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Libro La colonialidad del saber: eurocentrismo y Ciencias Sociales

Edgardo Lander. [Compilador]

Enrique Dussel. Edgardo Lander. Walter D. Mignolo. Fernando Coronil. Arturo Escobar. Santiago Castro-Gómez. Alejandro Moreno. Francisco López Segrera. Aníbal Quijano. [Autores de Capítulo]

Secretaría Ejecutiva.
ISBN 950-9231-51-7
CLACSO.
Buenos Aires.
Mayo de 2003
En los debates políticos y en diversos campos de las ciencias sociales, han sido notorias las dificultades para formular alternativas teóricas y políticas a la primacía total del mercado, cuya defensa más coherente ha sido formulada por el neoliberalismo. Estas dificultades se deben, en una importante medida, al hecho de que el neoliberalismo es debatido y confrontado como una teoría económica, cuando en realidad debe ser comprendido como el discurso hegemónico de un modelo civilizatorio, esto es, como una extraordinaria síntesis de los supuestos y valores básicos de la sociedad liberal moderna en torno al ser humano, la riqueza, la naturaleza, la historia, el progreso, el conocimiento y la buena vida. Las alternativas a las propuestas neoliberales y al modelo de vida que representan, no pueden buscarse en otros modelos o teorías en el campo de la economía ya que la economía misma como disciplina científica asume, en lo fundamental, la cosmovisión liberal. La expresión más potente de la eficacia del pensamiento científico moderno es lo que puede ser descrito literalmente como la naturalización de las relaciones sociales, la noción de acuerdo a la cual las características de la sociedad llamada moderna son la expresión de las tendencias espontáneas, naturales del desarrollo histórico de la sociedad. La sociedad liberal industrial se constituye –desde esta perspectiva– no sólo en el orden social deseable, sino en el único posible. Esta es la concepción según la cual nos encontramos hoy en un punto de llegada, sociedad sin ideologías, modelo civilizatorio único, globalizado, universal, que hace innecesaria la política, en la medida en que ya no hay alternativas posibles a ese modo de vida.
Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/buscar_libro_detalle.php?id_libro=247&campo=titulo&texto=ciencias%20sociales
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Colombia: “La medicación no puede ser nunca la primera línea de acción en el TDAH”

Colombia/28 de junio de 2016/Fuente: el diario

El enfoque terapéutico del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) ha evolucionado desde el modelo médico al tratamiento multimodal, en el que el aspecto socioemocional del afectado es fundamental. La Fundación CADAH llama la atención sobre un trastorno que es real, muchas veces invisible, y que afecta al futuro de la persona y de la sociedad.

Una conferencia del psiquiatra Luis Rojas Marcos marcó hace días el acto central del décimo aniversario de la Fundación Cantabria Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (CADAH). Ante 750 personas reunidas en Santander, el doctor recalcó que el TDAH es real y reclamó «apoyo incondicional» para quienes lo padecen.

La entidad cántabra cuenta entre sus profesionales con Sara Ortega Tapia, especialista en neuropsicología, quien coincide con Rojas Marcos en la necesidad de seguir divulgando y formando sobre un trastorno «relativamente reciente» y que sigue cuestionándose.

El TDAH o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es un trastorno del neurodesarrollo de carácter crónico, que afecta a entre un 5 y un 10% de la población infantil, llegando incluso a la edad adulta al 60% de los casos. Tiene tres perfiles: el hiperactivo, el inatento y el combinado de los anteriores, que son la mayoría.

En el trastorno por hiperactividad, los síntomas son muy evidentes: no paran quietos, no cumplen las normas, son impulsivos, no terminan las tareas. Mientras que los niños inatentos, por el contrario, «son lentos, adormilados, y esto se traduce en su funcionamiento cerebral, no tienen fluidez verbal. Miran, pero no ven; oyen, pero no escuchan. Procesan de forma incompleta y con lagunas», explica Ortega Tapia.

¿Qué ocurre con un niño inatento? Que a nivel de comportamiento, no da problemas, es introvertido y se le puede confundir con un niño torpe y con poca capacidad. Es el que Ortega llama «alumno invisible»,  que acaba teniendo bajo rendimiento escolar y un desfase curricular «enorme» con respecto a sus compañeros. No llegas a identificar que su problema es un TDAH.

«Es el mismo trastorno, pero en uno está más acusada la parte cognitiva, el déficit de atención, y en el otro hay un problema en la regulación de los impulsos. Son completamente diferentes, el perfil y sintomatología, y, por supuesto, el tratamiento», señala.

Traducción a cifras

La Fundación CADAH atiende entre 70 y 75 niños en sus aulas de Santander. El grueso, alrededor de un 65 por ciento, son perfiles combinados, mientras que el resto se reparte a partes iguales entre perfiles atencionales y perfiles hiperactivos-impulsivos.

Según las estadísticas, habría un caso por aula, por lo que «no salen las cuentas, hay muy pocos diagnosticados». A juicio de Ortega, lo que se producen son errores: no se detecta (infradiagnóstico), se diagnostica sin que lo sea (sobrediagnóstico) y, por supuesto, el mal diagnóstico.

Reitera que «si solo me fijo en la punta del iceberg, un niño nervioso, difícil, que no hace caso, que no quiere estudiar, podría encajar como TDAH, pero quizás no lo sea. Porque hay otros factores, como la educación parental o la influencia del entorno que puede interferir en el comportamiento. Por el contrario, otros con el trastorno, pasan desapercibidos en la categoría de niños torpes o malos».

Esta especialista, acreditada como Psicóloga General Sanitaria, habla por experiencia, por su trabajo en la Fundación, en dónde reciben a todas las familias, vayan o no con un diagnóstico. «El problema es que no es un modelo perfecto. Si hubiera una analítica de sangre, la criba sería perfecta, pero no es así», concluye. Por eso anima a los padres con dudas a que se acerquen a la sede de esta organización benéfico-asistencial.

El diagnóstico y las dianas de intervención

Ortega Tapia explica que «el diagnóstico es muy complicado, porque requiere de especialistas y, sobre todo, de una observación exhaustiva y en diferentes ambientes naturales para el niño», pero reconoce que el sistema de la Seguridad Social no tiene ese tiempo. Lo que se hace para diagnosticar es recoger información del colegio y la familia y observar en una o dos sesiones y esto «no es suficiente», indica.

«Hay que ir mucho más allá», señala Ortega, quien insiste en que «lo que vemos es la punta del iceberg, pero debajo están las verdaderas dianas para la intervención: problemas de autoestima, problemas académicos o dificultades en la interacción social».

La medicación como única intervención

La especialista define el tratamiento como una mesa con cuatro patas, en las que estas son el trabajo con la escuela, con el afectado, con la familia y la medicación. Pero recalca que antes de pautar un medicamento, hay que probar otras vías no farmacológicas, como las modificaciones ambientales en el hogar, la intervención psicopedagógica con el afectado y adaptaciones curriculares. Solo cuando no se llega con esto es cuando necesitamos apoyo de fármacos.

«Pero nunca, nunca, la farmacoterapia sola va a ser una medida efectiva, porque reduce los síntomas durante unas horas, pero es una ilusión momentánea, porque vuelve, y hay un momento en el que no consigue abarcar lo que está bajo el iceberg que, en la adolescencia, estalla».

Al respecto, puntualiza que «la medicación no enseña a las familias cómo corregir y cómo reeducar a alguien con TDAH. No enseña una manera eficaz de castigar, incentivar, recompensar. Mientras que al afectado, la medicación no le enseña comprensión oral cuando tiene delante un examen que no entiende, ni habilidades sociales». «Sí evita que seas impulsivo, pero no te enseña la manera correcta de hacer amigos, ni de conservarlos», recalca.

Sin embargo, sí cree que ha avanzado la idea de que el tratamiento efectivo es el multimodal, no solo para controlar la sintomatología en el momento presente, sino para prevenir problemas futuros.

En la Fundación, Ortega Tapia es la responsable del área clínica y aconsejan e informan a los padres, porque la mayoría de los diagnósticos van acompañados de unas pautas de medicación. «¿Qué hay muchos niños a los que se les podría retirar la medicación y con intervenciones no farmacológicas podrían funcionar? Sí, rotundo. ¿Que no se puede porque hacen falta recursos económicos, tiempo e implicación personal? Sí, también», destaca Ortega, quien se refiere luego al sistema educativo, para decir que «no es para nada facilitador».

Formas de aprendizaje arcaicas

«Incluso con pizarras digitales, es un sistema pasivo en el que el profesor vuelca, lee información», se lamenta Ortega. «En diez años nos hemos vuelto tecnológicos y los canales de comunicación son visuales», explica Ortega. «La educación, para que se interiorice y sea significativa, tiene que tener un significado para el niño, tiene que ser atractiva, ligada a experiencias y emociones positivas, a lo tangible».

«Tenemos niños que están en 6º de Primaria que no entienden que dividir es repartir, no lo entienden. Y todo esto, pensemos en un alumno con TDAH, con más dificultades aún de comprensión y de razonamiento lógico. No entienden que multiplicar es sumar muchas veces lo mismo. Si no entiendo eso, que más me da la operativa, que más me da que sepa la tabla de multiplicar, si no lo entiende».  «Así que, hasta que no entendamos que eso, para todos los alumnos es malo, pero para los niños y niñas con TDAH es malísimo, no vamos a mejorar el fracaso escolar en general», apostilla.

La neuropsicóloga de la Fundación CADAH propone cambios que no implican más recursos. Cambiaría la metodología de aprendizaje, con métodos más atractivos y que motiven al alumnado: por grupos, trabajo por proyecto, uso de materiales, presentaciones. Es decir, potenciar una enseñanza visual frente a una centrada en la escucha. Especialmente se refiere a un niño con hiperactividad, al que le cuesta mucho inhibir todos los estímulos cuando el canal es la vía auditiva. Dice que cuando utilizas con ellos canales visuales, su eficacia atencional aumenta exponencialmente, porque les llama la atención.

«Los niños han cambiado –agrega- no son como nosotros. Tienen una oferta de elección más amplia y están acostumbrados a lo instantáneo, a estímulos rápidos y simultáneos. Escuchan a una profesora, me interesa, conecto; no me interesa, desconecto».  Así que afirma tajante: «O la educación la hacemos atractiva y cambiamos esas formas arcaicas en las que el profesorado habla durante una hora; o integramos a los niños en el proceso de aprendizaje, o será cada vez peor».

Fundación CADAH

La Fundación CADAH nació hace diez años por el desconocimiento social del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la necesidad de su difusión y para que los afectados pudieran obtener la ayuda y atención necesaria para la superación de su trastorno y así evitar la exposición a los riesgos que acompañan al mismo (problemas de conducta, baja autoestima, rechazo social, ansiedad).

En estos años se ha convertido en un referente nacional e internacional gracias a su posicionamiento en internet. En Cantabria, es la única entidad que tiene un trabajo sistemático que incluye al centro, la familia, lo sanitario y la intervención directa con los niños. Lo que ocurre es que es un proceso que necesita tiempo y recursos, por eso, en CADAH, son expertos en «estirar los recursos» y cuentan también con una gran parte de voluntariado vocacional en su trabajo, apunta Ortega.

Ofrecen charlas gratuitas y acuden a los colegios y a las Asociaciones de Madres y Padres (AMPAS) que se lo piden. Lo hacen porque entienden que la sociedad tiene que avanzar en este sentido, formarse y sensibilizarse en un tema que es bueno para la familia y para prevenir el fracaso escolar, con el impacto económico positivo que eso supone.

En esta línea, con un guiño al programa ‘El Veranuco’ del Ayuntamiento de Santander, la Fundación CADAH organiza en este periodo el Descansuco. En etapas de tres semanas, harán actividades de entrenamiento cognitivo, habilidades sociales y psicomotricidad, encaminadas a dotar a los niños de estrategias y habilidades de cara al reto del nuevo curso escolar.

El primer programa empieza esta semana, desde el 27 de junio hasta el 15 de julio; y el segundo, desde el 1 hasta el 19 de agosto. Está destinado a alumnado de Primaria, Secundaria y adultos jóvenes, uno, dos o tres días por semana.

Fuente: http://www.eldiario.es/norte/cantabria/sociedad/medicacion-puede-primera-accion-TDAH_0_531247679.html

Imagen: http://images.eldiario.es/norte/cantabria/cantabria/Sara-Ortega-Tapia-Fundacion-CADAH_EDIIMA20160627_0620_19.jpg

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Libro: Pedagogía de la Autonomía

Pedagogía de la Autonomía Paulo Freire
En Pedagogía de la autonomía, Freire nos convoca a pensar acerca de lo que los maestros deben saber, y de lo que deben hacer, en el proceso de la enseñanza y el aprendizaje, sobre todo cuando el énfasis está puesto en educar para lograr la igualdad, la transformación y la inclusión de todos los individuos en la sociedad. Freire no va a justificar el analfabetismo o la no asistencia a las escuelas por la irresponsabilidad de los padres o por el resultado de sus bajos ingresos, porque para él la educación y las posibilidades que ella brinda de mejoramiento de la humanidad son fundamentales en su concepción sobre la liberación de los individuos y su inclusión en las sociedades.
Nos ofrece un marco conceptual relacionado con la práctica de los profesionales de la educación, quienes para este autor estarán comprometidos tanto con la enseñanza como con el aprendizaje. Articula un total de veinte «saberes» o principios a tener en cuenta, vinculados a tres capítulos principales, los cuales a su vez son los pilares conceptuales de esta obra: No hay enseñanza sin aprendizaje; enseñar no es transferir conocimientos; y el proceso de educar es sólo una empresa humana.
El primer principio entraña una profunda concepción de Freire, mediante la cual nos conmina a pensar en la interacción entre educar y enseñar. Una no existe sin la otra, al tiempo que demandan del diálogo con y del respeto por el educando y por su concepción del mundo.
Freire señala que la educación basada en la interacción entre educar y aprender requiere seguir los siguientes pasos: observa un rigor metodológico; desarrolla la investigación; respeto por el conocimiento particular de cada estudiante; ejercita el pensamiento crítico; respeta la ética y estética; haz lo que dices y arriésgate aceptando lo nuevo, al tiempo que rechazas cualquier forma de discriminación; reflexiona críticamente acerca de las prácticas educacionales; y asume tu identidad cultural.
Freire condenó las ideas fatalistas mediante las cuales se acepta la inmovilidad ideológica, de que «la realidad es lo que es y qué podemos hacer ante eso». Ponderó la capacidad del educador de tomar decisiones que transformen las realidades de los estudiantes, de preconcebidas y desesperanzadas en esperanzadoras y llenas de posibilidades. Su aproximación a la educación se nutre de sus experiencias directas con los procesos de individuos en el camino de lograr su liberación personal: «hay que lograr la expulsión del opresor de dentro del oprimido», nos dirá.
Este libro entraña una tremenda contribución a la enseñanza como profesión mayor. Debe ser lectura obligada de todo maestro en este mundo y en especial en América Latina y el Caribe, porque sin dudas aporta nuevas ideas acerca de las maneras más efectivas de formar a los educadores, y acerca de las reformas que todavía los sistemas de enseñanza deberán emprender, para hacerlos formadores reales de individuos imbricados en sus sociedades.
https://www.dropbox.com/s/f45menxl90udjy4/paulo%20freire%20-%20pedagogia%20de%20la%20autonomia.pdf
Fuente: http://blogelartedeeducar.blogspot.com/2013/09/libro-pedagogia-de-la-autonomia-en-pdf.html
Imagen: http://derechoepja.org/wp-content/uploads/2015/05/pedagogia-de-la-autonomia.jpg
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Informe INEE 2016 sobre la Educación obligatoria en México

México/28 de junio de 2016/ Fuente: Universia

El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación presentó la tercera edición de su informe “La educación obligatoria en México”

El INEE, dedicado a analizar la educación obligatoria, como también de coordinar las tareas en evaluación educativa y aportar ideas para el mejoramiento de las mismas, ha realizado este año el tercer informe de “La educación obligatoria en México” que tiene como fin brindar un diagnóstico sobre el sistema educativo para propiciar una mejor toma de decisiones en las políticas educativas del país.

El presente informe está dirigido a todo público que se relacione con la educación en el país, como maestros, estudiantes, académicos y autoridades educativas que quieran informarse sobre cómo se está implementando un derecho tan esencial como la educación obligatoria, cuáles son los problemas que presenta en la actualidad y qué retos se deberán resolver a futuro.  La elaboración de este documento es una investigación del INEE, organismo reconocido a nivel nacional por su autoridad en materia de evaluación educativa.

Dicho informe se conforma por 7 capítulos, separados en dos partes: la primera de ellas muestra a grandes rasgos el estado de situación de la educación obligatoria en México, y la segunda ofrece algunas alternativas para garantizar la cobertura e igualdad de la educación en todos los individuos que residen en el país. El documento intenta responder cómo se puede lograr una propuesta educativa que cumpla con todos los criterios de calidad y prepare a los estudiantes para que puedan acceder a buenas condiciones de vida y colaboren a través de sus conocimientos con el crecimiento de la comunidad.

Puedes acceder al informe completo en este enlace

 

En las últimas décadas se han realizado numerosos esfuerzos por parte de las autoridades y las instituciones educativas para brindar una educación acorde al contexto, las necesidades de la población y las exigencias del mercado. Para saber si las medidas implementadas han funcionado, se analiza el logro escolar de los estudiantes en los distintos niveles educativos que deben transitar.

Sobre los ámbitos que se deben mejorar para garantizar una educación obligatoria de calidad, se destaca las notorias diferencias de aprendizaje de acuerdo a los contextos de los estudiantes. De acuerdo a esta investigación, a mayor marginación de las comunidades, menores son los niveles de logro escolar de los estudiantes. Las condiciones socioeconómicas siguen siendo un factor determinante en la educación, y se registran de manera contante tanto en nivel primario, como en secundario.

En cuanto a las mejoras, los resultados demuestran que el país ha avanzado en el área de Lectura y Matemáticas, de acuerdo a los resultados de los estudiantes. Este fenómeno se extiende tanto en el nivel de primaria, como en secundaria.

Para seguir creciendo y garantizar una educación obligatoria de calidad, es de vital importancia la contribución de todos los actores educativos, como docentes, padres, y autoridades, que brinden, cada uno desde su lugar, soluciones disruptivas para mejorar el proceso educativo de manera integral.

Fuente: http://noticias.universia.net.mx/educacion/noticia/2016/06/27/1141186/informe-inee-2016-educacion-obligatoria-mexico.html

Imagen: http://noticias.universia.net.mx/net/images/educacion/i/in/inf/informe-sobre-educacion.jpg

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Nuevo Cuaderno SITEAL/TIC – Primera infancia frente las pantallas. De fenómeno social a asunto de Estado

Fuente: IIPE Buenos Aires   / 27 de junio de 2016

La relación que los niños y niñas establecen desde muy pequeños con las tecnologías digitales, así como el efecto que éstas pudieran ejercer sobre el desarrollo de los infantes, son actualmente temas de debate tanto en el  ámbito de lo privado como de las políticas públicas. Dado el escenario contemporáneo, existe el consenso de que uno de los factores que inciden en el desarrollo de los pequeños es su inscripción, desde que nacen, a la denominada cultura digital. El documento escrito por Valeria Kelly propone la exploración de enfoques teóricos, de las políticas y experiencias que dan cuenta de la relación entre la primera infancia y las pantallas, con el objetivo de identificar tendencias, presentar algunas  tensiones y trazar posibles vías de intervención de política educativa orientadas al desa rrollo integral de los niños y niñas.

Descargue aquí, el Cuaderno SITEAL / TIC

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Locating the Processes of Policy Change in the Context of Anti-Rape and Domestic Worker Mobilisations in India

Fuente UNRISD / 27  de junio de 2016

This research seeks to address the question of when and why the state in India responds towomen’s claims making by foregrounding the mobilizations of women’s groups on two issues: anti-rape laws and domestic work. In particular, it analyses the relationship between women’s claims making and laws and policies, especially focusing on the issues around which mobilizations take place, the processes and strategies of claims making by women’s groups, and the processes through which the changes in laws and policies occur. The research addresses these concerns at both a national level, as well as two subnational levels, Gujarat and Karnataka. It also compares the differences and similarities in mobilizations, structural configurations, actors and coalitions between the two issue areas, and across the levels (national and subnational).

The research draws on Mala Htun and Laura Weldon’s framework for analysing gender-egalitarian policy change as well as Nancy Fraser’s analysis of needs interpretation, multiple publics and representation. It is a qualitative research study, drawing on 62 interviews with key actors at both national and subnational levels, and an extensive resource of secondary material, which is particularly abundant on anti-rape mobilizations in India.

The report argues that state responses to women’s claims making provide a complex and variegated picture of a non-linear, slow, sporadic and contingent process of policy change, with iterations and reiterations by women’s groups met over a period of time by non-responses, intermittent gains, reversals and wars of attrition by the state. Domestic worker mobilizations have not had as long and consolidated a history as the anti-rape ones, which is reflected in the nature of state responses—with policy change and law reform in domestic work remaining sporadic and scattered, whereas there have been widespread reforms in anti-rape laws, albeit with as many reversals as gains. Apart from mobilizations by groups on issues, which have been a key factor for policy change, other factors such as champions in government, mass demonstrations and protests, the openness (or lack thereof) of the policy process, strength of networks are some of the other factors that determine when and why states respond to women’s claims making.

Shraddha Chigateri is Research Fellow, and Mubashira Zaidi and Anweshaa Ghosh are Research Analysts at the Institute of Social Studies Trust, India.

You can also download each chapter separately.

Preliminary Matter

Chapter 1: Introduction

Chapter 2: Framework and Methodology

Chapter 3: Anti-Rape Mobilisations in India

Chapter 4: Domestic Worker Mobilisations in India

Chapter 5: Comparative Analysis

Chapter 6: Claiming against the Grain

Chapter 7: Conclusions

Appendices and References

 

Locating the Processes of Policy Change in the Context of Anti-Rape and Domestic Worker Mobilisations in India

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Otra escuela es posible: Samuel Johsua, Une autre école est possible! Manifeste pour une éducation émancipatrice, París, Textuel, 2003

 

Por: SALUSTIANO MARTÍN

[Reseña de: Samuel Johsua, Une autre école est possible! Manifeste pour une éducation émancipatrice, París, Textuel, 2003]

1.

El año 2003 ha contemplado en Francia la rebelión de los profesores contra la política del Ministerio de Educación. Las huelgas y las manifestaciones se han sucedido y, en cierta medida, han hecho retroceder una política pensada para destruir la enseñanza pública en beneficio de la mercantilización de la educación: en beneficio de la enseñanza elitista, y de la reproducción y ahondamiento de las diferencias sociales. La política neoliberal del gobierno Raffarin se hace eco de las políticas educativas de los otros países europeos, de la política educativa estadounidense. Como sucede con la sanidad o los demás servicios sociales, la educación está en venta. Esa es la música de la globalización neoliberal.

Samuel Johsua, profesor de ciencias de la educación en la Universidad de Provenza y miembro del comité de educación de ATTAC-Francia, se suma aquí a la lucha contra la globalización destructiva y añade, al “otro mundo es posible” de los altermundialistas, un “otra escuela es posible”. La destrucción debe ser parada, pero, para ello, junto a las luchas cotidianas contra los desafueros legislativos de la banda privatizadora, debe ponerse en pie una alternativa: aquí y ahora es posible una “educación emancipadora”. No conservar la vieja escuela pública desigual; impedir la “postmoderna” escuela privada al servicio de los mercaderes (disgregadora del tejido social, destructiva de la fuerza cultural de los grupos sociales desheredados): conseguir una educación (verdaderamente) popular en la perspectiva de una sociedad liberada del despotismo de los mercados.

Johsua divide su libro en tres partes, lógicamente relacionadas. Primero, establece la clase de enemigo que tiene la escuela pública emancipadora, y la profundidad y alcance de los ataques que está sufriendo. Luego, enuncia algunas cuestiones teóricas que extraen de la historia las respuestas que los movimientos obreros y la izquierda política han dado a las necesidades educativas de los expropiados. Por fin, propone sucesivamente los diversos niveles de una alternativa construida hacia adelante (la utopía como acicate), pero que no pierde de vista la deriva destructiva presente ni la actual correlación de fuerzas.

Para señalar el espacio de la lucha por una escuela emancipada, Johsua comienza identificando, en las reformas educativas de los gobiernos socialistas de la era Jospin, una cabeza de puente de la ofensiva neoliberal en el terreno educativo: en Francia (como en Italia o España) la política educativa de los gobiernos llamados de izquierdas (Olivo, PSOE) ha sido funcional al desarrollo de la ofensiva neoliberal. Las políticas neoliberales en la educación, además, forman parte de una política desreguladora en todos los terrenos del tejido social y económico, que ha producido paro, precariedad laboral, contratos basura, superexplotación, insolidaridad, anomia social, pérdida de raíces culturales. La desregulación educativa en Francia tiene como objetivo central la destrucción del sistema escolar republicano, de la escuela pública a cargo del Estado. El método seguido es suprimir el aspecto “nacional” de la educación; lograr la autonomía de los centros, clave de las demás reformas, y, para ello, la descentralización de los poderes educativos (como ya se está haciendo en los países anglosajones): la delegación de las responsabilidades estatales en los niveles micro de la representación política. Aquí también, como en España, se trata de desmembrar el cuerpo de profesores (con la creación de nuevos cuerpos de personal no titular, como los ayudantes educativos), someterlo a distintas normativas, hacerlo depender de diferentes autoridades. Así, la mercantilización de la educación encontrará el terreno abonado para sus propias maniobras de destrucción.

En el 2003, el gobierno derechista de Raffarin prosigue el camino abierto por la llamada izquierda plural: la descentralización se ha convertido en la política educativa. Los discursos “oficiales” ocultan que la escuela no puede estar a salvo de las fracturas sociales que se producen, cada vez más hondas, en una sociedad capitalista que no ve más allá del beneficio económico. Mientras tanto, las medidas de reforma escolar se hacen eco de esas fracturas sociales: tienden a reproducir esas fracturas en el terreno del conocimiento, de las expectativas culturales. La cuestión escolar y la cuestión social no sólo están relacionadas sino que, en el terreno de la política europea, tocan la misma música, ferozmente mercantilista, de la teoría neoliberal.

En esta situación, dice Johsua, la izquierda real ha de plantearse su posición ante la escuela. No está de acuerdo con la escuela tal como existe, pero debe defenderla de los ataques destructivos de quienes están dispuestos a ponerlo todo en venta; se trata, en vez, de defender la escuela como instrumento que consiga el acceso de las clases expropiadas culturalmente a los saberes socialmente validados, a los conocimientos que podrían impedir su manipulación política y con los cuales podría enriquecer su propia capacidad de lucha. Esta posibilidad es lo que tratan de destruir las reformas del sistema educativo que están en curso.

2.

“La ofensiva educativa del capital globalizado”, primera parte del libro, (d)enuncia el calado económico, político e ideológico de esas reformas (23-52). De entrada, Johsua observa “la puesta en cuestión de la ‘masificación’ de los efectivos escolares”, de la educación común para todos. Se trataría de que la escuela cumpliera un papel de estratificador social que ahora, según parece, no cumple: de que hubiera una escuela para los que deben saber para dirigir; otra para los que deben saber para trabajar en las profesiones y oficios más cualificados, y aun otra para los que es preciso que no sepan y se dejen hacer (los que deben obedecer y sufrir los contratos basura). Así, concluye el consenso acerca de los contenidos enseñados en la escuela común: los saberes culturalmente valorados en la sociedad deben reservarse sólo para una parte de la población, la que debería utilizarlos en sus profesiones; otra parte debe obtener sólo un “salario mínimo cultural”, un barniz que cueste poco y facilite la (super)explotación de su trabajo.

La desgana de los políticos ha impedido la profundización de los avances reales que se han conseguido en las escuelas. Con unos medios financieros insuficientes, sólo se consigue que continúen las desigualdades. En la práctica, esto significa la disolución del alcance formativo de los contenidos enseñados. Los pensadores neoliberales piensan que se está pretendiendo enseñar demasiada cultura: los saberes son cada vez menos útiles “para la vida”, ¿para qué quieren saber esos saberes los que no van a tener que utilizarlos nunca? Esto es más que un planteamiento económico: es una conclusión política. ¿Dónde queda, dentro de este discurso que fomenta la ignorancia, el desempeño de la democracia?

La ofensiva de la derecha tiene este eje de enflaquecimiento de los conocimientos para la mayoría, pero tiene, también, de modo coherente con sus intereses de clase, un eje miserable de mercantilización de los conocimientos: el que tenga dinero que los pague. Esa es la función del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) que se quiere aprobar: los servicios públicos deben dejar de serlo para convertirse en negocio privado. La educación debe ser cosa de un empresario que proporciona un producto y de unos clientes que lo compran. Por ese camino, el capital globalizado va a tratar de llegar lo más lejos posible; eso significará la destrucción final de una educación de calidad para todos, la desaparición de la educación como servicio público. En esa dirección opera, dice Johsua, el aumento de la selectividad dentro del sector público, la gestión de las escuelas (incluida la de las evaluaciones) confiada a los empresarios privados, la financiación con fondos públicos de las escuelas privadas: así, se acentuará la segregación entre poblaciones distintas, entre fracciones socioeconómicas de la población.

Un problema fundamental es “la voluntad de los liberales de ‘despolitizar’ al máximo las relaciones sociales (aquí, la cuestión de la naturaleza de los valores y de los saberes transmitidos por una sociedad a las nuevas generaciones) en provecho de los meros mecanismos de mercado” (41). Los empresarios ofrecerán lo que los clientes pidan: ninguna discusión, en el espacio político, acerca de qué saberes son los socialmente más útiles o humanamente más enriquecedores. Jugada maestra: escuelas privadas (con propietarios privados y gestión privada, y sin rendición de cuentas ante los poderes públicos) financiadas con el dinero de los impuestos pagados por una población que, en su mayoría, nunca asistirá a ellos.

La despolitización de las decisiones educativas se consigue con la descentralización, la fragmentación institucional y la diferenciación de los centros escolares. “El efecto buscado es disolver todos los intermediarios políticos susceptibles de interferir con las leyes del mercado globalizado” (44). Eso pone de manifiesto la “hostilidad profunda” que mantiene el discurso neoliberal contra la pretensión de que “la escuela contribuya a crear un espacio político común”, un “espacio público” (45). Por eso, los sistemas nacionales de educación tienden a organizarse según este mismo modelo de fragmentación. Así, “la mercantilización generalizada de las relaciones sociales” desplazará a “la política como espacio en que las decisiones educativas comunes podrían ser tomadas en la duda, el debate y la contradicción” (52). Eso habrá de significar el acto final del proceso de destrucción de la democracia.

Pero la autonomía es sólo aparente, instrumento útil para la penetración financiera de la burguesía; en realidad, el Estado se asegura (y aun refuerza) el control de los resultados obtenidos por los alumnos: la “evaluación condiciona […] lo que se enseña, limitando drásticamente la […] ‘autonomía’ presuntamente acordada al nivel local” (47). La burocracia central se refuerza, ya no en nombre de una autoridad política que debe rendir cuentas, sino en nombre de “instituciones que se sustraen al espacio público”, al “debate político”. Las “evaluaciones realizadas a los alumnos” aseguran que no se les enseñará lo que no se les deba enseñar, presionados los profesores por las exigencias de la evaluación. Así, se puede hacer imposible el aprendizaje sistematizado, el logro de una cultura general basada en saberes disponibles para su aplicación en circunstancias, y a propósito de necesidades, diferentes. De ese modo, “el paso por el estudio sistemático, que constituye la fuerza de la escolarización, es […] considerado como improductivo, incluso nocivo” (51). En relación con esto, se ponen en cuestión las cualificaciones ligadas a los diplomas estatales: no hay saberes generales, sistematizados; hay briznas de conocimientos, que se pueden adquirir privadamente para uso privado.

3.

En la segunda parte de su libro, Johsua describe la educación escolar como “un campo de lucha entre las clases” (53-68). Según él, la educación tiene cuatro funciones: socializar a los jóvenes en una (o más) forma(s) de vida colectiva; transmitir los conocimientos necesarios acerca del mundo natural y social; inculcar un sistema jerárquico de normas y valores; formar la fuerza de trabajo. La educación, en síntesis, trata de construir la futura cohesión de la sociedad, asegurando su reproducción y la comprensión de sus reglas de cambio. Tal función se realiza siempre dentro de una formación social históricamente determinada, y formando parte, por tanto, de unas relaciones sociales en las que una clase es la dominante. Diversas contradicciones atraviesan ese espacio social y afectan al desempeño funcional del sistema educativo, produciendo una “diversidad de educaciones” (56). En una sociedad desigual, la clase dominante trata de imponer una estructura educativa que perpetúe su dominación, que reproduzca el dominio de su propia “cultura”.

Johsua afirma que “el reforzamiento de las instituciones escolares” y “la generalización de la escuela” es un producto del crecimiento del modo de producción capitalista (57). Diversas teorías quieren explicar este hecho: se trataría de 1) controlar las almas y los cuerpos mediante la práctica del encerramiento escolar; 2) imponer, de una manera “profundamente perniciosa”, “la socialización burguesa al conjunto de clases de la sociedad capitalista […] bajo el poder del Estado”. Estas dos teorías confluyen en un punto: se trataría de “arrancar a los niños de sus familias para mejor ofrecerlos al capital” (57). Ésta, dice Johsua, es la posición en Francia de los “guesdistas”, y también Marx estaba en contra de hacer al “Estado el educador del pueblo” (58). Posición contraria es la de Engels y, en Francia, la de Jaurès: ambos quieren “utilizar contra la burguesía los medios culturales dados por la escuela” (59). Según ellos, los aprendizajes escolares (saber leer, escribir, contar) son fundamentales para la lucha contra el sistema capitalista; lo cual, nos dice Johsua, “explica el combate constante de las clases dominadas por el acceso a la educación escolar” (59). La escuela, en realidad, mezcla los aprendizajes técnicos y los aspectos ideológicos. Así, sin el aprendizaje de la escritura “la mayor parte de los puestos de trabajo explotados por el capital no podrían ser ocupados con éxito”. Pero, si se suprimiera esta necesidad “técnica”, “la necesidad del estudio bajo una forma escolar desaparecería, desde el punto de vista de la burguesía”. Por eso, Johsua señala que “en toda posición anticapitalista sobre la educación, es preciso tener en cuenta” (61) que la escuela es un aparato ideológico de Estado y, asimismo, “un terreno de combate para el reconocimiento y desarrollo de los intereses de los dominados” (62). Es más: es la escuela la que mejor favorece el dominio de los saberes en que el “pueblo” debe estar interesado (63).

Así, pues, “¿hay que defender la escuela pública de Estado?”. Johsua afirma que sí, si “puede atestiguarse que la escuela transmite saberes de alcance universal” (64). Los conocimientos fundamentales, en este sentido, serán aquéllos que permitan a cada cual “‘poner orden’ en su comprensión del medio ambiente natural y social”; sobre todo, “el aprendizaje de las técnicas básicas ligadas a la escritura, que condicionan universalmente un número considerable de otros aprendizajes potenciales” (64), haciendo posible formar el propio pensamiento “en el orden de las razones” (65). Así, se puede llegar a conocer el mundo, a orientarse en él y a cambiarlo. Por eso, son necesarias también una “formación del juicio” y una “formación del gusto” (65).

En fin, según Johsua, tres son las cuestiones fundamentales en “el campo de batalla político en materia de educación escolarizada”: 1) “¿Quién es escolarizado?”: “¿educabilidad universal?”, “¿las enseñanzas están abiertas y garantizadas a todos, o están […] reservadas a algunos?”, “si son comunes, ¿hasta qué nivel lo son?”; 2) “¿qué se enseña?”: “¿cómo se define lo que entra en la enseñanza común?”, “lo que se define […] en cuanto a enseñanzas, ¿se corresponde […] con los aprendizajes correspondientes?”; 3) “¿cómo se enseña?”: “¿se enseña en el orden de la autoridad […] o en el orden de las razones?”, “¿en el desarrollo de la competencia entre alumnos o favoreciendo las colaboraciones colectivas?” (67). Estas preguntas abren la puerta del modelo de escuela que Johsua va a ofrecer en la tercera parte de su libro: “Educación y emancipación social” (69-117).

4.

Johsua señala que es vital no ponerse límites en la defensa de la enseñanza pública. Se trataría de “abrir los espacios de lo posible” (es decir, dar a la utopía su papel de horizonte hacia el que caminar) y “ligar las perspectivas de futuro con los combates de hoy” (es decir, saber ver en las necesarias luchas, aquí y ahora, las promesas de una escuela por venir) (71-73). Así, empieza por identificar “cuatro principios directivos”:

1º) “Las funciones de la educación deben ser multidimensionales”, no circunscritas a ninguna finalidad en exclusiva, y, en ellas, la formación de la mano de obra debe representar una función mínima; las necesidades sociales, y no la demanda patronal, deben ser las que centren esas finalidades; no hay que atribuir ninguna legitimidad social a lo que los mercaderes decidan acerca de la formación de los oficios (74-75).

2º) Hay que “reescolarizar la escuela” y “socializar la educación”. Contra la “escuela total” es preciso (re)centrar la escuela en los saberes que sólo ella puede comunicar, en el núcleo de estudio y aprendizaje que sólo ella puede llevar a cabo: hay que rechazar los objetivos que la sobrepasan; los saberes elegidos han de ser universales, al tiempo que no desdeñosos de las diversas pertenencias culturales de la población: el rechazo de los dogmas hace posible la universalidad de los conocimientos; por lo demás, la sociedad entera debe ocuparse de la educación como totalidad, tratando de impedir la desvalorización de los aprendizajes no escolares (76-78).

3º) La escuela que hay que construir debe ser “una escuela abierta al mundo” y “cerrada al capital”. Debe abrirse al pueblo y a la participación de éste en su desarrollo, pero cerrarse al “mercado”; la sociedad a la que sirve la escuela debe participar en su organización, pero hay que impedir las desigualdades que se pudieran producir. En cuanto a los saberes estudiados, su identificación general debe realizarse mediante una decisión colectiva discutida colectivamente, y su gestión profesional debe atribuirse al enseñante como conocedor de las diferentes materias a enseñar. Los derechos democráticos de los jóvenes deben ser asegurados, si no en el aula (donde, en todo caso, el respeto mutuo debe ser la norma), sí en las demás zonas colectivas (pasillos, patio, comedor, …), y ello, también, para desarrollar su responsabilidad pública (78-82).

4º) El “deber social de educación” concierne al conjunto de la sociedad; sin ese apoyo cultural masivo no se puede sostener el “derecho a la educación”. Así, hay que estar en contra de la violencia destructiva de los “gamberros antiescolares”, que, cuando atentan contra la institución escolar, están atentando contra sus propios derechos e intereses. Los “niños de las clases populares” deben pagar el precio del deber de educación con su implicación seria en el estudio; si no lo hacen, “será en el solo beneficio de sus explotadores” (83-84).

Según Johsua, tres son las “cuestiones decisivas de una política educativa” (85-86): ¿Quiénes serán escolarizados según los niveles de enseñanza? ¿Cuál es el contenido de las enseñanzas propuestas? ¿Cómo enfocar su enseñanza? Los “principios de la escolarización común” (87-89) señalan lo básico en toda escuela diseñada “para todos”. 1) La escolarización común significa escuelas comunes sin distinción de poblaciones; sin embargo, se sigue produciendo una separación escolar entre grupos sociales: las desigualdades sociales no están siendo atajadas sino, incluso, naturalizadas. 2) Pueden unificarse los programas, pero la diferenciación de centros hará imposible la unificación real. Deben ser los mismos los centros escolares, los medios puestos a disposición y los programas en su parte común: hay que rechazar el establecimiento de escuelas diferenciadas según la riqueza, el sexo, la religión, el territorio. El principio de educabilidad universal común supone el fin de las escuelas privadas financiadas por el Estado, ya que éstas sitúan la desigualdad en el centro mismo de su existencia. 3) Ha de acabarse con la indiferencia hacia las diferencias sociales reales, en relación con las condiciones materiales ligadas a la participación en las actividades escolares; en este sentido, Johsua exige la gratuidad efectiva y total de la escuela en todos sus pormenores (incluidos, p. ej., los gastos de comedor). 4) No basta con hablar de programas comunes: hay que hacer que los resultados avancen hacia la igualdad, consiguiendo la mejora media en el nivel de los conocimientos y el acercamiento educativo de los extremos.

La escuela “para todos” obliga a plantearse “lo que debe ser abordado en común en la escuela común”, y “el nivel escolar en que comienza y en que cesa la escolarización común”. En este sentido, debe asegurarse “desde los dos años”, dice Johsua, “la escolarización gratuita y precoz en la escuela maternal”. Al otro extremo, por ahora, bastaría con fijar el nivel de llegada de la escuela común en el final de la secundaria (el final del colegio actual, en Francia). Así, se evitarán las diferencias cada vez más profundas entre la mayoría, que alcanza esos estudios, y la minoría (15%), que no va más allá de la primaria. Con todo, el colegio único sigue siendo una meta difícil de alcanzar en términos reales, es decir, como nivel educativo en que es obligatoria la consecución de “resultados comunes” (90). Entre tanto, cumplen una buena función los liceos profesionales, que hay que utilizar como una auténtica segunda oportunidad legítima. Es razonable fijar el límite común en el momento en que empiezan a manifestarse con fuerza “las inclinaciones individuales”, sabiendo que esas “inclinaciones”, propiciadas por los “procedimientos de orientación”, no deben reproducir las diferencias socioculturales de clase, y que esas “inclinaciones”, a menudo, han sido socialmente determinadas. Es necesario vigilar que la elección individual (heredada o construida) no haga peligrar la finalidad igualitaria del colegio común (91).

En el terreno de la formación profesional, Johsua afirma el derecho a una formación cualificadora, que facilite el paso entre diversas orientaciones posibles y que ofrezca medios intelectuales generales para afrontar los diversos trabajos. Aquí, el dominio público del reconocimiento de los diplomas es el obstáculo mayor para la privatización de la educación. En todo caso, debe ser reconocido “un derecho individual incondicional” a la formación continua de por vida, que debe ser cubierto por la oferta educativa pública y que debe alcanzar, no sólo a nuevos aprendizajes profesionales, sino también al acceso al conocimiento especializado, a la cultura general y a la posibilidad de retomar los estudios reglados (92-94).

La segunda “cuestión decisiva” es “el contenido de las enseñanzas”. ¿Qué “cultura común” (95-102) es la que se aprenderá en la escuela común? Hay que estar atentos a la posible introducción de visiones social o sexualmente sesgadas, y procurar no caer ni en el universalismo abstracto ni en el relativismo cultural: un universalismo anclado firmemente en la sociedad real, que no menosprecie de antemano ninguna “cultura”, pero que evite poner a todas al mismo nivel de “verdad”. Para identificar la “común”, debe realizarse un diálogo público que dé lugar a una elección política que implique a toda la ciudadanía y a los poderes públicos. Esta “cultura” debe hacer al alumno capaz de conocer el mundo, de interrogarlo y de actuar sobre él. Debe, así, aprender que existen problemas, instrumentos para abordarlos y “obras” humanas que pueden constituir referencias para la comprensión y la acción; y debe ser capaz de dominar esos instrumentos y esas referencias.

Por lo demás, asegura Johsua, “las religiones y las instituciones religiosas no deben participar en el espacio público en que se produce el debate” que ha de decidir esa cultura común: “la laicidad del espacio escolar debe ser garantizada” (97). La enseñanza no puede depender de las visiones particulares de las diversas religiones. Sin embargo, añade, los poderes públicos deben “hacer efectiva la posibilidad de prácticas diversas, religiosas o no, de manera privada o colectiva”, excepto que sean contradictorias con principios políticos irrenunciables de carácter general (“la igual dignidad de hombres y mujeres, p. ej.”).

En el currículo escolar deberían entrar aquellas obras que hicieran posible la apertura posterior a muchas otras que, de entrada, acaso no fueran objeto de esa “cultura común”. Sólo la elección democrática puede decidir en este terreno, pero el criterio debiera ser “determinar las ‘necesidades en saberes’ de la sociedad, sobre todo las que permitirían a las clases populares luchar por su emancipación” (98): aquellos conocimientos “que pudieran efectivamente ‘sostener al pueblo en los combates de la vida’” (99). Por ello, habría que dar una importancia mayor “a las ciencias de las relaciones sociales”, capaces de dar “una formación crítica y emancipadora” (99). Las ciencias políticas, el derecho, la sociología, y otras áreas del conocimiento social, hasta ahora ausentes del currículo, deberían ponerse en el centro de la escena educativa, modo de superar el “dominio de los prejuicios y del ‘pensamiento único’”, o la variable influencia de los medios de comunicación (100).

“¿Cómo tener en cuenta las diversidades culturales?”. Johsua aboga por “evitar el aplastamiento de las culturas minoritarias/oprimidas”; por diversificar las vías de acceso a la cultura común, siempre teniendo mucho cuidado de no llegar a fines diferentes; por tratar la diversidad en términos de contenidos efectivos dentro de la cultura común; por diversificar el espacio de las actividades escolares (abiertas sobre el mundo), en cada nivel escolar, una vez garantizada la cultura común (100-102).

La tercera “cuestión decisiva” es “¿Cómo enseñar?” (103-107). Para Johsua, “la cuestión pedagógica es también una cuestión política”. Su posición en este terreno está en contra de la vieja escuela republicana y del nuevo modelo neoliberal. Entre la “lógica de la restitución” y la “lógica de la comprensión”, Johsua reafirma su apoyo a la segunda. En este sentido, dice, sería vital hacer trabajar las técnicas de estudio, para aprender y dominar los saberes socialmente validados. Asimismo, añade, sería necesario evitar el encerramiento puramente escolar, dado que el interés real del estudio son sus relaciones con la realidad en que vive el alumno. Otra idea-fuerza de Johsua se refiere al nuevo impulso que debería favorecer los aspectos colectivos del estudio, frente a los puramente individuales. Por fin, afirma que la escuela para todos es incompatible con las orientaciones liberales, que parecen centrarse en el “éxito” como el solo hecho de quedar “delante de los otros”.

Expuestas sus propuestas sobre las “cuestiones decisivas”, Johsua se pregunta si “la ‘escuela de base’ es posible”. Sí, dice, si se trata de “una escuela vuelta a centrar sobre sus [propias] tareas”, si no se trata ahí de la formación de la fuerza de trabajo, sino del dominio por los alumnos de una “cultura común” fundada , no sobre “competencias” vagas, sino sobre saberes socialmente validados. Sí, si se trata de una escuela unificada, sin la división primaria/ secundaria, común, considerada como un “sistema de ayuda al estudio”: “estudio que se desarrolla en clase y fuera de ella”; “estudio de saberes socialmente pertinentes”, pertenecientes a “disciplinas socialmente reconocidas”. Sí, si se ubica dentro de “un marco colectivo coherente” con su finalidad, en que una actividad de estudio colectivo sea posible: tranquilidad de los centros, personal no enseñante en número suficiente, ayudas suplementarias para ciertos alumnos. Sí, si se consigue que sea el “dominio de las prácticas escritas” desde muy temprano, para impedir los desastres posteriores: los fracasos deben solucionarse en los primeros años, antes de que se solidifiquen. Sí, si se produce “una sectorialización rigurosa”, evitando “que las dificultades se concentren en ciertos centros escolares”; lo cual sólo puede hacerse si “el sector privado deja de existir” y consiguiendo que la diferenciación entre estratos sociales no sea infranqueable (108-111).

Para Johsua, el derecho universal a la educación pasa necesariamente por la defensa de los trabajadores de la enseñanza. Vistos como conservadores, es decir, opuestos a las reformas neoliberales, los profesores están siendo sitiados como trabajadores; en este sentido, la precarización masiva socava la mera posibilidad de un servicio público realmente al servicio del público. Johsua defiende la autogestión del conocimiento por parte de los trabajadores de la enseñanza: su derecho a la experimentación y a la puesta en común de las experiencias, y su derecho a la formación profesional: difusión y adquisición de los saberes educativos especializados.

Por fin, Johsua concluye atribuyendo a una cuestión de elección política lo que se haga en el terreno de la financiación de la enseñanza: sin medios económicos nada se puede hacer y es en el espacio público donde ha de discutirse la política presupuestaria y las necesidades de la educación. Se trata de la vieja “cuestión social”: impedir las diferencias abismales entre los extremos, que se ahondan cada vez más en lugar de reducirse en la escuela actual (especialmente en algunas zonas urbanas), y que se ahondarán aún más en la que viene. La “cuestión social” desafía a la escuela y a la voluntad política de los gobiernos.

[Crisis, 5 (2004), 26-31]

Esta entrada fue publicada en Cuestiones sobre la hegemonía social y cultural: los fines de la educación: https://colectivogramsci.wordpress.com/2013/03/10/otra-escuela-es-posible/

Foto: http://www.preavis.org/breche-numerique/auteur4.html

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