazada y acabar comprándole el hijo tras dar a luz.

Temas que, sin duda, ponen el foco en la condición, todavía subalterna y vulnerable, que viven las mujeres y señalan sus cuerpos como objetos, depósitos del placer, susceptibles de ser comprados, alquilados y vendidos por los hombres. Asuntos acerca de la dignidad y hasta el orgullo de «otros» que, por extraño que parezca, les dejan, en no pocas ocasiones, escaso margen de maniobra para decidir qué hacer al respecto.

Temas ⎯los cuatro⎯ a través de los que se evidencia cómo, en la mayoría de casos, la clase política huye del debate, de uno o de todos, porque ⎯sin importarle demasiado la situación en la que se debe encontrar una mujer que llega a ese escenario⎯ va de la mano de grupos de presión y lobbies que se desenvuelven con soltura y sin complejos en el marco de democracias despolitizadas y preocupadas sólo por los beneficios económicos.

Parece que no debería generar ninguna duda que, cuando existe una necesidad básica, lo que decide cualquier mujer para conseguirla no es una reacción fruto de su libertad, sino condicionada, precisamente, porque no la tiene. Así pues, en realidad, no siempre tienen el «derecho a decidir sobre nuestros cuerpos», tal como sería deseable en pleno siglo XXI. Ya lo decía con claridad Rousseau en el lejano siglo XVIII, en El contrato social: la auténtica libertad surge de las condiciones materiales. Quizá la solución pasa por que «nadie sea tan pobre como para querer venderse y nadie sea tan rico como para poder comprar a otros»; sólo así la mujer conseguirá , de verdad, poder decidir sobre su cuerpo.

Derecho a decidir. Editorial AKAL

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/derecho-a-decidir-el-mercado-y-el-cuerpo-de-la-mujer/

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Libro(PDF): Ecuador. Debates, balances y desafíos post-progresistas

Reseña: CLACSO

Los progresismos nacieron en medio de, o como el resultado de la devastación provocada por el neoliberalismo y caminaron sobre el cascajo de los partidos tradicionales. En Ecuador, el gobierno de la denominada «Revoluvión Ciudadana» fue un intenso fenómeno político de más de una década que cultivó varios éxitos electorales y sociales. Su promesa emergió en medio de una crisis profunda que había quebrado la hegemonía política de las élites y desgastado los engranajes del sistema político representativo.

Las páginas de este libro, fruto de un extraordinario esfuerzo colectivo, ensayan una explicación sobre los significados y herencias de los gobiernos progresistas con un énfasis especial en la experiencia ecuatoriana, atendiendo a los profundos efectos que tuvieron en la sociedad, la economía y los Estados de los países involucrados. Al mismo tiempo, este libro aborda los primeros signos del ciclo post-progresista en el que emerge el neogolpismo, el Estado de excepción, la anti-política tanto como la emergencia de fuerzas alternativas.

Ecuador. Balances, debates y desafíos post-progresistas propone un acercamiento plural y crítico sobre el presente histórico del Ecuador a través de lecturas que conjugan perspectivas locales, nacionales y regionales.

Autor (a): 
Stalin Herrera. Camilo Molina. Víctor Hugo Torres Dávila. [Coordinadores]

Stalin Herrera. Anahí Macaroff. Víctor Hugo Torres Dávila. René Unda Lara. Melina Vázquez. Alejandro Cozachcow. Augusto Barrera Guarderas. Ramiro Aguilar Torres. Érika Arteaga Cruz. Juan Cuvi. Paz Guarderás. Cinthia Carófilis. Denisse Rodríguez. Ricardo Restrepo Echavarría. Diego Armando Jiménez-Bósquez. Judith Pinos Montenegro. Gustavo Ayala. Yura Serrano. Alejandro Recio Sastre. Fabricio Pereira da Silva. Edgar Andrés Londoño Niño. Gonzalo Assusa. Gabriel Kessler. Agustín De Marco. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. Instituto de Estudios Ecuatorianos – IEE. CIESPAL. Abya-Yala. Universidad Politécnica Salesiana.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-720-8

Idioma: Español

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Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2240&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1431

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Quién decide si somos guapas

Reseñas/Noviembre 2020/elpais.com

El ideal de belleza empieza a ser más diverso. Pero aún queda mucho por hacer. La escritora Desirée Bela-Lobedde, la cantante Nía Correia, la actriz Eva Llorach y la piloto Ana Carrasco reflexionan sobre la necesidad de un canon más inclusivo.

DESIRÉE BELA-LOBEDDE, barcelone­sa de 41 años, entra en el estudio fotográfico y su primer reflejo es el de dar dos besos, pero se detiene antes y con un tímido “¡hola!” debajo de la mascarilla saluda al equipo. Autora de Ser mujer negra en España (Plan B, 2018), Desirée irrumpió en el mundo del activismo estético de forma accidental. “Ocurrió en el momento en que comencé a entender por qué la mayoría de mujeres negras sentimos que debemos cambiar la naturaleza de nuestro cabello por uno más liso para encajar en el ideal de belleza blanco”.

Entonces decidió acabar de golpe con 15 años de sometimiento autoinfligido. Y de un tijeretazo dijo adiós al estigma del pelo afro. “Fui a mi salón y dije: ‘Corta todo el alisado’. Entendí que mi cabello es bello, que eso de que es feo, informal o poco higiénico es falso. Me di cuenta de que el pelo es parte de tu identidad”. Ese fue su primer acercamiento al activismo estético, que busca desafiar y ampliar unos estrechos cánones de belleza aceptados y celebrados durante décadas, y que, para más inri, suelen ser racistas porque casi siempre representan a una mujer occidental, delgada y blanca.

Nía lleva el corrector para el rostro Touche Éclat High Cover, de Yves Saint Laurent Beauté; vestido de Numero Ventuno, jersey y zapatos, ambos de Bally. Desirée, falda y jersey, ambos de Uterqüe, y zapatos de Salvatore Ferragamo. Eva, camisa, falda y zapatos, todo de Prada; top de Fátima Miñana, y anillo y pulsera, ambos de Cartier.
Nía lleva el corrector para el rostro Touche Éclat High Cover, de Yves Saint Laurent Beauté; vestido de Numero Ventuno, jersey y zapatos, ambos de Bally. Desirée, falda y jersey, ambos de Uterqüe, y zapatos de Salvatore Ferragamo. Eva, camisa, falda y zapatos, todo de Prada; top de Fátima Miñana, y anillo y pulsera, ambos de Cartier. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

Un concepto más diverso de belleza va ganando terreno. Pero aún queda un largo camino por recorrer. Así lo confirma el ensayo The Idea of Beauty Is Always Shifting. Today, It’s More Inclusive Than Ever (La idea de la belleza siempre está cambiando. Hoy es más inclusiva que nunca) publicado en enero de este año por Robin ­Givha, crítica de moda, periodista y ganadora de un Pulitzer en 2006. En él expone que el mundo se dirige hacia una cultura más inclusiva que abarca diferentes tipos de belleza. “A paso lento, pero en la última década hemos presenciado una corriente que exige que todas seamos aceptadas”.

Durante la sesión que ilustra este reportaje, la escritora comparte encuadre con la actriz Eva Llorach, la cantante Nía Correia y la piloto de motociclismo Ana Carrasco. Las cuatro tienen algo en común más allá del éxito profesional: quieren trascender los estereotipos.

Eva (izquierda), con vestido de Acne Studios y pendientes de Es Fascinante; y la cantante Nía Correia, con abrigo y mallas, ambos de Salvatore Ferragamo, y pendientes y anillo de Alexander McQueen.
Eva (izquierda), con vestido de Acne Studios y pendientes de Es Fascinante; y la cantante Nía Correia, con abrigo y mallas, ambos de Salvatore Ferragamo, y pendientes y anillo de Alexander McQueen. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

Al igual que Bela-Lobedde, la actriz Eva Llorach (Murcia, 1979) también creció con la imagen de una belleza “codificada y comercializada” y casi siempre inalcanzable. “Desde que eres pequeñita escuchas conversaciones que giran en torno al físico, que si estás delgada, que si estás gorda. Te vas dando cuenta de que, para ser admitida, de alguna manera debes estar bella. Es una carga que tenemos en el cerebro las mujeres. Y es muy difícil apagar ese ruido”, reconoce la ganadora de un Goya a mejor actriz revelación por su papel como Violeta en Quién te cantará.

Durante generaciones —tal y como recoge el ensayo de Givha— se ha considerado que para ser bonita se debe tener una complexión delgada, pero con un busto generoso y una cintura estrecha; una mandíbula definida, los pómulos altos; la nariz angulosa; los labios carnosos; los ojos grandes e idealmente azules o verdes. El cabello largo y liso. Poco a poco, este concepto de belleza se está transformando, ensanchando. Y lo hace de la mano de dos motores sociales que, a veces, interseccionan. Por un lado, el feminismo; que ha ganado masa y fuerza a partir de movimientos como el #MeToo, donde la reflexión sobre la objetualización de la mujer y su cuerpo ha sido sustancial. Y, por otro, unas nuevas generaciones que se muestran más abiertas e inclusivas en la búsqueda de referentes que las representen y en los que reflejarse: desde la cantante Billie Eilish, abanderada de la lucha contra el bodyshame (humillar a alguien por su aspecto físico), hasta Rihanna, que, a través de los desfiles de su firma de lencería Fenty, reivindica la normalización de todo tipo de cuerpos.

De izquierda a derecha, Desirée Bela-Lobedde lleva americana de Purificación García, camisa de Marina Rinaldi, pantalón de Uterqüe y zapatos de Salvatore Ferragamo; Eva Llorach (sentada), jersey y falda, ambos de Hermès, y sandalias de Jimmy Choo; Ana Carrasco, traje de Givenchy y camisa de Christian Dior, y Nía Correia, vestido de Loewe.
De izquierda a derecha, Desirée Bela-Lobedde lleva americana de Purificación García, camisa de Marina Rinaldi, pantalón de Uterqüe y zapatos de Salvatore Ferragamo; Eva Llorach (sentada), jersey y falda, ambos de Hermès, y sandalias de Jimmy Choo; Ana Carrasco, traje de Givenchy y camisa de Christian Dior, y Nía Correia, vestido de Loewe. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

Las llamadas modelos de tallas grandes o con físicos no normativos empiezan a ser cada vez más frecuentes en las pasarelas. De Versace a Chanel, pasando por Max Mara. Pero aún se trata de algo anecdótico y sorprendente. Que mujeres con una talla superior a la 34 o con más de 50 años sean imagen de una marca o protagonistas de un editorial de moda en una revista aún es noticia (y reclamo de marketing). Y, eso, por sí solo, habla de cuánto queda aún por recorrer en la normalización de un canon inclusivo.

Nía Correia —que encajaría en el ideal de belleza dominante— forma parte de esa nueva generación que quiere acabar con estereotipos excluyentes. La ganadora de Operación Triunfo, de 26 años, tiene claro que su influencia sobre sus fans conlleva una gran responsabilidad. “Al final la riqueza está en la diversidad y no solo en lo físico. Para mí, la belleza está en tus ojos. Tú eres la que le das belleza a las cosas y a las personas”, explica.

Ana lleva crema de rostro y sérum Light Up de la línea Pure Shots, de Yves Saint Laurent Beauté; traje de Tommy Hilfiger Collection, top de Fátima Miñana y botines Unisa. Nía, blusa y falda, ambas de Stella McCartney, y sandalias de Manolo Blahnik.
Ana lleva crema de rostro y sérum Light Up de la línea Pure Shots, de Yves Saint Laurent Beauté; traje de Tommy Hilfiger Collection, top de Fátima Miñana y botines Unisa. Nía, blusa y falda, ambas de Stella McCartney, y sandalias de Manolo Blahnik. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

Con solo 23 años, Ana Carrasco sabe bien lo que es combatir prejuicios ligados al género. Es la primera mujer que ha ganado un mundial de velocidad de motociclismo. Posar no es lo suyo y no lo oculta. Su respuesta a la presión social para encajar en un canon normativo pasa por reescribir la definición de belleza como algo que sobrepasa un concepto estético. “El fin es que no existan los estereotipos. Ese día, habremos vencido”.

Todas coinciden en que plataformas como Instagram o Twitter no solo han evidenciado la discriminación sutil y cotidiana que sufren quienes no cumplen con los cánones, sino que además han amplificado las voces del público que exige una concepción de belleza más democrática. Aun así, hace falta algo más poderoso que un tuit para cambiar el rumbo de la industria de la moda y la cosmética: el dinero. Robin ­Givha desarrolla esta idea en su ensayo, donde apunta que la evolución de los modelos de belleza se debe en gran medida a que el mercado se ha percatado por fin de que existen mujeres adultas, de tallas grandes y de diferentes culturas que tienen la capacidad económica de pagar por sus productos. Un nicho que han estado ignorando y desaprovechando hasta ahora. Un botón: solo en Estados Unidos, las ventas de prendas de la talla 44 en adelante ascienden a cerca de 18.000 millones de euros anuales, según un informe de la asesoría NPD Group.

Cuando termina la sesión, parece como si Desirée, Ana, Nía y Eva se conocieran de toda la vida aunque solo han pasado cinco horas desde que se presentaron. Han hecho clic al instante. “Conocerlas ha sido maravilloso”. Los ojos de Desirée han visto la belleza.

Nía Correia (cantante): “Quiero que las niñas que sufren racismo se sientan orgullosas de cómo son”.

Nía lleva máscara de pestañas Volume Effet Faux Cils Radical en tono negro, de Yves Saint Laurent Beauté, vestido de Bottega Veneta y pendientes de Suarez.
Nía lleva máscara de pestañas Volume Effet Faux Cils Radical en tono negro, de Yves Saint Laurent Beauté, vestido de Bottega Veneta y pendientes de Suarez. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

— Nía Correia halló su vocación jugando. Tenía nueve años y sus abuelos notaron que la niña apuntaba maneras. “Me inscribieron en clases de canto y allí comenzó todo”, recuerda con una gran sonrisa, la misma
que parece acompañarla todo el tiempo. “Supe que mi voz tenía algo
por cómo me sentía al cantar”, suelta esta joven de 26 años, originaria
de Gran Canaria.
— Si de algo estaba segura era de que quería vivir de la música, ya fuera interpretándola o bailándola, y va encaminada a cumplir su sueño. Este año se consagró como la ganadora de Operación Triunfo, donde no solo consiguió el respeto de sus profesores y colegas, sino además el cariño del público.
— El registro de su voz da para todo. Desde boleros hasta rhythm and blues. Por eso, dice, no le gustaría “quedar encasillada” en un estilo. “Para mí cantar es soltar todo lo que llevo dentro, desde la alegría hasta la rabia. Es mi manera de desahogarme”, explica.
— Antes de conquistar la televisión dio sus primeros pasos en el teatro. A los 18 años llegó a Madrid para formar parte del elenco del musical de El rey león. Después, trabajó cantando en hoteles de Dubái e Ibiza. Su fama es, sostiene, fruto de su esfuerzo. “No concibo el éxito de otra forma que no sea trabajando. Soy muy autoexigente y perfeccionista. Lo que más me cuesta cuando estoy cantando es dejar la mente en blanco. Me gusta controlarlo todo”, cuenta la artista, que estrena este mes su primer sencillo, Malayerba.
— Pero más allá de la Nía mediática, está Estefanía, la mujer orgullosa de sus antepasados africanos —su padre es de Guinea-Bisáu—, y que habla en primera persona del racismo. “De pequeña puede que tuviera ciertos miedos por ser negra, pero a medida que crecí desaparecieron. A mí me educaron con valores como el respeto a los demás y también a mis orígenes, por eso cuando a veces en el cole me decían cosas como que era adoptada [su familia materna es blanca] no le prestaba atención, pronto entendí que era ignorancia”, remarca.
— “No me quiero dar por vencida con el racismo y la discriminación de ningún tipo. Me gustaría convertirme en un referente para esas niñas que se sienten inseguras porque han vivido episodios racistas en su vida. Quiero que abran sus ojos y se sientan orgullosas de lo que son y de cómo son”.
— Quizá por eso decidió llevar su melena rizada en la final de OT, era una forma de reivindicar la belleza natural de las mujeres negras. Su decisión provocó algunos comentarios negativos en las redes sociales. “Cuando vi los tuits en los que hablaban de mi pelo, no le di importancia porque yo estoy muy orgullosa de él”, señala.
— Aspira a que las nuevas generaciones no tengan la presión de cumplir con estereotipos, y eso que sostiene que a ella nunca se le ha exigido encajar en ningún canon de belleza. Cree que sentirse empoderada no debería estar relacionado con ser bella, “pero sí que es verdad que si un día estás de bajón y de pronto te pones un labial rojo te da un subidón”, confiesa entre carcajadas.

Eva Llorach (actriz): “A partir de los 40 nos empezamos a convertir en personajes secundarios”.

Eva lleva base de maquillaje Le Teint Touche Éclat, de Yves Saint Laurent Beauté; americana y jersey, ambos de Boss, pantalón de Alexander McQueen y pendientes de Malababa.
Eva lleva base de maquillaje Le Teint Touche Éclat, de Yves Saint Laurent Beauté; americana y jersey, ambos de Boss, pantalón de Alexander McQueen y pendientes de Malababa. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

— Eva Llorach tiene ganas. Tiene ganas de hacer comedia; tiene ganas de que el cine no sentencie a las mujeres de más de 40 a papeles secundarios; tiene ganas de trabajar con las directoras Alice Rohrwacher (Lazzaro feliz) o Maren Ade (Toni Erdmann); pero sobre todo quiere contar historias. Así lo expresan sus palabras, sus gestos y su sonrisa al hablar.
— Esta murciana de 41 años descubrió que era actriz por azares del destino. Tenía 30, una licenciatura en Psicología y un trabajo en una empresa familiar, cuando la actuación tocó a su puerta.
— “Leí que se abría la convocatoria para la primera edición del festival de cortos Notodofilmfest. Entonces le propuse a mi expareja hacer algo. Él aceptó con la condición de que yo fuera la protagonista. Y cuando estuve frente a la cámara sentí cosas: fue como una revelación. Mi cuerpo reaccionó de manera brutal y pensé: ‘Quiero esto para mi vida”, recuerda aún con ilusión.
— Desde entonces no se ha alejado de la cámara. El director Carlos Vermut apareció en su vida y, con él, la oportunidad de interpretar papeles densos y complejos, como el de Violeta en Quién te cantará, personaje que la hizo merecedora en 2019 de premios como el Goya a la mejor actriz revelación, un Feroz y un Forqué. Eva se coronaba así como el gran descubrimiento del año.
— “Un Goya no te garantiza nada, sobre todo a partir de cierta edad”, reconoce la actriz, que acaba de finalizar el rodaje de La casa de tiza, de Ignacio Tatay.
— “En el cine a partir de los 40 las mujeres nos empezamos a convertir en personajes secundarios. Es muy curioso, en España se dejan de hacer papeles protagonistas o se hacen muy contados. Es como si a partir de esa edad ya no fuéramos personas interesantes”, critica.
— “Hace poco me llegó un guion que decía: ‘Señora de 40 años’. Yo tengo más de 40 y no soy una señora. Cada mujer es un mundo y, sin embargo, no paramos de construir clichés alrededor de la edad”. Para derribarlo ella tiene una idea entre manos. “Hay muchas historias de mujeres que no se están contando y que yo quisiera ver. Así que me he propuesto empezar a hacerlas. Quiero reunir a un grupo de mujeres, que escribamos cosas y que comencemos a relatarlas”, señala.
— En su batalla por promover películas en las que se representen mujeres de todas las edades, nacionalidades, estratos sociales y tallas, también está la de conseguir que los estándares de belleza dejen de definir y sentenciar la autoestima. “Tú te puedes sentir guapa y segura y salir a la calle sin maquillaje, pero si alguien que al verte te pregunta si estás bien, y dice que se te ve mal, evidentemente te afecta. Tenemos instalado en el cerebro que las mujeres se tienen que arreglar para verse bien. Si no lo haces, te juzgan”.
— Confiesa que ahora se preocupa más por sentirse bien con ella y por aceptarse tal cual es y está.
— Termina este impredecible año rodando la cuarta temporada de la serie de Netflix Élite, donde se pone en la piel de Sandra, una poderosa narcotraficante. “Me queda por estrenar el corto El club del silencio, de Irene Albanel, y Errante corazón, una cinta de Leonardo Brzezicki [en la que comparte reparto con Leonardo Sbaraglia]”.

Ana Carrasco (piloto de motos): “En el deporte lo que manda son los resultados. Si ganas, todos te respetan”.

Ana lleva colorete Couture Blush en el tono N5 Nude Blouse y labial The Slim Illicit Nudes, ambos de Yves Saint Laurent Beauté; mono de Off-White y pendientes de Loewe.
Ana lleva colorete Couture Blush en el tono N5 Nude Blouse y labial The Slim Illicit Nudes, ambos de Yves Saint Laurent Beauté; mono de Off-White y pendientes de Loewe. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

— El 30 de septiembre de 2018, Ana Carrasco hizo historia. Se convirtió en la primera mujer del mundo en ganar un mundial de motociclismo a título individual. “Era el sueño de mi vida. Había trabajado mucho para conseguirlo”, reconoce la piloto, que lleva dos décadas pisando la pista.
— Con tres años la mayoría de los niños juegan a mantener el equilibrio en una bicicleta, ni siquiera se animan a pedalear y no caerse es todo un logro, pero Ana ya competía en campeonatos con una minibike que ni siquiera era suya. De hecho su padre, motero de corazón y mecánico con experiencia en carreras, se la había comprado a su hermana mayor, pero aquella niña de pelo rizado y mirada pilla la cogió y ya no la soltó nunca.
— La historia de Ana se cuenta en récords. Fue la mujer más joven en competir en una prueba de campeonato del mundo en su debut en Moto3 y también la primera española en puntuar. Apenas tenía 16 años. Con 20 se convertía en la primera mujer en ganar una prueba del Campeonato Mundial de Superbikes y con 21 completaba este circuito histórico proclamándose campeona del mundo de Supersport 300.
— “¿Que qué supone ser la primera mujer en ganar un mundial de motociclismo? No sé, es que para mí era un sueño, pero más como piloto que como mujer. Aunque viéndolo con perspectiva, creo que ha supuesto un cambio dentro de mi deporte, que en general había sido muy masculino. Creo que a partir de ese momento se están dando más oportunidades, no solo a mí, que ya he demostrado que puedo estar allí, sino también a las que vienen después”.
— Aunque creció rodeada de hombres —es la única mujer que compite en el mundial—, nunca se ha sentido marginada. “En el deporte lo que manda son los resultados. Si ganas, todos te respetan. La verdad es que no sé si siempre he sido aceptada, pero lo que sí sé es que no he hecho nada para encajar. Al final yo sé cómo soy y estoy orgullosa de ello”. Y se nota.
— Asegura que la ropa deportiva y los vaqueros son sus prendas favoritas y que de rituales de belleza sabe lo justo. “Creo que el mundo está girando hacia un punto en el que nosotras establecemos nuestras propias normas sobre lo que es ser bello, pero esto no quiere decir que le pase a todos. Al final, es algo que depende de cada una. Si tienes confianza en ti, lo que digan los demás te importa poco, pero si tienes dudas o eres insegura, posiblemente te afectará más”.
— Cuando no está compitiendo, entrena una media de ocho horas diarias y en su tiempo libre estudia Derecho en la Universidad Católica de Murcia. Ansía volver a coronarse con el título de campeona del mundo, pero su meta tendrá que esperar. El pasado 10 de septiembre sufrió un grave accidente durante un test en Portugal que le provocó la fractura de dos vértebras. Tras la operación, está en proceso de rehabilitación.
— Este solo es un bache más para la piloto de Kawasaki, que sigue teniendo como objetivo llegar a competir en la categoría MotoGP.

Desirée Bela-Lobedde (escritora): “El ideal de belleza blanca ha sido la norma. Y hemos querido asimilarla”.

Desirée lleva lápiz de ojos Dessin du Regard, de Yves Saint Laurent Beauté; vestido de Fátima Miñana, pendientes de Es Fascinante y zapatos de Salvatore Ferragamo.
Desirée lleva lápiz de ojos Dessin du Regard, de Yves Saint Laurent Beauté; vestido de Fátima Miñana, pendientes de Es Fascinante y zapatos de Salvatore Ferragamo. FOTOGRAFÍA: SERGI PONS / ESTILISMO: BERTA ÁLVAREZ

— “Soy de aquí, vivo aquí, pero no me siento de aquí porque no me permiten serlo”. Así señala Desirée Bela-Lobedde (Barcelona, 1978) la necesidad de mantener un debate sobre el racismo en España.
— Ensayista, activista y escritora, Bela-Lobedde lleva exponiendo desde 2011 los comportamientos xenófobos que brotan en el día a día. “El problema es la construcción conceptual que tenemos del racismo. La gente lo comprende como insultos, agresiones físicas, cosas obvias como el Ku Klux Klan… Pero estos actos son solo la punta del iceberg. Debajo hay frases sutiles y legitimadas que son racismo, pero que no se entienden como tal”, explica. “Esta manera de pensar tapa todas esas actitudes que pasan inadvertidas por cotidianas, preguntas como ‘¿cuánto tiempo llevas aquí?’, ‘¿por qué hablas tan bien español?’, ‘¿de dónde es una belleza tan exótica como tú?’. Y si respondo que soy de aquí, entonces repreguntan: ‘Pero ¿y tu familia de dónde es?”.
— Durante años, la escritora afrodescendiente —su familia es originaria de Guinea Ecuatorial— dio explicaciones de por qué es española y a la vez negra hasta que se aburrió. “A mis 41 años escojo mejor mis batallas”, suelta resignada.
— Fue precisamente esa sensación “de ser pero no ser” la que la llevó a escribir Ser mujer negra en España (Plan B, 2018), el título en el que relata qué significó ser niña, adolescente y, después, mujer en su país.
— La autora ilustra ese racismo oculto en el patriarcado, en el sexismo y en la belleza. Si rememora su adolescencia, recuerda que, en esa época, había pocas referencias de mujeres negras en la televisión. Y que las que había tampoco la representaban. “No se parecían a mí, quizá solo en el color de piel, pero no eran como yo. Era el tiempo de Naomi Campbell, Tyra Banks, Paula Abdul, todas con sus rasgos finos y cabellos lisos…”.
— El pelo es el hilo conductor de su empoderamiento. Su melena afro no fue solo su yugo, también fue su liberación, su bandera en la lucha contra el racismo y un símbolo de resistencia.
— “Durante generaciones el ideal de belleza blanca ha sido la norma, entonces quienes no somos así nos queremos asimilar, y dentro de ese proceso está alisarse el cabello”, detalla quien durante 15 años se sometió a esta “tiranía”, hasta que se convirtió en madre y decidió que no quería que sus hijas vivieran lo mismo. Así, se sumergió en lo que llama el activismo estético. “En mi caso es aprender y conseguir las herramientas tanto para entender por qué se da el fenómeno de asimilación como para superarlo”.
— Deshacerse de los estereotipos no ha sido sencillo. “Lo que tenemos que hacer es buscar nuestros cánones. Esas personas a las que nos parecemos y que no tienen por qué ser modelos”. Desirée sigue sin tener claro si alguna vez se ha sentido aceptada, menos aún si sus esfuerzos por serlo han surtido efecto, pero no le importa. Lo que sí sabe es que su relación con la belleza ha cambiado, dijo adiós al estigma de su afro y ahora disfruta de momentos de autocuidados, en los que lo importante es su bienestar y no una imagen de lo que debería ser.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/10/23/eps/1603444869_858410.html

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El parentesco de todas las almas del pueblo negro

Reseñas/África/Noviembre 2020/elpais.com

¿Qué significó la esclavitud para el africano? Se lo pregunta el sociólogo W.E.B. Du Bois en esta obra fundacional del pensamiento sobre la negritud, publicada en EEUU en 1903, que acaba de editarse en castellano

“De cuando en cuando, la asistencia a la escuela menguaba y yo salía de paseo a descubrir las razones”, escribe W.E.B. Du Bois en Las almas del pueblo negro, acerca de su experiencia como maestro de escuela en las montañas de Tennessee (EE.UU.), a finales del siglo XIX. Entonces, descubría cuánto necesitaban aquellas familias a sus niños en la época de cosechas, incluso para cuidar a los hermanitos menores. “Pero los mandaremos de nuevo la semana que viene”, le contestaban, cuando el profesor pasaba a interesarse por las ausencias.

Las almas del pueblo negro, que acaba de editarse en castellano (publicado por Capitán Swing), es un libro fundacional de la negritud, escrito por el sociólogo, historiador y activista por los derechos civiles, en 1903, como recopilación de las luchas de un siglo sangriento en el que los países americanos abolieron la esclavitud pero, a cambio, enviaron a sus ciudadanos afroamericanos a las primeras líneas de los frentes de guerra. Esta obra señalaba, además, el amanecer de un siglo en que el panafricanismo abriría paso a nuevas reflexiones. Porque África no había quedado en África, sino que ahora era parte del mundo entero.

“Para la mayoría de aquellos para los que la esclavitud era una vaga remembranza de la niñez, el mundo era algo enigmático: poco les pedía el mundo a ellos, por lo que ellos respondían con poco; sin embargo, el mundo se burlaba de lo que ellos ofrecían”, escribe Du Bois, en un pasaje de memorias titulado Del significado del progreso. Aquel desarraigo de los descendientes de esclavos que describía Du Bois alcanzaba a Norteamérica, tan lejos y tan cerca de África, y parece haber surcado todo el siglo XX como la gran paradoja de los africanos de la diáspora.

Y quizá esa sea la carga que buscaron aligerar los intelectuales que, en Europa, guiaron los movimientos panafricanistas, desde Aimé Cesaire y Léopold Sédar Senghor hasta los dirigentes de la gran ola contra la segregación racial y el poder negro de los años sesenta, en el resto del planeta. Entre ellos, algunos Panteras Negras, que terminaron viviendo y muriendo en el continente de sus antepasados, como fue el caso de Stokely Carmichael, que nació en Trinidad y Tobago (en 1941), se crio y estudió en la universidad de Washington, y luego pasó casi toda su vida adulta en Guinea Conakry, como alumno del ghanés Kwame Nkrumah y como asesor del presidente Ahmed Sekou Touré.

De ahí el valor de repasar las almas del pueblo negro que nutrieron trayectorias de vida a ambos lados del Atlántico y al norte y el sur del Mediterráneo. Esta obra de un norteamericano sobre Norteamérica, que arranca con la pregunta “¿qué se siente cuando se es un problema?”, permite surcar los océanos en otros barcos: “[Un negro americano] no querría blanquear su alma negra en una oleada de americanismo blanco, pues sabe que la sangre negra tiene un mensaje para el mundo”.

El doble rasero

Du Bois habla de la «doble consciencia»: “Es una sensación peculiar, esa sensación de mirarse siempre a uno mismo a través de los ojos de los otros, de medir la propia alma con el baremo de un mundo que observa con desdén jovial y con lástima. Uno siempre siente esa dualidad: un americano, un negro; dos almas, dos formas de pensar, dos luchas irreconciliables; dos ideales en combate en un cuerpo oscuro, cuya fuerza obstinada es lo único que le impide romperse en pedazos”.

La doble consciencia parece una consecuencia del doble rasero social que no dejan de sufrir algunos sectores de la población, según pasan las décadas. Sin embargo, Du Bois quiere examinarlo, a fondo, en primera persona: “La historia del negro americano es la historia de esta contienda, de ese anhelo por alcanzar una madurez consciente, por fundir ese doble ser en uno mejor y más verdadero”.

La abolición de la esclavitud fue la llave de la primera puerta, pero tras esa, los pensadores y los activistas encontraron muchas otras puertas cerradas: “Trabajo, cultura, libertad, todo esto nos hace falta, no por separado, sino de forma conjunta, no sucesivamente sino al mismo tiempo (…) El problema negro no es más que una prueba concreta de los principios subyacentes a la gran república, y la lucha espiritual de los hijos de los libertos representa el duro trabajo de unas almas cuya carga casi sobrepasa los límites de sus fuerzas, pero que la soportan en nombre de una raza histórica, en nombre de esta tierra, la tierra de los padres de sus padres, y en nombre de la oportunidad humana”.

La barrera de color

Du Bois revisa las preguntas de antes y después de la cruenta contienda civil norteamericana, cuando los esclavos fugitivos eran tratados como contrabando de guerra (se los entregaban a los dueños en cuanto estos los iban a buscar), hasta describir el momento en que la Casa Blanca los emancipó para convertirlos en trabajadores. Narra los experimentos sociales del XIX, la iracundia de los blancos y sus acciones ante los sesgados tribunales de Justicia, así como el naufragio de la llamada Oficina de los Libertos. Como si no tuviera más de un siglo de antigüedad, en el libro se lee que hay zonas en las que el destino de la población es la muerte o la cárcel, ante lo que Du Bois anticipa: “El problema del siglo XX es la barrera de color”.

La actualidad de Las almas del pueblo negro radica en la profundidad con la que Du Bois aborda asuntos tan ligados entre sí como la educación y su contracara, la alienación del delito. Parece un ensayo de hoy cuando enfatiza en la necesidad de una sólida red de escuelas públicas con igualdad de acceso y en su certera definición de la función de la universidad: “No es simplemente enseñar a ganarse el pan, proporcionar maestros a las escuelas públicas o ser un centro de reunión social; ha de ser, ante todo, el órgano de ese ajuste armónico entre la vida real y un conocimiento de la vida cada vez mayor, un ajuste que constituye el secreto de la civilización”. Esto reflexiona mientras él mismo viaja en el vagón Jim Crow, el de los segregados.

El espíritu del panafricanismo

“¿Qué significó la esclavitud para el africano?”, se pregunta Du Bois. Y continúa: “¿Qué juicio le merecían el bien y el mal, Dios y el diablo? ¿Adónde fueron sus ansias y sus esfuerzos y, por lo tanto, dónde se ubicaban sus dolencias y sus desilusiones”. Entonces nos invita a leer la impotencia frente al látigo, sin sobreactuar pena alguna, sino explicando la hondura del flagelo que llevó a los esclavos a tener una vida espiritual tan poblada, llena de música, guiada por el carismático predicador y, por lo tanto, incitando a los investigadores sociales a indagar sin prejuicios en el sentimiento religioso, las idolatrías y sus catarsis: “La música de la religión negra es esa quejumbrosa melodía rítmica de emotivas cadencias menores que, a pesar de la caricatura y la profanación, sigue siendo la expresión más original y hermosa de la vida y las fatigas humanas nacida hasta ahora en suelo norteamericano”.

Por último, Du Bois explicita el deseo de que “broten” de su libro “pensamientos vigorosos y acciones sensatas”. Justamente, la imagen que ilustra estas líneas forma parte de uno de esos brotes, en este caso, artístico, gracias a la inspiración del pintor marfileño Roméo Mivekannin, que expone, en estos días, su serie titulada Las almas del pueblo negro, en la galería Cecilie Fakhoury de Abiyán (Costa de Marfil), y de la que daremos cuenta en este mismo espacio.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/10/28/africa_no_es_un_pais/1603905538_517123.html

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Juan Salvador Gaviota: Volar y vivir, conocer y amar

Juan Salvador Gaviota: Volar y vivir, conocer y amar

Una llamada a la autenticidad, a descubrir en nuestro interior la invitación a la excelencia.

Richard Bach (1936) es conocido fundamentalmente por la célebre Juan Salvador Gaviota (Jonathan Livingston Seagull: a story, 1970), novela en la que funde exitosamente las ideas de vuelo y vida.

Vivir es volar. Volar como todos, como cualquiera de la bandada, es vivir mediocremente. Es un mensaje que caló hondamente y obtuvo amplio eco. Porque es una llamada a la autenticidad, a descubrir en nuestro interior la invitación a la excelencia.

La obra, ágil, breve, de fácil lectura, está estructurada en tres partes.

En la primera parte se nos presenta al personaje protagonista, cuyo nombre da título a la novela. Pronto averiguamos que «no era un pájaro cualquiera» ya que mientras que «para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer», esta gaviota singular quiere alcanzar la perfección en el vuelo. Ahí encuentra el sentido de la vida y la belleza de la existencia.

Intenta transmitir ese gozo puro al resto de la bandada. Pero ellos no quieren volar. Quieren comer. Nada más. Acaban expulsándolo: «pasó el resto de sus días solo, pero voló mucho más allá de los lejanos acantilados».

Lo peculiar de la novela radica en lo que narra en las partes segunda y tercera.

Tras lograr activamente el máximo nivel, vinieron por él. Descubre entonces que hay distintos niveles de existencia. Él pertenece a una bandada de orden superior, celestial. Ese parece su lugar, esa parece su bandada, esos parecen sus hermanos “auténticos”.

En este plano tiene hasta un instructor (Rafael, en la versión española). Le adiestra, le anima y le informa de que hay una serie de mundos, cada uno de orden superior, y «elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido en este. No aprendas nada y el próximo mundo será igual que éste, con las mismas limitaciones y pesos de plomo que superar».

Más adelante encuentra una gaviota inmensamente sabia, Chiang, de quien recibe numerosas revelaciones. Por ejemplo: el cuerpo «no es más que pensamiento puro; nothing more than thought itself». De ahí que vivir más plenamente es entender más. Progresar es comprender: «¡Olvídate de la fe! […] Tú no necesitaste fe para volar, lo que necesitaste fue comprender lo que era el vuelo».
Al plantear así la perfección surge, entre otros, el problema del final del proceso. Y se trata de lo más complicado, «lo más difícil, lo más colosal, lo más divertido de todo […] comprender el significado de la bondad y el amor».

Hay una intuición fuerte en ese sentido: la cumbre de la perfección es el amor. Así, las últimas palabras de Chiang son: «Juan, sigue trabajando en el amor». Seguir trabajando el amor equivale a descubrir que su misión es volver a la primera bandada y animarles a progresar o, lo que es lo mismo, convertirse él mismo en instructor. Su soledad, cuando fue expulsado, se debió a que no entendió que la felicidad obtenida con la perfección no se acababa en él sino que, como dicen los clásicos, bonum diffusivum sui: lo bueno ha de darse, comunicarse. Y algo de esto es el amor.
Juan desciende a la primera bandada y allí encuentra otras gaviotas inadaptadas. Las instruye, encuentra dificultades, traiciones, adhesiones. Y cura enfermos. Y resucita muertos. Y hace discípulos que serán, a su vez, nuevos adiestradores.

Hay una cuestión lingüística de la versión española que me parece digna de destacar. Los nombres de varios personajes importantes son vertidos de un modo un tanto peculiar. Así, Jonathan Livingston pasa a ser Juan Salvador (!!!), con lo que queda alterado el título mismo (no ocurre así en las versiones francesa, italiana o alemana: Jonathan Livingston le goéland; Il gabbiano Jonathan Livingston; Die Möwe Jonathan); el instructor “celestial” pasa de ser Sullivan a Rafael; y el primer discípulo “terrestre” pasa de Fletcher Lynd a Pedro Pablo. Hay varios ejemplos más de este tipo de traducción “creativa”. ¿Es fruto del azar o un intento de acercar a Juan Salvador con Jesucristo, a su instructor celestial con el ángel Rafael y a su discípulo con S. Pedro?

En otro orden de cosas, subrayemos que el proceso de perfeccionamiento es un proceso cognoscitivo, de comprensión creciente. Y, por eso mismo, al percibir que lo máximo es el amor, se produce una paradoja: en la cumbre del (auto)conocimiento nos encontraríamos con algo no cognoscitivo sino del espectro volitivo-afectivo.

Tras una jerarquía de mundos, se descubre que lo máximo no consiste en seguir autoperfeccionándose para apartarse de la manada. Lo máximo es comprender que «Cada uno de nosotros es en verdad una idea de la Gran Gaviota, una idea ilimitada de la libertad […] y el vuelo de alta precisión es un paso hacia la expresión de nuestra verdadera naturaleza». Y amarlas es comprender, «practicar y llegar a ver la verdadera gaviota, ver el bien que hay en cada una y ayudarles a que lo vean en sí misma. Eso es lo que quiero decir por amar».

En definitiva, en la primera parte logra ilusionar con la idea de buscar la propia plenitud. En la segunda, nos quita la urgencia por alcanzar la perfección ya que sostiene que lo que no hagamos en esta vida nos esperará indefinidamente en sucesivas vidas.

El proceso hacia la plenitud es un proceso de comprensión. Por eso, en la tercera parte se constata que el amor (plenitud) es difícil: porque es complejo (no imposible) llegar al amor desde el conocimiento. La cumbre del conocimiento es un concepto (en la novela, la idea de la Gran Gaviota) y, por tanto, algo que no puede ser amado (de hecho, en la obra no se ama a la Gran Gaviota sino a su imagen, su reflejo, en las gaviotas de la bandada): nadie reza a un concepto, que decía Wilamowitz.

Ese amor, difícil porque sólo es posible tras la comprensión, viene al final. Y sólo es posible el amor del que es perfecto y superior (el que ya ha comprendido) hacia el inferior; no del niño al padre, porque el niño no sabe.

Esta dificultad no es nueva en la historia. Si lo supremo (la Gran Gaviota o Dios mismo) es sabiduría, entonces nuestra comprensión siempre será imperfecta, sólo cabría una especie de teología negativa. Si, por el contrario, Dios es amor, entonces la actitud correcta, la vía de plenitud no excluye ni exige la comprensión ya que estriba en la veneración amorosa, en la adoración reverente.

Así el amor, la libertad, la plenitud, se hace accesible a todos. Incluso, más accesible a los niños y gente sencilla que a los eruditos.

Desarga el libro en este enlace: https://www.forodeliteratura.com/biblioteca/datos/bachrichard/gaviota.pdf

 

Fuente de la Información: https://es.aleteia.org/2020/11/01/juan-salvador-gaviota-volar-y-vivir-conocer-y-amar/

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